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A partir de las medidas neoliberales que comenzaron a implementarse desde los años 70´s en la
región, sumado a los diferentes procesos de crisis (México: reducción de producción petrolera 2004,
crisis financiera 2009, influenza AH1N1; Uruguay crisis financiera 2002), estos dos países han realizado
diferentes acciones para subsanar la situación de pobreza y desigualdad de sus habitantes. Se puede
destacar que ambos han implementado reformas pertinentes y/o creado figuras institucionales o
programas para el sector social. En cuanto al Gasto Social, Uruguay ha tenido un incremento de siete
puntos porcentuales (respecto al PIB) desde 1985 (15%) hasta 2018 (27%); pese a que México ha
presentado un incremento en su gasto social, queda muy atrás en este rubro, ya que solamente destinó
el 5.8% del PIB (Mondragón y Villa, 2020).
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En un contexto contemporáneo de pandemia de COVID-19, donde la crisis de los cuidados se ha
expuesto crudamente, el género es un eje de suma importancia, ya que como Natalia Genta, Amaia
Pérez Orozco, Capurro, et. al. (2020), y Sulmot, et. al. (2020) mencionan, las mujeres han sido las
mayormente afectadas en términos sociales, económicos y políticos .
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Ivonne Mondragón Segovia
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Filgueira (2002) (periodo 1930-1970) describe a Uruguay como uno de los países pioneros de los
Estados de Bienestar de la región, que presentó una industrialización rápida y que presentó una
migración urbana y sindicalización temprana; estaría por tanto dentro de la categoría “Universalismo
estratificado” (junto con otros países como Argentina y Chile), al lograr cubrir con ciertos servicios (como
educación y salud) a la mayoría de su población, aunque existen diferentes condiciones de elegibilidad
para el otorgamiento de beneficios. Desde las categorías de Esping Andersen, Uruguay estaría más
cercano al tipo “conservador-corporativista”. En cuanto a México, Filgueira (2002) lo incluye junto con
Brasil en los “regímenes duales”; en estos regímenes se ha desarrollado una cobertura casi universal de
la educación primaria y hay una estratificación de los sistemas de salud. Siguiendo con el análisis de
Filgueira, el escenario mexicano es mucho más heterogéneo y menos centralizado que en Uruguay,
además de que las experiencias democráticas durante el periodo fueron más cortas. Este es un
elemento importante, ya que México no ha podido contrarrestar el corporativismo, clientelismo y violencia
que se generan en las diferentes federaciones y que obstaculizan una mejor articulación de acciones
para el bienestar de la población.
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Para el caso de los estados de bienestar de la región, existen convergencias en tanto su escasa
recolección tributaria, la abundancia del trabajo informal, el aumento de la población vulnerable, la
reproducción de las segregaciones y la nula cobertura universal de los servicios sociales (Filgueira, 2009;
Franzoni, 2008 )
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Este nivel meso o institucional de abordaje, da cuenta de cómo los cuidados se definen como
responsabilidad de las familias, o bien otros actores como el Estado intervienen para proveer servicios
y/o transferencias monetarias para cubrir las necesidades de cuidado. En el caso de que una
organización social del cuidado refleje una participación fuerte de las familias en la cobertura de
necesidades básicas (no solo a grupos vulnerables, sino a la ciudadanía en general), podemos pensar
dicho estado de bienestar como familista, siguiendo las lecturas de Sping Andersen y otros trabajos
académicos en el campo del cuidado. Por el contrario, si el bienestar se desvincula de los lazos
familiares, este sería un modo desfamiliarizante del bienestar. Aquí los individuos se observan como
sujetos individuales de derecho al cuidado. En el caso de que el mercado sea el actor que cubra los
cuidados, sería una mercantilización de los mismos; mientras que si fuese lo contrario, donde “el acceso
a cuidados dignos está disociado de la posición que la persona ocupa en el mercado laboral y de su
poder adquisitivo” (Pérez y Domínguez, 2014: pág.34), se estaría hablando de una desmercantilización.
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Siguiendo con el contexto mexciano, el factor de las migraciones también complejiza las dinámicas
entre diferentes actores locales e internacionales (generando cadenas globales de cuidado en palabras
de Pérez, 2014). Otro elemento significativo, como se ha señalado, es la violencia intrínseca en muchos
procesos de la vida cotidiana, incluyendo las dinámicas familiares del cuidado y los contactos con las
instituciones (González y Vasil´eva, 2017).
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La organización social de los cuidados es un concepto que pretende una mirada más flexible y
dinámica de las redes de cuidado, a comparación por ejemplo, de la noción de “régimen”. Esta se refiere
a “(...) la manera en que cada sociedad establece una correlación entre sus necesidades de cuidados
(que son específicas de cada sociedad) y la manera en que les da respuesta,” (Pérez y Domínguez,
2014: pág.34). Los actores sociales que participan en dicha distribución de los cuidados que suelen
considerarse son: la familia, el Estado, el mercado y la comunidad (y/o el tercer sector). Estos también
son los pilares de los regímenes de bienestar, en donde sus interrelaciones tendrán efectos no
unidireccionales y no limitados al ámbito nacional, en la modelación de los cuidados en una sociedad
determinada. Así, el análisis de la organización social del cuidado permite responder a las preguntas:
¿quién cuida?, ¿en qué instituciones?, y ¿a cambio de qué? Pérez y Domínguez, 2014: pág.34).
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En este punto cabe resaltar que México no ha hecho tanto énfasis en las infancias como Uruguay,
teniendo como mayor avance la Estrategia nacional para la Primera Infancia, donde participan la
Secretaría de salud, la Secretaría de Educación Pública, entre otras, y se establece la
corresponsabilidad con madres, padres y tutores. Asimismo, se ha substituido ciertos servicios de
guardería del Programa de Estancias Infantiles por transferencias monetarias del Programa de Apoyo
para el Bienestar de Niñas y Niños, Hijxs de Madres Trabajadoras, lo que representa un retroceso para la
incidencia en la división sexual del trabajo dentro del hogar(Bathyany y Genta, 2020).
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Para el caso de México, el gobierno en turno de Andrés Manuel López Obrador (MORENA), ha puesto
mayor énfasis en las pensiones de adultos mayores (se extiende a población discapacidad permanente y
a población en el sector informal) y en el programa “Jóvenes construyendo el Futuro” (0.69% del gasto
en 2019), el cual se vincula con el sector empresarial para brindar opciones de capacitación y empleo
para las y los jóvenes que no estudian o trabajan.
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Ivonne Mondragón Segovia
Por último, quisiera agregar que las Instituciones de seguridad social en México
fallan como proveedores de cuidado al no lograr generalizar un enfoque de género y
equidad en la aplicación de las leyes del trabajo, la salud, la protección de las y los
niños y adolescentes, etc. Asimismo, corresponde a este ámbito promover la
desfamiliarización del cuidado, en discurso y acción, lo que resulta difícil en un país que
da mucho peso a los valores familiares y a los roles de género. También coincido con
Aguirre, et. al. (2014) en cuanto al papel del sector no gubernamental que, para el caso
de México, requiere de igual forma una mejor articulación entre los demás proveedores.
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Es importante resaltar que la perspectiva de género tiene una profunda relación con el desarrollo del
concepto de cuidado; la feminización de las actividades de cuidado, así como su ubicación en el ámbito
doméstico, hacen que sea indispensable pensar tales tareas en función de la división sexual del trabajo y
bajo las condiciones de dominación en el capitalismo patriarcal (Batthyány, 2015).
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Por el otro lado, México comenzó su trayecto desde los años 1970-1980
(Pacheco, 2020) a partir de estudios de la participación de las mujeres en los mercados
de trabajo, en concordancia con el aumento de la participación de esta población.
Posteriormente, al igual que el caso uruguayo (véase anexo 1), desde la década 1990
surge una fuerte discusión que pone en el centro la división sexual del trabajo,
especialmente el no remunerado y/o dentro de los hogares. Para los 2000, se nota un
escenario pleno de producción literaria del cuidado en Latinoamérica, donde por
ejemplo, Uruguay resulta un ejemplo retomado en el Primer Foro Internacional de
Economía del Cuidado e Igualdad Laboral de la Ciudad de México (2016)12.
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En el caso uruguayo (Aguirre, et. al., 2014; Batthyány, 2015; Batthyány y Genta, 2018), el uso de
estudios centrados en tal componente cultural del cuidado ha dado la pauta para entender que dicha
sociedad prefiere los cuidados dentro del ámbito familiar y vinculan dichas prácticas con las mujeres
(modelo familista). El instrumento más cercano a este ejemplo desde el contexto mexicano, es la
Encuesta Demográfica Retrospectiva (1998, 2011 y 2017), donde se intenta captar las trayectorias de la
población. Pacheco (2020) señala que tanto esta encuesta como las del uso del tiempo, no presentan
continuidad respecto a sus preguntas lo que ha tenido como efectos la invisibilización de algunas
realidades; ante ello, hace un llamado a enfoques mixtos de abordaje.
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Véase las memorias (3 volúmenes) en:
https://www.trabajo.cdmx.gob.mx/servicios/servicio/coleccion-el-descuido-de-los-cuidados
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Véase en: https://www.youtube.com/watch?v=FoMWUrSchIA&ab_channel=SenadodeM%C3%A9xico.
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definirse en Uruguay como población de prioridad a las infancias, los adultos mayores,
las personas con discapacidad y a las personas que ejercen tareas de cuidado; este
último punto resulta una definición mucho más estratégica para atender dichos trabajos
reproductivos muchas veces no remunerados.
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redefinir tiene que ver con las licencias parentales16 y la implementación de otros
instrumentos de política que impacten en la división sexual del trabajo dentro de los
hogares, como son estudios de representaciones, enfoques interculturales, políticas de
servicio, etc.
Conclusiones
En resumen, la organización social de los cuidados tanto en Uruguay como en México,
comparten un estado de crisis de los cuidados, aunque con sus propias dinámicas y
agendas. El caso Uruguayo ha sido un ejemplo para las discusiones en México sobre la
legislación y creación de políticas de cuidado para el cumplimiento de los diferentes
compromisos y acuerdos internacionales en materia de equidad de género. Ambos
países presentan un modelo familista, maternalista, aunque difieren en cuanto a sus
representaciones sociales, dinámicas domésticas, y en las desigualdades que
atraviesan a los grupos vulnerables (como el caso de la etnicidad en México). Otro
punto en el que difieren es en el nivel de articulación y acción entre los diferentes
sectores proveedores del bienestar (principalmente desde el Estado), donde México
aún tiene un camino que recorrer. Si bien Uruguay plantea una búsqueda de
desfamiliarizar a su población, y trabaja en mecanismos para su logro (incluyendo el
analizar el discurso experto, un enfoque intergeneracional, de derecho y de género),
en la propuesta mexicana aún no queda claro este traslado (sólo se apela a la
vinculación con la comunidad), ni la aparición del mercado en dicha ecuación.
El contraste de estas realidades distintas, aunque enmarcadas en contexto
global neoliberal, permite entender que la región latinoamericana se encuentra
reflexionando y actuando respecto a sus condiciones locales de cuidado, y la mejor
forma de atenderlas. Esto no ha sido ni será posible sin una perspectiva de derechos,
intersectorial y en constante diálogo con las experiencias cotidianas de cuidado de sus
ciudadanías.
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El Sistema Nacional Integrado de Cuidados (SNIC) del Uruguay plantea explícitamente las medidas a
implementar en el rubro de las licencias parentales, lo que en el caso del Sistema Nacional de México
aún no queda del todo claro. México con su naciente Sistema de Cuidados, debe articular una alianza
estratégica con la Secretaria de Trabajo, organizaciones de la sociedad civil e institutos como el
INMUJERES, a fin de incidir de forma más activa en esta modelación de una paternidad cada vez más
activa, no sólo a partir de la extensión de las responsabilidades de los varones, sino también con la
ampliación de sus derechos.
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Referencias
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Ivonne Mondragón Segovia
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Ivonne Mondragón Segovia
Uruguay México
2015-Actualidad Se implementa
el primer plan Nacional de
cuidados que tendrá una serie de
prioridades: primera infancia.
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Definición del cuidado (con Acción de ayudar a un niño o a Cuidado como derecho, tanto para
base a sus propuestas de una persona dependiente en el los que lo reciben y para los que lo
Sistema Nacional de desarrollo y en el bienestar de su proveen.
cuidado) vida cotidiana. Implica tres Cuidado como elemento
dimensiones: material, es decir, a fundamental para el desarrollo y
las tareas, al trabajo de cuidado; catalizador del ejercicio de otros
económica, vinculada al costo que derechos humanos.
tiene el cuidar a alguien;
psicológica donde aparece el
vínculo afectivo, el vínculo
sentimental, las emociones en la
tarea de cuidado. A su vez, el
cuidado puede ser familiar o no
familiar, puede ser remunerado o
no remunerado.
Cuidado como derecho y función
social
Instrumentos y Encuestas del Uso del Tiempo Encuestas del Uso del Tiempo
metodologías (2003 -area metropolitana-, 2007, (2002, 2009, 2014, 2019)
2013)
Encuesta Laboral de
Estudio sobre representaciones Corresponsabilidad Social (2012)
“Encuesta Nacional de
Representaciones Sociales de los Encuesta Nacional de Género
cuidados” (2011) (UNAM)
Elaborado propia con base en: ONU MUJERES-INMUJERES (2017) y Bathyany y Genta (2020)
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