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INDÍGENAS, EXPORTACIÓN Y ENGANCHE EN EL NORTE DE CHIAPAS 1

Sarah Washbrook *
I NDÍGENAS , EXPORTACIÓN Y ENGANCHE
EN EL NORTE DE C HIAPAS , 1876–1911

Resumen
En los departamentos de Pichucalco, Chilón y Palenque, en el norte de Chiapas,
la producción de artículos de exportación aumentó rápidamente durante el período de
1876 a 1911. Después de 1876, los impuestos, el trabajo y la legislación agraria diseña-
da para proporcionar trabajadores al sector exportador transformaron el sistema labo-
ral del Chiapas postcolonial. En el norte de Chiapas el resultado no fue mano de obra
libre asalariada, sino una forma de servidumbre más severa y calculadora, el surgimien-
to del caciquismo empresarial en las comunidades indígenas y el reclutamiento de
trabajadores para plantaciones y campamentos madereros a través del enganche. La
reorientación de las prácticas coloniales de coerción extra económica le proporcionó a
la agricultura de exportación mano de obra barata mientras que al mismo tiempo pre-
servó la base de las relaciones étnicas y de clase en la región.

INDIANS, EXPORTS, AND ENGANCHE IN NORTHERN CHIAPAS, 1876–1911

Abstract
In the departments of Pichucalco, Chilón, and Palenque in Northern Chiapas,
the production of export commodities increased rapidly during the period 1876–1911.
After 1876 tax, labour, and agrarian legislation designed to supply workers to the ex-
port sector transformed Chiapas’s post-colonial labour system. In Northern Chiapas
the result was not free wage labour but a more harsh and calculating form of servitude,
the rise of entrepreneurial caciquismo in Indian villages, and the recruitment of work-
ers to plantations and logging camps via enganche. The redeployment of colonial prac-
tices of extra-economic coercion provided export agriculture with cheap labor while
preserving the basis of class and ethnic relations in the region.

* Sarah Washbrook (británica) obtuvo su maestría en estudios latinoamericanos


en la University of Oxford. Actualmente realiza investigaciones de doctorado que exami-
nan la exportación, la etnicidad y los mercados de mano de obra en Chiapas durante el
período de 1876 a 1911, enfocando en la relación entre el estado, los empresarios y la mano
de obra indígena. Su dirección de correo electrónico es sarah.washbrook@sant.ox.ac.uk.
Traducción de Guisela Asensio Lueg.

© MESOAMÉRICA 46 (ENERO–DICIEMBRE DE 2004), PÁGS. 1–25

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2 SARAH WASHBROOK

D urante la dictadura de Porfirio Díaz (1876–1911), el gobierno federal


de México buscó el progreso y la prosperidad en una combinación de
economía liberalista y autoritarismo político. En los departamentos adminis-
trativos de Pichucalco, Chilón y Palenque, en el norte de Chiapas, la produc-
ción de artículos de exportación incrementó rápidamente a partir de media-
dos de la década de 1870. Las instituciones laborales postcoloniales del esta-
do, sin embargo, parecían mal equipadas para hacer frente a la creciente de-
manda.1 La servidumbre por deuda estaba afianzada en todo el estado y las
élites no indígenas (ladinas) seguían administrando la numerosa población
indígena de Los Altos centrales como una reserva laboral utilizando medios
derivados del gobierno español.2 Sin embargo, después de 1880 las presiones
del mercado y la legislación del estado transformaron el sistema tributario de
servicio laboral (prestación personal) en una forma de servidumbre moderna.
El capital invertido en anticipos salariales (habilitaciones) era protegido como
capital invertido en propiedad y los funcionarios públicos ladinos obligaban
a los indígenas a trabajar en el sector exportador de las tierras bajas utilizando
una mezcla de incentivos comerciales y prácticas tradicionales de coerción
extra económica. El resultado fue el sistema de enganche, a través del cual los
intermediarios especulaban con la mano de obra de los trabajadores con com-
promisos de deudas y los finqueros recuperaban su inversión en anticipos
salariales por medio de la tienda de la compañía (tienda de raya), ambos a
expensas de salarios reales. Después de 1891, el gobierno federal, inicialmen-
te representado en Chiapas por el científico Emilio Rabasa, se embarcó en un
programa de modernización que incluía la división de la propiedad comunal,
la reforma fiscal y la centralización administrativa.3 Sin embargo, en vez de
alentar el desarrollo de un mercado laboral libre, sus reformas intensificaron
y sistematizaron el enganche en el norte de Chiapas y ayudaron al surgimien-
to de caciques ladinos empresariales en muchos municipios indígenas.

1
Los productos principales eran cacao en Pichucalco, café, hule y madera dura en
Palenque y café y madera dura en Chilón. Los departamentos también producían canti-
dades importantes de maíz, caña de azúcar y ganado. Véase Anuario estadístico del estado
de Chiapas, año 1909 (Tuxtla Gutiérrez: Tipografía del Gobierno, 1911).
2
Jan Rus, “Coffee and the Recolonization of Highland Chiapas, Mexico, 1892–
1912”, en William Clarence-Smith y Steven Topik, editores, The Global Coffee Economy
in Africa, Asia, and Latin America, 1500–1989 (Cambridge, United Kingdom: Cambridge
University Press, 2003), págs. 257–285.
3
Thomas Benjamin, A Rich Land, A Poor People (Albuquerque: University of
New Mexico Press, 1989), pág. 37.

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¿Por qué el desarrollo del sector exportador en el norte de Chiapas trajo


el enganche en vez de la mano de obra libre asalariada? La primera parte de
este estudio examina el sistema laboral postcolonial de Chiapas y su adapta-
ción a las necesidades de la agricultura de exportación después de 1870. La
segunda parte describe la relación entre las reformas fiscal y administrativa de
Emilio Rabasa y la consolidación del enganche después de 1891. Finalmente,
las últimas tres partes examinan el desarrollo económico y el reclutamiento
de mano de obra en los departamentos de Pichucalco, Chilón y Palenque
(Mapa 2).

MAPA 2
Departamentos administrativos de Chiapas a fines del siglo XIX
y principios del XX
Fuente: Thomas Benjamin, “¡Primero viva Chiapas! La Revolución Mexicana y las rebelio-
nes locales”, en Juan Pedro Viqueira y Mario Humberto Ruz, editores, Chiapas: los rumbos
de otra historia (México: IIF-UNAM, CIESAS, CEMCA y Universidad de Guadalajara,
1998), pág. 177.

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4 SARAH WASHBROOK

LA SERVIDUMBRE POR DEUDA EN EL SIGLO XIX:


DE OBLIGACIÓN TRADICIONAL A CONTRACTUAL4

Poco después de la Independencia, la legislación local aseguró el mante-


nimiento de las instituciones coloniales de servidumbre por deuda y mano de
obra forzada. Según la Ley de Servidumbre de 1827, un sirviente doméstico
o rural podía dejar la propiedad de su amo solamente si poseía un certificado
que probara la ausencia de deuda; los mozos fugitivos eran propensos a ser
encadenados hasta por un mes como castigo. La ley también decretó que los
vagabundos debían ser asignados a las haciendas por las autoridades locales.5
En 1835 un visitante alemán observó que los terratenientes siguieron obte-
niendo trabajadores de los gobiernos de pueblos indígenas a través de un
sistema de repartimientos modificado:

En replazo de la antigua mita, los propietarios rurales han sabido establecer el


trabajo por obligación judicial, dando a crédito a los indios bebidas alcohólicas
y toda clase de objetos que les son útiles; y como los indios no tienen otro
medio de pagarlos, desquitan su precio con trabajo.6

En la década de 1840, los políticos liberales reemplazaron el cabildo


indígena con un ayuntamiento “popularmente” electo sujeto al jefe político
en cada distrito.7 Sin embargo, los funcionarios públicos siguieron requirien-
do mano de obra de las comunidades indígenas, obligando a los nuevos pre-
sidentes municipales a enviar indígenas para trabajar como sirvientes y mo-
zos para propietarios ladinos.8

4
Para más detalles, véase Rus, “Coffee and the Recolonization of Highland
Chiapas”, págs. 257–285.
5
Gloria Pedrero, “Las haciendas chiapanecas del departamento de Las Casas en el
siglo XIX” (Tesis de maestría en economía, UNAM, 1998), págs. 66–67.
6
Citado en Antonio García de León, Resistencia y utopía: memorial de agravios y
crónica de revueltas y profecías acaecidas en la provincia de Chiapas durante los últimos qui-
nientos años de su historia, 2 tomos (México: Ediciones Era, 1977), pág. 155.
7
Robert Wasserstrom, “White Fathers and Red Souls: Indian-Ladino Relations
in Highland Chiapas, 1528–1973” (Tesis de doctorado, Harvard University, Cambridge,
1977), pág. 155.
8
En el avanzado año de 1880, el jefe político de Las Casas todavía les ordenó a los
presidentes municipales de Chamula y San Andrés que enviaran indígenas a trabajar para
propietarios en San Cristóbal como peones y mozos: “Comunicaciones del Jefe Político
del Departamento” (1880) Archivo General de Poder Judicial (AGPJ), Tuxtla Gutiérrez,
Las Casas Ramo Civil.

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Los principales agentes de gobierno en los pueblos indígenas hasta la


derrota de los conservadores en Chiapas en 1867 fueron los sacerdotes, cuya
autoridad les permitía obtener por la fuerza bienes, dinero en efectivo y servi-
cios laborales de las comunidades indígenas.9 Los maestros también se ocupa-
ban en actividades comerciales similares.10 Actuaban como recolectores de
impuestos en las aldeas indígenas y, después de 1830, empezaron a asumir el
papel de secretario municipal.11 Los maestros también vendían licores desti-
lados y sacaban provecho de la legislación agraria reciente vendiendo mano
de obra indígena a los nuevos hacendados a través del tradicional sistema de
prestación personal.12 Con el fin de socavar el control ejercido por los conser-
vadores de Los Altos, en 1855 los liberales prohibieron la instrucción religio-
sa en los pueblos indígenas, aduciendo que era enseñada por maestros “trans-
formados por obra de los políticos a quienes servían, en satrapas o caciques
vulgares” y también prohibieron la venta de alcohol a los indígenas.13 Los
maestros que los sustituyeron después de 1860, sin embargo, se dedicaron a
las mismas prácticas. Al igual que los sacerdotes, su conocimiento de los idio-
mas y costumbres indígenas los colocaba en una posición única entre la socie-
dad criolla española y los pueblos indígenas.14
Conforme las oportunidades del mercado aumentaron después de 1870,
los ladinos buscaron cada vez más los medios para transformar su tradicional
control de la mano de obra de las comunidades indígenas en relaciones con-
tractuales con trabajadores individuales. En 1871 el impuesto de capitación,
suspendido durante las guerras civiles de las décadas de 1850 y 1860, fue
reintroducido y los agentes municipales fueron designados por el jefe político
para supervisar su recaudación. Según la legislación en los libros en 1880,

9
Robert Wasserstrom, Class and Society in Central Chiapas (Berkeley: University
of California Press, 1983), pág. 102; y Martha Poblett, Narraciones chiapanecas: viajeros
extranjeros en los siglos XVI–XIX (Tuxtla Gutiérrez: Consejo Estatal para la Cultura y las
Artes de Chiapas, 1999), págs. 142–143.
10
García de León, Resistencia y utopía, I, pág. 104.
11
William B. Taylor, Drinking, Homicide, and Rebellion in Colonial Mexican Villages
(Stanford, California: Stanford University Press, 1995), pág. 134; y Moisés T. de la Peña,
Chiapas económico, 4 tomos (1951), I, pág. 256.
12
Manuel B. Trens, Historia de Chiapas desde los tiempos más remotos hasta la caída
del Segundo Imperio, 4 tomos (Tuxtla Gutiérrez: Consejo Estatal para la Cultura y Artes
de Chiapas, 1999), II, pág. 403.
13
García de León, Resistencia y utopía, I, pág. 155.
14
Archivo Porfirio Díaz (APD) de La Universidad Iberoamericana, Ciudad de
México, leg. XXI, exp. 13944, 15 de agosto de 1896.

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cualquier contribuyente que no pudiera presentar su último recibo del im-


puesto de capitación era considerado un vagabundo y por lo tanto podía ser
consignado por las autoridades municipales a empleadores potenciales por el
valor de sus impuestos pendientes de pago.15 Ese mismo año, el Congreso del
estado recodificó el sistema tradicional de trabajo forzado en la Ley de Presta-
ciones Personales, la cual hacía obligatorio para todos los hombres, salvo los
sirvientes por deuda, trabajar sin paga por cuatro días al año en obras públi-
cas.16 El gobierno del estado vendió la mano de obra requerida de esta forma
a los propietarios y compañías privadas contratadas para realizar mejoras en
la infraestructura a la tarifa salarial oficial de 25 centavos por trabajador al día
(jornal).17
La legislación laboral también decretó que las deudas de los sirvientes
debían ser registradas con las autoridades departamentales. Si un sirviente
deseaba cambiar de patrón, tenía que obtener un certificado (papel de des-
acomodo) con un juez, donde se estipulaba cuánto se debía y a quién. Para
tomar un sirviente nuevo, un patrón le pagaba al acreedor anterior y colocaba
la deuda en la cuenta del sirviente. El juez departamental (juez de primera
instancia del ramo civil) manejaba los contratos de niños y adultos con deu-
das de más de cien pesos. Las autoridades municipales (alcaldes y jueces me-
nores) se ocupaban de la mayoría de contratos y también perseguían a los
fugitivos y encarcelaban a los trabajadores y a sus familias por deudas sin
saldar.18 En 1852, a los sirvientes fugitivos se les hacía responsables por el
costo de su recaptura y para la década de 1880 también eran asignados a
trabajos públicos como castigo.19
Los sirvientes registrados figuraban en las listas de inventario de propie-
dades y eran considerados parte del capital invertido en una hacienda. Eran
alquilados por sus amos y vendidos a terceras partes por medio de la venta de
su deuda. Estas prácticas aumentaron conforme la demanda de mano de obra
creció después de 1870. Los trabajadores con compromiso de deuda eran
buscados porque ganaban considerablemente menos que los trabajadores li-

15
Rus, “Coffee and the Recolonization of Highland Chiapas”, págs. 257–285.
16
Memoria del Estado de Chiapas (San Cristóbal de Las Casas: Imprenta del Go-
bierno de Chiapas, 1883).
17
APD, leg. XV, exp. 8836, 9 de julio de 1891; y de la Peña, Chiapas económico, I,
pág. 392.
18
AGPJ, Ramo Civil, documentos 1880–1910.
19
Pedrero, “Las haciendas chiapanecas del departamento de Las Casas”, pág. 68; y
“Libro de borradores, juzgado constitucional de Cimitán” (1888), Archivo Histórico de
Comitán, La Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez.

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bres asalariados (jornaleros) y eran el monopolio del mercado de artículos


proporcionados a cuenta, por medio de las tiendas de raya. Aunque los sir-
vientes por deuda recibían raciones así como también un salario, el valor
combinado sumaba menos que aquel pagado a los trabajadores libres asala-
riados. Un ejemplo claro de costos laborales menores es el caso de la finca El
Rosario en Chilón. Entre 1888 y 1891, el costo promedio por sirviente (mozo)
era menos de 10 pesos al año (0.03 pesos al día). Una de las formas en que se
obtenía alguna ganancia era vender ropa que había sido comprada al por
mayor.20 En contraste, emplear trabajadores libres asalariados habría costado
de 18 a 25 centavos al día por trabajador. De manera similar, en las fincas
Bombá y Aguazarca en el departamento de Chilón, las raciones en 1898
promediaban 12 pesos al año por mozo. Combinadas con salarios de 18 a 24
pesos al año, los costos laborales todavía eran de sólo 0.08 a 0.10 pesos por
mozo al día.21

“MODERNIZACIÓN” Y ENGANCHE DESPUÉS DE 1890


Las reformas fiscal y administrativa introducidas después de 1891 por
Emilio Rabasa fueron diseñadas para incrementar el suministro de mano de
obra al sector exportador sin abolir la servidumbre por deuda. Rabasa hizo
cumplir estrictamente el impuesto de capitación y los estatutos de vagancia
de 1880 y también sustituyó la Ley de Prestaciones Personales con una con-
tribución de un peso al año para la educación pública.22 Aunque la nueva ley
prohibía expresamente el trabajo forzado, las autoridades municipales conti-
nuaron consignando indígenas a los trabajos públicos e iniciativas privadas
mientras que también les cobraban el impuesto de educación.23 Con el obje-
to de implementar sus políticas, Rabasa nombró directamente a los jefes po-
líticos por primera vez e intervino en el nombramiento de los funcionarios
públicos en todos los niveles.24 Según oponentes del régimen porfiriano en

20
“Libro de contabilidad relativa a la entrada y salida de dinero en la quiebra de la
casa fallida Viuda de Ramos e hijos” (1886) AGPJ, Las Casas Ramo Civil, exp. 3742.
21
“Juicio intestamentario de Sra. Doña María del Carmen Armendáriz de Robles”
(1898), AGPJ, Las Casas Ramo Civil, exp. 448.
22
“Reglamento para el cobro del impuesto de capitación” (1892) e “Impuesto de
Instrucción Pública” (1892), INAH, Museo de Antropología, Ciudad de México, Serie
Chiapas, rollo 84.
23
APD, leg. XXVIII, exp. 15736, 15 de octubre de 1903.
24
Benjamin, A Rich Land, A Poor People, pág. 43.

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1911, el estado había sido manejado como un negocio privado de la familia


Rabasa y sus asociados durante los últimos 20 años.25 Un grupo alegó que el
programa de centralización de Rabasa había convertido la burocracia del es-
tado en una enorme empresa comercial:

Durante la dominación Rabasa y las Jefaturas Políticas se daban a los que


compraban por más o menos precio, según la importancia de los departamen-
tos. Los jefes políticos vendían las Presidencias Municipales, las Agencias y
maestrías por tanto más cuanto...26

De manera que aquellos que asumieron estos cargos comprados empe-


zaron a ejercer poder, el resultado fue el caciquismo, sobre todo en los muni-
cipios indígenas donde la extorsión y la impunidad alcanzaron nuevos nive-
les.27 El abuso de autoridad fue motivado en gran medida por las ganancias
que generaría el enganche. Camilo Ramírez de San Cristóbal le informó al
presidente Díaz:

[L]os jefes políticos por todo cobran arbitrariamente dinero, redoblan cada
día sus abusos y favorecen el tráfico de trabajadores, verdaderos esclavos que
se llevan para la costa, escoltados, recibiendo cantidades de los traficantes que
caigan al desgraciado indio y que éste nunca desquite con su trabajo.28

Las reformas de Rabasa estaban supuestas a convertir la administración


del estado en un aparato burocrático para el reclutamiento de mano de obra
para el sector agroexportador. Las reformas alentaron el caciquismo empresa-
rial y sistematizaron la venta más ad hoc de mano de obra a la agricultura de
las plantaciones que primero empezaron a verse en Pichucalco a finales de la
década de 1870.29

25
APD, leg. XXXVI, exp. 4825, 16 de marzo de 1911; y Archivo General de la
Nación (AGN), Fondo Madero, exp. C61: 650, noviembre de 1911.
26
AGN, Fondo Madero, exp. C61: 650, sin fecha, vecinos de San Cristóbal de Las
Casas a Francisco Madero.
27
La Voz de Chiapas (2 de abril de 1911), pág. 1; y Más Allá (27 de noviembre de
1910), pág. 3.
28
APD, leg. XXXVI, exp. 4179, 19 de marzo de 1911, Camilo Ramírez de San
Cristóbal de Las Casas a Porfirio Díaz.
29
El aumento de caciques ladinos en los municipios indígenas no fue una conse-
cuencia imprevista de las políticas de Emilio Rabasa. En su libro La evolución de la histo-
ria de México, 3ª edición (México: Editorial Porrua, 1972) criticó la política colonial

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PICHUCALCO
Después de 1870, la producción del cultivo tradicional de cacao fue
revitalizada en Pichucalco, donde los agricultores comerciales establecieron
nuevas plantaciones para satisfacer el creciente deseo de México por el choco-
late. La alta demanda de mano de obra combinada con la legislación laboral
de 1880 condujo a la adaptación del sistema de servidumbre. En 1885, el
gobernador anterior, Miguel Utrilla (1879–1883), admitió que un sistema
de esclavitud había llegado a establecerse en el departamento, aunque él les
echaba la culpa a los mozos mismos por su pereza, falta de educación y natu-
raleza grosera y desobediente.30 Bajo el impulso del mercado, el aspecto pa-
ternal de la servidumbre fue sacrificado en pos de las utilidades. El Socialista
nos informa:

[L]os amos acostumbran señalar tareas diarias, cuya conclusión, hasta apare-
cer imposible que un hombre sea capaz de obtenerla. Sucede por lo común, a
pesar de que siempre trabajan bajo el mando de un pintero (capataz) que los
trata con gran severidad, que los sirvientes no concluyen y entonces se consi-
dera en sus cuentas el día perdido, cargándoles doble. Jamás, nunca, ya sea
por enfermedad o por otra causa justa se les dispensa los días de trabajo: el
libro de cuentas está abierto a toda hora y en todas circunstancias... Todo
objeto que piden, se les carga en más precio que el corriente...31

Los días de trabajo adeudados por los arrendatarios (baldíos) por acceso
a un terreno aumentaron a más de cinco a la semana y las deudas de los
mozos llegaron a ser tan elevadas (200–800 pesos) que el pago era imposible
y los trabajadores mismos adquirieron un valor monetario.32 Además de pro-
porcionar trabajo no remunerado, las esposas y los hijos eran utilizados como
medio de retener o recapturar a los trabajadores y como seguro contra la

española por haber aislado artificialmente a los indígenas con el fin de protegerlos del mal
trato a manos de los colonos blancos. Esta segregación, manifestó, había interferido con
el proceso de evolución humana, ya que: “Todo pueblo atrasado padece y se diezma al
contacto del pueblo que le es superior; y sin embargo, no es humano impedirlo, porque
no hay más medio que la vida común... para que el inferior... se fortalezca y sobrevivía”.
Para Rabasa, el “mejoramiento” de los indígenas habría de lograrse a través de la compe-
tencia y adaptación en vez de la educación.
30
El Socialista (30 de octubre de 1885).
31
El Socialista (30 de octubre de 1885).
32
Rus, “Coffee and the Recolonization of Highland Chiapas”, págs. 257–285; y
El Socialista (30 de octubre de 1885).

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pérdida de capital si alguno llegara a fugarse.33 El régimen laboral fue mante-


nido a través de la tortura y el encarcelamiento, con el peor de los castigos
para aquellos que buscaban liquidar su cuenta o escapar. Los terratenientes
ocupaban puestos en las administraciones municipales y en el sistema jurídi-
co, asegurando de esta manera la reproducción del sistema a pesar de su
inconstitucionalidad.34
La fuerza laboral estaba compuesta principalmente de indígenas zoques
locales reducidos al peonaje o conscriptos temporalmente de pueblos aleda-
ños.35 Sin embargo, conforme la demanda aumentó, se desarrolló un comer-
cio de trabajadores-esclavos de otras partes del estado. En 1885 se informó
que el dueño de la hacienda Cacaté trabajaba su propiedad con baldíos de
Chamula que le adeudaban trabajo, conocido como servicio personal, a cam-
bio de una pequeña parcela. Él obtuvo ganancias de su derecho al trabajo de
dichos baldíos subcontratándolos como mozos a terceras partes.36 Para aca-
rrear productos entre Los Altos y la Costa del Golfo o empleados por los
contratistas privados, los indígenas conscriptos del ayuntamiento de Chamula
también acababan en las plantaciones de cacao de Pichucalco y Tabasco. En
1882, por ejemplo, Dominga Jiménez Joncacal de Chamula presentó una
queja de que su marido y hermano, quienes habían llevado ocho meses antes
producto a San Juan Bautista, Villahermosa, habían sido “vendidos” a un
terrateniente en Tabasco. El contratista dijo que habían aceptado anticipos
salariales en una de las plantaciones, pero según su sirviente, el contratista
había recibido el dinero.37 Más comúnmente, los sirvientes por deuda eran
adquiridos por los terratenientes de Pichucalco en regiones de servidumbre
ya establecidas, como Chiapa de Corzo, San Cristóbal de Las Casas y Comitán
(véanse Mapas 1 y 3), a través de préstamos o de la compra de su deuda.38

33
Archivo Histórico de Chiapas (AHCH), Universidad de Ciencias y Artes de
Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, Sección de Gobernación, Tomo XIV, Expediente 46, 1910; y
AGN, Sección de Gobernación, exp. 1(a) 913 (11) 2 (52) 30, 7 de noviembre de 1913.
34
El Socialista (23 de octubre de 1885 y 13 de noviembre de 1885).
35
El Socialista (6 de noviembre de 1885).
36
El Socialista (30 de octubre de 1885).
37
“Correspondencia del juzgado primero local de Chamula al juez de primera
instancia de San Cristóbal” (1882), AGPJ, Las Casas Ramo Civil.
38
El Socialista (23 de octubre de 1885); y “Contrato ante Manuel Pineda juez
suplente de primera instancia” (1882), AGPJ, Las Casas Ramo Civil.

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MAPA 3. Los Altos y el norte de Chiapas, con caminos de 2004

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12 SARAH WASHBROOK

El tráfico de niños colocados en el servicio doméstico era particular-


mente importante y era virtualmente imposible para los padres evitar que un
hijo fuera enviado a otro departamento.39 Los contratistas también daban
anticipos a los trabajadores libres, atrayéndolos con salarios y condiciones
laborales ilusorias. En muchos casos, cuando los trabajadores llegaban a la
finca, tanto ellos como sus familias estaban supuestos a trabajar todo el día en
el campo por nada más que raciones y eran amenazados con golpizas, encar-
celamiento e incluso la muerte si pedían irse después de que el contrato hu-
biera expirado.40

CHILÓN
El descubrimiento en 1876 de una ruta fluvial desde la Selva Lacandona
rica en caoba de Chiapas hasta la Costa del Golfo (véanse Mapas 1 y 4) hizo
posible para la lucrativa industria maderera extender sus operaciones desde
Tabasco hacia los departamentos de Palenque y Chilón.41 Las utilidades de-
pendían del suministro constante de trabajadores a los campamentos de tra-
bajo intensivo, llamados monterías, en las profundidades de la selva lluviosa,
donde las operaciones se extendían 24 horas al día durante ocho meses al
año. Al mismo tiempo, los terratenientes locales en Chilón expandieron el
cultivo de los productos tradicionales como azúcar y tabaco y empezaron a
introducir nuevos artículos de exportación. El aumento correspondiente en
la producción, la cual se lograba en gran medida utilizando baldíos que ha-
bían perdido sus parcelas a causa de la privatización de tierras, aumentó la
demanda de indígenas para transportar los productos a través de las monta-
ñas y valles inaccesibles para las carretas o mulas.42 Al igual que en Pichucalco,
los enganchadores surgieron para llenar el vacío entre el mercado y una pobla-
ción laboral atada a propiedades subdesarrolladas a través de la servidumbre
por deuda o concentrada en las posesiones comunales que quedaban en los
municipios indígenas. El proceso del enganche que se desarrolló fue garanti-
zado y coordinado cada vez más por las autoridades del estado y, para 1904,
se decía que los jefes políticos de Chilón y del vecino Palenque estaban en el

39
“La Sra. Manuela Hernández ante el juez de primera instancia” (1884), AGPJ,
Las Casas Ramo Civil.
40
AGN, Sección de Gobernación, exp. 1(a) 913 (11) 2 (52) 30, 7 de noviembre de
1913.
41
Jan De Vos, Oro verde: la conquista de la Selva Lacandona por los madereros
tabasqueños, 1822–1949 (México: Fondo de Cultura Económica, 1988).
42
Rus, “Coffee and the Recolonization of Highland Chiapas”, págs. 257–285.

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INDÍGENAS, EXPORTACIÓN Y ENGANCHE EN EL NORTE DE CHIAPAS 13

centro de un “comercio de carne humana” asociado con todos los “horrores


de la esclavitud”.43

MAPA 4
Regiones naturales de Chiapas
Fuente: Benjamin, “¡Primero viva Chiapas!”, pág. 179.

Tres compañías con respaldo extranjero dominaron la extracción de


madera en Chiapas durante el período de 1880 a 1910: Casa Bulnes, Casa
Romano y Casa Valenzuela. Cada compañía administraba sus propios cam-
pamentos centrales permanentes y anticipaban capital a los contratistas que
reunían cuadrillas de temporada. Había mucha competencia por los traba-

43
El Clavel Rojo (2 de octubre de 1904); y La Voz de Chiapas (12 de marzo de
1911).

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14 SARAH WASHBROOK

jadores en las ferias de reclutamiento, las mayores de las cuales se llevaban a


cabo en Ocosingo durante los festivales de San Jacinto y María de la Cande-
laria en agosto y febrero. Los salarios ofrecidos por los enganchadores pare-
cían altos en comparación con los que estaban disponibles en las fincas (de
0.5 a 1 peso al día) y los trabajadores con frecuencia eran tentados por las
ofertas de nutridos anticipos en efectivo y el libre fluir del alcohol. Sin em-
bargo, las provisiones eran caras y los administradores utilizaban varias tretas
para asegurar que únicamente los trabajadores más calificados pudieran pagar
sus anticipos salariales para cuando sus contratos expiraran.44 La mayoría quedó
atrapada por cuantiosas y crecientes deudas y el ritmo intenso del trabajo era
mantenido a través del castigo corporal en vez de incentivos salariales. Aque-
llos que intentaban escapar eran perseguidos por las autoridades del estado y
fuerzas de seguridad privadas que imponían castigos horrendos a cualquier
fugitivo que atrapaban.45 El sistema aseguraba mano de obra suficiente a cos-
tos mínimos porque los miles de pesos gastados en anticipos salariales eran
recuperados a través de la tienda de raya, la cual era abastecida en gran medi-
da con artículos producidos autosuficientemente por cada campamento.46
Los contratistas de transporte, conocidos como transportistas, también
utilizaban los anticipos salariales para asegurarse los mozos indígenas (carga-
dores) en Los Altos centrales y del norte. En 1896, según el gobernador de
Chiapas, Francisco León:

En Chilón, Palenque, Simojovel y San Cristóbal... hay muchos capitalistas


que tienen a su disposición numerosas cuadrillas de cargadores para especular
con ellos, dándolos alquilados por un jornal doble o triple del que pagan a sus
adeudados... los que no se van, mueran premativamente agobiados por el
inhumano tratamiento que reciben en caminos fangosos bajo una carga de
seis arrobas [69 kg] y el látigo del inexorable capataz... En esas comarcas, los
capitalistas dificultan cuanto puedan la compostura de caminos porque les

44
Cuauhtémoc González Pacheco, Capital extranjero en la selva de Chiapas, 1863–
1982 (México: UNAM, 1983), págs. 147–150; y Prudencio Moscoso Pastrana, La tierra
lacandona: sus hombres y sus problemas (San Cristóbal de Las Casas: Corporación de Fo-
mento de Chiapas, 1966), págs. 75–104.
45
Más Allá (27 de noviembre de 1910), pág. 3; y Thomas Benjamin, “El trabajo
en las monterías de Chiapas y Tabasco, 1870–1946”, en Historia Mexicana 28 (1979),
págs. 506–529.
46
Por ejemplo, en 1915 el volumen de ventas de la compañía española Casa Bulnes
fue de aproximadamente 1,008,042 pesos. Ese año las utilidades sumaron 234,455 pesos
y los costos laborales únicamente 213 pesos (0.02% de las ventas); véase González Pacheco,
Capital extranjero en la selva de Chiapas, págs. 89–91.

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INDÍGENAS, EXPORTACIÓN Y ENGANCHE EN EL NORTE DE CHIAPAS 15

trae más cuenta servirse de cargadores que pagan con una friolera y les cargan
como acémilas a tener que emplear bestias y arrieros.47

La práctica de usar indígenas como cargadores o “tamemes” era tan an-


tigua como la conquista misma, pero después de 1880 el pago tradicional de
anticipos salariales a los gobiernos de los pueblos fue transformado en una
forma moderna de servidumbre. Los operadores más grandes, como casas
mercantes, que monopolizaban la distribución de artículos importados den-
tro de Chiapas, adquirieron hasta 500 indígenas ligados a ellos por deudas
individuales.48 Las condiciones del mercado hicieron el comercio tan lucrati-
vo que en 1898 le ofrecieron al gobernador 30,000 pesos para que no se
construyera un camino de San Cristóbal hacia Tabasco.49
Los contratistas de mano de obra en la industria maderera también com-
praban sirvientes por deuda de otras partes de Chiapas. Por ejemplo, en 1880
un representante de Casa Bulnes contrató a diez indígenas de los departa-
mentos de Las Casas y Comitán para trabajar en la montería Trinidad, cerca
de Ocosingo, luego de pagar a sus amos anteriores un total de 830 pesos. Los
trabajadores recibieron cuatro pesos al mes.50 El comercio era tan lucrativo
que los terratenientes buscaron cada vez más formas de endeudar a los traba-
jadores con el objeto de venderlos a las monterías. En 1886, el juez departa-
mental de primera instancia de San Cristóbal de Las Casas expresó su preocu-
pación por el “abuso y despotismo” que sufrían los indígenas en Chilón a
manos de los terratenientes locales. Dijo:

Una dolorosa experiencia tiene demostrado que las más veces, los que titulan
amos o patrones extienden papeles de desacomodo a los que son o no sus
sirvientes, por deudas que no han aceptado y tal vez ni comprendido a cuánto
asciende su monto; y que esos mismos créditos quieren hacerse efectivos por
los interesados, cuando a los que se suponen obligados están inconscientes, de
lo que pasa, de lo que se les reclama, de lo que se les pide, con o sin derecho,
porque, ignorando la lengua castellana, no conociendo nuestras leyes, ni te-
niendo a la mano personas de quien aconsejarse no encuentran los medios de

47
APD, leg. XXI, exp. 9371, 15 de junio de 1896. La carga acostumbrada era de
46 kg (de la Peña, Chiapas económico, I, pág. 161).
48
APD, leg. XVI, exp. 8835, 9 de julio de 1891; APD, leg. XXIII, exp. 17495, 20
de diciembre de 1898; y APD, leg. XXIV, exp. 5802, 2 de mayo de 1899.
49
APD, leg. XXIII, exp. 17495, 20 de diciembre de 1898.
50
“Cuadernos de los mozos de Cno. J. Antonio Muños” (1880) AGPJ, Las Casas
Ramo Civil.

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16 SARAH WASHBROOK

defensa y apelan cuando pueden a varios recursos insuficientes, como son la


embriaguez y la ausencia hacia lugares desconocidos...51

El corazón del juez había sido conmovido por la historia del indígena
Mariano Santís Antun de Oxchuc, quien había sido obligado a pagar por
siete cabezas de ganado supuestamente perdidas de la propiedad de su amo,
Julián Maldonado, por el juez de primera instancia de Chilón. Para pagar la
deuda, Santís Antun tuvo que vender a sus dos hijos al servicio en el vecino
municipio de Tenejapa. Maldonado aceptó el dinero, pero después vendió a
Santís Antun por 310 pesos a un contratista para que trabajara en las monterías.
En un caso similar en 1909, el jornalero Sebastián Santís de Oxchuc se quejó
de que, en vez de pagarle los dos años de salario que le debían, su ama había
sobornado al agente municipal para obligarlo a admitir que era un sirviente
por deuda para así poder venderlo a las monterías. Para presionar a Santís, el
agente había golpeado y arrestado a su esposa. Santís informó:

Actualmente mi aludida esposa se encuentra presa en la cárcel del pueblo del


San Martín [Abasolo] y dicen que no la soltarán hasta que yo pague una
cantidad de pesos tan crecida que jamás en mi vida lo podría desquitar. Quie-
ren también según me lo han propuesto que yo acepto un papel de desacomo-
do, para que me vendan en las monterías y se cojan un adeudo que no reco-
nozco, pues nunca he sido mozo, nunca he adeudado a nadie pero si así fuera
que cualquiera que te paresca diciendo que le deba que presente sus libros,
filación o documentos que algún día me ha acomodado, pero... he sido libre
como a Dios le constó y que a nadie le debo nada, y si el Agente del pueblo de
San Martín [Abasolo] hace mucho tiempo que viene cometiendo este tipo de
abusos... también [tienen presos] a mis desgraciados hijos y ya me buscan para
hediarme a la cárcel o venderme a las monterías.52

Si bien muchos, tal como el juez de San Cristóbal de Las Casas en 1886,
consideraban la “ignorancia” y el alcoholismo de los indígenas la causa de
tales abusos, los casos antes mencionados sugieren que la razón radicaba en la
relación entre funcionarios oficiales, terratenientes y nuevos capitalistas.
De hecho, todo el sistema de reclutamiento de mano de obra era dirigi-
do por funcionarios estatales, utilizando una mezcla de incentivos de merca-
do y coerción extra económica como había sido en la época de los reparti-

51
“Borradores de la correspondencia oficial surgida a los jueces menores y ayunta-
mientos” (1886) AGPJ, Las Casas Ramo Civil, exp. 3909, el juez de primera instancia de
Las Casas al alcalde primero de Oxchuc, Chilón.
52
AHCH, Sección de Gobernación, Tomo XI, Expediente 45, 1909.

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INDÍGENAS, EXPORTACIÓN Y ENGANCHE EN EL NORTE DE CHIAPAS 17

mientos. La privatización de las tierras comunales y el incremento de los


impuestos personales después de 1892 crearon un creciente consorcio de tra-
bajadores proletarizados en los municipios indígenas. Sin embargo, los fun-
cionarios del estado, tentados por las utilidades que generaría la especulación
en mano de obra esclavizada y con frecuencia empleada por las compañías
madereras o de plantaciones, se colocaron en medio del suministro y la de-
manda de mano de obra. Tan temprano como en 1878, el sacerdote de Tila
observó:

[L]a clase indígena se ha convertido en artículo de especulación para los jefes


políticos y sus subalternos, siendo consecuencia de esto la extinción de mu-
chas parroquias... Los desgraciados que han quedado enserrados en las pro-
piedades de extrangeros han llebado un golpe de muerte para las creencias que
tenían de su religión... y para más de sus desgracias los pueblos que ban per-
diendo parte de su egido como Chilón y Yajalón, no teniendo ya donde traba-
jar acuden a los extrangeros en busca de asilo, pero a corromperse.53

Las autoridades supervisaron los contratos de trabajo y persiguieron fu-


gitivos por fraude y al mismo tiempo coaccionaron a los indígenas al sistema
de enganche a través de la imposición de multas e impuestos arbitrarios y
reclutamiento para trabajos forzados. Por ejemplo, en 1910, el jefe político
de Chilón, Abraham Suárez, fue acusado de recibir un obsequio de 10,000
pesos del administrador de la compañía maderera Casa Romano por organi-
zar el reclutamiento y control de la mano de obra.54 Se dijo que en 1911
había ganado 2,100 pesos con la venta de indígenas arrestados y multados
por ebriedad en los municipios de Bachajón y Cancuc a la montería Tinie-
blas, de la Casa Valenzuela, y a las haciendas El Encanto y Agua Clara, en
Palenque, propiedad de estadounidenses.55 Suárez también reclutaba indíge-
nas para trabajos “públicos” y los enviaba a servir en las propiedades de com-

53
Archivo Histórico Diocesano (AHDSCLC), San Cristóbal de Las Casas, Chiapas,
Ref. Tila, IV.D.1, agosto de 1878.
54
Más Allá (13 de noviembre de 1910), pág. 3.
55
La Voz de Chiapas (7 de febrero de 1911). La imposición de multas arbitrarias,
generalmente por ebriedad o conducta revoltosa, se convirtió en la forma favorita de las
autoridades municipales ladinas de reclutar trabajadores a través del enganche. No sólo
lucraban con el pago de la multa, también producían y vendían licor a los indígenas.
Según Taylor, en el México del siglo XVIII, las multas de los criminales sentenciados a
través de las cortes con frecuencia eran pagadas por empleadores, a quienes se les permitía
reclamar el trabajo del convicto por el equivalente del valor de la multa; véase Taylor,
Drinking, Homicide, and Rebellion, pág. 121.

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18 SARAH WASHBROOK

pañías privadas. Según se dijo, las requisiciones del jefe político alcanzaron
tales proporciones que para 1911 habían causado escasez de maíz en el depar-
tamento, de la cual lucró al vender a precios exagerados maíz producido con
mano de obra forzada en sus propias propiedades.56
Los ladinos que ocupaban cargos en los ayuntamientos de municipios
indígenas combinaron las prerrogativas tradicionales de los funcionarios in-
dígenas y los privilegios de casta de los sacerdotes y maestros de escuela con la
autoridad civil del estado moderno. En 1909, por ejemplo, los residentes de
Cancuc se quejaron de que la cantidad de granos y ganado demandado en
tributo por el maestro y el presidente municipal, Melitón Grajales, había
alcanzado niveles tales que, para pagar las multas e impuestos que cobraba, se
había hecho necesario vender sus posesiones a precios extremadamente ba-
jos.57 En 1911 los impuestos establecidos por el nuevo presidente municipal
y agente municipal de Cancuc, quien también era hermano del jefe político,
incluyeron una licencia para criar cerdos y contribuciones para la instalación
de un teléfono y lámparas de queroseno en Ocosingo. También recaudó los
impuestos de capitación y de educación a una tarifa cuatro veces más alta que
la estipulada para todos los habitantes mayores de 12 años y cobraba diez
pesos para exonerar a cada hombre seleccionado para prestar servicio en la
Guardia Nacional (impuesto que había sido abolido oficialmente en 1892).
Los que no podían pagar eran reclutados en cuadrillas de trabajo para obras
públicas o vendidos a los enganchadores.58
En Bachajón, cuyos habitantes eran buscados por los contratistas ma-
dereros por su destreza con el hacha, las autoridades reclutaron a varios cien-
tos de hombres al año para trabajar en las monterías. Muchos quedaron atra-
pados por las deudas o sucumbieron a las atroces condiciones de trabajo.59
Melitón Grajales era el agente municipal de Bachajón en 1911. Les cobraba a
los habitantes cinco pesos por casarlos, más la provisión de alcohol para todos
los miembros del ayuntamiento. Para asegurar una tarifa mínima de utilida-
des de su monopolio alcoholero, a los que no querían casarse les cobraba diez
pesos.60 También reclutaba indígenas para trabajar en una plantación estado-
unidense de hule en Palenque utilizando a los funcionarios indígenas en el
ayuntamiento:

56
La Voz de Chiapas (7 de mayo de 1911).
57
AHCH, Gobernación, Tomo XI, 1909, exp. 45, 13 de octubre de 1909.
58
APD, leg. LXX, exp. 9945, 26 de abril de 1911; y La Voz de Chiapas (28 de
mayo de 1911).
59
González Pacheco, Capital extranjero en la selva de Chiapas, pág. 76.
60
La Voz de Chiapas (28 de mayo de 1911).

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INDÍGENAS, EXPORTACIÓN Y ENGANCHE EN EL NORTE DE CHIAPAS 19

[Los estadounidenses] les pagan a seis pesos semanales, por arreglo con el
agente o secretario municipal, de cuya suma esto toma cuatro pesos... y entrega
a estos dos pesos, por la... labor de constituirse a dos jornadas a pie, cargando
en su espalda sus alimentos para diez días, trabajar por una semana... para
regresar de igual manera... El sistema usado para conseguir peones es el si-
guiente: comisión al presidente municipal, regidores y alcaldes indígenas, pre-
via la amenaza de una multa o prisión, para buscar cierto número de jornale-
ros y se les entrega el jornal... en cada hogar que encuentran abierto arrojan
por la puerta las monedas que constituyen el jornal, que la comisión a su vez
ha mermado, y esto implica ya un compromiso... bajo la pena de ser sorteado
[para la guardia nacional] el dueño de la casa, sus hijos o allegados.61

Al utilizar a las autoridades indígenas, los enganchadores no tenían que


dar cuantiosos anticipos para asegurar trabajadores y obtenían ganancias al to-
mar una parte de los salarios pagados por la compañía. De manera similar, a los
indígenas elegidos para realizar funciones policiales (comisionados) se les asig-
naba una cantidad arbitraria de recibos de los impuestos de capitación y de
educación para que los distribuyeran entre la población. Aquellos que no recolec-
taban suficiente efectivo estaban sujetos a ser enviados a prisión donde podían
ser vendidos a los enganchadores por el valor de los impuestos no pagados.62

PALENQUE
Después de 1890, los terrenos baldíos de Palenque fueron reclamados y
titulados por individuos con buenos contactos en el estado y vendidos con
prontitud a inversionistas extranjeros. Para 1897, 13 plantaciones de café
habían sido establecidas en el departamento.63 La German American Coffee
Company (GACC), con base en los Estados Unidos, surgió en 1905 como la
más importante empresa en Palenque.64 Su plantación más grande, El Triun-

61
La Voz de Chiapas (14 de mayo de 1911).
62
La Voz de Chiapas (5 de febrero de 1911).
63
AHCH, Fondo Documental Fernando Castañón Gamboa (FDFCG), “Secreta-
ría de Hacienda, número de cafetales en el departamento de Palenque” (1897), exp. 887;
y AHCH, FDFCG, “Lista de fincas rústicas en el departamento de Palenque” (1897),
exp. 894.
64
AHCH, FDFCG, “Actas de compra y venta de terrenos del depto. de Palenque”
(1902), exp. 932; y AHCH, FDFCG, “Cía. de Plantaciones, El Triunfo y El Porvenir”
(1905), exp. 959. Para 1909, la GACC era propietaria o copropietaria de las plantaciones
de El Triunfo, El Porvenir, Las Nubes, Paso Naranjo, La Cruzada, Iowa y Joluptá: Anua-
rio estadístico del estado de Chiapas, año 1909, 1911, págs. 218–219.

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20 SARAH WASHBROOK

fo, abarcaba 43,000 acres y empleaba hasta 3,000 trabajadores.65 Las compa-
ñías estadounidenses también invertían importantes cantidades de dinero en
el cultivo del hule. Para 1910 había aproximadamente 18 plantaciones de
hule en Palenque, aunque la producción seguía siendo baja.66 Según el
antropólogo estadounidense Frederick Starr, quien visitó el departamento en
1901, la fuerza laboral en El Triunfo estaba evidentemente dividida entre
indígenas ch’oles locales, reducidos a la servidumbre después de la privatización
de sus tierras, y tzeltales de Chilón.67 Las compañías huleras y cafetaleras
también trajeron trabajadores de Los Altos centrales y los estadounidenses
empleaban trabajadores de Veracruz, Oaxaca e incluso de Jamaica.68
Los maestros y ladinos de las administraciones municipales llegaron a
ser un elemento importante en la estrategia del gobierno federal de asegurar
un suministro de mano de obra para la agricultura en Palenque. Los sacerdo-
tes de los municipios indígenas de Palenque se quejaban cada vez más des-
pués de 1870 de que los maestros estaban socavando su autoridad con el
objeto de suministrar indígenas a las nuevas haciendas.69 En 1892, el presi-
dente sugirió que los cafetaleros con concesiones en Palenque debían acercar-
se a las autoridades y a los maestros del estado con el fin de obtener “bra-
zos”,70 y Rabasa les dio a los empresarios cartas de presentación para garanti-
zar que serían bien tratados por el jefe político “con respecto a las instruccio-

65
Benjamin, A Rich Land, A Poor People, pág. 83.
66
National Archives and Records Administration (NARA), Commercial Report
“Rubber in Chiapas, Mexico”, Tapachula-State Department, 25 de junio de 1910, 16076/
15, rollo 943; y NARA Foreign Service Post Files, Tapachula, Vol. 7, U. S. Consul Fron-
tera-U. S. Consul Tapachula, 12 de febrero de 1911.
67
Frederick Starr, In Indian Mexico: A Narrative of Travel and Labor (Chicago:
Forbes & Company, 1908), pág. 384.
68
En 1909 indígenas de Chamula fueron contratados en San Cristóbal para traba-
jar en El Triunfo. Se les dio un anticipo de 15 a 20 pesos a cada uno y pagaban diez pesos
al mes: Archivo Municipal de San Cristóbal de Las Casas (AMSCLC), Jefatura Política de
Las Casas, “Contratos”, sin número, 1909. Respecto a los empleados de Veracruz, Oaxaca
y Jamaica, véase NARA, Commercial Report; AHCH, FDFCG, “Actas de compra y ven-
ta de terrenos”; y AHCH, FDFCG, “Levantamiento de jamaiquinos en Agua Clara”
(1904), exp. 911.
69
AHDSCLC, Ref. Palenque, IV.D.1, noviembre de 1874; y AHDSCLC, Ref.
Palenque, IV.D.1, noviembre de 1880.
70
APD, leg. XVII, exp. 17728, 20 de noviembre de 1892.

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INDÍGENAS, EXPORTACIÓN Y ENGANCHE EN EL NORTE DE CHIAPAS 21

nes dadas a los maestros de escuela”.71 Sin embargo, en 1893 los hacendados
alemanes de Tumbalá se quejaron de que el maestro, quien también era el
agente municipal y el primo del jefe político, estaba obteniendo utilidades
excesivas del reclutamiento de mano de obra a expensas suyas. Cobraba 1.06
pesos por trabajador al día, de lo cual él le pagaba 6 centavos al recluta y se
quedaba con 25 centavos para él. Cuando los alemanes trataron de reclutar a
los indígenas directamente, ofreciéndoles un peso al día a cada uno, el maes-
tro, quien se estimaba estaba ganando hasta 250 o 300 pesos al mes, amenazó
con multarlos.72 Para resolver estos problemas y para asegurar que los alema-
nes obtuvieran un mejor arreglo, Rabasa contrató a Ausencio Ruiz, un miem-
bro de la élite de Los Altos de San Cristóbal.73 Poco después, un sistema de
reclutamiento de mano de obra de beneficio para ambas partes había sido
establecido en el que los funcionarios públicos ladinos ofrecían a los inver-
sionistas su experiencia en la explotación y control de la mano de obra indí-
gena a cambio de un papel revitalizado en la nueva economía.74
Los municipios indígenas de Tumbalá, Petalcingo, Palenque y Tila fue-
ron transformados rápidamente por la economía de plantación. Para 1903 la
población casi completa de Tumbalá, más de 3,000 habitantes, había sido
absorbida por las fincas de café.75 Starr observó:

Nos encontramos con que el pueblo era un lugar desdichado, con un agente
inútil y nervioso. Éste fue alguna vez el más grande de los pueblos ch’oles

71
APD, leg. XVII, exp. 19860, 20 de diciembre de 1892.
72
Daniel Cosío Villegas, Historia moderna de México, 8 tomos. Vol. 4: El porfiriato:
la vida social, por M. González Navarro (México: Editorial Hermes, 1957), págs. 231–232.
73
En 1894, Ausencio Ruiz le informó al presidente Díaz que, de acuerdo a las
garantías dadas por Rabasa, los alemanes de Palenque no serían molestados por los maes-
tros de indígenas y los agentes municipales continuarían durante la administración de
Fausto Moguel: APD, leg. XIX, exp. 8554, 3 de junio de 1894. Antes de servir como
secretario general del despacho en la administración de Rabasa y Moguel, Ruiz había sido
presidente del Comité Porfirista en el colegio electoral de San Cristóbal: APD, leg. LI,
exp. 5250, 11 de julio de 1892. Según Francisco León (gobernador 1895–1899), la mano
“siniestra” de Ausencio Ruiz (en ese entonces presidente del Tribunal de Justicia) estaba
detrás de un complot para desestabilizar su gobierno en 1896, después de que había creado
un distrito administrativo separado para Chamula: APD, leg. XXI, exp. 13986, 30 de julio
de 1896. En los departamentos de Simojovel y Chilón, los maestros desempeñaron un
papel clave en la conspiración: APD, leg. XXI, exp. 13944, 15 de agosto de 1896.
74
García de León, Resistencia y utopía, I, pág. 184.
75
AHDSCLC, Ref. Palenque, I.C.5, 1903 #2.723 Ing. Antonio Portillo, 1903.

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22 SARAH WASHBROOK

[pero] Tumbalá está ahora completamente arruinado a causa del sistema de


contratación de mano de obra, el cual ha enviado a sus hombres a fincas en
toda la región... [El agente] dijo que haríamos bien en ir a El Triunfo ya que
tomaría dos días encontrar indígenas y traerlos al pueblo.76

La estrecha relación entre los propietarios y administradores extranjeros


y las autoridades municipales fue la clave para la movilización de la población
local para la producción de café y posteriormente de hule. Las autoridades
municipales enrolaron trabajadores a través del enganche, persiguieron a los
fugitivos y reclutaron indígenas para construir caminos y trabajar en las plan-
taciones durante los períodos de más alta demanda.77 Los finqueros presta-
ban a sus trabajadores para realizar trabajos públicos durante la temporada
baja y asumían puestos de autoridad tales como agente municipal, juez rural
y policía rural.78 El auge del café también creó un nuevo nivel de intermedia-
rios ladinos, la mayoría de los cuales venían de San Cristóbal, Comitán y
Ocosingo en busca de prestigio y ganancias fáciles. Se establecieron como
comerciantes y artesanos y fueron contratados como mayordomos y capata-
ces en las fincas donde su pericia en disciplinar a la mano de obra indígena
era valiosa.79 El período desde 1890 hasta la reforma agraria de Lázaro Cárde-
nas a finales de la década de 1930 es denominado como mosojäntel, la época
de esclavitud, por los indígenas ch’oles de Palenque. Ellos eran obligados a
trabajar en las nuevas plantaciones donde el riguroso régimen laboral fue
mantenido a través del castigo corporal y la estrecha vigilancia de los admi-
nistradores, capataces y autoridades municipales.80

76
Starr, In Indian Mexico, pág. 384.
77
Por ejemplo, en noviembre de 1904, a instancias del jefe político, el presidente
municipal de Petalcingo envió 85 hombres a la hacienda cafetalera El Triunfo: AHCH,
FDFCG, “Correspondencia entre presidencia municipal de Petalcingo y Jefatura de Pa-
lenque” (noviembre de 1904), exp. 932. El año siguiente, el agente municipal de la finca
Filadelfia llegó a un acuerdo con Guillermo Fahrholtz, administrador de El Triunfo, para
enviarle 20 hombres del municipio de La Libertad que habían sido requeridos para reali-
zar reparaciones en los caminos: AHCH, FDFCG, “Correspondencia a Jefatura de Pa-
lenque” (1905), exp. 959.
78
AHCH, FDFCG, “Jefatura de Palenque” (1904), exp. 950; AHCH, Sección de
Gobernación, Tomo I, 1909, exp. 2, 1909; y The Chiapas Rubber Plantation Company,
Shareholders Report, 1910.
79
José Alejos García y Elsa Ortega Peña, El Archivo Municipal de Tumbalá, Chiapas,
1920–1946 (México: UNAM, 1990).
80
José Alejos García, Mosojäntel: etnografía del discurso agrarista entre los ch’oles de
Chiapas (México: UNAM, 1994).

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INDÍGENAS, EXPORTACIÓN Y ENGANCHE EN EL NORTE DE CHIAPAS 23

La GACC fue probablemente la compañía de plantaciones más conoci-


da en Palenque por su trato a los trabajadores, ya que su riqueza y contactos
políticos a nivel federal le dieron mayor control sobre las autoridades munici-
pales en el departamento. En 1904, una serie de entierros “clandestinos” fue-
ron descubiertos en El Triunfo y el administrador fue multado, aunque no se
hizo ningún arresto.81 De manera similar, en 1912 Stanford Neville Morrison,
de la Esperanza Coffee Company, se quejó que los empleados de la GACC de
la finca vecina entraron en su propiedad, secuestraron a dos de sus indígenas,
los golpearon y asesinaron a uno al enterrarlo vivo en un hormiguero.82 Por la
naturaleza del castigo es probable que anteriormente fueran empleados de la
GACC y salieran sin el permiso de Guillermo Fahrholtz, el administrador del
“personal” de la compañía.83 Dos años antes, Fahrholtz le había escrito perso-
nalmente al gobernador acusando al nuevo jefe político de proteger a los
trabajadores fugitivos de El Triunfo. Sin embargo, los trabajadores simple-
mente habían solicitado la terminación de sus cuentas para poder ser emplea-
dos en la hacienda vecina, Primavera. Según el jefe político, las prácticas la-
borales en El Triunfo habían complicado los procedimientos:

[Los tres mozos] temerosos de ser allá castigados y encarcelados como es fama
viniéronse aquí en donde les previne fueron al Triunfo sin ningún temor pues
que llevarían mi recomendación oficial haciéndolos igual promesa el apodera-
do Lic. Corzo [de El Triunfo]. Llegados los sirvientes al Triunfo fueron liqui-
dados a satisfacción del Sr. Guillermo Fahrholtz pero no les deja salir de a
finca a pesar de que tales sirvientes no quieren continuar allí y de que Sr.
Kanter ofreció pagar a la compañía el adeudo de éstos ascendiente a dos cien-
tos y pico de pesos entre los tres. Teniendo denuncia de que los sirvientes
están presos en cárcel particular del Triunfo y que la conducta de Fahrholtz ha
sido siempre igual o peor para no dejar salir a los trabajadores quise consignar
el caso a la autoridad judicial pero encontrándose fuera de esta cabecera el
personal del Juzgado de Primera Instancia juzgué más a propósito serciorarme
personalmente hasta donde era la detención arbitrariamente impuesta a los
sirvientes así como otros maltratos que se dicen victimas mas estando telegra-
fista, teléfono y alcalde bajo los ordenes de Fahrholtz creí mas conveniente
citar a los sirvientes para diligencias administrativas en esta jefatura lo que dio

81
Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Archivo Histórico de
Chiapas, “Informe del C. Gobernador del Estado a la XXIII Legislatura”, 16 de septiem-
bre de 1904, rollo 11.
82
AHCH, FDFCG, “El Sr. Procurador de Justicia del Estado en nota oficial nú-
mero 35” (28 de febrero de 1912), exp. 1026.
83
El hormiguero era un castigo que también habían mencionado los antiguos tra-
bajadores de El Triunfo: Alejos García, Mosojäntel, pág. 190.

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24 SARAH WASHBROOK

margen a la queja de Fahrholtz como gerente de la GACC. Tengo documen-


tos que acreditan estos hechos y muchos datos acerca del trato que da el Sr.
Fahrholtz a los trabajadores que pretenden separarse voluntariamente de la
finca y por esto no dudo que hayan sido golpeados…84

Al día siguiente, Fahrholtz solicitó que el gobernador le ordenara al jefe


político que le prohibiera a Kanter ofrecerles empleo a los trabajadores de las
fincas de la GACC y que le entregara las familias de los tres trabajadores
involucrados en el caso para “garantizar” que los mismos se quedarían.85 Dado
el sistema de servidumbre, en vez de salarios más altos, la competencia entre
las plantaciones dio como resultado el deterioro de las condiciones de trabajo
y una vigilancia y control más estrictos.
Al igual que las compañías madereras, las empresas huleras estadouniden-
ses contrataban a su propia fuerza laboral y subcontrataban algunas operacio-
nes a terceras partes.86 En general, usaban administradores alemanes debido a
su experiencia en el reclutamiento de mano de obra y control en el departa-
mento.87 La Chiapas Rubber Plantation Company era propietaria de cuatro
plantaciones de hule en Palenque. Su fuerza laboral permanente vivía en los
pueblos de la compañía, San Leandro y Santa Isabel, y también traía trabajado-
res de temporada desde lugares tan distantes como San Cristóbal. La compañía
pagaba salarios de 0.75 a un peso al día; sin embargo, el 80% del dinero pagado
a la mano de obra regresaba a través de las tiendas de raya.88 La plantación de
hule de El Chival de la Orizaba Rubber Plantation empleaba a 45 trabajadores
permanentes de Veracruz y Oaxaca y de 100 a 150 indígenas de aldeas locales,
a quienes se les pagaba de 0.75 a un peso al día sin raciones.89 En 1908, la
plantación contrató al secretario municipal de Tila, Emilio Pérez, como
enganchador. Pérez utilizó tácticas similares a las del cacique Melitón Grajales
en Chilón para obtener trabajadores. Según el presidente municipal indígena:

84
AHCH, Gobernación, Tomo XIV, 1910, exp. 46, 11 de agosto de 1910.
85
AHCH, Gobernación, Tomo XIV, 1910, exp. 46, 12 de agosto de 1910.
86
A los contratistas se les pagaban 50 pesos por hectárea despejada de bosque: de
la Peña, Chiapas económico, II, pág. 635.
87
NARA, U. S. Consular Reports, Tapachula, Foreign Service Post Files, Tomo
VII, 17 de julio de 1911.
88
The Chiapas Rubber Plantation Company, Shareholders Report, 1910; y
AMSCLC, Jefatura Política de Las Casas, “Contrato de The Chiapas Rubber Plantation
& Investment Co.”, sin número, 1903.
89
NARA, U. S. Consular Report, Tapachula, “Rubber in Chiapas, Mexico”, 16076/
15, rollo 943, 25 de junio de 1910.

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INDÍGENAS, EXPORTACIÓN Y ENGANCHE EN EL NORTE DE CHIAPAS 25

[E]l secretario municipal de este lugar, Señor Emilio Pérez, no nos deja estar
tranquilos y en paz, no podemos ni siquiera establecernos en nuestras labran-
zas para hacer nuestras sementeras de maíz y frijoles únicos elementos de que
pudiéramos disfrutar para el alimento de nuestras familias. Envía con fre-
cuencia comisiones para que nos capturen y nos mande al Batallón según el
mismo expresa.90
Cuando el Señor Pérez quiere algo de uno de los vecinos de este lugar y
no lo consigue, pobre de aquel, porque le hace una persecución abierta hasta
que sacia su enojo… obliga las Autoridades indígenas nuestros compañeros a
que le busquen y obliguen a la gente a ir a los trabajos del Chival donde pagan
a la semana 6 pesos y el les da tres fuera del enganche que le pagan… [y] son
abundantes las multas.91

Su reemplazo, Francisco Pérez, fue contratado por la finca de café Mu-


mumil de la Pennsylvania Plantation Company, con los mismos resultados.92
En resumen, las autoridades municipales involucradas en el enganche se que-
daban con por lo menos la mitad de los salarios de los trabajadores indígenas
en comisión y las compañías de plantaciones recuperaban la mayor parte de
lo que quedaba a través de las tiendas de raya.

CONCLUSIÓN
El desarrollo del enganche es un ejemplo concreto del proceso de mo-
dernización conservadora promovido por el gobierno federal mexicano du-
rante el período de 1876 a 1911. En Chiapas, la legislación de impuestos y de
mano de obra buscó suministrar trabajadores al nuevo sector exportador a
través de la reorientación de las prácticas coloniales de coerción extra econó-
mica en vez de la implantación de mano de obra libre asalariada. Los resulta-
dos en el norte de Chiapas fueron una forma más severa y calculadora de
servidumbre en las plantaciones y monterías, el surgimiento del caciquismo
empresarial en las aldeas indígenas y el reclutamiento de trabajadores a través
del enganche. La adaptación de la servidumbre indígena y del trabajo forzado
a las nuevas condiciones del mercado le proporcionó al sector exportador en
el norte del estado mano de obra barata mientras que al mismo tiempo pre-
servó la base de las relaciones étnicas y de clase.

90
AHCH, Sección de Gobernación, Tomo XI, 1909, exp. 45, 21 de mayo de 1908.
91
AHCH, Sección de Gobernación, Tomo XI, 1909, exp. 45, 9 de julio de 1908.
92
AHCH, Sección de Gobernación, Tomo I, 1909, exp. 2, 4 de noviembre de
1908.

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26 SARAH WASHBROOK

El parque central de San Cristóbal de Las Casas mirando hacia el noroeste,


en 1884 (arriba), y en 1896 mirando hacia el sureste (abajo), donde se
observa la prosperidad y embellecimiento de la ciudad para justificar el
regreso de la capital.
Colección de Prudencio Moscoso Pastrana, San Cristóbal de Las Casas

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