Está en la página 1de 7

DLIDERAZGO PROFESIONAL

TEMA : LIDERAZGO DE
Vladímir Vladímirovich
Putin 
PROFESOR : DR. OSWALDO
SEGUNDO MURILLO
PITTMAN
Alumnos : 1. LEONCIO ANDIA
GUISADO
2. Víctor pozzo moran
3. Abel Chipana Ayala
4. ROSA YAURIS
HUAYHUAS
5. JACOMO LOPEZ
ZAPATA

Lima – Perú
2021
¿QUE ES LIDERAZGO?
El liderazgo es una cualidad que tiene una persona, la cual reubica en la
misma un conjunto de habilidades efectivas para trabajos de grupo, esta
persona influye en una forma persuasiva, asertiva y positiva con el grupo, esta
persona con la cualidad de liderazgo debe rodearse de la mejor calidad de
personas para crear un ambiente y progresar en los objetivos del grupo, por
ultimo puedo añadir que tiene una capacidad innata de hacer que otras
personas lo sigan y estén convencidos de sus capacidades.

Vladímir Vladímirovich Putin 


Es un político, abogado y exagente del KGB. Es el actual presidente de la
Federación Rusa desde 2012, cargo ejercido anteriormente
entre 1999 y 2008, lo que lo convierte en el que más tiempo ha estado en ese
cargo desde la ruptura de la URSS.
También fue Presidente del Gobierno Federal de Rusia entre 1999 y 2000 y
desde 2008 hasta 2012. Generalmente ha estado asociado a los
partidos Nuestro Hogar – Rusia, Unidad, y desde 2008 a Rusia
Unida (nacionalista), partidos de tendencia conservadora.
Proveniente de una familia de origen humilde, Putin se graduó, con honores,
en la carrera de Derecho en la Universidad Estatal de Leningrado, tras lo cual
ingresó en el servicio de espionaje del KGB, siendo destinado como agente
en Dresde (Alemania Oriental). Después de la caída del Muro de Berlín,
regresó a Leningrado (actualmente San Petersburgo), donde fue ayudante del
rector de su alma mater, pasando, en 1990, a convertirse en asesor
de Anatoly Sobchak, entonces presidente de la Diputación de Leningrado.
Tras el triunfo de este en las elecciones para la alcaldía, pasó a ser jefe del
Comité de Relaciones Exteriores del ayuntamiento y vicealcalde. En 1996,
después de la derrota de Sobchak en los comicios de turno, Putin se trasladó
a Moscú con un puesto en la administración del presidente Borís Yeltsin.
A partir de entonces, Putin ascendió rápidamente como funcionario: en 1998
fue nombrado director del Servicio Federal de Seguridad (sucesor del KGB),
cargo que ocupó a partir de marzo del año siguiente de forma simultánea con
el de secretario del Consejo de Seguridad Nacional. En agosto encabezó el
Gobierno e inició la segunda guerra chechena, lo que acabó de convertirlo en
uno de los políticos más populares de Rusia. Cuando Yeltsin anunció su
dimisión el 31 de diciembre de 1999, de acuerdo con la Constitución rusa,
Putin se convirtió en presidente interino.
Ganó las elecciones presidenciales del 26 de marzo de 2000 con el 52,94 %
de los votos. Durante su gestión hubo altos índices de crecimiento
económico, con un incremento del 72 % en el PIB y una sustancial
disminución de la pobreza. A diferencia de su predecesor, su gobierno gozó
de amplio apoyo popular y fue reelegido en las elecciones de marzo de
2004 con el 71,31% de los votos.
En 2008, al no poder presentarse a un tercer mandato por no estar permitido
en la Constitución Rusa, Putin impulsó la candidatura del entonces viceprimer
ministro Dmitri Medvédev en las presidenciales de 2008, el cual ganó las
elecciones. Putin se convirtió entonces en primer ministro. En los comicios de
marzo de 2012 fue elegido nuevamente presidente (63,60 % de los votos),
aunque hubo acusaciones de fraude por parte de la oposición. Fue reelegido
con un 76,69 % de los votos en los comicios presidenciales de 2018.
Históricamente, todos sus mandatos han sido ampliamente aceptados por los
ciudadanos rusos, si bien Putin ha sido criticado por diferentes personalidades
y medios de comunicación, especialmente fuera de su país, por presuntas
violaciones de los derechos humanos y a las libertades religiosas ocurridas
durante sus dos primeros mandatos, por su manejo del conflicto checheno,
así como también por reformas políticas que han sido interpretadas por
algunos como un retroceso en las conquistas democráticas rusas, tales como
el fin de las elecciones por voto universal y directo de los presidentes de las
repúblicas de la Federación. Sin embargo, no se opuso a que el presidente
Dmitri Medvédev impulsara una ley, a principios de 2012, por la que se vuelve
a las elecciones directas de algunos cargos estatales y gubernamentales.
También se ha criticado a Putin por sus declaraciones en ciertos
acontecimientos como el hundimiento del submarino Kursk el 12 de agosto de
2000, la tragedia en el Teatro Dubrovka por terroristas islámicos chechenos,
la masacre de la escuela de Beslán y el asesinato de la periodista Ana
Politkóvskaya. Se le ha acusado de utilizar selectivamente la justicia para
disuadir adversarios, como en el caso del magnate petrolero Mijaíl
Jodorkovski, y de haber impuesto el control sobre la televisión, cuyos
principales canales volvieron a manos del Estado o de empresas cercanas
controladas por este.
El historiador estadounidense Timothy Snyder en su libro El camino hacia la
no libertad (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2018) ha destacado la notable
influencia en las ideas de Putin del «fascismo cristiano» del pensador
ruso Iván Ilyín.

LIDERAZGO, LA CLAVE DE VLADÍMIR VLADÍMIROVICH PUTIN


Una palabra explica el triunfo que consiguió Vladimir Putin: liderazgo. Es que
bajo ese término se esconde lo que esta sociedad, harta del pasado y
cansada del caos, reclamaba y él les dio: una mano lo suficientemente firme
para sacar al país de la crisis, un líder físicamente sano, un dirigente todavía
joven que piensa en reformas pero que cree y apuesta a los valores
tradicionales de Rusia
Porque lo que en Occidente puede sonar duro y hasta inadmisible en un
candidato, como prometer la dictadura de la ley, lanzar una guerra a fondo y
sin misericordia o garantizar un Estado fuerte y controlador, acá es lo que la
gente quiere escuchar. Y Putin consiguió que los rusos sintiesen que
finalmente había llegado el líder que, uniendo pasado y futuro, podía
encaminarlos nuevamente.
Un líder fuerte De todas maneras, el haber conseguido una menor cantidad de
votos a la esperada también es una señal de que los rusos, aunque busquen
al líder fuerte, tampoco están dispuestos a darle carta blanca a nadie, sea
héroe de Chechenia o campeón de judo.
Putin no tiene ideología y por eso se ajusta perfectamente a la sociedad rusa,
hastiada de sufrir por el pasado y hastiada de la crisis actual, destaca el
analista político Viatschelav Nikonov, mientras que el editorialista Alexandre
Kabakov, del diario Kommersant, asegura que Putin libera a los rusos de su
complejo de culpabilidad de ex ciudadanos soviéticos y les acerca el principio
de los estadounidenses: mi país se equivoca, pero es mi país.
Es que en estos dos puntos, la ausencia de cuestiones ideológicas y el
retorno al orgullo ruso, el éxito de Putin, aunque no haya sido en los
porcentajes que él esperaba, cobra aún mayor sentido. Es más: a la hora de
arriesgar, ni siquiera podría decirse que los rusos votaron con el bolsillo, ya
que nadie tiene todavía muy en claro hacia donde se dirige el nuevo
presidente, que ha mezclado varias veces la idea de un mercado libre con el
de un Estado controlador. Y por eso pese a la crisis, que aún persiste con
fuerza, pese a los cambios increíbles visibles en cualquier lugar del país, los
votantes no se preocuparon por cuestiones como programas de gobierno,
integrantes de equipos, líneas de acción. Querían un líder y por eso, pese a
los temores que pueda suscitar, escogieron a Putin.
Los ojos del mundo Claro que el gobierno de Putin no les interesa sólo a los
rusos: todo Occidente tiene puestos sus ojos en el nuevo hombre fuerte del
país, todavía una nación cuya potencia nuclear puede devastar al mundo en
cuestión de minutos. Hasta el momento, y nadie cree que cambie tras su
triunfo, el discurso de Putin hacia afuera de las fronteras fue mucho más
moderado, y no sólo llevó calma a los inversores asegurando que respetará y
fomentará la propiedad privada, sino que además mantiene excelente
relaciones con los jefes de Estado de las potencias occidentales.
De todas maneras, la elección del domingo deja un punto que no se debe
soslayar: el alto porcentaje alcanzado por el comunista Guennadi Ziuganov,
que recibió el apoyo de casi una tercera parte de los votantes.
Después de una década de dolorosa transición, y con la democracia que no
existía en la época que recuerdan los nostálgicos, la mayoría de los rusos,
convencidos de que no hay ni puede haber marcha atrás en lo conseguido,
optó por el pragmatismo y la desideologización como herramientas para salir
de la crisis.
Putin supo entender lo que la sociedad reclamaba. Ahora debe mostrar que
también es capaz de llevarlo a la práctica y que no será una nueva apuesta
fracasada en el duro y necesario camino de la modernización definitiva de
Rusia.

También podría gustarte