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JUEGOS TRADICIONALES DE LA RIOJA

LOS ENCANTADOS

     Buen juego para entrar en calor. Se jugaba en la plaza y en el pórtico antes de entrar al
rosario en el mes de octubre y es parecido al que en otras partes se llama de "Las estatuas".
     Uno o una "se la quedaba", y así como en otros juegos se echaba a suertes, en este lo más
corriente era aquello de "el último que llegue se la queda": todos salíamos corriendo y quien
llegase el último a la puerta de la escuela, la de abajo o a la puerta del huerto del pórtico era
quien se la quedaba.
     El juego consistía en que el que cuando el que se la quedaba tocaba a alguien este debía
quedarse parado, "encantado" hasta que otro jugador lo volviese a tocar y lo desencantase. El
que se la quedaba tenía que atender a dos frentes: por una parte tenía que seguir encantando
a los demás y por otra, tenía que cuidar de que no le desencantasen a nadie. Labor difícil.
     El juego terminaba cuando todos los jugadores estaban encantados, pero eso no ocurría
nunca. Antes de esto ya todos nos habíamos cansado de correr o habían tocado "la salida"
para empezar el rosario o habían llamado para entrar en la escuela. Por cierto, recuerdo que la
llamada era el golpear la barandilla del piso de las escuelas con la llave y se oía. De eso doy
fe..

LA TABA

   La taba es el hueso "astrágalo" que aparece en las patas de las reses. Tiene cuatro caras
que nosotros llamábamos carne, culo, güitos y correas. Güitos y correas son las caras más
anchas de la taba y las que más veces aparecen. Más difícil es que la taba quede en carne o
culo. Hay una posición muy improbable, pero que si la tierra en la que se tiraba estaba blanda,
alguna vez se daba: la llamada "dominé", que consiste en que la taba quede apoyada en sus
lados más estrechos.
     En realidad, la taba, sólo servía como ruleta o dado, porque lo que se jugaba era o perras
gordas y chicas, a veces algún real y cuando jugaban los mozos pesetas. Pero entre los niños,
generalmente, "santos".
     Los "santos" eran las cubiertas de las cajas de cerillas. Había unas que valían uno, que eran
las que tenían es escudo en negro y rojo, de las cajas de las cerillas que tenían la cabeza
negra y raspador de lija y las que valían dos, que eran las de colores, con cerillas de papel
encerado azul y cabeza blanca y con raspador suave. Un "atado" eran veinte santos. Se solían
recortar las cubiertas con dibujo y se metían en lugar del cajoncillo que lleva las cerillas;
diecinueve y el de la cubierta que servía de envoltorio.
     Tener cincuenta atados en casa se consideraba ya una fortuna. Y muchas cerillas se debían
gastar, porque había quien tenía más de cien. Un atado era, al cambio, una perra gorda, diez
céntimos, ahora que volvemos a ellos.
     Para jugar, se trazaba una línea raspada en un suelo de tierra. Uno tiraba la taba; era lo que
podríamos llamar la banca. Se hacían las apuestas: El que tiraba la taba apostaba con los
demás. Un santo, dos,... un atado, cuatro perras..., las apuestas quedaban en el suelo sobre la
línea. De pie y desde una distancia convenida, dos pasos más o menos, tiraba la taba, que
debía rebasar la línea de las apuestas. Otro de los jugadores, a veces incluso uno que no
apostaba, "el patatero", la tenía que devolver con el pie. En la vuelta la taba también tenía que
rebasar la línea. Si salían güitos o correas se volvía a repetir la jugada. Ganaba la banca
cuando salía carne y los apostantes cuando salía culo. En el caso de que saliera dominé, todo
era para el patatero.
     Había tabas carneras y tabas culeras. Para que asentasen bien, se las limaba contra una
piedra arenisca. Normalmente, el que tiraba la taba tiraba con la suya, y procuraba sacar el
máximo de carnes. Así que "eres peor que una taba culera" era la frase para no querer a
alguno en el equipo de otros juegos porque hacía perder. Si la taba, sin rodar por el suelo, es
decir, cuando se tiraba, quedaba carne se decía que la había plantado.

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