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Cuando hablamos aquí de espiritualidad pensamos en una experiencia de base

omnienglobante con la cual se capta la totalidad de las cosas exactamente como una
totalidad orgánica, cargada de significado y de valor. En su sentido originario espíritu, de
donde viene la palabra espiritualidad, es la cualidad de todo ser que respira. Por lo tanto
es todo ser que vive, como el ser humano, el animal y la planta. Pero no sólo eso, ia Tierra
entera y todo el universo son vivenciados como portadores de espíritu, porque de ellos
viene la vida, proporcionan todos los elementos para la vida y mantienen el movimiento
creador y organizador.

Espiritualidad es la actitud que pone la vida en el centro, que defiende y promueve la vida
contra todos los mecanismos de disminución, estancamiento y muerte. En este sentido lo
opuesto a espíritu no es cuerpo, sino muerte, tomada en su sentido amplio de muerte
biológica, social y existencial (fracaso, humillación, opresión). Alimentar la espiritualidad
significa estar abierto a todo lo que es portador de vida, cultivar el espacio de experiencia
interior a partir del cual todas las cosas se ligan y se reeligan superar los compartimentos
estancos, captar la totalidad y vivenciar las realidades-más allá de su factibilidad opaca y a
veces brutal-como valores, evocaciones y símbolos de una dimensión más profunda.

El hombre/mujer espiritual es aquel que siempre percibe el otro lado de la realidad, capaz
de captar la profundidad que se re-vela y vela en todas las cosas, y que consigue entreer la
relación de todo con la Ultima Realidad. La espiritualidad parte no del poder, ni de la
acumulación, ni del interés, ni de la razón instrumental; arranca de la razón emocional,
sacramental y simbólica. Nace de la gratuidad de! Mundo, de la relación inclusiva, de la
conmoción profunda, del sentimiento de comunión que todas las cosas mantienen entre
sí, de la percepción del gran organismo cósmico empapado de huellas y señales de una
realidad más alta y más última.

Hoy en día sólo llegamos a este estadio mediante una crítica severa del paradigma de la
modernidad, asentado en la razón analítica al servicio de la voluntad de poder sobre los
otros y sobre la naturaleza. Necesitamos superarlo e incorporarlo en una totalidad mayor.

La crisis ecológica revela la crisis de sentido fundamental de nuestro sistema de vida, de


nuestro modelo de sociedad y de desarrollo. No podemos seguir apoyándonos en el poder
como dominio y en la voracidad irresponsable de la naturaleza y de las personas.

No podemos seguir pretendiendo estar por encima de las cosas del universo, sino al lado
de ellas y a favor de ellas. El desarrollo debe ser con la naturaleza y no contra la
naturaleza. Lo que actualmente debe ser mundializado no es tanto el capital, el mercado,
la ciencia y la técnica; lo que fundamentalmente debe ser más mundializado es la
solidaridad con todos los seres empezando por los más afectados, la valorización ardiente
de la vida en todas sus formas, la participación como respuesta a la llamada de cada ser
humano y a la propia dinámica del universo, la veneración de la naturaleza de la que
somos parte, y parte responsable.
A partir de esta densidad de ser, podemos y debemos asimilar la ciencia y la técnica como
formas de garantizar el tener, de mantener o rehacer los equilibrios ecológicos, y de
satisfacer equitativamente nuestras necesidades de forma suficiente y no perdularia.
Los maestros del ethos moderno de la relación persona-naturaleza nos han desviado del
camino recto. Necesitamos revisitar a otros maestros fundadores de otra tradición
espiritual más inte gradora, que iniciaron una nueva delicadeza con la naturaleza, como
Francisco de Asís, Teilhard de Chardin, Mahatma Gandhi, y toda la gran tradición
platónico-agustiniana-buenaventuriana-pascaliana y existencialista. Para ellos conocer no
era nunca un acto de apropiación y de dominio sobre las cosas; era una forma de amor y
comunión con las cosas.

Un tpo de espiritualidad: la ecología profunda como ya hemos visto Ernest Haeckel,


biólogo alcmán (1834-1919) creó en 1866 la palabra ecología y la definió como el estudio
de la inter-retro-relación de todos los sistemas vivos y no vivos entre sí y con su medio
ambiente, entendido éste como una casa, de donde deriva la palabra ecología (oikos en
griego casa). De un discurso regional, como subcapítulo de la biología, ha pasado a ser
actualmente un discurso universal, tal vez el de mayor fuerza movilizadora del tercer
milenio.

El actual estado del mundo (polución del aire, contaminación de la tierra, pobreza de dos
terceras partes de la humanidad, etc.) revela el estado de la psiqué humana. Estamos
enfermos por dentro. Así como existe una ecología exterior (los ecosistemas en equilibrio
o en desequilibrio), también existe una ecología inte rior. El universo no est únicamente
fuera de nosotros, con su autonomía, está también dentro de nosotros. Las violencias y las
agresiones al medio ambiente lanzan raíces profundas en estructuras mentales que
poseen su ancestralidad y genealogía en nuestro interior.

Todas las cosas están dentro de nosotros como imágenes, símbolos y valores: el sol, el
agua, el camino, las plantas, los animales viven en nosotros como figuras cargadas de
emoción y como arquetipos. Las experiencias benéficas que la psiqué humana ha vivido en
su larga historia, en contacto con la naturaleza y también con el propio cuerpo, con las
más diversas pasiones, con los otros como masculino y femenino, padre y madre, abuelos,
tíos, hermanos y hermanas, dejan marcas en el inconsciente colectivo y en la percepción
de cada persona.

Hay una verdadera arqueología interior y los analistas de lo profundo han puesto a punto
un minucioso código para leerla y descifrarla. Sabemos que el proceso de individuación se
hace en diálogo con las figuras del padre, de la madre, de los familiares, de la casa, del
medio ambiente, de los seres y objetos cargados de significado, positivo o negativo.

Ciertamente en su afán de supervivencia, en una fase ancestral peligrosa, el ser humano


tuvo que desarrollar su instinto de agresividad, si bien en situaciones más amenas puede
manifestar sus potencialidades de convivencia y apoyo mutuo. Tales matrices
comportamentales dejan marcas en el universo interior del ser humano y en las
reacciones colectivas de un pueblo.
Otras veces el proceso de personalización individual deja vestigios en comportamientos
actuales. Por ejemplo, en la experiencia de cada uno existe «su mundo», el cuerpo, la
familia, la casa, el espacio de la subjetividad. Este ámbito se mantiene cuidado y limpio.

Fuera de él existe el vacío, la realidad amorfa y lo indeterminado. Ahí puedo tirar objetos y
descuidar su cuidado, pues se tiene la impresión de que tales espacios no existen o que
nadie los ve. De aquí se entienden los hábitos culturales de tirar basura en lugares
solitarios, en los lagos y en los mares, aparentemente sin dueño. Para la psicología infantil,
lo que no se ve no existe. Como residuo de esta visión puede permanecer en el adulto la
idea de que un objeto que no es visible no existe. Por eso lanza al fondodel mar o esconde
bajo tierra desechos nucleares o tóxicos con la ilusoria sensación de haberlos realmente
eliminado.

La cultura del capital imperante hoy en el mundo, ha elaborado métodos propios de


construcción colectiva de la subjetividad humana. En realidad los sistemas, también los
religiosos e ideológicos, solamente se mantienen porque consiguen penetrar la mente de
las personas y construirlas por dentro.

El sistema del capital y del mercado ha conseguido penetrar todos los poros de la
subjetividad personal y colectiva, determinando el modo de vivir y de elaborar las
emociones, la forma de relacionarse con los otros, con el amor y la amistad, con la vida y
con la muerte. Así se divulga subjetivamente que la vida no tiene sentido si no está dotada
de símbolos de posesión y de status, como un cierto nivel de consumo, de bienes, de
aparatos electrónicos, de coches, de algunos objetos de arte, de vivienda en sitios de
prestigio. Así la sexualidad viene proyectada como simple descarga de tensión emocional
a través del intercambio genital. Se oculta el verdadero carácter de la sexualidad, cuyo
lugar no es sólo la cama, sino toda la existencia humana como potencialidad de ternura,
de encuentro y de erotización de la relación hombre / mujer.

Otras veces se da satisfacción a las necesidades humanas ligadas al tener y al subsistir;


enfatizando el instinto de posesión, la acumulación de bienes materiales y el trabajo
solamente como producción de riqueza. En la era tecnológica se verifica en la psique la
invasión de objetos inanimados sin ninguna reterencia humana. Los artefactos crean
soledad, los datos de la informática y del ordenador llegan destituidos de tonalidad
afectiva. Se genera el individualismo con personalidades áridas, emotivamente
fragmentadas, hostiles y antisociales. Los otros son vividos como extraños e
impedimentos para la satisfacción de los deseos individuales. Se oculta la otra necesidad
fundamental del ser humano que es la necesidad de ser, de elaborar su identidad única.

Aquí no cabe la manipulación y la fabricación colectiva de la subjetividad, como tan bien lo


ha subrayado Félix Guattari en toda su producción intelectual, sino la libertad, la
creatividad, la osadía de seguir caminos dificiles pero personales.Tal dimensión es
subversiva para los sistemas de regulación social, moral y religiosa. Pero es a partir de
tales caminos como el ser humano puede enfrentarse al mundo del tener sin caer en su
obsesión y ser víctima de su fetichismo. Ya lo decía el cacique piel roja, Seattle:

Cuando el último árbol sea derribado, cuando el último rio sea envenenado, cuando el
último pez sea caprurado, solamente entonces nos daremos cuenta de que no se puede
comer dinero.

La ecología de la mente trata de recuperar el núcleo valorativo-emocional del ser humano


ante la naturaleza. Procura desarrollar la capacidad de convivencia y de escucha del
mensaje que todos los seres lanzan con su presencia y de reforzar la potencialidad de
encantarse con el universo, con su complejidad, majestad, grandeza. Busca animar las
energias positivas del ser humano para enfrentar con éxito el peso de la existencia y las
contradicciones de nuestra cultura dualista, materialista, machista y consmista. Favorece
el desarrollo de la dimensión mágica y chamanica de nucstra psiqué. El chanmán que vive
en cada uno de nosotros no entra en sintonía únicamente con las fucrzas de la razon,
también con las fuerzas del universo, presentcs en nosotros por nuestros impulsos,
intuiciones, sueños y visiones.

Cada ser humano es, por naturaleza intrínseca, creativo. Incluso cuando imita o copia lo
hace partiendo de sus matrices, dejando siempre una nota de su subjetividad irrepetible.
De este modo el ser humano se abre al dinamismo cósmico originario que lleva todo hacia
delante, lo diversifica, lo vuelve mas complejo y lo hace culminar en estadios más altos de
realidad y de vida.

La mente necesita involucrarse conscientemente en este proceso. Es su revolución


específica. Sin la revolución de la mente será imposible la revolución de la relación
persona-naturaleza. La nueva alianza entre ser humano y naturaleza tiene sus raíces en la
profundidad humana. En ella se elaboran las grandes motivaciones, la magia secreta que
trasforma el mirar cada realidad, transfigurándola y descubriéndola como un eslabón de la
inmensa red terrena y cósmica.

Entre la multitud de propuestas queremos presentar las tendencias más relevantes de la


discusión actual. Vemos cuatro principales formas de expresión: la ecología ambiental, la
ecología social, la ecología mental y la ecología integral.

Ecologia ambiental:

Esta primera vertiente se preocupa del ambiente, para que no sea excesivamente
desfigurado, en función de la calidad de vida, de la preservación de las especies en vía de
extinción y de la renovación permanente del equilibrio dinámico, construido a lo largo de
millones y millones de años de evolución. Ve la naturaleza fuera del ser humano y de la
sociedad. Busca nuevas tecnologías menos contaminantes, privilegiando soluciones
técnicas. Esta postura es importante porque busca corregir excesos de voracidad del
proyecto industrial mundial, que siempre implica altos costes ecológicos.

Ecologia social:

La segunda-ecología social- no quiere sólo el medio ambiente, quiere el ambiente entero.


Inserta al ser humano y a la sociedad dentro de la naturaleza como partes diferenciadas
de ella se preocupa de embellecer la ciudad con mejores avenidas, plazas o playas más
atractivas y prioriza también el saneamiento básico, una buena red de escuelas y un
servicio de salud decente. La injusticia social significa violencia contra el ser más complejo
y singular de la creación, que es el ser humano, hombre y mujer. El es parte y parcela de la
naturaleza.

Según esta compresión la injusticia social se muestra por lo tanto como injusticia ecológica
contra el todo natural-cultural humano. La ecología social propugna un desarrollo
sostenible, que atiende las carencias de los seres humanos de hoy sin sacrificar el capital
natural de la Tierra, tomando también en consideración las necesidades de las
generaciones del mañana, que tienen derecho a satisfacerse y a heredar una Tierra
habitable, con relaciones humanas mínimamente decentes.

Pero el tipo de sociedad construida en los últimos 400 años impide realizar un desarrollo
sostenible. Es energívora, ha montado un modelo de desarrollo que saquea
sistemáticamente todos los recursos de la Tierra y explota la fuerza de trabajo. Las fuerzas
productivas y las relaciones de producción son consideradas actualmente como fuerzas
destructivas y relaciones de producción de desequilibrios ecológicos desproporcionados.

En este marco el desarrollo sostenible sigue siendo una aspiración y representa la


negación del actual modelo social de producción.

Ecología mental

La tercera-la ecología mental-llamada también ecología profunda sostiene que las causas
del déficit de la Tierra se deben al tipo de sociedad que acualmente tenemos y al tipo de
mentalidad predominante, cuyas raices remontan a épocas anteriores a nuestra historia
moderna, incluyendo la profundidad de la vida psíquica humana consciente e
inconsciente, personal y arquetípica.

En nosotros existen instintos de violencia, voluntad de dominio, arquetipos sombrios que


nos alejan de la benevolencia con relación a la vida ya la naturaleza. Dentro de la mente
humana se inician los mecanismos que nos llevan a la guerra contra la Tierra, y se
expresan mediante una categoria: antropocentrismo.
El antropocentrismo considera al ser humano rey/reina del universo. Los demás seres
tienen sentido si están ordenados al ser humano; están ahí para su disfrute. Esta
interpretación rompe con la ley más universal: la solidaridad cósmica. Todos los seres
son interdependientes y viven dentro de una intrincadísima red de relaciones. Todos son
importantes.

No es posible que alguno sea rey/reina y se considere independiente, sin necesidad de los
otros, La moderna cosmologia nos enseña que todo tiene que ver con todo en todos los
momentos y en todas las circunstancias. El ser humano olvida esa intrincada red de
relaciones, se aleja de ella y se sitúa sobre las cosas, en lugar de sentirse al lado y con ellas
en una inmensa comunidad planetaria y cósmica.

Algunas tareas importantes que se propone la ecología mental son: Trabajar una política
de sinergia y una pedagogía de la benevolencia, a fortalecer en todas las relaciones
sociales, comunita- rias y personales. Favorecer la recuperación del respeto hacia todos
los seres, especialmente los vivos, pues son mucho más antiguos que nosotros. Por último,
propiciar una visión no-materialista y espiritual de la naturaleza que favorezca el
encantarse de nuevo ante su complejidad y venerar el misterio del universo.

Ecología integral:

Finalmente, la cuarta-ecología integral-parte de una nueva visión de la Tierra, inaugurada


por los astronautas a partir de los años sesenta del siglo xx, cuando se lanzaron las
primeras naves espaciales tripuladas. Ellos vieron la Tierra desde afuera. Desde la nave
espacial o desde la Luna, la Tierra-según el testimonio de aigunos de ellos-aparece como
un resplandeciente punto azul- blanco que cabe en la palma de la mano y puede
esconderse detrás del dedo pulgar. Desde csa distancia se borran las diferencias entre
ricos y pobres, occidentales y oricntales, neoliberales y socialistas. Todos son igualmente
humanos.

Es más, desde esa perspectiva Tierra y seres humanos aparecen como una misma entidad.
El ser humano es la propia Tierra que siente, piensa, ama, llora y venera. La Tierra surge
como el tercer planeta de un sol, uno de los 100.000 milones de soles de nuestra galaxia,
que a su vez es una entre 100.000 millones de otras del universo, universo que
posiblemente es uno entre otros paralelos y distintos al nuestro. Y nosotros, seres
humanos, hemos evolucionado hasta el punto de poder estar aquí para hablar de todo
esto, sintiéndonos ligados y religados a todas estas realidades. Todo transcurrió con una
precisión capaz de permitir nuestra existencia aquí y ahora. De no ser así no estaríamos
aquí.

Los cosmólogos, gracias a la astrofísica, a la física cuántica, a la nueva biología, en una


palabra a las ciencias de la Tierra, nos hacen ver que todo el universo se encuentra en
cosmogénesis. Es decir, está todavía en génesis, constituyéndose y naciendo, formando un
sistema abierto, capaz siempre de nuevas adquisiciones y expresiones.
Conclusión: una visión holística y liberadora de la ecología

La ecología integral procura habituar al ser humano a esta visión integral y holística. El
holismo no es la suma de las partes sino captar la totalidad orgánica, una y diversa en sus
partes, articuladas siempre entre sí dentro de la totalidad y constituyendo esa totalidad.

Esta cosmovisión despierta en el ser humano la conciencia de su misión dentro de esa


inmensa totalidad. Él es un ser que puede captar todas esas dimensiones, alegrarse con
ellas, alabar y agradecer a la Inteligencia que ordena todo y al Amor que mueve todo,
sentirse un ser ético, responsable por la parte del universo que le cabe habitar, la Tierra.

Según importantes cientificos, la Tierra es un superorganismo vivo, Gaia, con


refinadísimos calibres de elementos fisico-químicos y auto-organizativos que solamente
un ser vivo puede tener. Nosotros, seres humanos, podemos ser el demonio de la Tierra o
su ángel de la guarda. Somos co-responsables del destino de nuestro planeta, de nuestra
biosfera, de nuestro equilibrio social y planetario.

Esta visión exige una nueva civilización y un nuevo tipo de religión, capaz de re-ligar Dios y
mundo, mundo y ser humano, ser humano y espiritualidad del cosmos.

El cristianismo está llamado a profundizar la dimensión cósmica siempre presente en su


fe. Dios está en todo y todo está en Dios (panenteísmo, que no es lo mismo que
panteísmo, que afirma equivocadamente que todo es indiferentemente Dios). La
encarnación del Hijo implica asumir la materia e insertarse en el proceso cósmico (el
Cristo Cósmico de san Pablo, Duns Scoto y Teilhard de Chardin). La manifestación del
Espíritu Santo se revela como energía universal que hace de la creación su templo y su
lugar privilegiado de acción. Si el universo es una intrincadísima red de relaciones, donde,
como decíamos antes, todo tiene que ver con todo en todos los momentos y lugares,
entonces la forma como los cristianos llaman a Dios, Santísima Trinidad, constituye el
prototipo de ese juego de relaciones.

La Trinidad no es un enigma matemático. Significa entender el misterio último como una


inter-relación absoluta de tres divinas Personas, que emergen siempre simultáneamente
en un juego de interrelaciones hacia dentro y hacia fuera sin fin y eterno.

Según esta visión verdaderamente holística y globalizante comprendemos mejor el


ambiente y la manera de tratarlo con respeto (ecología ambiental). Entendemos las
dimensiones de la sociedad que debe ser sostenible y ser expresión de convivialidad
entre los humanos y de todos los seres entre sí (ecología social). Nos damos cuenta de la
necesidad de superar nuestro antropocentrismo a favor del cosmocentrismo y de cultivar
una intensa vida espiritual al descubrir la fuerza de la naturaleza dentro de nosotros y la
presencia de las energias espirituales que están en nosotros y quc actúan desde el
principio en el universo (ecología mental). Y, finalmente, captamos la impur de Cla ac
integrar todo, de lanzar puentes hacia todas parte entender el universo, la Tierraya cada
uno de nosotros cojunto de relaciones orientado hacia todas las direcciones(eegia
integral).
dolamente en el vaivén de estas rclaciones, no fuera de ellas, sentiremos realizados y
serenados interiormente, construye o una relación con la naturaleza y jamás contra ella.
Mas que una tregua, es preciso que hagamos las paces con la cabe rehacer una alianza de
fraternidad/sororidad y de respeto con ella.Y sentirnos imbuidos del Espíritu que todo
penetra y de aquel Amor que, según Dante, mueve el cielo, todas las estrellas
y nuestros corazones. No cabe oponerse a todas las corrientes de la ecología. Hay que
distinguir cómo se complementan y en qué medida nos ayudan a ser seres de relaciones,
productores de patrones de comportamiento que tengan como consecuencia la
preservación y la potenciación del patrimonio formado a lo largo de 15.000 millones de
años. Ha llegado costosamente hasta nosotros y nosotros debemos pasarlo adelante,
enriquecido, dentro de un espíritu sinérgico y afinado con la gran sinfonía universal

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