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501: Una boca profunda de oscuridad enferma

Habían pasado quinientas noches, con sus respectivos días. Sentía la falta que me hacía
un buen polvo. Era miércoles, lo sé, porque había trabajado los dos días anteriores y
faltaban tres para volver a hacerlo. Entré a un bar. No busqué mucho, me metí al
primero que encontré, al igual como hacen las ratas con los agujeros cuando son
perseguidas por los gatos. Aquella noche la luna parecía una pastilla enorme, esperando
ser tragada por una boca profunda de oscuridad enferma. Antes, el tipo en la puerta,
pedazo de idiota, me pidió identificación. Metí mi mano en el bolsillo interior de la
chaqueta, saqué un cuete y lo encendí dándole una gran calada. Le eché el humo en la
cara al imbécil y le puse el pito en el buche. Y me colé dentro del sucucho. En el lugar
no había más que chacales. Movían la cola, sacando partido de su parecido con los
perros. Esperaban el momento indicado para comer de la carroña dispuesta como
desechos en las mesas. Era fácil hacerlo. Y justamente lo que aquella noche buscaba era
una boca profunda de oscuridad enferma. Dejar atrás las quinientas noches. Follar y
querer o algo así.
 
Necesitaba mear, así que caminé al fondo a la derecha. En el trayecto me crucé con
ratas, perras y varios chacales. Todos engrupiendo. Todos tratando de hacerla. Me
percaté que no había letreros que indicaran los sexos de los baños, así que entré a uno de
los dos, sin demora.
 
Al cruzar la puerta entendí el por qué de la inexistencia de los rótulos. Los lavamanos
estaban rebalsados de agua que chorreaba dejando caer al piso espeso vómito
maloliente, lo que me hizo sentir en un campo de batalla. Por donde quiera que pisara
había trozos de carne mutilada y escupida. Supuse que el otro baño estaba en las mismas
condiciones y que a nadie le importaba pico o zorra con tal de hacerla corta. Una y otra
vez, cada vez que era necesario. Me metí a uno de los cubículos, que también rebosaba
en mierda, y traté de salir rápido, pero la conversación que venía del retrete contiguo
llamó mi atención y me quedé escuchando un rato.
 
-Oye guatón culiao, te lo chupó un maricón?
-No era un maricón gueón, era un travesti, con las tremendas tetas.
-La misma gueá po, conchetumadre.
-Puta pelao gueón, estaba cuea y más caliente que la puta, esa hija de la gran perra de la
Fran me dejó terrible duro. Cacha que la chuchesumanga me llamó por teléfono - puta
que tiene rica la voz mijita- y me dice –oye Bubba- no veí que esa culiá era compañera
mía en el San Agustín, te acordai que te conté?, ese colegio de mierda del que salí de
cuarto, una gueá de curas maricones que en los retiros corrían mano, a mí nunca me
hicieron nada eso sí, estay claro que les pegaba una patá en las gueas al toque, y ahí me
decían así, porque en ese tiempo sí que era gordo, ahora estoy bien, si ustedes los
agueonaos me guevean. Bueno, la cosa es que me pregunta –me podí venir a buscar a
mi casa? ya po, porfa- fea culiá, pero tan rica la guachita. Y puta, fui po gueón. Me
bañé, me corté un poco los pendejos, las uñas, estaba seguro que se lo iba a poner, o por
último unos besos locos, una agarrá de culo. Pero cacha la gueá, si las minas son muy
zorras gueón. Llegué a la casa, que más encima queda en el Concepción, pero arriba, a
la chucha y le hago un toque al celular y sale un culiao –buena guatón- me dice el
conchesumadre, que era de esos típicos lanas culiaos de Zara, despreocupados a
propósito, como el personaje de Vicuña en "Promedio Rojo". Me calentó la gueá, yo ni
lo conocía y el patúo culiao me dice guatón. Me bajé del auto y caché que adentro
estaba la Fran, estaba media curá ya la gueona, me di cuenta al toque. Estaba bailando,
una música taquilla, Morodo, esa mierda era parece. Ese culiao tiene un puro tema
bueno, uno que canta con el Zatu de SFDK. A ya po, entonces el gueón barsa viene y
me dice –gordo, voy a comprar unos fasos, entra no más- como si fuese la casa de él,
hijo de puta. Cuando entré, esta loca estaba apoyada con las manos en un sillón,
meneando el culo, me dejó enfermo de una. Me vio y se acercó bailando, me tomó las
manos haciendo que la abrazara y me saludó con un besito pegajoso. Se quedó colgada
de mi cuello un rato, hablándome al oído guevadas de mina curá, no me acuerdo que me
decía, pero me tenía con la mansa callampa. Después me llevó de la mano a la cocina y
seguía bailando mientras avanzábamos, yo no podía dejar de mirarle la raja y de repente
se me apegaba y se reía, la gueona cachaba que me tenía caliente. Me sirvió un ron y me
dijo –quiero olvidarme me todo esta noche, hagámonos cagar Bubba- la primera gueá
que pensé fue "te haría cagar al tiro perrita". Sonó la puerta. Esta maraca viene me da un
topón a la rápida y se va casi corriendo donde el gueón, que entró cantando una canción
de Damian Marley, creyéndose pulento por que había comprado diez lucas de California
Orange. Eso fue lo que más rescaté de esa gueona. Al rato nos fuimos a una de esas
discos culiás de Errázuriz, cerca de Bellavista, ahí la gueona se olvidó de mí y maraquió
todo el rato con el gueón, yo me puse a tomar en la barra y cuando ya estaba como
zapato me fui a meter entremedio, tratando de punteármela en un reggeatón  bien
cachero, el marica me pintó monos y le puse un codazo en la ñata, la Fran se puso a
gritar -Bubba culiao, la cagaste, que te pasa?- y como estaba curao le dije –ahh maraca,
me llamai pa que te vaya a buscar y estay con este tonto gueón, yo pensaba que iba a
pasar algo, como no vai a cachar que desde el colegio que me tení caliente- esa fue la
única gueá que alcancé a decirle antes de que los guardias me sacaran. Pesqué el auto y
me puse a manejar a la chucha, caché una maraca en una esquina y la subí, cuando
estábamos en el mirador recién me fijé que era un travesti culiao, cuando ya me lo
estaba chupando –te gustan las tetas con pico guatón- me dijo el hijo de perra. Como
estaba raja me importó una cagá, además lo lamía rico el maricón, le moquié todo el
hocico y se burló –deje las frituras papito, tiene la leche agria- shii el culiao.
-Soy cerdo guatón de mierda. Vomita adentro de la gueá po saco guea.
-Puta pelao, ahora me dio todo el asco. Fran culiá tiene toda la culpa. A ella se la
debería haber culiao un maraco.
-Ya gueón, calmao. Mañana vamos por unas perversas.
-No quiero saber de gueonas. Pero igual. Nos fijamos bien eso sí.
 
Después de eso, la pareja de amigos salió del cubículo y yo del otro. Los miré y me
cagué de la risa. No eran ni chacales, ni perros ni ratas. No cabían en ninguna de esas
categorías. A mí me parecieron garrapatas. La historia del guatón me resultó patética y
de inmediato pensé en incluirla en algún relato, aunque en mi estado sabía que no la
recordaría exactamente y que lo más probable era que mucho de lo que narrara sería
producto de historias oídas en otros baños, barras y esquinas, y como en la vida, todo se
cruzaría.
Ya en una mesa, tomé varios vasos sin levantar la cabeza. Recordando las quinientas
noches, la soledad, las cuatro paredes y también a ella, que me dejó entre los libros y las
agujas beat.
 
El ron, el tequila y la cerveza hicieron lo suyo. Cuando levanté la cabeza un montón de
camboyanas movían el culo al ritmo de un hip-hop oreja "...tiene solamente 16 pero se
siente como si tuviera 26, gozosa, cuando con la mirada ella te roza la mente afloja, se
moja, te olvidas de cualquier otra cosa aaaahh, pero esa rosa no te da perfume, ella te da
corriente...". Me paré y me escabullí entremedio de la pista, el sudor de ellas y de ellos
se me resbalaba por los brazos y la cara, rocé tetas y rajas y me clave con una chica
como la del tema taquilla. Me aceptó un par de bailes y después la invitación para
perdernos un rato afuera. Le avisó a sus amigas y partió al baño con ellas. Se demoró.
 
La esperé y salimos a la oscuridad, donde la luna aún parecía una pastilla enorme. Nos
fuimos a un mirador y recordé la historia del guatón y me sentí afortunado de tener a mi
chica eléctrica esa noche. Nos besamos, nos chupamos. Me rasguñó. La apreté. Quería
montarla y olvidar las quinientas noches. En eso estábamos, cuando mi suerte se fue al
carajo. Sin decir nada, me sacó de encima. Sus tetas y mi pico eran parte del paisaje y
luego todo lo que la chica había engullido aquel día.
 
De su aspecto de pendeja sexy pasó a algo parecido a Linda Blair en "EL Exorcista".
Chorros de vómito salían de su boca juguetona, y su cuello y pechos se bañaban de él.
Volví a meter el escupidor en su refugio de poliéster, me subí el cierre del pantalón y
me quedé mirando la escena aún caliente. Ella no decía nada, se limitaba a proteger su
cabello para que no se enmierdara, como si no importara que el resto de su cuerpo
estuviera cubierto de boñiga estomacal. Cuando se recuperó un poco sacó el celular de
su bolso-cartera y llamó a una gueeoona!!! como le decía con su voz chillona y llorona.
Al rato llegaron tres minas, no dijeron nada y se la llevaron. Yo aún estaba parado
presenciando la escena, que finalizó cuando el grupito se perdió en la esquina más
cercana.
 
Me senté en una banca y volví a recordar la historia del guatón, preguntándome si era
yo, así como el travesti, el que había provocado el vómito de la chica. Las quinientas
noches se me vinieron encima y luego el día. La luna como pastilla enorme había
desaparecido y la boca profunda de oscuridad enferma que yo había buscado, también,
dejando un charco de pasión mutilada  en el piso.
 
Por Alonso Aranda Araya

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