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1. INTRODUCCIÓN
En la empresa circulan muchas prácticas que se difunden a través del
discurso del management con el fin de mejorar sus resultados. Dentro de ese
conjunto de prácticas, han irrumpido, en los últimos tiempos, una serie de
ellas relacionadas con la digitalización. Estas prácticas son fundamentales
porque están vinculadas con nuevas formas de entender y organizar la
empresa, tanto en lo que se refiere a las formas de hacer, como a las de
interactuar y relacionarse interna y externamente.
A nivel conceptual, la digitalización, en su sentido más literal, hace referencia
al registro, codificación, almacenamiento y transporte de datos de forma
digital, es decir, mediante la combinación de bits o unidades básicas de
información en los sistemas de numeración binarios (Multimedia, 2020). Esto
fue posible gracias a la denominada «convergencia tecnológica» entre la
recepción y transmisión de información (telecomunicaciones), su
almacenamiento y procesado (informática), y la producción de contenidos
(media) (Calvo, 2016).
Sin embargo, esta forma de recoger, registrar, transportar y distribuir
información implica un cambio en las formas de hacer y ser de la empresa.
Chiapello (2019) ve una relación dialéctica entre una práctica particular y la
formación de la empresa en dos direcciones: la empresa da forma a la
práctica digital, y esta, a su vez, termina dando forma a la empresa. Dicho de
otra manera, la práctica digital que implanta una empresa es socialmente
constituida al tiempo que constituye lo social. Es la forma de estructurar los
comportamientos, los hábitos y las formas de pensar de las personas
(Chiapello, 2019).
Siguiendo este esquema, esta investigación trata de revelar como las
prácticas de digitalización diseñadas por Recursos Humanos, están
estructurando a las personas en sus formas de pensar, sentir y hacer, al
mismo tiempo que estas personas producen la transformación digital.