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Juan Hus, mártir de la fe (1370 – 1415)


Publicado el 28 January 2010.
Sus acusadores lo dejaron bien en claro, Juan Hus no solamente moriría sino que lo haría sin esperanza. «Te
sacamos la copa de la redención», fue la última declaración de sus ejecutores poco antes de encender la
hoguera que quitara su vida. Pero la respuesta de Juan Hus no se dejó esperar: «Yo confío en el Dios
Todopoderoso…que él no sacará de mí la copa de su redención; por el contrario, hoy mismo beberá de ella
en su Reino».

Juan Hus había nacido en Bohemia en 1362.


Aprendió a orar a los pies de su cama a través de la guía de su madre. Desde pequeño abrazó el cristianismo
y tomó su fe muy seriamente. En su juventud abrazó el sacerdocio y recibió su maestría en teología en la
universidad de Praga y rápidamente se convirtió en el predicador de la Capilla de Belén en 1402. Poco tiempo
después, desde Inglaterra llegaron noticias de Juan Wycliffe, un reformador cuyas ideas rápidamente
dividieron a la universidad. Una de las innovadoras ideas reformadas tenía que ver con la copa de la
comunión. Hus tomó la postura reformada y eso, con el tiempo, lo llevó a la hoguera. Este elemento fue lo que
motivó la última frase de sus ejecutores y la respuesta de Hus.
Eran tiempos peligrosos los acontecidos a principios del siglo XV. La Iglesia estaba dividida entre dos papas,
uno en Francia y otro en Roma. Sobrevivir era una proeza y el futuro de la Iglesia se balanceaba en un
delicado equilibrio.
Mientras tanto, la clara influencia de Wycliffe sobre Hus se estaba convirtiendo en un verdadero peligro para
algunos. En 1405 Hus comenzó a predicar en contra de algunos excesos de la Iglesia y en particular de
algunos sacerdotes. Hus utilizó frases muy fuertes, como por ejemplo: «Esos sacerdotes merecen ser
colgados en el infierno», entre otros términos similares.
Los excesos denunciados por Hus lo llevaron a incrementar sus críticas y a ganarse más enemigos. Poco a
poco los peligros comenzaban a acorralarlo. Pero él seguía fiel a sus pensamientos y decía: «¿Debería
mantenerme en silencio? ¡Dios no lo permita!»
Cuatro veces Hus fue excomulgado. Por dos años escapó al exilio trabajando en las villas del sur de Bohemia,
predicando, escribiendo y manteniendo un perfil bajo.
Entonces, en octubre de 1414, Juan Hus fue invitado a participar del Concilio de Constanza y se le prometió
un salvoconducto. Hus aceptó la invitación con las siguientes palabras: «Este ganso [Hus significa ganso en
checo] todavía no está cocinado y no teme ser cocinado».
En el término de una semana Hus fue apresado y encarcelado en la prisión del Lago Constanza. Lo único que
podía salvarlo de la muerte era su confesión de arrepentimiento.
El 6 de julio de 1415, en medio de gritos e insultos sus ejecutores entregaron su alma al diablo. Hus fue
arrastrado por una multitud por las calles de Constanza hacia una pila de leña recién acomodada. Lo ataron a
un poste vertical y con la antorcha en la mano sus ejecutores le dieron la última oportunidad de arrepentirse
de sus dichos y creencias. Lejos de arrepentirse, Hus dijo: «No creo que lo que haya enseñado sea otra
cosa que la verdad. No he enseñado error alguno. Por lo tanto, las verdades que he enseñado las
sellaré con mi sangre»
Hus murió cantando: «Jesús, Hijo del Dios vivo, ten misericordia de mí». El fuego terminó la triste tarea,
Juan Hus fue martirizado y su historia de vida y compromiso de fe se convirtieron en un claro ejemplo para las
generaciones que lo siguieron.

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