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El desarrollo sostenible es la capacidad de una sociedad para cubrir las necesidades básicas de

las personas sin perjudicar el ecosistema ni ocasionar daños en el medio ambiente. De este
modo, su principal objetivo es perpetuar al ser humano como especie, satisfaciendo sus
necesidades presentes y futuras, mediante el uso responsable de los recursos naturales.

Para alcanzar el denominado desarrollo sostenible se tienen que cumplir una serie de
requisitos que permitan alcanzar un estado de equilibrio entre economía, sociedad y medio

ambiente:

Problemas que impiden el desarrollo sostenible

En la actualidad es complicado que el desarrollo sostenible se lleve a cabo y está más cerca de
ser una utopía que una realidad. Existen numerosos obstáculos que nos impiden alcanzar el
desarrollo sostenible ideal, entre los cuales merece la pena destacar los siguientes:

 Desigualdad social, pobreza y superpoblación.


 Destrucción de hábitats, alteración de paisajes naturales y extinción de especies.
 Calentamiento global y destrucción de la capa de ozono como consecuencia de la
contaminación.
 Deforestación y agotamiento de los recursos naturales.

Los bosques y las selvas constituyen ambientes naturales insustituibles. Poseen varios estratos
vegetales que suelen estar caracterizados por árboles de diferentes tallas, arbustos, helechos
arborescentes, plantas de menor porte y un rico sotobosque de hierbas adaptadas a
condiciones de menor iluminación y mayor humedad que los estratos superiores. Estas
“capas”, cuyas estructuras vegetales entrelazan  ramas, raíces y troncos, proveen una gran
diversidad de hábitats a otras especies de plantas, parásitas y trepadoras, y de los más
variados animales. Por lo tanto, la desaparición de bosques y selvas como consecuencia de la
tala indiscriminada no sólo produce una disminución de la biodiversidad vegetal sino también
representa la pérdida irreversible del hábitat natural de esas numerosas especies animales.

Las zonas de bosques y selvas más vulnerables son las situadas en climas tropicales y
subtropicales, las de mayor biodiversidad del planeta. Allí, vastas extensiones de bosque
húmedo han sido arrasadas por ejércitos de leñadores y topadoras de desmonte. El uso de
estas tierras para cultivos agrícolas y cría de ganado resistente al calor, así como la utilización
de los recursos naturales con fines diversos (industria maderera, textil, farmacéutica y otras)
dio como resultado el devastamiento progresivo de tales áreas. Expertos del Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) calcularon que sólo en América Latina y el
Caribe, Asia y África se ha llegado a talar hasta la superficie equivalente a la de un estadio de
fútbol por minuto.

1. La desaparición de la cubierta vegetal de bosques y selvas ha conducido a la erosión y


desertización de muchas zonas de la Tierra, en virtud de la fragilidad y labilidad del
suelo boscoso y selvático una vez desprotegido de su cobertura vegetal natural. Este
hecho se produce con mayor rapidez en zonas tropicales y subtropicales húmedas,
donde
2. además aumenta considerablemente el escurrimiento superficial del agua de lluvia y
“lava” los terrenos con mayor facilidad. Por otro lado, esta pérdida de superficies
boscosas y selváticas contribuyó, entre
3. otros factores, al llamado Cambio Climático Global, por la disminución relativa de la
humedad a niveles no sólo locales sino también regionales y mundiales.

Los bosques protegen el suelo y mantienen la humedad al regular el flujo de agua en un


ecosistema, liberando agua hacia la atmósfera a través de sus hojas, en un proceso conocido
como evapotranspiración, y controlando la manera en que el agua se filtra en el suelo. Los
investigadores designaron la retención de agua como el cuarto criterio y recomendaron el
monitoreo de este tipo de degradación midiendo la erosión del suelo y la cantidad de agua.
Los boques tienen una función clave en el almacenamiento de carbono, ya que los bosques
albergan cerca de la mitad de las reservas de carbono del mundo.
Con la exuberancia económica también arribaron los peores excesos del capitalismo y la
industrialización. La ostentación se convirtió en una costumbre. Según el autor Wade Davis:

«Los magnates del caucho prendían sus habanos con billetes de cien dólares y
aplacaban la sed de sus caballos con champaña helado en cubetas de plata. Sus esposas,
que desdeñaban las aguas fangosas del Amazonas, enviaban la ropa sucia a Portugal
para que la lavaran allá. Los banquetes se servían en mesas de mármol de Carrara, y los
huéspedes se sentaban en asientos de cedro importados desde Inglaterra (...) Después
de cenas que costaban a veces hasta cien mil dólares, los hombres se retiraban a
elegantes burdeles. Las prostitutas acudían en tropel desde Moscú y Tánger, El Cairo,
Paris, Budapest, Bagdad y Nueva York. Existían tarifas fijas. Cuatrocientos dólares por
vírgenes polacas de trece años...»

Al iniciar su decadencia el lema de la ciudad era 'Vale Quam Tem', o "vales lo que tienes".

Genocidio y esclavitud por causa del caucho

Algunos de los personajes directamente relacionados con estas prácticas de sevicia y crueldad
gozan de una injusta inocencia frente a la historia. Julio César Arana y sus crueles capataces,
entre los cuales resalta el monstruoso Miguel Loayza, los funcionarios de las multinacionales,
las autoridades locales que no defendieron a los indígenas de su exterminio.
Según cálculos del escritor Wade Davis, «por cada tonelada de caucho producida, asesinaban a
diez indios y centenares quedaban marcados de por vida con los latigazos, heridas y
amputaciones que se hicieron famosos en el noreste amazónico»2.

El sistema de control de la fuerza laboral era cruel y desigual: el patrón sometía a los nativos y
los obligaba a trabajar en condiciones de esclavitud. En cada barracón de trabajo había un
capataz y, bajo su mando, un grupo de hombres armados que ponían orden en el barracón y
perseguían, castigaban o neutralizaban cualquier amago de rebelión o huida. Dentro de estos
"ejércitos" había una figura peculiar: la de los "muchachos", jóvenes nativos criados por los
patrones que desempeñaron un papel importantísimo de control, ya que estaban armados y
dominaban las lenguas y costumbres indígenas.

Otro aspecto de la era del caucho lo constituyó el desplazamiento de los nativos, sacados de
sus tierras y llevados a convivir con otras etnias, a veces rivales entre sí. Solo en la cuenca del
Putumayo, durante la primera década del siglo XX, murieron 40.000 indios de los 50.000 que
antes vivieron allí.

Descripción de la manera en que se enganchaban a los trabajadores nativos e indígenas por


parte de los barones, tal como se ven en la película en la generación del padre de Chico
Mendes

Mucho hay que decir respecto de las relaciones anormales de los patrones con los
trabajadores. Es un hecho que con los segundos se realiza hoy un comercio de esclavitud,
disfrazado pero real. Para demostrarlo, basta aludir a la manera como se hace el enganche; el
patrón los adquiere adelantándoles baratijas a cuenta de trabajo futuro, con recargos que a
veces pasan del quinientos por ciento, y luego los obligan a trabajar donde le parezca para
resarcirse del desembolso, cosa que no sucede nunca, pues siempre tiene el cuidado de que
le estén debiendo. Estas descripciones fueron hechas por José Eustasio Rivera en su novela
La Vorágine que le dan sustento a las afirmaciones de que tras la fachada del “endeude” se
gestó en el Amazonas un régimen de esclavitud, que saqueó y destruyó la economía del
pueblo nativo e indígena . Desde un inicio el uso de armas de fuego como medio de
intimidación fue un elemento que les permitió los “barones” ir captando mano de obra
indígena de manera indiscriminada.

La deuda perpetua ya mencionada era otra de estas formas de dominación. El control del
trabajo indígena también se fundamentaba en su ignorancia; los indígenas muchas veces eran
engañados e incluso embriagados para que entregaran el caucho que extraían a un valor
increíblemente bajo.
La deforestación con fines agropecuarios y la
degradación de los bosques continuaron aumentando
rápidamente y los beneficios que generan son escasos

Las estadísticas sobre deforestación valen muy poco. Existen sobradas evidencias de que en
casi todos los casos la realidad las supera largamente, bien sea por la dificultad de interpretar
las imágenes como por un enraizado nacionalismo mal comprendido, que esconde la verdad
sobre la deforestación.

en la década de 1980, alcanzó casi tres millones de hectáreas de bosques densos por año
(WRI, 1987). El Brasil era, dado su gran tamaño, el mayor contribuyente a la deforestación de
la Amazonia, con 1.4 millones de hectáreas por año o un 45% de la deforestación total de la
Amazonia.

Los años 90 comenzaron con una disminución del ritmo de deforestación, especialmente en el
Brasil, debido al impacto acumulado de la recesión económica de América Latina, que puso en
letargo las inversiones en infraestructuras, especialmente carreteras.

Con la recuperación económica la deforestación volvió a su ritmo de la década pasada. La


FAO (1993), esencialmente basada en informes oficiales, considera que de 1981 a 1990 se
había perdido sólo el 4.8% de la superficie restante, lo que con todo representa nada menos
que 23 millones de hectáreas.

Pero lo importante es establecer el punto de partida de la deforestación masiva que se ubica


en la década de 1940. A nivel de toda la Amazonia se estima que entre 80 y 100 millones de
hectáreas fueron deforestadas de 1940 a 1990 ( datos oficiales), esto es de 9.2% a 13.2% de
su superficie.

Evidentemente, estas cifras ya están ampliamente superadas por la deforestación ocurrida de


1991 a 1997, ya se eliminó el 15% de los bosques que existían en 1940. Pero se recuerda que
esas especulaciones están basadas en informaciones oficiales, las que son desmentidas por
numerosos trabajos independientes.

En la Amazonia la explotación forestal es esencialmente de tipo selectivo, oportunista y


anárquico, habiendo resistido todos los esfuerzos para su ordenamiento y para aplicar
prácticas de manejo forestal. El volumen producido (madera en rollo) viene aumentando
rápidamente. Por ejemplo, en el Brasil pasó de 10 millones de m3 en 1975 a 54.3 millones de
m3 en 1990/91. PERO, El fenómeno reciente más importante en materia de explotación
forestal en la Amazonia es la invasión de grandes inversionistas extranjeros, principalmente
asiáticos, para efectuar explotación forestal masiva. Empresas que no ofrecen mejores
garantías de manejo sustentable que la explotación de pequeña escala individual practicada
por madereros nacionales.

La explotación minera y petrolera


crecen continuamente, con pocos cuidados ambientales

La infrastructura vial llega


a los últimos reductos naturales, creando nuevas amenazas

La Amazonia contaba, hasta 1991, con más de 42 mil km de carreteras y 2.700 km de vías
férreas (TCA, 1991), lo que se admite es poco. Pero docenas de proyectos de carreteras
nuevas en la Amazonia, que durmieron durante la década perdida de la economía están
siendo relanzados y algunos de ellos ejecutados.

Coca, cocaína y tráfico de estupefacientes

Uno de los cambios más dramáticos ocurridos en la Amazonia en los últimos 20 años es el de
la explosiva expansión del cultivo de la coca y, más recientemente, también de otros cultivos
para fabricación de estupefacientes.

Los impactos ecológicos corresponden al cultivo y a la producción de la droga y,


resumidamente, son deforestación tanto para el cultivo ilegal como para cultivos de
subsistencia; fuerte erosión de los suelos por mal manejo de estos; contaminación de las
aguas y suelos por agroquímicos para controlar plagas del cultivo; invasión de áreas protegidas
y correspondiente destrucción de ecosistemas únicos y de la biodiversidad

No existe un paradigma bien definido, consensuado


y atractivo de desarrollo sustentable para la Amazonia

Los conflictos de intereses de los actores


amazónicos no se estudian ni resuelven

La identificación de los actores y de sus intereses y de la forma de conciliarlos en el marco del


desarrollo sustentable parece faltar en la mayoría de los ejercicios hechos.

Los grupos de actores amazónicos o endógenos, grosso modo, son los habitantes amazónicos
tradicionales (ribereños, indígenas, extractivistas); los agricultores pobres llegados
recientemente de otras partes del país; los hacendados o agricultores ricos; los campesinos sin
tierra; los garimpeiros; los industriales; los comerciantes y proveedores de servicios; los
habitantes urbanos; un grupo que incluye las organizaciones no gubernamentales, las
universidades y entidades científicas. Además, hay numerosos actores exógenos, también muy
influyentes.
La Amazonia se ha urbanizado tanto que aproximadamente el 60% de la población habita en
ciudades y continúan creciendo a tasas que superan toda posibilidad de proveerlas con los
servicios necesarios. Aunque los déficit en cuestiones de educación y salud son grandes, aún
mayores son las carencias de agua, desagüe, plantas de tratamiento, drenajes y manejo de
residuos sólidos. La falta de pavimentación crea severos problemas de contaminación del aire
por polvos sedimentables durante la estación seca. Gran parte de la población urbana sufre
de pobreza crítica y habita en favelas, barriadas o villas miseria que, en muchos casos, son
aglomerados de palafitos o casas flotantes.

A pesar que la Amazonia «natural»


se contrae rápidamente, los que moran en ella no lo perciben

Esto es un fenómeno normal pero que obstaculiza mucho obtener una actitud positiva de la
población para cambiar de estilo de desarrollo. Los europeos o, por ejemplo, los habitantes de
São Paulo tienen sin duda más conciencia de lo que ocurre en la Amazonia que los propios
moradores de ésta, gracias a la globalización de la información, a un mayor acceso a ésta y a
un nivel educativo superior.

Redefinir «éxito» en materia de desarrollo amazónico

Éxito, en desarrollo amazónico, no puede ser muy diferente de éxito en cualquier otra región.
Es injusto, en una región cubierta de bosques de la que se abre una porción a la agricultura,
asumir que la deforestación es automáticamente un indicador de fracaso. Todo depende,
como se explicó antes, de donde se deforesta y de qué ocurre con la tierra deforestada. Si la
agricultura se instala donde los suelos son aproriados, si se respeta un equilibrio determinado
entre áreas boscosas y áreas agrícolas, si la producción es alta o razonable, si la productividad
se mantiene, si los agricultores tienen ingresos y una calidad de vida comparable a otras
regiones o mejor que la que tenían antes de venir, entonces se está en presencia de un caso
de éxito. Bajo esas premisas es posible deforestar un porcentaje muy significativo de la
Amazonia sin amenazar los servicios ambientales. Y, en la práctica, existen muchos casos de
esos en la Amazonia. Pero, si como es frecuente, las evaluaciones se centran en la tasa de
deforestación, se crea una figura incongruente. Pero éxito en la Amazonia también debe,
como en otros lugares, medirse en términos de crecimiento económico y de progreso social,
asimismo comparando las condiciones socio-económicas de la población migrante antes y
después de instalarse en la región.
En los últimos diez años, las tasas de pérdida de bosques primarios se han mantenido altas o
han repuntado en la mayoría de los países amazónicos.
"Con frecuencia, la pérdida de un área de bosque también se asocia con un funeral porque
cada año cientos de personas son asesinadas cuando intentan impedir que los mineros,
madereros, ganaderos y otros intereses comerciales se apropien de su riqueza forestal, el
imperativo moral de actuar sobre estos números es indiscutible y urgente".

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