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afán del hombre por llegar a la Luna, un incesante impulso que alcanzó su cénit
cuando, hace 50 años, Neil Armstrong descendió del módulo lunar Eagle para pisar
la superficie del satélite por primera vez.
Debido a mi experiencia como parte del programa Airborne Astronomy
Ambassadors de la NASA, que compagino con la dirección del Planetario Manfred
Olson de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee, sé que las tecnologías que
hacen posible la previsión meteorológica, los sistemas GPS e incluso los
smartphones se remontan a la carrera espacial.
1. Cohetes
El cohete Saturno V, que transportó al Apolo 11 y su tripulación hasta la Luna, despegando el 16 de julio de 1969. NASA
3. Miniaturización
Las misiones espaciales tenían y tienen estrictas limitaciones sobre el tamaño y el
peso del equipamiento, ya que precisan de una gran cantidad de energía para
despegar y alcanzar la órbita. Estas restricciones impelieron a la industria espacial
a encontrar la manera de elaborar versiones más pequeñas y ligeras de casi todo:
hasta el grosor de las paredes del módulo lunar fue reducido al de un par de folios.
Desde finales de la década de los 40 hasta finales de los 60, el peso y el consumo
de energía de los componentes electrónicos fueron sintetizados en una proporción
de varios cientos: se pasó de las 30 toneladas y 160 kilovatios del Integrador y
Calculador Eléctrico Numérico (ENIAC, por sus siglas en inglés) a los apenas 32
kilos y 70 vatios del Ordenador de Navegación del Apolo (AGC, por sus siglas en
inglés). La inmensa diferencia de peso equivale a la que hay entre una ballena
jorobada y un armadillo.
El Ordenador de Navegación del Apolo junto a un ordenador portátil. Autopilot/Wikimedia Commons, CC BY-SA
Las misiones tripuladas necesitaban sistemas más complejos que las anteriores que
carecían de tripulación. Por ejemplo, en 1951 el UNIVAC I, la primera
computadora comercial de Estados Unidos, era capaz de completar 1 905
instrucciones por segundo, frente a las 12 190 del sistema de navegación del
Saturno V.
La agilidad de los aparatos electrónicos ha continuado aumentando sin parar.
Podemos ver dispositivos móviles que ejecutan habitualmente instrucciones 120
millones de veces más rápido que el sistema de navegación que permitió el
despegue del Apolo 11. El deber de miniaturizar los ordenadores para cumplir con
las necesidades de la exploración espacial en la década de los 60 obligó a la
industria a diseñar equipos más pequeños, más rápidos y con un consumo de
energía menor. La influencia de aquella iniciativa alcanza a prácticamente
cualquier faceta de la vida cotidiana en la actualidad, desde las comunicaciones
hasta la salud, pasando por las manufacturas y el transporte.
Salida de la Tierra, la vista de nuestro planeta desde la órbita lunar. Bill Anders, Apollo 8, NASA
5. Observando a la Tierra
La llegada al espacio permitió a los científicos centrar sus esfuerzos en nuestro
planeta. En agosto de 1959, la sonda no tripulada Explorer 6 tomó las primitivas
primeras imágenes de la Tierra desde el espacio en una misión de exploración de la
atmósfera como parte de la preparación del programa Apolo.
Casi una década después, la tripulación del Apolo 8 realizó una fotografía que
alcanzaría una fama mundial. En la imagen, llamada Salida de la Tierra, se veía
emerger al planeta tras el horizonte lunar. Su efecto hizo que entendiéramos la
Tierra como un lugar único que compartimos e impulsó los movimientos en
defensa del medio ambiente.
La comprensión del insignificante lugar que ocupa nuestro planeta en el universo
adquirió mayor dimensión al observar Un punto azul pálido, una imagen tomada
por la sonda espacial Voyager 1 y recibida por la Red del Espacio Profundo.
La Tierra desde el sistema solar, visible como un minúsculo punto azul pálido en el centro de la franja marrón situada a la derecha. NASA,
Voyager 1
Desde entonces, los astronautas y los dispositivos no han parado de hacer fotos de
la Tierra desde el espacio, lo cual contribuye a la orientación global y local de los
ciudadanos. Lo que empezó a principios de los 60 como un sistema de satélites de
la Marina de los EE. UU. para hacer el seguimiento de sus submarinos Polaris
hasta una distancia de 185 metros, se ha convertido en la red de satélites que
conforma el Sistema de Posicionamiento Global (GPS), que proporciona un
servicio de localización en prácticamente cualquier parte del globo.
Las sondas Landsat, lanzadas al espacio para observar la superficie terrestre, nos
devuelven imágenes que se utilizan para determinar el estado de los cultivos, para
reconocer la proliferación de algas y para hallar potenciales yacimientos
petrolíferos. Otros usos incluyen el establecimiento de las estrategias forestales
más eficaces para reducir la propagación de incendios o la identificación de
cambios que afectan a todo el planeta, como el deshielo de los glaciares o el
desarrollo de las ciudades.
A medida que sabemos más sobre nuestro planeta y sobre los exoplanetas (planetas
que orbitan estrellas diferentes al Sol), tomamos conciencia de lo valiosa que es la
Tierra. Los esfuerzos por preservarla podrían apoyarse en otra tecnología
procedente del programa Apolo: las pilas de combustible. Estos sistemas de
almacenamiento de hidrógeno y oxígeno del Módulo de Servicio del Apolo, que
contenía sistemas de soporte vital y provisiones para las misiones de alunizaje,
generaban energía y producían agua potable para los astronautas. Se trata, pues, de
una fuente de energía mucho más limpia que los habituales motores de
combustión. Quizá las pilas de combustible jueguen un papel importante en la
lucha contra el cambio climático al transformar la producción de energía a escala
mundial.
Por el momento, solo podemos preguntarnos qué innovaciones traerá el empeño
por viajar a otros planetas 50 años después del primer paseo por Marte.