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I.

U n l a b e r in t o , u n e s c u d o y u n a l e y

Situado en el centro de Creta, el palacio de Cnosos, cuya cons­


trucción legendaria se atribuye a Minos, es tan com plejo en su
estructura que los arqueólogos m odernos se pierden todavía por
sus subterráneos, sus vericuetos, sus corredores, sus habitaciones
m uchas veces sin com unicación aparente. C uando los griegos lle­
garon a Creta, el palacio de M inos los llenó de adm iración y, para
explicarse el m isterio, inventaron la leyenda que ha pasado a la
historia por su belleza y su verdad. ¿Qué dice la leyenda? El futu­
ro rey M inos d isp u ta el trono a sus herm anos. Pide un signo
del cielo que le indique su derecho al reino. No tarda en llegar el
signo de los dioses bajo la form a de un toro blanco. Pasifae, ena­
m orada del toro sagrado, da a luz a un ser m itad toro, m itad hom ­
bre, que los griegos llam aron el M inotauro. M inos hace construir
su palacio, o según los griegos su laberinto, para encerrar al m ons­
truo recién nacido. Com o el origen del M inotauro es divino habrá
que sacrificarle todos los años siete m uchachos y siete m ucha­
chas de Atenas. Teseo, ateniense, decide librar a su ciudad del
tributo sangriento. Penetra en el laberinto y, gracias al hilo de
A riadna, princesa cretense enam orada de Teseo, puede volver a
salir del laberinto después de haber m atado al M inotauro.
L a leyenda significa, principalm ente, que los griegos q u ie­
ren establecer un orden racional, una form a de vida que ya no
dependa de los m onstruos y de los sacrificios prim itivos. S igni­
fica tam bién, y en ello está una clara m uestra de su espíritu orde­
nador y preciso, que, ante un fenóm eno inexplicable, tratan de
dar una explicación congruente capaz de ser entendida p or todos
los hom bres.
De la m ism a m anera que los griegos pusieron orden en el labe­
rinto, pusieron orden tam bién en las creencias religiosas de los
pueblos que encontraban a su paso. El dios Zeus es, desde una
época prim itiva, una m ezcla de dos divinidades. P or un lado, es el
20 Introducción a la historia de la filoso fía G recia 21

dios de los conquistadores helenos que gobierna a la luz y al cie­ El m undo hom érico es un m undo de orden y de armonía. ¿C uál
lo; por otra, es un dios m editerráneo, hijo de los titanes y de las es la im agen de este m undo? E m pecem os p or la g eografía de
potencias terrestres. Este m ism o dios de doble origen se presen­ los tiem pos hom éricos. Verem os después cóm o esta geografía
ta sin em bargo en H om ero, com o el suprem o de todos los dioses, se integra en un m undo de pensam iento m itológico organizado
y, en la Odisea, com o un consejero sabio de los dioses y de los y claro al cual responden las acciones, los vicios y las virtudes
hom bres. Los griegos de la época de Hom ero, los griegos del hum anas.
siglo VIH, han sustituido la m ultiplicidad de los dioses locales por El m undo de los poem as hom éricos es relativam ente peque­
una serie de divinidades que se parecen, idealizadas, a la propia ño. La Tierra, que H om ero concibe com o un disco, tiene por cen ­
aristocracia hom érica gobernada por un rey. Serena com o los dio­ tro a Grecia, y term ina, al norte en regiones vagas, distantes y
ses que la habitan ha de ser su m orada en el m onte Olim po. A sí la lum inosas; al sur, en las tierras cálidas de la N ubia y de los
describe la O disea: etíopes, y se prolonga, de este a oeste, a lo largo de las costas m e­
diterráneas. En el envés del disco, al otro lado de la Tierra, viven
Atenea, la de los ojos de lechuza, se fue al Olimpo, donde dicen que los m isteriosos quim érides “escondidos en la niebla y las n u ­
está la mansión eterna y segura de los dioses; a la cual ni la agitan bes” , envueltos en “una noche perniciosa” . En tom o al disco es­
los vientos, ni la lluvia la moja, ni la nieve la cubre -pues el tiempo tán las aguas del océano, padre de todas las aguas, “todos los
es allí constantemente sereno y sin nubes-, y en cambio la envuelve
ríos, todos los m ares, todas las fuentes, todos los pozos profun­
una esplendorosa claridad; en ella disfrutan perdurable dicha los
dos” . El cielo, bóveda estrellada, rodea la superficie de la Tierra
bienaventurados dioses.1
y está sostenido por una serie de equilibradas colum nas. Esta m is­
m a estructura de la Tierra es tam bién la estructura cincelada en el
A esta “esp lendorosa clarid ad ” aspiraron siem pre los grie­
gos. H abrían de lograrla com o posiblem ente no la ha logrado escudo de Aquiles.
nunca ningún pueblo. El am anecer de esta nueva luz está en las En la descripción hom érica del escudo resalta, con claridad,
un perfecto sentido de la arm onía, del orden y de la gracia. R esal­
obras de aquel poeta que ha pasado a la historia con el nom bre
ta tam bién la im agen de este océano, estas aguas que son ya para
de H om ero.
H om ero, com o m ás tarde para algunos de los prim eros filósofos,
el origen de todas las cosas. Y en el centro del escudo, en la bata­
lla de la ciudad guerrera, la m ás alta de las virtudes hum anas: el
El escudo de A quiles
heroísm o que transform a a los hom bres en sem idioses.2
Si el heroísm o es la principal virtud que nos presentan los poe­
Tal com o conocem os hoy la ¡liada y la Odisea, la prim era se
refiere a la antigua sociedad guerrera de los aqueos; la segunda, m as hom éricos, y en especial la Ilíada, son muy otras las virtudes
(muy otro tam bién el concepto del m undo) que nos deja la lectura
a los viajes de U lises y su largo y difícil retom o a la vida estable
de los poem as de Hesíodo. En L os trabajos y los días, poem a de
de su ciudad y de su hogar. Sea cual fuera el origen lejano de estos
m otivación ocasional surgido de la disputa por la herencia de las
poem as, fueron am bos escritos en su form a actual durante el si­
tierras paternas entre Hesíodo y su herm ano, el poeta describe la
glo V IH o ya entrado el siglo V il. En ellos se percibe una concep­
vida cam pesina con un am or por la tierra que será difícil encon­
ción clara del m undo, presidida por los dioses olím picos que, en
sus regiones celestiales, prolongan y actúan las disputas de los trar hasta en las Geórgicas de Virgilio. Pero esta m otivación ex­
terna nos conduce al núcleo del asunto. Hesíodo discute sobre la
hom bres.
justicia de su herencia y le dice a su herm ano: “A tiende a la ju sti-
1 Hom ero, Odisea, en Obras com pletas de Homero, trad. de Luis Segalá y E stalella,
M ontaner y Simón, B arcelona, vi, p. 41. 2 C f, ibid., xvill, pp. 3-23.
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cia y o lv id a la violencia. Tal es el uso que ha ordenado Z eus a En este m undo de dioses sucesivos tiene un puesto bien defini­
los hom bres: los peces y los anim ales salvajes y los pájaros ala­ do el hom bre. A im agen y sem ejanza de las divinidades que se
dos pueden com erse unos a otros, puesto que entre ellos no existe suceden, se suceden tam bién las cinco edades de los hom bres. En
el derecho. Pero a los hom bres les confirió la justicia, el m ás alto la prim era de ellas, la edad de oro, suerte de paraíso helénico, los
de los bienes”.3 A dem ás de revelar la existencia de una clase po­ hom bres “vivían com o dioses, dotados de un espíritu tranquilo.
pular activa y poderosa, Hesíodo distingue claram ente entre lo No conocían el trabajo, ni el dolor, ni la cruel vejez [...] y m orían
hum ano, guiado por la ley. y lo anim al, llevado por la fuerza. com o se duerm e” . Estos prim eros hom bres, buenos por natura­
Im plícitam ente Hesíodo viene a decirnos que la justicia no debe leza, se convirtieron en dioses. A esta prim era edad sucedió, im ­
confundirse con el derecho del más fuerte. Esta separación entre perfecta, la edad de plata. D esvalidos, los niños eran criados “por
la existencia de hecho y la existencia de derecho anuncia las teo­ m adre [...] pero sin ninguna inteligencia” . Después de cien años
rías que Sócrates y Platón habrán de desarrollar unos cuantos si­ de crianza vivían m iserables, y sin conocim iento de la religión,
glos más tarde. para m orir bien pronto “a causa de su estupidez” . Zeus decidió
No se contenta H esíodo con definir los ideales de la vida acabar con esta raza infiel y la convirtió en la raza de los “dioses
hum ana, basada en el trabajo y en la fidelidad a la ley. Inquiere subterráneos” , rem iniscencia hesiódica de aquellos dioses prim i­
tam bién sobre los principios de las cosas, el sentido y el origen tivos que los griegos encontraron a su llegada al M editerráneo. La
del m undo. Para ello escribe la Teogonia, o génesis de los dio ­ tercera edad, la de bronce, rem iniscencia de la época en que los
ses, que nos ofrece una especie de m etafísica poética. A lgunas hom bres em pezaron a trabajar los m etales, es tam bién una edad
de sus im ágenes serán especialm ente fecundas para la filoso­ heroica, en la cual los hombres son “al igual que los fresnos, violen­
fía posterior. tos y robustos”. Por su violencia, por su carencia de justicia, fueron
Afirm a Hesíodo que “antes que todas las cosas fue C aos”.4 No destruidos los hom bres de bronce, y regresados a las entrañas de
define m ayorm ente este concepto m ítico ni tan sólo nos dice a las la tierra donde Helios, el Sol, les fue para siem pre invisible. “M ás
claras si el caos fue la prim era realidad en su m itología histórica justos y m ejores” son los hom bres de la cuarta edad, la de los se-
del m undo divino. Sin em bargo, esta noción del caos im plica ya m idioses, edad que nos rem onta a los héroes hom éricos “cuando
la idea de que la posibilidad precede a la realidad, de que lo infor­ en sus naves fueron a Troya” . La guerra pudo destruirlos, pero gra­
m e da lugar a la form a, de que lo indefinido está antes de lo defi­ cias a su virtud heroica siguen viviendo “en las islas de los bien­
nido. Claro que Hesíodo no podía pensar en estos térm inos abs­ aventurados”. Nuestra edad, la quinta, es la edad de hierro, la edad
tractos. Y sin em bargo, al pasar el tiem po, la im agen del caos tam bién de las lam entaciones. D urante toda esta edad “los hom ­
habrá de dar lugar a nociones filosóficas y aun científicas que bres no cesarán de estar abrumados de trabajos y m iserias durante
sólo A naxim andro, en el siglo vi. em pezará a desenm arañar. Una el día [...] y los dioses les prodigarán am argas inquietudes. En­
segunda noción de no m enor im portancia es la de Eros. No se tretanto, los bienes se m ezclarán con los m ales” .5 Tal es la época
trata de una idea nueva. Eros fue. desde tiem pos lejanos, uno de del hombre, tal es también la época en que Hesíodo quiere conven­
los dioses de los griegos. Lo que im porta aquí señalar es que el cer a su hermano Perses de que el supremo valor es el de la justicia.
Eros de Hesíodo no es un ser estático e inm óvil, sino “el que A la evolución de los dioses, a partir del caos, corresponde la
rom pe las fuerzas” . Para H esíodo, Eros es la base de toda crea­ evolución de los hom bres. D esde el nivel de la edad de hierro,
ción. la fuerza m ism a que es energía creadora tanto entre los dio­ últim a edad hum ana, H esíodo. an unciador de futuras filoso­
ses com o entre los hom bres. fías, poeta y teólogo de la G recia antigua, preconiza la razón,
el equilibrio y el respeto a lo justo.
3 Hesíodo, Los trabajos y los días, trad. de Germán Gómez/de la Mala. Shapire, Bue­
nos Aires, 1 9 4 3 , 1, p. 78.
4 Hesíodo, Teogonia, Shapire, Buenos Aires, 1943, p. 14. 5 Cf. Hesíodo, Los trabajos v los días, pp. 81-85.
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Obras de consulta lidad inm ediata, el arte, la literatura y la filosofía nacientes son
deportivos en la m edida en que son tam bién desinteresados. De
D o d d s , E. R., The Greeks and the Irrational, Beacon, Boston, 1957. este desinterés nace la posibilidad de creaciones autónom as, co ­
G r e e n e , W. H„ Moira, Harper, Nueva York, 1963. mo nace tam bién la posibilidad de dedicarse a la ciencia por la
G u t h r ie , W. K. C., The Greeks and Their Gods, B eacon, B oston, ciencia m ism a, al pensam iento por el pensam iento m ism o, sin
1956. necesidad de tener siem pre en cuenta las finalidades inm ediatas
J a e g e r , Werner, Paideia, trad, de Joaquín Xirau y Wenceslao Roces, de una o de otro. Los filósofos griegos tienen el mérito indudable de
Fondo de Cultura Económica, México, 1957, pp. 19-83. haber iniciado, tanto en los terrenos de la pura filosofía com o en
los de la ciencia, lo que hoy llam am os el pensam iento puro.
Esta necesidad de un pensam iento teórico no niega las necesi­
dades prácticas. Se dice que Tales de M ileto, ante la am enaza de
II. I n ic io s los lidios, propuso la unión de las ciudades jónicas en una confe­
deración que habría de llevar el nom bre de Theos; dícese tam bién
que A naxim andro fue colonizador de lejanas tierras. Los prim e­
L a filosofía griega se inicia en las m ism as tierras jónicas donde ros filósofos fueron políticos. Fueron tam bién ingenieros y no
nacieron los poem as hom éricos. El hecho no es puram ente casual parece que se desinteresaran nunca de las posibilidades técnicas
y se debe principalm ente a que ésta era la región de más alta y prácticas que. una vez aplicada, puede tener la teoría. La teoría
civilización durante los siglos vm y vil. El nacim iento de la libre nunca ha negado la práctica. Y. sin em bargo, hay épocas en las
em presa y las nuevas m odalidades de com ercio que ésta lleva cuales la teoría, el pensam iento puro y desinteresado, predom ina
consigo m odificaron profundam ente la civilización griega. Por sobre las posibilidades de ap licació n . El d esp ertar de este pen­
una parte, puede observarse a partir de los siglos v m y v il una sam iento teórico hay que buscarlo entre los prim eros filósofos
m ayor tendencia al individualism o que se m anifiesta tanto en el de Jonia.
desarrollo de la poesía lírica, subjetiva e íntim a, com o en el he­ La teoría no es posible sin el em pleo de la razón. Y si algo
cho de que el artista quiere salir del anonim ato para em pezar a sorprende en el pensam iento de los prim eros filósofos griegos es
firmar, com o persona hum ana independiente, las obras que sa­ el grado de abstracción y el grado de racionalidad de las pregun­
len de su fantasía. Hacia al año 700 debe situarse la copa de tas que se proponen. Ya no les basta con encontrar varias solu­
A ristónoo, la prim era obra de arte firm ada que se conoce. Por ciones para explicarse el porqué del m undo y el para qué del des­
otra parte, los artistas y los poetas, m enos artesanos y ya más tino del hombre. En esta búsqueda del porqué y el para qué se
definitivam ente creadores, em piezan a considerar el arte com o fundará más tarde la filosofía. Com o los prim eros filósofos grie­
un fin en sí, haciendo poco a poco a un lado los fines utilitarios gos, los filósofos de O ccidente han querido encontrar una sola
que el arte y la poesía solían tener en tiem pos m ás antiguos. Ha respuesta a esta pregunta y, de m anera sem ejante a los m atem áti­
dicho H auser que el deporte es m anifestación jugada de la lu­ cos que quieren reducir la pluralidad a la unidad, a los físicos que
ch a por la vida.6 Durante el siglo vil se desarrolla, en gran escala, quieren dar una sola ley para explicar los fenóm enos del univer­
el deporte de los griegos y algo de este deporte tienen los nuevos so. los filósofos tratan de buscar una explicación única y verda­
poem as de Safo, las nuevas esculturas, las nuevas form as del pen­ dera para todos nuestros actos, para el m undo en que vivim os y
sam iento. Y desligados de la vida práctica, ya alejados de la uti­ para el destino que puede tocarnos vivir. La diferencia entre la
pregunta de los físicos o los m atem áticos, por una parte, y de los
6 Cf. A m old H auser, “G recia y R om a", en Historia social de la literatura y el arte, filósofos, por otra. es. sin em bargo, radical. El hom bre de ciencia
vol. i, Labor, Barcelona, 1988, 3. quiere dar una explicación totalizadora de un aspecto del univer­
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so o del pensam iento (los objetos m atem áticos para el m atem á­ ria para la vida. Pudo observar tam bién que el com ercio de su ciu­
tico. la naturaleza para el físico). Los filósofos quieren dar una dad natal y. en general, de la Jonia toda, se hacía por el mar, y
explicación única y racional que englobe a todos los hechos, to­ así el agua se convertía en el m edio necesario para la superviven­
dos los pensam ientos y todas las acciones. cia m ism a de sus coterráneos. En cuanto a la tercera afirm ación
C on esta pretensión de universalidad se inicia precisam ente es. sin duda, algo misteriosa. Aristóteles sugiere que Tales había
la filosofía griega. Tales. A naxim andro, A naxím enes, los tres observado los efectos del m agnetism o y que la palabra “dioses”
filósofos de M ileto de Jonia, se preguntan cuál es el arché. es de­ representa aquí, sim bólicam ente, las fuerzas activas de la natura­
cir. el origen o el "gobierno” de todas las cosas. No serán siem ­ leza. En tiem pos más m odernos, se ha podido creer que la frase
pre tan precisas las respuestas com o lo es la pregunta. Pero el de Tales transm itida por A ristóteles se refería realm ente a divi­
solo hecho de que fueran capaces de inquirir con tan alto gra­ nidades. La filosofía de Tales sería, así. una form a de espiritualis-
do de abstracción es una verdadera revolución en la historia del mo. Es preferible, en todo caso, no hacer hipótesis por lo dem ás
pensam iento. innecesarias. Bástenos recordar que Tales sigue siendo fundador
Tales de M ileto fue el prim er filósofo de Grecia. Viajero, co­ de la filosofía en Grecia por el género de pregunta que se plantea.
noció las m atem áticas de los egipcios y es probable que predi­ Podem os pensar que sus respuestas son más o menos pobres. Pe­
jera el eclipse de Sol del año 585 a. C. De su distracción que. por ro no es históricam ente factible pensar que fueran de otro modo.
contem plar estrellas le hacía caer en los pozos, existen varias anéc­ A m ayor riqueza en las respuestas nos conduce un breve análisis
dotas que añaden su grano de sal a la proverbial distracción de los del discípulo de Tales: A naxim andro.
sabios. C om o político es probable que Tales quisiera fundar, con­ También de M ileto, vivió A naxim andro a m ediados del siglo
tra los ataques de los lidios. la confederación de Theos. Com o V I. Sabem os que escribió un libro que todavía era leído en tiem ­
filósofo sabemos que fue el prim ero en preguntarse acerca del pos de Aristóteles. En él. A naxim andro es el prim er filósofo que
origen de todas las cosas y sabem os tam bién, gracias a A ristóte­ explícitam ente se interroga acerca del arché. del gobierno o del
les. cuál fue la solución que dio a su pregunta. En realidad su principio de todas las cosas. Esta preocupación filosófica no es­
solución fue triple y puede resumirse en tres proposiciones: la T ie­ tuvo nunca separada de intereses prácticos. Com o Tales. A naxi­
rra flota sobre las aguas; el agua es el origen de todas las cosas; m andro tuvo interés por la política y fundó una colonia en Apolo-
todas las cosas están llenas de dioses. L a prim era afirm ación no nia; tam bién com o Tales se ocupó de problem as técnicos y es
difiere grandem ente de la idea m itológica de la Tierra que se en­ muy probable que a él se deba el prim er m apa. Su interés por la
cuentra en la descripción del escudo de Aquiles. No viene, en astronom ía le llevó a dar una nueva versión, m ucho m ás m oder­
realidad, a añadir nada de nuevo a la ya vieja tradición cosm oló­ na y exacta, de la naturaleza del mundo. La Tierra, cuerpo celeste,
gica de los griegos. La segunda es más im portante porque contes­ tiene form a cilindrica. Suspendida en el centro del espacio está
ta. precisam ente, a la pregunta central que se plantearon los pri­ rodeada por las estrellas, todas ellas hechas de fuego. Lejos que­
m eros filósofos. El origen de todas las cosas es el agua. ¿C óm o dan ya los días de Hom ero y aun los de Tales, su propio m aestro.
entender esta proposición? En prim er lugar, debem os tener en Pero si A naxim andro tuvo im portancia en sus actividades prácti­
cuenta que la palabra arché se refiere menos al origen de todas cas y científicas, no la tuvo m enor en cuanto trató de explicarse el
las cosas que a su gobierno. Así, lo que buscaba Tales era un origen del universo, su causa y su principio único. A la pregunta:
principio físico y m etafísico que. a su m odo de ver, rigiera todas ¿cuál es el origen de todas las cosas?, responde A naxim andro.
las cosas. Q ue este principio sea el agua no debe sorprendernos em pleando por prim era vez un claro argum ento lógico, que nin­
en exceso. La tradición m itológica de los griegos - lo hem os vis­ guno de los cuatro elem entos (fuego, tierra, aire, agua) puede ser
to - daba una especial im portancia al agua, el océano que rodea la el origen de la totalidad del universo, puesto que si afirm am os
tierra. Por otra parte, Tales pudo observar que el agua es necesa­ que un solo elem ento es la causa adm itim os que la parte es la
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causa del todo, lo cual es obviam ente contradictorio. No debe nos jurídicos.8 Ello no debe sorprendem os si recordam os que.
buscarse el origen de todas las cosas en ninguno de los elem entos ya desde Hesíodo. los griegos estaban principalm ente preocupa­
particulares que com ponen el m undo. El verdadero origen hay dos por problem as de orden político y social. Más im portante que
que encontrarlo en el apeiron, palabra que significa lo indefinido su aspecto jurídico extem o, es el sentido profundo de la frase de
y lo informe. La introducción de esta noción nueva es de prim era A naxim andro. En realidad lo que preocupa al filósofo es el m ovi­
im portancia y va a persistir en el curso de la filosofía occidental. m iento. Si observam os el m undo que nos rodea (m ontañas, río o
Es posible que el origen histórico de la idea del apeiron deba acero) vemos que todo está en constante estado de cam bio: si nos
encontrarse en aquella vieja noción hesiódica del caos. De todos observam os a nosotros mismos no podrem os dejar de percibir
m odos, y sea cual sea su origen, es m ucho más abstracta que la que cam biam os tam bién constantem ente. ¿C óm o explicar el cam ­
del caos m itológico. En efecto el apeiron incluye ya en potencia bio? A naxim andro sugiere que el cam bio tan sólo es explicable si
nociones tan básicas com o las del infinito y de la posibilidad. existe verdadera oposición. Tal es el sentido de las palabras “ju s­
Estas dos nociones son im portantes en varios aspectos. La de in­ ticia” e “injusticia” . Sabem os que solam ente existe la vida si por
finitud contribuye a variar notablem ente el puesto del hom bre en un lado tiene un principio en el nacim iento y por otro, al final de
el mundo. Ya no estam os ahora en aquel cóm odo universo de la línea, un fin en su opuesto, la muerte. Sabem os que la sem illa
H om ero donde el m undo se reducía a una Tierra plana y un cielo solam ente llega a ser árbol después de dejar de ser sem illa; sa­
sostenido por hercúleas colum nas. El universo se abre y el lugar bem os que todo m ovim iento im plica, al m ism o tiem po, la co n s­
del hom bre dentro de su m undo es m enos limitado. El palacio trucción y la destrucción de algo. ¿C óm o im aginar el m enor
cubierto de estrellas que im aginaba Hom ero viene ahora a substi­ m ovim iento en un m undo en que todo fuera idéntico a todo lo
tuirse por la vastedad de los espacios infinitos. En cuanto a la dem ás? Tan sólo la diferencia, la oposición, la “justicia y la injus­
noción de posibilidad -q u e im plícitam ente puede encontrarse en ticia” explican el hecho de que. de lo justo a lo injusto, de lo in­
el apeiron de A naxim andro- su principal im portancia viene de ju sto a lo justo, exista la m ovilidad.
un hecho que puede hoy parecem os obvio, pero que en su mo­ El segundo y sorprendente descubrim iento de A naxim andro
m ento fue un descubrim iento de prim era im portancia. Este des­ se refiere al origen de los seres vivos y. especialm ente, del hom ­
cubrim iento equivale a decir que lo posible precede a lo real o. si bre. De acuerdo con A naxim andro los seres vivos “nacieron del
se quiere, que para que alguna cosa llegue a ser real tiene, prim e­ elem ento húm edo cuando hubo sido evaporado por el Sol. El hom­
ro. que ser posible. bre era, en un principio, semejante a otro animal, el pez” . Algunos
A esta abstracción que sitúa a A naxim andro com o el prim er han pensado que esta idea es en realidad la del evolucionism o. Es
filósofo de verdadera originalidad, ya no solam ente en cuanto a totalm ente im probable que A naxim andro pensara en térm inos de
sus preguntas sino tam bién a sus respuestas, vienen a añadirse evolución cuando la teoría evolucionista no se desarrolló sino
otros descubrim ientos que el propio A naxim andro aporta al cam ­ durante el siglo xix. Más probable es que tuviera en el espíritu
po de la filosofía. El prim ero de ellos ha llegado hasta nosotros en ideas m itológicas primitivas.
las palabras de Anaxim andro citadas por filósofos más recientes. C uando se pregunta acerca del origen de las cosas, A naxim an­
A firm a Anaxim andro: "Las cosas tienen que cum plir la pena y dro, razonando ya m ediante argum entos lógicos, piensa que este
sufrir la expiación que se deben recíprocam ente por su injusti­ origen debe encontrarse en la ilum inación eterna e inm ortal.
cia” . Se ha hecho notar que esta frase parece describir una escena Sus observaciones sobre el m ovim iento habrán de ser desarrolla­
de tribunal.7Y. efectivam ente, los térm inos em pleados son térm i­ das, a lo largo de la filosofía griega, com o una de las nociones
s La idea del universo com o un Estado se encuentra en M esopotam ia. Vid. T. Jacobsen,
7 Cf. W em er Jacgcr, La teología de los prim eros filósofos, trad. de José Gaos. Fondo “ M esopotam ia” , en H. y H. A. Frankfort, J. A. W ilson y T. Jacobsen, El pensam iento
de C ullura Económ ica, M éxico, 1952. II. prefilosófico, Fondo de C ultura E conóm ica, M éxico, 1954. [Breviarios, 97.]
30 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 31

centrales del pensam iento filosófico. Su puesto en la historia de los hom bres, y que no se parece a los hom bres ni por la form a ni
la filosofía es el de un verdadero innovador e iniciador. por el pensam iento” ." La nueva idea, tan revolucionaria para la
No es tan im portante su discípulo Anaxim enes. A la m ism a teología griega com o pudieron ser para la filosofía y la ciencia las
pregunta respondía Anaxim enes que el origen de todo debe bus­ ideas de los m ilesio s, nos presen ta a un D ios suprem o que “ lo
carse en el aire. ¿Un paso atrás después de los varios descubrimien­ ve todo, lo piensa todo y lo oye todo” .12 En su afán por dar una
tos de A naxim andro? Todo depende del sentido que se dé a las explicación racional y unitaria del mundo, Jenófanes alcanza un
palabras. Es posible que A naxim enes, al hablar del aire, hablara concepto m onoteísta de la divinidad. G rande será su influencia
del espíritu. N uestro desconocim iento de su filosofía nos impide, en el desarrollo de la filosofía griega y la noción que Jenófanes se
sin em bargo, considerarlo com o el prim er filósofo espiritualista. hace de Dios habrá de alcanzar su más precisa expresión en la
filosofía de A ristóteles. Pero si de m om ento nos m antenem os en
el siglo v verem os cóm o los filósofos, divididos en dos grupos
E l m ovim iento y la inm ovilidad en cuanto al origen de las cosas, buscan y tratan de encontrar una
solución tam bién unitaria a los problem as del conocim iento, del
Con el desarrollo del pensam iento racional no tardó en aparecer, universo y del hombre.
entre los prim eros filósofos de G recia, una clara oposición al pen­ H eráclito nació en Éfeso, en las m ism as tierras jónicas donde
sam iento de los poetas. Los viejos m aestros, principalm ente H o­ se desarrolló el prim er pensam iento de los filósofos. Hay que si­
m ero y Hesíodo. em pezaron a ser considerados com o engañosos tuar su m adurez hacia el año 478. De su vida conocem os anécdo­
en sus enseñanzas. Las prim eras m anifestaciones de una clara tas probablem ente fabricadas en tiem pos bastante más recientes.
oposición al pensam iento de los poetas se encuentran en el poe­ Dícese que H eráclito era basileus. rey de su ciudad, y que optó
m a teológico de Jenófanes, probable m aestro de Parm énides. La por abdicar al trono para dedicarse por com pleto a la vida co n ­
antigua religión politeísta no satisfacía ya el ánim o más abstracto templativa. D ícese tam bién que su retiro obedeció a razones polí­
de los nuevos pensadores. Dábanse cuenta, por otra parte, de que ticas puesto que H eráclito reprobaba la actitud irresponsable de
los dioses que veneraban los distintos pueblos eran form as ideali­ los gobernantes y los gobernados de Éfeso. Sean cuales fueran los
zadas de los propios hom bres que constituían a estos pueblos. detalles de su vida, parece que puede establecerse un hecho: H e­
Así, Jenótanes, se veía obligado a negar valor a las interpretacio­ ráclito fue un solitario, tal vez el prim er caso de filósofo en G re­
nes religiosas de orden politeísta y afirm aba: “Hom ero, Hesíodo cia que se aisla para meditar. En cuanto a su obra quedan una
atribuyeron a los dioses lo que entre hum anos es reprensible y sin serie de F ragm entos13 en los cuales es ya posible discernir, den­
d ecoro”.s Esta falsa atribución de características hum anas a las tro de un estilo alegórico, no pocas veces epigram ático, los tres
d iv in id ad es hace que las im ágenes que cada pueblo se hace de grandes cam pos en que habrá de dividirse toda la filosofía futura:
los dioses sean relativas a sus propias características físicas y m o­ la teoría del conocim iento: la m etafísica y la moral. La división es,
rales. Así, “los etíopes hacen que sus dioses sean negros y de por lo dem ás, muy lógica. Si el filósofo suele preocuparse por el
nariz chata; los tracios dicen que los suyos tienen los ojos azules com portamiento y por el destino del hombre, no puede dejar de ex­
y los cabellos rojos” .10 Esta crítica de la religión antropom órfica plicarse el sentido del universo que el hom bre habita. Antes de
no lleva a Jenófanes a pensar com o un ateo, antes al contrario, le hacerlo, sin em bargo, tiene que pensar cuáles son las condiciones
conduce a representarse - a pesar de que a veces se refiere a los del saber y preguntarse, tam bién, si el saber es posible o no lo es.
d io ses en p lu ra l- a un solo D ios, “el m ayor entre los dioses y
" Ibid.. p. 23.
V-Ibid„ p. 24.
9 Poema de Jenófanes. p. 11. ” En las citas de este texto adoptam os la num eración de: Heráclito, Fragmentos, trad.
w Ibid., p. 16. de José G aos. Alcancía. M éxico, 1939.
32 Introducción a la historia de la filo so fìa G recia 33

Así, la teoría sobre la posibilidad del conocim iento precede a la pasado que ya no es, al pensar nuestro futuro que todavía no es,
m etafísica y la moral. al pensar que en el instante en que vivimos, esta frase que leem os
D esde un buen principio H eráclito afirm a que existen dos deja de ser en el m ism o m om ento en que la leem os, en verdad
form as de conocer, una verdadera y otra falsa. La prim era es la som os una m ezcla de ser y de no ser, de ausencia y de presencia,
que obedece al lagos, a la razón, que en griego, com o más tarde de pasado, presente y futuro. Y en los extrem os de nuestra vida se
verbum en latín, significará tam bién la palabra ,14 La segunda es encuentran los opuestos: vivir significa estar en el tiem po entre el
la que se apoya en los sentidos o en un mal entendim iento de m om ento de nuestro nacim iento y el m om ento de nuestra m uer­
ellos. Dice Heráclito: “Sabio es escuchar, no a mí, sino a la R a­ te, “Lo contrario es lo conveniente” 18 porque de hecho estamos vi­
zón [...] Esta razón, siendo eternam ente verdadera, em pero, los viendo siem pre entre estados opuestos.
hom bres son incapaces de com prenderla antes de oírla y des­ Y esto, que nos sucede a nosotros, sucede tam bién con los
pués de haberla oído”.15 La sabiduría, a pesar de que el pensam ien­ objetos del m undo, ríos encarnizados que van de su principio
to es com ún a todos los hom bres, se descubre con dificultades y a su fin, en una constante transición de un opuesto al otro, en una
trabajos una vez que se ha renunciado a las falsas interpretacio­ constante "guerra” . El m undo es m ovim iento y el m ovim iento
nes de los sentidos. Heráclito com para al sabio con los buscadores solam ente es posible si existen la desigualdad, el contraste y la
de oro que "cavan m ucha tierra y encuentran poco”.16 Pero ya en oposición.
H eráclito este conocim iento, difícil y lleno de trabajos, es m ás Sin em bargo Heráclito quiere ir m ás allá del m ovimiento, quie­
un conocim iento interior que aquel conocim iento del m undo físi­ re buscar su sentido y su ley. En algunas frases. que en un princi­
co que trataban de encontrar los prim eros filósofos de Grecia. pio podrán parecer m isteriosas. H eráclito afirm a la final arm o­
Así. a m ás de un siglo de distancia de Sócrates. H eráclito puede nía de los contrarios, la unidad de los opuestos: “bien y mal son
decir: “me he consultado a m í m ism o”. De este conocim iento de sí una cosa”, 19 “el cam ino hacia arriba y hacia abajo es uno y el
proviene la verdadera sabiduría, la que nos perm ite encontrar en m ism o” ,20 los hom bres no saben que el mundo, “divergiendo con­
la razón el origen de las cosas y el sentido de la vida. viene consigo m ism o” .21 Y es que. más allá del m undo en que es­
Cuando contem pla el m undo que le rodea, tanto el m undo de tam os, existe “una arm onía de lo que se tiende y suelta [...] com o
los hom bres com o el m undo de las cosas, H eráclito se da cuenta el arco y la lira” .22 Esta unidad últim a se realiza en Dios, supre­
de que todo está en m ovim iento y afirma: “No puedes entrar dos m o fin y suprem a disolución de todas las contradicciones: Dios,
veces por el m ism o río, pues otras aguas fluyen hacia ti”. 17Y en para quien es “bello todo y bueno y ju sto ” aunque los hom bres
efecto, si vivimos en el tiem po, si el tiem po transcurre en todas juzguen “lo uno injusto, lo otro ju sto ”.2S
las cosas, nada es, en verdad, repetible. Heráclito, sin embargo, La idea de la unidad de los opuestos se explica tam bién y con
no se contenta con afirm ar que el m ovim iento existe. Quiere, más m ayor claridad cuando H eráclito afirm a la ley del eterno retom o.
allá de esta constatación de hecho, encontrar una explicación de Esta ley. que se encuentra entre pueblos muy diversos y de muy
los orígenes del m ovim iento. Esta explicación se encuentra en distinto grado de evolución histórica, viene a decirnos que debe
una idea que, si bien parece tan sólo repetir la anterior, viene de concebirse el m undo com o una constante sucesión dentro de un
hecho a clarificarla: si entram os y no entram os en las mismas ciclo constante. Siguiendo este ciclo, y dentro de un ciclo dado,
aguas del río es porque som os y no somos. El hecho es que si por
una parte podem os pensar que som os, por otra, al ver nuestro ,s Ibid.. 46.
19 Ibid.. 57.
14 W. K. C. Gutlirie, A History o f G reek Philosophy, vol. l. 20 Ibid., 69.
15 Heráclito. Fragmentos. 1-2. 21 Ibid.. 45.
16 Ibid., 8. 22 Ibid., 56.
17 Ibid., 41-42. 23 Ibid., 61.
34 Introducción a la historia de la filosofia G recia 35

todas las cosas cam bian constantem ente. Pero si pensam os que com o ciencia abstracta. Es probable que esta dedicación a las
este ciclo se ha repetido eternam ente y volverá a repetirse eterna­ m atem áticas llevara a los pitagóricos a afirm ar que el m undo está
mente, si lo que estoy escribiendo lo he escrito en otros ciclos una hecho de núm eros. La afirm ación es especialm ente im portante
infinidad de veces y volveré a escribirlo infinitas veces en ciclos si tenem os en cuenta que la física m oderna depende de la posibi­
futuros, de hecho nada cambia. “En la circunferencia de un círcu­ lidad de m edir los fenóm enos naturales. A este concepto m ate­
lo se confunden el principio y el fin.”-4 Si la historia del m undo m ático del m undo los pitagóricos añadían un concepto rítm ico y
es la historia de una especie de círculo en m ovim iento constan­ arm ónico de la realidad. D espués de observar que los sonidos
te, es claro que en este círculo existe el m ovim iento, pero no lo es em itidos por una cuerda en varias tensiones pueden reducirse a
m enos que si com param os un círculo actual a otro círculo pasa­ núm ero, los pitagóricos unificaron el núm ero, el ritmo y la arm o­
do, existen los m ism os puntos y los m ism os m ovim ientos idén­ nía. A sí cuando se ocupaban de astronom ía pensaban que las es­
ticam ente repetidos. En cuanto a la naturaleza íntim a de este trellas emiten, en su curso, sonidos m usicales. Sin embargo, no fue
m ovim iento H eráclito piensa que puede sim bolizarse por el fue­ la ciencia la única, ni tan sólo la principal, preocupación de los
go. N ada tan variable com o una llam a, nada con tantas posibili­ pitagóricos. Platón señala que Pitágoras fue célebre porque ense­
dades de transform ación. Y así, dentro de cada uno de los ciclos, el ñaba una form a de vida. Y es que en verdad los pitagóricos for­
mundo, que ha em pezado con el fuego, habrá de acabar igual­ m aron una secta religiosa, en la cual se enseñaba la transm igra­
m ente en el fuego, térm ino que H eráclito em plea seguram ente ción de las almas, el culto a la santidad y la abstinencia. Algunos
com o sím bolo de la purificación cuando dice que el fuego habrá de los consejos de los pitagóricos, com o aquel que nos dice que
de juzgarlo todo. no debem os partir el pan con las m anos, tienen probablem ente
Es indudable que Heráclito afirm a el cam bio y el movimiento. por origen tabúes y creencias prim itivas.
No lo es m enos que m ás allá de este cam bio, afirm a igualm ente Parm énides. que vivió en Elea, fue contem poráneo de H erácli­
la perm anencia eterna de las cosas. Y ahora, completa, se aclara la to, si bien seguram ente más joven. Fue tam bién discípulo de los
prim era frase que citábam os: “Sabio que quienes oyen no a mí pitagóricos, de cuyas enseñanzas es todavía reflejo en la intro­
sino a la razón, convengan en que todo es uno.”25 Por motivos si­ ducción a su Poema filosófico.26 M ás que en sus raíces pitagóricas,
m ilares y siguiendo la m etáfora del fuego, dirá Heráclito que las la im portancia de Parm énides reside en su concepto del m undo
alm as buenas son alm as “secas” , aquellas alm as en las cuales ha que viene a oponerse diam etralm ente al que sostenía Heráclito.
penetrado el fuego, sím bolo a la vez de la razón única de todas las Com o todos los prim eros filósofos. Parm énides se pregunta cuál
cosas y de la unidad últim a del universo y del hombre. es el origen de todas las cosas. Tanto en su respuesta com o en el
Paralelam ente al desarrollo de las colonias griegas en la M ag­ m étodo que em plea para llegar a ella, Parm énides dem uestra un
na G recia (Sicilia, sur de Italia), se desarrollaron en estas nuevas notabilísim o progreso. Su m étodo no está explícitam ente expues­
regiones variadas escuelas filosóficas. Entre ellas la de m ás in­ to en el poema, y sin embargo presupone principios lógicos y razo­
fluencia fue la de los pitagóricos. De Pitágoras, cuya vida es en nam ientos que serán la base de toda lógica futura. Parm énides
gran parte leyenda más que historia, sabem os que debió de ense­ em plea el principio de identidad, según el cual puede afirmarse
ñar hacia la m itad del siglo vi puesto que Heráclito se refiere a él que lo que es, es. La fórm ula negativa de este m ism o principio,
com o a un pensador del pasado. Su filosofía puede reducirse a m ás tarde llam ado principio de no contradicción, puede expre­
una serie de afirm aciones siem pre novedosas. Pitágoras era m a­ sarse en estos térm inos: lo que es no puede no ser, o bien, una
tem ático. A él y a su escuela se debe el progreso de la aritm ética cosa no puede ser y no ser al m ism o tiem po. En cuanto al razona-

24 Ibid., 70. 26 El Poema aparecc en J. D. G arcía Bacca, Los presocrúticos, vol. I. El Colegio de
25 Ibid., 1. M éxico, M éxico, 1943.
36 Introducción a la historia de la filo so fía 37
G recia

m iento de Parm énides es una form a del razonam iento m atem áti­ que Jenófanes se hacía de Dios. Si seguim os el texto de Parm é­
co por el absurdo. Esta form a indirecta de dem ostración, consi­ nides es en realidad difícil inclinarse por uno u otro de estos p un­
dera hipotéticam ente com o verdadero precisam ente aquello que tos de vista. Quede, sin em bargo, Parm énides, defensor de la in ­
se quiere negar. Se dem uestra, inm ediatam ente, que la hipótesis m ovilidad, com o el polo opuesto a aquel H eráclito que afirm aba
es falsa y resulta así que lo verdadero es lo contrario a la prim era que todas las cosas están en perpetuo estado de cam bio. Su filo­
hipótesis supuesta. Aunque Parm énides no enuncia ninguno de sofía rem ozada, precisada, tendrá tanta im portancia com o la de
estos principios o razonam ientos, constituyen la base de todas H eráclito para el futuro del pensam iento en Grecia. El pensa­
sus argum entaciones. m iento de los grandes filósofos de G recia tratará siem pre de com ­
C uando Parm énides se pregunta por el verdadero origen de las binar lo m óvil y lo inm óvil, lo m últiple y lo uno. la variedad de la
cosas, dice por prim era vez con la abstracción que la palabra su­ experiencia que nos dan los sentidos y la unidad que nos sugiere
pone que, el origen de todo es el ser. Pero no se lim ita Parm énides la razón. Platón, y aun A ristóteles, tendrán presente el pensa­
a sem ejante afirm ación, sino que quiere probar, m ediante argu­ m iento de estos dos filósofos griegos, los m ás decisivam ente
m entos lógicos, que este ser tiene una serie de atributos y que la im portantes de esta prim era época en la cual el pensam iento fi­
posesión de estos atributos por el ser, es dem ostrable. El prim ero losófico estaba principalm ente dirigido a indagar los m isterios
de estos atributos es la inm utabilidad. ¿C óm o dem ostrar que el del m undo.27
ser es inm utable? Procedam os m ediante un razonam iento por
el absurdo y supongam os que el ser puede cambiar. Si el ser cam ­
biara. según nuestra hipótesis, cam biaría, o bien hacia el ser Obras de consulta
o bien hacia el no-ser. Pero afirm ar que el ser cam bia hacia el
ser es de hecho decir que no cam bia y decir que el ser cam bia B u rn e t, J., Early Greek Philosophy, Black, Londres, 1926.
hacia el no-ser. es igualm ente decir que el ser es inm utable pues­ C o p l e s t o n , Frederick, History o f Philosophy, vol. i, Newman,
to que es im posible la existencia de lo que no es. El ser es inm ó­ Westminster, 1948, pp. 13-76.
vil. Es tam bién, y por idéntico m otivo, uno y único. Supongam os D ió g e n e s L a e r c io . Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más
nuevam ente que en lugar del sólo ser hay el ser y algo más. ¿C ó­ ilustres, trad. de José Ortiz y Sanz, Perlado, Madrid, Buenos Aires.
m o llam ar a este “algo m ás” ? No podem os darle m ás que dos 1940.
denom inaciones: ser o no ser. Si decim os que adem ás del ser exis­ J a e g e r , Werner. La teología de los primeros filósofos griegos, trad. de
te el ser estam os sim plem ente afirm ando que tan sólo existe un José Gaos, Fondo de Cultura Económica, México, 1952.
ser. Si este “algo m ás” es el no-ser, com o este no-ser no puede existir _____ , Paideia, trad. de Joaquín Xirau y Wenceslao Roces. Fondo de
afirm am os igualm ente que tan sólo existe un ser. Y así, por argu­ Cultura Económica, México, 1957, pp. 150-180.
m entos sim ilares Parm énides dice que el ser es eterno, continuo, M o n d o l f o , Rodolfo, Heráclito, Siglo xxi, México, 1967.
im perecedero, indivisible, sin fin y sin com ienzo. Las pruebas de
Parm énides, que pueden hoy parecem os excesivam ente rígidas,
27 La influencia de Heráclito y de Parm énides lia sido decisiva en Occidente. Heráclito,
tienen una innegable importancia histórica. Su m odo de razonar es en su teoría de la unión de los opuestos, revive en el pensam iento de los m ísticos; revive,
el prim er m étodo lógico conocido en la historia de Occidente. C on­ sobro todo, en la dialéctica de Hegel y de Marx. Ambos encuentran en Heráclito una
tiene además en germen, el m étodo que habrán de usar, desarrolla­ fuente im prescindible de pensam iento; am bos ven el m undo com o m ovim iento fundado
en la contrariedad; Parm énides y su doctrina d e un ser inmóvil reaparecen en la obra de
do y afinado, las m atem áticas, las ciencias y la filosofía. Platón y, en m ayor o m enor grado, en varias de las filosofías m onistas de Occidente: por
Más difícil es entender claram ente lo que Parm énides enten­ ejem plo Plotino y Spinoza en cuyas obras no puede hablarse de influencia parm enídica,
día p o r el ser. Según algunos se refería al m undo físico y m ate­ pero sí de un modo de pensar difícil de entender sin el mundo creado por Parm énides. En
cuanto a las influencias inmediatas, la doctrina de la movilidad reaparece en la teoría
rial. Según otros el ser de Parm énides se acerca m ás al concepto platónica del devenir y la teoría del ser en la doctrina platónica de las formas.

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