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Eran pasadas las once y media de la noche cuando decidí que era imposible dormirme.

Desde
la noche anterior después de lo que había ocurrido con Nicholas, el recuerdo de los besos y de
sus manos acariciándome la piel no se me quitaban de la cabeza. Mi mente solo podía pensar
en él y en sus labios fundiéndose con los míos. Agradecía la distracción, puesto que eso era
mejor que recrearme en mi tristeza y en los recuerdos de mi antigua vida. Lo que no me
gustaba era estar sola en una casa tan grande. No tenía ni idea de donde estaba Nicholas pero
aún habiéndome despertado a las ocho de la mañana no había podido verle marchar. No
comprendía por qué demonios me preocupaba; ¿desde cuándo me importaba donde pudiese
estar? Seguramente estaría acostándose con su lista de chicas fáciles, sin siquiera pensar en lo
que habíamos estado haciendo la noche anterior. ¿Era yo la única que pensaba que todo había
sido una completa locura? Por el amor de Dios, éramos hermanos, o lo que fuera..., vivíamos
bajo el mismo techo, y nos llevábamos fatal, tanto que cualquier recuerdo que estuviese fuera
de los besos y caricias de la noche anterior me producía un profundo sentimiento de cabreo.
Lo que pasaba es que estaba falta de cariño, mi madre estaba en la otra punta del país al igual
que mis amigos y la gente que conocía de toda la vida. Todo allí era nuevo para mí, ni siquiera
sabía cómo hacer para moverme por aquella cuidad tan grande. Jenna, mi única amiga en
aquel sitio, estaba enganchada a su novio como una lapa, por lo que no podía pretender que
estuviese conmigo todo el tiempo, y para ser sinceros, y al contrario de cómo era yo
normalmente, en ese instante necesitaba estar con alguien, hablar con alguien, o por lo menos
no sentirme tan sola. Por ese motivo había conseguido camelarme al perro de Nick, Thor. En
ese instante estábamos los dos tumbados en el sofá, él apoyaba su cabeza peluda y oscura
sobre mi regazo, y yo le acariciaba las orejas a un ritmo constante. El perro no era para nada
como me lo había pintado el idiota de Nick, todo lo contrario, era un perro muy cariñoso y leal,
y fácil de conquistar si tenías a mano una caja de galletas para perros. Así de triste era mi vida,
mi mayor apoyo en esa casa era un animal de cuatro patas, que le encantaban las galletas, que
le acariciaran en las orejas y cuyo pasatiempo preferido era que le tirasen una pelota una y
otra vez. Estaba mirando una película en la tele cuando sentí que la puerta de entrada se abría.
Thor estaba tan dormido que simplemente se le movieron las orejas en dirección al sonido
cuando una figura alta apareció en la entrada. El salón daba justo al recibidor gigante y estaba
junto al arco de la puerta que daba a las escaleras. Sentí un revoloteó en el estómago cuando
vi de quien se trataba. -Eh, Nick-lo llame cuando vi que su intención era subir. O no se había
percatado de mi presencia allí o pasaba olímpicamente de saludarme. Seguramente la segunda
opción era la correcta, y me arrepentí de inmediato de haberlo llamado. Su rostro se giró hacia
el salón y un segundo después le tenía en la puerta, observándome. Bajo la tenue luz del
televisor y de la lamparita de la entrada solo pude ver que se le veía realmente agotado. Se
había apoyado contra el marco y me miraba con el rostro impasible. -¿Qué haces despierta?-
me preguntó unos segundos después. Tardé en contestarle porque me quedé hipnotizada
observándole. Parecía tan mayor y cansado... Estaba realmente atractivo. Me centré en lo que
me estaba preguntando. -No podía dormir...-le dije en un tono cauteloso. Creo que desde que
nos habíamos conocido esa era la primera vez que nos dirigíamos hacia el otro de una manera
remotamente normal. Asintió y sus ojos se desviaron hacia Thor. -Veo que te lo has camelado-
me dijo con el ceño fruncido-Mi perro es un traidor... Sonreí involuntariamente al ver que de
verdad aquello le fastidiaba. -Bueno, no es fácil resistirse a mis encantos-le dije de broma y
entonces sus ojos se clavaron en los míos. Mierda... estaba segura de lo que en ese momento
se cruzaba por aquella mente perversa. Después de un incómodo silencio desvió la vista hacia
la tele. -¿En serio estás viendo dibujos animados?-me preguntó con incredulidad. Agradecí el
cambio de tema. -Mulán es una de mis pelis preferidas-contesté en tono serio. Sentí un
cosquilleo en el estómago cuando una sonrisa apareció en su rostro. -Tranquila, pecas, cuando
tenía cuatro años también era mi peli preferida-me dijo con sarcasmo a la vez que se acercaba
hasta el sofá y se tumbaba a mi lado. Colocó los pies en la mesa junto a los míos y por un
instante nos quedamos quietos mirando la película. Aquello era demasiado extraño y cuando
ya pensaba que no podía estar más incomoda, Thor se incorporó y se fue a darle la bienvenida
a Nick. Se nos subió a ambos encima hasta llegar a su cara, y le besó mientras él le apartaba y
le acariciaba las orejas. -Eres un traidor Thor, no debería perdonarte-le dijo en tono serio y el
perro se sentó quieto, moviendo la cola y con las orejas hacia arriba, expectante. -Déjale-le dije
riéndome ante la actitud que había cogido el perro. Nick se giró hacia a mí y me sostuvo la
mirada. Me quedé quieta, consciente de que estábamos muy cerca. El Nick que tenía delante
no tenía nada que ver con el que había conocido desde que había llegado. Este estaba
relajado, sin actitud desdeñosa ni de superioridad... y me di cuenta de que estaba así porque
en sus ojos se leía una tristeza que no podía ocultar. -¿Dónde has estado?-le pregunté en un
susurro. No tenía ni idea de porque había bajado el tono de voz, pero aquella pregunta parecía
estar prohibida entre nosotros... porque de alguna manera era como si me importara lo que
hubiese estado haciendo...cosa que no era verdad...¿No? Sus ojos me recorrieron el rostro
hasta volver a centrarse en mis ojos. -Con alguien que me necesitaba- dijo y por su manera de
decirlo supe que no se trataba de ninguna tía de su lista de amigas.- ¿Por qué? ¿Me has
echado de menos?-preguntó un segundo después. Era consciente de que se había acercado,
pero no quería apartarme. De algún modo su presencia me había hecho sonreír, y me había
quitado aquella opresión en el pecho, aquella profunda tristeza que había sentido durante
todo el día. -No me gusta estar sola en un sitio tan grande-le dije aún hablando en susurros. Su
mano descansaba sobre el respaldo del sofá, y se me entrecortó la respiración cuando sentí
sus dedos acariciarme el pelo y después la oreja con cuidado. Estábamos mirándonos de
frente, y era como si el tiempo se hubiese paralizado. No oía ni la película ni nada más que no
fuera su respiración y los latidos enloquecidos de mi corazón. -Pues menos mal que ya estoy
aquí- dijo y entonces se inclinó para presionar sus labios suaves sobre los míos. Fue un beso
cálido y lleno de expectación. Cerré los ojos para dejarme llevar por el momento y mis manos
subieron hasta su rostro, sentí su barba incipiente contra mi palma y le acaricié el rostro hasta
llegar a su pelo... Me sentía bien, me embargaba calidez y un profundo deseo en mi interior.
Simplemente me olvidé de todo. Sus labios se volvieron más insistentes hasta que entreabrí la
boca y su lengua me invadió. Se me puso toda la piel de gallina cuando su mano bajó por mis
hombros, hasta mis costillas para detenerse en mi cintura. Se estaba comportando de una
manera completamente diferente a como la noche anterior. Me tocaba con calidez y suavidad,
como si pudiera romperme. Escuche como se me escapaba un gemido casi inaudible cuando
sus dedos se abrieron paso por mi cintura hasta tocar la piel desnuda de mi espalda. Me
arqueé casi involuntariamente para que mi cuerpo se pegase aún más al de él y fue entonces
cuando se apartó con brusquedad. Abrí los ojos con sorpresa y con la mente en blanco. Eso me
provocaba él, que me olvidara absolutamente de todo, y eso era justamente lo que necesitaba.
Sus ojos estaban fijos en mis labios y sentí la urgencia de que volviera a besarlos. Entonces se
apartó unos centímetros, y me buscó con la mirada. -Esto no está bien-me dijo
repentinamente serio-No me dejes volver a hacerlo, eres mi hermanastra y tienes diecisiete
años-agregó como si eso fuera de alguna manera relevante.-No volverá a pasar.-dijo
incorporándose. Le observé entre enfadada y dolida. ¿Me besaba y ahora me decía aquellas
cosas...? quería que volviera hacerlo, quería que me hiciese sentir tan bien otra vez, lo
necesitaba más que nada, porque aquel día había sido horrible, me había sentido como una
mierda, sin nadie con quien hablar ni nadie a quien poder llamar. Todas las personas que
quería o estaban ocupadas o me habían traicionado. Le miré fijamente. -Tienes toda la razón-
dije levantándome del sofá y pasando a su lado con un empujón.-Vamos, Thor-le grité al perro
y sonreí cuando lo tuve en menos de un segundo a mí lado. Subí molesta y desconcertada a mí
habitación. Di un portazo y me metí en la cama. Después de no sé cuánto tiempo comprendí
que ere cierto.... Eso no podía volver a ocurrir. *** A la mañana siguiente una voz conocida me
despertó dándome pequeños golpecitos en mi costado. -¡Vamos arriba, que son más de las
doce!-dijo la voz de mi madre a mi lado. Abrí los ojos aún medio adormilada y la observé
sentada en mi cama y con un aspecto reluciente.- ¿Me has echado de menos?-me preguntó
con una sonrisa radiante. Le devolví la sonrisa y me incliné para abrazarla. Por fin había vuelto,
claro que la había echado de menos, ella era la que traía normalidad a mi vida. -¿Qué tal en
Nueva York?-le pregunté estirándome y refregándome los ojos; esa era una costumbre que
nunca me quitaría. -Genial, es el mejor lugar para hacer compras-dijo entusiasmada-te he
traído un montón de regalos. La miré alzando las cejas a la vez que saltaba de la cama y me iba
directa al baño. -Genial, mamá, como si no tuviera ya bastante ropa sin estrenar-le dije
poniendo los ojos en blanco. Mientras me lavaba la cara y los dientes ella se sentó en la tapa
del váter y comenzó a contarme los maravillosos sitios que había visitado. Yo nunca había
estado en Nueva York, pero la gran manzana parecía haberse convertido en el lugar preferido
para la loca de mi madre. -Me alegro que te lo hayas pasado tan bien-le dije mientras me
metía en el armario y me detenía sin saber que ponerme. Cuando no tenía tanta ropa era
mucho más fácil. -Hoy tenemos planes, Noah, por eso he venido a despertarte aparte de
querer contarte lo bien que me lo he pasado-me dijo y al escuchar el tono de su voz supe que
lo que iba a decirme no me iba hacer ninguna gracia. -¿Qué planes?-le dije con una mano en la
cadera. Mi madre pasó por mi lado y se puso a rebuscar en el armario, pasando vestidos y
mirando la ropa detenidamente. -Tenemos una entrevista en el Colegio St Marie-me dijo y se
giró para mirarme. -¿Entrevista en donde?-le pregunté confusa. -Tú nuevo instituto Noah, te
dije que era uno de los mejores del país, no entra cualquiera y gracias a los contactos de Will y
que también Nick fue un ex alumno pues quieren conocerte-me explico con paciencia-Es una
mera formalidad, nada más, pero te gustará ver el colegio, es impresionante... Sentí que me
entraban ganas de vomitar. -Joder, mamá, ¿no podrías haberme metido en cualquier instituto
normal y corriente?-le dije tirando de las perchas de un lado hacia el otro. De repente me
había puesto completamente nerviosa-No quiero ir a un colegio de pijos, te lo he dicho,
además ¿entrevista para qué? No es un trabajo, por Dios... -Noah, no empieces, esta es una
gran oportunidad para ti, la gente que sale de ese colegio va a las mejores universidades y tú
tienes la oportunidad de que te dejen entrar en el último curso, normalmente eso no se
puede... -¿O sea que voy a ser el bicho raro que dejan entrar por enchufe?-le pregunté
alucinando con la situación-¡Genial, mamá! Mi madre se cruzó de brazos y se echó el pelo
rubio hacia atrás. Siempre que estaba decidida hacía ese gesto, por lo que supe que no iba a
poder discutir mucho sobre el tema. -Ya me lo agradecerás en el futuro, además, tu amiga
Jenna va a St Marie, por lo que no estarás sola-dijo y agradecí el enterarme de aquel detalle.
Era un consuelo saber que alguien estaría conmigo a la hora del almuerzo-Ahora vístete que
tenemos que estar allí en menos de dos horas. Suspiré y rebusqué en el armario hasta
encontrar unos vaqueros de pitillo negro y una blusa formal de color azul cielo. NoEran
pasadas las once y media de la noche cuando decidí que era imposible dormirme. Desde la
noche anterior después de lo que había ocurrido con Nicholas, el recuerdo de los besos y de
sus manos acariciándome la piel no se me quitaban de la cabeza. Mi mente solo podía pensar
en él y en sus labios fundiéndose con los míos. Agradecía la distracción, puesto que eso era
mejor que recrearme en mi tristeza y en los recuerdos de mi antigua vida. Lo que no me
gustaba era estar sola en una casa tan grande. No tenía ni idea de donde estaba Nicholas pero
aún habiéndome despertado a las ocho de la mañana no había podido verle marchar. No
comprendía por qué demonios me preocupaba; ¿desde cuándo me importaba donde pudiese
estar? Seguramente estaría acostándose con su lista de chicas fáciles, sin siquiera pensar en lo
que habíamos estado haciendo la noche anterior. ¿Era yo la única que pensaba que todo había
sido una completa locura? Por el amor de Dios, éramos hermanos, o lo que fuera..., vivíamos
bajo el mismo techo, y nos llevábamos fatal, tanto que cualquier recuerdo que estuviese fuera
de los besos y caricias de la noche anterior me producía un profundo sentimiento de cabreo.
Lo que pasaba es que estaba falta de cariño, mi madre estaba en la otra punta del país al igual
que mis amigos y la gente que conocía de toda la vida. Todo allí era nuevo para mí, ni siquiera
sabía cómo hacer para moverme por aquella cuidad tan grande. Jenna, mi única amiga en
aquel sitio, estaba enganchada a su novio como una lapa, por lo que no podía pretender que
estuviese conmigo todo el tiempo, y para ser sinceros, y al contrario de cómo era yo
normalmente, en ese instante necesitaba estar con alguien, hablar con alguien, o por lo menos
no sentirme tan sola. Por ese motivo había conseguido camelarme al perro de Nick, Thor. En
ese instante estábamos los dos tumbados en el sofá, él apoyaba su cabeza peluda y oscura
sobre mi regazo, y yo le acariciaba las orejas a un ritmo constante. El perro no era para nada
como me lo había pintado el idiota de Nick, todo lo contrario, era un perro muy cariñoso y leal,
y fácil de conquistar si tenías a mano una caja de galletas para perros. Así de triste era mi vida,
mi mayor apoyo en esa casa era un animal de cuatro patas, que le encantaban las galletas, que
le acariciaran en las orejas y cuyo pasatiempo preferido era que le tirasen una pelota una y
otra vez. Estaba mirando una película en la tele cuando sentí que la puerta de entrada se abría.
Thor estaba tan dormido que simplemente se le movieron las orejas en dirección al sonido
cuando una figura alta apareció en la entrada. El salón daba justo al recibidor gigante y estaba
junto al arco de la puerta que daba a las escaleras. Sentí un revoloteó en el estómago cuando
vi de quien se trataba. -Eh, Nick-lo llame cuando vi que su intención era subir. O no se había
percatado de mi presencia allí o pasaba olímpicamente de saludarme. Seguramente la segunda
opción era la correcta, y me arrepentí de inmediato de haberlo llamado. Su rostro se giró hacia
el salón y un segundo después le tenía en la puerta, observándome. Bajo la tenue luz del
televisor y de la lamparita de la entrada solo pude ver que se le veía realmente agotado. Se
había apoyado contra el marco y me miraba con el rostro impasible. -¿Qué haces despierta?-
me preguntó unos segundos después. Tardé en contestarle porque me quedé hipnotizada
observándole. Parecía tan mayor y cansado... Estaba realmente atractivo. Me centré en lo que
me estaba preguntando. -No podía dormir...-le dije en un tono cauteloso. Creo que desde que
nos habíamos conocido esa era la primera vez que nos dirigíamos hacia el otro de una manera
remotamente normal. Asintió y sus ojos se desviaron hacia Thor. -Veo que te lo has camelado-
me dijo con el ceño fruncido-Mi perro es un traidor... Sonreí involuntariamente al ver que de
verdad aquello le fastidiaba. -Bueno, no es fácil resistirse a mis encantos-le dije de broma y
entonces sus ojos se clavaron en los míos. Mierda... estaba segura de lo que en ese momento
se cruzaba por aquella mente perversa. Después de un incómodo silencio desvió la vista hacia
la tele. -¿En serio estás viendo dibujos animados?-me preguntó con incredulidad. Agradecí el
cambio de tema. -Mulán es una de mis pelis preferidas-contesté en tono serio. Sentí un
cosquilleo en el estómago cuando una sonrisa apareció en su rostro. -Tranquila, pecas, cuando
tenía cuatro años también era mi peli preferida-me dijo con sarcasmo a la vez que se acercaba
hasta el sofá y se tumbaba a mi lado. Colocó los pies en la mesa junto a los míos y por un
instante nos quedamos quietos mirando la película. Aquello era demasiado extraño y cuando
ya pensaba que no podía estar más incomoda, Thor se incorporó y se fue a darle la bienvenida
a Nick. Se nos subió a ambos encima hasta llegar a su cara, y le besó mientras él le apartaba y
le acariciaba las orejas. -Eres un traidor Thor, no debería perdonarte-le dijo en tono serio y el
perro se sentó quieto, moviendo la cola y con las orejas hacia arriba, expectante. -Déjale-le dije
riéndome ante la actitud que había cogido el perro. Nick se giró hacia a mí y me sostuvo la
mirada. Me quedé quieta, consciente de que estábamos muy cerca. El Nick que tenía delante
no tenía nada que ver con el que había conocido desde que había llegado. Este estaba
relajado, sin actitud desdeñosa ni de superioridad... y me di cuenta de que estaba así porque
en sus ojos se leía una tristeza que no podía ocultar. -¿Dónde has estado?-le pregunté en un
susurro. No tenía ni idea de porque había bajado el tono de voz, pero aquella pregunta parecía
estar prohibida entre nosotros... porque de alguna manera era como si me importara lo que
hubiese estado haciendo...cosa que no era verdad...¿No? Sus ojos me recorrieron el rostro
hasta volver a centrarse en mis ojos. -Con alguien que me necesitaba- dijo y por su manera de
decirlo supe que no se trataba de ninguna tía de su lista de amigas.- ¿Por qué? ¿Me has
echado de menos?-preguntó un segundo después. Era consciente de que se había acercado,
pero no quería apartarme. De algún modo su presencia me había hecho sonreír, y me había
quitado aquella opresión en el pecho, aquella profunda tristeza que había sentido durante
todo el día. -No me gusta estar sola en un sitio tan grande-le dije aún hablando en susurros. Su
mano descansaba sobre el respaldo del sofá, y se me entrecortó la respiración cuando sentí
sus dedos acariciarme el pelo y después la oreja con cuidado. Estábamos mirándonos de
frente, y era como si el tiempo se hubiese paralizado. No oía ni la película ni nada más que no
fuera su respiración y los latidos enloquecidos de mi corazón. -Pues menos mal que ya estoy
aquí- dijo y entonces se inclinó para presionar sus labios suaves sobre los míos. Fue un beso
cálido y lleno de expectación. Cerré los ojos para dejarme llevar por el momento y mis manos
subieron hasta su rostro, sentí su barba incipiente contra mi palma y le acaricié el rostro hasta
llegar a su pelo... Me sentía bien, me embargaba calidez y un profundo deseo en mi interior.
Simplemente me olvidé de todo. Sus labios se volvieron más insistentes hasta que entreabrí la
boca y su lengua me invadió. Se me puso toda la piel de gallina cuando su mano bajó por mis
hombros, hasta mis costillas para detenerse en mi cintura. Se estaba comportando de una
manera completamente diferente a como la noche anterior. Me tocaba con calidez y suavidad,
como si pudiera romperme. Escuche como se me escapaba un gemido casi inaudible cuando
sus dedos se abrieron paso por mi cintura hasta tocar la piel desnuda de mi espalda. Me
arqueé casi involuntariamente para que mi cuerpo se pegase aún más al de él y fue entonces
cuando se apartó con brusquedad. Abrí los ojos con sorpresa y con la mente en blanco. Eso me
provocaba él, que me olvidara absolutamente de todo, y eso era justamente lo que necesitaba.
Sus ojos estaban fijos en mis labios y sentí la urgencia de que volviera a besarlos. Entonces se
apartó unos centímetros, y me buscó con la mirada. -Esto no está bien-me dijo
repentinamente serio-No me dejes volver a hacerlo, eres mi hermanastra y tienes diecisiete
años-agregó como si eso fuera de alguna manera relevante.-No volverá a pasar.-dijo
incorporándose. Le observé entre enfadada y dolida. ¿Me besaba y ahora me decía aquellas
cosas...? quería que volviera hacerlo, quería que me hiciese sentir tan bien otra vez, lo
necesitaba más que nada, porque aquel día había sido horrible, me había sentido como una
mierda, sin nadie con quien hablar ni nadie a quien poder llamar. Todas las personas que
quería o estaban ocupadas o me habían traicionado. Le miré fijamente. -Tienes toda la razón-
dije levantándome del sofá y pasando a su lado con un empujón.-Vamos, Thor-le grité al perro
y sonreí cuando lo tuve en menos de un segundo a mí lado. Subí molesta y desconcertada a mí
habitación. Di un portazo y me metí en la cama. Después de no sé cuánto tiempo comprendí
que ere cierto.... Eso no podía volver a ocurrir. *** A la mañana siguiente una voz conocida me
despertó dándome pequeños golpecitos en mi costado. -¡Vamos arriba, que son más de las
doce!-dijo la voz de mi madre a mi lado. Abrí los ojos aún medio adormilada y la observé
sentada en mi cama y con un aspecto reluciente.- ¿Me has echado de menos?-me preguntó
con una sonrisa radiante. Le devolví la sonrisa y me incliné para abrazarla. Por fin había vuelto,
claro que la había echado de menos, ella era la que traía normalidad a mi vida. -¿Qué tal en
Nueva York?-le pregunté estirándome y refregándome los ojos; esa era una costumbre que
nunca me quitaría. -Genial, es el mejor lugar para hacer compras-dijo entusiasmada-te he
traído un montón de regalos. La miré alzando las cejas a la vez que saltaba de la cama y me iba
directa al baño. -Genial, mamá, como si no tuviera ya bastante ropa sin estrenar-le dije
poniendo los ojos en blanco. Mientras me lavaba la cara y los dientes ella se sentó en la tapa
del váter y comenzó a contarme los maravillosos sitios que había visitado. Yo nunca había
estado en Nueva York, pero la gran manzana parecía haberse convertido en el lugar preferido
para la loca de mi madre. -Me alegro que te lo hayas pasado tan bien-le dije mientras me
metía en el armario y me detenía sin saber que ponerme. Cuando no tenía tanta ropa era
mucho más fácil. -Hoy tenemos planes, Noah, por eso he venido a despertarte aparte de
querer contarte lo bien que me lo he pasado-me dijo y al escuchar el tono de su voz supe que
lo que iba a decirme no me iba hacer ninguna gracia. -¿Qué planes?-le dije con una mano en la
cadera. Mi madre pasó por mi lado y se puso a rebuscar en el armario, pasando vestidos y
mirando la ropa detenidamente. -Tenemos una entrevista en el Colegio St Marie-me dijo y se
giró para mirarme. -¿Entrevista en donde?-le pregunté confusa. -Tú nuevo instituto Noah, te
dije que era uno de los mejores del país, no entra cualquiera y gracias a los contactos de Will y
que también Nick fue un ex alumno pues quieren conocerte-me explico con paciencia-Es una
mera formalidad, nada más, pero te gustará ver el colegio, es impresionante... Sentí que me
entraban ganas de vomitar. -Joder, mamá, ¿no podrías haberme metido en cualquier instituto
normal y corriente?-le dije tirando de las perchas de un lado hacia el otro. De repente me
había puesto completamente nerviosa-No quiero ir a un colegio de pijos, te lo he dicho,
además ¿entrevista para qué? No es un trabajo, por Dios... -Noah, no empieces, esta es una
gran oportunidad para ti, la gente que sale de ese colegio va a las mejores universidades y tú
tienes la oportunidad de que te dejen entrar en el último curso, normalmente eso no se
puede... -¿O sea que voy a ser el bicho raro que dejan entrar por enchufe?-le pregunté
alucinando con la situación-¡Genial, mamá! Mi madre se cruzó de brazos y se echó el pelo
rubio hacia atrás. Siempre que estaba decidida hacía ese gesto, por lo que supe que no iba a
poder discutir mucho sobre el tema. -Ya me lo agradecerás en el futuro, además, tu amiga
Jenna va a St Marie, por lo que no estarás sola-dijo y agradecí el enterarme de aquel detalle.
Era un consuelo saber que alguien estaría conmigo a la hora del almuerzo-Ahora vístete que
tenemos que estar allí en menos de dos horas. Suspiré y rebusqué en el armario hasta
encontrar unos vaqueros de pitillo negro y una blusa formal de color azul cielo. NoEran
pasadas las once y media de la noche cuando decidí que era imposible dormirme. Desde la
noche anterior después de lo que había ocurrido con Nicholas, el recuerdo de los besos y de
sus manos acariciándome la piel no se me quitaban de la cabeza. Mi mente solo podía pensar
en él y en sus labios fundiéndose con los míos. Agradecía la distracción, puesto que eso era
mejor que recrearme en mi tristeza y en los recuerdos de mi antigua vida. Lo que no me
gustaba era estar sola en una casa tan grande. No tenía ni idea de donde estaba Nicholas pero
aún habiéndome despertado a las ocho de la mañana no había podido verle marchar. No
comprendía por qué demonios me preocupaba; ¿desde cuándo me importaba donde pudiese
estar? Seguramente estaría acostándose con su lista de chicas fáciles, sin siquiera pensar en lo
que habíamos estado haciendo la noche anterior. ¿Era yo la única que pensaba que todo había
sido una completa locura? Por el amor de Dios, éramos hermanos, o lo que fuera..., vivíamos
bajo el mismo techo, y nos llevábamos fatal, tanto que cualquier recuerdo que estuviese fuera
de los besos y caricias de la noche anterior me producía un profundo sentimiento de cabreo.
Lo que pasaba es que estaba falta de cariño, mi madre estaba en la otra punta del país al igual
que mis amigos y la gente que conocía de toda la vida. Todo allí era nuevo para mí, ni siquiera
sabía cómo hacer para moverme por aquella cuidad tan grande. Jenna, mi única amiga en
aquel sitio, estaba enganchada a su novio como una lapa, por lo que no podía pretender que
estuviese conmigo todo el tiempo, y para ser sinceros, y al contrario de cómo era yo
normalmente, en ese instante necesitaba estar con alguien, hablar con alguien, o por lo menos
no sentirme tan sola. Por ese motivo había conseguido camelarme al perro de Nick, Thor. En
ese instante estábamos los dos tumbados en el sofá, él apoyaba su cabeza peluda y oscura
sobre mi regazo, y yo le acariciaba las orejas a un ritmo constante. El perro no era para nada
como me lo había pintado el idiota de Nick, todo lo contrario, era un perro muy cariñoso y leal,
y fácil de conquistar si tenías a mano una caja de galletas para perros. Así de triste era mi vida,
mi mayor apoyo en esa casa era un animal de cuatro patas, que le encantaban las galletas, que
le acariciaran en las orejas y cuyo pasatiempo preferido era que le tirasen una pelota una y
otra vez. Estaba mirando una película en la tele cuando sentí que la puerta de entrada se abría.
Thor estaba tan dormido que simplemente se le movieron las orejas en dirección al sonido
cuando una figura alta apareció en la entrada. El salón daba justo al recibidor gigante y estaba
junto al arco de la puerta que daba a las escaleras. Sentí un revoloteó en el estómago cuando
vi de quien se trataba. -Eh, Nick-lo llame cuando vi que su intención era subir. O no se había
percatado de mi presencia allí o pasaba olímpicamente de saludarme. Seguramente la segunda
opción era la correcta, y me arrepentí de inmediato de haberlo llamado. Su rostro se giró hacia
el salón y un segundo después le tenía en la puerta, observándome. Bajo la tenue luz del
televisor y de la lamparita de la entrada solo pude ver que se le veía realmente agotado. Se
había apoyado contra el marco y me miraba con el rostro impasible. -¿Qué haces despierta?-
me preguntó unos segundos después. Tardé en contestarle porque me quedé hipnotizada
observándole. Parecía tan mayor y cansado... Estaba realmente atractivo. Me centré en lo que
me estaba preguntando. -No podía dormir...-le dije en un tono cauteloso. Creo que desde que
nos habíamos conocido esa era la primera vez que nos dirigíamos hacia el otro de una manera
remotamente normal. Asintió y sus ojos se desviaron hacia Thor. -Veo que te lo has camelado-
me dijo con el ceño fruncido-Mi perro es un traidor... Sonreí involuntariamente al ver que de
verdad aquello le fastidiaba. -Bueno, no es fácil resistirse a mis encantos-le dije de broma y
entonces sus ojos se clavaron en los míos. Mierda... estaba segura de lo que en ese momento
se cruzaba por aquella mente perversa. Después de un incómodo silencio desvió la vista hacia
la tele. -¿En serio estás viendo dibujos animados?-me preguntó con incredulidad. Agradecí el
cambio de tema. -Mulán es una de mis pelis preferidas-contesté en tono serio. Sentí un
cosquilleo en el estómago cuando una sonrisa apareció en su rostro. -Tranquila, pecas, cuando
tenía cuatro años también era mi peli preferida-me dijo con sarcasmo a la vez que se acercaba
hasta el sofá y se tumbaba a mi lado. Colocó los pies en la mesa junto a los míos y por un
instante nos quedamos quietos mirando la película. Aquello era demasiado extraño y cuando
ya pensaba que no podía estar más incomoda, Thor se incorporó y se fue a darle la bienvenida
a Nick. Se nos subió a ambos encima hasta llegar a su cara, y le besó mientras él le apartaba y
le acariciaba las orejas. -Eres un traidor Thor, no debería perdonarte-le dijo en tono serio y el
perro se sentó quieto, moviendo la cola y con las orejas hacia arriba, expectante. -Déjale-le dije
riéndome ante la actitud que había cogido el perro. Nick se giró hacia a mí y me sostuvo la
mirada. Me quedé quieta, consciente de que estábamos muy cerca. El Nick que tenía delante
no tenía nada que ver con el que había conocido desde que había llegado. Este estaba
relajado, sin actitud desdeñosa ni de superioridad... y me di cuenta de que estaba así porque
en sus ojos se leía una tristeza que no podía ocultar. -¿Dónde has estado?-le pregunté en un
susurro. No tenía ni idea de porque había bajado el tono de voz, pero aquella pregunta parecía
estar prohibida entre nosotros... porque de alguna manera era como si me importara lo que
hubiese estado haciendo...cosa que no era verdad...¿No? Sus ojos me recorrieron el rostro
hasta volver a centrarse en mis ojos. -Con alguien que me necesitaba- dijo y por su manera de
decirlo supe que no se trataba de ninguna tía de su lista de amigas.- ¿Por qué? ¿Me has
echado de menos?-preguntó un segundo después. Era consciente de que se había acercado,
pero no quería apartarme. De algún modo su presencia me había hecho sonreír, y me había
quitado aquella opresión en el pecho, aquella profunda tristeza que había sentido durante
todo el día. -No me gusta estar sola en un sitio tan grande-le dije aún hablando en susurros. Su
mano descansaba sobre el respaldo del sofá, y se me entrecortó la respiración cuando sentí
sus dedos acariciarme el pelo y después la oreja con cuidado. Estábamos mirándonos de
frente, y era como si el tiempo se hubiese paralizado. No oía ni la película ni nada más que no
fuera su respiración y los latidos enloquecidos de mi corazón. -Pues menos mal que ya estoy
aquí- dijo y entonces se inclinó para presionar sus labios suaves sobre los míos. Fue un beso
cálido y lleno de expectación. Cerré los ojos para dejarme llevar por el momento y mis manos
subieron hasta su rostro, sentí su barba incipiente contra mi palma y le acaricié el rostro hasta
llegar a su pelo... Me sentía bien, me embargaba calidez y un profundo deseo en mi interior.
Simplemente me olvidé de todo. Sus labios se volvieron más insistentes hasta que entreabrí la
boca y su lengua me invadió. Se me puso toda la piel de gallina cuando su mano bajó por mis
hombros, hasta mis costillas para detenerse en mi cintura. Se estaba comportando de una
manera completamente diferente a como la noche anterior. Me tocaba con calidez y suavidad,
como si pudiera romperme. Escuche como se me escapaba un gemido casi inaudible cuando
sus dedos se abrieron paso por mi cintura hasta tocar la piel desnuda de mi espalda. Me
arqueé casi involuntariamente para que mi cuerpo se pegase aún más al de él y fue entonces
cuando se apartó con brusquedad. Abrí los ojos con sorpresa y con la mente en blanco. Eso me
provocaba él, que me olvidara absolutamente de todo, y eso era justamente lo que necesitaba.
Sus ojos estaban fijos en mis labios y sentí la urgencia de que volviera a besarlos. Entonces se
apartó unos centímetros, y me buscó con la mirada. -Esto no está bien-me dijo
repentinamente serio-No me dejes volver a hacerlo, eres mi hermanastra y tienes diecisiete
años-agregó como si eso fuera de alguna manera relevante.-No volverá a pasar.-dijo
incorporándose. Le observé entre enfadada y dolida. ¿Me besaba y ahora me decía aquellas
cosas...? quería que volviera hacerlo, quería que me hiciese sentir tan bien otra vez, lo
necesitaba más que nada, porque aquel día había sido horrible, me había sentido como una
mierda, sin nadie con quien hablar ni nadie a quien poder llamar. Todas las personas que
quería o estaban ocupadas o me habían traicionado. Le miré fijamente. -Tienes toda la razón-
dije levantándome del sofá y pasando a su lado con un empujón.-Vamos, Thor-le grité al perro
y sonreí cuando lo tuve en menos de un segundo a mí lado. Subí molesta y desconcertada a mí
habitación. Di un portazo y me metí en la cama. Después de no sé cuánto tiempo comprendí
que ere cierto.... Eso no podía volver a ocurrir. *** A la mañana siguiente una voz conocida me
despertó dándome pequeños golpecitos en mi costado. -¡Vamos arriba, que son más de las
doce!-dijo la voz de mi madre a mi lado. Abrí los ojos aún medio adormilada y la observé
sentada en mi cama y con un aspecto reluciente.- ¿Me has echado de menos?-me preguntó
con una sonrisa radiante. Le devolví la sonrisa y me incliné para abrazarla. Por fin había vuelto,
claro que la había echado de menos, ella era la que traía normalidad a mi vida. -¿Qué tal en
Nueva York?-le pregunté estirándome y refregándome los ojos; esa era una costumbre que
nunca me quitaría. -Genial, es el mejor lugar para hacer compras-dijo entusiasmada-te he
traído un montón de regalos. La miré alzando las cejas a la vez que saltaba de la cama y me iba
directa al baño. -Genial, mamá, como si no tuviera ya bastante ropa sin estrenar-le dije
poniendo los ojos en blanco. Mientras me lavaba la cara y los dientes ella se sentó en la tapa
del váter y comenzó a contarme los maravillosos sitios que había visitado. Yo nunca había
estado en Nueva York, pero la gran manzana parecía haberse convertido en el lugar preferido
para la loca de mi madre. -Me alegro que te lo hayas pasado tan bien-le dije mientras me
metía en el armario y me detenía sin saber que ponerme. Cuando no tenía tanta ropa era
mucho más fácil. -Hoy tenemos planes, Noah, por eso he venido a despertarte aparte de
querer contarte lo bien que me lo he pasado-me dijo y al escuchar el tono de su voz supe que
lo que iba a decirme no me iba hacer ninguna gracia. -¿Qué planes?-le dije con una mano en la
cadera. Mi madre pasó por mi lado y se puso a rebuscar en el armario, pasando vestidos y
mirando la ropa detenidamente. -Tenemos una entrevista en el Colegio St Marie-me dijo y se
giró para mirarme. -¿Entrevista en donde?-le pregunté confusa. -Tú nuevo instituto Noah, te
dije que era uno de los mejores del país, no entra cualquiera y gracias a los contactos de Will y
que también Nick fue un ex alumno pues quieren conocerte-me explico con paciencia-Es una
mera formalidad, nada más, pero te gustará ver el colegio, es impresionante... Sentí que me
entraban ganas de vomitar. -Joder, mamá, ¿no podrías haberme metido en cualquier instituto
normal y corriente?-le dije tirando de las perchas de un lado hacia el otro. De repente me
había puesto completamente nerviosa-No quiero ir a un colegio de pijos, te lo he dicho,
además ¿entrevista para qué? No es un trabajo, por Dios... -Noah, no empieces, esta es una
gran oportunidad para ti, la gente que sale de ese colegio va a las mejores universidades y tú
tienes la oportunidad de que te dejen entrar en el último curso, normalmente eso no se
puede... -¿O sea que voy a ser el bicho raro que dejan entrar por enchufe?-le pregunté
alucinando con la situación-¡Genial, mamá! Mi madre se cruzó de brazos y se echó el pelo
rubio hacia atrás. Siempre que estaba decidida hacía ese gesto, por lo que supe que no iba a
poder discutir mucho sobre el tema. -Ya me lo agradecerás en el futuro, además, tu amiga
Jenna va a St Marie, por lo que no estarás sola-dijo y agradecí el enterarme de aquel detalle.
Era un consuelo saber que alguien estaría conmigo a la hora del almuerzo-Ahora vístete que
tenemos que estar allí en menos de dos horas. Suspiré y rebusqué en el armario hasta
encontrar unos vaqueros de pitillo negro y una blusa formal de color azul cielo. NoEran
pasadas las once y media de la noche cuando decidí que era imposible dormirme. Desde la
noche anterior después de lo que había ocurrido con Nicholas, el recuerdo de los besos y de
sus manos acariciándome la piel no se me quitaban de la cabeza. Mi mente solo podía pensar
en él y en sus labios fundiéndose con los míos. Agradecía la distracción, puesto que eso era
mejor que recrearme en mi tristeza y en los recuerdos de mi antigua vida. Lo que no me
gustaba era estar sola en una casa tan grande. No tenía ni idea de donde estaba Nicholas pero
aún habiéndome despertado a las ocho de la mañana no había podido verle marchar. No
comprendía por qué demonios me preocupaba; ¿desde cuándo me importaba donde pudiese
estar? Seguramente estaría acostándose con su lista de chicas fáciles, sin siquiera pensar en lo
que habíamos estado haciendo la noche anterior. ¿Era yo la única que pensaba que todo había
sido una completa locura? Por el amor de Dios, éramos hermanos, o lo que fuera..., vivíamos
bajo el mismo techo, y nos llevábamos fatal, tanto que cualquier recuerdo que estuviese fuera
de los besos y caricias de la noche anterior me producía un profundo sentimiento de cabreo.
Lo que pasaba es que estaba falta de cariño, mi madre estaba en la otra punta del país al igual
que mis amigos y la gente que conocía de toda la vida. Todo allí era nuevo para mí, ni siquiera
sabía cómo hacer para moverme por aquella cuidad tan grande. Jenna, mi única amiga en
aquel sitio, estaba enganchada a su novio como una lapa, por lo que no podía pretender que
estuviese conmigo todo el tiempo, y para ser sinceros, y al contrario de cómo era yo
normalmente, en ese instante necesitaba estar con alguien, hablar con alguien, o por lo menos
no sentirme tan sola. Por ese motivo había conseguido camelarme al perro de Nick, Thor. En
ese instante estábamos los dos tumbados en el sofá, él apoyaba su cabeza peluda y oscura
sobre mi regazo, y yo le acariciaba las orejas a un ritmo constante. El perro no era para nada
como me lo había pintado el idiota de Nick, todo lo contrario, era un perro muy cariñoso y leal,
y fácil de conquistar si tenías a mano una caja de galletas para perros. Así de triste era mi vida,
mi mayor apoyo en esa casa era un animal de cuatro patas, que le encantaban las galletas, que
le acariciaran en las orejas y cuyo pasatiempo preferido era que le tirasen una pelota una y
otra vez. Estaba mirando una película en la tele cuando sentí que la puerta de entrada se abría.
Thor estaba tan dormido que simplemente se le movieron las orejas en dirección al sonido
cuando una figura alta apareció en la entrada. El salón daba justo al recibidor gigante y estaba
junto al arco de la puerta que daba a las escaleras. Sentí un revoloteó en el estómago cuando
vi de quien se trataba. -Eh, Nick-lo llame cuando vi que su intención era subir. O no se había
percatado de mi presencia allí o pasaba olímpicamente de saludarme. Seguramente la segunda
opción era la correcta, y me arrepentí de inmediato de haberlo llamado. Su rostro se giró hacia
el salón y un segundo después le tenía en la puerta, observándome. Bajo la tenue luz del
televisor y de la lamparita de la entrada solo pude ver que se le veía realmente agotado. Se
había apoyado contra el marco y me miraba con el rostro impasible. -¿Qué haces despierta?-
me preguntó unos segundos después. Tardé en contestarle porque me quedé hipnotizada
observándole. Parecía tan mayor y cansado... Estaba realmente atractivo. Me centré en lo que
me estaba preguntando. -No podía dormir...-le dije en un tono cauteloso. Creo que desde que
nos habíamos conocido esa era la primera vez que nos dirigíamos hacia el otro de una manera
remotamente normal. Asintió y sus ojos se desviaron hacia Thor. -Veo que te lo has camelado-
me dijo con el ceño fruncido-Mi perro es un traidor... Sonreí involuntariamente al ver que de
verdad aquello le fastidiaba. -Bueno, no es fácil resistirse a mis encantos-le dije de broma y
entonces sus ojos se clavaron en los míos. Mierda... estaba segura de lo que en ese momento
se cruzaba por aquella mente perversa. Después de un incómodo silencio desvió la vista hacia
la tele. -¿En serio estás viendo dibujos animados?-me preguntó con incredulidad. Agradecí el
cambio de tema. -Mulán es una de mis pelis preferidas-contesté en tono serio. Sentí un
cosquilleo en el estómago cuando una sonrisa apareció en su rostro. -Tranquila, pecas, cuando
tenía cuatro años también era mi peli preferida-me dijo con sarcasmo a la vez que se acercaba
hasta el sofá y se tumbaba a mi lado. Colocó los pies en la mesa junto a los míos y por un
instante nos quedamos quietos mirando la película. Aquello era demasiado extraño y cuando
ya pensaba que no podía estar más incomoda, Thor se incorporó y se fue a darle la bienvenida
a Nick. Se nos subió a ambos encima hasta llegar a su cara, y le besó mientras él le apartaba y
le acariciaba las orejas. -Eres un traidor Thor, no debería perdonarte-le dijo en tono serio y el
perro se sentó quieto, moviendo la cola y con las orejas hacia arriba, expectante. -Déjale-le dije
riéndome ante la actitud que había cogido el perro. Nick se giró hacia a mí y me sostuvo la
mirada. Me quedé quieta, consciente de que estábamos muy cerca. El Nick que tenía delante
no tenía nada que ver con el que había conocido desde que había llegado. Este estaba
relajado, sin actitud desdeñosa ni de superioridad... y me di cuenta de que estaba así porque
en sus ojos se leía una tristeza que no podía ocultar. -¿Dónde has estado?-le pregunté en un
susurro. No tenía ni idea de porque había bajado el tono de voz, pero aquella pregunta parecía
estar prohibida entre nosotros... porque de alguna manera era como si me importara lo que
hubiese estado haciendo...cosa que no era verdad...¿No? Sus ojos me recorrieron el rostro
hasta volver a centrarse en mis ojos. -Con alguien que me necesitaba- dijo y por su manera de
decirlo supe que no se trataba de ninguna tía de su lista de amigas.- ¿Por qué? ¿Me has
echado de menos?-preguntó un segundo después. Era consciente de que se había acercado,
pero no quería apartarme. De algún modo su presencia me había hecho sonreír, y me había
quitado aquella opresión en el pecho, aquella profunda tristeza que había sentido durante
todo el día. -No me gusta estar sola en un sitio tan grande-le dije aún hablando en susurros. Su
mano descansaba sobre el respaldo del sofá, y se me entrecortó la respiración cuando sentí
sus dedos acariciarme el pelo y después la oreja con cuidado. Estábamos mirándonos de
frente, y era como si el tiempo se hubiese paralizado. No oía ni la película ni nada más que no
fuera su respiración y los latidos enloquecidos de mi corazón. -Pues menos mal que ya estoy
aquí- dijo y entonces se inclinó para presionar sus labios suaves sobre los míos. Fue un beso
cálido y lleno de expectación. Cerré los ojos para dejarme llevar por el momento y mis manos
subieron hasta su rostro, sentí su barba incipiente contra mi palma y le acaricié el rostro hasta
llegar a su pelo... Me sentía bien, me embargaba calidez y un profundo deseo en mi interior.
Simplemente me olvidé de todo. Sus labios se volvieron más insistentes hasta que entreabrí la
boca y su lengua me invadió. Se me puso toda la piel de gallina cuando su mano bajó por mis
hombros, hasta mis costillas para detenerse en mi cintura. Se estaba comportando de una
manera completamente diferente a como la noche anterior. Me tocaba con calidez y suavidad,
como si pudiera romperme. Escuche como se me escapaba un gemido casi inaudible cuando
sus dedos se abrieron paso por mi cintura hasta tocar la piel desnuda de mi espalda. Me
arqueé casi involuntariamente para que mi cuerpo se pegase aún más al de él y fue entonces
cuando se apartó con brusquedad. Abrí los ojos con sorpresa y con la mente en blanco. Eso me
provocaba él, que me olvidara absolutamente de todo, y eso era justamente lo que necesitaba.
Sus ojos estaban fijos en mis labios y sentí la urgencia de que volviera a besarlos. Entonces se
apartó unos centímetros, y me buscó con la mirada. -Esto no está bien-me dijo
repentinamente serio-No me dejes volver a hacerlo, eres mi hermanastra y tienes diecisiete
años-agregó como si eso fuera de alguna manera relevante.-No volverá a pasar.-dijo
incorporándose. Le observé entre enfadada y dolida. ¿Me besaba y ahora me decía aquellas
cosas...? quería que volviera hacerlo, quería que me hiciese sentir tan bien otra vez, lo
necesitaba más que nada, porque aquel día había sido horrible, me había sentido como una
mierda, sin nadie con quien hablar ni nadie a quien poder llamar. Todas las personas que
quería o estaban ocupadas o me habían traicionado. Le miré fijamente. -Tienes toda la razón-
dije levantándome del sofá y pasando a su lado con un empujón.-Vamos, Thor-le grité al perro
y sonreí cuando lo tuve en menos de un segundo a mí lado. Subí molesta y desconcertada a mí
habitación. Di un portazo y me metí en la cama. Después de no sé cuánto tiempo comprendí
que ere cierto.... Eso no podía volver a ocurrir. *** A la mañana siguiente una voz conocida me
despertó dándome pequeños golpecitos en mi costado. -¡Vamos arriba, que son más de las
doce!-dijo la voz de mi madre a mi lado. Abrí los ojos aún medio adormilada y la observé
sentada en mi cama y con un aspecto reluciente.- ¿Me has echado de menos?-me preguntó
con una sonrisa radiante. Le devolví la sonrisa y me incliné para abrazarla. Por fin había vuelto,
claro que la había echado de menos, ella era la que traía normalidad a mi vida. -¿Qué tal en
Nueva York?-le pregunté estirándome y refregándome los ojos; esa era una costumbre que
nunca me quitaría. -Genial, es el mejor lugar para hacer compras-dijo entusiasmada-te he
traído un montón de regalos. La miré alzando las cejas a la vez que saltaba de la cama y me iba
directa al baño. -Genial, mamá, como si no tuviera ya bastante ropa sin estrenar-le dije
poniendo los ojos en blanco. Mientras me lavaba la cara y los dientes ella se sentó en la tapa
del váter y comenzó a contarme los maravillosos sitios que había visitado. Yo nunca había
estado en Nueva York, pero la gran manzana parecía haberse convertido en el lugar preferido
para la loca de mi madre. -Me alegro que te lo hayas pasado tan bien-le dije mientras me
metía en el armario y me detenía sin saber que ponerme. Cuando no tenía tanta ropa era
mucho más fácil. -Hoy tenemos planes, Noah, por eso he venido a despertarte aparte de
querer contarte lo bien que me lo he pasado-me dijo y al escuchar el tono de su voz supe que
lo que iba a decirme no me iba hacer ninguna gracia. -¿Qué planes?-le dije con una mano en la
cadera. Mi madre pasó por mi lado y se puso a rebuscar en el armario, pasando vestidos y
mirando la ropa detenidamente. -Tenemos una entrevista en el Colegio St Marie-me dijo y se
giró para mirarme. -¿Entrevista en donde?-le pregunté confusa. -Tú nuevo instituto Noah, te
dije que era uno de los mejores del país, no entra cualquiera y gracias a los contactos de Will y
que también Nick fue un ex alumno pues quieren conocerte-me explico con paciencia-Es una
mera formalidad, nada más, pero te gustará ver el colegio, es impresionante... Sentí que me
entraban ganas de vomitar. -Joder, mamá, ¿no podrías haberme metido en cualquier instituto
normal y corriente?-le dije tirando de las perchas de un lado hacia el otro. De repente me
había puesto completamente nerviosa-No quiero ir a un colegio de pijos, te lo he dicho,
además ¿entrevista para qué? No es un trabajo, por Dios... -Noah, no empieces, esta es una
gran oportunidad para ti, la gente que sale de ese colegio va a las mejores universidades y tú
tienes la oportunidad de que te dejen entrar en el último curso, normalmente eso no se
puede... -¿O sea que voy a ser el bicho raro que dejan entrar por enchufe?-le pregunté
alucinando con la situación-¡Genial, mamá! Mi madre se cruzó de brazos y se echó el pelo
rubio hacia atrás. Siempre que estaba decidida hacía ese gesto, por lo que supe que no iba a
poder discutir mucho sobre el tema. -Ya me lo agradecerás en el futuro, además, tu amiga
Jenna va a St Marie, por lo que no estarás sola-dijo y agradecí el enterarme de aquel detalle.
Era un consuelo saber que alguien estaría conmigo a la hora del almuerzo-Ahora vístete que
tenemos que estar allí en menos de dos horas. Suspiré y rebusqué en el armario hasta
encontrar unos vaqueros de pitillo negro y una blusa formal de color azul cielo. NoEran
pasadas las once y media de la noche cuando decidí que era imposible dormirme. Desde la
noche anterior después de lo que había ocurrido con Nicholas, el recuerdo de los besos y de
sus manos acariciándome la piel no se me quitaban de la cabeza. Mi mente solo podía pensar
en él y en sus labios fundiéndose con los míos. Agradecía la distracción, puesto que eso era
mejor que recrearme en mi tristeza y en los recuerdos de mi antigua vida. Lo que no me
gustaba era estar sola en una casa tan grande. No tenía ni idea de donde estaba Nicholas pero
aún habiéndome despertado a las ocho de la mañana no había podido verle marchar. No
comprendía por qué demonios me preocupaba; ¿desde cuándo me importaba donde pudiese
estar? Seguramente estaría acostándose con su lista de chicas fáciles, sin siquiera pensar en lo
que habíamos estado haciendo la noche anterior. ¿Era yo la única que pensaba que todo había
sido una completa locura? Por el amor de Dios, éramos hermanos, o lo que fuera..., vivíamos
bajo el mismo techo, y nos llevábamos fatal, tanto que cualquier recuerdo que estuviese fuera
de los besos y caricias de la noche anterior me producía un profundo sentimiento de cabreo.
Lo que pasaba es que estaba falta de cariño, mi madre estaba en la otra punta del país al igual
que mis amigos y la gente que conocía de toda la vida. Todo allí era nuevo para mí, ni siquiera
sabía cómo hacer para moverme por aquella cuidad tan grande. Jenna, mi única amiga en
aquel sitio, estaba enganchada a su novio como una lapa, por lo que no podía pretender que
estuviese conmigo todo el tiempo, y para ser sinceros, y al contrario de cómo era yo
normalmente, en ese instante necesitaba estar con alguien, hablar con alguien, o por lo menos
no sentirme tan sola. Por ese motivo había conseguido camelarme al perro de Nick, Thor. En
ese instante estábamos los dos tumbados en el sofá, él apoyaba su cabeza peluda y oscura
sobre mi regazo, y yo le acariciaba las orejas a un ritmo constante. El perro no era para nada
como me lo había pintado el idiota de Nick, todo lo contrario, era un perro muy cariñoso y leal,
y fácil de conquistar si tenías a mano una caja de galletas para perros. Así de triste era mi vida,
mi mayor apoyo en esa casa era un animal de cuatro patas, que le encantaban las galletas, que
le acariciaran en las orejas y cuyo pasatiempo preferido era que le tirasen una pelota una y
otra vez. Estaba mirando una película en la tele cuando sentí que la puerta de entrada se abría.
Thor estaba tan dormido que simplemente se le movieron las orejas en dirección al sonido
cuando una figura alta apareció en la entrada. El salón daba justo al recibidor gigante y estaba
junto al arco de la puerta que daba a las escaleras. Sentí un revoloteó en el estómago cuando
vi de quien se trataba. -Eh, Nick-lo llame cuando vi que su intención era subir. O no se había
percatado de mi presencia allí o pasaba olímpicamente de saludarme. Seguramente la segunda
opción era la correcta, y me arrepentí de inmediato de haberlo llamado. Su rostro se giró hacia
el salón y un segundo después le tenía en la puerta, observándome. Bajo la tenue luz del
televisor y de la lamparita de la entrada solo pude ver que se le veía realmente agotado. Se
había apoyado contra el marco y me miraba con el rostro impasible. -¿Qué haces despierta?-
me preguntó unos segundos después. Tardé en contestarle porque me quedé hipnotizada
observándole. Parecía tan mayor y cansado... Estaba realmente atractivo. Me centré en lo que
me estaba preguntando. -No podía dormir...-le dije en un tono cauteloso. Creo que desde que
nos habíamos conocido esa era la primera vez que nos dirigíamos hacia el otro de una manera
remotamente normal. Asintió y sus ojos se desviaron hacia Thor. -Veo que te lo has camelado-
me dijo con el ceño fruncido-Mi perro es un traidor... Sonreí involuntariamente al ver que de
verdad aquello le fastidiaba. -Bueno, no es fácil resistirse a mis encantos-le dije de broma y
entonces sus ojos se clavaron en los míos. Mierda... estaba segura de lo que en ese momento
se cruzaba por aquella mente perversa. Después de un incómodo silencio desvió la vista hacia
la tele. -¿En serio estás viendo dibujos animados?-me preguntó con incredulidad. Agradecí el
cambio de tema. -Mulán es una de mis pelis preferidas-contesté en tono serio. Sentí un
cosquilleo en el estómago cuando una sonrisa apareció en su rostro. -Tranquila, pecas, cuando
tenía cuatro años también era mi peli preferida-me dijo con sarcasmo a la vez que se acercaba
hasta el sofá y se tumbaba a mi lado. Colocó los pies en la mesa junto a los míos y por un
instante nos quedamos quietos mirando la película. Aquello era demasiado extraño y cuando
ya pensaba que no podía estar más incomoda, Thor se incorporó y se fue a darle la bienvenida
a Nick. Se nos subió a ambos encima hasta llegar a su cara, y le besó mientras él le apartaba y
le acariciaba las orejas. -Eres un traidor Thor, no debería perdonarte-le dijo en tono serio y el
perro se sentó quieto, moviendo la cola y con las orejas hacia arriba, expectante. -Déjale-le dije
riéndome ante la actitud que había cogido el perro. Nick se giró hacia a mí y me sostuvo la
mirada. Me quedé quieta, consciente de que estábamos muy cerca. El Nick que tenía delante
no tenía nada que ver con el que había conocido desde que había llegado. Este estaba
relajado, sin actitud desdeñosa ni de superioridad... y me di cuenta de que estaba así porque
en sus ojos se leía una tristeza que no podía ocultar. -¿Dónde has estado?-le pregunté en un
susurro. No tenía ni idea de porque había bajado el tono de voz, pero aquella pregunta parecía
estar prohibida entre nosotros... porque de alguna manera era como si me importara lo que
hubiese estado haciendo...cosa que no era verdad...¿No? Sus ojos me recorrieron el rostro
hasta volver a centrarse en mis ojos. -Con alguien que me necesitaba- dijo y por su manera de
decirlo supe que no se trataba de ninguna tía de su lista de amigas.- ¿Por qué? ¿Me has
echado de menos?-preguntó un segundo después. Era consciente de que se había acercado,
pero no quería apartarme. De algún modo su presencia me había hecho sonreír, y me había
quitado aquella opresión en el pecho, aquella profunda tristeza que había sentido durante
todo el día. -No me gusta estar sola en un sitio tan grande-le dije aún hablando en susurros. Su
mano descansaba sobre el respaldo del sofá, y se me entrecortó la respiración cuando sentí
sus dedos acariciarme el pelo y después la oreja con cuidado. Estábamos mirándonos de
frente, y era como si el tiempo se hubiese paralizado. No oía ni la película ni nada más que no
fuera su respiración y los latidos enloquecidos de mi corazón. -Pues menos mal que ya estoy
aquí- dijo y entonces se inclinó para presionar sus labios suaves sobre los míos. Fue un beso
cálido y lleno de expectación. Cerré los ojos para dejarme llevar por el momento y mis manos
subieron hasta su rostro, sentí su barba incipiente contra mi palma y le acaricié el rostro hasta
llegar a su pelo... Me sentía bien, me embargaba calidez y un profundo deseo en mi interior.
Simplemente me olvidé de todo. Sus labios se volvieron más insistentes hasta que entreabrí la
boca y su lengua me invadió. Se me puso toda la piel de gallina cuando su mano bajó por mis
hombros, hasta mis costillas para detenerse en mi cintura. Se estaba comportando de una
manera completamente diferente a como la noche anterior. Me tocaba con calidez y suavidad,
como si pudiera romperme. Escuche como se me escapaba un gemido casi inaudible cuando
sus dedos se abrieron paso por mi cintura hasta tocar la piel desnuda de mi espalda. Me
arqueé casi involuntariamente para que mi cuerpo se pegase aún más al de él y fue entonces
cuando se apartó con brusquedad. Abrí los ojos con sorpresa y con la mente en blanco. Eso me
provocaba él, que me olvidara absolutamente de todo, y eso era justamente lo que necesitaba.
Sus ojos estaban fijos en mis labios y sentí la urgencia de que volviera a besarlos. Entonces se
apartó unos centímetros, y me buscó con la mirada. -Esto no está bien-me dijo
repentinamente serio-No me dejes volver a hacerlo, eres mi hermanastra y tienes diecisiete
años-agregó como si eso fuera de alguna manera relevante.-No volverá a pasar.-dijo
incorporándose. Le observé entre enfadada y dolida. ¿Me besaba y ahora me decía aquellas
cosas...? quería que volviera hacerlo, quería que me hiciese sentir tan bien otra vez, lo
necesitaba más que nada, porque aquel día había sido horrible, me había sentido como una
mierda, sin nadie con quien hablar ni nadie a quien poder llamar. Todas las personas que
quería o estaban ocupadas o me habían traicionado. Le miré fijamente. -Tienes toda la razón-
dije levantándome del sofá y pasando a su lado con un empujón.-Vamos, Thor-le grité al perro
y sonreí cuando lo tuve en menos de un segundo a mí lado. Subí molesta y desconcertada a mí
habitación. Di un portazo y me metí en la cama. Después de no sé cuánto tiempo comprendí
que ere cierto.... Eso no podía volver a ocurrir. *** A la mañana siguiente una voz conocida me
despertó dándome pequeños golpecitos en mi costado. -¡Vamos arriba, que son más de las
doce!-dijo la voz de mi madre a mi lado. Abrí los ojos aún medio adormilada y la observé
sentada en mi cama y con un aspecto reluciente.- ¿Me has echado de menos?-me preguntó
con una sonrisa radiante. Le devolví la sonrisa y me incliné para abrazarla. Por fin había vuelto,
claro que la había echado de menos, ella era la que traía normalidad a mi vida. -¿Qué tal en
Nueva York?-le pregunté estirándome y refregándome los ojos; esa era una costumbre que
nunca me quitaría. -Genial, es el mejor lugar para hacer compras-dijo entusiasmada-te he
traído un montón de regalos. La miré alzando las cejas a la vez que saltaba de la cama y me iba
directa al baño. -Genial, mamá, como si no tuviera ya bastante ropa sin estrenar-le dije
poniendo los ojos en blanco. Mientras me lavaba la cara y los dientes ella se sentó en la tapa
del váter y comenzó a contarme los maravillosos sitios que había visitado. Yo nunca había
estado en Nueva York, pero la gran manzana parecía haberse convertido en el lugar preferido
para la loca de mi madre. -Me alegro que te lo hayas pasado tan bien-le dije mientras me
metía en el armario y me detenía sin saber que ponerme. Cuando no tenía tanta ropa era
mucho más fácil. -Hoy tenemos planes, Noah, por eso he venido a despertarte aparte de
querer contarte lo bien que me lo he pasado-me dijo y al escuchar el tono de su voz supe que
lo que iba a decirme no me iba hacer ninguna gracia. -¿Qué planes?-le dije con una mano en la
cadera. Mi madre pasó por mi lado y se puso a rebuscar en el armario, pasando vestidos y
mirando la ropa detenidamente. -Tenemos una entrevista en el Colegio St Marie-me dijo y se
giró para mirarme. -¿Entrevista en donde?-le pregunté confusa. -Tú nuevo instituto Noah, te
dije que era uno de los mejores del país, no entra cualquiera y gracias a los contactos de Will y
que también Nick fue un ex alumno pues quieren conocerte-me explico con paciencia-Es una
mera formalidad, nada más, pero te gustará ver el colegio, es impresionante... Sentí que me
entraban ganas de vomitar. -Joder, mamá, ¿no podrías haberme metido en cualquier instituto
normal y corriente?-le dije tirando de las perchas de un lado hacia el otro. De repente me
había puesto completamente nerviosa-No quiero ir a un colegio de pijos, te lo he dicho,
además ¿entrevista para qué? No es un trabajo, por Dios... -Noah, no empieces, esta es una
gran oportunidad para ti, la gente que sale de ese colegio va a las mejores universidades y tú
tienes la oportunidad de que te dejen entrar en el último curso, normalmente eso no se
puede... -¿O sea que voy a ser el bicho raro que dejan entrar por enchufe?-le pregunté
alucinando con la situación-¡Genial, mamá! Mi madre se cruzó de brazos y se echó el pelo
rubio hacia atrás. Siempre que estaba decidida hacía ese gesto, por lo que supe que no iba a
poder discutir mucho sobre el tema. -Ya me lo agradecerás en el futuro, además, tu amiga
Jenna va a St Marie, por lo que no estarás sola-dijo y agradecí el enterarme de aquel detalle.
Era un consuelo saber que alguien estaría conmigo a la hora del almuerzo-Ahora vístete que
tenemos que estar allí en menos de dos horas. Suspiré y rebusqué en el armario hasta
encontrar unos vaqueros de pitillo negro y una blusa formal de color azul cielo. NoEran
pasadas las once y media de la noche cuando decidí que era imposible dormirme. Desde la
noche anterior después de lo que había ocurrido con Nicholas, el recuerdo de los besos y de
sus manos acariciándome la piel no se me quitaban de la cabeza. Mi mente solo podía pensar
en él y en sus labios fundiéndose con los míos. Agradecía la distracción, puesto que eso era
mejor que recrearme en mi tristeza y en los recuerdos de mi antigua vida. Lo que no me
gustaba era estar sola en una casa tan grande. No tenía ni idea de donde estaba Nicholas pero
aún habiéndome despertado a las ocho de la mañana no había podido verle marchar. No
comprendía por qué demonios me preocupaba; ¿desde cuándo me importaba donde pudiese
estar? Seguramente estaría acostándose con su lista de chicas fáciles, sin siquiera pensar en lo
que habíamos estado haciendo la noche anterior. ¿Era yo la única que pensaba que todo había
sido una completa locura? Por el amor de Dios, éramos hermanos, o lo que fuera..., vivíamos
bajo el mismo techo, y nos llevábamos fatal, tanto que cualquier recuerdo que estuviese fuera
de los besos y caricias de la noche anterior me producía un profundo sentimiento de cabreo.
Lo que pasaba es que estaba falta de cariño, mi madre estaba en la otra punta del país al igual
que mis amigos y la gente que conocía de toda la vida. Todo allí era nuevo para mí, ni siquiera
sabía cómo hacer para moverme por aquella cuidad tan grande. Jenna, mi única amiga en
aquel sitio, estaba enganchada a su novio como una lapa, por lo que no podía pretender que
estuviese conmigo todo el tiempo, y para ser sinceros, y al contrario de cómo era yo
normalmente, en ese instante necesitaba estar con alguien, hablar con alguien, o por lo menos
no sentirme tan sola. Por ese motivo había conseguido camelarme al perro de Nick, Thor. En
ese instante estábamos los dos tumbados en el sofá, él apoyaba su cabeza peluda y oscura
sobre mi regazo, y yo le acariciaba las orejas a un ritmo constante. El perro no era para nada
como me lo había pintado el idiota de Nick, todo lo contrario, era un perro muy cariñoso y leal,
y fácil de conquistar si tenías a mano una caja de galletas para perros. Así de triste era mi vida,
mi mayor apoyo en esa casa era un animal de cuatro patas, que le encantaban las galletas, que
le acariciaran en las orejas y cuyo pasatiempo preferido era que le tirasen una pelota una y
otra vez. Estaba mirando una película en la tele cuando sentí que la puerta de entrada se abría.
Thor estaba tan dormido que simplemente se le movieron las orejas en dirección al sonido
cuando una figura alta apareció en la entrada. El salón daba justo al recibidor gigante y estaba
junto al arco de la puerta que daba a las escaleras. Sentí un revoloteó en el estómago cuando
vi de quien se trataba. -Eh, Nick-lo llame cuando vi que su intención era subir. O no se había
percatado de mi presencia allí o pasaba olímpicamente de saludarme. Seguramente la segunda
opción era la correcta, y me arrepentí de inmediato de haberlo llamado. Su rostro se giró hacia
el salón y un segundo después le tenía en la puerta, observándome. Bajo la tenue luz del
televisor y de la lamparita de la entrada solo pude ver que se le veía realmente agotado. Se
había apoyado contra el marco y me miraba con el rostro impasible. -¿Qué haces despierta?-
me preguntó unos segundos después. Tardé en contestarle porque me quedé hipnotizada
observándole. Parecía tan mayor y cansado... Estaba realmente atractivo. Me centré en lo que
me estaba preguntando. -No podía dormir...-le dije en un tono cauteloso. Creo que desde que
nos habíamos conocido esa era la primera vez que nos dirigíamos hacia el otro de una manera
remotamente normal. Asintió y sus ojos se desviaron hacia Thor. -Veo que te lo has camelado-
me dijo con el ceño fruncido-Mi perro es un traidor... Sonreí involuntariamente al ver que de
verdad aquello le fastidiaba. -Bueno, no es fácil resistirse a mis encantos-le dije de broma y
entonces sus ojos se clavaron en los míos. Mierda... estaba segura de lo que en ese momento
se cruzaba por aquella mente perversa. Después de un incómodo silencio desvió la vista hacia
la tele. -¿En serio estás viendo dibujos animados?-me preguntó con incredulidad. Agradecí el
cambio de tema. -Mulán es una de mis pelis preferidas-contesté en tono serio. Sentí un
cosquilleo en el estómago cuando una sonrisa apareció en su rostro. -Tranquila, pecas, cuando
tenía cuatro años también era mi peli preferida-me dijo con sarcasmo a la vez que se acercaba
hasta el sofá y se tumbaba a mi lado. Colocó los pies en la mesa junto a los míos y por un
instante nos quedamos quietos mirando la película. Aquello era demasiado extraño y cuando
ya pensaba que no podía estar más incomoda, Thor se incorporó y se fue a darle la bienvenida
a Nick. Se nos subió a ambos encima hasta llegar a su cara, y le besó mientras él le apartaba y
le acariciaba las orejas. -Eres un traidor Thor, no debería perdonarte-le dijo en tono serio y el
perro se sentó quieto, moviendo la cola y con las orejas hacia arriba, expectante. -Déjale-le dije
riéndome ante la actitud que había cogido el perro. Nick se giró hacia a mí y me sostuvo la
mirada. Me quedé quieta, consciente de que estábamos muy cerca. El Nick que tenía delante
no tenía nada que ver con el que había conocido desde que había llegado. Este estaba
relajado, sin actitud desdeñosa ni de superioridad... y me di cuenta de que estaba así porque
en sus ojos se leía una tristeza que no podía ocultar. -¿Dónde has estado?-le pregunté en un
susurro. No tenía ni idea de porque había bajado el tono de voz, pero aquella pregunta parecía
estar prohibida entre nosotros... porque de alguna manera era como si me importara lo que
hubiese estado haciendo...cosa que no era verdad...¿No? Sus ojos me recorrieron el rostro
hasta volver a centrarse en mis ojos. -Con alguien que me necesitaba- dijo y por su manera de
decirlo supe que no se trataba de ninguna tía de su lista de amigas.- ¿Por qué? ¿Me has
echado de menos?-preguntó un segundo después. Era consciente de que se había acercado,
pero no quería apartarme. De algún modo su presencia me había hecho sonreír, y me había
quitado aquella opresión en el pecho, aquella profunda tristeza que había sentido durante
todo el día. -No me gusta estar sola en un sitio tan grande-le dije aún hablando en susurros. Su
mano descansaba sobre el respaldo del sofá, y se me entrecortó la respiración cuando sentí
sus dedos acariciarme el pelo y después la oreja con cuidado. Estábamos mirándonos de
frente, y era como si el tiempo se hubiese paralizado. No oía ni la película ni nada más que no
fuera su respiración y los latidos enloquecidos de mi corazón. -Pues menos mal que ya estoy
aquí- dijo y entonces se inclinó para presionar sus labios suaves sobre los míos. Fue un beso
cálido y lleno de expectación. Cerré los ojos para dejarme llevar por el momento y mis manos
subieron hasta su rostro, sentí su barba incipiente contra mi palma y le acaricié el rostro hasta
llegar a su pelo... Me sentía bien, me embargaba calidez y un profundo deseo en mi interior.
Simplemente me olvidé de todo. Sus labios se volvieron más insistentes hasta que entreabrí la
boca y su lengua me invadió. Se me puso toda la piel de gallina cuando su mano bajó por mis
hombros, hasta mis costillas para detenerse en mi cintura. Se estaba comportando de una
manera completamente diferente a como la noche anterior. Me tocaba con calidez y suavidad,
como si pudiera romperme. Escuche como se me escapaba un gemido casi inaudible cuando
sus dedos se abrieron paso por mi cintura hasta tocar la piel desnuda de mi espalda. Me
arqueé casi involuntariamente para que mi cuerpo se pegase aún más al de él y fue entonces
cuando se apartó con brusquedad. Abrí los ojos con sorpresa y con la mente en blanco. Eso me
provocaba él, que me olvidara absolutamente de todo, y eso era justamente lo que necesitaba.
Sus ojos estaban fijos en mis labios y sentí la urgencia de que volviera a besarlos. Entonces se
apartó unos centímetros, y me buscó con la mirada. -Esto no está bien-me dijo
repentinamente serio-No me dejes volver a hacerlo, eres mi hermanastra y tienes diecisiete
años-agregó como si eso fuera de alguna manera relevante.-No volverá a pasar.-dijo
incorporándose. Le observé entre enfadada y dolida. ¿Me besaba y ahora me decía aquellas
cosas...? quería que volviera hacerlo, quería que me hiciese sentir tan bien otra vez, lo
necesitaba más que nada, porque aquel día había sido horrible, me había sentido como una
mierda, sin nadie con quien hablar ni nadie a quien poder llamar. Todas las personas que
quería o estaban ocupadas o me habían traicionado. Le miré fijamente. -Tienes toda la razón-
dije levantándome del sofá y pasando a su lado con un empujón.-Vamos, Thor-le grité al perro
y sonreí cuando lo tuve en menos de un segundo a mí lado. Subí molesta y desconcertada a mí
habitación. Di un portazo y me metí en la cama. Después de no sé cuánto tiempo comprendí
que ere cierto.... Eso no podía volver a ocurrir. *** A la mañana siguiente una voz conocida me
despertó dándome pequeños golpecitos en mi costado. -¡Vamos arriba, que son más de las
doce!-dijo la voz de mi madre a mi lado. Abrí los ojos aún medio adormilada y la observé
sentada en mi cama y con un aspecto reluciente.- ¿Me has echado de menos?-me preguntó
con una sonrisa radiante. Le devolví la sonrisa y me incliné para abrazarla. Por fin había vuelto,
claro que la había echado de menos, ella era la que traía normalidad a mi vida. -¿Qué tal en
Nueva York?-le pregunté estirándome y refregándome los ojos; esa era una costumbre que
nunca me quitaría. -Genial, es el mejor lugar para hacer compras-dijo entusiasmada-te he
traído un montón de regalos. La miré alzando las cejas a la vez que saltaba de la cama y me iba
directa al baño. -Genial, mamá, como si no tuviera ya bastante ropa sin estrenar-le dije
poniendo los ojos en blanco. Mientras me lavaba la cara y los dientes ella se sentó en la tapa
del váter y comenzó a contarme los maravillosos sitios que había visitado. Yo nunca había
estado en Nueva York, pero la gran manzana parecía haberse convertido en el lugar preferido
para la loca de mi madre. -Me alegro que te lo hayas pasado tan bien-le dije mientras me
metía en el armario y me detenía sin saber que ponerme. Cuando no tenía tanta ropa era
mucho más fácil. -Hoy tenemos planes, Noah, por eso he venido a despertarte aparte de
querer contarte lo bien que me lo he pasado-me dijo y al escuchar el tono de su voz supe que
lo que iba a decirme no me iba hacer ninguna gracia. -¿Qué planes?-le dije con una mano en la
cadera. Mi madre pasó por mi lado y se puso a rebuscar en el armario, pasando vestidos y
mirando la ropa detenidamente. -Tenemos una entrevista en el Colegio St Marie-me dijo y se
giró para mirarme. -¿Entrevista en donde?-le pregunté confusa. -Tú nuevo instituto Noah, te
dije que era uno de los mejores del país, no entra cualquiera y gracias a los contactos de Will y
que también Nick fue un ex alumno pues quieren conocerte-me explico con paciencia-Es una
mera formalidad, nada más, pero te gustará ver el colegio, es impresionante... Sentí que me
entraban ganas de vomitar. -Joder, mamá, ¿no podrías haberme metido en cualquier instituto
normal y corriente?-le dije tirando de las perchas de un lado hacia el otro. De repente me
había puesto completamente nerviosa-No quiero ir a un colegio de pijos, te lo he dicho,
además ¿entrevista para qué? No es un trabajo, por Dios... -Noah, no empieces, esta es una
gran oportunidad para ti, la gente que sale de ese colegio va a las mejores universidades y tú
tienes la oportunidad de que te dejen entrar en el último curso, normalmente eso no se
puede... -¿O sea que voy a ser el bicho raro que dejan entrar por enchufe?-le pregunté
alucinando con la situación-¡Genial, mamá! Mi madre se cruzó de brazos y se echó el pelo
rubio hacia atrás. Siempre que estaba decidida hacía ese gesto, por lo que supe que no iba a
poder discutir mucho sobre el tema. -Ya me lo agradecerás en el futuro, además, tu amiga
Jenna va a St Marie, por lo que no estarás sola-dijo y agradecí el enterarme de aquel detalle.
Era un consuelo saber que alguien estaría conmigo a la hora del almuerzo-Ahora vístete que
tenemos que estar allí en menos de dos horas. Suspiré y rebusqué en el armario hasta
encontrar unos vaqueros de pitillo negro y una blusa formal de color azul cielo. NoEran
pasadas las once y media de la noche cuando decidí que era imposible dormirme. Desde la
noche anterior después de lo que había ocurrido con Nicholas, el recuerdo de los besos y de
sus manos acariciándome la piel no se me quitaban de la cabeza. Mi mente solo podía pensar
en él y en sus labios fundiéndose con los míos. Agradecía la distracción, puesto que eso era
mejor que recrearme en mi tristeza y en los recuerdos de mi antigua vida. Lo que no me
gustaba era estar sola en una casa tan grande. No tenía ni idea de donde estaba Nicholas pero
aún habiéndome despertado a las ocho de la mañana no había podido verle marchar. No
comprendía por qué demonios me preocupaba; ¿desde cuándo me importaba donde pudiese
estar? Seguramente estaría acostándose con su lista de chicas fáciles, sin siquiera pensar en lo
que habíamos estado haciendo la noche anterior. ¿Era yo la única que pensaba que todo había
sido una completa locura? Por el amor de Dios, éramos hermanos, o lo que fuera..., vivíamos
bajo el mismo techo, y nos llevábamos fatal, tanto que cualquier recuerdo que estuviese fuera
de los besos y caricias de la noche anterior me producía un profundo sentimiento de cabreo.
Lo que pasaba es que estaba falta de cariño, mi madre estaba en la otra punta del país al igual
que mis amigos y la gente que conocía de toda la vida. Todo allí era nuevo para mí, ni siquiera
sabía cómo hacer para moverme por aquella cuidad tan grande. Jenna, mi única amiga en
aquel sitio, estaba enganchada a su novio como una lapa, por lo que no podía pretender que
estuviese conmigo todo el tiempo, y para ser sinceros, y al contrario de cómo era yo
normalmente, en ese instante necesitaba estar con alguien, hablar con alguien, o por lo menos
no sentirme tan sola. Por ese motivo había conseguido camelarme al perro de Nick, Thor. En
ese instante estábamos los dos tumbados en el sofá, él apoyaba su cabeza peluda y oscura
sobre mi regazo, y yo le acariciaba las orejas a un ritmo constante. El perro no era para nada
como me lo había pintado el idiota de Nick, todo lo contrario, era un perro muy cariñoso y leal,
y fácil de conquistar si tenías a mano una caja de galletas para perros. Así de triste era mi vida,
mi mayor apoyo en esa casa era un animal de cuatro patas, que le encantaban las galletas, que
le acariciaran en las orejas y cuyo pasatiempo preferido era que le tirasen una pelota una y
otra vez. Estaba mirando una película en la tele cuando sentí que la puerta de entrada se abría.
Thor estaba tan dormido que simplemente se le movieron las orejas en dirección al sonido
cuando una figura alta apareció en la entrada. El salón daba justo al recibidor gigante y estaba
junto al arco de la puerta que daba a las escaleras. Sentí un revoloteó en el estómago cuando
vi de quien se trataba. -Eh, Nick-lo llame cuando vi que su intención era subir. O no se había
percatado de mi presencia allí o pasaba olímpicamente de saludarme. Seguramente la segunda
opción era la correcta, y me arrepentí de inmediato de haberlo llamado. Su rostro se giró hacia
el salón y un segundo después le tenía en la puerta, observándome. Bajo la tenue luz del
televisor y de la lamparita de la entrada solo pude ver que se le veía realmente agotado. Se
había apoyado contra el marco y me miraba con el rostro impasible. -¿Qué haces despierta?-
me preguntó unos segundos después. Tardé en contestarle porque me quedé hipnotizada
observándole. Parecía tan mayor y cansado... Estaba realmente atractivo. Me centré en lo que
me estaba preguntando. -No podía dormir...-le dije en un tono cauteloso. Creo que desde que
nos habíamos conocido esa era la primera vez que nos dirigíamos hacia el otro de una manera
remotamente normal. Asintió y sus ojos se desviaron hacia Thor. -Veo que te lo has camelado-
me dijo con el ceño fruncido-Mi perro es un traidor... Sonreí involuntariamente al ver que de
verdad aquello le fastidiaba. -Bueno, no es fácil resistirse a mis encantos-le dije de broma y
entonces sus ojos se clavaron en los míos. Mierda... estaba segura de lo que en ese momento
se cruzaba por aquella mente perversa. Después de un incómodo silencio desvió la vista hacia
la tele. -¿En serio estás viendo dibujos animados?-me preguntó con incredulidad. Agradecí el
cambio de tema. -Mulán es una de mis pelis preferidas-contesté en tono serio. Sentí un
cosquilleo en el estómago cuando una sonrisa apareció en su rostro. -Tranquila, pecas, cuando
tenía cuatro años también era mi peli preferida-me dijo con sarcasmo a la vez que se acercaba
hasta el sofá y se tumbaba a mi lado. Colocó los pies en la mesa junto a los míos y por un
instante nos quedamos quietos mirando la película. Aquello era demasiado extraño y cuando
ya pensaba que no podía estar más incomoda, Thor se incorporó y se fue a darle la bienvenida
a Nick. Se nos subió a ambos encima hasta llegar a su cara, y le besó mientras él le apartaba y
le acariciaba las orejas. -Eres un traidor Thor, no debería perdonarte-le dijo en tono serio y el
perro se sentó quieto, moviendo la cola y con las orejas hacia arriba, expectante. -Déjale-le dije
riéndome ante la actitud que había cogido el perro. Nick se giró hacia a mí y me sostuvo la
mirada. Me quedé quieta, consciente de que estábamos muy cerca. El Nick que tenía delante
no tenía nada que ver con el que había conocido desde que había llegado. Este estaba
relajado, sin actitud desdeñosa ni de superioridad... y me di cuenta de que estaba así porque
en sus ojos se leía una tristeza que no podía ocultar. -¿Dónde has estado?-le pregunté en un
susurro. No tenía ni idea de porque había bajado el tono de voz, pero aquella pregunta parecía
estar prohibida entre nosotros... porque de alguna manera era como si me importara lo que
hubiese estado haciendo...cosa que no era verdad...¿No? Sus ojos me recorrieron el rostro
hasta volver a centrarse en mis ojos. -Con alguien que me necesitaba- dijo y por su manera de
decirlo supe que no se trataba de ninguna tía de su lista de amigas.- ¿Por qué? ¿Me has
echado de menos?-preguntó un segundo después. Era consciente de que se había acercado,
pero no quería apartarme. De algún modo su presencia me había hecho sonreír, y me había
quitado aquella opresión en el pecho, aquella profunda tristeza que había sentido durante
todo el día. -No me gusta estar sola en un sitio tan grande-le dije aún hablando en susurros. Su
mano descansaba sobre el respaldo del sofá, y se me entrecortó la respiración cuando sentí
sus dedos acariciarme el pelo y después la oreja con cuidado. Estábamos mirándonos de
frente, y era como si el tiempo se hubiese paralizado. No oía ni la película ni nada más que no
fuera su respiración y los latidos enloquecidos de mi corazón. -Pues menos mal que ya estoy
aquí- dijo y entonces se inclinó para presionar sus labios suaves sobre los míos. Fue un beso
cálido y lleno de expectación. Cerré los ojos para dejarme llevar por el momento y mis manos
subieron hasta su rostro, sentí su barba incipiente contra mi palma y le acaricié el rostro hasta
llegar a su pelo... Me sentía bien, me embargaba calidez y un profundo deseo en mi interior.
Simplemente me olvidé de todo. Sus labios se volvieron más insistentes hasta que entreabrí la
boca y su lengua me invadió. Se me puso toda la piel de gallina cuando su mano bajó por mis
hombros, hasta mis costillas para detenerse en mi cintura. Se estaba comportando de una
manera completamente diferente a como la noche anterior. Me tocaba con calidez y suavidad,
como si pudiera romperme. Escuche como se me escapaba un gemido casi inaudible cuando
sus dedos se abrieron paso por mi cintura hasta tocar la piel desnuda de mi espalda. Me
arqueé casi involuntariamente para que mi cuerpo se pegase aún más al de él y fue entonces
cuando se apartó con brusquedad. Abrí los ojos con sorpresa y con la mente en blanco. Eso me
provocaba él, que me olvidara absolutamente de todo, y eso era justamente lo que necesitaba.
Sus ojos estaban fijos en mis labios y sentí la urgencia de que volviera a besarlos. Entonces se
apartó unos centímetros, y me buscó con la mirada. -Esto no está bien-me dijo
repentinamente serio-No me dejes volver a hacerlo, eres mi hermanastra y tienes diecisiete
años-agregó como si eso fuera de alguna manera relevante.-No volverá a pasar.-dijo
incorporándose. Le observé entre enfadada y dolida. ¿Me besaba y ahora me decía aquellas
cosas...? quería que volviera hacerlo, quería que me hiciese sentir tan bien otra vez, lo
necesitaba más que nada, porque aquel día había sido horrible, me había sentido como una
mierda, sin nadie con quien hablar ni nadie a quien poder llamar. Todas las personas que
quería o estaban ocupadas o me habían traicionado. Le miré fijamente. -Tienes toda la razón-
dije levantándome del sofá y pasando a su lado con un empujón.-Vamos, Thor-le grité al perro
y sonreí cuando lo tuve en menos de un segundo a mí lado. Subí molesta y desconcertada a mí
habitación. Di un portazo y me metí en la cama. Después de no sé cuánto tiempo comprendí
que ere cierto.... Eso no podía volver a ocurrir. *** A la mañana siguiente una voz conocida me
despertó dándome pequeños golpecitos en mi costado. -¡Vamos arriba, que son más de las
doce!-dijo la voz de mi madre a mi lado. Abrí los ojos aún medio adormilada y la observé
sentada en mi cama y con un aspecto reluciente.- ¿Me has echado de menos?-me preguntó
con una sonrisa radiante. Le devolví la sonrisa y me incliné para abrazarla. Por fin había vuelto,
claro que la había echado de menos, ella era la que traía normalidad a mi vida. -¿Qué tal en
Nueva York?-le pregunté estirándome y refregándome los ojos; esa era una costumbre que
nunca me quitaría. -Genial, es el mejor lugar para hacer compras-dijo entusiasmada-te he
traído un montón de regalos. La miré alzando las cejas a la vez que saltaba de la cama y me iba
directa al baño. -Genial, mamá, como si no tuviera ya bastante ropa sin estrenar-le dije
poniendo los ojos en blanco. Mientras me lavaba la cara y los dientes ella se sentó en la tapa
del váter y comenzó a contarme los maravillosos sitios que había visitado. Yo nunca había
estado en Nueva York, pero la gran manzana parecía haberse convertido en el lugar preferido
para la loca de mi madre. -Me alegro que te lo hayas pasado tan bien-le dije mientras me
metía en el armario y me detenía sin saber que ponerme. Cuando no tenía tanta ropa era
mucho más fácil. -Hoy tenemos planes, Noah, por eso he venido a despertarte aparte de
querer contarte lo bien que me lo he pasado-me dijo y al escuchar el tono de su voz supe que
lo que iba a decirme no me iba hacer ninguna gracia. -¿Qué planes?-le dije con una mano en la
cadera. Mi madre pasó por mi lado y se puso a rebuscar en el armario, pasando vestidos y
mirando la ropa detenidamente. -Tenemos una entrevista en el Colegio St Marie-me dijo y se
giró para mirarme. -¿Entrevista en donde?-le pregunté confusa. -Tú nuevo instituto Noah, te
dije que era uno de los mejores del país, no entra cualquiera y gracias a los contactos de Will y
que también Nick fue un ex alumno pues quieren conocerte-me explico con paciencia-Es una
mera formalidad, nada más, pero te gustará ver el colegio, es impresionante... Sentí que me
entraban ganas de vomitar. -Joder, mamá, ¿no podrías haberme metido en cualquier instituto
normal y corriente?-le dije tirando de las perchas de un lado hacia el otro. De repente me
había puesto completamente nerviosa-No quiero ir a un colegio de pijos, te lo he dicho,
además ¿entrevista para qué? No es un trabajo, por Dios... -Noah, no empieces, esta es una
gran oportunidad para ti, la gente que sale de ese colegio va a las mejores universidades y tú
tienes la oportunidad de que te dejen entrar en el último curso, normalmente eso no se
puede... -¿O sea que voy a ser el bicho raro que dejan entrar por enchufe?-le pregunté
alucinando con la situación-¡Genial, mamá! Mi madre se cruzó de brazos y se echó el pelo
rubio hacia atrás. Siempre que estaba decidida hacía ese gesto, por lo que supe que no iba a
poder discutir mucho sobre el tema. -Ya me lo agradecerás en el futuro, además, tu amiga
Jenna va a St Marie, por lo que no estarás sola-dijo y agradecí el enterarme de aquel detalle.
Era un consuelo saber que alguien estaría conmigo a la hora del almuerzo-Ahora vístete que
tenemos que estar allí en menos de dos horas. Suspiré y rebusqué en el armario hasta
encontrar unos vaqueros de pitillo negro y una blusa formal de color azul cielo. No

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