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EL LENGUAJE CIENTÍFICO:

Problemas de comunicación científica, y


cómo superarlos
SEBASTIAN MUSSO1-JULIETA FIERRO GOSSMAN2

La divulgación científica es ante todo un trabajo de traducción. Intenta llevar el


conocimiento creado en el lenguaje de la ciencia a la mayor cantidad de
personas posible; convirtiendo lo que dominan y disfrutan unos cuantos en algo
que conozca y disfrute el público general.

Nuria Amat, escritora española, dice que la ciencia, “para proteger su


legitimidad (…) impone sus modelos, su jerga particular, un lenguaje propio,
ininteligible para el no experto, que además de protegerla la separa cada vez
más de otras disciplinas”. Los científicos, no pretender ser personajes oscuros
empecinados en que sus trabajos permanezcan fuera del alcance de las
mayorías. La ciencia emplea un habla especializada, que permite comunicar de
manera óptima, precisa, concreta, correcta. Debe emplear términos inequívocos
para cada uno de sus conceptos; vocabulario conocidos por los investigadores
con el fin de comprender la investigación de vanguardia y si es necesario
modificarla, corregirla, mejorarla y lograr que evolucione.

El papel del divulgador, del periodista científico, del docente, es traducir los
conocimientos científicos con el propósito de que puedan ser empleados por los
industriales e innovadores y apreciados un público amplio. Santiago Graiño
Knobel escribió un artículo titulado el Teorema del lector inexistente donde
esgrime un postulado escalofriante: “sólo se consigue que le mensaje llegue al
100% de los lectores cuando su contenido es cero”.

Quienes nos dedicamos a la divulgación, sabemos que este teorema es válido; a


muchas personas no les interesa la ciencia y la gran mayoría no tiene los
conocimientos previos para comprenderla. Sin embargo hacemos el esfuerzo de
traducir el mensaje científico original con otras palabras, en el idioma de
nuestras naciones, en lugar de emplear el inglés que es el lenguaje franco de la
ciencia, con ejemplos, recursos literarios, para que sea entendido por el mayor
numero posible de personas.

El lenguaje científico y técnico pertenece a los lenguajes especializados (también


llamados sectoriales), que se diferencian claramente de la lengua común,
entendiendo por ésta el núcleo de la lengua de una comunidad lingüística. Este
lenguaje, con variantes ha existido desde hace siglos; a partir del siglo XIX
experimentó un desarrollo espectacular como consecuencia de un mayor
conocimiento riguroso de la naturaleza. Hoy ese fenómeno se pone de
manifiesto de forma más evidente, porque vivimos una época de hiper-
especialización del conocimiento. El número de especialidades aumenta
continuamente; ya no son sólo la física, la química y las matemáticas.

A diferencia de lo que sucede en el lenguaje poético las voces de la ciencias


suelen ser monosémicas (cada término tiene un significado bien definido), que
garantiza su precisión. Sin embargo, en materia de divulgación esta
característica no siempre es respetada y abunda la polisemia (pluralidad de
significados de una palabra), lo cual no va en detrimento de su objetivo. Un
ejemplo, interesante para nosotros por sus acepciones astronómicas, es el
término “medio”, que puede aparecer en cualquier contexto: biológico,
estadístico, deportivo, sin olvidarnos del “medio ambiente”, del medio de
comunicación o del medio a escala cósmica, que a su vez puede ser
interplanetario, interestelar o intergaláctico. ¡Y ninguno de ellos tiene mucho
que ver con las acepciones que en la lengua cotidiana se le da al mismo término!

Una de las preguntas frecuentes es quién tiene que hacer esta traducción.
Muchas veces el científico está capacitado en diferentes herramientas
comunicacionales que le permiten hacer bien este trabajo, en otras, un
divulgador se ha formado lo suficientemente bien como para llevar un
contenido correcto al público que consume sus mensajes, pero en la mayoría de
los casos, un trabajo conjunto será lo más aconsejable; ya que el investigador
domina la ciencia y el divulgador la comunicación.

Los científicos hablan un lenguaje diferente al del “hombre común”. Esto ha sido
igual en todas las épocas. Durante siglos se empleó el latín para los textos cultos.
En el renacimiento Galileo Galilei creó una revolución al escribir en italiano.
Galileo escribió en la lengua de la confederación de estados para que sus libros
fueran leídos por sus contemporáneos. Kepler lo imitó empleando el Alemán
como su antecesor Lutero cuyas obras tuvieron tanto éxito. Tanto Lutero como
Kepler emplearon alemán no escolarizado (ya que en sus estudios solo le habían
enseñado latín) y sus escritos tenían la magia de un genio en palabras vulgares.
El lenguaje de la ciencia transitó por el español, el francés y el alemán. Hoy la
lengua franca de la ciencia es el inglés, con su léxico particular.

¿Cómo traducir de lenguaje de la ciencia al vernáculo?


Martín F. Yriart, un reconocido miembro del Centro de Divulgación Científica
de Buenos Aires, señalaba que se dan dos traducciones simultáneas: una del
léxico, que incluye omisión, sustitución y ampliación y otra que es global, que
parte de la superestructura argumentativa del texto científico a la narrativa de la
noticia, la charla, o el artículo.

Para el primer nivel todo vale, desde la definición hasta la utilización de la


metáfora. Tantas otras veces se utiliza la aposición para explicar algo que se ha
nombrado y por supuesto una gran cantidad de comparaciones y analogías. Para
el cambio de estructura quizás las cosas sean aún más complejas. Mientras el
informe científico apunta a los procesos y deja los resultados para el final la
noticia pondrá por delante los resultados explicando cómo se ha llegado a ellos
en párrafos posteriores. El informe de ciencia será muy riguroso en su forma,
conocer esa estructura será muy útil ya que suele mantenerse invariable
mientras el comunicador tiene más libertad en las formas que puede adoptar
para su mensaje.

Agustín de Foxá, poeta, novelista y diplomático español (1906-1959) decía: “Se


ha dicho que para el buen escritor el adjetivo nunca debe ser la esposa legítima
del sustantivo, sino su aventura romántica y ocasional. Y por esta ve, puesto que
la moral no ha llegado todavía a la gramática, convengamos en que la
afirmación es cierta”. La adjetivación caprichosa, en muchos géneros literarios,
puede ser hasta molesta. Pero en la divulgación puede resultar esclarecedora
más aún cuando la mayoría de los hechos descriptos por esta rama de la
comunicación no son fácilmente imaginables y para eso está el adjetivo, para
describir lo que no puedo imaginar por sí mismo, para enriquecer el paisaje
borroso del fenómeno presentado para darle color a una idea en blanco y negro.

La analogía sirve para entender a la ciencia y la explicación es muy sencilla: la


ciencia, podría decirse avanza gracias a las analogías que hacen sus actores
entre algo sabido y algo por descubrir.

También las comparaciones son útiles. En cosmología en general se utiliza la


imagen del universo como un espacio tridimensional donde se ubican los
cuerpos celestes deformándolo (perturbando su trama espacio-temporal). No
incluimos otras dimensiones como el tiempo; lo cual no demerita una noción
general sobre la estructura del univereso.

Las metáforas le dan el sentido artístico a la ciencia y remarcan su


espectacularidad. Cuando hablamos de las observaciones astronómicas como
máquinas del tiempo no solo estamos describiendo su ubicación sino explicando
cómo la velocidad de la luz que nos permite analizarlos no se desplaza de forma
instantánea. Observamos a los astros como fueron. Con esta explicación
estamos agregándole magia al concepto y estamos empujando a quien recibe la
información a querer saber más.

Muchas veces lo que decimos se va totalmente de la escala dimensional que


comprendemos, con la que estamos familiarizados, es por eso que no podemos
hablar de lo infinitamente pequeño como de lo abrumadoramente grande sin
hacer una adaptación, una escala que cambie las dimensiones delos átomos o
los millones de años luz a una distancia que podamos comprender. Los tiempos
en astronomía son enormes, salvo los de universo temprano, y nada parecen
tener que ver con nuestra percepción de los fenómenos de la naturaleza a escala
humana.

El modelo de las 5 W (letra que aparece en los pronombres interrogativos What,


Who, Where, When and Why, correspondientes a nuestros Qué, Quién, Dónde,
Cuándo, Cómo y Por qué), de Harold Lasswell (1948), servía para dar contenido
estructurado a una noticia. En el lenguaje de la divulgación científica podríamos
hablar también del modelo de las 3C, la inicial de las tres palabras claves que lo
definen: claro, conciso y correcto.

El divulgador no debe olvidar que se enfrenta a un mundo de conocimientos y


no de sucesos. Por tanto, no todo es noticia, ni la información debe ser tratada
como si lo fuera, la noticia no podrá ser más que un pretexto para la
divulgación. “Usamos” las novedades que la ciencia nos presenta para llevar a
todos los conceptos que queremos transmitir, para mostrar el enorme proceso
de construcción, de aprendizaje, de corrección, de sumas de partes que hay
detrás de cada descubrimiento científico.

En el lenguaje de divulgación se pueden emplear el humor, los juegos de


palabras, las alusiones a lo cotidiano, se busca una complicidad con el receptor.
Intentaremos seducirlo para que nos lea, nos escuche, atienda y entienda
nuestro relato y comparta con nosotros la fascinación por la ciencia. La vea no
como algo ajeno sino propio porque nunca antes en la Historia de la
Humanidad la ciencia estuvo tan presente en nuestra vida cotidiana como
ahora, nunca antes modificó tanto nuestras vidas como en la actualidad, nunca
fue tan necesario saber sobre sus avances, incluso, para participar de la vida
democrática. Saber cómo comunicar, porque sabemos que es importante
aprender.

1. Instituto de Astronomía de la UNAM, profesora de la Facultad de Ciencias desde hace 50 años, ahora en
modalidad a distancia. Miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua. Autora de 42 libros.
Premio Kalinga de la Unesco.

2. Divulgador Científico, de Argentina. Conferencista en más de 30 ciudades de Argentina, en Brasil,


Uruguay, Chile, Paraguay, Colombia, España e Italia. Representante para su país del Proyecto UNAWE
(UNESCO-IAU). Es autor de 9 libros editados e innumerables artículos. Desde hace 20 años lleva adelante
un proyecto de enseñanza de la astronomía a personas ciegas o con baja visión.

Bibliografía

Hartz, Jim; Chappell, Rick, Mundos Separados, Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM,
2001.

Calvo Hernando, Manuel, Periodismo Científico, Editorial Paraninfo, 1992.

Tonda, Juan; Sánchez, Ana María; Chávez, Nemesio, Antología de la Divulgación de la Ciencia en México,
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM, 2002.

Comunicación y Ciencia, II Congreso Nacional de Periodismo Científico, Fundación Canaria Hospitales del
Cabildo de Tenerife, 2000.

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