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UNIVERSIDAD NACIONAL

“PEDRO RUIZ GALLO”


Facultad de Derecho y Ciencias Políticas
Escuela académica profesional de Derecho

“CONSECUENCIAS ACCESORIAS
DEL DELITO”

ASIGNATURA:
DERECHO PENAL.

DOCENTE:
Dr. Aldo Zapata López.

INTEGRANTES:
RUIZ RAMOS, Kiara.
SANTIN SANTAMARIA, Paola
VENTURA GRANADOS, Fátima.

AÑO Y AULA:
2° “B”

LAMBAYEQUE – PERÚ, 2020


ÍNDICE

CAPÍTULO PRIMERO: “GENERALIDADES”

I. GENERALIDADES .............................................................................................................................. 3
II. ¿QUÉ SE ENTIENDE POR CONSECUENCIAS ACCESORIAS?......................................................... 7
1. EL PROBLEMA DE SU NATURALEZA ........................................................................................... 7
2. ÁMBITO DE APLICACIÓN: ............................................................................................................. 9

CAPÍTULO SEGUNDO: “DECOMISO”

I. MARCO LEGAL PERUANO.............................................................................................................. 11


II. DEFINICIÓN ..................................................................................................................................... 11
III. DIFERENCIAS FUNDAMENTALES ENTRE EL DECOMISO Y OTRAS INSTITUCIONES
JURÍDICAS ................................................................................................................................................ 12
1. CONFISCACIÓN (GENERAL TOTAL, PARCIAL Y ESPECIAL)..................................................... 12
2. DECOMISO ADMINISTRATIVO ................................................................................................... 12
3. EMBARGO O ASEGURAMIENTO DE BIENES ............................................................................. 13
4. INCAUTACIÓN .............................................................................................................................. 13
5. RECUPERACIÓN DE ACTIVOS ..................................................................................................... 13
6. EXTINCIÓN DE DOMINIO ............................................................................................................ 13
IV. NATURALEZA JURÍDICA ............................................................................................................ 14
1. NATURALEZA JURÍDICA PUNITIVA: EL DECOMISO COMO PENA .......................................... 14
2. EL DECOMISO COMO MEDIDA DE SEGURIDAD........................................................................ 15
3. EL DECOMISO COMO CONSECUENCIA ACCESORIA DEL DELITO ........................................... 15
V. FUNDAMENTOS .............................................................................................................................. 17
VI. CLASIFICACIONES....................................................................................................................... 17

CAPÍTULO TERCERO: “RESPONSABILIDAD PENAL DE LAS PERSONAS


JURÍDICAS”

I. CONCEPTOS PRELIMINARES: ....................................................................................................... 21


II. DEL “SOCIETAS DELINQUERE NON POTEST” AL “SOCIETAS DELINQUERE”: ...................... 22
1. FUNDAMENTO DOCTRINALES DE LA CAPACIDAD DE ACCIÓN Y CULPABILIDAD: .............. 23

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III. CRITERIOS Y REQUISITOS PARA A IMPOSICIÓN DE LAS CONSECUENCIAS ACCESORIAS:
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1. CRITERIOS:................................................................................................................................... 25
2. REQUISITOS: ................................................................................................................................ 26
IV. ASPECTOS DOGMÁTICOS DE LA RESPONSABILIDAD PENAL JURÍDICA: .......................... 26
V. CLASES DE CONSECUENCIAS ACCESORIAS: ............................................................................... 29
VI. REGLAS DE APLICACIÓN: .......................................................................................................... 30

EXCURSO .................................................................................................................................................. 34

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CAPÍTULO PRIMERO:

“GENERALIDADES”

I. GENERALIDADES

El título VI del libro primero del C.P. comprende a la reparación civil y a las
consecuencias accesorias del delito. Si bien la reparación civil se encontraba ya regulada en
el C.P. anterior de 1924, la introducción de las así denominadas consecuencias accesorias
constituye una de las más importantes novedades del C.P. peruano vigente y que, pese a las
deficiencias que pueden observarse en su redacción y sistematización posee un enorme
mérito desde la perspectiva político criminal.

Empero, no se puede afirmar que el C.P. anterior no hacía ninguna referencia a una
medida accesoria vinculada a la imposición de una pena o medida de seguridad. El art. 46
del C.P. de 1924 prescribía que:

“Toda condena penal llevará consigo la pérdida de los efectos que


provengan del delito y de los instrumentos con que se ejecutó. Los unos y los
otros serán confiscados, a no ser que pertenecieran a un tercero no
responsable.

Cuando se trate de cosas cuyo destino propio es servir de instrumentos


del delito o cuya fabricación, porte, uso o venta sean ilícitos, se ordenará
siempre su confiscación, aun cuando no pertenezcan al acusado”.

Las consecuencias accesorias en cuanto a su naturaleza jurídica tienen diversas fuentes.


Ella no obedece a un solo criterio rector, sino que su origen es plural. Responde a la
necesidad de emplear una adecuada técnica legislativa en la regulación de las diversas
consecuencias jurídicas que se aplican luego de la comisión de un delito y que, por cierto, no
son ni penas, ni medidas de seguridad o incluso no constituyen una reparación civil. El
legislador penal lejos de incurrir en un desorden y caos normativo creando diversas
disposiciones, sin ninguna rotulación sistemática, ha decidido recoger las diversas
sanciones [consecuencias] que se derivan de la comisión de un ilícito penal bajo un título
sugestivo, pero poco claro en su contenido, como es el de las “consecuencias accesorias”.

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Debe quedar claro, desde un principio, que las consecuencias accesorias a las que hace
referencia el C.P. no responden a un mismo fundamento y a una misma naturaleza, pues
ellos varían según clase o tipo de sanción jurídica que se trate bajo dicha denominación. O
lo que es lo mismo: no es que el comiso de los efectos o instrumentos del [art. 102], el comiso
facultativo [art. 103], la privación de los beneficios obtenidos de una persona jurídica [art.
104] o las medidas contra las personas jurídicas [art. 105] respondan a un patrón común o
a un único denominador jurídico, sino que su incorporación y agrupamiento tras una sola
rotulación se debe a razones muchas veces coyunturales y episódicas, como es el reflejar
una adecuada técnica legislativa, la cual reclama una mínima ordenación en el tratamiento
normativo de las diversas materias, dado que no pueden encontrarse diseminadas sin
mayor sentido y criterio sistemático a lo largo del C.P.

Las consecuencias “accesorias” del delito no encajan en el catálogo de penas instaurado


en el C.P. No se trata de consecuencias que respondan a un mismo fundamento o a una sola
naturaleza que por su proximidad o parentesco jurídico terminan por agruparse bajo una
denominación común. Su aplicación es contingente y depende del cumplimiento de su
propio fundamento y presupuestos. No es correcto entender que la comisión de un delito
acarrea obligatoriamente la aplicación de una “consecuencia accesoria”.

Creemos que la denominación de “consecuencias accesorias” tiene una fundamentación


y una naturaleza compleja que no puede ser reconducido a un solo criterio sistemático
superior. En este sentido afirma, por ejemplo, que el comiso de ganancias posee un
fundamento en el principio patrimonial ilícita, y que las medidas contra las personas
jurídicas se basan en una suerte de peligrosidad objetiva a que puede ser sometido el ente
colectivo por la conducta de individuos o personas naturales que, por lo general, son
titulares de empresa. Las acciones sintomáticas no pueden proceder de la propia persona
jurídica, que carecen de una capacidad acción, sino de las personas individuales que
actuaron en nombre de aquella. La agrupación delictiva obre la cual recaen generalmente
las consecuencias accesorias no es sujeto sino objeto del comportamiento delictivo.

Lo dicho, sin embargo, no quita un ápice a que las denominadas “consecuencias


accesorias” sean verdaderas sanciones jurídicas que se derivan de la comisión de un delito.
Como bien se sabe, y lo ha remarcado correctamente la mejor doctrina perteneciente a la
teoría general del derecho, las sanciones jurídicas pueden clasificarse como sanciones
positivas, llamadas también sanciones en sentido amplio, y las sanciones negativas,
llamadas sanciones en sentido estricto. Las primeras, que tienen sólo una existencia
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excepcional, se caracterizan por conceder un beneficio u otorgar una ventaja, en virtud de
la comisión de un hecho meritorio o a la realización de una prestación altamente valiosa
para la sociedad. Las segundas, por su parte, y que integran el tipo de sanciones más
frecuentes respecto a su empleo por parte del ordenamiento jurídico, se caracterizan por
disminuir, limitar o eliminar el ejercicio o goce de un bien jurídico o un derecho. De las
diversas clases de sanciones negativas existentes las sanciones del Derecho Penal [penas y
medidas de seguridad] ocupan un lugar altamente destacado, pues imponen las aflicciones
más graves y duras a los derechos y bienes jurídicos de los ciudadanos.

Las “consecuencias accesorias” son justamente sanciones jurídicas de tipo aflictivo en la


medida que imponen restricciones, eliminan o limitan algo. Sin embargo, no se trata de
sanciones jurídico-penales en sentido estricto, a pesar que su ubicación es el C.P., no tanto
porque el artículo 28 del C.P, cuando se refiere a las clases de penas, no las recoja como tales
[argumento formal], sino más bien porque cumplen una función y finalidad distintas, desde
la perspectiva político criminal y dogmática, respecto a la pena y a la medida de seguridad
[argumento material].

Las consecuencias accesorias cumplen una loable función político criminal, ya que no
sólo refuerzan la labor de prevención propia de las normas penales sino que, a veces,
mediante su adecuado empleo, se logran cumplir con las medidas preventivas de carácter
general como es el alentar la confianza en las normas y la fidelidad al derecho.

Así, por ejemplo, sin un comiso de los efectos ilícitos provenientes de la infracción penal
o de los mismos instrumentos con los que se ejecutó el delito se entorpecería no sólo la labor
probatoria, sino que correría el riesgo de que se sigan cometiendo, por parte del autor o de
terceros, diversos delitos; situación que produciría alarma social y desconfianza en la
verdadera eficacia de los instrumentos jurídicos más graves: la pena y medida de seguridad.
Del mismo modo, a veces la sanción personal o individualizada que recae sobre los
directivos o representantes de una persona jurídica si bien es necesaria, resulta claro que
en ocasiones es insuficiente y no basta para tranquilizar la conciencia social perturbada por
el delito [como sucede en los delitos socioeconómicos, delitos contra el medio ambiente u
otras formas de la criminalidad empresarial], siendo indispensable implementar una serie
de medidas e instrumentos jurídicos tales como la clausura de los locales de la persona
jurídica, la disolución de la sociedad, la suspensión de las actividades o la prohibición de
realizar actividades.

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Ello termina por demostrar que a veces la mejor respuesta contra el delito o bien no
pasa por la pena o medida de seguridad o bien, como en este caso, siendo necesario aplicar
esta clase de sanciones, su utilización aislada, que se desvincula de otros instrumentos
jurídicos, equivale a una pérdida de eficacia y a un limitado alcance de los fines preventivos
que se pretenden alcanzar por parte del legislador.

Las consecuencias accesorias no vienen sino a representar un loable complemento


jurídico social al empleo de las sanciones penales [pena y medida de seguridad] y que, en
muchos casos, logran alcanzar un mejor y más útil resultado.

Las consecuencias accesorias, ya sea el comiso o las medidas contra las personas
jurídicas, no son sanciones penales contra las personas jurídicas, no son sanciones penales
en el sentido de la pena o la medida de seguridad. Están equivocados aquellos que pretenden
asignarles el rango de “auténticas y verdaderas penas”. De concebirse como penas se tendría
que exigir la comprobación de la culpabilidad, dado que no hay pena sin culpabilidad. Sería
inadmisible, entonces, decretar el decomiso de un instrumento peligroso a un imputable.

Por otro lado, como la pena es una institución que se aplica de manera eminentemente
personal, y no puede imponerse a un colectivo de personas o no puede recaer sobre quienes
no han intervenido en la comisión del delito en el grado de autores o participes, no se
lograrían explicar de manera plenamente satisfactorias las “penas” que recaen sobre las
personas jurídicas y que se encuentran contenidas en el art. 104 del C.P. Asimismo, el
decomiso sólo podría dictarse sobre los bienes [efectos o instrumentos] de los
intervinientes en el hecho y no, por ejemplo, sobre los bienes de propiedad de terceros con
los que se ha ejecutado el delito. En esta línea, y de considerarse como penas a las
consecuencias accesorias, sería imposible como lo ha destacado Gracia Martín – decretar el
decomiso de los bienes cuyo titular es una persona jurídica puesto que el ente colectivo es
un tercero no interviniente y, como se sabe, la pena no puede afectar a éstos, sin contar,
además, que los entes colectivos están incapacitados para ser sujetos de responsabilidad
penal.

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II. ¿QUÉ SE ENTIENDE POR CONSECUENCIAS ACCESORIAS?

1. EL PROBLEMA DE SU NATURALEZA
Uno de los primeros problemas que aparecen alrededor de las “consecuencias
accesorias”, más allá de su adscripción como verdaderas sanciones jurídicas [no penales],
es saber el significado de las consecuencias accesorias. Resulta problemático determinar,
independientemente de la cardinal importancia del asunto práctica del asunto, cuál es el
sentido jurídico con el que debe interpretarse la referencia a (consecuencias) accesorias.

Una primera interpretación de la expresión puede entender que las mencionadas


consecuencias accesorias solo se imponen siempre que se aplique una pena o medida de
seguridad. Se cumpliría así con el viejo adagio que lo accesorio corre la suerte de lo principal.
De tal manera que de no existir ni imponerse en el caso concreto una pena o medida de
seguridad, sería completamente irrealizable jurídicamente la aplicación de las mencionadas
consecuencias accesorias, pues son aquellas las que dan a éstas el correcto sentido y
habilitación jurídica.

Por su parte, un segundo criterio hermenéutico considera que la referencia a


“accesorias” no perjudica en nada la independencia y autonomía, tanto conceptual como
pragmática, de esta clase de sanciones. El juez o el tribunal podrían aplicarlas al margen de
si imponen o no una pena o medida de seguridad. Para este criterio, la accesoriedad de estas
consecuencias jurídicas no debería entenderse como si su posibilidad de aplicación estaría
supeditada a una pena, y por tanto, a la conducta típica, antijurídica y culpable. Bastaría solo
la realización de un injusto penal, sin necesidad de la declaratoria de culpabilidad del agente.
Esta segunda interpretación no comprendería lo “accesorio” como lo estrictamente ligado a
lo principal, de quién dependería su viabilidad jurídica, sino más bien que enfatizaría su
interpretación en el sentido de una consecuencia secundaria o simplemente consecuencia
“no principal”.

La discusión se trabaría entre dos extremos jurídicamente bien delimitados: por un lado
las consecuencias accesorias pueden entenderse como si la ley se refiriera a consecuencias
accesorias de la pena; y, por el otro lado, puede interpretarse que la utilización de la frase
mencionada quisiera remarcar a una consecuencia accesoria del delito.

No obstante, optamos por interpretar la referencia a las consecuencias accesorias en


este último sentido. Creemos que cuando la ley emplea a esta terminología pretende poner
el acento no tanto en la accesoriedad de las mencionadas sanciones, sino más bien la vincula
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a la idea del delito cometido. Bastaría la conducta típica y antijurídica, independientemente
de si existe o no la culpabilidad, siempre eso sí, que concurra la peligrosidad objetiva de la
cosa. A esta conclusión permite llegar a un conjunto de razones.

Una de ellas, de carácter sistemático, repara en la ubicación de las consecuencias


accesorias junto a la reparación civil, que vendría a aclarar su sentido y funcionalidad
jurídica. Si la reparación civil se aplica independientemente de la concurrencia de una pena
medida de seguridad, siendo su único presupuesto la producción de un daño ilícito,
patrimonial o extrapatrimonial, las consecuencias accesorias que se agrupan bajo un mismo
título no pueden dejar de poseer dicha característica. Su aplicación no depende de una pena
o medida de seguridad, sino de la comisión de un ilícito penal entendido como conducta
típica y antijurídica, muy aparte de si estamos frente a un comportamiento culpable, como
si nos enfrentáramos a la peligrosidad criminal del agente, requisito indispensable de las
medidas de seguridad.

Por otro lado, un argumento de naturaleza político criminal, nos obliga a ver, que no hay
razón para entender que las consecuencias accesorias sean en realidad penas, o solo
medidas de seguridad, pues su distinta ubicación respecto al catálogo de penas descritas en
el C.P. hace pensar en si diversa finalidad como en el hecho de que parten de distintos
supuestos jurídicos. En efecto, si las consecuencias fueran verdaderas penas o se impusieran
de manera obligatoria junto a las tradicionales sanciones jurídicos penales, no quedaría
claro, y menos se podría explicar, por qué el legislador ha creado “penas” y les ha asignado
no solo una ubicación diferente, sino también les ha impuesto una finalidad completamente
distinta a la que ellas.

Entonces decimos, que las consecuencias accesorias no pueden ser consideradas como
penas, en sentidos de sanciones que se aplican solo cuando se imponga una pena o medida
de seguridad, dado que su regulación, tal como se encuentra en el Código Penal Peruano,
atentaría al principio de legalidad de los delitos y de las penas, y de ser así las consecuencias
accesorias no serían la excepción, debe encontrarse prevista de manera expresa y taxativa
en la ley.

Esto significa que para la aplicación de las consecuencias accesorias cada tipo penal
debería establecerse formalmente, y esto pasaría a ser un inútil adorno jurídico dentro del
C.P.

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Queda claro que si bien las consecuencias accesorias no son penas ni medidas de
seguridad, no dejan de representar una especie o clase de sanciones jurídicas negativas,
cuya naturaleza y fundamentación es diversa. Las penas y medidas de seguridad, si bien son
las clases de sanciones jurídicas más graves, no son las únicas.

Algunos autores consideran que las consecuencias accesorias no solo tienen una
naturaleza administrativa, sino también civil y que se fundaría en la peligrosidad objetiva
de determinados cosas materiales. Sin embargo, estas no cumplen con los presupuestos y
requisitos de las sanciones civiles, como sí sucede en la reparación civil, que puede ser
también ordenada por un juez o tribunal civil, aquellas solo se pueden dictar dentro de un
proceso penal.

Se indica que las consecuencias accesorias presentan un carácter administrativo que se


imponen en un proceso penal y se basan en la peligrosidad objetiva de la cosa.

2. ÁMBITO DE APLICACIÓN:
Las consecuencias accesorias no suponen, contra la idea sumamente extendida en la
práctica, una serie de sanciones exclusivamente aplicables a las personas jurídicas. Su
campo es mucho más amplio. En realidad, las únicas sanciones que de modo genuino le
pueden ser aplicables son las contenidas en el art. 105 del C.P.. El Comiso, como luego
veremos, posee un ámbito de aplicación mayor que si bien puede alcanzar también a los
entes colectivos su finalidad y sentido fácilmente trasciende más allá de la actividad que
puedan cumplir las personas jurídicas e incluso no se limita únicamente al caso de los delitos
patrimoniales o socioeconómicos.

Por otro lado, no es correcto en la legislación peruana establecer una regla general
respecto al ámbito de aplicación de las consecuencias accesorias. Por el contrario, resulta
indispensable realizar un estudio diferenciado según la clase de consecuencia que se trate o
del sentido y alcance de la disposición penal especial.

Así el comiso tiene un ámbito de aplicación distinto y de mayor cobertura que las
medidas que se les imponen a las personas jurídicas. El primeo se halla regulado en los
artículos 102 y 103 del C.P., mientras que las segundas se encuentran específicamente en el
art. 105 del C.P. Debe destacarse, como después veremos, que el art. 104 del C.P. constituye
una disposición híbrida que pretende regular, y lo hace de manera altamente insatisfactoria,

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el comiso de ganancia pero circunscrito a las personas jurídicas, restringiéndolo al monto
necesario para cubrir la reparación pecuniaria.

Como medidas pertenecientes al derecho sancionador, creemos que la aplicación de las


consecuencias accesorias deben participar de los alcances del principio de intervención
mínima. Su utilización contra la delincuencia, en especial, la organizada, no puede ser
indiscriminada ni siniestra, debe administrarse con suma cautela.

Su empleo debe producirse cuando hayan fracasado otros medios de control social de
naturaleza menos lesiva, como la reparación civil u otros mecanismos alternos. Asimismo,
en el campo de las consecuencias accesorias deben seguirse respetando los alcances del
principio de proporcionalidad de las sanciones que obligan a una correspondencia
valorativa entre el delito cometido y la sanción que se va a aplicar.

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CAPÍTULO SEGUNDO:

“DECOMISO”

I. MARCO LEGAL PERUANO


“Artículo 102.-

El juez, siempre que no proceda el proceso autónomo de pérdida de dominio previsto


en el Decreto Legislativo 1104, resuelve el decomiso de los instrumentos con que se hubiere
ejecutado el delito, aun cuando pertenezcan a terceros, salvo cuando estos no hayan
prestado su consentimiento para su utilización. Los objetos del delito son decomisados
cuando, atendiendo a su naturaleza, no corresponda su entrega o devolución. Asimismo,
dispone el decomiso de los efectos o ganancias del delito, cualesquiera sean las
transformaciones que estos hubieren podido experimentar. El decomiso determina el
traslado de dichos bienes a la esfera de titularidad del Estado.

El juez también dispone el decomiso de los bienes intrínsecamente delictivos, los que
serán destruidos.

Cuando los efectos o ganancias del delito se hayan mezclado con bienes de procedencia
lícita, procede el decomiso hasta el valor estimado de los bienes ilícitos mezclados, salvo que
los primeros hubiesen sido utilizados como medios o instrumentos para ocultar o convertir
los bienes de ilícita procedencia, en cuyo caso procederá el decomiso de ambos tipos de
bienes.”

II. DEFINICIÓN
La definición tradicional del decomiso es “el acto por el cual el Estado se apodera de un
objeto que perteneció al delincuente. De manera que, perdiendo este el dominio, pasa a ser
propiedad del Estado mismo”.

Ello se realiza mediante resolución judicial definitiva, sin desmerecer la actuación de la


resolución administrativa, que es la que indica que estos bienes pasarán a ser propiedad del
Estado; el juez no está obligado a especificar cuál de las instituciones públicas serán las
beneficiadas, únicamente basta el pronunciamiento de titularidad estatal.

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Un amplio sector de la doctrina considera que el decomiso es un instituto de derecho
penal sustancial que constituye una especie del género más amplio: la confiscación, la cual,
ya sea que afecte a todo el patrimonio, a una cuota o a objetos concretos del mismo, se divide
en confiscación general total, confiscación general parcial y confiscación especial. A esta
última se le denomina confiscación específica, individual o simplemente “decomiso”.

III. DIFERENCIAS FUNDAMENTALES ENTRE EL DECOMISO Y OTRAS


INSTITUCIONES JURÍDICAS

1. CONFISCACIÓN (GENERAL TOTAL, PARCIAL Y ESPECIAL)


Su principal diferencia radica en sus fundamentos de legitimación, pues mientras que
en la confiscación, el origen o destinación ilícita del bien, o su vinculación con el delito,
resulta irrelevante pues lo que determina la imposición de esta pena son los criterios de
autoridad del Estado ante una calidad o circunstancia predicable del titular (condición in
personam), en el decomiso, dichos factores constituyen la base de la estructuración de la
pretensión, como quiera que esta figura responde al sistema mixto de imputación penal,
donde el origen y la destinación ilícita del bien sí resultan determinantes, al igual que el
compromiso penal de su titular.

2. DECOMISO ADMINISTRATIVO
Existen riesgos en algunos delitos donde las medidas administrativas de decomiso
constituyen el mecanismo más expedito e idóneo para contener anticipadamente aquellas
amenazas que representan algunos bienes que se asocian a conductas delictivas de potencial
peligro, como sucede con las armas de fuego, los explosivos, o con los elementos incautados
por delitos contra la propiedad intelectual o industrial, el lavado de activos, la falsificación
de moneda, el contrabando, las conductas contra el medio ambiente, la salubridad pública,
entre muchos otros.

Para contrarrestar este tipo de delitos, es común encontrar que la ley otorgue facultades
de intervención preventiva a autoridades de carácter administrativo, las que, por
especialidad, capacidad técnica, recursos e infraestructura profesional y logística, resultan
más idóneas para decomisar este tipo de bienes. Estos fines y competencias constituyen su
principal diferencia con el decomiso penal; por lo general, varios bienes de origen o
destinación delictiva que pueden ser afectados a través de medidas de decomiso penal,
también están vinculados a conductas que se encuentran previstas también en
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disposiciones especiales de carácter administrativo que generan un ámbito de protección
anticipado a través de infracciones o faltas de tal naturaleza.

3. EMBARGO O ASEGURAMIENTO DE BIENES


La diferencia entre el embargo y el decomiso es su naturaleza jurídica, pues tanto la
pretensión de decomiso, como las pretensiones cautelares, son sustancialmente diferentes,
puesto que la naturaleza del embargo es cautelar, haciendo relación a una medida cautelar

patrimonial de orden jurídico.

4. INCAUTACIÓN
Generalmente, la incautación no es una medida exclusiva para garantizar el decomiso
penal, pues la podemos definir como la facultad que tiene una autoridad de tomar
forzosamente un bien que se requiere para cumplir un fin legítimo de interés procesal. Es
por ello que también procede la incautación de un bien con el fin de asegurar las evidencias
o elementos de prueba que en él pueden ser recolectados; o con el fin de ser destruidos para
evitar una daño o lesión a un bien jurídico; o con el propósito de garantizar los derechos de
la víctima, a través de la restitución del bien con el fin de restablecer su derecho, etc.

5. RECUPERACIÓN DE ACTIVOS
La recuperación de activos presenta una naturaleza no punitiva, de notoria orientación
civil, al enfocarse sobre aquellos bienes que ilícitamente fueron desplazados de la órbita de
dominio de su titular y, que, en virtud de los principios de conservación y restablecimiento
del derecho, deben volver a su legítimo propietario. Por lo tanto, está relacionada con la
necesidad de reparación del daño o perjuicio que sobreviene como consecuencia civil que
se deriva del delito, procurando devolver las cosas a su estado pre-delictual.

6. EXTINCIÓN DE DOMINIO
La extinción de dominio, no es otra cosa distinta que un instituto que acoge las distintas
clases o circunstancias de decomiso penal para ser reconocidas a través de un
procedimiento de carácter restitutivo. Es por ello que la principal diferencia entre la
extinción de dominio frente al decomiso penal, la constituye sus fundamentos de
legitimación, pues el eje principal del decomiso recae en el compromiso penal del bien o su
titular, con una actividad delictiva; mientras que la extinción de dominio, se adscribe a otras

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fuentes jurídicas de orden constitucional, que están relacionadas con dos aspectos en
particular: la verificación de la validez del acto jurídico mediante el cual se adquiere el
dominio; y el ejercicio del derecho con observancia plena de las obligaciones que emanan
del cumplimiento de la función social que es inherente al derecho a la propiedad privada.

IV. NATURALEZA JURÍDICA

Menciona CORTÉS BECHARIELLI, que “el decomiso, desde su aparición está buscando su
verdadera identidad, pues no existe un conceso sobre su posición exacta dentro del mundo
normativo”. Se le ha ubicado distintamente según las posturas jurídicas que predican los
doctrinarios del derecho. Hay quienes lo ubican como una pena accesoria, una consecuencia
civil, una sanción, o una consecuencia accesoria, entre otras. Al incluir al decomiso en el
presente trabajo de investigación, hemos concluido que el decomiso es una consecuencia
accesoria del delito, adscribiéndonos a la tesis del mismo nombre; no obstante,
estableceremos someramente los criterios contradictorios de otras tesis ligadas a la ciencia
penal que nos ocupa.

1. NATURALEZA JURÍDICA PUNITIVA: EL DECOMISO COMO PENA


Propuesta por Luis Gracia Martín.

Históricamente, el decomiso se ha conocido como una institución jurídica de naturaleza


punitiva. Resalta RICARDO PÉREZ que “la expectativa de ganancia justifica el riesgo de la
pena”, de esta afirmación se desprende una conclusión explícita: el Estado, mediante la
figura del decomiso, intenta transmitir a la sociedad que, el dominio de los bienes ajenos es
temporal, por tanto, no justificaría la pena impuesta primigeniamente.

Es aquí que radica el fundamento preventivo que desarrollaremos posteriormente. En


este sentido, la consecuencia jurídica de pérdida del dominio del bien por parte de la
persona condenada, también puede ser considerado como un acto de retribución justa en
respuesta a una conducta que lesione un bien jurídico; ya sea por pretender detentar un
derecho cuya fuente en el delito constituye un acto socialmente intolerable que desconoce
las reglas legítimas de acceso al derecho de la propiedad (origen ilícito); o, como
consecuencia del mal ejercicio de derecho a la propiedad privada, por utilizar o destinar los
bienes para poner en peligro o atentar en contra de bienes jurídicos (destinación ilícita).

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Sin embargo, es el mismo tesista quien presenta una contraposición a su idea principal,
mostrando la deficiencia casi insubsanable de su planteamiento, puesto que la naturaleza
punitiva del decomiso no permite atender los problemas prácticos que se presentan en los
casos donde el titular del bien obra sin culpabilidad o los bienes se encuentran en cabeza de
terceros, ya sean personas físicas o jurídicas: “La pena tiene su fundamento en la
culpabilidad, de modo que no puede imponerse pena sin culpabilidad. De ahí se derivaban
las siguientes consecuencias en relación con la aplicación del decomiso: Por una parte, solo
podría ser aplicado al sujeto que hubiera obrado culpablemente, pero no a quien, habiendo
realizado una acción típica y antijurídica, fuera no obstante declarado exento de
responsabilidad criminal por ausencia de culpabilidad…”.

2. EL DECOMISO COMO MEDIDA DE SEGURIDAD


Postulada por López Garrido y García Arán.

Inicialmente se debe precisar que no es la peligrosidad objetiva del bien la que sustenta
el decomiso en estos casos, pues es claro que un bien potencialmente peligroso, por su
naturaleza, en las manos expertas, constituye un riesgo aceptable y tolerable.

Sobre el particular, consideramos que las precisiones realizadas por JAVIER ZARAGOZA,
quien destaca el carácter personal de las medidas de seguridad, aspecto que impide que los
fines del decomiso coincidan con los fines de las medidas de seguridad, son sumamente
importantes al indicar que: “Su definición como medida de seguridad también resultaba
insatisfactoria para gran parte de los autores al no asentarse sobre la peligrosidad personal
del responsable, ya que cualquier medida de seguridad patrimonial es incompatible con los
fines de reeducación o seguridad del delincuente, sobre el que únicamente debe actuarse
para lograr su reinserción con medidas o actuaciones personales que influyan sobre su
carácter”. CONDE-PUMPIDO FERREIRO consideraba aberrante imponer la medida por la
peligrosidad de la cosa y no por la de la persona que la detenta.

3. EL DECOMISO COMO CONSECUENCIA ACCESORIA DEL DELITO


La subordinación del decomiso a la declaratoria de responsabilidad penal del titular del
bien comprometido en el delito, llevó a una revisión sustancial de su naturaleza punitiva.
Menciona acertadamente GARCÍA ARÁN que “las consecuencias accesorias, y entre ellas el
comiso, son consecuencias jurídicas del delito que no pertenecen, sin embargo, en rigor, al
Derecho penal, pues sus presupuestos no son ni la culpabilidad ni la peligrosidad criminal.

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Se trata más bien de medidas de carácter administrativo o de naturaleza civil, cuyo
presupuesto es la peligrosidad objetiva de determinadas cosas materiales y que se orientan
a prevenir la utilización de las mismas en el futuro para la comisión de nuevos delitos. Para
su aplicación debería bastar con la previa realización de un hecho típico y antijurídico
sirviéndose de tales objetos peligrosos y con el pronóstico de probabilidad de que pudieran
ser utilizados en el futuro para la comisión de nuevos delitos, sin necesidad de que el autor
del hecho previo fuera además culpable y sin necesidad asimismo de que los citados
instrumentos tuvieran que pertenecer forzosamente a aquel”.

Argumentos:

a) Siempre exige para su imposición la previa comisión de un delito.


b) Consiste en la privación de bienes ligada a la comisión de un delito, que debe ser
acordada por el juez penal en sentencia.
c) Se orienta a fines preventivos especiales y generales, en sentido similar a las
penas y las medidas de seguridad.
d) Está sujeto al mismo sistema de garantías que rige para las penas y las medidas
de seguridad. El principio de legalidad debe desplegar toda su eficacia.

e) El decomiso constituye una categoría diferenciada dentro del conjunto de


consecuencias del delito por diferentes motivos:
f) Se diferencia de las penas en que puede afectar a personas distintas de las que
resulten penalmente responsables de la infracción penal y en que puede
aplicarse sin necesidad de que se atribuya responsabilidad penal a sujeto alguno.
g) Se diferencia de las medidas de seguridad en que, si bien su aplicación requiere
la comisión de una infracción penal, la misma no exige la peligrosidad del sujeto
que la llevó a cabo.
h) No se trata de una medida reparadora de los daños y perjuicios provocados por
el delito pues en muchos casos no se aplica con esa finalidad, con independencia
de que en ocasiones se oriente a la satisfacción de la responsabilidad civil que se
pueda derivar de la infracción penal cometida.

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V. FUNDAMENTOS

1. La orientación preventivo especial negativa


El decomiso, al tener por objeto bienes o entidades que hicieron posible o facilitaron la
comisión de la infracción penal, trata de evitar o dificultar la reiteración delictiva futura, es
decir, eludir la peligrosidad objetiva. En este sentido se orienta a la prevención especial
negativa.

2. La orientación preventivo general negativa


El decomiso puede implicar también la perdida de las ganancias provenientes del delito.
En este sentido, resulta idóneo para disuadir de la actividad delictiva. Por su parte, el conjunto
de sanciones o prohibiciones en cuanto anunciadas por la ley penal y ligadas como desventajas
a la comisión del hecho delictivo, son susceptibles de ejercer un efecto disuasorio.

VI. CLASIFICACIONES
La evolución del decomiso se enmarca en el tránsito de un sistema inquisitivo a un sistema
acusatorio. Actualmente es un instituto garantista altamente efectivo en la persecución de bienes
ilícitos. La clasificación por etapas, la mostramos a continuación.

1. De acuerdo con los criterios básicos de valoración fundamental

a. Decomiso por el origen ilícito de los bienes, está caracterizado por aquellos que tienen
fuente u origen directo o indirecto en un delito, correspondiendo a las descripciones de
los bienes que son producto, efecto, objeto del delito, o que constituyen sus ganancias,
frutos, transformación o equivalencia, los cuales parten del principio de que el delito no
puede generar derechos. Por tanto, el decomiso de bienes de origen delictivo se va a
fundamentar, en la necesidad de devolver el equilibrio del ordenamiento jurídico que debe
ser restaurado a través de la pérdida de dominio del bien ilícito a favor del Estado. Isidoro
BLANCO CORDERO, anota certeramente que “[el decomiso] no pretende desaprobar
ni castigar un comportamiento antijurídico, sino impedir que persista en el futuro una
perturbación del ordenamiento jurídico producida en el pasado. Persigue un objetivo
preventivo, evitando la reinversión de las ganancias de origen delictivo por parte de las
organizaciones criminales (…)”.

b. Decomiso por destinación ilícita, esta clase está relacionada con la destinación ilícita de
los bienes, es decir, aquellos objetos materiales e inmateriales de los que se vale el autor
para preparar o ejecutar un delito. Está compuesta por aquellas formas de decomiso en

17
cuya descripción normativa se prevé una relación funcional, instrumental o de disposición
entre el bien y un delito concreto, relación que puede acreditarse, ya sea en la fase
preparatoria, consumativa o post consumativa del delito, donde el reconocimiento de la
consecuencia jurídica se determinará por el peligro que representa el bien para atentar o
poner en riesgo un bien jurídico. A diferencia del decomiso sobre bienes de origen ilícito,
la privación del dominio de los bienes destinados ilícitamente se va a sustentar en la
necesidad de neutralizar el peligro potencial que estos representan. TOMÁS GÁLVEZ Y
WALTER DELGADO, resaltan lo siguiente: “El fundamento jurídico del comiso de los
instrumentos del delito no es, como en algún momento se entendió, la culpabilidad o la
peligrosidad criminal, sino la peligrosidad objetiva de los instrumentos (la que sin
embargo, en algunos casos deberá de vincularse con ciertos criterios subjetivos respecto
a la conducta, intención o voluntad del agente), es decir, la posibilidad de que puedan
ser utilizados en el futuro por el mismo agente o por terceros, para cometer nuevos
delitos. El medio o instrumento, puede pertenecer al propio agente del delito o a tercero,
pues en ambos casos estará presente la peligrosidad”.

2. De acuerdo con la relación del bien con el delito, la responsabilidad o el proceso penal
Las formas del decomiso que han surgido a lo largo del tiempo tienen como común
denominador la exigencia de acreditación de una relación directa o indirecta entre el bien con
el delito, la responsabilidad o el proceso penal; dependiendo del tipo de relación (producto,
instrumento, objeto, equivalencia, ganancia, etc.) se elaboran las distintas descripciones
normativas que estructuran las diferentes clases de decomiso.

3. Decomiso directo o tradicional


Dentro del decomiso tradicional, también denominado decomiso basado en condena,
decomiso de primer grado o decomiso ordinario, se analizarán aquellas circunstancias que, de
acuerdo con el proceso histórico de evolución de la figura, constituyen las formas generales y
elementales que son comunes a la mayoría de codificaciones penales y que recaen sobre
aquellos bienes que tienen una relación o vínculo directo con el delito, ya sea por ser producto,
medio, instrumento u objeto del mismo.

a. Decomiso de bienes producto del delito, es común a casi todas las legislaciones y tiende
a ser objeto de recomendación en la mayoría de instrumentos internacionales relacionados
con el tema criminal, donde suele incluirse una definición convencional que delimita los
alcances de este concepto. El decomiso del producto del delito, conocido también como
decomiso de bienes derivados, hace relación a aquellos bienes que se originan o derivan
directamente de la ejecución de la actividad delictiva, o como reconoce la doctrina,
aquellos que son “producidos, manipulados o transformados desde la propia conducta
criminal”; o, en términos más sencillos, al decir de VIZUETA FERNÁNDEZ, aquello
“cuya existencia se debe a la comisión del delito”. El decomiso de los bienes que son
producto del delito solo procede frente a conductas dolosas, pues si se tiene en cuenta la

18
distinción técnica entre “producto’ y “efecto” del delito, se debe reconocer que detrás de
todo producto, subyace un proceso consciente y voluntario dirigido a un fin delictivo; por
tanto, muy difícilmente, por no decir imposible, se puede generar “bienes” que se
consideren como un producto derivado de un delito imprudente.

b. Decomiso de bienes que constituyen el objeto material del delito, esta circunstancia de
decomiso hace relación a aquellos bienes que, de acuerdo con la doctrina penal,
constituyen el objeto material del delito; es decir, aquel “objeto material físico sobre el
que recae la acción”.

c. Decomiso de bienes utilizados como medios o instrumentos del delito, es una de las
formas más tradicionales del decomiso penal que viene acompañando a esta figura desde
sus orígenes, siendo común a todas las legislaciones que contemplan este instituto de
derecho penal. Esta forma de decomiso también se suele reconocer con los nombres de
decomiso de seguridad, decomiso de aseguramiento, decomiso de medios, decomiso de
efectos instrumentos, decomiso de peligro, entre otros, y se fundamenta en el peligro
objetivo que representa el bien para atentar o poner en riesgo un bien jurídico.

d. Decomiso de bienes destinados a actividades ilícitas, esta circunstancia de decomiso no


es otra cosa que una modalidad práctica del decomiso de medios o instrumentos del delito,
donde no resulta tan relevante demostrar la utilización del bien en la actividad delictiva,
ya sea como medio o instrumento, sino comprobar que dicho bien se utilizó en su
preparación o estaba siendo destinado en función de la consumación de un delito. El
decomiso por destinación también se le conoce como decomiso por preparación, decomiso
indiferenciado o decomiso de bienes en tentativa.

4. Decomiso indirecto o de bienes sin relación directa con el delito


Determinado por la distancia que marque el bien frente al delito con el cual se relaciona,
pues resulta casi natural, previsible y obvio, que el delincuente pretenda borrar el rastro de los
bienes que adquiere o destine ilícitamente.

a. Decomiso por transformación o sustitución, La transformación del producto del delito es


una de las principales formas de decomiso indirecto; es decir, aquel cuyas circunstancias
de ilicitud se van a verificar por fuera del marco descriptivo de la conducta típica que se
vincula con el bien.

b. Decomiso de bienes lícitos mezclados con bienes ilícitos, generalmente no suele existir
un factor de legitimación que permita extender la pretensión de decomiso a los bienes de
lícita procedencia que se vean comprometidos con acciones de mezcla u ocultamiento, lo
que convierte esta situación en una típica maniobra de evasión del comiso, pues este tipo
de mezclas generalmente quedaban en la impunidad, especialmente, en aquellos casos

19
donde la escisión de la porción lícita del producto ilícito, resultaba materialmente
imposible.

c. Decomiso de bienes por valor equivalente, conocido también como decomiso de


reemplazo, por valor correspondiente, equiparable o sustitutivo, el cual se erige como una
de las mejores herramientas para contrarrestar o evitar la “impunidad” en materia de
persecución de bienes ilícitos. El decomiso sobre bienes por valor equivalente, también
recaen sobre bienes de procedencia lícita, pero, por referencia normativa, se van a tratar
como bienes ilícitos, cuando su valor corresponda, se equipare o sea equivalente al valor
de un bien de origen ilícito cuyo decomiso se ve frustrado o neutralizado en aquellos
eventos donde resulte imposible su identificación, localización o afectación material.

d. Decomiso de ganancias, réditos, frutos y rendimientos - “confiscación”, como bien lo


expresan MUÑOZ CONDE Y GARCÍA ARÁN, este decomiso busca “evitar el
enriquecimiento injusto” de los autores de un delito. Para ello, el cuestionamiento de
ilicitud no solo recae en el producto del delito o en los bienes en que este pueda
transformarse, sino que, además, se extiende a las demás ganancias, beneficios, frutos o
rendimientos que este puede generar.

e. Decomiso ampliado, extendido o de bienes sin justificación lícita razonable, esta medida
fue adoptada por el derecho alemán; es una medida a través de la cual se pretende superar
uno de los más frecuentes obstáculos que se presenta con relación a las exigencias
normativas y probatorias del comiso directo de bienes de origen ilícito, pues a pesar de
que los avances producto de las discusiones sobre su naturaleza jurídica (de pena a
consecuencia accesoria) habían permitido superar algunas limitaciones, aún persistía el
problema de acreditar una directa vinculación del bien con el hecho enjuiciado, situación
que restringía ampliamente el campo de acción de la pretensión patrimonial, inhibiendo
la posibilidad de que esta figura cumpliera con sus fines político criminales.

f. Del denominado “decomiso de bienes de terceros”, Como advierte PATRICIA VARGAS,


la problemática de los terceros ha sido una constante durante toda la evolución del comiso;
por ello, las reglas que se recomiendan en este tipo de disposiciones, son el producto
decantado de la experiencia en los tribunales, en aquellos casos donde se constata que en
los delitos de alta rentabilidad económica los delincuentes no obran con torpeza y, por
tanto, no dejan el producto del delito a su nombre, acudiendo a terceros y personas
jurídicas que son utilizados como testaferros o prestanombres, con quienes pretenden
neutralizar las acciones de comiso, circunstancias que al ser llevadas a un reconocimiento
normativo, a pesar de sus limitaciones procesales.

20
CAPÍTULO PRIMERO:

“RESPONSABILIDAD PENAL DE LAS PERSONAS


JURÍDICAS”

I. CONCEPTOS PRELIMINARES:
Son variados los tópicos, que aún son objeto de discusión, en el campo de la dogmática
jurídico-penal; entre aquéllos destaca el referido a la «responsabilidad penal de las personas
jurídicas», un entramado muy complejo de resolver, en la medida que la postura a adoptar
tiene también repercusión en el plano de la política criminal. Esta confrontación doctrinal,
que data de hace varias décadas, pone en la vitrina de la discusión, la validez del viejo
apotegma del societas delinquere non potest, debate que se ha reactualizado en la
literatura penal vigente, acentuada por las siguientes consideraciones:

Primero, la presencia de una «Criminalidad de la Empresa», identificada por altos


niveles de incidencia criminológica, desde entonces se retorna la vieja discusión sobre la
responsabilidad penal de las personas jurídicas -como anota DE VICENTE MARTINEZ-,
puesto que la realidad criminológica de nuestros días ha puesto de manifiesto que los delitos
de mayor incidencia social y económica se realizan por las grandes empresas, muchas de
ellas transnacionales. Situación que pone en cuestionamiento, la idoneidad de las
estructuras dogmáticas de la teoría jurídica del delito, para afrontar eficazmente esta
emergente criminalidad.

Segundo, la tendencia a una integración supranacional positiva, producto del fenómeno


jurídico de la «Globalización», en cuanto al ensayo de unificar modelos de política criminal,
encaminadas a enfrentar los nuevos desafíos de la criminalidad del tercer milenio,
representada por aquellas mafias (narcotráfico, terrorismo, trata de personas, tráfico de
armas, etc.); entre éstas, ubicamos también, a la «Criminalidad de la Empresa», tendencia de
política criminal, que toma lugar en la constitución de importantes Convenios
Internacionales (UE. ONU, etc.), pactos supranacionales; formulaciones normativas, que

21
pueden resultar muy novedosas e utilitarias, pero a su vez, incompatibles con los principios
rectores de un Derecho penal democrático.

Tercero, en cuanto dificultades probatorias, que toman lugar, en el decurso del


procedimiento penal, de forma concreta, en el ámbito de la actuación probatoria, sabedores
que el representante del Ministerio Público, al ostentar la carga de la prueba, primero debe
identificar a los verdaderos protagonistas del suceso delictivo (personas físicas que asumen
la dirección y control de los órganos de representación de la societas), para luego construir,
-mediando el acervo correspondiente-, la Teoría del Caso de acriminación; para en caso de
ausencia de pruebas contra una persona física, tener siempre a "alguien" (aunque sólo sea
una persona jurídica) a quien exigir responsabilidad criminal".

Los partidarios de extender espacios de imputación jurídico-penal a las personas


jurídicas, parten de una realidad innegable, que en muchas oportunidades, los Tribunales
de Justicia imparten una justicia penal dulcificada a las personas físicas que cometen delitos
en el seno de la estructura societaria; y, que en el caso de la persona jurídica, sólo les alcanza
medidas sancionadoras administrativas y civiles, sumamente leves, en tal sentido, ineficaces
para poder ejercer funciones preventivas, en concreto, de asumir un enfrentamiento eficaz
contra la criminalidad económica y empresarial.

Algunos consideran que para resolver esta compleja criminalidad, el Derecho Penal
convencional requiere una nueva formulación teórica, mientras que para otros una
simplemente una adaptación coherente.

II. DEL “SOCIETAS DELINQUERE NON POTEST” AL “SOCIETAS DELINQUERE”:


Hasta 1980, los únicos sujetos del Derecho Penal eran las personas físicas; sin embargo,
desde 1990 y el 2000, la doctrina jurídico-penal sufrió muchos cambios referentes a la
materia, de tal forma que hoy en día este paradigma ha quedado superado.

Aquello, abrió puertas a serias discusiones doctrinales respecto a la capacidad de acción


y culpabilidad de las personas jurídicas, al ser estas “entes creados por ficción jurídica”, a
través de un proceso mental de abstracción de la pluralidad a la unidad.

“Si bien subsiste un delineado debate en la doctrina nacional sobre el concepto y


naturaleza que corresponde asignar a esta modalidad de las consecuencias accesorias, su
estructura, operatividad, presupuestos y efectos permiten calificar a las mismas como

22
SANCIONES PENALES ESPECIALES” (FUNDAMENTO Jurídico 11, del Acuerdo Plenario N°7-
22009/JC-116).

Recordemos la Construcción Teórica actual:

1. FUNDAMENTO DOCTRINALES DE LA CAPACIDAD DE ACCIÓN Y CULPABILIDAD:


Para poder admitir que las personas jurídicas son sujetos de derecho a los cuales pueda
atribuírseles responsabilidad jurídica, primero habría que solucionar problemas teóricos
fundamentales como ¿qué acción lícita se les es imputada? o ¿cómo puede atribuírsele
culpabilidad (entendida como el reproche del derecho hacia un sujeto imputable, que
conocía la ilicitud de sus actos y que debió a ver realizado una conducta diferente) a un
sujeto que no posee voluntad? En este capítulo se desarrollarán algunas propuestas y la
razón que pudieran, o no, tener estas.

ZUGALDIA ESPINAR sostiene dos puntos importantes referidos a la capacidad de acción


y a la culpabilidad. En cuanto a la acción, escribe que las personas jurídicas son capaces de
acción en cuanto destinatarias de las normas jurídicas y capaces de producir efectos
exigidos por dichas normas. De ello se deduce, aplicando los principios inspiradores y las
reglas generales de la coautoría y de la autoría mediata, que, al mismo tiempo, pueden ser
autoras de una infracción, esto es, que pueden realizar "acciones" (contratos de adopción de
acuerdos, etc.) que se expresan a través de las acciones de sus órganos y representantes,
pero que son -al mismo tiempo- acciones de la propia persona jurídica.

23
Es de recibo, que la persona jurídica es reconocida como sujeto de derecho, en algunas
ramas del ordenamiento jurídico; conforme es de verse en el derecho mercantil, conforme
a una conformación contractual, se permite a la persona jurídica realizar una serie de
negocios jurídicos, claves para la buena marcha del negocio; asimismo, en el plano laboral,
vemos que la persona jurídica, contrata trabajadores y constituye una serie de relaciones
laborales, en cuanto al marco de contratación laboral, generando para ambas partes, una
serie de derechos y obligaciones; al trabajador de recibir una remuneración por la jornada
laboral prestada a la empresa, a su vez, reporta un aspecto pensionario, así como la
obligación de la persona jurídica, de depositar la CTS del trabajador, de forma periódica.
Vemos también, que según la relación jurídico-tributaria, el Estado es un ente recaudador y
sujeto pasivo de dicha obligación, es la persona jurídica, conforme al hecho generador, cuyo
incumplimiento, puede acarrear una serie de sanciones a la empresa.

Sin embargo, la fundamentación de ESPINAR carece de concordancia con los principios


que rigen la actividad del Derecho Penal, ya que chocan de cara con el Principio de Lesividad,
el cual exige que para que una acción sea penalmente relevante debe atentar contra un bien
jurídico protegido.

En cuanto, a la construcción de una culpabilidad para las personas jurídicas, ZUGALDIA


ESPINAR señala lo siguiente "(...), aplicando los principios inspiradores y las reglas
generales de la actio libera in causa y de los delitos impropios de omisión, se ha afirmado la
capacidad de culpabilidad de las personas jurídicas no se trata, lógicamente, de la
culpabilidad bio-psicológica del órgano (persona física) que permita un juicio de reproche
moral, sino una culpabilidad propia de la persona jurídica (orientada a categorías sociales y
jurídicas, aunque no exenta de valoración ético social) y que muy bien podría llamarse
responsabilidad por defecto de organización. En lo concerniente a la «actio libera in causa»,
construcción que permite atribuir responsabilidad, a quien en el momento de la comisión
del hecho punible no se encontraba con sus capacidades cognitivas y volitivas plenas, es
decir, el juicio de reproche personal, se retrotrae a un momento anterior a la comisión del
hecho punible, momento en el cual el sujeto libremente se sometió a una situación de
inimputabilidad. En el caso de la persona jurídica, parece que el autor se refiere a que el
reproche viene a sustentarse en un momento anterior, en el cual tomó lugar, una deficiencia
en el ámbito de organización colectiva, en cuanto a la propia persona jurídica, así como la
asunción de deberes por responsabilidad de ámbitos de dominio, donde el sujeto de derecho
(persona jurídica) es garante de una buena marcha de la empresa, en los concerniente a una

24
gestión óptima y eficiente que asegure una conducción lícita de la empresa, lo cual podría
suponer, a toda consecuencia de la punición, de actuaciones societarias, que no develan aún,.
una significativa dosis de lesividad social. Siendo así, en el caso de la configuración de
«comisión por omisión», el reproche se sustenta en un defecto de organización, por no haber
actuado conforme a una actuación eficiente en el marco de un determinado ámbito de
competencia por dominio social. La denominada «Responsabilidad por organización o por
defecto de organización», edificada por TIEDEMANN, fue estructurada en principio para
fundamentar infracciones administrativas (contravenciones) del Derecho Alemán, pero no
para crear un sistema de imputación jurídico-penal. Entendiéndose como delitos de
"Asociación", aquellos que son favorecidos o facilitados por la omisión de medidas
precautorias para garantizar el manejo ordinario del negocio. En este caso, son
considerados delitos «por defecto de organización», pues por omitir las medidas necesarias
conducentes a la evitabilidad de la comisión del Injusto. El Derecho penal sólo puede
construir su centro de imputación en base a una culpabilidad propia y no en una ficticia, en
aquellos elementos que pueden sostener válidamente la atribución por responsabilidad de
un hecho propio, tomando en cuenta el revestimiento ontológico de la persona de la
imputación así como el fundamento de los destinatarios de las normas jurídico-penales. Si
bien es cierto, que en base a la comisión por omisión (Begehungs durch Unterlassung) podrá
imputarse responsabilidad a determinados órganos de la empresa, que a pesar de detentar
labores de control y de fiscalización no hicieron nada para evitar la comisión de un injusto,
pues la evitabilidad se derivaba de una exigibilidad en base a la posición funcional que
ocupaban (Garantes).

Resulta esta postura muy coherente y relacionada con la lógica y la razón.

III. CRITERIOS Y REQUISITOS PARA A IMPOSICIÓN DE LAS CONSECUENCIAS


ACCESORIAS:
En la sección anterior, se expusieron algunas posiciones doctrinales y razón o error que
pudieran tener estas. Ahora analizaremos la forma en la que nuestra doctrina nacional
concibe a la responsabilidad penal:

1. CRITERIOS:
En primer lugar, precio porque la legitimidad de su aplicación demanda que las
personas jurídicas sean declaradas judicialmente como involucradas –desde su actividad,
administración u organización– con la ejecución, favorecimiento u ocultamiento de un
25
hecho punible, sobre todo por activos y criminógenos defectos de organización o de
deficiente administración de riesgos. Y, en segundo lugar, porque su imposición produce
consecuencias negativas que se expresan en la privación o restricción de derechos y
facultades de la persona jurídica al extremo que pueden producir su disolución.
(FUNDAMENTO Jurídico 11, del Acuerdo Plenario N°7-22009/JC-116).

2. REQUISITOS:
- Que se haya cometido un hecho punible o delito.
- Que la persona jurídica haya servido para la realización, favorecimiento o
encubrimiento del delito.
- Que se haya condenado penalmente al autor, físico y específico, del delito (exigencia
normativa)
- Que se haya emplazado a la persona jurídica en el proceso penal dentro de la
investigación preparatoria, hasta antes de darse por concluida la misma.
- Que se haya discutido en el juicio oral sobre la consecuencia accesoria que se va a
imponer a la persona jurídica.

IV. ASPECTOS DOGMÁTICOS DE LA RESPONSABILIDAD PENAL JURÍDICA:


La responsabilidad penal, como la definiría Muñoz Conde, es el nexo entre el delito y la
pena, es este acápite analizaremos cuestiones necesarias para dilucidar y comprender cómo
es que un ente colectivo puede llegar a poseer esta responsabilidad.

Es menester mencionar, en primer lugar, quiénes son los sujetos a los que son
atribuibles las consecuencias accesorias del delito son:

- Personas Jurídicas de Derecho Privado.


- Se incluyen también a las empresas públicas.

Los modelos europeos de responsabilidad penal de las personas jurídicas (Francia,


Portugal, España, etc) han introducido la necesidad de la concurrencia de un “hecho de
conexión” introduciendo la necesidad de que “la acción” de la persona jurídica sea realizado,
por un lado, por el administrador de hecho o de derecho que actúa en nombre o por cuenta
de la persona jurídica y que este hecho sea en provecho o beneficio; ya que si este no
existiera quedaría extinta la responsabilidad penal de la persona jurídica.

26
Para que dicho hecho de conexión sea claramente el de la persona jurídica, debe quedar
además clara que la persona física responde de forma independiente.

Este “Hecho de conexión” entre la persona física que cometió el delito y la persona
jurídica, se puede presentar de dos maneras:

- Ya sea por ser administradores de hecho o derecho.


- Ya sea por ser subordinados que no hayan sido debidamente controlados.

La responsabilidad Penal de cualquier sujeto no puede tener lugar sin culpabilidad. En


este sentido, la culpabilidad penal de una persona jurídica o un ente colectivo, según
entiende la doctrina mayoritaria y también muestran las legislaciones de derecho
comparado, se fundamentan sobre la existencia de un déficit de organización, por tanto la
existencia de un déficit defecto de organización debe ser el presupuesto de punibilidad de
las personas jurídicas.

Un modelo de imputación debe basarse, por lo tanto, sobre la existencia de un hecho o


conexión y sobre la idea de la culpabilidad por defecto de organización. El defecto de
organización no solo debe ser un requisito de la responsabilidad para los supuestos de
infracción del deber de vigilancia de los administradores sobre sus subordinados, sino el
presupuesto general que legitima la aplicación de una pena a una persona jurídica.

Cabe resaltar que sin duda el elemento central del modelo de imputación: la persona
jurídica no responde por el hecho de que el delito haya sido cometido por alguna de las
personas que puedan dar lugar a un hecho de conexión en su interés o para su beneficio,
sino porque dicho delito es consecuencia del incumplimiento de deberes de dirección y
supervisión. La ley elige formalmente a la persona jurídica en garante de vigilancia respecto
de su personal y establece que los deberes de dirección y supervisión incluyen la prevención
de delitos; se aclara que si la entidad cumple como es debido con sus deberes no tiene
responsabilidad alguna, aunque se cometa algún delito. En cuanto a los alcances de los
deberes, la ley establece que se les ha dado debido cumplimiento, cuando con anterioridad
a la comisión del delito la entidad adoptado e implementado un modelo de prevención con
las características que luego la propia ley detalla.

La responsabilidad penal de las personas jurídicas es acumulativa, responde tanto la


persona física como la jurídica. Son responsabilidades penales de dos sujetos
independientes que responden cada uno de forma directa e individual. En este sentido,
constatada la comisión de hecho delictivo, la responsabilidad penal de la persona jurídica
27
no se debe excluir, como ya hemos señalado, aunque la persona física concreta no haya sido
individualizada o no haya sido posible dirigir la acción penal contra ella. En el caso de
individualización de la responsabilidad, esta se da para las personas con deberes de
representación, de decisión o de control.

Tampoco se debería eximir la responsabilidad de la persona jurídica aunque la persona


física que cometido el hecho hubiese fallecido o se hubiese sustraído a la acción de la justicia.
En este sentido, es importante señalar que las personas físicas siempre responderán de los
hechos constitutivos de delito y su acción vinculará —como hecho de conexión— a la
persona jurídica toda vez que no se haya observado el deber de cuidado debido por ésta.

Finalmente la responsabilidad penal de la persona física no excluye la de la persona


jurídica, ni viceversa.

Frente a la Construcción teórica actual, el criterio de imputación de consecuencias


accesorias sufre una ligera variación:

1. EXCLUSIÓN DE LA CULPABILIDAD:

Si la culpabilidad de la persona jurídica o del ente colectivo se determina por la


existencia de un defecto de organización, la exclusión de la culpabilidad por defecto de
organización debe estar vinculada a la existencia de adecuados programas de cumplimiento
normativo que permitan afirmar una correcta auto organización de la empresa para
prevenir y disminuir los riesgos de su concreta actividad empresarial. En este sentido, en el
derecho comparado -y procedente del derecho americano – se consideran esenciales la

28
existencia en la empresa de los denominados compliance programmes o programas de
cumplimento normativos, como parte del derecho de autoorganización del que goza este
sujeto en el Derecho Mercantil.

Además, cabría mencionar que otra causal de exclusión de la culpabilidad se presenta


cuando la “acción” realizada por el administrador de hecho o de derecho que actúa en
nombre o por cuenta de la persona jurídica no sea en provecho o beneficio de la
persona jurídica.

V. CLASES DE CONSECUENCIAS ACCESORIAS:


En el art. 105, se regulan cuatro clases de consecuencias accesorias, todas ellas de
distinta composición y efectividad. Diferencia de lo previsto en el art. 129 del CP español,
en el que se regulaba la intervención como consecuencia accesoria, en la disposición
peruano solo se regulan medidas de control externo; esto es, consecuencias accesorias que
buscan la neutralización o la intimidación individual.

En el art. 105, inc 1, se prevén las medidas que afectan los ambientes físicos en los que
la persona jurídica organiza sus actividades. Se trata, pues de “la clausura temporal o
definitiva de los locales o establecimientos”. Esta clausura es temporal y no puede durar más
de 5 años. Para que proceda esta medida, el local o establecimiento debe haber servido a la
persona jurídica para cometer, favorecer o encubrir un delito. Debe establecerse la
vinculación o relación directa entre el uso de los locales por los entes colectivos y la comisión
del delito. Si el ente colectivo tiene varios establecimientos y solo en uno de ellos se ha
acreditado la comisón del delito, la medida solo puede afectar a dicho local.

En el art. 105, inc 2, se prevé la disolución, es la sanción más grave, aplicable a cualquier
tipo de persona jurídica (“sociedades, asociaciones, fundaciones, cooperativas y comités”).
Esta medida equivale a la pena de muerte para el ente colectivo. Por esto, debe ser reservada
solo para aquellos casos en los que la propia existencia y operatividad de la persona jurídica
impliquen por sí mismas una alta probabilidad de que vuelva a involucrarse en delitos.

En este sentido, sería conveniente que la consecuencia accesoria de disolución se


aplique, sobre todo, a las llamadas personas jurídicas de fachada o de papel. Estas carecen
de propósito social lícito y real; por el contrario, detrás de su constitución formal y de su
operatividad aparente, se ocultan acciones destinadas a favorecer o encubrir delitos y
organizaciones criminales. toda la organización de la empresa, en particular a nivel de
29
instancias más elevadas y de mandos medios tiene una tendencia colectiva de carácter
delictuoso.

El art. 105, inc 3, regula la suspensión de actividades de la persona jurídica. Es una


medida temporal, parcial o total, y su duración no puede exceder a dos años. Las actividades
que suspenden deben estar en relación directa con la comisión del delito.

- En su opción parcial, deberá recaer solamente sobre aquellas actividades


estratégicas u operativas específicas que se relacionaron con el delito cometido o con
su modus operandi y efectos. Esta figura está prevista también como medida cautelar
en los procesos por delitos de contaminación ambiental, conforme se desprende del
artículo 314.
- La suspensión total deberá justificarse por la absoluta naturaleza ilícita del quehacer
ejercido por la persona jurídica.

El artículo 105, inc 4, prevé la medida de prohibición de realizar las actividades. Por
tanto, mediante ellas se inhabilita a la persona jurídica para continuar realizando dichas
actividades en tanto a través de ellas favoreció o encubrió la comisión del delito. Su duración
no es mayor de 5 años.

VI. REGLAS DE APLICACIÓN:


El Código Penal, en su artículo 105-A, establece los criterios para la determinación de
las consecuencias aplicables a las personas jurídicas, prescribe que:

“Las medidas contempladas en el artículo anterior son aplicadas de forma motivada por
el juez en la atención de los siguientes criterios de fundamentación y determinación, según
corresponda:

1. Prevenir la continuidad de la utilización de la persona jurídica en actividades


delictivas.
2. La modalidad y la motivación de la utilización de la persona jurídica en el hecho
punible.
3. La gravedad del hecho punible realizado.
4. La extensión del daño o peligro causado.
5. El beneficio económico obtenido con el delito.
6. la reparación espontánea de las consecuencias dañosas del hecho punible.

30
7. la finalidad real de la organización, actividades, recursos o establecimientos de la
persona jurídica.

La disolución de la persona jurídica se aplica siempre que resulte evidente que ella fue
constituida y operó habitualmente para favorecer, Facilitar o encubrir actividades
delictivas”.

Analicemos ahora algunos presupuestos:

 COMISIÓN DE UN DELITO:

No hay consecuencias accesorias predictuales, se trata de cualquier delito, sea doloso o


culposo. Las faltas están excluidas, pues la ley se refiere a “hecho punible”, Expresión
utilizada para designar solo a los delitos. Además, el artículo 440, inciso 2, establece que en
caso de faltas solo responde el autor.

 UTILIZACIÓN DE LA PERSONA JURÍDICA EN LA REALIZACIÓN, FAVORECIMIENTO O


ENCUBRIMIENTO DEL DELITO:

Este es, a nuestro parecer , el criterio de imputación fundamental a partir del cual se
individualiza la aplicación de las consecuencias accesorias. En este contexto, es de precisar
que la intervención precedente, concurrente o posterior en el delito de la persona jurídica
constituye una exigencia procesal y un objeto de prueba. Por tanto, en el proceso penal debe
acreditarse y precisarse el nivel y oportunidad en los cual es la persona jurídica se implicó
en la realización del hecho punible. En consecuencia, beben comprobarse las actividades y
niveles de la organización de la persona jurídica que sirvieron o favorecieron a la producción
u ocultamiento del delito.

 CONDENA PENAL DEL AUTOR DEL DELITO

Este supuesto implica una condición objetiva de la imposición de la consecuencia


accesoria. Debe, pues, condenarse a una persona natural como autora del delito en el cual sí
involucró a la persona jurídica. Sin embargo, no es necesario que haya aplicado aquel una
pena efectiva. Por consiguiente, se podrá aplicar una consecuencia accesoria a la persona
jurídica aún cuando se imponga la persona natural una suspensión de la ejecución de la pena
o se declare la reserva del fallo condenatorio o la extinción de la pena.

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 PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS DE TRABAJADORES Y DE LOS ACREEDORES DE LA
PERSONA JURÍDICA

En la legislación española esta previsión constituye más bien una consecuencia


accesoria adicional, la cual puede aplicarse también a una persona jurídica involucrada en
el delito. Su finalidad es tuitiva respecto a los acreedores del ente colectivo. En el artículo
129, inciso 1, literal e, del Código Penal de 1995 disponía la “intervención de la empresa para
salvaguardar los derechos de los trabajadores o de los actores por el tiempo necesario sin
que exceda de un plazo máximo de 5 años”.

En nuestra legislación, en cambio, es un efecto de la aplicación judicial de las


consecuencias accesorias previstas en el artículo 105. De allí, que se haya afirmado que se
trata de una “consecuencia accesoria de una consecuencia accesoria”. La importancia de la
disposición nacional es importante porque se dirige a limitar los efectos transpersonales
que necesariamente producirá la aplicación de una o más consecuencias accesorias, sobre
el patrimonio o la estabilidad laboral de terceros ajenos al quehacer legal de la persona
jurídica o de sus órganos de gestión.

Esta promoción judicial de la intervención de la persona jurídica sancionada es


aplicable, principalmente, a los casos donde se impongan consecuencias accesorias de
eficacia temporal, como la clausura de locales en la suspensión o la prohibición de
actividades. Ella Sólo operará cuando la persona jurídica pueda mantener su existencia y
operatividad luego de la aplicación judicial de la consecuencia accesoria. La duración de la
intervención es de dos años como máximo.

Esta interpretación exceden la finalidad tuitiva y transitoria de la intervención. Además,


implica anular el sentido de la decisión judicial definitiva de cierre o de disolución de la
persona jurídica. En todo caso, la intervención, de tales supuestos, sólo podrá darse con el
fin de liquidar las acreencias laborales y siempre que dicho proceso se realice en un plazo
máximo de dos años.

En torno al procedimiento ejecutivo, la ley prescribe que cuando alguna de las medidas
del artículo 105 fue aplicada, el juez ordenará a la autoridad competente que disponga la
intervención de la persona jurídica para salvaguardar los derechos de los trabajadores. Esta
norma diferenciados momentos: primero, un periodo en el cual el juez está obligado a
ordenar a la autoridad competente que disponga la intervención de la empresa. Y, en

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segundo momento, dicha autoridad competente, haciendo caso a lo ordenado por el juez,
dispone que la empresa sea intervenida.

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EXCURSO

1. ANTREPROYECTO DE LEY DEL CÓDIGO PENAL DE 2009


La gran novedad de la propuesta del Anteproyecto la constituyen unos criterios de
fundamentación (prevenir la actividad delictiva de la persona jurídica) y de modulación de las
medidas (atenuantes y agravantes) para determinar la aplicación de las consecuencias accesorias.
Ello se plantea en el artículo 110 del Anteproyecto, mediante la premisa: “Prevenir la continuidad
de la utilización de la persona jurídica en actividades delictivas”. Es decir, el Anteproyecto opta
por considerar a la persona jurídica como instrumento en manos de las personas físicas y no como
entidad que puede desarrollar comportamientos peligrosos de acuerdo a una dinámica compleja
difícilmente referible a personas concretas. Con esto nos referimos a que existen diferencias
drásticas entre una persona jurídica fantasma creada con la única finalidad de servir a
organizaciones criminales, y la persona jurídica conforme a ley, que, a veces, realiza operaciones
turbulentas y califica para la comisión de un delito.
Las demás propuestas del artículo 110 del Código Penal constituyen agravantes y atenuantes
a tener en cuenta para modular el quantum de la medida. No catalogadas propiamente como tales,
en realidad, la gravedad del hecho punible realizado, la extensión del daño o peligro causado, el
beneficio económico obtenido y la reparación espontánea de las consecuencias del hecho punible,
son criterios que sirven al juez para calibrar la peligrosidad de la actividad de la persona jurídica,
la extensión del bien jurídico lesionado y el daño ocasionado a las víctimas. Todas ellas son
realmente importantes para ajustar al principio de proporcionalidad la medida aplicable a la
persona jurídica. Ahora bien, sí debe cuestionarse lo parco de estos criterios, pues pudieron
regularse más detalladamente. Así, por ejemplo, cuando se propone la reparación espontánea del
daño causado, no se fijan criterios que permitan establecer el plazo en que es posible considerarlo
como atenuante. No se sabe si se habrá obtenido el beneficio, si dicha reparación se produce antes
de la apertura del proceso penal, del juicio oral, u otro.
De otro lado, existen dos carencias importantes respecto a posibles atenuantes que pueden ser
relevantes para determinar el quantum de la medida aplicable a la persona jurídica. En primer
lugar, se echa en falta la relevancia de la colaboración de la persona jurídica para el
esclarecimiento del delito de cara a la determinación final de la medida. El organigrama de la
persona jurídica, la complejidad de la misma, o la opacidad con la que a veces se toman decisiones,
hace necesario tener en cuenta como sumamente relevante la posibilidad de colaborar en el
esclarecimiento de los hechos para dilucidar los alcances de la responsabilidad penal personal y
de la propia persona jurídica, cuando se produce un delito. Una segunda carencia importante es el
no tener en cuenta la existencia o no de códigos de conducta dentro de la propia empresa.
Especialmente en el mundo empresarial se ha impuesto la idea de que la mejor prevención posible
es que la propia empresa desarrolle unos códigos de conducta que sean útiles para prevenir
comportamientos que aumentan los riesgos que la propia actividad empresarial desarrolla.

2. ACUERDO PLENARIO 7-2009/CJ-116


Esta interesante propuesta fue realiza por el V pleno jurisdiccional de las Salas Penales
Permanente y Transitorias de la Corte Suprema de Justicia, el objetivo principal de este acuerdo
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plenario era brindar parámetros para la correcta aplicación de los artículos 104° y 105° del Código
Penal, puesto que eran aspectos no esclarecidos en el ámbito procesal penal, debido a que no
existían suficientes supuestos que orientaran su utilización; sin embargo, contrario a lo esperado,
al agregar más supuestos, únicamente generaron mayor confusión entre los operadores del
derecho acerca del contexto en que se pudiesen mencionar las consecuencias accesorias del delito.

2.1.La fijación de un sistema de autorresponsabilidad penal por defecto de organización


para el ente organizativo
Establecido en el fundamento 11 del presente texto, que, literalmente menciona:
“Si bien subsiste un delineado debate en la doctrina nacional sobre el concepto y la naturaleza
que corresponde asignar a esta modalidad de las consecuencias accesorias, su estructura,
operatividad, presupuestos y efectos permiten calificar a las mismas como sanciones penales
especiales (…) en primer lugar, porque la legitimidad de su aplicación demanda que las
personas jurídicas sean declaradas judicialmente como involucradas -desde su actividad,
administración u organización con la ejecución, favorecimiento u ocultamiento de un hecho
punible, sobre todo por activos y criminógenos defectos de organización o de deficiente
administración de riesgos. Y, en segundo lugar, porque su imposición produce consecuencias
negativas que se expresan en la privación o restricción de derechos y facultades de la persona
jurídica al extremo que pueden producir su disolución” (el subrayado es nuestro).

Oponiéndose al sistema de heterorresponsabilidad penal, establecido en el artículo 105° de


nuestro código penal. Entonces, la situación judicial es más enmarañada aún, al encontrar una
contradicción entre el artículo que señala que basta con establecer el hecho de conexión
constituido por actuar ilícito de las personas naturales que conforman al ente organizativo, actuar
ilícito que es típico, antijurídico y culpable y por ende genera una reprochabilidad penal, a través
del cual se le va a imputar al ente organizativo la acción realizada por dichos individuos sin que
esta pueda alegar como medio de defensa técnico que tiene una estructuralización y políticas
internas que van conforme a derecho, puesto la culpabilidad del individuo y la responsabilidad en
que pudiere incurrir se va a trasladar
hacia el ente colectivo; y el acuerdo plenario que establece como criterios de imputación que
el ente organizativo va a ser sancionada no en función del delito cometido por las personas
individuales que la componen, si no por haber omitido el deber de tomar las medidas preventivas
necesarias a fin de asegurar un correcto y adecuado desenvolvimiento en sociedad, por lo que un
actuar ilícito dentro de un ente colectivo que no ha previsto esto, no se trata de un error humano,
sino de un error por defecto de organización, por lo que no cabría imputarle responsabilidad por
los hechos ilegítimos cometidos por personas naturales en el seno de su organización, si no
únicamente cabría imputarle responsabilidad por hechos propios del ente organizativo; lo que
viola totalmente el principio de legalidad.

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Los principales postulados de este acuerdo plenario fueron los siguientes:
- La calidad de accesoria de las medidas establecidas en el artículo 105º CP deriva de un
requisito o condición esencial que implícitamente exige la ley para su aplicación judicial, cual es
la necesaria identificación y sanción penal de una persona natural como autora del hecho punible
en el que también resulta conectada, por distintos y alternativos niveles de imputación un ente
colectivo
(F.J. 12º)

- Para la imposición de una consecuencia accesoria debe verificarse, en el caso concreto,


cuando menos, lo siguiente:
i) que se haya cometido un hecho punible o delito;
ii) que la persona jurídica haya servido para la realización, favorecimiento o encubrimiento
del delito, y,
iii) que se haya condenado penalmente al autor, físico y específico del delito.
(F.J. 14º)

- En tanto no existen reglas de determinación que orienten la aplicación judicial, se puede


recurrir a los criterios establecidos en el artículo 110º del Anteproyecto de Ley de Reforma del
Código Penal, los cuales son:
a) prevenir la continuidad de la utilización de la persona jurídica en actividades delictivas;
b) la modalidad y la motivación de la utilización de la persona jurídica en el hecho punible;
c) la gravedad del hecho punible realizado;
d) la extensión del daño o peligro causado;
e) el beneficio económico obtenido con el delito;
f) la reparación espontánea de las consecuencias dañosas del hecho punible;
g) la finalidad real de la organización, actividades, recursos o establecimientos de la persona
jurídica; y,
h) la disolución de la persona jurídica se aplicará siempre que resulte evidente que ella fue
constituida y operó sólo para favorecer, facilitar o encubrir actividades delictivas.
(F.J. 16º)

-Su aplicación judicial debe ceñirse al principio de proporcionalidad concreta o de prohibición


del exceso. Se deberá evaluar en cada caso la necesidad especial de aplicar una consecuencia
accesoria en los niveles de equidad cualitativa y cuantitativa. Es decir, el Juez puede,
excepcionalmente, decidir omitir la aplicación de tales sanciones cuando lo intrascendente del
nivel de intervención e involucramiento del ente colectivo en el hecho punible o en su facilitación
o encubrimiento, hagan notoriamente desproporcionada su imposición. (F.J. 17º)

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