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SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS


Serie ESTUDIOS JURÍDICOS Núm. 128
Coordinadora académica: Elvia Lucía Flores Ávalos
Coordinadora editorial: Karla Beatriz Templos Núñez
Edición y formación en computadora: Isidro Saucedo
DIETER NOHLEN

SISTEMAS ELECTORALES
EN SU CONTEXTO
Edición y prólogo
JOSÉ REYNOSO NÚÑEZ

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA
MÉXICO, 2008
Primera edición: 2008

DR ã 2008. Universidad Nacional Autónoma de México

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS

Circuito Maestro Mario de la Cueva, s/n


Ciudad de la Investigación en Humanidades
Ciudad Universitaria, 04510 México, D. F.

Impreso y hecho en México

ISBN 978-970-32-5356-2
CONTENIDO

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI
José REYNOSO NÚÑEZ
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

CAPÍTULO PRIMERO
SISTEMAS ELECTORALES: CONCEPTO, ESTRUCTURAS,
CONSECUENCIAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

I. Definición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
II. La distribución de las circunscripciones electorales 9
III. Formas de candidatura y votación . . . . . . . . . 10
IV. La conversión de votos en escaños . . . . . . . . . 13

CAPÍTULO SEGUNDO
DOS PRINCIPIOS DE REPRESENTACIÓN INCOMPATIBLES . 19

I.
Problemas de clasificación . . . . . . . . . . . . . 19
Continuum unipolar como criterio de clasificación .
II. 20
Continuum bipolar como criterio de clasificación .
III. 23
IV.Principios de representación y fórmulas de decisión 24
V.Consecuencias de la clasificación y criterios de eva-
luación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
VI. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

CAPÍTULO TERCERO
CAMBIOS Y OPCIONES DE SISTEMAS ELECTORALES . . . 31

I. Reformas electorales en los países occidentales . . 31

VII
VIII CONTENIDO

II. Margen restringido de reforma . . . . . . . . . . . 36


III. Causas de la estabilidad de los sistemas electorales 37
IV. Síntesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

CAPÍTULO CUARTO
DUVERGER, RAE Y SARTORI Y LOS EFECTOS NOMOLÓGI-
COS DE LOS SISTEMAS ELECTORALES . . . . . . . . . . 43

I. Las “leyes sociológicas” de Duverger . . . . . . . 43


II. Confirmación estadístico-empírica de las leyes de
Duverger por parte de Rae . . . . . . . . . . . . . 46
III. La nueva formulación de las leyes de Duverger por
parte de Sartori . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
IV. La posición antinomológica: los efectos de los siste-
mas electorales en su contexto . . . . . . . . . . . 53

CAPÍTULO QUINTO
SISTEMAS ELECTORALES Y CONTEXTO . . . . . . . . . 57

I. En torno a la importancia del factor sistema electoral 58


II. En torno a los factores de contexto . . . . . . . . . 61

1. Estructura social . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
2. Cantidad y profundidad de líneas de conflicto . . 63
3. Grado de fragmentación del sistema de partidos . 64
4. Grado de institucionalización del sistema de par-
tidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
5. Modelo de interacción entre los partidos . . . . . 65
6. Dispersión regional de los votantes . . . . . . . 66
7. Comportamiento del electorado . . . . . . . . . 67

III. En torno al enfoque contextual . . . . . . . . . . . 68


IV. En torno a la causalidad circular . . . . . . . . . . 70
CONTENIDO IX

CAPÍTULO SEXTO
EL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE SISTEMAS ELEC-
TORALES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75

I. Tres enfoques distintos . . . . . . . . . . . . . . . 77


II. La controversia con Arend Lijphart y Giovanni Sar-
tori . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
III. Síntesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90

CAPÍTULO SÉPTIMO
LA TRILOGÍA: SISTEMA DE GOBIERNO, SISTEMA ELECTO-
RAL Y SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS . . . . . . . . 91

I. El nivel normativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
II. El nivel analítico . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
III. El nivel operativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
IV. Síntesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104

CAPÍTULO OCTAVO
CRITERIOS BÁSICOS PARA EMPRENDER UNA REFORMA
ELECTORAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107

I. Algunas aclaraciones . . . . . . . . . . . . . . . . 107


II. Tipos de sistemas electorales . . . . . . . . . . . . 111
III. En torno a los efectos de los sistemas electorales . . 112
IV. Acerca de la importancia del análisis específico . . 114
V. En torno al diseño de sistemas electorales . . . . . 116
VI. Las funciones de los sistemas electorales . . . . . . 117
VII. Sugerencias y observaciones finales . . . . . . . . 121
VIII. Síntesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
X CONTENIDO

CAPÍTULO NOVENO
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTE-
MAS ELECTORALES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125

I. La interrelación de las variables institucionales: la


variable sistema de partidos políticos . . . . . . . . 128
II. Diseño institucional y nivel operativo . . . . . . . 129
III. Tipos de diseño institucional . . . . . . . . . . . . 131
IV. La evaluación de los sistemas electorales . . . . . . 133
V. Evaluación empírica de los sistemas electorales: re-
flexiones preliminares . . . . . . . . . . . . . . . . 135
VI. Cinco criterios de evaluación . . . . . . . . . . . . 137
VII. Un esquema de evaluación de los sistemas electo-
rales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
VIII. Sistemas electorales y gobernabilidad . . . . . . . 149
IX. Síntesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152

CAPÍTULO DÉCIMO
TENDENCIAS INTERNACIONALES EN EL DESARROLLO DE
LOS SISTEMAS ELECTORALES . . . . . . . . . . . . . . 155

I. Los tipos de sistemas electorales . . . . . . . . . . 157


II. Criterios de valoración de los sistemas electorales . 159
III. Exigencias funcionales y tipos de sistemas electorales 162
IV. La distribución internacional de tipos de sistemas
electorales y las tendencias de las reformas . . . . . 166

1. Los países industrializados occidentales . . . . . 168


2. Europa central y oriental . . . . . . . . . . . . . 174
3. América Latina . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
4. África . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
5. Asia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185

V. Resumen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
PRÓLOGO*

El tratamiento científico de los sistemas electorales está necesaria-


mente vinculado al nombre de Dieter Nohlen. Presentado una vez
(en el foro Constitutional Design 2000 de la Universidad de Notre
Dame) como el “Michelangelo de los sistemas electorales”, Noh-
len es considerado uno de los máximos expertos en la investiga-
ción politológica sobre este tema. Fiel a la tradición de Max Weber
de que “la obra realmente importante y definitiva es siempre obra de
especialistas” (en La ciencia como vocación), Nohlen ha dedicado
más de 40 años a la investigación de los sistemas electorales y ha
transformado su estudio —cuyo objeto se concentraba en los paí-
ses de las democracias occidentales— en un conocimiento empíri-
co de carácter mundial, al incluir en la discusión internacional de
los sistemas electorales —ya desde hace más de 20 años (Nohlen
1978, 1981)— a los sistemas electorales de todo el mundo, inclui-
das las jóvenes democracias.
Sin embargo, Nohlen no sólo amplió de manera cuantitativa, si-
no también de manera cualitativa el universo empírico de estudio
de los sistemas electorales. Como se decía en el número 34 (1) de
2005 de la Österreichische Zeitschrift für Politikwissenschaft (Re-
vista Austríaca de Ciencia Política):

A él [a Nohlen] le debemos las propuestas de definición, clasificación


y estructuración lógica [de los sistemas electorales], para lo cual siem-
pre mantuvo en consideración los desarrollos históricos y los sistemas

* Parte de este texto fue publicada originalmente en: Ortiz Ortiz, Richard y
Reynoso Núñez, José, “Dieter Nohlen y el estudio de la democracia y las institu-
ciones políticas en América Latina”, López Rubí Calderón, José Ramón (coord.),
Política y ciencia política en Dieter Nohlen, Puebla, Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla, pp. 17-57.

XI
XII PRÓLOGO

electorales concretamente materializados. Quisiera nombrar en parti-


cular: el concepto y estructura del sistema electoral, la diferencia entre
principio de representación y principio de decisión, la concreta deno-
minación y caracterización de determinados tipos y subtipos de siste-
mas electorales, criterios de valoración de sistemas electorales y el
permanente énfasis en las condiciones sociopolíticas en las que fun-
cionan los sistemas electorales.

En este sentido, más allá que otros prominentes autores como


Duverger, Rae, Sartori o Lijphart, Nohlen se acercó al objeto de
estudio de manera tal que pudo conocer las características históri-
cas y sociales concretas en las que los sistemas electorales opera-
ban. Con la comparación cualitativa descubrió que, contrario a lo
que teóricamente pudiera suponerse, empíricamente un mismo sis-
tema electoral que tiene determinados efectos en un país concreto,
puede producir efectos incluso contrarios en otro país. Es decir, el
contexto —las características históricas, culturales, sociales, etcé-
tera—, en el cual una institución electoral opera, resulta decisivo
para atribuir tal o cual consecuencia a un sistema electoral. Pero
descubrió asimismo que si bien en los estudios clásicos de los sis-
temas electorales, éstos eran considerados siempre como variable
independiente —como causa— del sistema de partidos políticos,
la realidad empírica mostraba que los partidos políticos, tanto en la
génesis de los sistemas electorales como en su funcionamiento, pa-
saban a ser causa de los sistemas electorales. En su génesis, porque
eran éstos —los partidos—, los que decidían el tipo de sistema
electoral aplicable. En su funcionamiento, porque las característi-
cas del sistema de partidos resultaban decisivas para que un
determinado sistema electoral funcionara de una u otra manera.
Es así que el contexto, la multicausalidad y la causalidad circu-
lar sean aspectos distintivos de la postura científico-metodológica
de Dieter Nohlen. Es así entonces que el concepto contexto sea pa-
ra él fundamental. En diversas obras ha destacado de manera par-
ticular su importancia en el tratamiento de la causalidad en la cien-
cia política y ha sido el aspecto distintivo del título de dos de sus
PRÓLOGO XIII

libros recientes: El contexto hace la diferencia (2003), y El institu-


cionalismo contextualizado (2006a). En este marco, en el presente
libro Nohlen nos presenta diez textos sobre sistemas electorales en
los que se puede apreciar el enfoque contextual que caracteriza su
método de investigación.
En lo que sigue me propongo exponer cómo, si se entiende el
planteamiento de Nohlen sobre los sistemas electorales, se puede
entender con mayor nitidez su enfoque de investigación, y a su
vez, cómo es fundamental tener presente su enfoque para com-
prender con precisión su estudio sobre sistemas electorales.
En el marco de su enfoque contextual, una de las estrategias bá-
sicas para el tratamiento científico de la política es la diferencia-
ción, que es consustancial con la investigación científica misma.
Diferenciar puede hacer la diferencia entre el conocimiento super-
ficial y el conocimiento especializado de un fenómeno. “Saber di-
ferenciar hace la diferencia entre una interesada/un interesado en y
una estudiosa/un estudioso de la política” (Nohlen 2006: XXII).
Como puede observarse, esta primera afirmación implica en sí
misma una diferenciación: la política puede ser objeto de interés u
objeto de estudio, y si es objeto de estudio, éste puede ser científi-
co, lo que significa estudiar relaciones de causa y efecto. Llamar la
atención sobre estas dos premisas, la estrategia de la diferencia-
ción y la prioridad de la causalidad como el criterio científico de
estudio de la política son elementos esenciales en el conjunto de es-
critos que contiene este libro. De estas premisas se derivan dos
afirmaciones que servirán como hilos conductores en el desarrollo
de este prólogo. La primera es que el conjunto de conocimientos
sobre los sistemas electorales está conformado por diversos nive-
les. Diferenciar (distintos niveles de conocimiento) es un aspecto
central en este conjunto de conocimientos. La segunda consiste en
que, si bien todo el cuerpo de conocimientos sobre sistemas electo-
rales es importante, su tratamiento científico tiene como punto
central el estudio de relaciones de causa y efecto.
XIV PRÓLOGO

1. Diferenciación en el conocimiento
de los sistemas electorales

La diferenciación caracteriza cada uno de los textos que contie-


ne el libro, en la medida en que cada texto responde diferentes pre-
guntas sobre los sistemas electorales, pero también porque la dife-
renciación forma parte de la estrategia de argumentación en cada
uno de ellos. Así entonces, los textos que contiene el libro son ya
un parámetro para diferenciar los distintos componentes del cono-
cimiento de los sistemas electorales. A partir de su contenido se
puede responder la pregunta sobre en qué consiste el conocimiento
de los sistemas electorales, es decir: de qué se compone, o dicho
con otras palabras, qué conoce quien sabe de sistemas electorales.
La respuesta debe iniciar necesariamente con la conceptualiza-
ción del sistema electoral que se encuentra en el capítulo primero
“Sistemas electorales: concepto, estructuras, consecuencias”. Se
puede observar que la diferenciación está presente desde la con-
ceptualización misma del sistema electoral porque Nohlen distin-
gue entre un concepto amplio y uno en sentido estricto. El amplio
abarca todo lo relacionado con el proceso electoral, desde el dere-
cho de sufragio, la administración electoral e incluso el contencio-
so electoral. El restringido se refiere únicamente a las reglas a tra-
vés de las cuales los electores pueden expresar sus preferencias
políticas y a través de las cuales es posible convertir votos en esca-
ños parlamentarios o en cargos de gobierno. La razón de esta dife-
renciación es precisamente la relevancia de la causalidad en el
estudio de los sistemas electorales: los sistemas electorales como
causa o como efecto.
En el mismo texto, Nohlen se refiere también a la estructura del
sistema electoral; con ello responde a la pregunta sobre cuáles son
los componentes del sistema electoral. Allí establece que los siste-
mas electorales se componen de elementos técnicos agrupados en
cuatro áreas: la distribución de las circunscripciones electorales, la
forma de la candidatura, la forma de la votación y la transforma-
ción de votos en escaños. En cuanto a esta última, cabe destacar la
PRÓLOGO XV

diferenciación fundamental entre las reglas de decisión mayorita-


ria o proporcional. Si es mayoritaria, entre la mayoría relativa o la
absoluta. Si es proporcional hay que distinguir entre los diferentes
procedimientos para convertir los votos en escaños, entre los que
destacan los procedimientos de divisor y los de cociente. Pero ca-
ben incluso más diferenciaciones, por ejemplo si los escaños se ad-
judican en uno u otro nivel. Por último, Nohlen se refiere también
en este texto a las barreras legales. Sobre la naturaleza de este co-
nocimiento referido a los componentes de los sistemas electorales,
Nohlen destaca una diferenciación entre un conocimiento lógico
abstracto, matemático y otro histórico e histórico comparativo
fundado en la “multifacética experiencia de las estructuras institu-
cionales con las realidades sociopolíticas”.
Para transitar del primero al segundo capítulo hay que pasar de
uno a otro nivel de conocimiento. Hay que cruzar el nivel en que se
encuentran las reglas de decisión, al nivel en que se encuentran los
principios de representación: el principio de mayoría y el principio
de representación proporcional. En el segundo capítulo “Dos prin-
cipios de representación incompatibles”, Nohlen se refiere a la
dificultad de clasificación de sistemas electorales que tienen ele-
mentos tanto de las reglas de decisión de mayoría como de la repre-
sentación proporcional. La diferenciación es también la solución
para solventar este problema. Hay que distinguir entre principios
de representación y reglas de decisión. A nivel de principios de re-
presentación, la mayoría y la representación proporcional son
efectivamente incompatibles porque persiguen distintas finalidades,
pero a nivel de reglas o fórmulas de decisión pueden proporcionar
elementos individuales combinables. Los sistemas electorales se
clasifican y se evalúan de acuerdo con los principios de representa-
ción. Las fórmulas de decisión son secundarias en importancia.
Los principios de representación y las fórmulas de decisión se rela-
cionan unas con las otras como una relación de medios a fines,
donde los medios son las reglas de decisión y los fines los princi-
pios.
XVI PRÓLOGO

Si en el capítulo primero se trataba de un conocimiento por una


parte conceptual y por otra parte técnico al referirse a los compo-
nentes de los sistemas electorales; y en el segundo se trataba de la
interacción entre un conocimiento teórico referido a los principios
de representación, y empírico referido a las reglas concretas de de-
cisión, en el capítulo tercero, “Cambios y opciones de los sistemas
electorales”, se trata de un conocimiento ubicado en un nivel opera-
tivo (en la terminología que utiliza el propio Nohlen en el capítulo
séptimo de este libro). Este conocimiento se refiere a la consultoría
política, a las opciones de reforma y a las reformas institucionales
de los sistemas electorales propiamente dichas. En este escrito
Nohlen concluye que la empiria muestra en general estabilidad en
los sistemas electorales, es decir, son poco frecuentes los cambios
de un principio de representación a otro. Que en todo caso las re-
formas fundamentales se llevaron a cabo en una época anterior,
que los sistemas electorales se han desarrollado histórica y no arti-
ficialmente, y por último, que los sistemas electorales son el resul-
tado de compromisos entre fuerzas políticas opuestas en cierto
momento, por lo que el margen de reforma es entonces limitado.
El cuarto capítulo se ubica también en un nivel teórico en la me-
dida en que se cuestiona si la generalización de los efectos que se
adjudican a los sistemas electorales sobre los sistemas de partidos
políticos y su expresión en forma de juicios pueden o no tener el
carácter de leyes, es decir, ser válidas independientemente de
tiempo y lugar, en todo caso, o con las propias excepciones expre-
sadas en la afirmación correspondiente. En ese texto denominado
“Duverger, Rae, Sartori y los efectos nomológicos de los sistemas
electorales”, en referencia a los autores que han propuesto este tipo
de leyes, Nohlen cuestiona que se pueda otorgar válidamente efec-
to nomológico a los efectos adjudicados a los sistemas electorales,
y lo hace con una sólida y nítida argumentación en la que la dife-
renciación juega un papel fundamental. Expresamente señala que
“las tesis que sostienen que los sistemas electorales tienen efectos
con carácter de ley sobre los sistemas de partidos no pueden soste-
nerse ante un examen teórico diferenciado ni una comprobación
PRÓLOGO XVII

empírica”. Su argumentación es en un sentido lógica y en otro sen-


tido empírica.
El capítulo quinto —“Sistema electoral y contexto”— es cen-
tral en relación al estudio científico-causal de los sistemas electo-
rales y en particular al tema específico de este libro. Se trata en él
de un conocimiento de causalidad con un sustento empírico. Hay
que destacar por ahora tres elementos que se retomarán más ade-
lante: el concepto alemán Wirkungszusammenhang, traducible como
complejo de causalidades; el contexto como parte integrante de un
complejo causal y una enumeración concreta de factores contex-
tuales.
Lo esencial del capítulo sexto “El estado de la investigación so-
bre sistemas electorales”, es la diferenciación de tres enfoques de
investigación: el normativo, el empírico estadístico y el históri-
co-empírico. En este capítulo la estrategia de la diferenciación es
evidente. Un párrafo resulta revelador de la importancia que tiene
para Nohlen esta estrategia cognoscitivo-argumentativa. Al refe-
rirse a los tres enfoques distintos, Nohlen señala:

Primero distinguiré tres enfoques presentes en la investigación sobre


sistemas electorales. La distinción es útil para comprender mejor las
diferencias entre los investigadores individuales y entre distintos re-
sultados investigativos. Esta distinción es de gran importancia para el
análisis, la comparación y la valoración de los sistemas electorales, así
como especialmente también para la asesoría política. La distinción se
basa en dos criterios: normativo versus empírico y estadístico versus
histórico. Desde una perspectiva teórico-científica, la primera distin-
ción podría describirse en términos de procedimientos deductivos e
inductivos; la segunda, en términos de métodos estadísticos y compa-
rativos.

Relevante es destacar aquí, como es ya conocido, que Nohlen


representa el enfoque histórico-empírico que se centra en el estu-
dio de sistemas electorales concretos para lo que es indispensable
analizar el contexto sociopolítico en el cual funcionan. Tiene un
carácter descriptivo-individualizante, pero también comparativo,
XVIII PRÓLOGO

aunque la comparación en que se basa es cualitativa. Los re-


sultados a los que llega tienen el carácter de generalizaciones de
alcance medio con una estrecha conexión espacio-temporal. Su te-
leología es abierta e histórica, su concepto de causalidad es multi-
dimensional, complejo y combinatorio. Su grado de abstracción
medio bajo, su validez externa alta y su potencial sociotecnológico
alto.
El siguiente capítulo, “La trilogía: sistema de gobierno, sistema
electoral y sistema de partidos”, es un texto ya clásico. Para los
efectos de este prólogo es fundamental porque sustenta precisa-
mente la existencia de diferentes niveles de reflexión: el normati-
vo, el analítico y el operativo, que sin duda tienen su fundamento
en un procedimiento de diferenciación lógica. El nivel normativo
se ubica en el nivel de los grandes debates sobre instituciones polí-
ticas orientados por la filosofía política en la búsqueda de un mo-
delo ideal. El nivel analítico se orienta en la historia y en la empi-
ria. Es el nivel en el que se encuentra el enfoque histórico
empírico. Para él no existen modelos ideales o mejores sistemas,
sino que las variantes concretas de los modelos son las que en de-
terminadas circunstancias han sido exitosas. En otro nivel de dis-
cusión se encuentra el nivel operativo. Éste se constituye en el
vínculo entre la ciencia política y la política. Se trata de la apli-
cación práctica de las opciones teóricas provenientes de la inves-
tigación científica, y aquí hay que señalar que con una lógica basa-
da en el nivel normativo, el traslado de la opción teórica al nivel
operativo sería ilimitado, lo que contradice la lógica del nivel ana-
lítico, para el que ese traslado es limitado. Es decir: la empiria
muestra que las opciones de reforma institucional son limitadas
por el contexto histórico y por los factores de poder vigentes en el
lugar concreto en el que dichas opciones se quieren implementar.
La octava contribución “Criterios básicos para emprender una
reforma electoral”, se encuentra también en un nivel operativo en
el sentido en que lo define el texto inmediatamente anterior, aun-
que vinculado igualmente a los resultados de las investigaciones
empíricas realizadas por Nohlen, es decir, se vincula el nivel analí-
PRÓLOGO XIX

tico con el nivel operativo. En este texto se puede apreciar cómo la


diferenciación es asimismo determinante al momento de la consul-
toría política en un país concreto. Así, Nohlen señala: “la necesi-
dad de diferenciación se refiere también al diagnóstico de la realidad
nacional”.
La novena contribución, “Diseño institucional y evaluación de
los sistemas electorales”, se ubica también en un nivel operativo
como vínculo entre la ciencia política y la política. Destaca dos po-
siciones básicas con respecto al diseño institucional (los enfoques
normativo abstracto e histórico-empírico), y se refiere a las funcio-
nes que cumplen los sistemas electorales que son a su vez criterios
para evaluarlos. Esas funciones son: representación, concentra-
ción o efectividad, participación, simplicidad (o transparencia) y
legitimidad.
Finalmente en el capítulo décimo, “Tendencias internacionales
en el desarrollo de los sistemas electorales”, se trata de un conoci-
miento en parte teórico, porque presenta una clasificación de los
sistemas electorales; en parte empírico, porque describe los siste-
mas electorales concretos existentes en el mundo.
Como puede observarse, en cada uno de los escritos se trata de
distintos elementos del conocimiento de los sistemas electorales,
que se ubican en diferentes niveles y que se vinculan entre sí. Un
conocimiento técnico que indica de cuáles elementos se componen
los sistemas electorales, es decir, un conocimiento estático, perma-
nente, porque los sistemas electorales se compondrán siempre del
mismo caudal de elementos técnicos. Lo que varía es la forma en
que esos elementos se configuran, combinan e integran en cada ca-
so concreto. Esa variación corresponde a un conocimiento empíri-
co, que sería entonces dinámico, porque varía conforme al caso
concreto, pero también cuando se llevan a cabo reformas en un sis-
tema electoral. Vendría luego el paso a otro nivel de discusión. De
una descripción de los sistemas electorales se pasa a su estudio en
tanto factores causales o factores causados, como variable inde-
pendiente o dependiente. Éste sería un conocimiento empírico, pe-
ro con una naturaleza distinta al mero conocimiento técnico. De
XX PRÓLOGO

los resultados del estudio sobre la causalidad de los sistemas elec-


torales seguiría entonces la posibilidad de generalizaciones. De
discutir la posibilidad de afirmar que el resultado válido para un
caso, sería válido también para los demás. Ese sería un conoci-
miento de naturaleza teórica. Y finalmente, la relación del conoci-
miento técnico, tanto estático como dinámico, del conocimiento
empírico y del teórico, propios de la ciencia política, con la políti-
ca: el vínculo operativo útil para la asesoría política y para las
reformas institucionales concretas. Esos serían entonces los distin-
tos niveles de conocimiento de los sistemas electorales.

2. Relaciones de causa y efecto: el contexto


como parte integrante de un complejo causal

Como se señaló al principio de este prólogo, si bien todo el


cuerpo de conocimientos sobre sistemas electorales es importante,
para Dieter Nohlen el tratamiento científico de los sistemas electo-
rales tiene como punto central el estudio de relaciones de causa y
efecto. En esa relación de causalidad, el contexto tiene una impor-
tancia determinante.
En lo esencial, la investigación empírica de Dieter Nohlen
muestra que un mismo sistema electoral no funciona de la misma
manera o no produce los mismos efectos en diferente lugar o tiem-
po. Es decir, las variables de contexto existentes en los diferentes
lugares o épocas hacen la diferencia en la relación causal en la que
los sistemas electorales son considerados variables independientes
y los sistemas de partidos como variables dependientes. Para Noh-
len, existe una multicausalidad en la que participan la variable
considerada independiente (sistema electoral) y las variables inter-
vinientes (factores contextuales). En el capítulo quinto “Sistemas
electorales y contexto”, Nohlen se refiere específicamente a los si-
guientes factores contextuales: la estructura social; la cantidad de
líneas de conflicto y su profundidad; el grado de fragmentación del
sistema de partidos; el grado de institucionalización del sistema de
PRÓLOGO XXI

partidos; el modelo de interacción entre los partidos; la dispersión


regional de los votantes y el comportamiento del electorado.
Pero existe además una causalidad circular en la medida en que
los partidos políticos (considerados como parte de la variable de-
pendiente) son precisamente los que deciden sobre el sistema elec-
toral y sus reformas, y por otra, porque el grado de institucionali-
zación del sistema de partidos (considerado variable dependiente y
cuyas características serían consideradas también parte del contex-
to) tiene influencia en la forma en que afecta el sistema electoral al
sistema de partidos, o sea que afecta el funcionamiento y condi-
ciona los efectos que se atribuyen a la variable considerada inde-
pendiente. Por esta razón, el contexto hace la diferencia en esa re-
lación de causalidad entre sistema electoral y sistema de partidos
políticos.
A lo anterior se puede relacionar la referencia de Nohlen al con-
cepto alemán Wirkungszusammenhang, que no tiene una traduc-
ción literal en español, pero que puede traducirse como complejo
de causalidades. Esto significa que existen dos o más causas que
actúan conjuntamente y que producen efectos conjuntos. A mi
entender, este concepto es fundamental para comprender la im-
portancia del contexto en las relaciones de causalidad. El sistema
electoral como variable independiente y los factores contextuales
integran un complejo causal, es decir, un conjunto de causas que
actúan conjuntamente. En este sentido, el contexto es copartícipe
causal, siempre está presente y condiciona al sistema electoral
—variable independiente— para que produzca tal o cual efecto.
La dificultad que esto conlleva es que es difícil deslindar absoluta-
mente los efectos provenientes de uno u otro factor, del sistema
electoral o del contexto. Es difícil distinguir de cuál de los factores
integrantes de ese complejo causal es efecto tal o cual fenómeno
causado.
De las explicaciones anteriores se puede desprender la existen-
cia del contexto en tres dimensiones distintas. La primera, en el di-
seño de la investigación, la segunda, en el encuentro entre el dise-
ño de la investigación y el resultado empírico, y la tercera, en el
XXII PRÓLOGO

vínculo entre el resultado empírico y la política, es decir, en el ni-


vel operativo. Mientras que el diseño de la investigación requiere
aislar variables para simplificar la compleja realidad en que se en-
cuentra el objeto de estudio, y por esa razón separa y designa artifi-
cialmente variables independientes, dependientes, intervinientes y
contextuales, el encuentro con el resultado empírico muestra una
yuxtaposición entre las categorías designadas en el diseño investi-
gativo y las categorías que imponen los resultados de la investiga-
ción, que en cierto sentido, exceden la simplificación producto del
diseño investigativo.
Así, mientras que para efectos del diseño de investigación el sis-
tema electoral es considerado variable independiente y el sistema
de partidos como dependiente, y los factores contextuales son con-
siderados sólo indirectamente; en el nivel de los resultados de la
investigación, la variable independiente puede pasar a ser depen-
diente y viceversa, y los factores contextuales pueden resultar el
factor decisivo de la relación causal. Por esta razón, Nohlen recha-
za los planteamientos monocausales y la causalidad lineal, y se
inclina por la multicausalidad y la causalidad circular.
Por otra parte, en el vínculo entre el resultado empírico con la
política, el contexto adquiere gran relevancia porque relativiza
la importancia de reformas institucionales. Si el mismo sistema
electoral funciona de manera distinta en distintos lugares bajo di-
ferentes circunstancias, debido a la relevancia de la diferencia con-
textual, entonces una reforma institucional —sólo un componente
del complejo causal— proporcionará sólo una parte de los efectos
buscados; el resto provendrá del otro componente de ese complejo
—los factores contextuales—, que evidentemente no pueden ser
modificados mediante una reforma institucional. En este sentido,
en momentos en los que se discuten no sólo reformas al sistema
electoral, sino también reformas institucionales más amplias —las
llamadas reformas del Estado— el planteamiento de Nohlen tiene
una relevancia fundamental. Las discusiones académicas y políti-
cas sobre reformas institucionales son por supuesto válidas y rele-
PRÓLOGO XXIII

vantes, sin embargo, debe relativizarse el resultado que se pueda


esperar de ellas.
Para retomar los hilos conductores de este prólogo y concluirlo,
hay que introducir un nuevo elemento. Dieter Nohlen plantea que
es esencial la diferenciación, al igual que lo es la integración (Noh-
len 2006: XXIV). Integrar sin dejar de diferenciar el conocimiento
derivado de los sistemas electorales, en lo que es aplicable a otras
instituciones. Así, sería muy deseable que todo el bagage de cono-
cimiento sobre la causalidad, resultado de la más completa investi-
gación empírica sobre los sistemas electorales, fuera aprovechada
en esas discusiones sobre reformas institucionales y reformas del
Estado. Un conocimiento diferenciado e integrador que prioriza el
aspecto científico, pero que reconoce la necesidad de tender un
vínculo entre la ciencia y la política, entre el conocimiento científi-
co y el conocimiento operativo.

José REYNOSO NÚÑEZ*

* Candidato a doctor en ciencia política por la Universidad de Heidelberg,


Alemania.
INTRODUCCIÓN

El tratamiento científico de los sistemas electorales tiene una larga


historia. Se remonta a la ilustración francesa, en cuyo curso se in-
ventaron sistemas matemáticos para mejorar los resultados electo-
rales establecidos de acuerdo a la mayoría simple. El propósito era
de que ellos correspondieran mejor al veritable voex de la nacion,
a la verdadera voluntad del electorado. Estos esfuerzos intelectua-
les desembocaron finalmente, en el último tercio del siglo XIX, en
sistemas practicables para aplicar la representación proporcional.
En efecto, alrededor del cambio de siglo se introdujeron los prime-
ros sistemas proporcionales. Con esto, el debate teórico sobre las
virtudes y desventajas de la representación por mayoría y de la re-
presentación proporcional, que anteriormente había alcanzado su
primer punto culminante en la controversia entre John Stuart Mill
y Walter Bagehot, recibió su fundamento empírico: la opción re-
sultó ser real y necesaria para que el legislador nacional la tomara.
En la época posterior a la primera guerra mundial, en el contexto
de la ampliación del sufragio hasta incluir a todo el mundo mascu-
lino con mayoría de edad, casi todos los Estados nacionales de Eu-
ropa continental introdujeron sistemas de representación propor-
cional, transformándose así el conjunto de países en un campo de
experimentación múltiple. Las experiencias, sin embargo, eran
más que ambivalentes, muy marcadas por los derrumbes de las de-
mocracias de aquel entonces. Este hecho fue interpretado por mu-
chos académicos como efecto mismo de la representación propor-
cional, hipótesis que por supuesto nutría de nuevo la controversia
entre representación por mayoría y representación proporcional
que se desarrolló antes y sobre todo en las postrimerías de la se-
gunda guerra mundial. Desde entonces, los sistemas electorales
ocupan un lugar privilegiado en una de las subdisciplinas de la

1
2 INTRODUCCIÓN

ciencia política, el gobierno comparado. En términos generales, se


debate la importancia de las instituciones en el proceso de toma de
decisiones políticas frente a otros factores como son la estructura
social o la cultura política. En términos específicos se trata de de-
terminar los efectos de los sistemas electorales sobre el sistema de
partidos políticos y fenómenos de alguna manera dependientes
de este efecto, como son la estabilidad de la democracia y su es-
tructura funcional. En términos metodológicos, finalmente, se tra-
ta de establecer analíticamente el tipo de relación causal entre una
variable supuestamente independiente y efectos conocidos, consi-
derando que la estructura del factor independiente se puede cam-
biar en función de efectos deseados.
En el presente libro se reúnen textos que cubren casi 40 años de
estudio del objeto en este planteamiento tridimensional. Empecé a
dedicarme a los sistemas electorales en 1962 en el marco de un se-
minario ofrecido por Bernhard Vogel sobre el “Derecho Electoral
en Europa”, en el recién creado Instituto de Ciencia Política de la
Universidad de Heidelberg. El objetivo era actualizar el famoso
estudio de dos tomos del jurista austriaco Karl Braunias Das eu-
ropäische Wahlrecht, publicado en 1932 y 1933. Me comprometí
a escribir las contribuciones sobre España y Portugal, proyecto
que finalizó en 1969 con la publicación de Die Wahl der Parla-
mente und anderer Staatsorgane, Europa, Band I, dos semitomos,
editado por Dolf Sternberger y Bernhard Vogel, de Gruyter Verlag,
Berlín-Nueva York. En el transcurso del proyecto, y en función de
completar la compilación, yo iba a estudiar otros países europeos,
Francia, Italia, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Holanda, entre
otros. Así, inductivamente, se formó la base para poder encarar la
materia en su dimensión teórica y cognoscitiva, lo que se expresó
ya en la introducción misma de la compilación. Y de verdad, más
allá de las descripciones país por país, documentando el desarrollo
del derecho electoral y analizando los efectos políticos generados
por los cambios en la materia, me interesaban ya las cuestiones
más profundas del campo de investigación, por ejemplo su orden
sistemático-conceptual, la cuestión de la causalidad, la problemá-
INTRODUCCIÓN 3

tica de las posiciones axiológicas, y por supuesto la importancia


del contexto en el análisis institucional.
Me importa recordar estos inicios de mi carrera académica,
pues con la distancia de hoy puedo reconocer que en términos me-
todológicos mi primer paso en la investigación en ciencias sociales
se ha constituido como determinante para todo mi trabajo científi-
co posterior: la inducción, el enfoque histórico, el método compa-
rativo, la orientación conceptual, tipológica y contextual del análi-
sis. Y estas características de mi trabajo investigativo me llevaron
a comprender el objeto de estudio de manera diferente que mis es-
timados maestros en mi propia universidad y a interesantes contro-
versias con prestigiosos colegas de la ciencia política contemporá-
nea. De las investigaciones inductivas emanaba por ejemplo la
comprensión de la representación por mayoría y la representación
proporcional como principios de representación, aunque reconoz-
co francamente que no fui yo el primero en destacar como impres-
cindible esa forma de entender tales principios. Añadí, sin embar-
go, que conviene diferenciar entre principios de representación y
reglas decisorias, y que representación por mayoría y representa-
ción proporcional se podrían entender como principios de repre-
sentación o como reglas decisorias a la vez. Señalé el error en la li-
teratura (incluso de la especializada) de definir la representación
por mayoría como regla decisoria y la representación proporcional
como principio de representación, de modo que mi primera pro-
puesta era la de respetar la simetría de la definición y la segunda de
percibir a los sistemas electorales llamados “mixtos”, mejor dicho
combinados, como combinaciones de un principio de representa-
ción con una regla decisoria opuesta. Esta conceptualización faci-
litó echar luz sobre la famosa categoría residual de los sistemas
electorales, los “mixtos”. En relación con las tesis causales sobre
los efectos de los sistemas electorales, hoy en día no es nada llama-
tivo cuando se enfatiza que el sistema electoral es sólo una variable
que tiene incidencia en el desarrollo político de un país. En pers-
pectiva histórica, sin embargo, esta tesis tenía que imponerse fren-
te a planteamientos que precisamente vinculaban de manera causal
4 INTRODUCCIÓN

el desenlace infeliz de las democracias europeas de entre las gue-


rras mundiales con la representación proporcional. Y fue en esta
cuestión que tenía que desarrollar mi propia postura de neutralidad
axiológica frente a los principios de representación, en contra de la
enseñanza de Dolf Sternberger quien desde su cátedra de Heidel-
berg criticaba duramente a la representación proporcional, incluida
la versión alemana de representación proporcional personalizada
con barrera legal, y luchaba en aquel entonces por la introducción
del sistema de pluralidad en Alemania Federal. Posteriormente
aprendí mucho en los debates sobre reforma electoral en un sinnú-
mero de países que me habían invitado para exponer mis experien-
cias y sugerencias, involucrándome en sus propios debates. En re-
sumen, a través de esta interacción se fortaleció mi postura de que
no hay ningún sistema ideal o teóricamente superior —de acuerdo
al discurso deportivo— que pueda pasar sin más el test de la com-
probación histórico-empírica. O dicho de otra manera: el contexto
hace la diferencia, primero con respecto a la opción, porque los le-
gisladores según lugar y tiempo profesan ideas propias e intereses
específicos, y segundo que los factores históricos, o sea socioes-
tructurales y culturales, inciden en los efectos de los sistemas elec-
torales, lo que por su parte influye en la cuestión de la opción. El
mejor sistema es el que se adapta mejor a estas circunstancias cam-
biantes. Además, el aprendizaje en el campo mismo de la política
institucional me hizo proponer la sustitución de la perspectiva aná-
litica, centrada en determinados sistemas electorales y sus trans-
plantes de un país a otro, por la sistémica de determinadas funcio-
nes que los sistemas electorales tienen que cumplir de acuerdo a
lugar y tiempo. Tomando en cuenta las estructuras de contexto que
juegan un rol decisivo en el orden de preferencias que se establece
respeto a las funciones, es con relación a la capacidad del sistema
diseñado de cumplir con estas funciones empíricamente bien, que
se precisa cuál es el sistema más funcional para el país en cuestión.
Pienso que este planteamiento —por cierto más complicado que el
argumento normativo y lineal, y por lo demás dirigido contra el pe-
ligro de las certezas fáciles pero infundadas— es el más adecuado
INTRODUCCIÓN 5

para que un país encuentre por acuerdo de sus fuerzas vivas su sis-
tema electoral.
Los textos reunidos en esta antología son una selección de lo
que he publicado con relación a la temática. Se han escogido con-
tribuciones de interés general, dejando de lado estudios centrados
en cuestiones más pormenorizadas o en países individuales. En su
mayoría, los textos corresponden a conferencias que he dictado en
América Latina, debidamente preparadas para su posterior publi-
cación. Este hecho explica por un lado la renuncia a un aparato
científico más elaborado, y por el otro una cierta redundancia que
se aprecia si el interesado en la materia lee el libro de manera conti-
nua desde la primera hasta la última página. Los textos, sin embar-
go, son inteligibles en sí mismos y pueden ser leídos según las
preferencias subtemáticas del propio lector.
No quiero terminar mis palabras introductorias sin agradecer
cordialmente a José Reynoso Núñez por su excelente labor de edi-
ción de esta antología. Su prólogo refleja su alta sensibilidad y
simpatía por mi pensamiento epistemológico más allá de los siste-
mas electorales, hecho que me complace mucho.
CAPÍTULO PRIMERO
SISTEMAS ELECTORALES: CONCEPTO, ESTRUCTURAS,
CONSECUENCIAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

I. Definición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
II. La distribución de las circunscripciones electorales 9
III. Formas de candidatura y votación . . . . . . . . . 10
IV. La conversión de votos en escaños . . . . . . . . . 13

VII
CAPÍTULO PRIMERO

SISTEMAS ELECTORALES: CONCEPTO,


ESTRUCTURAS, CONSECUENCIAS1

El primer texto es introductorio en el sentido de presentar el con-


cepto y especialmente la estructura interna del objeto de estudio. Se
trata de los elementos particulares que en una u otra composición
constituyen un sistema electoral. Me imagino que muchos interesa-
dos en la materia manejan esta información básica. Sin embargo,
para los que inician sus estudios con la lectura de este libro, este
capítulo sirve para una primera orientación a nivel sistemático. Por
otra parte, la lectura de los demás textos presupone de alguna ma-
nera el conocimiento de los elementos técnicos de composición de
los sistemas electorales.

I. DEFINICIÓN

Para tratar científicamente a los sistemas electorales, es decir


como variable dentro de un planteamiento causal, es imprescindi-
ble tener bien clara su definición. En términos generales, los siste-
mas electorales pueden concebirse en un sentido restringido y en
un sentido amplio. En el debate político sobre sistemas electorales
—especialmente en aquellos países que no cuentan con una gran
1 Versión reducida, revisada y reformulada del capítulo 5, “Elementos con-
figuradores de los sistemas electorales”, de mi libro Sistemas electorales del
mundo, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1981, pp. 106-141. Esta
versión fue publicada como capítulo I.3, “La estructura y los elementos particu-
lares de los sistemas electorales y sus consecuencias”, en Nohlen, Dieter, Siste-
mas electorales y reforma electoral. Una introducción, Lima, IDEA- Transpa-
rencia, 2004, pp. 18-27.

7
8 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

experiencia electoral— se tiende a expandir el concepto en extre-


mo, hasta abarcar todo lo relacionado con el proceso electoral, par-
tiendo del derecho de sufragio, pasando por la administración
electoral hasta llegar al contencioso electoral. En la literatura sobre
la promoción de la democracia, también se observa un uso más ge-
neralizado del concepto. Por razones analíticas, preferimos, sin
embargo, una definición restringida que nos permite —hacia fue-
ra— la necesaria diferenciación entre los diversos fenómenos
electorales y la adecuada precisión de las variables institucionales
en esta relación supuestamente causal que nos interesa.
Según esta definición restringida, los sistemas electorales deter-
minan las reglas a través de las cuales los electores pueden expre-
sar sus preferencias políticas y a través de las cuales es posible
convertir votos en escaños parlamentarios (en caso de elecciones
parlamentarias) o en cargos de gobierno (en caso de elecciones pa-
ra presidente, gobernador, alcalde, etcétera). Este concepto res-
tringido se presenta como más ventajoso, tanto en lo que se refiere
al estudio de las consecuencias políticas del fenómeno institucio-
nal como en cuanto al debate político sobre opciones al respecto.
En cuanto a la estructura de los sistemas electorales, es conve-
niente señalar que existe un alto consenso entre los especialistas
con relación a la diferenciación de los elementos individuales e in-
cluso a sus consecuencias teóricas, es decir, si no se toman en
cuenta factores contingentes. La querella se ubica en otro nivel de
la materia, por ejemplo a nivel de los principios de representación
(véase el segundo texto de este libro) y a nivel de los efectos de los
diferentes tipos de sistemas electorales (de lo que tratan las demás
contribuciones a este libro).
Nadie ignora que los sistemas electorales son estructuras com-
plejas. Se componen —hacia adentro— de diferentes elementos
técnicos que pueden agruparse en cuatro áreas: la distribución de
las circunscripciones electorales, la forma de la candidatura y la
votación, además de la transformación de votos en escaños. Cada
uno de los distintos elementos en particular ejerce efectos muy di-
ferentes en el conjunto del sistema electoral y en el resultado de
CONCEPTO, ESTRUCTURAS, CONSECUENCIAS 9

una elección. Los efectos políticos de un sistema electoral en su


conjunto dependen de la combinación de los distintos elementos
particulares, los cuales pueden ser reforzados, eliminados o neu-
tralizados a través de su combinación. A continuación nos ocupa-
remos de los efectos de los elementos particulares, siempre bajo
las condiciones de la cláusula ceteris paribus.

II. LA DISTRIBUCIÓN DE LAS CIRCUNSCRIPCIONES


ELECTORALES

La distribución de las circunscripciones electorales se refiere al


proceso de determinación del número y tamaño de las circunscrip-
ciones electorales. El tamaño de la circunscripción electoral no
alude por lo tanto a su extensión territorial, sino al número de esca-
ños que se adjudican en la circunscripción. La distinción básica ra-
dica aquí entre las circunscripciones uninominales (single-mem-
ber districts) y las plurinominales (multi-member district). Las
últimas pueden diferenciarse a su vez en circunscripciones pluri-
nominales pequeñas (de dos a cinco escaños), medianas (de seis a
diez) y grandes (por encima de diez).
El tamaño de la circunscripción es de gran importancia para los
efectos del sistema electoral; primero, para la relación entre votos
y escaños y, segundo, para las oportunidades electorales de los
partidos políticos. Si se observa el tamaño de las circunscripciones
en sí, es válida la siguiente regla (utilizando la regla de decisión
proporcional): cuanto más pequeña la circunscripción electoral,
menor el efecto proporcional del sistema electoral —y general-
mente también las oportunidades de que partidos pequeños acce-
dan al Parlamento—. Esta regla se apoya exclusivamente en la ma-
temática: el porcentaje de votos que necesita un partido para
obtener un escaño es matemáticamente tanto mayor cuanto menor
sea el número de escaños que se adjudique en la circunscripción.
Esta simple regla tiene empero una gran importancia política. Me-
diante el tamaño de la circunscripción puede ejercerse influencia
10 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

sobre la representación política, la estructura del sistema de parti-


dos y las relaciones de poder. Por este motivo, la distribución de
las circunscripciones electorales suele ser el origen de debates po-
líticos. El gerrymandering, es decir, el intento de alterar las opor-
tunidades electorales de los candidatos a través de la delimitación
de las circunscripciones de acuerdo a criterios políticos, demuestra
que la distribución de las circunscripciones puede ser objeto de
manipulaciones.
Además, el tamaño de las circunscripciones influye también la
relación entre elector y elegido. Se puede suponer que en una cir-
cunscripción uninominal es más factible la formación de una rela-
ción entre elector y candidato o diputado basada en el conocimien-
to del candidato, la confianza y la responsabilidad que en una
circunscripción plurinominal. Mientras en las circunscripciones
plurinominales el elector otorga su voto por lo general a una lista
de partido, en las circunscripciones uninominales elige entre can-
didatos individuales (que normalmente representan a la lista de un
determinado partido). Sin embargo, se pasa por alto a menudo que
también en circunscripciones plurinominales existe la posibilidad
de instrumentar formas de candidatura y votación que le permiten
al votante hacer una selección precisa en términos personales.

III. FORMAS DE CANDIDATURA Y VOTACIÓN

En el caso de la candidatura, la distinción básica es entre la can-


didatura individual y la lista. Respecto a la lista se puede diferen-
ciar tres formas distintas:

1. La lista bloqueada le permite al votante dar su voto a una lista


en bloque. El elector tiene que ceñirse al orden de aparición
de los candidatos en la lista, tal y como fue dispuesto por los
gremios partidarios; no puede alterarlo.
2. La lista cerrada y no bloqueada brinda al elector la oportuni-
dad de alterar la disposición de los candidatos en la lista del
CONCEPTO, ESTRUCTURAS, CONSECUENCIAS 11

partido, dejando en sus manos la decisión de quién debe re-


presentar al partido. Los gremios partidarios sólo preestruc-
turan dicha decisión.
3. La lista abierta (es decir, no cerrada y no bloqueada) le ofrece
al elector la oportunidad de ir más allá de los límites partida-
rios y elegir candidatos de listas diferentes, conformando así
su propia lista. Las listas de los partidos sólo constituyen
aquí una propuesta.

La forma de votación está relacionada estrechamente con la for-


ma de la candidatura. Consecuentemente, la distinción básica con-
siste en el voto por un candidato individual y el voto por una lista
de partido. En el caso de la lista cerrada y bloqueada, el elector dis-
pone únicamente de un voto mediante el cual elige una lista en su
conjunto. En el caso de las otras formas de lista, el elector tiene va-
rios votos mediante los cuales expresa sus preferencias por un can-
didato: en el caso de la lista cerrada y no bloqueada, tiene por lo
menos dos votos (uno para la lista y otro para el candidato) o tantos
votos como diputados a elegir en la circunscripción. En algunos
casos, puede dar incluso varios votos a un mismo candidato (acu-
mulación). En el caso de la lista abierta puede confeccionar “su”
propia lista a partir de las propuestas de los partidos (panachage).
Formas especiales de votación son la votación limitada a un núme-
ro variable de votos, en la que el elector tiene menos votos que los
cargos que se elige en la circunscripción, así como la votación al-
ternativa en la cual el elector puede manifestar segundas, terceras,
cuartas y sucesivas preferencias.
Las formas de candidatura y de votación tienen una gran impor-
tancia, especialmente en tres sentidos:

1. Para la relación entre elector y candidato/diputado. Es obvio


que en el caso de candidaturas individuales la persona juega
un papel importante, aun cuando en sistemas de partidos bien
estructurados el candidato sea mucho menos determinante
que el partido al que representa en el voto. Pero desde que es-
12 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

ta relación ganara importancia en las concepciones de la re-


presentación política (como consecuencia de la crítica a las
anónimas listas cerradas y bloqueadas en sistemas electora-
les proporcionales), se han tornado más atractivos los siste-
mas electorales en los que la candidatura individual se com-
bina con la representación proporcional como principio de
representación. Así, la circunscripción uninominal se intro-
dujo en sistemas de representación proporcional, eliminando
el efecto que ésta tiene en los sistemas electorales mayorita-
rios, esto es, producir una desproporción entre votos y esca-
ños a favor del partido más fuerte. Sólo permanece el efecto
de una relación estrecha entre electores y elegidos.
2. Para la relación entre los candidatos/diputados y su respecti-
vo partido. Las distintas formas de candidatura y votación le
permiten al elector ejercer una mayor o menor influencia so-
bre la selección de candidatos dentro del partido. Las candi-
daturas individuales fomentan en cierta forma la indepen-
dencia del candidato frente al partido. En el caso de las listas
de partidos, según sea su forma, puede fortalecerse (lista ce-
rrada y bloqueada) o debilitarse (lista cerrada y no bloqueada,
lista abierta) la dependencia del candidato frente a su partido.
En el caso de las listas cerradas y bloqueadas, el candidato
está atado a la nominación del partido; pero no así en el caso
de las listas cerradas y no bloqueadas y de las listas abiertas,
como hemos apuntado anteriormente.
3. En cuanto a la posibilidad de los partidos de planear la com-
posición de los grupos políticos en el Parlamento. Sobre todo
con listas cerradas y bloqueadas, los partidos pueden nomi-
nar por ejemplo a especialistas, mujeres o representantes de
determinados grupos sociales en lugares “seguros” en la lis-
ta. Esta estructuración de la representación política según
criterios sociales y/o funcionales es más difícil en el caso de
candidaturas individuales y otras formas de listas.
CONCEPTO, ESTRUCTURAS, CONSECUENCIAS 13

Las distintas formas de candidatura y votación pueden ser em-


pleadas para mejorar la representación política. Si se critica por
ejemplo la debilidad de los partidos y la frecuente excesiva inde-
pendencia de los diputados bajo el sistema de mayoría relativa en
circunscripciones uninominales, entonces parece recomendable
pensar en la introducción de la elección por lista y en particular la
lista cerrada y bloqueada. En otros países, se critica, por el contra-
rio, la partidocracia, la frecuente gran concentración de poder de
los partidos y en los partidos a menudo como probable efecto de la
lista cerrada y bloqueada. En este caso, es recomendable encarar
una reforma en dirección a introducir las circunscripciones unino-
minales o listas no bloqueadas. Sin embargo, es posible contrarres-
tar las falencias señaladas en la representación política con la ayuda
de los sistemas electorales. Vale recordar aquí nuestra adverten-
cia de no alentar expectativas de tipo maximalista, como si fuera
posible superar todos los déficits de la representación política criti-
cados, mediante los medios de la sistemática electoral, indepen-
dientemente de las circunstancias reinantes.
Con respecto a las relaciones de fuerza de los partidos, las for-
mas de candidatura y votación son menos importantes. Las venta-
jas y desventajas de las diferentes formas se reparten en principio
de manera igual entre los partidos, sin importar su tamaño. Al me-
nos, es posible realizar las reformas de tal forma que se comporten
de manera neutral con respecto a la competencia de los partidos
por el poder.

IV. LA CONVERSIÓN DE VOTOS EN ESCAÑOS

En lo referido a la conversión de votos en escaños es de impor-


tancia, en primer lugar, la fórmula o regla de decisión, es decir, el
método según el cual se decide quiénes son los vencedores y los
vencidos en una elección. Respecto a la fórmula de decisión, hay
que distinguir entre la fórmula mayoritaria (majority formula) y la
proporcional (proportional formula).
14 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

En el caso de la fórmula mayoritaria, la adjudicación de los es-


caños depende de que un candidato pueda reunir la mayoría exigi-
da —relativa o absoluta— de los votos. De acuerdo con esta fórmula,
sólo se toma en cuenta en la adjudicación de los escaños a los ven-
cedores en las circunscripciones respectivas. Se considera una
ventaja de la fórmula mayoritaria como fórmula de decisión el he-
cho de que el elector enfrenta una decisión clara y está en condi-
ciones de comprender qué sucede con su voto. Esto es así debido a
que, según la fórmula mayoritaria, los votos depositados a favor de
un candidato conducen al éxito, mientras que los votos para el per-
dedor simplemente se pierden. Esto puede no obstante tener como
consecuencia que en las circunscripciones, en las que un partido es
decididamente dominante, la utilización de la fórmula mayoritaria
lleve a que la oposición política se vea desalentada —completa-
mente o al menos en parte— a presentar candidatos. En el caso de
los baluartes partidarios se presenta, por lo tanto, el peligro de un
achatamiento del paisaje partidario y de una disminución de la par-
ticipación electoral. Por otra parte, también se derrochan aquellos
votos para el candidato ganador que van más allá de la mayoría re-
querida en la circunscripción, lo cual puede resultar en una des-
ventaja para aquellos partidos que tienen concentrado su electora-
do en unos pocos baluartes electorales.
El requerimiento de la mayoría absoluta puede conllevar un
efecto político particular, dado que conduce a una segunda vuelta
electoral si ningún candidato alcanza la mayoría absoluta en la pri-
mera. Las consecuencias políticas de la segunda vuelta radican en
la importancia que adquieren los partidos pequeños. Éstos pueden
tornarse interesantes para los partidos grandes que compiten por la
mayoría en la circunscripción e intentar obtener a través de alian-
zas electorales algunos mandatos uninominales a cambio del apo-
yo de los candidatos de uno de los partidos grandes en otras
circunscripciones.
En el caso de la fórmula proporcional, la adjudicación de esca-
ños resulta del porcentaje de votos que obtienen los distintos can-
didatos o partidos. A diferencia de la fórmula mayoritaria, aquí se
CONCEPTO, ESTRUCTURAS, CONSECUENCIAS 15

da —al menos de manera aproximada— un mismo valor de éxito a


cada voto. Una proporción mucho mayor del electorado ve su par-
ticipación coronada con el éxito, puesto que sus votos contribuye-
ron a la obtención de escaños por parte de un partido. Para los can-
didatos y simpatizantes de los partidos políticos vale la pena luchar
por cada voto, lo cual puede significar además una mayor vitalidad
en la competencia partidaria y la participación electoral.
En cuanto a la conversión de los votos en escaños, en el caso de
aplicar la fórmula proporcional existe una multiplicidad de proce-
dimientos que en parte son verdaderamente complicados y que le
hacen muy difícil al elector saber qué sucede realmente con su
voto.
Los dos tipos más importantes de procedimientos de conversión
de votos en escaños son los procedimientos de divisor y los proce-
dimientos de cociente. Los procedimientos de divisor se conocen
asimismo como fórmulas del promedio mayor. Éstos se caracteri-
zan por dividir a través de distintos divisores los totales de los vo-
tos obtenidos por los diferentes partidos (por ejemplo en el caso
del método d’Hondt: 1, 2, 3, 4, 5, etcétera), lo cual produce secuen-
cias de cocientes decrecientes para cada partido. Los escaños se
asignan entonces a los promedios más altos. En los procedimientos
de cociente se establece un cociente electoral o cuota mínima de
votos para obtener un escaño (que resulta por ejemplo en el caso
del método del cociente simple (la cuota Hare) de la división de los
votos válidos emitidos por el número de escaños en la circunscrip-
ción). Los partidos obtienen tantos escaños como veces quepa el
cociente en el número de votos obtenidos. Dado que los procedi-
mientos de cocientes se caracterizan por el hecho de que, en gene-
ral, no todos los escaños disponibles se pueden asignar en una úni-
ca operación, los escaños restantes deben ser asignados en una
segunda operación. Los escaños restantes ofrecen la oportunidad
de mejorar (o limitar) la proporcionalidad entre votos y escaños.
Los procedimientos de cociente se emplean en general en sistemas
proporcionales que aspiran a una proporcionalidad bastante exacta
entre votos y escaños.
16 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Hay que tener en cuenta que los escaños se pueden adjudicar en


varios niveles: en el nivel de la circunscripción, en el de agrupacio-
nes de circunscripciones y/o en el nivel nacional. Así es posible
que un sistema electoral combine distintos procedimientos de con-
versión de votos en escaños; por ejemplo, la adjudicación de esca-
ños directos en circunscripciones uninominales según la fórmula
de decisión mayoritaria y la adjudicación de escaños adicionales o
compensatorios en el nivel regional o nacional según la fórmula
proporcional. Los diferentes procedimientos de conversión en los
respectivos niveles exhiben a su vez efectos políticos que pueden
reforzarse o debilitarse en su juego conjunto, y generalmente se los
combina de tal forma que en su conjunto se mantengan dentro del
principio de representación política buscado.
Las así llamadas barreras legales (thresholds) tienen una impor-
tancia especial en la conversión de votos en escaños. Se habla de
barreras legales cuando los partidos tienen que alcanzar un deter-
minado porcentaje de votos o un determinado número de manda-
tos (directos) para ser tomados en cuenta en la distribución de es-
caños en el nivel de la circunscripción plurinominal o nacional.
Las barreras legales se refieren solamente al partido en cuestión,
no al candidato individual (de un partido), que en el caso de una
victoria en su circunscripción electoral (por ejemplo en el caso de
la adjudicación de un determinado número de escaños directos se-
gún el método de mayoría relativa en circunscripciones uninomi-
nales) conserva su banca, independientemente de que su partido en
conjunto haya podido superar la barrera legal. A diferencia de las
barreras fácticas naturales que surgen por y varían según el tamaño
de las circunscripciones, las barreras legales se establecen artifi-
cialmente. Se pueden diferenciar de acuerdo con el área de utilización
y su altura. Las barreras legales pueden referirse a todo el territorio
nacional, a agrupaciones de circunscripciones o a circunscripcio-
nes individuales. Además, pueden ser aplicadas en la primera o en
la segunda fase de la conversión de votos en escaños. Y finalmen-
te, pueden variar mucho en su altura. En la práctica, existen barre-
ras legales de 1% hasta 5% a nivel nacional y de hasta 12.5% a ni-
CONCEPTO, ESTRUCTURAS, CONSECUENCIAS 17

vel de la circunscripción. Mientras que hasta no hace demasiado


tiempo únicamente unos pocos países empleaban barreras legales,
éstas han sido introducidas en varios países al cabo de reformas
electorales recientes (por ejemplo Italia, Japón, Mozambique y
Nueva Zelanda).
La única función de las barreras legales consiste en excluir a pe-
queños partidos políticos de la distribución de escaños y, por con-
siguiente, de la representación parlamentaria con el fin de ejercer
un efecto concentrador sobre el sistema de partidos. Hasta qué
punto se cumple esta función, depende naturalmente en forma de-
cisiva del ámbito de aplicación y de la altura de la barrera legal, así
como del contexto sociopolítico del país en cuestión.
Esta observación es válida para todos los elementos individua-
les de los sistemas electorales. Sus consecuencias pueden cambiar
según el contexto, lo que conlleva a diferenciar entre un conoci-
miento de los sistemas electorales como tales, un conocimiento ló-
gico-abstracto, a veces matemático, y un conocimiento histórico,
histórico-comparativo, fundado en la multifacética experiencia del
encuentro de las estructuras institucionales con las realidades so-
ciopolíticas.
CAPÍTULO SEGUNDO
DOS PRINCIPIOS DE REPRESENTACIÓN INCOMPATIBLES . 19

I.Problemas de clasificación . . . . . . . . . . . . . 19
II.Continuum unipolar como criterio de clasificación . 20
III.Continuum bipolar como criterio de clasificación . 23
IV. Principios de representación y fórmulas de decisión 24
V. Consecuencias de la clasificación y criterios de eva-
luación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
VI. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

VII
CAPÍTULO SEGUNDO

DOS PRINCIPIOS DE REPRESENTACIÓN


INCOMPATIBLES2

El problema de clasificación de los sistemas electorales a veces se


debe a informaciones deficientes acerca de un sistema electoral es-
pecífico. Más sustancialmente, sin embargo, se origina en una falta
de un marco conceptual (conceptual framework) ampliamente
aceptado y en diferencias de terminología. Por supuesto, se da la
diferenciación fundamental entre los sistemas de mayoría absoluta
y simple y la representación proporcional, pero la literatura com-
parativa sobre sistemas electorales no ofrece una idea clara y uni-
forme acerca de qué significan expresiones como “gobierno de
mayoría” (majority rule), “sistema de mayoría simple”, “represen-
tación proporcional”, etcétera. Además, encontramos la categoría
de los llamados “sistemas mixtos”, que se utilizan como una forma
residual, cuyo significado varía considerablemente de un autor a
otro.

I. PROBLEMAS DE CLASIFICACIÓN

Los problemas de clasificación se plantean especialmente cuan-


do los sistemas electorales consisten en elementos más bien con-
2 “Two Incompatible Principles of Representation”, publicado en Lijphart,
Arend y Grofman, Bernard, Choosing an Electoral System, Nueva York, Prae-
ger, pp. 83-89. Este texto fue parte de un artículo más amplio: “Los sistemas
electorales entre la ciencia y la ficción. Requisitos históricos y teóricos para una
discusión racional”, que fue publicado en la Revista de Estudios Políticos, Madrid,
núm. 42, 1984, pp. 7-29. Traducción del alemán al castellano por Ramón García
Cotarelo.

19
20 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

tradictorios, cuando un sistema electoral concreto se compone de


elementos que (en la forma tradicional de clasificar a los sistemas
electorales) pertenecen a un sistema de mayoría simple y a la re-
presentación proporcional al mismo tiempo. El sistema electoral
de Alemania no es único a este respecto. Un caso análogo se da en
aquellos sistemas electorales en los que se adjudican los escaños
según una fórmula de representación proporcional en muchas cir-
cunscripciones de pequeño tamaño. En tales sistemas el umbral
real de representación es muy elevado y causa un grado considera-
ble de desproporcionalidad. Los resultados electorales no se co-
rresponden ya con el principio de representación proporcional.
¿Acaso debemos clasificar como sistema de representación pro-
porcional a un sistema tal, en el que los escaños se adjudican de
acuerdo con una fórmula de representación proporcional, pero en
el que el resultado electoral es desproporcionado? ¿Qué define a la
representación proporcional; qué define a los sistemas de mayoría
absoluta o simple? La respuesta a esta cuestión de clasificación tie-
ne consecuencias de largo alcance para la evaluación normativa de
los sistemas electorales, ya que la definición de funciones que ads-
cribimos a los sistemas electorales influirá en la elección que de
ellos hagamos. Por lo que se refiere a la representación proporcio-
nal, su función principal puede consistir en conseguir una repre-
sentación parlamentaria de los grupos sociopolíticos de acuerdo
con su fortaleza numérica en el electorado; en este caso, la evalua-
ción debe fundamentarse en la cuestión de si un sistema dado de
representación proporcional realmente consigue alcanzar este
objetivo funcional o no.

II. CONTINUUM UNIPOLAR COMO CRITERIO


DE CLASIFICACIÓN

Además, también se dan muchas diferencias en los estudios


comparativos sobre la atribución de los diversos elementos a los
dos tipos básicos. ¿Constituye una cláusula de barrera legal del 5%
DOS PRINCIPIOS DE REPRESENTACIÓN INCOMPATIBLES 21

un elemento “fuertemente no proporcional” dentro del sistema de


representación proporcional, como sostiene Giovanni Sartori
(1983: 16) o más bien sirve, lo cual yo creo, como un equivalente
funcional para la falta de división del territorio electoral en cir-
cunscripciones electorales y acaso es tal cláusula, en consecuen-
cia, totalmente incompatible con el principio de representación
proporcional?
Un buen ejemplo del hecho de que la mayoría de los intentos de
clasificar los diversos sistemas electorales descansa sobre supues-
tos de carácter normativo es la muy reciente distinción de Sartori
entre sistemas electorales fuertes y débiles. La terminología esco-
gida (fuertes vs. débiles) ya contiene un juicio del que, sin embar-
go, no pretendo hacer crítica alguna. Sartori clasifica los sistemas
electorales según su efecto manipulativo sobre el votante que pue-
de ser “restrictivo” o “no restrictivo”:

Un sistema electoral que ejerce una influencia manipuladora incues-


tionable, se clasificará como un sistema electoral fuerte. Por el con-
trario, si un sistema electoral no ejerce tal influencia, o la ejerce de
modo mínimo, propongo clasificarlo como un sistema electoral débil
(1983: 16).

Según esta conceptualización, los sistemas de mayoría absoluta


o relativa pertenecen a la clase de sistemas electorales fuertes,
mientras que los sistemas de representación proporcional se clasi-
fican como sistemas electorales débiles y “un sistema de represen-
tación proporcional puro, es un sistema sin efecto” (loc. cit.).
Con referencia a los efectos de los sistemas electorales, Sartori
sostiene que todos los sistemas electorales tienden a generar un
efecto reductor en la cantidad de partidos, y añade “que el efecto
multiplicador de la representación proporcional es una ilusión óp-
tica promovida por la secuencia histórica de sistemas electorales”
(1983: 21).
En consecuencia, la interpretación de Sartori sobre los efectos
de los sistemas electorales se fundamenta en la concepción de un
22 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

continuum unipolar en el que se pueden situar todos los sistemas


electorales, un modelo analítico elaborado en el contexto del deba-
te germano-occidental sobre los sistemas electorales a fines del
decenio de 1960 y comienzos del de 1970 por Wildenman/Kalte-
fleiter/Schleth (1965) y por Meyer (1973). Según esta conceptua-
lización, un sistema de representación proporcional “puro” que
produce un grado de casi proporcionalidad exacta entre los votos y
los escaños es el punto de partida (0) del continuum del que se ale-
jan todos los sistemas “no puros”. Los sistemas de mayoría simple
se localizan en el punto opuesto de este punto de partida. Meyer
(1973: 189) describe esta conceptualización como sigue:

La influencia de los sistemas electorales sobre las posibilidades de los


partidos políticos se extiende desde un grado casi exacto de proporcio-
nalidad entre los votos obtenidos y la cantidad de escaños hasta un
grado que aumenta más o menos continuamente de desproporción que
restringe las posibilidades de los partidos menores y conduce a una si-
tuación en que sólo dos partidos tendrán posibilidades de obtener es-
caños.

El factor esencial de tal diferenciación de los sistemas electora-


les descansa en la distinción entre un sistema proporcional “puro”,
por un lado, y todos los demás sistemas electorales, por el otro.
Sartori subdivide esta última categoría en dos clases de sistemas
electorales, aquellos a los que llama “sistemas electorales fuertes”
y aquellos a los que llama “sistemas electorales fuerte-débiles”,
una clase mixta que contiene sistemas electorales no proporciona-
les o de baja proporción. El aspecto fundamental de la concepción
de Sartori reside en el hecho de que las categorías principales de su
clasificación están basadas únicamente en una función, el “efecto
restrictivo” sobre el elector o (y este aspecto es separado de modo
estricto por Sartori) el “efecto reductor” sobre la cantidad de parti-
dos (1983: 17). Dado que el supuesto de no efecto se aplica sola-
mente a un principio de representación, toda la gama de sistemas
electorales se enjuicia desde el punto de vista de la divergencia de
esta “situación sin efecto”. Por supuesto este punto de vista condu-
DOS PRINCIPIOS DE REPRESENTACIÓN INCOMPATIBLES 23

ce a juicios basados en un concepto unidimensional: cuanto mayor


es la distancia de este punto de partida, mejor se cumplen los requi-
sitos de la conceptualización y más “fuerte” es un sistema electoral
determinado. Pero, ¿acaso los estudiosos como Meyer o Sartori pre-
sentan argumentos convincentes que sostengan su supuesto funda-
mental de que todos los sistemas electorales han de conceptualizar-
se como situados únicamente en un continuum unipolar.

III. CONTINUUM BIPOLAR COMO CRITERIO


DE CLASIFICACIÓN

Teórica y empíricamente, la evidencia indica algo diferente. No


hay duda de que existen dos principios de representación: el de
mayoría simple o absoluta y el de representación proporcional.
Ambos deben considerarse principios antitéticos de la representa-
ción política, desde un punto de vista político, sistemático y con
relación a la historia de las ideas. En consecuencia, un modelo bi-
polar habrá de ser uno mucho más lógico. El sistema de mayoría
absoluta/relativa, así como la representación proporcional, están
pensados para alcanzar determinados objetivos políticos y los dos
se sitúan en los extremos opuestos de un continuum bipolar, sepa-
rado uno de otro por un cero en el medio. En primer lugar, y exami-
nando la historia de las ideas políticas, debemos recordar que los
principios de representación son mucho más antiguos que los siste-
mas electorales. Esto es especialmente cierto en el caso del principio
de representación proporcional que se elaboró principalmente bajo
dos ideas: sobre la concepción de Mirabeau de la representación
como un “espejo de la nación”,3 y sobre la idea de la “mejor” op-
ción, un proceso electoral referencial y graduado, con el fin de
encontrar el veritable voeux de la nation.4 Estas ideas de represen-

3 Mirabeau, 1834: 7. La famosa cita dice lo siguiente: “Les états sont pour
la nation ce qu’est une carte reduite pour son étendue physique; soit en partie,
soit en grand, la copie doit toujours avoir les mêmes proportions que l’original”.
4 Pienso en las ideas de Borda y Condorcet; véase, Misch, 1974: 16 y ss.
24 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

tación fueron elaboradas por los racionalistas franceses del siglo


XVIII y, en consecuencia, estaban bien establecidas mucho antes
de que se inventaran sistemas de representación proporcional via-
bles.5 En segundo lugar, si tratamos de encontrar los requisitos pa-
ra la aplicación de representación proporcional, es necesario con-
siderar las específicas condiciones sociopolíticas que precedieron
a su aplicación histórica. Como ya hemos afirmado, la petición de
representación proporcional surgió en el contexto de unos cambios
sociales profundamente enraizados a finales del siglo XIX y se
mantuvo en conexión con el ascenso de los partidos de trabajado-
res; su aplicación tuvo lugar conjuntamente con la democratiza-
ción del derecho de sufragio y la introducción del sufragio univer-
sal. Hablando en términos históricos, nunca se pretendió en
absoluto que la representación proporcional fuera un «sistema sin
efecto»; todo lo contrario, la representación proporcional se utilizó
deliberadamente por parte de los intereses políticos concretos co-
mo un instrumento contra aquellos intereses que trataban de con-
seguir sus propios objetivos sociopolíticos.

IV. PRINCIPIOS DE REPRESENTACIÓN


Y FÓRMULAS DE DECISIÓN

Con el fin de demostrar la bipolaridad de los sistemas electora-


les y de establecer teóricamente el supuesto de que ambas formas
de representación han de concebirse como principios de represen-
tación, se hace precisa una demostración más detallada. Esto con-
duce a la parte constructiva de este trabajo que se concentra en la
distinción básica entre dos principios alternativos de representa-
ción (representación funcional/política vs. representación social/
proporcional) y dos tipos de fórmulas para convertir los votos en

5 La mejor fuente de información sobre la expansión de la representación


proporcional en los primeros decenios, tras la creación de sistemas practicables,
sigue siendo el informe de la Societé pour l’Étude de la Représentation Propor-
tionnelle, de 1888.
DOS PRINCIPIOS DE REPRESENTACIÓN INCOMPATIBLES 25

escaños (fórmulas de mayoría absoluta/simple vs. fórmulas de re-


presentación proporcional). A menudo se ignora esta distinción en
los trabajos comparativos sobre sistemas electorales con lo que se
da origen a equívocos graves y se suscitan muchos problemas de
clasificación.
Los sistemas de mayoría absoluta/simple y de representación
proporcional, se pueden definir según dos criterios: a) el principio
de represen tación, y b) la fórmula de decisión, esto es, la fórmu-
la que se utiliza para convertir los votos en escaños. Consideramos
en primer lugar los dos tipos de fórmulas de decisión: bajo las
fórmulas de mayoría absoluta/simple, el hecho de ganar o no un
escaño en el Parlamento depende de que el candidato o el partido
gane la mayoría absoluta o relativa de los votos. El sistema electo-
ral supone lo siguiente: el candidato o partido que obtenga la ma-
yoría absoluta o simple de los votos emitidos en un ámbito deter-
minado será elegido.
En el caso de las fórmulas de representación proporcional, el
hecho de ganar o no un escaño generalmente depende de la propor-
ción de votos que los diversos candidatos o partidos políticos ob-
tengan. Los candidatos o partidos que hayan sido capaces de con-
seguir la cantidad necesaria de votos (cuota) serán elegidos. Cada
partido político recibe la cantidad de escaños que corresponde a la
de votos que ha obtenido en la elección.
Lo anterior permite establecer la definición siguiente: la fórmu-
la de decisión (que se utiliza en el proceso para convertir votos en
escaños) determina el ganador y el perdedor de una elección. Esta
fórmula se refiere al procedimiento por el que los votos se convier-
ten en escaños. De acuerdo con la fórmula de la mayoría absoluta,
el candidato o partido que haya obtenido más votos que todos los
otros candidatos o partidos juntos ganará el escaño. De acuerdo
con la fórmula de la mayoría simple, el candidato o partido que ha-
ya obtenido más votos que el segundo competidor, obtendrá el es-
caño. Según la fórmula de representación proporcional, la canti-
dad de escaños obtenidos por un partido será igual a la proporción
de votos que haya conseguido.
26 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Vamos a considerar ahora los principios de representación inhe-


rentes a los sistemas de mayoría absoluta/simple y de representa-
ción proporcional. Al definir los principios de la representación,
planteo la cuestión de los objetivos políticos de la representación
política relativos al resultado general a escala nacional de las elec-
ciones. Planteo también la cuestión acerca de los objetivos que se
persiguen en los dos tipos básicos de sistemas electorales, los sis-
temas de mayoría absoluta/simple y los sistemas de representación
proporcional. ¿Cuál es el objetivo político de los sistemas de ma-
yoría absoluta/ simple? En el caso de los sistemas de mayoría ab-
soluta/simple, el objetivo es alcanzar una mayoría parlamentaria
para un partido o alianza de partidos. El factor esencial consiste en
permitir que un partido político que no ha obtenido la mayoría de
los votos pueda formar un gobierno mayoritario de partido. Tal es
la finalidad política deseada del principio de representación por
mayoría absoluta: un gobierno único de partido, sostenido en una
minoría de votos. La función básica de un sistema de mayoría
simple (el criterio para evaluar sus efectos) es su capacidad para
formar gobiernos.
¿Cuál es el objetivo de la representación proporcional? Los sis-
temas de representación proporcional pretenden reflejar con la
mayor exactitud posible, las fuerzas sociales y grupos políticos en
la población. La cantidad de votos y de escaños para los partidos
deben corresponderse de modo aproximado unos con otros. Esta
es la función básica del principio de representación proporcional y
el criterio de eficacia de un sistema proporcional.

V. CONSECUENCIAS DE LA CLASIFICACIÓN
Y CRITERIOS DE EVALUACIÓN

No puedo demostrar las ventajas de esta conceptualización en


todos sus aspectos. No obstante, sí deseo apuntar dos consecuen-
cias principales que se relacionan con los problemas de clasifica-
ción y con los criterios para juzgarlos.
DOS PRINCIPIOS DE REPRESENTACIÓN INCOMPATIBLES 27

Los sistemas electorales se clasifican y evalúan de acuerdo con


los principios de representación. Las fórmulas de decisión son se-
cundarias en importancia y no determinan la cuestión de la defini-
ción y clasificación de los sistemas electorales. Los principios de
representación y las fórmulas de decisión se relacionan unas con
las otras como los fines y los medios; mientras que existe una am-
plia gama de posibilidades para los medios, solamente se da una
alternativa en cuanto a los fines; por un lado, en el caso de la candi-
datura única (como se ve en Finlandia, Dinamarca y la República
Federal de Alemania), la fórmula de decisión de mayoría simple,
puede combinarse con otros elementos en un sistema de represen-
tación proporcional, esto es, un sistema que sigue el principio de
representación proporcional y cuyos efectos generales producirán
un grado elevado de proporcionalidad entre los votos y los es-
caños. Por otra parte, cabe pensar en un sistema en el que los
escaños se adjudican mediante una fórmula de representación pro-
porcional, como la cuota en el voto único transferible y que, sin
embargo, produce resultados electorales que reflejan el principio
de representación por mayoría absoluta, debido a que la distribu-
ción del territorio electoral en circunscripciones pequeñas impedi-
rá un grado elevado de proporcionalidad. En esta conceptualiza-
ción no existe el tipo de sistema mixto; solamente existen sistemas
de mayoría absoluta/simple y sistemas proporcionales que se co-
rresponden más o menos con los respectivos principios.
Un argumento pragmático a favor de esta conceptualización, re-
side en el hecho de que, muy a menudo, el principio de representa-
ción está determinado en el orden constitucional. En consecuen-
cia, la cuestión de qué principio de representación debe escogerse
es un asunto del derecho constitucional, mientras que en la mayo-
ría de los casos todas las otras disposiciones del sistema electoral
son materia de la legislación ordinaria. A veces se establece en la
Constitución la relación entre las circunscripciones y las divisio-
nes administrativas del Estado, o bien se condiciona el derecho de
los partidos políticos a participar en la adjudicación de los escaños
a que alcancen cierto porcentaje de la totalidad de los votos emiti-
28 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

dos. No obstante, la decisión política más importante se relaciona


con el principio de representación, que incluye —como hemos mos-
trado— necesariamente la decisión, por un concepto específico so-
cial y/o funcional, de la representación parlamentaria.
Cuadro 1. Principio de representación y sistema electoral en 18 países
europeos occidentales (alrededor de 1985)
Países en que se especifica el principio de Países en los que el sistema
representación en la Constitución electoral es regulado por
legislación ordinaria
Art. de la Const. Alemania, República
Federal
Austria..............................26 párrafo 1 Finlandia
Bélgica……………..........48 “ 2 Francia
Dinamarca.........................31 “ 2 Gran Bretaña
España...............................68 “ 3 Grecia
Irlanda...............................12 “ 3 Italia
Islandia..............................31 “ 1 Suecia
Luxemburgo......................51 “ 5y 6
Noruega.............................59 “ 3
Países Bajos.......................92 “ 2
Portugal.............................151-155
Suiza..................................73

La conceptualización que aquí se sugiere (y de la que ya me he


ocupado extensamente en otro lugar, véase Nohlen 1978, 1981) si-
túa la evaluación de los sistemas electorales sobre una base nueva: la
evaluación de los sistemas electorales no sigue ya la evaluación uni-
dimensional fundamentada en un solo criterio; al guiarnos por los
dos principios de representación, se juzga a los sistemas electorales
aplicando criterios que se derivan de principios alternativos y que
son completamente diferentes. De esta manera ya no se evalúa a los
sistemas de representación proporcional según el criterio de los sis-
temas de mayoría simple y a los sistemas de mayoría simple no se
les juzga por los criterios de representación proporcional. Esta reo-
rientación de los criterios impide las interpretaciones que evalúan
ciertos sistemas electorales por el principio opuesto de representa-
ción y que (aunque fueron muy frecuentes en el pasado) no pueden
DOS PRINCIPIOS DE REPRESENTACIÓN INCOMPATIBLES 29

producir resultados importantes, dado que desde el comienzo mis-


mo es de esperar que un sistema de representación proporcional no
pueda dar cumplimiento a las expectativas funcionales que cabe al-
canzar con toda facilidad mediante un sistema de mayoría simple.
Por lo que se refiere a los efectos “restrictivos” o “reductores” de los
sistemas electorales, generalmente los sistemas de mayoría simple
son superiores al sistema de representación proporcional. Son siste-
mas electorales “fuertes” para utilizar la terminología de Sartori. Pe-
ro no son los “más fuertes”, si el fin que se pretende conseguir es el
de la representación proporcional. En tal caso, los sistemas de repre-
sentación proporcional suelen ser los “más fuertes”.
VI. CONCLUSIONES
En una perspectiva más sistemática, mi conceptualización con-
duce a dos conclusiones:
1. Los sistemas electorales deben clasificarse y juzgarse de acuer-
do con el grado de cumplimiento del principio de representa-
ción que se supone han de seguir. No hay que juzgarlos en
función de que cumplan cualquiera de las funciones del otro
principio de representación. Por supuesto, ello no excluye la
posibilidad de un análisis comparativo, pero impide que se
hagan juicios fundamentados en los criterios del otro princi-
pio de representación. En este contexto es donde debe consi-
derarse la cuestión de si los umbrales de representación afec-
tan al principio de representación proporcional en general, o
solamente a partir de cierto nivel; dicho en términos más me-
todológicos: si un sistema electoral debe seguir su principio
de representación sin excepción alguna. El Tribunal Consti-
tucional Federal de Alemania, por ejemplo, ha considerado
la cuestión de si la barrera legal del 5% de representación
contenida en el sistema electoral al Bundestag es compatible
con el principio de representación proporcional. En su juicio
afirmativo, sin embargo, el Tribunal argumentó que una ba-
rrera del 5% debe ser el límite superior de este umbral, prohi-
30 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

biendo cualquier cambio posterior que fortalezca el “efecto


restrictivo” del sistema electoral como algo incompatible
con el principio de representación proporcional. En conse-
cuencia, si el legislador alemán desea fortalecer dichos efec-
tos elevando, por ejemplo, la barrera del 5%, tendría que op-
tar primero por otro principio de representación (esto es, el
principio de representación de mayoría absoluta); solamente
tras haber hecho esto, se permitiría al Bundestag que implan-
tara una cláusula mucho mayor de representación. En este
contexto debe mencionarse que los efectos desproporciona-
les en el sedicente sistema mejorado de representación pro-
porcional en Grecia, son casi incompatibles con el principio
de representación proporcional. Estas conclusiones acerca de
los límites constitucionales y legislativos de los sistemas
electorales son de la máxima importancia para cualquiera
que esté interesado en la reforma de un sistema concreto y no
quiera dar la sensación de estar manipulándolo.
2. Todo debate acerca del principio de representación que se de-
see adoptar debe llevarse a cabo, en primer lugar, en conexión
con la teoría democrática; asimismo, en segundo lugar, debe
tomar en consideración la situación histórica y sociopolítica
específicas bajo las cuales tiene que funcionar el sistema elec-
toral. Si se soslayan estos dos aspectos, la discusión acerca de
las ventajas o desventajas de los sistemas electorales será más
bien inútil, porque —como sabemos— las respuestas a las
cuestiones normativas sobre la evaluación de los sistemas
electorales dependen, hasta cierto punto, de las posiciones de-
mocráticas (normativas) del analista; en segundo lugar, estas
cuestiones son contingentes y vinculadas a factores espaciales
y temporales. Frecuentemente se soslayan inconscientemente
o se olvidan conscientemente estas dos premisas metodológi-
cas. Sin embargo, los requisitos teóricos e históricos han de to-
marse en consideración, especialmente si no se están debatien-
do sólo las cuestiones técnicas de carácter menor de los
sistemas electorales, sino que la atención se concentra en cues-
tiones relativas a los principios de representación.
CAPÍTULO TERCERO
CAMBIOS Y OPCIONES DE SISTEMAS ELECTORALES . . . 31

I. Reformas electorales en los países occidentales . . 31


II. Margen restringido de reforma . . . . . . . . . . . 36
III. Causas de la estabilidad de los sistemas electorales 37
IV. Síntesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

VII
CAPÍTULO TERCERO

CAMBIOS Y OPCIONES DE SISTEMAS


ELECTORALES6

En este capítulo deseo examinar la cuestión de la opción entre sis-


temas electorales en el contexto del desarrollo social y del cambio
institucional de las democracias occidentales. Cuando se toman en
consideración las condiciones sociopolíticas está uno obligado
desde el principio a refutar el supuesto de que cabe construir de
modo deliberado los sistemas electorales y cambiarlos con entera
libertad, así como de que existe una gran cantidad de opciones en-
tre las cuales pueden escoger los parlamentos nacionales. En mi
opinión, esta impresión es errónea, y tanto los políticos como los
estudiosos que participan en los debates públicos sobre sistemas
electorales la utilizan para fingir una libertad de decisión que real-
mente no existe.

I. REFORMAS ELECTORALES EN LOS PAÍSES OCCIDENTALES

Echemos una ojeada al mapa internacional de reformas. Éste


muestra que, en la mayoría de los países, las reformas que implica-
ban cambios fundamentales se produjeron hace unos 50 años; des-
de entonces, en la mayor parte de los casos no se ha alterado el tipo

6 “Changes and Choices in Electoral Systems”, publicado en Arend Lijp-


hart/Bernard Grofman: Choosing an Electoral System, Nueva York, Praeger, pp.
217-224. Este texto fue parte de un artículo más amplio: “Los sistemas electorales
entre la ciencia y la ficción. Requisitos históricos y teóricos para una discusión ra-
cional”, que fue publicado en la Revista de Estudios Políticos, Madrid, núm. 42,
1984, pp. 7–29. Traducción del alemán al castellano por Ramón García Cotarelo.

31
32 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

fundamental de sistema electoral, y casi todos estos países están


utilizando aún el principio de representación (esto es, bien sea el
sistema de mayoría absoluta o simple, o el sistema de representa-
ción proporcional), que se impuso durante el primer cuarto del si-
glo XX. Los pocos casos divergentes pueden explicarse, funda-
mentalmente, mediante rupturas que tienen profundas raíces en el
desarrollo histórico y político en los países en cuestión. Esta es la
razón por la que los países en los que el fascismo alcanzó el poder
o en los que se abolió temporalmente el sistema democrático tuvie-
ron que decidir sus sistemas electorales por segunda vez en una
época posterior, y, habitualmente, volvieron al sistema por el que
habían optado en el pasado. Tras la segunda guerra mundial, Italia,
Austria y la República Federal de Alemania reimplantaron la re-
presentación proporcional que había estado en vigor desde 1919;
incluso en el caso alemán, los padres de la Constitución (Grundge-
setz) optaron por un sistema de representación proporcional (véase
más abajo). Tras largos decenios de régimen autoritario, España y
Portugal abandonaron sus sistemas electorales tradicionales (siste-
ma de mayoría relativa con voto limitado) e implantaron sistemas
de representación proporcional en la época de la transición al régi-
men democrático en el decenio de 1970. También Francia consti-
tuía un caso especial, ya que la profunda reforma electoral de 1958
(reimplantación del sistema mayoritario de dos vueltas) fue prece-
dida por el hundimiento de la IV República y aplicada en una si-
tuación específica con un Poder Constituyente que, a su vez, había
surgido de una profunda crisis política y social.
En todos los demás países, las reformas electorales se mantu-
vieron dentro del ámbito del principio establecido de representa-
ción. En cinco países (Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Luxembur-
go y Suiza), las reformas no afectaron la estructura del sistema
electoral. En la mayoría de los otros casos, las reformas trataban de
conseguir un grado mayor de proporcionalidad, lo que se estable-
ció, por ejemplo, mediante una reforma en la distribución de las
circunscripciones (Islandia) o mediante un cambio en la fórmula
para adjudicar escaños en función del número de votos (por ejem-
CAMBIOS Y OPCIONES DE SISTEMAS ELECTORALES 33

plo, aplicando la fórmula de la media más alta de St. Lague en lu-


gar de d’Hondt, cambiando el denominador en la fórmula de la
cuota electoral (Hare) o modificando la fórmula de adjudicar los
escaños sobrantes. Se dieron cambios de este tipo en Grecia, en
1977; en Islandia, en 1959; en Italia, en 1956; en Noruega, en 1953; y
en Suecia, en 1971. Reformas que trataban de conseguir lo contra-
rio, esto es, que se orientaban en contra de los partidos pequeños y
que condujeron a una reducción del grado de proporcionalidad, se
aplicaron con éxito en la República Federal de Alemania, en 1953
y 1956; en Grecia, en 1974; en Irlanda, en 1936, 1947 y 1969; en
los Países Bajos, en 1921 y 1923, y en Suecia, en 1971. Estos efec-
tos se obtuvieron, fundamentalmente, mediante la reorganización
de las circunscripciones, mediante cambios en los procedimien-
tos de adjudicación de escaños y, sobre todo, mediante la intro-
ducción de cláusulas de barrera legal (en la República Federal de
Alemania, en Suecia y en España en 1977).
Cuadro 2. Reformas en los sistemas electorales de 18 países europeos 1919-1985
País Último cambio Tipo básico Reforma Propósito de las reformas Cantidad de
en el principio en vigor en la dentro del elecciones
de actualidad principio de desde la
representación (985) representació aplicación del
n establecido principio de
repesent. en
vigor
Alemania, Rep. 1919/1949 R. P. 1953, 1956 Menos proporcionalidad, elevación del 10
Fed. umbral de la representación.
Austria 1919/1945 R. P. 1971 Nueva distribución de 12
circunscripciones
Bélgica 1919 R. P. Ninguna ——— 20
Dinamarca 1920 R. P. Ninguna ——— 26
España 1976 R. P. Ninguna ——— 3
Finlandia 1906 R. P. (1935, 1955) (Sólo afectan a candidaturas.) 29
Francia 1958 R. M. 1966 Contra los partidos menores (10 por ———
100 de participación en segunda vuelta)
Gran Bretaña ——— R. M. 1832, 1884-85 Aplicación del sistema de mayoría sim- ———
1918, 1948 ple en circunscripciones uninominales.
Cuadro 2. Reformas en los sistemas electorales de 18 países europeos 1919-1985 (continuación)
Grecia 1951 R. P. 1974, 1977, 1974, aumento ; 1977, reducción de 7
entre otras desproporcionalidades.
Irlanda 1923 R. P. 1936, 1947, Menos proporcionalidad al aumentar la 20
1969 cantidad de circunscripciones.
Islandia 1942* R. P. 1959 Más propor. / nueva distribución de las 14
circunscripciones.
Italia 1919/1946 R. P. 1956 Más proporcionalidad al reformar el di- 10
visor.
Luxemburgo 1919 R. P. Ninguna ——— 16
Noruega 1919 R. P. 1953 Más propor./reforma del procedimiento 16
del divisor.
Países Bajos 1917 R. P. 1921, 1923 Menos propor./reforma de la 18
asignación de los escaños sobrantes.
Portugal 1975 R. P. Ninguna ——— 5
Suecia 1909 R. P. 1949, 1971 1949: más propor.; 1971: umbral de 24
representación contra los partidos
menores.
Suiza 1919 R. P. Ninguna ——— 18

* Con el fin de reducir desproporciones, ya en 1915, 6 de los 40 miembros del Althing se elegían en los estados.
FUENTE: Nohlen, 1978, 1981.
36 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

II. MARGEN RESTRINGIDO DE REFORMA

Haciendo una evaluación de los datos presentados hasta ahora,


podemos llegar a la conclusión de que los principios de representa-
ción se mantuvieron inalterados en la mayoría de los países en los
últimos 50 años. Los cambios fundamentales son poco frecuentes
y sólo se dan en situaciones históricas extraordinarias. No obstan-
te, existe alguna posibilidad de reforma en el marco de los tipos bá-
sicos establecidos de sistemas electorales que, de hecho, se ha uti-
lizado en varios países. En consecuencia, los datos históricos nos
permiten llegar a la conclusión que sólo existe un ámbito reducido
para los cambios en los sistemas electorales, lo cual se encuentra
en manifiesta contradicción con la sabiduría convencional de la
mayoría de los analistas, según la cual cabe escoger libremente en-
tre diversos elementos de sistemas electorales y que existe una am-
plia posibilidad de escoger un sistema electoral (como indica el tí-
tulo de la obra Choosing an Electoral System, en el que este mismo
trabajo apareció). Los estudios de reformas que se concentran ex-
clusivamente en torno a las cuestiones más generales, abstractas y
que amplían el abanico posible de la reforma desde el sistema de
mayoría absoluta o relativa a la representación proporcional, per-
miten pensar que existe una libertad de elección que, evidente-
mente, no existe. Tales estudios son puramente académicos; ello
debería de ser un recordatorio especialmente para aquellos estu-
diosos que sostienen este debate general motivados por su fe en la
ingeniería social. No obstante, si se pretende que el debate no se
quede en un ejercicio puramente académico, es necesario examinar
los argumentos en su contexto histórico, comenzando por anali-
zar los sistemas electorales existentes en diversos países, tomando
en consideración los diversos contextos nacionales y admitiendo
que las opciones de cambio generalmente son limitados por el
principio de representación dominante y su gran perseverancia
histórica.
CAMBIOS Y OPCIONES DE SISTEMAS ELECTORALES 37

III. CAUSAS DE LA ESTABILIDAD


DE LOS SISTEMAS ELECTORALES

¿Cuáles son las causas de tal estabilidad en la historia de los sis-


temas electorales? Al abordar esta cuestión, volveré a enfrentar el
asunto de la “opción” y examinaré los ámbitos de reforma en que
deberíamos concentrarnos. En términos generales, podemos co-
menzar con la hipótesis siguiente: los sistemas electorales de las
democracias occidentales no se han inventado teóricamente ni
construido artificialmente en los despachos de los científicos so-
ciales o políticos y se han aplicado después en la práctica; al con-
trario, la mayoría de los sistemas electorales se han desarrollado
históricamente en un proceso evolutivo más bien prolongado. Esto
es cierto incluso para el sistema electoral británico, el primer siste-
ma de mayoría relativa en circunscripciones uninominales, que
suele considerarse un modelo.7 Y también es cierto con respecto a
los muchos sistemas de representación proporcional que existen
hoy día. Históricamente, la aparición de la representación propor-
cional se produjo en la mayoría de los países por un proceso de
adopción de un concepto teórico, el de representar a todas las ten-
dencias políticas en proporción a su fuerza numérica, a las condi-
ciones históricas específicas y mediante el desarrollo de un siste-
ma particular de representación proporcional que se adecuara a
aquellas condiciones nacionales y sociopolíticas. Los diversos sis-
temas de representación proporcional se diferencian en conse-
cuencia, reflejando toda una gama de variaciones posibles, sin
afectar al mismo principio de representación. En otro lugar8 he
mostrado pormenorizadamente que los sistemas electorales empíri-

7 Con anterioridad a 1832, la norma eran las circunscripciones binomina-


les. Tras la gran reforma, se formaron circunscripciones pequeñas. Solamente
después de la reforma de 1884-1885 se implantaron las circunscripciones uni-
nominales, al menos en su gran mayoría. Todavía subsistían 25 circunscripcio-
nes plurinominales que se redujeron en número, en 1918. Desde 1950, el país
está dividido uniformemente en circunscripciones uninominales.
8 Cfr. Nohlen, 1978, y Nohlen, 1981.
38 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

cos generalmente son el resultado de compromisos entre fuerzas


políticas opuestas en cierto momento.
La más reciente legislación electoral en España es un buen
ejemplo que ilustra este hecho: en el proceso de transición a la de-
mocracia, las derechas, bajo la dirección de Manuel Fraga Iribarne
(un decidido partidario del sistema electoral británico) optaron por
un sistema de mayoría simple, en tanto que la oposición democrá-
tica (apoyada principalmente por las fuerzas regionalistas) pedía
un sistema de representación proporcional para las primeras elec-
ciones democráticas a las Cortes. El gobierno de Adolfo Suárez se
encontró atrapado entre las dos posiciones, pero optó por el princi-
pio de representación proporcional, de acuerdo con su estrategia
de consocionalismo y con su intención de integrar a las fuerzas de
oposición en el sistema político. A fin de quebrar la resistencia de las
derechas de las Cortes franquistas, el gobierno de Suárez aceptó
una solución de compromiso y admitió la introducción de los lla-
mados “correctivos”, que pretendían impedir la fragmentación del
sistema de partidos. Si bien la selección de los componentes del sis-
tema electoral, especialmente de tales “correctivos” (la fórmula
D’Hondt y la cláusula de la barrera legal del 3%), era escasamente
convincente desde el punto de vista sistemático9 en su totalidad;
sin embargo, el sistema electoral resultó admisible políticamente
para los componentes de la oposición. Esto quiere decir que la
aceptación del sistema electoral español no fue determinada por su
adecuación técnica o su consistencia teórica, sino que se funda-

9 La reforma tuvo como justificación que la fórmula d’Hondt favorecería a


los partidos políticos mayores, lo cual no es cierto, al menos en esta forma tan
general. En este contexto resulta mucho más importante el hecho de que la fór-
mula para convertir votos en escaños se aplica muchas veces en una gran canti-
dad de circunscripciones; este factor es el responsable, en lo esencial, de que se
favorezca a los partidos más grandes y de que el sistema electoral tenga resulta-
dos desproporcionales. En el caso especial de España, no se tuvo en cuenta que
la barrera legal del 3% sólo puede aplicarse en las dos circunscripciones mayo-
res de Barcelona y Madrid, mientras que en todos los demás casos, el tamaño de
las circunscripciones (esto es, la cantidad de escaños asignados a cada una) im-
pone una barrera efectiva superior.
CAMBIOS Y OPCIONES DE SISTEMAS ELECTORALES 39

mentó en la solución de compromiso político de aquellos compo-


nentes individualizados.
En tanto que las constelaciones históricas y políticas bajo las
cuales se aplicaron los sistemas de representación proporcional
fueron muy distintas en los diversos países, el resultado histórico,
no obstante, ha sido fundamentalmente el mismo en cuanto al prin-
cipio de representación, ya que la introducción de aquellos siste-
mas de representación proporcional que mostraron ser “estables” y
permanecieron inmutables, fue producto de una causa común. Tal
introducción se produjo en la época de cambio fundamental, social
y políticamente, que se dio en el contexto de la democratización
del derecho de sufragio y de la aplicación del sufragio universal,
en relación con el ascenso de los partidos de los trabajadores y la
restructuración de los sistemas tradicionales de partidos (conser-
vadores vs. liberales). El periodo posterior se ha interpretado como
una época de líneas de fractura y sistemas de partidos congela-
dos.10 En estas condiciones, el cambio del principio de representa-
ción y la introducción de la representación proporcional no sola-
mente sirvieron a los intereses de los nuevos partidos políticos
emergentes que se habían visto discriminados en el pasado a causa
del sufragio (restringido) y/o del sistema electoral existente, sino
que también beneficiaron a los intereses de los partidos más débi-
les entre los más antiguos, y a los partidos establecidos sobre los
que pesaba la amenaza de la desaparición debido al ascenso de
nuevas fuerzas políticas. Jürgen Kohl (1982: 497) ha señalado,
con toda razón, la ambigüedad funcional del principio de la repre-
sentación proporcional para aquellas minorías en ascenso, así co-
mo para las que se encuentran en situación defensiva, lo cual ha fa-
cilitado la solución de compromiso de las fuerzas sociopolíticas en
un sistema de representación proporcional. La introducción del
principio de representación actualmente en vigor en los países que
hemos examinado, se produjo en periodos de profundos trastornos

10 La hipótesis acerca de la congelación de los sistemas de partidos euro-


peo-occidentales se remonta hasta Seymour M. Lipset y Stein Rokkan (1967).
40 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

sociopolíticos, en los cuales se adecuaba del mejor modo a los in-


tereses políticos de las fuerzas sociopolíticas. No hay otro cambio
político comparable que haya tenido lugar en la democracia occi-
dental desde el comienzo de la era de la política de masas. Como
quiera que fue exactamente en esta época cuando se hicieron las
reformas electorales, a la hora de analizar los efectos estructurales
de los diversos sistemas electorales sobre el sistema político, los
partidos y el proceso político, tendremos que recurrir al material
empírico de estos casos históricos que se han estructurado median-
te una amplia gama de relaciones causales en el pasado, pero que
ya no se corresponden con las circunstancias sociopolíticas actua-
les de dichos países. Es necesario subrayar la contingencia históri-
ca no solamente en cuanto a lo que se refiere a los análisis de los
casos históricos específicos, sino también en relación con las con-
clusiones teóricas que se extraigan de las experiencias de la refor-
ma electoral en aquellas épocas pasadas y con respecto a las “op-
ciones” disponibles por las que uno quiera pronunciarse hoy día.
Además, la pauta de comportamiento de los partidos políticos
parece haber cambiado con respecto a su evaluación de las venta-
jas o desventajas de los sistemas electorales. Habitualmente, las
desventajas son objeto de crítica por los partidos políticos que
las sufren. Estas desventajas estimulan un debate público sobre
sistemas electorales. Como quiera que las ventajas y desventajas
no están determinadas estructuralmente y no siempre favorecen a
los mismos partidos políticos —sus consecuencias pueden variar
con los cambios en la distribución de los votos—, los partidos polí-
ticos que habitualmente sufrían discriminación aceptan encanta-
dos el cambio en la situación y se benefician de las ventajas sin po-
ner en práctica los planes de reforma que defendieron cuando se
encontraban en la oposición. Francia, con François Mitterrand, es
un buen ejemplo de este cambio de actitud. Igualmente, en Grecia
y en España los socialistas pusieron coto a sus deseos de reforma
electoral una vez que accedieron al gobierno. Debido a que las ma-
yorías parlamentarias generalmente se consiguen gracias a los
CAMBIOS Y OPCIONES DE SISTEMAS ELECTORALES 41

efectos desproporcionales del sistema electoral,11 los partidos po-


líticos en el poder —que han conseguido la mayoría parlamentaria
gracias al funcionamiento del sistema electoral y que [en la termi-
nología de Douglas W. Rae (1967)] se han aprovechado de las lla-
madas mayorías “manufacturadas”— no estarán interesados en re-
formas electorales. Además, a la vista de la integración de los
partidos socialistas en la sociedad capitalista, la alternancia de ma-
yorías parlamentarias entre partidos burgueses y socialistas ya no
tiene aquel impacto desestabilizador o revolucionario que se supo-
nía o temía pudiera tener en la época en que los partidos de la clase
obrera comenzaron su ascenso.

IV. SÍNTESIS

En muchos países, una serie de razones diversas ha contribuido


a la permanencia del conjunto de normas establecidas que regulan
el proceso electoral. En once de los 18 estudiados, por ejemplo, el
principio de representación está reconocido en la Constitución. Su
reforma, por lo tanto, precisa de una mayoría cualificada que, a su
vez, habitualmente necesita un acuerdo entre el gobierno y los par-
tidos de la oposición, otro factor que limita de modo eficaz las po-
sibilidades de cambio radical del sistema electoral existente. Teó-
ricamente, las opciones disponibles dentro de los sistemas de
representación proporcional están restringidas en lo fundamental a
aquellas reformas que afectan a la mecánica y a los detalles técni-
cos; políticamente, las opciones de reforma han de gozar de la
aceptación de todas las fuerzas políticas mayoritarias, pues con-
viene recordar que sólo las reformas que no disminuyan las opor-
tunidades de los grandes partidos parlamentarios tienen esperanza
de conseguir la aprobación parlamentaria.

11 Aquí sigo el análisis de Rae (1967), cuyos resultados en lo referente a la


frecuencia con que se dan las así llamadas mayorías manufacturadas pude con-
firmar examinando las elecciones entre 1967 y 1982. Cfr. Nohlen, 1983a.
CAPÍTULO CUARTO
DUVERGER, RAE Y SARTORI Y LOS EFECTOS NOMOLÓGI-
COS DE LOS SISTEMAS ELECTORALES . . . . . . . . . . 43

I. Las “leyes sociológicas” de Duverger . . . . . . . 43


II. Confirmación estadístico-empírica de las leyes de
Duverger por parte de Rae . . . . . . . . . . . . . 46
III. La nueva formulación de las leyes de Duverger por
parte de Sartori . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
IV. La posición antinomológica: los efectos de los siste-
mas electorales en su contexto . . . . . . . . . . . 53

VII
CAPÍTULO CUARTO

DUVERGER, RAE, SARTORI Y LOS EFECTOS


NOMOLÓGICOS DE LOS SISTEMAS ELECTORALES12

En los estudios de ciencia política y en el debate político sobre sis-


temas electorales, se suele partir de la idea (más implícita que ex-
plícita) de que las relaciones entre los sistemas electorales y los
sistemas de partidos se pueden describir o explicar en forma de
“leyes sociológicas”. Sin querer profundizar en la problemática
del término “ley” en las ciencias sociales (véase para ello Nohlen
2006: 820 y ss.), no obstante hay que someter a las leyes de las
ciencias sociales, que contienen en lo esencial regularidades empí-
ricas, a continuas comprobaciones y confirmaciones científicas
para comprobar si dichas relaciones toman regularmente la forma
que las leyes indican.
Ni siquiera con esta interpretación suave del concepto de ley
mantienen las afirmaciones generales sobre la relación de sistemas
electorales y sistemas de partidos lo que prometen de forma antité-
tica y simple. En las siguientes páginas demostraré esto, y para ello
haré referencia a tres autores prominentes: Maurice Duverger,
Douglas W. Rae y Giovanni Sartori.

I. LAS “LEYES SOCIOLÓGICAS” DE DUVERGER

El intento de formular los efectos de los sistemas electorales co-


mo “leyes sociológicas” va unido al nombre Maurice Duverger.

12 Versión revisada del texto que se publicó primero como capítulo 9 del li-
bro Wahlrecht und Parteiensystem, en 1986, pp. 201-209.

43
44 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Este autor formuló (Duverger 1951, con mayor pregnancia 1959:


219), lo que desde entonces ha quedado arraigado en el conoci-
miento general de la relación entre sistema electoral y sistema de
partidos:

1. La representación proporcional conduce a un sistema pluripartidista


con partidos rígidos; estables e independientes (excepto en el caso de
movimientos repentinos de gran intensidad).
2. El sistema de mayoría con segunda vuelta tiende a un pluriparti-
dismo con partidos flexibles, dependientes y relativamente estables
(en todos los casos).
3. El sistema de mayoría relativa conduce a un bipartidismo con
partidos grandes e independientes que se alternan.

La enorme influencia de Duverger sobre el conocimiento gene-


ral se hace visible con mayor claridad en los investigadores que en-
fatizaron básicamente que un solo factor no puede determinar la
estructura de un sistema de partidos, sino que se debe partir de una
“interdependencia de todas las partes de un sistema social”. Estos
mismos investigadores han concluido que

en todos los casos en los que se da un bipartidismo que funciona, es


decir, en el que siempre por norma los dos partidos se alternan en el
gobierno, encontramos al mismo tiempo un sistema electoral que no
permite que los partidos que no han obtenido la mayoría en ninguna
circunscripción puedan tener representación parlamentaria. Por otro
lado, en los casos en los que hay un sistema de representación propor-
cional encontramos que cuatro o más partidos están representados en
el Parlamento, aunque... es muy poco frecuente que un partido obten-
ga la mayoría parlamentaria absoluta (Lipset 1969: 442).

Su influencia se deja ver aún más en los autores que opinan que
la confirmación de las “leyes” depende exclusivamente del núme-
ro de casos. Así, Seymour Martin Lipset prosigue:
DUVERGER, RAE, SARTORI Y LOS EFECTOS NOMOLÓGICOS 45

Si tuviésemos suficientes casos valorables, con gran probabilidad po-


dríamos disponer el siguiente orden de distribución entre sistemas
electorales y número de partidos: sistemas presidenciales con circuns-
cripciones uninominales y sistemas de mayoría relativa: bipartidismo;
sistemas parlamentarios con circunscripciones uninominales y mayoría
relativa tendencia a bipartidismo; sistemas parlamentarios con cir-
cunscripciones uninominales y listas alternativas o segunda vuelta:
tendencia al multipartidismo; representación proporcional: pluriparti-
dismo (op. cit.).

Sin embargo, las leyes de Duverger no son científicamente sóli-


das —como leyes de las ciencias sociales no son deterministas
(nunca se alcanza un resultado determinado por consecuencia de
una ley, sino siempre de acuerdo con una ley)— y presentan difi-
cultades en la práctica, la teoría y la metodología.

1. En la práctica: hay demasiados casos que contradicen los


efectos nomológicos atribuidos a los tipos básicos de siste-
mas electorales. Así, encontramos sistemas de multipartidis-
mo con mayoría relativa y bipartidismo con representación
proporcional.
2. En la teoría: dado que encontramos algunas excepciones a la
relación causal supuesta, habría que indicar en qué condicio-
nes individuales y en qué contexto se cumplen las leyes. La
formulación clásica de las leyes no considera las excepciones
y no las emplea para refinar su contenido teórico (véase Wid-
lavski 1969).
3. En la metodología: no se compara un sistema electoral con
otro, sino la mayoría relativa en circunscripciones uninomi-
nales con un principio de representación, el de la representa-
ción proporcional. Este principio, sin embargo, se puede po-
ner en práctica de diversas formas en los sistemas electorales,
y sus efectos pueden variar mucho.
46 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

No carece de ironía el hecho de que Maurice Duverger, 30 años


después (1986), quitara fundamento a la interpretación generaliza-
da de sus conclusiones como leyes estrictamente deterministas, y
las redujera a “hipótesis de trabajo” (1984: 39). En este sentido en-
fatiza:

the relationship between electoral rules and party systems is not me-
chanical and automatic: a particular electoral regime does not neces-
sarily produce a particular party system: it merely exerts pressure in
the direction of this system; it is a force which acts among several
other forces, some of which tend in the opposite direction (1986: 71,
por primera vez en 1960).

A pesar de esta afirmación tardía de Duverger sobre el conte-


nido y la historia de la recepción de sus leyes, se seguirá conside-
rando su contribución como la primera en reconocer determinadas
leyes en la relación entre sistema electoral y sistema de partidos.

II. CONFIRMACIÓN ESTADÍSTICO-EMPÍRICA


DE LAS LEYES DE DUVERGER POR PARTE DE RAE

Douglas W. Rae, en su investigación estadístico-empírica, con-


firmó en lo esencial la tesis de Maurice Duverger según la cual el
sistema de mayoría relativa en circunscripciones uninominales fa-
vorece el bipartidismo. Asimismo afirmó que de todas las hipóte-
sis que había investigado, ésta era la que más se aproximaba a una
“true sociological law” (véase Rae 1967: 92). No obstante, en vis-
ta del caso excepcional de Canadá y de la existencia de un biparti-
dismo que no emplea el sistema electoral británico (Austria), se
vio obligado a establecer la siguiente diferenciación de dicha tesis:
“Plurality formulae are always associated with two-party competi-
tion except where strong local minority parties exist, and other for-
mulae are associated with two-party competition only where mi-
nority elective parties are very weak” (op. cit.: 95).
DUVERGER, RAE, SARTORI Y LOS EFECTOS NOMOLÓGICOS 47

Ahora bien, en el fondo, lo que Rae hizo fue exclusivamente es-


tablecer una correlación estadística, sin intentar examinar las rela-
ciones causales entre sistemas electorales y sistemas de partidos,
lo que hubiera sido requisito indispensable para una validación de
los teoremas de Duverger. Observa: “Dualist countries use the
simple-majority vote and simple-majority vote countries are dua-
listic” (op. cit.: 92) y a continuación quita valor al gran número de
excepciones, tanto pasadas como presentes, a pesar de que éstas,
especialmente las del pasado, ponen en duda la relevancia científi-
ca de esta observación. La mayor parte de los países que no tienen
una estructura dualista, o que dejaron de tenerla con la extensión
del sufragio, pasó del sistema de mayoría relativa al de representa-
ción proporcional cuando se dieron los procedimientos técnicos
necesarios para la aplicación de este principio de representación.
Por otro lado, existen además de Canadá otras sociedades con
fragmentación étnica y strong local minority parties que emplean
el sistema de mayoría relativa (Kenia y Malasia, entre otras).
¿Qué valor explicativo tienen los hechos observados por Rae?
La tesis que se basa en ellos es tautológica, lo que ya indicó Ger-
hard Lehmbruch (1971: 179, cita 31). Dicho sin rodeos, lo que la
tesis anterior afirma es simplemente que allí donde existen las con-
diciones para la formación de un sistema bipartidista (ausencia de
partidos de minoría locales o nacionales), el sistema bipartidista
puede ir acompañado tanto del sistema de mayoría como del de re-
presentación proporcional. La tesis no implica la existencia de una
relación causal ni explica la relación entre sistema electoral y siste-
ma de partidos. Por lo tanto, en contra de la opinión de su autor, no
sirve para fundamentar el teorema de Maurice Duverger.
Arend Lijphart (1988) hizo una crítica profunda de la obra de
Rae, básica para la teoría de los sistemas electorales. Lo que a no-
sotros nos interesa de dicha crítica no es sin embargo que Lijphart
muestre las deficiencias en las clasificaciones establecidas por
Rae, ni sus débiles hipótesis, ni el reducido alcance de su muestra.
Lo que es importante es que Lijphart, en su estudio de las relacio-
nes causales entre los elementos individuales de los sistemas elec-
48 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

torales (reglas de decisión, tamaño de las circunscripciones) y la


estructura de un sistema de partidos, llegó a la conclusión de que
estas relaciones son “considerably weaker than Rae suggests”
(1988: 17). Esta afirmación se vio confirmada en la investigación
estadístico-empírica del mismo autor (Lijphart 1994).

III. LA NUEVA FORMULACIÓN DE LAS LEYES


DE DUVERGER POR PARTE DE SARTORI

En la década de 1980, Giovanni Sartori (1986; véase también


1994) acometió el intento encomiable de averiguar en qué condi-
ciones concretas es posible hacer afirmaciones con carácter de le-
yes sociales acerca de los efectos de los sistemas electorales, de
forma que el segundo punto de la crítica a Duverger quedara debi-
litado. Sartori se limita a dos de las leyes de Duverger, la ley acerca
de los efectos del sistema de mayoría relativa y la de la representa-
ción proporcional. Con respecto a ellas establece cuatro leyes:

1. Primera ley: en un sistema de partidos estructurado y una dis-


tribución pareja de los votos entre las circunscripciones elec-
torales (como condiciones necesarias conjuntas), los siste-
mas de mayoría relativa dan lugar a (es decir, son condición
suficiente para) un sistema bipartidista. Por consiguiente, un
partido con una estructura especialmente fuerte representa
por sí mismo una condición necesaria y suficiente para que
surja una competencia bipartidista.
2. Segunda ley: en un sistema de partidos estructurado, con una
distribución desigual de votos a lo largo de las circunscrip-
ciones, los sistemas de mayoría relativa conducen a (es decir,
son una condición suficiente para) eliminar los partidos que
no han alcanzado la mayoría requerida. Sin embargo, no se
puede eliminar a aquellos que poseen fuertes bastiones elec-
torales con porcentajes de voto que corresponden a la mayo-
ría relativa. En este caso los sistemas de mayoría relativa, por
DUVERGER, RAE, SARTORI Y LOS EFECTOS NOMOLÓGICOS 49

lo tanto, permiten la existencia de tantos partidos (además de


los dos principales) como terceros y cuartos partidos existan
en estas situaciones de bastiones electorales fuertes.
3. Tercera ley: dado un sistema de partidos estructurado, la re-
presentación proporcional ejerce un efecto de concentración
debido a su desproporcionalidad (como condición suficien-
te). Así, cuanto mayor sea la “impureza” de la representación
proporcional, mayor es el efecto de concentración; por el
contrario, cuanto menor es la “falta de pureza”, más débil se-
rá el efecto de concentración. Por otra parte, un sistema de
partidos con una estructura particularmente fuerte es por sí
mismo una condición necesaria y suficiente para mantener
cualquier sistema de partidos que existiera antes de la intro-
ducción de la representación proporcional.
4. Cuarta ley: en un sistema de partidos no estructurado con un
sistema de representación proporcional pura, es decir, en el
que existe igualdad de oportunidades para todos los partidos,
no habrá discriminación y el número de partidos podrá llegar
a ser tan alto como permita la cuota.

Sartori introduce dos condiciones, de las cuales una o ambas


son nombradas en las leyes. La primera condición es la existencia
de partidos estructurados en el contexto de mass politics. Si exis-
ten partidos relativamente bien organizados y partidos con arraigo
entre el electorado, los sistemas de partidos son estables y menos
susceptibles a los posibles efectos de los sistemas electorales. La
segunda condición es la dispersión geográfica de los votantes de
los respectivos partidos, muy importante sobre todo para los efec-
tos de la mayoría relativa. Si hay un reparto de votos más o menos
regular entre las circunscripciones y se cumplen ambas condicio-
nes, el efecto específico del sistema de mayoría relativa sobre el
sistema de partidos es no sólo predecible, sino indefectible.
Ambas condiciones son una buena elección como variables. En
realidad, las consecuencias de los sistemas electorales sobre los
sistemas de partidos dependen de su pronunciamiento y dinámica
50 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

a lo largo de la historia. Ambas se tienen en cuenta en el análisis


empírico de los efectos de los sistemas electorales, en el que se in-
tenta descubrir los respectivos efectos de estas variables en la rela-
ción de efectos de los sistemas electorales que nos atañe.
¿Cómo opera Sartori con estas condiciones? ¿Las pone al servi-
cio de un mejor reconocimiento de las relaciones políticas? En pri-
mer lugar hay que decir que las cuatro leyes se encuentran en cua-
tro niveles conceptuales diferentes, especialmente la cuarta ley.
No sin motivo, el mismo Sartori duda entre considerar la cuarta ley
como ley o como mera explicación. La afirmación que se formula
aquí pertenece en lo esencial al cuerpo de conocimiento de siste-
mas electorales y se corresponde en el fondo con una definición
real: en principio, en un sistema multipartidista todos los partidos
que alcanzan la cuota electoral pueden conseguir escaños. Ésta es
una definición de la representación proporcional pura. Dicha ley
no tiene más contenido informativo que la ley por la cual en siste-
mas de mayoría relativa en circunscripciones uninominales sólo el
candidato que consigue la mayoría relativa de los votos (o más vo-
tos que otro candidato) sale elegido. Si no hay (grandes) partidos
estructurados y se da una fragmentación de los partidos, la repre-
sentación proporcional refleja fielmente esta fragmentación. Lo
que ya existe (fragmentación de partidos) y lo que no existe (parti-
dos (grandes) bien organizados) queda reflejado por el sistema
electoral. De acuerdo con su definición del sistema de representa-
ción proporcional como un no-effect system, Sartori ya no habla
de los efectos del sistema electoral en el sentido de que favorezca
la fragmentación de los partidos, sino que afirma que más bien la
refleja.
Además, Sartori formula sus leyes de manera que en ellas ya no
se trata de reconocer relaciones reales, sino que más bien las “le-
yes” hipotéticas se abandonan en favor de un concepto de ley pro-
pio de las ciencias naturales. Las leyes de Duverger eran afirma-
ciones sobre tendencias, “hipótesis de trabajo”. Las leyes de
Sartori son deterministas y no pueden fracasar. En la explicación
de las condiciones previas específicas, recogen descriptivamente
DUVERGER, RAE, SARTORI Y LOS EFECTOS NOMOLÓGICOS 51

configuraciones de las que, desde el punto de vista de la teoría de


sistemas electorales, sólo se puede derivar el efecto esperado. Esto
es evidente si formulamos las leyes de otra forma:

Ley 1: Si no hay un tercer partido (además de los dos grandes)


que consiga la mayoría relativa de los votos en una circunscrip-
ción, se da un sistema bipartidista.

Ley 2: Si hay terceros partidos (es decir, otros partidos además


de los dos grandes) que consiguen la mayoría relativa de los vo-
tos en circunscripciones uninominales, habrá un número de par-
tidos tan alto (además de los dos) como el número de partidos
que alcance esa concentración de votos.

Ley 3: Cuanto más fuerte es el efecto de desproporción de un


sistema electoral (en este caso representación proporcional),
más intenso es el efecto de reducción del número de partidos, o
dicho más tajantemente: cuantos menos partidos superan el obs-
táculo natural de las circunscripciones (circunscripciones pe-
queñas) o el artificial (cláusula de barrera legal de acceso al Par-
lamento), menos partidos llegan al Parlamento.

Ley 4: Pueden obtener escaños todos los partidos que consigan


el número de votos requerido (en sistemas multipartidistas).

Quisiera dejar claro lo siguiente: todas estas afirmaciones son


correctas, aunque en cuanto a la tercera ley es peligroso afirmar
que la fragmentación de un sistema de partidos dependa exclusi-
vamente del efecto de desproporción de un sistema electoral. Sin
embargo, hay un punto crucial, y es que estas leyes tienen un es-
caso contenido informativo. En el fondo, las leyes de Sartori son
triviales.
Veámos ahora si Sartori consigue devolver la validez a las afir-
maciones de Duverger. En contra de lo que cabría esperar, Sartori,
en el fondo, no lo intenta. Sus leyes tienen otro carácter y conteni-
52 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

do. En ellas no hace afirmaciones teóricas que se puedan compro-


bar empíricamente. Sin embargo, esto era precisamente lo impor-
tante para Duverger en la relación causal que estableció entre el
tipo de sistema electoral y el tipo de sistema de partidos. Partiendo
de la observación de regularidades empíricas construyó hipótesis,
sus tres “leyes sociológicas”, que intentó verificar durante toda su
vida, mientras que otros investigadores se esforzaron en rebatirlas.
Las leyes de Sartori carecen de valor explicativo teórico, porque
recogen las condiciones en las que no se puede cuestionar la regu-
laridad del modelo de relación específico entre sistema electoral y
sistema de partidos. Sartori sacó las leyes de Duverger del reino de
las regularidades empíricas y las llevó al reino de la necesidad ló-
gica. En este caso se cumple el dictamen de Max Weber (1956:
222), de que en las ciencias sociales carece de sentido reducir lo
empírico a leyes de tipo natural.
Por otra parte, Sartori hace una nueva valoración de los efectos
de los sistemas electorales. Con relación a Duverger, desplaza de-
cididamente la línea que separa los sistemas electorales que pre-
sentan efectos sobre el sistema de partidos. Ésta ya no divide el sis-
tema de mayoría relativa y el de representación proporcional, sino
el tipo no-effect de representación proporcional, por un lado, y el
tipo effect de representación proporcional y la mayoría relativa,
por otro. En su tercera ley, Sartori atribuye además al sistema de
representación proporcional el efecto de reducir el número de par-
tidos, según lo pronunciado del carácter o la proporcionalidad pura
de la representación proporcional.
Mientras que Sartori cree enlazar con Duverger a través de sus
leyes, y protegerlo así de una crítica exagerada, en realidad no se
encuentra ya en su línea de pensamiento. La forma en la que de-
termina los efectos de una de las dos causas investigadas, la re-
presentación proporcional, es precisamente la misma que utilizan
los críticos de Duverger: también los sistemas de representación
proporcional pueden provocar la concentración del sistema de
partidos. Ya que la mayor parte de los sistemas de representación
proporcional no produce proporcionalidad entre votos y escaños,
DUVERGER, RAE, SARTORI Y LOS EFECTOS NOMOLÓGICOS 53

el tipo de afirmación de las leyes de Duverger quedaría así com-


pletamente transformado (en la forma de conceptualizar la rela-
ción entre mayoría y representación proporcional de Sartori): dos
causas que se creía dicotómicas no provocan ya dos resultados dis-
tintos y opuestos (A da lugar a x, B da lugar a y), sino que distin-
tas causas, situadas a lo largo del continuo no-effect/effect (A, B,
C) provocan un efecto que se acerca más o menos a un resultado
determinado (más o menos z).

IV. LA POSICIÓN ANTINOMOLÓGICA: LOS EFECTOS


DE LOS SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Las tesis que sostienen que los sistemas electorales tienen efec-
tos con carácter de ley sobre los sistemas de partidos no pueden
sostenerse ante un examen teórico diferenciado ni una comproba-
ción empírica. Dichas afirmaciones se mantienen en un plano de-
masiado general, de forma que acaban siendo triviales (las leyes de
Sartori), o se abstraen tanto de las condiciones sociales y políticas
concretas en los distintos países que chocan irremediablemente
contra los resultados empíricos, distintos de los previstos en la
teoría.
Dentro de mi enfoque contextual ¿hasta qué punto se pueden
generalizar los resultados empíricos? Todos los sistemas electora-
les reducen el número de partidos que llegan al Parlamento, parti-
dos para los que se presentan candidatos y por los que votan los
electores. Además, suele haber una preferencia por los partidos
más fuertes. Sin embargo, los sistemas electorales se distinguen
los unos de los otros en el alcance con que reducen el número de
partidos y favorecen a los más fuertes y en las relaciones de fuerza
que establecen entre las fracciones parlamentarias. Los sistemas
electorales son sólo un factor de entre los muchos que actúan sobre
la estructura de un sistema de partidos. Por lo tanto, no se puede
asumir que exista una clara relación causal entre sistema electoral
y sistema de partidos.
54 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Por lo general, los efectos de los sistemas electorales suelen di-


rigirse a sus propósitos de representación. En términos generales,
en un contexto neutral se puede atribuir a la representación por ma-
yoría un efecto más concentrador y reductor del número de parti-
dos que a la representación proporcional. De acuerdo con la defini-
ción misma de la representación por mayoría, ésta fomenta en
mayor grado la formación de mayoría que la representación pro-
porcional. También en los sistemas de representación proporcio-
nal se beneficia frecuentemente al partido más fuerte, aunque en
realidad éste no es el propósito del principio de representación. En
el mayor número de los sistemas de representación por mayoría,
los pequeños partidos sólo tienen posibilidades de éxito electoral
cuando sus electores están concentrados regionalmente o cuando
pueden formar alianzas con partidos más grandes en las que éstos
les ceden circunscripciones propias. Pero también en la mayoría de
los sistemas de representación proporcional, los pequeños partidos
tienen dificultades para entrar en el Parlamento. Esto se debe bien
a barreras legales (que se introducen para tal efecto) o al tamaño de
las circunscripciones plurinominales, que puede constituir un obs-
táculo inherente al sistema para lograr una representación propor-
cional. También en los sistemas de representación proporcional, la
dispersión geográfica del electorado puede tener gran importancia.
El trazado de las circunscripciones, es decir, su tamaño, y la dis-
persión del electorado según criterios partidísticos, son de hecho
las variables más importantes, cuya configuración, distinta en cada
país, hace que sólo sea posible hablar vagamente de tendencias ge-
nerales sobre los efectos de los sistemas electorales.
Sin embargo, al hablar de los factores no inherentes al sistema
electoral en relación a sus efectos, no basta mencionar sólo las va-
riables de la geografía electoral. No existe ninguna afirmación só-
lida científicamente y de alto contenido informativo acerca de los
efectos de los sistemas electorales que no considere el contexto so-
cial y político determinado. La homogeneidad o heterogeneidad
social, étnica y religiosa de una sociedad es tan importante para la
estructura de un sistema de partidos, que no se podría proceder
DUVERGER, RAE, SARTORI Y LOS EFECTOS NOMOLÓGICOS 55

desde el punto de vista científico de manera ahistórica. Además, lo


referente a la estructura social, sociocultural y sociopolítica del
electorado es de máxima relevancia para elegir el sistema electo-
ral. Cuando una sociedad fragmentada opta por el sistema de re-
presentación proporcional en lugar de por el de mayoría, las causas
y los efectos se unen de forma circular. No menos importantes para
los efectos de un sistema electoral son pues el grado de fragmenta-
ción y el de institucionalización de un sistema de partidos. Otras
variables son el comportamiento de los actores políticos y los cam-
bios estratégicos o fácticos de los partidos y los electores contraí-
dos o provocados por distintos procesos de aprendizaje a lo largo
del tiempo.
Estas reflexiones culminan en la siguiente afirmación relativis-
ta: cuanto mayor y más arraigada sea la fragmentación social, más
probable será la introducción de un sistema de representación pro-
porcional, y aún más probable será la formación de un sistema plu-
ripartidista. Si predomina una fragmentación social, entonces ni
siquiera el sistema de mayoría relativa en circunscripciones unino-
minales conducirá —probablemente— a un sistema bipartidista.
Cuanto más homogeneidad social haya, más razones habrá para
optar por un sistema de representación por mayoría y para fomen-
tar o conservar el dualismo político, lo que lleva a la circunstancia
conocida de que un sistema bipartidista emplee el sistema de ma-
yoría relativa. Sin embargo, si hay homogeneidad social, es proba-
ble también que con un sistema de representación proporcional
surja un sistema bipartidista o un pluripartidismo limitado.
Quien considera a los sistemas electorales en su contexto, no
confundirá (al contrario que Sartori 1994) el relativismo científico
que expongo en estas líneas con el reconocimiento de la incapaci-
dad de la ciencia política o de la investigación electoral. Más bien,
lo que hago es oponerme a posiciones científicas reduccionistas. Y
es que no se trata de reducir la complejidad, sino de acercarse a la
complejidad, en el mejor de los casos llegar a una combinación de
lo deseable y lo necesario. Yo defiendo la necesidad de contextua-
lizar los objetos de estudio de las ciencias sociales para reconocer
56 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

las complejas relaciones sociales y políticas. Desde esta perspecti-


va se debe rechazar decididamente la idea de relaciones generales
de causa y efecto (y con carácter de ley) entre sistema electoral y
sistema de partidos. De nuevo me refiero a Max Weber (1956:
220), que afirmó: “preguntar por las causas... no es preguntar por
las leyes, sino por las relaciones causales concretas; no es pregun-
tar dentro de qué fórmula hay que clasificar un determinado caso,
sino observar de qué constelación concreta puede dicha fórmula
ser el resultado”. Esta visión es idéntica a la tarea del punto de vista
privilegiado del politólogo, que se dedica constantemente a fabri-
car explicaciones claras y unívocas que, desde luego, no satisfacen
las complejas relaciones explicativas. La relación entre sistema
electoral y sistema de partidos es precisamente un objeto de cono-
cimiento ejemplar para explicar las cuestiones teóricas y metodo-
lógicas de las ciencias sociales.
CAPÍTULO QUINTO
SISTEMAS ELECTORALES Y CONTEXTO . . . . . . . . . 57

I. En torno a la importancia del factor sistema electoral 58


II. En torno a los factores de contexto . . . . . . . . . 61

1. Estructura social . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
2. Cantidad y profundidad de líneas de conflicto . . 63
3. Grado de fragmentación del sistema de partidos . 64
4. Grado de institucionalización del sistema de par-
tidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
5. Modelo de interacción entre los partidos . . . . . 65
6. Dispersión regional de los votantes . . . . . . . 66
7. Comportamiento del electorado . . . . . . . . . 67

III. En torno al enfoque contextual . . . . . . . . . . . 68


IV. En torno a la causalidad circular . . . . . . . . . . 70

VII
CAPÍTULO QUINTO

SISTEMAS ELECTORALES Y CONTEXTO13

La investigación sobre sistemas electorales se ocupa sobre todo de


averiguar los efectos del factor sistema electoral, pero no investiga
de igual manera otros factores que pueden influir en la dirección
que tomen los efectos del sistema electoral. Se pregunta, en conse-
cuencia, por los efectos de un único factor. Esta limitación mono-
causal es generalmente resultado de teorías reduccionistas que vie-
nen dominando la investigación sobre sistemas electorales desde
Maurice Duverger, las cuales a su vez eran abstracciones de un es-
cenario empírico extremadamente limitado, tanto geográfica como
temporalmente (Europa y Estados Unidos en la primera mitad del
siglo XX). En este sentido, es clásico referirse a los estudios de
Douglas W. Rae (1967). Él se ocupa sólo de los efectos del sistema
electoral sobre el sistema de partidos, para lo cual distingue entre
los efectos directos (proximal) y a largo plazo (distal). Aunque in-
dica: “party systems are influenced by many variables —social,
economic, legal and political—. Proximal effect of electoral law
upon the legislative representation of parties is to be counted only
one of many determining forces” (1967: 141); los factores ajenos
al sistema electoral quedan excluidos de su investigación. Frente a
ello, sostengo que los efectos de los sistemas electorales no sólo
dependen en gran medida del contexto —lo que demuestran los
numerosos casos de efectos distintos, incluso contrarios, que el
mismo tipo de sistema electoral produce en países diferentes— si-

13 Versión revisada del texto que se publicó primero como capítulo 9.5 del
libro Wahlrecht und Parteiensystem, 3a. ed., Opladen, Leske & Budrich, 2000,
pp. 405-415.

57
58 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

no que incluso el análisis de la relación entre sistemas electorales y


sistema de partidos políticos debe incorporar los factores contex-
tuales. Tomemos el caso del sistema de mayoría relativa en cir-
cunscripciones uninominales: sabemos que este sistema electoral,
en cuanto a su intención, tiene un efecto de concentración y forma-
ción de mayorías. Pero el que cumpla esta intención en la práctica
depende de otros factores, entre otros del grado de institucionali-
zación del sistema de partidos. Este sistema electoral puede tener
efectos de concentración en sistemas de partidos institucionaliza-
dos, como los conocemos en las democracias consolidadas. Pero
en los sistemas de partidos no institucionalizados, frecuentes en
las democracias jóvenes, el mismo sistema electoral (en compa-
ración con otros sistemas electorales) puede beneficiar fragmenta-
ción o incluso atomización. Por consiguiente, el factor sistema
electoral requiere otro factor contextual, un sistema de partidos ins-
titucionalizado, para desarrollar el efecto que se le atribuye en la
teoría habitual.

I. EN TORNO A LA IMPORTANCIA DEL FACTOR


SISTEMA ELECTORAL

Es cierto que el sistema electoral es un factor importante para la


estructuración del sistema de partidos. Sin embargo, no se debe
exagerar su importancia; sobre todo la elección del sistema electo-
ral corresponde a los actores que creen —mediante el diseño del
sistema electoral— poder obtener ventajas o disminuir sus desven-
tajas en el cambio de las relaciones de poder socioestructurales y
políticas. En cuanto a su génesis, los sistemas electorales son una
expresión de estas profundas estructuras de base sociales y políticas
y de su transformación a lo largo del tiempo.
La época de transformación en las primeras décadas del siglo
XX, en la que muchos países introdujeron la representación pro-
porcional, estuvo caracterizada por la “democratización funda-
mental” (K. Mannheim) de los sistemas políticos a través de la ex-
SISTEMAS ELECTORALES Y CONTEXTO 59

tensión del sufragio. En muchos casos la primera aplicación de la


representación proporcional coincidió con la primera elección por
sufragio universal. Desde entonces se han producido pocos cam-
bios de sistema electoral (véase el capítulo tercero de este libro) y
las condiciones son otras. Maurice Duverger, sin embargo, desa-
rrolló sus tesis precisamente sobre los efectos de los sistemas elec-
torales (véase el capítulo cuarto de este libro) en la fase de la demo-
cratización fundamental del derecho de sufragio sobre la base de la
pregunta hipotética de cómo se hubiera desarrollado el sistema de
partidos si se hubiera seguido eligiendo por mayoría. Al introdu-
cirse el sufragio universal, resultado éste a su vez de otras estructu-
ras sociales y de la lucha del cuarto estrato social por la participa-
ción política, cambió sin embargo la función de las elecciones y de
los órganos representativos.
Stein Rokkan (entre otros en Lipset/Rokkan 1967; Rokkan
1970) dio gran importancia a la consideración de los desarrollos
sociales en general, y en especial al hecho de que mediante el su-
fragio universal aumentaran las contradicciones y los conflictos
sociales, que se trasladaban al sistema político. Con la extensión y
el máximo aprovechamiento del mercado de movilización políti-
co, surgieron primero sistemas de partidos nacionales, que abarca-
ban todo el territorio y los distintos estratos sociales. En este pro-
ceso de formación, los sistemas electorales no tuvieron mucha
influencia, más bien reflejaron las transformaciones en la base
del electorado. Esto fue así sobre todo en Gran Bretaña, cuyo sis-
tema electoral adquirió su forma actual en el curso de su desarrollo
socioeconómico y político, sobre todo de la extensión del sufragio.
Por supuesto en otros países en los que el sistema electoral emplea-
do ejercía una presión amenazadora sobre los grupos sociopolíti-
cos, a causa del efecto de estructuración de la competición política
y de la representación parlamentaria, se recurrió a una reforma
electoral profunda.
Recientemente, posterior a la tercera ola de democratización
(Huntington 1991) las consecuencias de los distintos sistemas
electorales sobre el sistema de partidos se pueden ver especial-
60 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

mente en sistemas electorales combinados del tipo segmentado o


paralelo que se han introducido en una docena de países (véase
Nohlen/Kasapovic 1996). Aunque se habla de un solo sistema
electoral, se eligen simultáneamente partes del mismo Parlamento
con dos sistemas electorales diferentes, una parte por mayoría y
otra por representación proporcional. Los resultados obtenidos
hasta este momento ponen en cuestión nuestras teorías habituales
sobre las consecuencias de la representación por mayoría y la re-
presentación proporcional, pues en algunos casos (por ejemplo en
Rusia), el grado de fragmentación del sistema de partidos resultó
ser mayor en la parte del Parlamento elegida mediante la decisión
por mayoría, comparado con la elegida mediante la fórmula pro-
porcional. Estos resultados nos recuerdan que las teorías sobre
sistemas electorales y sus efectos están relacionadas con un espa-
cio y tiempo determinados, algo ya mencionado en numerosas
ocasiones a lo largo de este libro.
En suma: dentro del campo teórico que relativiza el factor siste-
ma electoral, defiendo la tesis de que el sistema electoral es de he-
cho sólo un factor entre otros muchos de los que actúan sobre la
forma de un sistema de partidos. Los sistemas electorales son im-
portantes, pero su importancia real varía según las circunstancias.
Depende de los factores contextuales. Hace falta en cada caso un
análisis histórico-empírico concreto para averiguar si el sistema
electoral desempeña un papel más o menos importante sobre los
factores constitutivos de un sistema de partidos, así como sobre la
constancia o transformación de éste en el tiempo. Aquí se debe
partir de una premisa según la cual, la relación de los efectos cau-
sados por los factores sociales y los que son originados por los fac-
tores institucionales es compleja. Es decir, es difícil distinguir cuá-
les efectos son producto de uno u otro factor. Lo que averiguó
Gary Cox (1997: 220 y ss.) para el micronivel de la decisión elec-
toral estratégica del elector “an interaction between social and
electoral strutures” en la formación de un sistema de partidos, se
cumple igualmente para el nivel habitual de la investigación sobre
sistemas electorales: “the effective number of parties appears to
SISTEMAS ELECTORALES Y CONTEXTO 61

depend on the product of social heterogeneity and electoral per-


missiveness rather than being an additive function of these two
factors”. Además, no se puede definir una tendencia clara en la di-
rección que toman los efectos sin tener en cuenta el contexto social
y político del caso concreto, excepto aquella que terminológica-
mente constituye la base para la diferenciación del sistema de ma-
yoría y el de representación proporcional. Según ella, el sistema de
mayoría tiende a la desproporción, el de representación proporcio-
nal a la proporción entre votos y escaños. La investigación empíri-
co-estadística de Arend Lijphart (1994) confirmó esta afirmación
básica.
Por lo tanto, no sólo relativizamos el factor sistema electoral
—lo que también hizo Maurice Duverger cuando por fin constató
que “el comportamiento del electorado (no es) nunca la auténtica
causa” (1959: 219; véase asimismo Duverger 1984)—. Igualmen-
te sacamos las consecuencias necesarias con respecto a la cons-
trucción de una teoría, para la cual es imprescindible investigar los
factores contextuales, cuya consideración es indispensable si se
desean predecir determinadas consecuencias de los sistemas elec-
torales.

II. EN TORNO A LOS FACTORES DE CONTEXTO

Dada la suposición de que el factor sistema electoral produce


sus efectos en una compleja relación con otros factores causales
(en alemán: Wirkungszusammenhang), es analíticamente necesa-
rio investigar científicamente estos otros factores. Sí, en mi opi-
nión, la cuestión principal en la investigación actual sobre siste-
mas electorales es determinar más de cerca los contextos en los
cuales los sistemas electorales producen efectos específicos. De
ello se desprende que a la hora de escoger una teoría adecuada, de-
bamos, por un lado, abandonar las teorías universales y unidimen-
sionales, y por el otro elaborar teorías multidimensionales que ten-
gan en cuenta el contexto.
62 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Un punto de referencia excelente en la teoría política es Alexis


de Tocqueville, que afirmó que el éxito en la aplicación del princi-
pio de mayoría depende de requisitos sociales (una sociedad relati-
vamente homogénea, ausencia de dimensiones de conflicto social
que impidan que una minoría política se pueda convertir en mayo-
ría) y presencia de condiciones políticas (consenso básico en las
reglas de mayoría). Precisamente en lo que se refiere a las demo-
cracias jóvenes, nuestro conocimiento monocausal y descontex-
tualizado de los efectos de los sistemas electorales no es suficiente.
Lo que necesitamos es un mayor conocimiento sobre el Wirkung-
szusammenhang, sobre la relación entre los efectos causados por
los sistemas electorales y los que son consecuencia de los factores
contextuales, es decir, sobre cómo los posibles efectos ocasiona-
dos por los factores del contexto (los efectos contextuales) pueden
influir en las consecuencias de los sistemas electorales.
Las variables contextuales, al contrario de las variables investi-
gadas normalmente, que se declaran como independientes y de-
pendientes, no las dispone el investigador artificialmente, sino que
se corresponden con factores almacenados en el entorno de las va-
riables investigadas y que afectan más o menos su comportamien-
to. Si se investiga un caso, se encuentra un conjunto determinado
de factores contextuales. Si se incluyen otros casos, hay que contar
con que se sumarán factores contextuales que hasta entonces se ha-
bía creído poder ignorar. Allí reside una de las ventajas de la com-
paración, pues su no presencia en un determinado caso puede gra-
vitar también. En el diseño de un proyecto de estudio, se atribuye
gran importancia a la elección de los casos (véase Nohlen 1994:
507 y ss.; Nohlen 2006: 871 y ss.) porque mediante dicha elección
es posible dirigir el contexto en cuanto al número de variables con-
textuales que se van a considerar y a su homogeneidad o heteroge-
neidad. Y viceversa, se deben examinar las afirmaciones acerca de
las variables investigadas para ver en qué medida vienen ya prede-
terminadas por la elección de los casos, es decir, las características
del contexto. Esto es así en las hipótesis habituales sobre los efec-
tos de los sistemas electorales, sin que muchos investigadores de
SISTEMAS ELECTORALES Y CONTEXTO 63

los sistemas electorales hayan sido conscientes de ello. En la pri-


mera época de la investigación de sistemas electorales, en Alema-
nia se concentró la atención en pocos países, para mostrar los efec-
tos opuestos de la representación por mayoría y de representación
proporcional, sin conceder la suficiente importancia al hecho de
que las condiciones contextuales de los países comparados eran
muy diferentes. En consecuencia, apenas se trató su influencia
sobre las variables investigadas.

1. Estructura social

Ahora bien: ¿Qué fenómenos se cuentan entre los factores con-


textuales? En primer lugar quiero nombrar la estructura social en
los aspectos sobre los que ya Alexis de Tocqueville llamó la aten-
ción. A menudo ésta es decisiva para la elección de un sistema
electoral en la alternativa entre representación por mayoría y re-
presentación proporcional, lo que destacaron Seymour M. Lipset y
Stein Rokkan (1967: 32) con referencia a los países étnicamente
heterogéneos en los que se introdujo primero la representación
proporcional (Dinamarca 1855, Suiza 1891, Bélgica 1899, Finlan-
dia 1906). También lo es para determinar la dirección que toman
los efectos de los sistemas electorales. Con la representación pro-
porcional se intentó reflejar la fragmentación parlamentaria exis-
tente: ésta era la condición previa necesaria y a la vez la conse-
cuencia buscada de la representación proporcional.

2. Cantidad y profundidad de líneas de conflicto

El segundo factor contextual es la cantidad de líneas de conflic-


to y su profundidad. Entre ellas se encuentran las divisiones étni-
cas, lingüísticas y religiosas de la sociedad, entre otras. Existen
también diferencias de clase o estrato social, región, entorno so-
cial, generación, género y cuestiones de controversia históricas o
políticas, que provocan una estructura de conflicto que también in-
fluye en los efectos de los sistemas electorales. Si la estructura de
64 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

conflicto es dualista y profunda, es más probable que ni el sistema


de mayoría ni el de represen tación proporcional afecten al gra-
do de fragmentación del sistema de partidos respectivo. Si la es-
tructura de conflicto es variada y difusa, los sistemas electorales
tienen apenas un efecto estructurador sobre el sistema de partidos.
En ambas condiciones, el Wirkungszusammenhang, es decir, el
complejo de causalidades en el que operan los diferentes factores,
es altamente contingente.

3. Grado de fragmentación del sistema de partidos

El tercer factor es el grado de fragmentación del sistema de par-


tidos. Es incuestionable que los sistemas electorales son en parte
responsables del grado de la fragmentación de un sistema de parti-
dos. Y viceversa, el grado de fragmentación tiene influencia sobre
algo que comúnmente sólo se atribuye al sistema electoral, el re-
sultado de la conversión de votos en escaños, es decir, sobre el gra-
do de proporcionalidad de los resultados electorales. Cuantos más
partidos compiten, más se aleja el grado de proporcionalidad entre
votos y escaños. El que el partido más fuerte pueda convertir su
mayoría relativa de votos en una mayoría absoluta de escaños de-
pende por tanto posiblemente del grado de fragmentación del sis-
tema de partidos en efecto conjunto con el sistema electoral. Exis-
ten obstáculos naturales o artificiales que los partidos no pueden
superar. Si no se consideran los votos entregados a estos partidos
en el reparto de escaños debido al efecto que ejercen las barreras
legales, por ejemplo los votos de los partidos que no alcanzaron el
5% de los votos en Alemania, puede haber un efecto de despropor-
ción a favor de los partidos que han superado estos obstáculos. Por
el contrario, si el elector anticipa los obstáculos y renuncia a votar
por los partidos pequeños, los resultados electorales pueden ser
más proporcionales (véase Taagepera/Shugart 1989: 123). En la
fragmentación tiene gran importancia la configuración estructural
de los sistemas de partidos. ¿Hay muchos partidos pequeños y me-
dianos o un partido dominante y muchos pequeños? En el primer
SISTEMAS ELECTORALES Y CONTEXTO 65

caso, casi ningún sistema electoral permite que un partido forme


una mayoría; en el segundo, esto es posible con casi cualquier
sistema electoral.

4. Grado de institucionalización del sistema de partidos

En cuarto lugar está el grado de institucionalización del sistema


de partidos, del que ya he hablado. Como ejemplo se puede citar de
nuevo el sistema de mayoría relativa, del cual se afirma general-
mente que tiene un efecto de concentración. Éste sin embargo de-
pende en realidad de si se aplica en un sistema de partidos bien es-
tructurado. Giovanni Sartori expresó esto muy bien en su ley sobre
los efectos de este sistema electoral, ya que vinculó el efecto consi-
derado general, la promoción de un sistema bipartidista, a la exis-
tencia de un sistema de partidos bien estructurado (véase el capítu-
lo cuarto de este libro). Si no hay una estructura nacional de
organización de partidos y que no sobrepasan el número de dos, no
se puede esperar que el sistema produzca concentración, y mucho
menos bipartidismo. La cuestión adicional es que un sistema de
mayoría incentiva bastante menos la formación de partidos bien
estructurados que la representación proporcional, y por tanto el
sistema de mayoría mantiene las condiciones en las cuales no se
puede producir un efecto de concentración. De nuevo se da un
complejo de causalidades completamente desconocido para el
antiguo pensamiento unidimensional sobre sistemas electorales.

5. Modelo de interacción entre los partidos

El quinto factor es el modelo de interacción entre los partidos,


es decir, otra característica del sistema de partidos. Es cierto que la
interacción de los partidos depende también del sistema electoral,
de si por ejemplo se admite el emparentamiento de listas y, en tal
caso, si se favorecen así a las listas emparentadas o si ellas se ven
afectadas negativamente por la introducción de barreras legales
escalonadas, es decir de barreras cuyo porcentaje de votos requeri-
66 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

do sube para las coaliciones de partidos con el número de partidos


que incluyen. Pero las diferentes distancias ideológicas entre los
partidos individuales y las estructuras de competición especiales
(muy cambiantes) que surjen de las distintas relaciones de tamaño
(cambiantes) en los sistemas de partidos influyen sobre los efectos
del sistema electoral. Los partidos pueden ajustarse a las condicio-
nes de éxito de un sistema electoral, o pueden no hacerlo. Según lo
que hagan, contribuirán a determinar los efectos del sistema elec-
toral. Pensemos en la relación que establecen los partidos que es-
tán dentro del marco constitucional con aquellos que se encuentran
en los márgenes o más allá de éstos, en sectores extremistas. Si la
derecha política en Francia cooperara con la extrema derecha, los
resultados electorales y los efectos del sistema electoral serían
otros (en la estructura del sistema de partidos, el grado de propor-
cionalidad de los resultados electorales, etcétera).

6. Dispersión regional de los votantes

Un sexto factor contextual es la dispersión regional de los vo-


tantes de los respectivos partidos en los sistemas multipartidistas.
Aquí hay que hacer dos observaciones. En primer lugar, si se da un
modelo de dispersión geográfica desproporcionado de las prefe-
rencias partidistas del electorado, los efectos que se pueden espe-
rar al aplicar el mismo sistema electoral son básicamente distintos.
Si hay un reparto regular habrá una tendencia a la concentración y
la desproporcionalidad entre votos y escaños; si hay un reparto
desproporcionado de las preferencias políticas (por ejemplo a tra-
vés de baluartes de los distintos partidos en sistemas multipartidis-
tas) se tenderá a la fragmentación partidista y a la proporcionalidad
entre votos y escaños (por ejemplo en España, comparando votos y
escaños de los partidos pequeños de alcance nacional y de los par-
tidos regionalistas). Si hay un reparto regular, el sistema de mayo-
ría relativa produce concentración (por ejemplo en Gran Bretaña);
si se forman baluartes electorales, este rasgo desaparece (por ejem-
plo en Canadá o Pakistán). Si un partido tiene sus votantes reparti-
SISTEMAS ELECTORALES Y CONTEXTO 67

dos regularmente y si se aplica un sistema electoral con efecto de


concentración, como en el caso de la representación proporcional
en circunscripciones pequeñas y medianas, éste saldrá mal para-
do en la relación entre votos y escaños; si tiene o forma baluartes,
tendrá un resultado más o menos proporcional (por ejemplo en el
caso de los partidos regionalistas en España, ya citado). La segun-
da observación es que los efectos que se esperan del sistema de
partidos dependen en tal medida del factor contextual “dispersión
geográfica del electorado”, que si se aplican distintos tipos de sis-
temas electorales no habrá apenas diferencia en el grado de pro-
porcionalidad de los resultados electorales (se pueden comparar
Gran Bretaña con su sistema de mayoría relativa y España con su
sistema proporcional). Ni siquiera llaman la atención las diferen-
cias en el grado de fragmentación de los sistemas de partidos, so-
bre todo aquellas que se pueden atribuir a distintos sistemas electo-
rales.

7. Comportamiento del electorado

El séptimo y último factor contextual es el comportamiento del


electorado. Son fenómenos de comportamiento específicos, simi-
lares a los modelos de interacción de los partidos, situados en el
micronivel, pero que en sus efectos se pueden localizar especial-
mente bien (al menos en la teoría). Los votantes pueden reaccionar
de una forma u otra ante un sistema electoral, servirse de él de una
u otra forma, dejar que actúe de una forma u otra. Aquí hay que
considerar sobre todo que los votantes pueden anticipar el proba-
ble efecto del sistema electoral, y pueden no hacerlo. Pueden de-
jarse inducir a votar a pequeños partidos creyendo que el sistema
electoral les permite llegar al Parlamento, como — y sobre todo—
en el caso de la representación proporcional pura. Pero los votan-
tes también pueden reaccionar ante las barreras de representación,
cuyos efectos anticipan, y mantener así reducido el número de par-
tidos, concentrando sus votos en los partidos que les dan la seguri-
dad de que sus votos cuentan (el cálculo del voto útil). Unos obs-
68 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

táculos especialmente llamativos son las barreras legales. Aunque


ellas mismas son un factor del sistema electoral, la reacción ante ellas
tiene un carácter de comportamiento específico o estratégico.
Estudios recientes sobre el comportamiento estratégico del electo-
rado refuerzan la importancia de este factor contextual (véase Taa-
gepera/Shugart 1989; Cox 1997).
La importancia de los factores de comportamiento específico se
sostiene sobre todo en una comparación a largo plazo de los efec-
tos de un mismo sistema electoral. La elección de esta dimensión
comparativa indica que las variables contextuales no varían sólo
en el espacio, sino también en el tiempo. Esto es así especialmente
para las variables contextuales de comportamiento específicas.
Hungría es un buen ejemplo: en este país los actores políticos y
el electorado no se ajustaron a las condiciones de éxito del siste-
ma electoral hasta las terceras elecciones. Una observación estáti-
ca de las relaciones entre sociedad, sistema electoral y sistema de
partidos (que enfoca exclusivamente el momento de formación del
sistema electoral y las condiciones sociopolíticas de dicho mo-
mento) conduce por lo tanto al error.

III. EN TORNO AL ENFOQUE CONTEXTUAL

El enfoque contextual se cuida de no relacionar un modelo está-


tico de efectos con un sistema electoral determinado, ni en su apli-
cación en los distintos países, ni dentro de un mismo país a lo largo
de su historia. Distintas situaciones de conflicto sociales y políti-
cas atraen efectos distintos del mismo sistema electoral cuando so-
brepasan un cierto valor umbral (que varía según el sistema electo-
ral). Sistemas electorales que en una época determinada de la
historia nacional produjeron integración, como ha quedado de-
mostrado, y favorecieron la formación de mayorías, tienen efectos
parcialmente diferentes en condiciones distintas (Canadá, India,
Nueva Zelanda). Los sistemas electorales a los que históricamente
ha acompañado una multiplicidad de partidos pueden permitir la
SISTEMAS ELECTORALES Y CONTEXTO 69

concentración de las fuerzas políticas en unos cuantos partidos po-


líticos o bloques de partidos (temporalmente en Italia e Israel).
Por otra parte, los sistemas electorales se diferencian de todas
formas en su grado de sensibilidad frente a los cambios de las va-
riables contextuales. Para los efectos del sistema de mayoría abso-
luta con segunda vuelta, las variables de comportamiento específi-
cas adquieren gran importancia (como lo demuestra el caso de
Francia). Seguramente, este sistema electoral estimula a los parti-
dos y a los electores a dirigir su comportamiento al triunfo electo-
ral. Otra diferencia entre los sistemas electorales es hasta qué pun-
to permiten a los electores aprender a manejarse en ellos. El que
los electores y los partidos no se ajusten a las condiciones de éxito
del sistema electoral puede provocar en un caso pérdida de esca-
ños, en otro la pérdida completa de presencia parlamentaria. El
grado de complejidad del sistema electoral determina por su parte
que el elector sea capaz de manejar el sistema electoral y decidir
racionalmente con respecto a éste y con qué rapidez, lo que tam-
bién influye sobre sus consecuencias.
Respecto a reformas electorales, allí donde los factores so-
cio-estructurales no hacen esperar que se cumplan las funciones
atribuidas a un sistema electoral (véase el capítulo noveno de este
libro), se pueden satisfacer mejor las expectativas vinculadas con
ellos cambiando el sistema electoral. En Australia, la formación de
mayoría parlamentaria a través del sistema de pluralidad en cir-
cunscripciones uninominales dejó de estar asegurada tras la funda-
ción del Country Party, un partido que representaba los intereses
económicos de una región y que produjo una distribución regional
desproporcionada de los votos. El cambio de sistema electoral fa-
voreció entonces la continuidad de un sistema de gobierno según
el modelo británico, sin que se mantuvieran sus requisitos institu-
cionales en el ámbito electoral. Partiendo de éste y otros casos se
puede llegar a la siguiente conclusión: en contextos sociales y po-
líticos que cambian con el tiempo, los sistemas electorales estable-
cidos pueden tener distintas consecuencias y adquirir otra impor-
tancia funcional en el proceso político. Por otro lado, los sistemas
70 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

electorales reformados pueden tener consecuencias similares y


cumplir funciones relativamente semejantes en relaciones socio-
políticas diferentes.
Donde mejor se observan las consecuencias de los distintos sis-
temas electorales sobre el sistema de partidos es sin duda en países
donde se elige a la vez con dos sistemas distintos (en países con
un sistema bicameral, por ejemplo) o en los que ha tenido lugar un
cambio de sistema electoral efectivo, como en los años noventa del
siglo XX en Bolivia, Italia, Japón, Nueva Zelanda, por nombrar al-
gunos países. Pero tampoco aquí se pueden atribuir las transforma-
ciones del sistema de partidos exclusivamente a factores del siste-
ma electoral. Para investigar las transformaciones del sistema
electoral hay que hacer una vinculación circular del desarrollo de
los sistemas de partidos y los sistemas electorales. Una tendencia a
la fragmentación o a la concentración comienza en las reformas de
los sistemas electorales y se ve fortalecida o simplemente reflejada
por la reforma institucional.

IV. EN TORNO A LA CAUSALIDAD CIRCULAR

Las variables contextuales, ha quedado claro, son variables del


entorno económico, social, político en el que se realiza una investi-
gación, y que actúan sobre la relación investigada. Las dependien-
tes y las independientes son, sin embargo, fijas e imprescindibles
para una investigación científica.
La pregunta que aquí se plantea es ¿qué estatus tienen los fenó-
menos relacionados con la investigación? Es una buena tradición
clasificar el sistema electoral como variable independiente y con-
siderar el sistema de partidos como dependiente de ella. Douglas
W. Rae (1967) siguió estrictamente esta orientación, aunque admi-
tió que no sólo los factores contextuales son importantes sino
“worse yet, electoral laws are themselves shaped by party sys-
tems” (1967: 141). Para él, los sistemas electorales eran completa-
mente dependientes de los sistemas de partidos, y consideraba la
SISTEMAS ELECTORALES Y CONTEXTO 71

posibilidad de ver este último como variable independiente. En su


estudio formuló la hipótesis de que la dependencia entre sistema
electoral y sistema de partidos se alterna. Sin embargo, estas consi-
deraciones no incidieron en su programa de investigación que in-
tensificó el supuesto unilinear y monocausal. A pesar de esto, creo
que podemos volver a referirnos a sus reflexiones, pues cuentan
entre las más abiertas respecto a una relación causal inversa. Stein
Rokkan (1970: 168) ya había enfatizado que los sistemas electora-
les no surgen in vacuo, sino que siempre son un producto de las
circunstancias históricas concretas. Afirmaba que son expresión
de las auténticas relaciones de poder y permitían deducirse de éstas
(1970: 156 y ss.). Efectivamente: si no se considera el aspecto
genético, quedan sin aclarar la importancia y la función del
sistema electoral y no se entiende bien la interrelación de manera
causal-circular de los factores que nos interesa estudiar.
Son dos nuestras afirmaciones con relación al carácter de varia-
ble dependiente de los sistemas electorales. Primero, y conforme a
las ideas de Rokkan y Rae, que la introducción o el diseño de un
determinado sistema electoral es dependiente de factores y cir-
cunstancias históricas. Segundo, y esto queremos destacar, que los
factores que fueron decisivos para la introducción, diseño, conser-
vación o reforma de un sistema electoral determinado, constituyen
numerosas condiciones básicas de gran importancia para la actua-
ción específica de los sistemas electorales. Por ejemplo, allí donde
la fragmentación étnica de una sociedad se muestra en su decisión
por un sistema proporcional, la representación política de las múl-
tiples comunidades étnicas estará también fragmentada. Donde
existen fuertes antagonismos, pero en estructura dualista, el temor
de ambos grupos de población de ser dominado por el otro puede
hacer que se opte igual por un modelo de representación propor-
cional. Muchos datos hablan a favor de mantener un dualismo par-
tidista con un sistema de representación proporcional. La historia
de Austria y la de Colombia proporcionan ejemplos en este sentido
(véase Nohlen 1978: 270 y ss. y 347 y ss. Nohlen 1998: 375 y ss.).
En estos casos, los sistemas electorales y los resultados electorales
72 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

o sistemas de partidos son un reflejo de las estructuras sociales y


políticas, y ambos son variables dependientes. A menudo se refor-
man los sistemas electorales “para tener en cuenta el carácter
cambiante del sistema de partidos. (En estos casos) el sistema de
partidos determina el sistema electoral, no al revés” (Lipson 1969:
513).
Debemos ser conscientes por consiguiente de que desde una
perspectiva histórica la secuencia es otra que la que sugiere la in-
vestigación clásica sobre sistemas electorales. Si primero hay frag-
mentación, después se dará la representación proporcional; si pri-
mero hay concentración, después se darán elementos del sistema
que producen mayorías (véase Vallés/Bosch 1997: 158). Sin em-
bargo, a menudo se ignora el aspecto genético, y esto tiene conse-
cuencias graves para los resultados de la investigación, a saber,
que se confunde la causa con el efecto. Así, se hace responsable de
la fragmentación a la representación proporcional, aunque ésta en
realidad es producto suyo, y por supuesto ayuda a mantenerla. Mu-
chos investigadores no temen emitir juicios de horizontes limita-
dos. Si por ejemplo se mide el potencial de conflicto social y se le
pone en relación causal con ordenamientos institucionales, no se
debe olvidar que la representación proporcional es la opción insti-
tucional preferida en casos de mayor potencial de conflicto. De la
simultaneidad de ambos fenómenos no debe desprenderse (en con-
tra de lo defendido por Norris 1999) que la representación propor-
cional no sea más eficiente (observado en caso de alto potencial de
conflicto) que el sistema de mayoría (observado en otros casos). Si
se investigan las causas comparativamente, se debe medir en pri-
mer lugar la variable independiente, no la dependiente.
Por otra parte, decíamos que las condiciones de génesis de los
sistemas electorales tienen una influencia en sus efectos, o visto de
otra forma, que las estructuras sociopolíticas específicas no sólo
son parcialmente responsables de la decisión de introducir un sis-
tema electoral determinado, sino que las consecuencias de los
sistemas electorales dependen en parte también de ellas. El sistema
de partidos no sólo determina la elección del sistema electoral. Su
SISTEMAS ELECTORALES Y CONTEXTO 73

estructura y cambio influye en los efectos que éste tenga. Por


ejemplo, el grado de proporcionalidad que alcanzan los resultados
electorales con determinados sistemas electorales, es altamente
dependiente del sistema de partidos, de su estructura (cambiante)
en el momento de la elección. Interviene también el factor contex-
tual llamado comportamiento del electorado que hemos considera-
do más arriba. Por norma general, en el complejo tapiz de relacio-
nes entre sociedad (electorado), sistema electoral y sistema de
partidos, no se puede dar por hecho que estos factores se puedan
asignar definitivamente el papel de las variables independientes o
dependientes (véase Nohlen 1995). El cambio de sus funciones,
o el cambio de perspectivas, es lo más indicado en el estudio de los
sistemas electorales.
CAPÍTULO SEXTO
EL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE SISTEMAS ELEC-
TORALES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75

I. Tres enfoques distintos . . . . . . . . . . . . . . . 77


II. La controversia con Arend Lijphart y Giovanni Sar-
tori . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
III. Síntesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90

VII
CAPÍTULO SEXTO

EL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN
SOBRE SISTEMAS ELECTORALES14

El desarrollo de los sistemas electorales a nivel internacional es


hoy día tan vertiginoso que el análisis politológico de los sistemas
electorales, esto es, su descripción empírica, su ordenamiento cla-
sificatorio, así como la determinación y valoración de sus conse-
cuencias apenas puede seguir el ritmo. Esta situación no sólo es
consecuencia de la tercera ola de democratización (Huntington
1991), en cuyo transcurso ha surgido un gran número de nuevos
sistemas electorales. También en los países occidentales industria-
lizados la cuestión del sistema electoral –—a diferencia de lo que
yo mismo sostenía hacia mediados de los años ochenta (Nohlen
1984, 217 y ss.)— se ha vuelto tan virulenta que en tres países
(Nueva Zelanda, Italia y Japón) se realizaron reformas electorales
fundamentales. La considerable expansión del campo de estudio
ha llevado a relativizar los progresos hechos en la investigación de
los sistemas electorales en las últimas décadas.
A mediados de los años ochenta, al cabo, como en esta oportu-
nidad, de un intento de exponer el state of the art en la materia,
Arend Lijphart (1985) subrayó los grandes déficits existentes.
Desde entonces han sido publicados varios trabajos que pueden ser
denominados como verdaderas contribuciones a la investigación
14 Texto revisado de la conferencia pronunciada por invitación del Instituto
Federal Electoral, durante la Feria del Libro, en el Claustro Sor Juana Inés de la
Cruz, ciudad de México, 24 de septiembre de 1996. Primera publicación en Lip-
set, S. et al. (1996): Apuntes para una reflexión sobre la democracia. Tres ensa-
yos, San José. El texto corresponde al publicado en Nohlen, Dieter, 2003: El
contexto hace la diferencia: reformas institucionales y el enfoque histórico-em-
pírico, editado por Claudia Zilla, México, UNAM, pp. 61-78.

75
76 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

sobre sistemas electorales, entre ellos el gran estudio del mismo


Lijphart, Electoral Systems and Party Systems, publicado en 1994.
Sin embargo, los déficits señalados por Lijphart en aquella oportu-
nidad de ningún modo han sido superados. Por el contrario, las di-
vergencias terminológicas y conceptuales entre los investigadores
se han incluso acentuado como consecuencia de la mayor diferen-
ciación de los sistemas electorales a través de las nuevas combina-
ciones. Además, en el contexto de la asesoría política, a la cual se
vieron convocados los investigadores durante los procesos de de-
mocratización, se ha agravado la controversia dentro de la comuni-
dad científica acerca de qué resultados puede alcanzar la discipli-
na. Giovanni Sartori, en su libro Comparative Constitutional
Engineering, publicado en 1994,15 atacó fuertemente a los investi-
gadores o mejor dicho al grupo que representaba un enfoque críti-
co, y puso en duda, en el fondo, la capacidad de la investigación
sobre sistemas electorales de contribuir con resultados útiles a la
consultoría política. En pocas palabras: pese a las valiosas contri-
buciones al campo de estudio, la disciplina parece estar más aleja-
da que nunca de un estado satisfactorio en cuanto a los resultados.
A continuación quiero referirme principalmente a los trabajos
científicos y al debate científico sostenido por los investigadores
más destacados en la materia. Naturalmente, es lamentable que
muchos de los que en la ciencia y la política opinan sobre los siste-
mas electorales no se encuentren al nivel actual de la ciencia. No
me ocuparé aquí de tales escritos y opiniones. También es lamen-
table el hecho de que en el campo de los sistemas electorales pare-
ciera existir un así llamado conventional wisdom (convencionalis-
mo académico) con gran vitalidad, y esto pese a que la empiria
continuamente contraría sus conclusiones. Lo que resulta fatal en
este caso es que aquellos que cultivan este conventional wisdom
por lo general piensan que ya saben todo lo que hay que saber so-
bre sistemas electorales, por lo que no ven por qué deberían tener
en cuenta los resultados de nuevas investigaciones. Esto es válido
15 La tercera edición corresponde a 2003 con el posfacio: “La transición en
México, ¿hacia dónde?”.
EL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN 77

con respecto a la mayor parte de los politólogos. Aquí no me refe-


riré más a este tema. Finalmente, hay que considerar que las cues-
tiones relativas a los sistemas electorales son cuestiones de poder y
ponen en juego intereses de poder, y que en el discurso público so-
bre sistemas electorales no se trata tanto de llegar a un conoci-
miento más profundo o una mejor perspectiva, sino más bien de
imponer valores y proyectos políticos y personales. En lo que si-
gue, tampoco profundizaré más este aspecto, que incluso puede ser
dominante en debates científicos (puede explicar por qué los cien-
tíficos cambian su opción por un sistema electoral en el transcurso
del tiempo).

I. TRES ENFOQUES DISTINTOS

Primero distinguiré tres enfoques presentes en la investigación


sobre sistemas electorales. La distinción es útil para comprender
mejor las diferencias entre los investigadores individuales y entre
distintos resultados investigativos. Esta distinción es de gran im-
portancia para el análisis, la comparación y la valoración de los
sistemas electorales, así como especialmente también para la ase-
soría política. La distinción se basa en dos criterios: normativo
versus empírico y estadístico versus histórico. Desde una perspec-
tiva teórico-científica, la primera distinción podría describirse en
términos de procedimientos deductivos e inductivos; la segunda,
en términos de métodos estadísticos y comparativos.
El primer enfoque se puede denominar normativo.16 En el mar-
co de este enfoque los sistemas electorales se estudian a partir de
convicciones teóricas o casi axiomáticas, vinculadas a teorías de la
democracia o del buen gobierno. Así, por ejemplo, la opción por el
sistema de mayoría relativa se fundamenta con el argumento de
que sólo este sistema electoral refleja la esencia del gobierno par-

16 El concepto normativo se refiere aquí no a normas legales, sino a valores


e ideales, como se desprende bien de los elementos que caracterizan el respecti-
vo enfoque.
78 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

lamentario o de la democracia con plena responsabilidad política


de los gobernantes. Un buen ejemplo de este enfoque, dominante
durante más de un siglo a partir de los grandes debates entre John
Stuart Mill y Walter Bagehot, es el del filósofo Karl Popper, quien
defendió su opción por un determinado sistema electoral recu-
rriendo a un fundamento de filosofía política alejado de la expe-
riencia empírica,17 pese a ser, en su epistemología, un defensor a
ultranza del examen empírico (método de ensayo y error). Es cier-
to: el enfoque normativo implica generalmente pronunciarse a fa-
vor de uno de los principios de representación y de un sistema
electoral correspondiente. En este enfoque se sostienen certezas en
cuanto a los efectos y ventajas de determinados sistemas electora-
les, a menudo sin tomar en cuenta lugar y tiempo. El tipo de afir-
mación que lo caracteriza es, por ejemplo: “la representación por
mayoría es mejor que la representación proporcional”, o, “el siste-
ma electoral de pluralidad es el que mejor se corresponde con la
esencia de la democracia, con la esencia del gobierno parlamenta-
rio”, etcétera. Asimismo, a partir de un caso se hacen deducciones
que conciernen a más o todos los casos, es decir, se extrapola. Des-
de una óptica normativa se defiende la tesis de que lo que es visto
como válido en un caso, es válido también en los demás. Esta ten-
dencia se expresa en afirmaciones causales que se postulan con ca-
rácter de ley, tales como: “el sistema electoral de pluralidad condu-
ce al sistema bipartidista”.
El estudio teórico de los sistemas electorales, de las ventajas y
desventajas de los principios de representación, su vinculación
con la institucionalidad política en general y con la dinámica de los
procesos políticos, sigue basándose en los escritos del enfoque
normativo. Es más, mucho de lo que el no-especialista en la mate-
ria cree saber sobre los sistemas electorales, se basa normalmente
en el cuerpo de supuestos y afirmaciones del enfoque normativo.
El punto fuerte de este enfoque reside sin duda en la vinculación
del tema de los sistemas electorales con la política en general, esto
17 Defendió la opción sistema de mayoría relativa; véase The Economist, 23
de abril de 1988.
EL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN 79

es, en centrar la atención en cuestiones relacionadas con los siste-


mas electorales que tienen una relevancia real y, asimismo, en no
temer efectuar apreciaciones en forma de relaciones causales, uti-
lizando un horizonte de interpretación enraizado en la teoría políti-
ca. A menudo se formulan proposiciones valorativas sobre supues-
tas relaciones causales. Por el contrario, la debilidad del enfoque
reside en no tomar en cuenta el espectro de diferenciación entre los
sistemas electorales en el marco de los principios de representación
ni la contingencia histórica de los sistemas electorales, cuestiones
realmente determinantes para sus efectos y valoraciones.
El segundo enfoque es empírico y de orientación estadística.
Por la lógica de la propia metodología estadística, que requiere un
gran número de casos para llegar a resultados relevantes, este enfo-
que trata de incluir en el estudio la mayor cantidad posible de siste-
mas electorales, integrando para ello la dimensión histórica y la in-
ternacional. En comparación con el enfoque normativo, el enfoque
empírico-estadístico diferencia mejor entre los componentes de
los sistemas electorales, precisamente con el fin de tratarlos esta-
dísticamente como variables en el marco de una relación multicau-
sal. Es enorme el avance que se logró en el estudio de los sistemas
electorales y sus efectos gracias a este nuevo enfoque, como a lo
largo de su aplicación. Respecto a esta última observación, una
comparación de los dos estudios que mejor representan al enfoque
empírico-estadístico —el trabajo pionero de Douglas W. Rae
(1967) y la gran investigación de Arend Lijphart, arriba menciona-
da— permite visualizar el progreso hecho por este enfoque. Sin
embargo, tal perspectiva está centrada en lo que se puede medir, e
intenta preparar el material histórico de manera que sea apto para
el análisis estadístico. Este procedimiento puede llevar a veces a
resultados insatisfactorios o incluso falsos, como en el caso del sis-
tema de representación proporcional personalizada de la Repúbli-
ca Federal de Alemania, a cuyas circunscripciones Rae (1967: 46)
adjudicó un tamaño promedio de valor dos.18 También puede im-
18 En el sistema electoral alemán, la cantidad de las circunscripciones uni-
nominales corresponde a la mitad de los diputados por elegir. Para este grupo de
80 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

plicar cambios conceptuales (por ejemplo, ampliando la definición


del propio concepto de sistema electoral) y llevar a reduccionis-
mos el análisis de los sistemas electorales concretos para facilitar
la clasificación (como en el caso de los sistemas de representación
proporcional personalizada). Por último, la tendencia a centrar la
investigación en la parte medible del problema, desplaza la atención
del investigador hacia el campo fundamentalmente matemático de
la materia (por ejemplo, grados de proporcionalidad), descuidando
de alguna manera lo propiamente politológico (como la relación
entre grados de proporcionalidad y sistemas de partidos políticos),
además de los criterios generales de evaluación y de contexto, im-
prescindibles para apreciar los resultados empíricos.
El tercer enfoque es empírico de orientación histórica. Se con-
centra en el estudio de los sistemas electorales concretos y en el
análisis de su contexto sociopolítico, lo cual resulta indispensable
para comprender su funcionamiento y efectos. En comparación
con el empírico-estadístico, este enfoque es descriptivo-individua-
lizante, lo cual es objeto de críticas desde el campo estadístico. No
obstante, el enfoque histórico-empírico es también comparativo.
De allí la importancia del caso individual, dado que sólo a través
del camino inductivo puede llegarse a un conocimiento teórico,
empíricamente fundado. Además de reconocer la importancia de
la elaboración de hipótesis y teorías en la comparación, este enfo-
que coloca un énfasis especial en la precisión terminológica y el
trabajo clasificatorio. Es cierto que a veces, en los estudios nacio-
nales, se descuida el aspecto comparativo, el cual es clave en el en-
foque histórico-empírico. Al mismo tiempo, hay que reconocer que,
en comparación con los otros dos, este enfoque es el que más se presta
a la asesoría política en el ámbito de los sistemas electorales. Hay que
destacar en particular que esto implica no pronunciarse a favor de un
sistema electoral antes de haber estudiado detalladamente los factores

circunscripciones, el promedio es uno. Sin embargo, la distribución de la totali-


dad de los escaños se realiza de forma proporcional a través de una sola circuns-
cripción nacional, cuyo promedio no es uno (sumado al primer uno = dos), sino
correspondiente al tamaño del Parlamento.
EL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN 81

contextuales. El enfoque histórico-empírico puede observarse, por


ejemplo, en mis propios escritos (Nohlen 1978, versión castellana
1981; Nohlen 1991, versión castellana 1994; Nohlen 1996; así como
—por supuesto— las subsiguientes rediciones).
El siguiente esquema resume las diferencias entre los tres enfo-
ques:
ENFOQUE Normativo Empírico-esta- Histórico-em-
dístico pírico
CARÁCTER axiológico descriptivo descriptivo
CONCLUSIONES axiomas generalizaciones generalizacion
de alcance univer- es de alcance
sal medio
GRADO DE desvinculación datos agregados, estrecha
ESPECIFICIDAD espacio-tem- vinculación conexión
poral espacio-temporal espacio-tempo-
media ral
TELEOLOGÍA cerrada y uni- generalización a abierta e
versal base de estudios histórica
estadísticos
CONCEPTO DE unidimensio- multidimensional multidimen-
CAUSALIDAD nal, lineal, sional,
aditivo complejo,
combinatorio
GRADO DE alto medio/alto medio/bajo
ABSTRACCIÓN
VALIDEZ baja media alta
EXTERNA
POTENCIAL bajo medio/bajo alto
SOCIALTECNO-
LÓGICO
CATEGORÍAS dicotómicas factibles de diversificada
CONCEPTUALES medición (subtipos)
CONSIDERACIÓN categoriales variables categoriales y
DE DIFERENCIAS cuantitativas graduales
METODOLOGÍA deductiva deductiva inductiva
82 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Estos tres enfoques están presentes en el debate político y cien-


tífico. No obstante, hay que acreditar los progresos en el campo de
investigación de los sistemas electorales sobre todo a los dos enfo-
ques empíricos. En realidad, el enfoque normativo está agotado.
Sus interrogantes no son de ninguna manera obsoletos; pero no
son de esperarse nuevas o mejores respuestas que las que ya fueron
dadas al cabo de los debates clásicos.
En cuanto a los enfoques empíricos, no está en absoluto descar-
tado que el investigador de orientación empírica tenga preferen-
cias normativas. Esto es válido respecto de Arend Lijphart, cuya
preferencia por la representación proporcional es conocida por to-
dos, o de Giovanni Sartori quien recientemente se pronunció a fa-
vor del sistema de mayoría absoluta en circunscripciones uninomi-
nales. Dice Sartori textualmente:

Do I conclude, that if there is a “best” electoral system, this is the


double ballot system in its wide range of adaptability, of possible
formulations? Yes, that would be my general preference; under the
proviso, to be sure, that no electoral system is best for all seasons.

En los últimos años, yo mismo me he expresado crecientemente


a favor de sistemas electorales combinados con efectos proporcio-
nales, o sea, por sistemas electorales que cumplen con ciertas fun-
ciones y son flexibles en su adaptación a las circunstancias del lu-
gar, aunque sigo sin tener mi sistema individual predilecto o best
system. Por el contrario, mi tesis es que no existe un best system,
existen sólo sistemas electorales que se adaptan mejor o peor de
acuerdo con las circunstancias.

II. LA CONTROVERSIA CON AREND


LIJPHART Y GIOVANNI SARTORI

Quiero desarrollar en adelante, a través de la controversia con


Lijphart y Sartori y sus respectivos escritos, publicados en 1994
EL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN 83

que mencioné anteriormente, los problemas conceptuales y de otro


tipo que hoy —como en el pasado o incluso más que nunca— en-
frenta la investigación sobre sistemas electorales. Lijphart trabaja,
como es sabido, de modo comparativo, pero no en el sentido histó-
rico-empírico, sino empírico-estadístico. Esto resulta coherente
con su valoración más positiva del método estadístico frente al mé-
todo comparado, que expuso en dos artículos sobre el método
comparado publicados en 1971 y 1975 respectivamente. Por el
contrario, yo considero que el método comparado tiene como mí-
nimo el mismo valor que el estadístico y, en algunos aspectos, in-
cluso un valor mayor, y trabajo por lo tanto con él dentro del enfo-
que histórico-empírico (Nohlen 1994). Una parte de mi crítica a
Lijphart se origina en estas discrepancias en cuanto al método y al
enfoque. En lo que se refiere a Sartori (1992), estoy muy cerca de
él en varias de mis posiciones de metodología y de lógica de la in-
vestigación,19 pero no comparto algunos de sus supuestos cientifi-
cistas en el campo de los sistemas electorales.
El desarrollo de los sistemas electorales en la última década es-
tuvo marcado por el surgimiento de cada vez más sistemas electo-
rales combinados. Estos sistemas electorales colocan al investiga-
dor frente a difíciles problemas conceptuales y clasificatorios. En
distintas oportunidades he expuesto las dificultades que tuvo en su
momento la investigación electoral para dar una descripción y una
clasificación correctas del sistema electoral alemán de representa-
ción proporcional personalizada. Hoy, precisamente el sistema
electoral alemán es tomado como un modelo por quienes, como di-
cen, intentan vincular la representación por mayoría con la repre-
sentación proporcional. La misma formulación del objetivo es pro-
blemática y genera confusión, pues la representación por mayoría
y la representación proporcional, en tanto principios de represen-

19 Véase a Giovanni Sartori en su muy acertado estudio La política. Lógica


y métodos en ciencias sociales, 1992. Véase también mis múltiples contribucio-
nes en Nohlen, D. (2006), en colaboración con R.-O. Schultze y 161 cientistas:
Diccionario de ciencia política. Teorías, métodos, conceptos, dos tomos, Méxi-
co, Porrúa.
84 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

tación, no pueden vincularse. Están enfrentadas antitéticamente.


Se trata más bien de elementos —como la circunscripción unino-
minal (en el que sólo puede decidirse por mayoría) y las listas que
posibilitan una repartición proporcional de los escaños en otros ni-
veles o ámbitos del sistema electoral—, que se combinan en un de-
terminado sistema electoral. Esto sucede en la República Federal
de Alemania, cuyo sistema electoral consiste en una combinación de
la uninominalidad con la proporcionalidad. Sin embargo, en cuan-
to al efecto sobre la composición del Bundestag, del Parlamento
alemán, el sistema electoral personalizado es empero de represen-
tación proporcional. En otros países, como en México, Japón, Ita-
lia, Hungría, Rusia y en varios otros de Europa del Este, el inten-
to de combinación fue distinto con resultados completamente
diferentes, conformando respectivamente tipos muy distintos de
sistemas electorales, en algunos casos incluso de representación
por mayoría. Los sistemas electorales combinados han causado
mucha confusión. A mi modo der ver, hay que distinguir entre
tres tipos y aplicar para su denominación una terminología que
facilita la necesaria diferenciación. Sin embargo, en la medida
que Arend Lijphart (como también Taagepera/Shugart 1989)20
concibe al sistema electoral alemán como un adjustment-system, o
sea un sistema compensatorio en vez de un sistema proporcional
personalizado, le resulta difícil determinar la diferencia clasifica-
toria entre tres tipos de sistemas electorales combinados existentes
en la actualidad:

1. La representación proporcional personalizada. Pese a la uni-


nominalidad de la elección de la mitad de los diputados, las
relaciones de fuerza de los partidos en el Parlamento se co-

20 Según estos autores, “the second vote, for a party list, is used to provide
compensatory seats to those parties which have not received in the single-mem-
ber districts the seat share proportional to their nationwide vote share”, lo que no
es cierto, dado que el segundo voto constituye la base para determinar, a nivel
nacional, la participación de cada uno de los partidos en la distribución de los
escaños.
EL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN 85

rresponden con los porcentajes de votos. La adjudicación de


los escaños a los partidos políticos se produce a nivel nacio-
nal. Participan los partidos que han superado la barrera legal
del 5% de los votos válidos. El efecto de las circunscripcio-
nes uninominales reside principalmente en definir dentro de
los partidos qué candidato (de circunscripción o de lista) re-
cibe un escaño. Este sistema se aplica actualmente en Alema-
nia y Nueva Zelanda.
2. Los sistemas segmentados (o paralelos). Una parte de los dipu-
tados se elige según la representación por mayoría, y otra
parte según la representación proporcional. De acuerdo con
la estructura del sistema de partidos y la distribución del vo-
to, el sistema electoral puede producir resultados mayorita-
rios. Este sistema se aplica actualmente en México, Japón,
Rusia etcétera.
3. Los sistemas compensatorios. Asimismo existen escaños uni-
nominales y plurinominales proporcionales. Sin embargo, se
busca compensar las desproporciones en la relación entre vo-
tos y escaños originadas en la representación por mayoría a
través de los escaños adjudicados de acuerdo con la represen-
tación proporcional. Este intento puede tener éxito y condu-
cir a resultados proporcionales siempre que los actores políti-
cos y los ciudadanos se adapten bien a la mecánica del
sistema. De no ser así, pueden aparecer grandes despropor-
ciones en la relación entre votos y escaños.21 Un sistema
compensatorio se aplica actualmente en Hungría e Italia.

Esta distinción clasificatoria entre tres tipos de sistemas electo-


rales combinados es importante para iluminar la así llamada cate-
goría de los mixed systems, una verdadera caja negra en la que has-
ta ahora se ha venido arrojando todo lo que difería con los sistemas
electorales mayoritarios y proporcionales clásicos. En la medida

21 Para más detalles y fundamentos de esta distinción clasificatoria véase


Nohlen, Dieter, 1995a.
86 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

que Sartori (1994a) lanza la discusión acerca de cuáles de los así


llamados mixed systems serían en realidad sistemas truly mixed,
identifica el problema de diferenciación interna, pero no presenta
ninguna solución tipológica para trabajar científicamente con
éxito en este universo de nuevos sistemas electorales.
Este trabajo clasificatorio en el campo de los sistemas electora-
les es asimismo importante para establecer tipos de sistemas elec-
torales. Con la ayuda de estos tipos pueden evitarse dos peligros:
por un lado, el de quedarse atrapado en la mera descripción indivi-
dualizante de todos y cada uno de los sistemas electorales y por el
otro el de debatir las alternativas en el nivel de conceptos (como
representación por mayoría y representación proporcional) que
—como se sabe— contienen demasiados different sames, de for-
ma que una proposición generalizante o teórica con base en estas
alternativas pierde verdadero contenido informativo. Un tercer pe-
ligro se presenta en el enfoque estadístico-empírico: la elevación
(artificial) del número de casos por razones metodológicas. Según
Lijphart (1994), en la República Federal de Alemania hubo desde
1949 cuatro sistemas electorales; según mi entendimiento tipoló-
gico, sólo uno que experimentó pequeñas reformas en distintos
momentos. Estas reformas no cuestionaron el tipo de sistema elec-
toral. Es interesante añadir que todas las propuestas de reforma
que habrían cambiado el tipo de sistema electoral proporcional
personalizado, sustituyéndolo por el sistema segmentado, pro-
puesta de 1956, o la elección en circunscripciones electorales tri-
nominales y cuatrinominales, propuesta de 1967-1968, no pudie-
ron imponerse. Hablar entonces de la existencia de cuatro sistemas
electorales contraría completamente la comprensión histórico-po-
lítica de la historia electoral alemana de posguerra.
En el caso de Lijphart, no sólo la diferenciación de sistemas
electorales está en función del análisis estadístico. Su concepto
mismo de sistema electoral es ampliado por un componente que
puede ser tratado con precisión estadística: el tamaño del Parla-
mento. Según Lijphart, es una variable importante que ejerce una
fuerte influencia sobre la proporcionalidad y el grado de multipar-
EL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN 87

tidismo; sin embargo, no ha desempeñado hasta el presente ningún


papel en la doctrina de los sistemas electorales, puesto que en cier-
to sentido es autoevidente. El resultado está determinado matemá-
ticamente y, por lo tanto, no constituye un resultado politológico.
En el caso de la barrera de representación, Lijphart une la barrera
natural (tamaño de las circunscripciones) y la legal en una única
variable, la barrera de representación efectiva, a pesar de que la
distinción es importante, puesto que las barreras naturales provo-
can sin excepción efectos desproporcionales entre los partidos re-
presentados en el Parlamento, mientras que esto en general no es
así en el caso de las barreras legales. No daré más ejemplos. Las
decisiones de Lijphart mencionadas me parecen justificadas por su
enfoque empírico-estadístico. Junto al gran reconocimiento que
merece su investigación, es necesario al mismo tiempo recalcar
que su estudio de ninguna manera reduce los problemas concep-
tuales, clasificatorios y de lógica de la investigación en el campo
de los sistemas electorales, sino que incluso los agrava.
Por otra parte, hay que observar que algunos de los resultados
obtenidos por Lijphart confirman los supuestos del enfoque histó-
rico-empírico. A modo de ejemplo, Lijphart distingue dos dimen-
siones de análisis: las consecuencias de los sistemas electorales so-
bre la relación entre votos y escaños y las consecuencias sobre el
sistema de partidos. Mientras que los efectos de los sistemas elec-
torales sobre la primera dimensión pueden ser relativamente bien
determinados y previstos, la relación entre el sistema electoral y el
sistema de partidos es más difícil de determinar y es mucho menos
estrecha de lo que se supone normalmente, debido a lo cual no es
posible formular proposiciones cuasi-deterministas de validez uni-
versal. En este sentido, y si bien Lijphart (1994: 141) la formula
con los debidos recaudos, la siguiente afirmación según la cual no
existiría una “systematic relationship between the two (variables,
i.e. electoral and party system) at all”, es digna de ser destacada.
En una investigación que hice recientemente sobre Paquistán
(Nohlen 1995), llegué al resultado que el sistema de mayoría rela-
tiva en circunscripciones uninominales en este país tiene exacta-
88 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

mente los efectos opuestos a los que exhibe el mismo sistema elec-
toral en Gran Bretaña, caso que ha influido tan determinantemente
sobre la teorización sobre sistemas electorales y sus consecuencias.
En Paquistán, la presencia del sistema pluripartidista existente,
de los numerosos independientes y la representación de diversos
partidos regionales en el Parlamento, se deben en parte al sistema
de mayoría relativa. Es más, de introducirse elementos de repre-
sentación proporcional en el sistema electoral mayoritario vigente,
por ejemplo una lista adicional de 100 diputados junto a las 200
circunscripciones uninominales, saldrían beneficiados los partidos
más grandes y se incrementaría la desproporcionalidad en la distri-
bución de escaños.
La discusión que mantengo con Sartori se basa precisamente en
cuestiones relativas a las consecuencias de los sistemas electora-
les. Como es sabido, Sartori intentó reformular las leyes de Duver-
ger (1957)22 sobre los efectos de los sistemas electorales (Sartori
1986). Quizá ya conocen las críticas que hice al respecto (Nohlen
1994, también 1998). En breve, considero que las leyes de Sartori
están tan determinadas por las condiciones de entorno que carecen
de información y son incluso triviales.23 Por otra parte, la especifi-

22 Sus “leyes sociológicas” dicen: 1. La representación proporcional condu-


ce a un sistema pluripartidista con partidos rígidos, estables e independientes
(excepto en el caso de movimientos repentinos). 2. El sistema de mayoría con
segunda vuelta tiende a un pluripartidismo con partidos flexibles, dependientes
y relativamente estables (en todos los casos). 3. El sistema de mayoría relativa
conduce a un sistema bipartidista con partidos grandes e independientes que se
alternan.
23 Por ejemplo, la primera ley sartoriana dice: “Dado un sistema de partidos
estructurado y una distribución pareja de los votos en las circunscripciones elec-
torales (como condiciones necesarias conjuntas), los sistemas electorales de re-
presentación por mayoría relativa causan (es decir, son condición suficiente pa-
ra) un sistema bipartidista. Correspondientemente, un sistema de partidos con
estructura particularmente fuerte es por sí mismo la condición necesaria y sufi-
ciente para provocar una competencia bipartidista”. En otras palabras, esta ley
transmite como información: Si ningún tercer partido (además de dos grandes)
alcanza la mayoría relativa de los votos en las circunscripciones electorales, el
sistema de partidos va ser bipartidista. Véase mi crítica más detallada en el capí-
tulo cuarto del presente libro.
EL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN 89

cación tan acotada de estas condiciones contextuales hace que las


leyes estén tan ceñidas a casos concretos que pierden completa-
mente el carácter universalista que tenían en el caso de Duverger.
En su escrito sobre ingeniería constitucional comparada, que
mencioné antes, Sartori expresó nuevamente su opinión sobre la
cuestión de los sistemas electorales en el marco de la función de
asesoría política de los politólogos, precisando su posición:

1. Mientras yo subrayo que la relación entre sistema electoral y siste-


ma de partidos es de tipo circular, que los sistemas electorales son tan-
to variables independientes como dependientes, que la génesis de los
sistemas electorales, es decir, los valores e intereses que confluyen en
la decisión sobre un sistema electoral, ya forman una parte de sus con-
secuencias, Sartori quiere limitar el estudio de los sistemas electorales
en su calidad de variable independiente. Los países que recién hicie-
ron su transición a la democracia constituyen un campo de investiga-
ción que pone de manifiesto la importancia de enfocar los sistemas
electorales como variables dependientes (véase Nohlen/Kasapovic
1996).
2. Mientras yo subrayo que las circunstancias histórico-políticas,
los factores como la cultura política y las experiencias histórico-políti-
cas propias de cada país restringen las opciones relativas a los sistemas
electorales (véase el capítulo tercero de este libro), Sartori ve una li-
bertad de opción prácticamente ilimitada.
3. Mientras yo opino que son limitadas las posibilidades de prede-
cir las consecuencias de los sistemas electorales, que dichas prediccio-
nes sólo son posibles cuando se consideran los contextos sociales y
políticos respectivos que conforman el entorno concreto de los siste-
mas electorales —con el cual, de hecho, éstos se hallan enfrentados—,
Sartori mantiene inalterada su posición, según la cual los sistemas
electorales tendrían consecuencias con carácter de ley. Asimismo, en
el campo de la asesoría política, mientras Sartori (1994a: 29) opina
que “a profession that has long held such views [like Nohlen] connot
have in store much advice to give”, yo estoy absolutamente convenci-
do que únicamente el análisis crítico, causal-circular, multicausal,
contingente y que relativiza la relación entre sistema electoral y siste-
ma de partidos, posibilita ejercer una asesoría política adecuada.
90 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

III. SÍNTESIS

Llegando al final de mi trabajo, deseo resumir lo que he expues-


to. En el campo de investigación sobre sistemas electorales se han
logrado considerables progresos en los últimos años, progresos
que, sin embargo, no eliminan los problemas fundamentales. Por
el contrario, los problemas conceptuales y clasificatorios más bien
han aumentado. Las diferencias en los enfoques determinan una
controversia que en el caso de Sartori culmina con el cuestiona-
miento de la capacidad general de la disciplina. Esto es sin duda
exagerado. Como mostré a través de la exposición de los tres enfo-
ques (véase más arriba el cuadro comparativo), cada uno es capaz
de hacer contribuciones de relevancia, las cuales son dignas de ser
reconocidas. El hecho de que existan tres enfoques distintos no de-
bería valorarse de ningún modo negativamente. El asunto sí podría
volverse problemático si los respectivos enfoques son adoptados
de manera dogmática y excluyente, si se aíslan mutuamente. Algo
diferente es la crítica mutua, necesaria para avanzar en el terreno
científico. En este sentido debería entenderse la crítica que, desde
la perspectiva del enfoque histórico-empírico, he hecho aquí a
Lijphart y Sartori, cuyas investigaciones, vale la pena recordarlo
otra vez, se cuentan indudablemente entre las contribuciones más
valiosas sobre sistemas electorales y sistemas de partidos.
CAPÍTULO SÉPTIMO
LA TRILOGÍA: SISTEMA DE GOBIERNO, SISTEMA ELECTO-
RAL Y SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS . . . . . . . . 91

I. El nivel normativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
II. El nivel analítico . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
III. El nivel operativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
IV. Síntesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104

VII
CAPÍTULO SÉPTIMO

LA TRILOGÍA: SISTEMA DE GOBIERNO, SISTEMA


ELECTORAL Y SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS24

El tema que los organizadores de este evento me han sugerido, en-


globa en verdad los elementos sustanciales que conforman un siste-
ma político, su estructura y dinámica. La certeza de esta afirmación
se confirma en el debate institucional actual sobre la transición a la
democracia, su consolidación y reforma. Allí se sostiene que la op-
ción entre las formas de gobierno, que se identifica con la alternativa
entre el presidencialismo y el parlamentarismo, y la opción entre los
tipos de sistemas electorales, que se identifica con la alternativa
entre representación por mayoría y representación proporcional,
constituyen las opciones básicas de orden constitucional. Esta idea
implica la convicción de que la opción por una u otra de las alter-
nativas tiene repercusiones de importancia respecto a la goberna-
bilidad de un Estado, el supuesto que la institucionalidad política
influye en los recursos del gobierno democrático (poder, consen-
so, legitimidad, etcétera) y en las capacidades funcionales del sis-
tema político (governance) de responder a las expectativas y de-
mandas de la economía y la sociedad. La tesis que tal vez mejor

24 Texto revisado del discurso pronunciado durante la III Conferencia de la


Unión Interamericana de Organismos Electorales (UNIORE) en el Museo Na-
cional de Antropología, ciudad de México, el 3 de julio de 1996. Primero publi-
cado en Justicia Electoral, Revista del Tribunal Electoral (México), vol. V,
núm. 8, 1996, pp. 83-90, y en Lipset, S., Apuntes para una reflexión sobre la de-
mocracia. Tres ensayos, Cuadernos de CAPEL, San José, Instituto Interameri-
cano de Derechos Humanos, pp. 31-52. El texto aquí reproducido fue tomado
del libro Nohlen, Dieter (2003), El contexto hace la diferencia: reformas insti-
tucionales y el enfoque histórico-empírico, editado por Claudia Zilla, México,
UNAM, pp. 9-24.

91
92 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

refleja este pensamiento sostiene que en política las instituciones


tienen mayor incidencia que los hombres.
En este orden de apreciaciones relacionadas con el criterio de la
importancia, conviene introducir el factor sistema de partidos,
nuestro tercer elemento de la trilogía, cuya importancia —pese a
ser grande— tiende a ser considerada menor que la de los otros
factores. Esta evaluación refleja una asimetría entre los conceptos
forma de gobierno y sistema electoral, por un lado, y sistema de
partidos, por el otro. La asimetría se manifiesta en diferentes senti-
dos, pero sobre todo respecto a la capacidad del factor sistema de
partidos de ofrecer opciones al político o constitucionalista y a su
estatus como variable en la relación que se puede establecer entre
éste y los otros dos factores considerados.

1. Así, la variable sistema de partidos no es una variable tipo


institucional o incluso constitucional que ofrezca alternati-
vas internas, entre las cuales se puede simplemente escoger.
En el campo institucional, el político, el constitucionalista o
el consultor político optan entre presidencialismo o parla-
mentarismo, entre representación por mayoría o representa-
ción proporcional o, si no les convencen estas alternativas, op-
tan por un sistema semi o combinado. En todo caso, la opción
puede materializarse por una simple decisión del legislador
constitucional. En lo que se refiere al sistema de partidos, la
materialización de una opción no depende de que el legisla-
dor tome una decisión al respecto, sino de otras variables his-
tórico-sociales. Así se explica por qué en el debate institucio-
nal ligado a las opciones constitucionales o en la consultoría
política generalmente no se toma en cuenta el factor sistema
de partidos. El campo de opciones está restringido a la forma de
gobierno y al sistema electoral.
2. Asimismo, la variable sistema de partidos puede considerarse
una función de las opciones tomadas respecto a las opciones
institucionales. Así, en buena parte de los trabajos de ciencia
política, el sistema de partidos no es tratado como variable
SISTEMAS DE GOBIERNO, ELECTORAL Y DE PARTIDOS 93

independiente (como las variables institucionales), sino co-


mo una variable cuya conformación depende de las variables
institucionales.

Sin embargo, el sistema de partidos es un factor decisivo res-


pecto a los resultados que exhiben y las apreciaciones valorativas
que merecen los elementos institucionales. Es cierto que el sistema
de partidos es una variable dependiente, pero vale enfatizar dos
afirmaciones:
a) Respecto a su carácter de variable dependiente, el sistema de
partidos no sólo es dependiente de factores institucionales, sino en
la misma o aún en mayor medida de factores socioestructurales e
históricos; por ser así, el sistema de partidos es el nexo entre histo-
ria y estructuras sociales, por un lado, y lo institucional, por el otro.
b) El sistema de partidos juega asimismo el rol de una variable
independiente y como tal es una variable de decisiva importancia
en tres sentidos: en la opción, en el comportamiento y en los efec-
tos de las instituciones políticas.
La tesis que tal vez mejor refleja este pensamiento es que en la
política, la historia y las estructuras sociales tienen mayor inciden-
cia que las instituciones. Esta tesis hace recordar la afirmación de
James Bryce en su famoso estudio-informe sobre América Latina,
publicado a principios de este siglo, donde nos dice que allí no son
las Constituciones, sino los hombres (las sociedades) los que
fallan.
Por otra parte, es el factor sistema de partidos el que despierta el
interés por la relación entre las tres variables en discusión. Nuestra
trilogía no se conforma, pues, sólo de tres elementos, sino de tres
elementos interrelacionados. Esta percepción es fundamental para
cualquier reflexión de tipo consultoría política (o en términos in-
gleses: institutional engineering). Dada la asimetría señalada, lo
que se requiere es manejar bien en el análisis, en la formulación de
opciones y en el quehacer operativo las diferencias entre los tres
elementos.
94 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

En las consideraciones siguientes, voy a enfoquar nuestra trilo-


gía precisamente a partir de estos tres puntos de partida o niveles
de reflexión: el normativo, el analítico y el operativo. A estos tres
niveles corresponden tres discursos diferentes, y tres tipos de teo-
rías de diferente índole que generan opciones distintas respecto a
las alternativas institucionales que se enfrentan en el debate. En
mis consideraciones, voy a tratar de echar luz sobre por qué las
opciones difieren y por qué se enfrentan.

I. EL NIVEL NORMATIVO

El nivel normativo es desde siempre el campo de los grandes


debates y confrontaciones sobre instituciones políticas. El discur-
so a este nivel es de gran atractividad, primero por la vinculación
de los aportes de hoy con las grandes contribuciones de ayer, se-
gundo por la elegancia y claridad cartesiana de los argumentos y
tercero por la identificación del científico con la causa que defien-
de. Este protagonismo llama a los demás a identificarse con la op-
ción expuesta, a contradecirla o inclusive a combatirla rotunda-
mente. La vinculación con la filosofía política se fundamenta en la
búsqueda del modelo ideal o del mejor sistema de entre las alterna-
tivas teóricas que se ofrecen. La premisa común del best system
approach es de no tomar en cuenta tiempos y lugares y de no con-
dicionar la opción por factores contingentes. La elegancia y clari-
dad de la postura se debe preferentemente a la argumentación
ideal-típica, lógico-sistemática y taxonómica, que por lo demás es
preferentemente deductiva. La idea que se defiende provoca un tipo
de reflexión causal que tiende a favorecer relaciones unidireccio-
nales y monocausales.
Así, en el debate sobre presidencialismo versus parlamentaris-
mo en América Latina es fácil reconocer este enfoque normativo
en los valiosos aportes de mi amigo Juan J. Linz. Para él, parla-
mentarismo es mejor que el presidencialismo, independientemente
del lugar y del tiempo. Linz insiste en que su interés es por la lógi-
SISTEMAS DE GOBIERNO, ELECTORAL Y DE PARTIDOS 95

ca de las formas de gobierno, a partir de la cual deriva su opción


por el parlamentarismo. Este análisis está acompañado por refe-
rencias históricas que ilustran su tesis y tiene su hito en la causali-
dad unidireccional y monocausal que establece entre presidencia-
lismo y derrumbe de las democracias. Esta supuesta causalidad se
fundamenta en un análisis contrafactual del caso chileno, según
Linz, the classic instance, para demostrar cómo el presidencialis-
mo ha fallado y que el parlamentarismo habría conservado la demo-
cracia. Los mismos títulos de sus escritos: The Perils of Presidentia-
lism, The Virtues of Parliamentarism, The Failure of Presidential
Democracy dan cuenta del enfoque que se aplica.25
Es tal vez en el campo de los sistemas electorales donde el dis-
curso normativo tiene mayor tradición. No es que sólo algunos
científicos tengan su ideal, sino que cada uno de los participantes
en el debate parece profesar el suyo. La materia parece tan sugesti-
va para lanzarse con una postura propia que incluso ilustres cientí-
ficos como Giovanni Sartori (1994), quien en el debate sobre pre-
sidencialismo versus parlamentarismo impuso su neither nor, es
decir, ni uno ni el otro, y quien defiende la tesis de que el mejor sis-
tema es aquel que mejor se adecua (Sartori 1992), en uno de sus úl-
timos escritos se pronuncia por un sistema electoral que según é1
es el mejor sistema: el sistema mayoritario de doble vuelta (Sartori
1994a). El debate clásico, que es el normativo, ha enfrentado la re-
presentación por mayoría y la representación proporcional con
apasionados defensores en ambos lados, utilizando hasta los extre-
mos los argumentos ideal-típicos y monocausales: el sistema ma-
yoritario como promotor del bipartidismo, como garante de la es-
tabilidad política; el sistema proporcional como causante del
pluripartidismo, de la inestabilidad política e incluso del derrumbe
de la democracia. Buena parte de estas afirmaciones provenientes
del enfoque normativo conforman lo que se llama el conventional
25 Véase el tratamiento crítico más detallado del enfoque de Linz en Noh-
len, Dieter (2003), El contexto hace la diferencia, especialmente el capítulo III:
“Presidencialismo vs. parlamentarismo. Dos enfoques contrapuestos”, pp.
41-59.
96 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

wisdom en el campo de los sistemas electorales (véase Nohlen


1998; véase ahora la tercera edición 2004, también los capítulos
segundo, cuarto y sexto del presente libro).
Respecto a los sistemas de partidos políticos —debido a la res-
tricción a que están sometidas las opciones y su carácter de varia-
ble dependiente— el best system approach no tiene la misma inci-
dencia. Sin embargo, el debate se mueve por ejemplo entre
bipartidismo y multipartidismo y las variables institucionales que
influyen en la estructuración del sistema de partidos. Maurice Du-
verger (1957) y otros percibieron el dualismo como algo propio de
la naturaleza humana. Este mismo pensamiento en diadas fue reto-
mado por Norberto Bobbio (1995) en su reciente libro sobre Dere-
cha e izquierda.
Un referente importante ha sido el modelo de democracia, por
ejemplo el Westminster model, tomado como ideal que determina-
ba el tipo de sistema de partidos correspondiente. Arend Lijphart y
otros, sin embargo, descubrieron el pluralismo (más allá de la cifra
dos) no sólo en términos analíticos (véase Lijphart 1968) sino tam-
bién y explícitamente en términos normativos, lo que llevó a Lijp-
hart a defender otro modelo de democracia, la democracia de con-
senso, y formular opciones más allá de los casos empíricos que
fundamentaron su concepto de democracia consociacional. Así,
Lijphart considera la representación proporcional superior a la re-
presentación por mayoría, y en términos generales, formas de to-
ma de decisión por consenso superior a las de por mayoría, y desde
allí valora a las formas de gobierno que invitan u obligan a proce-
sos decisionales de tipo consensual (el parlamentarismo) como
mejores que las de tipo mayoritario (el presidencialismo). En po-
cas palabras: Lijphart desarrolla toda una serie de opciones bastan-
tes desvinculadas de contingencias históricas, pese a que la demo-
cracia consociacional fue desarrollada, en su momento, como
concepto que explicaba el funcionamiento de la democracia en una
sociedad heterogénea y segmentada, es decir, en una sociedad his-
tórica específica, la de los Países Bajos (véase Lijphart 1968).
Lijphart (1994) no duda, incluso, en expresar opciones respecto a
SISTEMAS DE GOBIERNO, ELECTORAL Y DE PARTIDOS 97

la combinación de los elementos de nuestra trilogía, llegando al


siguiente ranking:

1. Parlamentarismo con representación proporcional.


2. Parlamentarismo con representación por mayoría.
3. Presidencialismo con representación por mayoría.
4. Presidencialismo con representación proporcional.

Se observa que Lijphart no incluye el tercer elemento, el siste-


ma de partidos, pero es fácil complementar el ranking con esta va-
riable, aplicando el conventional wisdom sobre los efectos de los
sistemas electorales y tomando en cuenta los casos modelos que
Lijphart probablemente tenía en mente: los sistemas parlamenta-
rios europeo-continentales con multipartidismo y gobiernos de
coalición en primer lugar, el sistema parlamentario con bipartidis-
mo y gobiernos unicolores de Gran Bretaña en segundo lugar, el
presidencialismo norteamericano con bipartidismo en tercer lugar,
y el presidencialismo latinoamericano con multipartidismo en
cuarto lugar. Sin embargo, al completar el ranking con el sistema
de partidos, se estira aún más la ya débil relación empírica que la
argumentación normativa mantiene con la historia.

II. EL NIVEL ANALÍTICO

Es precisamente uno de los objetivos del enfoque histórico-em-


pírico llamar la atención sobre los shortcomings del discurso nor-
mativo. Sus contribuciones al debate sobre instituciones políticas
se leen como una crítica a un discurso que por las características
señaladas llega mucho más fácilmente a la gente interesada en es-
tos temas. Sin embargo, el enfoque histórico-empírico tiene su
propio standing, sus propias premisas, su propia lógica de investi-
gación y su propia metodología. Su premisa o convicción central
es que aunque las instituciones cuentan, su real importancia y la
ideoneidad de cada institucionalidad depende de la contingencia
98 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

política: estructuras sociales, memoria histórica, cultura política,


retos políticos, etcétera. Lógica y métodos de investigación del en-
foque histórico-empírico respetan, por lo tanto, la alta complejidad
de la historia como suma de historias diferentes, incluso contra-
puestas. Sus conceptos tratan de mantener relación con la empiria;
el método comparativo no sólo toma nota de las diferencias, sino
que las utiliza conscientemente en sus estrategias de investigación,
cuyo proceso es inductivo. El fenómeno de la causalidad se perci-
be como multifactorial y circular. En este marco de investigacio-
nes histórico-empíricas, las teorías se restringen al medio alcance,
y las opciones se toman en relación con el contexto para el cual se
las formula. Respecto al debate sobre presidencialismo y parla-
mentarismo, en el enfoque histórico-empírico cuentan las varian-
tes de los tipos en discusión. Así, en el ámbito del parlamentaris-
mo, lo que puede explicar el éxito de esta forma de gobierno
posterior a su fracaso en la época entre las guerras mundiales es justa-
mente su adaptación a algunos requerimientos de mejor funciona-
miento. La tesis es que no el tipo ideal, sino las variantes del mode-
lo han sido exitosas. Es interesante recordar que por ejemplo la
variante alemana con moción de censura constructiva y restricción
del derecho del Ejecutivo a disolver el Parlamento, variante muy
exitosa, fue muy criticada en la época misma de su introducción
por algunos constitucionalistas, entre ellos Karl Loewenstein
(1959). Lo mismo se puede observar respecto al semipresidencia-
lismo de la V República francesa. Muchos constitucionalistas pre-
gonaron su crisis y derrumbe al producirse esta situación política
que se resolvió con la cohabitación.26
En el ámbito del presidencialismo, en América Latina, hay tan-
tas variantes como casos; en forma tipológica pueden distinguirse
por lo menos cinco: el autoritario, el reforzado, el puro, el atenua-
do y el parlamentarizado. Más allá de sus propias características
influyen decididamente en su funcionamiento primero la relación

26 Entre ellos el propio Maurice Duverger. Véase su libro Institutions politi-


ques et droit constitutionnel, de tantas rediciones.
SISTEMAS DE GOBIERNO, ELECTORAL Y DE PARTIDOS 99

entre Estado y sociedad (por ejemplo la fuerza del factor clientelis-


mo y corporatismo) y la fortaleza del sistema representativo; se-
gundo, el sistema de partidos políticos, su estructura y dinámica;
tercero, los modos de comportamiento e interacción de los actores
políticos. Respecto a estas y otras variables, los presidencialismos
en América Latina difieren tanto que parece muy cuestionable de-
batir los problemas de gobierno bajo un único concepto de presi-
dencialismo. Vale añadir que incluso dentro de una variante del
sistema presidencial, es importante tomar en cuenta el factor tiem-
po, dado que el modo de funcionamiento del sistema puede variar
acorde con el cambio de los tres parámetros mencionados. Por
ejemplo, en el caso de Chile, el presidencialismo atenuado de los
años sesenta tuvo enormes problemas de funcionamiento cuando,
por la ideologización del conflicto político y la formación de dos
bloques, se impuso la política de no transar, de negarle al adversa-
rio político la sal y el agua. En el marco del presidencialismo re-
forzado que introdujo la Constitución de 1980, la democracia en
Chile se está consolidando con base en un comportamiento de la
clase política muy distinto al del pasado, cuyos rasgos principales
son la cooperación y el consenso, institucionalmente expresados
en gobiernos de coalición y mayorías institucionales para el
presidente en ejercicio. Así se entrecruzan las dinámicas institu-
cionales y de comportamiento, y es interesante observar la impor-
tancia de la variable no-institucional para el buen funcionamiento
de las instituciones.
En el campo de los sistemas electorales, las clases de represen-
tación por mayoría y representación proporcional engloban por
igual sistemas electorales demasiado diferentes con efectos dema-
siado distintos como para percibir y abarcar los casos individuales,
es decir, se vuelven menos útiles para el análisis causal y compara-
tivo. Por otra parte, los efectos de los sistemas electorales depen-
den mucho del grado de estructuración del sistema de partidos po-
líticos (véase el capítulo quinto de este libro). Esto no se refiere
sólo a la variable númerica del sistema: es obvio que en un sistema
bipartidista estructurado, el sistema mayoritario reproduce el bi-
100 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

partidismo. Conviene evitar razonamientos tautológicos. Cuando


hablo de estructuración de sistemas de partidos, me refiero más
bien a su arraigo en una sociedad y en un contexto político deter-
minado. Para dar un ejemplo: en Gran Bretaña, el sistema de ma-
yoría relativa sustenta, como sabemos, el bipartidismo, produ-
ciendo una alta desproporcionalidad entre votos y escaños. En
Paquistán, el mismo sistema electoral está asociado con un sistema
multipartidista, con alta proporcionalidad entre votos y escaños.
En un reciente estudio que hice del caso paquistaní en función de
consultoría política, quedó demostrado que la introducción de ele-
mentos proporcionales en el sistema vigente, por ejemplo una lista
adicional de representación proporcional, conduciría a una mayor
desproporcionalidad entre votos y escaños (Nohlen 1995). En la
elección del Parlamento ruso en 1995, donde se aplicó el sistema
segmentado como en México, la fragmentación del sistema de par-
tidos fue mayor en la parte mayoritaria que en la proporcional
(Nohlen/Kasapovic 1996). Así, observamos que la contingencia
interviene decisivamente en los efectos de los sistemas electorales.
Vale añadir que la propia institucionalidad en su mismo origen no
puede desligarse de intereses políticos y relaciones de poder.

III. EL NIVEL OPERATIVO

El nivel operativo, comparado con el normativo y el analítico,


exhibe características propias, sobre todo debido a la relación obli-
gada que aquí se establece entre ciencia política y política. Esta re-
lación es problemática, y para comprender bien esto, es necesario
tener en cuenta una de las diferencias fundamentales entre política
y ciencia política que tal vez más influye en esta relación: la políti-
ca es mucho más compleja que como suele ser tratada en la ciencia
política. En el proceso científico, es conveniente manejar o prepa-
rar el objeto de estudio de forma tal que sea posible llegar a resulta-
dos científicos. Esto se puede lograr sea a través de escoger sólo
partes o cortes de una compleja realidad, por ejemplo solamente lo
SISTEMAS DE GOBIERNO, ELECTORAL Y DE PARTIDOS 101

institucional, o aspectos de un problema más integral, por ejemplo


la participación política como aspecto del desarrollo político, o só-
lo una dimensión de una relación causal, por ejemplo la relación
sistema electoral-sistema de partidos políticos. Por otra parte,
cuando aplicamos el método comparativo, trabajamos con el su-
puesto que las variables de contexto son similares o constantes (se-
gún la terminología en ciencias naturales), y nuestras afirmaciones
se basan en la premisa ceteris paribus. Así, muchos de los hallaz-
gos en ciencia política, prácticamente todas nuestras generaliza-
ciones, se deben a esta técnica de reducir la complejidad. En el
campo operativo, sin embargo, la ciencia política experimenta
el reencuentro con la complejidad de la política, dado que el con-
sulting político se dirige a realidades complejas y específicas.
Ahora bien: en primer lugar, el enfoque normativo establece que
sus recetas son universalmente válidas, mientras que el enfoque
histórico-empírico contradice esta postura y exige a partir de las
realidades específicas de cada caso un examen crítico del conoci-
miento teórico sistemático en función de una receta específica para
el caso concreto.
En segundo lugar, quisiera diferenciar dentro del enfoque analí-
tico entre un pensamiento socialtecnológico cuyo referente princi-
pal es la reflexión teórica y, en términos operativos, el diseño insti-
tucional racional por un lado, y por el otro un pensamiento de
ingeniería política que percibe lo institucional como resultado
de un proceso histórico y el consulting político como parte de este
proceso (véase el capítulo noveno de este libro, especialmente el
apartado III). El primer pensamiento hace hincapié en las capaci-
dades científicas de encontrar soluciones institucionales que por
su mera excelencia tendrían que ser implementadas. Este pensa-
miento rechaza las consideraciones científicas, incluso las justifi-
cadas, que parecen poner en cuestión la propia capacidad de la
ciencia política de ofrecer este tipo de soluciones. Un buen
ejemplo de este razonamiento lo encon tramos en el escrito ya
mencionado de Giovanni Sartori, en el que critica duramente a
los investigadores que cuestionan, por ejemplo, la relación causal
102 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

unidimensional entre sistema electoral y sistema de partidos y la


capacidad de pronosticar el efecto de los sistemas electorales, para
lo cual Sartori (1994) ofrece su versión de las leyes sociológicas de
Maurice Duverger (véase el capítulo cuarto del presente libro). La
creación de instituciones políticas, y también su reforma, es un
proceso histórico contingente, influido por experiencias históri-
cas, intereses, relaciones de poder, expectativas sobre el futuro de
estas relaciones, estrategias de los actores políticos, etcétera.
Terminé en estos días un estudio comparativo sobre la génesis
de los sistemas electorales en 20 países de Europa Oriental (Noh-
len/Kasapovic 1996; Nohlen 1998a). El primer resultado es que el
tipo de sistema electoral dependió en gran medida del tipo de tran-
sición; el segundo es que en ningún caso el sistema que se acordó
fue un sistema diseñado racionalmente de acuerdo con criterios ló-
gicos y fundados en el best system approach; el tercero es que en
ningún caso se trasladó un sistema electoral modelo o vigente a
otro; y el cuarto es que, donde las relaciones de poder lo permitie-
ron, el sistema electoral fue el resultado de negociaciones y com-
promisos. Bajo estas circunstancias, no sorprende que muchos de
los sistemas electorales sean sistemas combinados.
Varios autores lanzaron críticas a estos sistemas por su mal di-
seño. En estas críticas resurge el tema de cómo se generan y refor-
man las instituciones. No resultan del tablero de dibujo, sino del
proceso histórico (véase Krennerich/Lauga 1995).
Por otra parte, debatir en el nivel operativo las alternativas pre-
sidencialismo versus parlamentarismo y representación por mayo-
ría versus representación proporcional significa colocarse al mar-
gen de las opciones o, en otros términos, el campo de opciones es
mucho más amplio que el debate a rasgos ideal-típicos hace supo-
ner. Mi tesis no es que no existan opciones, como Giovanni Sartori
quiso dar a entender, sino que el margen de opciones es reducido.
Me parece que esta comprensión del problema es de fundamental
importancia para cualquier consulting político. En los países de
larga tradición presidencialista, o cuya cultura política se identifi-
ca con la del presidente como jefe del gobierno y de la nación, la
SISTEMAS DE GOBIERNO, ELECTORAL Y DE PARTIDOS 103

alternativa parlamentaria es ciertamente una opción poco realista y


poco viable. Donde tenemos un sistema de representación propor-
cional, su sustitución por un sistema de representación por mayoría
tampoco tiene muchas probabilidades de realización. Por lo demás,
debatir reformas institucionales en términos de los tipos ideales, es
justamente reducir las opciones a una única alternativa. La premisa
sustancial de mi tesis es que las alternativas de reforma son mucho
más numerosas y variables que los meros tipos ideales. En cuanto
a la restricción, mi tesis se refiere entonces sólo al espectro que
abarca la opción y no a la cantidad de alternativas. Conforme a esta
comprensión del campo de reforma, pongo mucho énfasis en el es-
tudio de las variantes de los sistemas ideal-típicos que en realidad
constituyen la fuente de las reformas posibles.
Me parece que una mirada a los procesos de reforma de los sis-
temas políticos en América Latina en los últimos años puede con-
firmar mis consideraciones. En ningún país ha sido posible susti-
tuir el presidencialismo por el parlamentarismo. Hubo reformas
del sistema presidencial, pero siempre dentro del esquema bási-
co.27 Respecto a los sistemas electorales, la única reforma que tras-
cendió el margen reducido de opciones fue la de Chile. Sin embar-
go, allí fue el régimen militar que impuso el binominalismo, un sis-
tema electoral no tanto mayoritario, como muchos lo entienden,
sino de equilibrio entre la primera y la segunda fuerza política del
país en detrimento de la primera mayoría. Se confirman empírica-
mente las enormes restricciones políticas a las que están sometidas
las reformas institucionales, que parecen aumentar en la medida en
que las alternativas se presentan en términos de la opción ideal-tí-
pica. El cientista social con ambiciones de ingeniería institucional
tiene que tomar en cuenta, respecto a la forma de gobierno y al
sistema electoral, el factor político, resumido aquí en el tercer
elemento de nuestra trilogía, en el sistema de partidos políticos.
Para terminar, quisiera citar unas reflexiones de uno de mis es-
critos publicados en América Latina. Lo hago por la frecuencia

27 Esta observación conserva su vigencia para 2006.


104 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

con que estas consideraciones que abarcan un ámbito incluso más


amplio, han sido traídas a colación por cientistas sociales latinoa-
mericanos, un hecho que me parece expresar un consenso sustan-
cial. Dice la cita:

La capacidad científica de hoy puede proporcionar infinitas solucio-


nes técnicas para estructurar la sociedad política, lo que hace pensar en
que un sistema de gobierno óptimo depende de la rigurosidad con que
se perciben todos los problemas que son necesario prever y la minu-
ciosidad para encontrar las soluciones adecuadas a ellos. Se olvida con
frecuencia que lo distintivo de la política es su carácter humano e his-
tórico y, por tanto, cambiante, y que las instituciones no son meras ex-
celencias académicas.

IV. SÍNTESIS

A modo de resumen podemos retomar entonces las tesis centra-


les aquí presentadas. En relación a nuestro objeto de estudio nos
hemos referido, en primer lugar, a las opciones que ofrecen tres
instituciones políticas diferentes: sistema de gobierno, sistema
electoral y sistema de partidos. A este nivel hemos distinguido el
carácter específico de cada una de estas variables y su rol en medio
del contexto político-institucional. En este ámbito se destaca la
particularidad del sistema de partidos como institución asociada a
un margen restringido de opciones —pero no por ello menos deci-
siva—. Pues justamente su carácter doble de variable dependiente
(del sistema electoral, de aspectos socioestructurales, del sistema
de gobierno, etcétera) e independiente (afectando el funciona-
miento de otras instituciones políticas como el sistema de gobierno
y los efectos generados por el sistema electoral, por ejemplo) la
convierte en institución clave y punto neurálgico en el que conver-
gen influencias de distintos orígenes y en diferentes direcciones
(véase el capítulo quinto del presente libro).
En lo referente al modo de abordar esta temática institucional
hemos diferenciado tres niveles distintos o perspectivas caracteri-
SISTEMAS DE GOBIERNO, ELECTORAL Y DE PARTIDOS 105

zadas por una lógica de investigación y premisas propias: el nivel


normativo, el nivel analítico y el nivel operativo.
Del nivel normativo hemos destacado su axiología teleológica
que inspira la denominación best system aproach, acompañada de
una desvinculación espacio-temporal. Mediante un proceder neta-
mente deductivo se llega entonces (y se aspira llegar) a generaliza-
ciones de validez universal basadas en una comprensión lineal y
unidireccional de la causalidad, recurriendo incluso frecuente-
mente a la argumentación contrafáctica. En relación a la clasifica-
ción de las instituciones políticas, el nivel normativo se caracteriza
por el uso de categorías dicotómicas de gran heterogeneidad inter-
na, que por lo tanto dificultan una distinción apropiada de los casos
y la consideración de diferencias de tipo gradual.
Como razgos centrales del nivel analítico hemos mencionado su
enfoque histórico-empírico con “conciencia” espacio-temporal
que desemboca inevitablemente en generalizaciones sólo de alcan-
ce medio pero de mayor validez externa que en el caso del nivel
normativo. Esta validez externa implica un distanciamiento mode-
rado del objeto de análisis garantizado por un proceder inductivo
que intenta no perder de vista la complejidad de la realidad en estu-
dio. En lo referente a la clasificación de las instituciones políticas,
este nivel se sirve no sólo de las categorías tradicionales que suelen
no diferenciar más allá de la cifra dos, sino que recurre mucho más
a la utilización de subcategorías que tienden a poner orden y a des-
tacar las diferencias existentes dentro de las diadas básicas mis-
mas. Así se alcanza una mayor sensibilidad ante las diferencias de
tipo gradual.
El nivel operativo, por último, representa —a través del consul-
ting político— el nexo entre la ciencia política —como disciplina
científica, más sencilla y abstracta— y la política concreta en toda
su complejidad. Dentro del nivel operativo se pueden distinguir,
además, dos posturas en cuanto a la génesis de las instituciones po-
líticas. Por un lado, una postura asociada a un pensamiento social-
tecnológico que entiende a las instituciones como el resultado de
un diseño racional materializado a través de una intervención más
106 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

artificial o ad hoc. Por el otro, una postura relacionada a un enten-


dimiento más evolucionista de la génesis y el desarrollo institucio-
nal, influenciados ambos procesos por un sinnúmero de factores
(experiencias históricas, intereses, relaciones de poder, etcétera)
que imponen resistencias y limitaciones a la implementación de
diseños científicos por más excelentes y recomendables que éstos
sean.
CAPÍTULO OCTAVO
CRITERIOS BÁSICOS PARA EMPRENDER UNA REFORMA
ELECTORAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107

I. Algunas aclaraciones . . . . . . . . . . . . . . . . 107


II. Tipos de sistemas electorales . . . . . . . . . . . . 111
III. En torno a los efectos de los sistemas electorales . . 112
IV. Acerca de la importancia del análisis específico . . 114
V. En torno al diseño de sistemas electorales . . . . . 116
VI. Las funciones de los sistemas electorales . . . . . . 117
VII. Sugerencias y observaciones finales . . . . . . . . 121
VIII. Síntesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

VII
CAPÍTULO OCTAVO

CRITERIOS BÁSICOS PARA EMPRENDER


UNA REFORMA ELECTORAL28

Mi tema de hoy es precisamente el sistema electoral y su refor-


ma. Mi intención es señalar algunos criterios para legislar en mate-
ria electoral, para reformar sistemas electorales. Voy a dar algunas
informaciones sobre sistemas electorales y sobre cómo entrar al
debate sobre su reforma, cómo encararlo adecuadamente. Se trata-
rá entonces de un intento un tanto conceptual y abstracto, algo siste-
mático y categorial. Como muchos ya saben, a través de mis escritos
y mis conferencias, es a este nivel que yo transmito habitualmente
mis conocimientos; la aplicación en el terreno específico queda
siempre en manos de los especialistas del lugar.

I. ALGUNAS ACLARACIONES

De este modo, voy a empezar específicamente con lo que yo


considero la prioridad número uno: la definición precisa del con-
cepto sistema electoral, dado que en el Perú se maneja el término
con un significado diferente al uso general y a su connotación en
las ciencias sociales. Debemos entender por sistema electoral el
modo de cómo los electores expresan sus preferencias políticas en
28 Texto revisado de la conferencia pronunciada en el Taller sobre la Refor-
ma del Sistema Electoral, organizado por el Instituto Nacional Demócrata, el
Centro Carter, International IDEA y Transparencia en Lima, el 30 de noviembre
de 2001. Primero publicado en Asociación Civil Transparencia 2002, Seminario
sobre la Reforma del Sistema Electoral, Lima, 31-45. La conferencia se dirigió a
un público peruano, lo que implicaba integrar en su desarrollo fenómenos políti-
cos del propio país andino.

107
108 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

votos en el acto de votación y cómo se traducen esos votos en esca-


ños, cuando se trata de elegir un parlamento o un poder gubernati-
vo si se trata de elecciones presidenciales. Este es el concepto con
el cual yo trabajo (véase el capítulo primero de este libro). Preten-
do entonces dejar bien claro que no utilizaré el concepto que se ha
introducido en Perú (me refiero a la legislación electoral del régi-
men de Alberto Fujimori) cargado de un significado totalmente di-
ferente dado que se refiere a los órganos electorales. Si bien la or-
ganización electoral no deja de ser un elemento relevante en el
proceso electoral,29 ésta no constituirá hoy mi tema. Con el fin de
facilitar el entendimiento es recomendable hacer a un lado la ter-
minología peruana que lleva sin duda a confusiones. El éxito de
nuestro diálogo depende indefectiblemente del concepto de siste-
ma electoral que compartamos.
En segundo lugar, quisiera aclarar algo acerca de la importancia
del factor sistema electoral. Las instituciones cuentan, son impor-
tantes, pero solamente de forma relativa. Es necesario contemplar
el hecho empírico de que las instituciones no operan aisladamente
sino junto a otros factores que también pueden tener incidencia,
me refiero a factores causales que ejercen influencia por sí mis-
mos, directamente y a otros factores interrelacionados con el siste-
ma electoral que, de forma indirecta, ejercen influencia interac-
tuando con éste (véase el capítulo quinto de este libro).
A modo de ejemplo, el sistema de partidos políticos es una va-
riable que interactúa con el sistema electoral. Frecuentemente, el
análisis se orienta a establecer una relación entre el sistema electo-
ral y el sistema de partidos políticos. Vale enfatizar que el tipo de
sistema de partidos políticos influye en gran medida en los efectos
que tenga un sistema electoral. Optemos mejor por una formula-
ción más concreta y precisa: dado que encontramos en Perú un sis-

29 Véase al respecto el Tratado de derecho electoral comparado de América


Latina, primera edición en 1998, compilado por Dieter Nohlen, Sonia Picado y
Daniel Zovatto, México, Fondo de Cultura Económica; segunda edición revisa-
da y ampliada, compilada por Dieter Nohlen, Daniel Zovatto, Jesús Orozco y Jo-
seph Thompson, publicada por la misma editorial en 2006.
CRITERIOS BÁSICOS PARA EMPRENDER UNA REFORMA 109

tema de partidos políticos bastante atomizado, poco institucionali-


zado, este fenómeno o factor influye de manera tal en la relación
entre sistema electoral y sistema de partidos políticos que es muy
difícil prever el efecto que tenga un determinado sistema electoral
sobre el sistema de partidos políticos. Pues en este caso no nos
ayuda mucho el conocimiento general que se tenga sobre sistemas
electorales y sus efectos, basado más bien en la premisa de la exis-
tencia de un sistema de partidos políticos estructurado. Decisiva
aquí es más bien la apreciación del contexto y de su influencia
sobre los efectos que genera el sistema electoral.
Así, el sistema inglés o norteamericano, el de mayoría relativa
en circunscripciones uninominales, tiene como efecto la genera-
ción de un sistema bipartidista sólo cuando existe como base un
sistema de partidos políticos bien estructurado. En caso de no estar
dada esta precondición, el efecto del mismo sistema puede ser
—por el contrario— atomizador. Es imprescindible tomar esto en
cuenta. El contexto es decisivo. De este modo se entiende mi tesis
que por un momento puede parecer ambigua. Los sistemas electo-
rales cuentan; pero cuentan sólo relativamente. Hay que relacionar
los sistemas electorales con las circunstancias concretas del caso
para averiguar su grado de importancia.
Ya hice mención a la relación circular de los fenómenos en
cuestión cuando dije que el formato del sistema de partidos influye
en gran medida en los efectos que tenga un sistema electoral sobre
el sistema de partidos políticos. Muchas de las contribuciones al
debate sobre sistemas electorales están más bien inmersas en un
análisis unidireccional de causa-efecto, de una causa precisa, el
sistema electoral, y de un efecto preciso, el sistema de partidos po-
líticos. Mi enfoque es diferente. Yo veo que esa relación es circular
en el sentido de que un fenómeno puede ser causa y también efec-
to, puede aparecer como variable independiente y también depen-
diente en una misma relación de interdependencia. Respecto a los
sistemas electorales en su doble función, discrepo de Giovanni
Sartori, dado que él hace mucho hincapié en el sistema electoral
como variable independiente, no le interesa tanto su presencia y
110 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

actuación como variable dependiente. De esta forma sobrevalora


la importancia del sistema electoral. Yo me encargo más bien de
relacionar las dos variables y analizarlas en el marco de constela-
ciones disímiles, haciendo que la variable independiente también
figure en mi análisis como variable dependiente. Esta necesidad se
fundamenta también en el proceso de elaboración y toma de deci-
sión sobre sistemas electorales. El factor sistema de partidos políticos
es una variable clave que siempre influye en la propia selección del
sistema electoral y, a través del sistema electoral seleccionado, se
llega a realimentar el sistema de partidos políticos, variable inde-
pendiente importantísima en la toma de decisión acerca de la va-
riable dependiente, del sistema electoral (véase el capítulo quinto
de este libro, especialmente el apartado II. Igualmente el capítulo
séptimo).
En tercer lugar, quisiera hacer hincapié en la necesidad de cono-
cer la sistemática electoral a fin de asegurar un buen diálogo sobre
sistemas electorales. No voy a entrar en profundidad en este tema
dado que para desarrollarlo por completo necesitaría de más tiem-
po (véase Nohlen 1998, tercera edición revisada y aumentada en
2004). Se trata de una cuestión muy técnica con altas implicancias
políticas.
En términos generales, es importante discernir entre los diver-
sos elementos técnicos y sus posibles efectos (véase el capítulo
primero de este libro). Cada elemento técnico puede tener un cier-
to efecto mecánico de alcance político. Vale añadir dos observa-
ciones: primera, que en cuanto a efectos de mayor o menor alcance
político, los elementos técnicos no son iguales. Segundo, que cada
uno de los sistemas electorales conforma a la vez un conjunto de
elementos técnicos. Así, es importante saber cuáles son los ele-
mentos técnicos de alto alcance político y cuáles son los elementos
técnicos que se imponen sobre los demás respecto a los efectos que
ejercen en su conjunto. Para referirme a este país, es evidente que en
el Perú dentro del sistema electoral establecido el tamaño de la cir-
cunscripción es importantísimo. El distrito nacional único es deter-
minante (esto era el distrito en aquel entonces; ya para las primeras
CRITERIOS BÁSICOS PARA EMPRENDER UNA REFORMA 111

elecciones pos-Fujimori se restablecieron los distritos provincia-


les plurinominales). Pero más allá del caso concreto, en términos
generales se puede observar que el tamaño del distrito es la varia-
ble más importante para los efectos de un sistema electoral. Sin
embargo, existen elementos técnicos que pueden atenuar el efec-
to del tamaño del distrito. Esto conduce a acentuar la relevancia
del conjunto de elementos que forman un sistema electoral especí-
fico.

II. TIPOS DE SISTEMAS ELECTORALES

Voy a referirme ahora a los sistemas electorales y su orden o ti-


pología ubicándome en un nivel intermedio de análisis. Este nivel
medio constituye el nexo necesario entre un fenómeno empírico y
otro teórico: se trata, por un lado, de la existencia de un gran núme-
ro de sistemas electorales, que hoy en día se encuentra en aumento
sobre todo en el campo de la representación proporcional. Por el
otro lado, continuamos asistiendo a un debate científico que se fija
en tres modalidades básicas, el sistema mayoritario, el proporcio-
nal y el famoso mixto.30 Mi distinción de tipos de sistemas electo-
rales pretende ser el vínculo entre estos dos aspectos asimétricos.
Por ejemplo, el inglés o norteamericano representa un tipo de
sistema electoral; el alemán, el mexicano, representan otros. Cada
uno de estos sistemas electorales no solamente es un sistema con-
creto de un país determinado, sino que conforma a la vez un tipo de
sistema electoral.
A nivel de los tipos de sistemas electorales, se pueden encontrar
mundialmente de diez a quince. Considerando sólo América Lati-
na, se podrían mencionar como tipos diferentes en los extremos el
binominal chileno y la representación proporcional pura de Uru-

30 Dentro de la modalidad “mixta”, en mi terminología “combinada”, se dis-


tinguen a su vez tres tipos: la representación proporcional personalizada, los sis-
temas segmentados (o paralelos) y los sistemas compensatorios. Véase al respec-
to los capítulos sexto y décimo de este libro.
112 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

guay, en el intermedio la representación proporcional en distritos


de tamaño variable, que es el sistema más aplicado en Latinoamé-
rica, el sistema segmentado de México y el de representación pro-
porcional personalizado de Bolivia. A nivel de los tipos de siste-
mas electorales, encontramos entonces también una pluralidad de
sistemas, pero una pluralidad reducida. A ese nivel y en esas
condiciones, es más fácil comparar, dialogar, entenderse.
En el pasado, el diálogo entre los cientistas sociales y en el
mundo político ha tenido lugar con base en los principios de repre-
sentación. Se han tomado como alternativas el sistema de represen-
tación por mayoría y el sistema de representación proporcional
(véase el capítulo segundo de este libro). Esa tradición no se remon-
ta al siglo pasado sino al siglo XIX, época en que se originó el gran
debate teórico normativo sobre los sistemas electorales en los tér-
minos de los grandes principios de representación. Mientras tanto,
debido a la diferenciación de los sistemas electorales dentro de las
grandes alternativas, el número de sistemas electorales concretos
ha aumentado enormemente así como la diversidad de los efectos
de los sistemas electorales que forman parte de la misma familia de
representación. Por estas dos razones es conveniente abandonar el
debate sobre los sistemas electorales a nivel de los principios de re-
presentación. Si se trata de captar los diferentes efectos generados
por diversos sistemas electorales pertenecientes a una misma fami-
lia, a un mismo género, se recomienda —entonces— trasladar el
debate a ese nivel intermedio de los tipos de sistemas electorales,
nivel que hace posible enunciados científicos de medio alcance,
que abarcan más de un caso.

III. EN TORNO A LOS EFECTOS


DE LOS SISTEMAS ELECTORALES

En primer lugar, quisiera recordar la distinción entre diferentes


tipos de efectos de los sistemas electorales, a la cual Maurice Du-
verger (1957) llamó ya la atención. Los sistemas electorales tienen
CRITERIOS BÁSICOS PARA EMPRENDER UNA REFORMA 113

efectos mecánicos y sicológicos. Los mecánicos resultan de la ló-


gica matemática que domina la relación entre los elementos técni-
cos de un sistema electoral, efectos que para el/la especialista son
fáciles de analizar y predecir. Los sicológicos son los efectos que
emanan del comportamiento del elector inducido por un sistema
electoral que depende de la comprensión del sistema electoral, de
su funcionamiento y de la estrategia electoral del votante, efectos
no tan fáciles de analizar y aún más de predecir. De todos modos,
el diseñador de un sistema electoral no solamente tiene que medir
los efectos mecánicos de un sistema electoral sino que tiene que
pensar en sus probables efectos sicológicos, o sea en la probable
conducta del elector/la electora frente al sistema electoral que se le
impone, dado que éste/ésta anticipa ciertos efectos del sistema
electoral y expresa sus preferencias políticas según su propio
cálculo de los efectos que tendrá probablemente su voto condicio-
nado por el sistema electoral. El concepto del voto útil precisa bien
que el elector adapte su voto a las condiciones de éxito que estable-
ce un sistema electoral.
En segundo lugar, es necesario diferenciar además entre los
efectos que los sistemas electorales tienen por sí mismos por un la-
do y los efectos que los sistemas electorales pueden llegar a tener
en su confrontación con la realidad por el otro. El contexto hace la
diferencia. Es decir: es fácil predecir los efectos de un sistema
electoral por sí mismo, pero no es tan fácil predecir sus efectos
cuando las circunstancias son cambiantes. Con frecuencia, los
enunciados sobre los efectos de los sistemas electorales se basan
en un tipo de sociedad homogénea, acompañada de un tipo de sis-
tema de partidos bien estructurado. En esas condiciones, nueva-
mente el analista tiene un juego fácil. Recuérdense las leyes de
Giovanni Sartori en torno a los efectos de los sistemas electorales,
cuando una de ellas dice en términos gruesos que teniendo un sis-
tema bipartidista bien estructurado y ningún tercer partido que
tenga una concentración de su electorado en algún distrito unino-
minal, el sistema de mayoría relativa en circunscripciones uni-
nominales conduce al bipartidismo (véase el capítulo segundo de
114 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

este libro). Esta supuesta ley sobre los efectos de los sistemas elec-
torales no puede fallar porque las condiciones establecidas no per-
miten efectos diferentes. Sin embargo, se debe considerar que las
circunstancias concretas que encontramos en muchos países no
concuerdan con las premisas primero de la homogeneidad social y
segundo de un sistema de partidos bien estructurado. La diferencia
genera el reto, o sea, el interrogante existe con relación a los efec-
tos que tendrán los factores contingentes en esa supuesta relación
causa-efecto de los sistemas electorales. Es necesario saber prever
los probables efectos de un sistema electoral conforme a esas reali-
dades concretas diferentes en que operan. A mi modo de ver, no
basta con elaborar algo en teoría con base en condiciones contex-
tuales puras y constantes. Es necesario aterrizar en el mundo de las
realidades de contextos diferentes para pronunciarse sobre los
efectos de los sistemas electorales y poder diseñar y prever los pro-
bables efectos que tenga un sistema electoral, tomando en cuenta
el contexto específico que los determina.
En ese sentido es imperioso conocer la realidad social y política
del país. Por eso no traigo ninguna receta de reforma para Perú hoy
en día. Pese a conocer como comparatista orientado en mis estu-
dios a América Latina más o menos la región, no me siento lo sufi-
cientemente informado para, con base en esas informaciones que
tengo respecto a la realidad actual de Perú, pronunciarme en una u
otra dirección, para favorecer éste u otro sistema electoral. He ve-
nido más bien para entregarles algunos elementos de metodología
y de reflexión para que ustedes mismos puedan aplicar esas cate-
gorías, esas diferenciaciones a su caso.

IV. ACERCA DE LA IMPORTANCIA DEL ANÁLISIS ESPECÍFICO

La necesidad de diferenciación se refiere también al diagnóstico


de la realidad nacional. Por ejemplo, si se habla de una crisis de re-
presentación, es muy importante indagar en el concepto de repre-
sentación. Si todos hablan de una crisis de representación y algu-
CRITERIOS BÁSICOS PARA EMPRENDER UNA REFORMA 115

nos piensan en una representación sociológica, o de la mujer, o de


las regiones, o de las tribus en cualquier lugar del país, por un lado,
y otros piensan en una versión política del concepto, en términos
ideológicos y partidísticos, se produce entonces una gran confu-
sión. No sólo existe un sinnúmero de posibilidades para llenar de
contenido el concepto de representación, sino que la incidencia
que pueda tener el sistema electoral en la reforma de los aspectos
de representación que se quieren cambiar, depende de lo que se en-
tienda por representación. Entonces, el diagnóstico tiene que ha-
cerse con la misma precisión conceptual, la cual les animo a
ejercer en el campo del sistema electoral propiamente dicho.
De las diferenciaciones y sugerencias hasta ahora expuestas re-
saltan convicciones que no tengo el tiempo de desarrollar aquí de
forma más detallada. Por ejemplo, mi convicción de que no existe
ningún sistema electoral ideal y de que habría que abandonar esa
idea (véase los capítulos sexto y séptimo de este libro). O la con-
vicción de que el traslado de un sistema electoral a otro país tiene
sus límites. El buen funcionamiento de un sistema electoral en un
país es sólo un indicador débil de su funcionamiento en otro país.
Sin embargo, existe una gran tentación, sobre todo de los conseje-
ros que vienen desde fuera, de llevar al país al cual llegan el siste-
ma electoral vigente de su propio país. Esa estrategia de consul-
ting, a mi modo de ver, es totalmente equivocada. Se confunden
las prioridades. Mayor importancia merece el contexto del país
concreto. El sistema electoral tiene que cumplir con varias funcio-
nes dentro del contexto específico del caso, factor decisivo para el
cumplimiento de las funciones (véase los capítulos octavo y nove-
no de este libro). Así, el mejor sistema electoral es el que mejor se
adapte.
Esto no quiere decir que en el campo de los sistemas electorales
no se pueda aprender nada de las experiencias foráneas. Mi tesis es
que toda nuestra sabiduría en este campo, sea teórica o empírica,
tiene que pasar el examen de adecuación y utilidad en el contexto
concreto al cual se lo quiera aplicar. Esta tesis la confirma la prác-
tica misma de las reformas electorales.
116 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Así, tomando en cuenta las recientes tendencias internacionales


en el desarrollo de los sistemas electorales (véase el capítulo déci-
mo de este libro), se puede observar que hoy en día la legislación
electoral, en aproximadamente el 95% de los casos, no reside en
una transferencia del sistema electoral de un país a otro, sino que
se han diseñado nuevos sistemas electorales conformes y acordes a
las necesidades concretas de los países, como resultado de los con-
flictos y los consensos que se han producido en el proceso de
elaboración y aprobación del nuevo sistema electoral.
De modo que la idea de que un sistema electoral se puede trasla-
dar de un país a otro como un coche Mercedes o Porsche alemán
—que se supone marchan sin tomar en cuenta el lugar— es a mi
modo de ver equivocada. En el caso de los sistemas electorales no
se trata del traslado de una máquina que funciona en forma idénti-
ca en distintos ámbitos sino justamente de un sistema en cuyo fun-
cionamiento intervienen las condiciones humanas del lugar que
varían enormemente.

V. EN TORNO AL DISEÑO DE SISTEMAS ELECTORALES

Es bien llamativa la experiencia de Europa del Este, donde pos-


teriormente al derrumbe de los sistemas socialistas hubo una
afluencia de consultores occidentales para apoyar la transición de-
mocrática, especialmente en el campo de los sistemas electorales.
En ningún caso se ha trasladado un sistema electoral occidental.
Todos los países han desarrollado su tipo de sistema electoral, si
bien son innegables ciertas correspondencias, cierta coherencia en
la orientación de la legislación electoral. La primera observación
se refiere al rechazo unánime de los clásicos sistemas electorales
como el inglés o norteamericano en el ámbito de la representación
por mayoría y el de la representación proporcional pura en el ám-
bito de la representación proporcional. La segunda observación se
refiere a la frecuencia de sistemas electorales a los que yo llamo
combinados, que conjugan elementos técnicos de los que normal-
CRITERIOS BÁSICOS PARA EMPRENDER UNA REFORMA 117

mente se ubican en el área proporcional, con elementos técnicos


que normalmente son de tinte mayoritario cuyo efecto es más bien
mayoritario o de concentración. Dado que estos sistemas se
diseñan según criterios funcionales y de poder, corresponden ade-
cuadamente a los objetivos de la reforma, y a las realidades, a las
circunstancias concretas del caso.
El diseño de estos sistemas electorales se produjo a nivel con-
creto. Aquí conviene diferenciar entre dos tipos de diseño electo-
ral: el de forma abstracta, lógica y elegante, y el de forma concreta,
histórico-contingente y tal vez algo compleja (véase el capítulo
noveno de este libro). Mis muy apreciados colegas Arend Lijphart
y Giovanni Sartori favorecen el diseño abstracto, al igual que teo-
rizan sobre el sistema electoral más a nivel lógico-abstracto y ge-
neral. Yo me adhiero al diseño concreto, pues la realidad no es ló-
gica, a los políticos y legisladores les convienen los diseños que les
convienen políticamente, de modo que los diseños tienen que res-
petar lo específico. Mientras que el diseño puede ser variable,
adaptado a lo específico-concreto, vale destacar, sin embargo, que
la cantidad de funciones de los sistemas electorales es reducida y
éstas forman —a mi modo de ver— junto al diagnóstico del país en
cuestión, la mejor entrada al tema de la reforma electoral.

VI. LAS FUNCIONES DE LOS SISTEMAS ELECTORALES

Ahora bien, ¿cuáles son las funciones que tienen que cumplir
los sistemas electorales? Lo primero a destacar es que son más de
una. Lo segundo, que son diferentes, pero no totalmente excluyen-
tes. Lo tercero, que el arte del diseñador reside precisamente en to-
marlas al mismo tiempo adecuadamente en cuenta. Sin embargo,
el debate normativo abstracto normalmente hacía y sigue haciendo
mucho hincapié en una sola función. Por ejemplo, los que defien-
den (como mejor sistema) un sistema de representación proporcio-
nal, hacen mucho hincapié en la función de representación, los que
defienden un sistema de mayoría relativa en circunscripciones uni-
118 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

nominales (como mejor sistema), se concentran casi exclusiva-


mente en la función de la efectividad del voto y en la concentra-
ción del sistema de partidos políticos. En el discurso de cada una de
las escuelas normativas, parece que existiera solamente una única
función, salvo en el caso del sistema de mayoría relativa que cum-
ple también con una segunda, la participación, dado que el elec-
tor/la electora no vota sólo a un partido, sino que puede escoger en
el distrito uninominal a su representante.
Este discurso normativo está agotado. Repito: a mi modo de
ver, es importante, en primer lugar, discernir bien entre las diferen-
tes funciones que tienen que cumplir los sistemas electorales y lue-
go equilibrarlas en el diseño, tomando en cuenta las circunstancias
del lugar, pues ellas pueden justificar equilibrios específicos que
se adaptan a las necesidades del caso concreto.
Lo explico. La primera función es la representación en términos
proporcionales, para que el país en sus dimensiones política, parti-
dística, ideológica, programática esté representado.
Ustedes se darán cuenta del tipo de concepto de representación
que estoy aplicando porque no es el concepto de representación so-
ciológica, en el sentido que todos los estratos sociales y grupos
sociológicos del país estén representados en el Parlamento. Repre-
sentación significa, según los clásicos teóricos de la democracia,
algo diferente. Se refiere a la voluntad política de la nación, expre-
sada a través de sus representantes, elegidos con base en criterios
ideológicos y de confianza personal. Yo también considero que las
mujeres tienen que estar representadas en el mínimo o más allá de
la cuota de representación femenina que hoy internacionalmente
se está estableciendo. Pero más allá de eso, no comulgo con un
concepto de representación que se basa en lo sociológico.
Entonces, la primera función es la de la representación. Cuando
hay demasiada desproporcionalidad entre las preferencias políti-
cas por un lado y la representación en el Parlamento por el otro, eso
muchas veces está considerado como problemático y elemento de
crítica fuerte al sistema electoral.
CRITERIOS BÁSICOS PARA EMPRENDER UNA REFORMA 119

La segunda función es la de concentración, la efectividad, a tra-


vés de la formación de mayorías estables. Se podría pensar tam-
bién en la gobernabilidad como función, pero atención, ese sería
un concepto de gobernabilidad muy restringido. Yo me adhiero
a un concepto de gobernabilidad más amplio que tiene que ver no
sólo con la presencia o no de una mayoría institucional para el go-
bierno en ejercicio, sino con el desempeño del gobierno, para el
cual una mayoría institucional puede importar mucho pero que de-
pende además de otras variables, por ejemplo la capacidad y el
sentido de responsabilidad de los gobernantes.
Puedo aceptar, sin embargo, que la formación de mayorías en el
Parlamento, la formación de coaliciones, la constitución de un
apoyo institucional estable al desempeño del gobierno sea un ele-
mento de la gobernabilidad. Y en esto puede influir el sistema
electoral dado que la concentración es una función importante de
un sistema electoral.
La tercera función es la participación. Este concepto aquí se en-
tiende no de modo general, pues las elecciones obviamente forman
ya un instrumento de participación. El concepto se refiere a la ca-
pacidad del elector/la electora de votar no sólo por un partido polí-
tico, sino incluso de elegir entre personas, de poder entregar un vo-
to personal. Este concepto se refiere al modo de acercar la
representación a los votantes. El objetivo es establecer una rela-
ción de conocimiento y confianza entre los electores y sus repre-
sentantes. En Portugal, en el contexto de la reforma electoral que
en 1999 trataba de introducir el voto personal, se hablaba de “acer-
car la democracia a la ciudadanía”. Una linda expresión que da a
entender el verdadero significado del concepto de participación
como lo usamos aquí. Por lo demás, es un concepto altamente di-
fundido en América Latina en los últimos 30 años. Muchas de las
reformas electorales, motivadas por la mala práctica poco
transparente de las listas cerradas y bloqueadas, han tomado esa
dirección o por lo menos el discurso de reforma ha favorecido
formas de voto personal.
120 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Ahora, restan dos funciones. La cuarta es la simplicidad o la


transparencia del sistema electoral. Es importante que el votante
entienda bien la boleta electoral y que sepa más o menos lo que es-
tá pasando con su voto. Y la quinta y última función es la legitimi-
dad. Parece que es una función englobalizadora, pues integra a las
anteriores. Pero en ocasiones representa un fenómeno adicional,
por ejemplo cuando un sistema electoral cumple técnicamente
bien con las cuatro funciones ya mencionadas pero se ve desligiti-
mado en la opinión pública por alguna razón histórica que escapa
al análisis técnico-funcional.
He aquí las cinco funciones para el análisis de los sistemas elec-
torales31 que sirven también en el debate sobre la reforma electo-
ral. Tres son muy importantes o las más importantes, dos son adi-
cionales.
Ahora, lo que vale tomar en cuenta es que esas funciones no se
pueden sumar simplemente, adicionar, acumular, sino que se en-
cuentran en una relación mutua de trade-off. Es decir, si una de
ellas gana en intensidad, otra puede perder en su desempeño. Así,
si se aumenta la función de representación de un sistema electoral,
se baja al mismo tiempo tal vez la función de concentración y vice-
versa. O si se equilibran bien las tres primeras funciones —como
efectivamente los sistemas electorales combinados tratan de ha-
cerlo— es muy probable que el sistema electoral pueda perder en
simplicidad y transparencia y, si esto ocurre, puede perder en legi-
timidad también. Entonces existe una relación compleja entre las
funciones. Es muy importante que el legislador en materia electo-
ral lo tome en cuenta.

31 Respecto a su fundamentación y utilidad véase también mi libro Sistemas


electorales y partidos políticos, 3a. ed., México, Fondo de Cultura Económica,
2004, pp. 147 y ss., así como el capítulo noveno de este mismo libro.
CRITERIOS BÁSICOS PARA EMPRENDER UNA REFORMA 121

VII. SUGERENCIAS Y OBSERVACIONES FINALES

Respecto a las funciones de los sistemas electorales, mi reco-


mendación es de no priorizar ninguna función, alejándose total-
mente del extremo de reducir las funciones del sistema electoral
solamente a una única función. Muchas de las contribuciones al
debate van en esa dirección, en todos los países. Mi sugerencia es
tomar en cuenta las diferentes funciones mencionadas e intentar un
equilibrio entre las primeras tres, respetando el criterio de la senci-
llez en la medida de lo posible y también el criterio de la legitimi-
tad que no sólo depende de las características y bondades del siste-
ma electoral sino también de la forma en que ha sido introducido, o
sea del consenso. Conseguir el consenso de las fuerzas vivas del
país es tal vez el mayor respaldo que se puede proveer para que un
sistema electoral pueda contribuir a la consolidación de la demo-
cracia. Por otra parte, dado que se trata siempre de circunstancias
específicas y que mi enfoque en el diseño institucional electoral
respeta lo contingente, es imperioso tratar de averiguar cuáles de
las tres funciones tienen mayor importancia en ese país concreto al
cual se dirige la ingeniería política. Esta diligencia se refiere no só-
lo al espacio sino también al tiempo. Es posible imaginar que dentro
de un cierto lapso a través del efecto que tiene la institucionalidad
misma se puedan producir circunstancias diferentes que permitan
balancear las tres funciones vitales nuevamente. Esta idea lleva a
otra consecuencia: hay que pensar la tecnología aplicada en siste-
mas electorales en sentido incrementalista. El sistema electoral no
se reforma de una vez y para siempre.
Por lo demás, es imposible imaginar un sistema político o una
opinión pública que nunca dude de las bondades del sistema elec-
toral vigente. El sistema electoral se encuentra en debate continuo
en todos los países. Por cierto, hay épocas altas y bajas, se inflama
y cede alternativamente el interés por el sistema electoral y su re-
forma. Nunca se termina definitivamente. Existe incluso una nece-
sidad de retomar el tema de los sistemas electorales de vez en
122 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

cuando, dado que en ocasiones la opinión pública pierde la memo-


ria en cuanto a las características y a las bondades del sistema vi-
gente. Sin embargo, hay que diferenciar entre situaciones en que el
sistema electoral sigue siendo un tema de discrepancia y conflicto
continuo, lo que señala una falta de legitimidad capaz de erosionar
el sistema político, y otra, en que ese debate se renueva de vez en
cuando, lo que puede resultar positivo, aunque no prospere una re-
forma, pues así se reafirma el sistema vigente. Comparar este siste-
ma con otro y darse cuenta al final del examen que el propio
sistema vigente rinde mejor que el que otros proponen, es un ejer-
cicio que puede llegar a ser muy positivo. Se observa que la gran
mayoría de los procesos de diálogo sobre reforma electoral se frus-
tran de alguna manera respecto a los que quieren reformar el siste-
ma, es indicativo no sólo de la inercia que suele reinar entre los po-
líticos, sino también de la tendencia a la reafirmación del sistema
electoral vigente como resultado del examen comparativo.
Quisiera terminar con una última observación. En los debates
de reforma electoral en América Latina que pude presenciar, pare-
ce que las tres diferentes funciones tienen sus propios protagonis-
tas. La función de representación parece que es el centro de aten-
ción de los partidos políticos; la función de participación el de la
sociedad civil, las organizaciones no-gubernamentales y la opi-
nión pública en general. La función que queda, la de la concentra-
ción y efectividad del voto, parece que es el postulado de las organi-
zaciones internacionales como las fundaciones e incluso el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), interesados en aumentar la
gobernabilidad en América Latina. Sería oportuno que los diferen-
tes grupos de respaldo a las tres funciones, sobre todo los dos pri-
meros, se abran más a la idea de que los sistemas electorales tienen
que cumplir con tres funciones a la vez. En esa dirección va mi su-
gerencia final.
CRITERIOS BÁSICOS PARA EMPRENDER UNA REFORMA 123

VIII. SÍNTESIS

Sintetizando lo hasta aquí expuesto, quisiera insistir en la im-


portancia de tener como punto de partida de todo análisis y toda
discusión un concepto preciso y claro de sistema electoral. Así, en-
tiendo sistema electoral como el modo de expresión de las prefe-
rencias electorales a través de votos y su conversión en escaños.
Fundamental es además, considerar adecuadamente el rol del sis-
tema electoral como institución política en contextos políticos. En
este sentido, repito, su relevancia es relativa. Si bien las institucio-
nes políticas generan efectos específicos, éstos son limitados en
dos sentidos: por un lado, porque existen otros fenómenos con un
mayor poder condicionante como variable independiente y, se-
gundo, porque estos efectos no operan aisladamente sino en estre-
cha interrelación con otros factores, frecuentemente en conexiones
circulares.
Para un análisis adecuado de los sistemas electorales y sus efec-
tos es necesario distinguir cuáles son los elementos técnicos que
los componen y cuáles de ellos son los que entre los demás se im-
ponen marcando la dirección de los efectos del conjunto. Claro está
que los efectos de un sistema electoral dependen de la combinación
de variados mecanismos, sin embargo, es innegable que determina-
dos elementos son responsables en mayor medida que otros del efec-
to final. Y si de efectos se trata, deberá incluirse en el análisis no
solamente la causalidad mecánica, sino también la sicológica, por
cuanto la lectura que los electores hagan del sistema electoral y su
funcionamiento y la estrategia de votación que elijan (voto útil) in-
fluyen a su vez en los efectos del sistema.
Con estas herramientas conceptuales puede pasarse luego —en
un nivel intermedio ubicado entre la multiplicidad empírica y la
abstracción teórica— a la diferenciación de tipos de sistemas elec-
torales. La formación de tipos permite la reducción de complejidad
existente en la realidad manteniendo una distancia media apta aun
para un análisis histórico-empírico que considera el contexto.
124 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

En relación con el contexto, es imperiosa la realización de un


buen diagnóstico. Saber cómo funcionan los sistemas electorales,
conocer su efectos y su posible forma de operar en combinación
con otros factores no basta. El éxito de una reforma depende tam-
bién de un buen análisis de la situación, de las necesidades que se
busca satisfacer, de los problemas a los que se busca solución. Es
aquí donde entran en juego los requisitos que cumplen los sistemas
electorales, representación, concentración/efectividad, participa-
ción, simplicidad/transparencia y legitimidad. Según el diagnósti-
co que se haga del contexto político del país en cuestión, se optará
por la priorización de algunas de ellas dentro de un cierto equili-
brio entre estas funciones de los sistemas electorales, sabiendo que
es imposible potenciar a un máximo todas a la vez.
CAPÍTULO NOVENO
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTE-
MAS ELECTORALES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125

I. La interrelación de las variables institucionales: la


variable sistema de partidos políticos . . . . . . . . 128
II. Diseño institucional y nivel operativo . . . . . . . 129
III. Tipos de diseño institucional . . . . . . . . . . . . 131
IV. La evaluación de los sistemas electorales . . . . . . 133
V. Evaluación empírica de los sistemas electorales: re-
flexiones preliminares . . . . . . . . . . . . . . . . 135
VI. Cinco criterios de evaluación . . . . . . . . . . . . 137
VII. Un esquema de evaluación de los sistemas electo-
rales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
VIII. Sistemas electorales y gobernabilidad . . . . . . . 149
IX. Síntesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152

VII
CAPÍTULO NOVENO

DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN


DE LOS SISTEMAS ELECTORALES32

En los últimos decenios, tanto en la política como en la ciencia po-


lítica, se hicieron notorias dos necesidades íntimamente relaciona-
das entre sí: una necesidad socialtecnológica y otra evaluativa. La
primera hace referencia a la aplicación del conocimiento sobre sis-
temas electorales mediante el diseño de sistemas electorales capa-
ces de cumplir en la teoría y la práctica con los objetivos del buen
gobierno. La segunda está vinculada a la medición de la capacidad
funcional de un sistema electoral existente y/o de los que se consi-
deran alternativas.
Dar respuesta a estas necesidades no es tarea sencilla como se
ha sostenido, por ejemplo, en el marco del enfoque normativo y en
tiempos en que el contexto sociopolítico estaba prácticamente li-
mitado al de las sociedades occidentales industrializadas. Las con-
sideraciones socialtecnológicas hoy en día tienen que incluir un
ámbito de países mucho más extendido y heterogéneo, lo que hace
necesario reflexionar sobre la importancia de las instituciones y su
vínculo con el contexto, con la cultura política. Este vínculo es im-
portante pues su consideración ilumina el significado de las insti-

32 Texto revisado y ampliado de la Conferencia Inaugural del IV Congreso


Internacional de Derecho Electoral y del IV Congreso Nacional de Tribunales y
Salas Estatales Electorales de los Estados mexicanos en Morelia, Michoacán,
México, 12 de noviembre de 2002. Publicado primero en mi libro El contexto
hace la diferencia: reformas institucionales y el enfoque histórico-empírico,
editado por Claudia Zilla, México, UNAM, 2003, pp. 97-125. Forma parte co-
mo capítulo VI de mi libro Sistemas electorales y partidos políticos, 3a. ed., Mé-
xico, Fondo de Cultura Económica, 2004, pp. 135-160.

125
126 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

tuciones respecto a las cuestiones candentes como la de promover


la gobernabilidad democrática y el desempeño de los gobiernos en
el campo de las políticas públicas.
¿Cuál es la importancia relativa que poseen las instituciones?
Ya es clásico el carácter dual de las respuestas a esta interrogante,
consistente en contrastar las instituciones con los hombres, con la
cultura política. Las respuestas, tan importantes para los cientistas
sociales que se dedican al diseño institucional, varían en el tiempo.
El institucionalismo que a menudo se vincula con el enfoque
normativista, enfatiza la incidencia de las instituciones por sobre
la cultura en el desarrollo político. La gobernabilidad democrática,
condición esencial para el desarrollo económico y social, es perci-
bida como dependiente del factor institucional. Sin embargo, la
convicción o la premisa central del neo-institucionalismo, adopta-
do por el enfoque histórico-empírico, es que aunque las institucio-
nes cuentan, su real importancia y el desempeño de cada institu-
cionalidad dependen de la contingencia política, o sea de estructuras
sociales, de la memoria histórica, y la cultura política.
Ahora bien: en América Latina, al iniciarse el proceso de rede-
mocratización, se insistió mucho en el problema de la instituciona-
lidad política existente. Se propuso cambiar la institucionalidad en
términos —por ejemplo— de sustituir el presidencialismo por otra
forma democrática de gobierno y de reformar el sistema electoral
vigente. La tesis que probablemente mejor refleje este pensamien-
to institucional sostiene que en política las instituciones tienen
mayor incidencia que los hombres.
Desde mediados de los años noventa, con la permanencia de la
democracia en la gran mayoría de los países latinoamericanos, se
observa un giro cultural, una revaloración del “factor hombre”.
Con “cultura” se hace referencia fundamentalmente a los valores y
las normas que inciden en el comportamiento colectivo de una so-
ciedad. Actualmente se habla mucho del capital social, medible
mediante el grado de confianza al interior de las sociedades, como
clave esencial “para hacer funcionar la democracia” (Putnam
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 127

1993: 185). Se percibe la crisis de gobernabilidad como resultado


de la erosión de los valores culturales.
Sin lugar a duda, la institucionalidad política influye en los re-
cursos del gobierno democrático (poder, consenso, legitimidad,
etcétera) y en las capacidades funcionales del sistema político (go-
vernance) de responder a las expectativas y demandas de la econo-
mía y la sociedad. Sin embargo, el politólogo/la politóloga que se
dedica al diseño institucional, debe saber que las instituciones
cuentan, pero que su peso es relativo. Por lo demás, hay factores
políticos que determinan su estructura en la práctica. Y estos mis-
mos factores influyen mucho en los efectos de las instituciones. El
estudio de las instituciones y la alternativa entre opciones institu-
cionales deben tomar en cuenta los contextos sociopolíticos. Del
contexto depende la importancia que puedan alcanzar las institu-
ciones. La tesis que tal vez refleje mejor este pensamiento es que
en política la cultura política tiene mayor incidencia que las insti-
tuciones políticas.
En lo que sigue vamos a estudiar la interrelación de los factores
institucionales con otros factores, en especial el sistema de parti-
dos. Consideramos brevemente la relación entre el campo teórico
y el campo operativo de la política, lo que nos conduce primero a
pensar nuestro objeto de estudio conforme al grado de compleji-
dad real y segundo de desarrollar un concepto de diseño institucio-
nal particular acorde con el contexto específico al cual se dirige. Es
en el campo operativo y concreto que se debe comprobar la capaci-
dad de diseño institucional de la ciencia política. Seguiremos con-
siderando mis cinco criterios de evaluación, base de un esquema
de evaluación de los sistemas electorales que quiero presentar y
aplicar a los sistemas electorales y sus reformas en América Latina
desde la transición. Finalmente interconectaremos la evaluación
esquemática con el tema de la gobernabilidad.
128 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

I. LA INTERRELACIÓN DE LAS VARIABLES INSTITUCIONALES:


LA VARIABLE SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS

En el estudio de la interrelación de las variables institucionales


con otros factores, nos interesa sobre todo la variable sistema de
partidos que a menudo es considerada exclusivamente como una
función de las opciones tomadas respecto a las opciones institucio-
nales, como dependiente en su conformación de las variables
institucionales.
Sin embargo, el sistema de partidos es un factor decisivo res-
pecto a los resultados que exhiben y las apreciaciones valorativas
que merecen los elementos institucionales (véase los capítulos
quinto y séptimo en este libro). Es cierto que el sistema de partidos
es una variable dependiente, pero vale enfatizar dos afirmaciones:
a) respecto a su carácter de variable dependiente, el sistema de
partidos no sólo es dependiente de factores institucionales, sino en
la misma o aún mayor medida de factores socioestructurales e his-
tóricos; dado esto, el sistema de partidos es el nexo entre historia y
estructuras sociales, por un lado, y lo institucional, por el otro;
b) el sistema de partidos juega asimismo el rol de una variable
independiente y como tal es una variable de decisiva importancia
en tres sentidos: en la opción, en el comportamiento y en los efec-
tos de las instituciones políticas.
Así, la particularidad del sistema de partidos como institución
consiste en su vínculo con un margen restringido de opciones, pero
no por ello menos decisivo. Pues justamente su carácter doble de
variable dependiente (del sistema electoral, de aspectos socioes-
tructurales, del sistema de gobierno, etcétera) e independiente
(afectando el funcionamiento de otras instituciones políticas como
la forma de gobierno y los efectos generados por el sistema electo-
ral, por ejemplo), lo convierte en institución clave y punto neurál-
gico en el que convergen influencias de distintos orígenes y en
diferentes direcciones.
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 129

Indagando un poco más en el carácter del sistema de partidos


como variable independiente, vale considerar que los efectos de
los sistemas electorales dependen mucho del grado de su estructu-
ración. A modo de ilustración: en la elección del Parlamento ruso
en 1995, donde se aplicó el sistema segmentado similar al mexica-
no, la fragmentación del sistema de partidos fue mayor en la parte
mayoritaria que en la proporcional. Este resultado contradice la sa-
biduría convencional sobre sistemas electorales. Así, observamos
que la contingencia interviene decisivamente en los efectos de los
sistemas electorales (Nohlen, 2004, 347 y ss.).
De este modo, el/la analista con orientaciones socialtecnológi-
cas tiene que tomar en cuenta la diversidad de los contextos en que
los sistemas electorales actúan. Junto con la mayor diversificación
de contextos que podemos constatar a partir de las transiciones a la
democracia en Europa Oriental, América Latina, África y Asia,
aumentan las diferencias en los efectos de los sistemas electorales
(véase el capítulo décimo de este libro). Vale añadir que la propia
institucionalidad en su mismo origen no puede desligarse del siste-
ma de partidos políticos prexistente. Se pone en evidencia la im-
portancia que estos fenómenos desempeñan en las instituciones.

II. DISEÑO INSTITUCIONAL Y NIVEL OPERATIVO

Ahora conviene introducir una distinción respecto al nivel del


diseño institucional. Diferenciamos entre el nivel teórico y el nivel
práctico, mejor dicho operativo. El nivel operativo, comparado
con el teórico, exhibe características propias altamente significati-
vas para el diseño institucional. Para comprender esto, es necesa-
rio tener en cuenta una de las diferencias fundamentales entre polí-
tica y ciencia política: la política es mucho más compleja que
como suele ser tratada en la ciencia política. En el proceso científi-
co, es conveniente manejar o preparar el objeto de estudio de for-
ma tal que sea posible llegar a resultados científicos. Esto se puede
lograr mediante la consideración de parcialidades, porciones o
130 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

cortes de una compleja realidad, mirando por ejemplo solamente


lo institucional, o aspectos de un problema más integral, por ejem-
plo la participación política como aspecto del desarrollo político, o
bien comprendiendo sólo una dimensión de una relación causal,
por ejemplo la relación supuestamente lineal entre sistema
electoral y sistema de partidos políticos.
Por otra parte, cuando aplicamos el método comparativo, se tra-
baja a menudo con el supuesto de que las variables de contexto son
similares o (según la terminología en ciencias naturales) constan-
tes y nuestras afirmaciones se basan en la premisa ceteris paribus.
Así, muchos de los hallazgos en ciencia política, prácticamente to-
das nuestras generalizaciones, están basados en esta técnica de re-
ducir la complejidad.33 En el campo operativo, sin embargo, la
ciencia política experimenta el rencuentro con la complejidad de
la política, dado que el consulting político se dirige a realidades
complejas y específicas.
Ahora bien: en primer lugar, el enfoque normativo establece
que sus recetas son universalmente válidas, mientras que el en-
foque histórico-empírico contradice esta postura y exige, a partir
de las realidades específicas de cada caso, un examen crítico del
conocimiento teórico sistemático en función de una receta especí-
fica para el caso concreto.
En segundo lugar, quisiéramos diferenciar dentro del enfoque
analítico entre un pensamiento socialtecnológico cuyo referente
principal es la reflexión teórica y, en términos operativos, el diseño
institucional racional por un lado, y por el otro un pensamiento de
ingeniería política que percibe lo institucional como resultado de un
proceso histórico y el consulting político como parte de este proce-
so. El primer pensamiento hace hincapié en las capacidades cientí-
ficas de encontrar soluciones institucionales que por su mera exce-
lencia teórica tendrían que ser implementadas. Este pensamiento
rechaza las consideraciones científicas, incluso las justificadas,

33 Al respecto afirman King/Keohane/Verba (1994, 42): “Simplification has


been an integral part of every known scholarly work”.
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 131

que parecen poner en cuestión la propia capacidad de la ciencia po-


lítica de ofrecer este tipo de soluciones. Sin embargo, la creación
de instituciones políticas y también su reforma constituyen un pro-
ceso histórico contingente, influido por experiencias históricas, in-
tereses, relaciones de poder, expectativas sobre el futuro de estas
relaciones, estrategias de los actores políticos, etcétera. Las refor-
mas no resultan del tablero de dibujo, sino del proceso histórico
(Krennerich/Lauga 1995).

III. TIPOS DE DISEÑO INSTITUCIONAL

Sin embargo, la ingeniería constitucional ha ido acompañada de


un nuevo auge del enfoque normativo. Nuevamente vale distin-
guir, dentro del diseño institucional, dos posturas, una normati-
vo-abstracta y otra histórico-empírica, diferencia que se expresa
en varias dimensiones.
La primera dimensión se refiere a la génesis de las instituciones
políticas. La postura normativa-abstracta está asociada a un pensa-
miento socialtecnológico que entiende a las instituciones como el
resultado de un diseño racional, materializado a través de una in-
tervención más artificial o ad hoc. La postura histórica-empírica
está relacionada con un entendimiento más evolucionista de la gé-
nesis y el desarrollo institucional, influenciados ambos procesos
por un sinnúmero de factores (experiencias históricas, intereses,
relaciones de poder, etcétera) que imponen resistencias y limita-
ciones a la implementación de diseños científicos por más exce-
lentes y recomendables que éstos sean.
La segunda dimensión se refiere al tipo de argumento. La postu-
ra normativo-abstracta intenta crear el escenario de alternativas
institucionales a grandes rasgos, sistematizando las preferencias
de forma dicotómica. Esta postura involucra una confrontación
axiológica a nivel lógico-racional de las opciones institucionales
que suele desembocar en la conclusión de una supuesta superiori-
dad en principio de una alternativa sobre la otra, por ejemplo del
132 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

parlamentarismo sobre el presidencialismo o del sistema propor-


cional sobre el sistema mayoritario o al revés. La postura históri-
co-empírica se contrapone y destaca las siguientes ideas básicas:
Primero: no existe ningún sistema ideal. Como dijo una vez
Giovanni Sartori: el mejor sistema es aquel que mejor se adecua/
adapta.
Segundo: por lo tanto no hay ninguna solución institucional ge-
neral. Como afirmó Robert A. Dahl (1996): “Toda solución tiene
que ser confeccionada conforme a las características de cada país”.
Tercero: aun cuando existiera un sistema ideal, no hay forma de
imponer una solución institucional. Pues las instituciones son el
resultado de procesos de toma de decisión en los que intervienen
valores en conflicto. Las instituciones son el resultado de estos
conflictos, de negociación y acuerdo entre actores políticos.
La diferencia entre las posturas se puede resumir de manera que
corresponden a dos niveles de diseño institucional: uno general y
otro particular. Observando el debate internacional, se desprende
que se ha llevado a cabo sobre todo a nivel general. Vale conside-
rar los aportes de Juan J. Linz y Arend Lijphart (entre otros en
Linz/Valenzuela, 1994) respecto a las grandes opciones institucio-
nales que se refieren precisamente a la forma de gobierno y al sis-
tema electoral (véase el capítulo séptimo de este libro). A ese nivel
de las grandes alternativas, el diseño institucional se maneja con
categorías demasiado amplias y, por ende, de gran heterogeneidad
interna. Por lo demás, el diseño institucional abstracto se basa en el
supuesto de ceteris paribus. Un buen ejemplo de esta tendencia es
el muy citado artículo de Arend Lijphart sobre “Constitutional
Choices for New Democracies” (1991). Allí Lijphart resume las
experiencias en gobierno comparado, tomando como base em-
pírica democracias consolidadas del mundo, excluyendo explí-
citamente de su muestra de casos a las democracias jóvenes, pe-
ro dirigiendo su mensaje, sus recomendaciones institucionales
precisamente a ellas. No se toma en cuenta la gran heterogeneidad
contextual, incluso creciente en la medida en que surgen nuevas
democracias en África y Asia, lo que impide pensar en que las ins-
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 133

tituciones tengan los mismos efectos viajando de un país (desarro-


llado) a otro (en vías de desarrollo).
Desde mi perspectiva histórico-empírica, todo diseño tiene que
considerarse más bien a nivel particular. El diseño comienza con
los problemas de representación o de gobierno concretos que se
presentan en contextos sociopolíticos determinados. No me parece
acertado el supuesto de que la lógica de una institucionalidad que
se introduce imprimiría la realidad de las democracias jóvenes con
su sello, por ejemplo que el parlamentarismo crearía el sistema de
partidos que funcionalmente necesita para su buen funcionamien-
to en la práctica, o que el sistema de pluralidad crearía un sistema
bipartidista. En este sentido vale ser escéptico y advertir oportuna-
mente el riesgo que corre un país cuando se lo expone a determina-
das reformas institucionales cuyos resultados no son de ninguna
forma previsibles. Insisto: el contexto es una co-variable indepen-
diente a menudo decisiva respecto a los efectos que tengan las ins-
tituciones.
La pregunta clave en el diseño institucional a nivel particular
es, cuál de los elementos institucionales resulta ser la opción más
recomendable para el caso concreto. El institucionalismo contex-
tualizado presupone, junto a grandes experiencias en cuestiones
institucionales, un gran conocimiento del medio en que las insti-
tuciones deben funcionar. A fin de poder realizar recomendacio-
nes institucionales adecuadas se debe conocer bien el país o el
grupo de países en cuestión. Las preguntas son las siguientes:
¿Cuál es el problema? ¿Qué soluciones alternativas hay? ¿Cuáles
serían adecuadas en el caso concreto? ¿Qué factores condicionan
qué variables? ¿Qué recursos propios existen en el país? ¿Qué so-
lución es viable, políticamente realizable?

IV. LA EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS ELECTORALES

Buena parte del debate sobre sistemas electorales ha sido dedi-


cada a su evaluación. En la actualidad, la evaluación ha cobrado
134 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

mucha importancia en las democracias recién establecidas no sola-


mente por parte de investigadores y actores políticos, sino incluso
—sobre todo en América Latina— por parte de actores y entes
económicos. El interés de estos agentes en instituciones políticas
aumentó en la medida en que creció la conciencia de que los pro-
blemas de desarrollo económico y social dependen de la goberna-
bilidad. El término “gobernabilidad” ha cobrado enorme impor-
tancia en el discurso político, sin que existiera una definición clara
de su contenido. En relación con los sistemas electorales, el con-
cepto puede ser entendido en relación con la estabilidad del go-
bierno, en el sentido de un gobierno que se apoya en una mayoría
institucional, capaz de garantizar una política eficiente para dar
soluciones a las demandas de mayor desarrollo económico y so-
cial.
A partir de este interrogante, existe la tentación de avanzar en el
estudio de los sistemas electorales según parámetros de los recién
interesados en el tema, o sea de los economistas, partiendo de unas
premisas que caracterizan su propia labor científica en economía.
El propósito aquí es reducir los problemas a conceptos más senci-
llos y evaluar los casos en forma de valores numéricos. Es bello y
hasta brillante saber extraer la esencia de un problema y explicarlo
en términos que lo hacen aparecer sencillo. Sin embargo, no toda
materia se presta a esta capacidad intelectual. Al contrario, en el
campo de la política, pensado como campo de la ética de la respon-
sabilidad (Max Weber), no hay mayor peligro intelectual que la
explicación de un fenómeno complicado de forma sencilla. Es por
ello que para la ciencia política como ciencia histórica, la econo-
mía —que trata de imitar a las ciencias exactas— no puede servir
de modelo. La economía pudo establecer el vocabulario de un tra-
tamiento cuantitativo y matemático de sus datos a partir del homo
oeconomicus, es decir, de un criterio identificado y constante, co-
mo dice Sartori (1979: 62). Los objetos de estudio de la ciencia po-
lítica, sin embargo, son definitivamente más complejos, entre otras
razones por el simple hecho de que involucran a actores guiados
por múltiples valores que no pueden reducirse a un solo principio
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 135

de conducta que supuestamente gobierna la actitud de todos los ac-


tores. Al respecto, vale recordar la frase de Albert O. Hirschmann
(1981: 269) que la peor forma de relación entre la ciencia política y
la economía sería que la economía invadiera a la ciencia política.
Debido a la multitud de variables cambiantes en acción, el reduc-
cionismo analítico tiene sus límites. El objeto de estudio requiere
un análisis conforme al grado de su complejidad.
Por otra parte, existe el reto de desarrollar procedimientos com-
parativos, que puedan facilitar la evaluación sistemática de los sis-
temas electorales y sus reformas. Los dos apartados subsiguientes
asumen este reto, primero señalando los criterios de evaluación, y
segundo elaborando un esquema de evaluación empírica de los
sistemas electorales.
En lo que sigue enfocaremos el tema de la evaluación de los sis-
temas electorales de forma sistemática. En el centro de la evalua-
ción se encuentra una síntesis de las exigencias funcionales que
debe cumplir un sistema electoral. Comenzaremos con algunas re-
flexiones preliminares con respecto a la evaluación de los sistemas
electorales, las cuales permiten comprender mejor la presentación
posterior de criterios. Estas reflexiones contienen asimismo algu-
nas advertencias.

V. EVALUACIÓN EMPÍRICA DE LOS SISTEMAS


ELECTORALES: REFLEXIONES PRELIMINARES

Contrariamente a décadas anteriores, cuando el debate sobre re-


presentación proporcional se basaba en concepciones normativas
del buen gobierno o de teorías de formas de gobierno parlamenta-
rias, hoy en día las experiencias empíricas con los sistemas electo-
rales constituyen instancias de control irrenunciables en el proceso
de su evaluación. Desde la perspectiva científica, la opción por un
determinado sistema electoral se funda en este conocimiento em-
pírico. Precisamente entre ambos, entre empirismo y opción, se
ubican los juicios teóricos, algunos de los cuales queremos expo-
136 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

ner a continuación. Éstos son fundamentales para la comprensión


posterior del análisis entre los criterios de evaluación y la compa-
ración sistemática.

1. No existe ningún sistema electoral ideal. Tanto los efectos


como la deseabilidad de un sistema electoral dependen de
distintos factores y variantes. El tiempo y el espacio son de-
terminantes en la opción por un sistema electoral, de modo
que no deben ser ignorados.
2. A un sistema electoral se le pueden plantear distintas exigen-
cias, entre las cuales las más importantes son la representa-
ción (justa), la efectividad (en cuanto al funcionamiento del
sistema político) y la responsabilidad (en la relación elegi-
do-votante). La teoría o la opción que sólo contemple una
exigencia no es lo suficientemente abarcadora.
3. La valoración de las exigencias que se plantean a un sistema
electoral depende de consideraciones teórico-democráticas o
de poder político-partidario.
4. Los sistemas electorales no pueden satisfacer las diferentes
exigencias al mismo tiempo, en la misma medida y de mane-
ra absoluta. Ningún sistema electoral puede cumplir de for-
ma óptima con todos los requisitos imaginables. Más aún, los
conflictos entre diversos objetivos constituyen la regla. Un
aumento de la capacidad funcional de un sistema electoral en
determinado sentido normalmente conduce a una pérdida de
capacidad funcional en otro; por consiguiente, los sistemas
electorales concretos comparten la característica de satisfa-
cer las exigencias más en un determinado sentido y menos en
otro.
5. La opción por un sistema electoral expresa indefectiblemente
cuáles exigencias se valoran como cruciales y cuáles como
marginales. A veces las opciones reflejan asimismo una falta
de conocimiento de los problemas o ingenuidad, como si fue-
ra posible obtener un aumento de la capacidad funcional de
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 137

un sistema electoral en un sentido, sin incurrir en costos en


otros sentidos.
6. Los sistemas electorales que intentan satisfacer exigencias
funcionales de distinta naturaleza constan, por lo general, de
un gran número de elementos (a veces contrapuestos) en
compleja interrelación. Frecuentemente, su funcionamiento
y sus efectos no resultan fáciles de comprender.

Este último punto demuestra lo difícil que es satisfacer las ex-


pectativas puestas en el funcionamiento de los sistemas electora-
les. En ese sentido, si se espera que un sistema electoral posibilite
un alto grado de participación y, al mismo tiempo, un alto grado de
estabilidad del sistema político, quizá esto se oponga a otras ex-
pectativas, como que el sistema electoral sea de manejo sencillo y
que se puedan calcular las repercusiones del voto del elector indi-
vidual. Este tipo de contradicción constituye la regla. A los aman-
tes de soluciones fáciles les gusta plantear una exigencia, o su
cumplimiento, como el criterio para emitir un juicio global acerca
de un sistema electoral.

VI. CINCO CRITERIOS DE EVALUACIÓN

A un sistema electoral se le plantean distintas exigencias acerca


de su funcionamiento. A continuación, nos ocuparemos solamen-
te de las expectativas realistas. Sin embargo, cabe señalar que en el
debate sobre el tema a menudo se asocian determinados objetivos
con sistemas electorales y reformas de sistemas electorales cuyo
alcance se encuentra fuera de las posibilidades de influencia de
aquéllos. En el análisis siguiente, dejamos asimismo fuera de con-
sideración las exigencias funcionales ligadas a cuestiones de poder
o partidocráticas, las cuales pueden estar totalmente determinadas
de manera contingente o contextual. Si se considera el debate so-
bre sistemas electorales a nivel mundial, será posible distinguir
138 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

esencialmente cinco campos en los cuales se manifiestan exigen-


cias:

1. Representación. Aquí se trata de reflejar adecuadamente los


intereses sociales y opiniones políticas en los órganos repre-
sentativos. Este criterio se entiende en un doble sentido: por
un lado, representación para todos, de manera que se vean re-
presentados los distintos grupos de personas, fundamental-
mente las minorías y las mujeres; por otro, representación
justa, es decir, una representación más o menos proporcional
de las fuerzas sociales y políticas, equivalente a una relación
equilibrada entre votos y escaños. Los parámetros de medi-
ción empírica son obvios: la falta de representación de mino-
rías y mujeres, así como desviaciones demasiado grandes de
la proporcionalidad, que frecuentemente se entienden como
problemáticas.
2. Concentración o efectividad. Aquí se trata de la agregación
de intereses sociales y opiniones políticas de tal manera
que de ellas resulten decisiones políticas y que la comunidad
adquiera capacidad de acción política. Las elecciones se
comprenden como un acto de formación de la voluntad polí-
tica, mas no como una forma de copiar o medir las opiniones
dominantes en la población.

Los parámetros de la adecuada capacidad de concentración de


un sistema electoral son: a) el número o la reducción del número
de partidos que obtienen mandatos en el Parlamento, y b) la forma-
ción de una mayoría partidaria o de una coalición que tenga carác-
ter estable en el Parlamento. Los sistemas multipartidistas que sólo
permiten la formación de relaciones de gobiernos inestables son
vistos normalmente como problemáticos. Por ende, este criterio
comprende asimismo la cuestión de la efectividad del sistema elec-
toral, cuyo parámetro es si contribuye a generar estabilidad en el
funcionamiento del sistema político, dado que el sistema electoral
influye en el perfil de instituciones como el Parlamento y el Poder
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 139

Ejecutivo, e igualmente en el proceso político. No todo gobierno


estable es un buen gobierno, pero resulta altamente improbable
que la inestabilidad política genere un buen gobierno.

3. Participación. Aquí no se trata de la participación en el senti-


do común del término, pues las elecciones son en sí mismas
un acto de participación política, sino de la mayor o menor
posibilidad de expresar la voluntad política por parte del
elector y en el marco de la alternativa voto personalizado ver-
sus voto de partido o de lista. Esta alternativa se asocia con
un mayor o menor grado de relación, de conocimiento, de
responsabilidad y de identificación entre electores y elegi-
dos. El parámetro para medir una adecuada participación (en
el sentido restringido) permitida por un sistema electoral es
la forma de votación personalizada. Si ésta se halla totalmen-
te descartada (por ejemplo: bajo la forma de la lista bloquea-
da), ello es considerado un déficit participativo.
4. Simplicidad (o transparencia). Esta demanda constituye un
requisito orientador, pues todo intento de cumplir de forma
simultánea con los criterios de representación, efectividad y
participación conduce inevitablemente a un sistema electoral
más complicado que el que resultaría si se tratara de satisfa-
cer sólo uno de los criterios. Sin embargo, es válida la aspira-
ción de que el electorado pueda comprender cómo opera el
sistema electoral y, hasta cierto punto, que estén dadas las
condiciones para que pueda prever cuáles serán los efectos
de su voto.

Por otra parte, es muy difícil señalar un parámetro preciso, dado


que la evaluación depende de contingencias históricas; por ejem-
plo, a un extranjero le podría parecer muy complicado el sistema
de doble voto simultáneo de Uruguay, pero no tanto a los urugua-
yos, quienes convivieron durante más de 50 años con este sistema
electoral. Otra valoración debe hacerse en caso de que —en demo-
cracias aún no consolidadas— el propio sistema electoral retarde
140 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

el escrutinio y el cómputo de los votos, con el inconveniente de


suscitar dudas o suspicacias respecto a la transparencia de las
elecciones.

5. Legitimidad. Este último criterio engloba a todos los demás,


en el sentido de que se refiere a la aceptación de los resulta-
dos de las elecciones, del sistema político como un todo —en
otras palabras, de la democracia— y del sistema electoral, es
decir, de las reglas del juego de la democracia.

Un parámetro para juzgar el sistema electoral de acuerdo con


este criterio puede ser el de observar si dicho sistema sirve para
unir o, por lo contrario, para desunir al país. Los medios de comu-
nicación y algunos miembros de la comunidad académica suelen
emplear el grado de abstencionismo como parámetro para medir la
legitimidad de un sistema político; no obstante, el abstencionismo
no es tan buen indicador como se supone, ya que, en primer térmi-
no, el fenómeno de la legitimidad depende de múltiples y diferen-
tes variables; en segundo lugar, no hay una correlación significati-
va entre el grado de participación de los votantes en las elecciones
y la legitimidad del sistema democrático y, en tercer lugar, los
sistemas electorales pueden tener un efecto muy limitado sobre el
abstencionismo.
Otro indicador de la legitimidad puede ser la extensión y la pro-
fundidad de la crítica que recibe el sistema electoral por parte de la
opinión pública. Aquí puede abrirse un verdadero abismo entre
la calidad técnica del sistema, por un lado, y la intensidad de la crí-
tica, por el otro. En Venezuela, por ejemplo, en los años ochenta,
casi todos los especialistas en la materia estaban de acuerdo res-
pecto a las virtudes del sistema electoral vigente, pero la opinión
pública clamaba por una reforma. Al final, los candidatos a la pre-
sidencia se hicieron eco de esta solicitud en sus promesas electora-
les y los partidos políticos acordaron la reforma del sistema electo-
ral. Pero cuando el sistema está exento de crítica o cuando ésta es
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 141

mínima, se puede suponer cierta satisfación con el funcionamiento


del sistema y un alto grado de legitimidad.
Por último, se puede averiguar el grado de legitimidad del siste-
ma electoral por medio de encuestas. Este indicador puede tener el
inconveniente de que el encuestado esté mal informado sobre el sis-
tema electoral en cuestión. Generalmente, el conocimiento al res-
pecto crece cuando se acerca la fecha de las elecciones, lo que, por
otra parte, no constituye el mejor momento para juzgarlo, pues en-
tonces la apreciación del sistema electoral se vincula más con las
opciones políticas del elector, lo cual lo lleva a percibir el sistema
electoral en términos de si es o no favorable para su partido políti-
co. Asimismo, se presenta la disyuntiva entre un sistema electoral
que funciona objetivamente bien y una mala apreciación subjetiva.
Un buen ejemplo de este caso es el sistema electoral boliviano que,
pese a haber contribuido de manera efectiva a la gobernabilidad
del país (véase Nohlen, 1998: 369) fue decididamente rechazado
por los encuestados.
Así, aunque sea evidente la necesidad de legitimidad del siste-
ma electoral, resulta difícil indagar los parámetros de su presencia
o ausencia.

VII. UN ESQUEMA DE EVALUACIÓN


DE LOS SISTEMAS ELECTORALES

La intención de las siguientes reflexiones es desarrollar un es-


quema general de evaluación de los sistemas electorales. Se trata
de medir la capacidad funcional de los sistemas electorales, de sus
reformas y propuestas de reforma.
Los criterios para esta medición constituyen las tres funciones
básicas de representación, concentración o efectividad y participa-
ción anteriormente desarrolladas. Más tarde, se asociarán las fun-
ciones adicionales, la de sencillez o transparencia y la de legitimi-
dad. Se observará cómo los sistemas electorales cumplen con cada
una de las funciones. Se descarta que exista una solución que ga-
142 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

rantice el cumplimiento máximo de cada una de ellas. Vale recor-


dar que las tres funciones básicas están inversamente interrelacio-
nadas, de modo que aumentar una función puede significar bajar el
grado de cumplimiento de una o ambas funciones restantes. Se tra-
ta entonces de que todas y cada una alcancen un cierto grado de
realización. Eso conlleva a que la evaluación se desarrolle con un
criterio relativo, difícil de cuantificar, y que se excluya la posibili-
dad de expresar razonablemente el resultado de la medición por
medio de una única cifra. Se prescinde, por ejemplo, de la media,
pues esta cifra no permite diferenciar la variación entre los extre-
mos, entre situaciones muy diversas que justamente hacen la dife-
rencia. Me refiero a un cumplimiento máximo de una función y
mínimo de otra, lo cual tiene la misma expresión cuantitativa que
un cumplimiento mediano de ambas funciones. El criterio de ma-
yor alcance es entonces el de un cierto equilibrio en el cumpli-
miento de las funciones por parte de los sistemas electorales. Este
criterio tampoco es absoluto, pues el grado aconsejable equivalen-
te al equilibrio depende de factores contextuales. Nuestro esfuerzo
entonces está dirigido a la medición cuantitativa de lo que —en
principio— es una cuestión cualitativa.
A fin de comprender mejor lo expuesto, comencemos con la di-
cotomía entre los principios de representación que se perciben
también como tipos básicos de sistemas electorales: representa-
ción por mayoría y representación proporcional. En el cuadro 3 se
observa que estos dos principios se diferencian por perseguir fun-
ciones precisamente opuestas. El más (+) significa que la función
se cumple, el menos (–) lo contrario, que no se cumple (o que
incluso no es el objetivo mismo del principio de representación).
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 143

Cuadro 3. Comparación evaluativa a nivel de los principios


básicos de la representación
Tipo básico de Representación Concentración Participación
sistemas electorales
Representación + – –
proporcional
Representación – + +
mayoritaria

Como hemos señalado más arriba, los principios de representa-


ción constituyen categorías demasiado gruesas para el análisis
pues integran sistemas electorales que tienen efectos muy diferen-
tes. El cuadro 4 demuestra cómo algunos tipos de sistemas electo-
rales que integran una u otra de las categorías básicas, cumplen de
forma diferente con las funciones claves. Se observa que dos tipos
de sistemas electorales colocados en categorías antagónicas, la re-
presentación proporcional personalizada y el sistema segmentado,
cumplen en grado similar con las funciones consideradas. Se per-
cibe asimismo que lo hacen de forma simultánea y equilibrada, de
modo que se impone la idea de diferenciar entre los tipos de siste-
mas electorales según su capacidad de llegar a un cierto equilibrio
entre las funciones a cumplir.
Cuadro 4. Comparación evaluativa entre tipos
de sistemas electorales
Tipos básicos Tipos Represen- Concentra- Participa-
tación ción ción
Representación Proporcional puro + – –
proporcional Proporcional per- + + +
sonalizado
Representación Mayoría relativa – + +
mayoritaria Sistema + + +
segmentado
144 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Continuando con el desarrollo del esquema evaluativo, el cua-


dro 5 demuestra que los sistemas electorales que llamamos clási-
cos —entre ellos el sistema de mayoría relativa y la representación
proporcional pura— no llegan ni aspiran a un equilibrio, pues han
sido pensados en función de una o a lo mejor dos de las tres funcio-
nes —esto se confirma en todo el debate bicentenario sobre siste-
mas electorales— mientras que los sistemas combinados —co-
múnmente llamados mixtos— son capaces de lograrlo.
Cuadro 5. La forma de cumplimiento de las tres funciones:
equilibrio o desequilibrio
Cumplimiento Grupo de sistemas Tipos de sistemas
de las tres funciones electorales electorales
Mayoría absoluta
Mayoría relativa
Proporcional puro
Desequilibrio Clásicos
Proporcional en distritos
plurinominales grandes
Proporcional
Equilibrio personalizado
Combinados Sistema segmentado
Sistema compensatorio

Esta evaluación nos lleva a sostener que existen tipos de siste-


mas electorales superiores a otros siempre que la comparación se
base en los argumentos de multifuncionalidad y equilibrio. Enton-
ces, una posibilidad de evaluación de los sistemas electorales vi-
gentes y de las reformas propuestas consistiría en determinar a
qué tipo de sistema electoral corresponden o conducirían. El inte-
rrogante constituiría una primera aproximación relativamente
sencilla al problema de evaluación comparativa. Definiendo bien
el sistema electoral según la tipología a nuestra disposición se de-
termina en el mismo instante su calidad.
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 145

En el cuadro 6 hemos desglosado a modo de ejemplo ocho siste-


mas electorales actualmente vigentes en América Latina para la
elección de una representación nacional (en caso de unicameralis-
mo) o bien de la cámara de diputados. Como puede observarse, los
valores asociados al cumplimiento de las tres funciones por parte
de los sistemas electorales varían del extremo superior hacia el in-
ferior de los tipos de sistemas electorales: de un estado de desequi-
librio en favor de la representación, pasando por el del equilibrio
hasta llegar a un nuevo estado de desequilibrio que prioriza la par-
ticipación. En este cuadro, los dos “más” (++) pretenden enfatizar
el extremo en el cumplimiento de la función, mientras que los
“más” acompañados por el signo “menos” (+ –) indican que el efec-
to del sistema respecto a la función en cuestión es ambivalente.
Cuadro 6. Tipos de sistemas electorales empíricos*
Funciones
Tipo de sistema Casos Representación Concentración Participación
electoral
Proporcional puro 2 ++ – –
Plurinominal 1 + – –
grandes distritos
Plurinominal no 2 +– – –
bloqueado
Proporcional 2 + + +
personalizado
Personalizado 1 + + +
segmentado
Binominal 1 – +– +
Plurinominal 1 – + +–
pequeños distritos
Plurinominal voto 1 – – ++
múltiple

* Argentina, Colombia, Chile, Bolivia, Brasil, Ecuador, Perú, Paraguay,


Uruguay, Venezuela, México
146 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Una vez más, vale diferenciar debido a que los efectos estable-
cidos en el cuadro 8 son efectos teóricos, de modo que en la empi-
ria pueden ser alterados por la injerencia de factores estructurales o
coyunturales particulares. Por ejemplo, en el caso del binominalis-
mo en Chile, se consigue una proporcionalidad bastante alta entre
votos y escaños para los partidos que saben formar alianzas electo-
rales. Entonces, con respecto a este país, en el rubro “representa-
ción”, tendría que aparecer en vez de un – un +. Así se podría obje-
tar la evaluación propuesta. Sin embargo, abstraer el modelo de
evaluación sólo a partir de una única experiencia no parece conve-
niente. Vale recordar que la clasificación de los sistemas electora-
les no se establece con base en sus resultados empíricos, pues ellos
cambian según los contextos en que operan. El procedimiento ana-
lítico que proponemos es el de estudiar la diferencia entre el efecto
hipotético del sistema electoral y su efecto real y averiguar las
razones de esta diferencia.
Con relación a la ingeniería política, no nos interesa sólo la eva-
luación de los sistemas electorales, sino también la de los elemen-
tos técnicos que contribuyen a que los sistemas electorales tengan
este u otro efecto e impacto en el cumplimiento de las funciones de
representación, efectividad y participación. En el cuadro 7 se in-
dican los efectos que tienen algunos elementos técnicos y su va-
riación. Empezamos con un dispositivo legal o constitucional, la
simultaneidad o no de las elecciones parlamentarias con las pre-
sidenciales. En otra oportunidad (Nohlen, en Nohlen/Picado/Zo-
vatto 1998: 179 y ss.) hemos establecido tres grados de simultanei-
dad de los dos tipos de elecciones: su celebración en el mismo día,
con la misma boleta o con el mismo voto. Aquí nos referimos sólo
a la conexión menos estrecha. Esta simultaneidad de las elecciones
aumenta la concentración o efectividad del voto. Otra variable más
allá de lo que por lo general se incluye en el ámbito de los sistemas
electorales es el tamaño del Parlamento (una excepción es Lijphart
1994). A mayor número de escaños, mejora la función de repre-
sentación. El formato del distrito es la variable más importante
dentro del ámbito del sistema electoral propiamente tal. Cuando
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 147

aumenta la dimensión de las circunscripciones se favorece la fun-


ción de representación. Claro está que un cambio de tamaño en di-
rección inversa produce mayor concentración y efectividad. El
ejercicio práctico consiste en recordar nuestros conocimientos so-
bre los efectos de los elementos técnicos de los sistemas electora-
les (véase Nohlen 1998: 52 y ss. También el capítulo primero de
este libro) y relacionarlos con los tres criterios de evaluación.
Cuadro 7. Evaluación de los elementos técnicos
Elementos Representación Efectividad Participación
individuales
Simultaneidad – + 0
Mayor número de + 0 0
escaños
Mayor tamaño de + – 0
distritos
Personalización del 0 0 +
voto
Listas semiabiertas 0 0 +
Barreras legales – + 0
Fórmula d’Hondt en – + 0
lugar de Hare

Esta evaluación es muy esquemática y por ende tiene sus limita-


ciones. Es importante tomar en cuenta también la intensidad o el
alcance del efecto, fenómeno gradual que no se presta a una senci-
lla evaluación clasificatoria.
De todos modos, para los interesados en reformas electorales, es
imperioso manejar el tema a fin de poder pronosticar los efectos a
grosso modo. A esto sigue el análisis empírico-operativo destina-
do a estudiar los efectos reales que tendrían los elementos técni-
cos, considerando las circunstancias concretas del campo.
Con este instrumento analítico a mano, es posible detectar ten-
dencias generales en el desarrollo de los sistemas electorales en re-
lación con los criterios de evaluación. A modo de ejemplo, obser-
148 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

vamos las reformas electorales en América Latina en la década de


los noventa.34 Notificamos reformas del tipo de sistema electoral
en cinco países que evaluamos en el cuadro 8.
Cuadro 8. Reformas electorales en cinco países
de América del Sur
Reformas electorales Representación Efectividad Participación
en América Latina
Bolivia = = +
Venezuela = = +
Ecuador + –– +
Perú + –+ ––
Uruguay = = +–

En los demás países latinoamericanos se produjeron cambios en


algunos elementos técnicos, en la cantidad de escaños, en la distri-
tación, en el grado de simultaneidad de las elecciones, característi-
cas que no caben ser desglosadas aquí.
Considerando la totalidad de las reformas que tuvieron lugar en
la década de los noventa, se podría decir que la legislación electo-
ral en América Latina estuvo orientada hacia la profundización de
la función de representación. Se observa también una mayor aten-
ción al criterio de la participación. Sin embargo, no se mejoró de
forma significativa la función de la efectividad del sistema electo-
ral.35

34 Para una aplicación más exhaustiva de mi sistema de evaluación véase


Payne et al. 2002.
35 En el primer decenio del presente siglo, Colombia fue el primer país en
dar rumbo a esta tendencia, y en Chile se discute una reforma de mayor inclu-
sión que no dañe al criterio de efectividad. Véase el capítulo siguiente de este li-
bro.
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 149

VIII. SISTEMAS ELECTORALES Y GOBERNABILIDAD

Hasta ahora hemos expuesto

1. Que las instituciones poseen un peso relativo.


2. Que la cultura política tiene mucha incidencia en el desempe-
ño de las instituciones.
3. Que el factor sistema de partidos como variable independien-
te juega un rol importantísimo en los efectos de los sistemas
electorales.
4. Que la política como campo operativo no permite el reduc-
cionismo propio de la ciencia política.
5. Que estas observaciones tienen que ser tomadas en cuenta por
los cientistas políticos con vocación de ingeniería política.
6. Que el diseño institucional tiene que ser singular y contex-
tual.
7. Que la evaluación de los sistemas electorales tampoco per-
mite un enfoque reduccionista orientada a expresar por un
dato único y cuantitativamente mensurable una relación que
en la realidad es muy compleja.
8. Que esta evaluación tiene que estar regida por más de un cri-
terio.
9. Que los sistemas electorales en algunas ocasiones cumplen
con más de una o de dos funciones y que lo hacen de forma
balanceada.
10. Que el equilibrio de las funciones no es una ambición hacia la
uniformidad, sino una adecuación dinámica y cambiante de
acuerdo con las necesidades de tiempo y lugar.

Esta serie de observaciones antecedió nuestro esquema de eva-


luación y junto a él constituye la obertura del tema de la relación
entre sistemas electorales y gobernabilidad. No es una relación cau-
sal unilineal. Precisamente por su complejidad y contingencia,
esta relación no es determinable fácilmente, tampoco se la puede
150 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

invertir a través de recetas universales, efectivas o no en otras cir-


cunstancias. Arend Lijphart propone la representación proporcio-
nal, Giovanni Sartori el sistema de mayoría absoluta. Aquí nos
abstenemos de indicar un sistema electoral como receta específica
para todo el universo de diversas contingencias. No enseñamos el
sistema electoral que sería mejor para resolver los problemas de
gobernabilidad sin mencionar lugar y tiempo. La respuesta tiene
que ser individual, dirigida a casos concretos.
Lo que sí resulta evidente es que se sugiere aplicar una determi-
nada metodología en el proceso de análisis de las alternativas en
juego y de sus respectivas viabilidades, siempre teniendo en cuen-
ta que las reformas propuestas consideren los efectos que proba-
blemente tendrán sobre la gobernabilidad democrática. Esta consi-
deración ya significaría un avance en el discurso político en
América Latina, pues son los partidos políticos los que se mani-
fiestan a menudo por una mayor representación, son las organiza-
ciones de la sociedad civil las que demandan mayor participación,
mientras que la función de concentración o efectividad queda sin
respaldo —con excepción tal vez del mundo empresarial y de las
organizaciones internacionales que apoyan el desarrollo electoral
—como CAPEL, IFES o International IDEA— o el desarrollo
económico y social de las democracias en los países en vías de de-
sarrollo —como el Banco Interamericano de Desarrollo—.
La sugerencia de procedimiento en el proceso de elaboración o
reforma de un sistema electoral de acuerdo con la demanda por
mayor gobernabilidad democrática, sería entonces la siguiente:
Primero: se trata de diseñar y consensuar un sistema electoral
que atienda los tres criterios básicos de evaluación. En este queha-
cer, corresponde tener en cuenta que hay trade offs entre las dife-
rentes funciones, de modo que no es posible maximar una función
sin que se generen repercusiones sobre las demás, error que se co-
mete a menudo en el debate político e incluso científico sobre sis-
temas electorales. El objetivo consiste entonces en lograr un siste-
ma electoral capaz de cumplir en un cierto grado con cada una de
las funciones y de llegar a un cierto equilibrio entre ellas. A este
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 151

propósito se suma el desafío relacionado con el cuarto criterio, el


de la sencillez o transparencia. La manipulación potencialmente
irrestricta de elementos técnicos tendente a buscar determinados
efectos y a atenuar o evitar otros se ve restringida, sin embargo,
por el imperativo de mantener hasta cierto punto la sencillez y la
simplicidad del sistema electoral. Hay que respetar el factor huma-
no. El sistema electoral debe ser inteligible, humanamente viable.
Este aspecto constituye una de las fuentes de legitimidad del siste-
ma electoral, recurso que se necesita para el ejercicio de su función
global en un sistema político.
Segundo: vale distinguir entre un diseño abstracto-general y
otro concreto-específico, alternativa que distancia el enfoque nor-
mativo del histórico-empírico en sistemas electorales. Para este úl-
timo, importa decididamente el contexto no solamente como un
conjunto de factores que influye en la relación entre sistemas elec-
torales y sus efectos, sino también para el diseño de los sistemas
electorales. Más allá del realismo que profesa esta escuela de pen-
samiento institucional respecto a la capacidad del/de la cientista
social en ejercer un constitucional engineering, dado que percibe
el institution building como un proceso político altamente depen-
diente de los actores políticos mismos, el diseño concreto-específi-
co toma en cuenta las circunstancias de lugar y tiempo. Esto con-
duce a la búsqueda, respecto a las tres funciones básicas, no del
equilibrio perfecto sino del equilibrio específico vinculado a las
peculiaridades del caso. Así, en sociedades homogéneas, el su-
puesto equilibrio podría inclinarse más hacia la concentración y la
efectividad del voto, mientras que en sociedades marcadas por una
alta heterogeneidad tendría que enfatizarse la función de la repre-
sentación. Se trata entonces de equilibrios con gravitaciones
específicas variables.
152 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

IX. SÍNTESIS

En el marco del diseño y la evaluación de los sistemas electora-


les, un acabado análisis no puede sino iniciarse con una pondera-
ción mesurada de la incidencia de las instituciones en el desarrollo
político. Frente a posturas netamente institucionalistas y otras de
corte más “blando” que colocan en el centro de la causalidad a la
cultura política, el enfoque histórico-empírico afirma que si bien
las instituciones cuentan, su rol y desempeño dependen de la con-
tingencia política conformada por una combinación de factores de
variada índole.
En el ámbito del debate institucional, los sistemas electorales
son parte de una triada a la que también pertenecen las formas de
gobierno y los sistemas de partidos (véase el capítulo séptimo de es-
te libro). Vale distinguir esta última institución política de las de-
más, por cuanto —como variable— los sistemas de partidos son
considerados una función de las opciones tomadas respecto a las
otras dos instituciones. Sería irrisorio decidirse teóricamente por
un determinado sistema de partidos, pues éste es sólo un resultado
configurativo. El sistema de partidos responde a las influencias de
otros factores, dentro de los cuales sólo algunos son pasibles de cierta
intervención tecnológica (por ejemplo el sistema electoral y el sis-
tema de gobierno). Sin embargo, una vez configurados (variable
dependiente), los sistemas de partidos generan a su vez una serie
de efectos sobre otros fenómenos políticos (variable independiente).
Mientras el enfoque histórico-empírico tiene plena conciencia
de esta complejidad político-institucional, sabe también de las ten-
dencias reduccionistas de la ciencia política. Toda aproximación
científica a un objeto de estudio real termina por reducir la comple-
jidad de éste a una serie de dimensiones manejables científicamen-
te. Distanciándose de una perspectiva normativo-abstracta a nivel
teórico y de ingeniería social-tecnológica a nivel operativo, el en-
foque histórico-empírico trabaja inductivamente, partiendo de lo
real hacia una generalización de alcance medio para volver luego
DISEÑO INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS 153

—en el nivel operativo al objeto de estudio con una pretensión más


modesta de consulting político que considera el desarrollo históri-
co—. Así, el diseño institucional en el ámbito histórico-empírico
es de corte particular, atado a lo contextual.
Concomitante a esta posición es la convicción de que no existe
ningún sistema electoral ideal, que los sistemas electorales cum-
plen con distintas exigencias de diferente modo y grado, que en la
valoración de estas exigencias intervienen consideraciones de tipo
teórico-democráticas, así como de poder político-partidarias y que
la opción por un determinado sistema electoral depende de la pon-
deración de las diversas exigencias en relación con el sistema elec-
toral vigente en su contexto de funcionamiento específico.
Representación, concentración/efectividad, participación, sim-
plicidad y legitimidad, como exigencias impuestas a los sistemas
electorales, conforman a su vez los criterios a través de los cuales
pueden ser evaluados en su funcionamiento. Concentrándose en
las tres primeras exigencias puede establecerse un esquema de
evaluación que nos permita comparar tanto los tipos básicos de sis-
temas electorales como los demás tipos a un nivel de abstracción
menor. Este mismo esquema puede utilizarse a la hora de analizar
en qué dirección fueron las reformas electorales, por cuanto se
puede observar qué exigencias se optó por priorizar y cuáles otras
sufrieron un debilitamiento en consecuencia. Desde una perspecti-
va más global y sistémica, puede además considerarse y comparar-
se de qué modo (equilibrio o desequilibrio) determinados sistemas
electorales cumplen con los requisitos tematizados.
CAPÍTULO DÉCIMO
TENDENCIAS INTERNACIONALES EN EL DESARROLLO DE
LOS SISTEMAS ELECTORALES . . . . . . . . . . . . . . 155

I. Los tipos de sistemas electorales . . . . . . . . . . 157


II. Criterios de valoración de los sistemas electorales . 159
III. Exigencias funcionales y tipos de sistemas electorales 162
IV. La distribución internacional de tipos de sistemas
electorales y las tendencias de las reformas . . . . . 166

1. Los países industrializados occidentales . . . . . 168


2. Europa central y oriental . . . . . . . . . . . . . 174
3. América Latina . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
4. África . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
5. Asia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
V. Resumen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187

VII
CAPÍTULO DÉCIMO

TENDENCIAS INTERNACIONALES
EN EL DESARROLLO DE LOS SISTEMAS
ELECTORALES36

El paisaje internacional de los sistemas electorales presenta una


gran variedad. Como consecuencia de la tercera ola democratiza-
dora (Huntington 1991), es decir del cambio de sistema de los regí-
menes autoritarios y totalitarios hacia sistemas democráticos acae-
cido entre 1974 y 1990, se le han sumado a los sistemas electorales
tradicionales muchos otros, nuevos. En perspectiva regional, este
cambio afecta sobre todo a Europa central y oriental, donde bajo la
dominación comunista se votaba de forma uniforme en circuns-
cripciones uninominales según un sistema de mayoría absoluta,
que se cambió con la transición. En otras regiones del mundo, las
jóvenes democracias se mantuvieron fieles a los sistemas electora-
les que fueron aplicados en fases democráticas anteriores al esta-
blecimiento de regímenes autoritarios, aunque existen excepcio-
nes notables, de las que se dará cuenta más tarde.
La gran variedad mencionada es la expresión del hecho de que
en casi ningún lugar se introdujeron sistemas electorales clásicos,
los cuales presentan una baja varianza interna. Considero sistemas
electorales clásicos a los sistemas de mayoría relativa y absoluta,
así como al sistema de representación proporcional pura, es decir,

36 Texto marco de la Conferencia Magistral pronunciada en la VI Conven-


ción Latinoamericana de Derecho, organizada por la Facultad de Derecho de la
Universidad Autónoma de Nuevo León y otros, llevada a cabo los días 17 al 20
de octubre de 2005. Agradezco a Silvia Montaña la traducción al español de la
versión alemana que se publicó primero en la Österreichische Zeitschrift für Po-
litikwissenschaft, 34 (1), 2005, 11-26. Aquí se publica una versión actualizada.

155
156 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

aquellos sistemas electorales sobre cuyos efectos Maurice Duver-


ger aventuró sus enunciados deterministas, que son aún hoy refe-
rencia casi obligatoria para todo trabajo científico sobre sistemas
electorales.37
La mayor variedad plantea también mayores exigencias a las
ciencias que se ocupan de forma interdisciplinaria de los sistemas
electorales. Arend Lijphart (1984) criticó en muchos respectos el
estado de la investigación sobre los sistemas electorales antes in-
cluso de que las transformaciones políticas mundiales y la tercera
ola de la democratización llevasen a la ya descrita situación. Lo
que Lijphart constató en aquel entonces, sigue teniendo hoy vali-
dez: faltan una conceptualización y unas normas uniformes. Sin
éstas, cualquier visión panorámica sobre el desarrollo internacio-
nal de los sistemas electorales se queda en mera descripción. Por
tal razón, en esta contribución se desarrollarán en primer lugar de-
marcaciones de carácter tipológico con las que se pueda constatar
las tendencias generales. A tal clasificación tipológica de la evolu-
ción mundial de los sistemas electorales resulta además recomen-
dable unir ciertas reflexiones axiológicas para las que se necesitan
unas escalas de valoración uniformes. Éstas serán extraídas tanto
de la observación empírica como de las ideas dominantes a ella
subyacentes, siendo posteriormente aplicadas a los desarrollos
examinados de forma evaluadora.

37 Suscintamente, las famosas “leyes sociológicas” de Duverger (1959: 219)


enuncian que el sistema de mayoría relativa conduce a un sistema bipartito (con
dos partidos grandes que se turnan en el ejercicio del gobierno), mientras que el
sistema de representación proporcional conduciría a un sistema multipartidista
(con partidos rígidos y estables). Sin duda Duverger subrayaba ya entonces que
la influencia del sistema electoral no es mayor que la de otros factores y que “el
procedimiento electoral no [es] la causa verdadera” de la estructura de los siste-
mas de partidos. Su nombre, empero, ha quedado indefectiblemente unido a las
afirmaciones de carácter determinista, cuya relativización fue recordada por él
mismo sólo a principios de los años ochenta (ibidem: 1986). Con relación al de-
bate científico sobre la afirmada regularidad sobre la repercusión de los siste-
mas electorales en los sistemas de partidos, véase Rae (1967), Sartori (1994),
Nohlen (32004) y el capítulo cuarto de este libro.
TENDENCIAS INTERNACIONALES 157

I. LOS TIPOS DE SISTEMAS ELECTORALES

Respecto a la cuestión sobre el nivel de abstracción más adecua-


do para debatir científicamente sobre los sistemas electorales, pro-
pongo un nivel medio de abstracción: el de sus tipos. Es poco
aconsejable operar a un nivel inferior, el de los mismos sistemas
electorales, teniendo en cuenta la gran cantidad que de éstos exis-
ten. Los principios de representación mayoritaria o proporcional,
que en el pasado dividían el mundo de los sistemas electorales y
servían de norte en el debate, son categorías demasiado vastas que
contienen sistemas muy divergentes en sus efectos, de forma que a
través de su empleo prácticamente no es posible hacer generaliza-
ciones científicas sostenibles.
Por mi parte, prefiero diferenciar entre los siguientes tipos de
sistemas electorales, cuyas características, en caso de que no se
desprendan de su denominación, serán expuestas más adelante:

1. Sistema de mayoría relativa en circunscripciones uninomina-


les.
2. Sistema de mayoría absoluta en circunscripciones uninomi-
nales.
3. Sistema de mayoría con representación de minorías en cir-
cunscripciones plurinominales.
4. Sistema de mayoría en pequeñas circunscripciones.
5. Sistema de mayoría con lista proporcional adicional o siste-
ma electoral segmentado.
6. Sistema de representación proporcional en circunscripciones
plurinominales.
7. Sistema de representación proporcional compensatoria.
8. Sistema de representación proporcional con barrera legal.
9. Single-transferable vote system.
10. Sistema de representación proporcional pura.
158 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Naturalmente, el número de sistemas electorales no termina


aquí, pero existe una serie de razones pragmáticas que nos impelen
a limitar el número de tipos. La formación de tipos sirve a objeti-
vos analíticos y comparativos. Lo importante es que tales tipos
comprendan el mayor número posible de sistemas electorales apli-
cados en todo el mundo y, también, que puedan mostrar las ten-
dencias generales en la evolución de los sistemas. Un caso único
que no pueda ser integrado en la tipología, como el sistema bino-
minal (sólo aplicado en Chile), no representa tendencia ninguna.
Si se ordenan los tipos de sistemas electorales entre sistemas de
mayoría o sistemas de representación proporcional, los cinco
primeros pertenecen al sistema de mayoría y los otros cinco al sis-
tema de representación proporcional.
Aún más importante para nuestra intención, la caracterización
de las tendencias mundiales en la evolución de los sistemas electo-
rales, es la diferenciación entre sistemas clásicos y sistemas com-
binados. La tendencia general que podemos constatar es que los
sistemas electorales clásicos, es decir, el sistema de mayoría relati-
va o absoluta así como el sistema de representación proporcional
pura, se hallan en retroceso, mientras que los sistemas electorales
combinados, como el sistema de representación proporcional per-
sonalizada, se extienden cada vez más.
¿Qué razones puede tener tal evolución? Los sistemas electora-
les clásicos ofrecen poco margen para diseños específicos que
puedan tener en consideración los más distintos contextos e intere-
ses y generar, además, efectos graduados. En un sistema clásico
como el de mayoría relativa, los elementos técnicos están prefija-
dos. Lo único que puede variar en su aplicación es la división por
circunscripciones según criterios de representación territorial o de
otro tipo, ya sea una representación que niegue el principio de igual-
dad del derecho electoral (como en el caso del gerrymandering,
donde la división por circunscripciones responde a criterios parti-
distas), ya sea una representación que siga tal principio (delegando
así a comisiones independientes la tarea de la división por circuns-
cripciones).
TENDENCIAS INTERNACIONALES 159

Por el contrario, los sistemas electorales combinados ofrecen un


muy amplio margen para diseños adaptados al contexto y a las ex-
pectativas que confrontan los sistemas. El margen es tan grande,
que parece recomendable superar la categoría residual de los mi-
xed systems, empleada con frecuencia para los sistemas electorales
no clásicos, diferenciando entre sistemas electorales segmentados,
representación proporcional personalizada y representación pro-
porcional compensatoria.38

II. CRITERIOS DE VALORACIÓN


DE LOS SISTEMAS ELECTORALES

Si no queremos que la visión de conjunto sobre las tendencias


en la evolución internacional de los sistemas electorales se quede en
una mera descripción de las reformas electorales, deberemos pre-
guntar por las Leitideen (ideas conductoras) que han orientado los
procesos de reformas. Tales ideas conductoras están sujetas al
cambio histórico. Dado que los sistemas electorales satisfacen de
forma diferente objetivos cambiantes, es precisamente la transfor-
mación de tales expectativas funcionales la que podría ayudar a
explicar el cambio de los sistemas electorales, siempre y cuando
no sean determinantes para su elección otros factores, como aque-
llos de naturaleza estrictamente política relacionados con el poder.
Ciertamente, puede constatarse un cambio en los objetivos que
por lo común se esperan de los sistemas electorales y que tienen

38 Los sistemas electorales segmentados se denominan también Gra-


ben-system (en Alemania) y sistemas paralelos (en Japón). Se caracterizan por
distribuir una parte de los escaños según la regla de mayoría y la otra parte a tra-
vés de una regla de representación proporcional. Según el sistema de represen-
tación proporcional personalizada, la composición partidaria del Parlamento se
determina casi exclusivamente por el principio de representación proporcional.
Por último, el sistema de representación proporcional compensatoria suaviza las
desproporciones en la relación entre votos y escaños, producidas por el empleo
del principio de mayoría como regla decisoria, a través de la concesión de esca-
ños compensatorios.
160 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

una influencia decisiva a la hora de optar por uno u otro sistema. Si


dejamos de lado las expectativas irreales así como las ya mencio-
nadas consideraciones partidarias o relacionadas con el poder, aun
siendo éstas sin duda con frecuencia las fuerzas motoras de mu-
chos debates e iniciativas reformistas, obtendremos básicamente
cinco requisitos funcionales planteados a los sistemas electorales
que desempeñan en todo el mundo un papel en el debate al respec-
to:

1. Representación, en el sentido de una representación que re-


fleje en el Parlamento lo más fielmente posible los intereses
sociales y las opiniones políticas. El grado de proporcionali-
dad entre votos y escaños conforma el parámetro que señala
una adecuada representación.
2. Concentración y efectividad, en el sentido de una agregación
de intereses sociales y opiniones políticas con el fin de lograr
una capacidad política de decisión y acción para el Estado.
Los parámetros que marcan el logro de tal efecto son, por un
lado, el número reducido de partidos y, por otro, la formación
de gobiernos estables monocolores o de coalición, o incluso
la gobernabilidad.
3. Participación, en el sentido de las mayores posibilidades del
electorado para expresar su voluntad política, eligiendo no
sólo entre partidos, sino también entre candidatos. El pará-
metro para identificar el logro de tal efecto es si un sistema
electoral posibilita el voto personalizado y, en ese caso, hasta
qué punto.
4. Simplicidad, en el sentido de que el electorado sea capaz de
entender el sistema electoral en uso. Si bien es cierto que la
ciudadanía emplea en la vida cotidiana muchos artefactos sin
saber cómo funcionan, sería deseable que el electorado pu-
diera comprender cómo opera el sistema electoral y prever
hasta cierto punto cuáles serán los efectos de su voto.
5. Legitimidad, en el sentido de que engloba a todos los demás
criterios y procura la aceptación general de los resultados
TENDENCIAS INTERNACIONALES 161

electorales y del sistema electoral, es decir, la aprobación de


las reglas de juego democráticas (véanse los capítulos octavo
y noveno de este libro).

Para la más reciente evolución mundial de los sistemas electora-


les resulta, pues, sintomático que en debates e iniciativas de refor-
ma ya no se expongan las distintas funciones de los sistemas de
forma marcadamente disyuntiva excluyente, según el lema del “o
esto o lo otro, pero no ambos”, sino más bien de manera agregado-
ra, según el lema del “tanto esto como aquello”. Lo que se aprecia
en los más recientes debates e iniciativas reformistas en cuanto al
diseño de sistemas electorales, es la atención que se le pone al si-
multáneo cumplimiento de las ya mencionadas funciones. Los ob-
jetivos que se presentan ante los expertos señalan claramente en
esa dirección, tal y como demuestra el encargo dado a finales de
los años noventa a la Comisión Jenkins en Gran Bretaña:

The Commission shall observe the requirement for broad proportionality,


the need for stable Government, an extension of voter choice and the
maintenance of a link between MP’s and geographical constituencies
(The Independent Commission on the Voting System 1998).

Es decir, deben tenerse en igual consideración la representa-


ción, la efectividad y la participación.
El desarrollo de los sistemas electorales está, por tanto, estre-
chamente relacionado con esta transformación de los requisitos o
exigencias funcionales que se plantean a dichos sistemas. Si en el
pasado se partía preferentemente del sistema de mayoría o del de
representación proporcional, así como de las ventajas específicas
que se les atribuían, en la actualidad se parte de la base de unas me-
tas multidimensionales, tratando de dilucidar qué tipos de sistemas
electorales pueden cumplir mejor con tales metas.39

39 A título de ejemplo cabe mencionar también la propuesta de Klaus Poier


(2001) en pro de la introducción en Austria de un “sistema electoral mayoritario
favorecedor de las minorías”.
162 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

Dicha transformación se corresponde también con el cambio en


la terminología. En cuestiones de sistemas electorales ya no se ha-
bla de elección (choice; Lijphart/Grofman 1984) entre sistemas
que favorezcan uno u otro concepto sobre los objetivos, sino que
se habla del diseño de los sistemas (Lijphart/Waisman 1994, Inter-
national IDEA 1997), capaz de tener en cuenta los diferentes obje-
tivos y adaptarse al contexto.

III. EXIGENCIAS FUNCIONALES Y TIPOS


DE SISTEMAS ELECTORALES

En vista de esta transformación, surge el interrogante acerca de


qué sistemas electorales pueden satisfacer de mejor manera las ex-
pectativas funcionales en un setting multidimensional. El resulta-
do de tal examen representa un paso más en dirección a poder com-
prender las tendencias de la evolución mundial de los sistemas
electorales. Para ello se caracterizarán los sistemas electorales más
corrientes, según los tres requisitos funcionales y criterios de
juicio más importantes:

1. El sistema de mayoría relativa en circunscripciones uninomi-


nales cumple bien y mejor que todos los demás con la exi-
gencia de concentración. Está empíricamente demostrado
que el sistema facilita la formación de mayorías absolutas
monocolores en el Parlamento. Gran parte de las mayorías
absolutas parlamentarias resultan de la desproporcionalidad
entre votos y escaños que produce el sistema de mayoría rela-
tiva en circunscripciones uninominales. La otra cara de la
moneda, sin embargo, es el hecho de que este sistema electo-
ral cumple a duras penas con la función de representación. A
los partidos pequeños que no disponen de bastiones electora-
les se les priva así de una representación parlamentaria, e in-
cluso partidos con el 20% de los votos pueden quedar fuera
del Parlamento.
TENDENCIAS INTERNACIONALES 163

Si hacemos un balance mundial, llama la atención el que fre-


cuentemente los partidos más votados alcancen mayorías parla-
mentarias por un gran margen. A veces en tales parlamentos la
oposición brilla por su ausencia. En cuanto al criterio de participa-
ción, la uninominalidad es uno de los elementos claves en lo que se
percibe como las ventajas del sistema. Se trata de un voto persona-
lizado, es decir, se vota por candidatos, pese a que, en términos so-
ciológicos, el voto es primordialmente un voto de partido. El siste-
ma es de fácil comprensión; su legitimidad se fundamenta tanto en
su vinculación con una determinada tradición política como en una
concepción de la democracia enraizada en el parlamentarismo bri-
tánico. El déficit en representación producido por el sistema de
mayoría relativa en circunscripciones uninominales ha sido espe-
cialmente criticado en los países en los que el sistema gozaba hasta
ahora de implantación y ha servido de justificación para la búsque-
da de alternativas. Tal es el caso de Nueva Zelanda, donde el siste-
ma ha sido sustituido, pero también de los proyectos de reforma
electoral en Gran Bretaña y Australia.

2. El sistema de mayoría absoluta en circunscripciones unino-


minales con ballotage en la segunda vuelta no produce una
representación proporcional y presenta un efecto concentra-
dor algo ambiguo. La desproporcionalidad entre votos y es-
caños puede resultar alta, aunque no tanto en función de la
mayoría absoluta de un partido, sino más bien de una alianza
de partidos formada para ganar el ballotage. Este sistema no
reduce tanto la cantidad de partidos, ya que los pequeños par-
tidos se hallan protegidos por su importancia en la conforma-
ción de alianzas en la segunda vuelta. Se da un efecto con-
centrador en caso de que dichas alianzas no respondan sólo a
motivos de estrategia electoral, sino que se hayan formado
con el fin de la cooperación parlamentaria. El sistema es de
fácil comprensión, a pesar de la eventualidad de una segunda
vuelta. Deberemos subrayar que actualmente el sistema de
mayoría absoluta en circunscripciones uninominales apenas
164 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

se aplica en elecciones parlamentarias, después de que los


países de Europa del Este se distanciasen de él en el proceso
de transición a la democracia. Sin embargo, en Francia el sis-
tema se mantiene con éxito, sirviendo incluso de modelo pa-
ra sus defensores, que lo presentan como alternativa de refor-
ma (por ejemplo Sartori 1994).
3. El sistema proporcional en circunscripciones plurinominales
es un sistema usado muy a menudo. Se considera que cumple
bien con el criterio de representación, aunque no consigue
una proporcionalidad alta entre votos y escaños. Este sistema
puede ejercer un efecto concentrador como consecuencia de
la barrera natural que constituyen las circunscripciones para
los partidos pequeños. En general, los efectos del sistema en
referencia a las funciones de representación y concentración
dependen en gran manera del tamaño de las circunscripcio-
nes y de la estructura misma del sistema de partidos. Normal-
mente, las circunscripciones tienen como base la división po-
lítico-administrativa del país, y el sistema resulta por lo tanto
menos conflictivo que el sistema de mayoría relativa en cir-
cunscripciones uninominales, que requiere una constante re-
definición de las circunscripciones, dejando así un margen
para la manipulación política en su trazado (gerrymande-
ring).

Sin embargo, la relación entre población/electorado y diputados


puede ser sesgada en favor de las pequeñas circunscripciones, lo
que constituye motivo de crítica. Las listas de partido en el nivel de
la circunscripción son por regla general cerradas y bloqueadas, lo
que motiva también críticas y continuas propuestas a favor de su
apertura, pese a las desventajas funcionales implicadas en esta últi-
ma medida en términos de no fomentar la buena estructuración de
los partidos políticos. El método de conversión de votos en esca-
ños puede influir en el grado de proporcionalidad de los resulta-
dos, de modo que suele asimismo suscitar críticas. La gran ventaja
de este tipo de sistema electoral radica en la posibilidad de estable-
TENDENCIAS INTERNACIONALES 165

cer adaptaciones muy específicas, como las listas nacionales adi-


cionales que fueron introducidas en algunos países de la Europa
oriental, que pueden moldear la relación entre votos y escaños en
una u otra dirección. Así, este sistema ha logrado frecuentemente
imponerse frente a las alternativas propuestas en numerosos
debates de reforma.

4. El sistema de representación proporcional pura es el que me-


jor cumple con la exigencia de “representación justa”, aunque
en detrimento de las exigencias de concentración y participa-
ción, pues generalmente se aplican listas cerradas y bloquea-
das. La crítica se centra en estas deficiencias y en sus respec-
tivos efectos: fragmentación del sistema de partidos y
carácter anónimo del voto, ya que el método de conversión
de votos en escaños exige una aplicación a nivel nacional que
no deja margen para otra opción que no sea la de tales listas.
Pese a que en países caracterizados por una alta heterogenei-
dad de la sociedad y profundos conflictos sociales la función
de representación cobra una relevancia primordial, algunas
experiencias históricas negativas, como la de la República de
Weimar, han puesto en descrédito este sistema, de forma que
apenas se aplica.
5. El sistema electoral segmentado cumple con diferentes fun-
ciones en cada uno de sus segmentos, acumulándose los
efectos de esa manera en el sistema total. En las circunscrip-
ciones uninominales se producen las desproporciones que
promueven el efecto concentrador del sistema, al mismo
tiempo que se garantiza la participación, permitiéndosele al
electorado el voto personalizado. A su vez, los objetivos de
representación encuentran acomodo en el segmento propor-
cional. El funcionamiento de este sistema electoral es simple,
y ha sido introducido en muchos países en los últimos años.
6. El sistema proporcional personalizado con barrera legal de
representación es también un sistema intermedio que logra
satisfacer varias funciones simultáneamente. Cumple con la
166 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

exigencia de representación a través de la representación par-


lamentaria de todos los partidos que hayan superado la barre-
ra legal, la cual, a su vez, no es tan alta como para lesionar el
principio de representación proporcional. El sistema cumple
también con la exigencia de concentración excluyendo a los
partidos pequeños del Parlamento, con lo que facilita la for-
mación de mayorías parlamentarias que, como se sabe, son la
base de un gobierno estable en el régimen parlamentario. Al
mismo tiempo, las mayorías parlamentarias resultantes sue-
len ser de coalición, reflejo de la expresión mayoritaria del
voto, y no el producto de desproporciones artificiales inhe-
rentes al sistema. En lo tocante a la función de participación,
cabe destacar el vínculo entre el principio proporcional y la
uninominalidad de las circunscripciones, en las que el electo-
rado elige una parte de sus representantes.

La supuesta complejidad de este sistema se ha criticado a menu-


do, sin embargo ésta es el resultado de la multifuncionalidad, es
decir, del intento de cumplir con los tres requisitos de forma equili-
brada y simultánea. Es por ello que el sistema proporcional perso-
nalizado con barrera legal es presentado con frecuencia como una
alternativa de reforma viable; como veremos, de hecho se ha intro-
ducido en versión modificada en algunos países.

IV. LA DISTRIBUCIÓN INTERNACIONAL DE TIPOS


DE SISTEMAS ELECTORALES Y LAS TENDENCIAS
DE LAS REFORMAS

A continuación se ofrecerá una visión de conjunto sobre las ten-


dencias de reforma desde el plano de la propagación de los siste-
mas electorales en las elecciones parlamentarias.40 Para ello, este

40 No está en la intención del autor ofrecer en la presente contribución una


visión detallada sobre los sistemas electorales de aplicación actual en todos los
TENDENCIAS INTERNACIONALES 167

capítulo se dividirá en regiones, lo cual es recomendable dadas las


diversas tradiciones electorales regionales de las que resultan una
relevancia y una actualidad diferentes para la cuestión de los siste-
mas electorales. Ya he señalado en otra ocasión que en las demo-
cracias consolidadas son extraños los cambios fundamentales que
atañen al principio de representación (Nohlen 1984: 218; véase
también Lijphart 1994: 52, así como el capítulo tercero de este
libro).
Con arreglo a la transición hacia la democracia, en los países de
la Europa central y oriental sí se produjo un cambio de naturaleza
fundamental, situado empero al inicio del desarrollo de la demo-
cracia. Sólo desde entonces se les plantea a las jóvenes democra-
cias de la región la cuestión del mantenimiento, reforma o, incluso,
sustitución de los sistemas electorales establecidos en la fase de
transición (en contra, véase Sartori 1994: 28). La observación dife-
renciada por regiones resulta también recomendable con relación a
la cuestión de los efectos de los sistemas electorales. Abundando
en lo que se dijo en otra ocasión, los efectos de los sistemas electo-
rales dependen de manera extraordinaria del carácter de la variable
dependiente, del sistema de partidos, así como de otros factores
contextuales (Nohlen 2004: 405 y ss., véase también el capítulo
quinto de este libro).
En las democracias consolidadas, el sistema de partidos está re-
lativamente bien institucionalizado. Por el contrario, en las jóve-
nes democracias a menudo éste aún no se ha estructurado, pues la
volatilidad se mantiene alta. Además, el tipo de sistema político
también resulta ser una variable de contexto muy influyente. Si
bien la investigación sobre sistemas electorales se ha centrado en

países del mundo. Tal resumen, ordenado sistemáticamente en cuadros, puede


consultarse en sendas introducciones a los compendios sobre las elecciones en
África, Asia y América editados por: Nohlen/Krennerich/Thibaut (1999), Noh-
len/Grotz/Hartmann (2001) y Nohlen (2005). La elección de las regiones, sub-
regiones y países destacados se justifica más bien a través del criterio de poder
señalar tendencias en el desarrollo de los sistemas electorales, tanto en relación
con las reformas fácticas como en relación con las iniciativas de reforma obser-
vadas y con los debates científicos productivos.
168 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

los sistemas parlamentarios, es sabido que en los sistemas presi-


denciales las elecciones del presidente ejercen una influencia deci-
siva sobre las parlamentarias; de hecho, el sistema electoral aplica-
do a la elección presidencial conlleva efectos incluso para la
estructura del sistema de partidos. Dicho contexto se ha discutido es-
pecialmente con relación a América Latina, la región que cuenta ex-
clusivamente con formas de gobierno presidenciales (véase Payne
et al. 2002: 65 y ss.).

1. Los países industrializados occidentales

A mitad de los años ochenta se podía pensar que en los países


industrializados el debate sobre los sistemas electorales se había
aplacado en cuanto al principio de representación. Parecía que tras
el inicio de la política de masas (mass politics) no sólo estaban
“congelados” los sistemas de partidos (según la tesis de Stein Rok-
kan), sino también los tipos básicos de sistema electoral (Nohlen
1984: 17 y ss.; Lijphart 1994: 52). Sin embargo, al inicio de los
años noventa se produjeron reformas electorales de carácter fun-
damental, definidas como aquellas en las que se cambia el tipo de
sistema electoral, en tres países: Nueva Zelanda, Italia y Japón,
cambio favorecido en los dos últimos por sendas crisis de los
sistemas políticos.
Los sistemas electorales sustituidos fueron el sistema de mayo-
ría relativa en circunscripciones uninominales en Nueva Zelanda,
el sistema de representación proporcional en circunscripciones
plurinominales en Italia, así como el sistema de voto no transferi-
ble en circunscripciones cuatrinominales (SNTV) en Japón, cuyo
núcleo radica en la elección de candidatos y no de listas de parti-
dos, si bien el elector solamente dispone de un voto (véase Klein
1998). En estos tres países fueron introducidos sistemas electora-
les combinados, aunque de distinto tipo: el sistema de representa-
ción proporcional personalizada en Nueva Zelanda, el sistema
proporcional compensatorio en Italia y el sistema electoral seg-
mentado en Japón.
TENDENCIAS INTERNACIONALES 169

Observemos con más atención dos de los casos. La reforma


electoral neozelandesa es especialmente notable, porque del siste-
ma de mayoría relativa en circunscripciones uninominales sustitui-
do en 1993 se había afirmado hasta pocos años antes que representa-
ba el sistema electoral ideal para la representación de minorías
(Lijphart 1984: 213). Para este sorprendente cambio hacia el siste-
ma de representación proporcional personalizado —un sistema ca-
si copiado del modelo alemán, dicho sea de paso— fue determi-
nante el cambio en la concepción de la calidad de la representación
política, expresado en la multidimensionalidad de las exigencias
de representación, concentración y participación. Además, como
factor desencadenante, se detectaron problemas para la formación
de mayorías parlamentarias, es decir, señales de debilidad del sis-
tema mayoritario proporcional en lo que se había considerado co-
mo su gran ventaja, la capacidad de producir situaciones de go-
bierno estables. Por otra parte, y aunque la reforma fue preparada
con gran rigor científico (véase el Report of the Royal Commision
1986), fueron sucesos más bien accidentales y, finalmente, dos
consultas populares que la hicieron posible, después de que la cla-
se política no se había podido poner de acuerdo sobre una reforma
electoral (véase Richter 1999; para una valoración de la reforma des-
de la perspectiva actual, véase Lösche 2004).
En Italia, la controversia en torno al sistema electoral había al-
canzado hacía ya una década un grado de virulencia máxima, pero
las concepciones sobre la reforma a realizar eran tan dispares que
un acuerdo parecía aún muy lejano. Sólo la crisis del sistema polí-
tico a principios de los años noventa abrió posibilidades concretas
para su realización, en tanto que la causa de la crisis fue descarga-
da sobre el sistema electoral vigente. Iniciado y corroborado por
un referéndum, en 1993 Italia dio un paso, según muchos opuesto
al neozelandés, de un sistema de representación proporcional a un
sistema de mayoría. En realidad, sin embargo, en Italia se introdu-
jo un sistema electoral combinado que se caracterizó superficial-
mente por la uninominalidad y que contenía fuertes elementos
proporcionales.
170 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

En este sistema, abolido en 2005, tres cuartas partes de los dipu-


tados se eligieron en circunscripciones uninominales por mayoría
relativa, mientras que la cuarta parte restante se eligió proporcio-
nalmente a nivel nacional. Los escaños elegidos por el sistema
proporcional se otorgaron compensatoriamente, es decir, los votos
de los partidos que ya han ganado escaños en las circunscripciones
uninominales no eran tomados en cuenta en la repartición propor-
cional de los restantes escaños al nivel de la asociación regional de
circunscripciones. Se dio entonces una compensación proporcio-
nal de escaños solamente parcial (scorporo partiale), pues al parti-
do más votado en la circunscripción no se le deducían los votos
proporcionales de todos los votos emitidos a favor de sus candida-
tos (los votantes disponen de dos votos respectivamente), sino que
sólo se le restaban el número de votos correspondientes al candida-
to más votado en segundo lugar más uno. Junto a este efecto pro-
porcional mecánico, existió además un efecto de estrategia electo-
ral posibilitado por la admisión de alianzas de listas. Así, a través
de coaliciones electorales, los partidos políticos lograron esquivar
el efecto concentrador típico del sistema mayoritario. Y, ya que in-
variablemente en cada circunscripción sólo un partido de una coa-
lición pudo nominar a un candidato, asignándoseles también a los
partidos más pequeños de la coalición alguna circunscripción,
todos ellos podían verse representados en el Parlamento con la
ayuda de los votos de todos los partidos integrados en la coalición.
Los objetivos de la reforma italiana eran tanto una disminución
de la fragmentación partidaria y el logro de mayorías estables de
gobierno, como la alternancia en el ejercicio del gobierno y la su-
presión de la partitocracia. Tales objetivos no estaban supeditados
a exigencias funcionales generales y abstractas, sino que se debían
al interés por superar los fenómenos que caracterizaban desde ha-
cía décadas el sistema político italiano. En contra de las expectati-
vas generadas por el sistema electoral, de tipo supuestamente ma-
yoritario, los resultados electorales presentaron un relativo alto
grado de proporcionalidad entre votos y escaños. Igualmente, no
se consiguió cumplir con el objetivo de la formación de mayorías
TENDENCIAS INTERNACIONALES 171

estables de gobierno, pues la esperada concentración del sistema


de partidos no se produjo. Tampoco se logró reforzar la relevan-
cia de los políticos frente al partido (partitocracia). La única meta
alcanzada fue la alternancia en el ejercicio del gobierno, si bien és-
ta se debió menos a un efecto del sistema electoral y fue más bien
el resultado de tendencias evolutivas de marcado carácter bipolar,
surgidas en el sistema de partidos como consecuencia de la trans-
formación del PCI, comunista, en el socialdemócrata PDS.
En resumidas cuentas, los resultados de la reforma electoral
eran bastante pobres. La reforma de la reforma, esto es, la intro-
ducción de un sistema electoral con un mayor efecto concentrador
promovedor de mayorías, se ha convertido en una consigna, de
forma que Italia pertenece todavía a los países donde una reforma
electoral calienta las mentes. La crítica se concentró sobre todo en
los escaños proporcionales, aunque es la práctica de coaliciones
electorales la causante indiscutible del mayor efecto fragmenta-
dor, pues precisamente en los escaños adjudicados por mayoría es
donde el efecto concentrador del sistema logra evitarse. Así las co-
sas, la discusión al respecto versó sobre la eliminación de los man-
datos proporcionales y el paso a un sistema de mayoría. Una de las
opciones en curso era el sistema de mayoría absoluta, que ha en-
contrado en Giovanni Sartori (1994: 74 y ss.) un vehemente pro-
motor. Sin embargo, se introdujo en 2005, apoyado sólo por la ma-
yoría gobernante, un sistema de premios, o sea, un sistema que
ofrece a la coalición electoral que saca la mayoría relativa de los
votos una mayoría absoluta de los escaños.
También otros países industrializados se dirigen hacia reformas
electorales de tipo fundamental. En los dos casos en los que se tra-
bajaron propuestas consensuadas y concretas, en Gran Bretaña y
en Portugal, el objetivo era el de un sistema electoral combinado.
En gran Bretaña, el Partido Laborista se había comprometido du-
rante su tiempo en la oposición a integrar, en caso de ganar las
elecciones, la reforma electoral en su agenda gubernamental. Y
efectivamente, después de su abrumadora victoria electoral de
1997, el gobierno estableció una comisión de reforma electoral lla-
172 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

mada Independent Commission on the Voting System (Jenkins


Commission), cuyos objetivos eran los siguientes: “The Commis-
sion shall observe the requirement for broad proportionality, the
need for stable Government, an extension of voter choice and
the maintenance of a link between MP’s and geographical consti-
tuencies” (Jenkins Commission 1998). Ya estas metas multidimen-
sionales indicaban claramente que se iba a buscar una alternativa
frente al sistema de mayoría relativa que sólo podría encontrarse
entre los sistemas electorales combinados. La propuesta presentada
del additional member system (AMS) trataba, precisamente, de to-
mar en cuenta todas las recomendaciones, por cierto en grado dife-
rente.
La recomendación de la proporcionalidad fue la menos atendi-
da. De este modo, el AMS se diferenciaba decisivamente de la re-
presentación proporcional personalizada, que se concibe en el
mundo anglosajón también como additional member system (véa-
se Nohlen 2000: 5 y ss.). El fuerte carácter de concentración del
sistema electoral propuesto cumplía con las expectativas de mayo-
rías de gobierno estables en la medida que el desarrollo del sistema
de partidos lo permitía. La función de participación, o sea de elec-
ción personal del candidato, fue particularmente bien considerada
por medio de la introducción del alternative vote. El voto indivi-
dual como tal que se practica en Alemania Federal y que se identifi-
ca comúnmente con el voto personal, fue considerado no suficiente.
Finalmente, la gran mayoría de los diputados quedaba relacionada
con su distrito, dado que el 80% de los mandatos se adjudicaban
invariablemente en circunscripciones uninominales y los manda-
tos proporcionales en muchas circunscripciones plurinominales de
tamaño pequeño (en total 82). A pesar de cumplir con muchos cri-
terios funcionales de los sistemas electorales (representación, con-
centración y participación) a la vez, la propuesta de la Commission
Jenkins lesionaba uno que en este caso resultaba decisivo, es decir
el criterio de simplicidad. El exceso sofisticado en el cumplimien-
to de las funciones recomendadas contribuyó al propio fracaso de
la reforma.
TENDENCIAS INTERNACIONALES 173

En Portugal, los planes de reforma electoral estuvieron concen-


trados inmediatamente en la introducción de la representación pro-
porcional personalizada. La iniciativa la tomó el gobierno, en
aquel momento en manos del Partido Socialista, y la correspon-
diente campaña de apoyo se desarrolló bajo el eslogan “acercar la
democracia al pueblo”. Como medida para alcanzarlo se propuso
la introducción de la elección directa de los diputados en circuns-
cripciones uninominales. La propuesta de reforma preveía una dis-
tribución de los 350 escaños en tres fases: 1) en cerca de 94 circuns-
cripciones uninominales con adjudicación de los escaños según
mayoría relativa; 2) en circunscripciones plurinominales regionales
que servían para una primera compensación proporcional, que
contaban en total también con 94 escaños, los que tendrían que ser
distribuidos por medio de la fórmula d’Hondt; 3) en una circuns-
cripción nacional de 35 escaños, donde iba a aplicarse la fórmula
d’Hondt de nuevo. Esta última fase tendría que ejercer especiales
efectos compensatorios, pues allí se compensaban los posibles es-
caños sobrantes, de modo que ellos no distorsionarían la propor-
cionalidad total del resultado electoral. Primero se pensaba prever
que el elector/la electora tendría sólo un voto para elegir un candi-
dato, una lista regional y una lista nacional. Con esto, el efecto per-
sonalizador hubiera sido mínimo (véase mi crítica de aquel enton-
ces en Público, 17 de diciembre de 1997). Al final cambiaron la
propuesta inicial para integrar a la reforma un sistema de doble vo-
to. La propuesta fue acordada por los dos grandes partidos del país.
Fracasó, sin embargo, en el Parlamento debido a un asunto en prin-
cipio de menor rango y soluble, a saber el número de integrantes de
la Cámara de Diputados. Se trataba de aumentarlo al máximo que
era constitucionalmente indicado y permitido. Aunque los prota-
gonistas de la reforma no percibieron su naufragio como definiti-
vo, el tema ha sido desplazado de la agenda política.
174 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

2. Europa central y oriental

Para la Europa central y oriental, en principio, podemos distin-


guir dos fases en los procesos de reforma: una primera fase, idénti-
ca al proceso de transición, en la que las elecciones no competiti-
vas fueron sustituidas por elecciones competitivas y, una segunda
fase, en la cual las condiciones de la transición ya han sido supera-
das. En referencia a la primera fase, he podido demostrar junto a
Mirjana Kasapovic (Nohlen/ Kasapovic 1996), que la elección del
sistema electoral estaba en estrecha relación con el tipo del cambio
de sistema (transformation, transplacement, replacement; véase
Huntigton 1991).
En los casos de transición por transformation, los dirigentes co-
munistas en el poder lograron afirmar esencialmente su posición,
manteniendo el sistema de mayoría absoluta vigente. En las transi-
ciones por transplacement, en las cuales los comunistas en el po-
der se encontraron frente a una oposición relativamente fuerte, el
paso a la democracia fue consensuado, lo que se demuestra con la
institucionalización —de tipo ideal— de las mesas redondas. En
estos casos, se introdujeron preferentemente sistemas electorales
combinados de marcada tendencia proporcional. Por último, en las
transiciones llevadas a cabo por replacement, donde los grupos
opositores al régimen consiguieron el poder político, se introduje-
ron sistemas de representación proporcional. Los grupos oposito-
res privilegiaron esta opción conminados por la teoría de la demo-
cracia, si bien los comunistas también la celebraron, al reconocer
en el sistema proporcional su única posibilidad de alcanzar repre-
sentación parlamentaria en unas elecciones libres. En la mayoría
de los casos se optó por un sistema de representación proporcional
en circunscripciones plurinominales (sobre la génesis de los siste-
mas electorales, véase también Krohn 2003).
En general, se puede observar una tendencia que lleva del siste-
ma de mayoría absoluta al sistema de representación proporcional
o a sistemas combinados. Además, se aprecia que los sistemas de
TENDENCIAS INTERNACIONALES 175

representación proporcional, desde un punto de vista tipológico,


presentan una relativa uniformidad. De hecho, actualmente no hay
ningún caso de representación proporcional pura, ni relativa, ni
tampoco un single-transferable vote o un sistema de representa-
ción proporcional personalizada según el modelo alemán. Es de-
cir, no se dio una transferencia de sistemas electorales, a pesar de
que los consejeros occidentales desempeñaron un considerable rol
en los procesos de reforma. De los citados tipos de sistemas electo-
rales sólo el single-transferable vote system fue aplicado en las pri-
meras elecciones del restablecimiento democrático en Estonia.
Aun cuando existe una gran diversidad en los detalles, los sistemas
de representación proporcional comparten algunos rasgos comu-
nes. El tipo básico es el de la representación proporcional en cir-
cunscripciones plurinominales, tratándose de circunscripciones
plurinominales medianas o grandes, salvo unos pocos casos diver-
gentes. Por lo demás, cabe resaltar una notable coincidencia en dos
elementos técnicos.
En primer lugar, las fórmulas electorales aplicadas en el nivel
de las circunscripciones se conformaron dejando un resto de los
escaños para la distribución a nivel nacional. De esta forma, se es-
tablecieron listas nacionales que permiten a los partidos políticos
preservar a sus dirigentes nacionales del voto a nivel de las cir-
cunscripciones, que podría hacer peligrar sus escaños en el caso de
las listas cerradas y no bloqueadas, de uso común. El número de esca-
ños de la lista nacional bloqueada es flexible y dependiente del re-
sultado electoral en las circunscripciones, o sea, de los escaños que
allí no se distribuyeron. Solamente en Polonia el número de esca-
ños de la lista nacional se fijó por ley en 69.
En segundo lugar, en todos los países se introdujeron barreras
legales aunque de diferente nivel, con variaciones del 2.5% al 5%,
lo cual demuestra que se desconfió del obstáculo natural estableci-
do por las circunscripciones. El tamaño mediano de éstas varía en-
tre los 2.3 y los 15 escaños, pero en general puede calificarse de
moderado. Las experiencias de Polonia en 1991 mostraron que, en
caso de extremo fraccionamiento partidario, las circunscripciones
176 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

no funcionan como obstáculos, pues una barrera legal aplicada so-


lamente a la participación en la lista nacional no basta para impedir
la realimentación de la fragmentación del sistema de partidos crea-
da por el sistema de representación proporcional. En este sentido,
la reforma electoral de 1993 en Polonia, con la que se introdujo
también para los escaños elegidos en las circunscripciones una ba-
rrera legal, fue muy consecuente. Con igual consecuencia se obró
al diseñar una graduación del nivel de barreras legales, según se
tratase de partidos o de coaliciones electorales, con el fin de elimi-
nar los intentos de evitar el efecto de la barrera legal. Es preciso
destacar dicha diferenciación de las barreras legales —es decir,
barreras legales más altas para coaliciones que para partidos—
como un aporte e innovación de Europa oriental.
Desde la perspectiva de la investigación de los sistemas electo-
rales, ha sido interesante la posibilidad brindada por los sistemas
combinados, especialmente por los sistemas segmentados (Gra-
bensysteme), de observar en una sola elección los efectos de sus
componentes básicos, o sea, del sistema de mayoría en circuns-
cripciones uninominales y del sistema de representación propor-
cional en circunscripciones plurinominales. El resultado de tal ob-
servación confirma lo discutible que es el conventional wisdom y
tiene un gran significado para el diseño institucional: en ningún
caso lograron más partidos representación parlamentaria a través
del sistema proporcional que mediante la aplicación del sistema
mayoritario. Ha quedado comprobado que los efectos de los dos
segmentos del Grabensystem dependen en tal grado de la estructu-
ra del sistema de partidos, del nivel de estructuración de éstos, así
como de la geografía y del comportamiento electorales, que los
resultados electorales producibles son totalmente contrarios a las
ideas generales que de los efectos del sistema mayoritario y el de
representación proporcional existen.
Como Florian Grotz (2005) señala, las condiciones de la transi-
ción ya no tienen validez para la segunda fase. Las reformas elec-
torales están en la agenda política de casi todos los países, si bien
parece que se otorga más relevancia a los intereses relacionados
TENDENCIAS INTERNACIONALES 177

con el poder que a los de carácter puramente funcional. Sin embar-


go, debe constatarse que hasta ahora en ningún país se ha conse-
guido llevar a cabo una reforma electoral fundamental, ni siquiera
en Rusia, donde el sistema electoral segmentado quiso ser sustitui-
do por un sistema de mayoría bajo Yeltzin o por un sistema de re-
presentación proporcional bajo Putin; ni en Hungría, donde se pro-
puso como alternativa un sistema de mayoría relativa; tampoco en
la República Checa, donde se favorecía un sistema electoral que
produjese mayorías más claras (véase Ziemer 2003).

3. América Latina

En América Latina puede observarse un desarrollo extendido a


varios países en los sistemas electorales de las elecciones tanto
presidenciales como parlamentarias. Si observamos primeramente
las elecciones al congreso, comprobaremos que en casi toda la re-
gión se aplicaba el sistema de representación proporcional, casi
siempre en circunscripciones plurinominales, a excepción de Uru-
guay, que aplicaba un sistema de representación proporcional pura
(para más detalles, véase Nohlen 2005).
En la década de los noventa, algunos países se han apartado de
este sistema electoral tan tradicional en la región. En primer lugar,
Bolivia y Venezuela se decidieron por un sistema de representa-
ción proporcional personalizado, aunque conservando la distri-
bución de las circunscripciones, que sigue determinando el grado
de proporcionalidad de los resultados electorales. Después siguió
Chile, donde ya bajo el régimen militar se introdujo un sistema bi-
nominal. Y finalmente, Ecuador, donde tras la reforma de 1998 se
vota según un sistema de mayoría con voto múltiple en circuns-
cripciones plurinominales, disponiendo cada elector de tantos vo-
tos como candidatos se presentan por circunscripción. México, el
único país latinoamericano que no se sumó a la tendencia general
anterior de pasar de un sistema de mayoría relativa a un sistema de
representación proporcional, está transitando gradualmente a un
178 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

sistema segmentado a través de las continuas reformas electorales


realizadas desde los años setenta.
Si a este cambio en el tipo de sistema electoral se le añaden las
numerosas reformas más pequeñas de los sistemas establecidos
con relación a los criterios funcionales, puede constatarse que, con
la excepción de Chile, en todas partes se ha potenciado la función
de representación, pero sobre todo la de participación, en conso-
nancia con los acentos puestos en el discurso político latinoamerica-
no desde la transición (véase Lauga 1999). Por el contrario, apenas
se prestó atención a la función de concentración. La consecuencia
es que en muchos países las reformas electorales han conseguido
estabilizar la inestabilidad política, lo cual se está discutiendo en-
tretanto en el marco del debate sobre la gobernabilidad (véase
Payne et al. 2002). Por ejemplo, en Colombia y Ecuador se están
buscando reformas que impidan una “representación caótica” (Pa-
chano 1998), caracterizada por un fraccionamiento interno de los
partidos en el caso colombiano, y por una fragmentación parti-
dista en el caso de Ecuador. Efectivamente, en Colombia, con la
reforma electoral de 2003, se intenta poner fin a la atomización de
los partidos políticos a través de la introducción de listas únicas
de partidos con un límite de miembros. Se introdujo también la ci-
fra repartidora (método d’Hondt) así como una barrera legal del
50% de la cifra electoral (cuota Hare) para la Cámara de Diputados
y de un 2 % del total de los votos para el Senado. En función de
un voto personal, se permite el voto preferente opcional con el
efecto que los candidatos que cuentan con mayor número de votos
preferentes cubren los escaños obtenidos por un partido siempre
que pasen un mínimo de preferencias (véase Hoskin/García Sán-
chez 2006).
Los nuevos sistemas electorales de Chile y México constituyen
una excepción, pues Chile dejó atrás el sistema de representación
proporcional en circunscripciones plurinominales, mientras que
en México se sustituyó el sistema de mayoría relativa. En ambos
casos, existe incertidumbre sobre la calidad del respectivo sistema
electoral, en Chile incluso un continuo cuestionamiento de su legi-
TENDENCIAS INTERNACIONALES 179

timidad y capacidad de rendimiento. El debate reformista es revi-


vido con rítmica constancia (véase Fernández 2000). Últimamen-
te, la presidenta Michelle Bachelet ha incluido la reforma del
sistema binominal en su agenda política.
El sistema binominal chileno —como cualquier sistema electo-
ral— tiene ventajas y desventajas. Si aplicamos los criterios de
evaluación arriba mencionados el sistema binominal cumple bas-
tante bien, 1) con la representación (en términos de proporcionali-
dad entre votos y escaños), 2) con la concentración o efectividad
(pues apoya en medio del pluripartidismo a una competencia bipo-
lar entre dos coaliciones y contribuye a la estabilidad del apoyo al
gobierno), y 3) con la participación (en términos de permitir un vo-
to personal, no sólo de partido). Por lo demás, 4) el sistema es sen-
cillo, fácil de entender (para más detalles, véase Nohlen 2004: 317
y ss.). Sin embargo, tiene fuertes debilidades: 1) es excluyente al
no permitir a fuerzas políticas fuera de los grandes pactos tener re-
presentación en el Parlamento, aunque tengan un considerable
apoyo electoral; 2) produce una estructura de competencia distor-
sionada, pues compiten entre sí, no tanto los bloques como los par-
tidos dentro del bloque; 3) modifica el voto del ciudadano en tér-
minos de reducir la esencia de la elección a un acto plebiscitario de
apoyo o rechazo de una oferta, elaborada por las instancias cupula-
res de los bloques, contribuyendo así a la desidentificación del vo-
tante con los partidos políticos. Por lo demás, por las altas discre-
pancias entre población y escaños según circunscripciones a lo
largo del país, el sistema binominal en su actual estructura lesiona
fuertemente el principio de la igualdad del voto. Estas debilidades
del sistema electoral vigente le sustraen legitimidad, que es el quinto
y mayor criterio para medir la calidad de un sistema electoral en su
contexto (véase también Nohlen 2006b).
Pasando al ámbito de la ingeniería electoral, el análisis sugiere
no seguir con el sistema binominal tal como existe hoy, sino refor-
marlo para conservar sus ventajas y sanear sus debilidades. En
concreto, la sugerencia incluye conservar (también por razones de
viabilidad de una reforma) la actual estructura binominal de los
180 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

distritos y añadir una lista adicional proporcional con efectos com-


pensatorios. Este elemento adicional es capaz de reducir la desi-
gualdad del voto, desechar el fenómeno de la exclusión, promover
mayor proporcionalidad, reestructurar la competencia electoral y,
también, mejorar la representación de las mujeres en el Parlamen-
to. O sea, es capaz de proporcionar al sistema electoral chileno una
legitimidad de rendimiento. Este nuevo sistema sería un sistema
combinado (de elementos mayoritarios y proporcionales) de tipo
compensatorio (porque a través de la lista proporcional se com-
pensan las pérdidas en escaños originadas en la parte mayoritaria
del sistema), en cuyo diseño específico todos los partidos políticos
pueden participar.
En México, el cambio al sistema segmentado ha contribuido en
gran manera a la transición. En los años setenta, y orientados en una
errónea interpretación del sistema alemán, se introdujeron listas
adicionales que operaban según el sistema de representación pro-
porcional con el fin de posibilitarle a la oposición una representa-
ción que fuera más allá de los escaños de minoría fijos que hasta
entonces se le habían concedido. Pero a pesar de que el número de
los escaños proporcionales introducidos en 1977 fue aumentado
en la década de los ochenta de 100 a 200 (de entre 400 y 500 esca-
ños, respectivamente), el efecto concentrador del sistema perma-
neció inalterado. Con el impulso de la apertura del sistema político
y de una reforma de la organización electoral que hizo posible la
realización de elecciones libres y honestas, el gobierno del PRI y
los partidos de la oposición acordaron en la reforma de 1996 limi-
tar a ocho puntos porcentuales el efecto mayoritario mecánico del
sistema (véase González Roura et al. 1997). Sólo en caso de que
el partido mayoritario alcance más del 42% de los votos puede éste
mantener la mayoría absoluta de los escaños, evitando de esta ma-
nera que el efecto de desproporción sea demasiado grande. Así y
todo, en México la cuestión del sistema electoral sigue siendo te-
ma de virulentas discusiones (para una visión más detallada, véase
Nohlen 2004: 321 y ss.).
TENDENCIAS INTERNACIONALES 181

Observemos ahora el desarrollo de los sistemas electorales apli-


cados a la elección presidencial, que en América Latina deben ser
considerados con la misma atención, dado que el presidencialismo
se mantiene como sistema político. El sistema electoral en la elec-
ción al presidente no sólo determina el resultado de tal elección, si-
no que también ejerce cierta influencia sobre los resultados de las
elecciones parlamentarias, además de afectar a la estructura del
sistema de partidos. Todo lo cual depende esencialmente del grado
de simultaneidad de las elecciones presidenciales y las parlamen-
tarias. Dicho grado puede diferenciarse según se celebren las dos
elecciones el mismo día, asimismo, según se disponga para ambas
solamente de una papeleta de votación o, finalmente, según se eli-
jan los dos órganos mediante un solo voto. Cuanto más alto sea el
grado de simultaneidad, tanto mayor será la influencia de las
elecciones presidenciales sobre las parlamentarias y tanto más sig-
nificativo será el sistema electoral presidencial para el sistema de
partidos.
En el debate actual sobre sistemas electorales presidenciales
suele discutirse que, en un sistema de mayoría relativa, el candida-
to vencedor probablemente sólo disponga de una baja aceptación
y, con ello, de una base de legitimación bastante exigua. Por el
contrario, el sistema de mayoría absoluta asegura una amplia acep-
tación, si no en la primera vuelta, a más tardar en la segunda. El in-
conveniente del sistema de mayoría absoluta radica, sin embargo,
en el fomento que de la dispersión del voto se hace en la primera
vuelta, pues, por regla general, en este sistema concurren muchos
más candidatos de los que tienen alguna probabilidad de ganar la
elección presidencial. Esta práctica está motivada por un cálculo elec-
toralista de los partidos, que esperan conseguir más votos para su
lista en las elecciones al Parlamento si presentan una candidatura
propia en las presidenciales. La consecuencia para el sistema de
partidos es, a todas luces, negativa.
De esta manera, en el debate sobre los sistemas electorales pre-
sidenciales se confrontan dos posiciones: mayor legitimidad al
precio de una mayor fragmentación versus menor aceptación
182 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

acompañada de una mayor concentración. Tal dilema encontraría


solución a través de una reforma que exija al candidato más votado
según un sistema de mayoría relativa un determinado número de
votos (quorum) o, en caso dado, una determinada ventaja frente al
candidato más votado en segundo lugar para resultar electo; en ca-
so de no cumplirse tales condiciones, se celebraría una segunda
vuelta. Dicho sistema electoral tendría la ventaja de fomentar la
concentración del voto ya en la primera vuelta, teniendo lugar una
segunda vuelta sólo en caso de que el efecto concentrador no haya
sido suficiente. Así, se garantizaría un alto grado de aceptación pa-
ra el presidente electo sin que por ello el efecto de fragmentación
fuera mayor.
Finalmente, si consideramos desde la transición a la democracia
el desarrollo de los sistemas electorales para el cargo presidencial
en América Latina, podremos constatar una tendencia que lleva
del sistema de mayoría relativa al sistema de mayoría absoluta, pe-
ro también al sistema de mayoría relativa con quorum (para más
detalles, véase Nohlen 2005, vol. 1: 38 y ss., vol. 2: 25 y ss.).

4. África

Para el África subsahariana no es posible reconocer ninguna


tendencia en el desarrollo de los sistemas electorales, si no es la ten-
dencia del movimiento nulo. Tampoco podemos identificar clara-
mente regularidades en los efectos de dichos sistemas (detallada-
mente, Nohlen/Krennerich/Thibaut 1999). Sin embargo, el
continente africano —normalmente no considerado en cuestiones
institucionales— es de gran utilidad para la investigación general
de los sistemas electorales, pues precisamente en la confronta-
ción de los tipos de sistemas con unos contextos tan heterogéneos,
puede demostrarse que las regularidades en los efectos de tales sis-
temas observadas en otras regiones del globo se deben hasta cierto
punto a una homogeneidad contextual relativamente marcada.
En vista de los obstáculos fundamentales que dificultan enor-
memente la introducción y consolidación de la democracia en la
TENDENCIAS INTERNACIONALES 183

región, en el caso africano sería recomendable priorizar las exigen-


cias funcionales dirigidas a los sistemas electorales de forma dife-
rente. Teniendo en cuenta unas sociedades étnicamente segmenta-
das y la politización de tales diferencias, se hace necesario desde
una perspectiva normativa admitir la representación del caleidos-
copio étnico, en gran manera responsable del pluralismo político,
así como la participación de todos los actores étnicos en el proceso
de toma de decisiones. En este sentido, para África deberían bus-
carse más bien sistemas electorales que subrayen la función de re-
presentación y menos los supeditados a la idea de la búsqueda de
mayorías. En contra de estas apreciaciones, uno de los legados de la
era colonial aún presentes en la mayor parte de los países del África
subsahariana es el sistema electoral de mayoría. Resultaría, empe-
ro, totalmente erróneo reducir la raíz del problema democrático
africano a este factor (Hartmann 1999, Basedau 2003, 2003a).
Shaheen Mozaffar, por otra parte, ha resaltado el significado de
las disposiciones institucionales: “The form, intensity, and outco-
me of ethnic politics have varied with variations in the institutional
configurations in these countries” (Mozaffar 1995: 54). En la mis-
ma línea y refiriéndose explícitamente al África negra, se ha expre-
sado Donald L. Horowitz, al caracterizar el sistema electoral como
“the most powerful lever of constitutional engineering for acco-
modation and harmony in severely divided societies” (Horowitz
1991: 63). Es de remarcar que con la transición a la democracia en
Namibia y en la República de Sudáfrica se introdujeron sistemas
electorales de representación proporcional, aunque bajo condicio-
nes impuestas por sendos sistemas hegemoniales de partidos (se-
gún Sartori 1976). Aquí, del sistema de mayoría hubiese surgido
prácticamente un parlamento sin oposición. El intensivo debate en
torno al sistema electoral mantenido en la República de Sudáfrica
(Krennerich/De Ville 1997) refleja el alto significado que se le
otorga al factor institucional.
Un aspecto a subrayar en el continente africano es la alta dife-
renciación de los tipos de sistemas electorales. El sistema de ma-
yoría relativa, por ejemplo, se aplica tanto en su forma clásica de
184 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

circunscripciones uninominales como en circunscripciones pluri-


nominales, votándose en estas últimas bien por mayoría (sistema
de bloque, es decir, al partido más votado se le asignan todos los
escaños de la circunscripción), o bien por representación propor-
cional. En algunos casos, el votante sólo dispone de un voto, como
en el sistema de bloque, y en otros, tiene tantos votos como repre-
sentantes a elegir. Casi tres cuartas partes de los sistemas electora-
les africanos pertenecen a la representación por mayoría, con lo
que este continente diverge en mucho de las opciones tomadas
en los países occidentales industrializados, en Europa del Este y en
América Latina.
Los sistemas de representación proporcional africanos, a su vez,
se distinguen entre sistemas de representación proporcional pura y
sistemas de representación proporcional en circunscripciones plu-
rinominales, mientras que las listas nacionales adicionales han de-
jado de ser una rareza. Es así como en Lesotho, por ejemplo, la re-
forma electoral de 2002 le añadió al sistema de mayoría relativa
(con 80 escaños) una lista nacional según la regla proporcional (de
40 escaños), con lo que el país se ha abierto al desarrollo de un
sistema electoral combinado.
En lo tocante al cumplimiento de las funciones de los sistemas
electorales en África, un repaso a los resultados electorales de los
años noventa nos muestra que el problema al sur del Sahara no es
la concentración, sino las mayorías excesivamente amplias del
partido vencedor. Debemos aclarar aquí que la estructura asimétri-
ca de la competencia partidaria se fundamenta a menudo en la va-
riedad étnica y/o en la obstaculización sistemática de la oposición
política. Matthias Basedau (2003: 323 y ss.) ha descubierto, por su
parte, que los efectos teóricamente esperados de los tipos de siste-
mas electorales sobre el grado de fragmentación y polarización del
sistema de partidos no se cumplen empíricamente sin más ni más.
Resumiendo los resultados de este breve análisis sobre el África
subsahariana, se puede constatar que el desarrollo de los sistemas
electorales no es comprensible simplemente del análisis de las exi-
gencias funcionales planteadas a dichos sistemas, dada la aludida
TENDENCIAS INTERNACIONALES 185

heterogeneidad contextual, por lo que tal desarrollo requiere la


ponderada observación del caso individual.

5. Asia

Para una visión cualitativo-comparativa sobre el desarrollo de


los sistemas electorales en Asia es necesario señalar que este conti-
nente se ha visto afectado en mucha menor medida que las regio-
nes tratadas anteriormente por la tercera ola de la democratización.
Por una parte, existen democracias estables, como en la India, Israel
o Japón, que llevan celebrando elecciones competitivas desde fi-
nales de los años cuarenta. Por otra parte, sigue habiendo numero-
sos regímenes autoritarios en el cercano oriente y el sureste asiáti-
co, en los cuales los parlamentos nacionales son elegidos por
sufragio directo, aunque las correspondientes elecciones presentan
un carácter sólo semicompetitivo o enteramente no competitivo.
Por tal razón, a la forma de sistemas electorales (mayoritarios)
existentes en los Estados a los que nos referimos (Irán, Irak, Siria,
Corea del Norte, Laos y Vietnam), no debe atribuírsele más que un
significado marginal.
De forma parecida al caso africano, en Asia predominan clara-
mente los sistemas electorales de mayoría, pese a lo cual se pueden
reconocer algunos rasgos regionales respecto a la actual distribu-
ción de los tipos de sistemas. En las antiguas colonias británicas
del sur de Asia ha prevalecido el sistema de mayoría relativa en
circunscripciones uninominales, que ha permanecido inalterado
desde la independencia de los Estados resultantes (India, Nepal,
Pakistán y Bangladesh). En este contexto, el caso de Sri Lanka
constituye la excepción más importante, pues en la década de los
ochenta sustituyó el sistema de mayoría de cuño británico por un
sistema de representación proporcional. En las jóvenes democra-
cias del sureste asiático, por el contrario, se refleja la tendencia ac-
tualmente observada en todo el mundo hacia sistemas electorales
combinados. Corea del Sur, Filipinas y Taiwán han pasado en los
años noventa de su tradicional sistema mayoritario a sistemas elec-
186 SISTEMAS ELECTORALES EN SU CONTEXTO

torales segmentados. En Tailandia, donde el sistema de mayoría


relativa en circunscripciones plurinominales estaba en vigor desde
1932, se introdujo también por primera vez en el año 2000 un
sistema de tal tipo.
Respecto a los Estados asiáticos procedentes de la Unión Sovié-
tica, las cinco repúblicas del Asia central en las que tras el derrum-
bamiento de la URSS se establecieron regímenes autoritarios más
o menos fuertes (Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán, Turkmenis-
tán y Uzbekistán), han mantenido el sistema de mayoría absoluta
en circunscripciones uninominales. En cambio, los tres Estados
caucásicos cuyos sistemas políticos son —limitadamente— plura-
listas (Armenia, Azerbaiyán y Georgia), sustituyeron el sistema de
mayoría absoluta por sistemas electorales segmentados ya a mitad
de los años noventa.
En aquellos Estados asiáticos social y estructuralmente hetero-
géneos, donde el sistema de mayoría relativa se ha mantenido, de-
be tenerse en cuenta que a las fórmulas electorales se les ha inter-
calado una contingentación41 fija de escaños con el propósito de
ver representados adecuadamente a los respectivos grupos socia-
les. Tal es el caso del Líbano, donde a cada grupo confesional se le
garantiza una parte proporcional de los escaños parlamentarios. El
hecho de que mediante el sistema electoral (sistema mayoritario
con voto múltiple) los electores se vean obligados a elegir también
a candidatos de las otras confesiones, conduce a la elección de los
candidatos más moderados (Nohlen 1978: 351 y ss.).
En resumidas cuentas, el desarrollo de los sistemas electorales
en Asia presenta una gran heterogeneidad (véase también Nohlen/
Grotz/Hartmann 2001), aunque se pueden descubrir rasgos comu-
nes a nivel subregional. Allí donde ha habido un cambio de siste-
ma electoral, la tendencia reconocible se dirige hacia tipos combi-
nados.

41 Establecimiento de cupos fijos de escaños que se adjudican a grupos so-


cioculturales en el caleidoscopio étnico de Malasia.
TENDENCIAS INTERNACIONALES 187

V. RESUMEN

En la evolución de los sistemas electorales puede constatarse


una cierta tendencia mundial hacia sistemas combinados. Esta
tendencia se caracteriza según las regiones de forma distinta,
siendo más marcada allí donde por causa de una transformación
política se introdujeron nuevos sistemas electorales, y más débil
en aquellos países cuyos regímenes apenas pueden ser denomina-
dos pluralistas y las elecciones no son calificables de competiti-
vas, es decir, allí donde la cuestión democrática queda reducida a
su ausencia. En tal contexto, los sistemas electorales tienen, de
todas formas, una relevancia mínima (Dahl 1996).
En cambio, debemos resaltar que los sistemas electorales com-
binados gozan de una creciente popularidad incluso en las demo-
cracias asentadas, lo cual queda demostrado por algunas reformas
electorales realizadas en esa dirección, así como por los correspon-
dientes conceptos en los que se basan por doquier algunas iniciati-
vas de reforma. Si bien tales iniciativas no siempre se orientan di-
rectamente en modelos de sistemas electorales combinados, sí lo
hacen en ciertas exigencias funcionales con las que dichos siste-
mas pueden cumplir mejor que los sistemas clásicos. Además, los
sistemas electorales combinados posibilitan un diseño específico a
medida de las condiciones del respectivo contexto, especialmente
de aquellas de carácter puramente político. Su gran ventaja es,
entonces, la de permitir los compromisos.
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