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ARTICLE-MARINA FE-Las formas de nuestras voces/chicana and mexicana writers in Mexico de

Claire Joysmith-Résumé
México, UNAM, 1995.

Estoy convencida de que éste es un libro importante. Importante porque es más que una memoria, ya que
además de reunir aquellos textos que fueron leídos en el Coloquio Literatura Escrita por Mujeres Chicanas,
aparecen aquí otros que nunca se escucharon en esa ocasión, como son, en primer lugar, el texto
introductorio de su editora, Claire Joysmith, el cual es importante no sólo para el mismo libro sino para
todos aquellos y aquellas que quizá por vez primera entran en contacto con estas escritoras todavía (y
aunque usted no lo crea) muy poco conocidas en nuestro país. También aparece una serie de entrevistas
"poscoloquio", un comentario final escrito por Norma Alarcón, una extraordi-naria bibliografia e incluso
una última sección con los perfiles biobibliográficos de las autoras. Pero eso no es todo, es más que una
memoria porque ya no se llama "Literatura escrita por mujeres chicanas", sino Las formas de  nues-tras
voces, lo que hace que se trate de un libro donde efectivamente se mez-clan las voces nuestras, las de acá y
las de allá, en inglés y en espaftol (o en ambas lenguas simultáneamente), todas de una y otra manera
mexicanas, las de "ellas", incluso, quizá más intensamente que las de "nosotras", debido a la distancia
geográfica y anímica que las separa de este México lindo y querido y que las ayuda a revalorar lo mejor de
la mexicanidad y a criticar lo peor. 
En el texto inicial, después de la introducción de Claire Joysmith, Elena Poniatowska nos dice:

Las escritoras chicanas, las pintoras, se han aduei'iado del escándalo.


Cuando Ester Hemández o Yolanda M. López se pintan a sí mismas
como la virgen de Guadalupe, una karateca de zapatos tenis que sale
del manto de estrellas, o una costurera que recarga su incendiario
halo de oro sobre el dorso de la silla para sentarse a remendar el
manto estrellado mientras el angelito de alas tricolores asoma bajo
la Singer, Ester y Yolanda se vuelven, además de transgresoras, poseedoras
del símbolo. Y todo poseedor de símbolos, metáforas y mitos
es un creador (p. 47).

Poniatowska critica a las escritoras mexicanas (creo que con razón) por ser más conservadoras que las
chicanas, por ser más elitistas (ella dice "estéti-cas") y por rechazar nuestros propios mitos. Pero hay de
mitos a mitos: una cosa, por ejemplo, es fascinarse con la imagen de la Guadalupana o de la Llo-rona,
apropiárselas a partir de esa "toma de distancia", y otra muy distinta es vivir en los mitos sin darse cuenta
siquiera de que existen y que nos definen cotidianamente. Con esto quiero decir que mexicanas y chicanas
somos y no somos lo mismo. Que las segundas son, quizás, más interesantes y más propositivas que las
primeras, porque ellas son las dos cosas al mismo tiempo. Por eso este libro me parece tan importante y
hasta necesario, ya que abre la frontera de regreso a nuestras compatriotas para que nosotras aprendamos a
escuchar sus voces que también son las nuestras. En este sentido, se trata de un libro-puente que logra que,
a pesar de que los cuerpos sigan sufriendo la vio-lencia de "la migra" y la impotencia de nuestros
gobernantes, las palabras vue-len a través de este tipo de puentes imaginarios y dejen de ser reprimidas,
silenciadas, para decir lo que acá, de este lado, a lo mejor ni sabíamos ni ha-bíamos pensado.

El Coloquio tuvo lugar aquí, en la UNAM, en esta Facultad, y el libro es importante porque "re-presenta"
ese encuentro que reúne voces creativas y voces críticas que, aunque ya no nos hablan en vivo, siguen
hablando en pre-sente y diciéndonos muchas cosas. Un encuentro entre nosotras, pero sobre todo de
nosotras con ellas, nuestras parientes lejanas pero al mismo tiempo tan cercanas. En este sentido estoy de
acuerdo con Claire Joysmith, cuando en su introducción subraya que el libro pretende "crear un espacio
textualizado en donde las formas que adquirieron las voces en ese evento se vayan desdoblan-do,
transmutandesdoblan-do, a fin de que esta variada gama de voces testimoniales co-bren otras formas -
incluso inesperadas en algunas ocasiones" (p. 16). Así, además de ser libro, este objeto que tenemos hoy
entre nosotros, es también un pasaje de ida y vuelta, un viaje que reúne a unas y a otras, a unas y
a otros. Otros, sí, porque a pesar de que el encuentro haya sido prácticamente un en-cuentro de mujeres, el
libro busca a los otros lectores, se abre a todos para que las voces femeninas sean también escuchadas por
ellos, aunque muchos quieran resistirse.
Un puente, un encuentro, un viaje ... Quiero detenerme en una sección que a
propósito no mencioné antes y que es, de alguna manera, central, medular. Se
llama "Encuentro entre escritoras chicanas y mexicanas" y da cuenta del momento
en que todas las participantes en el Coloquio se sentaron juntas a dar la
cara, a mirarse, a encontrarse. Se trata de la transcripción de lo que, de forma
más improvisada, se dijo en esa ocasión en tomo a los siguientes temas:

l. La conciencia de la experiencia personal: enunciando el ser mujer.


2. Encuentros y desencuentros culturales y literarios: legado, realidades, fronteras, puenteos.
3. Estrategias narrativas: la subversión como supervivencia literaria.

En relación con estos temas descubrimos comentarios muy sugerentes, muy apetitosos, de cada escritora.
Por ejemplo, cuando Norma Cantú se refiere al afán subversivo de su obra Canícula: Snapshots 01 a
Girlhood en la  Fron-tera, "tratando de una manera posmoderna la historia, la experiencia autobiográfica
y la ficticia en un compendio de varias fotografias" (p. 212); o cuando Ana Castillo explica: "En mi obra,
en mis novelas, la subversión se encuentra en la estructura, en el lenguaje, en la técnica; también adopto la
postura como escritora, como poeta, que lo que se debe escribir no es lo que se permite, sino lo que no se
ha permitido" (p. 213). Y de este otro lado, por ejemplo, Ethel Krauze señala:

Imagínense que hubiera un coloquio de literatura masculina, donde


vinieran escritores como Carlos Fuentes, Octavio paz y Jaime Sabines
y los escritores de Estados Unidos, que vinieran a contar de su familia,
de cómo nacieron, de si colgaban a la muñeca, y que vengan a
contar estas cosas íntimas. Ellos no se preguntan estas cuestiones.
Nosotras sí tenemos esa necesidad. Eso nos hace diferentes y legítimamente
diferentes. Así que creo profundamente en que no hay una
literatura neutra, hay una literatura masculina, hay una femenina; la
suma de ambas es la universal (p. 228).

Y Margo Glantz:
[ ... ] y yo quería tener el pelo como Greta Garbo, los ojos como Anne
Sheridan, los pies como ustedes quieran, y el cuerpo como Rita
Hayworth. Pero el cuerpo no podía yo tenerlo así porque tenia un
cuerpo un tanto encorvado por la herencia judía que me traía
escoliosis, y tenía el pelo que me crecía a lo ancho, no a lo largo, y
parecía yo faraón egipcio ... Por lo tanto, decidí reconstruir mi cuerpo
en la escritura. Entonces, mi escritura no es como la de Proust,
una escritura en busca del tiempo perdido, sino una escritura en busca
del cuerpo perdido (p. 231).

Rebeldía, desobediencia, intimidades autobiográficas, experimentación,


reconocimiento de nuestras diferencias, cuerpo y escritura ... éstas son sólo algunas
de las características de muchas obras literarias escritas por mujeres y que en esta sección aprendemos
no de parte de la crítica literaria feminista sino de las escritoras mismas. Así, en la medida en que se resiste
a ser como otros libros, como las memorias de ... o como las antologías de ... , este libro es igualmente
rebelde, desobediente, íntimo, experimental, diferente, en fin, un libro subversivo donde se habla de lo que
no se dijo en el Coloquio, como aclara Norma Cantú en la sección de "Entrevistas poscoloquio":
Desarrollando eso de qué fue lo que no se dijo, yo no sentí que las escritoras, incluso algunas de nosotras
(las chicanas), nos desnudá-bamos como escritoras. Creo que es falta de confianza, que no se sentía el
ambiente saje, it wasn 't a saje space to really open up and say "this is how 1 jee/ about my writing, this is
why 1 write ". Había niveles, and we were willing varias de nosotras, myselfincluded, to ta/k about my
class position, and como quitar unas capas de los ve-los que nos cubren ... pero no totalmente (p. 242).
o Ethel Krauze:

No hubo oportunidad para entablar verdadera relación entre las escritoras


chicanas y las mexicanas. Fue, un poco, un conjunto de monólogos
y no un diálogo total, aunque, de cualquier manera, los frutos
muy positivos del Coloquio son: un primer acercamiento; la conciencia
para ambas partes de que existimos; conocemos aunque fuera de
nombre, fisicamente, y algunos títulos de nuestras obras (p. 237).

Me parece que el libro logra, hasta cierto punto, superar esas "deficiencias"
del Coloquio en la medida en que, en lugar de un conjunto de monólogos,
se convierte, de alguna manera, en una especie de diálogo abierto y porque es,
además, uno de los resultados más "fructíferos" de esa reunión. Porque este
libro-puente también es un tapiz que entreteje diferentes presencias, diferentes
voces e incluso diferentes actitudes frente a la tradición, ya que las escritoras
chicanas, como dice Ana Castillo:

"choosing to be conscious transmitters


of literary expresions [ ... ] have become excavators of our culture, mining for
our own metaphors, legends, folklore and myths" (p. 89).
Me gustaría que también para las escritoras mexicanas, para las intelectuales,
para las académicas, para todas aquellas que estén dispuestas a "excavar
en nuestra cultura" esta búsqueda de "nuestras propias metáforas" fuera una
tarea prioritaria y compartida.

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