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Pedro tuvo una experiencia espiritual, que, sin duda, le ayudó a superar los bloqueos
emocionales con sus padres, ya que de su padre recibió abusos y agresiones y de su
madre careció de afecto y atención. A medida que Pedro iba experimentado esa presencia
divina en su vida sus carencias se iban restaurando. El gran potencial para la reparación
y la salud estaban implícitos esa experiencia. Pero olvidó su significado y colocó la gracia
al servicio de sus defensas narcisistas, al servicio de sí mismo, de su propia glorificación
entrando en lo que Fernando Rielo denomina un proceso de culto al yo o egolatría
irreversible.
Este encuentro tristemente agrandó todavía más la grandiosidad de Pedro. Él se
contemplaba a sí mismo como "único entre los hombres" y seguramente se sentía
superior, especial, con derecho y que sólo comprenderle o sólo puede relacionarse con
otras personas (o instituciones) especiales o de alto estatus. Exagera los logros y
capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros proporcionados. Esta
persona se preocupada por mantener las fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez,
belleza o amor imaginarios.
Pedro Tiene una necesidad excesiva de admiración.
Muestra un sentimiento de privilegio (es decir, expectativas no razonables de
tratamiento especialmente favorable o de cumplimiento automático de sus expectativas).
Explota las relaciones interpersonales (es decir, se aprovecha de los demás para sus
propios fines).
Carece de empatía: no está dispuesto a reconocer o a identificarse con los sentimientos
y necesidades de los demás.
Muestra comportamientos o actitudes arrogantes, de superioridad.
Cuando estos elementos de narcisismo maligno coinciden en un solo líder, el perfil que
emerge es el de una personalidad monstruosa que se convertirá en un profesional
destructor y pondrá en peligro su organización.
2. En las páginas de Portillo se habla del “síndrome de Peter Pan” ¿En qué consiste
dicho síndrome y qué relación tiene con la pedofilia?
La considero vital; primero porque soy un ser en relación; soy creyente y he tenido
experiencias de fe en mi relación con Dios. Y este grado de relación con Dios ha
dependido de mi capacidad de apertura al Otro que me desborda. La relación con los
demás surge de mi autorreflexión al considerarme creatura y descubrirme capaz de optar
por algo diferente a mi realidad humana. He puesto mi vida al servicio de Dios y apuesto
por una Iglesia que viva en la unidad y cuando no hay unidad, la iglesia queda irrelevante.
Queda destituida de pasión por la misión y termina reducida a un evangelio que no
alcanza a la comunidad. Y para que se den esos cambios tan necesarios y urgentes tienen
que existir relaciones significativas. Las relaciones significativas no son estrategias se
basan en la compasión, los esfuerzos genuinos y el amor sincero.
Ser consciente que, aunque la opción por la fe es un acto individual desde experiencias
únicas y personales, el proyecto del reino de Dios nos invita poner el -nosotros- por
encima de los intereses personales. Es una invitación a caminar juntos e iluminados por
el amor de Dios. Jesucristo nos muestra cómo ser hijos comprometidos con la realidad,
capaces en ocasiones de ser voces de protesta frente a todo aquello que atenta con la
dignidad humana. La fe en Jesucristo nos sigue invitando hoy a mirar con sus ojos, a
comprometernos con la vida, con la creación y con los demás. Y mantener estos vínculos
por un mundo mejor es lo que me hace sentir comprometida con todo este tema de las
relaciones ya que sin las relaciones esto no tiene sentido.