Está en la página 1de 20

El reconocimiento y la instauración de identidades:

una aproximación a la relación Estado – Identidad.1

Mariana Biaggioi
Instituto de Investigaciones Gino Germani.

Introducción.
En este trabajo, incluiremos el análisis que realizamos en la elaboración de la tesis de
maestría titulada “De las apropiaciones a las restituciones: el reconocimiento de la
identidad de los nietos desaparecidos en la última dictadura militar argentina.”. Allí,
exploramos la vinculación del Estado con la identidad, particularmente en el proceso de
restitución de los nietos. En esta ocasión, nos interesa señalar de qué manera, en este
conflictivo escenario, los distintos agentes se ubicaron en él y frente a él, llenándolo de
sentido. Para ello nos centraremos en los contactos cara a cara realizados entre los
jóvenes en proceso de restitución y las personas que trabajan en las diferentes
dependencias estatales. Nuestro objetivo con este trabajo, entonces, es profundizar en el
análisis sobre el período de liminalidad (Turner, 1966) que atraviesan los nietos en sus
restituciones, pues ese período es el que creemos nos permitirá conocer la forma en que
el Estado entiende a la identidad y opera sobre ella. Particularmente, nos preguntamos
¿cómo reconoce el Estado a la identidad? Sin embargo, cuando hablamos de Estado, ¿a
qué nos referimos? ¿a sus políticas públicas, a sus instituciones públicas, a los agentes
que llevan a cabo las políticas en esas instituciones? ¿o a todos ellos?
Estas preguntas, formuladas en esta ocasión para el caso de personas apropiadas en la
última dictadura militar argentina y que han restituido su identidad, surgieron de nuestro
trabajo en otro campo, radicalmente diferente. Se trata del campo en el cual estoy
trabajando en el marco de mi tesis doctoral, donde también contemplo la relación
Estado – Identidad, pero a partir de la formulación e implementación de políticas
sociales de asistencia a quienes son clasificados como personas en situación de calle.
La forma en que interpretan su situación y la forma en que se definen las personas que
acuden a una institución de albergue, puede no coincidir con la nominación estatal. De
hecho, muchas de las personas que están en la calle y que acuden a estas instituciones
de albergue se definen por oposición, a partir de la negación de ser una persona en
situación de calle. “Yo no soy como ellos, yo no quiero estar acá” es una de las frases
que escuché reiteradamente durante mi participación en el parador nocturno Bepo
Ghezzi del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA). Los paradores son
instituciones a donde las personas pueden acudir para dormir durante la noche, bañarse
y comer. Funcionan de 19 hs hasta las 7 hs del día siguiente, y se caracterizan porque su
ingreso es inmediato, es decir que no requiere de derivaciones ni orden de ningún tipo.
Para ingresar, sólo deben presentarse en el momento de apertura de la institución,
encontrarse entre las primeras 70 personas (que es la capacidad del parador Bepo
Ghezzi, al cual nos referiremos en esta oportunidad) y cumplir con ciertos requisitos
como por ejemplo no estar alcoholizados. Pero para que los beneficiarios de los
paradores puedan incluirse en otros programas sociales destinados a personas en

1
El presente artículo es un avance de mi tesis doctoral e incluye algunas de las conclusiones de mi Tesis de Maestría
en Antropología Social (2008): “De las apropiaciones a las restituciones: el reconocimiento de la identidad de los
nietos desaparecidos en la última dictadura militar argentina.” Una primera versión de este artículo fue presentado en
el IX CAAS 2008, bajo el título “La influencia del Estado en los procesos de construcción de identidad.”

1
situación de calle (como hogares permanentes o subsidios habitacionales) deberán ser
así clasificados.
El punto de partida de este artículo, será entonces la obligatoriedad de ser definido para
lograr la inclusión en un plan social. Nos adentraremos en los puntos de vista que
sostienen los profesionales del Ministerio de Desarrollo Social del GCBA (de donde
dependen los paradores), los que serán contrastados con los puntos de vista de los
beneficiarios. A partir de un caso en el cual un beneficiario no se identificaba con la
clasificación de persona en situación de calle, comenzaremos nuestro análisis acerca de
qué es la identidad y su vínculo con el Estado. El peso que puede tener para una persona
un certificado que indica su diagnóstico social, nos permitirá analizar la importancia de
las clasificaciones estatales que pretenden representar a las personas.
A partir de la situación conflictiva que este caso plantea, pasaremos a analizar la
relación Estado – Identidad en un caso de reconocimiento identitario, en el que el
Estado restituye la identidad a un hijo de personas desaparecidas en la última dictadura
militar argentina. Para ello describiremos en primer lugar un proceso que llamamos
“procedimientos burocráticos de la aparición”. Y para ello, será necesario, en un intento
de desnaturalización, describir también los procedimientos burocráticos de la filiación
en nuestra sociedad y su vinculación con el proceso de construcción de identidad.
Finalmente realizaremos una comparación de los dos casos. Si bien en uno de ellos el
reconocimiento de la identidad es efectuado en forma directa, en el otro el Estado opera
sobre la identidad de manera no explícita, a partir de la instauración de una identidad, a
partir de la definición de la población objetivo a la que está dirigida la política social y
en la cual serán encasillados todos aquellos que quisieran y necesitaran hacer uso de los
recursos ofrecidos por el Estado. Pero lo que nos interesa en ambos casos, es atender a
los vínculos que las personas construyen con las instituciones públicas estatales, y de
esta manera, conocer la forma en que el Estado se posiciona en relación a la identidad
de las personas.

Identidad: las disputas en torno a la clasificación y el etiquetamiento.


Para ejecutar las políticas, el Estado define una población beneficiaria de la política de
que se trate, imponiendo de esta forma los alcances y límites de la misma, es decir a
quiénes va dirigida. Esta definición, implica entonces un proceso de etiquetamiento, por
medio del cual cada una de las personas que pretenda ser beneficiaria o usuaria de una
política, será encasillada o no como parte de la población asistida. Se trata de un
proceso de evaluación del ingreso de la gente a un programa estatal.
Tomemos como ejemplo el decreto 690 por medio del cual comenzó a implementarse
un subsidio habitacional en el GCBA en el año 2006. El subsidio, según lo expresa el
artículo 4º del decreto 690/006 “asiste a las familias o personas solas en situación de
calle efectiva y comprobable, entendiéndose por tal, a aquéllas que se encuentren en
forma transitoria sin vivienda o refugio por causa de desalojo u otras causas y que
reúnan las condiciones previstas en el artículo 11 del presente Decreto.”
Aquí nos encontramos con dos situaciones diferentes. Por un lado, la de aquellos que
necesitan del subsidio para no “caer” en la calle pero que son excluidos del beneficio. El
decreto explicita que “No se contempla como beneficiarios de este programa, a quienes
por cualquier causal se hallaren en riesgo de ser desalojados o ante la inminencia de
encontrarse en situación de calle.”. Es decir que para acceder al subsidio, necesitarían la
certificación de una situación que aún no están viviendo, que precisamente quieren

2
evitar. Esto motivó que algunas personas acudieran a programas del Estado, como
Paradores Nocturnos2 o Buenos Aires Presente3, para acceder al certificado de persona
en situación de calle, es decir para ser “etiquetadas” de manera de poder gestionar el
subsidio. Por otro lado, este requisito del certificado, generó que aquellas personas que
ya acudían a dichos programas pero que no se sentían identificadas como personas en
situación de calle; se vieran en la disyuntiva de ser clasificadas de esa manera para
acceder al subsidio, o evitar dicha constancia y certificación – etiquetamiento, pero con
la consecuente pérdida del recurso.
Ambas situaciones, nos confrontan con la obligatoriedad de ser definido, definición que
no necesariamente es asumida por la persona, que no necesariamente es percibida o
interpretada como una categoría representativa de ella. En relación a la identidad,
comencemos por señalar que diferentes aspectos se vinculan a ella, que son variados los
aspectos que la conforman a lo largo de la vida de una persona. La pregunta referida a
“quién soy”, no puede responderse solamente con la referencia al nombre, al apellido, al
origen, la pertenencia familiar. Si bien estos aspectos pueden ser trascendentales en la
vida de una persona, esa pregunta referida a “quién soy” también remite a las
actividades que se realizan, a las personas con las que se vinculan, a la situación que se
vive, a los espacios que se integran y a los roles que se “juegan” en la vida social.
“Tratar a la identidad, como una forma de clasificación, que agrupa y distingue en base
a un criterio – un trazo clasificatorio, que puede ser llamado marca – revela la
flexibilidad inherente al propio proceso. Una vez que la adquisición de otro criterio
demarca nuevos limites y altera el referencial de reconocimiento, aparece el uso
maleable de las identidades.” (Penna 1992: 11)
En este caso, la experiencia de la vida en calle, puede ser una experiencia no esperada y
obligatoriamente vivida. En el caso de Martín4, un hombre que acudió al parador Bepo
Ghezzi durante el 2006, la experiencia en calle se encontraba asociada, desde su marco
interpretativo, a una “mala jugada del destino que pronto superaría”. Dada la
asociación de su situación con una instancia transitoria, que no perduraría en el tiempo,
ningún familiar ni allegado suyo sabía lo que estaba sucediéndole. Para ellos, Martín
continuaba viviendo en el hotel del centro de la ciudad. Él no se sentía parte integrante
del grupo de hombres que acudían al parador. Pasaba largos ratos conversando con los
profesionales, en las oficinas de los trabajadores sociales, psicólogos, enfermeros y
evitaba utilizar los espacios comunes donde los usuarios solían estar. Prefería comer
lejos del comedor, y no compartir la mesa con quienes él no se identificaba. Marcaba
esa no identificación con su alejamiento corporal de los lugares destinados a los
hombres de la calle. En su caso, solicitar el certificado de persona en situación de calle,
implicaba dar constancia a una situación que no sólo era vivida por él como transitoria,
sino que quería evitar y pronto superar. Ese certificado, para Martín, tenía un peso, un
valor, que no podía tolerar, estaba dirigido a personas que “no eran como él”5.

2
Los Paradores Nocturnos forman parte del Programa Paradores, dependiente de la Dirección General de Atención
Inmediata, perteneciente al Ministerio de Desarrollo Social del GCBA. Actualmente existen dos para hombres
adultos y uno para mujeres solas o con hijos. Brindan un servicio de pernocte, cena, duchas y desayuno, funcionando
de 19 a 7 hs todos los días, con renovación de vacantes diarias. También cuentan con profesionales en enfermería,
psiquiatría, psicología y trabajo social.
3
Buenos Aires Presente es un programa dependiente de la Dirección General de Atención Inmediata perteneciente al
Ministerio de Desarrollo Social del GCBA. Está integrado por profesionales en psicología y trabajo social, quienes
recorren en móviles las calles de la ciudad brindando asistencia a las personas en situación de calle o riesgo social.
4
El nombre no se corresponde con el real.
5
Si bien este no es un ejemplo representativo, más bien se trata de una excepción a la regla (pues por lo general, el
certificado sí es solicitado), nos interesa analizar qué nos está diciendo, pues puede brindarnos la posibilidad de
arrojar luz acerca de la relación Estado – Identidad.

3
Sin embargo, para el Estado, puntualmente para los profesionales del parador, Martín
era una persona en situación de calle y además “un buen candidato para el programa”.
El hecho de que se tratara de una persona que estaba en calle hacía poco tiempo y que
no había roto sus redes vinculares, les permitía pensar a los profesionales que si Martín
contara con unos meses pagos en un hotel (una vez gestionado el subsidio habitacional),
podría encontrar nuevamente un trabajo que lo reinsertaría en la sociedad. Sería
entonces un egreso del sistema de asistencia. Un éxito del programa. Pero para lograrlo,
era requerido un certificado que Martín rechazaba. Un certificado que representaría a
Martín en tanto integrante de un colectivo del cual él no se sentía parte. En este sentido,
ese papel hablaría en nombre de él, incluyéndolo en una categoría que él se negaba
integrar. Nuevamente entonces, es la identidad, particularmente el proceso de auto y
alter atribución el que se enmarca en la situación que describimos, porque la pregunta
acerca de la identidad, involucra cuestionamientos acerca de la mirada que uno tiene
sobre sí mismo y la mirada que los demás, los otros, tienen sobre uno.
Siguiendo a Teun van Dijk (1999) “la identidad es a la vez personal y un constructo
social, o sea, una representación mental… En su representación del sí mismo, la gente
se construye a sí misma como miembro de varias categorías y grupos (mujeres,
minorías étnicas, ciudadanos de los Estados Unidos, periodistas, ecologistas, etc.).”
(1999: 152). Y explica que como estos modelos suelen incluir a las representaciones de
la interacción social y a las interpretaciones del discurso, tanto las experiencias como las
autorrepresentaciones, están al mismo tiempo construidas socialmente, porque parte de
nuestra representación se infiere de los modos en que los otros nos ven, definen y tratan.
Los profesionales del parador, veían a Martín como una persona en situación de calle, y
así definido intentaban integrarlo a un programa destinado a él y los suyos. Por su parte,
Martín se definía por oposición, diciendo “yo no soy como ellos, yo no quiero estar
acá.”
Para analizar a la identidad, Teun van Dijk diferencia la identidad personal de la
identidad social o de grupo. Nosotros nos centraremos en la primera, la que siguiendo
esta línea de análisis, adopta dos formas:
“1) una representación mental del sí mismo (personal) como ser humano único
con sus experiencias y biografías propias, personales, como se lo representa en
modelos mentales acumulados, y el autoconcepto abstracto derivado de esta
representación, a menudo en la interacción con los otros, y 2) una representación
mental del sí mismo (social) como una colección de pertenencias a grupos, y los
procesos que están relacionados con tales representaciones de pertenencia.”
(1999: 154)
En nuestro ejemplo, una de esas pertenencias a grupos se destacó como el colectivo de
persona en situación de calle, y aquí vale preguntarnos si ante la mirada de los
empleados del Ministerio de Desarrollo Social del GCBA, el hecho de acudir a un
parador, necesariamente “convierte” a alguien en ese ser y si es suficiente para que
forme parte integrante de ese colectivo. Y desde otro punto de vista, ¿por qué Martín no
logró hacer un uso estratégico del subsidio sin adscribir a la identidad imputada?
Ahora bien, ambas representaciones (la personal y la social) involucran a la interacción
(cuanto menos imaginaria) con los otros, en nuestro caso representantes del Estado.
Antes de continuar con el análisis, aproximemos una definición de lo que el Estado es.
El Estado siguiendo a Bourdieu existe en dos formas: “en la realidad objetiva, mediante
un conjunto de instituciones, como reglamentos, oficinas, ministerios, etcétera, pero
también en las mentes.” (1999: 48) Por ejemplo cuando se enfrentan en el seno de la

4
burocracia los ministerios sociales con los financieros, defendiendo políticas sociales
creyendo defender con ello sus propias convicciones.
“En todos los países, el Estado es, por una parte, la huella en la realidad de unas
conquistas sociales. Por ejemplo, el Ministerio de Trabajo es una conquista
social hecha realidad, aunque, en determinadas circunstancias, pueda ser
asimismo un instrumento represivo. Y el Estado existe también, por otra parte,
en la cabeza de los trabajadores en forma de derecho subjetivo.” (Bourdieu 1999:
49).
Todos los grupos sociales y todas las personas, de una u otra manera, tenemos cierta
representación de lo que el Estado es. Existe, como dice Bourdieu, “en nuestras
mentes”, siendo una realidad subjetiva a la que otorgamos existencia real y con la cual
actuamos exigiéndole, solicitándole y respondiéndole pedidos a través de los cuales
entablamos una relación subjetiva y objetiva con él, por medio de sus instituciones.
Particularmente, nos vinculamos con el Estado por medio de las interacciones cara a
cara con las personas que en sus instituciones trabajan, en su representación.
A continuación veamos un caso de reconocimiento identitario, el que se desarrolla de
manera explícita y directa. A partir de la restitución de la identidad a un joven que
llamaremos Pablo, hijo de personas desaparecidas en la última dictadura militar
argentina, veremos este proceso de reconocimiento que comenzará por el sistema
judicial pero luego atravesará diferentes instancias en las cuales Pablo deberá
convalidar su identidad. Para ello, en un intento de desnaturalización, describiremos
primero los procedimientos burocráticos de la filiación en nuestra sociedad y su
vinculación con el proceso de construcción de identidad.

Filiación e identidad: algunos procedimientos burocráticos.


Recordemos que la definición de identidad que utilizamos se refiere a una
representación mental del sí mismo (personal) como ser humano único con sus
experiencias y biografías propias y a una representación mental del sí mismo (social)
como una colección de pertenencias a grupos (Teun van Dijk 1999). En esta segunda
forma que adopta la identidad, referida a la pertenencia grupal, encontramos uno de sus
vínculos con la pertenencia familiar, donde la filiación es la forma legal que organiza y
registra los vínculos filiales, maternos y paternos. Los interrogantes referidos a “quién
soy”, implican (entre otras) la pregunta acerca de “quiénes son mis padres”. Es el
cuestionamiento sobre el origen. De esta forma, cuando Pablo se preguntaba quién era
“verdaderamente”, cuando se preguntaba por sus padres biológicos, por su nombre y su
apellido; comenzaba un recorrido que lo remitiría entonces a las relaciones de
parentesco, en tanto el apellido indica la pertenencia a un grupo: la familia.
En nuestra sociedad el apellido, habla del reconocimiento paterno, tanto del padre que
reconoce su paternidad con su hijo como del Estado que legitima, en esa inscripción, el
vínculo paterno filial. Esta regla del “deber ser”, que naturaliza la idea de que toda
persona tiene un solo padre y una sola madre, se refleja en ciertos trámites, como la
certificación de antecedentes penales. Allí, los datos personales a completar en los
formularios solicitan: nombre y apellido del solicitante, nombre y apellido de la madre y
nombre del padre. Se da por sentado que el apellido del padre es el mismo que el de la
persona que solicita el certificado, por eso no lo requieren.
Es decir que la norma dice que se nace en el seno de una familia conformada por madre
y padre, siendo la filiación la forma legal que registra y organiza ese suceso. Sin

5
embargo, son varios los litigios que en los tribunales muestran que las relaciones en la
vida real, no se ajustan a esta normativa. Estos casos, calificados de “atípicos” arrojan
luz acerca de la construcción histórica y del carácter jurídico de la paternidad y la
filiación (Martinez 2004).
Los procedimientos burocráticos de la filiación, constituyen un verdadero nacimiento
ritual (Martinez 2004). Con el nacimiento biológico se certifica el vínculo materno. Los
hospitales suelen colocar en la cuna del recién nacido un cartel con el nombre del niño y
el apellido de la madre, única información certera con la que se cuenta hasta ese
momento. Luego, podríamos pensar en un segundo nacimiento, esta vez jurídico, con la
inscripción en el Registro Civil. Si los padres están legalmente casados, la ley infiere
que el padre es el marido de la madre, con lo cual es indistinto que cualquiera de los dos
concurra a certificar la inscripción del niño. Si no están casados, deberán concurrir
ambos al Registro Civil para anotarlo como hijo de los dos “ya que la ley establece que
ese trámite es a la vez el acto de reconocimiento por parte del padre de ese hijo fuera del
matrimonio, y la inscripción jurídica de la filiación del niño.” (Martinez 2004: 411).
Nuestro Código Civil, acerca del establecimiento de la filiación, dice que “la maternidad
quedará establecida, aun sin reconocimiento expreso, por la prueba del nacimiento y la
identidad del nacido” (artículo 242) a diferencia de la paternidad, que como
mencionáramos, es una presunción. De esta diferenciación entre la relación materna y
paterna con un hijo, se infiere que “la relación con la madre se constata, mientras que la
relación con el padre se reconstruye. La primera es concreta, la segunda es abstracta, es
una relación jurídica que se construye en el tiempo.” (Thomas 1998, citado por
Martinez 2004: 412)
Tanto el nombre como el apellido participan del proceso de construcción de identidad,
pero este último además, incluye a la persona en una genealogía, en tanto conjunto de
ascendientes de una persona. Esta inclusión habla de relaciones horizontales y verticales
al interior de la familia a la que se integra y otorga derechos y obligaciones con quienes
son reconocidos como parientes. El cambio del apellido tiene como consecuencia el
cambio de esas relaciones y los derechos en consecuencia se traspasan hacia otras
personas, en otra familia.
En los casos en que la filiación está puesta en duda, el Estado (como garante del
derecho a la identidad) dispone de herramientas, como las acciones de filiación. En ellas
“se admitirán toda clase de pruebas, incluso las biológicas, las que podrán ser
decretadas de oficio o a petición de parte.” (artículo 253 del Código Civil). Las
personas, pueden negarse a someterse a estas pruebas, pero esa negativa (de acuerdo a la
Ley 23.511) constituye una presunción en su contra. Es decir que si durante un juicio de
filiación, suponiendo que un hombre se negara a la realización del estudio genético que
informaría la “veracidad” de la relación paterno filial, la ley inferiría que es el padre,
suponiendo que de lo contrario no se negaría; dando por finalizado, de esta forma, el
conflicto desde el aspecto legal. En ese supuesto caso, el Estado reconocería una
relación de paternidad, identificando a la persona como hijo de… independientemente
de que en la práctica ese padre fuera a mantener o no, relación alguna con su hijo/a. Ese
reconocimiento del Estado le daría al hijo/a algunos derechos como por ejemplo de
alimentos o de herencia.
En los casos de personas desaparecidas y apropiadas en la última dictadura militar
argentina, los estudios genéticos pueden realizarse por orden judicial o por orden de la

6
CONADI6. Estos estudios, permiten dilucidar la pertenencia familiar de quien se analiza,
en ausencia de sus padres biológicos, desaparecidos hace tres décadas. Es decir que dan
lugar a conocer un aspecto fundante de la identidad: el de pertenencia familiar, el
origen. Pues es allí donde se encuentran las circunstancias y las condiciones de su
nacimiento y la memoria de sus significados. El cambio en este sentido, abarca a la
biografía personal.
Durante el período de liminalidad jurídica o legal, iniciada una vez que el análisis de
ADN confirma de quién se trata, estas personas realizan un recorrido que podríamos
denominar como nacimiento burocrático o administrativo, en el que convalidan toda su
documentación existente bajo otro nombre, otra identidad. Más precisamente, una vez
que el ADN comprueba de quién se trata, el juez que opera en el juicio de restitución,
elabora un dictamen en el cual indica que la persona “X” es en realidad “Y”, le otorga
un número de documento (en caso de que no lo tuviera con anterioridad a la
apropiación) e indica dónde nació e hijo de quién es. El dictamen elaborado, será la
herramienta que utilizarán los jóvenes para convalidar su documentación, para hacer
reconocer su identidad. Es decir que deberán modificar su nombre y datos personales en
todos los títulos que tuvieran (por ejemplo de propiedad, educativos, etc.), acta de
matrimonio, partidas de nacimiento de sus hijos, contratos (como laborales o de
alquiler), tarjetas de crédito y débito, cuentas bancarias, aportes jubilatorios y demás
instancias en las que figure su nombre. En otras palabras, la persona “X” murió
jurídicamente, y se le debe dar “nacimiento” a la persona “Y”. En esos mismos términos
de muerte se expresó hace años uno los jueces actuantes en una restitución:
“Entonces de un día al otro el Registro de las Personas recibió una orden mía
donde yo cambio de nombre a una chica que tiene dieciséis años. Es un acto que
aparece como administrativo y formal, pero que es muy fuerte, es muy fuerte.
Porque es como una muerte. Es como que esa persona no está más.”7
Durante el tiempo que esta instancia demore, las personas conviven con dos DNI, el
falso (otorgado por medio de una partida de nacimiento falsa en la mayoría de los casos)
y el verdadero. Y sólo una vez cumplimentados todos los pasos, podrán devolver al
juzgado el anterior, falso, documento de identidad.
Teniendo en cuenta lo mencionado, nos preguntamos entonces qué sucede en cada una
de las instancias mencionadas, en cada uno de los contactos cara a cara entre las
personas que atraviesan este proceso de aparición y los agentes estatales? Para ello
describiremos entonces la relación que una de estas personas (ejemplificadas con el caso
de Pablo) entabló con empleados de instituciones públicas estatales, instituciones a las
que debió acudir para realizar estos pasos administrativos relativos al reconocimiento de
su identidad.

Las dudas sobre la identidad. ¿Pablo y/o José?

6
Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad. Fue creada en noviembre de 1992, inaugurando una novedosa
forma de trabajo conjunto entre una ONG – Abuelas de Plaza de Mayo – y el Estado Nacional. El objetivo originario
de la CONADI fue la búsqueda y localización de niños desaparecidos durante la última dictadura militar. Este
objetivo se vio superado ante las denuncias sobre robo, tráfico de menores, despojo de madres en situaciones límites
y adultos con su identidad vulnerada. Hoy es el único organismo, dentro de la estructura del Estado, especializado en
la temática de garantizar el derecho a la identidad. Tiene autorización de requerir colaboración y asesoramiento del
BNDG y solicitar a dicho banco las pericias hemáticas.
7
Extraído del documental “Por esos ojos”, producido por Cine Ojo, dirigido por Virginia Martinez y Gonzalo Arijón.

7
En abril del año 2006, Pablo, en aquel momento llamado José, se decidió por comenzar
a realizar los “trámites sobre su identidad”. Hasta ese momento, no estaba seguro de
iniciarlos porque no quería lastimar a su familia. Temía que la salud de sus familiares
empeorara con su decisión, tratándose de personas mayores y con ciertas dificultades
propias de la edad. Sin embargo, en un momento dado, decidió por no pensar en nadie
más que en él, y comenzó los trámites. Con esta expresión, él se refirió a los pasos que
siguió en la búsqueda de respuestas relativas a su identidad.
Lo primero que hizo fue ir a Abuelas de Plaza de Mayo8 (Abuelas). Pero la entrevista
estaba pautada durante su horario laboral. Pidió entonces permiso en su trabajo para
salir antes de tiempo. Le dijo a su jefe: “Me voy a las 17, porque tengo una entrevista,
estoy empezando un trámite por mi identidad, tengo un problema con mi identidad, hay
un montón de cosas que no me cierran.” Obtenido el permiso, se retiró y en Abuelas
tuvo una entrevista con uno de los psicólogos encargados del área de presentación
espontánea. Allí acudió con su DNI y Partida de Nacimiento. Desde Abuelas fue
derivado a la CONADI, organismo desde el cual sería posible investigar acerca de su
origen biológico, así como también obtener la orden para la realización del análisis de
ADN en la Banco Nacional de Datos Genéticos9 (BNDG). El psicólogo le dijo, en
palabras de Pablo: “Bueno, te voy a dar una, ya te armo acá una presentación, y esto lo
mando a la CONADI, acá a la Comisión. Después te van a citar de ahí de la
Comisión.”
Pasados unos días, se comunicaron con Pablo desde la CONADI. Allí lo asesoraron
sobre los pasos que seguirían, pasos que fueron aceptados por Pablo. Realizaron una
búsqueda acerca de las condiciones de su nacimiento e inscripción en el Registro
Nacional de las Personas. Pero como esos datos fueron insuficientes para conocer su
origen biológico, dieron lugar al último paso, el análisis de ADN. Para ello, un nuevo
turno le sería dado, por medio de una orden que indicaba día y horario en que debía
presentarse al BNDG. Una vez realizada la extracción de sangre, le dijeron que en tres
meses aproximadamente lo iban a llamar para comunicarle el resultado.
En el caso de Pablo esos meses transcurrieron de manera tranquila, él intentaba no
pensar en el resultado, y sin adelantarse a él, no había realizado conjeturas acerca de qué
haría, o cómo reaccionaría ante determinada situación. Sí deseaba fuertemente tener
alguna respuesta con el resultado del análisis. Durante esos tres meses
“Nada. Yo hablaba con mis amigos nada más. ‘¿Y te llamaron?’ ‘No.’ ‘Llamá
vos.’ ‘No, no voy a llamar.’ Era como que no, no, no quería, hasta que no me
llamen ellos no quería saber nada. Yo sabía que ya había hecho todo lo que
tenía que hacer. Lo único que me faltaba era el resultado. ¿Por qué apurarlo?”
En septiembre del 2006, Pablo recibió un llamado de la CONADI. “Si, mirá, te
hablamos de la CONADI, te habla Daniel, quiere tener una entrevista con vos Claudia
Carlotto.” Con esa presentación y la cita de la coordinadora de la CONADI, Pablo supo
8
Abuelas de Plaza de Mayo fue creada en octubre de 1977, agrupando a madres de personas desaparecidas junto con
sus hijos, nacidos o por nacer, durante la última dictadura militar. Tiene como finalidad localizar y restituir a sus
legítimas familias todos los niños secuestrados desaparecidos por la represión política, y crear las condiciones para
que nunca más se repita tan terrible violación de los derechos de los niños, exigiendo castigo a todos los responsables.
9
El Banco Nacional de Datos Genéticos es un proyecto impulsado activamente por Abuelas de Plaza de Mayo,
convertido en Ley en 1987 y reglamentado en 1989. Por medio de esta Ley se dispuso la conservación de una muestra
de sangre de cada familia reclamante para posibilitar la realización de estudios en el futuro. También impuso a los
jueces la obligación de recurrir al Banco de Datos Genéticos ante la aparición de cualquier niño de cuya verdadera
filiación se dude. El Banco Nacional de Datos Genéticos existirá hasta el año 2050, que es el cálculo del promedio de
vida de la generación desaparecida y apropiada, nacida entre los años 1975 y 1980.

8
que algo habría pasado. Al día siguiente fue a la Comisión donde Claudia le informó los
resultados del análisis. Esos datos indicaban que se trataba del hijo de una pareja
desaparecida durante la última dictadura militar, quienes lo habían llamado Pablo.
A partir de saber la veracidad de su origen biológico, un movimiento subjetivo
importante conmovió la vida Pablo. Las bases sobre las que había construido sus treinta
años de vida habían cambiado, eran otras, diferentes de las que pensaba. En sus
palabras: “Desde el día que me encontré con Claudia y me dijo la verdad, de ahí hasta
ahora soy otro. Totalmente. Bah, siempre, es como que siempre tenía eso adentro pero
tenía que salir, en algún momento salió.” Las dudas se confirmaron y nuevos vínculos
sociales y familiares comenzaron a construirse… a reconstruirse. Hasta ese momento,
Pabló había hablado de trámites que realizó para saber quién era. Pero ahora quedaba
pendiente confirmarlo, validarlo, reconocerlo. Nuevos trámites lo esperaban.

Los procedimientos burocráticos de la aparición de Pablo.


Este movimiento subjetivo que conmovió la vida de Pablo, se plasmó en variadas
situaciones. Para confirmar quién era, debía comenzar nuevos trámites. Trámites en los
cuales, una y otra vez, repetiría ritualmente quién era, quién había sido, cómo lo habían
llamado, cómo se llamaba, qué gestión quería realizar ante la institución pública que se
presentaba, y así explicaría una y otra vez, desde su propia experiencia subjetiva, parte
de la historia política nacional a empleados estatales que poco entendían de la situación
que Pablo les presentaba. En este sentido, Pablo era un testigo viviente de la historia, de
su historia.
Después de conocer el resultado del ADN “Tuve que hacer un montón de cosas, tuve
que, bueno, cambié el documento, cambié el registro, ahora, ya me cambiaron el, ahora
estoy cambiando el apellido de los chicos también” [se refiere a sus hijos].
El dictamen del Juez, avalado por el resultado del análisis genético, informa de qué
persona se trata “efectivamente”, informa hijo de qué personas es, es decir, cuál es su
vínculo sanguíneo. Con el dictamen elaborado en el juzgado, Pablo podrá continuar con
los trámites. En el momento que me entrevisté con él, ya había tramitado su documento
de identidad, su registro de conducir y había modificado su contrato de trabajo. Desde
su trabajo modificarían su cuenta bancaria (cuenta sueldo) y estaba gestionando la baja
de su tarjeta de crédito para dar el alta a una nueva tarjeta con su verdadera identidad.
Estaba preocupado por las complicaciones con las que se estaba encontrando en la Afip,
dado que tenía varios años de aportes jubilatorios realizados que no quería perder y veía
difícil que se los computaran a nombre de otra persona. A su vez, los apellidos de sus
hijos ya estaban siendo modificados. El título de propiedad de su casa seguía a nombre
de José, y aún no había iniciado los trámites para modificarlo. “Es todo burocracia”.
Cuando se ocupó de modificar su registro de conducir, se encontró con una empleada
que era la primera vez que se encontraba ante una situación de cambio de identidad,
concretamente de restitución. “Me vieron así me dicen ‘pero esto no lo tenés más’. Y le
digo ‘Está bien, pero quiero el registro, es lo único que quiero. Ahora me van a sacar el
documento [falso] y yo no puedo andar sin registro’.” Si no lograba modificar el
registro, Pablo se hubiera encontrado con el documento de identidad a nombre de Pablo
y con el registro de conducir a nombre de José. La empleada, desde la municipalidad de
Quilmes, le respondió entonces que debía realizar una elevación del trámite a La Plata.
Pablo insistió: “¿pero cómo? si acá te dice, el dictamen del Juez te está diciendo quién
soy.” Sin embargo, la empleada, ante la duda y el desentendimiento de la situación

9
explicó: “Pero yo no sé si tengo que dar el alta, la baja, o qué.” El trámite siguió un
curso “anormal” o “inesperado”, y fue elevado finalmente a La Plata. Pero cuando
Pablo llegó a las altas esferas, se encontró con una situación muy diferente a la
acontecida en Quilmes.
Cuando llego a La Plata me dicen que está muy claro. ‘Vos eras José, te
felicito.’ Me dice el tipo, eh, ‘No sé por qué no te lo hicieron’. Y yo le dije lo
mismo, pero dice que es la primera vez que le pasa. ‘Bueno ahora ya que
viniste acá te lo hago, en una semana tenés el registro.’ A la semana en
Quilmes se disculparon. Es tiempo, es que la gente no es fácil. ¿Cómo José es
Pablo? ¿Qué pasa? La gente no está acostumbrada. No es fácil.
En la institución pública estatal mencionada, pudimos ver por un lado la forma en que
Pablo se presentaba, reconociéndose como Pablo, reconocimiento amparado en el
dictamen judicial, y solicitando la correspondiente modificación de su registro de
conducir. En otras palabras, vimos cómo se identificaba Pablo, y para qué se presentaba
en ese lugar. Pero también, pudimos observar cómo lo reconocieron, o en este caso, no
lo reconocieron, ni como Pablo ni como José, generando entonces un desentendimiento
que llegó a escalas mayores de poder para ser resuelto.
Recordemos que al día de la fecha son 96 los nietos restituidos que habían estado
desaparecidos. Es decir que las personas que representan al Estado por medio de su
trabajo en las instituciones públicas estatales, no han tenido hasta la fecha una vasta
experiencia en este tipo de situaciones. Al contrario, los desentendimientos producidos
en los contactos cara a cara a los que nos referimos, constituyen rupturas con la
cotidianidad del trabajo, excepciones al quehacer cotidiano. En contraste diferencia,
instituciones públicas estatales como la CONADI o el BNDG, se dedican a (y nacieron
por) este tema de manera prioritaria, con lo cual estas situaciones lejos de ser las
excepciones, conforman la regla del trabajo administrativo.
Las políticas públicas, implementadas por medio de las instituciones, son entonces el
punto de anclaje en donde, por medio de la relación cara a cara entablada con agentes
estatales, se dará o no el reconocimiento estatal de la identidad. En Abuelas y en la
CONADI, Pablo fue reconocido como Pablo a partir del resultado del análisis realizado
en el BNDG. La justicia, por medio del juez actuante en la causa, dictaminó también que
él es Pablo. Hasta este punto, entonces, el desarrollo de la etapa liminal, iniciada con la
duda sobre la identidad, se caracterizó por el reconocimiento de la identidad de Pablo,
por parte del Estado representado en el BNDG, CONADI y Poder Judicial.
Pero luego vimos, una vez iniciada la etapa de liminalidad jurídica o legal – la que
comienza una vez obtenido el resultado del análisis de ADN – y en cada una de las
instituciones intermedias, la complejidad del reconocimiento de la identidad, en el cual
es necesaria la coincidencia de la mirada de los otros y la de uno mismo. Miradas que,
administrativa o burocráticamente, irán acercándose por medio de variados y diferentes
pasos.

Una aproximación a la relación Estado – Identidad


Las personas involucradas en estas situaciones de reconocimiento y resistencia
identitaria, con mayor o menor creatividad, usarán su capacidad de agencia para
significar y resignificar su historia a partir de su experiencia de ser clasificados. Pero
además, la relación de las personas con las terminologías que pretenden definirlos y
clasificarlos, generará por su parte su influencia en la forma en que ellas se ven a sí

10
mismas y en la forma en que creen los demás, los otros, las ven. Y de esta forma,
repercutirán también en los vínculos que sostengan las personas clasificadas con sus
parientes, amigos y allegados. Es decir, que recrearán sus vínculos sociales a partir de la
relación que entablen con las nuevas etiquetas y terminologías que se pongan en juego
para describirlos.
Pero además, esas prácticas que las personas realicen para significar y resignificar su
historia, para crear y recrear vínculos y la relación de éstos con las terminologías que los
clasifican y describen; son las que estarán relacionadas con las significaciones que cada
uno de los agentes tenga sobre el Estado. En tanto éste es reconocido por los actores,
particularmente en el último caso mencionado el sistema judicial, sus decisiones serán
asumidas como legítimas, independientemente de la justicia o injusticia, que puedan
contemplar en ellas. Las personas no pueden escapar a la decisión y al fallo judicial. Su
nombre, su identidad, y sus relaciones de parentesco serán otras.
“El poder simbólico, como poder de constituir lo dado por la enunciación, de
hacer ver y de hacer creer, de confirmar o de transformar la visión del mundo y,
por ello, la acción sobre el mundo, por lo tanto del mundo; poder casi mágico
que permite obtener el equivalente de lo que es obtenido por la fuerza (física o
económica), gracias al efecto específico de movilización, no se ejerce sino si él
es reconocido, es decir, desconocido como arbitrario. Esto significa que el poder
simbólico no reside en los ‘sistemas simbólicos’ bajo la forma de una
‘illocutionary force’, sino que se define en y por una relación determinada entre
los que ejercen el poder y los que lo sufren, es decir, en la estructura misma del
campo donde se produce y se reproduce la creencia.” (Bourdieu 2006: 71-2)
Por su parte, las categorías sociales constituyen fuertes nociones con implicancias
subjetivas, puesto que funcionan como definiciones sociales que circulando en la
sociedad, posicionan de determinadas maneras a los sujetos por ellas definidos. El
sentido etimológico de kategoreisthai es el de acusar públicamente. Las formas de
clasificación, dejaron, con Durkheim, de ser formas universales para devenir formas
sociales, es decir arbitrarias relativas a un grupo particular, y socialmente determinadas.
(Bourdieu 2006).
Pensando entonces en las categorías sociales, en tanto instrumentos de conocimiento y
de comunicación, no olvidemos que “los ‘sistemas simbólicos’ no pueden ejercer un
poder estructurante sino porque son estructurados. El poder simbólico es un poder de
construcción de la realidad que tiende a establecer un orden gnoseológico: el sentido
inmediato del mundo.” (Bourdieu 2006: 67). Si bien el poder simbólico del Estado
reconstruye una realidad e instituye unas categorías en las cuales las personas tienen que
encuadrarse, queda todavía pendiente que pensemos en las formas en que los agentes
responderán a ese orden y lo llenarán de sentido.
Pero antes, uno de los aspectos que nos interesa resaltar – considerando la existencia
subjetiva del Estado en nuestras mentes y sus aspectos objetivos – es la importancia del
Estado en relación a la inscripción de lo humano, o más precisamente en relación a la
inscripción de la genealogía en tanto fundadora del orden humano. La restitución de la
identidad, implica la restitución del nombre y del apellido, apellido que indica a qué
familia pertenece, hijo de quién es. Es decir que la restitución, implica el
reconocimiento de la composición familiar y de los vínculos intrínsecos a la misma.
Esto nos lleva la mirada hacia la importancia del reconocimiento del Estado en torno a
los vínculos de parentesco, reconocimiento que los instituye y con ese mismo acto
puede actuar condicionando las prácticas y los posicionamientos de los sujetos.

11
“Para que el orden humano sea tal, no basta con el padre, la madre y el niño:
hace falta un término decisivo que es la ley. Ese término ordena las distintas
funciones y es el que permite que de la cría nazca un hijo encadenado a una
genealogía fundadora. Es la instancia de la ley la que instituye y nombra todos
los lugares.” (Gutierrez 2000: 63).
No obstante, tratándose de personas adultas, ya formadas al interior de una familia, ese
“término decisivo que es la ley” ya no tendrá la función de otorgar la posibilidad de que
de la cría nazca un hijo. Su función cambia, reordenando genealogías y roles a su
interior, por medio de la clasificación, ¿o etiquetamiento? de posiciones que
seguramente ejercerán su influencia en las prácticas de los sujetos clasificados. Según
Zonabend (1986)
“El parentesco es, en primer lugar, un vocabulario, esas primeras palabras que
todos los niños aprenden y que sirven para designar a las personas incluidas en la
categoría de ‘pariente’ o para dirigirse a ellas. A este léxico de términos de
parentesco se agrega un acervo de nombres propios recibidos y transmitidos de
diversas maneras de unos parientes a otros. Por último, este conjunto de palabras
y de nombres está dotado de una especie de protocolo, expresado de forma más o
menos clara, que dicta a cada cual la conducta que debe mantener ante un
pariente.” (Páginas 24-25)
Independientemente de las categorías y terminologías empleadas para denominar y
reconocer en ese mismo acto una relación social; nos encontramos, por otra parte, con
la relación social existente en la práctica. Es decir que a fines analíticos, podemos
dividir, separar, a la relación social de la terminología empleada para referirse a ella y
nominarla.
En este sentido, durante la espera de la confirmación del análisis de ADN, un joven
apropiado pensaba: “Hasta que tuve el ADN dudaba. Cuando salimos del Durand le
digo a mi hermano ‘¿Y si no soy?’ porque yo ya tenía una relación con él, con mi
abuela, mis sobrinos me decían tío.”10
Es decir que por un lado tenemos las relaciones y los vínculos; y por otro sus
clasificaciones. En los casos de los hijos e hijas de personas desaparecidas y restituidas
a sus familias biológicas, nos encontramos con la disociación de ambos, al menos
temporalmente. En un primer momento, los jóvenes sabrán que determinada persona es
su “tía”, su “abuela”, etc. Pero sólo pasado un tiempo, podrán tener con cada una el
vínculo y la relación correspondiente. Ya que:
“La verdad que revela el derecho es una verdad a medias: devela el delito y
restituye al apropiador al lugar del criminal, oculto hasta ahí para quien es objeto
de la apropiación. Así, lo desaloja de la paternidad, en tanto esa función no se
sostiene por fuera de la Ley que instituye el campo de lo simbólico.
El punto es que tal situación no puede ser leída automáticamente en la línea del
borramiento de la estructuración del sujeto en las marcas que lo han constituido:
no se indica que reacomode al niño que ya no es en el lugar de donde se lo hubo
sacado, ni que anule necesariamente las identificaciones que le daban
consistencia imaginaria.” (Kletnicki 2000: 51)

10
Extraído del documental “Hijos del dolor. Nietos de la esperanza.” Producido por Cuatro Cabezas y emitido por
Telefé en mayo de 2005.

12
El otorgamiento y la restitución del apellido, desde el Estado hacia los nietos – sea
deseada o no, sea reconocida o no por ellos – impone con ello un vínculo de parentesco
que no necesariamente será un término o nominación que refleje y describa una relación
existente en la práctica. Sin embargo, así no la refleje, seguramente la condicionará,
pues “El parentesco no se expresa solamente por medio de términos; también entraña un
código que rige las actitudes que debe adoptar cada persona con respecto a un pariente.”
(Zonabend 1988: 31).
A su vez, la restitución del apellido, revoca el reconocimiento de los vínculos anteriores.
Sin embargo, aquellos vínculos seguirán ejerciéndose en la práctica en la medida que
los actores sociales así lo quieran, independientemente de que no sean reconocidos. “No
es mi abuela biológica pero es mi abuela. Ella me buscaba incansablemente, iba a
Abuelas, a Ministerios.” 11 Vemos aquí un ejemplo de reconocimiento subjetivo de un
vínculo, independientemente del vínculo sanguíneo e independientemente del
reconocimiento jurídico y estatal acerca del mismo.
De forma inversa, otras situaciones nos hablan del interés en desconocer un vínculo
biológico y lograr el reconocimiento legal de tal desvinculación. Es el caso de quien era
Ana Rita Laura Pretti Vagliati, hija de un represor de la dictadura, quien realizó un largo
recorrido en la justicia para utilizar solamente el apellido de su madre y evitar, de esa
forma el sentimiento de vergüenza por la carga de muerte que conlleva el apellido
paterno. Su padre biológico, ya fallecido, era el comisario bonaerense Valentin Milton
Pretti, alias “Saracho”12. El Tribunal de Familia Nº 2 de Lomas de Zamora ordenó, en
abril del 2007, la reinscripción en el Registro Civil y dispuso que se le entregue un
nuevo DNI, con el nombre de Ana Rita Laura Vagliati. En el 2005, año en que falleció
el comisario, Ana manifestó: "Soy la hija de un torturador. Por eso quiero cambiarme
de apellido. Quiero terminar con este linaje de muertes porque no acepto ser la
heredera de todo ese horror. Los apellidos son símbolos y el mío es uno muy oscuro,
lleno de sangre y de dolor." (Página 12, 5/04/2007).
En la fase de separación, los jóvenes comienzan a escuchar y a atender sus dudas y sus
interrogantes, comienzan a efectuar las primeras prácticas de búsqueda, traducidas en
acercamientos a instituciones públicas estatales u organismos de derechos humanos,
tomando distancia de la familia en la que crecieron y cuestionando las diferentes
versiones que escucharon sobre su historia. A su vez, estas prácticas los van ubicando
en una posición liminal, que se confirma con la realización del análisis genético,
continúa con la espera del resultado, el cual una vez obtenido da inicio a una nueva
etapa, de liminalidad legal o jurídica, en la que son otros los pasos a seguir,
convalidando documentación con su actual y verdadera identidad. Todos son pasos que
irán acercando a las personas a la fase final de reincorporación.
La liminalidad, entonces, constituye un período que comienza con la dudas acerca de la
identidad y continúa con el ejercicio de prácticas de búsqueda de identidad en
instituciones públicas estatales u organismos de derechos humanos. La realización del
análisis de ADN implica la certificación de la liminalidad, reconociendo la separación
de la familia apropiadora y abriendo las puertas al saber del origen, la veracidad de la

11
Ídem anterior.
12
En los archivos de la CoNaDeP figuran los antecedentes de Pretti como miembro destacado de la 'patota' del
entonces jefe de la Policía Bonaerense, general Ramón Camps, ya fallecido; que también formaban el Director de
Investigaciones, comisario Miguel Etchecolatz; el cabo Norberto Cozzani, y el médico policial Jorge Bergés. Entre
otros destinos en la represión ilegal, "Saracho" ocupó la jefatura del Comando Operativo Táctico 1 de la localidad de
Martinez, donde funcionó el CCD "COTI Martínez" y también actuó en el "Pozo de Banfield"; "Pozo de Quilmes", y
"Puesto Vasco". Fuente: Página 12, 5-4-07.

13
procedencia. El resultado del análisis, una vez que confirma la inclusión en un grupo
familiar13 da lugar a la orden del juez actuante a la modificación de la identidad en el
Registro Nacional de las Personas, elaborando un dictamen que permitirá el inicio de
otra etapa liminal, jurídica o legal, caracterizada por procedimientos burocráticos
necesarios para reconocer la identidad en todo tipo de documentación. En el transcurso
de este período, los vínculos, así como las terminologías empleadas para referirse a las
personas vinculadas, se verán modificadas en cada caso de una manera particular. El
cambio del apellido, modifica la inclusión familiar y las relaciones de parentesco. Con
el tiempo, esas “nuevas” relaciones serán recreadas en la práctica, a partir del
condicionamiento de los términos y las denominaciones empleadas para referirse a ellas.
El análisis de ADN marca un tipo de inclusión, el del joven en su grupo familiar,
confirmando de esa manera el vínculo sanguíneo; pero sólo será reconocido legalmente
una vez que el cambio del apellido de quien restituye su identidad sea concretado. En
ese momento, cambiará también su vínculo con los otros, al menos desde la formalidad
del derecho, de la ley. Pero para ello, cada joven deberá acudir a variadas y diferentes
dependencias estatales, en las que una y otra vez, como Pablo, deberá mostrar parte de
su historia y explicar el tipo de trámite que requiere realizar para convalidar su
documentación, proceso que finalmente, dará “muerte” a la “falsa identidad” y permitirá
su plena aparición.

La instauración y el reconocimiento de la identidad. Un análisis comparativo.


Una reflexión que nos interesa compartir en este punto, es la diferencia que puede
observarse en los usos de las identidades que efectuaron Pablo y Martin. Si bien a
Pablo la identidad se la impuso el Estado, hecho que lo habría colocado por fuera de la
ley si no la hubiese aceptado; él pudo acomodarse de diferentes maneras, buscar
posiciones en el espacio social en relación a su identidad, ya sea defendiéndola,
buscando su reconocimiento, así como construyéndola. En cambio Martín no encontró
margen de negociación alguno, incluso siendo una identidad que en caso de no utilizarla
o no adscribir a ella, no lo hubiera colocado fuera de la legalidad. E incluso siendo una
identidad que no lo definía en todas las situaciones de su vida. Se trataba de una
identidad impuesta para una determinada gestión burocrática que le habría permitido
obtener un subsidio habitacional. Sin embargo, para Martín, esa identidad que se le
imponía tuvo un peso, un valor, que él no quiso o no logró tolerar. Para él, la situación
de calle pareciera no ser negociable. Se es, o no se es, un hombre de la calle. En este
sentido, y aún siendo una identidad impuesta para lograr la inclusión en un programa,
no pudo negociar con ella. Por su parte, Pablo se “jugaba” su ser, su mismidad, su
nombre, su filiación. Acontecimiento que podría modificar los sentidos y la
interpretación de su vida pasada y futura, su biografía. En cambio Martín, se encontraba
ante una “situación”, una experiencia, en tanto sus orígenes y las preguntas
trascendentales acerca de quién era, no entraban en el “juego”. La situación de calle
remite a la transitoriedad, a una “situación”. Lo que permite entonces identificarse con
ella por un momento, en una etapa de la vida y ante determinados agentes. Deja lugar a
que no sea tal acontecimiento. Sin embargo, esa situación, podría haber funcionado para
Martín, de la misma manera que en el caso de Pablo, en tanto un acontecimiento.

13
Un grupo familiar se conforma por las familias materna y paterna de los jóvenes desaparecidos y apropiados, en
los casos que existieran datos genéticos de ambas ramas. De lo contrario, se conforma sólo por la rama familiar
existente.

14
Ambos casos nos señalan una diferencia entre, por un lado las identidades definidas
estatalmente e impuestas en pos de implementar una política social, y por otro una
política que reconoce la identidad a partir de su reivindicación; particularmente a partir
de la reivindicación histórica de Abuelas, que alcanzó por medio de su lucha la
conquista en espacios del Estado logrando la creación del BNDG, la CONAI y la UEI14.
En este último caso, una identidad estaba siendo reivindicada y solicitando su
reconocimiento estatal. El caso de los niños desaparecidos y apropiados en la última
dictadura militar argentina, fue representado por Abuelas, organismo que reclamó por su
especificidad y en tanto tal, luchó por un trato especial ante la problemática político
social.
En el caso de las personas definidas estatalmente como personas en situación de calle,
no hemos encontrado (al menos hasta ahora) una determinada especificidad que sea
reclamada por ellos. Las personas en calle, beneficiarias de hogares y paradores del
GCBA, se definen por oposición, negando ser como sus compañeros de albergue,
rechazando las categorías injuriantes de vagabundo o linyera, las cuales por medio de
estrategias de desplazamiento del estigma (Goffman, 1963) son adjudicadas a otros en
su misma situación. La identidad definida estatalmente como persona en situación de
calle, se impone a las personas como requisito de inclusión en las políticas dirigidas a
ellos, y como en el caso de Martín, puede ser rechazada y resistida. En este sentido, el
Estado instaura una identidad y la adjudica, sin reconocer y desconociendo la forma en
que las personas se definen a sí mismas.
En términos de Fraser (1997) nos encontramos ante la diferencia entre una política de
reconocimiento y una política de redistribución, la que puede acabar creando una
injusticia de reconocimiento al estigmatizar a los destinatarios como deficientes e
insaciables, siempre necesitados de más y más puesto que las estructuras profundas que
generan la desventaja de clase son inalteradas generando que la redistribución deba
hacerse una y otra vez. Siguiendo esta línea de análisis, la redistribución presupone una
concepción universalista del reconocimiento, la del igual valor moral de las personas,
pero en la práctica pone en marcha una segunda dinámica de reconocimiento que
contradice el universalismo, siendo éste el “efecto práctico de reconocimiento” de la
redistribución afirmativa (Fraser, 1997).
Hemos visto que es en la interacción cara a cara con las instituciones públicas estatales,
que los agentes negocian y disputan sus identidades. La implementación de las políticas
públicas, por medio de las instituciones del Estado, es el punto de anclaje donde se
juega la instauración y el reconocimiento de la identidad. Pero además, en ese juego de
reconocimiento, existe la posibilidad de construcción identitaria, porque “El juego del
reconocimiento se expresa y origina en relaciones de poder: hacerse reconocer implica
legitimar una cierta identidad pretendida, rechazar una identidad imputada, dar nuevos
contenidos a la clasificación dominante, imponer un eje de clasificación más favorable.”
(Penna 1992: 13).
En este sentido Pablo, en cada uno de los contactos mencionados, luchaba por la
legitimación de su identidad. En cada contacto, construía un relato acerca de quién era y
de quién había sido, lo que motivaba el trámite que realizaba, avalado por el dictamen

14
La Unidad Especial de Investigación funciona en la órbita de la CONADI. Fue creada por el decreto 715/2004
como una nueva herramienta para lograr la localización e identificación de los hijos de personas desaparecidas. Entre
sus objetivos se destaca el de garantizar el máximo apoyo operativo a la CONADI y jueces y fiscales intervinientes en
las causas, con el fin de restituir la identidad de los jóvenes desaparecidos, esclarecer los hechos criminales e
individualizar y juzgar a los responsables. Tiene facultades, entre otras, de pedir información a todos los organismos
del Estado, incluyendo Fuerzas Armadas y de Seguridad, que colabore en la búsqueda.

15
del juez. Ese relato, podría pensarse como una instancia de interpretación de su propia
historia, historia actual y recientemente modificada, en pleno proceso de construcción.
A medida que trazaba el relato sobre lo que le sucedía, construía la interpretación de los
hechos, se ubicaba ante ellos. Y en este punto, encontramos una gran distancia con
respecto al otro caso, particularmente en los contactos cara a cara entre una persona de
(en) la calle y los profesionales que implementan las políticas sociales. Pues en cada
uno de ellos, para ser beneficiario, las personas deberán dar cuenta de ser
“merecedoras” de los recursos ofrecidos; de alguna manera, para integrar la población
objetivo, deberán dar cuenta y acreditar que realmente tienen las características
requeridas para beneficiarse del programa. El certificado de persona en situación de
calle es un claro ejemplo de ello. Mientras Pablo solicitaba trámites novedosos y
desconocidos para los agentes estatales en la lucha por la legitimación de su identidad,
Martín intentaba no integrarse a un sistema burocrático previamente existente, en el que
las expectativas relativas a la imagen, el comportamiento y las prácticas de los
beneficiarios, estaban previamente establecidas, así como los requisitos necesarios para
fundamentar su integración. Él debía adaptarse a ellas, o no, rechazando la identidad
imputada con la consecuente pérdida del recurso.
Esta adaptación, por su parte, también involucra cierto uso del espacio urbano. En la
ciudad, los hombres cotidianamente acuden a variadas instituciones (comedores,
roperos, centros de día, centros de salud, entre otros) ubicadas en determinados espacios
de la ciudad. Ellos dicen que circulan, que marcan un circuito por medio del cual
acceden a determinadas instituciones y recursos; los que están ubicados, generalmente,
en la periferia de la ciudad, cercanos a barrios populares, villas o (en menor medida)
zonas céntricas. Los circuitos, marcan pertenencia. Martín, elegía no circular por los
lugares donde podría encontrarse con conocidos, para evitar el tener que justificar su
imagen, ya deteriorada por el tiempo transcurrido en calle. En este sentido, también
deseaba fuertemente ya no tener que asistir al parador, dejar de circular por ese bario,
superar la situación de calle; interpretando que su salida le permitiría ya no tener
espacios restringidos, significaría dejar de ser (o aparentar ser) un “linyera”. Martín
nos hablaba de una particular forma de relación entre hábitat e identidad; más
precisamente, de la forma en que el hábitat condiciona prácticas, usos, sentidos y
representaciones, en las cuales la identidad no está exenta de sus efectos.
Por otra parte, los hijos de personas desaparecidas son víctimas de delitos cometidos en
el marco de un genocidio. La calificación legal de esos delitos es la de crimen de lesa
humanidad, porque fueron cometidos al amparo del terrorismo de Estado. Este aspecto
da lugar a un tratamiento especial sobre ellos. El Estado, en estos casos, opera de
manera explícita y especializada en la temática de la identidad: ha creado instituciones
para dar respuesta a ella como el BNDG, la CONADI y la UEI, y también ha creado e
implementado leyes reparatorias reconociendo los efectos traumáticos de la
desaparición de los padres, de la apropiación, de los nacimientos en cautiverio, y de los
secuestros; implementando para cada una de estas situaciones una reparación económica
diferente.
Pero en la implementación de políticas sociales, su vinculación con la identidad no sólo
no es explícita sino que cabría peguntarse hasta qué punto son considerados los efectos
que pudieran tener los requisitos solicitados para que una persona se “convierta” en
beneficiaria, usuaria o población objetivo a atender. En este sentido nos preguntamos
nuevamente: ¿qué es lo que el Estado entiende por identidad? ¿qué podemos inferir
sobre ella a partir de los programas implementados por el GCBA para personas en
situación de calle? Y cabe también otra pregunta: ¿de qué manera afectan las políticas

16
sociales y las clasificaciones empleadas por ellas, al proceso de construcción de
identidad?
En el segundo caso estudiado, observamos la forma en que el Estado operó en relación a
la identidad, condicionando prácticas a partir de la restitución del apellido y la
pertenencia familiar, lo que implicó la re-construcción de relaciones y vínculos
familiares. La restitución del apellido, impone vínculos de parentesco. Los términos que
apelan a esos vínculos, podrán o no reflejar una relación existente en la práctica, pero sí
la condicionarán. Considerando esta conclusión, nos peguntamos de qué manera los
rótulos, como el de persona en situación de calle, podrán condicionar prácticas y afectar
el juego de reconocimiento; juego en el que se lucha por la legitimidad de la identidad
pretendida, por el rechazo a la identidad imputada y por la imposición de ejes de
clasificación más favorables así como la inclusión de contenidos a las clasificaciones
dominantes.

Conclusiones.

A partir de la desaparición de niños en la última dictadura militar, y por el esfuerzo de


Abuelas, distintas instituciones públicas estatales fueron creadas. El BNDG, la CONADI
y la UEI son ejemplos de las conquistas de la lucha política de Abuelas. Instituciones
que para funcionar, deben responder a determinados procedimientos. Por su parte, las
leyes reparatorias que se implementan desde la Secretaría de Derechos Humanos de la
Nación, también responden a determinados reglamentos. Es decir que estas leyes y estas
instituciones fueron creadas en el marco del sistema burocrático estatal. Nuevas
instituciones (como la CONADI o la UEI) actúan en la cotidianeidad de las personas
junto con otras preexistentes. Señalamos en el trabajo el ejemplo del trámite del registro
de conducir que Pablo debió realizar. Así, nuevas y viejas instituciones operan en
diversos niveles del Estado, diferentes niveles que serán recorridos por cada una de las
personas restituidas para convalidar su identidad.
Por su parte, en el año 1997 el GCBA comenzó a “intervenir” en la problemática del
“sinhogarismo”, creando para ello una definición, la de persona en situación de calle, e
inaugurando por medio de diversos decretos programas sociales que aún hoy siguen
funcionando. En este artículo nos referimos a una de las instituciones pertenecientes al
Programa Paradores y a los recorridos necesarios para poder acceder al subsidio
habitacional (decreto 690/06).
En estos sistemas burocráticos de políticas públicas, las personas desarrollan diversos
recorridos en distintos niveles del Estado. A partir de ellos, pudimos visualizar tanto la
instauración de una identidad que el Estado pretende imponer como el proceso de
reconocimiento institucional (estatal) de la identidad, ambos desarrollados a partir de la
interacción de las personas con las instituciones públicas estatales, concretamente en las
relaciones cara a cara entabladas con los representantes del Estado. Este proceso de
instauración y reconocimiento identitario, a partir de los casos analizados, se produjo
tanto implícita como explícitamente, sin estar exento de disputas.
El certificado de persona en situación de calle, de la misma manera que el dictamen del
Juez que Pablo utilizaba para hacer reconocer su identidad, fueron los documentos por
los cuales pudimos analizar la forma en que se expresa la creencia: creencia en que
Pablo es verdaderamente Pablo, y que Martín es efectivamente una persona en
situación de calle. Porque más allá del Juez y de los profesionales actuantes que
confeccionaron dichos documentos, existe un orden impersonal, un sistema que por

17
medio de documentos, reglamentos, procedimientos y profesionales ordenados en
diferentes jerarquías (la burocracia de las políticas públicas), representa a Pablo y a
Martín, habla en nombre de ellos, con autoridad para definir quiénes son.
Mientras Pablo se identificó como Pablo, en este sentido aceptó ser Pablo; Martín negó
ser una persona en situación de calle. Sin embargo, aunque él lo negara y aunque
rechazara un documento que lo explicitaba, a los ojos de los profesionales del
Ministerio de Desarrollo Social él es una persona en situación de calle. Esta
clasificación lo representa (aún estando él en desacuerdo, sin sentirse identificado con
esa denominación) y pasará a formar parte de su historia.

18
Bibliografía

BIAGGIO, Mariana. 2008. “De las apropiaciones a las restituciones: el reconocimiento


de la identidad de los nietos desaparecidos en la última dictadura militar argentina.”
Tesis de Maestría. IDES / IDAES / UNSAM.
BOURDIEU, Pierre. 1999. Contrafuegos. Reflexiones para servir a la resistencia
contra la invasión neoliberal. Barcelona. Editorial Anagrama.
_______________2006. Intelectuales, política y poder. Bs. As. Eudeba.
DOUGLAS, Mary. 1966. Como piensan las instituciones. Madrid. Alianza Universidad.
FRASER, Nancy. 1997. Iustitia Interrupta: Reflexiones críticas desde la posición
“postsocialista”. Santa Fé de Bogotá. Siglo de Hombres Editores.
GOFFMAN, Erving. 1963. La presentación de la persona en la vida cotidiana. Bs. As.
Amorrortu Editores.
GUTIERREZ, Carlos. 2000. “Restitución del padre.” En: Fariña, Juan Jorge Michel y
Gutierrez, Carlos. (comp): La encrucijada de la filiación. Tecnologías reproductivas y
restitución de niños. Bs. As. Ed. Lumen.
HACKING, Ian. 2001. ¿La construcción social de qué? Buenos Aires. Ed. Paidos.
JULIANO, Dolores. 1992. “Estrategias de elaboración de identidades”. En: Etnicidad e
identidad. Cecilia Hidalgo y L. Tamango (comp.). Buenos Aires. C.E.A.L.
KLETNICKI Armando. 2000. “Niños desaparecidos: La construcción de una memoria.”
En: Fariña, Juan Jorge Michel y Gutierrez, Carlos (comp): La encrucijada de la
filiación. Tecnologías reproductivas y restitución de niños. Bs. As. Ed. Lumen.
MARTINEZ, María Josefina. 2004. “Paternidades contenciosas. Un estudio sobre
filiaciones, leyes y burocracias.” En: Tiscornia, Sofía (comp): Burocracias y violencias.
Estudios de antropología jurídica. Bs. As. Antropofagia.
PENNA, Maura. 1992. ‘O que faz ser nordestito’. Identidades sociais, interesses e o
‘escandalo’. Erundina. Sao Paulo. Cortez Editora. (Traducción al castellano por la
cátedra de Antropología Social I, Carrera de Trabajo Social, UBA).
TEUN A. van Dijk. 1999. Ideología. Una aproximación multidisciplinaría. Buenos
Aires. Gedisa.
TURNER, Victor. 1966. El proceso ritual. Estructura y antiestructura. Chicago. Ed.
Taurus.
ZONABEND, Françoise 1988 “De la familia. Una visión etnológica del parentesco y la
familia. En: Burguière, A.; Klapisch-Zuber, C.; Segalen, M. y Zonabend, F; Historia de
la familia. Madrid. Alianza Editorial.

Páginas web consultadas:


www.abuelas.org.ar
www.buenosaires.gov.ar
www.conadi.org.ar

Otras fuentes
Informe “10 años de la CONADI”
Ley 25.457. Publicada en el Boletín Oficial el 7/09/2001. Creación de la CONADI
Ley 23.511. Publicada en el Boletín Oficial el 10/07/1987. Creación del BNDG
Decreto Nacional 700/89, reglamento de la Ley 23.511.
Decreto 715/2004. Publicado en el Boletín Oficial del Estado el 10/06/2004. Creación
de la UEI
Decreto 690/006. BOCBA: 2463. Publicado: 21/06/2006.

19
Diario Página 12 del 05/04/2007

Documentales: “Hijos del dolor. Nietos de la esperanza.” Producido por Cuatro


Cabezas. “Por esos ojos”, producido por Cine Ojo, dirigido por Virginia Martinez y
Gonzalo Arijón. “Nietos, identidad y memoria” Dirigido por Benjamín Avila. “Botín de
guerra” Dirigido por David Blaustein.

i
Lic. en Trabajo Social (UBA). Master en Antropología Social. IDES / IDAES / UNSAM.
Doctoranda en Ciencias Sociales. UBA. Becaria Conicet. marianabiaggio@yahoo.com.ar

20

También podría gustarte