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Juan Hus, un sacerdote y reformador religioso checo del siglo XV, fue ejecutado por herejía después de ser invitado a participar en el Concilio de Constanza bajo un salvoconducto. A pesar de las promesas de protección, Hus fue arrestado, encarcelado y quemado en la hoguera después de negarse a retractarse de sus enseñanzas. Antes de morir, Hus afirmó su fe en Dios y dijo que sellaría la verdad con su sangre. Su martirio inspiró a generaciones futuras y lo convirtió en un
Juan Hus, un sacerdote y reformador religioso checo del siglo XV, fue ejecutado por herejía después de ser invitado a participar en el Concilio de Constanza bajo un salvoconducto. A pesar de las promesas de protección, Hus fue arrestado, encarcelado y quemado en la hoguera después de negarse a retractarse de sus enseñanzas. Antes de morir, Hus afirmó su fe en Dios y dijo que sellaría la verdad con su sangre. Su martirio inspiró a generaciones futuras y lo convirtió en un
Juan Hus, un sacerdote y reformador religioso checo del siglo XV, fue ejecutado por herejía después de ser invitado a participar en el Concilio de Constanza bajo un salvoconducto. A pesar de las promesas de protección, Hus fue arrestado, encarcelado y quemado en la hoguera después de negarse a retractarse de sus enseñanzas. Antes de morir, Hus afirmó su fe en Dios y dijo que sellaría la verdad con su sangre. Su martirio inspiró a generaciones futuras y lo convirtió en un
Publicado el 28 January 2010. Sus acusadores lo dejaron bien en claro, Juan Hus no solamente moriría sino que lo haría sin esperanza. «Te sacamos la copa de la redención», fue la última declaración de sus ejecutores poco antes de encender la hoguera que quitara su vida. Pero la respuesta de Juan Hus no se dejó esperar: «Yo confío en el Dios Todopoderoso…que él no sacará de mí la copa de su redención; por el contrario, hoy mismo beberá de ella en su Reino».
Juan Hus había nacido en Bohemia en 1362.
Aprendió a orar a los pies de su cama a través de la guía de su madre. Desde pequeño abrazó el cristianismo y tomó su fe muy seriamente. En su juventud abrazó el sacerdocio y recibió su maestría en teología en la universidad de Praga y rápidamente se convirtió en el predicador de la Capilla de Belén en 1402. Poco tiempo después, desde Inglaterra llegaron noticias de Juan Wycliffe, un reformador cuyas ideas rápidamente dividieron a la universidad. Una de las innovadoras ideas reformadas tenía que ver con la copa de la comunión. Hus tomó la postura reformada y eso, con el tiempo, lo llevó a la hoguera. Este elemento fue lo que motivó la última frase de sus ejecutores y la respuesta de Hus. Eran tiempos peligrosos los acontecidos a principios del siglo XV. La Iglesia estaba dividida entre dos papas, uno en Francia y otro en Roma. Sobrevivir era una proeza y el futuro de la Iglesia se balanceaba en un delicado equilibrio. Mientras tanto, la clara influencia de Wycliffe sobre Hus se estaba convirtiendo en un verdadero peligro para algunos. En 1405 Hus comenzó a predicar en contra de algunos excesos de la Iglesia y en particular de algunos sacerdotes. Hus utilizó frases muy fuertes, como por ejemplo: «Esos sacerdotes merecen ser colgados en el infierno», entre otros términos similares. Los excesos denunciados por Hus lo llevaron a incrementar sus críticas y a ganarse más enemigos. Poco a poco los peligros comenzaban a acorralarlo. Pero él seguía fiel a sus pensamientos y decía: «¿Debería mantenerme en silencio? ¡Dios no lo permita!» Cuatro veces Hus fue excomulgado. Por dos años escapó al exilio trabajando en las villas del sur de Bohemia, predicando, escribiendo y manteniendo un perfil bajo. Entonces, en octubre de 1414, Juan Hus fue invitado a participar del Concilio de Constanza y se le prometió un salvoconducto. Hus aceptó la invitación con las siguientes palabras: «Este ganso [Hus significa ganso en checo] todavía no está cocinado y no teme ser cocinado». En el término de una semana Hus fue apresado y encarcelado en la prisión del Lago Constanza. Lo único que podía salvarlo de la muerte era su confesión de arrepentimiento. El 6 de julio de 1415, en medio de gritos e insultos sus ejecutores entregaron su alma al diablo. Hus fue arrastrado por una multitud por las calles de Constanza hacia una pila de leña recién acomodada. Lo ataron a un poste vertical y con la antorcha en la mano sus ejecutores le dieron la última oportunidad de arrepentirse de sus dichos y creencias. Lejos de arrepentirse, Hus dijo: «No creo que lo que haya enseñado sea otra cosa que la verdad. No he enseñado error alguno. Por lo tanto, las verdades que he enseñado las sellaré con mi sangre» Hus murió cantando: «Jesús, Hijo del Dios vivo, ten misericordia de mí». El fuego terminó la triste tarea, Juan Hus fue martirizado y su historia de vida y compromiso de fe se convirtieron en un claro ejemplo para las generaciones que lo siguieron.