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HISTORIA DE

LA AMAZONÍA
PERUANA 1

Luis Nilo Zambrano Peña


Daveiba López Mori

IQUITOS – PERÚ
2022
[1]
HISTORIA DE LA AMAZONÍA PERUANA 1

Autor:
Luis Nilo Zambrano Peña
Daveiba López Mori

Edición y diagramación:
Fidel Peña Huaymacari
Jr. Dos de Mayo Nº 1075
Loreto - Maynas - Iquitos

Primera edición: setiembre 2022

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional

Impreso en los talleres de:


Digital Copy Service E.I.R.L.
Calle Brasil Nº 483 -  065-224264
Iquitos-Perú

[2]
DEDICATORIA

Hacia una educación intercultural y un


modelo de integración EN LA AMAZONIA
cuyo eje central es la interculturalidad.

[3]
[4]
AGRADECIMIENTO
A LA SUBGERENCIA DE CULTURA Y AL
GOBIERNO REGIONAL DE LORETO, POR
FORTALECER LA INVESTIGACION Y
LA PRODUCCION DE TEXTOS EN
LA REGION AMAZÓNICA

[5]
[6]
ÍNDICE

DEDICATORIA ...................................................................... 3

AGRADECIMIENTO .............................................................. 5

INTRODUCCIÓN ................................................................... 9

CAPÍTULO I. GEOLOGIA DEL PERÚ


Y LA AMAZONÍA ................................................................. 12

CAPÍTULO II. PERIODIFICACION HISTÓRICA


DE LA AMAZONÍA PERUANA ............................................. 61

CAPÍTULO III. POBLAMIENTO DE LA


AMAZONÍA. TEORIAS......................................................... 80

CAPÍTULO IV. EL HOMBRE Y LAS SOCIEDADES


AMAZÓNICAS ................................................................... 109

CAPÍTULO V. LA PREHISTORIA AMAZÓNICA ................ 138

CAPÍTULO VI. LA ÉPOCA COLONIAL EN LA


AMAZONÍA ........................................................................ 199

BIBLIOGRAFÍA .................................................................. 279

[7]
[8]
INTRODUCCIÓN

El repaso de los hallazgos de investigaciones recientes lle-


vadas a cabo en la región de la Amazonía nos lleva a con-
cluir que es errónea la idea, prevaleciente y aceptada in-
cluso en medios académicos durante años, de que fueron
las condiciones geográficas y ecológicas en esta inmensa
región las que imposibilitaron el desarrollo de sociedades
que superaran el nivel de simples economías de caza-re-
colección. La aseveración de que los sistemas agrícolas
indígenas de los territorios inter-fluviales de las tierras ba-
jas tropicales eran rudimentarios y marginales debido a
que se trataba en gran parte de zonas de tierras bajas tro-
picales, insuficientemente fértiles y, por tanto, no aptas
para sustentar importantes núcleos poblacionales, resulta
hoy insuficiente e inaceptable. También se ha logrado di-
lucidar la importancia que tuvieron los recursos alimenti-
cios obtenidos por medio de la recolección, así como las
proteínas obtenidas de insectos y nueces, y la enorme
cantidad de plantas y animales semidomesticados.

A partir de la instalación de los europeos en la región Ama-


zónica comenzó un largo proceso de modificación del pai-
saje y de las sociedades que poblaban el extenso territorio
[9]
amazónico. Se produjo un drástico descenso demográfico
causado por la llegada de enfermedades aportadas por los
europeos. Al principio, las mismas epidemias que asolaron
las regiones nucleares de Mesoamérica y el Área Andina,
y más tarde las enfermedades tropicales como el palu-
dismo o malaria que se propagaron especialmente a partir
del siglo XVII.

La drástica despoblación y el dominio impuesto por los eu-


ropeos redujeron las antiguas sociedades a solo remanen-
tes de lo que antes fueron. Las grandes y complejas so-
ciedades organizadas en cacicazgos o estados prehistóri-
cos se fragmentaron en pequeñas y dispersas aldeas. A
su vez, la dispersión tuvo efectos significativos en la flora
y la fauna, así como cambios socio-económicos profun-
dos. Gracias a las recientes investigaciones etnohistóri-
cas, arqueológicas, etnográficas y etnoecológicas se han
podido trazar y documentar los cambios drásticos experi-
mentados por las poblaciones indígenas durante la transi-
ción del período pre-contacto europeo al período de pos-
contacto europeo.

Considerar las sociedades actuales del Amazonas como


un reflejo viviente de las otrora sociedades prehispánicas,
o considerarlas como grupos que han logrado conservar

[10]
su modo de vida al margen de la civilización occidental, tal
y como este fue milenios atrás, es un error producto de la
previa inexistencia de las avanzadas investigaciones que
es posible realizar hoy en el campo de la arqueología y la
etnografía.

[11]
CAPÍTULO I. GEOLOGÍA AMAZÓNICA
1.1. Eras geológicas de la tierra

En millones de años se ha ido formando la corteza terres-


tre. En un momento determinado aparecieron las primeras
formas de vida que fueron evolucionando. La totalidad de
especies animales y vegetales que han vivido en la Tierra
están actualmente extinguidas y parece que la extinción
es el destino final de todas las especies. Estas extinciones
han tenido lugar continuamente a lo largo de las eras geo-
lógicas. La extinción del Cretácico-Terciario, durante la
cual se extinguieron los dinosaurios, es la más conocida,

[12]
pero la anterior extinción Permo-Triásica fue aún más ca-
tastrófica, causando la extinción de casi el 96% de las es-
pecies. Las actividades humanas son actualmente la
causa principal de esta extinción que aún continúa y es
posible que el calentamiento global la acelere aún más en
el futuro.

Estos procesos nos permiten distinguir las llamadas eras


geológicas de la Tierra, que son:

[13]
LA ERA AZOICA, que significa “sin vida” y es la más anti-
gua. En ella no aparecen fósiles de plantas ni de animales.

LA ERA ARCAICA, que se calcula duró hasta hace unos


500 millones de años. En ella se produjeron grandes ple-
gamientos y cataclismos que dieron origen a algunas de
las principales cadenas de montañas. La actividad volcá-
nica fue muy intensa en América y surgieron las cordilleras
en Canadá. Los científicos creen que al final de este pe-
ríodo aparecieron las primeras bacterias y algas en el mar.

LA ERA PRIMARIA O PALEOZOICA, significa “vida anti-


gua”. En los primeros tiempos la vida estaba limitada al
mar. Dominaban los invertebrados y también las medusas,
gusanos, moluscos, caracoles y corales. Hace aproxima-
damente 350 millones de años aparecieron los primeros
vertebrados: se trataba de peces cuyo cuerpo estaba cu-
bierto por una coraza ósea. En este período brotaron los
primeros vegetales terrestres, como helechos y coníferas,
y aparecieron los insectos, los primeros animales que
abandonaban el mar, y los anfibios o batracios. Hace 488
millones de años ocurrieron una serie de extinciones ma-
sivas del Cámbrico Ordovícico. Actualmente los científicos
creen que el causante del exterminio del 95% de las espe-
cies marinas puede ser un período glacial o la reducción

[14]
de la cantidad de oxígeno disponible. Las dos hipótesis
más aceptadas sobre las causas de estas extinciones son
la llegada de un período glacial y el enfriamiento del agua
unido a una reducción en la cantidad de oxígeno disponi-
ble.

Esta era tiene varios períodos:

- Período Cám-
brico.- Se
desarrolla entre
los 570 a 500
millones de
años antes de
nuestra era. Al
principio de
este período
una explosión
de vida pobló
los mares, pero
la tierra firme permanecía estéril y la vida animal estaba
confinada por completo en los mares.

- Período Ordovicico.- Comenzó hace unos 500 millones


de años. Los mares se retiraron, dejando grandes áreas
descubiertas. Los continentes de esa época se acercaban
[15]
unos a otros. Se produjo una intensa actividad volcánica y
se elevaron las montañas. El clima fue bastante uniforme
y tibio en toda la Tierra. Hace 444 millones de años, en la
transición entre los períodos Ordovícico y Silúrico, ocurrie-
ron dos extinciones masivas llamadas extinciones masi-
vas del Ordovícico-Silúrico. Su causa probable fue el pe-
ríodo glaciar.

- Período Silúrico.- Este periodo se inicia hace 430 millo-


nes de años. El nivel de los mares tiende a variar y se pro-
dujeron grandes plegamientos de la corteza terrestre. El
clima fue templado y muy seco en algunas zonas. La vida
vegetal se extendió en la tierra bajo la forma de plantas
simples llamadas psilofitas, que tenían un sistema vascu-
lar (tejidos que transportan el alimento) para la circulación
del agua.

- Período Devónico.- Este periodo se conoce también


como la edad de los peces, por la abundancia de sus fósi-
les. Se desarrolla entre los 400 y los 350 millones de años
antes de nuestra era. Fue una época de gran actividad vol-
cánica y formación de montañas. El clima era cálido y ha-
bía abundantes lluvias.

[16]
- Período Carboní-
fero.- Comenzó
hace unos 350 mi-
llones de años.
Hubo fuertes movi-
mientos de la cor-
teza terrestre. Se
alzó el fondo de los
mares y se origina-
ron cadenas de
montañas por el plegamiento de las capas externas de la
corteza. Otras áreas se sumergieron.

- Período pérmico.- Comenzó hace 270 millones de años.


Las zonas de tierra se unieron en un único continente lla-
mado Pangea y en la región que se correspondía con
América del Norte se formaron los Apalaches. Se com-
pletó la formación de grandes cadenas montañosas en
Asia, Europa y América. Emergió la parte central de la cor-
dillera andina. El clima era árido y cálido en el hemisferio
sur y glacial en el hemisferio norte. Se fueron marcando
diferencias estacionales. La cuarta extinción (hace 200 mi-
llones de años) afectó considerablemente a la vida de la
tierra, tanto en la superficie como en el mar. Se conoce

[17]
como “La Gran Mortandad”, por ser la extinción más dra-
mática y de peores consecuencias en el seno de la Tierra.
Tras la catástrofe sólo sobreviviría un 10% de las especies
presentes a finales del pérmico, pero la creación de nichos
ecológicos vacíos, que se desencadenó con la extinción,
condujo a la dominancia de los dinosaurios en los siguien-
tes períodos (triásico y jurásico).

LA ERA SECUNDARIA O MESOZOICA es la edad de los


dinosaurios, se extiende desde unos 200 millones hasta
70 millones de años antes de nuestros días. Comenzó con
una intensa actividad volcánica y se formaron los bosques
petrificados de Arizona. Luego Europa fue invadida por los
océanos, lo mismo que grandes extensiones de América y
África. Aparecen los primeros reptiles, que en esta edad
alcanzaron extraordinario desarrollo y tamaño gigantesco,

[18]
como los dinosaurios. Algunos reptiles aprendieron a vo-
lar, corno el ranforrinco, que era semejante al murciélago.
Al final de la era evolucionaron las plantas con flores, lla-
madas angiospermas, y se diversificaron por todo el
mundo. Se extinguieron los dinosaurios y comenzó la gran
diversificación de los mamíferos. Hacia fines del período
Cretáceo, tras unos 150 años de evolución, proliferaban
los dinosaurios, de los cuales existían numerosos tipos,
variados y exitosos. Pero diez millones de años después
habían desaparecido, como consecuencia de una crisis
que se produjo a fines del Cretáceo, una catástrofe bioló-
gica de grandes proporciones, que ocurrió hace 65 millo-
nes de años, dando término a la era Mesozoica. Esta era
tiene los siguientes períodos:

- Período Triásico.- Se inicia hace 245 millones de años.


El clima era cálido y seco por lo que se detuvo la prolifera-
ción de especies. El principio de este periodo quedó mar-
cado por la reaparición de Gondwana cuando Pangea se
dividió en los supercontinentes del Norte (Laurasia) y del
Sur (Gondwana).

[19]
- Período Jurásico.- Empezó hace 200 millones de años.
Nuevamente avanzaron los mares. Se extendieron las sel-
vas o llanuras pantanosas, con grandes lagos y ríos. Pre-
dominaban los climas suaves, subtropicales.

- Período Cretácico.- Duró 65 millones de años. Intensa


actividad orogénica (de formación de montañas), como las
Rocallosas de América del Norte y algunas partes de los
Andes. Crecimiento de abundante vegetación. En Austra-
lia y el sur de América, en cambio, los territorios estaban
cubiertos de glaciares

LA ERA TERCIARIA O CENOZOICA, o edad de los ma-


míferos, se extiende hasta un millón de años antes de
nuestros días. La intensa actividad orogénica dio origen a
cordilleras tan importantes como los Andes, los Alpes y el

[20]
Himalaya. Es la edad de los mamíferos, que si bien apa-
recieron en la era anterior, adquirieron en ésta mayor re-
levancia y una gran área de dispersión. También surgieron
los tipos actuales de árboles. Esta era tiene los períodos:

- Período Terciario.- El periodo Terciario es el primer pe-


riodo de la era cenozoica. Las formas de vida de la tierra
y del mar se hicieron más parecidas a las existentes ahora.
Se desarrollaron nuevos grupos de mamíferos como los
caballos pequeños, los rinocerontes, los tapires, los ru-
miantes, las ballenas y los ancestros de los elefantes. A
su vez, este período se divide en cinco épocas que son:

El Paleoceno. Al extinguirse los dinosaurios y muchos


otros reptiles, comienzan a dominar los mamíferos. Preva-
lecen los marsupiales primitivos, evolucionan los carnívo-
ros primitivos y surgen las aves modernas. Comienzan a
dominar las plantas con flor.

El Eoceno. Las plantas con flores dominaban en la vege-


tación. Adaptaciones de las plantas a los cambios climáti-
cos.

El Oligoceno. Evolución de diversos pastos y, como con-


secuencia de ello, la de mamíferos herbívoros.

[21]
El Mioceno. formación de cadenas montañosas como los
Himalayas y los Alpes.

El Plioceno. Los continentes y océanos comenzaron a


configurar sus formas actuales.

LA ERA CUATERNARIA, que es la actual. Los glaciares


cubrieron la cuarta parte de la superficie terrestre, y el
clima era muy frío. En esta era aparece el hombre, que
convivió con animales feroces y corpulentos como el ma-
mut, el mastodonte, el tigre de dientes afilados, entre
otros. Su aspecto era semejante a los simios, así lo de-
muestran las mandíbulas y otros restos encontrados. Al fi-
nal de la última glaciación, hace unos 30.000 años, apare-
ció el hombre de Cro-Magnon u Horno Sapiens, que habi-
taba en cuevas y que lenta pero constantemente va
creando su cultura e imponiéndose al medio quo le rodea.

[22]
Cinco mil millones de años e infinitos acontecimientos que
ningún mortal puede abarcar constituyen la maravillosa
historia terrestre.. La era Cuaternaria se divide en dos épo-
cas:

- Época del pleistoceno.- Comenzó hace un millón de


años. Mantos de hielo cubrían grandes extensiones. Pro-
fundos cambios de clima ocasionaron la desaparición de
muchas especies de plantas y animales. En los periodos
glaciares vivían en Europa bisontes, buey almizclero, ga-
muzas, mamut, oso de las cavernas, mientras que en los
periodos interglaciares había jirafas, hipopótamos, elefan-
tes, es decir, animales de la fauna africana.

- Época del holoceno.- Comenzó hace unos diez mil años


y vivimos actualmente en esta época. Termina la última
glaciación continuando la retirada de los hielos. La topo-
grafía era semejante a la actual. Los climas se fueron equi-
librando, se vuelven cálidos y se produjo sequedad en el
ambiente terrestre.

1.2. Geología del Perú

El Perú es un país Sudamericano, Litoral, Andino, Altiplá-


nico, Amazónico y Antártico. Tiene una superficie conti-
nental de 1'285,215.6 km2., incluyendo el territorio de las

[23]
Islas del Mar Pacífico Peruano y la parte peruana del Lago
Titicaca y sus islas. Presenta un relieve extremadamente
accidentado, originado fundamentalmente por la existen-
cia del sistema montañoso denominado Cordillera de los
Andes, que recorre el país longitudinalmente de Sur a
Norte y da lugar a la formación de tres unidades o regiones
geográficas que reciben los nombres de Costa (Chala),
Sierra (Andina) y Selva (Amazonía).

Según fuentes oficiales, el Perú posee una superficie de


128,5 millones de hectáreas, de los cuales 76,7 millones
(60 %) corresponden a la región selva o amazónica, ver
cuadro siguiente:

SUPERFICIE DEL PERÚ

Superficie
Región Natural Ha %

Costa (Chala) 14.909.878 11,6

Sierra (Andina) 36.867.495 28,7

Selva (Amazonía) 76.744.187 59,7

TOTAL 128.521.560 100,0

Fuente: Proyecto GCP/PER/035/NET


[24]
Por su ubicación geográfica debería ser un país tropical,
de clima cálido y lluvioso; sin embargo, tiene variados cli-
mas subtropicales y tropicales debido a la existencia de
dos factores determinantes que modifican completamente
sus condiciones ecológicas. Estos son: la Cordillera de los
Andes y las corrientes marinas del Humboldt y del Niño.
En virtud a estos factores determinantes, el Perú posee
casi todas las variantes climatológicas que se presentan
en el mundo.

Según la Constitución Política del Perú – 1993, la Repú-


blica del Perú es un estado unitario y descentralizado. El
territorio peruano está subdividido en departamentos (re-
giones), provincias, distritos y centros poblados para orga-
nizar al Estado y al gobierno, en nivel nacional, regional y
local.

En el ámbito continental las unidades geomorfológicas,


ubicadas de Oeste a Este, corresponden a (1) Cordillera
de la Costa, (2) Llanura Preandina (Faja Costanera), (3)
Cordillera Occidental, (4) Depresiones Interandinas, (5)
Cordillera Oriental, (6) Cuenca del Titicaca, (7) Región
Subandina (8) Llanura Amazónica.

[25]
El desarrollo andino se inicia en el Paleozoico superior,
continúa en el Mesozoico y adquiere su forma definitiva en
el Cenozoico (Terciario), prologándose hasta la actuali-
dad.

PRECAMBRICO

Los estudios de Steinmann (1930), mencionan dos episo-


dios orogénicos: el primero de ellos, relacionado al meta-
morfismo regional e intrusiones tonalíticas, granodioríticas
(Batolito de Quiparacra-Huagoruncho), y el segundo al
que llama plegamiento Marañón con un metamorfismo re-
gional de bajo grado, el que podría haber ocurrido en el
Precámbrico tardío o en el Paleozoico. Los estudios más
recientes en las rocas Precámbricas de la Cordillera de la
Costa y de la Cordillera Oriental, realizados por Dalmay-
rac, Laubacher, Marocco (1988) reportan en base al aná-
lisis microtectónico y al estudio microscópico de sus rocas,
cuatro fases de deformación, las mismas que habrían
dado lugar a un metamorfismo intenso acompañado de
macro y microplegamiento, con una foliación importante a
la que se sobreponen después las deformaciones Caledo-
niana, Herciniana y Andina

Fase I.- La más antigua, contemporánea con el metamor-


fismo principal, se encuentra enmascarada por las otras
[26]
fases, y ha sido determinada por estudios petromineraló-
gicos en secciones delgadas; en los cuales se observa
una esquistosidad interna de los porfidoblastos.

Fase II.- Se evidencia por micropliegues isoclinales deci-


métricos, cuyos ejes tienen dirección E-0 con planos axia-
les horizontales. La esquistosidad es de flujo subhorizontal
y de dirección N70° y Nl20° .

Fase III.- Está caracterizada por el replegamiento de la es-


quistosidad II. Sus pliegues son decimétricos a métricos,
acompañados de una esquistosidad de plano axial. El es-
tudio estadístico indica una lineación de micropliegues cu-
yos ejes son en promedio N-S, siendo la esquistosidad li-
geramente inclinada a sub-horizontal.

Fase IV.- Evidenciada através de las estructuras en las


que se puede observar un ensamblaje netamente postme-
tamórfico, con pliegues tipo chevrón cuya dirección prefe-
rencial de sus ejes es N-S, siendo mayormente simétricos
y plano axial subvertical.

[27]
PALEOZOICO

El desarrollo sedimentológico y tectónico del Paleozoico


está marcado por dos ciclos sedimentarios habidos en el
Paleozoico inferior y superior, los mismos que culminaron
cada uno con una fase de deformación orogénica.

Características de vida en el Paleozoico inferior Du-


rante el ciclo sedimentario marino del Paleozoico inferior
(del Ordovícico al Devónico medio), la fauna predominante
son los Invertebrados, los trilobites de vida nectónica y los
graptolites de vida planctónica. Entre el Ordovícico y Silú-
rico aparecen los briozoarios y nautiloideos; en el Devó-
nico predominan los braquiópodos de vida bentónica y se
desarrollan algunos bivalvos.

Características de la vida en el Paleozoico superior Al


finalizar el Paleozoico y más concretamente con la Tectó-
nica Tardiherciniana, la vida marina experimentó una cri-
sis, extinguiéndose diversos grupos, como los trilobites,
fusulínidos y parte de los braquiópodos, nautiloideos y
briozoarios; aparecen los reptiles en el continente y los in-
sectos con aspecto moderno.

[28]
MESOZOICO

Entre el Mesozoico se desarrolló el Ciclo Andino comen-


zando con una depresión geosinclinal y terminando con un
gran levantamiento, que elevó las rocas deformadas del
geosinclinal a su posición actual.

Características de la vida en el Triásico superior

En la vida marina, los moluscos adquieren dominancia


sobre los braquiópodos; aparecen los ammonites y se ex-
tinguen los anfibios primitivos. En las áreas emergidas
debió existir flora como coníferas y algunos reptiles con
vida marina y terrestre.

Características de la vida en el Jurásico medio y su-


perior

La vida en el Jurásico es abundante, continuando el desa-


rrollo de los invertebrados (pelecípodos, bivalvos y cora-
les) y la evolución de los ammonites. En la flora terrestre,
los helechos son superados por las coníferas y aunque no
se ha encontrado restos de dinosaurios, son evidentes en
estos tiempos otros vertebrados. Los amonites van adqui-
riendo mayor desarrollo. En los braquiópodos se desarro-
llan mejor la familia Terebratulidae.

[29]
Características de la vida en el Cretácico

Durante el Cretácico los amonites adquieren un mayor


desarrollo, así como los pelecípodos formadores de arre-
cifes. Asimismo, se desarrollan foraminíferos, lamelibran-
quios, gasterópodos y equinodermos. La vida terrestre es
más abundante alcanzando gran desarrollo los dinosau-
rios, habiéndose encontrado huellas de su presencia en el
territorio peruano (Cajamarca-Bagua, Cusco, etc.). Apare-
cen primitivos mamíferos, habiéndose encontrado restos
como mandíbulas y dientes en el Cretácico del Departa-
mento de Puno. Al final de este período se extinguen los
dinosaurios y amonites.

CENOZOICO

Características de la vida en el Paleógeno

En las áreas andinas predomina la flora, alcanzando im-


portancia las de tipo templado. Los mamíferos adquieren
importancia sobre todo los marsupiales y edentados. Los
mares de la costa noroeste y sur son cálidos, con gran
desarrollo de los foraminíferos, radiolarios, gasterópodos
y lamelibranquios.

[30]
Características de la vida en el Neógeno

Comienzan a predominar las faunas autóctonas, los ma-


míferos culminan su evolución. Las aves adquieren carac-
teres modernos, habiéndose encontrado restos en rocas
del Mioceno en el Sur del Perú; las gramíneas forman
parte de la vegetación. En la vida marina continúa el desa-
rrollo de los gasterópodos, lamelibranquios, foraminíferos,
diatomeas, etc. que van adquiriendo formas semejantes a
las actuales. Se encuentra abundancia de Cetáceos (Ba-
llenas-Didelphados). En el Pleistoceno se tiene mastodon-
tes y megatherios, cuyos restos se han encontrado en Ce-
rro de Paseo y en Puno. En líneas generales, la fauna y
flora van adquiriendo distribuciones y composición seme-
jantes a las actuales, acentuándose el carácter moderno
de la vida.

CUATERNARIO

Características de la vida en el Cuaternario

En el Pleistoceno (Cuaternario Antiguo), la región andina


estuvo cubierta por los hielos en etapas que se alternan
con climas cálidos. Registros del retroceso y avances de
los hielos se observan en los valles glaciares a través de

[31]
las morrenas. Durante los períodos de glaciación se extin-
guen muchas especies de plantas y animales. El clima al
final se hace más cálido y las plantas herbáceas y arbó-
reas adquieren sus actuales características. El hombre
americano aparece en el Pleistoceno por migración, al pa-
recer de Norteamérica, de Asia.

1.3. Historia geológica y climática desde el Precám-


brico de la amazonia peruana

La Región Amazónica o Selva (INEI – 2000) abarca alre-


dedor del 60% del territorio nacional. Su topografía es pre-
dominantemente plana. Está situada al Este de los Andes
y forma parte de la Hoya Amazónica. En forma general, se
distingue dos zonas: la Selva Alta o Ceja de Montaña y el
Llano Amazónico o Selva Baja, separadas por una cota
situada a 400 m.s.n.m.

La Selva Alta conocida como Ceja de Selva comprende


las áreas boscosas de la vertiente oriental de los Andes.
Su topografía es bastante accidentada y está situada so-
bre los últimos contrafuertes orientales andinos. Se carac-
teriza por la presencia de cerros escarpados y boscosos,
y quebradas profundas.

[32]
La Selva Baja o Llano Amazónico tiene escaso relieve y
está cubierto de exuberante vegetación tropical y sujeto a
inundaciones periódicas, a excepción de las tierras altas,
colinas y cerros bajos. Hidrográficamente, existen grandes
sistemas fluviales que forman parte de la gran cuenca del
Río Amazonas.

De los 24 departamentos que tiene el Perú, existen ocho


en cuyos territorios la proporción de selva se encuentra
por encima del 50% y son los siguientes: Loreto, Madre de
Dios, San Martín y Ucayali (100%); Amazonas (82%),
Pasco (74%), Huánuco (61%) y Junín (54%); en menor
proporción están Cusco (-50%) y Puno (30%). Pero tam-
bién, por sus vínculos ecológicos e hidrográficos otros de-
partamentos típicamente de Sierra, se reconocen como te-
nedores de la Amazonía, aunque por cierto en menores
proporciones, tales como Ayacucho, Cajamarca, Huanca-
velica, entre otros

Para el entendimiento de las condiciones actuales de la


Amazonia es imprescindible saber cómo ellas se origina-
ron. Es necesario conocer primero la historia geológica del
planeta.

[33]
Eras Períodos Épocas Años Características
Holoceno 11.000 Humanos modernos. Periodo
interglaciar.
Cuaternario
Pleistoceno 1,5 MA* Surgimiento del género Homo.
Edad del Hielo.
Primeros hombres primitivos.
Unión de Norteamérica y Sura-
Plioceno 12 MA
mérica; elevación continental,
resfriamiento.
Mioceno 23 MA Reintegración entre Europa y
Cenozoica África.
Oligoceno 35 MA Primeros monos del Nuevo
Terciario Mundo.
Primeros caballos, ballenas,
murciélagos y monos. Final de
Eoceno 55 MA
la separación de Australia y An-
tártica.
Mamíferos placentarios. África
Paleoceno 70 MA y Europa se separan provisoria-
mente. Clima subtropical.
Plantas con flores; extinción de
los dinosaurios. Separación de
Cretáceo 135 MA
Gondwana. Inicio de la eleva-
Mesozoica ción andina.
Jurásico 190 MA Aves y mamíferos; abundancia
de dinosaurios. Pangea.
Triásico 230 MA Primeros dinosaurios.
Pérmico 280 MA Extinción de los trilobites.
Florestas formadoras de carbón;
coníferas; reptiles; anfibios
Carbonífero 350 MA
abundantes; samambaias primi-
tivas.
Paleozoica Devónico 400 MA Primeros anfibios.
Silúrico 440 MA Primeras plantas y animales te-
rrestres.
Ordovícico 500 MA Primeros peces.
Cámbrico 570 MA Primero registro de abundante
vida marina, trilobites.
Algonquiano 2 kMA** Fósiles muy raros, consistiendo
de plantas acuáticas raras.
Precámbrico
Arqueano 4,5 kMA Ausencia de vida.
Adaptado de Hickman et al. (2003), Brown & Lamolino (1998), Pielou (1979).
* Millones de años. ** Mil millones de años

[34]
EVOLUCIÓN GEOLÓGICA. Origen de la amazonia

En el Mioceno, la cordillera de los Andes comenzó a le-


vantarse, y se formó, como consecuencia, una zona adya-
cente deprimida, que luego constituiría la cuenca amazó-
nica.

A este fenómeno geológico de surgimiento de la cordillera


andina se atribuye el, origen de la amazonia. Sin la emer-
gencia de los Andes no existiría la cuenca amazónica.

Al inicio de la larga historia geológica e hidrológica de la


cuenca amazónica había un vasto y complejo sistema

[35]
acuático, medio lago y medio estuario, es decir un in-
menso mar interior de agua dulce, llamado sistema Pebas,
que se encontraba paralelo a los Andes y se conectaba
con el mar Caribe.

Los bosques eran habitados por marsupiales, xenartros


(armadillos, osos hormigueros y perezosos) y ungulados
nativos, la fauna endémica de mamíferos que evolucionó
en Sudamérica insular luego de la extinción de los dino-
saurios.

El mamífero del orden de los piroterios llamado Baguathe-


rium, herbívoro parecido a un rinoceronte que habitó la
zona de Bagua (Amazonas), fue un notable representante
de esta extraña fauna primordial.

Gracias a los recientes descubrimientos en Contamana


(Ucayali) sabemos que los roedores del infraorden de los
caviomorfos (al cual pertenece el actual capibara) más an-
tiguos de Sudamérica llegaron desde África hace unos 42
millones de años]. Hace unos 26 millones de años, peque-
ños primates que también cruzaron el Atlántico desde
África, se suman a la fauna de mamíferos sudamericanos.
En el Perú, el resto más antiguo de un primate Cebi-

[36]
dae (familia que incluye actualmente a los monos capuchi-
nos) tiene unos 18 millones de años y se descubrió en el
río Alto Madre de Dios (Cusco).

Unos doce millones de años después, fruto de incursiones


marinas, el surgimiento de nuevos picos cordilleranos an-
dinos marca el fin de este Sistema Pebas que drena sus
aguas para formar el Sistema del Acre y así dar inicio al
origen del actual sistema fluvial amazónico. La antigua
cordillera guayano-brasilera, fuertemente erosionada, es
abierta por los cursos de agua de este “último” mar interior
abriéndose paso hacia el océano Atlántico, desaguando
lentamente el mar existente y, a medida que bajaba el ni-
vel de base de su desembocadura y por los cuantiosos
sedimentos que se deslizaban desde las cumbres, aproxi-
madamente 2,000 metros, fue formándose el amazonas
actual, sobre la base del sedimento se formaron las cultu-
ras, comienza así la configuración actual de la cuenca
amazónica.

[37]
El sistema Pebas

Pebas, uno de los pueblos más antiguos de la Amazonía,


está ubicado a orillas del río Amazonas a casi 180 kilóme-
tros río abajo de la ciudad de Iquitos. En los alrededores
del pueblo importantes afloramientos de rocas altamente
fosilíferas han sido estudiados desde inicios del siglo XIX.
Estas rocas, ampliamente distribuidas en la Amazonía oc-
cidental son conocidas por los científicos como la Forma-
ción Pebas. Luego de años de investigación se ha esta-
blecido que a principios del Neógeno (aproximadamente
21 millones de años atrás), la Amazonía occidental atra-
vesó por una larga etapa de enorme diversidad dominada
por ecosistemas acuáticos.

[38]
El Sistema de Pebas fue un enorme ecosistema acuático
de gran dinámica ambiental que surgió aproximadamente
hace 23 Ma en la Amazonía Occidental. Alcanzó su má-
ximo desarrollo hace 13 Ma, momento en que albergó una
excepcional comunidad endémica de cocodrilianos, así
como una alta diversidad y abundancia de moluscos
(9,16).

Geología y paleontología de la Formación Pebas

Una de las principales fuentes de información sobre los


ambientes y procesos geológicos pasados de la región
amazónica es la Formación Pebas , una unidad litoestrati-
gráfica que se extiende por el noreste de Perú, el sureste
de Colombia y la zona adyacente de Brasil , y que se ob-
serva con interrupciones como afloramientos rocosos a lo
[39]
largo de ríos . La bioestratigrafía basada en polen y mo-
luscos indica que la formación abarca desde el Mioceno
temprano al tardío temprano 23-10 Ma aproximadamente.

La parte inferior de la formación se caracteriza por tener


areniscas amarillas, capas alternadas de roca arcillosa
roja y azul, limolita, zonas ricas en material orgánico y baja
diversidad de fauna de invertebrados. La parte superior
(Mioceno medio - tardío temprano) se diferencia por tener
capas de roca arcillosa azul-gris rica en esmectita, are-
nisca gris, zonas ricas en material orgánico, capas de lig-
nita y abundante fauna acuática muy bien preservada. La
abundancia de facies sedimentarias dominadas por are-
nisca y lignitas superpuestas reflejan un ambiente inun-
dado y empozado, y las arcillas azul-gris junto con lignitas,
un ambiente de deposición lacustre . La evidencia sugiere
que los Andes eran la principal fuente de sedimentos y
agua del Sistema Pebas .

En esta formación se han encontrado abundantes fósiles


de invertebrados, como ostrácodos y moluscos. También
se han encontrado fósiles de vertebrados como peces, an-
fibios y reptiles. Pero la mayor evidencia paleontológica

[40]
fue el hallazgo de restos de hasta siete crocodilianos, mos-
trando que hace 13 Ma la diversidad de estos animales en
este sistema era muy alta (9).

El Sistema Pebas, tierra de gigantes: esta es la mejor de-


finición para el Lago Pebas, un mega humedal que existió
en la Amazonía occidental durante la época del Mioceno,
que existió desde hace 23 millones a 5.3 millones de años,
un complejo de grandes lagos, pantanos, ciénagas, estua-
rios y ríos alcanzó su máximo esplendor hace unos 12 mi-
llones de años.

[41]
Hace 13 millones de años, este Sistema Pebas, alcanzó
gran complejidad ecológica y llegó a cubrir más de un mi-
llón de kilómetros cuadrados. Sus aguas nacían principal-
mente en los Andes y drenaban en el Mar Caribe. En el
2005, una expedición francoperuana prospectó y descu-
brió restos de la variada fauna que habitó este ecosistema
en el área del Arco de Fitzcarrald (Ucayali) En los ambien-
tes acuáticos vivían delfines rosados del género Inia y
otros afines al delfín del Ganges. Entre los cocodrilos exis-
tían numerosas especies de caimanes, incluyendo el cai-
mán enano Paleosuchus, el gran Purussaurus y el caimán
con pico de pato Mourasuchus. Las pacaranas y ronsocos
aparecen en esta época. Insectos y arácnidos conserva-
dos en ámbar procedentes de la zona de Iquitos demues-
tran que existió una enorme biodiversidad, hace unos 12
millones de años.

Su extensión se ha estimado en más de un millón de kiló-


metros cuadrados, cubriendo los territorios orientales del
Perú, Ecuador y Colombia, gran parte de Venezuela y el
oeste de Brasil. Como en el Paleógeno, el drenaje de este
sistema seguía conduciendo sus aguas al mar Caribe,
aunque no se ha descartado que existiera adicionalmente
una conexión con el océano Pacífico a través de Ecuador.
Un sello característico de las rocas de la Formación Pebas
[42]
es la presencia cuantiosa de fósiles de moluscos. Los fon-
dos fangosos anóxicos (sin oxígeno) de las lagunas y pan-
tanos del antiguo Sistema Pebas habrían contribuido en la
evolución de múltiples especies de gasterópodos y bival-
vos, principalmente formas de agua dulce. La evidencia
sugiere que, además, este sistema era en ocasiones inun-
dado por las aguas marinas que propiciaban el desarrollo
de manglares.

La existencia de un óptimo climático en el Mioceno medio


(aproximadamente 15 millones de años atrás) favoreció la
evolución y diversificación de una gran diversidad de rep-
tiles. En 2004, una expedición descubrió en una localidad

[43]
del río Napo próxima a Iquitos, una mandíbula de un la-
garto Teiidae del género extinto Paradracaena. Como en
el moderno Dracaena amazónico, destacan sus grandes
dientes globulares marcadamente estriados, ideales para
alimentarse de moluscos.

En 1961 el escritor norteamericano Peter Matthiessen do-


cumentó el hallazgo de una “mandíbula” gigantesca en el
corazón del Arco de Fitzcarrald: “… pero allí estaba, hun-
dida en el barro del Mapuya, y era tal como lo había dicho:
una mandíbula tan grande y pesada que se necesitaban
al menos cuatro hombres fuertes para cargarla… su peso,
era menos consecuencia de su tamaño que de su natura-
leza…” (Matthiessen, 1961) resultó ser el maxilar del Pu-
russaurus, un enorme caimán que habitó el Sistema Pe-
bas hace unos trece millones de años. Su peso se calcula
en unas diez toneladas y habría alcanzado hasta doce me-
tros de longitud. Este hallazgo motivó nuevas prospeccio-
nes en el Arco de Fitzcarrald en las que se descubrieron
más restos de Purussaurus y de otros caimanes extintos,
incluidos los primeros restos peruanos del extravagante
Mourasuchus. Conocido como el “caimán pico de pato”, el
Mourasuchus tenía un hocico largo y ancho que recuerda
a una tabla de planchar. Sus mandíbulas eran débiles y

[44]
estaban coronadas por numerosos dientes delgados y re-
lativamente largos. Este caimán habría sido un gigante pa-
cífico que flotaba en las peligrosas lagunas rebosantes de
vida. Al parecer poseía una gran bolsa gular, como la de
los pelícanos, en la que contenía su alimento, posible-
mente cardúmenes enteros de pequeños peces que
disputaba con varias especies de delfines de agua dulce
hasta ahora poco conocidas.

Otro habitante de aquellas antiguas cochas era el caimán


enano de Cuvier o Paleosuchus. Su presencia no nos ex-
traña pues, a pesar de ser la primera vez que se le en-

[45]
cuentra en el registro fósil, los estudios indican que perte-
nece a un linaje ciertamente primitivo. Como en el agua,
en tierra firme los cocodrilos también dominaban.

En Fitzcarrald se han documentado al menos dos tipos de


especies terrestres de sebécidos. Estos sobrevivientes de
la era de los dinosaurios eran los equivalentes a los lobos
entre los cocodrilos. Tenían patas relativamente largas,
cráneos altos y hocicos delgados. Sus dientes eran afila-
dos como navajas y con los bordes aserrados. Aunque
bien armados, habrían tenido una labor difícil al enfren-
tarse a los mamíferos de la época, como perezosos terres-
tres, gliptodontes, toxodontes y astrapoterios, todos cor-
pulentos animales de casi una tonelada de peso. De ellos,
solo los perezosos y los gliptodontes tiene parientes ac-
tuales entre los pequeños perezosos arborícolas y los ar-
madillos, respectivamente. Incursiones marinas y nuevos
picos de crecimiento andino marcaron el fin del Sistema
Pebas y el origen del sistema fluvial amazónico.

Abundancia y diversidad de moluscos

En el Sistema Pebas los moluscos experimentaron una


gran radiación adaptativa, dominando los ambientes de la-
gos y pantanos hace 16 a 11 Ma . De las 160 especies

[46]
descritas cerca del 90% son endémicas del sistema y al-
rededor del 54% pertenecen a gasterópodos Cachliopidae
. Sin embargo, los bivalvos Pachydontinae (Corbulidae),
numerosos en las arcillas ricas en materia orgánica, repre-
sentan el 66% de la abundancia de moluscos.

Estos bivalvos presentan cicatrices de regeneración y val-


vas rotas por depredación. Inicialmente se pensó que eran
depredados por peces y aves, pero a partir del hallazgo de
tres pequeños caimanes con mandíbulas robustas y dien-
tes globulares con alto nivel de desgaste (K. iquitosensis,
C. wannlangstoni, G. pebasensis), se sugirió que la alta
depredación observada en los moluscos se debía a estos
caimanes endémicos de Pebas. Cuando las condiciones
fluviales aumentaron hace 10 Ma, la fauna endémica de
moluscos y caimanes de Pebas se redujo notablemente y
se extinguió

4. Diversidad y filogenia de cocodrilianos

Los estudios filogenéticos sugieren que durante el Cretá-


cico tardío (pre-campaniense) divergen Crocodyloidea y
Alligatoroidea . De este último clado a su vez diverge Glo-
bidonta, posiblemente hace 83-72 Ma . Dentro de Glo-
bidonta, el grupo corona Alligatoridae divergió posible-

[47]
mente hace 71-64 Ma en Alligatorinae, donde encontra-
mos a los aligátores, y en Caimaninae, donde encontra-
mos a los caimanes actuales y los tres caimanes de Pebas
con dientes globulares.

En la actualidad existen 26 especies de cocodrilianos,


aunque podrían ser más (5), de las que por lo menos siete
son Alligatoroidea, incluyendo dos aligátores (Alligator
mississippiensis y A. sinensis) y cinco caimanes (Melano-
suchus niger, Paleosuchus palpebrosus, Paleosuchus tri-
gonatus, Caiman latirostris y Caiman crocodilus) .

En su historia evolutiva, los cocodrilianos alcanzaron picos


de diversidad durante el Eoceno temprano y durante el
Mioceno, este último en Sudamérica. El Sistema Pebas es
un claro ejemplo, en ese ambiente por lo menos siete es-
pecies cohabitaron durante millones de años. Por otro
lado, en la Amazonía actual, uno de los centros de diver-
sidad de cocodrilianos en el mundo, es improbable encon-
trar debido a la competencia más de tres especies de cai-
manes en un mismo lugar y momento.

La diversidad ecológica y los factores de formación de


los suelos de la amazonia peruana

[48]
La Amazonía peruana,
conocida también con
el nombre de selva,
montaña, región orien-
tal, región amazónica o
hílea amazónica,
abarca una extensión
de 759,052 Km2, que
representa aproxima-
damente el 59% del te-
rritorio nacional y cerca del 14% de la Amazonía continen-
tal.

Achung (1995) explica la diversidad ecología de una ma-


nera integral: Desde el punto de vista climático, la Amazo-
nía peruana, en términos generales, se caracteriza por
presentar elevadas temperaturas y fuertes precipitacio-
nes, la temperatura media anual varía de 22.5 a 27.2°C y
la precipitación media anual de 602 a 3411 mm.

En la Amazonía peruana se ha identificado tres grandes


ecosistemas: el bosque pluvial, que se caracteriza por una
estación seca, de no más de 3 meses consecutivos y pre-
sentar una vegetación natural típica de bosque húmedo

[49]
tropical; el bosque estacional semi siempre verde, consti-
tuido por una pronunciada época seca, pero no mayor de
4 meses consecutivos; presenta una vegetación natural tí-
pica de bosque seco tropical; y el bosque espinoso, que
se caracteriza por su baja precipitación y por ser una re-
gión árida (Sánchez y Benites, 1983).

En esta región, se distinguen principalmente dos zonas


diferenciadas por su altitud, morfología, clima, caracterís-
ticas de sus ríos, etc., que son la selva alta y selva baja.

La selva alta es la zona del pie de monte oriental de la


Cordillera de los Andes. Se encuentra entre 2,500 y 500
m.s.n.m., es escarpada y presenta cordilleras y colinas,

[50]
así como valles de poco ancho y de gran longitud, siendo
su geología compleja. Representa aproximadamente el
27% del Perú.

La selva baja se sitúa por debajo de los 500 m.s.n.m. y se


inicia al finalizar los últimos contrafuertes andinos. Morfo-
lógicamente, se distinguen dos unidades fisiográficas: la
primera incluye terrazas bajas sujetas a inundaciones, de
origen aluvial reciente y de mayor fertilidad. Según
ONERN (1982), estas tierras comprenden una superficie
aproximada de 3'278,500 Ha.

En las terrazas bajas inundables de los ríos Amazonas,


Ucayali y Marañón, se sitúa una parte significativa de la
población rural y la mayor parte de la superficie dedicada
a la producción de cultivos alimenticios. No obstante, esta
situación, ha sido muy escaso el esfuerzo de las institucio-
nes de investigación en ampliar el conocimiento sobre es-
tas áreas y generar tecnologías adecuadas para su uso
racional.

La segunda está constituida por terrazas no inundables y


superficies onduladas, con diferente grado de disección,
con sedimentos no consolidados del pleistoceno y del ter-

[51]
ciario (Zamora 1987; Dumont y García, 1989). El poco es-
fuerzo de la investigación en suelos tropicales ha estado
concentrado en estas tierras.

La interacción de las corrientes atmosféricas, debido a la


dinámica de los ciclones y anticiclones, de las corrientes
marinas y del sistema de la cordillera de los Andes, han
generado una diversidad ecológica extremadamente con-
trastante en el territorio peruano, la cual se expresa en
cuatro grandes espacios: el mar, la costa con sus desier-
tos y valles, el ande, con su topografía accidentada y la
Amazonía, con sus bosques tropicales.

Tradicionalmente, en
la Amazonía, desde el
punto de vista altitudi-
nal se identifican 3 es-
pacios diferenciables:
la Ceja de Selva, que
se localiza en la ver-
tiente oriental de los
Andes, entre los 1,500
y los 3,500 m.s.n.m. y
que se caracteriza por
tener un relieve de

[52]
fuertes pendientes, valles estrechos y profundos ríos tor-
mentosos; la Selva Alta, que corresponde a relieves de
piedemonte andino y a valles longitudinales, entre los 500
y 1,500 m.s.n.m.; y la Selva Baja, que se ubica por debajo
de los 500 m.s.n.m., de relieve ondulado, con áreas de co-
linas, terrazas y zonas bajas inundables.

Sin embargo, la Amazonía, vista desde el espacio como


un gran manto verde aparentemente homogéneo, pre-
senta también una gran diversidad ecológica. Las caracte-
rísticas litológicas y climatológicas, así como los procesos
geológicos, geomorfológicos, pedológicos e hidrográficos,
son los factores físicos, que interactuando en diferentes
grados, explican la alta diversidad de ecosistemas en la
Amazonía peruana.

Esta diversidad ha sido estudiada con diferentes criterios


y por diferentes autores, de la manera siguiente:

De 11 Ecorregiones reportadas para el Perú, definidas en


base a la interrelación de los principales factores ecológi-
cos, 3 se ubican en la Amazonía: Selva Baja, Selva Alta o
Yunga y Sábana de Palmeras (Brack, 1984).

De las 8 Regiones Naturales del Perú, identificadas por


Pulgar Vidal (1963), 4 son registradas en la Amazonía: la
Región Omagua o Selva Baja, ubicada entre 80 y 400
[53]
m.s.n.m., la Región Rupa o Selva Alta, entre 400 y 1,000
m.s.n.m., la Región Yunga Fluvial, entre 1,000 y 2,300
m.s.n.m. y la Región Quechua, entre 2,300 y 3,500
m.s.n.m.

De 16 formaciones vegetales para el Perú, con un criterio


fitogeográfico, 9 corresponden a la Amazonía: vegetación
de valles, secos interandinos, bosque de ceja, selva de
yungas, hilaea occidental, región del acre, hilaea próxima
a los andes, estepas graminosas y sábana de palmeras
(Hueck, 1972).

De 11 provincias zoogeográficas, 3 son reportadas en la


amazonía: Yunga, Amazónica y Chaqueña (Brack, 1982).

De 08 provincias biogeográficas, 02 se encuentran en la


amazonía: Yunga y Amazónica Tropical (CDC-UNALM,
1986).

[54]
De 08 tipos de clima, 04 se reportan en la amazonía: hú-
medo con precipitaciones en verano, frío con precipitacio-
nes en verano, tropical permanentemente húmedo, clima
de sábana, clima tropical periódicamente húmeda y clima
de sábana (Schorder, 1969).

04 Paisajes geoecológicos, son identificados por Rasa-


nen et al (1993) en la selva baja: paisaje deposicional mo-
derno, relieve de posicional submoderno, relieve fuerte-
mente disectado, montañoso y relieve deposicional sub-
moderno.

De 15 Regiones Ecológicas, 3 corresponden a la Amazo-


nía: Región Bosques Pluviales (Bosques de Nubes), Re-
gión Bosques muy Húmedos del flanco y pie de Monte An-
dino (Selva Alta) y Región Bosque Húmedo Tropica1
(Selva Baja Amazónica). Esta última posee dos subregio-
nes: Bosque Húmedo Tropical Hidromórfico y Bosque Hú-
medo Tropical Estacional (Zamora, 1988).

El agua juega un papel importante en la Amazonía y su


influencia contribuye también con la diversidad eco1ógica,
encontrándose ecosistemas típicamente acuáticos, como
los ríos y lagos, ecosistemas inundables por los diversos
cuerpos de agua, y que durante una temporada se com-

[55]
portan como sistemas acuáticos y en otras como terres-
tres, y ecosistemas de tierra firme o de altura, que no son
afectados por la creciente de los ríos.

También se reportan otras unidades espaciales, denomi-


nadas zonas de vida por Holdridge, y que expresan las re-
laciones que existen en el orden natural entre los factores
principales del clima y la vegetación. Desde este punto de
vista, para tener una idea de la diversidad ecológica, en la
amazonía se reporta 31 zonas de vida de un total de 84
reconocidas en el Perú.

[56]
De 07 regiones edáficas, 03 caracterizan a la Amazonía:
Regi6n Lito-Cambisólica, Región Acrisólica y Región Fe-
rra1só1ica (Zamora y Bao, 1972):

Región Lito-Cambisólica: comprende la parte más elevada


de la selva alta desde los 2,200 hasta los 3,000 m.s.n.m.,
con una superficie de 6 millones de hectáreas (5% del te-
rritorio nacional). Las pendientes son extremas, la fisiogra-
fía sumamente accidentada y la pluviosidad alta. En forma
natural están cubiertas de bosque que mantienen el suelo
e impiden la erosión; al ser talados éstos, los suelos son
erosionados en forma acelerada. El potencial agropecua-
rio es muy escaso.

Región Acrisólica: comprende las partes medias e inferio-


res de la selva alta, desde los 500 hasta los 2, 2002,800
m.s.n.m. con una superficie de 17 millones de hectáreas,
cerca del 13.5% del territorio nacional. El relieve está ca-
racterizado por laderas empinadas, escarpadas y escasos
valles amplios (Oxapampa, Perené, Huallaga, etc.). Los
suelos son, por lo general, ácidos y las partes de laderas
empinadas y escarpadas expuestas a una fuerte erosión
por la alta pluviosidad.

[57]
Región Ferralsólica: comprende la selva baja con una ex-
tensión de 60 millones de hectáreas (43% del total nacio-
nal). Los suelos son del tipo rojo y muy pobres. Sólo a lo
largo de los ríos, los suelos aluviales son mejores.

A nivel más detallado, las variaciones edáficas son más


marcadas encontrándose, por ejemplo, en escasos metros
de distancia, una diversidad de suelos que varían por sus
propiedades físicas, químicas y biológicas.

La influencia de los diferentes factores de formación de los


suelos en la Amazonía: el clima, material parental, topo-
grafía, organismos y edad de la superficie, actuando en
combinación conjunta determinan diversos procesos pe-
dogenéticos que producen las variaciones edáficas.

[58]
En relación al clima, la acción combinada de la tempera-
tura y la precipitación influye desde moderada, como en
Jaen-Bagua (zona de baja precipitación), a intensa, como
en gran parte de la Amazonía (zonas de alta precipitación),
en la formación de los suelos.

La influencia del material parental en los suelos de la Ama-


zonía no se manifiesta con claridad. Sobre el particular,
Zavaleta (1992) reporta que en la zona de Tournavista,
Pucallpa, el material parental es calcáreo, por tanto los
suelos deberían ser más fértiles, sin embargo los suelos
son ácidos, debido a la influencia de otros factores, princi-
palmente el clima. En los suelos aluviales de formación re-
ciente se observa la influencia del material sedimentario
en la fertilidad de los suelos. Los suelos originados por
material que tiene su origen en los Andes peruanos son
generalmente más fértiles que los suelos formados por
material que tiene su origen en el mismo llano amazónico.

La configuración de la superficie de la tierra afecta la for-


mación de los suelos, por efecto de la humedad del suelo.
En la Amazonía este factor adquiere mucha importancia,
pues por las altas precipitaciones, las zonas cóncavas o
depresionadas contienen más humedad que las zonas

[59]
convexas y, por consiguiente, el contenido de materia or-
gánica es más alto por la poca oxigenación, y los suelos
son generalmente grisáceos y oscuros. En cambio, en la
parte convexa la escorrentía es más rápida, tienen buena
oxigenación, y por lo tanto el contenido de materia orgá-
nica es más bajo y los suelos son generalmente amarillos
o rojos.

El tipo de vegetación que crece en un espacio geográfico


es determinado predominantemente por el clima, la eleva-
ción, el suelo y la clase de drenaje; ciertas características
de los suelos son determinadas por la vegetación, estable-
ciéndose así interrelaciones (Zavaleta, 1992). En la Ama-
zonía estas interrelaciones se observan con claridad en
algunos espacios, como los aguajales con los suelos mal
drenados y con diferente grado de turbas, y los varillales
con los suelos arenosos.

El tiempo también es un factor importante en el desarrollo


de los suelos en la Amazonía. Los suelos de origen re-
ciente, ubicados en las terrazas bajas de los principales
ríos, son los más jóvenes y generalmente los más fértiles,
en comparación con los suelos de terrazas altas y colinas,
que son las áreas más antiguas, son más evolucionados y
generalmente ácidos y de baja fertilidad natural.

[60]
CAPITULO II. PERIODIFICACION
HISTORICA DE LA
AMAZONÍA PERUANA
2.1. Periodificación de la historia del Perú.

Para facilitar la compresión de la Historia del Perú, los his-


toriadores y arqueólogos realizan periodificaciones o divi-
siones de la historia en etapas, épocas, periodos y fases.
Dichas divisiones son casi siempre arbitrarias y en todo
caso convencionales, es decir, que son establecidas en
relación con determinados acontecimientos considerados

[61]
los más significativos para señalar los cambios que se ad-
vierten en el devenir histórico. Dichas divisiones sirven
para delimitar los diferentes acontecimientos, pero en nin-
gún caso significan una división tajante de la historia del
Perú que transcurre como un continuum.

Para realizar dichas divisiones criterios como:

El grado de libertad y autonomía en el que se desen-


vuelve el hombre.

Determinados acontecimientos significativos.

El modo de producción de la sociedad

Las características de las relaciones de poder político y


económico

La economía

Otros.

Es en base a estos criterios que diversos autores han bos-


quejado diferentes periodificaciones que a continuación
detallamos:

Pablo Macera y Luis Guillermo Lumbreras, Proponen


una división teniendo como criterio fundamental el grado

[62]
de libertad y autonomía en que se desenvuelve el país.
Distingue dos etapas:

a) La etapa de autonomía. Desde hace 20 000 años


hasta el año 1532 d.c. puede dividirse en dos épocas: la
época preincaica y la época incaica

b) La etapa de dependencia. Desde 1532, hasta nuestros


días, comprende las épocas del descubrimiento, invasión
y conquista del Perú, la época colonial, la época de eman-
cipación, y asimismo la época de la república, porque el
Perú sigue girando en torno a algún centro de poder mun-
dial hasta nuestros días.

[63]
Fernando Silva Santisteban

Periodo Lítico: Que es el periodo en el cual el hombre llega


al Perú y se forman las primeras bandas.

Periodo Neolítico: Periodo en el cual el hombre descubre


la Agricultura y se desarrolla en el Perú, lo que Gordon
Shilde denominó la Revolución Agrícola.

Formativo: Que es el estudio de Chavín de Huántar como


cultura fundamental que dejará su gran legado en las cul-
turas posteriores.

Desarrollos Regionales: La época de la regionalización de


los diversos pueblos, descendientes de Chavín de Wantar.

Imperio Wari: Proceso de formación de la cultura Wari,


como síntesis de la unión cultural de tres pueblos: Tiahua-
naco, Nazca y Huarpa.

Estados Regionales: Periodo de diversidad cultural, sobre-


salen la cultura Lambayeque, Chimú y los Chancas.

Tawantinsuyo: Periodo del desarrollo Incaico.

a) El Perú antiguo: es la época más larga de la historia


peruana. Corresponde a la época prehispánica desde la

[64]
presencia del hombre en el territorio peruano hasta la lle-
gada de los europeos en el siglo XVI. Y se encontraría la
época incaica y preincaica.

b) Perú colonial o época de dominación hispánica: duro


tres siglos y ha sido dividida en 4 etapas:

- La etapa del descubrimiento que comprende de las pri-


meras expediciones al Perú en 1525 hasta la captura del
inca Atahualpa en Cajamarca en 1532.

- La etapa de conquista y de las guerras entre conquista-


dores, de 1532 hasta 1542.

- Etapa del virreinato que se inicia con el establecimiento


del gobierno virreinal (1542) y continúa hasta la revolución
de Túpac Amaru en 1780.

- La etapa de emancipación de 1780 a 1821.

[65]
c) Perú Republicano: desde 1821 que se desarrolla como
nación política independiente, capaz de decidir su propio
destino.

John Rowe

Arcaico: 5 mil años antes de Cristo. Periodo en el cual los


hombres se organizan en tribus, descubren la agricultura.

Horizonte Temprano: 2 mil años antes de Cristo. Periodo


en la cual se forma un Estado Panandino a través de Cha-
vín de Huántar.

Intermedio Temprano: Del 900 a. C. al 200 después de


Cristo.

Horizonte Medio: del 200 d.C. al 800 d.C. con la expansión


de Wari a lo largo del territorio peruano.

Intermedio Tardío: Del 800 a 1400 después de Cristo.

Horizonte Tardío: De 1400 hasta 1532, es la época de los


Incas que llegaron a expandirse en un gran imperio que
abarcó: Chile, Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador y Colom-
bia.

Luis Guillermo Lumbreras, es un arqueólogo peruano, de


muy reconocida trayectoria, formuló su esquema cultural
tomando como base el criterio económicosocial y dentro

[66]
de las generalidades de su esquema, se reconoce tres di-
visiones; Recolectores, Agricultores Aldeanos e Industria-
les Urbanos.

Recolectores, Lítico y Arcaico. Terminología que fue pro-


puesta por Gordon R. Willey y P. Philips, para las culturas
de Cazadores Recolectores y Horticultores; ambas cono-
cidas con la denominacíon de Precerámico.

Sociedades Agrícolas Aldeanas, se reconocen también


dos períodos llamados Formativo y Desarrollos Regiona-
les, que se diferencian por el grado de afianzamiento en la
economía agrícola, teniendo más auge en este último
campo.

[67]
En cuanto a las sociedades Industriales Urbanas se pre-
sentan tres períodos denominados: Viejo Imperio, Estados
Regionales e Imperio Tawantinsuyo, centrado en función
de las características económicas sociales, que cada una
de ellas presentaba.

2.2. Periodificacion de la Historia de la Amazonia.

Establecer una periodización adecuada es una cuestión


clave para la comprensión de la historia, no hay en el
campo de la historia un problema metodológico de mayor
importancia que el de la periodificación. Sin ellas, dice Vi-
tale; sin sus valiosos aportes, la historia no podría darle un
sentido integral al conocimiento de nuestra historia, de
nuestra identidad.

En el Perú la preocupación por nuestra historia se inició


en el momento mismo de la invasión española; pero sólo
como interrogantes. Por eso los escritores de entonces se
limitaron en sus crónicas, a relatar lo que sus ojos veían
de la costumbre de los pueblos conquistados y a mencio-
nar tímidamente la existencia de los pueblos anteriores, de
los que sólo quedaban leyendas y ruinas. En cuanto a la
historia de la Amazonía peruana, recién en estos últimos

[68]
años se ha intentado hacer una periodificación. En la ac-
tualidad, existe un estudio de José Díaz, en la cual siste-
matiza varias propuestas:

Padre Jesús Víctor San Román en 1975, establece siete


periodos de desarrollo.

Periodo indígena: desde la llegada de los primeros pobla-


dores hasta 1542.

Periodo Misionero: desde 1542 a 1769.

Período de nacimiento del Capitalismo, va desde 1769 a


1880.

[69]
Periodo del Caucho, desde 1880 a 1914.

Periodo de la Recesión Económica va de 1914 a 1943.

Periodo de la Integración de la Selva a la Vida Nacional,


desde 1943 a 1970

Periodo del Petróleo: abarca la década del 70.

Thomas Myers en 1988, pero sólo para la parte de lo que


llamó la prehistoria. Identificó cinco estadios.

El Paleoindio para el cual no hay datos exactos.

El Arcaico, y tampoco hay aquí cronología absoluta.

Formativo Selvático, va desde el año 2000 a.c. al año 500


a.c. este periodo tiene dos fases: el Formativo temprano y
el Formativo Tardío.

Periodo de Desarrollo Selvático: va de los 500 años a.c. a


1300 de nuestra era. También se identifican dos fases: la
primera del desarrollo temprano entre los 500 a.c. y el año
0, y la segunda del desarrollo tardío del año 0 al 1300.

Periodo tardío, periodo de contacto con los españoles


1542

Propuesta de Anna Roosevelt

[70]
La arqueóloga Anna Roosevelt, distingue cinco grandes
estadios sucesivos en el manejo de los recursos amazóni-
cos durante la prehistoria:

Cazadores-recolectores nómadas;

Pescadores-recolectores-intensivos-horticultores incipien-
tes;

Horticultores de roce y quema, grandes poblados de agri-


cultura en camellones, y,

[71]
Poblaciones muy grandes y densas, mantenidas por agri-
cultura intensiva de granos, complementada con caza y
pesca intensiva,

Luis Tafur, quien viene trabajando sobre una cronología


de la Amazonía peruana desde la Conquista.

Al siglo XVI lo denominó “La aventura del descubrimiento”;

AL XVII, los viajes misioneros, militares, las grandes rebe-


liones y las devastadoras epidemias.

Al XVIII las dos caras de la moneda: los jesuitas y la figura


de Juan Santos Atahualpa.

El siglo XIX es el de las grandes definiciones

El XX, del esplendor a la miseria, del silencio a la rebeldía,


de la escasez al desperdicio.

José Barletti en 1993, identificó dos grandes definiciones.

“estirón”, y “meandros”. La vuelta y el estirón, utilizando la


terminología de los ríos.

El primer estirón, dice, va desde las entradas de los espa-


ñoles hasta la organización de las misiones, aproximada-
mente con una duración de cien años.

[72]
El segundo va desde 1638 a 1767 con una duración de
ciento treinta años.

El tercero, desde 1780 a 1809, con una duración de ciento


treinta años.

El cuarto estirón se produce entre la expulsión de los je-


suitas y el inicio de la época del caucho.

El quinto abarca toda la época del caucho, 1880 a 1920.

El sexto se produce entre 1920 y 1990.

Mario César Ríos Zañartu, 1995 pensó nuestra historia


en cuatro etapas.

Amazonía Antigua,

[73]
Amazonía Peruana durante la acción descubridora, con-
quistadora y colonizadora de España:

Amazonía peruana durante la independencia y las prime-


ras décadas de la república 1821 – 1890,

Amazonía peruana bajo la república de 1906 a 1980.

José Díaz, 1988. Identificó dos grandes períodos a los que


llamo etapas.

La primera es la del Desarrollo Autónomo, que abarca


desde la llegada de los primeros pobladores hasta 1542,

La segunda etapa de Desarrollo Dependiente desde 1542


a nuestros días.

Para la primera etapa usa la periodificación de Tomas


Myers,

Para la segunda gran etapa, identificó dos períodos: el de


la Colonia (1542 – 1821), y el de la República, desde 1821
a nuestros días.

Colonia (1542 – 1821) establece cuatro fases:

Desde las entradas de los españoles hasta las reduccio-


nes (1535 – 1638),

Desde las reducciones hasta la expulsión de los jesuitas,

[74]
Intento de reorganización del dominio español entre 1780
y 1809,

Lucha por la independencia entre 1809 y 1821.

República también identificó cuatro fases:

La nueva invasión de la Amazonía entre 1821 y 1879,

La del saqueo, derroche y miseria entre 1880 y 1910 (es


el periodo de la explotación del caucho),

La recesión cuando estalla la crisis de la economía del


caucho,

José Moscoso 1988, considera; una etapa de autonomía


y una etapa de dependencia,

La dependencia considera una serie de momentos.

El primero ha sido el encuentro doloroso, entre las socie-


dades indígenas amazónicas y los españoles.

El segundo, el de las reducciones,

El tercero es la época del caucho,

El cuarto la castellanización y la escolástica,

El quinto, la extracción,

El sexto la época del petróleo,

[75]
El séptimo el neoliberalismo y la globalización.

Charlotte Smith 1988, sistematiza las siguientes fases:

Periodo pre – contacto; exploración y conquista;

Colonia,: dominación jesuita, periodo post – jesuita.

República:

Creciente penetración económica de la región por la so-


ciedad nacional,

Época del caucho, fase del declive después del boom del
caucho,

Expansión renovada de la penetración misionera, demo-


gráfica, económica y militar.

[76]
CRONOLOGIAS ARQUEOLÓGICAS PRESENTADAS

CUADRO CRONOLÓGICO THOMAS MYERS 1988

CULTURAS PALEO INDIO Y FORMATIVO DESARROLLO SEL- TARDIO


ARCAICO SELVATICO VATICO 1000-1542 d.c.
12,000-5,000 2,000 – 500 a.c. 500 a,c, - 1000 d.c.
a.c.
5,000 – 2000.
BOSQUE TRO- Tupi-Guaranies
PICAL Arawac
(economía ar- Caribes.
caica, cazado-
res, recolectores
pescadores,prin-
cipio de domes-
ticacion de plan-
tas y animales)

BOSQUE TRO- Tutishcainyo


PICAL Shakimu
(Agricultura tro- Cobichaniqui
pical incipiente, Pangotsi
aparición de la Ananatuba
cerámica pin- Jauari
tada) Cueva de las Le-
chuzas

BOSQUE TRO- Hupa-Iya


PICAL Pacacocha
(culturas autóc- Yarinacocha
tonas, Agricul- Cashibocaño
tura tropical, ce- Cumancaya
rámica pintada y Acauan
corrugada, apa- Formiga
recen los husos Mangueiras
de hilar, tejidos) Nazarategui
Naneni
Aspusana
Monzon
Yasuni
Tivacundo
BOSQUE TRO- Marajoara
PICAL Santarem
(Estrato social Caimito
esclavista, orga- Cumancaya
nización a nivel Enoqui
de señoríos, Monzon
Agricultura tropi- Fase Napo
cal, cerámica
policroma, in-
dustria textil)

[77]
CUADRO CRONOLÓGICO BETTY MEGGERS Y
CLIFORD EVANS 1988

CULTURAS HORIZONTE HORIZONTE HORIZONTE HORIZONTE


RAYADO EN BORDE INCISO POLICROMO INCISO Y
ZONAS. 500. 100 – 800 d.c. 800 – 1000 d.c. PUNTEADO
a.c. – 500 d.c. 1000 d.c.
BOSQUE Ananatuba
TROPICAL Jauari
Cerámica Yasuni.
dura y lisa Tutishcainyo
de color
amarillento
castaño

BOSQUE Maangueiras
TROPICAL Nericagua
Cerámica Boim
con pintura
roja o en-
gobe rojo

BOSQUE Marajoara
TROPICAL Guarita
Urnas fune- Caimito
rarias, Urnas Napo
antropomor-
ficas

BOSQUE Pacacocha
TROPICAL Cumancaya
Urnas de in- Velarde
humacion Santarem
Paredao

[78]
CUADRO CRONOLÓGICO JOAQUIN NARVAEZ LUNA

PERIODOS

ALFARE-
CULTURAS ALFARE-
PALEOLI- MESOLI- ROS
ROS TEM- TARDIO
TICO TICO TEMPRA-
PRANOS I
NOS II

Primeros Poblado- 15,000 a.c.


res: cazadores
Recolectores

Primeros Agricul- 3,000 a.c.


tores incipientes

Primeros Alfare- 1,500 a.c.


ros, y de los Hori-
zontes Estilísticos:
Hachurado Zonal
y Barrancoides

Horizonte Poli- 500 d.c.


cromo corrugado.
Y los estilos ante-
cedentes directos
de las actuales co-
munidades ama-
zónicas

Actuales pueblos 1,300 d.c.


amazónicos

[79]
CAPITULO III. POBLAMIENTO DE LA
AMAZONÍA. TEORÍAS
3.1. POBLAMIENTO DE AMÉRICA.

El poblamiento americano constituye uno de los hechos


más relevantes en nuestro continente, su diseminación da
origen a numerosas culturas, tuvieron que adaptarse a las
diferentes condiciones climáticas, lugares inhóspitos, peli-
grosos para la vida, conseguir alimentos permitió la lucha
por la sobrevivencia, y el desarrollo de la tecnología. El
hombre desde su llegada al continente americano siempre
ha buscado un clima parecido, al que llego a través del
estrecho de Bering, estableciéndose en zonas de altura

[80]
por encima de los dos mil metros de altura, desde ahí va
comenzar a bajar a las llanuras en busca de alimentos
para sustentar a su grupo familiar.

3.1.1 Pleistoceno – corredor libre de hielo. La glaciación


de Wisconsin, fue aprovechado por el hombre primitivo
para pasar del continente asiático al continente ameri-
cano, por el estrecho de Bering, el clima se volvió muy frío,
los glaciales avanzaron hasta cerca de los trópicos, en esa
zona los continentes se cubrieron de hielos, los mares con
poca profundidad se convirtieron en glaciales y muchas
zonas quedaron unidas dando origen en américa al puente
de Bering. Los cuatro principales periodos glaciares reci-
ben el nombre de Günz, Mindel, Riss y Würm. Cada uno
de estos avances de los glaciares provocó un descenso
del nivel de los océanos, de incluso más de 100 m, propi-
ciando la creación de puentes de tierra entre zonas habi-
tualmente aisladas. Sin embargo, también las áreas de-
sérticas fueron más secas y extensas, debido a la escasez
de lluvias provocada por la escasa evaporación de los
océanos. En los instantes finales de la última glaciación,
los bloques de hielo comenzaron a derretirse los bordes
de las dos grandes placas de hielo que cubrían la zona
que hoy se conoce como Canadá, abriendo un corredor de

[81]
unos 25 km de ancho. Esto ocurrió hace unos 14000 años
a.C. Dado la apertura de este corredor, los primitivos seres
humanos que estaban en Beringia, pudieron avanzar ha-
cia el interior de américa y luego se dirige hacia el sur.

3.1.2 Primeros pobladores americanos. Se afirma que


la mayor parte de los indígenas americanos son descen-
dientes del noreste de Asia y son los pueblos de habla na-
dene y los que ingresaron en una segunda ola migratoria
serían los esquimales. Eran de piel cobriza, pómulos altos,
ojos oscuros y cabello negro y liso, es decir, tenían rasgos
mongoloides o asiáticos. Eran grupos nómades, que se

[82]
organizaban entre 40 y 50 personas Gozaban de una ex-
celente salud, ya que muchos de los virus y bacterias que
trajeron desde Asia no sobrevivían al frío al que estaban
expuestos. Fueron hábiles depredadores, fabricantes de
armas arrojadizas que les permitían cazar especies de la
mega fauna del Pleistoceno Tardío.

3.1.3. Teorías de poblamiento

Teoría Inmigracionista asiática. Es una explicación del


poblamiento tardío del continente americano, propuesto
por el antropólogo checo – norteamericano Alex Hrdlicka,
esta teoría goza en la actualidad de mayor credibilidad
dentro de la comunidad científica. En el año de 1929, Rid-
gely Whiteman, joven indígena de 19 años escribió una
carta al instituto Smithsoniano sobre una serie de huesos
que había encontrado en la aldea de Clovis (Nuevo Mé-
xico). En 1932, en una excavación realizada, por el equipo
de Edgar Billings Howard de la universidad de Pensilvania,
constato que se trataba de un asentamiento humano indí-
gena durante el pleistoceno seria conocida como la cultura
Clovis, ayudando al sustento planteado por Hrdlicka.

Fundamentos antroposomáticos. Semejanzas antropoló-


gicas entre el aborigen asiático y el aborigen americano,
manifestadas en los siguientes rasgos comunes: mancha
[83]
mongólica en los niños al nacer, pigmentación de la piel,
ojos rasgados, pliegue mongólico, forma de cara y pómu-
los salientes, escasa pilosidad corporal y facial, cabellos
lisótricos, dientes en forma de pala.

Fundamentación etnológica – cultural. Los usos y costum-


bres similares: cargar a los niños en la espalda, comer en
el suelo, música pentafónica, danzas colectivas, etc.

Teoría de las islas Aleutianas. Propuesta por Knut Flad-


mark sugiere que fue la vía marítima por el cual el hombre
llego a América. Las islas Aleutianas (un nombre derivado
del nombre propio de la etnia que las habitaba, «aleuti»)
es un archipiélago de islas volcánicas, una cadena de más
de 300 pequeñas islas volcánicas que describen un amplio

[84]
arco de unos 1.900 km que va del sudoeste de Alaska (Es-
tados Unidos) hasta la península de Kamchatka (Rusia).
Las islas están situadas entre el mar de Bering, al norte, y
el océano Pacífico septentrional, al sur. Casi todo el archi-
piélago es parte del estado de Alaska, aunque las islas
más occidentales forman parte de Rusia. Las islas están
localizadas al norte del Cinturón de fuego del Pacífico y en
ellas hay 57 volcanes.

Teoría australiana. Fue sostenida por el antropólogo An-


tonio Méndez Correa, afirma que américa fue poblada por
una corriente migratoria proveniente de Australia, un
grupo de pescadores australianos y de Tasmania se ha-
brían hecho a la mar y accidentalmente habrían sido arras-
trado por las corrientes marinas hacia el sur y habrían lle-
gado hasta las islas Auckland, desde donde siguieron la
corriente y habrían llegado a la Antártida, continente que
habrían logrado atravesar gracias a la ocurrencia de un
“Optimun Climaticum” (recalentamiento antártico), el cual
habría permitido que estos hombres de climas tropicales
puedan sobrevivir.

Luego de haber cruzado la Antártida se habrían embar-


cado nuevamente en sus frágiles embarcaciones y ha-
brían llegado al extremo sur de américa: tierra de fuego y

[85]
Patagonia en donde habrían dado origen a algunas tribus
indígenas como los: Onas, mapuches, fueguinos, alakalu-
fes y fueguinos..

Teoría De Origen Múltiple Del Hombre Americano. Paul


Rivest fue un etnólogo francés. Creador de la teoría oceá-
nica o multirracial, según la cual la población indígena
americana es el resultado de migraciones procedentes de
Asia, Australia, Polinesia y Melanesia. Las oleadas estu-
vieron separadas por distintos espacios de tiempo, apor-
tando caracteres asiáticos, australianos y melanesio-poli-
nesios.

[86]
Mongoloide Los primeros en ingresar a América serían los
asiáticos, a través del Estrecho de Bering. Aportarían ele-
mentos pre-mongólicos y mongólicos propiamente dichos,
evolucionando física y culturalmente.

Australianos En segundo lugar, hicieron su arribo los ele-


mentos australianos, demostrado, según Rivet, por gran-
des similitudes físicas entre los cráneos de los patagones
y de los australianos, del predominio del grupo sanguíneo
0 en ambos grupos y del común uso de producciones cul-
turales como la cerámica, los mantos de pieles animales,
las chozas circulares de ramas, el uso de mosquiteros,
tambores de madera, puentes colgantes, el uso de troncos
ahuecados como canoas, parecidas ceremonias religio-
sas, etc.

Melanesio-malayo-Polinesio. Planteado también por Paúl


Rivet. Es solo una variante de la hipótesis anterior, aquí el
investigador plantea una corriente migratoria hacia amé-
rica provenientes de las islas de melanesia en océano pa-
cifico, el cual estuvo habitado por pobladores de raza ne-
gra que llegaron a américa central.

Teoría Poligenista. Es una teoría sobre los orígenes de


los hombres, así mismo postula la existencia de diferentes
linajes para las razas humanas. Samuel Morton. Afirmaba
[87]
que el ser humano evolucionó paralelamente en América,
Asia, África y Europa. Samuel George Morton (1799-1851)
fue un médico estadounidense versado en ciencias natu-
rales, muy reconocido como racista científico y difusor de
la teoría del Poligenismo. Morton afirmaba que podía de-
terminar la capacidad intelectual de una raza según el ta-
maño del cráneo. Un cráneo grande implicaba un cerebro
grande y destacadas capacidades intelectuales, mientras
que un cráneo pequeño indicaba pocas capacidades inte-
lectuales. Morton recogió centenares de cráneos humanos
de todo el mundo Estudiándolos, distinguió en qué punto
un individuo dejaba de ser de raza blanca y en qué punto
empezaba la raza negra. Morton, que tenía muchos crá-
neos del antiguo Egipto, llegó a la conclusión que los anti-
guos egipcios no eran africanos sino de raza blanca.

[88]
3.2. Poblamiento del Perú: teorías sobre su origen.

Momento del poblamiento inicial del territorio. Se


constató que el periodo lítico, también fue parte del pobla-
miento americano que se inició hace 20 mil años aproxi-
madamente, durante el final del pleistoceno cuando los an-
des aún estaban cubiertos de glaciares. La actual costa
peruana era más húmeda que hoy, nuestra selva era más
tropical e impenetrable con abundancia de flora y fauna.
Durante este periodo aún no se desarrollaba la agricultura
y las herramientas eran principalmente diseñadas en pie-
dra. El magnífico hombre andino luchaba de forma cons-
tante para adaptarse al medio geográfico de relieve muy
abrupto y grandes montañas.

Los primeros habitantes peruanos eran poseedores de


una amplia habilidad para fabricar utensilios y conocían
técnicas especializados de caza. El hombre peruano era
cazador, recolector y pescador practicando en sus inicios
una economía parasitaria. Los primeros homos sapiens
provenientes de Norte América llegan a esta región de Su-
damérica, con avances culturales bastante limitados. Di-
chos hombres Vivian en un estado de nomadismo debido
a su incapacidad de producir alimentos por sus propios
medios, guareciéndose en cuevas o abrigos rocosos pues

[89]
aún no sabían construir sus viviendas. Desarrollaron una
economía parasitaria, dependían de lo que les proporcio-
naba el medio geográfico.

El hombre peruano fue estableciéndose progresivamente


en nuestro medio geográfico, especialmente en la Puna o
meseta alto andina.

Los primitivos pobladores. Los hombres que arribaron a


Sudamérica tuvieron que sobreponerse a ambientes
nunca antes conocidos. En efecto, tuvieron que luchar
contra el agobiante calor, la inesperada lluvia torrencial,
las mesetas elevadas y frías, la selva enmarañada y sus
alimañas. No obstante, una vez más, el hombre primitivo
demostró su extraordinaria capacidad de adaptabilidad y
conquistó las montañas, colinas y valles, espacios geográ-

[90]
ficos a los cuales ya estaba acostumbrado. El territorio pe-
ruano (Andes Centrales), en forma particular, ofrecía una
diversidad ecológica con abundante flora y fauna, que de-
bió ser muy atractiva para los primeros hombres. Existen
las siguientes teorías que explican ese proceso de
poblamiento

A. Autoctonismo de la cultura peruana. El gran maestro


Julio C Tello, postulo siempre el carácter autónomo del
proceso evolutivo andino a partir de un foco difusor ama-
zónico arawacs, cuya expresión más antigua fue la cultura
chavín, matriz del desarrollo de las culturas de la costa.
Por autoctonismo cultural se entiende cuando una cultura
es originaria del mismo territorio en el que se ha desarro-
llado.

Tello sostuvo que la cultura más antigua del Perú fue la


cultura Chavín, surgida hace 3.000 años en la sierra orien-
tal del departamento de Áncash, y que de allí se había irra-
diado hacia la costa y a otras regiones del área andina.
Tello sostuvo también que los iniciadores de cultura Cha-
vín fueron gente procedente de la selva amazónica, porta-
dores de una cultura rudimentaria, pero que con el tiempo
forjaron una alta cultura, sin recibir ninguna influencia fo-

[91]
ránea. Para respaldar esta tesis del origen amazónico, se-
ñaló la aparente representación de animales amazónicos
en el arte chavín, principalmente el caimán y el otorongo.
Según la teoría de Tello, la cultura peruana habría el si-
guiente proceso:

a) En épocas prehistóricas, grupos de hombres primitivos


procedentes del norte llegaron a la selva amazónica. Esta
gente vivía de la caza, pesca y recolección.

b) En busca de un medio más acogedor, estos grupos fue-


ron ascendiendo por el flanco oriental de los Andes y se
establecieron en la ceja de selva o selva alta, zona que es
muy favorable para la vida. Allí descubrieron la agricultura
y aprendieron a cultivar maíz, yuca, camote, frijoles, maní

[92]
y árboles frutales (papaya, chirimoya, palta, piña, guaná-
bana, lúcuma, pacae, granadilla). Con la agricultura surgió
la vida sedentaria, la construcción de viviendas, la fabrica-
ción de utensilios, tejidos, cestos, etc. nació propiamente
la cultura.

c) Prosiguiendo su ascensión llegaron dichos hombres a


la sierra interandina, donde perfeccionaron la agricultura.
Domesticaron la papa, la cañigua, la quinua, la oca, el
olluco y animales como la llama y la alpaca. Desarrollaron
enormemente la textilería, la cerámica, la arquitectura de
piedra, etc.

d) Posteriormente los hombres de las altas culturas serra-


nas bajaron a la costa y formaron las culturas costeñas.

B. Aloctonismo de la cultura peruana. Fue propuesta


por Federico Kauffman Doig, concluye en una explicación
sobre el origen de la cultura andina, afirma que los oríge-
nes remotos de la alta cultura peruana estaban localizados
más allá de nuestros límites fronterizos actuales. Para este
antropólogo los centros de alta cultura de México, Bolivia
y Perú, no surgieron de manera espontánea e indepen-
diente, sino que provendrían de un grupo común que luego
se difundió, argumenta y defiende que la difusión de la cul-
tura olmeca es la que dio origen a la civilización Chavín.
[93]
La posición de Kauffman se basaba en varias premisas,
como las siguientes: Las culturas Chavín y Cupisnique,
consideradas entonces las más antiguas del Perú (1.500
a 1.000 a.C.), no contaban con antecedentes en suelo pe-
ruano que explicaran su formidable florecimiento. Éste
surgía de improviso, sin vislumbrarse arqueológicamente
las fases de transición necesarias. Las evidencias del pre-
cerámico peruano parecían muy burdas y elementales
como para considerarlas como antecedentes de una cerá-
mica tan elaborada como la de Chavín y Cupisnique. La
teoría del origen selvático de la cultura Chavín sostenida

por Tello era muy frágil. No parecía ser una evidencia con-
sistente la representación de monos y felinos en el arte

[94]
chavín. De acuerdo al panorama cronológico de entonces,
las primeras fases de la cerámica Olmeca (formativo me-
soamericano) eran más antiguas que las de Chavín y Cu-
pisnique (formativo andino). Es decir, la alta cultura mexi-
cana era más antigua que la peruana. El maíz es el ali-
mento nuclear en toda América, pero la evidencia más an-
tigua de su domesticación se halla en México

C. Inmigracionismo de la cultura peruana. Fue pro-


puesta por Max Uhle quien sustenta el origen del hombre
peruano sería foráneo, y los hombres habían llegado al
Perú por el mar que serían los Mayas y Aztecas, los que
difundieran e irradiarían su cultura por los andes centrales,
llegando a las costas peruanas, para dar origen a las gran-
des culturas de Proto chimú y proto Nazca y a partir de ahí
difundirse hacia la sierra peruana, Fundamentos La facili-
dad de navegación que proporciona el océano pacifico
como medio de comunicación y como fuente alimenticia.
La similitud del arte maya y azteca con algunas manifes-
taciones culturales peruanas sobre todo en la arquitectura,
Chavín, Chan Chan y el Gran Pajatén El cultivo del maíz
que se cree de origen centro americano, aunque también
en el Perú hubo un maíz de variedad primitiva

[95]
D. Teoría del hologenismo

Propuesta por Luis Guillermo Lumbreras, quien sostuvo


que para el surgimiento de una cultura evolucionada como
la Inca o Chavín, es necesario el aporte de pueblos loca-
les y foráneos. A partir de esta base, el Hologenismo plan-
tea que el desarrollo cultural peruano precolombino, tiene
raíces evolutivas propias, pero también aportes de cultu-
ras extranjeras, esta última situación puede ser eviden-
ciada en la cerámica y el cultivo del Maíz.

3.3. Poblamiento de la amazonia. Teorías

Según Chocano (2000), Existen dos teorías de acerca-


miento a la demografía de las poblaciones culturales de la
prehistoria amazónica:

[96]
Propuesta determinista ambiental de Betty Meggers
(1973 y 1976),

Propuesta que prioriza el factor medio ambiental como de-


terminante del crecimiento demográfico y desarrollo cultu-
ral.

Afirmaba que dicho medio tropical (AMAZONIA), no ofre-


cía recursos suficientes para mantener grandes poblacio-
nes, de tal manera que las culturas prehispánicas de la
Amazonía no se diferenciaban casi en nada de los grupos
amazónicos contemporáneos, sentando con ello una vi-
sión determinista ambiental, la cual se apoya en un análi-
sis del ecosistema del bosque tropical, incidiendo en el
ambiente abiótico, en el cual considera como lo más im-
portante a los factores eco geográficos como la edad y tipo
de suelos y, las características del clima, donde se incide
en la temperatura y lluvias.

Se asumió, entonces, que en la región amazónica habrían


predominado sociedades de cazadores y recolectores con
una agricultura básica y marginal de slash and burn, o de
roza y quema de la vegetación, que obligaba a la mudanza
continua de los asentamientos. Por ello, los conglomera-
dos humanos en la selva habrían sido siempre pequeños
y dispersos: caseríos que agrupaban familias extensas
[97]
aisladas −clanes familiares−, o bien agrupamientos de fa-
milias, separadas entre sí por distancias considerables y,
por lo general, en aldeas rodeadas de paliçadas −empali-
zadas− defensivas.

Meggers planteó dos premisas básicas para sustentar su


interpretación de que en tal medioambiente no se daban
las condiciones básicas para el surgimiento de concentra-
ciones de población densas y sedentarias. La primera ra-
zón es que la selva amazónica era en sí un limitante para
el desarrollo y comunicación de los grupos humanos. La
segunda condición adversa era la pobreza del suelo ama-
zónico, no apto para la explotación agrícola a gran escala
y que hacía imposible la práctica de una agricultura que
sustentara grupos humanos grandes y estructurados, lo

[98]
que constituía un limitante para el crecimiento de la pobla-
ción y la complejidad social.

El enfoque de Meggers vino a reforzar la idea, ya aceptada


por los estudiosos de los informes de los frailes misioneros
−quienes durante el siglo XVIII realizaron tareas de evan-
gelización en la región amazónica−, de que los habitantes
de la Amazonía se caracterizaban por agruparse en pobla-
ciones pequeñas, dispersas en la selva y con estructuras
sociales muy básicas. Se trataba, pues, de un modo de
vida sustentado en la caza, la recolección y la pesca. Y
aunque algunos grupos disponían de cultivos, no podían
permanecer mucho tiempo en un solo lugar. Al agotarse
los suelos debían desplazarse hacia otros sectores en los
bosques donde nuevamente procedían a clarear un te-
rreno para sus nuevas siembras.

A partir de 1991 comenzó a ser cuestionado el plantea-


miento de Betty Meggers. La antropóloga estadounidense
Anna Curtenius Roosevelt puso en duda el modelo de po-
blamiento de Meggers, así como la afirmación de que el
Amazonas fuese un “falso paraíso”, como subtitulara Meg-
gers su libro de 1971. Justo dos décadas después de Meg-
gers, Roosevelt en su libro publicado desafió la teoría de

[99]
Meggers de que las características de esta región no per-
mitieran el sustento de una población densa y organiza-
ciones socio-políticas complejas. Al contrario, para Roose-
velt las sociedades que surgieron en el Amazonas logra-
ron “uno de los más sobresalientes logros culturales, con
alta concentración de población, agricultura intensiva de
subsistencia, así como construcciones públicas de gran
envergadura”. A raíz de esta última publicación, se desató
un intenso debate en torno al tema de la antropología y la
arqueología de la región de Marajó. A su vez, otros inves-
tigadores inspirados en las ideas de Roosevelt, realizaron
sus propias excavaciones en diversas localidades de la
Amazonía, llegando a conclusiones similares a los plan-
teamientos de Roosevelt, lo que puso en evidencia los
equívocos de Meggers, quien publicó su investigación en
1971, cuando ciertamente no se disponía de las técnicas
de investigación propias de la arqueología actual.

Propuesta demográfica de poblamiento amazónico


Lathrap (1970).

Prioriza los factores socio culturales como determinantes


del crecimiento demográfico, plantea un modelo de pobla-
miento amazónico, donde el aumento poblacional es el
factor importante que impulsa a los grupos a la migración

[100]
y dispersión en todo el territorio Amazónico. Su propuesta
de poblamiento Amazónico se fundamentó en la distribu-
ción lingüística, la zonación ecología, la evidencia arqueo-
lógica y etnohistórica.

En base a los estudios lingüísticos, Lathrap (1970), plan-


tea que el Arawac es la lengua madre más antigua por su
amplia dispersión en todo el continente sudamericano.
Esta dispersión sería la prueba de las grandes migracio-
nes ocurridas en el pasado. Por su parte, estas migracio-
nes de los grupos etnolingüísticas estarían sustentadas en
lo que él llama la zonación ecológica de la Amazonía,
donde existen dos ecosistemas marcadamente distintos

[101]
en recursos para la subsistencia. Una es la zona de tierras
inundables, llamada también la Varzea, la cual se extiende
a lo largo de los grandes ríos, la cual es muy rica en recur-
sos de pesca y caza acuática y una zona ribereña tempo-
ralmente inundable, donde se puede desarrollar una agri-
cultura intensiva capaz de sostener grandes poblaciones
sedentarias y muy desarrolladas; mientras que el ecosis-
tema de montaña o también conocida como tierra firme, la
cual es más extensa de la Amazonía, pero con recursos
muy dispersos y escasos, que solo puede mantener gru-
pos pequeños de poblaciones dispersas, muy móviles o
itinerantes, dedicadas a la caza, recoleta y una agricultura
de roza y quema en áreas pequeñas de bosque.

[102]
Donald Lathrap asume que esta lengua Arawac habría te-
nido sus orígenes en la zona de Varzea de la Amazonía
Central, con un cuño de población muy antigua, la cual ex-
plosionó demográficamente por la gran riqueza de los re-
cursos de subsistencia, teniendo que expulsar a los gru-
pos de poblaciones excedentes hacia los grandes tributa-
rios, hasta llegar a las cabeceras, produciendo la separa-
ción de los grupos Arawacs y su posterior diferenciación y
dispersión muy extensa y salpicada que muestra el mapa
etno-lingüístico, como resultado de estos movimientos po-
blacionales de migraciones constantes en busca de las tie-
rras aluviales para el desarrollo de la agricultura. Es por
esta razón que Lathrap afirma que los Arawacs eran emi-
nentemente agricultores de las zonas aluviales de los
grandes ríos, donde cultivaban especialmente la yuca y
maíz, al lado de otros productos como el maní, el camote,
la jíquima, el ají, el pallar, el pijuayo, el algodón entre otros.
Por esta razón también define lo que él llama” Culturas de
bosque tropical”, por su modo de vida basado en la agri-
cultura intensiva de raíces, aprovechamiento al máximo de
los recursos alimenticios del río, los lagos y sus riberas
donde la caza fue definitivamente de importancia secun-
daria (Lathrap, 1970).

[103]
Finalmente, el sustento de Donald Lathrap de que en la
zona de Varzea del Amazonas se desarrollaron culturas
muy avanzadas, con grandes asentamientos a lo largo del
Río Amazonas, estaría testificada en los documentos o
crónicas del descubrimiento del río Amazonas por Ore-
llana y Carbajal en 1542.

Evaluando las propuestas de poblamiento amazónico de


Betty Meggers y Donald Lathrap, tipificadas aquí como el
modelo biológico y el modelo demográfico respectiva-
mente, creemos que a pesar de que sus ideas son com-
pletamente opuestas, ambas se sustentan de la informa-
ción lingüística y etnográfica, ambos usan la dicotomía
ecológica de la Varzea y la tierra firme para sustentar la
adaptación de dos procesos culturales distintos. Así
mismo la distribución de los 43 grupos etnolingüísticas,
juega un papel muy importante en sus deducciones sobre
procesos migratorios y lo que es más importante es que
en ambos la agricultura es el motor del cambio social. Por
estas razones estas propuestas han sido llamadas los mo-
delos estándar según Mora (2003).

[104]
Quienes vienen a poblar la Amazonía peruana

Aunque no está plenamente comprobado, MEGGERS Y


EVANS consideran que el poblamiento de la Amazonía se
remonta aproximadamente a unos 12 mil años a.c. son
tres los grupos lingüísticos que llegan en oleadas migrato-
rias diferentes a poblar la región amazónica, estos grupos
son:

Los Tupi-Guaranís; Los Arawac y Los Ge-Pano-Ca-


ribe. Las penetraciones de estos grupos lingüísticos se
dieron de la siguiente manera:

 Los Tupi-Guaraní son grupos que se desplazan desde


la cuenca de Paraguay ocupando las selvas del Brasil

[105]
y posteriormente del Perú, a través del río Amazonas.
Sus descendientes son los: Cocama, Cocamilla y Oma-
gua.

 Los Arawac se desplazaron de la boca del Orinoco


(Venezuela), siguiendo el curso del río Casiquiare, pe-
netrando al río Amazonas, Ucayali y Tambo, hasta la
Selva Central. Sus descendientes los campa,
Amauesha, Machiguengas y Piros.

 Los Ge – Pano –Caribe que desde el lago Maracaibo


siguieron el curso del río Casiquiare, llegaron al Ama-
zonas y se establecieron por la zona de Caquetá, Putu-
mayo, Napo. Darían lugar a las actuales nacionalidades
del Ucayali, Shipibo, Conibo y Cashibo, etc.

Los primeros pobladores que llegaron a la Amazonía: los


Tupi – guaraní, Arawac y Caribes, eran nómadas recolec-
tores a medida que fueron evolucionando se adaptaron al
hábitat tropical y a sus diferentes realidades. Se asentaron
en la zona de los llanos aluviales varzeas y en las zonas
interfluviales o tierra firme. La mayor posibilidad de desa-
rrollo se dio en las varzeas. Estas áreas estaban ocupadas
por grandes unidades étnicas, caracterizadas por su orga-
nización social más compleja: los Yurimaguas del medio
Amazonas, los Omaguas del alto Amazonas, y medio y
[106]
alto Napo, los Conibo del Ucayali y los Piro del Urubamba.
Los que habitaron las zonas de tierra firme, tuvieron me-
nos condiciones favorables por las condiciones del suelo
para desarrollarse social y económicamente.

Síntesis del poblamiento de la Amazonía

Las dos principales líneas de interpretación sobre la ocu-


pación humana en la Amazonía tienen sus fundadores; en
este caso Betty J. Meggers y Donald W. Lathrap.

En la teoría de Meggers la dependencia a la agricultura


es importante. El medio amazónico no puede soportar una
agricultura intensiva y, por tanto, tampoco una alta densi-
dad poblacional, por lo que igualmente hay que desestimar
en cualquiera de los casos un desarrollo cultural complejo.
No se apoya la idea de un desarrollo propio sino inducido
recientemente desde los Andes, posiblemente durante el
intervalo árido del Holoceno.
[107]
Lathrap aporta, con la caracterización de la “cultura del
bosque tropical” como elementos culturales compartidos,
postula que el origen de las distintas secuencias estrati-
gráficas no hay que buscarlo fuera, en los pueblos supues-
tamente más avanzados de los Andes o incluso de la
Costa, sino dentro mismo de la Amazonía concretamente
en la cuenca central, en la confluencia de los ríos Negro,
Madeira, y el mismo Amazonas, donde habitaron, según
él, grandes poblaciones humanas por lo menos 5000 AP.

Más que un infierno verde la zona es un crisol fecundo de


pueblos en expansión gracias a la domesticación local de
plantas y al manejo inventivo de los recursos locales. Fi-
nalmente, la Amazonía sí puede aguantar grandes pobla-
ciones humanas, se puede suponer de hasta medio millón
de personas, y en el pasado hubo redes de intercambio de
productos de larga distancia.

[108]
CAPITULO IV. PENSAMIENTO
AMAZONICO: SOBRE NATURALEZA,
SOCIEDAD Y HOMBRE

Rivera (2000), al tratar sobre el tema, dice: Así como los


hombres de las comunidades campesinas de la sierra con-
ciben el mundo centrado en la tierra, los nativos amazóni-
cos, lo conciben al mundo centrado en el territorio, en el
bosque, como una totalidad compuesta e interrelacionada
por elementos como los ríos, las lagunas, los animales, las
plantas, los territorios sin límites, sus costumbres, mitos,
leyendas y su religiosidad, con sus dioses y espíritus.

[109]
Piensan que la naturaleza es una entidad con la cual hay
que establecer relaciones armoniosas, de equilibrio y no
de dominación. La naturaleza no es algo externo y opuesto
al conjunto de relaciones sociales que establecen los nati-
vos, sino algo relacional estrechamente vinculado a su
vida biológica y social.

No existe pues, una relación de oposición, instrumentali-


zación y dominación entre naturaleza y sociedad, o entre
naturaleza y hombre, no existe la dicotomía entre natura-
leza y sociedad. El ser y la justificación de su existencia es
el territorio cuya unidad fundamental lo constituye el Bos-
que. Para ellos sólo existiría la sociedad, en la medida que
la naturaleza ha sido incorporada y humanizada a través
de las relaciones sociales míticas.

Se puede afirmar que su economía se ha basado en la


agricultura, en la horticultura, la recolección, la caza, la
pesca. La actividad agrícola es diversa, relativa con roza,
quema, y con barbecho. Dicha actividad está dividida en
tantas partes y momentos como intervenciones o acciones
haya realizado el hombre y la mujer.

Su concepción de la propiedad, no es entendida en el sen-


tido occidental. La propiedad de la tierra o del territorio, no

[110]
tiene el sentido de la propiedad privada individual o fami-
liar. Transciende los sentidos individualistas y familista de
la propiedad. Piensa que el territorio es libre, sin límites,
no es propiedad de nadie, porque nadie tiene derecho de
apropiarse de lo que es de todos.

Conciben el trabajo como una relación dirigida a producir


los bienes y servicios que sirvan primordialmente para su
subsistencia, y también para el comercio si es que sobra
excedente. Esta actividad no se mide y valora solamente
por los productos sino también por los procesos, es decir,
por todo el conjunto de actividades realizados para arribar
a los productos.

4.1. Pensamiento amazónico sobre la naturaleza

El hombre amazónico concibe


la realidad como una totalidad
integrada por la naturaleza, la
sociedad, la cultura, la econo-
mía, y la religiosidad. El centro
fundamental de la naturaleza
es el territorio que se expresa
concretamente en el Bosque,
integrado por el agua, la flora,
la fauna, la tierra, el aire. El ser
[111]
que determina y justifica la existencia del hombre amazó-
nico es el territorio libre, usufructuado solidaria y colectiva-
mente.

Los principios fundamentales que regulan el pensamiento


amazónico sobre la naturaleza son las siguientes: Totali-
dad, Unidad, Diversidad, Movimiento e Integralidad. Prin-
cipios que incluyen a la sociedad. «Los pueblos indígenas
y sus territorios se pertenecen. Son inseparables», (Barco,
1988).

La noción de territorio indígena es un concepto que intenta


acercarse a definir la realidad milenaria de relación entre
los pueblos indígenas y su hábitat natural. Los territorios y
los pueblos indígenas se pertenecen... : Los montes, va-
lles, ríos y lagunas que se identifican con la existencia de
un pueblo indígena y que le han provisto de sus medios
de vida; la riqueza heredada de sus antepasados y el le-
gado que están obligados a entregar a sus descendientes;
un espacio en el que cada pequeña parte, cada manifes-
tación de la vida, cada expresión de la naturaleza, es sa-
grada en la memoria y en la experiencia colectiva de ese
pueblo y que se comparte en íntima relación con el resto
de los seres vivos, respetando su natural evolución como
única garantía del mutuo desenvolvimiento; el ámbito de

[112]
libertad sobre el que dicho pueblo ejerce su dominio per-
mitiéndole desarrollar sus elementos nacionales esencia-
les...

4.2. Concepto amazónico del hombre

Rivera (2000) dice que, podemos empezar afirmando que


el hombre amazónico es directamente un ser natural,
como ser natural es material, corpóreo, sensible y es ac-
tivo. Como tal realiza actividades económicas como la
caza, la pesca, la horticultura, la agricultura de subsisten-
cia para satisfacer las necesidades familiares y las de su
comunidad, sin que existan mediaciones comerciales,
mercantiles o de otro tipo que se interpongan entre él y la
naturaleza.

[113]
Estas actividades las realiza el hombre amazónico en
forma libre en un TERRITORIO y en un BOSQUE. El tipo
de actividad que realiza es el trabajo grupal, comunitario,
cuyo objetivo o fin, no es la dominación de la naturaleza.
El hombre amazónico actúa en y para la naturaleza y para
su comunidad, domesticándola, humanizándola y a su vez
la naturaleza lo naturaliza, lo mantiene en la condición de
ser natural. El trabajo, que es -aparte del juego- la forma
más excelsa y humana de actuar en la naturaleza, no la
codifica o la objetiviza en forma mercantil, sino la consi-
dera como su morada, su hábitat social.

La actividad libre, humana y solidaria permite, gnoseológi-


camente hablando, convertir la sensoriedad animal en
sensoriedad humana, a través de la cual entra en contacto
y se relaciona con la naturaleza, con el agua, la flora, la
fauna, el aire, los minerales y no-minerales. Esta senso-
riedad activa le permite conocer el mundo natural para
captar las propiedades, relaciones, formas o manifestacio-
nes propias del mundo natural. Sobre esta base sensorial
el hombre amazónico va desarrollando el pensamiento
concreto y simbólico a medida que las relaciones socio-
económicas se van haciendo más complejas, abstractas y

[114]
simbólicas; mucho más cuando
entran en relación con otras for-
mas culturales urbanas por me-
dio de la radio, la T.V. y la edu-
cación.

Este conjunto de consideracio-


nes nos lleva a realizar la se-
gunda caracterización del hom-
bre amazónico como ser social,
en el sentido de constituir un
conjunto de relaciones familiares y comunitarias, organi-
zadas para reproducirse y desarrollarse social y natural-
mente; es decir, como seres sociales y naturales en forma
unitaria e integrada, no en forma separada, aislada y dico-
tomizada, porque para él -de acuerdo a su concepción- la
naturaleza y la sociedad constituyen una unidad, no sepa-
rada por «sistemas o estructuras» económicas urbano-oc-
cidentales.

En cuanto a la identidad del hombre amazónico, éste se


identifica en relación al territorio que cultiva él, su familia y
su comunidad. En segundo lugar define su identidad en
relación a la pertenencia a su etnia, o a su grupo cultural,
étnico-lingüístico. El asunto de la identidad no es un

[115]
asunto o un problema metafísico de «esencia» o de esen-
cialidad consigo mismo, con su mismidad, o un asunto de
identidad individual con su corporeidad, con su psiquismo
o modos de ser individual descontextualizados de su me-
dio.

En cuanto a la concepción integral o dicotomizada del


hombre en lo que se refiere al cuerpo y al alma, encontra-
mos que el hombre amazónico concibe al hombre en
forma integral: El cuerpo y el alma están estrechamente
unidos y vinculados. No los conciben separados uno del
otro, ni tampoco oponen uno al otro.

4.2. Sociedades amazónicas.

El hombre amazónico concibe a la sociedad ligada a la


naturaleza y a la economía, no las concibe separadas y
aisladas unas de otras como ocurre en el pensamiento
económico de las sociedades industrializadas de occi-
dente. La sociedad viene a ser el conjunto de relaciones
que establecen los hombres amazónicos, de integración y
solidaridad, con la finalidad de reproducirse como seres
pertenecientes a una comunidad concreta. Lo social com-
prende e incluye lo biológico. No se hace vida social para
reproducirse individualmente, sino que se hace vida social

[116]
comunitaria para reproducirse como comunidad social. Se
vive y se muere en y para la comunidad.

Universo bosquesino versus universo urbano

Las sociedades bosquesinas y urbanas que actualmente


coexisten en Perú son resultado de cosmovisiones dife-
rentes que condicionan las relaciones con su entorno y,
por lo tanto, el tipo de uso de los recursos disponibles. in-
tentaremos resumir aspectos esbozados ampliamente por
la bibliografía referencial principal de Jaime Regan (1993),
Gasché (2001) y Gasché y Vela (2011). Partiremos de la
constatación de la abundancia de recursos de flora y fauna
silvestres, y recursos pesqueros, que ostenta la selva, que
ha permitido a las comunidades bosquesinas desarrollar
una economía de subsistencia basada en el aprovecha-
miento de estos recursos naturales y con rasgos identita-
rios completamente diferentes a los desarrollados en las
sociedades urbanas, donde la escasa disponibilidad de re-
cursos obliga al desarrollo de una economía de la escasez
basada en la gestión y la especulación de los recursos.

La sociedad amazónica se caracteriza por mostrar una


gran diversidad de actividades humanas entendidas como
trabajo, y que son consideradas de subsistencia (caza,

[117]
pesca, tala de árboles, agricultura de pequeña escala, re-
colección de frutas y plantas, y, ocasionalmente la artesa-
nía). Este trabajo no es un trabajo formal, no está regula-
rizado y no suele estar retribuido con el pago de un salario,
sino que tiene como recibo la obtención de un producto
necesario para vivir. Además, debido a la abundancia de
recursos naturales disponibles, y a la perecibilidad de mu-
chos de ellos, no tiene sentido la acumulación y gestión de
los mismos, sino el uso inmediato. Desde un punto de vista
occidental estas actividades extractivas no son considera-
das laborales.

El bosquesino es autónomo, plurivalente (pluri-capaz) y


pluriactivo, precisa de motricidad, independencia, sociabi-
lidad, prescinde de sistemas jerárquicos, y las actividades
que realiza dependen de la edad y del género. Estas acti-
vidades se desarrollan en distintos medios naturales, y en

[118]
momentos del día y épocas anuales diferentes depen-
diendo de la naturaleza del recurso implicado. El bosque-
sino maneja una gran variedad de recursos naturales, ha-
bilidades y conocimientos, así como una amplia red de re-
laciones sociales para poder desenvolverse con eficacia.
El bosquesino decide libremente cuándo y dónde va a rea-
lizar sus actividades, y es una persona autónoma y libre,
pues nadie en la comunidad le puede mandar a hacer
algo, salvo cuando hay un compromiso de toda la comuni-
dad por una obra pública. En este sentido, todos los co-
muneros de una comunidad

Son igualmente autónomos y libres, no hay jerarquías so-


ciales como en muchas otras sociedades. Su decisión de-
pende de las oportunidades que le brindan los ritmos dia-
rios, estacionales y biológicos de la naturaleza, ya que son
ellos los que indican los tiempos de disponibilidad de los
recursos naturales. En la sociedad bosquesina es la pala-
bra la que vale, y el papel no es una herramienta de uso
formal. Las relaciones laborales bosquesinas están muy
articuladas con las relaciones familiares, con quienes
comparten sus actividades económicas. De esta forma,
tanto el tiempo laboral como de ocio forman parte del día
a día familiar.

[119]
Al contrario, el trabajador occidental emplea la fuerza de
trabajo de su cuerpo al servicio de la empresa que le paga,
y las relaciones sociales que le rodean la mayor parte del
tiempo son las de la jerarquía empresarial en la que está
insertado. La empresa plantea el trabajo del obrero o del
empleado en términos de productividad y rentabilidad. En
la sociedad industrial y post-industrial, la motricidad hu-
mana no es una necesidad que se satisface en las activi-
dades diarias, es decir que no es un fin en sí mismo que
procura satisfacción, sino que es convertida en un medio
para que, con el dinero así obtenido, pueda sostener su
existencia mediante los bienes de consumo que satisfacen
sus necesidades.

[120]
El profesional urbano, en general, es univalente y uni-ac-
tivo en una sociedad basada en la especialización del tra-
bajador, pero sus posibilidades laborales están menos li-
mitadas por su sexo, sino que son más dependientes de
la formación especializada. Esta formación dirigida a la es-
pecialización limita sus habilidades y conocimientos, que
serán estrechamente adaptados a su trabajo y a las tareas
que debe desarrollar. La persona urbana trabaja en un am-
biente ajeno a su entorno natural y está sometida a un ho-
rario laboral que regula su tiempo de trabajo y su tiempo
de ocio. La separación del tiempo de trabajo y de ocio pro-
voca que se establezcan relaciones sociales diferentes en
ambos espacios. En el lugar de trabajo se manifiestan
afectos secundarios transformados y adaptados al marco
organizativo y jerárquico del medio social laboral, mientras
que su medio familiar ocupa el tiempo del ocio.

En la ciudad, los trabajadores suelen estar organizados je-


rárquicamente. Las únicas personas que disponen de una
libertad comparable a la del bosquesino son empresarios
que disponen de un capital financiero, mientras los que no
lo tienen, venden su fuerza de trabajo y se someten a nor-
mas laborales. Las relaciones formales entre emprende-
dor y empleado suelen sustentarse con un contrato cuyo

[121]
marco legal está determinado por los estados, y aunque
de estricto cumplimento, frecuentemente el contratador lo
vulnera.

En contados casos, los comuneros amazónicos son con-


tratados por empresas madereras, petroleras o de ecotu-
rismo, entre otras. Estas situaciones significan el encuen-
tro de dos formas diferentes de concebir el trabajo. El re-
sultado de dicho encuentro suele ser dispar. Sin embargo,
se reconoce que el comunero suele sentir un orgullo por
poder participar de un sistema, el occidental, que históri-
camente ha sido considerado como

[122]
“más desarrollado”. No obstante, el comunero suele sufrir
la falta de autonomía, motricidad, pluriactividad y demás
caracteres, y no se acostumbra a trabajos muy especiali-
zados y monótonos. Según Gasché y Vela (2011), el bos-
quesino busca un equilibrio entre “gasto” (ingreso) y
“gusto” (disfrutar de su libertad y de realizar las actividades
que le gustan, aunque no sean las más rentables y requie-
ran un considerable esfuerzo, como por ejemplo desve-
larse en la noche para cazar). Todo ello suele ser desen-
cadenante de problemas entre empleado y empleador, y
suele acabar con la ruptura de la relación laboral, y en la
concepción del empleador, se debe a que el comunero es
‘vago’ o ‘perezoso’. En la práctica totalidad de estos casos,
el trabajo ofrecido por parte del empleador es informal y,
en muchas ocasiones, mal pagado y hasta impagado.

En este contexto, estas observaciones nos llevan a cons-


tatar que, al contrario de lo que afirman muchos tecnócra-
tas, el comunero amazónico, sí satisface sus necesidades
a través de sus actividades diarias, aunque estas son dis-
tintas de las del ciudadano urbano. Esa forma identitaria
le permite discernir la ‘necesidad’ del ‘antojo’, ‘capricho’ o
‘desiderata’. De esta forma, solo trabajará en los proyectos
de origen externo en los cuales encuentre un beneficio

[123]
claro, no únicamente monetario. Razón esta que justifica
el fracaso de una gran mayoría de proyectos de desarrollo
de tipo “occidental”. Existen muchas cuestiones que surgi-
rían detrás de este acostumbrado fracaso, por ejemplo:

a. No se comprende la cosmovisión basada en la extrac-


ción de recursos, y vinculada a un manejo intenso de
recursos diversificados propio de las sociedades bos-
quesinas;

b. No se identifican las necesidades reales más allá de las


monetarias; por ejemplo, las vinculadas con las prácti-
cas culturales tradicionales;

c. No existe una buena comunicación;

d. No existe interacción equitativa entre las partes, de tal


forma que se establece una jerarquía donde los Pue-
blos Indígenas son el último eslabón de la sociedad;

e. A los Pueblos Indígenas no se les permite escoger; y/o

f. No se admite que puedan existir otras formas de vida


diferente a la del mundo capitalista o neo-liberal, y que
conlleva la imposición de sistemas económicos exter-
nos basados en la producción de recursos naturales en

[124]
un ecosistema que esencialmente ya dispone de una
gran variedad de oportunidades.

Por otro lado, es necesario destacar otra situación relati-


vamente común y de crucial importancia: el acercamiento
del comunero a los centros urbanos debido a nuevas ex-
pectativas que pretende satisfacer. Podríamos afirmar que
estos movimientos migratorios internos son comunes en
todo el continente latinoamericano cuando el mundo rural
se aproxima al urbano. Estos emigrantes en términos ger-
nerales no han recibido una educación adecuada para
adaptarse a las formas y los contenidos de los centros ur-
banos, sea por no tener una profesión tradicional, o sea
porque son marginados por diferencias étnicas, permi-
tiendo cerrar el ciclo de la pobreza abierto anteriormente.

[125]
Existen teorías que miden la calidad de la pobreza en fun-
ción no de lo que “se tiene”, sino de lo que “se espera” (lo
cual se denomina ‘expectativa’). Se trata de un tema apa-
sionante que requeriría ser re-evaluado con serenidad, no
solo para ser aplicado en la región amazónica, sino tam-
bién en América Latina e, incluso, en el mundo.

Es imprescindible por otra parte destacar la función de la


educación como elemento organizativo dirigido a la inser-
ción en la sociedad envolvente. Podríamos reducir los ob-
jetivos de la educación en: a) formar con equilibrio a las
personas, y b) insertar a los seres humanos en la socie-
dad. Incluso podríamos afirmar que somos personas en

[126]
tanto nos encontramos integrados dentro de un mismo sis-
tema definido como sociedad. Mientras nos mantenemos
al margen de esta sociedad podemos ser considerados
como individuos “no educados”.

En este concepto, y sabiendo que Perú presenta una gran


diversidad étnica, cultural, económica y social, la pregunta
obligada consiste en saber en qué tipo de sociedad nos
debe insertar la educación. Consideramos obvio que la so-
ciedad contextual que determina a las comunidades indí-
genas y amazónicas es, en mayor medida, la propia so-
ciedad amazónica, y en segundo lugar las grandes ciuda-
des amazónicas como Iquitos, Pucallpa, Yurimaguas, San
Martín, Puerto Maldonado... Consecuentemente, la edu-
cación necesita ser coherente con la zona donde se im-
parte. Es importante y necesario re-adaptar los contenidos
y las formas educativas que se imparten en las comunida-
des amazónicas en función de su propia realidad, con la
finalidad de valorar y recuperar los conocimientos ances-
trales que han permitido al hombre convivir durante mile-
nios de forma equilibrada con su contexto, es decir, con su
selva.

Consecuentemente, el desarrollo en relación con las so-


ciedades amazónicas debería basarse en: (1) desarrollo y

[127]
establecimiento de una clara identidad regional en equili-
brio con otras identidades de la región, del país y del
mundo. Para ello es importante entender la identidad no
solo como el modo en que se percibe la propia sociedad,
sino también en cómo esta sociedad es percibida por los
demás; (2) protección de la diversidad cultural y adecua-
ción a sus valores y cosmovisión; (3) adecuación a las po-
tencialidades y limitaciones del territorio amazónico, inclu-
yendo biodiversidad, suelos, clima, etc., y a los compromi-
sos y condicionamientos relativos a la Amazonía frente al
cambio climático y otros; (4) búsqueda de la satisfacción
plena de las necesidades fundamentales de la persona y
de los colectivos humanos en términos de un desarrollo

[128]
integral entendido como “ampliación de las oportunidades
de las personas para llevar la vida que estiman” (PNUD
1990); y (5) promover que la comunidad nacional e inter-
nacional reconozca y respete a las poblaciones amazóni-
cas y que, en consecuencia, las mismas comunidades
asuman la propiedad intelectual que les corresponde en el
registro y protección de sus conocimientos sobre la biodi-
versidad amazónica acumulados a lo largo de milenios.

Es imprescindible identificar estrategias y métodos en que


se puedan crear condiciones de equidad bajo el enfoque
de interculturalidad, principalmente a través del diálogo in-
tercultural basado en el respeto y valoración del individuo,
del colectivo, y de sus herencias y tradiciones culturales.
Dentro de este ámbito conceptual, es necesario diseñar y
poner en práctica una nueva percepción educativa para el
desarrollo regional, incluyendo la dimensión de su partici-
pación. Los jóvenes indígenas y ribereños, mestizos y ge-
neraciones urbanas deberán comprender que solamente
será posible el desarrollo sostenible desde su propia reali-
dad socioambiental, desde sus propios recursos, desde su
biodiversidad y a partir de su visión de la naturaleza e his-
toria. En este sentido, es preciso contribuir a que se re-

[129]
plantee la relación entre el sistema educativo y los proce-
sos productivos, tal y como los Pueblos Indígenas amazó-
nicos vienen haciendo desde hace miles de años.

Este es el marco conceptual en el que se enclava esta re-


flexión. Su finalidad consiste en divulgar algunos de los
conocimientos que se tienen sobre los Pueblos Indígenas.
Para aprender a respetar, es necesario primero escuchar
y conocer, es decir, saber qué debe ser valorado y respe-
tado.

¿Las sociedades amazónicas del pasado son similares a


las actuales, luego de la invasión europea, o, por el con-
trario, el escenario era mucho más complejo y diverso?.
Dos son las principales líneas de investigación en los últi-
mos años interrelacionadas sobre las sociedades amazó-
nicas:

i. Densidad Poblacional o Capacidad de carga

En esta primera línea cabe retrotraerse al trabajo del geó-


grafo Denevan (1980), cuando estima en 0,7 de densidad
“aborigen” por km2, con un total de 6” 800 000 personas
para la Gran Amazonía (incluye la cuenca del Orinoco y
Guayana). En el mismo artículo Denevan estimaba una
población de 2 666 000 habitantes para el rio Amazonas

[130]
antes del contacto,
que De Boer (1981a),
a partir del análisis de
las buffer zones (en
un 25% del rio) rebaja
a 1 784 000 habitan-
tes. Como son estima-
ciones, cabe preguntarse dónde está la evidencia física,
los sitios arqueológicos. La arqueóloga Roosevelt apunta
a la introducción del maíz hacia el 800 d.C. como estrate-
gia para almacenar comida y enriquecer la dieta con pro-
teínas, lo que permitiría el crecimiento poblacional, fue un
catalizador para estudios que buscaban mayor población
y complejidad social en la línea de los “cacicazgos”.

ii. Los Cacicazgos.

Los suelos antropogénicos o TOA tienen relación con el


tamaño y densidad poblacional pero también con la com-
plejidad de las sociedades precolombinas. Cazadores-re-
colectores (lo que en terminología evolucionista se puede
conocer como bandas y tribus) y grupos que pueden pre-
conizar la estructura de un Estado (jefaturas, señoríos, ca-
cicazgos) se disputan el escenario selvático.

[131]
Desde las evidencias etnohistóricas y arqueológicas, Roo-
sevelt argumenta no sólo que existieron cacicazgos, sino
que prácticamente se podría hablar de pequeños Estados.
Precisamente el estudio geofísico y la excavación estrati-
gráfica de la Fase Marajoara (400 a 1300 d.C.) en la Isla
de Marajó, arrojan datos que apuntan a uno de los caci-
cazgos más tempranos de la Amazonía, en un sitio donde
pudieron vivir hasta 1200 personas con una complejidad
significativa. Y el interrogante pareció esclarecerse en
1999, cuando Heckenberger, Petersen, y Neves, publican
un texto que no sólo refuta las tesis de Meggers, sino que
va más allá de los planteamientos de Lathrap y de Roose-

[132]
velt, en el sentido que sólo la várzea podría sustentar gran-
des poblaciones. En una respuesta a un comentario crítico
de Meggers, Heckenberger et al. (2003a) afinan sus argu-
mentos subrayando tres puntos más allá de si estos sitios
aguantaban o no grandes poblaciones, puesto que efecti-
vamente había:

(i) articulación regional de asentamientos permanen-


tes;

(ii) agricultura intensiva de yuca y arboricultura de fru-


tales, y

(iii)jerarquía social.

De acuerdo con Petersen (Lloyd, 2005): “Creemos que no


eran solo sociedades tribales, sino más bien cacicazgos
complejos, y nosotros estamos ofreciendo la prueba”.
Unos cacicazgos que debieron tener su origen en el se-
dentarismo, el crecimiento poblacional, y la creciente de-
pendencia en la agricultura hace muchos años. Cacicazgo
es una forma de organización social centralizada que de-
pende de la lealtad de las personas, no de instituciones
coercitivas, y usualmente viene caracterizado por el prin-
cipio de la estratificación social vía parentesco y una eco-
nomía basada en la redistribución de bienes.

[133]
En la primera definición del término, Oberg (1973) cita el
cacicazgo como una forma de organización socio-política
con un centro de poder. En la obra posterior de Steward y
Faron (1959), se define cacicazgo como pequeñas socie-
dades multicomunales; (Carneiro, 1981). Luego, Elman
ve el cacicazgo como económico en su origen y en su fun-
ción de redistribución de alimentos. En un artículo poste-
rior de síntesis, Carneiro (1981) subraya sin embargo su
carácter político cuando lo define como: “una unidad polí-
tica autónoma que comprende un número de pueblos o
comunidades bajo el permanente control de un jefe su-
premo”.

¿Pero cómo surge el cacicazgo, la jerarquía social, el “jefe


supremo”? En su hipótesis clásica de “circunscripción am-
biental y social” que se remonta a 1970, Carneiro apunta
a la atracción que suscitan ciertas áreas con más recur-
sos; en el río Amazonas, la várzea, como “circunscripción
ambiental” más apetecida. Con la presión poblacional en
estas áreas llega la guerra por los recursos adyacentes y
la absorción de los grupos humanos más débiles. Por el
contrario, y desde una perspectiva no materialista deter-
minada por causas ecológicas y demográficas, sino más
bien voluntarista e ideológica, en el surgimiento del “jefe

[134]
supremo” Drennan (1995) enfatiza la movilización de re-
cursos para financiar la competición entre jefes o caciques
(como es descrita en las fuentes etnohistóricas). Es decir,
grandes poblaciones e intensificación agrícola parecen ser

“problemas” creados por la jerarquía social en competición


por poder, prestigio, y riqueza. Además, el control de tra-
bajos especializados, así como el control de varios bienes
comerciales en distintas distancias (incluyendo productos
de primera necesidad) son otras áreas importantes de
acumulación de las tres variables.

Roosevelt (1999) apunta la existencia de un gran poblado


en Santarém (Bajo Amazonas), considerada la capital del

[135]
cacicazgo amazónico expansionista de los tapajós (tupí-
guaraní), el más grande y poderoso de entonces según
ella, que supuestamente abarcaba 20 000 km2 y que se
desarrolló del año 1000 a.C. hasta la conquista europea
en los siglos XVI y XVII.

Ciertamente, el concepto cacicazgo ha caído en desuso


para evitar ser etiquetado de “neo-evolucionista”, pero hay
que recordar que cuando en 1955 Oberg lanzó el tér-
mino “cacicazgo” lo consideraba como una forma de orga-
nización socio-política y no como un estadio de evolución,
como luego lo utilizará Service en 1962.

En la Amazonía, , los cacicazgos surgirían a partir de tres


“cambios radicales” en relación con el medio circundante:
(i) La manipulación intencional del paisaje (principalmente
por la construcción de obras de tierra); (ii) Intensificación
de la exploración de recursos acuáticos, y (iii) Surgimiento
de una economía y organización social diferenciada que
llevó al origen de la terra preta identificada en casi toda la
Amazonía.

A partir de sus investigaciones en la Isla de Marajó (y es-


pecialmente en su tesis de doctorado de 2004), Schaan
explica la emergencia de la complejidad social desde una
economía de pesca intensiva, que además ve como la
[136]
base del desarrollo de cacicazgos en toda la Amazonía en
el período que antecedió a la Conquista europea, y no
tanto como consecuencia de una agricultura intensiva,
como apuntaba Roosevelt (1980), incluso entendiendo el
maíz como comida principal hacia 1000. Tampoco ve la
aparición de los cacicazgos sólo desde el punto de vista
de una mera competición por los recursos (tierras aptas
para la caza y el cultivo) que causarían guerras y líderes
guerreros, y donde las aldeas cederían su autonomía para
ser protegidas por un líder superior, como apuntaba Car-
neiro. Así, Schaan apunta más bien a focalizar la aparición
de los cacicazgos en el excedente y su apropiación por
parte de una élite (justificándolo en la religión y/o ideolo-
gía). Un excedente que va ligado a la guerra para delimitar
fronteras geográficas, forjar alianzas matrimoniales, y ne-
gociar rutas de intercambio con los grupos de tierra firme,
en un proceso dinámico en la conformación de los grupos
humanos del pasado.

[137]
CAPÍTULO V. LA PRE HISTORIA
AMAZÓNICA

El área cultural de Amazonía o Gran Amazonía es un área


que desde la década de 1960, se han intensificado los es-
tudios de las culturas precolombinas que existieron en la
región amazónica. Con la información obtenida se elaboró
una secuencia del desarrollo humano en la Amazonía que
muestra cuán prolongado y complejo fue este proceso,
mucho más de lo que previamente se había creído.

5.1. Propuesta del Proyecto Central Amazónico

Este proyecto explica que, Se detectó una ocupación hu-


mana desde el Pleistoceno tardío con cazadores-recolec-
tores que desarrollaron una tecnología lítica y arte parietal.

[138]
Todo indica que surgió aquí uno de los más tempranos
asentamientos sedentarios del Nuevo Mundo con cerá-
mica y horticultura, así como –durante la Prehistoria tar-
día– populosas sociedades indígenas que alcanzaron una
escala y complejidad notables.

Las fases fundamentales que caracterizaron la evolución


socio-económica de los pueblos de la región amazónica
antes del arribo de los europeos son:

Una de cazadores-recolectores, cuya más antigua pre-


sencia se encuentra en la Caverna da Pedra Pintada, un
abrigo rocoso en el bajo Amazonas donde huellas huma-
nas han sido datadas correspondientes al 9.200 a.C. Es-
tos pueblos elaboraron algunas de las puntas de proyectil
más grandes y finamente elaboradas de la América
Prehispánica. También realizaron numerosas y refinadas
pinturas polícromas rupestres. Sus actividades económi-
cas de subsistencia comprendían, desde la cacería espe-
cializada de grandes animales acuáticos y terrestres hasta
la recolección intensiva de pequeñas especies de anima-
les y plantas. Gracias a las similitudes estilísticas encon-
tradas en los artefactos de áreas distantes entre sí, se ha
determinado que existía un intercambio de larga distancia

[139]
de personas, comercio y comunicación de ideas y tecno-
logía.

Tres milenios más tarde, hacia el 6.000 a.C., aparecen


las primeras comunidades sedentarias a orillas de al-
gunos ríos y en la costa: grandes acumulaciones de con-
chas, restos de peces y otros animales aparecen al lado
de fragmentos de cerámica, considerados los más anti-
guos del continente americano, correspondientes al 5.000
a.C. A comienzos del primer milenio antes de Cristo, sur-
gieron en la Gran Amazonía grupos humanos que se sus-
tentaban en la horticultura. Con ellos aparece el más tem-
prano conjunto de cerámica decorada que se conoce en
Suramérica, resultado de una posible expansión de aldeas

[140]
horticultoras en las tierras bajas inundables del Amazo-
nas. Estas poblaciones combinaban el cultivo de raíces,
con la caza y la pesca: eran grandes consumidores de pe-
ces, mamíferos acuáticos, tortugas y otros mamíferos te-
rrestres, así como de aves. Nuevos asentamientos ubica-
dos en las orillas de los ríos y lagos se expandieron en
territorios antes no colonizados. El análisis de sus depósi-
tos de deshechos indica que sus prácticas productivas in-
cluyeron cultivos. Se deduce que, hacia esos años, en
asentamientos de modestas proporciones y dispersos,
inició una sedentarización de los pueblos amazónicos ba-
sada en una combinación del cultivo de yuca con la caza
y la pesca, donde la proteína de origen animal fue la base
de su sustento. Estas sociedades emplearon la cerámica;
pero no habían desarrollado lo que será esencial en mu-
chas de ellas a partir de la segunda mitad del milenio pre-
vio al inicio de nuestra era: la llamada terra preta, suelos
fértiles de color negro, sumamente productivos para la
agricultura, producidos por los humanos mediante la acu-
mulación de restos orgánicos e inorgánicos. La más anti-
gua fecha obtenida por medio de radiocarbono de terra
preta corresponde al 450 a.C.

[141]
Con el surgimiento de la Terra Preta, se inició el más fruc-
tífero período de los pueblos amazónicos en el que al-
canzó gran desarrollo la agricultura, la horticultura y el ma-
nejo apropiado de la selva. Concomitantemente, se pro-
dujo un notable incremento de la población, así como for-
mas de vida sedentaria permanentes y el florecimiento de
distintas tradiciones culturales. El más detallado mapeo de
depósitos de Terra Preta en un solo lugar se ubica en las
riberas del río Arapiuns, el cual revela muchos centenares
de sitios separados. Algunos son muy extensos. Así, por
ejemplo, Manacapurú, en el Amazonas medio, cerca del
pueblo de Alenquer, se extiende por más de dos kilóme-
tros de longitud por 400 metros de ancho. Y aunque pre-
viamente se consideraba que solo se localizaban en las

[142]
planicies inundables, se les ha encontrado también en tie-
rras altas interfluviales, aunque son depósitos por lo gene-
ral de menores extensiones que los de las tierras bajas.

A partir de mediados del primer milenio de nuestra era, los


pobladores del Amazonas introducen también otros siste-
mas de producción agrícola, tales como camellones de
cultivo, con los que se controla la humedad. De esos años
datan también redes de caminos, montículos funerarios,
así como las aldeas rodeadas de pozos y empalizadas,
todo lo cual es evidencia de que existía ya una gran com-
plejidad social al interior de los pueblos.

En los mil años que transcurren entre la introducción de


los nuevos sistemas de producción agrícola y el arribo de
los europeos a mediados del siglo XVI, proliferaron los
asentamientos en toda la región amazónica; surgieron ho-
rizontes culturales suprarregionales en las tierras bajas,
cuyos estilos cerámicos se caracterizan por su elaborada
imaginería geométrica-zoomórfica de tipo incisivo, mien-
tras que en ciertas áreas se empleó el pintado rojo, o rojo
con blanco. Las representaciones artísticas más reconoci-
bles son los animales, algunas veces con diseño antropo-
mórfico. Esta iconografía se asocia actualmente con una

[143]
cosmogonía alusiva a la importancia de la abundancia ani-
mal y a la fertilidad humana.

El cultivo de raíces se modificó para dar lugar a prácticas


agrícolas que integraban de manera creciente el cultivo de
semillas. Esta agricultura requería de un trabajo intensivo
de labor agrícola a lo largo de todo el año, por lo que surgió
un nuevo sistema de organización socio-política conocida
como cacicazgo, capaz de orientar y distribuir la mano de
obra en las nuevas tareas de cultivo. La economía de es-
tas sociedades era más compleja y de mayor escala, pues
incluía la producción intensiva de alimentos, cosecha de
semillas y raíces, tanto en campos de monocultivo como
de policultura. También incluía la caza y la pesca intensi-
vas, así como el almacenamiento a largo plazo. Un consi-

[144]
derable número de trabajos era llevado a cabo en la edifi-
cación de instalaciones permanentes como corrales para
tortugas, estanques para piscicultura, así como cultivos
permanentes.

Los camellones constituyen un tipo de disposición del


suelo en la llanura para el cultivo, que se usó extensa-
mente en tiempos precolombinos en zonas inundables de
lo que hoy es Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. En los
valles fluviales de las zonas bajas los canales eran nave-
gables; proveían pesca y recolección de mariscos, en
tanto las partes altas se empleaban también para colocar
las casas.

El sistema agrícola desarrollado por estos pueblos se co-


noce como slash and char −roza y carbonización− en opo-
sición al más conocido de slash and burn −roza y quema−.
Este último convierte en cenizas la selva rozada al ser
quemadas las plantas segadas con el fin de utilizar para la
siembra el espacio así clareado. En cambio, en el sistema
de roza y carbonización, las malezas y árboles cortados
solo se chamuscan con el objetivo de convertirlos en car-
bón vegetal −biocarbón−. Este carbón era utilizado por las
poblaciones del Amazonas para la fabricación de la Terra

[145]
Preta. Lo enterraban en el suelo o bien formaban montícu-
los, con el fin de convertir en productivos los suelos ex-
haustos por el uso intensivo tras sembrar cosecha tras co-
secha. Es precisamente esta tierra la que se encuentra en
gran cantidad de sitios en el Amazonas y en otras partes
de Suramérica: grandes extensiones aún aprovechables
de tierra negra fértil después de cientos de años de su fa-
bricación. Gracias a este sistema de cultivo inventado por
los pueblos amazónicos, se lograron grandes cosechas de
maíz, año tras año, en los siglos previos al arribo de los
europeos. Y esta fue la base que permitió el crecimiento
de la población y el surgimiento de complejos sistemas de
organización social: grandes cacicazgos.

La economía de estas sociedades era más compleja y


de mayor escala, ya que incluía la producción intensiva

[146]
de alimentos, cosecha de semillas y raíces, tanto en cam-
pos de monocultivo como de policultura. También se prac-
ticaba la caza y la pesca intensivas, así como el almace-
namiento a largo plazo. Un considerable número de traba-
jos tenía por objetivo la edificación de instalaciones per-
manentes como corrales para tortugas, estanques para
piscicultura y campos permanentes para cultivos. La pro-
teína proveniente de la fauna silvestre continuó ocupando
un papel suplementario en la dieta, proporcionando la
fauna acuática más recursos que la terrestre, especial-
mente en las tierras bajas inundables, debido a la mayor
biomasa y el volumen mayor de pesca en este ambiente,
comparado con la caza de animales terrestres.

Los cacicazgos expandieron sus dominios sobre amplios


territorios, algunos de los cuales alcanzaban hasta dece-
nas de miles de kilómetros cuadrados en extensión, unifi-
cados bajo el poder de jefes supremos. La población se
hallaba densamente concentrada, con algunos centros
que reunían a muchos miles de habitantes. Se han encon-
trado vestigios de grandes construcciones, como montícu-
los y otras obras para la conducción y almacenamiento de

[147]
las aguas usadas para el trabajo agrícola, hechas me-
diante la remoción de tierra. También se edificaron com-
plejos habitacionales y obras de transporte y defensa.

Se ha podido determinar que algunos de los asentamien-


tos medían muchos kilómetros cuadrados de extensión
con una alta densidad poblacional. Prueba de ello son los
depósitos de restos culturales y biológicos que alcanzan
varios metros de profundidad. Muchos de los restos de es-
tos asentamientos son montículos compuestos de capas
de edificaciones derruidas superpuestas entre sí, sobre
las que se volvió a construir. Los asentamientos contaban
con varios miles o decenas de miles de habitantes agru-
pados en grandes entidades políticas y culturales bajo el

[148]
poder de jefes supremos que proclamaban su origen di-
vino, quienes hacían gala de su estatus al ser cargados en
literas profusamente adornadas. Aunque el número de
asentamientos pequeños y simples es mucho más nume-
roso, los de mayor tamaño muestran una gran compleji-
dad. En ellos se aprecian áreas determinadas para activi-
dades específicas tales como joyería, fabricación de he-
rramientas de piedra o destinadas a la celebración de ce-
remonias; sitios usados como cementerios, zonas de aglo-
meración de unidades domésticas, etc. También construc-
ciones defensivas: empalizadas y fosos.

Las sociedades cacicales se tornaron expansionistas y


guerreras con organizaciones sociales jerárquicas, sus-
tentadas en el cobro de tributo y una economía basada en
la producción de cosechas y el forrajeo intensivo. Las ar-
tesanías alcanzaron un alto desarrollo asociadas a las ac-
tividades ceremoniales y al comercio, con una diversidad
de objetos cuya estilística representaba figuras humanas,
diseños que vinieron a sumarse a los ya existentes de fi-
guras de animales y geométricas.

También tuvo lugar la proliferación del culto a ídolos e imá-


genes asociados a los ancestros de los jefes supremos.

[149]
Artículos de cerámica decorada, tejidos, herramientas di-
versas, alimentos y materias primas eran intercambiados
a gran distancia. Para tal propósito existían sitios que fun-
cionaban como mercados en los que cuantiosos intercam-
bios se llevaban a cabo de manera periódica. Cuentas de
collares, usualmente de concha eran utilizadas como me-
dio de pago, en tanto que ornamentos de piedras semipre-
ciosas como las piedras verdes, formaban parte del sis-
tema de intercambio de regalos entre las élites. En los lu-
gares donde residían los jefes o en los sitios de peregri-
naje se llevaban a cabo ceremonias religiosas comunales
en las que se suministraba a los presentes chicha de maíz,
recolectado por medio de tributo. Las ceremonias eran
acompañadas con música y bailes.

[150]
Se ha determinado que en el bajo Amazonas las diversas
entidades políticas disponían de ideologías religiosas que
resaltaban el estatus de las élites por medio de rituales de
ancestros deificados en cuyo nombre se exigía el tributo.
Tanto las momias como las imágenes pintadas de los an-
cestros de los jefes junto con imágenes en piedra de dei-
dades y objetos de culto eran conservadas en edificacio-
nes especiales, las cuales eran remozadas durante la rea-
lización de las periódicas ceremonias. Había individuos
cuya única función era encargarse de las construcciones
religiosas y ceremoniales, así como otros eran adivinos y
curanderos.

Según la documentación la genealogía de los jefes era


matrilineal e igualmente se practicaba la endogamia en la
élite del poder. Las sociedades constructoras de grandes
montículos se desarrollaron en las siguientes áreas de la
Gran Amazonía: la cultura de Llanos de Mojos y la de Chi-
quitos en la Amazonía boliviana; las tierras altas de la
Amazonía ecuatoriana; la isla de Marajó en la desembo-
cadura del Amazonas; las planicies costeras de las Gua-
yanas y el Orinoco medio. Muchos de los trabajos hechos
usando como materia prima la tierra incluyen campos ele-

[151]
vados, canales, diques, pozos, lagunas artificiales, calza-
das, así como montículos con casas en lo alto o para en-
terramientos.

Estos montículos fueron construidos apilando gruesas ca-


pas de tierras extraídas de pozos o bien por la gradual
acumulación de deshechos y ruinas de edificaciones con
adobes. Algunas de las zonas en donde se localizan estas
sociedades constructoras de montículos se caracterizan
por la existencia de inundaciones periódicas, por lo que los
lugares habitados debían encontrarse en terrenos a salvo
del agua. Sin embargo, como muchos de los montículos

[152]
se ubicaban a varios metros por encima del máximo nivel
alcanzado por las aguas, se piensa que eran construidos
principalmente para defensa o como demostración de po-
der. La escala y extensión de los trabajos en tierra de la
Amazonía es, en definitiva, extraordinaria, así como la di-
mensión de los sitios. Muchos de los montículos se elevan
por encima de los 3 metros alcanzando a veces los 10 me-
tros con extensiones de varias hectáreas. En la isla de Ma-
rajó algunos complejos con múltiples montículos se extien-
den en áreas de más de 10 kilómetros cuadrados con 20
o hasta 40 montículos individuales.

Las áreas arqueológicas que se formaron por la acumula-


ción de deshechos de los habitantes prehistóricos consti-
tuyen una proporción considerable de la superficie terres-
tre a lo largo de las riberas de los ríos Amazonas y Ori-
noco. Estos depósitos arqueológicos que datan de los
tiempos prehistóricos tardíos son masivos, en ocasiones
se extienden continuamente por decenas de kilómetros y
se encuentran densamente abarrotados de artefactos y
restos de plantas carbonizadas.

Al analizar estas zonas, la investigadora Roosevelt señala


que, puesto que albergaban poblaciones de varios miles

[153]
de habitantes e incluso algunos hasta de decenas de mi-
les, tal escala y complejidad es indicación de que dichos
asentamientos eran el territorio de sociedades con un nivel
socio-político que podrían ser considerados como Esta-
dos.

Esto explica por qué, cuando los europeos iniciaron su ex-


pansión y navegación por el Amazonas hacia 1550, en-
contraron sociedades con una alta densidad de población,

[154]
marcadas jerarquías sociales y economías basadas en la
pesca, la caza y el cultivo intensivo de maíz y yuca. El re-
lato de Gaspar de Carvajal, capellán de los expediciona-
rios a las órdenes de Francisco de Orellana, sobre su pri-
mer recorrido por el río Amazonas entre 1541 y 1542, así
como el de Francisco Vázquez, autor de la crónica de la
expedición iniciada por Pedro de Ursúa, dan una clara
imagen de lo densamente pobladas que se encontraban
las márgenes del río Amazonas y las planicies ribereñas
de los principales ríos de la Amazonía en los años de con-
tacto inicial con los europeos.

Estos dos relatos se complementan con los escritos de los


exploradores ingleses, holandeses e irlandeses de esos
mismos años, quienes, en su intento de establecer asen-
tamientos en el bajo Amazonas, elaboraron informes en
los que también se evidencia lo poblados que eran estos
territorios. El paisaje de la región descrito por estos prime-
ros relatos de europeos aparece como explotado intensi-
vamente, con grandes depósitos de yuca y otros produc-
tos almacenados en los pueblos, anchas carreteras que
comunicaban a las poblaciones con los campos de cultivo,
grandes encierros de tortugas en rediles, pesquerías,
asentamientos defendidos por empalizadas y murallas de

[155]
tierra alineados en los riscos ribereños que se extendían
de manera continua por kilómetros y kilómetros, así como
indican cientos de canoas desplazándose en las corrien-
tes de agua fluvial.

La evidencia arqueológica ha venido a corroborar el grado


de veracidad de los escritos del siglo XVI: el tamaño y la
apariencia de los asentamientos, los productos intercam-
biados, los depósitos de alimentos, así como la existencia
de agricultura y el manejo de los recursos constituyen
pruebas irrefutables de que los primeros relatos de euro-
peos sobre estas poblaciones eran fidedignos.

5.2. Propuesta de Anna Roosevelt

La arqueóloga Anna Roosevelt, distingue cinco grandes


estadios sucesivos en el manejo de los recursos amazóni-
cos durante la prehistoria:

Cazadores-recolectores nómadas;

Pescadores-recolectores-intensivos-horticultores incipien-
tes;

Horticultores de roce y quema, grandes poblados de agri-


cultura en camellones, y,

[156]
Poblaciones muy grandes y densas, mantenidas por agri-
cultura intensiva de granos, complementada con caza y
pesca intensiva,

I. Entre 11,500 y 10,000 años atrás: cazadores-reco-


lectores nómadas

En realidad 11,500 años como


límite más antiguo para la pre-
sencia del hombre en América.
La cultura Clovis, que se carac-
terizó por una punta de proyec-
til acanalada para cazar masto-
dontes, apareció en Norteamé-
rica hace 11,500 años. Sin em-
bargo, sitios brasileños, caver-
nas con arte rupestre como la
Caverna da Pedra Furada, dan fechados de radio-carbono
con fechas tan antiguas como 50,000 años.

La dispersión del material lítico encontrado, tanto en diver-


sos tipos de hábitat amazónico — habla de una ocupación
extensiva de la Amazonía por una sucesión de bandas de
cazadores-recolectores, que forrajeaban una gran varie-
dad de plantas y animales del bosque y del río. De acuerdo

[157]
a la visión tradicional el cazador recolector seguía mana-
das de animales a través del continente, aplicando un sis-
tema extractivista del medio ambiente, fundado sobre todo
en la caza de grandes mamíferos, cosa que parecería ser
poco probable en la cuenca amazónica. No obstante, el
hombre pudo haber sacado provecho de los mamíferos
menores que vivían dispersos en los distintos ecosistemas
del bosque tropical. La pesca y la recolección de frutos di-
versos, incluyendo los moluscos y reptiles fluviales (cai-
manes, culebras y tortugas) fueron sin duda el comple-
mento ideal a la caza de aves y de animales pequeños
como el mono, el armadillo, o los roedores terrestres y flu-
viales acuáticos (capibara, guatusa, guanta). Mamíferos
más grandes como el tapir o danta, distintos tipos de ve-
nados, saínos y pecarís son hasta la actualidad presas co-
munes del bosque alto, pero en determinados casos los
canidos y algunos los felinos son también buscados en la
foresta baja, donde hay menos mamíferos. Sus activida-
des económicas de subsistencia comprendían, desde la

[158]
cacería especiali-
zada de grandes
animales acuáti-
cos y terrestres
hasta la recolec-
ción intensiva de
pequeñas espe-
cies de animales y
plantas. Gracias a
las similitudes es-
tilísticas encontra-
das en los artefac-
tos de áreas dis-
tantes entre sí, se
ha determinado
que existía un intercambio de larga distancia de personas,
comercio y comunicación de ideas y tecnología.

Estas bandas crearon arte en la forma de pinturas rupes-


tres: Se han encontrado en el estrato más antiguo de cue-
vas pintadas importantes cantidades de pigmento rojo
(óxido de hierro, hematita), que no se encuentra en estra-
tos superiores. A lo largo de las zonas altas y media de los

[159]
ríos Madre de Dios, Urubamba, Ucayali, Huallaga y Mara-
ñón, en rocas, paredes y cavernas, se encuentran petro-
glifos y pinturas rupestres. Se percibe una disminución en
el tamaño de las puntas de flechas de piedra hacia el final
del periodo, lo que sugiere que se deja de lado la caza
trashumante de animales grandes, y se tiende hacia una
adaptación a sistemas de subsistencia más intensivos en
una región determinada.

II. 8,000 - 6,000 años atrás: horticultores incipientes,


los grandes conchales y la cerámica más antigua
de américa

Aparecen las primeras comunidades sedentarias a orillas


de algunos ríos y en la costa: grandes acumulaciones de
conchas, restos de peces y otros animales aparecen al
lado de fragmentos de cerámica, considerados los más
antiguos del continente americano.

Al inicio del periodo climático moderno, el Holoceno, gru-


pos especializados en la pesca y recolección de moluscos
se establecieron a lo largo del Amazonas y en las costas
adyacentes a la boca del Amazonas y del Orinoco. En los
grandes conchales de esa época, de varias hectáreas de
superficie y de hasta 10 metros de alto, se ha encontrado
cerámica decorada, la más antigua hallada hasta ahora en
[160]
América, más temprana que aquella de los Andes adya-
centes. Entre los objetos en piedra se encuentran moledo-
res (batanes) y raspadores, indicios de una agricultura ya
establecida. Una vez que desarrollaron técnicas agrícolas,
las limitaciones del suelo orgánico les obligaron a practicar
una horticultura y eventualmente una agricultura itine-
rante, para asegurar un sustento estable a través de los
distintos territorios y zonas ecológicas del bosque tropical.
(Salazar 1993).

El hombre que se introdujo en este medio aprendió a co-


lectar frutos silvestres y comprendió el proceso regenera-
tivo de determinadas plantas mediante una horticultura

[161]
sencilla. Esto es la reproducción vegetativa de especies
por la introducción de estacas en el suelo para sustituir las
plantas útiles que se han agotado. La observación del con-
sumo de determinadas raíces y rizomas por parte de va-
rios mamíferos (roedores, zainos y hasta osos) enseñó el
valor nutritivo de los frutos comestibles que aparecen en
el substrato. El hombre aprendió a reintroducir el tubérculo
y regenerar la planta original. De igual forma, el hombre
comprendió como determinadas frutas se regeneran a
partir de las semillas que las aves y algunos animales de-
jan en sus heces luego de haberlas consumido. Por ello,
ciertos árboles frutales y palmas, como la guaba, el chon-
taduro y posiblemente el cacao fueron buscados y criados
en el entorno del hábitat humano.

Entre los recursos acuáticos de los basureros de esta


época se encuentran grandes animales, como el manatí,
las dos especies de delfines de la Amazonía, paiches y
grandes silúridos, pero en su mayoría son peces peque-
ños. Como estos son el grueso de la biomasa renovable
de los ríos, el haberlos consumido significa haber hecho
un uso intensivo de los recursos y haber optimizado el ren-

[162]
dimiento del bosque. También significa que pudieron ha-
ber sido pescados en forma comunal, siguiendo técnicas
grupales que incluirían a mujeres y niños.

III.4,500 - 3,000 años atrás: el periodo de las aldeas de


horticultores, asentamientos pequeños y estables

Esta ocupación prehistórica es la que más se asemeja a


la ocupación de los grupos indígenas que aún viven en
forma “tradicional” en la Amazonía. En ciertas áreas como
en la cuenca del Ucayali aparecen tostadoras de cerámica
y ralladores, asociados al consumo de la yuca, y eviden-
cias de consumo masivo de pescado, en una estrategia de
subsistencia que adquiría proteínas de la pesca y energía

[163]
de la horticultura. Se sabe que el hombre comenzó a pro-
ducir sus propios alimentos en el bosque semi-domesti-
cado desde hace unos 6000 años, en lo que algunos es-
pecialistas, siguiendo a Donald Lathrap, han denominado
el inicio de las Culturas de Selva Tropical (Lathrap 1970).
Según la tesis de Lathrap el conjunto de los pueblos sel-
váticos compartieron una serie de elementos culturales,
que reflejan el éxito adaptativo que tuvieron en los distin-
tos medios del ecosistema amazónico. Si bien no todos los
pueblos alcanzaron un nivel uniforme de desarrollo cultu-
ral, muchas de estas culturas alcanzaron un alto grado de
eficiencia adaptativa al medio selvático para el 3000 antes
de Cristo (a.C.). Esta eficiencia se basó en el desarrollo de
un sistema agrícola sustentado en el cultivo de raíces y
rizomas con una explotación de los recursos acuáticos va-
riados y donde la cacería de aves y mamíferos fue de im-
portancia secundaria (Oliver 2008).

Las bases tecnológicas de las Culturas de Selva Tropical


fueron el desarrollo de varias actividades que con el
tiempo y la especialización del trabajo se convertirán en
los instrumentos: el trabajo de la piedra y de la madera
para elaborar herramientas eficientes para transformar el
medio y sacar provecho de sus recursos; la cestería, la

[164]
producción de textiles, y la alfarería. De hecho, los restos
de cultura material que sobreviven al paso del tiempo, al
rigor del clima y sus efectos, son los únicos vestigios con
los que dispone el arqueólogo para identificar e interpretar
la historia antigua de los primeros pueblos. El rico arte ce-
rámico de estos asentamientos registra mitos y cosmolo-
gía.

IV. 3,000 - 2,000 años atrás: grandes poblados y


complejos agrícolas sobre-elevados

En algunas regiones andinas tropicales inundables o per-


manentemente inundadas, como la Pampa de Moxos en
la actual Amazonía Boliviana; en la Isla de Marajó, boca
del Amazonas, Brasil; en Guayas, Ecuador; en las saba-
nas de Colombia y en la Tigra o Caño ventosidad, Vene-
zuela, grupos humanos manipularon la tierra para cons-
truir los primeros complejos de “camellones” barbechos al-
tos o pequeñas terrazas de tierra asociados a extensos
complejos agrícolas. Estos se desarrollarían de tal manera
que, actualmente, sus restos son claramente visibles
desde el aire. En Bolivia, las antiguas calzadas de la
Pampa de Moxos son usadas actualmente como base
para carreteras. Denevan calcula que los Llanos pudieron

[165]
sostener una población de 500,000 individuos, mayor a la
actual población de la región.

V. Hace 2,000 años: los reinos agrícolas amazónicos


y la “terra pretado indio”

Algunos siglos antes de Cristo, la ocupación indígena de


la Amazonía aumenta tanto en magnitud como en intensi-
dad. Los asentamientos crecen, tanto en número como en
tamaño. Para el 1,000 después de Cristo, enormes basu-
reros de tierra negra de varios metros de profundidad se
extienden a lo largo de las várzeas, y miles de kilómetros
cuadrados de tierra son alterados para construir túmulos,
colinas artificiales. El Sitio de Os Camutins, en la isla de

[166]
Marajó, por ejemplo, contiene por lo menos 40 túmulos en
un área de 10 Hectáreas; el asentamiento más grande de
la tradición Guarita en el Amazonas central cubre más de
80 hectáreas; el sitio que se encuentra bajo la actual ciu-
dad de Santarém es mayor que ella; en el Ucayali hay
asentamientos de esa época de más de 30 hectáreas, se-
gún Myers. El mismo Myers estima que el asentamiento
“N-P-1”, en el río Napo, podía haber albergado a unas
200,000 personas, siendo conservador en las cifras.

No se trata del resultado de una ocupación discreta y es-


porádica a lo largo del tiempo: la cronología cerámica de
estos asentamientos muestra que tiempos relativamente
cortos (de cientos de años) están representados por de-
pósitos de basura de más de un metro de profundidad,
henchidos de artefactos, restos de comida, estructuras,
etc.. Hay evidencia de la continua reparación, manteni-
miento y reemplazo de estructuras como fogones comu-
nales de barro cocido, y paredes y colinas artificiales de
tierra. Hay también signos de una creciente complejidad
en la organización política y social, que se aprecia, entre
otros detalles, en la humanización de la iconografía, apa-
rentemente relacionada con el uso del estilo artístico y el

[167]
ritual funerario para justificar el poder y las prerrogativas
de las elites.

El español de Espinosa cuenta que, al llegar en 1629 al


primer poblado del río Amazonas después de la boca del
Napo, “vinieron a recibirnos en el medio del río más de 300
canoas, y las que menos cargaban llevaban diez, otras
doce indios…y le dieron al gobernador, Pedro de Ursúa un
gran obsequio de más de veinte canoas de peces, maíz,
maní y raíces … el poblado era muy grande, con más de
8 mil indios … había en esta provincia alimento para las
tropas suficiente para más de seis meses, ya que a lo largo
de los márgenes del río, más de cuatro leguas arriba y
abajo del poblado habían jardines de maíz y yuca dulce,

[168]
siendo una tierra de excelente clima, que el río nunca inun-
daba”

Este extraordinario desarrollo implicó una transformación


en el modo de manejo de los recursos de la Amazonía. Se
pasó a depender del cultivo intensivo de cereales, siendo
el más importante el maíz. Este depender del cultivo de
cereales tanto para la proteína como para las calorías,
tiene su paralelo en la prehistoria norteamericana, así
como durante el Neolítico del Viejo Mundo. En los niveles
más recientes de detritos de estas “ciudades” se encuen-
tra abundante maíz, semillas de palmeras, algo de legumi-
nosas, y batanes.

Evidencia de este cambio de dieta de raíces al maíz se


encuentra también en los huesos de los cuerpos encontra-
dos. Al estudiar en el Sitio de Corozal en Parama, Orinoco
medio, la relación isótopos de carbono / isótopos de Nitró-
geno en huesos de más de 2,800 años, se encuentra bajo
carbono y alto nitrógeno, lo que se espera de una dieta de
yuca/pesca/caza. En esqueletos más recientes, entre
1,500 y 400 años atrás la relación es alto carbono/ bajo
nitrógeno, típica de los que se alimentan principalmente

[169]
con cereales. Lo mismo se constata en esqueletos recogi-
dos por Lathrap en el alto Ucayali, que datan del primer
milenio anterior a la llegada de los europeos.

Este método también ha mostrado diferencias de dieta en-


tre individuos de la misma sociedad. En la colina artificial
del río Goiapi en la isla central de Marajó se comprobó que
la química de los huesos variaba considerablemente entre
un individuo y otro, lo que sugiere diferencias sistemáticas
en el acceso al alimento, lo que va paralelo a diferencias,
también marcadas, en tipo de habitación y ajuar funerario.

5.3. Propuesta según Thomas Myers

Myers también propone cinco periodos para la pre historia


amazónica que son:

[170]
Periodo Paleo Indio y Arcaico (12,000 – 2,000 ac.).
Comprende el estudio más antiguo del hombre primitivo
amazónico.. Es posible que grupos de cazadores nóma-
des hayan vivido en la selva especialmente cerca de los
ríos. Solamente cuando se empezaron a utilizar los recur-
sos del mar y del río, en forma intensiva, la Amazonía se
hizo atractiva para los grupos humanos del continente,
este cambio se dio hace 5,000 años.

Tales grupos que inmigraron a la Amazonía vinieron de la


parte norte ecuatoriana, posiblemente fueron los antepa-
sados de los Tupi – Guaraní, Arawac y Caribes, los que

[171]
hayan poblado la Amazonía, desarrollando una economía
arcaica, en base a recursos fluviales (peces, tortugas,
etc.), a la recolección de plantas silvestres o en las prime-
ras etapas de domesticación (plantas y animales).

Periodo Formativo Selvático (2,000 – 500 a.c.) Com-


prende el estudio a partir del desarrollo de algunas cultu-
ras sedentarias en la Amazonía. En este periodo aparece
la cerámica coincidiendo con las culturas andinas, aunque
se establece que la selva estaba mayor relacionado con la
tradición cultural del Brasil, por la influencia de los Tupís, (
para designar a los pueblos influenciados por los Tupi –
Guaraníes los estudiosos consideran que fueron los Oma-
guas, Cocamillas, Yurimaguas y Maynas que constituye-

[172]
ron la última avanzada de este grupo lingüístico), que pe-
netraron a la Amazonía por los ríos Madeiras, hasta la
boca del Amazonas, y que con ellos penetra la cerámica
pintada.

Este periodo se caracteriza por desarrollarse una agricul-


tura incipiente, que permite la sedentarización de los pue-
blos que estaban organizadas en unidades de viviendas
aldeanas, asimismo se tiene evidencia de estratos socia-
les diferenciados, los cacicazgos, que correspondía a una
población de mayor densidad, parece que los pueblos de
este periodo desconocían los husos de hilar y con ellos el
tejido.

Es a partir del formativo que se encuentran los datos de


investigación más amplia, estableciéndose la secuencia
de muchos complejos culturales en los siguientes ríos:

UCAYALI CENTRAL : Tutishcainyo y Shakimu

ALTO PACHITEA : Cobichanique y Pangotsi

BOCA DEL AMAZONAS : Ananatuba

BAJO Y MEDIO AMAZONAS : Jauari

HUALLAGA MEDIO : Cueva de las Lechuzas

3. Periodo de Desarrollo Selvático (500 – 1,000 d.c.)

[173]
En este periodo se nota el desarrollo propio de las culturas
amazónicas, tiene dos procesos: Temprano y Tardío.

Se caracteriza por desarrollarse una “agricultura tropical”,


agricultura de amplio desarrollo. Los pueblos de este pe-
riodo estaban organizados en viviendas comunitarias más
complejas. Desarrollaron la cerámica en dos aspectos: ce-
rámica pintada roja entre incisiones y cerámica corrugada.
Aparecen los husos para hilar y con ello el tejido. Los si-
guientes complejos culturales de este periodo son:

UCAYALI CENTRAL : Hupa – Yya, Pacacocha Yarinaco-


cha. Cashibocaño, Cumancaya

BOCA DEL AMAZONAS :Acauan, Formiga, Mangueiras

[174]
ALTO PACHITEA : Nazarátegui, Naneni

HUALLAGA MEDIO : Aspusana, Monzón

RIO NAPO : Yasuni, Tivacundo

4. Periodo Tardío (1,000 – 1542 d.c.)

Comprende el estudio a partir de los primeros siglos,


donde se nota el desarrollo superior de las culturas ama-
zónicas, realizando una agricultura tropical de mayor
desarrollo.

Las culturas estaban organizadas a nivel de señoríos, con


un estrato social esclavista, basado en el aprovecha-
miento de los excedentes productivos. Los esclavos eran
los que constituyen el estrato más bajo, siendo ellos los

[175]
que se dedicaban al trabajo agrícola o asuntos domésti-
cos. En este periodo la cerámica se caracteriza por ser
policroma (Micaranguera), que influencia, en estas cultu-
ras, siendo su penetración a través del trapecio amazó-
nico, en el año 950 d.c., de este grupo etnolinguistico Mi-
caranguera fueron muchos y se dispersaron por distintas
direcciones, los Omaguas por los ríos Amazonas y Napo;
los Cocamas por el Ucayali y los Cocamillas por el Hua-
llaga.

Los pueblos desarrollaron una industrial textil por la exis-


tencia de husos de hilar. Son los pueblos de este periodo
los que vivieron las primeras experiencias de la coloniza-
ción española y precisamente los pueblos ubicados en las
márgenes del río Napo posteriormente del Amazonas.

Las culturas más notables de este periodo son

BOCA DEL AMAZONAS : Marajoara

BAJO Y MEDIO AMAZONAS : Santarem

UCAYALI CENTRAL : Caimito, Cumancaya

ALTO PACHITEA : Enoqui

HUALLAGA MEDIO : Monzón

RIO NAPO : Fase Napo

[176]
5.4. Periodos arqueológicos planteados por Meggers
y Evans.

Basados en estudios en complejos cerámicos comparati-


vos, estilísticos, Meggers y Evans proponen cuatro hori-
zontes.

Horizonte Rayado en zonas (500 a.c. A 500 d.c.)

Incluye complejos con cerámica dura y lisa de color ama-


rillento castaño con anti plásticos de tiestos molidos, co-
rresponden a este horizonte:

BOCA DEL AMAZONAS : Fase Ananatuba

BAJO Y MEDIO AMAZONAS : Fase Jauari

RIO NAPO : Fase Yasuni

UCAYALI CENTRAL : Fase Tutishcainyo

Horizonte Borde Inciso (100 a 800 d.c.)

Está relacionada con los complejos del bajo amazonas y


el Orinoco medio y superior. Cerámica con superficie inte-
rior o exterior cubierta con pintura roja o engobe rojo. Es
notable la presencia de aldeas con grandes casas comu-
nales.

BOCA DEL AMAZONAS : Fase Mangueiras

[177]
RIO ORINOCO : Fase Nericagua

RIO TAPAJOS : Fase Boim

Horizonte Policromo (800 a 1,000 d.c.)

Los desarrollos representativos de este horizonte están


diseminados por varias regiones de la cuenca amazónica.
Urnas funerarias, enterramientos secundarios, cremación,
urnas antropomórficas.

BOCA DEL AMAZONAS : Marajoara, Guarita

UCAYALI CENTRAL : Caimito

RIO NAPO : Fase Napo

Horizonte Inciso y Punteado (1000 d.c.)

Tenemos urnas de inhumación aparecidas en diferentes


fases.

UCAYALI CENTRAL : Pacacocha, Cumancaya

BOLIVIA : Fase Velarde

BAJO Y MEDIO AMAZONAS : Santarem, Paredao

[178]
5.5. Las redes prehistóricas de intercambio en la
Amazonía

En la América prehistórica se mantuvieron, tanto entre re-


giones diversas de la misma Amazonía como entre la
Amazonía y el resto del continente americano, relaciones
de intercambio a larga distancia. Este era un intercambio
de un vasto catálogo de objetos, consecuencia de un pro-
ceso que implicaba un inventario general de los recursos
del bosque y de los usos variados que podrían recibir cada
uno de ellos, así como un aprendizaje del procesamiento
necesario para adaptarlos a un uso determinado y una es-
pecialización en la producción. (Cabrejos 2010)

Así, los grupos eran a veces conocidos por su especiali-


dad. Los Panare eran “los comerciantes”, los Yumagaris
eran “los mineros”, los Aruwaks (Lokono) eran los comer-
cializadores de la harina de aru, los Warao los “construc-
tores de canoas”, etc. Se encuentra en la evidencia et-
nohistórica toda la gama de relaciones de intercambio,
desde el simple trueque, hasta enclaves coloniales y cen-
tros de intercambio, en los casos de relaciones más ela-
boradas.

[179]
Intercambio anterior a la aparición de la cerámica

El gran caracol Strombus, el pututo; y el bivalvo


Spondylus, el mullu, extraídos por buzos especializados,
en Guayas, Ecuador, llegaban al Marañón. En Huayurco,
cerca de la confluencia del Chinchipe con el Tabaconas,
se han excavado pututos y collares de mullu muy anterio-
res a Chavín. Para esa época, MacNeish encontró en Aya-
cucho granos de achiote (Bixa orellana). En Caral se han
encontrado productos del bosque tropical, y adornos de
Spondylus. En Ancón muñecas articuladas de chonta
(Bactris gasipaes).

[180]
En excavaciones que estudiaban la Cultura Mito, que flo-
reció en lo que hoy es Huánuco hace 4,000 años, se ha
encontrado una mandíbula de piraña. La mandíbula sirve
en la selva como instrumento (cincel o buril) para realizar
grabados finos en madera y hueso. Artesanos Kotosh
practicaban una técnica de trabajo en madera típica del
Bosque Tropical, e importaban sus instrumentos y la ma-
teria prima de la selva.

Los intercambios a partir de la aparición de la cerá-


mica

Con la aparición de la cerámica, se pueden seguir mejor


las interacciones entre la costa, sierra y selva, su dinámica

[181]
y los polos de influencia. Una primera constatación es que,
ya desde los sitios cerámicos andinos más antiguos, como
el pre-valdivia de San Pedro, Ecuador, 5,500 años atrás,
la cerámica muestra una maestría que excluye la posibili-
dad de considerarla incipiente o rústica, lo que atestiguaría
a favor de una interacción con los horticultores-alfareros
de la civilización amazónica de los conchales.

La yuca amarga y la traza del intercambio en el cerá-


mico

La única justificación para la laboriosa preparación del pan


y la harina de yuca amarga (Manihot utilissima) es la de
proveer un producto comestible almacenable, no pereci-
ble, en excedente a lo que es consumido inmediatamente
por la unidad familiar productora. Un producto intercam-
biable. Se pueden trazar, en tiempo y espacio, la dinámica
de las redes de intercambio posteriores a la aparición de
la cerámica en los Andes, siguiendo el rastro a los rallado-
res y a la sartén plana, esenciales en la producción de pan
y harina de yuca.

Ciertas formas de recipientes de cerámica Tutishcainyo


temprano (4,200-3,700 años atrás), en la laguna de Yari-
nacocha, Ucayali, con edades alrededor de 4,200 años,

[182]
sugieren a Lathrap que fueron utilizadas para beber el ma-
sato, y que, por lo tanto, fueron fabricados por horticulto-
res. Lumbreras constata por su lado que la cerámica y la
yuca amarga aparecen al mismo tiempo en los Andes cen-
trales.

El cerámico confirma la existencia de una red de relacio-


nes transversales entre la costa, sierra y selva centrales:
el Tutishcainyo temprano (Selva del Ucayali), la fase
Waira-jirca de Kotosh (Sierra), y la fase Chira, al norte de
la costa central, están íntimamente interrelacionados.

Más adelante, el Tutishcainyo tardío (3,300-3,000 años


atrás) se muestra envuelto en intercambios a una distan-
cia mucho mayor con la cultura Machalilla, en el Ecuador.
Una parte de la cerámica encontrada en sitios Tu-
tishcainyo tardíos es importada, según Lathrap, “desde
una distancia considerable”. Es cerámica hecha con ma-
terial de origen volcánico distinto a la de la zona.

Dentro del circuito de intercambio regional, Lathrap encon-


tró que la fase Shakimu temprana de Yarinacocha (Ucayali
central), es gente de la tradición cultural Tutishcainyo fuer-
temente influenciada por técnicas e iconografía Chavín.

[183]
Los recipientes de piedra del sitio de Huayurco, en el Ma-
rañón, tienen decoración semejante a la de la cerámica
Shakimu.

Ferias periódicas y etnias comerciantes

Treguas periódicas se establecían en la Amazonía para


llevar a cabo ferias comerciales. Los Piro subían una vez
al año, a principios de julio, del Alto Ucayali hasta la Misión
de Cocabambilla, en el valle de Occobamba, a un lugar
llamado El Encuentro, en la boca del Yanatile, en el alto
Urubamba. Allí intercambiaban —según refiere Valdés y
Palacios, quien fue testigo de la feria en 1840— “cotorras,
guacamayos, vestidos, canoas, esclavos, cacao, resinas
… por cuchillos, machetes, trozos de espejo, tijeras, cla-
vos, sal …” con grupos que descendían la cordillera y An-
tis. Los Piro descendían luego e intercambiaban con gru-
pos de selva baja, penetrando hasta las posesiones brasi-
leñas. En 1914 se celebró la última feria en El Encuentro.

Los shipibos del Ucayali rendían de muy antiguo visita a


los Ticuna, productores del mejor curare, que vivían en el
Amazonas, entre el río Atacuari y el Putumayo, y obtenían
sus cerbatanas de los Yagua de Pevas.

[184]
Existieron además grupos étnicos que se dedicaron al co-
mercio o al “viaje” como una especialización económica.

Su mismo status les aseguraba recibir un trato amable,


abrigo y provisiones para continuar el viaje de parte de los
grupos con los que comerciaban. Estos comerciantes se-
guían circuitos fijos de miles de kilómetros, y expediciones
especiales podían durar más de un año. Entre ellos esta-
ban los curanderos Calahuayas

Listado de algunos bienes selváticos intercambiados

Minerales: Sal, batanes, lascas de porfirina para rallado-


res de yuca, piedras de afilar, pigmentos minerales, oro y
piedras semi-preciosas, cerámica.

Plantas y animales vivos: Hombres y mujeres (escla-


vos), anacondas, caimanes, aves, monos, felinos, perros
de caza… Plantones de Yuca, algodón, palmeras y otras
semillas y órganos de reproducción vegetativa… Produc-
tos elaborados a partir de plantas y animales:

De plantas: Fibras, Abanicos y canastas de fibras u hojas


de palmera, mobiliario, canoas, remos, y armas de made-
ras duras (puntas de flechas, macanas), bambú u tallos de
otras gramíneas para flechas y lanzas, barbasco, curare,

[185]
resinas, tabaco, coca, maní, castaña, maíz, camote, ha-
rina de yuca, ajíes, algodón, en rama o como tejido, o ves-
tido, cortezas de diferentes árboles, semillas para orna-
mento o magia, tintes vegetales… de animales: plumas,
pieles, garras, dientes, aceite de huevos de tortuga, ve-
neno de rana, miel, pescado seco…

Otros intercambios

El intercambio prehistórico amazónico no se limitaba a ob-


jetos. Se intercambiaban técnicas: agrícolas, de hechura y
manejo de armas, de usos medicinales. Se han encon-
trado, por ejemplo, cráneos trepanados con técnicas ope-
ratorias similares en la selva, sierra y costa del Perú. Amis-
tad y compañerismo: La amistad era cultivada individual-
mente, y altamente respetada. Tener un amigo en otro
grupo era una seguridad en caso de conflicto con el otro
grupo; Alianzas: con intercambio de

“regalos” y servicios, como ayuda “militar”, en una batalla


contra algún enemigo, o “civil”, ayudando como mano de
obra en alguna labor importante realizada por el grupo
amigo.

Información sobre los desplazamientos de otros grupos ét-


nicos, sobre creación o ruptura de alianzas.

[186]
Difusión de saber shamánico selvático

De la selva no solo salían objetos, técnicas, alianzas. Tam-


bién se difundían desde ella Dioses, mitos, cosmología,
saber curativo y mágico, acompañado de sus respectivos
iconos y ritos. Y es en este campo en que la Selva se dis-
tingue, lo diría Julio C. Tello, como cuna de civilización,
como origen de saber mágico-religioso y de sus iconos,
que serán asimilados por los otros grupos humanos de la
periferia de la Amazonía y aparecerán en sus cerámicas,
tejidos y orfebrería.

Basta una visita a cualquiera de nuestros museos para


constatar la presencia del caimán, el del felino manchado,
el águila crestada, del amaru o anaconda, en la iconogra-
fía de todas las culturas prehispánicas peruanas, inclu-
yendo la Inca, que llega a integrar en su panteón el culto
a Chuquichinchay, el Apu de los Otorongos, traído por los
Incas desde el Opatari, las selvas al pie del Cuzco, según
versión del cronista Pachacuti.

La imagen del “Dios de los Báculos”, otro icono que en-


contramos a lo largo de la prehistoria andina, parece ser
resultado de experiencias shamánicas selváticas. En
Enero de 1988 Mark Plotkin recibió esta explicación sobre

[187]
el uso de una Brunfelsia (Solanaceae) de parte de un sha-
mán Yanomamo: “Deja la corteza y la raíz en remojo en
agua fría. Al día siguiente, te lavas con una parte y bebes
parte del resto. Vas a vomitar. Pronto veras al espíritu. Usa
un taparrabo rojo. En una mano carga una macana, en la
otra, plantas. Sigues tomando hasta que el espíritu em-
piece a hablar. Él te enseñará como curar con cantos y
usando plantas medicinales.”

Rol de la selva en la domesticación y difusión de plan-


tas

Peter Kaulicke reconoce como un problema básico para


entender la prehistoria peruana la definición del rol que
desempeño la domesticación temprana de plantas. Pese
a contar con unas 100 especies domésticas endémicas,
nos dice, el Perú no está considerado como centro de do-
mesticación, a diferencia de México. Le sorprende la gran
cantidad de especies domésticas que no cuentan con an-
tecesores silvestres definidos, y considera que eso se
debe a que la mayoría de esas especies son endémicas
de la sierra y del flanco oriental de los Andes, los que no
han sido estudiados detenidamente ni del punto de vista
arqueológico ni del botánico. Investigaciones hechas so-
bre el origen de la yuca dulce (Manihot esculenta), sitúan

[188]
su domesticación 8,000 años atrás, época en la que apa-
recen en las excavaciones de Macneish en Ayacucho
(fase Chihua) el camote, el ají, el achiote, el maní, la lú-
cuma y la coca, plantas originarias de la Amazonía, de
donde habrían salido domesticadas por horticultores.

Más hacia el sur, en la misma época (9,500 – 8,200 años


atrás), en Jujuy, Argentina, en un contexto de cazadores-
recolectores de selva baja, se encuentra frijol, ají y maíz,
este último diferente al mesoamericano, que aparecerá
más tarde en los registros arqueológicos.

Los obsequios del gran caimán: Donald Lathrap y el


obelisco Tello

Donald Lathrap (1973) critica que se relacione el ori-


gen de la agricultura con la aparición de cultivos de cerea-
les en regiones del mundo, si no áridas, por lo menos con
una estación seca marcada, y adhiere a la hipótesis de
Carl Sauer, quien argumenta que la adaptación a la zona
ribereña de los bosques tropicales húmedos de Asia y
América es muy antigua, y que en esta adaptación hu-
mana a los recursos de las llanuras inundables de los ríos
se llevó a cabo considerable experimentación, la que re-
sultó en el incremento de la disponibilidad de ciertas plan-
tas importantes, la mayoría de las cuales se reproducían
[189]
vegetativamente. Sauer considera que esta agricultura es
anterior a la de cereales.

En lo que al Perú se refiere, Lathrap insiste en que cual-


quier intento para entender los efectos civilizadores de la
agricultura en los Andes centrales debe enfrentarse al pro-
blema de las bases agrícolas de Chavín, ya que, si bien
hay sitios anteriores, ninguno presenta un arte icnográfico
tan complejo al servicio de un culto local, y en ninguno se
pone en evidencia una influencia tal que se extienda sobre
un tan amplio espacio de los Andes Centrales.

Lathrap nos señala que, si bien Chavín de Huantar está a


más de 3000 m.s.n.m., el río Marañón le ofrecía una am-
plia vía de comunicación con los bosques tropicales ama-
zónicos; y que el Obelisco Tello, una de las estructuras
centrales del Templo, perteneciente al fin de la fase C de
la cronología de Rowe (entre 2,800 y 3,000 años antes del
presente) sería un “mito fosilizado”, una explicación sobre
el origen de las plantas que figuran en él.

El Obelisco representa un reptil, que ha sido definido por


Rowe como un caimán, cuya cola de pez lo definiría defi-
nitivamente como el “Señor de los peces” (Master of the
fish). El caimán está doblemente representado, se trataría
de dos caimanes mostrando diferentes atributos en cada
[190]
aspecto copulando. Para Lathrap, se trataría más precisa-
mente del caimán negro (Melanosuchus niger), y uno de
los lados representa al caimán como divinidad del agua
(mundo subacuático) y del mundo subterráneo, y el otro
como la divinidad del mundo “sobre la superficie”, del cielo
o del aire.

Ambos se presentan como portadores de plantas cultiva-


das, consideradas de la más gran importancia por los sa-
cerdotes y artistas que diseñaron el Obelisco Tello. El
Gran Caimán del Cielo lleva la calabaza-botella (bottle
gourd, mate), Lagenaria sinceraria, representada madura
y seca, las flores masculina y femenina, y la hoja de la

[191]
planta. La otra planta, que aparece en la pata posterior del
caimán celestial es el aji (Capiscum sp.), igualmente son
mostradas la flor, la hoja y el fruto. No es casualidad, se-
ñala Lathrap, que las plantas asociadas al caimán celeste
son plantas que se propagan por semilla y cuyas partes
valiosas se producen por encima del suelo.

El Gran Caimán del agua y del mundo subterráneo lleva la


achira (Canna edulis) y la yuca (Maníhot esculenta) repre-
sentada en detalle. Julio C. Tello en su análisis del Obe-
lisco, insiste vehementemente en que el tema del mismo
es fecundidad y el proceso de propagación, y cree ver una
ilustración del maní “en rayos equis”, lo que no provoca
dificultades en Makowski (2000), aunque éste da opción a

que se trate de una leguminosa, concibe a ambos caima-


nes copulando, y cree ver en el lagarto al cocodrilo de
Tumbes (Crocodylus acutus). Rosa Fung (1983) llega a
una interpretación semejante, describiendo al ser genera-
dor como el gran pez que vive en la gran cocha —que es
el mar— y define éste como un mar ecuatorial, cálido,
dada la presencia en el obelisco de los moluscos Strom-
bus y Spondylus.

La Divinidad Caimán seria el monumento elevado en Cha-


vín de Huantar a un sistema agrícola anterior, que permitió
[192]
a la elite Chavín completar su dominancia. Al unísono con
las especies animales representadas en el arte Chavín,
concluye Lathrap, los cultígenos representados en el Obe-
lisco Tello apuntan a un origen civilizador situado en las
planicies inundables del bosque tropical.

Relaciones de los amazónicos entre ellos

Intercambio y poder: las formas del liderazgo selvá-


tico

[193]
La Amazonía es conocida por sus intensas y continuas ri-
validades intergrupales. Esta hostilidad intergrupal no eli-
minó, ni siquiera disminuyó, el intercambio a larga distan-
cia. Más aún, hay autores que hacen notar que esta hosti-
lidad pudo darse justamente para mantener y confirmar los
patrones de intercambio, al resguardar de esta manera
cada grupo su “especialidad”. Por otro lado, la guerra y
captura de miembros de otras etnias, es decir, el control
de mano de obra o de los productos de ésta, definía el
poder político de un líder amazónico. Las rutas de inter-
cambio eran “arterias de poder” como diría Whitehead
(Roosevelt 1994).

El análisis de las fuentes etno-históricas nos muestra en


algunas partes, y en la última fase de desarrollo humano
en la selva previa a la llegada de los europeos, un lide-
razgo hereditario muy semejante al Inca, llevando a cabo
un control “feudal” de personas, manteniendo y ampliando
lazos con otras etnias a través de una política de poligamia
endogámica y en un marco teocrático en el que se diviniza
a los ancestros. La autoridad política era la de la familia
inmediata del líder, y trasmitida de generación en genera-
ción. El intercambio de obsequios y formalidades en las

[194]
alianzas entre grupos con este tipo de liderazgo era con-
solidado por el matrimonio, o por la presencia de uno o
más individuos de cada grupo en el territorio del otro como
garante. Cuando el asociado era importante, los socios
menos importantes organizaban un sistema de delegacio-
nes que se reemplazaban unas a otras; o establecían co-
lonos: varias familias completas se instalaban en tierras
del grupo asociado.

El español de Heriarte escribe sobre acontecimientos de


los que fue testigo en 1637 “La Gran Provincia de los Oma-
gua era gobernada por principales en los poblados, y en
el medio de ella hay un Principal, o su Rey, al que obede-
cen con mucho respeto y al que llaman Tururucari, que
significa “nuestro dios”, y él se considera a sí mismo como
tal”.

El mismo de Heriarte afirma que en el bajo río Negro los


Aruak tienen un Principal, al que llaman Tabapari. Este
mantiene bajo sus órdenes muchos poblados de diferen-
tes naciones, y es obedecido por ellos con mucho respeto.

“Los Tupinambara del medio Amazonas son predominan-


tes y subyugan a otras naciones…los usan como vasallos
y reciben tributo de ellos... con el tiempo se casan (con sus
vasallos)… pero estos nunca dejan de reconocerlos como
[195]
superiores… tienen siete u ocho mujeres. Dan sus hijas en
matrimonio a aquellos que están bajo su dominación”.

El cacicazgo, por el contrario, favorecía la poligamia exo-


gámica, cada unidad doméstica era capaz de subsistir in-
dependientemente, y su integración dentro del grupo ét-
nico se llevaba a cabo al margen de todo mecanismo de
sometimiento o dominación, todo intercambio haciéndose
horizontalmente. Las relaciones económicas al interior de
estos grupos estaban basadas en los principios de reci-
procidad y participación, y la acumulación de bienes era
condenada culturalmente.

[196]
La autoridad en este tipo de sociedad era más el resultado
del prestigio del individuo y de la oportunidad. Un indivi-
duo, renombrado por su retórica persuasiva, su generosi-
dad, la fortaleza de sus vínculos de parentesco, sus habi-
lidades diplomáticas y aptitudes guerreras, toma el mando
por consenso, y sólo para algún propósito específico: gue-
rra, desplazamientos para caza y pesca, etc. El jefe así
escogido, puede aún ver sus decisiones rechazadas por
otros jefes o individuos del grupo. Nadie está obligado a
seguir sus recomendaciones.

Los grupos que estaban en los límites de un territorio ét-


nico de este tipo eran responsables de la integridad del
territorio y de los actos de aquellos que dejasen entrar. En
caso de conflicto, estos grupos fronterizos actuaban con
flexibilidad, según la intensidad del conflicto y la fuerza del
agresor. Sus alternativas eran, o someterse, y convertirse
en vasallos de los invasores, o retirarse con sus familias
al bosque, luego de haber destruido sus huertos, casas y
depósitos de comida, e iniciar una resistencia. Esta podía
ser una guerrilla llevada adelante por el grupo aislada-
mente, o haciendo usos de las alianzas, convocando gue-
rreros de la misma u otras etnias. En caso de facilitar reite-

[197]
radamente la entrada y, peor aún, la instalación de extran-
jeros al interior del territorio de la etnia, los grupos nativos
responsables de la frontera étnica eran también hostiliza-
dos.

En la medida en que estas agrupaciones étnicas desafia-


ban el poder de las elites hereditarias reinantes y aquel de
los españoles recién llegados, fueron consideradas cari-
bes, es decir, salvajes, fieros, rebeldes. Los franceses, ho-
landeses e ingleses competidores de los españoles no tu-
vieron ningún reparo en concertar alianzas con jefes cari-
bes, alianzas en las que se intercambiaban “huéspedes”,
y se reciben mujeres indígenas como “esposas”.

Este tipo de cultura amazónica, con su gran flexibilidad de


adaptación, ha permitido a sus practicantes mantener una
forma de vida original y propia hasta hoy, luego de cuatro
siglos de contacto con occidente.

[198]
CAPITULO VI. LA EPOCA COLONIAL
6.1. El periodo previo a la conquista: las fronteras del
Tawantinsuyu

Los pueblos indígenas de América Latina no siempre han


vivido bajo la misma división política, administrativa y terri-
torial que encontramos hoy en día, estas sociedades or-
ganizaban el territorio de forma horizontal, lo que significa
que en vez de la fundamentación de la geometría eucli-
diana que representa los mapas a través de líneas imagi-
narias, el territorio se comprendía desde la perspectiva de
las características fisiográficas (Johnson y White, 2011, p.
2141).

[199]
Antes de la llegada de los primeros conquistadores exis-
tieron varios lugares marcadamente diferenciados social y
geográficamente en América Latina. Mientras que la Sie-
rra condensó un elevado grado de centralización social y
política, y correspondía con el Tawantinsuyu; la Amazonía
se componía de diversos pueblos indígenas que vivían
bajo un sistema descentralizado, pero con una gran cohe-
sión social (Maldonado, 2006, pp. 27-30). Asimismo, la

[200]
Costa estaba formada por una variedad de pueblos dife-
renciados entre sí (Romoli, 1963). Geográficamente, los
incas poblaban la zona de los valles, aunque llegaron a
asimilar y conquistar otros pueblos del altiplano.

La región amazónica, en cambio, no pudo ser conquistada


(Casanova-Velázquez 2000, p. 140). Poco antes de la lle-
gada de los españoles a la costa ecuatoriana en 1527, el
emperador inca, Huayna-Cápac, dirigió un ejército a la
conquista de los Jíbaros (probablemente shuar o aguaru-
nas) que vivían en la región conocida como ‘Bracamoros’
(...) recibió tan feroz resistencia que Huayna-Cápac tuvo
que escaparse vergonzosamente, regresándose a las cor-
dilleras andinas (Harner, 1978, p. 15).

Durante la expansión incaica (1000-1500 d.C.) se crearon


varios estados de frontera y en ocasiones se debían esta-
blecer formas de control tanto social, político como econó-
mico, distintas a las que se usaban dentro del Tawantin-
suyu. A estos lugares fronterizos se enviaban mitmakuna
para que los integrasen dentro del Estado inca. Este pro-
ceso se realizó en algunas ocasiones por medio de con-
quistas militares, y en otras, por la colaboración de los pro-
pios pueblos asimilados (Galindo et al., 2007). En este úl-

[201]
timo caso, los incas reemplazaron a las autoridades polí-
tico-religiosas o permitieron al gobernante local continuar
bajo el mandato del Inca (Dillehay y Netherly, 1998, p. 8).
Los pueblos asimilados eran incorporados al ejército inca
para ser llevados a las fronteras y hacer la función de los
mitmakuna (Galindo et al., 2007).

Una frontera en eterna disputa correspondía a la del terri-


torio jíbaro (actual frontera de Ecuador y Perú) en la cual
se establecieron varias colonias de mitmakuna sin éxito
alguno (Girot, 1990; Hyslop, 1998). Incluso el sistema de
caminos inca que iba desde Cuzco a Quito se desviaba de
este territorio (Girot, 1990).

[202]
En cuanto a las fronteras entre los diversos ámbitos geo-
gráficos y las relaciones existentes entre los pueblos andi-
nos y las poblaciones de la Amazonía y de la Costa hay
opiniones dispares. Según Yampara (2005, p. 40) los pue-
blos andinos vivían “en complementariedad armónica con
las tierras bajas (Pacífico y Amazonía) (...) en agnados
prehistóricos”, mientras que Hyslop (1998, p. 37) señala
que “los incas consideraban incivilizados a los indios de
las tierras bajas tropicales”, y que “el imperio construyó
fortalezas en algunas partes de la frontera oriental para
resguardarla de los “bárbaros” de las tierras bajas”. En la
misma línea que Yampara, Turpo (2006, p. 164) señala
que el Tawantinsuyu no se construyó por medio de la con-
quista sino a través de un “pacto social comunitario a partir
de su lógica de pensamiento cósmico”.

Es sumamente importante recalcar el hecho de que, antes


de la conquista incaica, había una cierta integración entre
las tres regiones geográficas, que de ninguna manera se
hallaban aisladas” (Benítez y Garcés, 1998, p. 117)..

Los primeros escritos de los cronistas del periodo colonial


destacan la figura de los mindalaes que realizaban los in-
tercambios de larga distancia (Renard-Casevitz, Saignes

[203]
y Taylor 1988; Salomon, 1978). Uno de los bienes inter-
cambiados en la larga distancia era el mullu (Spondylus),
un molusco bivalvo de aguas calientes del Pacífico, consi-
derado un objeto de culto entre los incas (Hocquenghem,
1993). Estas formas de comercio interétnico comenzaron
a desaparecer a medida que se fueron expandiendo las
fronteras de la conquista ibérica sobre el Tawantinsuyu
(Caillavet, 2000).

6.2. Penetración militar a la amazonia.

El sistema colonial para su consolidación, realizo varias


expediciones de invasión a la amazonia, como lo explica

[204]
San Román (1994), concretamente dos sistemas de pe-
netración: Militares y religiosas.

Expedición de Francisco de Orellana las primeras noti-


cias de los ríos Napo y Amazonas han sido proporciona-
das por miembros de la expedición de Gonzalo Pizarro y
su compañero Francisco de Orellana. Detalles de este
viaje han sido recogidos por el P. Carvajal en su crónica.
Francisco Pizarro, Gobernador del Perú, informado por
Gonzalo Díaz de Pineda, quien había penetrado en el país
de Quijos y la Canela, de los comentarios que circulaban
sobre tesoros y riquezas en países más alejados, decide
organizar una expedición. Y pone al frente de ella a su her-
mano Gonzalo Pizarro, a quien nombra para el Gobierno
de Quito, en reemplazo de Pedro de Puelles. Gonzalo Pi-
zarro llega a Quito y, terminados rápidamente los prepara-
tivos, sale de esta ciudad en los "días de Navidad del año
mil quinientos treinta y nueve".

Atraviesan la zona pacificada y penetran en el país de los


Quijos, donde empieza la historia de sufrimientos. Ya en
los primeros días, un numeroso grupo de indios se pre-
senta en plan de guerra, pero, al ver los caballos y el nú-
mero elevado de soldados, se retiran. Pocos días después
hay un movimiento sísmico y se desencadena un fuerte

[205]
temporal, y sólo pasados 40 ó 50 días que tuvieron esa
tormenta procuraron pasar la cordillera nevada". El paso
de la cordillera fue penoso y difícil, debido sobre todo al
frío intenso. Muchos hombres perecieron y otros huyeron.
Se perdió una gran parte del ganado y comida. Y llegaron,
por fin, a Zumaco, donde permanecen dos meses repo-
niéndose. De Zumaco sale Gonzalo Pizarro, con un grupo
escogido, a explorar la zona, buscando algún camino de
penetración, y logra llegar al río Coca. Aquí permanece
dos meses, mientras llegan los que habían quedado en
Zumaco. Una vez que llegaron éstos, y ya con toda la in-
dumentaria, caminaron siguiendo el curso del río hasta lle-
gar a un lugar donde "las aguas de aquel río se recogían
y se colaban por un canal de otra peña grandísima. La ca-
nal es tan estrecha que de la una ribera a la otra no hay
más de veinte pies". Esto les permite cruzar el río, hasta
entonces imposible, y seguir por la otra banda, abriéndose
camino a fuerza de hacha y con muchas dificultades.

Gonzalo Pizarro, preocupado por la situación que cada


día era más precaria, enviaba con frecuencia destacamen-
tos con el fin de explorar la zona y encontrar caminos o
señales de vida, pero todo era inútil. Entonces decide
construir "algo como una balandra o lanchón de vela" que

[206]
permitiese el traslado de los enfermos y de la indumenta-
ria, y sigue el curso del río. El lugar donde se construyó la
embarcación parece ser el actual Baeza en el río Quijos.
Por fin, y después de dos meses, encontraron un grupo de
indios que les informaron de otro gran río con grandes ri-
quezas. Gonzalo Pizarro envía, entonces, a Francisco de
Orellana, acompañado de cincuenta y siete soldados, y
llevando el "lanchón" y varias canoas, a explorar la zona,
con el fin de orientarse y recoger víveres, pues estaban

[207]
bastante necesitados. Después de dejarse llevar por algu-
nos días por la corriente, y al amanecer del día 10 de enero
de 1542, "escucharon ruido de tambores" y poco después
"divisaron 4 canoas de indios". Los nativos, después de
haber observado al grupo de Orellana, se dirigieron hacia
la orilla donde saltaron a tierra. Orellana se detiene y es-
tablece relaciones amistosas con los indios, quienes le
proporcionan víveres. Aquí permanece todo el mes de
enero, obligado por la necesidad de reparar el "lanchón".

El día 2 de febrero reanuda su viaje y, después de haber


tocado en varios poblados de los indios, "donde fueron
muy bien recibidos y los proveyeron de víveres", entra al
río Amazonas el 12 de febrero de 1542. Sigue el curso del
Amazonas y en Aparia2situada -según parece- en las pro-
ximidades de Pevas se detiene aprovechando la cordiali-
dad de los nativos con el fin de construir un nuevo "lan-
chón" y arreglar el que traen. En este lugar permanece al-
rededor de dos meses. Salen de Aparia y. al llegar a la
altura de la boca del río Putumayo son atacados por nu-
merosas canoas de indios. Esta es la señal para una serie
de ataques algunos de ellos de gran peligro, que se suce-
den hasta el momento en que el grupo llega al mar. En uno

[208]
de los últimos combates a orillas del Yamunda nos cuenta
el P. Carvajal que participaron cohortes de Amazonas.

Expedición de Pedro de Ursúa En febrero de 1559, Pe-


dro de Ursúa es nombrado, por el Virrey del Perú por en-
tonces D. Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Ca-
ñete, Gobernador de Omagua. La expedici6n se componía
de unos 300 españoles, además de los "cargueros" indios
y algunos esclavos negros. Descendieron el Huallaga pe-
netraron en el Marañón, y, por fin, entraron al Amazonas.
La tropa, bastante descontenta por las penalidades, se

[209]
conformó un poco al llegar al Amazonas. Siguió la nave-
gación, aunque con un bergantín menos, y llegaron a la
boca del Yavarí. Después de navegar otros diez días lle-
garon a un poblado que Alonso Esteban, quien había sido
soldado de Orellana, dijo que se llamaba "Machaparo". El
cronista de la expedicion, Francisco Vásquez, hace la si-
guiente descripcion: "es pueblo grande, el mayor que
hasta allí habíamos visto. Las casas son redondas y gran-
des y de varas en tierra, cubiertas de hojas de palmas
hasta el suelo, con dos puertas. Había en este pueblo, se-
gún a todos pareció, más de seis mil tortugas grandes, que
los indios tenían para comer, encerradas en unas lagune-
tas que tenían hechas de mano y cercadas a la redonda
con un cerco de varas gruesas, para que no se pudiesen
salir, y a la puerta de cada bohío había una y dos y tres
lagunetas de estas, llenas de las dichas tortugas..."

Los indios se aprestaron a la defensa de su pueblo, pero


se logró la amistad con el cacique. Pedro de Ursúa y sus
soldados permanecieron 33 días en Machifaro o Macha-
paro. Al principio se portaron bien, pero luego su conducta
fue condenable, pues cometieron toda clase de abusos y
vejaciones con los indios, quienes terminaron alejándose
del pueblo.

[210]
Por otra parte, los españoles se acostumbraron a la chicha
de maíz, encontrando un medio de emborracharse. El des-
orden se extendía y la comida escaseaba. El descontento
fue aprovechado por Lope de Aguirre, quien tramó la
muerte del jefe de .la expedición, perpetrada la noche de
Año Nuevo. El nuevo jefe de la expedicion, D. Fernando
de Guzmán, corrió la misma suerte, siendo asesinado por
Lope de Aguirre. Diezmado el grupo por tantas muertes,
obra casi todas del citado Aguirre, fue siguiendo lenta-
mente el curso del Amazonas. Se detuvieron en varios
pueblos o caseríos de indios. En uno de los últimos dejó
abandonados a un centenar de indios auxiliares que había
traído. El4 de julio de 1561 la expedición llegó al mar y,

[211]
después de 17 días avistaron la isla La Margarita, donde
se apoderaron de la capital.

Expedición del capitán Palacios Una nueva expedición


de carácter militar, dirigida por el capitán Palacios quien
comandaba la Guarnición de San Miguel, se organiza en
el año 1636. "Embarcóse el capitán Palacios con todos los
religiosos y con noventa soldados", y siguieron el curso del
río Aguarico, sin oposición alguna, hasta llegar a la "nación
de los Encabellados" que había prometido al P. Ferrer re-
cibir a los misioneros. Saltaron a tierra a "18 leguas antes
de que desemboque el Aguarico en el Napo" y eligieron el
lugar que les pareció mejor para hacer una fundación, que
recibió el nombre de Anta.

No agradó esto a los nativos y comenzaron a manifestar


su descontento y rebeldía, colocando al grupo de expedi-
cionarios en situación muy difícil. Viendo que a pesar de
esto, el capitán Palacios y sus compañeros no se retiraba,
dieron muerte al Capitán y a los soldados que le acompa-
ñaban y a algunos religiosos. Al tener noticia del hecho,
un grupo de soldados y algunos religiosos que se encon-
traban más arriba huyeron hacia Quito; y otro grupo, com-
puesto por seis soldados y dos hermanos franciscanos,
que se encontraban más abajo del lugar del suceso, se

[212]
metieron en una canoa y se dejaron llevar por la corriente.
Corría junio de 1637. Del Aguarico, en pocas horas, salie-
ron al Napo, y "después de muchos días de navegación",
llegaron a la ciudad del Pará que era población portu-
guesa.

Expedición del capitán Pedro de Texeira La llegada a la


ciudad de Pará de ese pequeño grupo de la expedición del
capitán Palacios, con los dos hermanos, avivó la curiosi-
dad de los portugueses. Picado por el interés, el Goberna-
dor de la ciudad, llamado Jacobe Raymundo de Noronha,
alistó una armadilla, y dio el mando al capitán Pedro de
Texeira, quien en el mes de octubre de 1637 emprende la
marcha . La expedición estaba compuesta de 70 soldados

[213]
y 2,080 hombres de armas y remeros, embarcados en 47
grandes canoas. Las dificultades y contrariedades, sobre
todo la falta de víveres, crea tensiones y discrepancias que
ocasionan deserciones; pero Texeira no desiste de la em-
presa.

Después de haber surcado el Amazonas, penetra en el


Napo y llega a la nación de los Encabellados. Aquí deja
una parte de la expedición -el P. Acuña nos habla de "40
soldados de la armada portuguesa y más de trescientos
indios amigos de los que llevaban en su compañía" - y si-
gue viaje hacia Quito con la gente restante. Interesa des-
tacar el hecho, constatado por el P. Acuña, de que este
grupo de la expedición: "tuvo buena acogida al principio,
pero después cansados los Encabellados -tengamos en
cuenta que permanecieron 11 meses se alborotaron, por
lo que los portugueses se vieron obligados a tomar las ar-
mas contra ellos cogiendo 700 personas que se acabaron
muertas unas y huídas otras". En Quito la llegada de
Texeira causó preocupación por los peligros que podría
traer esta vía de comunicación, ya que podría ser utilizada
por ingleses y holandeses. Los expedicionarios, una vez
repuestos y con abundantes provisiones de víveres para
el viaje, tomaron el camino de regreso, acompañados

[214]
ahora por los jesuitas P. Andrés de Artieda y P. Cristóbal
de Acuña, a quien se debe la narración pormenorizada de
esta expedición. El P. Acuña se dirigió 5 En 1641 se pu-
blica en Madrid la crónica del P. Cristóbal de Acuña sobre
la expedición de Texeira, el libro salió bajo el título de
Nuevo Descubrimiento del Gran Río Amazonas. Sobre
esta expedición puede consultarse sobre todo al P. Ma-
nuel Rodríguez, o.c. posteriormente a España con el fin de
informar a la Corte sobre el río lleno de misterios y poblado
de diversas naciones.

6.3. Penetración misionera

Las noticias sobre la selva, particularmente las divulgadas


por la primera expedición organizada y dirigida en un prin-
cipio por Gonzalo Pizarro y continuada posteriormente,

[215]
por Francisco de Orellana, despertó las inquietudes misio-
neras y abrió la selva a las diversas Órdenes Religiosas
principalmente jesuitas y franciscanos.

Los jesuitas teniendo como centro de operaciones la ciu-


dad de Quito, se lanzaron a la arriesgada misión de cris-
tianizar las tribus de las cuencas de los ríos Napo, Mara-
ñón y Amazonas; mientras que los franciscanos, partiendo
de Lima, penetran en los ríos Huallaga y Ucayali. Consi-
deración especial, entre todos los misioneros jesuitas del
río Napo, merece el P. Rafael Ferrer, quien penetra en el
país de los indios Cofanes -tribu de los Encabellados
donde funda tres pueblos. Esta nación se dividía en 10 tri-
bus y, según la apreciación del P. Ferrer. Por el año 1605
sumaba más de 50.000 personas. El P. Ferrer establece
la misión de los Cofanes en el año 1604.

Pasando al Marañón, D. Pedro Vaca de la Cadena, llama


a los jesuitas de Quito con el fin de "lograr la cristianización
y civilización de las tribus salvajes". El 6 de febrero de
1638 llegan a Borja los PP. Gaspar Cujía y Lucas de la
Cueva, quienes inmediatamente dieron comienzo a las cé-
lebres misiones de Maynas. Ese mismo año fundan el pue-
blo de la "Limpia Concepción de Jeberos", con indios Je-
beros. Los misioneros jesuitas ensancharon rápidamente

[216]
su radio de acción. Y, así el P. Lucas de la Cueva baja por
el Amazonas y sube al Napo. El P. Lorenzo Lucero explora
el Bajo Ucayali, Marañón y Amazonas, estableciendo al-
gunas reducciones y fundando el pueblo de "Santiago de
la Laguna" (1670), futura sede de las misiones de Maynas.
El P. Enrique Ritcher sube por el Ucayali hasta los indios
Cunivos y funda, en el año 1687, el pueblo de San Miguel.

Los misioneros franciscanos ensayaron su celo apostólico


en las regiones amazónicas con diversas expediciones mi-
sioneras . Su punto de apoyo fue el Convento de Huánuco,
fundado en 1580. La penetración se realizó por la cuenca
del Huallaga, profundizando al Ucayali y sus afluentes. Ya
en 1631, él P. Luyando funda, entre otros, los pueblos de

[217]
Tonúa y San Felipe, a los que une. En el año 1616 unos
soldados, arrastrados por la corriente, pasaron el pongo
de Manseriche y tomaron contacto con la nación de los
Maynas. Ante este hecho, el capitán Diego Vaca de Vega
logra del Virrey del Perú la gobernación de este territorio.
D. Diego juntó tropas y, habiendo pasado el pongo, fundó
la ciudad de San Francisco de Borja (8 de diciembre de
1619). El P. Jiménez, explora los cerros de sal y funda
varios pueblos en los valles de Chanchamayo, Paucarta-
mbo y Perené. Expediciones posteriores entran al Perené
-Ene, Tambo-Alto Ucayali (P. Illescas), Madre de Dios (P.
Alvarez de Toledo), etc. Para asegurar las rutas de pene-
tración abren, en 1712, un camino de Huánuco al Pozuzo.
El 1726, descubren la Pampa del Sacramento. También
desde Quito intentaron los misioneros franciscanos entrar
a la selva. Ya en el año de 1622 recorren los pueblos de
"los Encabellados, Avijiras, Iquitos, Omaguas, Becabas,
Sucumbios, etc."10. En este mismo año sale otra expedi-
ción para misionar las tribus del Alto Putumayo, pero "la
fiereza de su carácter" les hace desistir de la empresa.

6.4. El Estado colonial

El periodo colonial estuvo marcado por un débil control es-


tatal. En esta época, la Amazonía fue vista como una

[218]
fuente de recursos naturales y de mano de obra indígena.
Sin embargo, la penetración española tuvo marcadas dife-
rencias entre la Amazonía norte y sur (Taylor, 1999). En la
Amazonía sur, la mayoría de entradas al oriente tuvo re-
sultados desastrosos y no produjo asentamientos colonia-
les duraderos. La frontera que emergió fue mucho más su-
perficial que la del imperio inca. Con el propósito de forzar
a los españoles a entrar en relaciones comerciales y a tra-
vés de ellas obtener herramientas de metal, los indígenas
amazónicos toleraron el levantamiento de asentamientos
españoles en la frontera, tal como habían hecho con los
incas. Pero tan pronto como los españoles trataron de es-
clavizarlos o empujarlos hacia el interior, los pueblos ama-
zónicos unieron fuerzas para expulsarlos, con lo cual el

[219]
comercio en la frontera se tornó en pillaje. Así, a lo largo
de los siglos XVI y XVII los indígenas amazónicos mantu-
vieron tanto la montaña central del Perú como el piede-
monte boliviano cerrados a la penetración española, per-
mitiendo solo el ingreso de expediciones comerciales de
pequeña escala y, más tarde, de pequeños grupos de mi-
sioneros. La situación en la selva norte fue diferente. Aquí
los españoles realizaron entradas consecutivas al valle del
Marañón y al área entre el Marañón y el bajo Huallaga. Los
capitanes que comandaron varias de estas entradas dis-
tribuyeron cientos de encomiendas mediante las cuales
los españoles ejercieron un alto grado de control y explo-
tación sobre la población nativa. Sin embargo, este pro-
ceso no fue acompañado de control estatal.

Los colonos frecuentemente desobedecían a las autorida-


des de la corona o se rebelaban contra ellas, dedicándose
al saqueo, la esclavitud o la exploración de oro en zonas
muy distantes de sus asentamientos, a pesar de que la
corona había prohibido la esclavitud (Werlich, 1968). A di-
ferencia de la sierra, donde la encomienda era principal-
mente un medio para extraer tributo de poblaciones indí-
genas sedentarizadas y bien controladas, en la selva la
encomienda sirvió como un marco legal para reclutar y

[220]
controlar mano de obra indígena, la cual era utilizada prin-
cipalmente en la recolección de productos y la prestación
de servicios domésticos.

La baja producción, los altos costos de transporte y los


bajos precios de los productos amazónicos no justificaban
la imposición de tributos en la selva. Si bien esta economía
de esclavos generó muy poca riqueza, sus efectos sobre
los indígenas fueron devastadores. La mayoría de indíge-
nas cautivos huía o moría debido a las epidemias, el mal-
trato y la desesperación. Desde 1580, la mayoría de espa-
ñoles regresó a la sierra o abandonó sus encomiendas.
Las poblaciones serranas que actuaban como nexos entre

[221]
la sierra y la selva regresaron a sus lugares de origen o
buscaron refugio en las zonas más orientales de la selva.

Los indígenas, por su parte, organizaron levantamientos,


recuperaron el control de algunos pasajes claves entre la
sierra y la selva, particularmente en territorio jíbaro, o
abandonaron las laderas y valles orientales más cercanos
a los pueblos andinos. Esto ensanchó el vacío entre la sie-
rra y la selva, lo que exacerbó la división espacial, social,
económica, cultural y étnica entre los pueblos de la sierra
y la selva que ya había empezado en el período inca.

En este contexto, surgió una frontera que separaba las


áreas sujetas al poder central español de aquellas nomi-
nalmente poseídas pero no controladas, y separaba el te-
rritorio de las poblaciones civilizadas de las de salvajes in-
fieles. Así, la única forma de afirmar la presencia de la co-
rona en la frontera fue delegar el manejo de los avances
del imperio a las órdenes religiosas. En efecto, el rol de las
misiones fue allanar el camino para la expansión de las
instituciones coloniales a través del adoctrinamiento de los
indígenas en las virtudes del trabajo.

Misioneros y colonos dependían entre sí para su propia


sobrevivencia. Los colonos alentaron la presencia de los

[222]
misioneros con la esperanza de que los ayudaran a con-
trolar y estabilizar a la peligrosamente rebelde población
indígena. A su vez, las encomiendas proveían a las reduc-
ciones de una clientela permanente de indígenas que
huían de las exacciones de los encomenderos o los escla-
vistas. El establecimiento de las misiones coincidió con la
ruptura de los circuitos comerciales y de alianza que unían
los pueblos de la sierra y la selva. Por ello, permitir el in-
greso de los misioneros fue visto por los indígenas como
la forma menos onerosa de obtener bienes de origen oc-
cidental o serrano.

[223]
Pero las misiones carecían de una infraestructura admi-
nistrativa y militar organizada para consolidar su control
sobre los indígenas, quienes se rebelaban o huían tan
pronto como el flujo de herramientas de metal cesaba. A
lo largo de la era colonial, jesuitas y franciscanos compar-
tieron la evangelización y administración de la selva, ex-
cluyendo otras órdenes religiosas. Las reducciones jesui-
tas no eran asimilasionistas, sino que promovían la idea
de una república de indios completamente autónoma, no-
minalmente sujeta al poder de la corona, pero en la prác-
tica independientes de la administración local (Marzal,
1984).

[224]
Los jesuitas buscaron explícitamente preservar la diferen-
cia indígena y generar una cultura nativa sincrética, para
lo cual impusieron el uso del quechua en el alto Marañón
y extendieron el uso del mojo arawak como lengua indí-
gena standard en los llanos del norte. Las reducciones je-
suitas también sirvieron como amortiguamiento contra la
expansión portuguesa (Werlich, 1968).

Ideológicamente, los franciscanos fueron abiertamente in-


tegracionistas, cuyo ideal era la de la comunidad de aldea
agraria, con lo cual se buscaba recrear campesinos cris-
tianos. En el último cuarto del siglo XVIII, la corona espa-
ñola renovó su interés en el desarrollo económico de la
selva peruana a través de proyectos como la construcción
de caminos, la colonización, así como la protección poli-
cial, la provisión de tierra y herramientas y la exoneración
de impuestos a los colonos (Hill, 1999). La montaña pe-
ruana empezó entonces a ser percibida como una des-
pensa de productos agrícolas y forestales para pueblos
mineros de la sierra que no eran capaces de mantener a
sus propias poblaciones.

El gobierno colonial envió tropas para contener las incur-


siones de portugueses contra los misioneros y colonos a
lo largo de los ríos Ucayali, Marañón y Napo. Hacia 1780,

[225]
epidemias de gripe, viruela, sarampión y otras enfermeda-
des contagiosas llevaron a una mayor despoblación. Solo
el colapso del gobierno colonial al final del siglo XVIII salvó
a los pueblos indígenas de un aniquilamiento total al dar-
les algunas décadas para recuperarse de sus pérdidas en
relativa paz.

Las guerras de independencia y el periodo subsiguiente


de inestabilidad en los nuevos Estados independientes
mantuvieron este periodo de recuperación hasta la mitad
del siglo XIX. La dominación colonial tuvo profundos efec-
tos sobre la territorialidad, el hábitat y la cultura de los pue-
blos indígenas de la alta Amazonía. Primero, algunos pue-
blos indígenas optaron por el absoluto aislamiento y la in-
dependencia del control colonial. Segundo, el aislamiento,
los desplazamientos forzosos y la transculturación indivi-
dual y colectiva llevó a la disolución o transformación ét-
nica y cultural de algunos grupos dialectales.

La búsqueda de protección en las misiones llevó a muchos


grupos a adoptar un dialecto, identidad y estilo de vida fo-
ráneos, desarrollándose identidades borrosas y cambian-
tes basadas en la incorporación en una cultura sincrética.
Las formas sociales más originales que evolucionaron en
las reducciones o alrededor de asentamientos españoles

[226]
o zonas de refugio fueron las “tribus” coloniales. Por otro
lado, muchos pueblos indígenas adoptaron un patrón de
hábitat disperso y de unidades domésticas aisladas. Esta
atomización residencial y social a su vez llevó a los grupos
locales a una creciente autonomía y movilidad (Taylor,
1999).

6.3 Misiones-reducciones, correrías y rebeliones indí-


genas en la Amazonía

Los misioneros extrañaron en la selva las condiciones que


habían facilitado la conquista del Tawantinsuyu: los cami-
nos que permitían unas comunicaciones relativamente rá-
pidas, los tambos pertrechados de alimentos y ropa y la
población formada por agricultores sedentarios.

En cambio en la selva, “los indígenas no deseaban esta-


blecerse en aldeas; les agradaba su modo de vida y se
resistían al asentamiento, a menos que un enemigo pode-
roso amenazara su existencia” (Tibesar 1989: 15 s). Des-
pués de que Orellana, compañero de Pizarro, había lle-
gado al Amazonas en 1542, los españoles emprendieron
numerosas expediciones de conquista a la Amazonía par-
tiendo mayormente desde Quito hacia el Amazonas y sus
afluentes.

[227]
Los primeros intentos de reducción desataron catástrofes
demográficas entre diferentes pueblos indígenas. Por
ejemplo la población cocama se redujo de 20.000 a 2000
en el lapso de 30 años después de su primera reducción
en el siglo XVI (Frank 1991: 69). La primera fundación es-
pañola fue Borja en 1619 en el territorio de los indios may-
nas en el río Marañón. El virrey del Perú nombró a Diego
de Vaca de la Vega gobernador de la Misión de Maynas y
lo autorizó para fundar 24 encomiendas. La población in-
dígena fue “repartida” entre los 21 encomenderos presen-
tes en el acto de fundación de la capital (Marzal 1984: 14).

[228]
Una rebelión, en la cual los indios sometidos mataron a
encomenderos y soldados, puso fin a las encomiendas de
Borja en 1635 y fue seguida por una cruel represión por
parte de los españoles (Marzal 1984: 15). Los fracasados
intentos de reducción de los indígenas amazónicos moti-
varon a la administración colonial a poner mayor énfasis
en la labor de “persuasión” de los misioneros.

La atención de Maynas fue encomendada a los jesuitas de


la provincia de Quito perteneciente al virreinato de Santa
Fe de Bogotá. Los franciscanos fueron encargados de la
evangelización y reducción de los pueblos indígenas al sur
de Maynas, región que dependía del virreinato del Perú.
La falta de definición de una línea fronteriza entre los terri-
torios misionales provocó constantes disputas entre jesui-
tas y franciscanos.

Las reducciones jesuitas en la Misión de Maynas

Los indios maynas que vivían en los ríos Morona y Pas-


taza, afluentes de la margen izquierda del río Marañon,
dieron el nombre a la Misión de Maynas. A partir de 1638,
este nombre se extendió a todos los territorios del Alto
Amazonas y sus afluentes; la así concebida definición del
territorio de Maynas fue confirmada por cédulas reales en
1682 y 1683 (Marzal 1984: 14).
[229]
Una vez que se consolidó la expansión portuguesa en el
Amazonas, la Misión de Maynas fue replegándose hasta
la desembocadura del río Yavarí, que se convirtió en la
frontera entre España y Portugal (Marzal 1984: 14). La in-
definición de la frontera en el Amazonas y sus afluentes
facilitó la realización de expediciones de captura de escla-
vos indígenas por parte de los portugueses en el territorio
ocupado por España y por parte de España en el territorio
ocupado por Portugal. Tanto españoles como portugueses
perseguían las etnias indígenas que se mantenían inde-
pendientes del yugo colonial contando para estas “corre-
rías” con la ayuda de “indios amigos”. Las expediciones

[230]
esclavistas fueron conceptualizadas por la sociedad colo-
nial como “rescates”, donde los europeos entregaban he-
rramientas de metal y otras mercancías en canje por pri-
sioneros indígenas capturados por otros indígenas.

Así se formaron extensas redes de comercio, en las cuales


ciertos grupos étnicos llegaron a especializarse en la gue-
rra esclavista ayudados por la superioridad que les daba
su acceso a las armas y a las tecnologías “blancas” (Oos-
tra 1991: 39). Los niños eran una presa preferida por los
esclavistas. Dos casos notorios pero no únicos de etnias
especializadas en expediciones esclavistas eran los mira-
ñas quienes proveían esclavos a los portugueses, y los je-
beros quienes eran los encargados de rastrear y capturar
a las etnias libres para las misiones jesuitas de Maynas
(Cipolletti 1991: 100).

La reducción de los jeberos fue una de las más exitosas y


estables que los jesuitas lograron establecer en el ámbito
de la gobernación de Maynas, de manera que su organi-
zación se acomodó en gran medida al modelo de las re-
ducciones toledanas (Marzal 1984: 20). Su función princi-
pal era la guerra contra otras etnias que se resistían a la
reducción. En retribución por el servicio prestado al régi-
men colonial, los jeberos estaban “por particular merced

[231]
reservados de mita y tributo, dedicados solamente a las
cosas de guerra y servicio de los Padres en lo tocante a
descubrimientos y reducciones”, según el cronista jesuita
Figueroa (Marzal 1984: 19).

Aparte de los jeberos, otras etnias como los cocamas del


Huallaga y los paranapuras tuvieron también el “privilegio”
de servir como indios de guerra a la misión. Por decisión
del gobernador se formaron milicias indígenas para refor-
zar el destacamento militar en la capital Borja. En éstas
estaban alistados todos los indios desde los 18 a los 50
años portando las armas de su uso. Para el cronista Chan-
tre, las milicias fueron “el recurso para las expediciones de
nuevas conquistas ..., el castigo de las naciones alzadas

[232]
... y ellas solas contuvieron las invasiones de los portugue-
ses” (Marzal 1984: 25).

El carácter punitivo de las correrías de indígenas fue des-


tacado tanto por españoles como por portugueses. Los
portugueses las consideraban “guerras justas” cuando el
indígena atacaba o robaba al colono, cuando rehusaba
ayudar al portugués en la lucha contra otros grupos triba-
les, cuando se oponía al cristianismo, cuando se aliaba a
los enemigos de la Corona o cuando se oponía a la extrac-
ción de los recursos naturales (Sampaio 1991: 118-120).

Aparte de la guerra contra otras etnias, los indios de las


reducciones fueron usados para diferentes tipos de traba-
jos forzados. Las reducciones de Maynas sirvieron por
ejemplo como reservorio de mano de obra a la Comisión
de Límites al Amazonas que por disposición de la Corona
española debía establecer los límites entre las posesiones
coloniales españolas y portuguesas entre 1779 y 1791, no
logrando su objetivo por falta de un acuerdo con Portugal.

Trasladados a regiones alejadas de su territorio por más


de una década, centenares de indígenas tuvieron que tra-
bajar en el transporte de cargas y pertrechos, como “mita-
yos del Rey” cazando y pescando para el aprovisiona-
miento de los españoles y los indios que quedaron en las
[233]
misiones en el cuidado de las chacras de yuca para la pre-
paración de fariña (Cipolletti 1991: 91).

La resistencia de los indígenas amazónicos no estuvo li-


mitada a aquellos pueblos que se mantenían independien-
tes de las misiones, sino entre los propios indígenas bau-
tizados de las reducciones estallaron frecuentes rebelio-
nes. En los años 1699-1704, los omaguas bautizados se
rebelaron contra la autoridad española en las misiones y
se fueron río abajo (Jorna 1991: 218). En 1721, una rebe-
lión general de los indígenas del Caquetá y del Putumayo

[234]
dio lugar al resquebrajamiento definitivo en el estableci-
miento de las bases misionales y postergó el proceso de
colonización de esta región hasta comienzos de la se-
gunda mitad del siglo XIX (Parra 1991: 27). En 1744, los
encabellados de la misión de San Miguel y muchos otros
pueblos indígenas huyeron de sus reducciones después
de dar muerte a sus respectivos misioneros (Marzal 1984:
24).

Como consecuencia de la expulsión de la orden jesuita de


América en 1768, la Corona española ordenó que los je-
suitas entregaran todas las misiones de Maynas a una
treintena de clérigos, de los cuales muchos abandonaron
sus puestos, con lo que las reducciones entraron en un
proceso de rápido deterioro (Marzal 1984: 27).

En 1802, la Comandancia General de Maynas fue segre-


gada del virreinato de Santa Fe de Bogotá y la Provincia
de Quito y pasó a depender del virreinato de Lima. La res-
pectiva real cédula dispuso “confrontar en lo posible la ju-
risdicción eclesiástica y militar de aquellos territorios” y
agregar las misiones de Maynas que se hallaban “en el
mayor deterioro” al Colegio de Propaganda Fide de
Ocopa, a cargo de la orden franciscana (Amich 1975: 502-
505).

[235]
Las reducciones franciscanos y el Colegio Misionero
de Ocopa

Al igual que los jesuitas de la Misión de Maynas, también


los franciscanos desarrollaron su actividad misionera en la
Amazonía a partir del segundo tercio del siglo XVII. Su ám-
bito de acción fue la selva central. En 1630, iniciaron la
evangelización de los panataguas desde Huánuco y en
1635 la de los asháninkas, que denominaron campas, en
el Cerro de la Sal, ubicado en la cuenca del Perené. Como
consta en la historia de las misiones franciscanas, Este
Cerro de la Sal es muy famoso por el concurso de indios
infieles, que de las naciones más remotas de la montaña

[236]
acuden a él por sal; porque como dentro de la montaña
hay pocas salinas, les es forzoso venir a este cerro a bus-
carla, los unos para su uso y consumo, y otros para co-
merciar con ella otras cosas que necesitan de las otras
naciones ... (Amich 1975: 43).

La primera reducción fundada cerca del cerro de la sal con


el nombre de Quimiri sólo tuvo una duración de dos años
ya que los indios campas dieron muerte a los dos misio-
neros fundadores en 1637 (Amich 1975: 45). Sin embargo,
los franciscanos insistieron en su afán de establecer una
reducción en el cerro de la sal debido a la importancia vital
de este recurso natural para todos los pueblos indígenas
de la región. Para poder conquistar la selva central y po-
nerla bajo el control del régimen colonial era fundamental
expropiar el yacimiento de sal a los indígenas. El misio-
nero franciscano Manuel Biedma consideró “necesario
que se cogiese el Cerro de la Sal o se diese a algún parti-
cular, y situándose con gente española no se permitiese
sacar sal a los infieles, si no llevasen papel de nosotros”
(Ortiz 1961: 21).

Biedma emprendió numerosas “entradas” desde la sierra


próxima a la selva entre 1673 y 1687, partiendo mayor-
mente desde la reducción-doctrina de Comas-Andamarca,

[237]
ubicada en el corregimiento de Jauja. Un hacendado del
valle de Jauja financió la apertura del camino, en la cual
trabajaron en una especie de mita los “indios fieles” de la
doctrina de Comas. Estos también transportaron los per-
trechos y las herramientas que proporcionó el padre doc-
trinero de Comas y que servían para abrir los rozos de los
nuevos pueblos-reducción y como “regalos” para que los
infieles aceptaran la evangelización. Biedma describió en
un informe al virrey Marqués de la Palata de 1682 en forma
detallada sus viajes, la fundación de reducciones y los per-

[238]
cances que se presentaron. En 1673 fundó la primera re-
ducción Santa Cruz de Sonomoro con el curaca campa
Tonté a quien bautizó como don Diego de los Angeles.
Biedma tomó posesión de esta tierra “en nombre de Dios
todopoderoso y de la Santa Iglesia romana y de nuestro
Católico Rey y Monarca Carlos Segundo” (Biedma 1979:
175). El lugar que había escogido para fundar el pueblo
con la iglesia, la vivienda del misionero, las casas y las
chacras de los indios, resultó ser inapropiado e insalubre.
A pesar del traslado del pueblo a un mejor lugar, las pestes
que se habían desatado desde la fundación de la reduc-
ción continuaron diezmando sus habitantes. “En el nuevo
pueblo con la gente que se iba juntando” había poca co-
mida y el propio misionero observó que “parece que plan-
tar el santo evangelio es convocar a las pestes”; éstas pro-
dujeron sin embargo una “colmada cosecha de almas que
con el santo bautismo enviamos al cielo” (Biedma 1979:
177).

En 1725, el virrey dio la licencia para la construcción del


convento de Ocopa en el valle de Concepción de Jauja en
la sierra central, es decir en la puerta de entrada a la selva.
El objetivo del convento de acuerdo a su reglamento in-
terno fue “esparcir el grano del Evangelio en las incultas

[239]
montañas y malezas de Sonomoro, Cerro de la Sal y de-
más parajes” (Amich 1988: 491). El fundador del convento,
Francisco Jiménez de San José, perseguía la finalidad de
formar allí a misioneros “para luego lanzarlos a la con-
quista de los enmarañados bosques donde habitan los fie-
ros salvajes; y después para tener un lugar donde los reli-
giosos volvieran a retemplar las fuerzas gastadas de las
continuas luchas ...” (Ortiz 1961: 35 s).

La fundación del convento de Ocopa permitió la expan-


sión de la actividad misionera en la selva central entre
1730 y 1742. Según el informe del intendente Urrutia al
virrey, había en la selva central 45 reducciones en 1742,

[240]
con sus iglesias y los indios empadronados. Había cura-
cas bautizados en los diferentes valles. Los misioneros ob-
tuvieron la colaboración de los curacas mediante regalos
y la atención médica a los enfermos víctimas de las epide-
mias que se seguían propagando. Sin embargo, los cura-
cas que colaboraron con los misioneros, frecuentemente
entraron en contradicción con otros curacas que no esta-
ban de acuerdo con las misiones.

De acuerdo a las crónicas, el curaca Fernando Torote fue


bautizado en presencia de tres mil indios, sin embargo en
1724 habría instigado a los piros a dar muerte a un misio-
nero franciscano. En 1737, su hijo Ignacio Torote atacó
dos reducciones matando a los indios convertidos y a los
padres conversores por haber venido a quitarles su liber-
tad, “haciéndoles vivir arreglados a la campana de sus
doctrinas, prohibiéndoles tener muchas mujeres y de que
vivieran tranquilos en el bosque” (Ortiz 1961: 42).

En respuesta a la resistencia indígena, el régimen colonial


procedió a la militarización de las reducciones, estable-
ciendo una guarnición en la reducción de Sonomoro, nom-
brando capitán de guerra a un curaca que ofreció sus ser-
vicios al rey de España y a los misioneros, como consta
en los documentos del archivo de Ocopa (Ortiz 1961: 465).

[241]
Los gobernadores de las “fronteras” de Tarma y Jauja –la
sierra vecina– organizaron una expedición militar punitiva
a la selva. Se pronunció pena de muerte contra los rebel-
des. En la medida que el curaca Torote no fue habido, se
condenó a sus familiares a la pena capital, a ser baleados
y sus cabezas y manos puestas en los principales cami-
nos.

Al siguiente levantamiento en 1742, liderado por Juan


Santos Atahualpa quien se declaró sucesor del Inca
Atahualpa, se plegaron todos los curacas bautizados. Los
caciques colocados por los padres al frente de la adminis-
tración de aquella pequeña república, estaban hechos al

[242]
manejo de asuntos de importancia y versados en cierta
prudencia nada vulgar; que luego se convirtieron en ele-
mentos de organismo de la obra de Juan Santos (Izaguirre
1922-29, 2: 173). El virrey ordenó a los gobernadores de
Tarma y Jauja a desbaratar la rebelión y tomar preso al
rebelde. Sin embargo los expedicionarios sufrieron varias
emboscadas y tuvieron que retirarse.

España ya no pudo recuperar la selva central perdida a


consecuencia del levantamiento de Juan Santos
Atahualpa, quien es considerado pecursor de Condorcan-
qui – Tupac Amaru II (Ortiz 1961: 53). La conquista de esta
región quedó pendiente para la República del Perú. El con-
vento de Ocopa fue elevado a Colegio Misionero de Pro-
paganda Fide por real cédula en 1757 y por bula del papa
en 1758, de acuerdo al régimen de colegios misioneros
especializados en la conversión de infieles que ya existían
en Querétaro, Guatemala y Guadalupe en México y Cen-
troamérica.

Como se mencionó, el territorio misional franciscano fue


ampliado en 1802 al incorporarse las misiones de Maynas
a la jurisdicción del Colegio de Propaganda Fide de
Ocopa. Con esta fusión, la orden franciscana quedó for-
malmente a cargo de la evangelización de los indígenas

[243]
en todo el ámbito de la Amazonía trajo un corto período de
receso del colegio misionero de Ocopa entre 1824 y 1836,
ya que Simón Bolívar consideró que se trataba de “un es-
tablecimiento puramente español”.7 Sin embargo, la acti-
vidad misionera en la Amazonía siguió adelante en la
época republicana y obtuvo nuevos impulsos hacia fines
del siglo XIX. La preservación de antiguas instituciones co-
loniales como el patronato fue funcional y aseguró la cola-
boración de la iglesia católica en la política de Estado.

6.4. Los procesos de resistencia indígena

En cuanto a la Amazonía, a finales del siglo XVI el primer


levantamiento de gran magnitud tuvo lugar en la región de
Quijos. Al parecer los Quijos eran un grupo formado por
diversos indígenas de la Amazonía y de la Sierra, conoci-
dos también con el nombre Sumacos o Kichwas del
Oriente (Benítez y Garcés, 1998). El alzamiento de los
Quijos fue principalmente una respuesta contra los abusos
cometidos a través del sistema de la encomienda. Las pri-
meras insurrecciones tuvieron lugar a partir de 1560 (Os-
pina, 1992) pero no fue hasta la década siguiente que los
peninsulares entraron en guerra directa con los Quijos
para pacificar la zona.

[244]
La segunda rebelión, en el año 1579, se conoce también
como la de los ‘pendes’ o los ‘shamanes indígenas’ lidera-
dos por Jumandi (Oberem, 1980; Muratorio, 1981; Ruiz
Mantilla, 1992). Jumandi, en alianza con otros líderes indí-
genas, destruyó las ciudades de Ávila, Archidona y Baeza
(Albornoz Peralta, 1971). Finalmente, los conquistadores
los reprimieron militarmente, y más adelante, los jesuitas
utilizaron “esta vía como paso hacia la provincia de Mai-
nas” (Trujillo, 2001, p. 21).

Cerca de Quijos ocurrió otro levantamiento en 1599, el de


los Chicham, liderados por el indígena Quiruba. Tomaron
las ciudades de Logroño de los Caballeros, Sevilla del Oro,

[245]
Valladolid, Huamboya y Zamora, así como otros asenta-
mientos mineros y los destruyeron (Albornoz Peralta,
1971). Pocos años antes del levantamiento se descubrie-
ron unas minas de oro en Ayambis y Zaruma, en el territo-
rio de los Chicham, motivo por el cual se incrementaron
los malos tratos hacia los indígenas para recaudar el ma-
yor oro posible. Los indígenas inconformes con la actitud
de los peninsulares decidieron revelarse y atacaron esas
ciudades como respuesta a esos abusos (Abad González
2003, pp. 112-113).

Aunque tras estos ataques los territorios amazónicos co-


mienzan a abandonarse y a convertirse en una frontera,
los peninsulares llevaron a cabo las cacerías de jíbaros a
partir de 1619, hasta que en 1705 finalmente fueron prohi-
bidas por el Virrey de Lima (Abad González, 2003). La in-
fluencia del levantamiento fue tal que se extendió hacia las
otras zonas de la Amazonía y del piedemonte amazónico.

La ruina de este gobierno causó, como consiguiente mui


natural, la de Yahuarzongo, provocada i consumada por
los mismos jíbaros, i luego la de Quijos i Jaen. La catás-
trofe se extendió hasta las tribus de Popayan que, alenta-
das por el ejemplo de las del sur, cometieron por allá des-
trozos lamentables (Fermín Cevallos, 1870, p. 148).

[246]
6.5. Las instituciones socio-económicas de la
conquista

La imposición del sistema de administración colonial su-


puso la creación de nuevas escalas de control social (Ho-
witt, 1993) mediante las cuales se conseguía hacer una
distinción entre la ‘República de Blancos’ y la ‘República
de Indios’. De modo que “para demostrar su conquista de
espacios, se funda una nueva población creando límites
entre indios y españoles, es decir, se elabora una jerarqui-
zación del espacio conquistado” (Trujillo, 2001, p. 20). La
Sierra fue el espacio donde la colonia se estableció con
más fuerza en comparación a la Costa y la Amazonía, de-
bido a la importancia demográfica y su rápida asimilación
(Cebrián, 1999, p. 42).
[247]
A pesar de que estas nuevas escalas operaban como for-
mas de control social, favorecieron indirectamente a que
se siguieran manteniendo las autoridades políticas indíge-
nas en las comunidades (Manrique, 2006, p. 57). La no-
bleza indígena, representada por los kurakas, estableció
pactos con los encomenderos para recoger los tributos. En
este sentido, los kurakas establecían el vínculo entre la
sociedad colonial y la ‘República de Indios’.

Las instituciones socioeconómicas principales para esta-


blecer el poder colonial y explotar la mano de obra indí-
gena fueron la mita, la encomienda y la misión. La mita
tenía su origen en el periodo incaico, pero los conquista-
dores alteraron su significación convirtiéndolo en un sis-
tema de explotación. A través de la mita los pueblos indí-
genas debían enviar algunos de sus habitantes a trabajar
para la corona con el fin de intercambiar su trabajo por el
salario. En un primer momento, la mita se estableció en
Ecuador en los lugares donde existían minas y tras la de-
cadencia de éstas se extendió hacia el sector agrícola (Be-
nites, 1995, pp. 100-102).

Mediante la encomienda los conquistadores se hacían


cargo de un grupo de indígenas y de sus tierras. Hubo di-

[248]
versas leyes promulgadas por la Corona con el fin de aca-
bar con este sistema. Las primeras protestas surgieron a
partir de 1512 por parte de unos frailes dominicos tras las
que se promulgaron las Leyes de Burgos con las cuales la
Corona protegía a los indígenas de la explotación. Aun así,
éstas no tuvieron efecto (Benítez y Garcés, 1998). Asi-
mismo, también se promulgaron las Leyes Nuevas en
1542 debido a la influencia de las demandas de Fray Bar-
tolomé de las Casas (Bernand, 2003).

La amplitud del territorio amazónico hacía difícil su control


y por ese motivo los gobiernos locales necesitaban del
apoyo de las misiones para defender esas tierras que aún
no estaban delimitadas y en ocasiones eran invadidas por
los poderes vecinos. Asimismo, las poblaciones indígenas

[249]
se mostraban en ocasiones hostiles y la misión era de gran
ayuda para ‘pacificar’ a los indígenas ‘salvajes’ (Taylor,
1994, p. 26). Las misiones eran la institución típica de los
territorios de frontera y su función coincidía con los objeti-
vos militares de la Corona (Girot, 1990, p. 125) a pesar de
que tuvieran una visión diferente de la frontera.

Los misioneros no concebían la frontera como un enclave


(a diferencia de los soldados y los oficiales de la Corona),
sino como una línea de comunicación entre los diferentes
pueblos de indios que se pensaba fundar; éstos debían
estar siempre conectados entre sí, con vigilancia de los
indios amigos o los ya dominados. Los pueblos no funcio-
narían ya como unos puntos concretos de penetración,
aislados, cerrados e inexpugnables, sino como unos pun-
tos de avanzada. Se convertirían además en un espacio
abierto a los indios. No era el lugar desde donde se em-
prenderían expediciones hacia la ‘tierra adentro’, sino un
territorio al que se aspiraba dominar, con el fin de comuni-
carse con sus habitantes (Montoya, 2011, p. 20).

En lo que corresponde a las fronteras actuales de Perú y


Ecuador se estableció la misión de Maynas. Allí se fueron
creando cada vez más pueblos por influencia de los jesui-

[250]
tas (Codina 2005, Torres-Londoño 2012) con escasa po-
blación colona por las “dificultades para someter a los in-
dígenas a los tributos de la encomienda y las obligaciones
de la mita” (Torres-Londoño 2012). En este sentido, po-
dríamos decir que la Amazonía constituyó una frontera en-
tre la potencia hispánica y el resto de potencias, y la con-
denó “a jugar el papel de eterna frontera entre sus pose-
siones y las de los demás imperios” (Ibarra, 1994, p. 55).

Cuando ocurrió la expulsión de los jesuitas entre 1767 y


1768, las misiones de Maynas pasaron a manos de otras
órdenes religiosas y entraron rápidamente en decadencia
hasta desaparecer (Torres-Londoño, 2012) por lo que los
indígenas volvieron de nuevo a la selva (Trujillo, 2001, 79).
Hubo varios intentos por controlar el territorio, uno por

[251]
parte de los franciscanos que sustituyeron a los jesuitas,
pero no lo lograron, y otro, por el gobernador de la provin-
cia, Requena, que tampoco lo consiguió (Santos y Barclay
2002).

6.6. El sistema educativo misional

En el sistema educativo, implantado por los misioneros je-


suitas en la selva baja, dice San Román (1994), ocupó un
lugar especial el internado, entendida esta palabra en un
sentido particular. Ya desde el principio, los misioneros re-
cogieron niños y niñas, especialmente huérfanos e hijos
de personas principales de las tribus, a quienes intentaron
dar una formación integral y completa. Estos internados
participaban de características comunes, pero dentro
siempre de modalidades propias que respondían a la
forma de ser del misionero y a sus posibilidades. Entre las
características comunes cabe anotar: la separación de ni-
ños y niñas, estando la habitación de estas últimas inde-
pendiente de las dependencias del misionero y de los ni-
ños; la existencia de una persona frecuentemente mes-
tiza, encargada de cuidar a los niños y otra a las niñas, y,

[252]
en este último caso, se escogía alguna mujer viuda o an-
ciana, que fuese "religiosa y hacendosa". El misionero
ejercía una función de preceptor y padre, corrigiendo y en-
señando.

Es interesante, para un análisis de la enseñanza impar-


tida, seguir apoyando en los datos que nos da el P. Uriarte
en su libro citado tantas veces, a los niños en su labor del
día. Dice el P. Uriarte: "... conmigo tenía otros tantos mu-
chachos de seis a catorce años, a modo de colegialitos,
ocupados bien. Al tocar las Ave Marías los despertaba, les
hacía rezar las oraciones y al fin acababan cantando el
Alabado. Entre día, unos aprendían a leer y escribir; otros

[253]
arpa y violín; otros hacían medias, cosían camisetas y cal-
zones para ellos o para los pobres. A la noche aprendían
doctrina de lengua inga, cantar Misa y su examen; también
sus ratos de jugar, después de comer (almuerzo) y a la
tarde, en que según su inclinación, o se bañaban y hacían
pruebas con las canoas en el río, o tiraban al blanco con
sus fisgas o bodequeras. Y para que supieran cazar y pes-
car tenían licencia para ir dos un día a la semana, y si
traían algo cogido por ellos se les daba un premio". . "Es-
tos rezaban al levantarse y al acostarse todas las oracio-
nes y catecismo... tenían otra hora en que enseñarse len-
gua inga, y algo la castellana; entre día se ocupaban en
que se ofrecía, y limpiar los jardines...''. "Todos estos en-
tregaron sus hijos para enseñarles en casa. Un Tadeo sa-
lió buen arpero, y otro hermano mayor, Domingo, herrero;
un Mariano aprendió el arpa...; Andrés Yanaguera me en-
tregó a su hijo Pablito, y fue carpintero, tornero, y músico".

El análisis de los textos citados nos permite sacar las lí-


neas directivas de la educación en los internados de la
zona de estudio:

1 ° Se dio una preponderancia de lo religioso. Las prácti-


cas religiosas, como son la oración y la asistencia a la
Santa Misa, así como el rezo del Santo Rosario, tuvieron

[254]
máxima importancia. Y céntrica a estas prácticas religio-
sas, la catequesis diaria que llevaba al alumno al conoci-
miento del catecismo. Esta orientación religiosa, con pro-
funda repercusión en lo ético cultural, ocupó el tiempo y el
interés principal de los misioneros. Y no podía ser de otro
modo si atendemos al fin que perseguía toda la obra mi-
sional: llevar a los indígenas al conocimiento y vida cris-
tiana.

2° Hubo una preocupación por la enseñanza de la lengua


inga. Esto sin duda, extraña obligándonos a preguntar:
¿Por qué? y la razón parece estar en la necesidad "de fa-
cilitar (a los indígenas) el mutuo trato y ahorrar a los misio-
neros las fatigas de arremeter con todas las lenguas de su
variable distrito''.

[255]
3° Se orientó a los niños hacia el aprendizaje de un deter-
minado oficio o arte, según sus predisposiciones. El inter-
nado, además de entrenar a esos niños o jóvenes para la
vida, con prácticas de caza y pesca, intento darles una
preparación en conformidad con las nuevas exigencias de
la civilización.

Y, así, vemos salir de estos internados carpinteros, herre-


ros músicos, etc. Las motivaciones que sin duda, estaban
en la base de la misma existencia del internado, así como
de las enseñanzas impartidas, eran evidentemente, reli-
giosas pero también culturales (aceptación de nuevos va-
lores) y socioeconómicas, sin estar ausentes los valores
políticos. Los misioneros buscaron por medio de la educa-
ción de niños huérfanos e hijos de principales, formar un
grupo de personas que sirviesen de eslabón entre las dos
culturas, como elementos dinamizadores del cambio. De
este modo se fortalecía y agilizaba el proceso de evange-
lización, y los testimonios lo prueban, aunque se dieron
excepciones.

Las niñas eran educadas por alguna mujer ejemplar como


ya hemos indicado. La enseñanza se centraba en las di-
versas labores domésticas: cocinar, tejer, coser, etc. y a

[256]
su aprendizaje dedicaban la mayor parte del día. Aquí tam-
bién el interés y la preocupación se centraban en la forma-
ción religiosa, y, bajo este aspecto, seguían las mismas
normas que regulaban el internado de los niños. Las niñas
solían permanecer en el internado hasta su matrimonio. La
labor educativa del misionero no se limitaba a solo el inter-
nado, aunque este fuese el objeto de sus cuidados espe-
ciales, sino que abarcaba a todos, pero con particular
atención a los niños. El misionero les reunía diariamente
con el fin de explicarles el catecismo y, seguidamente, te-
nían sus prácticas de rezo. Era, por consiguiente, una en-
señanza fundamentalmente religiosa y cívico-moral, pero
sin excluir otros temas convenientes, como es el caso de
la lengua inga que, por disposición de una Consulta, fue

[257]
considerada como importante: "Que se insistiese que
aprendiesen todos la lengua general del Inga, premiando
a los padres que enseñasen a sus hijos".

Es interesante señalar que, dentro de este sistema educa-


tivo, tenían especial importancia el premio y el castigo. En
un texto del P. Uriarte, citado anteriormente, hemos visto
un caso en el que se premiaba, y no es caso único, pues
encontramos bastantes testimonios que confirman su im-
portancia. Y, junto con el premio, tuvo su importancia el
castigo, aunque no tanto como en las prácticas vigentes
de entonces. Un rasgo interesante de este sistema educa-
tivo era la participación que los mismos niños tenían en su
funcionamiento. A estas niñas las designa el P. M. Uriarte
con el nombre de chinas. "También se daban el día de Año
Nuevo sus varitas llanas a seis niños, que se procuraba
fuesen capacitos, de buena índole, y uno de ellos era de
los muchachos del Misionero. Estos cumplían como muy
hombres con su cargo, con el cuidado del Padre:... man-
daban en las faenas de muchachos que se ofrecían, como
hacer una pequeña chacra... y en otras procesiones iban
con sus bastoncillos entre los niños cuidando fuesen igua-
les y quietos, cumplían como muy hombres con sus hues-
tes a lo militar; hacían sus ejercicios... ".

[258]
6.7. El impacto de la colonización europea en la ama-
zonia

La conquista europea debilitó el poder político de los caci-


cazgos y diezmó físicamente una gran parte de la pobla-
ción local. Dio inicio así una de las mayores transforma-
ciones sociales y del ecosistema en la historia de la Ama-
zonía. Las epidemias, la desestructuración de antiguos cir-
cuitos de intercambio, los misioneros que buscaban relo-
calizar a los indígenas sobrevivientes del primer impacto
causado por la irrupción de los europeos fueron factores
que desarraigaron a los indígenas de sus antiguos entor-

[259]
nos. Empobrecidos culturalmente tuvieron que disper-
sarse o integrarse a nuevos ámbitos culturales creados
por los europeos.

Los grupos que hoy sobreviven en la región amazónica no


pueden ser realmente considerados como descendientes
de los antiguos pobladores del período pre-europeo. Son
el remanente poblacional de los que fueran otrora habitan-
tes de complejos cacicazgos del período previo a la incur-
sión europea: poblaciones ya diezmadas, desplazadas,
empobrecidas a nivel cultural y organizados en forma más
simples. Contrariamente a la idea generalizada de que fue
el hostil ambiente natural lo que retardó la penetración de
los colonizadores europeos en la región del Amazonas,
fueron factores de otra índole los que influyeron en que la
región amazónica se convirtiera en un territorio periférico
para los españoles y portugueses. Principalmente su mar-
ginalización resultó más del hecho de que las metrópolis
coloniales tenían limitados recursos y otras prioridades de
colonización durante los siglos XVI e inicios del XVII.

Debido a la posición marginal de la región del Amazonas,


tanto en el caso de la Corona española como en la portu-
guesa, estos imperios establecieron una alianza de con-
veniencia con las órdenes misionales, particularmente las

[260]
de los jesuitas, franciscanos, carmelitas y mercedarios.
Estos grupos religiosos se convirtieron en los principales
agentes europeos en la expansión hacia las tierras bajas
durante los siglos XVII y XVIII. A ellos se debe la existencia
de una extensa documentación. El otro grupo que ingresó
en estas tierras fue un reducido número de colonos euro-
peos atraídos por la región o bien deportados en esas le-
janas tierras. Estos civiles competían con los misioneros
religiosos por el acceso a la mano de obra indígena en una
economía extractiva sustentada en el trabajo forzado de
los indígenas. Los esfuerzos de ambos agentes externos
transformaron tanto en el largo como en el corto plazo el
paisaje del Amazonas.

[261]
Ciertamente ya habían ocurrido algunos cambios antes
del establecimiento de asentamientos europeos durante el
siglo XVII. Hacia 1616, cuando fue fundada la ciudad de
Belem, aunque los españoles solo habían realizado expe-
diciones esporádicas, la economía y sociedad de los ame-
rindios del Amazonas ya había empezado a ser transfor-
mada. Desde esos años, ingleses y franceses habían es-
tablecido un número de puestos de comercio y “factorías”
en el estuario y en partes bajas del Amazonas –en realidad
simples rancherías rodeadas de empalizadas−, en peligro
constante de ser atacadas por rivales europeos o enemi-
gos indígenas. Los españoles ocuparon el estuario del Ori-
noco desde comienzos del siglo XVI y los holandeses tra-
taron de dominar el comercio interior del norte del Amazo-
nas desde Surinam, luego de que fueron expulsados del
estuario amazónico en el siglo XVII.

Desde estos pequeños enclaves europeos dio comienzo


la circulación de hachas de metal, cuchillos, armas y an-
zuelos a lo largo de rutas de comercio establecidas desde
tiempo atrás por las poblaciones prehispánicas. Simultá-
neamente nuevas alianzas tribales y antagonismos surgie-
ron debido al comercio de esclavos y a la disponibilidad de

[262]
un nuevo orden de bienes de comercio. Las redes de co-
mercio fueron pronto traslapadas por las nuevas redes de
distribución de las misiones durante los siguientes 150
años. Los bienes de metal eran adquiridos a cambio de
alimentos, personas esclavas y las drogas do sertão. La
lista de productos intercambiados da testimonio de lo ver-
sados que estaban los indígenas en el manejo de los re-
cursos naturales, así como de la avidez de los mercados
europeos: zarzaparrilla, sasafrás, vainilla -encontrada por
los europeos por vez primera en el Amazonas-, canela sil-
vestre, cacao, nuez moscada, clavo, carne y aceite de ma-
natí, carne, huevos y caparazones de tortuga, plumas de
todo tipo de aves, cumarín −o frijol de tonka− empleado
para fabricación de perfumes, habas, maderas, corteza de

[263]
quina, tabaco, hule, ceras, algodón, colapez, cáñamo,
cueros, pieles, marañones, nuez de Brasil, gomas, resi-
nas, así como una miríada de productos regionales como
el guaraná, urucum, aceite de andiroba, massarabunda,
jutaicica, aceite de copaíba, aceite de ucuúba, piassava,
brea, estopa, tapioca, puxurí, bombonassa, fibras de tu-
cum, cera de carnauba, ipecac, jatobá, jarina y curate.

Estos primeros ciclos extractivos han sido subestimados o


eclipsados por los más conocidos ciclos extractivos del si-
glo XIX e inicios del siglo XX, aunque sus consecuencias
ambientales fueron tan drásticas como las causadas por
los más recientes. Lo primero que debe considerarse es el
incremento en la productividad agrícola causado por la
afluencia de instrumentos de metal, aunque es incierto si
esto produjo el aumento del despeje de la selva. Debe in-
ferirse que un surplus de productos alimenticios de base
era necesario a fin de suplir su demanda por parte de los
europeos asentados en la región. Estos rápidamente fue-
ron adoptando la yuca como principal producto alimenticio,
aunque tal mercado no llegó a ser muy significativo. Otro
factor que permite inferir que la producción de yuca se
tornó más productiva es el hecho de que la población indí-
gena ya había empezado a descender a partir del siglo

[264]
XVI. Fue entonces la introducción de instrumentos de me-
tal lo que permitió, a su vez, una desviación de mano de
obra local de la agricultura a la extracción de productos.

Por otra parte, el uso de instrumentos de metal en agricul-


tura no produjo un incremento dramático del desmonte de
la selva. Las nuevas cosechas europeas, la ganadería, así
como los animales domesticados introducidos: gallinas,
cerdos, ganado vacuno, gallinas de guinea, se convirtieron
en parte de las plantas y la fauna de toda aldea amazónica
a lo largo de los dos siglos posteriores al arribo de los ex-
tranjeros de ultramar. De más importancia aún fue la trans-
formación operada en la orientación de las redes de co-
mercio y transporte en las tierras bajas. Previamente, el
laberinto de ríos había funcionado como medio de cone-
xión entre las tierras bajas y las altas. Esta relación interna
constituía el tejido esencial de toda la estructura de la so-
ciedad y la economía local. Con el arribo de los europeos
y la implantación de una economía extractiva, la economía
regional fue reorientada hacia el exterior, hacia la costa.

El intercambio de productos que previamente integró las


comunidades de las tierras bajas del Amazonas con las
tierras altas de los Andes durante miles de años se vio al-

[265]
terado drásticamente a medida que una nueva red de in-
tercambio y contactos –administrativa, económica y reli-
giosa− volcada hacia el exterior comenzó a vincular el
Amazonas con Europa, aunque levemente al principio. De
esta manera, la región amazónica pasó a ser una región
aislada con respecto al resto del continente.

Las sociedades indígenas precolombinas, posteriormente


diezmadas por los esclavistas, las enfermedades y el sis-
tema de misiones, habían ocupado principalmente las tie-
rras bajas inundables −várzea−. Irónicamente, su mismo
éxito en la colonización de los ricos ambientes del sistema
de ríos las puso en la ruta para la salida de esclavos, es-
clavas y drogas do sertão hacia la costa. En consecuencia,

[266]
en un par de siglos las planicies de los ríos Solimões y
Amazonas, que habían contado con las más altas densi-
dades de población de la cuenca amazónica durante el si-
glo XVI, quedaron casi desiertas. Este hábitat se trans-
formó en un paisaje vacío, ocupado por aldeas aisladas y
escasas haciendas de colonos separadas entre sí por
enormes distancias.

No solo las bajas planicies inundables fueron modificadas


por la economía colonial. Las drogas do sertão procedían
no solo de las tierras bajas sino también de las tierras al-
tas, por lo que, con el gran interés en obtener cantidades
comercializables de estas, la sustentabilidad del ecosis-
tema fue poco tomada en cuenta. Con el paso del tiempo,
los esclavistas, los extractores de recursos y los misione-
ros fueron constreñidos a internarse cada vez más al inte-
rior, a fin de obtener más recursos, una vez que los sitios
más accesibles habían sido sobreexplotados y agotados.

Aunque no se conoce en detalle este “asalto extractivista


colonial”, lo cierto es que para el siglo XIX diversos pro-
ductos ya se habían seriamente agotado. Prueba de ello
es que para la década de 1840 las cifras sistemáticas de
exportación sobre las que se basaban los impuestos indi-
caban una escasa exportación de productos derivados de

[267]
tortugas y manatíes. Pero este no fue el caso durante el
período colonial: son numerosas las descripciones de la
explotación en gran escala de tortugas y manatíes tanto
para mercados locales como externos. Estos animales
fueron muy importantes por el número de productos deri-
vados de su captura. Las tortugas proveían carne fresca y
salada, sus caparazones se empleaban en joyas y peines.
También se consumían sus huevos y se extraía su grasa,
productos que adquirieron importancia en las tierras bajas
durante los años coloniales, cuando las poblaciones de las
aldeas se trasladaban hacia los bancos de arena durante

[268]
semanas enteras para la recolección de huevos y para ex-
traer la grasa de estos animales durante determinados
meses del año. De los manatíes se obtenía su carne y
manteca.

La mexira constituía carne de manatí cocinada y preser-


vada en su propia grasa y constituía un importante pro-
ducto de exportación. Pasaron dos siglos antes de que la
explotación de tortugas y de manatíes provocaran su casi
total extinción. Fue probablemente la desviación de la
mano de obra hacia la extracción del caucho, en la década
de 1850, lo que impidió la total desaparición de ambas es-
pecies de animales en el Amazonas.

Otros recursos explotados durante el período colonial so-


brevivieron mejor la explotación de esos años. Así, por
ejemplo, nunca se mencionó la disminución de pescado.
El pescado secado y salado, especialmente el Pirarucú,
un sustituto del bacalao, era consumido tanto localmente
como exportado. Se considera que la poca explotación de
pescado obedeció a la preferencia cultural por la carne por
parte de las élites urbanas.

Si la economía colonial afectó sobremanera el paisaje,


otro aspecto que debe considerarse es el de la demogra-
fía. Según David Cleary, el tema es controversial: se ha
[269]
considerado que la región del Amazonas experimentó el
mismo devastador impacto de las epidemias que otras
partes del continente americano. Sin embargo, en con-
traste con las densas poblaciones indígenas de los Andes
y Mesoamérica, que mantuvieron un estrecho contacto
con contingentes de población europea relativamente
grandes y recibieron el impacto directo de las epidemias
mortíferas que estas propagaron, las poblaciones amazó-
nicas más dispersas localizadas en áreas geográficas mu-
cho más extensas sufrieron un menor impacto. Además,
la penetración europea fue mucho más esporádica en sus
inicios, razón por la
que los pueblos ama-
zónicos fueron afec-
tados por las enfer-
medades europeas
más tardíamente que
otros pueblos ameri-
canos.

La viruela no aparece
mencionada en las
fuentes europeas del
siglo XVI, cuando se

[270]
refieren a las poblaciones indígenas del Amazonas o del
Orinoco, aun cuando algunos europeos ya se habían ins-
talado allí desde comienzos de la centuria. En cambio, por
esos mismos años, la viruela estaba causando estragos
entre los incas, los aztecas, así como en las poblaciones
nativas de las islas del Caribe. Independientemente de
cuáles hayan sido las causas de que no se presentara esta
enfermedad durante ese siglo, no fue sino hasta entrado
el siglo XVII cuando la viruela comenzó a propagarse entre
los indígenas amazónicos.

Diversas explicaciones pueden adelantarse, tales como la


intolerancia del virus de la viruela al calor o a la luz intensa
del sol, la orientación del comercio amazónico hacia la
costa, lejos de los Andes, o incluso la irregularidad del con-
tacto directo con los europeos. Los primeros casos docu-
mentados de viruela en el Amazonas datan de 1621, como
consecuencia directa del objetivo de los portugueses de
desplazar a otros europeos del estuario del río Amazonas.
La enfermedad habría sido traída por un barco proveniente
del noreste brasileño donde la viruela se había ya fijado
desde mediados del siglo XVI. A partir de 1621 la viruela
pasó a formar parte de la realidad cotidiana de los pueblos
amazónicos. A lo largo del siglo XVII se fue propagando

[271]
rápidamente, aunque de manera irregular, y afectó la re-
gión hasta bien entrado el siglo XX. Fue así, aunque desde
el año de 1829 un misionero carmelita intentó introducir la
vacunación en el Amazonas, como se produjo una fuerte
resistencia popular en contra de tal medida.

Las fuentes misionales dan cuenta de los horrorosos ca-


sos, tanto en el extremo occidental de la cuenca amazó-
nica como en los pueblos de Llanos de Mojos, en la actual
Bolivia. Un siglo después, sin embargo, su mortalidad de-
clinó debido a que los sobrevivientes desarrollaron resis-
tencia y los brotes epidémicos se tornaron menos frecuen-
tes.

[272]
El impacto en el ambiente de este sistema económico co-
lonial fue paradójico: en tanto que las actividades extracti-
vas provocaron un impacto negativo en los ecosistemas
de las tierras bajas inundables y en los de las tierras altas,
por su parte, el despoblamiento permitió que la selva se
regenerara en áreas en donde había sido clareada du-
rante los años tardíos del período precolombino, especial-
mente las sabanas en las tierras altas y las bajas planicies
ribereñas. Fueron estas áreas las que precisamente visi-
taron los naturalistas científicos del siglo XIX, quienes
erróneamente las catalogaron territorios virginales y prísti-
nos.

Las nuevas plantaciones y el monocultivo Entretanto,


los colonos europeos fueron introduciendo nuevas formas
de utilización de la tierra con un impacto negativo, tales
como plantaciones agrícolas, especialmente de cacao,
azúcar y café, así como los ranchos ganaderos. La locali-
zación de estas nuevas explotaciones fue determinada por
una combinación de factores ambientales y de geografía
económica. Los europeos notaron desde temprano que
muchas partes de las tierras bajas contenían praderas y
sabanas aptas para la ganadería vacuna y caballar. Para

[273]
mediados del siglo XVIII, la mayor parte de las explotacio-
nes a gran escala eran ranchos ganaderos: los ranchos
de misioneros carmelitas y mercedarios en la isla de Ma-
rajó, en el estuario del Amazonas; los hatos ganaderos de
los jesuitas en Llanos de Mojos; las estancias de colonos
y de misioneros en los llanos venezolanos y las fazendas
reales en el río Branco, en las sabanas que corren desde
Roraima en el Amazonas portugués hasta el interior de
Guyana.

Las plantaciones agrícolas durante el período colonial, con


la importante excepción del cacao, se ubicaron principal-
mente cerca de la costa, casi exclusivamente en los suelos

[274]
aluviales de las tierras bajas o en las partes bajas de la
llamada tierra firme. El azúcar y el algodón en el Maranhao
occidental y en las costas de las Guyanas estaban orien-
tadas a la producción de exportación, pero en otros casos
la agricultura era una extensión de la economía doméstica,
que empleaba la caña de azúcar principalmente para la
producción de aguardiente.

Este producto era tan importante que la Corona nunca se


atrevió a tasarlo con impuestos. No fue sino hasta la dé-
cada de 1850, con el establecimiento de una navegación
permanente con barcos de vapor, cuando se introdujeron
los primeros ingenios azucareros movidos a vapor. En el
caso del cacao, el más importante producto de exportación
del Amazonas antes del inicio de la explotación del cau-
cho, su producción se mantuvo al margen del núcleo de
plantaciones cercanas a la costa. Las plantaciones de ca-
cao costeras fueron establecidas alrededor de Cayena y
en los estuarios de Surinam durante el siglo XVIII, me-
diante el empleo de plantas silvestres de cacao traídas del
interior durante las expediciones de extracción de produc-
tos de la selva. Sin embargo, el azúcar habría de resultar
más rentable en estas regiones. De modo que, hacia me-
diados del siglo XVIII, la producción de cacao se había

[275]
trasladado hacia el Amazonas portugués debido a una cre-
ciente escasez del cacao silvestre por su extracción exce-
siva. Esto motivó a los colonos portugueses a cultivarlo
una vez que la Corona incentivó la actividad. El objetivo
de desarrollar plantaciones de cacao constituye otra
prueba del impacto de las actividades extractivistas en el
“cacao silvestre”, probablemente los restos de antiguas
plantaciones de los indígenas del Amazonas del pre-con-
tacto con los europeos.

Estas siembras existían aún en los inicios del período co-


lonial tanto a orillas del río Amazonas como de sus tribu-

[276]
tarios. Junto a la producción de cacao, la actividad gana-
dera también fue importante, especialmente a partir de
mediados del siglo XIX, cuando se intensificó la produc-
ción de carne para abastecer los crecientes mercados ur-
banos. Su expansión se produjo principalmente en los más
remotos llanos y sabanas alejados de la vía principal del
Amazonas.

Los ranchos ganaderos provocaron un impacto ambiental


mayor que el de las plantaciones de cacao, al impedir que
la selva avanzara sobre las sabanas de origen precolonial.
Al comparar los patrones de subsistencia del período
prehistórico tardío en la Gran Amazonía con los posterio-
res al arribo de los europeos, particularmente con los que
la información etnográfica de los siglos XIX y XX suminis-
tra respecto de los pueblos indígenas en esas centurias,
es posible observar un enorme cambio. En los últimos dos
siglos predominó una agricultura de farináceos suplemen-
tada con pesca y caza, que ahora es considerada como
una consecuencia de la dislocación de los complejos sis-
temas de organización sociopolítica prehistóricos y del
despoblamiento de territorios densamente ocupados ante-
riormente.

[277]
El cambio experimentado en la región amazónica provocó
el retorno a sistemas de producción de alimentos menos
intensivos, semejantes a los que existieron milenios atrás,
en las etapas iniciales del desarrollo agrícola. El sistema
agrícola de roza y quema, documentado por la etnografía
del siglo XX, se asemeja más al modo de vida que existió
en la Amazonía antes del desarrollo de las economías
agrícolas de producción intensiva que surgieron durante el
apogeo de los cacicazgos densamente poblados de los úl-
timos siglos antes de la llegada de los europeos.

[278]
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Este libro se terminó de imprimir en setiembre de 2022 en
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Calle Brasil Nº 483 -  224264
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