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CASTELLANI
ÍNDICE
Contenido
Nota Preliminar...................................................................................... 3
Al lector ................................................................................................. 4
Prólogo .................................................................................................. 5
Pragmática en soneto de don Quijote de la Mancha a su leal
escudero Sancho el Único al mandarlo a regir la Ínsula Agatháurica
............................................................................................................. 12
1. Los nuevos tirteafueras .................................................................. 13
2. El lobo y el cordero ......................................................................... 18
3. La Información ................................................................................ 22
4. El Tanguista ..................................................................................... 28
5. El Maestro ........................................................................................ 39
6. El Filósofo ....................................................................................... 46
7. El Profesor de Poesía ...................................................................... 55
8. Los dos muertos ............................................................................. 63
9. El Sábelotodísimo ........................................................................... 69
10. El Estudiante de Tucumán ............................................................ 73
11. Venido de Europa .......................................................................... 78
12. Los Cortesanos ............................................................................. 87
13. La Zahorí o Detectara .................................................................... 91
14. Lenguas Vivas ............................................................................... 97
15. La camisa del Hombre Feliz ........................................................ 101
16. La Muchacha Moderna ................................................................ 107
17. La máquina de Ganar a la Ruleta ................................................ 112
18. El Taita Oficial de la Historia () ................................................... 123
19. La Cruz de Guerra ....................................................................... 131
19 bis. Cooperador Primero .............................................................. 136
19 ter. Reforma de la Enseñanza () ................................................... 144
20. La cobardía .................................................................................. 155
21. El Hombre Que Decía la Verdad .................................................. 163
22. La Reforma de los Refranes ........................................................ 174
22 bis. Preguntas peliagudas ........................................................... 190
23. Los Siete Asaltantes ................................................................... 200
23 bis. Fray Pacífico Q.Ch. ................................................................ 207
24. El Fabril de Frases Hechas ......................................................... 217
24 bis. Vigilia de armas ..................................................................... 226
25. Decoro y caída ............................................................................. 235
R. I. P.Epitafio .................................................................................... 246
Soneto epitáfico ................................................................................ 247
Anexos en verso ............................................................................... 248
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Nota Preliminar
La primera edición de El nuevo gobierno de Sancho apareció en el año
1942; la segunda, aumentada en tres capítulos, en 1944; la tercera, con
más cinco piezas en prosa y un anexo en verso sobre la segunda, en 1965.
Ésta es, pues, la cuarta edición; reproduce el texto de la tercera, que queda
ya como el definitivo de la obra.
Los dibujos de Marius son los mismos que ilustraron las ediciones
anteriores. Marius es el nombre artístico del gran dibujante argentino
Carlos Vergottini.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Al lector
Tanto el autor como el traductor deste libro consideran inútil advertir,
y sin embargo advierten, que no hay en él retratos de personas sino
caricaturas de vicios, caricaturas exageradas a la Muñiz o al modo
del Hombre que no tuvo infancia. No hay pues en él, lo repetimos,
ninguna alusión directa a la menor persona viva; y si alguno se llegare a
dar por aludido, tendremos que decir, como el paisano, que recién
conocimos que era cofrade cuando lo vimos tomar candela. Otra cosa es
cuando se nombra una persona literalmente; es señal entonces que es un
amigo del traductor o del autor, como los dos que salen en esta
advertencia.
Cide Hamete Benengeli (h.)
Jerónimo del Rey
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Prólogo
De las fecundidades herenciales que el espíritu hispánico, es decir don
Quijote, desparramó en América y que son dos, a saber: idioma y
sabiduría, habría que hacer un inventario nuevo para determinar qué parte
nos tocó a los argentinos y en qué modo nosotros la hemos dilapidado;
porque ya de esa herencia tradicional se canta y llora poco – casi nada –
entre la población del que fue virreinato del Río de la Plata.
El traductor de Cide Hamete (h.), inventor de las crónicas que en este libro
se reúnen, parece haber calado que lo que falta aquí es restaurar primero
los dominios morales y espirituales de la tradición (tradición criollo -
hispánica) y dejar para luego la recuperación – que será dada por
añadidura – del acervo idiomático.
De allí que en estas páginas haya – según advierto – más sabiduría que
adorno literario y todavía esto: cierto empeño evidente en jorobar la
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Con el humor del pueblo, un rato campechano y otro rato porteño, el autor
de este libro – o el de su inverosímil traducción – se ríe del cinismo
solemnísimo con que viven los ínsulos de lata figuración (historiadores,
periodistas, poetas, políticos, educadores, doctores, magistrados, etcétera)
legalizando, o aceptando al menos, la trampa, la mentira, el mal gusto, el
fraude, la sapiente ignorancia, la coima y la desocupación, como
elementos primos naturales de la armonía social.
dice Sancho en uno de sus sápidos sonetos que Cide Hamete (h.) le
atribuye en El Hombre que decía la verdad. Y ese terceto clarifica el
sentido con que el autor hace humorismo. No es el tipo de «humor» de que
viven los graciosos profesionales ni el estilizado y pulcro de los chistosos
románticos, ni el corrosivo y acre de los ironistas descreídos. Es el buen
humor suelto y desconcertante con que pueden reírse los que tienen
ganada la voluntad de Dios y de sus semejantes, frente a los que la quieren
abolir o ganarla con trampas. Por eso mismo y porque son claras e
instructivas las crónicas que forma esta extraña novela – algunas de las
cuales se publicaron antes en revistas de no gran difusión – pueden ser
populares y lo serán, sin duda, el día que el buen pueblo deje de leer
pasquines y se acerque a escucharlas. Para este evento y como nuestro
pueblo – al igual que gran parte de nuestra clase culta – hace rato que ha
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Apenas el perpetuo descubridor de las antípodas, hacha del mundo, ojo del
cielo y meneo dulce de las cantimploras hubo traspuesto el horizonte,
tomó asiento el nuevo Gobernador en su trono soberano, y llamando al
doctor Tirteafuera le dirigió las siguientes demandas:
—¿Y la Crítica?
2 ) - Cide Hamete (h.) hace aquí un juego de palabras casi intraducible, aludiendo a los
nombres de dos pasquines de la época, uno de ellos ya desaparecido y el otro debiendo
desaparecer. En el original se emplean las voces dialectales Abarajadah y Bbotanah. La
primera quiere decir: sol mortecino, pero también significa mal negocio. Bbotanah es
entregador - en el sentido de mercader - , y asimismo implica chantaje, calumnia,
recurso inmoral. El lema inter folia, fructos - así, con un craso error de gramática
latina - era el pretencioso epígrafe del plebeyo pasquín primero, desaparecido a los dos
meses de nacer, porque la Ínsula no aguantaba más que uno. (N. del Prologuista)
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
—En que el sol es inter folia, fructos y la crítica es inter folia, bructos.
— No me parece enorme.
— Inminente.
— ¿Y el ataque?
— Furioso.
— ¿Y la reacción?
— Enérgica.
— ¿Y la defensa?
— Obstinada.
— ¿Y la resistencia?
— Heroica.
— ¿Y la caída?
— Descontada.
— ¿Y la retirada?
— Estratégica.
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— ¿Y la maniobra?
— Prevista.
— ¿Y las posiciones?
— Inquebrantables.
— Rechazados.
— ¿Y las fuentes?
— Fidedignas.
— ¿Y las esferas?
— Autorizadas.
— ¿Y los círculos?
— Auspiciosos.
— ¿Y las expectativas?
— Intensas.
— Un rayo de esperanza.
— Violentos.
— ¿Y sus procedimientos?
— Agresivos.
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— ¿Y sus pretensiones?
— Exorbitantes.
— ¿Y sus actitudes?
— Intransigentes.
— ¿Y sus intenciones?
— Criminales.
— ¿Y sus gestos?
— Totalitarios.
— La Democracia.
— El Progreso.
— ¿Quién lo dijo?
— Sarmiento.
— Basta.
Dicho lo cual, el eximio Gobernador, sin pasar más adelante, dio la señal
de los festejos, los cuales consistieron principalmente en una danza de
elefantes blancos con merluzas, arbotantes, chafarrinones y medias
proporcionales, acompañados de dos manteos de padre y muy señor mío
con sus borlas y pasamanerías de lo mismo...
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2. El lobo y el cordero
Apenas hubo el rubicundo Apolo proyectado sobre la faz de la tierra su
tórrido barniz fosforescente y policromado, y las canoras y pintadas
avecillas, empezando por los gorriones y acabando por las campanas de los
conventos, elevado a la gloria del amanecer sus armoniosos trinos, con la
utilidad subsidiaria de despertar a destiempo a los vecinos, cuando
llevaron al nuevo Gobernador, el cual había dormido regular no más, al
Salón de las Poéticas Expresiones, para hacer un poco descanso dominical.
— Griego.
— ¿Quiénes son?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
LOBO
¡Prepárate a morir!
CORDERO
¿Yo qué he hecho, si vamos al decir?
LOBO
¡Me estás acometiendo,
amenazando, hurgando y agrediendo!
CORDERO
¿Yo agrediendo, señor, yo amenazando?
¡Dime de qué manera, cómo y cuándo!
LOBO
¡Tú, sí, fiero animal,
tú, y hasta en el hablar te se conoce,
pues tu frontera está tan sólo a doce
kims de mi Capital!
CORDERO
En ese caso, para verla vera,
eres tú quien a mí amenaza y tose,
pues que tu Capital sólo está a doce
kims de la mi frontera.
LOBO
¡Silencio! ¡Ésas son tretas diplomáticas
propias de un ser mefítico y sofista
que yo no admito ni han de ser pragmáticas
en siglo de política realista!
CORDERO
Si acaso sin querer falté a tu nombre,
dime tú mismo en qué manera y arte
delante de los dioses y los hombres
puedo desagraviarte...
LOBO
¡Sólo la guerra lavará mi agravio,
brame el bronce fatal y calle el labio!
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
CORDERO
¡Cielos! Mirad qué tal pica - pendencia.
¡Yo el ampo elevo a vos de mi inocencia!
LOBO
Sólo me puedo dar apaciguado
si en los plazos más breves
incontinenti tu frontera mueves
a 1200 kims de Lobogrado.
CORDERO
¡Eso es decir borrarme a mí del mapa!
¡Oh, Dios, cómo es posible tal escapa -
toria si a 1200 kims de aquí
hay otro lobo que me acecha a mí!
LOBO
Tu vidébis! Non pértinet ad me!
CORDERO
Mejor morir entonces en mi fe...
LOBO
¡Muere, injusto agresor,
a mis manos, la muerte del traidor!
dijo el Lobo rugiente, y se le echó al cuello como un colla, por las trazas
dispuesto a hacerlo trizas. Todos los circunstantes cerraron los ojos por no
ver la cruenta y lastimosa escena, y se hicieron los desentendidos -
«total, decían, mañana lo leeremos en los diarios» - , menos el perínclito
Gobernador, que tenía por ley gobernaril no cerrar los dos ojos ni para
dormir. Pero desencajose la puerta de la portería en ese momento, que
debía ser más falsa que portería de convento, y entró corriendo un hombr e
a los gritos, desencajado y anhelante:
— ¿Quién sois?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Qué pasa?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
3. La Información
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
SANCHO. - ¿Dónde?
— Información.
— ¿Y en el otro siguiente?
— ¿Y Daladier?
— ¿Y Hitler?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Y Roosevelt?
— ¿Y Cordell Hull?
— Del panamericanismo.
— ¿O sea?
— ¿Y el candidato a gobernador?
— De su amor a la democracia.
— Infructuosas.
— ¿Y el fuego de artillería?
— Nutrido.
— ¿O bien?
— Violento.
— En desorden.
— ¿Y nuestras tropas?
— ¿Y el segundo?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Y el tercero?
— ¿Y el cuarto?
— Según ellos, 1 por semana; según los alemanes, 1/2 por mes.
— Según los alemanes, sólo 40; pero según los otros, 180.
— Los contrarios.
— Hacia la victoria.
— Un mundo mejor.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Los avisantes.
— ¿Cómo dice?
— Gana la guerra aquel que le gusta más a los que dan al diario más avisos.
Por ejemplo, la guerra española la iban ganando los rojos. ¡Al fin ganó
Franco! Pero no fue por culpa nuestra.
Decreto
Considerando:
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4. El Tanguista
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EL HOMBRE
Se me fugó la percanta.
EL HOMBRE
Se me murió mi madrecita buena.
EL HOMBRE
¡Qué solo, madrecita, me siento en este mundo,
mi vida lentamente se hunde en el dolor,
las noches son muy largas y el frío despiadado
va helando poco a poco mi pobre corazón!
EL HOMBRE
(Quebrándose y contoneándose.)
No manyás ni pal laburo,
la patinás indecente
porque esiste tanta gente
que no tiene corazón...
en mis noches lugubriosas
la tristeza, la tristeza se me abruma,
nadie sabe lo que sufre y se abatata
este pobre corazón sentimental.
EL HOMBRE
(Poniendo facha bruta.)
Bajo el dolor de esa profunda llaga
con que la infiel ha muerto mi esperanza
y sin más ley que la ley de la daga
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
EL HOMBRE
(Trágico.)
Y sin más juez que mi honor
después de un pujante duelo
dejé tendido en el suelo
mi propio hermano traidor.
EL HOMBRE
(Lamentoso.)
Mi nombre ya no es un nombre,
mi vida ya no es ni vida,
sólo un trago de bebida
sostiene mi corazón.
EL HOMBRE
(Ufano.)
Yo soy el alma que canta
el amor de su percanta,
soy la sangre del suburbio
cual los versos de Iván Diez,
soy la daga y el talero
y el bacán de más valía
y del gran pueblo argentino
soy el mismo corazón.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
EL HOMBRE
(Doliente.)
Chirusita que pecaste
pero culpa no tuviste,
¿por qué tu alma está tan triste
como un canto, como un canto de emoción?
¿Por qué mojás la cabeza
del gurí que te dejaron
si Dios mismo te perdona
porque sabe que has tenido corazón?
EL HOMBRE
(Apasionado.)
China, sos un terremoto,
china, sos un coletivo,
china, sos un chorro vivo
de ternura y de ilusión.
Yo te imploro que me quieras,
yo te imploro que me ames,
yo te imploro que me llames
si es que tienes corazón.
EL HOMBRE
(Quejumbroso.)
Yo fui capaz de darme entero y es por eso
que me encuentro hecho pedazos
y me encuentro abandonao
porque me di, sin ver a quién me daba,
y hoy tengo como premio que estar arrodillao.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
EL HOMBRE
(Innominable.)
SANCHO. - Está bien, señor. Cálmese. A todos nos ha pasado algo de eso;
pero no veo motivo para andarlo publicando.
EL HOMBRE
(Terrible y sarcástico.)
¡Gata! con un arañazo
pagás mi amor inconciente,
vos no pagás ni el balazo
que un hombre decente
te acaba de dar.
Y hoy, cuando el llanto te ahoga
no es que estés arrepentida,
es el pensar que la herida
tu cuerpo de loca
te puede estropiar.
SANCHO. - Pero ¡qué demonios hace este hombre! Oiga, Doctor, ¿qué
pasa? ¿No ve usté cómo se retuerce?
SANCHO. - ¿Cómo?
SANCHO. - ¡Cuerpo de mi padre! ¿No me dirán de una vez ¡quién es! este
infeliz descabalado?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
SANCHO. - ¡Acabáramos!
— ¿Por qué?
— ¿Cómo es eso?
— No entiendo ni medio.
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— Señor Gobernador, este hombre usa andar por las plazas públicas de
nuestra gloriosa Ínsula cantando esas tonadas que Vusarcé ha oído, y otras
símiles; y las gentes usan agruparse en su torno en grandes concursos y en
enormes masas, oyéndole horas y horas con la boca abierta.
— Alfabetos, Excelencia.
— ¿Y entonces?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Por qué?
— ¿Cuál es?
— Ganados, ¿cómo?
Aquí fue donde Sancho pronunció la sentencia famosa, que Cervantes, por
yerro, pone en otro lugar: «¡Cuerpo de mi padre el chivo! Por Dios y en mi
conciencia que si me dura el gobierno - que no durará según se me
trasluce - que yo ponga en pretina a más de un negociante».
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— ¿Por qué?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿No se puede?
— Está prohibido.
— ¿Por qué?
— No conviene.
— Basta - dijo Sancho I - . Veo que tengo que averiguar muchas cosas en
mi reino. Quédese esto aquí por hoy. Pero entretanto mando que se
administre medicinalmente al acusado una tunda de cincuenta azotes.
— ¿Por qué?
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5. El Maestro
Apenas asomó el rubicundo Febo por las puertas y balcones de Oriente con
el fin manifiesto de iluminar con sus rayos el histórico convento de la
marcha de San Lorenzo, cuando sacaron a Su Alteza el nuevo Gobernador
de la iglesia donde pasara la noche en oración y lo condujeron en su silla
gestatoria a la Sala de los Altos Capítulos para atender a los negocios del
día. Inmediatamente sonaron chirimías, y fue introducido en audiencia un
señor cabezón y gordito, enteramente calvo, salvo por una ligera pelusa
amarilla que le cubría el cascarón, y con una carita redonda de torta
pascualina, abundantemente poblada por una inefable sonrisa. El señor se
sacó la gorra, dio los buenos días, mostró a Sancho las manitas - palma y
dorso - extendidas, y dijo:
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SANCHO. - Probablemente.
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SANCHO. - Es cierto.
— Barrunto, señor, que usté nunca ha sido un niño malo; y que, como
Sarmiento, no jugaba a la rayuela ni trepaba a los árboles por aprender la
lección de Historia - dijo el doctor Pedro Recio.
— Y a mí - dijo Tirteafuera.
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— Quiere decir, Prominencia, que esa materia, de acuerdo con la ley 1420,
pertenece a las cosas que no deben saber los niños y que un niño bien
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Nada.
Ni por ésas.
Decreto
Considerando:
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6. El Filósofo
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SANCHO. - No entiendo.
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»Segundo, que las Honorables Cámaras de los Pares y de los Nones de esta
lustrada y largaluz - iente Ínsula destinen la pequeña suma de 200.000
escudos para una edición de lujo de las obras completas de los eminentes
filósofos insulanos José Ingenieros, Agustín Álvarez, Juan B. Justo, Aníbal
Ponce, José Barroetaveña, Almafuerte y Lisandro de la Torre, edición que
dirigirá el preopinante y se repartirá luego gratuitamente a los pobres de
los hospitales.
— Necesito hablar con este fisólofo. ¿Cómo se hace para hacerlo hablar?
— Hay que ponerlo en una cátedra, apagar las luces y hacer profundo
silencio.
— Hágase así - dijo Sancho. Y en menos que canta un batitú - que suelen
cantar más largo que los gallos - puntualmente todo fue hecho y
ejecutado.
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— Eso que usté dice es... ni más ni menos... - Sancho se detuvo un rato; y
después definió serenamente, eligiendo y pesando maduramente las
sílabas - : simplemente la hiper - super - rinosis de la confabulación
tricúspide que está abajo de las estrías del ornitorrinco.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Cuáles son las cuatro letras del nombre de Dios en griego, hebreo,
sanscripto y asiro - caldaico? - bramó el sabio.
— Mal - dijo Sancho - . Punto para mí. El ave que vuela más alto y más
rápido a la vez es el Avemaría. A la vez, se ha preguntado.
El sabio sintió que le cruzaba por la periferia cerebral una mala palabra;
pero la contuvo por respeto a la autoridad.
El sabio se le quedó mirando a Sancho de hito en hito, con los ojos como
boca de horno.
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— Un pollo asado, señor mío, ni más ni menos, para que usté lo sepa, si no
lo sabe.
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— Nada - dijo Sancho - . Pero vení acá, pedazo de animal. ¿No ves que en
cuanto te digo «más alto que Dios», ya no puede ser, porque no hay nada
más alto que el Altísimo? ¿No sabes que cuando te espetan un apsurdo, lo
primero que hay que hacer, una persona cuerda, es rechazar todo el resto,
y no correr carrera ninguna con un tipo que hace largada con un apsurdo,
que es largada falsa?
Pero el sabio entonces, viendo que la tomaba por las tremendas, perdió la
retentiva y exclamó en el más puro acento catalán:
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Dicho lo cual, dio el feliz Gobernador la señal de los festejos, los cuales
consistieron ese día principalmente en un gato con relaciones y un perro
sin ellas, acompañados de un combate naval entre cruceros británicos y
alemanes, con resultados desfavorables para todos, menos para el
Uruguay.
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7. El Profesor de Poesía
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Décimas
(De la novia)
En desnudas maravillas
rompiendo la noche, alcanza
la soledad de su danza
compañero de rodillas.
Si agita el laurel a orillas
de su canto, en la mañana
con talle de nardo gana
la pampa del cielo y sube
en las manos de la nube
a la edad de la manzana...
Apenas sonó el décimo verso, interrumpió Sancho al Doctor, que con los
ojos en blanco y penetrado tono declamaba, para preguntarle a
quemarropa.
— ¿Qué le hizo?
— ¿Quién?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Es muy posible, señor - dijo el Doctor - . ¿Por qué, si no, hacerlo tan
oscuro? Pero eso no tiene importancia ya que, como Usía sabe, el arte es
independiente de la moral.
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«¡Pongalón en escabeche
- les dije - , está putrefacto!».
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Decreto
Considerando:
2. Que el papel y la mano de obra están cada día más caros y la radio
abarrotada...
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5. Que...
— Quédese para mañana este Decreto sobre los poetas, que en Dios y en mi
ánima, o me va a costar la vida o va a ser la más famosa y formidable pieza
de legislación que han visto los siglos presentes ni esperan ver los
venideros.
Dicho lo cual, dio el feliz Gobernador la señal de los festejos, los cuales
consistieron ese día principalmente en el Concejo Deliberante desde el
punto de vista jurídico, religioso y literario acompañado de una meningitis
con uva de Mendoza destilada en ácido sulfúrico y palo campeche, al
mismo tiempo que siete bayaderas declamaban a coro la siguiente
composición poética, producto del estro de Sancho en sus años juveniles:
El Diluvio
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Envío
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SANCHO. - ¿Domicilio?
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Decreto
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Sancho, Gobernador
— ¿Qué pasa? ¿Es que han entrado otra vez mis enemigos? - gritó Sancho
consternado.
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9. El Sábelotodísimo
Apenas hubo el rubicundo Apolo despabilado su luz cenicienta y
subconsciente sobre la ciudad lluviosa, cuando se lavó la cara el nuevo
Gobernador y tras cuatro estirones y bostezos multiplicados y de perseguir
hasta la muerte a un grano de tabaco con resorte - como se llamaban
entonces las pulgas - , ingresó en la Sala de las Oportunas Ocurrencias a
resolver los asuntos del día. No bien se hubo sentado, cuando entró el
doctor Pedro Recio con un señor bajito, gordito, pelo gomoso, bien
peinado y con sutiles bigotitos paréntesis, como cejas de chino japón, el
cual no venía caminando en cristiano, sino a lo indio, en cuatro patas y
poniendo el oído a tierra de vez en cuando, mientras daba unos gruñiditos
que decían: «Hola, hola!». Espeluznose Sancho al verlo y preguntó al Real
Mayordomo:
— ¿Quién es eso?
— Es el Sábelotodísimo.
— ¿Y qué pretende?
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Puso la oreja otra vez el interfecto sobre la baldosa, y luego con toda
precisión anunció quién iba a ganar la guerra y por qué causa, a partir de
la ideología de las partes contrayentes y del tratado de Westfalia,
detallando quién tenía razón, quién era el criminal, quién había previsto
todo hacía treinta años, por qué razón estratégica y cinegética tenían que
vencer siempre los amigos de la democracia, cómo se había de arreglar
Europa después de la victoria y cómo se podría afianzar con toda
seguridad por tres siglos y medio la Paz Perpetua de Kant, el Desarme
Universal de Wilson y el Progreso Indefinido de Augusto Comte,
proponiendo de paso un nuevo Reglamento para la Sociedad de las
Naciones.
Escuchó Sancho todo ello con visible seriedad y reverencia, aunque por
dentro con las más serias dudas; por lo cual todos los Cortesanos
escucharon también con visible seriedad y reverencia, aunque por dentro
pensando todos en farras, bebidas y en citas con mujeres bonitas y
divertidas. Después de lo cual, preguntó Sancho bruscamente:
— ¿Está seguro?
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— Por ejemplo...
— Enciclopedista.
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— Y dejando esta materia, que tiene sus bemoles, ¿qué otras cosas sabe
usté, así de cosas prácticas para el buen gobierno de las ínsulas?
— Y dígame, señor, sabiéndolo usté todo, ¿cómo es que no sabe que en este
momento su mujer está en el hotel agradablemente entretenida con un
aprendiz de peluquero?
De lo cual no poco rió Sancho, viendo que sin tener él la menor idea de si
la mujer del Sábelotodísimo ni siquiera existía, le había dado justo en la
mitad de la tetilla izquierda, guiándose por ese axioma general de lógica
que el hombre que lo sabe todo no sabe ordinariamente lo que interesa a
su vida, ni siquiera a su vida eterna, como hizo notar el Capellán del Reino
en un erudito y elegante sermón subsiguiente, cuya memoria se conservó
largo tiempo dentro la circunvalación de aquella pacífica y comedida
Ínsula. Después de lo cual, dio su feliz Gobernador la señal de los festejos,
los cuales consistieron aquel día exclusivamente en el masculino singular y
el femenino plural de la palabra tilingo.
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Apenas hubo el rubicundo Apolo descorrido con sus nacarados dedos los
negros cortinones de las tinieblas, cuando arrancaron a Su Majestad el
nuevo Gobernador del cuarto de baño donde estaba afeitándose y lo
llevaron de prisa a la Sala de las Discretas Disposiciones para atender los
negocios del día. No bien se hubo sentado al trono y empuñado la tranca
cuando entró el Capellán trayendo de la mano a un jovencito lampiño de
arreboladas mejillas, brillante testa peinada al medio y bicolor boquita
abierta, el cual vestía impecable temo y traía en la diestra una lanza con un
banderín enhiesto. Plantose el jovencito delante del trono, y apoyándose
en la lanza como un Cid Campeador, lanzó este grito:
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entregaran los cargos fiscales por el solo hecho de ser viejo y ser solemne.
Ahora le traigo el caso contrario.
JOVEN. - ¿Y por el largo del cabello mide usté la hombría del hombre?
JOVEN. - ¿Y la inteligencia?
JOVEN. - ¿Y esto?
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Leyó Sancho con gran atención y por largo espacio el descomunal letrero, y
le entró un temblor fatídico al encontrarse que no sabía la palabra
gerontocracia y el doctor Pedro Recio no estaba a su lado; pero al fin hizo
de tripas corazón, maldiciendo la poca escuela que le dieran sus padres, y
considerando que un Gobernador debe hacerse de coraje en esos lances. Y
haciéndose el enterado, dijo:
— ¡Basta! - dijo Sancho con rabia entonces, viendo que el otro se lo quería
merendar con logofluncias - . ¿Qué es lo que quiere usté?, ¡eso es lo que se
desea saber!
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— ¿Cómo no, Gobernador? Largue no más, que aquí abarajo - dijo el otro
muy confiado.
— ¡Eso es una noción de cultura general que no debe ignorar ningún ínsulo
mío! - gritó Sancho tremebundo, viendo que lo había atrapado.
Sonrió el chico con satisfacción al oír esto, creyendo que lo iban a hacer
por lo menos Presidente del Socorro a los Argentinos Concentrados en los
Campos de Concentración de Francia; y se retiró contoneándose. Pero
Sancho, lejos de eso, se volvió al Escribano y le dictó el siguiente
Decreto
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7. Todo aquel que debe ejercer la medicina pasará después del diploma un
año de práctica encerrado en un monasterio de benedictinos, en el cual
estudio dará razón visible de su sentido moral, amor al prójimo, capacidad
de sacrificio, despego del dinero, decencia, cortesía, equilibrio mental,
discreción, gerontocracia y reivindicación, además de sus capacidades
técnicas, bajo la alta dirección del doctor Alberto Castaños.
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Apenas hubo el matinal Apolo alegrado con su anchurosa y rojiza faz los
cielos, las aguas y los aires, haciendo prorrumpir en gorjeos a las canoras y
pintadas avecillas, incluso los autos, los lecheros y los vendedores
ambulantes de ojos artificiales, cuando se levantó él solito el nuevo
Gobernador del mullido lecho y maldiciendo de atroces e inurbanos a los
ruidos de la urbe, tomó su baño y su desayuno y, después de jugar un
partido de bochas, ingresó en la Sala de las Internas Investigaciones para
despachar los asuntos del día.
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— ¿Qué pasa?
— ¿Para qué?
— ¿Y qué trae?
— Hay que andar con cuidado con los ínsulos que viven en Uropa.
— No, señor, es ínsulo. Es de aquí, pero vive en Uropa con la plata de los
campos que tiene aquí.
— ¡Satanases!, yo creí que era d'Uropa por la traza del vestir - dijo
Sancho - . Pero ¿no dicen que d'Uropa viene siempre el progreso?
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— Eso hay portodo - dijo Sancho - ; y tampoco se quedan atrás las mozas
desta Ínsula; pero yo quisiera saber las novedades de l'Uropa, sobre todo
las que estañen al buen gobierno de las ínsulas...
— Nadie duda deso, señor - dijo Sancho con paciencia - si usté lo afirma;
pero l'Uropa en general, ¿cómo marcha?
— ¿No tiene por lo menos una foto de l'Uropa - dijo Sancho desesperado -
, para ver cómo es l'Uropa?
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Mais qu'est que c'est que za? Mais qu'est que c'est que za? Mais qu'est que
c'est que za?
Sancho se había alzado hecho una furia con la foto en la mano; y todos
creyeron que le iba a pegar al turista, que retrocedió dos pasos.
— Está apoyando a los dos a la vez, señor, por lo menos según dicen ellos.
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— Basta - dijo Sancho - . Aquí hay que rezar mucho, y no hacer nada sino
sólo lo que Dios y el Papa claramente manden, con tal que no sea lo mismo
que la Banda Oriental. Hay que declararse neutral, y ante todo serlo, de
cuerpo y alma. Y usted, seor tirista, abra su valija y muéstrenos los últimos
inventos del progreso d'Uropa a fin de adaptarlos a las necesidades desta
pobre Ínsula.
— ¿Matando mujeres?
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— ¡Me gusta el truco! - dijo Sancho - . Saque el otro, che tirista, pero por
favor, si es feo, deje que salgan primero las señoras.
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solamente las cosas lejanas, y ésas, bastante mal; y no ven las cosas que
están cerca. A ocuparse de las cosas que no les importan, a discutir cosas
que no entienden, a sentir amor y odio por cosas que no distinguen o que
simplemente no existen; y andan por la calle boquiabiertos haciendo un
derroche de palabrería: «¿Viste, che? ¿Qué te parece, che? ¿Quién tiene
razón? ¿Quién querés vos que gane? ¿Hay novedad, che? ¿Qué pasará,
che?», y se traban en reyertas inverosímiles. Y entretanto usté puede
apoderarse de todas sus fortalezas, sus líneas de acero, sus cajas de fierro,
sus comandos, sus casas, sus escuelas, sus cátedras, sus canonjías, sus
púlpitos, sus comercios y sus premios literarios tranquilamente. Ni se dan
cuenta los pobres atontados.
— Tiene un olor dulzón que a mí mismo me gusta - dijo Sancho que estaba
oliendo el matraz despacito.
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Decreto
ahora que hay batuque, se le confiscarán todos sus bienes para que
aprenda a descastarse, a perder la insulanía y a venir aquí hablando en
idioma uropeo.
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SANCHO. - ¿Y el otro?
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Temblaron al oír esto todos los Cortesanos, esta vez sin mandato de nadie.
Pero el Capellán contestó muy templado:
— Se debe fletar una draga y trasladarlos en masa a las Orcadas del Sur,
con bastimento de pan para dos años y toda clase de implementos
agrícolas, mineros y ganaderos con el fin de fundar allí una colonia
autóctona.
Miró Sancho su corte temblona, y vio que en efecto todos ellos tenían
fachas de poca salud: unos asténicos con gafas negras, otros pícnicos de
abultados calzones, otros displásticos de ambiguo sexo y otros galanes y
buenos mozos de idiota continente; por lo cual tomando su coraje a dos
manos hizo invadir inmediatamente la sala por los granaderos y cumplirse
a la letra el severo dictamen de Torquemada, que así se llamaba el
Prebendado. Después de lo cual entregó todos los puestos del Reino a
jóvenes meritorios, preparados, de limpia sangre, íntegros, trabajadores,
honrados y con certificado de buena conducta.
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— ¿Cómo dice?
— De la psicología femenina.
— Mi señora no usa de eso - dijo gancho con violencia - ; ¡ni creo que sea
necesario a ninguna mujer decente!
— ¿Cuánto debe?
— Cien mil escudos deste año y cien mil del pasado año.
— ¿A qué se dedica?
— A la industria nacional.
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— ¿Y cómo sabe ella, que me parece tiene también medio facha de zíngara,
todas esas preguntas nuevas?
— No es que las sepa propiamente - replicó Pedro Recio - , sino que mal
que bien las copias de libros hechos por hombres que las saben...
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— Y dígame - dijo Sancho - ese sabio que usté dijo que hizo el primer
libro, ¿cuánto fue en el negocio?
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— Que sólo plegaranse a pena cápitis estos cuatro crímenes atroces: matar
un hijo a sus padres, matar una madre a su hijo, cometer sacrilegio un
sacerdote y hacer moneda falsa.
— Tened piedad della, que no tiene toda la culpa del daño que ha causado.
Antes que tuviese uso de razón, la hicieron normalista.
— No hay que ser malos con las mujeres, pues los que son malos con las
mujeres mueren muerte repentina, según me enseñó mi madre. En uso
pues de la suprema potestad que tengo de castigar los cuerpos para salvar
al menos las mentes, inflijo la pena de cadena perpetua y trabajos forzados
en el convento de las Ursulinas desta capital para esta desdichada
engrupida. Su trabajo consistirá en leer todos los libros de texto que
aparezcan en mi Ínsula en orden a detectar los maestros malos y
distinguirlos de los buenos, sirviendo así al Procomún con lo mismo que
antes hizo daño, ya que tan zahorí fue para eso; los cuales maestros malos
ingresarán en listas juramentadas y selladas al Archivo Interno de nuestro
Real Consejo Secreto: no para suprimirlos de golpe, que sería una catastro
o sea hezcatacombe en la Ínsula matar tanta gente de golpe; sino para ir los
anulando con misericordia y decencia, almenos no ascendiéndolos ni
dándoles mando y gobierno. Porque como dijo Santo Tomás - y aquí el
señor Capellán no me dejará mentir - uno debe desear suprimir todos los
males; pero a veces resultaría deso un mal mayor; y entonces debe tolerar
una parte menos mala mientras ataca a sangre y fuego lo más urgente.
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SANCHO. - Le diré, señor, con su respeto, que de todo lo que usté dice no
entiendo un jerónimo.
Aseñó Sancho con disimulo al doctor Recio, con el cual, como se hubo
allegado, mantuvo pianísimo el siguiente coloquio:
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— Muy grande. Dese modo pueden ser empleados de tercer orden - 200
escudos y niente ascenso posible - en cualquier compañía inglesa, al
mismo tiempo que creerán religiosamente que la lengua, la literatura, la
nación, el imperio y la raza inglesa son algo arcano, lejano, divino,
insuperable y mágico.
— No lo son. Pero los altos empleados, que todos hablan inglés, saben
inglés y piensan inglés, si es que no son ingleses, se sienten comodísimos
cuando los bajos empleados profesan esa fe y respetan tal católica y
necesaria creencia.
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— ¿Quiere decir todo eso - articuló Sancho todo encendido y con los ojos
saltados - que en realidad yo no estoy enfermo?
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— ¿Y qué tengo que hacer para sanarme? - exclamó Sancho todo suspenso
y asustado.
— Lo soy.
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SANCHO. - ¿Y después?
Oyó Sancho toda esta tirada, dicha en arrogante voz y gallarda apostura,
todo estupefacto y perplejo; y después despalancó los ojos y alzándose del
trono dijo con júbilo:
Cayó Sancho en los brazos del hombre del toallón, teniendo aún la camisa
verde en las manos; y fue tal el júbilo que le dio al verlo tan garifo, tan
ufano él, tan contento, tan reposado, tan lleno de sí mismo, tan bruto, tan
plantado en la vida, que de un golpe se le fue el mal de melancolía. «Mirá
un poco los bichos de Dios que andad por la tierra, Sancho, si no da gloria
solamente el contemplarlos - se decía a voces el Gobernador llorando de
consuelo - y no te hagás tanta mala sangre por tus fallas y pecados».
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cabeza como el vino. Pero he aquí que entró el Doctor Pedro Recio todo
regocijado por la milagrosa curación del amo, para avisarle que la
ejecución del doctor Flaco que él había ordenado en un rapto no se llevó a
cabo, puesto que el guardabosque encargado della, a quien el Capellán
guiñara el ojo, había dejado escapar al médico en desgracia y había traído
en cambio del bosque una camisa manchada en sangre de perro.
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«No, no, Sancho amigo: huye, huye destos inconvenientes; que quien las
echa de hablador y de gracioso, al primer puntapié cae y da en truhán
desgraciado».
Cervantes
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— ¿Qué quiere?
S. - ¿Y por qué?
S. - ¿Y en qué se diferencian?
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— ¿Qué es el amor?
— ¡Ja, ja, ja! (con carcajada cínica). ¡Ja, ja, ja! Nosotras no lloramos nunca
y al amor lo hemos aniquilado.
— ¿Y qué es el hombre?
— La única vez que he llorado en mi vida fue en una conferencia que dio
Derrota Ovilla sobre el suicidio de Alfonsina Lorca.
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A cuyo dulce y tierno son apenas comenzado, empezó a llorar como una
desesperada la interfecta, con grandes goterones que le cortaban como
surcos la costra del colorete tono Rosa - Hada o Pétalo; pero lo grave del
caso fue que se precipitó al Gobernador y tomándolo todo entero en sus
robustos brazos empezó a decirle adorado mío, mi tesoro, mi vida, mi
corazón, mi todo, mi perrito, mi pomerania, mi partner, y todo el
vocabulario, que Sancho se quedó enteramente sin resuello y al principio
no sabía qué hacer, hasta que empezó a ordenar a los gritos:
Decreto
¡Abajo la luna!
¡Abajo los claros de luna, las serenatas, los mandolines, los claveles, los
parques otoñales, los madrigales, los suspiros románticos, las querellas,
las poesías de Amado Nervo, la primavera, y la inmortal pareja de Verona!
¡Viva el aluminio!
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Considerando:
l. Que por reacción contra los empalagosos poetas del siglo pasado, que las
ponían de huríes, sílfides, ninfas y linfas que era un asco, las mujeres se
han vuelto demasiado musculares y masculinas, en lo cual yo les doy la
razón en parte;
Determino y decreto:
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— ¡A muerte! ¡A muerte!
— Señor, un linchamiento...
— ¿La plebe?
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— ¿Y ganaba?
— Ganaba, y toda esa crema que está fuera perdía. Y por eso lo quieren
matar.
— ¿Qué hacía?
— ¡A muerte! ¡A muerte!
Alzose Sancho con viveza y abrió de par en par los amplios ventanales que
daban sobre la Plaza Mayor de la Ínsula, encuadrada por altos edificios,
donde sus ojos tropezaron un espectáculo de ensueño: una cantidad de
hombres rigurosamente vestidos de negro, con sus sombreros altos y
tubiformes, que gritaban todos, llenos de furia, tirando piedras contra el
balcón:
— ¡A muerte! ¡A muerte!
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— ¿Y de ahí?
— Y... como dijo Sarmiento, las cosas tal como se hacen en Francia son
más distinguidas de tal como se hacen aquí.
— Exactamente, Esplendencia.
— ¿Qué carnaval?
— El sombrero con betún, la chaqueta con dos colas, y los otros vestidos
largos por abajo y cortos por arriba.
— ¿En traje de qué? Unos están en traje, doctor Recio, pero las otras más
bien están en destraje.
— No sé lo que es.
— No. Me duermo. Estoy cansado del trabajo del día. Fui una vez y me
dormí.
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— El furor por el crimen de la ruleta las saca de sí, Esplendencia; y las hace
olvidar hasta de lo que al pudor se debe y siempre se ha debido.
— ¿Y qué hacen?
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— Asegún el humor, señor. Una mitad los odia o los desprecia. La otra
mitad trata de imitarlos, porque al fin y al cabo se trata de la clase
dirigente.
— ¿Y de dónde la plata?
— Heredada, señor.
— ¿Y robada, no?
La miró Sancho un rato con ceño, después de lo cual se puso a hacer ¡hum,
hum! y a toser de la manera más indiscreta - y ella se puso muy colorada y
fruncida, y sacando un pañuelo se lo puso todo por delante de un collar de
perlas que traía al cuello - y diciendo Sancho despacito al doctor Recio, de
lo cual no poco se enojó el Capellán: «Vea, Doctor, de más cerca me va
gustando algo el vestido de suárez; pero no para mi mujer», después de lo
cual lanzó una risada desas suyas y abrió solemnemente la audiencia del
crimen, dirigiéndose al criminal en esta forma:
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— Nada.
— ¿Qué pide?
— Nada. La muerte.
— ¿Qué ha hecho?
— ¿Cómo es eso?
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— ¿Y éste la tenía?
— No, señor. ¿No le digo que era croupié? Lo llevaba uno de los ladrones
cómplices suyos.
— ¡Ufa! Se han hecho humo. Parece que uno era un seminarista, y otro una
muchacha de la Acción Católica.
— Entonces habrán sido ángeles. El caso está que se han hecho humo, y
deben ser ellos los verdaderos criminales que se han valido de este pobre
loco.
— Loco rematado, Esplendencia. ¿Sabe usté lo que hacía éste con la platita
que arramblaban los tres cada noche?
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— ¿Eso se hace con la plata, mastuerzo? ¡Con la falta que me está haciendo
por el Ministerio de Hacienda, escuerzo de porquería! ¿Por qué no la
mandaste al Gobierno, como era tu deber y justicia?
— ¿O por qué no fundó siquiera un asilo de güérfanos con una gran placa
de mármol y su nombre encima, como he hecho yo en honor de mi
pobrecito Pocholo? - dijo la esbúrnica retorciéndose toda.
— ¡Loco! ¡Está loco! ¡No hay nada que hacer! - dijeron todos los
Cortesanos, y Sancho dio orden que trajesen isofasto dos mucamos del
Manicomio.
— ¿Qué es eso? - dijo Sancho en medio del general silencio que se hizo de
golpe.
Salió Sancho al balcón y vio a todos los suárez callados y recogidos como
queriendo atrapar la melodía de una lengua olvidada; y miró con ternura
allá al frente la Casa de Ancianos, el Hospital y la Escuela Para Bobitos, a
mano derecha el Orfanato, a mano izquierda la Iglesia Oficial que había
hecho construir el primer mes de su gobierno; y diciendo para disimular
su emoción «cantan desafinao», volvió a su trono, seguido de la esbúrnica,
la cual lloraba enternecida, diciendo: «Mis angelitos, mis angelitos».
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Decreto
Considerando:
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Nada.
— Miren lo que va a pasar ahora. Me dan lástima esas mujeres hechas para
la noche aquí a la luz del sol. Me compadezco de esos hombres hechos para
entrecasa aquí al aire abierto.
Abriéronse al decir esto, copio a una palabra mágica, todas las puertas de
los cuatro Asilos; y salieron de ellos como langostas una manga de viejitos,
chiquillos, enfermos y cuitadillos, cuidados por monjas, a tomar el santo
sol de primavera, ya alto en el horizonte. Fue de verse la reculada y el
apretujón de la aristocracia al verse rodeada de toda aquella gentecilla. Se
amontonaron todos al centro, como manada que oyó el puma, y
empezaron a los gritos («¡Ay, qué chusma! - ¡Ay, qué plebeyería! - ¡Dios
mío, qué caches! ¡Qué horror de gente inmunda! ¡Señor Jesús, qué
huasos!»), en tanto que toda la manga esponjaba a la libertad del sol sus
harapos, sus churretes, sus llagas y sus pulgas. Tanto se comprimió la
aristocracia en torno al garito de la Banda, que parecía que iba a
desaparecer por momentos, de miedo que la tocaran. De repente de
aquella pelota de gente bien desvestida, surgió un grito desesperado:
Visto lo cual, dio el feliz Gobernador la señal de los festejos, los cuales
consistieron ese día principalmente en una suprise party, con
un moaré de terciopelo y crepe cotín, lápices de ruye escarlatatulipán y
rojoprimavera aderezados con chantillí a la marroquí y bulones al gusto de
Francia.
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— ¡Esplendencia!
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— Éste es el más grande hombre civil de los insulanos - repitió Sancho sin
dejar de mirarlo distraído.
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— ¿Adelante o atrás?
— ¡Adelante!
Desplegó el sabio otro gran cartelón con una cabeza redonda, de labios
gruesos y pelo mota, y dijo:
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— Pero ¿quién era el mayor de los tres? - dijo Sancho dando de la mano
con verdadera impaciencia - . ¡Eso es lo que yo quiero saber, sin tantas y
tantas vueltas!
— Yo no fui - dijo Sancho - ; ni éste que está aquí delante, hablando con la
dactilógrafa, me parece que tampoco. Dicen que fue un fraile antiguo,
llamado Chorroarín o algo ansina.
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— Eso está muy disputado - dijo Pedro Recio - y por ahí se pierde tiempo.
«Nous avons changé tout cela». Usté elige cuál le gusta más que haya
inventado la pólvora, da un decreto nombrándolo inventor de la pólvora,
pone una placa en el Polvorín Mayor de la Ínsula, y después llama al Taita
Magno que se encarga de buscar los documentos antiguos con los cuales
interpretados compone a costa del Gobierno una Historia en catorce
tomos, de donde infaliblemente sale que el inventor de la pólvora fue el
que usté quiso primero que fuese. Y dígame si esto no es simplificar las
cosas.
— ¡Comprendido! - salió al fin la voz de Sancho, que había estado con los
ojos cerrados como dormido desde el fondo de una remota lejanía. Y volvió
a cerrar los ojos por largo rato, hasta que el fantasmón azul y blanco
preguntó con cierto desgaire:
— ¿Puedo retirarme?
— ¡No, señor! - dijo Sancho, volviendo a la vida real con una extraña
inquietud en los ojos - . Debe hacerme antes un peritaje histórico. Para eso
lo he llamado. Aquí tengo esta Biblia que me han mandado y he estado
leyendo anoche. No sé si es católica o protestante.
— No sé decirle. Yo quiero saber antes de una hora si puedo leer ese libro
con confianza, o si al contrario me estoy envenenando a in - sabiendas.
Nada más que eso.
Pegó un largo silbido, desos de llamar a los pichichos, y por arte de magia
y carnestolendas surgió inmediatamente en torno un numeroso equipo de
historiógrafos, historiófilos e historiórragos, armados de fotomáquinas,
ficheros, archivos, legajos, lupas, microscopios, listas, estadísticas, los
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cuales abarajaron al vuelo el libro que el Taita les tiró con ademán
olímpico; al cual en un instante hicieron pedazos, sometiéndolo a toda
clase de tests y constataciones, fotografiando todas las páginas, de frente,
de canto y con rayos X, mascando algunas hojas, y otras probando con
reactivos químicos, cosas que Sancho contempló no sin curiosidad con una
sonrisita malagüera que le iba ensanchando a compás la carota guasona,
hasta que preguntó despacito:
— ¿Ya está?
Llegaron en efecto como un rayo, puesto que toda aquella máquina estaba
montada con sumo esmero, y al leerlas el Taita Magno rasgó sus vestiduras
- es un decir - y elevó su voz tonante llena de profundo disgusto y asco,
diciendo:
Dijo, y tirando por el suelo las hojas de la rota Biblia empezó a pisotearla
furiosamente; viendo lo cual, descendió Sancho pausadamente las gradas
del trono y boleando la tranca que como cetro usaba, le sacudió tan recio
garrotazo al Taita Magno de la Historia Patria entre el pescuezo y el
hombro, que lo tiró patas arriba al suelo y ¡válgale Dios que no lo mata!;
con lo cual, como el estatuo diera una voltereta en el aire para caer de
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Decreto
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— Porque ambos quieren tenerla; y eso no puede ser, siendo el uno Neutral
y el otro Beligerante.
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— Está bien - replicó el anciano - , pero ¡con qué ayudas de costas! A él, la
gloria; a él, el provecho; a él, las alabanzas y la buena comida, Uminencia.
A él, 115 gramos de mermelada, 200 gramos de corned beef argentino, 300
gramos de sopa variada, frutas surtidas, café y cigarrillos cada día. A él, los
cuidados solícitos de las Wellfare - War - Officials. A él, madrinas de
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— Los diarios.
— También ésos; pero sobre todo los superdiarios desta prodigiosa Ínsula.
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6. Al Joven Beligerante que fue a buscar gloria en luengas tierras sin ver
toda la que hay que recoger en nuestra prominente Ínsula, ordeno y
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— Eso es otra cosa - dijo Sancho - . Las escuelas en mi Reino tienen que ir
como una seda; y si el Director se pelea a piña seca con el Presidente, ¿qué
hará el portero?
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— ¿Quién es usté?
— ¡Mentirosa!
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— ¿De qué te los debo, vamos a ver? - decía el uno - . ¿Querés que te saque
todos tus chanchullos a la cara? - vociferaba el otro.
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— Está por ver si saldrá de aquí, y en qué forma - dijo Sancho - ; y le hizo
un encargo en voz baja al Alguacil. Y ahora, tráigame al Consejo Nacional
de Educación. ¡Al instante! ¡Todo entero!
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— Ahora la han visto todos, maldita sea - dijo Sancho; y disparó dos tiros
al aire; a cuyo badulacoso estruendo todos los circunstantes, alborotados y
perplejos por la entrada tumultuosa del Consejo de Educación en pleno,
cayeron en ominoso silencio.
— Sí. Pero no los afruenta. Tenemos que cinchar nosotros. Y entonces ¿no
podemos ver un poco, este, digo, lo que se hacen los mango?
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— Usté, señora, usté, Portero y el chico, los tres aquí, a mi lado. El Director
ahí enfrente; al lado, el otro; ¡en fila, de frente! Ahora el Consejo por orden
de cargos, Préside, Vicepréside, Secretario, Tesorero, Asesor Pedagógico,
Asesor Didáctico, Asesor Paidológico, Asesor Técnico, Asesor Ad Casum,
Asesor Administrativo, Asesor Extraordinario, Asesor Religioso... y los
demás asesores en número de dieciséis... los vocales por orden de edad... el
Profesor de Religión. ¡Listos! Firmes y no moverse. Todos los demás de mi
Corte a los dos costados contra la pared. ¡Rápido, vamos! ¡Formación,
mar!
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Considerando:
Que Jesucristo dijo que el que hace negocio con los niños menores y
mayores de edad mejor sería que lo mataran cuanto antes; que la escuela
debe ser no sagrada, como dicen las maestritas, sino decente; que por ésta
que he visto se me hace una pinta general y omnímoda de cómo andarán
las otras, y que eso no lo voy a tolerar y aunque me cueste el trono segunda
vez, por ser padre de familia contribuyente, aunque indigno, y el Pri mer
Cooperador de este Reino... y todo lo demás que aquí el Secretario querrá
añadir, tomado de la Sagrada Escritura, la Biblia protestante y las obras de
José Ingenieros, vengo en decretar y decreto:
1. Se cierran las escuelas del país, que total faltan dos meses; y se
perdonan los exámenes a todos los chicos;
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Y dio finalmente la señal de los festejos, los cuales consistieron aquel día
principalmente en una pepitoria general con antorchas, acompañada por
vociferaciones lingüísticas por radio y viajes de estudio a Europa de los
diputados y senadores.
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— ¿Y quién es esa Alfonsina Storni, que cada día la oigo alabar por la
radio?...
— Señor, fue una poetisa extraordinaria que hizo poesías amorosas para
educar a todas las chicas de la Ínsula; que de no haber tenido un hijo
natural, haberse escapado de su casa, haberse concubinado dos veces y
haberse suicidado en Mar del Plata, sería una Santa más grande que
Teresa de Ávila...
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿El Dire? - hizo el gallego bonachonamente - . Pal cazo, zoy tan Dire yo
como el Padre Zanto de Roma. El Dire no vino hoy ni ayer ni antiyer. Pal
cazo, viene zolamente cuando le deja ezpazio el eztudio de dentizta que
tiene; doz tiene, uno en Palermo y otro en Zan Martín, gran Buenoz Airez.
Pal cazo, puede que haya venido ezta zemana doz mediaz horaz cuando
mucho.
— No, Uzía - dijo el gordo - , que zí viene ez pior. Pal cazo, ézte le robó a
ézte otro zeiz máquinaz dezcrebir...
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Y qué quieren, que yo medre con dos cátedras roñosas que tienen doce
índices y no nos aumentan nunca la cuota alícuota por índice? De sobra les
he dicho a mis cofrades que debemos hacer huelgas intermitentes de tres
días por semana todo el año, como hace el Dire, hasta que nos aumenten...
Hasta entonces, trece cátedras... Hay que vivir.
Sancho se puso los dos purlos en los ojos y se paró pálido como una pared;
visto lo cual, los Cortesanos se pusieron los puños en los ojos y se pararon
colorados. Sancho dio un gran suspiro, en lo cual lo secundaron los
Cortesanos, y dijo con voz lacrimosa:
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Hubo una risita sorda por toda la sala, pues nunca los Cortesanos habían
visto al ínclito e inédito Gobernador tan enternecido.
— Teresa - dijo el Manchego - , aquí creo voy a hacer la mayor justicia que
se ha hecho en mis Reinos, porque esto no lo voy a dejar pasar, así me
muera ya mismo de un tabardillo pintado. Este profesor es un pan cae
Dios, sólo que sabe demasiado, no tiene más culpa que vos y yo; hay que ir
a la cabeza. Que me traigan némine discrepante a la Dirección de la
Enseñanza; y además al Ministro de Educación, Pedagogía y Afines.
— Pai... ¿qué?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Yo tengo 289 índices sin contar la antigüedad porque para eso soy
funcionaria gubernativa superior. Estos compañeros míos tienen
solamente alrededor de doscientos índices. A los maestros vulgares les
quedan doce.
— No va a pedir usted por desaforado que sea, que una comisión de doce
figurones desde la Capital va a gobernar bien las 12376 escuelas primarias
oficiales desta anchurosa Ínsula...
— Las maestras son las que tienen toda la culpa - dijo Teresa Sancha, que
no se sabe por qué, no las podía ver.
149
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Para que usted lo sepa, madama - dijo la otra - , su hija Sanchica tiene
de nivel intelectual con el test Raven la ínfima escala de 3,075; es decir, es
una mema; y con el test Rohrbach...
150
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
- ¿Y esto qué quiere decir? - dijo Sancho - . ¡Basta! ¡No de balde visto hoy
el atuendo de Verdugo de la Ínsula! - Y levantando la poderosa pistola
bajó de un solo tiro al Profesor y al Bedel, que se habían agarrado de nuevo
a piñas.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Decreto
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
8. Ninguno aprobará sexto grado sin pasar por un desamen riguroso que
acredite sabe leer bien, corrido y entonado, escribir de buena letra,
ortografía y ortodoncia, cuentas hasta división por enteros y quebrados,
Catecismo Mayor hasta los Siete Dones del Espíritu Santo - que es donde
yo llegué - , ejercicio militar de pistolas alemanas, andar a caballo, nadar,
guiar auto, y trabajo manual de hacer hondas, barriletes y boleadoras; con
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
12. Los dos primeros interfectos, que veo están de nuevo a los puñetazos,
se los deja darse puñetazos hasta el fin de su existencia, ya que eso les peta
y engorda.
13. A los demás docentes desafectados se los deja sin castigo hasta más
ver, que no es cosa de dejar despoblada mi Ínsula en cuatro patadas locas,
ahora que tanta falta hace la población rural.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
20. La cobardía
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Batieron palmas al ver tan fausta noticia todos los mirantes, hicieron gran
aclamación, se rieron entre sí, se abrazaron con lágrimas de alegría en los
ojos, como si todos de un golpe hubiesen sacado la lotería, por lo cual
Sancho no pudo menos de batir palmas, hacer aclamación, reírse entre sí y
abrazarse con lágrimas de alegría; en tanto que el director del placcard,
que era un mozo grandote, boquirrubio, apelmazado, carne de paloma y
ojos de tango, pedía insistentemente silencio para pasar a la segunda
noticia. Apretó entonces el botón de cambio y apareció la
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Se llama temerario.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
lo cual se lanzó con furor contra Sancho y apelando al gran público, el cual
se estaba arremolinando peligrosamente, le dijo:
— ¿Quién es usté?
— ¿Edad?
— Joven avejentado.
— ¿Ocupación?
— ¿Títulos?
— ¿De quién?
— ¿Y qué hereda?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Y qué puestos?
— ¿Hijos, señor? Ni somos tan pavos ni somos tan ricos para gastar la
plata en lujos y en hijos.
— ¿Se convenció, señor pesquisa, que no soy Ladrón de Guevara, sino más
bien, como puede decir esta buena gente, el Tipo Representativo Medio del
Muchacho Estatalmente Educado (o sea Estupendamente Educado) desta
progresista Ínsula?
— Son las dos cosas. Oscilan continuamente entre los dos extremos.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Y el que oscila ¿no es más fácil que pase por el medio que el que no
oscila nada?
— No, señor, ni por pienso. Los únicos que estamos en el medio somos
nojotros.
— ¡Hola, hola! - dijo el Gobernador - . ¿No dije yo que aquí había trampa?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Decreto
Sancho I, Gobernador
Aplaudió una gran parte de la plebe, aunque otra parte viose que no
aplaudía por estar murmurando por lo bajo del rechoncho y feliz
Gobernador, el cual dio inmediatamente la señal de los festejos, los cuales
consistieron ese día principalmente en un desparrame general de sentido
común con flecos y palmas de arrapiezos vivos seguido del desfile de un
elefante enteramente desnudo y la historia de la Confederación Argentina
en verso por Enrique de Trastamara.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Qué pasa?
Apelan al Gobernador.
— ¿Qué son?
— No me acuerdo.
— Pregúnteles a ellos.
Encarose Sancho con los tres reos vestidos de luengo tabardo homicidial
de velludo negro, tan igualitos ellos: el mayor los ojos en el cielo, el
mediano los ojos en tierra, y el tercero clavados en el Gobernador los
suyos, que los tenía como dos luminares. Y les dijo:
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Es mudo.
«El cuarto hermano se llama El Hombre Que Hace Justicia Seca. Es loco.
Lleva la tea en la diestra y el hacha en la otra. Es inasible, inmatable,
invulnerable. Cuando nosotros hayamos muerto, caerá sobre la Ínsula a
vengarnos».
Plantose Sancho un momento a mirarlo y los ojos del otro, que era un
tipito flacón, puro ojos, como el flaco Sabattini, se alumbraron como faro
de auto mientras Sancho, con la diestra en la barbilla y el codo en la
rodilla, lo consideraba largamente musitando:
— Pero mientras tanto ahora que los hemos atrapado, vamos a verles las
caras, porque un Gobernador tiene que saber de todo - dijo Sancho
meditabundo - , y si la condición tuya es decir la verdad cruda, vamos a ver
esta lista que tengo yo aquí de cosas que no están en el dipcionario, que
todos hablan dellas, y que arman cada confusión cada uno a su modo, que
nunca las he podido sacar en limpio.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¡Presente!
— Elecciones aseguradas.
— Felicidad de la democracia.
— ¿Qué es democracia?
— ¿Hay tres?
— El que no puede.
— ¿Y qué es partido?
— Nosotros somos los buenos, nosotros ni más ni menos, los otros son
unos potros, comparados con nosotros.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— De todos modos, vamos adelante, que todo hay que oírlo en esta vida.
Hombre Que Dice La Verdad Cruda, ¿qué es sufragio universal?
— ¿Qué es liberalismo?
— ¿Y qué es el pueblo?
— ¿Qué es laicismo?
— ¿Qué es Estado?
— ¿Qué es burocracia?
— Puestos.
— ¿Qué es puestos?
— Inglaterra.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Un judío detrás.
— El pueblo que a Jesús dio muerte, y vida; y muchos cristianos que son
los peores.
— ¡Paso! - dijo Sancho que estaba medio sonriendo para adentro desde
que empezó lo de los judíos, mirando de reojo al Penitenciario - . ¡Paso!
Todavía me falta hacer la tercera consulta, que es de índole personal, y
después procederemos a la débita sentencia. Dígame usted, señor de la
verdad desnuda, tengo aquí este librito de Sonetos arqueológicomísticos
con intención devota y consonantes difíciles que a pedido de muchísimos
amigos y del público en general he publicado a costa del erario público, y -
no es por ser mío - está dando que hablar muchísimo, no sabiéndose
todavía, aunque todos lo ponen por las nubes, si los sonetos son en
realidad de la escuela clásica o de la escuela modernista, que en eso
extrañamente disienten los doctores, y quisiera entonces leerle este
sonetejo con estrambote para conocer su opinión sincera.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Cesó Sancho, y alzando los ojos miró todo colorado al Hombrito, el cual
muy desenvuelto dijo.
— Porque es su oficio.
— ¿Qué cosa?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Decir esto de todos los poetas poderosos; y de los otros también, por las
dudas.
— Eso mismo dije... No es por ser mío, pero creo que algunita enjundia
tiene, llamándose originalmente:
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Su pueblo entero murmura que muy otra cosa debería hacer usté, altro
que versos. Sólo que nadie se lo espeta franco. De atrás lo muerden. Aq uí
mismo estoy oyendo decirlo a los Cortesanos.
Decreto
Considerando:
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Proverbio 1.
172
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Proverbio 2.
Proverbio 3.
Hay que ser más que mediocre para saber que uno es...
mediocre; pero el que es necio no lo sabe hasta después.
La cualidad más primera de un capitán es: prudencia,
que no le sirve de nada sin la segunda: ¡imprudencia!
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¡Qué pasa! - dijo Sancho - . ¿Qué están ustedes complotando? ¿Es esto
por ventura un pronunciamiento? ¿Y qué militarcito es ése que aquí me
han traído?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¡Es un grave error! - dijo Pedro Recio con energía - . El mundo marcha,
Gobernador, y las ciencias adelantan, y sus refranes de Usía están todos
anticuados, unos obsoletos, otros abolidos, éstos reformados, estotros
ortopédicos, de modo que aquí no nos entendemos. O se uniforma la parla
insuleña o aquí estalla una revolución peor que la torre de Babel y el
Parlamento juntos, que no nos entenderá un truchimano.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
176
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Abolido, entonces?
— Abolido y aniquilado.
— Entren las señoras. Aquí va otro: «En tierra de ciegos, el tuerto es rey».
— «Escoba nueva no hay; escoba vieja barre pa'dentro y cuanto más sucia
mejor».
— Anoten ése - dijo Sancho - , porque ése me gusta. «Quien bien ama mal
desuma»...
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— «A lo hecho, pecho»...
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— Saque no más.
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— «Quien quiere celeste, que dentre al país éste, aunque sea judío o
peste».
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— «El diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo».
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— Montes quiú.
— Y usté mucho más, si a eso vamos. ¿Con que tres poderes, no? ¿Tres
poderes? Como si dijéramos, Pedro Recio, el Bachiller Carrasco y yo, que
es lo que estoy sospechando. Y yo a la cola: muy sentado sobre el trono,
pero los otros saliéndose con la suya con sus leyes y sus artimañas, con sus
cavorias, con sus tricas, con sus artilugios y jurisdiciones. ¿Quién es aquí
el Gobernador? ¿A quién eligió el pueblo?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¡Vos sos el Viejo Vizcacha! - saltó Sancho todo alborotado como quien
divisó un fantasma - . ¡Vos sos el Viejo Vizcacha! ¡Te he visto pintado en
el Martín Fierro, sentado en un tronco, de chiripá y matiando!
Decreto
Considerando que los refranes son hijos del sentido común, y el que se
mete con el sentido común acaba por meterse al fin con la ciencia, con la
filosofía, con el gobierno y con Dios mismo, no quedando al fin títere con
cabeza... es en nuestro real ánimo determinar como de hecho
determinamos:
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Apenas hubo el Padre de las Musas y las Cornamusas asomado el rubio haz
de su fulgente capilatura por el lado del Riachuelo, cantando los pájaros,
riendo las fuentes, llorando los árboles regalado aljófar, bocinando los
camiones y alegrándose santamente los lecheros, cuando sacaron a la
fuerza a Sancho de las regaladas plumas y lo llevaron a la Sala de los
Urgentes Hurgueteos para resolver los asuntos del día. Al asomar Sancho
le cantaron a coro todos los Cortesanos:
— ¡Felices Pascuas!
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Rieron los Cortesanos de la imitación que hizo Sancho del sermón gallego,
y el Capellán dijo: «No les permito...».
191
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Yo no me rebelo nada - dijo Sancho - ; digo así no más por decir, lo que
dicen todos para que usté lo sepa. Se está perdiendo la religión en mis
reinos. Y sin religión, yo no gobierno.
— ¡Escríbale al Concilio!
— Le voy a escribir.
— No; ahora le prohíbo que escriba. Voy a escribir yo. Y tráigame los reos
de hoy que en esta discusión se me han horripilado los ñervos y no voy a
poder dormir la siesta.
— Aquí están - dijo Tirteafuera - ; son cosas de religión, por eso hemos
despertao al Capellán, que se anda por ir.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Vea Esplendencia, usté no ha leído los libros del gran teólogo Teliar del
Chardín que le presté. Infierno hay; pero infierno son simplemente los que
se quedan atrasados en la Evolución Creadora.
— Ese Telar del Cardón, o como sea, ¿es aprobado por el Papa?
— ¿Y Dios?
— Dios está metido dentro de la evolución. Hay Dios, por supuesto. Pero
Dios evoluciona. Cuando explote la manifestación de la Parusía de todos
los superhombres, que seremos todos nosotros, Dios estará completo.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Y Jesucristo?
— Por vos lo dejo - dijo él - y que te lo agradezca. Pero otra vez lo pagará
todo junto.
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— ¿Qué ha hecho?
— Ha robado al Fisco.
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— Entonces tiene culpa. No almito que los santos sean sonsos. Pase el otro
reo.
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Decreto
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
VERDUGO. - Él... A grito pelado. Y lo peor es que todo el pueblo que está
delante el cadalso, una gran parte les dio por hacerse los hinchas y gritan:
«Tiene razón, tiene razón».
Pasó al frente el criminal, que vestía un gran tabardo rojo sangre con
caperuza de loco, con cadenas colgadas al cuello y la figura del diablo en el
pecho, y Sancho lo consideró con horror y espanto, después de lo cual le
preguntó diciendo:
200
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Qué felicidad?
— Felicidad quiere decir que uno en esta vida tiene que aprovecharla.
— ¿También en la Doctrina?
— El séptimo no hurtar.
— En eso no estoy muy fijo, señor, pero yo tenía que perseguir a los
ladrones, porque era representante de la autoridad.
— ¿Y tu sueldo?
— ¿Qué otros?
— Dejalos no más que cuantito yo los agarre van a ver todos los asesinos.
201
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Porque no.
— ¿Qué cosa?
— ¿Y quiénes son los Siete Asaltantes que yo no puedo matar? ¿Se han ido
al Uruguay, por si acaso?
— No, señor, viven aquí y aquí está la fotografía. Somos una banda de
siete, señor, y yo conozco la dirección y la filiación de todos. Somos la
Gran Banda de los Asaltantes de la Ínsula, y no vaya a pensar que yo soy el
jefe. El jefe anda muy seguro, al jefe no lo agarran nunca.
202
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
nadie le puede hacer nada porque tiene mucha plata y puede más que el
Gobernador. Se llama Libertad de Prensa. ¡Oído al otro que viene el otro!
¡Pase!
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
204
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Quedose un momento Sancho suspenso, como oyendo una voz del cielo,
que creyeron todos se desmayaba bis; y levantándose luego, se hizo traer
un gran cuchillo de cocina muy filoso, que entregó al Asesino Loco número
7, al mismo tiempo que dictaba al Escribano el siguiente
Decreto
Sancho I, Gobernador
Dice así:
Considerando:
205
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
1. Que el hombre no nace porque quiere sino porque le dan vida entre
varios, de los cuales la madre Natura y Dios Nuestro Señor Su Santísimo
Hacedor y Padre no hay que olvidarlos; y no muere cuando quiere sino
cuando lo matan...
3. Que todo hombre nacido necesita para ser hombre la ayuda de muchos
otros, y para decir la verdad, necesita de todos.
3. El hombre tiene derecho a cumplir con su deber, con el fin arriba dicho.
Sancho, Gobernador
206
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Pedro Recio lo sacudió más fuerte, y abriendo Sancho los ojos soñolientos,
vio a una especie de sacerdote gordinfloncito, con un holgado hábito que
evidentemente no era suyo, si es que era hábito, con una gran pluma de
ganso en la derecha y en la zurda un letrero que decía Argentina Libra; al
mismo tiempo que Pedro Recio insistía:
207
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Soy la Inglesia.
208
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Riose un poco Pedro Recio, y aseñó con la cabeza que respondiesen los
Cortesanos.
209
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Este libro me gusta. Puede hacer mucho bien. Pero más me gustaría lo
hubiese escrito alguna señora casada, de cierta edad, discreta, y que
hubiese sido partera en sus mocedades; y no un sacerdote. Y que en vez de
imprimirlo, lo hubiese dicho oralmente a las chicas cuando les llegase el
tiempo.
Saltó una señora casada, de cierta edad, discreta, con cara de partera, de
entre el grupo encadenado, y discrepó:
4. El Separatista Vasco.
6. Cristófilo Satanowski.
7. El Arquitecto Vicente.
9. El Editor Católico.
210
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— No creo que el Papa haya dicho eso - dijo Sancho - , hasta que venga
aquí el Capellán del Reino, y me declare esa Bula. No lo creo,
simplemente. Nianque lo digan ustés. ¿Ustés son ésos que llaman católicos
progresistas? Tendieron todos los interfectos a una las manos, y cantaron
a dos voces:
— Yo no soy nada deso, sino que soy partidario, secuás y faicioso desta
Ínsula mía, que es la más linda del mundo tirráquio, y del otro. ¡Ella sola!
- dijo Sancho.
211
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Vaya a saber, marido - dijo ella - . Lo que ocurre es que son gente
buena, que, como vos y yo, quieren mandar; y no sirviendo para mandar
en el mundo, quieren mandar en la Iglesia.
212
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¡Oh marido, qué torpe estáis! Dejarán los mismos profesores y el mismo
rector. Eso sí, echarán dos o tres profesores de los más estudiosos, porque
los sabios siempre estorban dondequiera se hallen. Estudian, piensan y
molestan.
— Estas mujeres siempre saben más que uno de cosas de iglesia - concedió
Sancho. Y volviéndose a Pedro Recio, que acababa de entrar muy mohíno,
le gritó estentóreamente:
— No puedo resolver yo solo este pleito, que es del fuero eclesiástico. Por
lo cual voy a probar si se resuelve él mesmo de por sí.
213
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Y mandó que encerraran isosfazto a los teólogos nuevos junto con fray
Pacífico (a) Iglesia Nueva en un espacioso retrete que había allí al lado;
donde hizo introducir al mismo tiempo una caja cilíndrica de sospechoso
olorcillo. Después de lo cual empezó a leer fuerte el epitafio del Capellán
del Reino, que decía más o menos:
Pero aquí fue cubierta la voz del buen Sancho por un alboroto monumental
que había ido creciendo adentro del florilegio. Sancho se reía ahora de
veras, pero no del epitafio. Salía un ruido como el terremoto de San Juan.
«Abran, se están matando», decían los Cortesanos. «No abran - decía
Sancho - , déjenlos que se arreglen entre ellos». Parecía que estaban
diezmil demonios tirando a la vez la cadena de diezmil inodoros. De
repente se oyó allá adentro el chillido inconfundible de una mujer que ve
un ratón o ve al diablo. Entonces Teresa Sancha se adelantó agitada a su
marido, y le dijo:
— ¿Qué pusiste adentro? ¡Se están peleando entr'ellos! ¿Qué les pusiste?
214
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Decreto
Considerando:
215
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Dicho lo cual dio el feliz Gobernador la señal de los festejos, los cuales
consistieron ese día principalmente en la Suma de Santo Tomás seguida de
la Resta de Santo Tomé y una multiplicación y división de los cefalópodos
considerada en sus aspectos culturales económicas estratégicos y
epistemológicos.
216
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
217
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Eso lo he oído varias veces- dijo Sancho - , y tanto lo voy oyendo que
me persuado que es mentira. Almenos no es respuesta de lo que yo
pregunto.
Pinchó Pedro Recio al Fabril y éste rodó por dos veces la manivela,
apareciendo incontinenti una cinta o banda que decía:
218
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— La victoria que usté gana en una guerra contra otra ínsula no lo autoriza
a hacer nada después de ganar la guerra.
— ¿Y entonces para qué hice la guerra? - dijo Sancho - . ¿Para matar gente
por gusto? ¿O es que se trata de una guerra injusta, de las que están
prohibidas por el Santo Padre?
— Está lindo - meditó Sancho - . Pero entonces ¿cómo es que hay límites y
cuestiones de límites? ¿Y cómo es que hay guerras y hay victorias y no hay
derechos?
— Yo también, con tal que sean buenas - dijo Sancho - . Pero ¿qué me dice
usté de las opiniones dañinas?
— Es una palabra nueva, señor. Nadie sabe a punto fijo lo que significa.
Pero tiene una caidita macanuda para terminar discursos.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿No le parece entonces que sería mejor prohibirla? En mi tiempo era feo
decirle a un hombre que hablaba lo que no sabía.
— Adiós mi plata. Cada vez más peor está hablando en difícil. Lo único que
entendí fue Evo. ¿Es el marido de Evita?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Aquí tiene - dijo Pedro Recio clicando una tecla - las tres frases hechas
fundamentales de la prensa, que se las hemos arrendado en monopolio
exclusivo por espacio de 99 años.
Crujió la máquina de arriba abajo, se engulló los tres letreros grises y los
devolvió incontinenti en lindas letras rosadas de esta forma:
3. «El ideal republicano, que es propio de los pueblos libres, repele los
medios de coacción y virulencia, casi tanto o poco menos que los medios
de corrupción, mentira y soborno, debiendo todos los hombres marchar
derecho por pura buena voluntad y conciencia autónoma, cumpliendo con
su deber solamente porque es su deber, como dijo el filósofo de Konisber».
— Éstos ya son más claros - dijo Sancho - , pero por lo mismo más
discutibles. Saque los otros, Doctor, los que no se prestan a crítica.
221
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Que todos los niños de esta Ínsula, pobres o ricos, sepan su catecismo
entero a la edad de 12 años; y que ninguno sea ciudadano si no conoce su
religión a fondo. Y esas frases me suenan algo así como que van en contra
la Religión Católica.
222
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Todo esto va magnífico; pero ¿qué provecho real para el ínsulo, dejando
el provecho pecuniario del tipo, representa el aparato éste, que no puedo
negar que es ingenioso?
223
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
224
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Decreto
Considerando.
3. Que por otra parte, no se puede impedir que haya frases hechas, las
cuales hasta un cierto punto son necesarias.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Quién es?
— ¿Y qué ha hecho?
— Estuvo tres días y tres noches haciendo cola en la vereda del Palacio de
Previsión Social y estorbando tremendamente el tránsito.
— ¿Por qué?
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Y por qué no vive entretanto con los doscientos escudos de oro que
mandé con mi Limosnero Mayor a todos los jubilados hambrientos?
— Eso digo yo. Que viva - dijo el Canciller con tonillo impertinente.
— Cuidaba un pasonivel sin barreras; y una vez a los ochenta años y pico,
evitó un choque catastral saliendo con los brazos como molinete al paso a
un tren; que no frenando a tiempo, le quebró las dos piernas - dijo Teresa
Sancha.
— Me parece bien - dijo Sancho - . Pero ahora, que hable, por San
Brandán.
El otro no contestó nada, porque estaba ocupado con su pan. Sancho miró
de nuevo a Pedro Recio.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Qué partido?
— No se sabe dónde está, Sir: anda girando en una gira política por toda la
Ínsula.
228
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Sancho gruñó:
— No sabemos, Sir.
— Eso es sabido de todo el mundo - dijo ella con desprecio - . Hay una
conspiración para soplarte a vos del trono y agarrarme a mí para renenes,
que le dicen. Y yo he tenido ya bastantes nenes, es un abuso.
229
Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¡No más que otras ínsulas de allende - dijo Sancho con altivez - , como
lo ha de mostrar la Historia!
— La historia sirve para tapar todo eso - vociferó ella - . Todos ésos que te
han contado en la escuela fueron héroes, santos y mártires que hicieron
grandes bienes al país, todo eso es patarata.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— El segundo deber del soldado es morir por la patria. El primer deber del
soldado es hacer que el enemigo muera por la suya... - interrumpió Pedro
Recio.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¡Se proveerá! - gritó Sancho - . Este Real Resorte impone una multa por
no hablar a tiempo al Canciller y sus tres apláteres en partes alícuotas
proporcionales con cuyo importe podrás sustentarte dos años...
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— ¿Y cuántos tenés?
— Tengo 97 cumplidos.
— Mal acabará para mí - dijo Sancho - , pero también en tal caso para
todos los traidores. Te daré además siete escudos cabeza por caduno de los
católicos que venga.
— Entonces sí. ¡Vamos! - dijo, y dándole el brazo Teresa Panza para que se
sostuviera, se perdieron los dos en la niebla.
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Decreto
4. Todo el que no quiera morir por la patria será paseado siete días
montado al revés en un burro con un cartel en ambos hemisferios que diga
lo suyo; y después se hará que muera por alguna otra cosa.
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Al llegar a este punto el arábigo cronista de los 364 días que duró el
fatigado cuanto fructuoso gobierno del ilustre y descomunal manchego,
escudero de don Quijote y retoño natural de Cervantes, Sancho Panza
Primero y Único, cambia repentinamente Cide Hamete (h.) de estilo y
tono, tan rotamente que formales historiógrafos llegan a sospechar se
deban estas últimas páginas a otra menos agraciada mano, y dejando los
rubicundos Febos del comienzo, así como los golpes de bombo, zambomba
y zapatetas con que terminaba a la morisca sus diarias estenografías, entre
broma y broma empieza a dejar asomar atisbos de intenciones
trascendentales que en tal péñola no se sospechaban, por más que se
supiese de cuánto tiempo antes el moro Hamete habíase reducido al
gremio de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica. Pero al llegar a este
punto declara también el traductor que, estando ya fatigado de tan prolija
como ingrata tarea - puesto caso que los traductores en esta Ínsula se
pagan módicamente - , y faltando por otra parte en el legajo que le legara
el moro gran copia de hojas, desaparecidas unas y otras evidente y
maliciosamente borradas, ha resuelto suprimir por ahora y prometer para
una segunda parte todos los restantes días, por no ser éste en modo alguno
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
— Soy el hijo mayor de Martín Fierro. Así nos pasaba a nosotros. Apenas
nos topábamos nos parecía bruscamente conocernos. Vivíamos
desapartados. Ésa fue nuestra fatalidad.
— ¿Cómo desgracia?
— Nos faltó la unión, señor. Muy personales éramos. El águila anda sola.
— Señor - dijo el gaucho - , somos nosotros, que ahora ante el peligro nos
hemos unido y queremos antes de nada nombrarlo a Su Excelencia
Caballero y Noble.
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— Casi todos.
— ¿Convertidos, seguro?
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Quijote. Vayan las mujeres a casa, antes que se acabe de cerrar el cerco,
que no debe tardar mucho según oigo que arrecia la gritería.
— ¿Quién es usté?
— Gran hombre debió ser aquel Martín - dijo Sancho - por las mentas.
— Hombre entero fue - dijo el mozo no sin orgullo - , que lo único que
supo hacer fue no renegar un solo instante de su Dios, de su tierra y de sus
padres; y obrar en consecuencia.
— Y ustedes dicen que yo... Yo soy una bestia - dijo Sancho - y un paleto.
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Adelantose el gauchito con garbo y puso entre las manos del acongojado
Gobernador un gran diploma en pergamino miniado de azul y oro que lo
nombraba en premio de sus servicios a la patria Idóneo en Ética y
Sabio honoris causa, mientras aplaudían y hasta lloraban de emoción los
circunstantes y medio se desmayaban algunas señoras, sobre todo oyendo
la grita y vociferío que hacían al otro lado del foso los enemigos.
— Señor, son los Católicos de la Ínsula que vienen a ponerse a sus órdenes.
Los Católicos se miraron entre ellos y al fin dijo uno de ellos titubeando:
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— ¿Gobernantes teóricos?
— Esa voz hacen correr los mediocres engreídos, cuando les entra la
angurria del mando. Al revés, sólo al inteligente le toca regir. El que no
sabe es como el que no ve - dijo el joven.
— Los hombres sabios no son hombres ejecutivos - dijo Sancho, por gusto
de discutir más que por otra cosa.
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Sonrió Sancho de nuevo más tristemente que antes sin saber qué
responder, y el gauchito se acercó a imponerle un escapulario del Carmen
y entregarle la gran cruz de acero de la ceremonia; mas en este punto fue
cuando empezó a tronar la artillería enemiga batiendo los muros y empezó
a ensordecer el rugido de la soldadesca y los gritos de los capitanes
arengando a su gente en uruguayo y brasileño, al mismo tiempo que las
tropas enemigas se lanzaban al asalto, cantando a coro su himno nacional
llamado El Himno de los Redactores de la Prensa, que el cronista intercala
en este punto y nosotros intercalamos por ende y por fidelidad histórica,
aunque vemos claramente que los tales versos, a pesar de su valor poético,
rompen enteramente el hilo de la historia.
Dice, así:
7 ) - Letra atribuida al poeta doctor Friedrick Pinewood o Pinard, que en este nombre no
están concordes los manuscritos. (N. del Prologuista)
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— ¿Cómo te llamas?
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R. I. P.Epitafio
Compuesto en memoria del difunto Sancho Panza
por el ilustre académico suplente de guardia de la escuela
de don Ceroco Macero
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Soneto epitáfico
Compuesto en memoria del segundo infructífero gobierno de Sancho, por
Gaspar Rupachino, poeta mayor y alcalde de menor voto en la Ínsula
Agatháurica
Lo atacaron en colectí -
Con el gas lo dejaron gró -
Y finó con la electricí -
J. O. P.
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Anexos en verso
Oración a Santa Clara Ex Patrona de Buenos Aires
I ( 8)
Santa Clara, Santa Clara
no te olvides de tu pueblo
que otra vez estamos faltos
de valor y de consejo.
II (9)
Santa Clara, Santa Clara
da claridad a mi lengua
que la invasión que hoy nos chumba
con la claridad se amengua.
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Es el Espíritu Santo
aire y fuego y no chanfaina
la espada de la palabra
no ha de estar siempre en la vaina.
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Leonardo Castellani El Nuevo Gobierno de Sancho
Yo ya me jugué la vida
si soy débil, Dios es fuerte,
ya no tengo más bandera
que ésta: Religión o Muerte.
Y si un día no aparezco
no pregunten dónde estoy
no me busquen ni me lloren:
yo sé para dónde voy...
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Ya no ganará elecciones,
ya no será reelegido.
Su alma llena de pasiones
¿dónde ha ido?
Le dedicará un fanal
la Historia ni que decir.
Si el pobre ha acabado mal
de mucho le va a servir.
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