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Las Asambleas Solemnes

David B. Haight
Of the Quorum of the Twelve Apostles

“Cuando sostenemos al Presidente de la Iglesia con la mano levantada, …


hacemos convenio con Dios de que obedeceremos la dirección y los
consejos que recibamos por medio de Su Profeta.”

Desde lo mas profundo de mi alma, he rogado tener la guía y la


influencia del Espíritu Santo en este acontecimiento dirigido desde los
cielos. Los discursos de esta conferencia han sido muy edificantes y han
marcado otro capitulo en la historia de la Iglesia.

Hace unos pocos meses, lloramos la perdida de un gran líder, el


presidente Ezra Taft Benson, que paso toda una vida prestando servicio
fiel y que dedico su tiempo y su inspirada dirección a edificar, aquí
sobre la tierra, el Reino de Dios y a servir a sus coterráneos con gran
lealtad y con un profundo interés en el bienestar de la nación. El se ha
ido al mas allá, a unirse a SU compañera eterna, Flora, y a los otros
seres queridos de ellos, para continuar su llamamiento preordenado.

Hoy somos testigos y participantes de un suceso sumamente sagrado:


una asamblea solemne para tratar asuntos celestiales. Como ocurría en
la antigüedad, los santos en todas partes del mundo han hecho mucho
ayuno y oración para recibir en abundancia el Espíritu del Señor, que se
ha sentido muy fuertemente aquí en esta ocasión.

Una asamblea solemne, tal como el nombre lo indica, es una ocasión


reverente, sagrada y seria en que los santos se reúnen bajo la dirección
de la Primera Presidencia. Estas asambleas se realizan por tres motivos:
para dedicar un templo, para dar instrucciones especiales a los líderes
del sacerdocio y para sostener a un nuevo Presidente de la Iglesia. Esta
que se lleva a cabo hoy, en esta sesión, tiene por objeto sostener al
recién llamado Presidente de la Iglesia y a otros oficiales de ella.

En las asambleas solemnes se sigue un modelo que las distingue de


otras reuniones generales de la Iglesia en las que se hace el
sostenimiento de oficiales. Ese modelo, que fue establecido por el
profeta José Smith, consiste en que los quórumes del sacerdocio,
empezando por el de la Primera Presidencia, se ponen de pie y,
levantando la mano derecha, manifiestan su disposición a sostener al
Presidente de la Iglesia como Profeta, Vidente y Revelador, no sólo con
ese acto sino también con su confianza, su fe y sus oraciones. Los
quórumes del sacerdocio de la Iglesia dan su voto de esa manera.
Después, todos los miembros se ponen de pie y hacen la misma
manifestación. Los otros lideres de la Iglesia se sostienen de igual
manera en sus llamamientos respectivos.

Cuando sostenemos al Presidente de la Iglesia con la mano levantada,


no solo reconocemos ante Dios que el es el poseedor legal de todas las
llaves del sacerdocio, sino que también hacemos convenio con Dios de
que obedeceremos la dirección y los consejos que recibamos por medio
de Su Profeta. Este es un convenio solemne.

El día en que la Iglesia fue organizada, el Señor dio este mandamiento:

“porque recibiréis su palabra [la del Presidente de la Iglesia] con toda fe


y paciencia como si viniera de mi propia boca.

“Porque si hacéis estas cosas, las puertas del infierno no prevalecerán


contra vosotros; si, y Dios el Señor dispersara los poderes de las
tinieblas de ante vosotros, y hará sacudir los cielos para vuestro bien y
para la gloria de su nombre.

“Porque, así dice Dios el Señor: Yo lo he inspirado para impulsar la


causa de Sión con gran poder para hacer lo bueno …” (D. y C. 21:5–7).

La primera asamblea solemne tuvo lugar en el Templo de Kirtland, el


27 de marzo de 1836. El profeta José Smith registro que, después de
seguir el procedimiento de votación que he descrito, “les profetice a
todos que si sostenían a esos hombres en sus llamamientos … el Señor
los bendecirá… [y] en el nombre de Cristo, recibirían las bendiciones
del cielo” (History of the Church, 2:418).

Hoy, ejerciendo el principio del común acuerdo, hemos expresado


nuestra voluntad. )Cuan sagrados son ese privilegio y responsabilidad?
Son tan sagrados que en la gran revelación sobre el sacerdocio, el Señor
dijo que estos asuntos “se podrá[n] presentar ante una asamblea general
de los varios quórumes, los cuales constituyen las autoridades
espirituales de la iglesia” (D. y C. 107:32; cursiva agregada).

El profeta José Smith dijo:

“… donde [no hay Presidente], no habrá Primera Presidencia”


(Enseñanzas del Profeta José Smith, pág 123). Después de la muerte del
Presidente de la Iglesia, el grupo que le sigue en autoridad, el Quórum
de los Doce Apóstoles, pasa a presidir. El presidente del quórum pasa a
ser el Presidente en funciones de la Iglesia hasta que se ordene y se
aparte oficialmente al nuevo Presidente en esa posición.

Nuestro Artículo de Fe numero 5 dice:

“Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía y la
imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que
pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.”

El proceso revelado por el cual Howard W. Hunter llegó a ser


Presidente de la Iglesia comenzó cuando el fue llamado, ordenado y
apartado como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, un
llamamiento inspirado por el Señor. Ese llamamiento y ordenación
colocaron al nuevo Apóstol en un quórum del sacerdocio con otros
once hombres que han recibido el apostolado.

Todo Apóstol se ordena bajo la dirección del Presidente de la Iglesia,


que tiene las llaves de todo el Reino de Dios. El otorga a todo nuevo
Apóstol la autoridad del sacerdocio necesaria para tener cualquier
posición en la Iglesia.

Afirmamos que hoy día. la autoridad para ministrar en el nombre de


Dios esta vigente en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días. Mas aun, testificamos que este poder o comisión se
confirió a los primeros oficiales de la Iglesia, por ordenación, bajo las
manos de los que poseían el mismo poder en dispensaciones anteriores.
José Smith recibió las llaves del apostolado de Pedro, Santiago y Juan,
los mismos que tenían la autoridad del apostolado en los tiempos del
Nuevo Testamento. Esa autoridad ha ido pasando de un profeta a otro,
desde el profeta José Smith hasta el presidente Howard W. Hunter.

En los días de José Smith, había quienes pretendían tener la autoridad


apostólica; uno de ellos era un elder a quien el Profeta había enviado a
predicar el evangelio. No pasó mucho tiempo antes de que proclamara
que era sumo sacerdote y dijera que había sido ordenado por un ángel
de los cielos; engañó así a algunos miembros de la Iglesia El profeta
José Smith lo llamó para que volviera a Ohio y lo interrogó con
respecto a lo que andaba diciendo; el confesó que había mentido y
pidió perdón. Orson Hyde, uno de los Doce Apóstoles, escribió lo
siguiente sobre el principio que el Profeta después enseñó a todos los
que estaban reunidos en la Escuela de los Profetas:

“Ningún ángel de Dios vendrá nunca a ordenar a hombre alguno,


porque ya han establecido el sacerdocio ordenándome a mi en este …
una vez que el sacerdocio se ha establecido en la tierra, con el poder de
ordenar a otros, ningún mensajero celestial vendrá a intervenir en ese
poder ordenando a mas personas …

“Podéis saber, por lo tanto, que, de ahora en adelante, si viniere un


hombre profesando que ha sido ordenado por un ángel, o es mentiroso
o, por haber cometido una transgresión, ha sido dominado por el
diablo, pues este sacerdocio jamas se retirara de esta Iglesia” (Millenial
Star, 8:139).

Años después, otro Apóstol, el eldcr George Q. Cannon, reafirmó ese


principio de la Iglesia, diciendo:

“Después de haber conferido las llaves del Santo Sacerdocio al hombre


aquí en la tierra para sostener a Su Iglesia, Dios nunca las quitara al
hombre u hombres que las posean para guiar a la Iglesia y para
autorizar a otros a cnnferirlas” ( Journal of Discourses, 13:47; cursiva
agregada).
Las instrucciones del profeta José Smith y del elder George Q. Cannon
deben ser una advertencia y un testimonio para cualquier impostor que
afirme tener autoridad apostólica diciendo que los ángeles lo han
visitado; también debe serlo para los que se dejen engañar para seguir a
esos falsos pastores.

Hemos sostenido como el Profeta de Dios en la tierra a un bondadoso y


sensible siervo de Dios, Howard William Hunter, quien es un alma
humilde, fiel, erudita y benévola, alguien que ha sufrido profundos
pesares, serias enfermedades e incluso una amenaza a su vida; pero con
su ancestral tenacidad escocesa, nunca se ha dado por vencido ni ha
cedido ante tentaciones.

Cuidó tiernamente a su esposa Claire durante su enfermedad,


permaneciendo a su lado noche tras noche, atendiendo a todas sus
necesidades. Vimos su profundo dolor y soledad al ir perdiendo a su
compañera eterna.

El presidente Hunter conoce la compasión, el agradecimiento, la


amabilidad, la caridad y la gratitud hacia otras personas y hacia toda la
humanidad, y tiene la santa paciencia de un Profeta de Dios. El es, en
mi opinión, un verdadero cristiano. Hace mas de cuarenta años, fue
ordenado por primera vez obispo en el sur de California. Como parte
de la bendición que recibió en aquel entonces, recibió esta promesa:
“Serás conocido entre los miembros de tu barrio como un obispo
honrado, justo y honorable, y en el futuro esos miembros vendrán a
verte con lágrimas en los ojos y te agradecerán tus bendiciones y tu
mano orientadora como así también la administración de la obra a la
que en esta ocasión has sido llamado”. Esa bendición se ha cumplido
(Eleanor Knowles, Howard W. Hunter, Salt Lake City: Deseret Book
Co. 1994, pág. 101).

En febrero de 1950, el obispo Howard W. Hunter fue llamado por los


elderes Stephen L Richards y Harold B. Lee como presidente de la
Estaca Pasadena California. No sólo se distinguió en el servicio que
prestó a los miembros de la estaca, sino que, como líder del sacerdocio,
ayudó a la Iglesia en muchos aspectos, algunos de los cuales tenían que
ver con el programa de bienestar, la educación y la obra misional,
cumpliendo también una importante función en la construcción del
Templo de Los Ángeles. La guía y los firmes valores morales del
presidente Hunter fueron una poderosa influencia para la organización
de la Iglesia, que el ama, y también para la comunidad cívica de Los
Ángeles.

En octubre de 1959, el presidente David 0. McKay extendió al hermano


Hunter el llamamiento al apostolado. En esa oportunidad le dijo: “El
Señor ha hablado. Se le llama para ser uno de Sus testigos especiales y
mañana será sostenido como miembro del Consejo de los Doce”
(Knowles, Howard \E Hunter, pág. 144).
Un profeta es un hombre que sabe, por revelación personal del Espíritu
Santo, que Jesucristo es el Hijo de Dios, porque “el testimonio de Jesús
es el espíritu de la profecía”, tal como nos lo enseñó el profeta José
Smith (Apocalipsis 19:10; véase también Enseñanzas del Profeta José
Smith, pág. 240). Por eso, todo profeta testifica de Jesucristo.

Los discursos, escritos y enseñanzas de quien hoy hemos sostenido


atestiguan que el es en verdad un Profeta, un testigo especial de nuestro
Señor y Salvador. Deseo citar uno de los muchos testimonios de nuestro
Señor y Salvador que el presidente Hunter ha expresado a la Iglesia y al
mundo. El presidente Hunter declaró:

“Por haber sido llamado y ordenado para dar testimonio de Jesucristo a


todo el mundo, testifico … que El vive, que tiene un cuerpo glorificado
e inmortal de carne y huesos. El es el Hijo Unigénito del Padre en la
carne; es el Salvador, la luz y la vida del mundo. Después de Su
crucifixión y muerte, apareció como un ser resucitado a María, a Pedro,
a Pablo y a muchos otros. Se apareció a los Nefitas, se apareció a José
Smith, el joven Profeta, y a muchos otros de nuestra dispensación. Esta
es Su Iglesia y El la guía en la actualidad …” ( véase “Ha resucitado”,
Liahona, julio de 1988, pág. 18).

Así testificó en aquella ocasión el presidente Hunter, y yo hoy día rengo


el honor y privilegio de testificar del presidente Hunter. Con todo mi
corazón y con cada fibra de mi ser apoyo, sostengo y le expreso mi
amor al presidente Howard W. Hunter como Profeta, Vidente y
Revelador y como Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos
de los Últimos Días, y a los nobles hombres que están a su lado en la
Primera Presidencia, el presidente Gordon B. Hinckley y el presidente
Thomas S Monson Todos son grandes hombres de Dios, fieles e
intrépidos, que, como siervos inspirados de Dios, guiaran a la Iglesia
hacia logros aun mas grandes a través de todo el mundo.

Doy este testimonio ante ustedes en el nombre de Jesucristo. Amén.

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