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XXIV Sábado Ordinario Ciclo A. (1Co 15,35-37.42-49; Sal.

55; Lc 8,4-15)

A Jesús se le acoge por la fe, y la fe viene por la predicación y la predicación por la Palabra de
Cristo (Rm 10,17), como dice san Pablo: por la necedad de la Predicación (1Cor 1,21), la cual no se
apoya en sabiduría humana, ni se cree en Jesucristo por sus muchos milagros, sino por su Palabra
que es viva y eficaz la cual fecunda el corazón de quien la recibe (cf. Is 55,10) y le permite dar fruto
que corresponde a lo que se ha sembrado.

Para preparar esta tierra Jeremías exhorta al pueblo a “no sembrar sobre cardos, sino circuncidar
para Yahveh el prepucio de vuestros corazones” (Jer 4,3s) en donde será sembrada la semilla de la
que habla el Evangelio, una semilla que entra por el oído y va creciendo gracias a la Palabra
predicada todos los días que es como un manantial al cual todo aquel que beba comenzará a dar
fruto y follaje hermoso (cf. Jer 17,8).

San Pablo anima a los hermanos a vivir enraizados en el Señor edificados en Él, apoyados en la
Fe (cf. Col 2,7) para evitar que se embote el corazón por el libertinaje, las preocupaciones de la vida
(1Tm 4,1) y evitar ser engañados por doctrinas y espíritus diabólicos que lleven a la apostasía (cf. Lc
21,34). Esta maduración de la semilla que es sembrada en el hombre tiene necesidad de paciencia
(cf. Hb 10,36; Ap 3,10) para que se llegue a cumplir en nosotros la voluntad de Dios

La primera lectura ratifica que lo que el hombre recibe a través de la predicación, le hará producir
frutos de aquello que recibió, a Jesucristo, por tanto no se puede recoger un fruto carnal cuando se
siembra uno espiritual. En la resurrección aunque se siembra un cuerpo mortal, resucita un cuerpo
espiritual según la semilla que ha recibido y que ha ido germinando, por ello las obras de vida que
realizamos no brotan de nuestra carne sino del Espíritu que ha sido sembrado en nuestros corazones,
reflejando la imagen del hombre celeste.

Jesús termina la parábola enseñando que, la buena tierra son los que después de haber oído
conservan la Palabra con corazón bello y recto, y dan fruto con perseverancia. La tierra buena
produce fruto por medio de la paciencia, nuestras obras serían inútiles si no soportamos en nosotros
las malas acciones de nuestros prójimos. Sufriendo con paciencia las contrariedades son admitidos
después de las pruebas al gozo y al reposo1.

1
Cf. San Gregorio, Catena Aurea ES 9816

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