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Voy a partir del hecho de que Pablo no fue llamado por Jesús personalmente como fueron
los doce apóstoles, tampoco le conoce personalmente, pues su conversión se da mucho
después de la muerte del Señor. Es el mismo Pablo el que se autodenomina apóstol. Este
hecho a mi manera de ver es importante pues explica la apertura hacia lo que Pablo va a
calificar la gracia de Cristo.
Como buen judío Pablo conocía la Ley y la enseñanza del judaísmo, fiel defensor de sus
preceptos, el encuentro con el Señor lo va a marcar de tal manera que lo lleva a desafiar el
concepto que los judíos tenían de ser el pueblo elegido de Dios; desde esta perspectiva la
predicación que realizó permitió que el cristianismo floreciera en regiones consideradas
paganas, y lo impulsó a cumplir la misión que el mismo Jesús deja a sus seguidores de ir
por todo el mundo proclamando el Evangelio.
Pablo era un perseguidor de la verdad. La metáfora que conocemos de su caída del caballo,
viene a escenificar la caída de su prepotencia, pues él se esmeraba en el cumplimiento de la
ley a cabalidad. En su proceso de conversión y búsqueda de la verdad, entendió que lo que
realmente Dios quiere es llegar al corazón de los hombres y no a su intelecto, muy en
particular, entiende que lo importante es el espíritu de la Ley y no la letra de la misma.
Experimenta dos cosas: primero que el cumplimiento de la ley no garantiza la salvación
(cumplir la ley al pie de la letra) y segundo que con Cristo ningún hombre debe quedar
fuera de la ley cristiana.
Pablo descubre personalmente que la salvación no se alcanza con las obras de la Ley sino
que es don gratuito de Dios, realizada en la pascua de Cristo y acogida en la fe que también
es don. Y la gracia es el mismo Jesús. Ese don de Dios lo recibimos cuando somos
bautizados.
Pablo pretende llevar a cabo la misión de transformar Israel, el pueblo de la alianza, para
que refleje la nueva realidad abierta a todas las personas, sin limitación de raza, clase o
género (Gal 3,28).
Para ello Pablo se centró en la misión a los paganos, del mismo modo que Pedro se centró
en los judíos (Gal 2,9). En términos estratégicos, Pablo se dirige a aquellos que no habían
oído hablar del evangelio, especialmente a los de origen no judío, para «no anunciar el
evangelio sino allí donde el nombre de Cristo no era aún conocido (Rom 15,20). En esta
misión iniciada desde Antioquía, Pablo se desplazó hacia el centro del Imperio romano;
probablemente su idea inicial era desplegar el evangelio, desde Roma hasta sus confines,
aunque luego cambió ligeramente y parece que prefirió asentar algunas comunidades en
Oriente y ampliar progresivamente la misión hacia Occidente. Pablo siguió las vías de
comunicación más importantes y visitó las ciudades más pobladas. Creaba en ellas unas
pequeñas comunidades y, al ausentarse, enviaba colaboradores y cartas para mantener los
lazos, resolver problemas y completar lo que faltaba a la primera predicación del evangelio
(Tes 3,10). Lucas, en Hechos, describe el modo en que Pablo crea las comunidades en
estas ciudades: acude a la sinagoga y como consecuencia del rechazo que experimenta el
evangelio ahí, Pablo lo anuncia a los gentiles (Hch 17,1-9); en otras ocasiones Pablo acude
al areópago y predica a voz en grito, provocando la adhesión de muchos paganos (Hch
17,19-34).
Una característica muy típica de Pablo es ponerse a trabajar con sus propias manos cuando
llega a una ciudad, sin duda, aprovechó su formación como fabricante de tiendas o
guarnicionero (skênopoios: Hch 18,1-3), utilizando esa plataforma laboral y las redes que
este le ofrecía para anunciar el evangelio, de modo que resonaba de boca en boca.
Pablo ejemplificó la forma en que un cristiano debe vivir su vida, proporcionando
inspiración a los nuevos seguidores de que es posible pasar por una experiencia de
“metanoia” y arrepentirse de las acciones anteriores, estas enseñanzas siguen impactando
en la comunidad cristiana hoy en día. Quienes aceptaban esta buena noticia formaban una
pequeña comunidad en casa de un creyente y periódicamente todas esas comunidades se
reunían en una asamblea general de todos los creyentes de una ciudad, probablemente en un
lugar alquilado. En este contexto tendría lugar la celebración de la cena del Señor. Las
asambleas paulinas eran más inclusivas, ya que a aquellas pertenecían mujeres, niños y
esclavos; El lenguaje paulino para las comunidades está plagado de vocabulario familiar:
hermanos y hermanas, madre, padre, hijos e hijas, queridos. Hay que mencionar, como lo
mencioné anteriormente, que Pablo no dejaba a sus comunidades solas una vez
constituidas, sino que estaba pendiente de su desenvolvimiento y las apoyaba en sus
conflictos y necesidades, muestra de ello lo tenemos en la cantidad de escritos o cartas que
les dirigía. Algunas de ellas contenían enseñanzas de la fe cristiana, otras iban dirigidas a
la organización de las comunidades, indicaban la forma de organizar la iglesia, otras
servían para resolver conflictos que se suscitaban en el seno de las mismas, etc.
De este modo fue el aporte del San Pablo al crecimiento del cristianismo.