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“CONSECUENCIAS ACCESORIAS
DEL DELITO”
ASIGNATURA:
DERECHO PENAL.
DOCENTE:
Dr. Aldo Zapata López.
INTEGRANTES:
RUIZ RAMOS, Kiara.
SANTIN SANTAMARIA, Paola
VENTURA GRANADOS, Fátima.
AÑO Y AULA:
2° “B”
I. GENERALIDADES .............................................................................................................................. 3
II. ¿QUÉ SE ENTIENDE POR CONSECUENCIAS ACCESORIAS?......................................................... 7
1. EL PROBLEMA DE SU NATURALEZA ........................................................................................... 7
2. ÁMBITO DE APLICACIÓN: ............................................................................................................. 9
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III. CRITERIOS Y REQUISITOS PARA A IMPOSICIÓN DE LAS CONSECUENCIAS ACCESORIAS:
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1. CRITERIOS:................................................................................................................................... 25
2. REQUISITOS: ................................................................................................................................ 26
IV. ASPECTOS DOGMÁTICOS DE LA RESPONSABILIDAD PENAL JURÍDICA: .......................... 26
V. CLASES DE CONSECUENCIAS ACCESORIAS: ............................................................................... 29
VI. REGLAS DE APLICACIÓN: .......................................................................................................... 30
EXCURSO .................................................................................................................................................. 34
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CAPÍTULO PRIMERO:
“GENERALIDADES”
I. GENERALIDADES
El título VI del libro primero del C.P. comprende a la reparación civil y a las
consecuencias accesorias del delito. Si bien la reparación civil se encontraba ya regulada en
el C.P. anterior de 1924, la introducción de las así denominadas consecuencias accesorias
constituye una de las más importantes novedades del C.P. peruano vigente y que, pese a las
deficiencias que pueden observarse en su redacción y sistematización posee un enorme
mérito desde la perspectiva político criminal.
Empero, no se puede afirmar que el C.P. anterior no hacía ninguna referencia a una
medida accesoria vinculada a la imposición de una pena o medida de seguridad. El art. 46
del C.P. de 1924 prescribía que:
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Debe quedar claro, desde un principio, que las consecuencias accesorias a las que hace
referencia el C.P. no responden a un mismo fundamento y a una misma naturaleza, pues
ellos varían según clase o tipo de sanción jurídica que se trate bajo dicha denominación. O
lo que es lo mismo: no es que el comiso de los efectos o instrumentos del [art. 102], el comiso
facultativo [art. 103], la privación de los beneficios obtenidos de una persona jurídica [art.
104] o las medidas contra las personas jurídicas [art. 105] respondan a un patrón común o
a un único denominador jurídico, sino que su incorporación y agrupamiento tras una sola
rotulación se debe a razones muchas veces coyunturales y episódicas, como es el reflejar
una adecuada técnica legislativa, la cual reclama una mínima ordenación en el tratamiento
normativo de las diversas materias, dado que no pueden encontrarse diseminadas sin
mayor sentido y criterio sistemático a lo largo del C.P.
Las consecuencias accesorias cumplen una loable función político criminal, ya que no
sólo refuerzan la labor de prevención propia de las normas penales sino que, a veces,
mediante su adecuado empleo, se logran cumplir con las medidas preventivas de carácter
general como es el alentar la confianza en las normas y la fidelidad al derecho.
Así, por ejemplo, sin un comiso de los efectos ilícitos provenientes de la infracción penal
o de los mismos instrumentos con los que se ejecutó el delito se entorpecería no sólo la labor
probatoria, sino que correría el riesgo de que se sigan cometiendo, por parte del autor o de
terceros, diversos delitos; situación que produciría alarma social y desconfianza en la
verdadera eficacia de los instrumentos jurídicos más graves: la pena y medida de seguridad.
Del mismo modo, a veces la sanción personal o individualizada que recae sobre los
directivos o representantes de una persona jurídica si bien es necesaria, resulta claro que
en ocasiones es insuficiente y no basta para tranquilizar la conciencia social perturbada por
el delito [como sucede en los delitos socioeconómicos, delitos contra el medio ambiente u
otras formas de la criminalidad empresarial], siendo indispensable implementar una serie
de medidas e instrumentos jurídicos tales como la clausura de los locales de la persona
jurídica, la disolución de la sociedad, la suspensión de las actividades o la prohibición de
realizar actividades.
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Ello termina por demostrar que a veces la mejor respuesta contra el delito o bien no
pasa por la pena o medida de seguridad o bien, como en este caso, siendo necesario aplicar
esta clase de sanciones, su utilización aislada, que se desvincula de otros instrumentos
jurídicos, equivale a una pérdida de eficacia y a un limitado alcance de los fines preventivos
que se pretenden alcanzar por parte del legislador.
Las consecuencias accesorias, ya sea el comiso o las medidas contra las personas
jurídicas, no son sanciones penales contra las personas jurídicas, no son sanciones penales
en el sentido de la pena o la medida de seguridad. Están equivocados aquellos que pretenden
asignarles el rango de “auténticas y verdaderas penas”. De concebirse como penas se tendría
que exigir la comprobación de la culpabilidad, dado que no hay pena sin culpabilidad. Sería
inadmisible, entonces, decretar el decomiso de un instrumento peligroso a un imputable.
Por otro lado, como la pena es una institución que se aplica de manera eminentemente
personal, y no puede imponerse a un colectivo de personas o no puede recaer sobre quienes
no han intervenido en la comisión del delito en el grado de autores o participes, no se
lograrían explicar de manera plenamente satisfactorias las “penas” que recaen sobre las
personas jurídicas y que se encuentran contenidas en el art. 104 del C.P. Asimismo, el
decomiso sólo podría dictarse sobre los bienes [efectos o instrumentos] de los
intervinientes en el hecho y no, por ejemplo, sobre los bienes de propiedad de terceros con
los que se ha ejecutado el delito. En esta línea, y de considerarse como penas a las
consecuencias accesorias, sería imposible como lo ha destacado Gracia Martín – decretar el
decomiso de los bienes cuyo titular es una persona jurídica puesto que el ente colectivo es
un tercero no interviniente y, como se sabe, la pena no puede afectar a éstos, sin contar,
además, que los entes colectivos están incapacitados para ser sujetos de responsabilidad
penal.
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II. ¿QUÉ SE ENTIENDE POR CONSECUENCIAS ACCESORIAS?
1. EL PROBLEMA DE SU NATURALEZA
Uno de los primeros problemas que aparecen alrededor de las “consecuencias
accesorias”, más allá de su adscripción como verdaderas sanciones jurídicas [no penales],
es saber el significado de las consecuencias accesorias. Resulta problemático determinar,
independientemente de la cardinal importancia del asunto práctica del asunto, cuál es el
sentido jurídico con el que debe interpretarse la referencia a (consecuencias) accesorias.
La discusión se trabaría entre dos extremos jurídicamente bien delimitados: por un lado
las consecuencias accesorias pueden entenderse como si la ley se refiriera a consecuencias
accesorias de la pena; y, por el otro lado, puede interpretarse que la utilización de la frase
mencionada quisiera remarcar a una consecuencia accesoria del delito.
Por otro lado, un argumento de naturaleza político criminal, nos obliga a ver, que no hay
razón para entender que las consecuencias accesorias sean en realidad penas, o solo
medidas de seguridad, pues su distinta ubicación respecto al catálogo de penas descritas en
el C.P. hace pensar en si diversa finalidad como en el hecho de que parten de distintos
supuestos jurídicos. En efecto, si las consecuencias fueran verdaderas penas o se impusieran
de manera obligatoria junto a las tradicionales sanciones jurídicos penales, no quedaría
claro, y menos se podría explicar, por qué el legislador ha creado “penas” y les ha asignado
no solo una ubicación diferente, sino también les ha impuesto una finalidad completamente
distinta a la que ellas.
Entonces decimos, que las consecuencias accesorias no pueden ser consideradas como
penas, en sentidos de sanciones que se aplican solo cuando se imponga una pena o medida
de seguridad, dado que su regulación, tal como se encuentra en el Código Penal Peruano,
atentaría al principio de legalidad de los delitos y de las penas, y de ser así las consecuencias
accesorias no serían la excepción, debe encontrarse prevista de manera expresa y taxativa
en la ley.
Esto significa que para la aplicación de las consecuencias accesorias cada tipo penal
debería establecerse formalmente, y esto pasaría a ser un inútil adorno jurídico dentro del
C.P.
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Queda claro que si bien las consecuencias accesorias no son penas ni medidas de
seguridad, no dejan de representar una especie o clase de sanciones jurídicas negativas,
cuya naturaleza y fundamentación es diversa. Las penas y medidas de seguridad, si bien son
las clases de sanciones jurídicas más graves, no son las únicas.
Algunos autores consideran que las consecuencias accesorias no solo tienen una
naturaleza administrativa, sino también civil y que se fundaría en la peligrosidad objetiva
de determinados cosas materiales. Sin embargo, estas no cumplen con los presupuestos y
requisitos de las sanciones civiles, como sí sucede en la reparación civil, que puede ser
también ordenada por un juez o tribunal civil, aquellas solo se pueden dictar dentro de un
proceso penal.
2. ÁMBITO DE APLICACIÓN:
Las consecuencias accesorias no suponen, contra la idea sumamente extendida en la
práctica, una serie de sanciones exclusivamente aplicables a las personas jurídicas. Su
campo es mucho más amplio. En realidad, las únicas sanciones que de modo genuino le
pueden ser aplicables son las contenidas en el art. 105 del C.P.. El Comiso, como luego
veremos, posee un ámbito de aplicación mayor que si bien puede alcanzar también a los
entes colectivos su finalidad y sentido fácilmente trasciende más allá de la actividad que
puedan cumplir las personas jurídicas e incluso no se limita únicamente al caso de los delitos
patrimoniales o socioeconómicos.
Por otro lado, no es correcto en la legislación peruana establecer una regla general
respecto al ámbito de aplicación de las consecuencias accesorias. Por el contrario, resulta
indispensable realizar un estudio diferenciado según la clase de consecuencia que se trate o
del sentido y alcance de la disposición penal especial.
Así el comiso tiene un ámbito de aplicación distinto y de mayor cobertura que las
medidas que se les imponen a las personas jurídicas. El primeo se halla regulado en los
artículos 102 y 103 del C.P., mientras que las segundas se encuentran específicamente en el
art. 105 del C.P. Debe destacarse, como después veremos, que el art. 104 del C.P. constituye
una disposición híbrida que pretende regular, y lo hace de manera altamente insatisfactoria,
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el comiso de ganancia pero circunscrito a las personas jurídicas, restringiéndolo al monto
necesario para cubrir la reparación pecuniaria.
Su empleo debe producirse cuando hayan fracasado otros medios de control social de
naturaleza menos lesiva, como la reparación civil u otros mecanismos alternos. Asimismo,
en el campo de las consecuencias accesorias deben seguirse respetando los alcances del
principio de proporcionalidad de las sanciones que obligan a una correspondencia
valorativa entre el delito cometido y la sanción que se va a aplicar.
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CAPÍTULO SEGUNDO:
“DECOMISO”
El juez también dispone el decomiso de los bienes intrínsecamente delictivos, los que
serán destruidos.
Cuando los efectos o ganancias del delito se hayan mezclado con bienes de procedencia
lícita, procede el decomiso hasta el valor estimado de los bienes ilícitos mezclados, salvo que
los primeros hubiesen sido utilizados como medios o instrumentos para ocultar o convertir
los bienes de ilícita procedencia, en cuyo caso procederá el decomiso de ambos tipos de
bienes.”
II. DEFINICIÓN
La definición tradicional del decomiso es “el acto por el cual el Estado se apodera de un
objeto que perteneció al delincuente. De manera que, perdiendo este el dominio, pasa a ser
propiedad del Estado mismo”.
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Un amplio sector de la doctrina considera que el decomiso es un instituto de derecho
penal sustancial que constituye una especie del género más amplio: la confiscación, la cual,
ya sea que afecte a todo el patrimonio, a una cuota o a objetos concretos del mismo, se divide
en confiscación general total, confiscación general parcial y confiscación especial. A esta
última se le denomina confiscación específica, individual o simplemente “decomiso”.
2. DECOMISO ADMINISTRATIVO
Existen riesgos en algunos delitos donde las medidas administrativas de decomiso
constituyen el mecanismo más expedito e idóneo para contener anticipadamente aquellas
amenazas que representan algunos bienes que se asocian a conductas delictivas de potencial
peligro, como sucede con las armas de fuego, los explosivos, o con los elementos incautados
por delitos contra la propiedad intelectual o industrial, el lavado de activos, la falsificación
de moneda, el contrabando, las conductas contra el medio ambiente, la salubridad pública,
entre muchos otros.
Para contrarrestar este tipo de delitos, es común encontrar que la ley otorgue facultades
de intervención preventiva a autoridades de carácter administrativo, las que, por
especialidad, capacidad técnica, recursos e infraestructura profesional y logística, resultan
más idóneas para decomisar este tipo de bienes. Estos fines y competencias constituyen su
principal diferencia con el decomiso penal; por lo general, varios bienes de origen o
destinación delictiva que pueden ser afectados a través de medidas de decomiso penal,
también están vinculados a conductas que se encuentran previstas también en
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disposiciones especiales de carácter administrativo que generan un ámbito de protección
anticipado a través de infracciones o faltas de tal naturaleza.
4. INCAUTACIÓN
Generalmente, la incautación no es una medida exclusiva para garantizar el decomiso
penal, pues la podemos definir como la facultad que tiene una autoridad de tomar
forzosamente un bien que se requiere para cumplir un fin legítimo de interés procesal. Es
por ello que también procede la incautación de un bien con el fin de asegurar las evidencias
o elementos de prueba que en él pueden ser recolectados; o con el fin de ser destruidos para
evitar una daño o lesión a un bien jurídico; o con el propósito de garantizar los derechos de
la víctima, a través de la restitución del bien con el fin de restablecer su derecho, etc.
5. RECUPERACIÓN DE ACTIVOS
La recuperación de activos presenta una naturaleza no punitiva, de notoria orientación
civil, al enfocarse sobre aquellos bienes que ilícitamente fueron desplazados de la órbita de
dominio de su titular y, que, en virtud de los principios de conservación y restablecimiento
del derecho, deben volver a su legítimo propietario. Por lo tanto, está relacionada con la
necesidad de reparación del daño o perjuicio que sobreviene como consecuencia civil que
se deriva del delito, procurando devolver las cosas a su estado pre-delictual.
6. EXTINCIÓN DE DOMINIO
La extinción de dominio, no es otra cosa distinta que un instituto que acoge las distintas
clases o circunstancias de decomiso penal para ser reconocidas a través de un
procedimiento de carácter restitutivo. Es por ello que la principal diferencia entre la
extinción de dominio frente al decomiso penal, la constituye sus fundamentos de
legitimación, pues el eje principal del decomiso recae en el compromiso penal del bien o su
titular, con una actividad delictiva; mientras que la extinción de dominio, se adscribe a otras
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fuentes jurídicas de orden constitucional, que están relacionadas con dos aspectos en
particular: la verificación de la validez del acto jurídico mediante el cual se adquiere el
dominio; y el ejercicio del derecho con observancia plena de las obligaciones que emanan
del cumplimiento de la función social que es inherente al derecho a la propiedad privada.
Menciona CORTÉS BECHARIELLI, que “el decomiso, desde su aparición está buscando su
verdadera identidad, pues no existe un conceso sobre su posición exacta dentro del mundo
normativo”. Se le ha ubicado distintamente según las posturas jurídicas que predican los
doctrinarios del derecho. Hay quienes lo ubican como una pena accesoria, una consecuencia
civil, una sanción, o una consecuencia accesoria, entre otras. Al incluir al decomiso en el
presente trabajo de investigación, hemos concluido que el decomiso es una consecuencia
accesoria del delito, adscribiéndonos a la tesis del mismo nombre; no obstante,
estableceremos someramente los criterios contradictorios de otras tesis ligadas a la ciencia
penal que nos ocupa.
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Sin embargo, es el mismo tesista quien presenta una contraposición a su idea principal,
mostrando la deficiencia casi insubsanable de su planteamiento, puesto que la naturaleza
punitiva del decomiso no permite atender los problemas prácticos que se presentan en los
casos donde el titular del bien obra sin culpabilidad o los bienes se encuentran en cabeza de
terceros, ya sean personas físicas o jurídicas: “La pena tiene su fundamento en la
culpabilidad, de modo que no puede imponerse pena sin culpabilidad. De ahí se derivaban
las siguientes consecuencias en relación con la aplicación del decomiso: Por una parte, solo
podría ser aplicado al sujeto que hubiera obrado culpablemente, pero no a quien, habiendo
realizado una acción típica y antijurídica, fuera no obstante declarado exento de
responsabilidad criminal por ausencia de culpabilidad…”.
Inicialmente se debe precisar que no es la peligrosidad objetiva del bien la que sustenta
el decomiso en estos casos, pues es claro que un bien potencialmente peligroso, por su
naturaleza, en las manos expertas, constituye un riesgo aceptable y tolerable.
Sobre el particular, consideramos que las precisiones realizadas por JAVIER ZARAGOZA,
quien destaca el carácter personal de las medidas de seguridad, aspecto que impide que los
fines del decomiso coincidan con los fines de las medidas de seguridad, son sumamente
importantes al indicar que: “Su definición como medida de seguridad también resultaba
insatisfactoria para gran parte de los autores al no asentarse sobre la peligrosidad personal
del responsable, ya que cualquier medida de seguridad patrimonial es incompatible con los
fines de reeducación o seguridad del delincuente, sobre el que únicamente debe actuarse
para lograr su reinserción con medidas o actuaciones personales que influyan sobre su
carácter”. CONDE-PUMPIDO FERREIRO consideraba aberrante imponer la medida por la
peligrosidad de la cosa y no por la de la persona que la detenta.
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Se trata más bien de medidas de carácter administrativo o de naturaleza civil, cuyo
presupuesto es la peligrosidad objetiva de determinadas cosas materiales y que se orientan
a prevenir la utilización de las mismas en el futuro para la comisión de nuevos delitos. Para
su aplicación debería bastar con la previa realización de un hecho típico y antijurídico
sirviéndose de tales objetos peligrosos y con el pronóstico de probabilidad de que pudieran
ser utilizados en el futuro para la comisión de nuevos delitos, sin necesidad de que el autor
del hecho previo fuera además culpable y sin necesidad asimismo de que los citados
instrumentos tuvieran que pertenecer forzosamente a aquel”.
Argumentos:
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V. FUNDAMENTOS
VI. CLASIFICACIONES
La evolución del decomiso se enmarca en el tránsito de un sistema inquisitivo a un sistema
acusatorio. Actualmente es un instituto garantista altamente efectivo en la persecución de bienes
ilícitos. La clasificación por etapas, la mostramos a continuación.
a. Decomiso por el origen ilícito de los bienes, está caracterizado por aquellos que tienen
fuente u origen directo o indirecto en un delito, correspondiendo a las descripciones de
los bienes que son producto, efecto, objeto del delito, o que constituyen sus ganancias,
frutos, transformación o equivalencia, los cuales parten del principio de que el delito no
puede generar derechos. Por tanto, el decomiso de bienes de origen delictivo se va a
fundamentar, en la necesidad de devolver el equilibrio del ordenamiento jurídico que debe
ser restaurado a través de la pérdida de dominio del bien ilícito a favor del Estado. Isidoro
BLANCO CORDERO, anota certeramente que “[el decomiso] no pretende desaprobar
ni castigar un comportamiento antijurídico, sino impedir que persista en el futuro una
perturbación del ordenamiento jurídico producida en el pasado. Persigue un objetivo
preventivo, evitando la reinversión de las ganancias de origen delictivo por parte de las
organizaciones criminales (…)”.
b. Decomiso por destinación ilícita, esta clase está relacionada con la destinación ilícita de
los bienes, es decir, aquellos objetos materiales e inmateriales de los que se vale el autor
para preparar o ejecutar un delito. Está compuesta por aquellas formas de decomiso en
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cuya descripción normativa se prevé una relación funcional, instrumental o de disposición
entre el bien y un delito concreto, relación que puede acreditarse, ya sea en la fase
preparatoria, consumativa o post consumativa del delito, donde el reconocimiento de la
consecuencia jurídica se determinará por el peligro que representa el bien para atentar o
poner en riesgo un bien jurídico. A diferencia del decomiso sobre bienes de origen ilícito,
la privación del dominio de los bienes destinados ilícitamente se va a sustentar en la
necesidad de neutralizar el peligro potencial que estos representan. TOMÁS GÁLVEZ Y
WALTER DELGADO, resaltan lo siguiente: “El fundamento jurídico del comiso de los
instrumentos del delito no es, como en algún momento se entendió, la culpabilidad o la
peligrosidad criminal, sino la peligrosidad objetiva de los instrumentos (la que sin
embargo, en algunos casos deberá de vincularse con ciertos criterios subjetivos respecto
a la conducta, intención o voluntad del agente), es decir, la posibilidad de que puedan
ser utilizados en el futuro por el mismo agente o por terceros, para cometer nuevos
delitos. El medio o instrumento, puede pertenecer al propio agente del delito o a tercero,
pues en ambos casos estará presente la peligrosidad”.
2. De acuerdo con la relación del bien con el delito, la responsabilidad o el proceso penal
Las formas del decomiso que han surgido a lo largo del tiempo tienen como común
denominador la exigencia de acreditación de una relación directa o indirecta entre el bien con
el delito, la responsabilidad o el proceso penal; dependiendo del tipo de relación (producto,
instrumento, objeto, equivalencia, ganancia, etc.) se elaboran las distintas descripciones
normativas que estructuran las diferentes clases de decomiso.
a. Decomiso de bienes producto del delito, es común a casi todas las legislaciones y tiende
a ser objeto de recomendación en la mayoría de instrumentos internacionales relacionados
con el tema criminal, donde suele incluirse una definición convencional que delimita los
alcances de este concepto. El decomiso del producto del delito, conocido también como
decomiso de bienes derivados, hace relación a aquellos bienes que se originan o derivan
directamente de la ejecución de la actividad delictiva, o como reconoce la doctrina,
aquellos que son “producidos, manipulados o transformados desde la propia conducta
criminal”; o, en términos más sencillos, al decir de VIZUETA FERNÁNDEZ, aquello
“cuya existencia se debe a la comisión del delito”. El decomiso de los bienes que son
producto del delito solo procede frente a conductas dolosas, pues si se tiene en cuenta la
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distinción técnica entre “producto’ y “efecto” del delito, se debe reconocer que detrás de
todo producto, subyace un proceso consciente y voluntario dirigido a un fin delictivo; por
tanto, muy difícilmente, por no decir imposible, se puede generar “bienes” que se
consideren como un producto derivado de un delito imprudente.
b. Decomiso de bienes que constituyen el objeto material del delito, esta circunstancia de
decomiso hace relación a aquellos bienes que, de acuerdo con la doctrina penal,
constituyen el objeto material del delito; es decir, aquel “objeto material físico sobre el
que recae la acción”.
c. Decomiso de bienes utilizados como medios o instrumentos del delito, es una de las
formas más tradicionales del decomiso penal que viene acompañando a esta figura desde
sus orígenes, siendo común a todas las legislaciones que contemplan este instituto de
derecho penal. Esta forma de decomiso también se suele reconocer con los nombres de
decomiso de seguridad, decomiso de aseguramiento, decomiso de medios, decomiso de
efectos instrumentos, decomiso de peligro, entre otros, y se fundamenta en el peligro
objetivo que representa el bien para atentar o poner en riesgo un bien jurídico.
b. Decomiso de bienes lícitos mezclados con bienes ilícitos, generalmente no suele existir
un factor de legitimación que permita extender la pretensión de decomiso a los bienes de
lícita procedencia que se vean comprometidos con acciones de mezcla u ocultamiento, lo
que convierte esta situación en una típica maniobra de evasión del comiso, pues este tipo
de mezclas generalmente quedaban en la impunidad, especialmente, en aquellos casos
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donde la escisión de la porción lícita del producto ilícito, resultaba materialmente
imposible.
e. Decomiso ampliado, extendido o de bienes sin justificación lícita razonable, esta medida
fue adoptada por el derecho alemán; es una medida a través de la cual se pretende superar
uno de los más frecuentes obstáculos que se presenta con relación a las exigencias
normativas y probatorias del comiso directo de bienes de origen ilícito, pues a pesar de
que los avances producto de las discusiones sobre su naturaleza jurídica (de pena a
consecuencia accesoria) habían permitido superar algunas limitaciones, aún persistía el
problema de acreditar una directa vinculación del bien con el hecho enjuiciado, situación
que restringía ampliamente el campo de acción de la pretensión patrimonial, inhibiendo
la posibilidad de que esta figura cumpliera con sus fines político criminales.
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CAPÍTULO PRIMERO:
I. CONCEPTOS PRELIMINARES:
Son variados los tópicos, que aún son objeto de discusión, en el campo de la dogmática
jurídico-penal; entre aquéllos destaca el referido a la «responsabilidad penal de las personas
jurídicas», un entramado muy complejo de resolver, en la medida que la postura a adoptar
tiene también repercusión en el plano de la política criminal. Esta confrontación doctrinal,
que data de hace varias décadas, pone en la vitrina de la discusión, la validez del viejo
apotegma del societas delinquere non potest, debate que se ha reactualizado en la
literatura penal vigente, acentuada por las siguientes consideraciones:
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pueden resultar muy novedosas e utilitarias, pero a su vez, incompatibles con los principios
rectores de un Derecho penal democrático.
Algunos consideran que para resolver esta compleja criminalidad, el Derecho Penal
convencional requiere una nueva formulación teórica, mientras que para otros una
simplemente una adaptación coherente.
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SANCIONES PENALES ESPECIALES” (FUNDAMENTO Jurídico 11, del Acuerdo Plenario N°7-
22009/JC-116).
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Es de recibo, que la persona jurídica es reconocida como sujeto de derecho, en algunas
ramas del ordenamiento jurídico; conforme es de verse en el derecho mercantil, conforme
a una conformación contractual, se permite a la persona jurídica realizar una serie de
negocios jurídicos, claves para la buena marcha del negocio; asimismo, en el plano laboral,
vemos que la persona jurídica, contrata trabajadores y constituye una serie de relaciones
laborales, en cuanto al marco de contratación laboral, generando para ambas partes, una
serie de derechos y obligaciones; al trabajador de recibir una remuneración por la jornada
laboral prestada a la empresa, a su vez, reporta un aspecto pensionario, así como la
obligación de la persona jurídica, de depositar la CTS del trabajador, de forma periódica.
Vemos también, que según la relación jurídico-tributaria, el Estado es un ente recaudador y
sujeto pasivo de dicha obligación, es la persona jurídica, conforme al hecho generador, cuyo
incumplimiento, puede acarrear una serie de sanciones a la empresa.
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gestión óptima y eficiente que asegure una conducción lícita de la empresa, lo cual podría
suponer, a toda consecuencia de la punición, de actuaciones societarias, que no develan aún,.
una significativa dosis de lesividad social. Siendo así, en el caso de la configuración de
«comisión por omisión», el reproche se sustenta en un defecto de organización, por no haber
actuado conforme a una actuación eficiente en el marco de un determinado ámbito de
competencia por dominio social. La denominada «Responsabilidad por organización o por
defecto de organización», edificada por TIEDEMANN, fue estructurada en principio para
fundamentar infracciones administrativas (contravenciones) del Derecho Alemán, pero no
para crear un sistema de imputación jurídico-penal. Entendiéndose como delitos de
"Asociación", aquellos que son favorecidos o facilitados por la omisión de medidas
precautorias para garantizar el manejo ordinario del negocio. En este caso, son
considerados delitos «por defecto de organización», pues por omitir las medidas necesarias
conducentes a la evitabilidad de la comisión del Injusto. El Derecho penal sólo puede
construir su centro de imputación en base a una culpabilidad propia y no en una ficticia, en
aquellos elementos que pueden sostener válidamente la atribución por responsabilidad de
un hecho propio, tomando en cuenta el revestimiento ontológico de la persona de la
imputación así como el fundamento de los destinatarios de las normas jurídico-penales. Si
bien es cierto, que en base a la comisión por omisión (Begehungs durch Unterlassung) podrá
imputarse responsabilidad a determinados órganos de la empresa, que a pesar de detentar
labores de control y de fiscalización no hicieron nada para evitar la comisión de un injusto,
pues la evitabilidad se derivaba de una exigibilidad en base a la posición funcional que
ocupaban (Garantes).
1. CRITERIOS:
En primer lugar, precio porque la legitimidad de su aplicación demanda que las
personas jurídicas sean declaradas judicialmente como involucradas –desde su actividad,
administración u organización– con la ejecución, favorecimiento u ocultamiento de un
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hecho punible, sobre todo por activos y criminógenos defectos de organización o de
deficiente administración de riesgos. Y, en segundo lugar, porque su imposición produce
consecuencias negativas que se expresan en la privación o restricción de derechos y
facultades de la persona jurídica al extremo que pueden producir su disolución.
(FUNDAMENTO Jurídico 11, del Acuerdo Plenario N°7-22009/JC-116).
2. REQUISITOS:
- Que se haya cometido un hecho punible o delito.
- Que la persona jurídica haya servido para la realización, favorecimiento o
encubrimiento del delito.
- Que se haya condenado penalmente al autor, físico y específico, del delito (exigencia
normativa)
- Que se haya emplazado a la persona jurídica en el proceso penal dentro de la
investigación preparatoria, hasta antes de darse por concluida la misma.
- Que se haya discutido en el juicio oral sobre la consecuencia accesoria que se va a
imponer a la persona jurídica.
Es menester mencionar, en primer lugar, quiénes son los sujetos a los que son
atribuibles las consecuencias accesorias del delito son:
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Para que dicho hecho de conexión sea claramente el de la persona jurídica, debe quedar
además clara que la persona física responde de forma independiente.
Este “Hecho de conexión” entre la persona física que cometió el delito y la persona
jurídica, se puede presentar de dos maneras:
Cabe resaltar que sin duda el elemento central del modelo de imputación: la persona
jurídica no responde por el hecho de que el delito haya sido cometido por alguna de las
personas que puedan dar lugar a un hecho de conexión en su interés o para su beneficio,
sino porque dicho delito es consecuencia del incumplimiento de deberes de dirección y
supervisión. La ley elige formalmente a la persona jurídica en garante de vigilancia respecto
de su personal y establece que los deberes de dirección y supervisión incluyen la prevención
de delitos; se aclara que si la entidad cumple como es debido con sus deberes no tiene
responsabilidad alguna, aunque se cometa algún delito. En cuanto a los alcances de los
deberes, la ley establece que se les ha dado debido cumplimiento, cuando con anterioridad
a la comisión del delito la entidad adoptado e implementado un modelo de prevención con
las características que luego la propia ley detalla.
1. EXCLUSIÓN DE LA CULPABILIDAD:
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existencia en la empresa de los denominados compliance programmes o programas de
cumplimento normativos, como parte del derecho de autoorganización del que goza este
sujeto en el Derecho Mercantil.
En el art. 105, inc 1, se prevén las medidas que afectan los ambientes físicos en los que
la persona jurídica organiza sus actividades. Se trata, pues de “la clausura temporal o
definitiva de los locales o establecimientos”. Esta clausura es temporal y no puede durar más
de 5 años. Para que proceda esta medida, el local o establecimiento debe haber servido a la
persona jurídica para cometer, favorecer o encubrir un delito. Debe establecerse la
vinculación o relación directa entre el uso de los locales por los entes colectivos y la comisión
del delito. Si el ente colectivo tiene varios establecimientos y solo en uno de ellos se ha
acreditado la comisón del delito, la medida solo puede afectar a dicho local.
En el art. 105, inc 2, se prevé la disolución, es la sanción más grave, aplicable a cualquier
tipo de persona jurídica (“sociedades, asociaciones, fundaciones, cooperativas y comités”).
Esta medida equivale a la pena de muerte para el ente colectivo. Por esto, debe ser reservada
solo para aquellos casos en los que la propia existencia y operatividad de la persona jurídica
impliquen por sí mismas una alta probabilidad de que vuelva a involucrarse en delitos.
El artículo 105, inc 4, prevé la medida de prohibición de realizar las actividades. Por
tanto, mediante ellas se inhabilita a la persona jurídica para continuar realizando dichas
actividades en tanto a través de ellas favoreció o encubrió la comisión del delito. Su duración
no es mayor de 5 años.
“Las medidas contempladas en el artículo anterior son aplicadas de forma motivada por
el juez en la atención de los siguientes criterios de fundamentación y determinación, según
corresponda:
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7. la finalidad real de la organización, actividades, recursos o establecimientos de la
persona jurídica.
La disolución de la persona jurídica se aplica siempre que resulte evidente que ella fue
constituida y operó habitualmente para favorecer, Facilitar o encubrir actividades
delictivas”.
COMISIÓN DE UN DELITO:
Este es, a nuestro parecer , el criterio de imputación fundamental a partir del cual se
individualiza la aplicación de las consecuencias accesorias. En este contexto, es de precisar
que la intervención precedente, concurrente o posterior en el delito de la persona jurídica
constituye una exigencia procesal y un objeto de prueba. Por tanto, en el proceso penal debe
acreditarse y precisarse el nivel y oportunidad en los cual es la persona jurídica se implicó
en la realización del hecho punible. En consecuencia, beben comprobarse las actividades y
niveles de la organización de la persona jurídica que sirvieron o favorecieron a la producción
u ocultamiento del delito.
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PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS DE TRABAJADORES Y DE LOS ACREEDORES DE LA
PERSONA JURÍDICA
En torno al procedimiento ejecutivo, la ley prescribe que cuando alguna de las medidas
del artículo 105 fue aplicada, el juez ordenará a la autoridad competente que disponga la
intervención de la persona jurídica para salvaguardar los derechos de los trabajadores. Esta
norma diferenciados momentos: primero, un periodo en el cual el juez está obligado a
ordenar a la autoridad competente que disponga la intervención de la empresa. Y, en
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segundo momento, dicha autoridad competente, haciendo caso a lo ordenado por el juez,
dispone que la empresa sea intervenida.
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EXCURSO
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Los principales postulados de este acuerdo plenario fueron los siguientes:
- La calidad de accesoria de las medidas establecidas en el artículo 105º CP deriva de un
requisito o condición esencial que implícitamente exige la ley para su aplicación judicial, cual es
la necesaria identificación y sanción penal de una persona natural como autora del hecho punible
en el que también resulta conectada, por distintos y alternativos niveles de imputación un ente
colectivo
(F.J. 12º)
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