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HOJA DE CRÉDITOS

ENCRUCIJADAS. Revista Crítica de Ciencias Sociales.


Número 6 || ISSN: 2174-6753
Edita: ASOCIACIÓN CONTUBERNIO – SALAMANCA (España)

RESPONSABLE EDITORIAL: Rafael Grande Martín (Universidad de Salamanca, España)

CONSEJO DE REDACCIÓN: Gomer Betancor, Enrique Castaño Barba, Roberto Cilleros Conde, David Domínguez
Nacimiento, Juan Manuel García González, Martha Liliana Gutiérrez Salazar, Paula Moreno López, David Prieto
Serrano, Marina Sánchez Cid.

CONSEJO ASESOR: Enrique Coraza de los Santos (Universidad de Quintana Roo, México); José Manuel del Barrio
Aliste (Universidad de Salamanca, España); Iñigo Errejón Galván (Universidad Complutense de Madrid, España);
Agustín García Laso (Universidad de Salamanca, España); Mercedes García Montero (Universidad de Salamanca,
España); Carlos González Villa (Universidad Complutense de Madrid, España); Ángel Infestas (Universidad de
Salamanca, España); Bibiana Medialdea (Universidad Complutense de Madrid, España); Enrique Pastor Seller
(Universidad de Murcia, España); María Ramos (UNED, España); Jaime Rivière (Universidad de Salamanca,
España); Salvador Santiuste Cué (Universidad de Salamanca, España); José Sarrión Andaluz (Universidad Pontificia
de Salamanca, España); Alfredo Serrano (Universidad Pablo de Olavide – Sevilla, España); Jon Bernat Zubiri Rey
(CREG - Centre de Recherche en Economie de Grenoble, Francia).

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Diseño y maquetación: David Domínguez Nacimiento || Diseño de la portada: David Prieto

Fotografía de la portada: Reflexionando sobre lo rural. Autor: Pedro Natalio Rodríguez.


SUMARIO

MONOGRÁFICO_ MUNDO RURAL: POBLACIÓN, TERRITORIO, PODER

Presentación ……………………..............................…................................…….............................................3

Entrevistas

Espacios Rurales ¿crisis sistémica o brotes verdes?


ENTREVISTA CON Luis CAMARERO …..………..…………………………………………………………..........................6-17
Territorios Comunes: Mundo Rural y Procomún
ENTREVISTA CON Francisco QUIROGA …...........................................................................................18-25

Reflexiones

En defensa de la sociedad rural: la movilidad entre lugar de residencia y el lugar de trabajo


por Benjamín GARCÍA SANZ ...........….........……………........……............................................................26-29
Por una agricultura sostenible. Reflexiones desde la Economía Ecológica y la Historia Ambiental
por Inés MARCO LAFUENTE ............…………………………........................................................…….........30-38

Artículos

El campo neoliberal y su crisis. Agricultura, sociedad local y migraciones en la Europa del Sur
por Gennaro AVALLONE ....................................................................................................................39-55
Despoblación, desarraigo y escuela rural, condenados a encontrarse
por Domingo BENITO LUCAS .…………………................................………………………………......………….....…56-69
Participación pública en la nueva ordenación del territorio rural madrileño.
Ley 5/2012 de Viviendas Rurales Sostenibles.
por Esmeralda CONEJO SILVA y Roberto GOYCOOLEA PRADO........…......………..............................…..70-85
Sociología Rural vs. Sociología Pesquera
por Begoña MARUGÁN PINTOS …....................................................................................................86-100
¿Por qué se van? Mujeres de pueblo y desarraigo en la ruralidad valenciana
por Josep PÉREZ SORIANO …...…....................................................................................................101-116

Notas de Investigación

De los problemas a los retos de la población rural de Castilla y León


por José Manuel DEL BARRIO ALISTE …………………………………..................................……………………117-128
La agricultura urbana y el cultivo de sí. Los huertos de ocio a la luz de las dinámicas neorrurales
por Fernando RICHTER …............................................................................................………........…129-145

Crítica de libros

“La población rural de España. De los desequilibrios a la sostenibilidad social” Luis Camarero (coord.), ..
Fátima Cruz, Manuel González, Julio A. Del Pino, Jesús Oliva, Rosario Sampedro
por Juan Manuel GARCÍA GONZÁLEZ .…………………………..………………………………………………………….146-149

VARIA

Que se vayan todos que no quede ni uno solo.


Interpretación de las tragedias de Buenos Aires y La Plata, 2013
por Maximiliano KORSTANJE …………...…………………………………………………………………………......……. 150-169

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SUMARIO

IN MEMORIAM_ SALVADOR SANTIUSTE CUÉ

In memoriam Salvador Santiuste Cué


por Equipo Editorial y Consejo de Redacción de ENCRUCIJADAS . ...………………………………………….170-171
Desconocimiento político a nivel subnacional: el paradigmático caso de Castilla y León
por Salvador SANTIUSTE CUÉ ...……………………………………………..……………..……………………………….... 172-189

ENCRUCIJADAS. Revista Crítica de Ciencias Sociales || Nº6, 2013 pp.1-2 2


PRESENTACIÓN

MONOGRÁFICO

Mundo Rural:
Población, Territorio y
Poder
La ruralidad es un concepto difuso. Una categoría vaporosa en el plano semántico, paradójica desde
la afronta teórica y consecuentemente ambigua de cara a su aproximación empírica y analítica. Para mues-
tra un botón, mientras las proyecciones más al uso (Naciones Unidas, 2013) refieren a un proceso imparable
de urbanización a escala planetaria, desde una perspectiva opuesta y que resulta en cierta medida provo-
cadora Krause (2013) diagnostica una ruralización del mundo. Efectivamente, en términos abstractos la dis-
tinción entre las categorías urbano y rural parecen claras, pero en una aproximación sistemática se antoja
imposible una diferenciación en términos objetivos: la mirada teórica, disciplinar e ideológica mediará ine-
vitablemente en la conceptualización y aproximación concreta a la realidad. Su aparente polisemia, como
casi todo en ciencias sociales, no es sino cuestión de perspectiva. La raya epistemológica entre lo urbano y
lo rural (Ibañez, 1991) se funda en la posición del sujeto analista.


Desde Encrucijadas quisimos lanzar una convocatoria generalista tratando de captar con una mirada
lo más holística posible de esta línea de investigación socioespacial. Además de buscar un ejercicio reflexivo
sobre la propia definición de lo rural en el complejo contexto contemporáneo, la convocatoria solicita-
ba análisis desde la demografía, desde los problemas socioterritoriales y desde una perspectiva política
y económica. Seguramente el lector atento pueda echar en falta en este volumen algunos temas básicos
planteados en la convocatoria, o algunos temas propios de la investigación desarrollada sobre este tema y
que ni siquiera se planteaban en la convocatoria. Como es lógico, la naturaleza de una convocatoria abierta
no permite llegar a todos los rincones. Con todo, hemos podido compilar un conjunto de textos que en
cierta medida ayudan a resolver y plantear nuevas inquietudes académicas. El monográfico en su conjunto
logra un encuentro académico entre de jóvenes y no tan jóvenes investigadoras procedentes de disciplinas
diversas; desde la sociología y la ciencia política, a la arquitectura y ordenación del territorio, la economía
o la demografía.


El monográfico comienza con una entrevista a Luis Camarero Rioja (UNED), sociólogo especializado
en sociología rural, en la que reflexionamos -entre otros temas- sobre nuevas y viejas ruralidades, sobre los
problemas metodológicos en el abordaje de lo rural, estilos de vida y tiempo social, producción agraria y
nuevas economías rurales, o la problemática política de los modelos gobernanza en los pequeños munici-
pios. En segundo lugar, reproducimos una conversación con Francisco Quiroga (O Monte é noso) bajo el tí-
tulo “Territorios Comunes: Mundo Rural y Procomún” en la que discurrimos por las encrucijadas del mundo

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PRESENTACIÓN

rural contemporáneo reflexionando a partir de distintos proyectos en los que Quiroga ha participado; entre
otros temas se plantea la cuestión de la propiedad y gestión común en el monte gallego, las Tecnologías de
la Información y Comunicación en los entornos rurales o el interés de la perspectiva decolonial para analizar
el proceso de modernización del campo europeo.

Seguidamente Benjamín García Sanz, catedrático de sociología rural de la Universidad Complutense


de Madrid –recién jubilado, reflexiona brevemente sobre la movilidad entre el lugar de residencia y el lugar
de trabajo en el contexto rural a partir de los nuevos datos del Censo de Población y Vivienda 2011 (INE). Fi-
nalmente, Inés Marco Lafuente, investigadora dedicada a la Economía ecológica y a la Historia Agraria en la
Universidad de Barcelona, cierra el bloque de formatos abiertos con el texto “Por una agricultura sostenible.
Reflexiones desde la Economía Ecológica y la Historia Ambiental”. Este trabajo aborda el contexto de aguda
crisis socioecológica y la emergencia de iniciativas que buscan la construcción de nuevos modelos econó-
micos alternativos sobre la base de la sostenibilidad de la vida. Al mismo tiempo se trazan puentes con el
pasado, tratando de servirse de la historia como valiosa fuente de conocimiento para la sostenibilidad.


El segundo bloque, dedicado a artículos científicos y notas de investigación, se abre con un estudio
comparativo de Gennaro Avallone (Universidad de Salerno) sobre las transformaciones estructurales en la
agricultura en las áreas rurales de España, Italia y Grecia en base a las interacciones entre las sociedades
locales y la población inmigrante. Domingo Benito (Universidad de Salamanca) presenta el artículo “Des-
población, desarraigo y escuela rural, condenados a encontrarse”, sobre el rol de la institución educativa
en el proceso de despoblación rural, analizando los efectos de la escuela en dos direcciones, por un lado
conformado unas identidades urbanocéntricas y por otro lado en la facilitación de lo que el autor llama una
“huida ilustrada”. Esmeralda Conejo Silva y Roberto Goycolea Prado, ambos de la Universidad de Alcalá, nos
presentan un análisis de alegaciones sobre una polémica ley de ordenación del territorio en la Comunidad
de Madrid con su artículo “Participación pública en la nueva ordenación del territorio rural madrileño. Ley
5/2012 de Viviendas Rurales Sostenibles” en la que desgranan una investigación alrededor de la participa-
ción pública en la toma de decisiones a través de un análisis de caso sobre la Ley de Viviendas Sostenibles
en la Comunidad Autónoma de Madrid, que acaba por autorizar la construcción de vivienda unifamiliar
dispersa sobre suelo no urbanizable de protección. Sin duda, el artículo aporta una perspectiva útil para
abordar una crítica a los modelos de tramitación legal en la ordenación del territorio y para reflexionar
sobre la influencia de la ciudadanía de la información pública de las tramitaciones legales y en la estructura-
ción y contenido de las leyes. Begoña Marugán (Universidad Carlos III de Madrid) plantea seguidamente una
reflexión sobre la propia naturaleza de lo rural y, en un sentido amplio, sobre la especialización disciplinar
dentro de la sociología. Titulado “Sociología Rural vs. Sociología Pesquera” plantea cómo la pesca ha sido
ignorada en el análisis sociológico desde el campo de la sociología rural, pero también de la sociología in-
dustrial o la sociología del trabajo, y se reivindica por tanto prestar atención a este frente desde un proceder
de sociología general. Por su parte, Josep Pérez (Universitat de València) presenta bajo el título “¿Por qué se
van? Mujeres de pueblo y desarraigo en la ruralidad valenciana” una aproximación cualitativa al fenómeno
del desarraigo femenino en algunos municipios rurales del País Valenciano como hecho significativo que
podría amenazar la sostenibilidad social de estos territorios.

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PRESENTACIÓN

Seguidamente, aparecen dos notas de investigación. En primer lugar “De los problemas a los retos de
la población rural de Castilla y León” de José Manuel Del Barrio Aliste (Universidad de Salamanca), en la que
el autor -dedicado durante varias décadas a la investigación sobre este asunto- nos presenta una reflexión
sobre la importancia de los asuntos demográficos en el imaginario colectivo de la región, apoyándose con
una revisión de los datos y un análisis de los principales fenómenos se proponen algunas ideas para la ac-
ción. En segundo lugar, Fernando Richter (Universidad de Deusto) aborda el estudio de los actuales espacios
de encuentro entre lo rural y lo urbano en su nota “La agricultura urbana y el cultivo de sí. Los huertos de
ocio a la luz de las dinámicas neorrurales”. En dicha nota de investigación establece un estado de la cuestión
sobre el estudio de la agricultura urbana desde las Ciencias Sociales, y lo conecta con la rabiosa actualidad
de los huertos urbanos. Así, mediante el estudio con entrevistas en profundidad sobre la cuestión a exper-
tos y usuarios, traza los principales perfiles de los usos que a dicha práctica se le da en la actualidad.


El monográfico se cierra con una reseña del libro “La Población Rural en España. De los Desequili-
brios a la Sostenibilidad Social” (Barcelona. Fundación La Caixa, 2009), coordinado por Luis Camarero Rioja,
elaborada por Juan Manuel García González (Universidad Internacional de la Rioja).

Queremos agradecer a todos los autores que han contribuido a que este monográfico sea posible y
por supuesto también a los evaluadores que han trabajado para mejorar y aportar un mayor rigor a los bo-
rradores iniciales. Agradecer también las aportaciones gráficas de Diego Rambova, David Miedes y Camino
Van Hossen. También agradecer a Pedro Natalio la cesión de sus fotografías para la portada y el interior de la
revista. Asimismo, la labor de maquetación de David Domínguez y la gestión de la web a Roberto Cilleros. En
fin, es nuestro deber como Consejo de Redacción y como dirección de la revista agradecer a todos los par-
ticipes por su paciencia y buen hacer e, igualmente, agradecer a los lectores el dar sentido a este esfuerzo.

Por último, nos gustaría remarcar nuestro más sentido pesar por la pérdida prematura de Salvador
Santiuste Cué, quién fue nuestro maestro en la Universidad de Salamanca. Hemos querido cerrar el número
de la revista que acoge este monográfico con un In Memoriam a su persona junto a un texto póstumo. Más
allá del obituario nos gustaría asumir el reto de continuar llevando a cabo proyectos e iniciativas con el es-
píritu, atención y dedicación que le caracterizaba y nos trató de inculcar.

Consejo de Redacción de Encrucijadas

Bibliografía

IBAÑEZ, Jesús. 1991. Comunicaciones entre los pueblos y la ciudad. Política y Sociedad, 8: 95-100
KRAUSE, Monika. 2013. “The ruralization of the world”, Public Culture, 25(2) 70: 233-248
NACIONES UNIDAS. 2013. World Urbanization Prospects, the 2011 Revision. (link)

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ENTREVISTA Luis CAMARERO

Espacios Rurales ¿Crisis sistémica o brotes


verdes? Entrevista con Luis Camarero

Luis Camarero Rioja es Catedrático de Sociología de la UNED.


Experto en sociología rural desde que iniciara en los años 90 su
trayectoria como investigador en el Seminario de Estudios Rurales
impulsado por Josechu Vicente-Mazariegos (UCM). Recibió el Pre-
mio Nacional de Investigaciones Agrarias (1993, MAPA) y el Pre-
mio de Tesis Doctorales (1993, Colegio de Sociólogos). Ha dirigido
distintos proyectos de investigación dedicados especialmente a la
visibilización del trabajo femenino en áreas rurales y a la sostenibili-
dad social en el mundo rural. Autor de numerosas publicaciones de
referencia como Del éxodo rural y del éxodo urbano (1993. Madrid:
Ministerio de Agricultura), La población rural de España. De los
desequilibrios a la sostenibilidad social (2009. Barcelona: La Caixa) o
“Foreigners, Neighbours, Immigrants: Translocal mobilities in rural
areas in Spain” en Translocal Ruralism, obra editada por Hedberg y
Carmo (2012. London: Springer)

Ilustración: David Miedes Casas

Recuerdo el libro de Peter Berger y Thomas Luckmann, “La construcción social de la realidad”, y pensaba si se
podría escribir un nuevo libro titulado “La construcción social de la ruralidad” en términos de la ruralidad ac-
tual. Una nueva ruralidad que se ha considerado así, “nueva”, en los años 80, en los años 90 y también en 2014.
Da la sensación de que la etiqueta de ‘nueva’ se ha quedado vieja.

Es truculento. Ocurre igual que con las nuevas tecnologías: no son realmente nuevas tecnologías, sino nue-
vas formas de hacer negocio con las telecomunicaciones. La nueva ruralidad se refiere a los cambios que se dan
en las políticas agrarias desde mediados de los años ochenta. Las políticas agrarias que surgen en Europa tras la
Segunda Guerra Mundial se hacen pensando en abastecer a una población que ha quedado arrasada y en favo-
recer el mantenimiento de costes salariales baratos de la mano de obra que va a reconstruir todo el complejo
urbano industrial que ha desaparecido tras la guerra. Esta reconstrucción se basa en una productividad industrial
a gran escala, hasta que se llega a las situaciones de excedentes agrarios. En términos gráficos: se produce tanta

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ENTREVISTA Luis CAMARERO

mantequilla que puesta en línea daría varias vueltas al planeta. Aun así, las condiciones de vida del medio
rural continúan teniendo un gran diferencial con respecto a las condiciones de vida urbanas.

En ese contexto se comienza a planificar una nueva reforma de las políticas agrarias, pero básicamente
se hace por la insistencia y el empeño que tiene Estados Unidos en liberalizar la producción agraria a escala
planetaria. El sistema de la política agraria europea para la reconstrucción se había basado en un proteccio-
nismo a las producciones agrarias que favorecía a los grandes grupos industriales, y no tanto a las economías
familiares o a las economías campesinas: aquí es donde está el problema y donde se produce un punto de
ruptura.

Tras siete años de conversaciones, se llega a la reforma de la PAC y a la creación de las Organizaciones
e Instituciones de Desarrollo como los LEADER, con los que se pone en marcha todo el sistema de organiza-
ción del desarrollo para introducir dinero en el medio rural a través de sistemas que no sean propiamente el
sistema productivo. Es en este momento cuando aparece el término de nueva ruralidad, con el que se ponen
en evidencia otras características de interés del medio rural.

“¿por qué nos hemos empeñado en ser varones o en ser mujeres?


Y aquí la cuestión que nos importa es por qué queremos diferenciar
continuamente entre ser rural o ser urbano”

Y antes de la nueva ruralidad, ¿qué era esa vieja o antigua ruralidad?

Hasta esos años las áreas y, sobre todo, las poblaciones rurales tenían dos funciones históricas: produ-
cir alimentos y ser reserva de mano de obra para la puesta en marcha de los nuevos sistemas de producción
industrial y para aportar efectivos a los grandes conflictos bélicos. Ahora que se celebra el centenario de la
Primera Guerra Mundial, podemos recordar que mueren millones de personas en los campos de batalla euro-
peos; personas extraídas fundamentalmente de áreas rurales. Se desvaloriza la capacidad de la población que
es utilizada de forma instrumental. Pero llega un momento en que sobre estas dos funciones se consideran
también las funciones territoriales.

Es cuando aparece entonces la nueva ruralidad…

Efectivamente. Se da paso así a otras nuevas funciones que se conciben dentro de un espacio que va
a producir seguridad ambiental, control de recursos naturales, control de captación de fuentes de energía, y
control y seguridad alimentarias. Estas nuevas macrofunciones se añaden a los espacios rurales y, por ende, a
la sociedad rural. Se llega así a una especie de nuevo contrato con el que se empiezan a realizar y subvencio-
nar nuevas actividades como las turísticas o patrimoniales. En este contexto es donde se abre paso la nueva
ruralidad: dentro del cambio de políticas en la configuración que van a tener las áreas rurales con respecto a
la sociedad urbano-industrial europea.

Muchas veces nos preguntamos qué es rural, qué consideramos como entorno rural. El axioma metodológi-
co desde hace tiempo es la definición a través del número de habitantes, pero esta consideración puede di-
ferir geográficamente incluso a nivel intraprovincial. Se complican así las perspectivas comparadas. ¿Cómo
salvamos este problema metodológico?

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ENTREVISTA Luis CAMARERO

El uso de la densidad y del tamaño poblacional como variable sociológica que mide lo rural proviene de la
consideración del continuum rural-urbano y de las formas de representación de lo social. Eurostat ha propuesto
una nueva definición a través de la delimitación del territorio en cuadrículas de un kilómetro cuadrado de exten-
sión en las que se va a medir la densidad poblacional. Si la densidad es menor de veinte habitantes por kilómetro
cuadrado y, además, contiguamente no tiene otra cuadrícula que supere un umbral de densidad, se considerará
área rural. Ahora bien, otra cuestión es que el significado de las densidades poblacionales no sea el mismo en
Murcia, en Noruega o en Baviera.

“En pocas palabras, la agricultura ya no es el centro motor de los


entornos rurales: ya no es la institución que genera la mayor distribución
de recursos, que controla las escalas de acceso al poder o que regula los
calendarios y los ritmos sociales”

Volvemos de nuevo a la construcción social de la ruralidad.

¿Por qué nos empeñamos en ser rurales y ser urbanos? ¿Por qué hay estilos de vida rurales o urbanos? El
sentido común nos lleva a pensar que hay personas que son rurales y personas que son urbanas. Dentro de esta
ilusión la gran explicación ha venido dada por la actividad preferente que se hacía en los espacios rurales: espacios
de menor densidad, con actividades agropecuarias y de gestión del territorio. Esto debería generar un carácter
distintivo respecto a las personas que residían en ciudades.

El problema que tenemos los sociólogos es que, después de leer a Durkheim, de creer como un axioma de
la sociología que los entornos ambientales y naturales no pueden producir relaciones sociales, y que las relaciones
sociales solo pueden explicarse a través de otras relaciones sociales, comprendemos que no tiene mucho sentido
que el hábitat nos vaya a determinar un tipo de carácter. Por ejemplo, que las personas que se van a vivir a las
montañas desarrollen una personalidad más arisca, mientras que las que viven en llanuras son más tranquilas.
No es así. El caso es que se crean formas sociales distintas, como puede ser la consideración del patriarcado o el
funcionamiento los sistemas de carisma.

Evidentemente no hay una explicación antecedente para diferenciar lo rural de lo urbano. De la misma ma-
nera que definimos al sexo y al género. Hay hombres y hay mujeres; hay géneros masculinos y géneros femeninos.
Pero sabemos que la construcción de géneros no deviene de una construcción biológica. Igualmente la construc-
ción rural-urbano no deviene de una construcción ambiental o paisajística. Realmente la cuestión es: ¿por qué
nos hemos empeñado en ser varones o en ser mujeres? Y aquí la cuestión que nos importa es por qué queremos
diferenciar continuamente entre ser rural o ser urbano.

Supongo que no solo será eso, sino que también se referirá a elementos productivos.

Sin duda. En esa construcción se pensaba que el hábitat rural debía ser agrario y que había una unidad
indisociable entre ruralidad y agricultura. Lo que vemos hoy en día es que el medio rural en España subsiste aun
cuando no hay agricultura. Solo el 10% de la población que reside en núcleos rurales trabaja en la agricultura. Es
más, buena parte de los agricultores españoles más productivos residen en áreas urbanas.

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ENTREVISTA Luis CAMARERO

Me suena a lo que puede ser El Ejido, algunos pueblos de Murcia, Lepe…

El más conocido es el caso de El Ejido. Una ciudad con más de ochenta mil habitantes en la que residen
un buen número de los grandes productores dedicados a la exportación de productos de agricultura inten-
siva. Esta es una de las grandes apuestas que se hacían y que se siguen haciendo: lo rural debe ser agrario, y
viceversa.

Esta aseveración confunde y, sobre todo, oculta a todas aquellas personas que siguen viviendo en el
medio rural y que no tienen relación con la agricultura. En pocas palabras, la agricultura ya no es el centro
motor de los entornos rurales: ya no es la institución que genera la mayor distribución de recursos, que con-
trola las escalas de acceso al poder o que regula los calendarios y ritmos sociales.

“la definición de rural se vincula principalmente a la densidad,


ya que es lo que nos permite calcular una densidad de
relaciones mediante la construcción del tiempo social. Esto es
lo que diferencia fundamentalmente al binomio rural-urbano:
el tiempo”

Ni lo rural tiene que ser esencialmente agricultura o actividad agraria, ni la agricultura tiene que asociarse
solo con los entornos rurales. Entonces ¿cómo lo definimos pues?

Pasamos a comprender que tiene más que ver con lo que se ha llamado el continuum de densidad, esto
es, nuevas escalas estadísticas que permiten homogeneizar lo que es rural y lo que no. En todo caso, hay que
ser cautos. En un sistema de archipiélagos como es Grecia las densidades son muy relativas con respecto a las
de las poblaciones del norte de Finlandia, con territorios más extensos.

Lo rural queda entonces a lo que queramos llamar rural. Si nosotros vamos por una carretera, clara-
mente decimos: esto es rural, esto es urbano. ¿Por qué? Porque le atribuimos una categorías basándonos
en unos rasgos predefinidos. Es una distinción sin base sólida, como pasa con tantas categorías sociales que
construimos. Lo que pasa es que hemos pensado que la definición de categorías sociales nos venían dadas.
Hay una construcción incesante para diferenciar el territorio, para diferenciar espacios y, sobre todo ahora,
para diferenciar etapas vitales. En la diferenciación del hábitat se incorpora no solo el espacio, sino también
la variable tiempo.

Por lo tanto, la definición de rural se vincula principalmente a la densidad, ya que es lo que nos permi-
te calcular una densidad de relaciones mediante la construcción del tiempo social. Esto es lo que diferencia
fundamentalmente al binomio rural-urbano: el tiempo. En esta diferenciación colaboran también los pueblos
que se reinventan y se auto-representan como pueblos. La diferenciación no tiene por qué angustiarnos. No
somos diferentes, pero nos empeñamos hacernos distintos.

Con la integración en la UE y el mercado globalizado, ¿cómo ves la agricultura en España? ¿Le ves alguna
oportunidad real? Sobre todo porque a medida que nuevos países miembros se van integrando, les van
quitando progresivamente las subvenciones.

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ENTREVISTA Luis CAMARERO

La agricultura es una actividad productiva que, a pesar de que siempre la hemos observado como vinculada
al territorio rural, es una actividad industrial de producción y su relación con el territorio es como la de cualquier
otra actividad. De la misma manera que la siderurgia estuvo en la Ría de Bilbao, pero estuvo en Bilbao como ahora
está en otros lugares del planeta. Con la agricultura pasa lo mismo. Lo que se está realizando es una concentración
de la actividad agraria. Los productores agrarios, en el caso de España, son industriales.

No quiere decir que haya otro tipo de tierras. Además, también están creciendo sobre todo cultivos por
convenio, es decir, uno contrata con una gran empresa y esta te suministra las semillas, los fertilizantes, incluso te
recompra los productos a un precio determinado. Únicamente lo que aportas es la propiedad -que no le interesa
a la compañía- y el riesgo. Si pasa algo, uno, el productor, pierde, y si no, te dan unas condiciones tasadas. Esto
forma parte de la agricultura de exportación española.

Por otro lado, ¿quién está produciendo en Marruecos? Los productores españoles. Son productores que ya
han consolidado sus sistemas productivos en las áreas de la Cuenca del Mediterráneo y ahora están instalándose
en Marruecos por las mejores ofertas y mayor competitividad. Hay compras de tierra a gran escala en zonas de
África para cultivos industriales como algodón o soja.

“Este es el punto clave de los nuevos residentes del


medio rural: ponen el valor en la capacidad de crear
trayectorias vitales propias elaborando todo un
imaginario en el que proyectar sus capacidades”

Quieres decir entonces que la producción agrícola es de grandes corporaciones y no de pequeños agricultores
o familias.

La producción agraria pertenece fundamentalmente a grandes producciones de compañías, cada vez en


mayor medida. En un sistema globalizado que permite la deslocalización continua, el transporte de las mercancías
es muy ágil. Es más fácil transportar producciones que hacer circular mano de obra. Y luego se vincula sobre todo
a la incorporación de distintos territorios, que figura en unas investigaciones que se están desarrollando, que his-
tóricamente han estado vinculados a procesos concretos de gestión de mano de obra.

Por ejemplo, la importancia que tiene ahora mismo la agricultura en regiones murcianas. Tienen una agri-
cultura intensiva que ha generado toda una recepción de trabajadores inmigrantes. En el caso español, la agricul-
tura está muy concentrada, y con una sustitución de cultivos en función de los intereses de producción industrial.
Lo que vemos como gran parte del territorio y que sería la agricultura familiar es una agricultura reducida y vincu-
lada a un tipo de cultivos que se basan en unas condiciones de gestión, digamos así, cómoda. Por ejemplo, el ce-
real. La gestión de estos cultivos tiene poco riesgo, está mecanizada, tiene unas condiciones de mercado bastante
estables. Por lo tanto, no hay una inversión en nuevas producciones. Ese proceso de innovación no viene pues de
la agricultura familiar sino de grandes inversores industriales. Es una agricultura que aunque nosotros insistamos
que está vinculada a la tierra, funciona como otra mercancía global.

En España están creciendo mucho las producciones ecológicas. La cuestión es que aquí es invisible porque
buena parte de esta producción se comercializa directamente en Alemania, y aquí apenas hay comercialización.

ENCRUCIJADAS. Revista Crítica de Ciencias Sociales || Nº6, 2013 pp. 6-17 10


ENTREVISTA Luis CAMARERO

En ese segmento sí que hay zonas que están muy especializadas, pero funciona también dentro de unos paráme-
tros de una economía cada vez más industrializada. También hay otro tipo de agricultura que tiene mucha reper-
cusión y que no figura tanto en los flujos económicos. Es una agricultura de cercanía, que conocemos dentro de los
canales cortos, con una relación directa entre productor y consumidor en los entornos de áreas urbanas, con unos
productos específicos. Pero es una producción agraria que está muy vinculada a las expectativas de las personas y
no tanto a una conexión con el mercado, la cual es muy volátil y heterogénea, pero es una parte muy importante
que está creciendo en las periferias y entornos urbanos.

“Tenemos que pensar que hay una gran comunicación


entre espacios rurales y espacios urbanos, y la
construcción que estamos haciendo está de acuerdo con
nuestros ciclos vitales”

Y por otra parte, hay incluso una agricultura snob. En Madrid está en algunos áticos, que tienen una terraza
con huerta y donde se contrata a un agricultor para que la lleve. Lo más snob es cuando te invitan a cenar, coges
tu plato y te sirves un tomate de la misma huerta. Parece de Woody Allen, pero es así. La actividad agraria tiene
mucha plasticidad, tiene muchas formas de expresión. Ahí es donde surge la confusión. Cuando vamos al campo y
vemos unos tomates no distinguimos que detrás de todo ello hay un gran entorno industrial.

Superando el simplismo del binomio rural-agricultura, los servicios se tornan como la principal actividad de las
zonas rurales. En los últimos años, esto ha atraído sin duda a nuevos pobladores: neo-ruralitas, jóvenes que
quieren nuevos estilos de vida, mayores que vuelven a su pueblo de origen, inmigrantes en busca de trabajo…
¿Hasta qué punto hay un nuevo habitante rural?

Nuevos habitantes hay. Sin embargo, buena parte de las áreas rurales se encuentran en una situación de
gran recesión demográfica. Los nacimientos no consiguen equilibrar la mortalidad de unas poblaciones fuerte-
mente envejecidas. De hecho, en el caso de España, desde mediados de los años ochenta el medio rural se mantie-
ne prácticamente por llegada de nuevos saldos de población. Esto no quiere decir que, por una parte, de las áreas
rurales no siga saliendo gente, principalmente jóvenes; ni que, por otra parte, siga entrando nueva población.

Estos nuevos habitantes están en torno a 55-65 años, es decir, llegan en la medida en que se va produciendo
un ocaso de la vida activa. El retorno se produce además en áreas rurales que no tienen por qué ser las de proce-
dencia, sino áreas donde se ha ido estableciendo previamente una segunda residencia.

Volvemos al concepto de construcción social: la ciudad sería el espacio para la actividad, de la prisa y de la
producción, frente al medio rural, que sería el espacio del esparcimiento, de la tranquilidad, del slow lifestyle, del
consumo de calidad y, sobre todo, un lugar donde uno va a poder encontrar un espacio propio para el desarrollo
de sus trayectorias vitales. Este es el punto clave de los nuevos residentes del medio rural: ponen el valor en la ca-
pacidad de crear trayectorias vitales propias elaborando todo un imaginario en el que proyectar sus capacidades.

Por lo tanto, una reescritura del desarrollo vital que, de algún modo, revoluciona lo rural.

En muchos aspectos. Ha habido también un rejuvenecimiento traído por los nuevos residentes que, en
alguna medida, se ha vinculado a esas capacidades de desarrollo. Un nuevo imaginario en torno a la seguridad

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ENTREVISTA Luis CAMARERO

y calidad -especialmente alimentarias- que genera un espacio de oportunidad empresarial y laboral que atrae
nuevos pobladores. Y cuando la población crece un poco en el medio rural, este se puede sostener gracias a los
servicios creados. La cuestión es que cuando hemos analizado datos en Europa, hemos observado que aquellos
que instalan un hotel o una pequeña agroindustria valoran más lo que puede aportar a su trayectoria vital que lo
que pueden aportar como servicio innovador para dinamizar la zona. Por ejemplo, personas que instalan una casa
rural con la idea de que será su casa de jubilación.

¿Cuál ha sido el efecto de esos nuevos residentes en el desarrollo rural?

Curiosamente, el impacto que ha tenido la llegada de estos nuevos residentes es bastante más reducido
que lo que suponíamos. Precisamente también porque ha habido una valoración importante de sus expectativas
vitales de cara al futuro, como el hecho de preparar su jubilación organizando actividades que le permiten crear
raigambre en áreas rurales. Por otro lado, ha permitido en algunos casos que algunos grupos vengan con hijos,
jóvenes que posteriormente seguirán yéndose sin solución de continuidad. Esos procesos no han variado dema-
siado.

Creo que sería bastante insensato el obsesionarse con querer cortar ciertas sangrías demográficas. Tene-
mos que pensar que hay una gran comunicación entre espacios rurales y espacio urbanos, y la construcción que
estamos haciendo está de acuerdo con nuestros ciclos vitales. Nos encontramos pues en una continua movilidad,
estando en distintos espacios a lo largo de nuestra vida. Hoy en día es difícil encontrar a una persona que en veinte
años haya vivido o trabajado en el mismo municipio.

Esta movilidad, tan clara en espacios urbanos, también se da en espacios rurales. ¿Por qué vamos a pensar
que los hijos de agricultores van a heredar las propiedades de sus padres y van a continuar con ese estilo de vida?
Creo que hay que comprender esa gran intercomunicación, que es lo que nos enseña la radiografía de los grupos
de nuevos residentes, y que es lo que permite que el medio rural tenga sentido.

Que muchos de los nuevos residentes estén en la cincuentena tiene ventajas, como hemos visto, pero ese fe-
nómeno también va a aumentar los índices de envejecimiento de las zonas rurales, ya de por sí acusado. Los
nuevos residentes tienen la oportunidad para desarrollar sus trayectorias vitales y laborales. ¿Llevarán estas a
sobrellevar ese envejecimiento, por ejemplo, en términos de ayudas a la dependencia o en actividades como
la formación continua de los mayores? No sé hasta qué punto puede haber una sostenibilidad demográfica y
social en las zonas rurales si no es con inmigración…

Con el envejecimiento hay una crisis importante. La Ley de Dependencia sí que consiguió crear una red de
atención y cuidados en el medio rural. Al margen, según el censo de 2011, una parte de las residencias de la ter-
cera edad se están instalando en áreas rurales. Es más, buena parte del impacto que ha tenido la inmigración en
áreas rurales ha sido precisamente por el cuidado de personas.

Por ejemplo, en las áreas rurales de La Rioja hay un 15% de población extranjera, una población poco vi-
sible que reside en casas de ancianos situadas en pueblos pequeños, municipios en donde tampoco tienen una
presencia en los lugares de socialización clásicos, como la plaza o las tabernas. Son prácticamente invisibles, pero
es una población relevante.

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ENTREVISTA Luis CAMARERO

Es sintomática la invisibilidad de los inmigrantes con la ingenuidad de las políticas de mecanicismo


social sobre la inmigración. Esas que sencillamente dicen: somos un núcleo despoblado con necesidades
laborales, ofrecemos casa y trabajo a los inmigrantes. Y ya piensan que se va a llenar. Vamos a ver: ¿quién va
a venir aquí si todo el mundo se está yendo? Eso no ha funcionado para aumentar la población. Pero sí que
ha funcionado en ciertas áreas donde se ha conseguido una presencia de inmigrantes -vinculados a servicios
agroalimentarios y al cuidado de personas, principalmente- que han realizado posteriormente procesos de
reagrupación familiar. En este sentido se ha observado una tendencia de rejuvenecimiento de 2002 a 2007. A
partir de entonces, cae bruscamente por los efectos de la crisis. Se reducen los servicios sanitarios, se reduce
el soporte a la dependencia y, de hecho, se empieza a notar una pérdida de ancianos que van a residir a las
ciudades por la falta de servicios. El gran envejecimiento que tienen las sociedades europeas, y especialmen-
te la española, va a seguir teniendo un gran impacto en las áreas rurales.

No parece que se esté creando pues un repoblamiento de las zonas rurales, sobre todo de aquellas que
están más aisladas y que no permiten commuting. Hay una gran asimetría entre los entornos rurales que lo
permiten fácilmente y los que no, que da diferentes oportunidades a la recepción de nuevos pobladores.

Son tipos de ruralidad. El commuter sigue unas lógicas que no tienen únicamente una relación con la
distancia. Por ejemplo, buena parte de los pueblos de Ciudad Real tiene trabajadores que se desplazan dia-
riamente a Madrid. Por ejemplo, un alto porcentaje de la construcción que expande continuamente Madrid
está formado por trabajadores que viven a doscientos kilómetros. Y diariamente se hacen viajes de doscien-
tos kilómetros en autobuses o furgonetas mediante un sistema de cuadrillas familiares muy organizado. De
hecho, cuando uno va a ciertas zonas de Toledo, se encuentra con el mismo tipo de edificación que hay, por
ejemplo, en Collado-Villalba.

Así, el commuter no tiene una relación exclusiva con la distancia. Las áreas remotas también se bene-
fician en la medida en que las personas realmente no vivimos en una vivienda: solemos usar formas birresi-
denciales. La sociología parte de este supuesto incorrecto. Los paradigmas están hechos como si las personas
viviéramos en un único lugar, que no nos moviéramos, e incluso llegamos a pensar que vivimos en una vivien-
da, en la vivienda. Pero si pensamos un poco es difícil encontrar personas que vivan todo el año o toda su
vida en la misma vivienda o, incluso, en el mismo municipio. Tenemos un amplio repertorio de lugares en los
que vamos a residir. Esas áreas más remotas donde parece que la práctica del commuter resulta más incierta
o dificultosa en ciertos contextos también se benefician de una ocupación estacional. Al final todos somos
pobladores estacionales. Es una función importante que está generando y construyendo la movilidad hoy.

Otra cuestión es que el medio rural solo se pueda pensar en términos de producción económica, en
categorías de fijismo o de capacidades endógenas. El hecho de no observar las oportunidades y, sobre todo,
la tela de araña que tiene la movilidad sobre el territorio es lo que nos resta capacidades para pensar en el
desarrollo y visualizar muchos procesos que se están dando en los entornos rurales.

Entrando en política, ¿cómo podría afectar a los municipios rurales la Ley de Armonización de Entidades
Locales? El anteproyecto pretende agrupar municipios por cuestiones de reducción de gasto. El futuro pa-
rece poco halagüeño.

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ENTREVISTA Luis CAMARERO

La Ley de Reforma de las Entidades Locales Menores es la bomba atómica. Es peor que una cabeza de 2000
megatones. Pero yo creo que habría que centrarse no solo en la ley sino en la estrategia… Desde luego el principal
problema de las áreas rurales es la gobernanza. Ahí vengo observando tres elementos que vienen en la misma
dirección.

Primero, los famosos recortes: la reducción drástica de servicios, tanto sanitarios como educativos, que en
las áreas rurales son más vulnerables por la mayor dispersión de la población y por los mayores costes de movili-
dad que todo ello exige. Que en Madrid nos reduzcan el horario de atención significa que tendremos que esperar
más; sin embargo, en áreas rurales significa que tengamos que hacer 50 o 60 kilómetros más para acceder a un
determinado servicio. Además, mientras que aquí podamos coger un autobús o incluso un taxi, en áreas rurales
probablemente se dependa de una persona que venga a recogernos y trasladarnos a esos distintos servicios. Por
lo tanto, el problema se amplifica.

Conectado con ello hay un segundo elemento que es la puesta en valor, la enajenación -que me atrevo a
llamar la segunda desamortización- de los territorios comunes. Hay una venta masiva de terrenos. De hecho, hay
un artículo que publicó Jaime Lamo de Espinosa [que fue Ministro de Agricultura] que se titulaba así, Una segunda
desamortización, en el que dice que existen muchos terrenos comunales, patrimoniales, y que todo eso se puede
enajenar, se puede vender. Pero claro, ¿cuál es la cuestión de los terrenos comunales? ¿Cuál es la cuestión de todo
este patrimonio? El problema es que todo este patrimonio comunal está sustentado en la mayor parte de los casos
en una serie de organizaciones participativas.

Por ejemplo, las Bárdenas Reales es un territorio que se utiliza como campo de tiro, y no pertenece a ningún
municipio. Es un territorio muy extenso del sur de Navarra pero que, en realidad, es como la isla de Alborán: no
pertenece a ningún municipio. ¿Cómo está gestionado? Por diversas instituciones. Una de ellas, por ejemplo, son
los concejos del Valle de Baztán, una ruta trashumante. Otro tipo de entidades son por ejemplo la Comunidad
de la Ciudad y Tierra de Segovia, que tiene el bar del Puerto de los Leones. Estas tienen su origen en la época de
la Reconquista, son más tradicionales. Pero tienen una capacidad de gestión del territorio muy importante: en
decisiones forestales y medioambientales, en el control y la gestión de captación de recursos hídricos, en la con-
secución de permisos para los generadores de energía hidroeléctrica, etc. Las Juntas Vecinales igualmente tienen
importancia en León y en el noroeste de España. Buena parte del territorio está gestionado por pequeños conce-
jos de régimen abierto y no directamente por los ayuntamientos. Esto es un soporte participativo muy relevante,
pero también muy desconocido.

Y tercero, estamos viendo que la democracia representativa es insuficiente y que tenemos que ampliar los
instrumentos participativos. Si quitamos los territorios de propiedad comunal y pasan a no tener ninguna función
de ser, entonces van a perder su carácter participativo.

En el contexto creado por estos tres elementos se inserta la ley de la que hablamos.

Y ha habido bastante oposición. Esta ley consiste en generar un espacio político de segunda para las áreas
rurales. Hasta ahora, los ayuntamientos españoles son instituciones iguales, ya tenga 50 o 500.000 habitantes.
Con su presupuesto pueden mantener unos servicios obligatorios por ley en función de su tamaño o pueden de-

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ENTREVISTA Luis CAMARERO

sarrollar las actividades culturales que crean: pagar las fiestas de un pueblo, hacer una comida popular, hacer
un concierto de la Filarmónica en un gran municipio, hacer un espacio de congresos.

La Ley de Reforma de Entidades Locales Menores hace que los pequeños municipios vayan a tener
únicamente como competencia aquellas que sean de mantenimiento de servicios básicos mínimos: la ilumi-
nación de las calles, el suministro de aguas y poco más, porque otros servicios que han sido municipales ahora
se va a obligar a que sean mancomunados o coordinados. Se quieren eliminar todos los instrumentos que
tiene el ayuntamiento de hacer política, de modo que el ayuntamiento rural se quedaría en un mero gestor
de servicios muy pequeños y obligatorios por ley.

“Desde luego el principal problema de las áreas rurales es la gobernanza.


Ahí vengo observando tres elementos que vienen en la misma dirección:
recortes, enajenación de bienes comunes e insuficiencia de la democracia
representativa”

Otros servicios que podrían perderse son las competencias impropias, una parte también muy impor-
tante de la política local que no es municipal pero que los ayuntamientos desarrollan. Por ejemplo, la educa-
ción es competencia de la comunidad autónoma pero la instalación de los colegios pertenece al ayuntamien-
to. Desaparece la capacidad de gestión del presupuesto. Desaparece la intervención en políticas impropias
y se quedan reducidos a una gestoría, a un control de servicios. Si vivo en un municipio como Madrid puedo
hacer una semana del Jazz, por ejemplo; pero si vivo en un municipio de 200 habitantes no puedo hacer nada.

Parece que es mucho más de lo que nos están intentando vender desde los medios y desde el gobierno.

La conclusión principal es que de repente rompemos la igualdad de acción política que tenemos entre
ciudadanos rurales y ciudadanos urbanos. Es una cuestión de la que se ha hablado poco, pero es realmente
central. ¿Qué es lo que sucede? Que una buena parte del territorio, más de un 80% del territorio español,
está gestionado por instituciones políticas donde están un 15 o 20 % de la población. ¿Cuál es la lógica de los
grandes intereses? Es bien sencillo. Hay unos enormes intereses en este proceso que modifican radicalmente
estas cuestiones centradas en la anexión de municipios. Esta fusión lo que está ocultando es la realidad de
esta ley, y esta es, o será, el talón de Aquiles del medio rural.

Lo que esconde al final es un aumento de desigualdad entre urbano y rural teniendo ciudadanos de prime-
ra, ciudadanos de segunda, dependiendo del territorio de primera donde viva, del territorio de segunda…
Al final también habría una democracia de primera y una democracia de segunda.

Efectivamente, así se elimina uno de los grandes contrapesos que ha tenido la concentración de poder
no solo en España, también en Grecia de una manera drástica, o en zonas del norte de Europa, donde se han
fusionado municipios. Pero en el caso del norte de Europa aumentándoles las competencias. Por ejemplo,
los municipios noruegos suelen contratar todo su consumo eléctrico directamente. Es una oferta continua,
donde desempeñan un papel fundamental los invernaderos, que son quienes más consumo eléctrico tienen.
Para una comunidad se ofertan el consumo industrial y el doméstico juntos. De hecho, hay municipios que

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ENTREVISTA Luis CAMARERO

hasta se plantean colocar plataformas para extraer gas. Es otra lógica. Es un punto negativo no solo para las áreas
rurales sino para el conjunto social.

Parece que todo lo que afecta a lo rural escasamente se decide, aunque sí hay pequeñas cosas que se han ve-
nido decidiendo en torno al territorio o los bosques, por ejemplo, pero incluso esto se está reduciendo. ¿Cómo
se canalizan estos conflictos en lo rural? ¿Cómo no son visibles las instancias? Parece que todo está perfecto.

La gestión de los conflictos… En zonas de León ha habido una gran oposición a la ley de la que hablábamos
antes, sobre todo por la presión de los pequeños concejos, que son una sólida institución allí. En Castilla La Man-
cha parte del cierre de Urgencias que tuvo lugar hace unos meses, finalmente tuvo que volver a abrirse con las
condiciones iniciales precisamente antes del recorte, no solo por las manifestaciones, sino por la presentación
de demandas e iniciativas populares. ¿Es menor la resistencia? Probablemente sea menos visible porque tienen
menos población. Protesta e indignación existen.

También puede ser parte de un conflicto silenciado… Los medios apenas dan visibilidad. En general los medios
dan poca visibilidad a lo rural, y si luego hay un conflicto de este tipo, pues menos visibilidad aún. Al fin y al
cabo al conjunto de la población urbana lo que es lo rural le interesa poco, aparte de tenerlo como con un es-
tatus un poco menor. A lo mejor toda esta ley y toda la posible eliminación de gobernanza puede que lleve a
peor consideración de lo rural. Por la parte del conflicto y que hasta qué punto a los medios pueden interesarle
tenerlos en cuenta cuando los medios son parte de grandes corporaciones, o corporaciones que son afines al
poder, que no les interesa que exista una conflictividad o una visibilidad de tales conflictos entre lo rural y lo
urbano, o dentro de lo rural mismo.

La oposición de los pequeños municipios a esa ley no ha tenido visibilidad en los medios, pero sí que ha
salido el tema de los grandes municipios que no están de acuerdo, aunque sea por otros motivos. La cuestión es
que los conflictos no se entienden como rurales o urbanos. Realmente, cuando son conflictos del territorio rural
son canalizados por asociaciones, bien ecologistas, bien por plataformas. Y, si no, son conflictos locales: el caso de
un pueblo, el caso de un municipio muy concreto.

¿Cuántos reportajes hemos tenido que soportar sobre los municipios más endeudados de España? Son mu-
nicipios muy pequeños, de manera que el dinero se lo estaban gastando municipios pequeños en obras absurdas,
que realmente no eran absurdas porque en su mayoría era residencias de ancianos… Y sin embargo se ocultaban
otros proyectos cuya utilidad todavía estamos por descubrir y que han dejado unas deudas enormes y que tenían
menos cualificación. Ha habido una campaña también preparatoria, o sea, porque era muy fácil ahondar en una
España del esperpento, en esa vieja imagen de lo rústico.

Hay una anécdota muy curiosa. En Salamanca, con el 15M, surgió un pequeño grupo de gente que quería pro-
poner un 15M rural. Era un tipo de gente que tenía una movilidad muy alta y de vez en cuando, una vez al mes,
participaban en el 15M de Salamanca, pero luego querían trasladar sus protestas, subirse al carro de reivindicar
un trato más participativo, una crítica a la democracia representativa que hay hoy en día. La cosa fracasó por
diferentes motivos, nunca se fraguó como tal. No sé hasta qué punto eso está representando lo que estamos
hablando. Al final son muchas las diferencias entre lo rural y urbano. En este sentido, en el eco que se le da, y
como también desde el propio movimiento que no supo entenderlo o lo rural que nunca supo venderse. A lo

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ENTREVISTA Luis CAMARERO

mejor pasas por un pequeño pueblo, empezando porque igual solo son 15 personas las que protestan… Las
dinámicas son tan diferentes que hacen difícil comparar una cosa con otra, ¿no?

Los medios acentúan ciertos procesos. Aparte, muchas zonas del medio rural… pertenecen a ese imagi-
nario del asesinato, de la España negra. Tuvimos que tragar también una serie sobre Fago, el conflicto donde
el alcalde había sido asesinado, en los Pirineos, que es parte de esa España. Es una cuestión que intentaba
reflejar el conflicto que había entre nuevos y viejos residentes, o entre nuevos y viejos usos.

Probablemente esta invisibilización de la problemática rural pertenece también a esa construcción del
imaginario de las áreas rurales, que son una balsa de aceite. Y luego, cuando contrastas con otros indicado-
res como la violencia de género, descubres que también. Sin embargo, no se hacen políticas específicas en
violencia de género para áreas rurales, cuando tiene la misma intensidad y además la intervención es más
compleja. ¿A qué vivienda puedes enviar a una persona que sufre malos tratos? En Madrid puedes cambiar
de barrio, pero en núcleos rurales resulta muy difícil la propia separación. Se necesitarían entonces políticas
específicas para el medio rural. Pero no bajo esa imagen de que en el medio rural no pasa nada.

¿Y no es tan apacible la vida entonces?

Bueno, también soportamos muchos reportajes de que al medio rural está llegando mucha gente por-
que tiene mayores posibilidades de vida… que enseguida llegan y se ponen un huerto. Vamos a ver, para po-
nerte un huerto necesitas tierra, necesitas una vivienda. No resulta tan fácil llegar al medio rural como colo-
no. Necesitas una serie de condiciones. Sin embargo, soportamos esa especie de construcción que contribuye
a generar esa diferenciación rural-urbano. A pesar de que siempre decimos que la vida rural es igual a la vida
urbana, siempre continuamente estamos resignificando esa diferencia y encontrando distintas diferencias.

Para acabar: en el mundo rural, ¿crisis sistémica o brotes verdes?

Los brotes verdes, los de los espárragos. Fuera de bromas, a principios del siglo XX ya se decía que el
medio rural se terminaba, que no generaba y que toda la población iría a las ciudades. Sin embargo, prácti-
camente el 20% de la población española reside en zonas rurales aun cuando la actividad agraria sea mucho
menor. Está continuamente reinventándose. La ciudad no puede existir si no existe el campo. Es un binomio
de una gran intensidad dialéctica, siempre oponiéndose y es una forma de controlar todo el territorio. Lo
rural es una fuente de alternativas vitales y societales, con muchos proyectos que se desarrollan en áreas
rurales, proyectos que pertenecen a la gestión de la diversidad social. ¿Crisis? El medio rural, por definición,
es crítico.

Juan Manuel García González (Consejo de Redacción).

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ENTREVISTA Francisco QUIROGA

Territorios Comunes: Mundo Rural y Procomún


Entrevista con Francisco G. QUIROGA

Francisco G. Quiroga es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidade de Santiago de Compostela (USC) y Máster
Internacional en Sociedad de la Información y Desarrollo Económico por la misma universidad. Forma parte del Grupo de
Investigación Socio Territorial IDEGA de la USC, y del Grupo de Estudios Ecologías del Arte, Nuevos Paisajes de la Cultura
Contemporánea. Ha participado en el Laboratorio del Procomún de Medialab Prado, desarrollando el viaje-jornada de
trabajo Login: Gestión del procomún en el rural gallego, catalizador de una publicación denominada ‘Polifonía de escritos:
Montes, vacas y procomún’. Es impulsor del proyecto O Monte é noso_sachando procomún, impulsado por diversos colecti-
vos artístico-sociales con la intención de visualizar los montes vecinales en mano común en Galicia. Ha publicado resultados
de sus investigaciones en publicaciones como Teknokultura o Tempos Novos y mantiene el blog Semillas de Innovación.

En la siguiente entrevista tratamos de pensar el medio rural a través de la experiencia dentro de estos proyectos, dentro y
fuera de la academia y en gran medida vinculados al entorno cultural. Entre otros temas se plantea la cuestión de la pro-
piedad y gestión común en el monte gallego, las Tecnologías de la Información y Comunicación en los entornos rurales o el
interés de la perspectiva decolonial para analizar el proceso de modernización del campo europeo.

En el contexto de proyectos como O monte é noso_sachando procomún os habéis centrado en la visibilización


de algunas potencialidades y problemáticas del territorio rural gallego ¿Cómo surge esta línea de análisis? ¿Cuál
es tu vínculo con lo rural? ¿Qué necesidades se detectan de cara a la intervención social y cultural en este ám-
bito?

Toda la vida viví en el medio rural gallego. Desde allí, siempre intenté de alguna manera participar en mo-
vimientos socioculturales y políticos. También he participado dinamizando comunidades rurales y siempre me he
interesado por los saberes que se generan y surgen en este medio. Después de un tiempo trabajando en el Minis-
terio de Agricultura y otros espacios, tuve cercanía con proyectos y profesionales del Desarrollo Rural,y sobre todo
fue fundamental mi relación con el Medialab-Prado, a través del Laboratorio del Procomún. Este espacio venía
a cumplir los ejes de lo que entiendo como un espacio de pensamiento, siendo este un totalmente colaborativo
y liberado de las rigideces de la academia lo que me posibilita empezar a trabajar en la relación entre estos dos
campos; el procomún y el medio rural.

Mi interés por lo rural parte de la percepción de que existe una falta evidente de espacios institucionales
en el mundo rural desde los que se pueda crear y desarrollar alternativas. Por un lado, la sociabilidad no se suele
darse más allá de bares y de iglesias; por otro lado, el saber y el conocimiento hegemónico se generan desde la ciu-
dad. Pienso que tenemos que ser capaces de generar espacios de creación y pensamiento contemporáneo alter-
nativos, así como instituciones híbridas en el medio rural, que permitan descubrir lo olvidado y lo subalternizado

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ENTREVISTA Francisco QUIROGA

(mujeres, gays...) y den a conocer esos otros saberes y otras formas de relacionarse, valorizando la sabiduría que
se ha ido generando en el medio rural y que se ha ido olvidando (quizá por el interés del mercado y la agroindus-
tria). A veces parece que solo hay ciudad, pero en lo rural hay todo un territorio enorme y lleno de riqueza cultural
que puede servir para repensar alternativas.

Un punto interesante sería delimitar esas fronteras que separan de lo urbano, ¿cómo definirías lo rural? Tam-
bién, en este sentido, queríamos señalar la contradicción permanente en la que nos movemos, por ejemplo ha-
blas de cómo desarrollar alternativas desde el medio rural, pero surgen de inquietudes principalmente urbanas,
por ejemplo el proyecto en Medialab, ¿cómo piensas estas interferencias ciudad-campo?

La primera es una pregunta que me he hecho varias veces; el cómo definir el medio rural hoy. Podemos
entenderlo como una definición negativa, lo rural en oposición a lo urbano. También hay académicos, como Carlos
Ferrás, que apuntan en la línea de que ya no existe la división rural y urbano. Esto es una línea que me interesa,
eliminar esas divisiones binarias (cultura-naturaleza, hombre-mujer...) que dominan la epistemología moderna.
Operativamente, creo que sigue siendo necesario hablar de ruralidades, categoría en las que podemos incluir
todos esos territorios caracterizados por una dispersión poblacional: de lo rural tradicional a los territorios rurur-
banos.

“Existe una falta de espacios institucionales


en el mundo rural desde los que se pueda
crear y desarrollar alternativas”

En cuanto a la relaciones ciudad-campo creo que siempre han sido conflictivas, como todas las relaciones.
En muchas ocasiones se ha entendido al campo como una despensa de la ciudad y se ha creado un imaginario
en torno al medio rural muy condicionado por las ópticas de los residentes en la ciudad. Pero no deberíamos ha-
blar tanto de oposiciones sino hablar más bien de complementariedad, las ciudades van a existir y el medio rural
también. Lo importante, a mi modo de ver, es ser capaces de entender que tanto unos territorios como otros son
diversos y que existen unas especificidades. Para ser concretos, en muchos ocasiones se habla de las ciudades
rebeldes, o de la politización de las plazas, pero qué sabemos de esas aldeas rebeldes, o de esas otras formas de
lucha, o las formas de creación artística en el medio rural, pues creo que poco.

Se usa mucho la analogía entre el procomún rural (base de la metáfora) y el software libre, pero en realidad son
nociones de comunidad bastante diferentes, mientras una se basa en la personalización y el compromiso de
lazos fuertes, otra se basa más en un altruismo de lazos débiles. ¿Cómo se trata esta paradoja? ¿Qué noción de
comunidad esta detrás de lo que planteáis?

A mí me interesa, o me afecta, como diría Marina Garcés, la noción de comunidades, en tanto son espacios
de socialización, en los que se comparte unos comunes (tanto un objeto, como un fenómeno más inmaterial) y en
el que existe una reciprocidad. A partir de ahí las comunidades serán diversas, dispersas y situadas, caracterizadas
de diferentes formas. En la teoría del procomún siempre se habla de una “triada”, que sería comunidad, gobernan-
za y recurso, estos son los ejes definitorios de ese procomún, al que habría que añadir redistribución de recursos.
Por tanto estos ejes se dan tanto en el ámbito de comunidades relacionadas con el software libre como con aque-

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ENTREVISTA Francisco QUIROGA

llas más relacionadas con la gestión comunal de un molino, por ejemplo. Establecer puentes entre estas formas
de hacer y de vivir el procomún permite hablar de otras lógicas alejadas del tradicional binomio público-privado y
rompe de alguna manera esos procesos de subjetivación del capitalismo que afecta a todas las esferas de la vida y
hace entrever que existen espacios otros a estos procesos de mercantilización. Esto no quiere decir que en estas
comunidades no se den estas prácticas, ni se repliquen formas de opresión, pero también sería interesante pre-
guntarse, si no es más interesante trabajar en torno a las potencialidades que a las limitaciones.

Comentabas antes las dificultades de gestión del monte común, como no es extraño que las comunidades
locales estén subyugados a formas perniciosas de control y poder y que dejan escaso margen de resistencia
subalterna, como el caciquismo ¿Cómo se trata desde O monte é noso el tema de la democracia local? ¿Cómo
se interviene en las comunidades para favorecer una gestión más democrática?

Ciertas críticas que se hacen a las diferentes prácticas en la toma de decisiones en los montes vecinales vie-
ne en esta línea, en tanto el caciquismo y los tentáculos del poder dominan estas microcomunidades. Las relacio-
nes de poder están presentes, por supuesto y no se trata de una cuestión cultural que determine que la población
del medio rural sea más sumisa al poder, no. En estos territorios existen unas prácticas muy diversas de cómo el
poder ha intervenido en estos territorios y las formas de resistencia, por tanto son diversas también. Esto es clave
que lo entendamos. Las manifestaciones en el medio rural no van a ser masivas, pero si se dan ciertas prácticas
de resistencia muy activas, y quizá deberíamos hablar de formas de existencia en estos territorios que han ido en
contra de esas visiones relacionadas con el supuesto progreso que han permitido otras formas de relacionarnos
con el espacio que nos rodea, de las que muchas de nosotras deberíamos aprender.

“En lo rural hay todo un territorio enorme


y lleno de riqueza cultural que puede servir
para repensar alternativas”

Ahora bien, ¿cómo podemos romper con estas prácticas caciquiles?, pues buscando la colaboración con
estas comunidades y no convertirnos en ovnis que llegan y se van, lograr confianzas y esto es lento. Los tiempos
en el medio rural son otros. Y a base de ese caminar preguntando, como dicen los zapatistas. Es importante crear
espacios de enunciación de estas problemáticas donde las propias personas puedan compartir sus experiencias
y es urgente que sean conscientes de sus “procesos de singularización”, lo que les permitirá leer sus propios pro-
cesos y preservar ese carácter de autonomía tan importante que decían Guattari y Rolnik1. Es necesario asimismo
establecer mecanismos que favorezcan la transparencia y para ello las TIC (Tecnologías de la Información y de la
Comunicación) pueden ser unas herramientas fundamentales de comunicación.

Precisamente las TIC han sido un elemento central en varios de los proyectos de los que has participado (LOGIN,
IDEGA....), ¿Qué piensas sobre los potenciales de este tipo de tecnologías en el medio rural?

Sobre esta cuestión Carlos Ferrás (Director del Grupo de Investigación Gist-T Idega de la USC) comentaba
que en los territorios rurales la brecha digital no viene determinada por dificultades de conexión o una cuestión

1 GUATTARI, Félix y Suely ROLNIK. 2006. Micropolítica. Cartografías del deseo. Madrid: Traficantes de Sueños.

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ENTREVISTA Francisco QUIROGA

económica sino más bien por la inexistencia de contenidos adaptados a las necesidades de estas comunida-
des. Tratando de intervenir en esta línea se desarrollaron iniciativas como por ejemplo Granxa Familiar o Ga-
licia Auténtica. En el caso de la primera, esta web sirve como espacio de venta de excedentes de producción
de las granjas familiares y a la vez que puede colaborar en el incremento de las rentas, sirve como proceso de
alfabetización digital.

Hace poco nos reuníamos con una comunidad de montes y comentamos el caso de Open Source Ecology
y de cómo a través de prácticas como el Do it yourself o el Do it with Others han permitido que se consigan
tractores un 80% más baratos que los disponibles en el mercado. Queríamos intentar poner en marcha algo
así, podemos ser capaces de aunar estos conocimientos dispersos que un granjero o granjera puede ver in-
teresante, aprovechando el conocimiento brutal en construcción y reparación de estas maquinaria que hay
dentro de estas comunidades, por ejemplo todos los chavales locales que son tuneros y controlan mucho de
mecánica. De lo que se trata es documentar este proceso y crear herramientas para que el resto de las perso-
nas puedan compartir y crear estos conocimientos, por ejemplo el uso de wikis, videos, etc... puede ayudar
mucho en esto. Es necesario buscar estas conexiones entre los conocimientos de programadores informáticos
o desarrolladores web con las personas que residen en territorios rurales e ir dinamizando el uso de internet
de esta forma.

Tractor DIY. Autor: Camino Van Hossen.

A mi modo de ver una apuesta política fundamental y definitorio del proyecto O monte é noso es el uso
de software libre, en tanto el uso de estas herramientas nos hará más libre y por tanto menos dependientes y
es por ello por lo que hemos impulsado una wiki, el uso de pads (de hecho se puede acceder de forma online
a todas las actas de las reuniones que hemos realizado mediante estos editores de texto colaborativos) o una
cartografía expandida que busca facilitar conexiones entre las personas que residen en estos territorios.

ENCRUCIJADAS. Revista Crítica de Ciencias Sociales|| Nº6, 2013 pp. 18-25 21


ENTREVISTA Francisco QUIROGA

Cartografía de los montescomunales gallegos.

Fuente: O Monte é Noso.

Retomando la pregunta anterior a propósito del caciquismo ¿intentáis hacer conexiones entre los diferentes
montes comunales en los que se trabaja desde vuestro proyecto?

Claro, pero no es fácil. No es fácil porque son 3.000 montes, alrededor de 700.000 hectáreas que represen-
tan un 25% de todo el territorio gallego. En el proyecto somos seis personas en el núcleo duro, no hay recursos
para abarcar esa barbaridad de territorios, chocamos contra esos gigantes y esos molinos… A nivel micro y en
varias comunidades vamos trabajando. Ese trabajo ya está ahí y poco a poco eso se irá esparciendo.

“Me interesa la teoría decolonial en cuanto a su


elogio a la diversidad, la idea de romper con las
dicotomías, con los sistemas binarios”

Lo que es especialmente interesante es que estas comunidades tienen prácticas de toma de decisiones
asamblearias regidas por unos estatutos. Sin embargo, mucha gente se queja de lo largas que son estas asam-
bleas. En este sentido, estamos intentando desarrollar un manual sobre como constituir un monte vecinal y sobre
como trabajar la gobernanza. En estas guías se explicaría cómo llevar a cabo una asamblea que sea lo más diná-
mica posible.

Además creo que la creación artística puede ayudar en esta línea y muchos de nuestros dispositivos traba-
jan como mediadores que facilitan de alguna manera la conexión entre estas comunidades.

Percibís en estas comunidades un interés por romper esas presiones de poder, de las que hablabas, y de defen-
der el común o por el contrario es complicado alejar a la gente de esa mentalidad más individualista de “trage-
dia de los comunes”?

Hay un claro interés en defender el común, pero claro son muchas comunidades y hay de todo. También
hay comunidades con muchos conflictos internos. En algunos casos se litiga bastante, precisamente porque no hay

ENCRUCIJADAS. Revista Crítica de Ciencias Sociales || Nº6, 2013 pp. 18-25 22


ENTREVISTA Francisco QUIROGA

unos mecanismos establecidos para la mediación de esos conflictos sin necesidad de acabar en juicios. Pero
en líneas generales lo que vamos viendo es que la gente considera que estos montes forman parte de ellos,
tienen claro que debe pertenecer a la comunidad, que tiene que revertir en el futuro, dejarlo tal cual se lo

dejaron a ellos porque es el común de todos los vecinos.

En este sentido, hay un caso ahora muy interesante en una comunidad de vecinos en Cabral (Vigo)
donde una empresa planteó construir un macrocentro comercial. Al final esta comunidad de vecinos decidió
que no, que no quería que se instalara allí el centro comercial y quería que se mantuviera el monte tal cual
está. Aquí se ve por tanto una esperanza de que la gente realmente no quiere seguir con la dinámica de atraer
macro-estructuras salvajes muy unidas al modelo de vida urbano.

“Los conocimientos del mundo rural han sido


considerados marginales en aras de la idea de
progreso, un progreso que al final nunca llega”

Desde esta línea que estás trabajando ahora con la perspectiva de la gobernanza, la gestión de recursos y
los saberes desde la perspectiva más teórica decolonial ¿qué crees que aporta la teoría decolonial aplicada
a lo rural en Europa, una línea de análisis menos usual dentro de estos estudios? ¿Cómo relacionas esos
campos más teóricos con tu práctica en los proyectos?

Me interesa la teoría decolonial que está surgiendo sobre todo en América Latina y no tanto la teoría
post-colonial porque entiendo que este proceso colonial continúa, lo que no nos permite hablar de una etapa
post y lo que eso supone. Me interesa cómo están trabajando teóricamente lo decolonial, también desde la
teología de la liberación, en el sentido de romper estas hegemonías que vienen establecidas desde los cen-
tros de conocimiento –desde Europa y Estados Unidos– y todo el proceso de modernización y capitalismo que
acompaña a esas hegemonías.

Me atrae esta teoría en cuanto a su elogio a la diversidad, lo que hablábamos antes, en cuanto a la
idea de romper con las dicotomías, con los sistemas binarios y trabajar más en torno a las diversidades en
esas alteridades, también epistémicas, que luchen contra las hegemonías establecidas del hacer y entender
las relaciones.

A través de esta línea y con todas las cautelas y distancias que existen entra la realidad del sur global,
me interesaba acercarme también a esas periferias que existen en el norte. Está claro que no es lo mismo ser
mujer en el Estado Español que mujer negra afrodescendiente en Perú, por ejemplo, porque es un proceso
también de subalternización que hay que entender y conocer, y que va a implicar otras formas de resistencias
diferentes a las que tenemos aquí nosotros. Parto, por tanto, de la idea de que el medio rural se dan estas si-
tuaciones subalternizadas en tanto sus conocimientos han sido considerados marginales en aras de la idea de
progreso, un progreso que al final nunca llega. Por ejemplo conocimientos relacionados con la etnobotánica
son marginalizados en pro de la industria farmacéutica, olvidando muchas plantas que realmente se podrían
usar evitando así esa drogodependencia institucionalizada. Y como esto, otros muchos conocimientos que se
dan en el medio rural, pensemos en la forma de relacionarse con el espacio o la noción de los tiempos. Esto

ENCRUCIJADAS. Revista Crítica de Ciencias Sociales|| Nº6, 2013 pp. 18-25 23


ENTREVISTA Francisco QUIROGA

es una hipótesis, pero es importante trabajar esto, en tanto la praxis de la teoría decolonial permite territorializar
el conocimiento lo que implica ir en contra de esa visión que resta importancia al lugar y que entiende al conoci-
miento como totalizador y universalista y desprecia esos otros conocimientos o saberes.

No debemos pensar que con esto queremos llegar a esa pureza cultural o trabajar hacía un posible esencia-
lismo idealista del medio rural, sino que a través de esta teoría lo que se busca es trabajar esas otras epistemes.

No se trata de defender que todos los conocimientos que surjan desde las propias comunidades sean sub-
alternizados sino que, como dice Grosfoguel2 todos los conocimientos están ubicados epistémicamente en el lado
dominante o subalterno de las relaciones de poder, la neutralidad y objetividad descorporadas y deslocalizadas
de la ego-política del conocimiento es un mito occidental. Sobre esto Arturo Escobar3 decía que “el conocimiento
local no es “puro”, ni libre de dominación, los lugares pueden tener sus propias formas de opresión y hasta de
terror, son históricos y están conectados al mundo a través de relaciones de poder, de muchas maneras, están
determinadas por ellas.”

“La Universidad se está quedando desfasada al no


ser capaz de conjugar todos esos conocimientos que
vienen de otros espacios periféricos”

Has mencionado cómo la academia ha abordado el estudio de lo rural desde una perspectiva diferente tradicio-
nalmente y cómo ahora desde vuestros proyectos intentáis tender puentes ¿cómo percibís la trayectoria que ha
llevado y lleva la academia en el estudio de lo rural?

No puedo hacer un discurso general de cómo la academia lo abordó, pero sí determinados investigadores
están haciendo un trabajo muy interesante modificando y reconstruyendo esos nuevos discursos en torno a lo
rural. Un estudio muy interesante es el de Ana Cabana en su obra La Derrota de lo épico (2013) donde trata esas
micro-resistencias en el franquismo en el ámbito rural, que a pesar de que en muchas ocasiones se han conside-
rado como zonas sumisas o adormecidas es posible ver esas formas otras de resistencia. O toda esta línea com-
partida con mucha gente en torno a la teoría de los comunes y cómo se están construyendo esos nuevos relatos.

Ahora bien sí que creo que hay un problema más de fondo, más general que es que la propia universidad
se está quedando un poco desfasada. Desfasada en el sentido de que no es capaz de conjugar todos esos conoci-
mientos que vienen de otros espacios periféricos.

Hay un cambio de paradigma y estas hegemonías del conocimiento y esos monopolios del saber encarna-
dos en las universidades se están diluyendo y estas no están siendo capaces de colaborar con esos otros espacios
de conocimiento como pueden ser los relacionados con la investigación militante, al contrario que ciertos centros
de arte contemporánea que sí han sido capaces de buscar mecanismos de colaboración. Al final estos centros, las

2 GROSFOGUEL, Ramón 2006. “La descolonización de la economía política y los estudios postcoloniales: transmodernidad, pensamiento
fronterizo y colonialidad global”, Tabula Rasa , 4: 17-46.
3 ESCOBAR, Arturo. 2000. “El lugar de la naturaleza y la naturaleza del lugar: ¿globalización o postdesarrollo?”. Pp. 113-143 en La colo-
nialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, editado por E. Lander. Buenos Aires. CLACSO, Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales

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ENTREVISTA Francisco QUIROGA

universidades se van alejando más y provoca que en muchos casos me interese más aquello que están pen-
sando o haciendo en esos lugares.

Para terminar, a modo de resumen, ¿cuáles crees que son las encrucijadas del mundo rural en la actuali-
dad? ¿Cuál sería el horizonte ideal que verías para el medio rural en este contexto de entre tiempos en el
que vive entre la desaparición y la innovación?

Primero, una encrucijada fundamental es la de la despoblación del medio rural que hay que abordarla.
Segundo, sin ser ciberfetichista, va a ser muy interesante los efectos de la presencia de Internet porque pro-
bablemente haga que las distancias se diluyan y permita que el medio rural sea un hacedor de esos nuevos
futuros y otras posibilidades. Tercero, lo que hemos hablado, es necesario ser capaces de generar esos espa-
cios de enunciación desde lo rural donde se tengan en cuenta todos esos conocimientos y saberes, etc. Tam-
bién estar preparados para construir esos discursos desde lo propio, facilitar esa producción y distribución de
relatos y entender esas complejidades desde lo rural sin trabajar con los conceptos predefinidos desde otros
lugares. Yo creo que así se podrá ayudar mucho a que esos territorios sigan llenos de vidas e historias.

De todas maneras sí que se empieza a ver cierta disposición a esa vuelta al campo, gente joven está
volviendo, el fenómeno de los neorrurales está en auge... Parece que se están eliminando ciertos estereoti-
pos. Yo he pensado escribir algo en este sentido más allá del pacomartinezsorianismo, por una (re)construc-
ción de imaginarios rurales·, de cómo es necesario releer el medio rural y el imaginario que lo envuelve...
Por ejemplo, la mediateca del Ministerio de Agricultura dispone de un archivo documental de más de 5.000
minutos de película sobre el medio rural, si fuéramos capaces de analizar toda esas imágenes, seguramente
nos permitiría determinar cómo se han generado esos imaginarios, porque no nos olvidemos que esto ha sido
intencionado... Pero bueno eso es otra lucha.

No quisiera terminar sin recordarle a la administración que tiene que activar mecanismos que faciliten
una vida más digna en estos territorios. Es decir que hagan todo lo contrario a lo que se está haciendo actual-
mente, con la eliminación de centros de salud o escuelas rurales. Cada vez es más difícil tener unos servicios
dignos en el medio rural y esto provoca que la gente abandone estos territorios. El medio rural es mucho más
que un coto de caza.

Rafael Grande y David Prieto (Consejo de Redacción).

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REFLEXIONES Benjamín GARCÍA SANZ

En defensa de la sociedad rural:


la movilidad entre lugar de residencia
y el lugar de trabajo
Benjamín GARCÍA SANZ

Benjamín García Sanz es Catedrático de Emérito de Sociología en la Universidad Complu-


tense de Madrid. Su labor investigadora se ha enfocado principalmente al estudio de la
sociedad rural. En su dilatada carrera ha publicado infinidad de artículos y libros sobre este
tema. Su última obra “Ruralidad emergente, posibilidades y retos”, publicada por el Minis-
terio de Medio Ambiente, trata de recoger las grandes tendencias de cambio que definen
la nueva vida rural en un mundo cada vez más urbano y globalizado.

El INE acaba de publicar los últimos datos del Censo de 2011. Dichos datos vienen a confirmar lo que ya
decíamos hace diez años, cuando se publicó el censo anterior (2001) que un porcentaje cada vez más alto reside
en los pueblos rurales, pero trabaja en los pueblos no rurales o en la ciudad. Este es un fenómeno que marca el
rumbo de la nueva ruralidad. No es posible mirar para atrás y tratar a los pueblos rurales como si viviesen de la
agricultura. Esta ha sido una actividad que absorbió en el pasado a una buena parte de la población activa rural,
pero ahora ya no. Según el censo anterior del año 2001, de la población activa rural sólo el 15% trabajaba en la
agricultura, ahora ese porcentaje se ha reducido hasta el 11%, según los datos del censo del año 2011. Cada vez
menos agricultores rurales producen más. Ahora se alimenta a una población total, que ha crecido hasta los 47
millones, más a los que vienen de fuera a descansar, que es una población creciente, y encima se exporta. Pero no
es este el tema que quiero desarrollar, sino el de la movilidad laboral. En el Censo de 2001 los que residían en los
pueblos rurales y trabajaban fuera (se desestimaba la población no aplicable) era el 40% de la población, y ahora
son el 44%. Este fenómeno ha ido en ascenso, y afecta al sexo, a la edad, a la educación, a la profesión, a las ramas
de actividad y a las comunidades autónomas.

Los hombres se movilizan laboralmente algo más que las mujeres, y los jóvenes más que los adultos y mayo-
res. Se da, también, una relación inversa entre movilidad laboral y niveles de educación. Son más móviles los que
tienen una educación mayor, lo mismo que en las profesiones. La movilidad laboral está también en función de
las facilidades o dificultades que tienen los pueblos para crear trabajo. Es mucho más fácil que encuentre trabajo
en los pueblos rurales una persona que no tenga una cualificación muy específica, que otra que lo tenga. Precisa-

ENCRUCIJADAS. Revista Crítica de Ciencias Sociales|| Nº6, 2013 pp. 26-29 26


REFLEXIONES Benjamín GARCÍA SANZ

mente por ello, la movilidad laboral es mucho mayor entre los directores de empresa que entre los obreros
sin cualificar, o entre los técnicos que entre los operadores, o entre los administrativos, que entre los que se
dedican a la restauración. Siguiendo con esta línea de reflexión, en más difícil la movilización laboral en los
pueblos rurales siendo autónomo que empleador, o trabajando como ayuda familiar que como empleado de
una cooperativa.

Por ramas de actividad, también la movilidad ha ido creciendo, menos en la construcción. Ha crecido la
movilidad laboral en la agricultura que ha pasado del 12% en 2001 al 19% en 2011, o en la industria, que era
del 41% y ahora es del 45%, o en los servicios, que era casi la mitad, el 47%, ahora ha sobrepasado el 50% La
única actividad que ha descendidos en la movilidad es la construcción rural que antes era del 45%, y ahora se
ha reducido hasta el 40%.

Las comunidades autónomas tienen mucho que ver con este fenómeno (Tabla 1). La más móvil de
todas es Madrid, con el 63% de movilidad rural, seguida del País Vasco, Cantabria, Cataluña, Navarra y la
Comunidad Valenciana, todas ellas por encima de la media que se estima en 44,5%. Le siguen por debajo el
resto, cerrando el ranking de movilidad rural en Extremadura con el 30%.

Tabla 1. Ranking de movilidad general, rural y urbana entre residencia y lugar de trabajo, según Comunidades
Autónomas. España, 2011.
General: Rural: Urbanos:
Población móvil laboral entre Población móvil laboral rural Población móvil laboral urbana
población laboral residente entre población residente rural entre población laboral urbana
Madrid 37,1 62,9 36,7
País Vasco 40,5 57,8 36,6
Cantabria 42,1 52,9 36,9
Cataluña 40,4 52,5 37,6
Navarra 44,1 47,6 41,4
C. Valenciana 34,2 46,4 31,6
Total 33,1 44,5 30,5
Canarias 27,4 44,2 25,7
Murcia 22,4 43,3 21,6
La Rioja 30,2 42,8 23,1
Castilla-La Mancha 32,3 42,3 25,5
Castilla y León 30,9 42,2 22,9
Galicia 32,4 39,2 30,0
Aragón 21,9 36,6 16,1
Andalucía 26,8 34,8 25,1
Asturias 29,0 34,4 28,3
Baleares 28,9 33,5 28,3
Extremadura 24,1 29,8 19,8
Fuente: Censo de Población y Viviendas 2011, Instituto Nacional de Estadística (INE).

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REFLEXIONES Benjamín GARCÍA SANZ

Pero es que la movilidad entre lugar de residencia y lugar de trabajo no se extiende solo desde los muni-
cipios rurales a los urbanos, sino, también, desde los municipios urbanos a los rurales. Según el censo de 2011,
hay un total de 733.390 personas que se movilizan desde la ciudad, o los pueblos grandes, a los pueblos rurales.
En términos absolutos hay que destacar los varones, los casados, los fijos, los autónomos, los que tienen edades
comprendidos entre 30 y 44 años, etc. Predomina el porcentaje menor del 20%, pero en algunos casos sobrepasa
este porcentaje como entre los artesanos, los empresarios, los operadores y los varones. Todo ello es muy im-
portante pues los pueblos rurales no están exentos de la modernización que se produce en los pueblos urbanos.

La Tabla 2 muestra hacia donde se mueve la gente; la rural y la urbana. La rural se moviliza básicamente ha-
cia la ciudad o los pueblos urbanos, y la movilidad laboral urbana hacia otras ciudades o hacia los pueblos urbanos.
No obstante, hay una minoría que se moviliza todos los días desde la ciudad para ir a trabajar a los pueblos rurales.

Tabla 2. Orientación de la movilidad laboral rural y urbana entre residencia y lugar de trabajo, según Comunidades
Autónomas. España, 2011.
Rural-Rural Rural-Urbana Urbano-Rural Urbano-Urbano
Andalucía 17,7% 82,3% 16,3% 83,7%
Aragón 38,3% 61,7% 59,9% 40,1%
Asturias 27,3% 72,7% 10,6% 89,4%
Baleares 25,6% 74,4% 10,6% 89,4%
Canarias 10,9% 89,1% 6,8% 93,2%
Cantabria 23,8% 76,2% 24,2% 75,8%
Castilla y León 30,2% 69,8% 55,0% 45,0%
Castilla-La Mancha 21,1% 78,9% 35,3% 64,7%
Cataluña 22,4% 77,6% 17,6% 83,5%
C. Valenciana 21,5% 78,5% 22,4% 77,6%
Extremadura 35,2% 64,8% 51,5% 48,5%
Galicia 20,9% 79,1% 14,0% 86,0%
Madrid 8,9% 91,1% 5,3% 94,7%
Murcia 7,7% 92,3% 10,4% 89,6%
Navarra 34,4% 65,6% 49,4% 50,6%
País Vasco 25,6% 74,4% 32,1% 67,9%
La Rioja 34,6% 65,4% 80,0% 20,0%
Total 23,0% 77,0% 18,7% 81,3%
Fuente: Censo de Población y Viviendas 2011, Instituto Nacional de Estadística (INE).

Una última consideración es la mayor integración rural-urbana o urbano-rural que se está dando. La mayor
integración sin duda corresponde a Madrid en la que los porcentajes de movilidad laboral tanto general, como
rural y urbano están siempre por encima de la media nacional. Igual, o similar a Madrid, se encuentran las co-
munidades del País Vasco, Cantabria, Cataluña, Navarra y la Comunidad Valenciana. En todas ellas los porcentajes
de movilidad laboral están siempre por encima de la media. En unas porque el mundo rural está muy abierto al
mundo urbano por las comunicaciones de cercanías, como son el caso de Madrid y Cataluña; en otras porque ya
se ha dado un proceso de industrialización del mundo rural, como es el caso del País Vasco y Navarra; y en otros

ENCRUCIJADAS. Revista Crítica de Ciencias Sociales|| Nº6, 2013 pp. 26-29 28


REFLEXIONES Benjamín GARCÍA SANZ

porque la población que se ha trasladado a la ciudad comparte también ciertas actividades rurales, como son
los casos de Cantabria y la Comunidad Valenciana.

Por el contrario, están a medio camino de integración el resto de comunidades. En algunas predomina
su apertura a la ciudad, como es el caso de las dos Castillas, Canarias, Murcia, La Rioja o Galicia, pero en otras
es la ciudad la que se abre a los pueblos y les presta sus servicios, como sucede en Asturias y Baleares. Hay
otras que pueden mejorar sus relaciones, o bien de los pueblos rurales a la ciudad, como es el caso de Extre-
madura, o bien de la ciudad a los pueblos, como es el caso de Aragón. En todo caso hay que saludar el hecho
que se produzca una modificación. Antes la gente abandonaba los pueblos para ir a trabajar a la ciudad, ahora
se quedan en el pueblo, aunque trabajen en la ciudad.

En todo caso ha habido una modificación sustancial. No sabemos lo que nos deparará el futuro. Hoy
se quedan en el pueblo los que teóricamente debían abandonarlo, y sólo unos pocos, por razones ecológi-
cas, abandonan la ciudad. Todo da a entender que estos procesos irán a más con la salvedad de que ciertos
trabajos se instalarán en los pueblos rurales por razones económicas. Ya, los productos que se exportan, se
podrán producir cerca de los pueblos rurales próximos a las autovías. Las exportaciones serán más baratas
en el campo que en la ciudad, debido al precio del suelo y a los jornales que hay que pagar. El próximo censo,
que se realizará en el año 2021, nos dirá qué es lo que ha pasado. Mientras tanto esperemos qué es lo que
nos deparan los hechos. Pero todas las circunstancias apuntan en esta dirección.

ENCRUCIJADAS. Revista Crítica de Ciencias Sociales|| Nº6, 2013 pp. 26-29 29


REFLEXIONES Inés MARCO LAFUENTE

Por una agricultura sostenible.


Reflexiones desde la Economía
Ecológica y la Historia Ambiental
Inés MARCO LAFUENTE

Inés Marco Lafuente es economista por la Universidad de Barcelona y ha realizado


un máster en Historia Económica en esa misma universidad. Actualmente es
investigadora y se encuentra realizando el doctorado en el Departamento de
Historia e Instituciones Económicas de Universidad de Barcelona. Forma parte
del grupo de investigación, liderado por Enric Tello, que trabaja a nivel estatal en
el proyecto “Sistemas agrarios sustentables: el metabolismo socioecológico de
la agricultura occidental en perspectiva histórica”. A nivel internacional colabora
dentro de este mismo grupo en el proyecto “Sustainable Farm Systems: long-term
socio-ecological metabolism in western agriculture”.

Unos campesinos posando delante de un carro tras las labores, finales del siglo XIX o inicios del siglo XX. Fo-
tógrafo: Desconocido. Fuente: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte - www.mcu.es/archivos/MC/ABN/
Negativos.html

1. Introducción
La agricultura, desde la revolución neolítica hasta el presente, es la actividad fundamental de cualquier eco-
nomía, pues es la que proporciona los alimentos necesarios para reproducir la vida de la especie humana. A pesar
de esto, el sector agrícola ha sido considerado un sector atrasado. La proporción de la población que se dedica a
actividades agropecuarias suele ser un indicador de atraso económico, y el éxodo rural indica la búsqueda de los
campesinos y campesinas de unas mejores condiciones de vida. Desplazar la población hacia sectores de mayor
valor añadido, a partir de la mecanización de las tareas agrícolas, así como la tendencia a la importación de ali-

ENCRUCIJADAS. Revista Crítica de Ciencias Sociales|| Nº6, 2013 pp. 30-38 30


REFLEXIONES Inés MARCO LAFUENTE

mentos desde otros países considerados periféricos han sido dos de las fórmulas de “modernización” de las
economías desde la perspectiva de la economía convencional. De esta forma ha ocurrido, tanto en los países
del centro como en los países exportadores de productos agrícolas, una transición desde las agriculturas tra-
dicionales orgánicas a las agriculturas industriales.

La relativa revalorización de las actividades agrarias que ha ocurrido en los últimos años, con diversas
experiencias de ruralización en Europa o de “dignificación” de las comunidades campesinas en los países
del Sur, es resultado de la toma de conciencia de las implicaciones del modelo de agricultura industrial do-
minante. De forma general, podemos afirmar que el modelo industrial, cuyas características principales son
la mecanización y el uso intensivo de los combustibles fósiles, fertilizantes y otros productos tóxicos, tiene
fuertes impactos sobre la Vida. Estos impactos podrían dividirse entre aquellos que afectan a las condiciones
de la naturaleza, como la calidad del agua o la fertilidad de los suelos, y aquellos que afectan directamente
a la salud de las personas. Además, los balances de energía de los sistemas agrícolas desde una perspectiva
histórica comparada han demostrado cómo la agricultura, que históricamente ha sido la actividad de la que
se obtenía más energía que la invertida en ellos, es decir que mostraba Tasas de Retorno Energético (EROI en
sus siglas en inglés) mayores que uno, se ha convertido en una actividad que requiere más energía de la que
genera. Más adelante explicaremos con más detalles las implicaciones de esta transformación.

Así, la transición desde los sistemas agrarios orgánicos tradicionales a los sistemas agrarios industriales,
que permitieron aumentar la productividad de la tierra y del trabajo, se había considerado históricamente
un proceso de “modernización”. Este enfoque consideraba que la evolución o progreso estaba directa y úni-
camente vinculada a los aumentos de la producción y de la productividad. A partir de la constatación de que
la industrialización de la agricultura estaba generando fuertes impactos ambientales, surgió una corriente
vinculada a la Economía Ecológica que, a partir de considerar otro tipo de elementos como la sostenibilidad
del sistema o la biodiversidad, reinterpretaba esta transición. En el caso español, el libro El pozo de todos los
males: sobre el atraso en la agricultura española contemporánea, publicado en 2001, representaba la cons-
tatación del conflicto entre las diversas interpretaciones del proceso de modernización agrícola. Como ha
apuntado repetidamente Naredo (2013), cualquier enfoque sirve para destacar algunas de las características
de lo analizado, al mismo tiempo que soslaya otras. Así, esta nueva perspectiva mostraba cómo tras los au-
mentos de productividad de la agricultura, que habían sido aplaudidos como signos inequívocos de progreso,
se escondía el uso masivo de maquinarias, combustibles fósiles, fertilizantes, pesticidas y otros productos
tóxicos que amenazaban la salud y sostenibilidad de la Vida. A la vez, esta reinterpretación, consideraba que
las agriculturas tradicionales orgánicas mantenían unos niveles de producción acordes a las limitaciones am-
bientales del territorio, así como eran capaces de mantener los bienes fondo que permitían la reproducción
del sistema (González de Molina, 2001).

Por otro lado, tanto desde la academia como desde los movimientos sociales del Norte y del Sur, se ha
evidenciado repetidamente la esquizofrenia del modelo alimentario global, que desplaza miles de quilóme-
tros los productos agrícolas, en el que propiedad de la tierra está cada vez más concentrada, donde predo-
minan los monocultivos y las empresas multinacionales luchan por hacerse con el monopolio de la venta de
semillas. Los movimientos de resistencia ante las prácticas de las empresas multinacionales han aumentado
en los últimos años, y las comunidades afectadas así como las organizaciones de apoyo a estas comunidades,

ENCRUCIJADAS. Revista Crítica de Ciencias Sociales|| Nº6, 2013 pp. 30-38 31


REFLEXIONES Inés MARCO LAFUENTE

han denunciado las consecuencias sobre la vida de los modelos industriales. Las resistencias responden tanto a
las actividades de extracción de combustibles fósiles, como a la extensión de los monocultivos o a los procesos de
acaparamiento de tierras.

Así, tanto las aportaciones de las corrientes que han reinterpretado las implicaciones de la transición agrí-
cola como las actuales resistencias a los impactos del actual modelo agroalimentario nos indican que es ahora
cuando se hace más necesario que nunca replantearnos en profundidad cuál es el modelo agrícola que queremos
en la construcción de un modelo social más justo y sostenible, cuáles son las barreras y cuáles son los caminos
para dirigirnos hacia él. A la vez, en el actual contexto social y político, en el que gran parte de las agriculturas
campesinas que se mantenían en los países del Sur están viviendo la transición desde sus modelos tradicionales
orgánicos a un modelo industrializado, resulta de especial interés seguir indagando no tan solo en las caracterís-
ticas específicas de cada uno de estos modelos, el orgánico tradicional y el industrial, sino también en las causas,
patrones y límites que caracterizan estas transiciones.

2. Más allá de la producción: Implicaciones de la evolución del pensamiento económi-


co en la interpretación de la Historia Agraria
Una vez constatada la necesidad de un cambio de modelo, uno de los aspectos clave al que debemos en-
frentarnos es el análisis y crítica del sistema ideológico que nos ha llevado hasta aquí. En este sentido, los vínculos
entre lo abstracto y lo material son de vital importancia, es decir, para proponer un modelo distinto y sostenible
tenemos que “descolonizar” nuestro pensamiento de la ideología que nos ha llevado al modelo anterior. No po-
dríamos imaginar una agricultura industrial como la actual sin comprender el origen de la obsesión por el creci-
miento de la producción como indicador único del buen funcionamiento de la actividad económica, así como la
creencia de que estos aumentos de la producción podían obtenerse sin deteriorar el resto de las funciones del
agroecosistema. Replantearnos el modelo agrícola y comenzar un camino hacia la transformación de éste pasa in-
equívocamente por conocer la evolución del pensamiento económico, para más tarde detectar sus incoherencias
y proponer un paradigma distinto sobre el que empezar a construir la acción. Esto es especialmente así si tenemos
en cuenta que, en parte, la transición hacia un modelo sostenible pasa por el debate político e intelectual entre
los diferentes actores implicados.

Uno de los autores que ha dedicado gran parte de su trayectoria intelectual a analizar el origen y la evolu-
ción de las ideologías imperantes en el pensamiento económico es José Manuel Naredo, y es en su libro La econo-
mía en evolución ([1987] 2003) en el que presenta las principales conclusiones de su tarea investigadora. Naredo
describe los conceptos de sistema económico, producción, productividad, desarrollo o atraso como construccio-
nes sociales y, por lo tanto, como fruto de la evolución del pensamiento económico. De esta forma, la aplicación
de estos conceptos en los estudios de Historia Económica, y concretamente de la Historia Agraria, conlleva que
éstos sean tributarios de un determinado posicionamiento ideológico. La noción de sistema económico, formu-
lada por primera vez por François Quesnay, se concibe como un todo coherente y ordenado, como un “sistema”
sujeto a leyes específicas descifrables con ayuda de la lógica dentro de la epistemología mecanicista (Op. Cit.). Es
desde este punto que surge la idea un sistema en movimiento permanente (perpetuum mobile), formado por los
flujos de producción y consumo y lubricado por el dinero (Martínez Alier y Roca, 2013). La construcción de este
“sistema económico” basado en la mecánica newtoniana, que sólo tenía en cuenta el principio de la conservación

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REFLEXIONES Inés MARCO LAFUENTE

de la energía y la materia, permitía concebir el crecimiento perpetuo de éste. En cambio, la visión mecanicista
no incluye las aportaciones de la ley de la entropía, que indican la degradación irreversible de la calidad de
la materia y la energía (Georgescu-Roegen, 1973). Así, el análisis económico convencional olvidaba que las
actividades económicas estaban sujetas a la obtención de materias primas, a la reposición de los materiales
requeridos para la producción de bienes así como a la gestión de los residuos. Tampoco consideraba que las
actividades económicas estaban sujetas a las leyes de la termodinámica, y que por lo tanto en ellas se produ-
cía la transformación de la energía y la materia desde formas útiles a formas degradadas.

La noción de producción fue modificándose hasta la actualidad, permitiendo que cada vez más acti-
vidades se incluyeran bajo este término. De la distinción de la agricultura como única actividad productiva
en la que el trabajo fomentaba la producción generada por la tierra, representada principalmente por los
fisiócratas, Adam Smith pasó a incluir las actividades transformadoras (industria) y distribuidoras (comercio)
como actividades productivas. Es a partir de David Ricardo y Karl Marx cuando el concepto de producción
cortó definitivamente sus vínculos con los procesos físicos. Éstos consideraban el trabajo como la fuente de
la producción, y eliminaban la centralidad de la tierra como único elemento con capacidad de producir. Así, el
centro de atención se desplazará hacia el papel de la tecnología como elemento crucial en el aumento de la
producción (Naredo, [1987] 2003).

Esta visión del “sistema económico” cerrado sobre sí mismo fue pronto criticada por pensadores y cien-
tíficos como, entre otros, John Ruskin, Patrick Geddes, Lewis Mumford o Frederick Soddy, quienes empleaban
los conocimientos desarrollados por la química o la física para comprender los procesos productivos (Murray,
2012). El posterior desarrollo de la Economía Ecológica se funda sobre esa necesidad de poner en relación la
ciencia económica y el resto de ciencias de la naturaleza. Con Nicholas Georgescu-Roegen a la cabeza, la eco-
nomía ecológica trabaja a partir de la noción de sistema económico entendido como un “sistema de subsiste-
mas”. La economía sólo puede funcionar inserta dentro de otros sistemas sociales y ecológicos más amplios.
Eso supone adoptar un enfoque transdisciplinar para analizar las actividades económicas en relación con la
biosfera, e implica una re-conceptualización de la noción de “sistema económico” (Murray, 2012). El sistema
económico se analiza como un subsistema dentro del sistema biológico con el que intercambia materiales
y energía, y cuyo funcionamiento se somete a los dos Principios de la Termodinámica, la Teoría General de
Sistemas y la Ecología (Op. Cit.). El sistema biológico aporta al sistema económico materiales y energía, que
forman parte de los recursos necesarios para los procesos de transformación, y posteriormente recibe estos
materiales y energía degradados como residuos. Por lo tanto, el sistema económico es un sistema abierto y
vinculado con el entorno natural, que limita y determina sus posibilidades, a la vez transforma permanente-
mente este entorno (Carrasco y Tello, 2011).

Para analizar los vínculos entre la sociedad y la ecología resulta clave la noción de metabolismo social,
que describe la interacción de las sociedades con los materiales y energía que intercambian con el sistema
biológico, lo que permite tanto la reproducción del sistema económico como su expansión. El concepto de
metabolismo social es fruto de la interacción entre diferentes corrientes científicas de la Biología y la Ecología,
la Historia, o la Ciencia de los Materiales entre otras (Fischer-Kowalski, 2003). El concepto se desarrolla como
extensión de la aplicación que se hace de éste en los organismos vivos, y hace referencia al conjunto de reac-
ciones bioquímicas y procesos físico-químicos que ocurren en una célula o en el organismo, y que permiten

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REFLEXIONES Inés MARCO LAFUENTE

sus diversas actividades: crecer, reproducirse, mantener sus estructuras y responder a estímulos (Murray, 2012).
Junto a la aplicación del concepto de metabolismo a los seres humanos como seres vivos “individualizados”, Fis-
cher-Kowalski (1998) afirma que puede aplicarse el mismo concepto a nivel social, dado que a través de las habi-
lidades de comunicación y cooperación las necesidades metabólicas de los seres humanos también se resuelven
de forma colectiva (Murray, 2012). El metabolismo social de una determinada economía es la forma en la que ésta
adquiere, transforma y degrada los materiales y energía necesarios para su supervivencia.

Analizar las cuestiones económicas desde el punto de vista del metabolismo social permite centrarnos, no
sólo en la cantidad de producto obtenido en términos monetarios, sino en los efectos sobre el ambiente deriva-
dos de la actividad del proceso, con todos sus impactos y residuos. Uno de sus objetivos centrales es desvelar la
(in)sostenibilidad del sistema económico en su relación con la naturaleza. Si partimos de la base que los recursos
energéticos y materiales son la base de cualquier actividad humana (Carrasco y Tello, 2011), y que la actividad eco-
nómica degrada y disipa esos recursos, desde el enfoque del metabolismo social podemos analizar estos procesos
biofísicos y sus efectos sobre la (in)capacidad del sistema para mantener y reproducir su base material.

3. Un apunte: ¿por qué hablamos de energía en el contexto de la agricultura?


Como hemos mencionado en el primer apartado, tras la transición hacia un modelo industrial, la agricul-
tura pasó a ser una actividad que requería más energía para su funcionamiento que la energía que finalmente
proporcionaba en forma de alimentos y otros subproductos. Pero, ¿por qué nos interesa hablar de energía en el
contexto de la agricultura? En primer lugar debemos destacar que para mantenerse en vida todos los organismos
necesitan disponer permanentemente de fuentes de energía bajo una forma determinada que denominamos
“energía disponible”1 (Geddes, [1884] 1995). La actividad física genera una transformación de esa energía que
proviene de los alimentos, y que acaba transformándose en otros tipos de energía (desechos, trabajo, calor,…).
Para poder mantener la actividad física e intelectual la especie humana necesita una fuente constante de energía.
El “uso endosomático” (Martínez Alier y Roca, 2013) o “uso vital” de energía (Soddy, 1921), es el que corresponde
a las necesidades metabólicas del cuerpo humano. Por otro lado, los seres humanos también necesitan cubrir otro
tipo de necesidades, por lo que se apropian y transforman energía para la construcción de vivienda, el transporte,
la fabricación de todo tipo de utensilios o el suministro de multitud de servicios, lo que se incluye dentro del “uso
exosomático” o “uso laboral” de la energía2. Ambos procesos, los dirigidos a cubrir las necesidades endosomáticas
y exosomáticas, son la base de cualquier actividad económica. Así, los procesos económicos pueden considerarse
como una transformación de inputs de baja entropía en outputs de alta entropía, en el sentido de los materiales
y la energía3.

Una vez caracterizado de forma sumaria el origen de la demanda de energía disponible por parte de los
seres humanos, pasaremos a fijarnos en las características de la “oferta” de energía disponible del planeta. Como
se ha repetido en numerosas ocasiones desde la Economía Ecológica, el planeta Tierra es una sistema abierto en

1 Como la energía solar no puede ser directamente utilizada por los seres humanos, consideramos que la energía es disponible cuando
se encuentra bajo una forma en la que puede ser transformada en energía útil, como por ejemplo en forma de alimentos o de energía
mecánica como la que proveen los ríos.
2 A pesar de las diferencias entre ambos conjuntos de conceptos, pueden considerarse en esencia conjuntos paralelos. Para conocer con
más detalle las diferencias consultar Martínez Alier y Schlüpman (1991: 167).
3 En este sentido, nos sirve una definición sencilla de entropía como la que considera Mayumi (1991: 36), y que se refiere a los índices
relativos de la indisponibilidad de la materia y la energía en un sistema y un momento determinado.

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REFLEXIONES Inés MARCO LAFUENTE

energía (que entra en forma de radiación solar) y cerrado en materiales (excepto en algunos casos insignifi-
cantes como la entrada de meteoritos). La energía disponible del planeta proviene principalmente de la ener-
gía del Sol, excepto para el caso de la energía disponible por el movimiento de las mareas (mareomotriz), o
por el calor interno de la Tierra (geotérmica). Bien a través de la fotosíntesis o de la formación de los vientos
o los ciclos hídricos, la energía que finalmente es útil para los seres humanos tiene su origen en la energía so-
lar4. Recordemos que éste es también el caso de los combustibles fósiles, resultado de la fotosíntesis realizada
por las plantas durante la era Paleozoica (Mayumi, 1991).

A pesar de que la incidencia de la radiación solar en la Tierra tiene un altísimo contenido energético, la
energía que finalmente se transformará en energía disponible es más bien escasa, ya que los mecanismos a
través de los cuales esto ocurre sólo pueden retener una pequeña parte del total (Wrigley, 1992). Así, sabe-
mos que sólo el 0,023% de toda la radiación solar que recibe la Tierra se almacena en forma de biomasa, y por
lo tanto no debemos confundir el potencial energético de la radiación solar con la capacidad de aprovecharla,
lo que dependerá de las tecnologías disponibles (Tello, 2014). Por otro lado, la capacidad de almacenar esta
energía es la segunda limitación principal dado que la energía mecánica generada por los molinos hidráulicos
o de viento no podía conservarse, sólo podía ser aplicada de forma inmediata antes de transformarse en
energía degradada en forma de calor. Para comprender esa escasez es necesario conocer las dificultades para
transformar las formas inferiores de energía en formas superiores, útiles para las necesidades energéticas de
los seres humanos. El propio Podolinsky enumera los escasos métodos a partir de los cuales se puede realizar
dicha transformación:

La puesta en movimiento del aire mediante la modificación de su elasticidad, la elevación del agua me-
diante la evaporación, la disociación química con la ayuda de las plantas, el trabajo muscular de los anima-
les y del ser humano, la invención y la construcción de motores artificiales y de las máquinas con la ayuda
del trabajo psíquico y muscular del ser humano y de los animales superiores (Podolinsky, 1880: 78-79).

Pero a pesar de que todos estos procesos permiten la conversión y conservación de la energía, no
todos ellos pueden transformar la energía en una forma útil para el uso humano. Así, las plantas permiten
transformar la energía solar en afinidad química, pero no pueden transformarla en energía mecánica5. Por
su parte, los animales transforman la energía ingerida en energía mecánica, pero esta energía se degrada
posteriormente. De lo anterior se deriva la definición que Podolinsky (1880), y también Sacher (1881), hacen
del trabajo productivo. Entendiendo por tal el que sólo pueden realizar los seres humanos, es aquel que tiene
como resultado el aumento de la cantidad de energía disponible para usos humanos en la superficie de la
Tierra6. Ese aumento puede producirse de forma directa, fomentando la transformación de la energía solar en
una forma más disponible, o bien de forma indirecta, evitando la dispersión de una parte de la energía trans-
formable ya existente en la superficie del planeta. Las prácticas agrícolas estaban orientadas hacia mejorar el
manejo de la agricultura, y aumentar las posibilidades de apropiarse de la biomasa como fuente principal de
todas las economías “orgánicas”.
4 Así, la formación de los vientos tiene su origen en el calentamiento de la superficie de la tierra por la irradiación solar, los ciclos
hídricos en la evaporación del agua por lo mismo y, por su parte, los combustibles fósiles son resultado de la descomposición de la
materia orgánica, producto de la fotosíntesis.
5 En algún caso, esto puede ocurrir. Las plantas se pudren o se destruyen, pero si las condiciones son favorables se transforman en
carbón. En este caso, la energía se conserva, pero no se convierte en una forma de energía superior hasta que no se transforma en
calor y en energía mecánica, para lo que hace falta la intervención del ser humano (Podolinsky, 1980: 86).
6 Según Sacher, esto dependería de “su destreza, su instrumental, la fertilidad del suelo, la disponibilidad de saltos de agua y el
clima” (Martínez Alier y Schlüpman, 1991: 87).

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REFLEXIONES Inés MARCO LAFUENTE

El papel de las plantas y la fotosíntesis en el proceso de transformación de la energía a formas disponibles,


así como la conservación de energía que éstas proporcionan, tienen un papel fundamental en el mantenimiento
de la vida en el planeta. Por eso Podolisky consideraba que en una agricultura todavía de base orgánica el trabajo
de los agricultores y sus animales domésticos era la forma más importante de la que disponía la sociedad para
acumular energía solar en forma de biomasa (alimentos, fibras, materiales de construcción, etc.). Así, mediante la
agricultura la especie humana logró durante siglos, antes del cambio de régimen sociometabólico a la industriali-
zación basada en combustibles fósiles, sustentar al resto de la economía con la energía obtenida de la fotosíntesis
mediante el trabajo humano (Martínez Alier y Roca, 2013).

4. La historia como fuente de conocimiento


Una vez desterradas las nociones convencionales predominantes de sistema económico, progreso y de-
sarrollo, y analizadas las razones por las cuales la energía disponible es un recurso escaso imprescindible para
el mantenimiento de la Vida en el planeta, nos interesa aproximarnos a los conocimientos disponibles sobre los
sistemas agrícolas orgánicos tradicionales para comprender de qué forma estas sociedades conseguían niveles de
producción considerables, gestionando la escasez de energía disponible, a la vez que se mantenía la fertilidad del
suelo y en cierta medida la biodiversidad de los territorios. En este sentido, el valor de la historia como fuente de
conocimiento para aprender lecciones del pasado, y así poder aplicarlas en el presente, es incuestionable. Y lo es
todavía más si tenemos en cuenta que el final de la era de los combustibles fósiles baratos nos plantea un horizon-
te en el que muy probablemente viviremos una nueva transición energética y sociometabólica hacia una nueva
era solar. Al enfrentarnos a la construcción de una agricultura sostenible son tres aspectos los que se revelan
como prioritarios, (i) de qué forma gestionaremos los requerimientos energéticos y de reposición de nutrientes,
(ii) cuáles son las consecuencias de esta gestión sobre el manejo del territorio, y (iii) de qué forma organizaremos
los trabajos necesarios.

Los sistemas agrícolas tradicionales muestran la forma en la que los conocimientos agrícolas habían evolu-
cionado, adaptándose en cada caso a las condiciones ambientales del territorio, pero a la vez nos revelan que en
muchos casos se trataban de sistemas fuertemente caracterizados por la escasez. Debido a las limitaciones que
los flujos energéticos imponían, este tipo de sociedades se caracterizaban por su dependencia del territorio, se
descentralización, la escasez de energía y materias primas, y la tendencia a situaciones estacionarias. Los bosques
eran la principal fuente de acumulación de energía, pero la lenta reproducción de éstos limitaba su uso, por lo que
las posibilidades de acumular energía imponía modelos de sociedad adaptadas a dicha escasez (Wrigley, 1992). La
escasez de energía determinaba la escasez de la producción, por lo que no era posible un crecimiento continuado
de la producción, y las variaciones ocurrían desde un estado estacionario a otro. Las limitaciones a la movilidad de
los recursos energéticos, hídricos, así como de las mercancías, imponían un sistema en el que se debía gestionar
de forma integrada el territorio disponible, ya que era de las superficies circundantes desde dónde se tenían que
obtener la leña que sirviera como combustible, así como los pastos y cultivos para mantener la cabaña ganadera,
que a su vez proveía del estiércol necesario para reponer los nutrientes extraídos tras los cultivos. Este tipo de
agroecosistemas funcionaban exclusivamente con energía renovable, a través del uso de la leña, la fuerza de trac-
ción de los animales y del trabajo aplicado por los trabajadores y trabajadoras agrícolas. Esto implicaba que para
obtener la energía disponible necesaria para mantener el agroecosistema se necesitara una mayor cantidad de

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REFLEXIONES Inés MARCO LAFUENTE

superficie de pastos, bosques y cultivos, lo que se ha denominado “coste territorial de sostenibilidad” (Guz-
mán y González de Molina, 2009; Guzmán et al., 2011). La forma en la que estas comunidades consiguieron
construir un sistema eficiente antes las limitaciones existentes tiene mucho que ver con el modelo de paisaje.
La integración de los distintos usos del suelo en un paisaje con forma de mosaico permitía a las comunidades,
a través de la movilización de energía y materiales a través de este paisaje, disponer de los elementos nece-
sarios (alimentos, combustibles, estiércol,…) para mantener en funcionamiento el agroecosistema.

En este sentido, el equilibrio entre los diferentes usos del suelo era uno de los elementos clave, al
estar todos ellos interrelacionados entre sí. El uso sostenible del bosque implicaba, a la vez que un nivel de
extracción por hectárea relativamente fijo, el mantenimiento de una determinada superficie forestal, sobre la
que siempre existieron presiones y cuyos derechos de explotación generaron conflictos entre los diferentes
agentes. A la vez, la superficie dedicada a cultivar alimentos para el ganado, como determinados cereales o
forrajes, o las superficies de pastos, debían garantizarse si se quería mantener un determinado volumen de la
cabaña ganadera, ya que era esta la que a su vez garantizaba una cantidad suficiente de estiércol para abonar
la superficie cultivada. Por lo tanto, observamos como existía un equilibrio dinámico, en el que los diferentes
usos del suelo tenían un papel relevante para el agroecosistema, pero donde a la vez se generaba cierta com-
petencia entre unos y otros. Es en este punto en el que las condiciones edafoclimáticas del territorio tienen el
máximo interés, ya que tanto las condiciones específicas de los suelos, como las pendientes o la abundancia
o escasez de aguas subterráneas o superficiales determinaban cuál era el punto de equilibrio óptimo, y qué
estrategia podía facilitar un mayor nivel de bienestar para las comunidades.

Con todo, la gestión de este agroecosistema requería de grandes aportaciones de trabajo, derivado de
la complejidad del sistema, así como de la tecnología disponible en el momento. La movilización de los ma-
teriales desde un punto a otro del territorio, el mayor esfuerzo requerido para la aplicación de las diferentes
tareas agrícolas dadas las herramientas del momento, así como la necesidad de la gestión de las actividades
relacionadas con la gestión ganadera y forestal, suponía que la cantidad de alimentos generada por un traba-
jador o trabajadora agrícola fuera menor. A la vez, las tareas domésticas exigían también una mayor dedica-
ción, ya que la preparación de los alimentos y la disponibilidad de agua caliente, entre otras tareas, exigían
una gran cantidad de tiempo. Evidentemente, ni las tareas agrícolas ni las domésticas estaban repartidas de
forma homogénea, sino que había un componente de clase y de sexo que determinaba quiénes tenían un
mayor acceso a los excedentes alimentarios generados por los trabajadores y trabajadoras agrícolas, de qué
forma accedían a éstos, así como quiénes eran las que cubrían los trabajos domésticos.

Todo lo anterior, en forma de breve resumen de las investigaciones que desde hace tiempo se han
realizado desde la Historia Agraria y la Historia Ambiental nos indican cómo, en la construcción de un modelo
económico y social sostenible, deberíamos plantearnos: (i) cuáles son las actividades fundamentales para la
reproducción de la vida humana, en las que tanto la agricultura como los trabajos domésticos deben tener
un papel principal, (ii) cómo podemos aproximarnos a estas actividades desde una perspectiva sostenible,
teniendo en cuenta las limitaciones que hemos descrito en anteriores apartados, (iii) cuáles son los reque-
rimientos de tiempo que estas actividades nos exigen, cómo vamos a repartirlas y (iv) cuáles son las implica-
ciones que lo anterior tiene sobre el resto de actividades económicas. Así, podríamos replantearnos si, para

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REFLEXIONES Inés MARCO LAFUENTE

esta probable transición energética y sociometabólica hacia una nueva era solar podríamos aplicar lo que afirma-
ba González de Molina (2001: 47), y es que “el metabolismo entre sociedad y naturaleza tenía a las actividades
agrarias en su punto principal de intersección. Las sociedades de base orgánica eran sociedades esencialmente
agrarias, no podía ser de otra manera”.

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Gennaro AVALLONE
CRÍTICA
El campo neoliberal y su crisis. Agricultura, DE LIBROS
sociedad local y migraciones en la Europa del Sur

El campo neoliberal y su crisis. Agricultura, sociedad local y migraciones


en la Europa del Sur* 1

The Neoliberal country and its crisis. Farming, local society and migrations in the
Southern Europe

Gennaro AVALLONE
Università degli Studi di Salerno
gavallone@unisa.it

BIBLID [ISSN 2174-6753, nº6: 39-55]


Artículo ubicado en: www.encrucijadas.org
Fecha de recepción: septiembre de 2013 || Fecha de aceptación: diciembre de 2013

RESUMEN: El artículo se basa en un estudio comparativo ABSTRACT: The paper is based on a comparative review of
sobre las transformaciones estructurales en la agricultura a part of social researches about the social and neoliberal
de España, Italia y Grecia desde los años 80, a partir de un transformation in the farming of Spain, Italy and Greece sin-
análisis de investigaciones realizadas sobre el tema y de datos ce the 1980s and on an analysis of statistical data. The pa-
procedentes de los organismos nacionales de estadística y de per analyzes the role of agriculture in the organization of the
Eurostat. En el texto se analiza el papel de la agricultura en la rural areas, highlighting its processes of internationalization
organización de las áreas rurales, concentrándose en sus pro- and the management of the living labor, that mainly is mi-
cesos de internacionalización y en las modalidades de gobier- grant labor. It draws attention to transformations produced
no del trabajo vivo, que es especialmente trabajo migrante. by migrant presence in interaction with the local societies,
Se muestran las transformaciones producidas por la presencia recognizing that local populations have developed a functio-
migrante en interacción con las sociedades locales, conclu- nal attitude towards immigrants, favoring a social and political
yendo que las poblaciones autóctonas han desarrollado una regulation that put first rights and interests of native inhabi-
actitud funcionalista hacia los inmigrantes, favoreciendo una tants. The paper finally signals the crisis of this way of regu-
regulación social y política que antepone los derechos y los lation, that is manifested by the conflictual relationship bet-
intereses de los locales a los de los extranjeros. Finalmente, se ween the migrant workers and local farms and populations in
señala la crisis de esta forma de regulación, que se manifiesta some areas.
en las relaciones conflictivas que los trabajadores inmigrantes
viven con las explotaciones y las poblaciones locales en mu- Key words: agricultural areas, labor, migrations, social con-
chas áreas agrícolas. flicts, neoliberalism.

Palabras clave: áreas agrícolas, trabajo, migraciones, conflic-


tos sociales, neoliberalismo.

*1 Una parte de este trabajo, en particular el apartado 3, fue presentada en el XI Congreso Español de Sociología - Grupo de trabajo “Socio-
logía Rural” (Madrid, julio de 2013). Agradezco a María Elena Gadea Montesinos de la Universidad de Murcia por la lectura y comentarios
críticos a versiones previas del texto.

ENCRUCIJADAS.
ENCRUCIJADAS. Revista
Revista
Crítica
Crítica
dede
Ciencias
Ciencias
Sociales||
Sociales||
Nº6,
Nº6,
2013
2013
pp.pp. 39-55 39
146-149
Salvador
Gennaro SANTIUSTE
AVALLONE CUÉ
El campo neoliberal y suDesconocimiento
crisis. Agricultura,político
sociedad localsubnacional
a nivel y migraciones en la Europa del Sur

1. Introducción
Una parte importante del territorio rural en Europa meridional sigue siendo de tipo agrícola, definido en sus
componentes sociales, políticos y ecológicos por la organización de la agricultura. Esto se constata particularmen-
te en España, Italia y Grecia, países caracterizados por una agricultura que genera elevados niveles de producción
y de producto interior bruto (Eurostat, 2011). El artículo analiza el papel de la agricultura en la organización de las
áreas rurales de los tres países, basándose, por un lado, en un estudio comparativo de parte de las investigaciones
sociales que se han centrado en las transformaciones estructurales más recientes en agricultura y, por el otro, en
un análisis de datos estadísticos sobre las zonas estudiadas. Las estadísticas han sido utilizadas para obtener datos
sobre las características demográficas y socio-laborales de las poblaciones locales y migrantes, en general, y de los
trabajadores y trabajadoras empleados y empleadas en agricultura. Para ello se han tomado en consideración los
datos de los organismos nacionales de estadística y de Eurostat.

La atención del artículo se ha concentrado, en el segundo apartado, en los procesos de internacionalización


de la agricultura, y, en el tercer apartado, en el gobierno del trabajo vivo en el sector, que es especialmente trabajo
migrante. En el apartado 4 se plantean las transformaciones que la presencia migrante ha producido dentro de las
sociedades agrícolas de la Europa meridional, concluyendo que estas últimas han desarrollado una actitud funcio-
nalista postcolonial hacia los inmigrantes, favoreciendo modalidades de regulación social y política que privilegian
la valorización capitalista de las inversiones y el bienestar de los autóctonos, y que se interesan en las condiciones
de los extranjeros sólo si implican situaciones de emergencia. En el apartado 5 se señala la crisis de esta forma
de regulación y de su lógica temporal de corto plazo, que se muestra - de manera manifiesta o latente - en las
relaciones conflictivas entre los trabajadores inmigrantes y las explotaciones o las poblaciones locales en muchas
áreas agrícolas. Finalmente, se concluye mostrando que la agricultura de la Europa del Sur se encuentra ante una
encrucijada, y tiene que elegir entre un escenario postcolonial de explotación y conflictividad social o un escenario
de nuevas relaciones sociales basadas en la cooperación entre los diferentes productores.

2. El campo internacionalizado
Desde los años 80 la agricultura de la Europa meridional ha vivido un proceso de cambio que ha incremen-
tado sus niveles de producción y profundizado el carácter capitalista de sus relaciones sociales. Esto se constata,
sobre todo, en el cambio de las modalidades de producción - basadas en nuevas tecnologías, especialmente la
utilización de invernaderos y fertilizantes químicos - y de los cultivos producidos. La producción se ha orientado
principalmente a la exportación, en particular hacia los mercados de Europa continental, eligiendo una agricultura
especializada en cultivos permanentes (Imagen 1). Así se ha configurado el primer proceso de internacionaliza-
ción, por el lado de la producción.

La agricultura se ha convertido en integralmente capitalista, incorporando también a los pequeños produc-


tores, y con niveles de producción en constante crecimiento, que han trasformado España, y Grecia en menor
grado, en países importantes dentro de la agricultura europea y han confirmado el papel agrícola de Italia: tres
países que han generado, en 2011, el 28,5% de la producción agrícola de la Unión Europea y el 34% de su valor
añadido bruto en el mismo sector (Tabla 2).

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ENCRUCIJADAS. Revista
Revista
Crítica
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Ciencias
Ciencias
de Sociales||
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Sociales||
Sociales||
Nº6,
Nº6,
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2013
Nº6,
pp.pp.
2013 pp. 40
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Gennaro AVALLONE
CRÍTICA
El campo neoliberal y su crisis. Agricultura, DE LIBROS
sociedad local y migraciones en la Europa del Sur

Imagen 1. Principal tipo de agricultura para regiones nivel NUTS 2, año 2007*

*: 45 o más del número total de explotaciones especializadas en herbívoros


Fuente: Eurostat (disponible aquí)

Esta trasformación ha causado un aumento general de la demanda de fuerza de trabajo asalariada, también
en el caso de las familias de productores (Van der Ploeg, 2010), lo que ha determinado la generalización de las
relaciones sociales capitalistas en toda la agricultura y las áreas agrícolas de la Europa del Sur. El fuerte cambio e
incremento de las actividades productivas ha hecho crecer la demanda de trabajo, pero una demanda interesada
en una mano de obra diferente de aquella socializada en relaciones de producción basadas, también en agricul-
tura, en el compromiso fordista entre trabajo y capital. Las explotaciones agrarias han buscado una mano de obra
flexible para secundar sus exigencias económicas en la nueva agricultura orientada a la exportación. Este cambio
se ha realizado en el mismo periodo en el que la Europa del Sur se convertía en área de inmigración (King, 2000) y,
por tanto, una parte importante de la nueva población extranjera se insertaba en el trabajo agrícola. Se ha produ-
cido, así, el segundo proceso de internacionalización, en este caso por el lado del mercado del trabajo.

En particular, la población extranjera oficialmente registrada se ha incrementado durante el primer dece-


nio del siglo XXI, contribuyendo en gran medida al crecimiento demográfico de las sociedades locales. De 1998 a
2012, la proporción de población extranjera ha pasado del 1,7% al 9,3%: en números absolutos, de 1.767.142 a

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11.036.977 (Tabla 1). En el mismo periodo, la población total ha pasado de 106.763.403 a 118.928.982. Los inmi-
grantes han contribuido, por lo tanto, al 76% del crecimiento demográfico.

Tabla 1. Porcentaje de extranjeros residentes sobre el total de la población. Años 1998-2012


1998 2000 2001 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012
UE (27) - - - - - - - 5,8 6,2 6,4 6,5 - -
UE (15) - - - - - - 6,7 7,0 7,4 7,6 7,7 7,9 8,1
Grecia 1,6 - 7,0 - 8,1 - 7,9 7,9 8,1 8,3 8,4 8,5 8,6
España 1,5 2,0 2,9 5,3 6,5 7,8 9,1 10,4 11,6 11,6 11,6 11,4 11,2
Italia 1,7 2,2 - 2,7 3,4 4,1 4,5 5,0 5,8 6,5 7,0 7,5 7,9
Total países 1,6 - - 3,3 5,1 - 6,7 7,3 8,3 8,7 9,0 9,1 9,3
estudiados
Fuente: Eurostat.

La mayor parte de los migrantes se ha establecido en las áreas urbanas y metropolitanas, pero una minoría
significativa ha transitado por, y se ha asentado en, localidades rurales y/o agrícolas (Kasimis, 2005, 2008; Fonseca,
2008; Inea, 2009). Todos los contextos nacionales observados se han visto afectados por las migraciones rurales,
pero con tendencias diferenciadas. En España, en 2001, el 17% de los inmigrantes residía en municipios inferiores
a 10.000 habitantes y, en 2011, según datos del Censo, este valor era del 15,6% (819.631 sobre 5.252.473 perso-
nas). En Italia, durante la primera década de los años 2000, el porcentaje de los extranjeros residentes en muni-
cipios con menos de 10.000 habitantes sobre el total de los extranjeros ha crecido con una tendencia similar a la
general y, en el 2011, según el Censo de población, su valor era del 27,3% (1.248.292 sobre 4.570.317). En Grecia,
en 2003, el porcentaje de inmigrantes que estaban en las áreas rurales era más alta que el respectivo porcentaje
de población autóctona (Kasimis, 2008). Según los datos del Censo del 2011, los grupos nacionales extranjeros
mayoritarios - albanos, búlgaros, rumanos y pakistaníes – se situaban en las áreas rurales por encima del 20% del
total.

Las áreas agrícolas se han convertido en el espacio de conexión de dos procesos de internacionalización:
un proceso económico, representado por el cambio de los mercados de referencia de la producción agrícola, y
un proceso socio-demográfico, evidenciado por la presencia de trabajadores extranjeros, según las características
presentadas y sintetizadas en la tabla 2.

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Tabla 2. Síntesis de las características económicas de la agricultura y del trabajo inmigrante en los países estudiados,
2001 y 2011
España Grecia Italia
Características
2001 2011 2001 2011 2001 2011
Valor añadido bruto
agricultura (millones de 20977,43 20496,39 6085,88 5041,28 25329,94 25025,36
euros) (*)
% valor añadido bruto
agricultura sobre total UE 15,0 13,8 4,3 3,4 18,1 16,8
27 (*)
% Producción agrícola UE27 13,4 4,0 13,9
12,8 4,6 15,7
en millones de euros (*) (2009) (2009) (2009)
Superficie cultivada bajo 63.300 3.500 5.300 34.600
52.300 36.000
invernadero (ha) (*) (2009) (2002) (2009) (2008)
Principales países de origen Marruecos, Rumanía, Albania, Albania, Albania, Rumanía,
de los inmigrantes Reino Unido, Marruecos, Bulgaria, Bulgaria, Marruecos, Marruecos,
Ecuador, Reino Unido, Georgia, Georgia, Rumanía, Albania,
Colombia, Ecuador, Rumanía, Rumanía, China, Filipinas China, Ucrania
Alemania (**) Colombia (**) Rusia (***) Pakistán (***) (****) (****)
Principales países de origen Rumanía,
de los inmigrantes que Marruecos, Rumanía, Albania, India, Marruecos, India,
Albania,
trabajan en agricultura Ecuador, Marruecos, Pakistán, Rumanía, Marruecos,
Bulgaria
(*****) Polonia Ecuador Bangladesh India, Polonia Albania,
Polonia
Tipo de agricultura o cultivo pluriactividad
Hortaliza de Hortalizas de horticultura de horticultura de
que emplea abundante mano pluriactividad horticultura
horticultura de horticultura de invernadero y invernadero y
de obra (*****) y horticultura (especialmente
invernadero invernadero ganadería ganadería
fresas)
Fuentes: Eurostat (*); INE (**); ELSTAT, Population Census, 2001 y 2011 (***); ISTAT (****); Bibliografía presentada (*****).

Esta doble internacionalización se ha constatado en todos los países. Las diferencias más importantes han
afectado al periodo de inicio del proceso –comenzado antes en Italia y, después, en España y Grecia– y, en parte,
a las nacionalidades implicadas.

En Italia, en el Norte y también en el Sur, la inserción laboral de los inmigrantes en agricultura se inició en los
primeros años 80 (Pugliese, 1993; Mingione, 1992; Mottura, 1992) y ha crecido con el tiempo. Entre 1989 y 2007,
los inmigrantes regulares en agricultura han pasado de 23.000 a alrededor de 172.000 (Inea, 2009). En España, Gi-
ménez (1992) observó la ocupación de extranjeros en la agricultura desde los primeros años 80 en muchas áreas,
en particular en el litoral catalán, la periferia rural de la ciudad de Lérida y la comarca del Poniente almeriense, ya
en gran parte cubierta por los invernaderos. Otras investigaciones han confirmado este empleo de mano de obra
inmigrada en la agricultura española en la primera década de los años 80. Por ejemplo, Martínez Veiga (2004: 63)
ha observado que el “año 1985 es el periodo en el que empieza a notarse la presencia inmigrante” y Berlan (1987)
encontró en la fuerza de trabajo extranjera un factor funcional a la hora de consolidar la España meridional y su
agricultura como la ‘California europea’, sinónimo de altos niveles de producción y de tensiones sociales. En Gre-
cia, la inmigración se inició en los años 80, pero ha crecido mucho después de 1989, debido a la disolución de los
regímenes comunistas. A esta nueva presencia han contribuido los sorprendentes efectos de las políticas de mo-
dernización agrícola en Grecia, que han favorecido la construcción de un nicho ocupacional para los extranjeros,
especialmente albaneses (Verinis, 2012), seguidos, durante la década del 2000, por trabajadores de India, Pakistán
y Bangladesh en la zonas centrales, de Attica y Peloponesio (Triandafyllidou y Maroukis, 2012).

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La correlación entre inmigrantes y ocupación agrícola, y la importancia creciente de la fuerza de trabajo


extranjera en los campos de la Europa del Sur, se han convertido en elementos comunes y consolidados en todos
los contextos productivos. Estos procesos han generado la difusión de similares condiciones de empleo y de pre-
sencia social y jurídica de los trabajadores inmigrantes, en la vida política y cotidiana de los diferentes contextos
observados.

3. Trabajo migrante en agricultura y políticas neoliberales


El análisis de la literatura publicada sobre el trabajo migrante en la economía agrícola del Sur de Europa
ha permitido aislar un conjunto de factores en común en los distintos contextos. Éstos son la estructuralidad, la
realización de una función de suplencia, la inserción en relaciones sociales de explotación y en relaciones jurídicas
desarticuladas y, finalmente, la contribución a la competitividad, que ha devenido cada vez más importante du-
rante la crisis económica iniciada en el 2008.

El primer elemento, la estructuralidad, se refiere al hecho de que la ocupación de los inmigrantes en la eco-
nomía agrícola no es coyuntural, sino constitutiva de las relaciones de producción.

La economía de la Europa meridional sigue caracterizándose por importantes niveles de ocupación agríco-
la. En 2010, los empleados a tiempo completo eran aproximadamente 2.248.600, el 23,3% del total de la Unión
Europea, aunque a largo plazo se observa una tendencia de disminución (Tabla 3).

Tabla 3. Fuerza de trabajo agrícola (trabajadores a tiempo completo). Variaciones con número índice: 1990=100
1990 Var 1993 Var 1995 Var 1997 Var 2000 Var 2003 Var 2005 Var 2007 Var 2010
Grecia 680,33 3,2 -6,2 -12,2 -13,6 -9,7 -11,7 -16,4 -40,6
España 1143,35 -2,7 -4,7 -3,9 -5,7 -12,7 -13,2 -15,4 -22,2
Italia 1923,99 -4,5 -5,5 -6,5 -29,1 -23,3 -28,6 -32,3 -50,4
Total países 3747,67 -2,6 -5,4 -6,8 -19,1 -17,6 -20,8 -24,3 -40,0
estudiados
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat.

Desde los años 90 el volumen de trabajadores en el campo se ha reducido, pero la cuota de inmigrantes em-
pleados, de manera regular e informal, ha crecido constantemente. En España, el crecimiento ha sido muy fuerte
durante la primera década de los años 2000: el porcentaje de extranjeros empleados oficialmente sobre el total de
empleados ha pasado, entre 1999 y 2012, del 3,7 al 29,01. En Italia, los inmigrantes en el sector agrícola constitu-
yen un sexto del total de los ocupados oficiales (Cnel, 2013). En realidad, estos valores son más elevados, porque
no consideran los empleados informales y los trabajadores estacionales. Por ejemplo, algunas estimaciones sos-
tienen que el 60% del total de la fuerza de trabajo estacional es extranjera (Calavita, 2006). En Grecia, a mediados
de la década del 2000, los inmigrantes en agricultura eran el 11,6% del total del sector (Cholezas y Tsakloglou,
2009) y el 17,5% de la mano de obra extranjera empleada (Kasimis 2008): “investigaciones realizadas entre 2000
y 2006 en tres áreas rurales en Grecia han mostrado que más de la mitad de las familias rurales y dos tercios de
las explotaciones familiares han empleado trabajadores migrantes” (Jentsch, 2007: 8). A pesar de la crisis, estos
datos se han confirmado en el tiempo: los extranjeros constituían alrededor del 80% de la fuerza de trabajo asa-
lariada en la agricultura griega en el 2011 (Kaditi 2013). Es evidente que el trabajo agrícola se ha convertido en un
1 Estos valores son una elaboración a partir de datos del Boletín de Estadísticas Laborales. Ministerio de Trabajo e Inmigración - Trabaja-
dores total y extranjeros afiliados en alta laboral por régimen.

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mundo - laboral y social - de extranjeros, que han adquirido así un papel fundamental en la economía rural griega
(Labrianidis y Sykas, 2009).

La lectura de los datos muestra el fuerte incremento ocupacional de los inmigrantes en la agricultura de la
Europa meridional desde los años 90 y durante la primera década del 2000, evidenciando que la oferta de trabajo
inmigrante es un factor irreversible en este sector productivo (Kasimis, Papadopoulos y Pappas, 2010; Caritas-
Migrantes, 2010; Fonseca, 2008).

El segundo elemento se refiere a la función de suplencia de los inmigrantes en las sociedades locales, tam-
bién a causa de los cambios demográficos y del abandono del trabajo en el campo por la población joven. Los
inmigrantes realizan funciones laborales y materiales que la población local ha abandonado o no puede hacer y,
también, funciones simbólicas de movilidad social: el conjunto de las funciones sociales y simbólicas de suplencia
ha cambiado, como se verá en el apartado siguiente, la estructura social de las áreas agrícolas.

El tercero elemento es la condición de explotación de los trabajadores extranjeros en la agricultura. Una


pequeña parte de los inmigrantes se emplea de manera estable y de larga duración, especialmente en las áreas
con una demanda de trabajo permanente para la ocupación en la ganadería y en la agricultura de invernadero
(Inea, 2009; Kasimis, 2008; Kasimis y Papadopoulos, 2005; Mendoza, 2003), pero la gran mayoría se encuentra
inmersa en relaciones de trabajo normalmente caracterizadas por una o más de las siguientes características:
bajos salarios, flexibilidad de la jornada laboral, trabajo de alta intensidad, incertidumbre ocupacional, informali-
dad (Fonseca, 2008; Kasimis, Papadopoulos y Pappas, 2010; Cholezas y Tsakloglou, 2009; Inea, 2009; Fondazione
ISMU, 2008). La ocupación en un sector con una histórica inestabilidad del empleo y salarios bajos ha fortalecido
esta tendencia, profundizando la vulnerabilidad del trabajo vivo agrícola.

Las difíciles condiciones de trabajo de la mano de obra inmigrada se han visto favorecidas por el hecho de
que los trabajadores extranjeros no comunitarios estén vinculados por la legislación migratoria y pueden estar
fácilmente en situación de irregularidad administrativa en el territorio nacional. Las estimaciones de Kovacheva y
Vogel (2009) muestran que los trabajadores extranjeros irregulares eran, por ejemplo, en Italia en 2002, 464.000
(el 5% empleados en agricultura) y, en 2005, 274.500 (el 3% en agricultura), mientras en España, en 2004, eran
alrededor de 700.000, con el 15% empleado en las actividades agrícolas. Estos valores han sido confirmados en
2008 por el proyecto europeo Clandestino2, que ha estimado en 800.000 los trabajadores en condición admi-
nistrativa irregular. El mismo proyecto ha calculado que en Grecia, en 2011, los inmigrantes en situación irregu-
lar, trabajadores y no trabajadores, eran 329.000 (Maroukis, 2012). El empleo de inmigrantes en condiciones de
irregularidad es coherente con las altas tasas de economía sumergida que caracterizan la agricultura del Sur de
Europa, superiores, en los primeros años del 2000, al 20%, con los niveles más altos registrados en Grecia, con un
28% (Arango y Finotelli, 2009).

En general, se reconoce que la agricultura se ha convertido en el sector privilegiado para la ocupación de


los inmigrantes irregulares, en una situación en la que la irregularidad se ha generalizado, alimentada por una
demanda continua que prefería fuerza de trabajo “barata y sumisa y la ausencia de control sobre la demanda de
mano de obra ilegal” (Izcara Palacios, 2009: 92). Un estudio estadístico, realizado con datos de 2007 en España, ha
confirmado esta asociación:

2 Los datos están disponibles aquí.

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“Nuestros análisis [...] también señalan que, en el caso de los varones, la agricultura resulta ser un nicho laboral que con-
centra una elevada proporción de personas sin permiso de residencia. Entre los hombres, el no vivir en pareja es un fac-
tor estrechamente relacionado con una mayor probabilidad de trabajar en este nicho” (Veira, Stanek y Cachón, 2011: 232).

El cuarto elemento se refiere a la desarticulación del derecho: los inmigrantes se han insertado en un proce-
so de crisis de la constitución material y de la regulación social del trabajo en agricultura. Dos factores han influido
de manera particular. El primer ha sido la condición de irregularidad administrativa que han padecido miles de
inmigrantes, lo que ha facilitado el encuentro asimétrico entre demanda y oferta de trabajo y la expansión de la
economía sumergida (Martínez Veiga, 2004). Esta situación ha puesto a disposición de los empresarios mano de
obra irregular con derechos limitados.

El segundo factor ha sido la persistencia histórica de las prácticas de intermediación informal del trabajo
(Pugliese, 1993; Mingione, 1992). Se trata de un fenómeno sistemático con una larga tradición en el caso italiano
(Colloca y Corrado, 2013; Corrado, 2011; Perrotta y Sacchetto, 2013) y español (Hartman, 2008), que se ha conso-
lidado más recientemente en algunas zonas agrícolas de Grecia (Papadopoulos, 2009).

La interacción entre estos dos factores ha generado una redefinición de la constitución material de las re-
laciones laborales en agricultura, reemplazando parcialmente el derecho del trabajo, que tiene carácter general,
por modalidades de regulación social del trabajo a nivel local, produciendo una balcanización de las condiciones
laborales y de los derechos realmente reconocidos en las relaciones sociales.

Como consecuencia de ello, los inmigrantes empleados en la agricultura en condiciones de irregularidad


han llegado a ser sujetos privados de derechos civiles y sociales fundamentales, colocados en “nuevas zonas de
no-derecho” (Mésini, 2009: 106). Esta condición penaliza especialmente a las mujeres. Ellas casi siempre ganan
menos que los hombres y se pueden encontrar fácilmente en situaciones de sujeción física, incluida la intimida-
ción sexual, como ha sido registrado, por ejemplo, en Sicilia (Mangano y Galesi, 2010) y en Almería (Rubeere,
2013). La desarticulación del derecho laboral se transforma fácilmente en desarticulación generalizada del de-
recho y de los derechos individuales, porque quién vende la fuerza de trabajo está debilitado dentro y fuera del
lugar de producción. Como nos enseña la historia colonial, los procesos de subyugación jamás son sectoriales, sino
siempre, al menos potencialmente, generales y generalizados.

El quinto aspecto es la contribución de los inmigrantes al mantenimiento de la competitividad de los pro-


ductores agrícolas locales, incluso en el periodo de prolongada crisis económica, por la reducción de los costes del
trabajo y la disponibilidad para trabajar de manera flexible y en contextos de pluriactividad.

El ingreso de los países en la Comunidad Europea y, después, su adhesión a la moneda única han reducido
las posibilidades de acción en el ámbito económico y financiero de los estados, que han buscado nuevas ventajas
competitivas. La estrategia de las economías agrícolas semiperiféricas se ha organizado en torno a la reducción de
los precios de los productos, a través de la contracción del gasto de la mano de obra, y al incremento de los niveles
de producción, aumentando tiempos y ritmos del trabajo. Esta estrategia ha sido realizada empleando fuerza de
trabajo inmigrante, incorporada en procesos de extracción de plusvalía absoluta y relativa.

El incremento de la competitividad agrícola también se ha logrado mediante una profundización de las re-
laciones de competencia entre la mano de obra inmigrante, introduciendo nuevas líneas de separación basadas

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en la nacionalidad, el color de la piel, el género, las condiciones administrativas, los tiempos y la duración de la
residencia.

En España, por ejemplo, la nacionalidad extranjera más presente entre los trabajadores jornaleros en agri-
cultura ha sido, hasta principios de los años 2000, la marroquí (García Sanz e Izcara Palacios, 2003). Esta nacionali-
dad ha venido acompañada, con un efecto de sustitución parcial, por la población inmigrada de la Europa oriental,
especialmente de Rumanía (Markova, 2006; Viruela Martinez 2006), y también de algunos países de América del
Sur (Torres y Gadea, 2012). Este proceso ha producido un cambio parcial en las relaciones laborales y una nueva
jerarquía entre los trabajadores, que ha reducido los derechos y los niveles salariales adquiridos en el pasado
(Gualda, 2012; Hartman 2008; Izcara Palacios 2009). El mismo proceso de competencia entre grupos de inmigran-
tes a causa de la llegada de nuevas nacionalidades ha sido registrado en Grecia (Kasimis, 2008; Papadopoulos,
2009) e Italia (Galesi y Mangano, 2010).

Al final, el análisis de la literatura disponible muestra que los inmigrantes empleados en la agricultura de la
Europa meridional se hayan inmersos en las relaciones de producción más coherentes con la teoría neoliberal de
la organización socioeconómica. Los trabajadores extranjeros se han situado en relaciones sociales ‘liberadas’ de
los vínculos de la legislación laboral y del derecho del trabajo y, en consecuencia, son obligados a negociar, en cada
lugar, reglas y condiciones de empleo.

En esta situación las políticas públicas, nacionales y europeas, no han introducido factores de discontinui-
dad. En particular, la política europea, especialmente la Política Agraria Común (PAC), ha incidido en las explota-
ciones agrarias, influyendo sobre sus dimensiones y opciones productivas, sus niveles de producción y precios y
las relaciones entre la agricultura y el medio ambiente (Burrell, 2009; Lynggaard y Nedergaard, 2009), pero no ha
intervenido sobre la totalidad de los factores productivos. En particular, se ha evitado la adopción de medidas para
sostener la eficiencia económica de los pequeños productores y condicionar las modalidades y las condiciones de
empleo de la mano de obra agrícola. Al contrario, los cambios en el mercado común de los años 80, que impu-
sieron vínculos a la producción agrícola de los países mediterráneos y provocaron la integración subalterna de su
agricultura en el sistema internacional del agro-business (Mottura, 1990; Mottura y Mingione, 1989; Etxezarreta y
Viladomiu, 1989; Perez Yruela, 1995), han sido afrontados a través del crecimiento de los subsidios públicos y del
empleo de trabajo informal.

Las políticas locales han seguido la misma orientación hacia la población inmigrante. Esto ha sido evidente
especialmente en el caso del acceso a la vivienda. Este derecho ha sido garantizado a través de las relaciones de
mercado o de apoyo mutuo entre los inmigrantes y no por la acción de las instituciones públicas. Las investigacio-
nes han observado este proceso en todos los países: en particular, en las áreas de Murcia (Torres y Gadea, 2012) y
El Ejido (Checa, 2010) en España; en varias zonas de Italia meridional (Colloca y Corrado, 2012); en Grecia, donde
“con referencia a otras formas de integración de los inmigrantes, el gobierno todavía no ha elaborado una acepta-
ble estructura institucional ni ha adoptado una específica política para la integración” (Kasimis, 2012).

La consecuencia ha sido que las áreas agrícolas del Mediterráneo septentrional se han trasformado en es-
pacios de exclusión espacial, donde se observa la persistencia en el tiempo de varios guetos rurales, temporales
o permanentes, como en Piana di Gioia Tauro, Calabria (Colloca, 2011; Corrado, 2010), en la provincia de Foggia y
Nardò, Pulla, y en Venosa, Basilicata (Perrotta y Sacchetto, 2013) o en Saluzzo, Piamonte, en Italia; en la comarca

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de Almería, en España (Checa y Arjona, 2007); en la área de Manolada en Grecia (Daskalopoulou, 2012)3. Esta per-
sistencia contribuye a disminuir el estatus social y el valor simbólico de la población trabajadora extranjera y, por
lo tanto, favorece el control espacial de la fuerza de trabajo inmigrante empleada en agricultura.

La ausencia o la residualidad de las políticas públicas encaminadas a la defensa de los derechos sociales de
la población inmigrante es la expresión de una modalidad de gobierno general y cotidiano de esta población. Esta
forma de gobierno residual ha cambiado el espacio rural, afectando más en general a su forma de regulación, de
manera funcional al consenso político y a las exigencias económicas locales, tolerando, y también manejando de
manera represiva, diferentes formas de irregularidad e ilegalidad. Este dispositivo de gobierno también se basa
en el consenso de las poblaciones autóctonas, que se han beneficiado hasta ahora de esta población disponible,
aunque esto no está garantizado en el futuro.

4. El funcionalismo postcolonial de las sociedades locales


La población extranjera ha realizado y sigue realizando una función de suplencia de la población local en el
marco económico, demográfico y social.

En numerosas investigaciones se pone en evidencia la escasa oferta de trabajo de la mano de obra nacio-
nal en la agricultura, un sector que ha respondido buscando trabajadores procedentes del extranjero, también
durante la crisis económica iniciada en 2008. En Grecia, según Kasimis (2008: 512), “los inmigrantes cubren los
‘gaps’ dejado por la población autóctona en el mercado de trabajo”. El mismo análisis ha sido elaborado sobre
el caso español, evidenciando el doble, si bien relativo, rechazo de la población local hacia las condiciones labo-
rales precarias y el trabajo en el sistema de producción intensiva basado en los invernaderos (Galdeano-Gómez,
Aznar-Sánchez y Pérez-Mesa, 2011; Hoggart y Mendoza, 1999). Esto también se ha observado en las áreas de
inmigración más recientes, como en el caso de la economía de Jimena de la Frontera, que “se sustenta en el tra-
bajo inmigrante, y en ese punto la aceptación de su presencia es unánime, así como el convencimiento de que
su desaparición acarrearía el hundimiento de la economía local. En este sentido, se asume que los inmigrantes
resuelven las demandas de trabajo agrícola [...] porque ha dejado de ser interesante para los autóctonos” (Pérez
De Guzmán, Martín y Ulloa, 2008: 180).

Los inmigrantes han resuelto el problema de la falta de mano de obra en las agriculturas nacionales, rela-
cionada también con la nueva demanda de trabajo en las áreas rurales y, en general, con la falta de disponibilidad
para las tareas más marginales y menos seguras, remuneradas y valoradas por parte de las poblaciones locales
(Kasimis, Papadopoulos y Pappas, 2010; Pérez De Guzmán, Martín y Ulloa, 2008).

La función de suplencia económica también ha operado de manera indirecta. Por ejemplo, en algunas zonas
se ha verificado que los inmigrantes trabajan en el campo y una parte de la población local percibe el subsidio agrí-
cola, realizando el número mínimo de jornadas necesario de manera real o ficticia. La función de suplencia de los
inmigrantes no se ha restringido al campo económico y también ha implicado aspectos demográficos y sociales.

En primer lugar, esta función se ha relacionado con la crisis de la estructura demográfica de las áreas rurales,
frenando y, en algunas situaciones, invirtiendo los largos y profundos procesos de abandono y de envejecimiento
3 Un conjunto de fotos se puede ver aquí.

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de la población residente. El nexo entre la cuestión demográfica de las áreas rurales y la inmigración como opor-
tunidad de repoblación es fuerte (Kasimis 2005, 2008, 2010). En esta perspectiva funcionalista los inmigrantes son
fuerza de trabajo de substitución, pero también población de substitución, con una edad media más baja que la
población local y una mayor disponibilidad para la inserción en trayectorias laborales y sociales abandonadas por
los jóvenes locales.

En segundo lugar, la oferta de mano de obra extranjera ha favorecido los procesos de movilidad social
ascendente de una parte de la población rural, sobre todo jóvenes y mujeres. El empleo de los inmigrantes ha
liberado tiempo para los miembros de las familias de agricultores anteriormente ocupados en el campo y esto les
ha permitido incrementar su capital social y cultural (Cavounidis, 2006, 2013). Refiriéndose a la investigación de
Kasimis (2005), Jentsch (2007: 8) observa que los “trabajadores migrantes han sido importantes para la supervi-
vencia y la expansión de las explotaciones y han complementado el trabajo familiar cubriendo la falta de trabajo
estacional. Ellos además han permitido a los miembros de las familias de agricultores emplearse fuera del sector
agrícola”.

La difusión de los mecanismos y de las prácticas del mercado en la conducción de las explotaciones agríco-
las y la solicitud sistemática de trabajo asalariado también han actuado a nivel simbólico, permitiendo que los pe-
queños agricultores se hayan convertido en pequeños empresarios, poniéndose a un nivel más alto en la jerarquía
simbólica y política de las sociedades rurales locales.

Los trabajadores migrantes constituyen la base sobre la cual se ha edificado el nuevo espacio social en las
áreas agrícolas, que ha producido una ilusión colectiva de movilidad social ascendente.

De este modo, los inmigrantes se han convertido en una presencia necesaria pero subalterna por razones
estructurales y, también, por razones sociales y simbólicas. En consecuencia, como reconoce Abdelmalek Sayad
(2010), los inmigrantes tienen que estar en su lugar: el lugar de quien no pertenece al espacio (político y social)
legítimo. Los inmigrantes son parte de un mundo escondido, que se ve solo después de hechos graves mostrados
por la prensa, un mundo subalterno o ausente, extraño. La relación fundamental entre ellos y los autóctonos es
una relación de dominación de tipo colonial: la población inmigrante es útil pero externa, gobernada a través de
una mezcla de elementos - informalidad, flexibilidad, aplicación selectiva de la ley - que forman un dispositivo de
gobierno y de control del trabajo vivo (y del territorio) para alimentar la valorización capitalista y los intereses de
las clases y de los grupos dominantes a nivel local.

La población inmigrante está gobernada como población externa a la local, como población invitada y provi-
soria, en una estructura que reproduce relaciones sociales de tipo colonial: los inmigrantes constituyen un cuerpo
extraño, que no pertenece a lo local, cuyas condiciones de vida y trabajo interesan a la sociedad autóctona solo si
amenazan la situación social y política consolidada y sus ventajas económicas y simbólicas. Ellos están gobernados
y definidos como un cuerpo con derechos limitados, que se tolera porque es útil y necesario. Esta es una forma
de funcionalismo cínico de masa, que afecta a todas las dimensiones de vida: económica, política y cotidiana. El
modelo de pensamiento válido hacia los extranjeros es el mismo que el expresado por el alcalde de El Ejido (Es-
paña) después de los episodios de violencia hacia los inmigrantes sucedidos en febrero de 2000: “a las ocho de la
mañana todos los inmigrantes son pocos. A las ocho de la noche, sobran todos” (Checa et al., 2010: 128).

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Los modelos de gobierno y construcción simbólica de los inmigrantes vigentes en los territorios observados
expresan la finalidad general de gobernar mediante prácticas y políticas neocoloniales esta población y mano
de obra. Esto se realiza a través de la reproducción de relaciones de separación y de subordinación económica,
política y jurídica – por tanto, de relaciones de carácter colonial - dentro de contextos que no son formalmente
coloniales. Se trata de un intento dirigido por los gobiernos y las fuerzas sociales europeas dominantes, que tiene
como objetivo confirmar los sistemas de poder y las referencias culturales características del largo proyecto euro-
peo. Sin embargo, esta acción política se basa en relaciones de poder cada vez menos actuales, erosionadas por
los movimientos sociales, incluidos los de los inmigrantes, y por la crisis del proyecto hegemónico europeo, que
tiene crecientes dificultades para reproducir relaciones de dominio de tipo colonial.

5. Conflictos sociales y crisis del campo neoliberal


La lógica de las prácticas de gobierno de la mano de obra y de la población extranjera en las áreas agrícolas
se ha desarrollado, durante algunos decenios, aparentemente sin oposición ni contradicciones. En realidad, se han
verificado conflictos latentes y manifiestos.

Los primeros, los conflictos latentes, han sido especialmente de dos tipos. Por un lado, el conflicto represen-
tado por la fuga de la agricultura y de las áreas agrícolas, con consecuencias negativas para las políticas de repobla-
ción a través de los inmigrantes, y, por el otro, los conflictos cotidianos y las negociaciones en los lugares de traba-
jo, de manera coherente con la lógica informal que domina las relaciones de empleo. La fuga hacia otros sectores
económicos y el conflicto laboral cotidiano favorecido por la informalidad difusa son expresiones de turbulencia
social y de la crisis del dispositivo de control de la mano de obra organizado en la agricultura de la Europa del Sur.

Los segundos, los conflictos manifiestos, han sido protagonizados y también soportados por los inmigran-
tes. Este tipo de conflictos se ha manifestado usualmente según dos esquemas: el esquema acción-reacción, en el
que los extranjeros han reaccionado de manera pública frente a la oposición de los autóctonos ante su presencia,
y el esquema de la acción directa, caracterizado por el hecho de que los trabajadores inmigrantes han actuado
directamente para revindicar derechos y mejores condiciones laborales.

El esquema acción-reacción se ha observado, por ejemplo, en el conflicto de El Ejido (España) en febrero de


2000, cuando alrededor de 60 trabajadores del campo marroquíes fueron heridos durante tres días de revuelta
racial y, en los días siguientes, los trabajadores organizaron una huelga para protestar contra los ataques racistas
y reivindicar el derecho a la seguridad, la vivienda para quien la había perdido y la legalización de los sin papeles
(Martínez, 2002)4. El mismo esquema se ha observado en Manolada (Grecia) en abril de 2013, cuando 28 trabaja-
dores de Bangladesh, que formaban parte de una movilización de alrededor de 200 migrantes, fueron tiroteados
en un campo de cultivo de fresas por dos capataces porque reclamaban el pago de salarios atrasados (Sánchez-
Vallejo, 2013). En los días siguientes los inmigrantes organizaron una manifestación pública para revindicar justicia
y seguridad.

Los casos de acción directa se han manifestado mediante huelgas o disturbios aparentemente repentinos.
Huelgas de este tipo fueron promovidas en Nardò, Pulla (Italia), en 2011, contra las explotaciones y los intermedia-

4 Un conjunto de artículos de prensa está disponible aquí.

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rios informales de mano de obra (VV. AA., 2012) y en Castelnuovo Scrivia, Piamonte (Italia), en 2012, para el pago
de salarios5. Un ejemplo de revuelta lo encontramos en Rosarno, Calabria (Italia), en enero de 2010, después de
unas manifestaciones pacíficas para pedir viviendas dignas, seguridad y trabajo. La mayoría de los inmigrantes fue
expulsada por la policía, después de sufrir agresiones por una parte de la población local (Corrado, 2011).

Las revueltas de las poblaciones - inmigrante o autóctona - han puesto en evidencia, por un lado, las con-
diciones de explotación y de negación de los derechos económicos y sociales en que los inmigrantes viven, que
contrastan fuertemente con las expectativas y las perspectivas de sus proyectos migratorios, y, por el otro lado, la
voluntad dominante en las poblaciones locales de conservar las relaciones de poder vigentes.

En estas revueltas se ha confirmado la separación entre extranjeros y autóctonos, certificando que en los
mercados de trabajo y en las zonas agrícolas de la Europa meridional la ‘línea de color’, descubierta en los inicios
del siglo XX por William Edward Du Bois, está activa y está creciendo. El color de la piel, y la historia que represen-
ta, constituyen una específica determinación y delimitación de las posibilidades de empleo y de presencia social
de los inmigrantes, especialmente si no son enteramente blancos y son negros, gitanos o musulmanes. La separa-
ción determinada por, y organizada en torno a, la línea del color afecta al mercado de trabajo y también a todos los
ámbitos de la vida social cotidiana, incluida la distribución en el espacio urbano. Hay diferentes ejemplos de esta
separación entre blancos (dominantes) y no blancos (dominados) en todos los países en examen, que se acentúa
en las áreas agrícolas de trabajo estacional o de refugio de los inmigrantes. Algunas de estas áreas son guetos ru-
rales, pero también hay muchas áreas caracterizadas por la segregación y la separación espacial. Por un lado están
los negros o los no blancos o, más en general, los extranjeros que trabajan en el campo y, por otro lado, están los
blancos, a veces a través de la intermediación de algunos inmigrantes, que se benefician de diversas maneras de
su trabajo vivo, mientras entre los dos grupos las interacciones y relaciones cotidianas son casi nulas, reducidas a
los aspectos funcionales. Esta separación se confirma por el hecho de que los trabajadores extranjeros han encon-
trado usualmente el apoyo a sus reivindicaciones o peticiones solo por parte de una minoría de la población local
y de las organizaciones sindicales y políticas.

En los años más recientes, caracterizados por la crisis económica y de empleo, las tensiones sociales han
sido alimentadas, en algunas áreas, por la competencia ocupacional y salarial atribuida por los autóctonos a los
extranjeros (Kasimis et al., 2010), que se ha añadido a las otras condiciones - aislamiento social y espacial, situa-
ciones de infravivienda, ausencia de políticas orientadas a afirmar los derechos sociales para toda la población y la
construcción social de las jerarquías nacionales - favoreciendo los conflictos sociales y raciales entre la población
local y los extranjeros. A pesar de que hay pocas investigaciones sobre los efectos sociales y de poder de la crisis
y, por eso, hay poca literatura de apoyo, se puede reconocer que la crisis económica y financiera ha agravado las
tensiones, especialmente en Grecia (Kasimis, 2012) y España (Garson y Dumont, 2009; Torres y Gadea, 2012). Por
ejemplo, en Grecia, según Charalambos Kasimis (2012) “mientras que en el pasado los migrantes cubrían los hue-
cos del mercado de trabajo respecto a trabajos manuales y duros, por la crisis [los griegos] van a competir en el
mismo mercado de trabajo con los inmigrantes”. En el análisis realizado por Torres y Gadea (2010: 77) se observa
que en la área de Murcia “la crisis económica comienza a alterar la complementariedad de los trabajadores autóc-
tonos e inmigrantes en la estructura etnofragmentada”.

5 Noticias sobre esta huelga se encuentran en diversos sitios y periódicos en italiano. Un resumen en ingles se encuentra disponible aquí.

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6. Conclusiones
El análisis presentado ha mostrado que la agricultura de la Europa Meridional está caracterizada por la cen-
tralidad del trabajo migrante. Este fenómeno social se ha verificado en todos los países observados y ha afectado
a todas las áreas agrícolas. La inserción de los inmigrantes se inició en los años 80 y, después, ha sido permanente
y cada vez más significativa. Esta inserción se ha realizado de manera coherente con los principios de la teoría
económica neoliberal, que postula la necesidad de mano de obra flexible, barata, disponible y sin tendencias
conflictivas.

La oferta extranjera de trabajo en la agricultura ha satisfecho este tipo de demanda. Ella y la PAC (Política
Agraria Común) han constituido los principales factores competitivos para las explotaciones, fortaleciendo la agri-
cultura de los países observados. El sistema se ha basado en una polarización socioeconómica y étnico-nacional,
separando a los beneficiarios de la riqueza, constituidos por una parte de la población local y las explotaciones, de
los productores de la riqueza, los trabajadores, especialmente inmigrantes. Por lo tanto, se ha producido un fun-
cionalismo postcolonial basado en la separación entre nacionales y no-nacionales, que ha dado vida a un modelo
de gobierno de la fuerza de trabajo extranjera caracterizado por la segregación espacial y social y una construcción
social y política de los inmigrantes de tipo colonial, como mano de obra necesaria pero externa a la comunidad.

Este modelo económico es estructuralmente inestable porque está basado en relaciones sociales de pro-
ducción fuertemente asimétricas. Así, está continuamente expuesto a reivindicaciones conflictivas, que no puede
resolver. En consecuencia, este modelo de agricultura no tiene la capacidad de responder a demandas clásicas,
basadas en derechos laborales ampliamente afirmados, que implican el reconocimiento económico y social del
trabajo y de sus protagonistas.

Los conflictos laborales y sociales en este tipo de agricultura manifiestan la crisis del modelo económico
vigente de producción agrícola y de gobierno postcolonial de su población y mano de obra migrante. La agricultura
es dependiente de manera creciente de factores productivos – en primer lugar el trabajo – a costos bajos, alcan-
zando una tendencia que tiene limitaciones en diferentes direcciones: social, política y ecológica. Esto constituye
un límite, al menos en el medio plazo, para la reproducción de la actual estructura de relaciones de producción y
de los objetivos económicos más generales de la actividad agrícola. Esta crisis, por lo tanto, abre a posibilidades
nuevas, que suponen novedades posibles en las relaciones entre autóctonos e inmigrantes en las áreas agrícolas,
con posibilidades de alianzas inéditas, y también en las relaciones con las instituciones públicas, que en la forma
estatal vigente no son capases de concretar sus objetivos constitucionales.

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Despoblación, desarraigo y escuela rural: condenados a encontrarse


Depopulation, uprooting and rural school: condemned to come across

Domingo BENITO LUCAS

Universidad de Salamanca
domin_benito@usal.es

BIBLID [ISSN 2174-6753, nº6: 56-69]


Artículo ubicado en: www.encrucijadas.org
Fecha de recepción: octubre de 2013 || Fecha de aceptación: diciembre de 2013

RESUMEN: El artículo hace un repaso a las principales influen- ABSTRACT: This article revisits the main influences that school
cias de la institución escolar sobre la despoblación de las zo- exerts over the rural depopulation. Therefore, we will start by
nas rurales. Para ello, comenzaremos haciendo un recorrido doing an overview of the factors and concepts needed to take
sobre los factores y conceptos a tener en cuenta a la hora into account when talking about population in Castilla y León.
de hablar de la población en Castilla y León. A partir de ese From this viewpoint, we summarize the contributions made
análisis, realizamos un resumen de las aportaciones de dife- by different qualitative studies in this field, paying special
rentes estudios de corte cualitativo, deteniéndonos de forma attention to the gender factor as a relevant variable within
prioritaria en el factor de género como variable relevante en the frame of personal and family strategies. Afterwards, we
el marco del estudio de las estrategias personales y familia- point out the role that school plays in these processes, both
res. Posteriormente indicamos el papel que juega la escuela from a clearly structural perspective and from the cultural
en estos procesos tanto desde una vertiente puramente es- and identification influences that the institution establishes.
tructural como desde las influencias culturales e identitarias We see how school has had a double role in the rural depo-
que establece la institución. Vemos cómo la escuela ha tenido pulation: when promoting the “illustrated escape” and when
un doble rol en la despoblación rural: como facilitadora de raising the confrontation with urban identities. Eventually, we
la “huida ilustrada” y como provocadora de conformación de discuss in which terms the debate between urban and rural
identidades urbanocéntricas. Finalmente nos preguntamos school concluded, since it has been of great importance in the
en qué términos se ha concluido el debate de escuela rural o discussion of educative policy in the rural area.
urbana que ha tenido tanta incidencia en la discusión sobre la
política educativa en el ámbito rural.

Palabras clave: escuela rural, despoblación, arraigo, identi- Key words: rural school, depopulation, rooting, identity, stra-
dad, estrategias tegy

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1. Introducción
Para afirmar a estas alturas que la despoblación está poniendo en serio peligro el futuro del mundo rural
no hace falta citar demasiados trabajos académicos o poner en marcha estudios o sesudas investigaciones. La
realidad es tan dura (y en ocasiones, ruda) que la evidencia se presenta ante nosotros con una fuerza inconmen-
surable. Un paseo por cualquiera de los pueblos de las provincias castellanas garantiza, salvo loables excepciones,
una imagen descarnada de un mundo en crisis profunda. Y sin embargo no es lo mismo entender la fotografía que
comprender los procesos que nos han llevado a esta situación y ni mucho menos las consecuencias que puede
tener para el futuro y el presente de los territorios.

Durante el presente artículo haremos hincapié en los procesos de abandono de las zonas rurales derivados
de una concepción tradicional de la ruralidad en crisis y retirada. Una visión que la vincula al sector primario y con
unas pautas culturales, sociales y relacionales que la identificaban con el atraso y el inmovilismo. Esta desvaloriza-
ción de lo rural, defendemos, ha fomentado sentimientos de desarraigo.

Somos conscientes de que dicho análisis deja fuera una realidad importante, y es el hecho de que durante
estas décadas la realidad rural y el concepto atribuido a la misma han mutado notablemente. De ahí que sea nece-
saria la distinción entre la “ruralidad tradicional en crisis” y las “nuevas ruralidades emergentes”. Para Ruiz Rivera
y Delgado Campos (2008), las nuevas ruralidades serían formas de entender la organización y las funciones de los
espacios rurales, que superan esa visión atávica centrada en la agricultura y la ganadería, aunque sin desdeñarla.
Vinculadas, por tanto, a nuevos usos del territorio y a la desagrarización y la terciarización que se vienen observan-
do, las ruralidades actuales no son realidades uniformizadas y homogéneas sino que ganan en heterogeneidad,
adquiriendo el carácter incluso de nuevos melting-pots (Oliva, 2010), no sólo en el ámbito poblacional sino tam-
bién en el productivo, cultural o de ocio. Los rasgos de estas nuevas ruralidades, aun manteniendo condiciones
similares a la anterior, no son los mismos, ni mucho menos.

Esto hace, además, que durante los últimos años se puedan observar también movimientos no solo de
abandono poblacional, sino también de retorno, vinculados fundamentalmente a esas nuevas concepciones eco-
nómicas y sociales de la ruralidad. Es un aspecto que hay que tener en cuenta pero que no supone el centro de
atención en este artículo.

El análisis no se centra en los procesos de construcción identitaria que se dibujan alrededor de estas nue-
vas concepciones de la ruralidad, que en parte son responsables del desarrollo del llamado “idilio rural”. Eso será
motivo de otras necesarias reflexiones. Al contrario, nos centramos en la configuración del “idilio urbano” y en la
identificación del éxito vinculado a la ciudad frente al fracaso personal, adscrito a aquellas personas que “tuvieron
que quedarse en el pueblo”.

Nos interesa conocer especialmente cómo ha ido gestándose a lo largo de las últimas décadas esa visión
de la ruralidad desde el punto de vista de la construcción de la identidad, y qué papel ha jugado la escuela en el
proceso. Todo ello para terminar preguntándonos si algo ha cambiado en esa institución durante estas décadas en
ámbitos de influencia directa como el estructural (la propia organización escolar) y el curricular.

El hecho de elegir Castilla y León como inicio del análisis poblacional no es aleatorio: se trata de la región
con mayor superficie de la ya superada UE-15 pero también de uno de los territorios con mayor dispersión pobla-

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cional y donde la estructura demográfica es especialmente indicativa de las consecuencias que la despoblación ha
tenido para estas zonas: envejecimiento, ausencia de generación soporte y masculinización.

2. Estructura poblacional de Castilla y León: abandono, envejecimiento y masculiniza-


ción.
A principios del siglo XX, la población de Castilla y León representaba el 12,4 % del total del Estado y a
principios del XXI se sitúa en torno al 6,1%. La pérdida de peso poblacional específico, por tanto, una realidad y
forma parte de la cotidianeidad de esta Comunidad. Pero es, además, un asunto que preocupa. Así, en el último
Barómetro del Mundo Rural de la Fundación Perspectivas (2011) se puede observar cómo la despoblación (y el
abandono de las zonas rurales) es el principal problema que señalan los ciudadanos con un 28%, seguido de la
falta de trabajo (17%) y la falta de infraestructuras (11,7%). Igualmente, existe un notorio interés de tipo acadé-
mico, institucional y político que se traduce en múltiples investigaciones y programas que miran en esa dirección
(Gómez-Limón Rodríguez, Atance Muñiz y Rico González, 2007).

Si tuviéramos que destacar algunas de estas dinámicas geográficas, sociales y poblacionales haríamos refe-
rencia al menos a la dispersión poblacional, el envejecimiento, la masculinización (Barrio Aliste, 2010) y la huida
de las cohortes más formadas como anticipo de la pérdida de población soporte y la situación de peligro en la que
se encuentra la sostenibilidad social de los territorios (Camarero et al., 2009).

La mitad de la población española que vive en municipios con un tamaño inferior a 100 habitantes lo hace
en Castilla y León, lo cual da cuenta del grado de dispersión existente y de cómo dicha dispersión es una anomalía
relativa respecto a las realidades del resto del país (Consejo Económico y Social de Castilla y León, 2004). Son los
municipios con menor población y más alejados de las capitales de provincia los que más retroceso demográfico
han tenido (Barrio Aliste, 2010). La explicación es sencilla: los entornos periurbanos tienen dinámicas distintas y
gran parte de los déficits tradicionalmente identificados con la ruralidad no son aplicables en esos espacios. Esto
nos indica que, en cualquier caso, la complejidad del debate sobre la propia conceptualización de la “ruralidad”
(Camarero et al, 2009).

En este marco es en el que se introduce el concepto de “sostenibilidad social” (Camarero et al., 2009), pues
existen amplios puntos de encuentro entre el mantenimiento de los servicios públicos y la población, especial-
mente en aquellos sectores que son fundamentales para la supervivencia de los entornos rurales y para la cons-
trucción de un futuro de calidad de vida en los mismos.

Más teniendo en cuenta que los servicios que en mayor medida se han visto afectados han sido los edu-
cativos, sanitarios y comerciales, debido a su concentración en núcleos de población mayores, lo cual repercute
muy negativamente no sólo en la calidad de vida de quienes allí viven, sino en el propio mantenimiento o afian-
zamiento de los ciudadanos (Bustos Gisbert, 2006). Si nos centramos en los servicios educativos y sanitarios, la
percepción de los mismos como “claves para alcanzar y/o mantener una calidad de vida adecuada” depende, en
parte, del tamaño del municipio donde se habita. Según el estudio realizado por Escribano Pizarro (2012), una de
las razones puede ser el hecho de que en los núcleos con mayor población no se vislumbra la posibilidad de esca-
sez en la oferta, cosa que sí ocurre en las localidades más reducidas y/o alejadas de otras mayores.

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2.1. Un mundo rural masculinizado

Una de las características de este proceso que ha venido ocurriendo durante las últimas décadas es que la
población de Castilla y León en las zonas rurales está eminentemente envejecida y masculinizada. Los datos de po-
blación del mundo rural muestran un déficit de población femenina que se acentúa a medida que los municipios
analizados son más pequeños y es especialmente patente en los grupos de mujeres que tienen más de 40 años.
En cambio, se produce una intensa feminización de la población de más de 65 años, debido a la mayor esperanza
de vida de las mujeres (Barrio Aliste, 2010).

Los flujos migratorios de las mujeres cuyo destino es el propio mundo rural constituyen una excepción den-
tro del conjunto de los desplazamientos en Castilla y León y responde casi siempre a los llamados flujos de retorno,
con el reasentamiento de parejas de jubilados que abandonaron en los años cincuenta su pueblo para viajar a
otras ciudades y otros países (Consejo Económico y Social de Castilla y León, 2004)

Con el paso de los años, y principalmente en las últimas décadas, se ha entrado en un círculo vicioso re-
sultante del abandono sistemático de los jóvenes y las mujeres, especialmente de los jóvenes y las mujeres con
mayor formación (Díaz Méndez, 2005; Camarero y Sampedro, 2008; Alfonso, Díaz-Puente y Gallego, 2011).

2.2. Las mujeres en el mundo rural: estrategias personales y familiares

Por su situación específica es muy recomendable examinar la despoblación y los procesos que la acompa-
ñan desde la perspectiva de género. La mayor parte de los análisis sobre el medio rural, despoblación, arraigo o
dinámicas rurales tienen muy en cuenta a las mujeres, dedicándoles grandes apartados específicos o sencillamen-
te situándolas en el centro de su objeto de estudio. Durante los últimos años, principalmente desde los 80, se han
puesto en marcha una gran cantidad de estudios sobre las circunstancias de la mujer en el mundo rural tanto en
el ámbito nacional (Camarero, 1991; Sampedro Gallego, 1991; Díaz Méndez y Díaz Martínez, 1995; Díaz Méndez,
2005 y 2006; Camarero y Sampedro 2008; Camarero et al., 2009; Alfonso, Díaz Puente y Gallego, 2011) como en
el internacional (Corbett, 2009).

En Castilla y León, según los datos presentados por Gómez Benito y González Rodríguez (2002), el arraigo
femenino es mucho menor que el de los hombres, siendo la única Comunidad Autónoma en la que entre las muje-
res el deseo de abandono supera al de permanencia. Arraigo es uno de los conceptos que aparecen con frecuencia
en las reflexiones sobre el pasado, presente y futuro del mundo rural, especialmente cuando se habla de pautas
migratorias y de movilidad, que son vinculadas con estrategias de carácter personal y familiar. A través de esos dos
conceptos (arraigo y estrategias) se han analizado cuestiones de tanto calado como las peculiaridades del aban-
dono femenino del entorno rural, las diferencias entre las estrategias familiares ante los y las jóvenes rurales (Díaz
Méndez, 2006; Sampedro Gallego, 2008), los cambios sufridos en la relación de los y las jóvenes con los entornos
rurales (Gómez Benito y González Rodríguez, 2002 y 2005; Gómez Benito y Díaz Méndez, 2009) la importancia de
las nuevas pautas de movilidad en la elección residencial (Oliva Serrano, 2006 y 2010) o el valor del apego y las
aspiraciones como factores que propician el asentamiento en el territorio (Walberg y Greenberg, 1996; Alfonso,
Díaz-Puente, y Gallego, 2011).

Díaz Méndez (2006) señala que gran parte de estos estudios se han sostenido en el concepto de patriarcado

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y en la perspectiva de la construcción social del género. De ellos, entiende la autora, se pueden derivar explicacio-
nes de cambios en tres esferas: las opciones formativas seguidas por las mujeres, los cambios de carácter laboral
y, por último, los que tienen que ver con la vida privada o con la pública. El interés por las estrategias que ponen
en marcha los sujetos (estrategias personales) y los grupos (estrategias familiares) en el marco del mundo rural
comienza a tener sentido cuando se materializan de forma palpable los cambios en los modos de producción
generando contradicciones importantes en el seno del mundo rural y, particularmente, en las explotaciones fami-
liares, que sufren peligro de desaparición. Es decir, nos situamos entre la ruralidad tradicional ya en crisis y una
nueva ruralidad derivada del ocaso de los entornos rurales.

La conjunción de estrategias de carácter personal y estrategias de carácter familiar da lugar a toda una ti-
pología de las llamadas “trayectorias de continuación” y “trayectorias de no continuación”. Las primeras serán las
destinadas al desarrollo de las condiciones que permitan al joven o la joven mantenerse en el pueblo y crear su
horizonte vital en él. Las de “no continuación” ejercerán una fuerza en el sentido contrario, invitando, ayudando
o forzando por diversos medios al abandono del medio. Estrategias, como ha señalado Díaz Méndez (2006), son
diferentes para los hombres y mujeres y son aplicadas también de forma distinta por los hombres (padres) que
por las mujeres (madres).

Este punto de vista ha centrado su visión principalmente en lo que se han venido a considerar como “es-
trategias de huida”, es decir, los modos que tradicionalmente han tenido las mujeres de escapar de los entornos
rurales. Estrategias perfectamente documentadas a través de investigaciones cualitativas que, con las lógicas dife-
rencias de matiz entre autores, vienen a concluir prácticamente lo mismo: el género y la formación son variables
esenciales a la hora de comprender los procesos a los que hacemos referencia. Es decir, las trayectorias de conti-
nuación y de no continuación han sido distintas para hombres y mujeres jóvenes, y se han apoyado en estrategias
formativas diversas en función de los objetivos que el grupo y/o el individuo se hayan planteado. Entre las estrate-
gias de huida destaca, en cuanto al objeto de nuestro estudio, la llamada “huida ilustrada”, y al que dedicaremos
un apartado específico posteriormente.

Sobrevolando todo ello está la construcción de la propia identidad. Los jóvenes rurales que viven la que
anteriormente hemos denominado “ruralidad tradicional en crisis” se adscriben a un modo de visualizar el mun-
do rural que lo identifica con el atraso y el estatismo, en contraposición a la urbe, que representa idealmente la
frescura, el dinamismo y la oportunidad (Gómez Benito, 2004; Díaz Méndez, 2005; Oliva Serrano, 2006; Camarero,
2009;). Estaríamos ante la percepción de que el pueblo y la ciudad son claramente dos sociedades contrapuestas
(Díaz Méndez y Díaz Martínez, 1995). Por ello, las estrategias familiares que suponen trayectorias de no continua-
ción se desenvuelven con escasa resistencia por parte de unas jóvenes atraídos especialmente por la urbe. El pue-
blo, concebido como un lugar atrasado, retrógrado y cerrado (Gómez Benito, 2004) supone a fin de cuentas una
especie de jaula, donde las propias capacidades están aprisionadas y en el cual la construcción de una identidad
moderna no sólo es complicada sino que parece tarea imposible.

Y es en este aspecto en el que hay notables diferencias entre hombres y mujeres. Las mujeres jóvenes ten-
drán pocos motivos para ahondar en su arraigo. Buscan además un ideal de trabajo “de mujer” que se contrapone
con el agrario. Por último, sueñan con abandonar la sumisión patriarcal que existe en el seno de sus familias, que
se traduce en la condición de trabajadora de la categoría de “ayuda familiar” y tiene carácter vitalicio (Camarero
y Sampedro, 2008).

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Sabemos con cierta consistencia lo que significaba “ser rural” en la ruralidad tradicional. Para la juventud,
especialmente para la que ha sido el centro de los estudios (hijos e hijas de “los que se quedaron”) “ser rural”
suponía no sólo estar dentro de una categoría sino, principalmente, situarse fuera de otra. “Ser rural” era ante
todo “no ser urbano”. Lo urbano y lo rural formaban dos extremos de una dicotomía en clave sociocultural (Gómez
Benito y Díaz Méndez, 2009). Lo rural era, en última instancia, la antítesis de lo urbano especialmente cuando se
comparaba el estatismo del primero frente al dinamismo del segundo (Oliva, 2006). Esta lucha entre lo urbano y
lo rural ha sido, además, un rasgo distintivo de la experiencia social humana (Campbell y Yates, 2011).

La despoblación masiva y selectiva de los entornos rurales ha sido posible gracias a unas representaciones
muy concretas de la ruralidad por parte de determinadas generaciones. En la ruralidad tradicional (en descompo-
sición), el abandono del pueblo no era únicamente una derivación lógica de la situación que se vivía a nivel eco-
nómico en determinados territorios sino que, además, era considerado como un factor de “crecimiento personal”
(Glendinning et al., 2003). El progreso estaba fuera, cuanto más lejos mejor, y esta idea era sostenida en lo más
profundo por una gran admiración por el mundo urbano.

Nos referimos, es relevante repetirlo, a una determinada concepción y percepción de la ruralidad. Una
ruralidad tradicional, en crisis, que hoy día convive con otra concepción más positiva de lo rural, identificado con
la frescura de la vida en el campo, la vuelta al orígen y que supone una suerte de “idilio rural”. Los nuevos yaci-
mientos de empleo, la mejora de las comunicaciones, el desarrollo de la movilidad o el desarrollo de valores pos-
materialistas hacen que aparezcan los llamados “neorrurales”, abrazando una nueva concepción de los pueblos y
la vida en ellos, que confronta con la anterior (Ruiz Rivera y Delgado Campos, 2008; Camarero, 2009; Oliva, 2010).
Esas tendencias no pueden ser obviadas, pero no son el objeto de nuestra reflexión.

3. Cultura, escuela y ruralidad, algo más que coincidencias


Debemos preguntarnos cuál ha sido la aportación de la escuela a esa admiración por lo urbano, por las
ciudades, a esa consolidación de identidades urbanocéntricas que ha acompañado1 a todo el proceso de despo-
blación rural, especialmente de las mujeres rurales. Y, en paralelo, si dicha aportación continúa o las diferentes
reformas educativas han sido capaces de analizarla y encararla. Igualmente haremos un repaso a las que llamare-
mos influencias “estructurales” que se materializan en los procesos de huida ilustrada, donde el componente de
género queda más patente y las atribuciones de “éxito y fracaso”.

La Escuela, idea repetida con asiduidad, no sólo enseña sino que principalmente educa o, en términos de
Lerena ([1983] 1991: 53), “elige una cultura para desechar las demás”. Su nacimiento parece tener poco que ver
con el desarrollo democrático o la pretensión de igualitarismo, sino más bien con la necesidad de disponer de un
“taller de hombres” y de una estructura de modelado de identidades que favoreciese el desarrollo de la Nación y
la Patria (Fernández Enguita 1990; Cuesta 2005).

Esta modernidad líquida en la que nos encontramos tiene como consecuencia directa una deriva a favor del
yo que hace más frágiles los vínculos sociales y que, por tanto, se traduce en una pérdida de densidad de las ins-
tituciones heredadas (Álvarez-Uría y Varela, 2009). En este sentido, se habla de la crisis de la escuela en el marco
1 No es gratuita la utilización del verbo “acompañar”, pues no debemos caer en el error de atribuir a la escuela un papel que no tiene una
capacidad de influencia que evite observar el resto de factores (económicos, sociales, laborales) que explican los éxodos rurales.

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de la crisis de las instituciones de socialización. Así se entienden la pérdida de autoridad académica y moral del
profesor (Esteve, 2003) o la emergencia de otros centros de socialización que desplazan la centralidad en la que
tradicionalmente ha operado, entre otras, la institución escolar (Torres, 2006:23).

3.1 De la vieja escuela rural a la nueva escuela rural

En coherencia con el planteamiento que hemos mantenido a lo largo de la exposición anterior, realizaremos
una diferenciación entre los dos tipos de ruralidad (tradicional y nuevas ruralidades) y para ello nos serviremos
de lo que Feu i Gelis (2004) viene a llamar “vieja escuela rural” y “nueva escuela rural”, cuyo punto de inflexión se
sitúa en la evolución que ha sufrido a nivel político y estructural el sistema educativo en el periodo comprendido
entre 1970 y 1990.

En la España del siglo XIX y casi hasta medidados del XX, hablar de escuela y de escuela rural significaba casi
lo mismo. Las escuelas en su mayor parte estaban situadas en los pueblos y por lo general ostentaban el dudoso
honor de ser un auténtico desastre (Hernández Díaz, 2000). Esta “vieja escuela rural” está caracterizada por tener
una escandalosa falta de medios humanos, técnicos y económicos para desarrollar su actividad, ser concebida
por la Administración como “de cuarta categoría” y sostener una ratio enorme de hasta 90 alumnos por profesor.

Durante la primera parte del siglo XX observamos ya cómo el modelo escolar español es, con todo, emi-
nentemente rural, tanto en su organización como en el currículum aplicado, salvo escasas y loables excepciones:

Es lamentable comprobar cómo el Estado traza para la escuela rural, a manera de desdichada rama, un modelo pedagógico de referencia urba-
no, y por ello sin fisionomía rural, sin identidad. Y, sin embargo, el pueblo rural necesita una escuela con estilo específico, no predeterminada e in-
gual para todos los pueblos, porque es un organismo colectivo y propio del medio donde desarrolla su acción social (Hernández Díaz, 2000:120).

El régimen nacionalcatolicista de Franco opta en sus primeros momentos por la autarquía y la exaltación
del carácter rural de España. Esto hace que la escuela rural y todo lo que la rodea adquiera un significado y una
atención especial. Pero no por el interés de alfabetizar a grandes estractos de la población para garantizar mayor
suficiencia y autonomía intelectual sino precisamente para poner los recursos educativos al servicio de esa opción
ideológica. De ahí que esa “atención especial” se observe más en los discursos que en la realidad, pues la falta
de medios, recursos y especialmente de maestros cualificados, es evidente. El posterior desarrollo de diferentes
estructuras de formación y educación agraria que describe Lacruz (2000) propias del franquismo de los años 40 y
50 han de entenderse en este contexto.

Este carácter ruralizante que se observa en los discursos, materiales y decisiones que rodean el sistema
escolar cambia radicalmente de dirección con la llegada del llamado “desarrollismo” entre 1959 y 1973. De una
España fundamentalmente rural y analfabeta, con apenas medios para la supervivencia en algunas zonas de su
geografía se pasa de forma radical a un modelo basado en las ciudades y los centros provinciales. La desagrariza-
ción comienza a ser una realidad y comienza el éxodo a la urbe.

La escuela no estuvo ajena a este proceso. Feu i Gelis (2004) no duda en atribuir a la vieja escuela rural
un papel activo en el desprestigio de la cultura rural, especialmente la agraria, a través de unos maestros que,
salvando honrosas excepciones, ridiculizaban todo lo que tenía que ver con ese entorno. En la misma línea, se ha
señalado a la institución un papel activo en el desmantelamiento de estas zonas en los momentos de reconversión

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económica

La escuela, en este contexto, debía desempeñar un papel social y económico, invitando expresa o indirecta-
mente a la salida del pueblo, o formando adecuadamente a los niños y adolescentes para adaptarse más pron-
to, y con menor riesgo, a la nueva realidad que van a encontrar en la sociedad urbana (Hernández Díaz, 2000:132).

Igualmente,

Tampoco puede negarse que la escuela rural ha estado al servicio de un tipo de desarrollo que ha supeditado el campo a la ciu-
dad y que ha visto en la acomodación cultural del campesino a los patrones urbanos uno de sus objetivos (Barrio Aliste, 1996: 87).

La escuela es puesta al servicio del gran proyecto nacional de la tecnocracia del franquismo tardío.

Llegada la década de los setenta, la escuela española sufre un cambio radical con la aprobación de la Ley
General de Educación (LGE). Ciertamente, a pesar de las muchas críticas que pueden realizarse, esta supone una
evolución muy destacada de un sistema educativo que en sus grandes rasgos seguía manteniendo la estructura
básica heredada de la Ley Moyano de 1857. La LGE es un paso de gigante para el sistema educativo, que con ella
no se convertirá en un sistema democrático y debemos situarla en el paso de un sistema puramente elitista a uno
tecnocrático de masas, en términos de Cuesta (2005).

Con todo, la escuela rural sale especialmente mal parada en esta ley. La vieja escuela rural disponía de
pocos o incluso ningún tipo de recurso, pero al menos se situaba en el territorio. Con la aprobación de la LGE co-
mienzan a seguirse una serie de líneas de actuación que atacan la línea de flotación de la misma. En primer lugar,
desaparecen las escuelas unitarias a favor de las llamadas “concentraciones” (antesala de la supresión) y de las Es-
cuelas Hogar. Se despersonalizan y uniformizan aún más las escuelas rurales, olvidando así también los contenidos
y referencias al medio rural en el ámbito curricular y se abandona definitivamente toda posibilidad de implantar
definitivamente la multigraduación como estructura organizativa propia.

Es la entrada de nuestro país en el nuevo periodo democrático el que modifica notablemente la realidad
educativa a todos los niveles. No sólo por la aprobación de leyes que establecerán cambios en el sistema edu-
cativo sino por la irrupción de un conglomerado de actores en la política educativa. Los padres, los alumnos, los
sindicatos de profesores y los llamados Movimientos de Renovación Pedagógica (MRP) hacen su salto a la escena
incorporando en numerosas ocasiones elementos fundamentales en la agenda. Los MRP imprimen nuevas sen-
sibilidades sobre lo que han de ser los procesos y las estructuras educativas de un país democrático y comienza
a forjarse la llamada Reforma a través de la famosa “experimental”2. Es en este contexto en el que hay que situar
la aprobación en 1990 de la Ley de Ordenacón General del Sistema Educativo (LOGSE) y la implementación de los
Centros Rurales Agrupados (mucho antes, en 1983) que suponen otra forma de entender la escuela rural, aunque
sin afrontar los veraderos problemas endémicos de la misma (Bernal, 2004).

Aparecen con el Real Decreto 2731/1986 de 24 de diciembre sobre constitución de Colegios Rurales Agru-
pados en la Educación General Básica que, en su preámbulo decía:

La aplicación de este modelo en zonas de poblamiento disperso supuso una política de concentraciones escolares en Centros comarcales
que tuvo como consecuencia el cierre de numerosas pequeñas Escuelas y el recurso masivo al transporte escolar de los alumnos […] en
2 La puesta en marcha de la llamada Reforma, en la segunda mitad de la década de los ochenta, comenzó con un proceso participativo de
experimentación educativa en los centros. Se trataba de un modelo de abajo a arriba por el cual se creaban grupos de trabajo y experimen-
tación a través de los cuales se generarían las dinámicas que permitirían facilitar la reforma del sistema educativo. No obstante, la conocida
como “Reforma” llegó con la LOGSE y no satisfizo las expectativas puestas en ella en términos de innovación docente y curricular.

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consecuencia, lejos de alcanzar el objetivo de reducir las disparidades existentes entre el medio urbano y el rural, esta política tendió a
agravar las carencias de este último, dificultando el desarrollo educativo y afectivo de los alumnos y contribuyendo a su desarraigo cultural.

Pero frente a la apariencia de un impulso decidido de resolver estas contradicciones y problemas, la llegada
de la LOGSE supuso un verdadero jarro de agua fría para las expectativas creadas ya que, salvo con la multigradua-
ción implementada, poco se había avanzado, especialmente en el ámbito curricular. Los tres asuntos más contro-
vertidos son el hecho de que la escuela rural no tuviera un espacio específico en la ley, la falta de financiación, y el
debate sobre la incorporación más temprana a la educación secundaria que generaría la utilización del transporte
escolar a partir de los 12 años (Fraile, Irirate y Ollana, 2000).

Parece que el debate entre “escuela rural” o “escuela en lo rural” (Carabaña, 1985; Barrio Aliste, 1996; Jura-
do y Álvarez, 1998), sigue sin cerrarse y a día de hoy es el modelo de agrupaciones3 en el que se plasma la realidad
escolar (Bustos, 2009).

Por otro lado, las comunidades con mayor dispersión poblacional, amparadas en los recortes presupues-
tarios, están cerrando unidades y centros de este tipo (Álamo, 2012). Al margen de este aspecto no han existido
modificaciones legislativas relevantes, aunque hay que señalar que las escuelas rurales ya no son, ni de lejos, el
desastre del que hablábamos al inicio de la sección. Hoy disponen de más recursos y su propia configuración (en
aulas multigrado, pocos alumnos por aula y posibilidad inmediata de realizar salidas de campo) genera grandes
potencialidades pedagógicas que ya quisieran muchos centros urbanos (Bustos, 2007; Boix, 2010).

Uno de los déficits más acuciantes es el de la formación del profesorado. Hoy en día en los planes univer-
sitarios de formación inicial de los maestros rurales apenas aparecen referencias a la realidad y el análisis social,
cultural y pedagógico de la escuela en el mundo rural (Abós, 2007).

Bustos (2008) nos indica que el profesorado del medio rural andaluz es joven y con pocos años de carrera
profesional. La conclusión que saca el autor es que estos destinos no son definitivos, sino el inicio de la función
docente y serán abandonados pronto. La mitad de los profesores estudiados tenían menos de cuatro años de
experiencia docente.

Desaparece el tópico del maestro rural como la persona de referencia en el ámbito intelectual de la loca-
lidad. En parte por la propia crisis de la institución escolar, que no se constituye como centro social perdiendo la
influencia social, educativa y cultural que pudo llegar a tener, pero también por la falta de arraigo e implicación
territorial (Campbell y Gregory, 2011).

Para Maya Frades (2006), aquellos sistemas en los que los alumnos y alumnas pueden conocer, a través de
una programación educativa centrada en su propio entorno, las potencialidades de su territorio, tienen más posi-
bilidad de arraigarse y apostar por el mismo. No obstante, para Corbett (2009) nadie tiene claro aún cómo poner
en marcha proyectos educativos que favorezcan que los jóvenes se mantengan en el territorio. Ni siquiera está
claro (Carabaña, 1985; Barrio Aliste, 1996) que tal cosa sea política, ética o pedagógicamente aceptable.

3 Los Centros Rurales Agrupados no tienen una articulación legal muy distintiva del resto del resto de centros educativos. Al final la única
característica diferencial de las escuelas en el ámbito rural con respecto a las urbanas es el número de alumnos, su carácter multigraduado
y el carácter itinerante de los docentes. Las implicaciones que esto tiene a nivel docente y metodológico son interesantes y quedan muy
bien plasmadas en el trabajo de Boix (2004).

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3.2 La huida ilustrada

Dentro de las estrategias de huida a las que antes nos referíamos ha cobrado especial importancia para la
literatura la llamada “huida ilustrada” (Camarero et al., 2009). Es, además, una de las principales influencias de
la institución escolar en el marco del arraigo, toda vez que la escuela se constituye en motor del abandono de las
mujeres (Maya Frades, 2006).

Bajo esa denominación se conoce al proceso por el que muchas ven en la educación una vía de escape del
entorno (Camarero et al. 2009). El que sea especialmente palpable este efecto en las mujeres queda demostrado
cuando se analizan los resultados académicos y los niveles formativos de unos y otras en el medio rural. En la
actualidad la verdadera diferencia entre la juventud rural y urbana es la formación, en concreto la de las mujeres
jóvenes (Gómez Benito y González Rodríguez, 2002). Y todo ello proviene de una situación de diferencia palpable
en cuanto a las trayectorias personales y la forma de “encarar” la formación en función del género.

Ya se ha señalado el especial repudio que las mujeres tenían a la vida en los pueblos, a la que identificaban
con el retraso, el patriarcado y las escasas oportunidades. La vía de la ocupación y “el escape” hacia zonas urbanas
era, por tanto, la estrategia utilizada. Para ello un buen rendimiento escolar podía suponer un camino perfecto
porque suponía un camino natural hacia la ciudad. En algún momento de su formación, el pueblo no ofertaría su-
ficientes servicios. Es el caso del paso a la educación secundaria, que generalmente se encontraba (y se encuentra
en la actualidad) centralizada en las cabeceras de comarca o en las zonas de influencia territorial. Esto suponía sin
lugar a dudas una posibilidad muy importante o bien de ir día a día al entorno urbano (con transporte escolar o
privado) o bien de vivir temporalmente en el mismo. Si además la joven accedía a la universidad, la vida urbana
estaba asegurada. Pero, además, la formación secundaria y terciaria abonaba las habilidades y destrezas de la
joven y permitía su integración sociolaboral en entornos diferentes a los rurales.

En ocasiones, son incluso las propias madres las que ejercen un papel activo en este proceso “empujando”
a la que entienden que es una vida mejor fuera del pueblo, formando parte de las llamadas estrategias de no
continuación. En los casos en los que predomina el factor de “estrategia”, esto es, que se trata de una apuesta de
la madre o la familia al completo para que la joven se convierta en una “señorita” urbana. En estos casos suele
haber un apoyo importante por parte de toda la familia (hermanos varones incluidos, que no lo perciben como
una discriminación). Esto, unido a la independencia posible en el mundo urbano, es altamente motivador para
la continuación de los estudios, observándose que incluso aquellas que no logran un título que les permita un
trabajo cualificado rechazan las oportunidades de vuelta, buscando un empleo no cualificado pero manteniendo
su autonomía. La prolongación de los estudios se convierte así en una vía utilizada de forma preferente por parte
de las jóvenes para abandonar el pueblo y la familia de origen y asentarse en un entorno urbano (Díaz Méndez,
2006). Dicho de otra manera:

Las madres, conocedoras de sus limitaciones como transmisoras de un modelo de mujer que no es el que ellas representan, optan
por empujar a sus hijas hacia otras agencias socializadoras que les garanticen el aprendizaje de modelos femeninos urbanos. Hacen
esto con un claro objetivo: alejarlas del destino al que por su origen están orientadas (Díaz Méndez y Díaz Martínez, 1995: 208)

Los efectos más inmediatos de este proceso son dos: la movilidad de las mujeres rurales en un solo sentido
(ida pero no vuelta) y la mejora de la formación académica de las mismas. Las mujeres que finalmente consiguen
una integración laboral y social en los entornos urbanos (bien por una evolución satisfactoria a nivel académico

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o bien porque, una vez instaladas en la ciudad se mantienen en la misma pese al fracaso escolar), dificilmente
vuelven a sus lugares de origen (Op. Cit).

Esto permite que tomen contacto con un entorno, el urbano, que es percibido como menos aburrido y más
lleno de posibilidades, un estilo de vida que poco tiene que ver con el campo. Jóvenes, por tanto, fascinadas por
la ciudad y que manifiestan un claro rechazo hacia el medio rural, que se ha operativizado en una tajante negativa
a la posibilidad de establecer vínculos matrimoniales con jóvenes ganaderos o agricultores .

La hipótesis de la huida ilustrada ha sido consistente con los datos. Precisamente el hecho de que la mayor masculinización rural se ha alcanzado
en zonas rurales de mayor presencia de actividades agrarias familiares, como Castilla y León, y mucho menor en aquellas regiones rurales, como
el Levante, donde el trabajo asalariado tiene un mayor peso específico, ha llevado a centrar casi totalmente la atención de los investigadores
de la masculinización rural en este proceso de huida ilustrada: estudiar para irse a trabajar a la ciudad” (Camarero y Sampedro, 2008:77).

3.3 Éxito urbano, fracaso rural

Si en algo es especialista el sistema educativo es en delimitar lo que suponen las nociones de éxito y fracaso
(Fernández Enguita, Mena y Riviere, 2010). En realidad, una gran parte de su maquinaria, al menos la esencial, se
basa en la imprimación de esta dicotomía en la vida diaria. El sistema de títulos, la promoción por cursos y funda-
mentalmente las calificaciones escolares son las estrategias que se utilizan.

Cabe pensar que las nociones asociadas al éxito y al fracaso, en una visión dicotómica, estarán muy presen-
tes en la identidad de los jóvenes occidentales. Y si bien en la actualidad dicha cuestión va perdiendo peso, estas
nociones tendrán un componente muy importante que tiene que ver con el comportamiento escolar. La posición
ocupada en el sistema escolar tendrá mucha influencia en el autoconcepto así como en la propia valoración del
éxito y el fracaso.

Pues bien, en estudios como el de Alonso Tórrens (2008) en la Raya Hispano-Lusa se observaba con mucha
frecuencia la aparición entre jóvenes y personas que podríamos situar en la “generación soporte” la atribución de
las nociones de éxito y fracaso a la trayectoria vital urbana o rural e, igualmente y en paralelo, a la consecución de
títulos escolares. Es decir, existe una tendencia entre los jóvenes del oeste de Castilla y León que tiende a percibir
a quienes han abandonado el medio rural como “exitosos” mientras que aquellos que se han quedado se refieren
a sí mismos en términos peyorativos.

Esto es especialmente palpable cuando dichas realidades han venido dadas por las trayectorias escolares, a
las que se aplica un valor explicativo en términos “meritocráticos”. Es decir, alguien consigue abandonar su pueblo
o su comarca en la medida en que “vale para estudiar” mientras que aquellos que se quedan lo hacen porque “no
valen”.

Llegados a este punto hay que reiterar que este es solamente una parte del relato. Aunque no son mayo-
ritarios, los discursos que establecen como horizonte vital e incluso como una ventana de oportunidad la vida en
el propio pueblo van cobrando forma y sentido. La irrupción de nuevas formas de ruralidad y la identificación de
las mismas con la modernidad hacen que las trayectorias identitarias no sean, ni mucho menos, unidireccionales.

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4. Conclusiones
Sería temerario asignar a la escuela un papel que no tiene. La pérdida de densidad de las instituciones sobre
las que se articuló la modernidad hace que debamos relativizar sus influencias actuales (e incluso las pasadas). Lo
contrario sería pretender situar el carro delante de los bueyes y continuar en la nada edificante senda de atribuir
a la escuela el papel de resolver todos los conflictos y problemáticas sociales. Pero si bien esta institución no tiene
tanta influencia como se puede pensar, tampoco es correcto retirarle toda la responsabilidad. La escuela tiene una
influencia limitada, que va de la mano de las dinámicas territoriales, las estrategias familiares y las influencias que
pueden ejercer otras instituciones sociales o políticas y que únicamente se entiende y tiene sentido cuando se
analizan en su complejidad y con las interacciones que existen entre estos cuatro factores.

Como hemos podido comprobar, hay suficientes datos como para admitir que la escuela ha jugado su papel
en los procesos de despoblación que ha vivido el mundo rural español durante el último medio siglo. La institución
escolar ha ejercido al menos dos tipos de influencias en los profundos cambios de la sociedad española.

Por un lado, desde su vertiente estructural, ha servido como un puente para la llamada “huida ilustrada”,
especialmente de las jóvenes. La revisión literaria nos ha permitido demostrar que las estrategias familiares y per-
sonales se apoyan en instituciones como la escolar para lograr sus objetivos y la educación secundaria y superior
ha sido un trampolín para muchas mujeres que deseaban abandonar el pueblo entendido desde el punto de vista
de la ruralidad tradicional y al amparo del deseo de una identidad urbana que igualmente se ve reforzada por las
nociones de éxito y fracaso que se le atribuyen.

La breve revisión histórica nos ha permitido intuir cómo la institución escolar ha estado muy vinculada a las
pautas de movilidad poblacional que se planteaban desde el poder político. Esto ha sido especialmente explícito
en el caso del régimen franquista, que en un primer momento utilizó las instituciones escolares para arraigar el
carácter rural y tradicionalista de la sociedad y posteriormente elaboró estrategias para acompañar la desagrari-
zación.

La implantación de los CRA (Colegio Rural Agrupado) comienza con el Real Decreto 1174/1983 de educación
compensatoria y se certifica tres años después, a través del Real Decreto 2731/1986 sobre constitución de Centros
Rurales Agrupados en la educación general básica. El modelo de agrupaciones se constituye con la antítesis del
modelo de concentraciones franquista de la Ley General de Educación y tiene como objetivo acercar las escuelas
a los territorios, manteniéndolas aún con pocos alumnos. Se trata de una suerte de fusión de unidades que com-
parten, entre otras cosas, el profeorado. De esta forma el itinerante es el docente y no el alumno. En cualquier
caso, no ha habido más avances legislativos y a día de hoy la escuela en el mundo rural no tiene un tratamiento
diferenciado del resto, salvo para cuestiones puramente organizativas en materia de profesorado o materiales.
No hay un currículum específico o una formación docente íntimamente relacionada con estas realidades. No hay
tanto una “escuela rural” como “escuela en lo rural”.

La cuestión no es sencilla y el debate puede adquirir grandes dimensiones. No sabemos si podemos atribuir
a la escuela un papel específico a la hora de garantizar la sostenbilidad social de los territorios, pero sí sabemos
que cualquier apuesta educativa nunca debe perder de vista principios como la igualdad de oportunidades o el
desarrollo integral de la persona. Aspirar a utilizar la institución desde una perspectiva tecnocrática sería volver al

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origen de los conflictos y haber aprendido poco. Pero si se continúa con un modelo escolar urbanocéntrico, irre-
mediablemente despoblación, desarraigo y escuela rural estarán condenados a encontrarse.

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a encontrarse
en
delaViviendas
Europa del
Rurales
Sur Sostenibles.

Participación pública en la nueva ordenación del territorio rural


madrileño. Ley 5/2012 de Viviendas Rurales Sostenibles.
Public participation in the Madrid’s new rural planning. Law 5/2012 on Sustainable
Rural Housing

Esmeralda CONEJO SILVA


Universidad de Alcalá (Madrid)
esmeraldaconejo@gmail.com

Roberto GOYCOOLEA PRADO


Universidad de Alcalá (Madrid)
roberto.goycoolea@uah.es

BIBLID [ISSN 2174-6753, nº6: 70-85]


Artículo ubicado en: www.encrucijadas.org
Fecha de recepción: septiembre de 2013 || Fecha de aceptación: diciembre de 2013

RESUMEN: El presente trabajo analiza la participación ABSTRACT: The present study examines public participa-
pública en el proceso de aprobación de la Ley 5/2012 de tion in the process of approval of the Law 5/2012 on Sus-
Viviendas Rurales Sostenibles de la Comunidad de Madrid tainable Rural Housing of Madrid Community (CAM) than,
(CAM). Ley que al autorizar la ocupación unifamiliar dis- authorizing detached building disperse on rural land, chan-
persa del territorio rural varía las condiciones de actuación ges the conditions for action on this medium. Based on the
y, por tanto, de su desarrollo. Partiendo del estudio de las study of the submissions to the Draft Legal Text, article: a)
alegaciones presentadas al Anteproyecto del texto legal, examines the impact that the Law will have on rural land
el artículo: a) examina el impacto que según los grupos of the CAM by the opinions expressed by de participating
alegantes tendrá la Ley sobre el suelo rural de la CAM y groups b) check to what extent the alleged observations
b) comprueba en qué medida las observaciones alegadas were considered in the final Law; which allows to assess,
fueron consideradas en su redacción final; lo cual permite for this particular case, the chances that citizens and inter-
valorar, en un caso concreto, las posibilidades que tienen est groups have to take part in a legal process as sensitive
los ciudadanos o los grupos de interés de intervenir en los as is the definition of rural areas.
procesos legales de aspectos tan sensibles como la defini-
ción del territorio rural. Keywords: participation, rural territory, claims, Law rural
housing, Madrid.
Palabras clave: participación, territorio rural, alegaciones,
Ley vivienda rural, Madrid.

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Participación pública
El campoenneoliberal
laDespoblación,
nueva ordenación
y su crisis.
desarraigo CRÍTICA
Agricultura,
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1. Introducción
El presente trabajo1 analiza el contenido de la Ley de Viviendas Rurales Sostenibles de la Comunidad
de Madrid (CAM), aprobada en diciembre de 2012, desde una perspectiva poco habitual: la opinión de las
asociaciones civiles y profesionales que presentaron alegaciones al texto en el período habilitado al efecto.
Lo novedoso del estudio reside en la documentación manejada -compendio de alegatos presentados al Ante-
proyecto de Ley, no publicados de manera oficial-, que ha permitido: (a) dar una perspectiva inédita de la Ley
estudiada y (b) constatar que la participación pública en los procesos legislativos es un instrumento demo-
crático y técnicamente necesario, pero que presenta distintas carencias como consecuencias de la legislación
actual.

La participación pública, clave para el diálogo entre la Administración y la ciudadanía, tiene como ob-
jetivo permitir a la ciudadanía tomar parte en la configuración y gestión de las cuestiones que le afectan.
Para la administración, conocer la opinión ciudadana mejora la eficacia de la planificación al aumentar las
oportunidades de detectar problemas y proponer soluciones contando con la experiencia y conocimiento
de los propios afectados. En el caso estudiado, los participantes en el proceso de alegaciones fueron grupos
de diversa índole: colectivos ecologistas, administraciones, partidos políticos, asociaciones empresariales y
vecinales, académicos y colegios profesionales. En función de sus propios criterios e intereses, cada colectivo
advirtió tanto de problemas como de oportunidades en la nueva regulación del entorno rural. Cabe destacar
que entre los alegantes había desde la presencia de grupos “expertos”, con un profundo conocimiento del
territorio y especial interés y dedicación a su defensa, a técnicos especialistas en la materia de la propia Con-
sejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la CAM.

La nueva norma permite el uso residencial disperso en suelos clasificados “no urbanizables de protec-
ción”. La introducción legal de un modo de vida urbano en estos suelos y su consecuente transformación,
especialmente del paisaje, provocó diversas reacciones, a menudo contradictorias, entre los colectivos ale-
gantes llevando a que algunos apoyarán el texto y otros solicitaran su retirada. Ley y alegaciones son analiza-
das aquí con el fin de realizar una reflexión crítica de la nueva norma y su impacto desde el punto de vista de
la participación ciudadana y verificar en qué medida fue ésta considerada en el texto finalmente aprobado.

1.1. Proceso de aprobación de la Ley 5/2012

En marzo de 2012 se filtró que la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la CAM
estaba desarrollando una nueva Ley que permitiría la construcción indiscriminada de viviendas unifamiliares
en todo el suelo rural (CAM, 2012a). El Anteproyecto de Ley que se trasladó el 26/04/2012 al Consejo de
Gobierno de la CAM (2012b) y obtuvo luz verde para iniciar los trámites de aprobación, no se correspondía
con el inicialmente filtrado (CAM, 2012a), atenuándose alguno de los puntos más conflictivos debido, posi-
blemente, a las críticas suscitadas.

El Anteproyecto de Ley de Viviendas Rurales Sostenibles permitía edificar viviendas unifamiliares ais-
ladas en todo suelo no sujeto a protección sectorial y en aquellos que estando sujetos su régimen jurídico
1 Este estudio es parte de una investigación más amplia sobre el tema realizada en el Master de Proyectos Avanzados de Arquitec-
tura y Ciudad de la U. de Alcalá (MUPAAC).

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autorice el uso residencial. Por su carácter especial, las determinaciones de esta Ley prevalecen sobre cual-
quier otra normativa o planeamiento con regulación sobre el mismo ámbito. En esencia se proponía que el
propietario, una vez solicitada la licencia municipal y declararse único responsable de la no afección sobre el
medio ambiente, podía ejercer su derecho a edificar asumiendo la ejecución y mantenimiento de los servi-
cios básicos e infraestructuras necesarios para su habitabilidad. Este contenido originó numerosos debates
destinados a frenar su aprobación. En este ámbito, asociaciones y profesionales opuestos a la norma consti-
tuyeron la “Plataforma Anti-ViRuS”, cuyo apodo surge de Ley de Viviendas Rurales Sostenibles.

Continuando con los trámites legales establecidos, el 11/06/2012 la Secretaría General Técnica de la
Consejería promotora de la Ley envió el Anteproyecto a distintos colectivos sociales e instituciones públicas,
para que en el plazo de diez días hábiles de exposición pública del texto (11-22/06/2012) realizaran las ale-
gaciones que consideraran oportunas. Finalizado el plazo, el 8/07/2012 la Dirección General de los Servicios
Jurídicos de la CAM informó que 15 entidades madrileñas habían presentado alegaciones2 (Tabla 1).

Al día siguiente, en Consejo de Gobierno extraordinario, se aprobó el Proyecto de Ley de Viviendas


Rurales Sostenibles y se ordenó su remisión a la Asamblea de Madrid, quien ratificó la aprobación del texto a
las 01:57 horas del 14 de diciembre del mismo año, con el rechazo de todas las enmiendas presentadas por la
oposición. Cumplido el trámite, la Ley de Viviendas Rurales Sostenibles entró en vigor, con el número 5/2012,
el 28/12/2012, día siguiente al de su publicación en el Boletín Oficial de la CAM (BOCM nº 308, 27/12/2012).

1.2. Metodología y fuentes utilizadas

El estudio se inició solicitando a los grupos alegantes los alegatos que habían presentado al Antepro-
yecto de Ley. Al realizar estas peticiones advertimos que una serie de grupos que habían presentado alegacio-
nes en plazo no fueron recogidos en la lista oficial emitida por los Servicios Jurídicos de la CAM, por motivos
que desconocemos. En este trabajo se han tenido en cuenta todas las alegaciones presentadas (18 en total),
distinguiéndose entre “oficiales” (incluidas en la lista oficial de la CAM) y “no oficiales” (no consideradas en
la lista referida).

La respuesta recibida fue muy alta. Sólo dos colectivos no nos respondieron (Colegio Oficial de Inge-
nieros Técnicos Industriales y Colegio Oficial de Químicos de Madrid) y uno se negó a enviarnos copia de su
alegato (Cámara Agraria de la CAM). La Tabla 1 resume la documentación recibida.

La amplia información recibida nos permitió analizar con mayor profundidad el contenido de la nueva
norma a través de sus alegantes y conocer la opinión mayoritaria al respecto. Teniendo en cuenta lo alegado,
comparamos las tres variantes del texto legal (Anteproyecto preliminar, Anteproyecto definitivo y Ley) para
establecer el efecto causado por la participación de los grupos afectados en su tramitación y verificar si esta
participación ha sido la responsable de los cambios habidos en la Ley o si, por el contrario, estos responden
a factores de otra naturaleza.

2 Ecologistas en Acción, Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos, Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Industriales, Colegio Oficial
de Químicos, Colegio Oficial de Arquitectos, Asociación de Fabricantes y Constructores de Casas de Madera, Universidad Autónoma,
Cámara Agraria de la CAM, Colegio Oficial de Aparejadores, Decanato Autonómico del Colegio de Registradores de la Propiedad y
Mercantiles de España, Asociación Sostenibilidad y Arquitectura, Club de Debates Urbanos, Federación Madrileña de Municipios,
Equo y Colegio Oficial de Ingenieros de Montes.

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Tabla 1. Entidades alegantes al Anteproyecto de Ley.

Fuente: Elaboración propia

2. La ley desde las alegaciones “oficiales” y “no oficiales” a su anteproyecto


A continuación se analiza el contenido de la Ley y el impacto que supuestamente tendrá su puesta en
marcha sobre el territorio rural de la CAM, a partir de las alegaciones presentadas por los grupos partícipes en
el proceso de concurrencia pública del texto. Los puntos incluidos en este apartado responden a los aspectos
de la norma más cuestionados entre los alegantes, que son recogidos, a modo de síntesis, en la Tabla 2.

2.1. Oportunidad de la Ley


La vieja y trasnochada concepción de que la presencia del hombre necesariamente tiene un efecto negativo sobre el en-
torno no puede tener ya cabida en una sociedad como la nuestra […] Preámbulo del Anteproyecto de la Ley (CAM, 2012.b).

Gran parte de los alegantes critica que se justifique la necesidad de la Ley mediante el empleo de
“juicios subjetivos e imprecisos” (COAM), como es el argumento de dar cumplimiento “al deseo de vivir en
contacto con la naturaleza”. Causa infundamentada ­, apunta, entre otros, Ecologistas en Acción­, pues el texto
no aporta ningún estudio ni análisis preciso que justifique “esta demanda generalizada” del ciudadano ma-
drileño.

Algunos alegantes recuerdan que en el informe Auken sobre el Impacto de la Urbanización extensiva en
España, la Unión Europea, ya había criticado al urbanismo español y su gestión advirtiendo que “amparándo-
se en el concepto de «interés general» se ha llevado a cabo la aprobación de proyectos insostenibles desde
un punto de vista medioambiental” (2009: 11). Es más, en su informe el Parlamento Europeo calificaba de
«desastrosas» e insostenibles las repercusiones de la urbanización en España e instaba al Gobierno a revisar
la legislación y los planes y proyectos en vigor con el fin de garantizar “la salvaguardia del medio ambiente”
(Auken, 2009). “Las autoridades europeas retratan duramente el panorama español de crecimiento de zonas

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artificiales, por lo que parece especialmente dañino insistir en ello tras la advertencias ya recibidas”, advierte
el grupo ASA aludiendo a lo inoportuno del nuevo texto legal.

En la misma línea, muchos alegantes califican la norma de improcedente. El grupo UAM sugiere que
para hacer efectivo el deseo ciudadano referido por la Ley: “lo que debe impulsar la administración madrileña
es la revitalización de los núcleos rurales tradicionales, la rehabilitación y adecuación residencial del patrimo-
nio edificado, y la ocupación de suelos urbanos vacantes […]”. Apoyando lo anterior, el alegato del colectivo
de «326 técnicos» de la CAM alude a la Ley estatal 45/2007 para el desarrollo sostenible del medio rural; Ley
que, aunando objetivos económicos, sociales y medioambientales, aboga por el mantenimiento de la econo-
mía rural, la mejora del nivel de población en estas zonas y la recuperación y conservación de sus recursos
naturales y culturales.

Otras entidades recuerdan, dejando patente lo injustificado del nuevo texto legal, que la legislación
autonómica -Ley 9/2001 del Suelo de la CAM, en adelante LS 9/2001- ya regula (art. 29, 147 y 148) la orde-
nación del uso residencial en suelo no urbanizable de protección como vivienda vinculada a la explotación
de sus recursos naturales. En este sentido, se denuncia que el nuevo uso introducido por la Ley es ajeno a la
actividad rural, eludiendo el Real Decreto Legislativo 2/2008 por el que se aprueba el texto refundido de la
ley del suelo estatal, en adelante RDL 2/2008. Según esta norma:

Los terrenos que se encuentren en situación rural se utilizarán de conformidad con su naturaleza, debiendo dedicarse […] al uso
agrícola, ganadero, forestal, cinegético o a cualquier otro vinculado a la utilización racional de sus recursos naturales. Con carác-
ter excepcional […] podrán legitimarse actos y usos específicos que sean de interés público o social […] (RDL 2/2008, art. 13.1).

Al respecto el grupo CDU señala: “no parece que haya forma de justificar que estas viviendas se hallen
vinculadas a la utilización de los recursos naturales, ni que una norma genérica como la que se pretende arti-
cular responda a este carácter excepcional”.

Las ventajas supuestas por la Ley -“indudables beneficios tanto para el medio ambiente como para el
ciudadano que […] cuando establece su vivienda en el campo se convierte en un agente activo en su cuidado
y conservación”- no pasan inadvertidas entre la mayoría de alegatos que las califican de «ilusorias». “El plan-
teamiento que se hace de que convertir el campo en un lugar residencial contribuye a su protección no se
corresponde ni mucho menos con la realidad […] sino más bien todo lo contrario” (COIM).

Aspecto muy cuestionado es la correlación presentada en la Exposición de motivos del Anteproyecto


entre el modelo de ocupación del suelo promovido y el derecho a disfrutar de una vivienda digna y de un
medioambiente adecuado. Para la generalidad de los alegantes no parece razonable calificar de vivienda
digna la defendida por el Anteproyecto: edificación de al menos 900m² en una superficie mínima de 6ha.
Ecologistas en Acción considera que ejercer este derecho “nada tiene que ver con la ocupación de grandes
parcelas de suelo rural, de elevado valor natural y paisajístico, al que solo tendrán acceso una minoría de
propietarios privilegiados”. Y el COIM añade: “difícilmente se conseguirá solucionar un problema social de
vivienda si para ello es preciso disponer de una finca de cómo mínimo 6ha.” Por otro lado, los «326 técnicos»
de la CAM recuerdan que el disfrute del medio ambiente es un derecho reconocido por la Constitución para
todos los ciudadanos y que su protección y mejora es deber de los poderes públicos.

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En base a lo anterior, gran parte de la crítica advierte que el nuevo texto legal pondera el interés parti-
cular en detrimento del general: “quizás los nuevos residentes de los montes disfruten de un medioambiente
adecuado pero será a costa de una merma de los servicios ambientales que dichos entornos proveen al resto
de los ciudadanos” (COIM); “¿Cuántos ciudadanos en la CAM poseen terrenos que superen los 60.000m²?”,
se pregunta el PSOE, advirtiendo que la Ley limitará el disfrute público del medio rural.

Del estudio de alegatos se desprende que la mayor parte de ellos, un 70%, están en contra de la ne-
cesidad y oportunidad de la Ley. El porcentaje restante, alegantes COIACC, AFCCM, FMM y PP de la FMM,
considera acertada la nueva norma: “iniciativas como ésta consiguen desbloquear el acceso a una vivienda de
un sector de la población”, opina la AFCCM. Y la FMM apunta “de los suelos no urbanizables parece como si
nadie quisiera saber nada más que para prohibir”, viendo esta Ley oportuna para mitigar las pocas facilidades
que se han venido otorgando a las construcciones en suelo rural.

2.2. Entorno rural urbanizado: modelo territorial propuesto

El Anteproyecto alegado permite la implantación de una Vivienda Rural Sostenible en todo suelo no
protegido sectorialmente y en el sujeto a este tipo de protección cuando su régimen jurídico autorice el uso
residencial. Los alegantes de la UAM desaprueban este ámbito de aplicación al aducir que la ocupación in-
discriminada del medio rural, promovida por la norma, obvia la existencia de suelos en la CAM que aun no
estando protegidos por leyes sectoriales poseen un alto valor ambiental: “sin protección sectorial no implica
ausencia de valores”. Este colectivo requiere sobrepasar la concepción de la protección de un suelo por su
carácter singular y notable para extender esta cualidad a todo el territorio rural no urbanizable. Advierte,
además, que este es el sentido del Convenio Europeo del Paisaje (CEP, 2000), concerniente, tras su ratificación
a la CAM. El objeto del CEP es promover la protección, gestión y ordenación de los paisajes; entendiendo por
paisaje, de manera innovadora, “cualquier parte del territorio”, refiriéndose “tanto a los paisajes que puedan
considerarse excepcionales como a los paisajes cotidianos”. “La política del paisaje no puede reducirse ya a la
protección y a la tutela de lo notable.” (Gómez et al., 1999).

Los parámetros determinantes de la nueva construcción recogidos en el Anexo de la Ley -edificación


aislada, parcela mínima de 6ha, 1,5% de ocupación máxima y distancia entre construcciones de al menos
250m- conducen a un modelo de ocupación dispersa del medio rural. Ecologistas en Acción lleva a cabo un
estudio sobre el alcance territorial que tendría la puesta en marcha de la norma en la región. Según éste,
el suelo susceptible de aplicación, de acuerdo con el ámbito de Ley mencionado, alcanzaría las 330.000ha,
equivalentes al 41% del territorio de la CAM. El número de parcelas, incluidas en la superficie anterior, iguales
o superiores a 6ha serían unas 7.000. Este sería el número de viviendas que “de manera dispersa y descon-
trolada” podrían ejecutarse actualmente en el suelo rural de la Comunidad, sin contar con las que podrían
derivarse de las posibles segregaciones o agrupaciones de parcela futuras, previstas en la Ley.

Algunos alegantes apuntan que la Estrategia Territorial Europea (ETE), que establece criterios comu-
nes a los Estados Miembros de la Unión para el desarrollo equilibrado y sostenible de su territorio, propone
el modelo de ciudad compacta y advierte de los inconvenientes del crecimiento “anárquico” generado por
la ciudad dispersa (1999: 70). En la misma línea, el RDL 2/2008 estatal, en su Exposición de motivos, insiste

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en que hay que minimizar el impacto del crecimiento urbano apostando por la regeneración de la ciudad
existente. Y la LS 9/2001 de la propia CAM (art. 3) defiende un modelo urbano con densidades adecuadas al
bienestar individual y colectivo, evitando aquellos que repercutan negativamente en la funcionalidad de los
servicios públicos e infraestructuras. Según ASA, la nueva norma no respeta las directrices anteriores marca-
das en los ámbitos europeo, nacional y autonómico: “existe ya una ingente cantidad de información, indica-
dores y análisis sobre la forma de actuar sobre el medio natural, donde se rechaza el modelo de ocupación y
edificación arbitraria y descontrolada de suelo que se proclama en el Anteproyecto.”

Además, para un número elevado de alegantes las grandes viviendas permitidas por el Anteproyecto
de la Ley crearán nuevas expectativas urbanísticas sobre el suelo clasificado como no urbanizable de protec-
ción: “la nueva Ley propiciará el incremento del valor del suelo rural al crear la expectativa del uso residencial
sobre el mismo” (EQUO). Se trata, en definitiva, de una recalificación y revalorización del suelo rural que no
repercutirá sobre sus municipios, pues tal y como advierte el alegato de «326 técnicos» de la CAM, el texto
“elude los mecanismos legales que permiten participar a la comunidad en las plusvalías generadas por la ac-
tuación urbanizadora” al no establecer las correspondientes cesiones de aprovechamiento.

Se denuncia también que este aumento del valor del suelo llevará aparejado una improductividad de
los terrenos, dificultando tanto su aprovechamiento para los usos que le son propios, como el empleo rural
(IU). Se pasará de finca de cultivo a “solar expectante sin respetar el principio de subordinación de toda ri-
queza al interés general, como garantía de la utilización sostenible del territorio y cohesión social” (CCOO),
recogido en la LS 9/2001 (art. 3.1) y que emana del texto constitucional (art. 128). En este sentido, la auto-
rización de divisiones rústicas siempre cuando no resulten parcelas inferiores a la mínima definida en la Ley,
no ayudará, según el COIM, a que aquellos suelos rurales con finalidad agropecuaria o forestal continúen con
su actividad:

En la CAM ya existe una prohibición de segregación por la superficie mínima de cultivo, es decir, por debajo de 30ha. Pre-
tender que cabe la división siempre que se respete la superficie de 6ha supone ignorar el esfuerzo de la política agrícola y
forestal que busca precisamente unidades de gestión mayores y más rentables […] La posibilidad que se abre a la segrega-
ción de la propiedad en pequeñas parcelas llevará, por tanto, a una pérdida de rentabilidad de las mismas […] (COIM).

Otros inconvenientes ocasionados por estas “casonas asesinas”3 serán, según varias entidades alegan-
tes4: segregación social, ineficiencia económica, consumo de suelo, destrucción de ecosistemas, fomento de
la movilidad del transporte privado, aumento del riesgo de incendios forestales, etc. Consecuencias de la
nueva norma que, según advierten, causarán un gran impacto ambiental de efectos irreversibles omitido a lo
largo de todo el Anteproyecto. Al respecto, “la asunción de menciones no implica asunción de daños”, es am-
pliamente denunciado por los participantes. La introducción de este nuevo uso residencial en el medio rural,
previene el COIM, “además de aumentar exponencialmente el riesgo de incendios forestales […] introduce de
forma masiva el riesgo sobre las personas.” Y añade: “la actuación de extinción con estas viviendas dispersas
por el monte se hará verdaderamente complicada y con toda certeza, para salvar vidas humanas, se perderá
un importante patrimonio forestal.”

3 Apelativo que emplea Eduardo Mangada en su artículo “La casita asesina” al referirse al las viviendas promovidas por la Ley. (Man-
gada, 2012).
4 Alegantes UAM, ASA, IU de la FMM, EQUO, COIM, 326 técnicos CAM, CCOO e IU de la CAM, según Tabla 1.

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Por otro lado, las alegaciones evidencian la falta de concreción en el texto legal de las condiciones o
limitaciones para la ejecución de accesos, vallados, recogida de basuras, ejecución de saneamiento, abaste-
cimiento de agua, tendidos eléctricos, telecomunicaciones y obras de urbanización necesarias para satisfacer
las necesidades básicas de los nuevos residentes, que inevitablemente transformarán el entorno rural. Nume-
rosos son los reproches al desentendimiento administrativo, reiterado en la Ley, en lo referido a la ejecución y
mantenimiento de estas infraestructuras básicas. Algo “que solo puede clasificarse de regresivo porque deja
la construcción a criterio del propietario del suelo” (CDU). En la práctica, queda en manos de los particulares,
“sin ningún requerimiento o control, obras de cierta entidad y alta incidencia ambiental” (UAM). “El hecho
de que el propietario deba asumir los costes de lo servicios urbanos que requerirán las viviendas tampoco
elimina el impacto. Muy al contrario, posiblemente se incremente”, apuntan Ecologistas en Acción y EQUO.

Una amplia mayoría alegante se opone al modelo territorial propuesto por la Ley. Otras entidades, en
cambio, viendo la Ley demasiado restrictiva, sugieren propuestas de cambio (Tabla 2). Así, el PP, tomando
como referencia la unidad mínima de cultivo, argumenta que “60.000m² es una superficie excesiva […] si
se entiende que es suficiente para una explotación con 30.000m² cuánto más para una vivienda que posi-
blemente cause mucho menor impacto”. Y añade: “¿qué problema hay en hacer una casa de dos plantas?”.
AFCCM apoya la propuesta.

Tabla 2. Puntos principales alegados al anteproyecto de Ley.

Fuente: Elaboración propia

2.3. Contradicciones entre la nueva norma y los fundamentos de gestión y protección del medio rural

Los alegantes muestran una amplia preocupación por las incompatibilidades observadas entre la nueva
norma y “los fundamentos científicos y de Derecho sobre la protección y gestión de los suelos rurales” (UAM)
(Tabla 2).

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El Anteproyecto define Vivienda Rural Sostenible como “la edificación unifamiliar aislada destinada a
residencia de su titular edificada bajo los límites y requisitos establecidos en la presente Ley y su Anexo”. De
los nueve puntos del Anexo, los tres últimos, referidos a la condición de sostenibilidad de la vivienda, exigen
la elección de materiales y características tipológicas y estéticas “que produzcan el menor impacto y que
favorezcan la integración en el entorno inmediato y en el paisaje”. Se alega de forma mayoritaria que esta
definición es incompleta e imprecisa, “demasiado generalista, lo que puede dar lugar a interpretaciones de
todo tipo” (COAM).

Al respecto, la UAM señala que el texto se refiere “sólo a los aspectos paisajísticos más epidémicos y
triviales”, añadiendo que “no es cuestión de maquillaje, sino de garantizar el carácter, la integridad y los va-
lores del paisaje […]”. Otros colectivos encabezan su crítica con el eslogan “ni rural, ni sostenible”. Y el grupo
CDU detalla que “no son rurales puesto que el Anteproyecto las desvincula de las labores del campo” y “no
son sostenibles ya que el modelo propuesto […] está perfectamente documentado como ejemplo de insoste-
nibilidad”. Caber recordar, en este sentido, que una publicación del antiguo Ministerio de obras Públicas y Ur-
banismo (MOPU) definió como construcciones rurales “todos aquellos edificios que son necesarios construir
para una determinada explotación agraria” (Díaz, 1988). Por tanto, la vivienda regulada por la Ley, de acuerdo
a lo anterior, no se adecuaría a este concepto.

Respecto a la sostenibilidad los alegantes consideran que la nueva norma hace un uso erróneo del tér-
mino desde dos perspectivas distintas: legislativa y científica.

a) En el ámbito legal, la crítica basa sus argumentos en directrices y normas autonómicas, estatales y
europeas, considerando que el texto entraría en contradicción con:

-La LS 9/2001 de la CAM, que garantiza el desarrollo sostenible y la cohesión social procurando un uso
racional del suelo (Preámbulo y art. 3);

-El RDL 2/2008 estatal, que considera que el urbanismo debe responder a un desarrollo sostenible “ar-
monizando los requerimientos de la economía, el empleo, la cohesión social […] procurando en particular la
protección del medio rural y la preservación de los valores del suelo innecesario o inidóneo para atender las
necesidades de transformación urbanística” (Exposición de motivos y art. 2);

-Y en el ámbito internacional, la ETE (1999), que establece como aspectos decisivos para el desarrollo
sostenible: el control de la expansión urbana, la mezcla de funciones y grupos sociales, una gestión inteligen-
te y economizadora de recursos, mejoras en la accesibilidad y la protección del patrimonio natural y cultural;
y la Comunicación de la Comisión “sobre una Estrategia temática para el medio ambiente urbano” (2006), que
ratifica lo anterior y aboga por políticas de utilización del suelo sostenibles que eviten el crecimiento urbano
desordenado.

b) En el marco científico, los alegantes cuestionan la “pretendida sostenibilidad” de la norma (UAM)


citando, entre otros, sendos trabajos dirigidos por dos de los firmantes del grupo de profesores universitarios
-desarrollados a petición de la propia CAM- sobre caracterización, valoración y directrices para la protección
de su paisaje. El primero, realizado para el Plan Regional de Estrategia Territorial de la CAM, con propuestas
de catalogación, tratamiento y protección del medio natural y rural (Gómez et al., 1999). El segundo, ejecuta-

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do para la dirección General de Ordenación del Territorio, destaca los valores del suelo no urbanizable de la
región y establece criterios para su protección (Mata, 2007).

En definitiva, muchos alegantes advierten que la Ley ignora el conocimiento existente sobre gestión y
protección sostenible del medio rural y se encamina en el sentido contrario. “Se rompe así con todo el cono-
cimiento creado y consensuado en base a la protección del medio natural” (ASA). Una cultura de protección
del territorio rural que, según los «326 técnicos» de la CAM y CDU, atiende al principio de excepcionalidad,
entendiendo la defensa de este entorno como la necesidad de contener la enorme presión que el sistema
urbano ejerce sobre el mismo y que se hace patente en la clasificación que la legislación autonómica hace
del suelo al considerar protegido todo aquel no urbanizable (LS 9/2001, art. 13). En este sentido, el suelo
clasificado como no urbanizable de protección de la CAM incluye tanto los suelos sometidos a algún régimen
de protección especial como los excluidos del proceso urbanizador por la planificación territorial y/o urbanís-
tica (LS 9/2001, art. 16). Sentido de salvaguarda que no recoge la nueva norma cuando regula su ámbito de
aplicación.

Este ámbito, unido a su altamente discutido carácter especial conducen a una “desprotección de lo pro-
tegido” (Ecologistas en Acción). “El pretendido carácter especial de esta Ley para autorizar y regular en suelo
no urbanizable un nuevo uso de Viviendas Rurales […] transgrede el sentido y funciones del planeamiento
urbanístico y territorial […] vaciándolo en buena medida de contenido” (UAM).

El Anteproyecto autoriza la construcción mediante licencia municipal directa, recupera la figura del
silencio positivo5 y delega toda responsabilidad ambiental en su propietario a través del documento de De-
claración Responsable, reduciendo el procedimiento de concertación interadministrativa a la emisión de un
único Informe de Legalidad municipal. Varios colectivos alegan que esta falta de control público elimina los
procesos vigentes de evaluación ambiental y con estos las garantías de protección del medio rural: “el pro-
cedimiento de autorización requiere el concurso de distintos órganos administrativos y no puede sustanciar-
se por procedimientos abreviados” («326 técnicos» de la CAM) e IU demanda “la protección contemplada
en nuestra legislación no puede ser reemplazada por un supuesto compromiso”. Continuando con el tema,
CCOO entiende que el nuevo texto permite la transformación del suelo rural y sus usos impidiendo la valora-
ción adecuada de su puesta en marcha. Por su parte, EQUO avisa que “eliminar los controles para conocer el
impacto de cada construcción no supondrá que carezca de ellos”. Por último, Ecologistas en Acción y EQUO
concluyen que “estas circunstancias favorecerán la opacidad e impedirán conocer el verdadero alcance de la
Ley”.

No obstante, no todo son reproches, como se pone de manifiesto en la Tabla 2. Hay entidades que
valoran de forma positiva lo regulado por la norma. Por ejemplo, la FMM no observa incompatibilidades
entre la ocupación que regula el Anteproyecto sobre el territorio rural y su desarrollo sostenible. Y la AFCCM
señala que “este proyecto representa la mejor oportunidad para implantar la manera de construir basada
en conceptos de sostenibilidad” detallando en su alegato la versatilidad de sus casas que sirven no sólo para
viviendas sino como construcciones auxiliares o complementarias.
5 La figura del silencio positivo permite al interesado entender estimada su solicitud cuando ésta no ha sido resuelta ni notificada
en plazo por la Administración Pública.

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3. Consecuencias de la participación pública. Variaciones en el texto legal

3.1. Entre Anteproyectos

El primer indicio de redacción de la nueva Ley, como se adelantó en la Introducción, fue un documento
inicial filtrado -difícil saber si de forma intencionada a modo de sondeo- que podemos considerar un “Ante-
proyecto preliminar” y que nunca fue tramitado. Este documento, que entendemos que refleja la intención
original de la Consejería promotora en la concepción de la Ley, generó un gran debate entre los colectivos
afectados y suscitó titulares opuestos: “Madrid prepara una Ley para fomentar la vida en el campo”, afirma
La Razón (28/04/2012); “La Comunidad se plantea dejar construir en suelo rural protegido”, entiende El País
(3/04/2012).

Las críticas al Anteproyecto preliminar parecieron surtir efecto puesto que la Administración redactó
una segunda versión más atenuada: el “Anteproyecto definitivo”. Este último, llevado a trámite y objeto de las
alegaciones estudiadas, matiza algunos de los puntos más cuestionados del texto original tal como lo recogió
la prensa: “La Comunidad corrige la idea de construir en suelo protegido” (El País, 26/04/2012).

Las principales diferencias entre ambos Anteproyectos atienden a los siguientes aspectos (Tabla 3):

-Ámbito de aplicación: El texto preliminar autorizaba la implantación de la Vivienda Rural Sostenible


en todo suelo rural, protegido o no sectorialmente o por el planeamiento. El Anteproyecto definitivo permite
construir en suelo no sujeto a protección sectorial y en aquellos sujetos únicamente cuando su régimen jurí-
dico autorice el uso residencial. No obstante, se entiende que el suelo protegido por el planeamiento sigue
estando incluido en el ámbito.

-Obras autorizadas: El texto preliminar contemplaba la concesión de obras para varias parcelas de
manera conjunta y hasta un máximo de 20, posibilitando la formación de urbanizaciones con instalaciones
comunes. Para ello establecía distintos procedimientos de autorización -licencia municipal, calificación y plan
especial- y diferentes superficies mínimas de parcela -10ha o 5ha- en función del tipo de suelo y el número de
fincas objeto de la solicitud. El Anteproyecto definitivo autoriza únicamente la construcción de una vivienda
en parcela mínima de 6ha y con una separación mayor o igual a 250m de las edificaciones vecinas.

De este modo, el Anteproyecto definitivo es ya un texto rectificado que restringe las condiciones de
partida. Se puede afirmar, que entre ambos Anteproyectos la participación pública sí tuvo consecuencias.
Aún así, a juzgar por las alegaciones presentadas, el Anteproyecto definitivo siguió provocando el rechazo de
la concurrencia pública porque, con o sin matizaciones, el fin y efectos de la norma seguían siendo básica-
mente los mismos.

3.2. Ley 5/2012. El texto finalmente aprobado

Se pueden distinguir dos tipos de variaciones en la Ley aprobada: (a) las que no atienden a las alega-
ciones presentadas a su Anteproyecto y se dirigen en sentido contrario y (b) las que sí recogen lo alegado.

a) Respecto a las primeras, la modificación más importante entre el Anteproyecto definitivo y la Ley

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aprobada atiende a un nuevo giro sobre su ámbito de actuación. Por un lado, el texto final permite la edifica-
ción en los suelos sin protección y en los protegidos sectorialmente “cuándo su régimen jurídico «no prohíba»
el uso residencial”. Cabe apuntar, que «no prohíba» no es sinónimo de su precedente «autorice», pues la omi-
sión de referencias al uso residencial en la legislación sectorial abre un nuevo resquicio para la inclusión en la
norma del suelo así protegido. Por otro lado, el texto final de nuevo hace caso omiso a los alegantes, cuando
aquejan una falta de control municipal y supramunicipal sobre las intervenciones, eliminando el discutido
Informe de legalidad y toda posibilidad de concentración interadministrativa.

b) Sobre las alegaciones sí tenidas en cuenta, cabe citar la realizada por la AFCCM que sugirió hacer
mención expresa en el Anexo del texto a “la utilización de la madera…” en las construcciones. A esta sugeren-
cia la Ley definitiva responde añadiendo en la parte indicada: “se consideran expresamente incluidas entre
las viviendas rurales sostenibles las prefabricadas de madera y otros materiales naturales”. El COIM, por su
parte, alegando que debe ser un técnico competente quien firme y se haga responsable de la documentación
ambiental, es atendido por la Ley con la sustitución de la Declaración Responsable del propietario por un “do-
cumento acreditativo, firmado por técnico competente, de no afección significativa del proyecto a los valores
ambientales del entorno”. De esta manera, afirman desde el Colegio de Ingenieros de Montes, “las masas
forestales de la Comunidad de Madrid, amparadas por la Ley Forestal de la Comunidad Autónoma, quedan
excluidas del ámbito de aplicación de esta Ley y se garantiza su mantenimiento y conservación” (COIM, 2012).
Por último, el COAM junto a la FMM consiguieron que la Ley definitiva contemplase la legislación vigente so-
bre protección de arbolado de la CAM, con la compensación de tantos ejemplares adultos como años tenga
el ejemplar que deba ser transplantado por necesidad del uso residencial. Esta compensación inicialmente
estaba estipulada en la reposición general de cinco ejemplares por unidad sustituida.

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Tabla 3. Variaciones en el texto legal

Fuente: elaboración propia

Estas fueron las únicas variaciones en la Ley en vigor generadas por la participación pública llevada a
cabo con la presentación, en plazo, de las alegaciones. En definitiva, la redacción final de la Ley no recogió el
sentido de las sugerencias recibidas de manera mayoritaria y fue aprobada con la oposición de gran parte de
los colectivos alegantes.

3.3. Actuaciones posteriores a la aprobación de la Ley

La polémica no acabó con la aprobación de la Ley. Por eso consideramos interesante destacar algunos
hechos que, aunque fuera del proceso participativo reglado de tramitación de la norma, fueron promovidos
por dos de los grupos alegantes. Por un lado, a mediados de marzo de 2013, empleados de la Consejería de
Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la CAM, en condición de técnicos y especialistas en la materia
sobre la que incide el nuevo texto legal, solicitaron a la Defensora del Pueblo interponer recurso de inconsti-
tucionalidad contra el mismo. Por otro, el Grupo Parlamentario Socialista de Madrid, a finales del mismo mes,
interpuso su propio recurso contra la Ley de Viviendas Rurales Sostenibles ante el Tribunal Constitucional.

El 26/03/2013 la Defensora del Pueblo denegó la primera solicitud -interponer recurso de inconstitu-
cionalidad contra la Ley 5/2012- pero emitió un informe con una serie de advertencias y recomendaciones

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para la aplicación de la norma dirigido a la administración autonómica, en el que se destaca:

-La posibilidad de urbanizar en suelo rural sin contrariar el RDLS 2/2008 (art. 13.1), que admite el uso
residencial únicamente ligado a actividades propias del suelo rural.

-La autorización de estas viviendas siempre y cuando se garantice la sostenibilidad de la edificación y


de su entorno.

-La necesidad del control por las Administraciones Públicas en el proceso urbanístico.

-La interpretación del silencio en la resolución de expedientes como negativo de acuerdo con el Real
Decreto ley 8/2011 (art. 23).

-La conformidad de las viviendas a los planes urbanísticos y territoriales de la CAM y a la legislación
ambiental y de residuos estatal y autonómica referidas en su informe -alterando así el carácter especial de la
nueva Ley-.

A pesar de no proceder el recurso de inconstitucionalidad, las observaciones realizadas por la Defen-


sora evidencian disconformidades e insuficiencias en el texto aprobado. Por otro lado, el Pleno del Tribunal
Constitucional admitió a trámite en 2013 la solicitud del grupo socialista (Europa Press, 2013). Este nuevo
escenario hace presagiar que posiblemente no se haya dicho todavía la última palabra sobre la Ley 5/2012
ahora en vigor.

4. Conclusiones
El presente trabajo ha permitido llevar a cabo el análisis de la Ley 5/ 2012, de Viviendas Rurales Sos-
tenibles, desde un punto de vista que entendemos novedoso e instructivo: el de las entidades alegantes. El
estudio de los alegatos, aportados a la investigación por las propias entidades ya que no son públicos, ha
permitido conocer la opinión de estos grupos, que afectados por la norma participaron públicamente en su
proceso de tramitación, respecto a los efectos de la Ley en el entorno rural de la CAM. Documentación inte-
resante, al observar entre los alegantes opiniones dispares e incluso contradictorias sobre lo regulado por un
mismo texto legal.

Por un lado, están los alegantes que desaprueban la Ley, calificándola de innecesaria e incompatible
con las normas y principios básicos sobre el desarrollo rural sostenible. Estos grupos consideran que la «urba-
nización» del territorio rural, regulada por el texto, causará graves impactos medioambientales que dañarán
de forma irreversible el suelo afectado y dificultará la finalidad propia del mismo. De otro lado, los colectivos
a favor, reconocen la oportunidad y demanda de una Ley respetuosa con el medio. El número de entidades
contrarias a la norma es superior. No obstante, es tan interesante advertir que la opinión mayoritaria se opo-
ne a la Ley como denotar, entre sus defensores, posibles motivaciones de carácter lucrativo y político en sus
manifiestos.

El estudio ha permitido establecer, en un caso concreto, la relativa (por no decir nula) influencia que
tiene la participación pública en las decisiones Administrativas relativas a la tramitación de la Ley. El texto le-

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gal finalmente aprobado es contrario a un gran número de alegantes que solicitaban, en primera instancia, la
retirada de la norma. A partir de aquí cabía esperar un mayor o menor ajuste de ésta a las aportaciones recibi-
das, sobre todo considerando la idoneidad en la materia de muchos de los colectivos alegantes. Sin embargo,
la Ley aprobada rechazó lo sugerido por la amplia mayoría, recogiendo únicamente cuestiones puntuales que
podrían aportar beneficios económicos y legales particulares. En síntesis, el proceso participación pública no
tuvo las consecuencias deseadas de manera mayoritaria por los participantes.

La nueva Ley, que a juzgar por las alegaciones recibidas “no tiene parangón, al menos de momento,
en ninguna otra Comunidad” («326 técnicos» de la CAM), se escuda en su carácter especial para imponer su
criterio -“poder contravenir a la Ley 9/2001 debe ser la razón por la que se ha iniciado este procedimiento de
tramitación con rango de Ley” (COAM)- y se aprueba en contra de la mayoría alegante, que del modo legal-
mente establecido ejerció su derecho de participación pública.

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5.1. Legislación
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teproyecto Preliminar de la Ley. Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Comunidad
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LEY 9/2001, de 17 de julio, del Suelo, de la Comunidad de Madrid. Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid,
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REAL DECRETO LEGISLATIVO 2/2008, de 20 de junio, por el que se aprueba el texto refundido de la ley del
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REAL DECRETO LEY 8/2011, de 1 de julio, de medidas de apoyo a los deudores hipotecarios, de control del
gasto público y cancelación de deudas con empresas y autónomos contraídas por las entidades locales, de
fomento de la actividad empresarial e impulso de la rehabilitación y de simplificación administrativa. Boletín
Oficial del Estado, nº 161, 7 de julio de 2011.

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Sociología rural vs Sociología pesquera

Sociología rural vs. Sociología pesquera


Rural Sociology vs. Fishing Sociology

Begoña MARUGÁN PINTOS


Universidad Carlos III de Madrid
bmarugan@polsoc.uc3m.es

BIBLID [ISSN 2174-6753, nº6, 86-100]


Artículo ubicado en: www.encrucijadas.org
Fecha de recepción: septiembre de 2013 || Fecha de aceptación: diciembre de 2013

RESUMEN: De forma recurrente, hasta hace no mucho tiem- ABSTRACT: “Rural” has regularly been conceptualized in
po, lo rural se ha conceptualizado como la dimensión espacial spatial terms relative to small towns and homogeneous po-
relativa a poblaciones pequeñas y homogéneas, dominadas pulations, determined by their traditional culture and com-
por una cultura tradicional y un sentir comunitario. Partiendo munitarian values. Following this definition, Rural Sociology
de esta descripción, la sociología rural debería haberse ocu- should have concerned itself with all the populations living in
pado de toda la población que habita este espacio y sin em- these areas but, in fact, it only had been focused in agrarian
bargo, sólo se ha centrado en la agraria. Lo agrario ha absor- populations. Why Rural Sociology didn’t pay any attention to
bido a lo rural y la sociología rural ha olvidando a colectivos fishermen and fisheries?
como el pesquero. Pero, ¿por qué la sociología rural no se ha
ocupado de lo pesquero? The initial response may be to interpret as disciplinary
limitation of Rural Sociology, but at the end this arti-
La respuesta inicial fue valorar esta ausencia como una li- cle concludes that sociological perspectives would be
mitación de la sociología rural ya que algunas personas han better oriented by a general sociological approach,
compatibilizado la pesca y la agricultura y la mayoría de la which rejects excesive disciplinary specialization.
población pesquera habita en espacios rurales, desarrolla
un tipo de pesca artesanal y es partícipe de un modo de vida
tradicional. Sin embargo, a medida que se profundiza en esta Key words: Rural Sociology, Sociology of Fishing, Rural Socie-
reflexión surge la idea de que el análisis de la pesca sería más ty, Fisheries Research, Agrarian Environments, Disciplinary
pertinente desde una sociología propia e incluso de una so- Specialisation
ciología general que acabe con la excesiva especialización en
esta disciplina.

Palabras clave: Sociología rural, Sociología pesquera, socie-


dad rural, investigación pesquera, medio agrario, especializa-
ción disciplinar

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Begoña MARUGÁN PINTOS
Sociología rural vs Sociología pesquera

1. Introducción
La realidad social se escapa y excede las angostas categorías sociológicas que la intentan apresar teórica-
mente, sin embargo sin la creación de estos “atajos” la deliberación sobre la misma se vuelve una quimera. Como
de puntillas nos asomamos a la realidad dotándonos de categorías dicotómicas –natural/cultural, público/priva-
do, derecha/izquierda, religioso/profano, etc.- que nos permiten diseccionarla y de este modo observar algunos
aspectos de una porción de la misma. Una de esas dicotomías socialmente construidas que delimitan el objeto a
observar y nos ayudan a pensar el mundo es y ha sido la de rural/urbano.

En oposición a lo urbano, tradicionalmente, por espacio rural se ha entendido aquel territorio ligado al
mundo agrario, con una población escasa, homogénea y formas de vida dominadas por una cultura tradicional, el
sentir comunitario y la solidaridad mecánica; sin embargo procesos como la globalización, la industrialización y ur-
banización del campo, la generalización de la movilidad, la comunicación y la extensión de las redes sociales están
poniendo en cuestión el significado de lo rural. La cuestión no es nueva, como reflejan Newby y Sevilla Guzmán
(1983) nunca ha faltado el debate conceptual sobre las limitaciones del término rural, pero es en las últimas dé-
cadas cuando el cuestionamiento ha sido mayor. En el año 1998, Entrena Durán afirmaba que cada vez era menos
claro el significado de lo rural y Sancho Hazak (1997:220) concluía que la distinción urbano-rural carecía de fuerza
explicativa o cuando menos ignoraba numerosas componentes “mixtas”. En este sentido, en Reflexiones sobre el
desarrollo rural, González Fernández y Camarero (1999) plantean una superación del marco de lo rural como en-
tidad física. Lo rural sería el resultado de la acción social continuamente redefinida por los sujetos que la habitan
(residentes tradicionales, nuevos residentes y visitantes, ya sean estacionales o temporales).

A las posibles críticas devenidas de la evolución del espacio rural podría añadirse el cuestionamiento sobre
los sujetos que deberían haber sido “objeto” de indagación bajo su ámbito. Se ha conceptualizado lo rural como
una dimensión espacial –prácticamente carente de aspectos sociales (Sevilla Guzmán, 1983)– correspondiente
con localidades geográficas donde el tamaño y la densidad de la población son relativamente pequeñas. Exten-
dida y aceptada esta concepción, la duda es por qué una parte de la población que habita generalmente dentro
de este espacio físico, como es la pesquera, ha quedado fuera del análisis de lo rural y más concretamente de la
sociología rural.

Bien es cierto que existe algún barrio pesquero en las ciudades pero como recuerda Camarero (1997: 225):
“el campo y la ciudad han sido no sólo espacios o hábitats diferentes, sino fundamentalmente modos de vida dis-
tintos” y, en ese sentido, se puede decir que las gentes del mar formarían parte de un estilo de vida tradicional en
el que perviven mecanismos de cohesión social regidos por la solidaridad mecánica bajo la cual se inscribe lo rural.
Por tanto, en principio podríamos pensar que la población pesquera debería haber gozado de una mayor atención
por parte de una sociología rural que la ha ignorado.

En las páginas que siguen se dará cuenta de esta cuestión al presuponer que este cuestionamiento puede
ayudar a debatir sobre la propia definición de lo rural e incluso abrir el debate sobre la ubicación específica de la
temática pesquera ya que ésta ha quedado fuera tanto de la sociología rural, como de otras especialidades so-
ciológicas que podrían contenerla. Analizar por qué la sociología industrial, la del trabajo y sobre todo la rural no
ha entendido lo pesquero como objeto de estudio será el primer paso antes de revisar si, a la vista de los rasgos

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especiales de la explotación y la población pesquera, ésta debería haber sido analizada por estas especialidades
o, por el contrario, debería ser objeto de una sociología pesquera propia como ha sucedido en la antropología1.

2. Lo pesquero, un “cuadro” en busca de autor


Los puertos del litoral español se llenan de barcos, trajines, gestos y gentes sobre los que la mirada del
investigador social raramente se detiene. El mundo marítimo ha sido analizado desde el punto de vista técnico y
biológico, pero no ha recibido la atención que merece por parte de la investigación social europea. Esta carencia
de investigación se explica por el reducido valor económico y social que la pesca tiene en Europa, pero no puede
entenderse en España; país con una amplia tradición pesquera, un considerable –aunque cada vez menor- volu-
men de flota y una gran diversidad de la misma2.

Este contraste entre la importancia socio-económica y la analítica ha sido denunciado desde diversos ámbi-
tos de la investigación social (Caro Baroja, 1974; García Bartolomé, 1987; Lostado, 1988; Galván, 1999; Marugán,
2003) aunque la situación ha sido distinta en cada una de las disciplinas. Así, mientras en la antropología se ha
conseguido reunir a grupos de profesionales que están ayudando a descifrar la evolución de las comunidades
pesqueras3 y en la economía se intentan determinar las tasas máximas de explotación de los recursos marinos, en
la sociología la temática pesquera está prácticamente ausente. En el último Congreso Español de Sociología, cele-
brado en Madrid, en julio de 2013, ninguno de los 36 grupos de trabajo se dedicaba a la pesca, ni a la población
pesquera y tampoco ninguna de las ponencias y comunicaciones presentadas dentro de los grupo dedicados a la
sociología rural o la del trabajo tuvo a este colectivo como objeto de análisis (ver programa).

Tampoco en publicaciones específicas, como es la Revista de Estudios Agrosociales y Pesqueros4 -editada


por el actual Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente5-, esta población ha recibido excesiva
atención. Desde el año 2001 al 2013 sólo se han publicado en esta Revista un total de trece artículos dedicados a
la pesca y ninguno de ellos ha tenido una orientación sociológica6.

Varias son las razones de la exclusión de la pesca del ámbito de la investigación y la academia. La primera
reside en la alteridad y marginalidad de lo marítimo. Los pescadores pertenecen a esa parte de la población que
está en los márgenes de la sociedad: su trabajo está fuera del espacio físico de fácil acceso, donde las leyes de la

1 Los antropólogos parecen estar de acuerdo en la necesidad de llamar la atención sobre “una sociedad diferente a la rural y a la obrera”
(Geistdoerfer, 1984: 10) para la cual se requieren unas formas particulares de análisis.
2 Según el Censo de Flota Pesquera Operativa, a 31 de diciembre de 2012, España tenía el 23,7% de los buques de la UE, sólo superada
por Grecia e Italia que contaban con un volumen importante de barcos dedicados únicamente a la pesca artesanal. España, además de la
bajura, cuenta con flota de altura y gran altura y con colectivos específicos como los mariscadores y percebeiros. En 2012 en España había
10116 buques pesqueros (9723 que faenaban en caladeros nacionales, 143 en los de la UE, 237 en internacionales y 13 sin caladero asocia-
do).
3 La existencia de grupos de investigación o individuos que dicen de sí mismos estar especializados en este campo de investigación es
uno de los argumentos manejado por José Pascual Fernández, en “Antropología Marítima: historia, ecología, organización social y cambio
económico entre los pescadores”, para demostrar que hay una “antropología pesquera”. La existencia de técnicas de observación o de in-
vestigación más o menos específicas y unos themata teóricos que se repiten serían los otros dos argumentos en los que se apoya este autor
para mantener su postura.
4 La Revista Española de Estudios Agrosociales y Pesqueros, fusión de la Revista de Economía Agraria y de la Revista Agricultura y Socie-
dad, es una publicación periódica, especializada en temas relativos al medio rural con referencia especial a los sectores agrario, pesquero
y forestal, al sistema agro-alimentario, a los recursos naturales, al medio ambiente y al desarrollo rural, desde el objeto y método de las
ciencias sociales Disponible aquí (fecha de consulta 28 de diciembre de 2013).
5 Un Ministerio que nominalmente, con el paso del tiempo, ha eliminado cualquier referencia al sector pesquero. Hasta 2011 fue Minis-
terio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Y antes del año 2008 se denominó Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
6 Destaca en los artículos publicados una orientación económica, centrándose en la gestión de recursos y el reparto de cuotas.

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Pedro Natalio Rodríguez, colección “Entre el desierto y el Mar”, Cabo de Gata, 2013.

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“tierra” dejan de regir; su pequeña y dispersa población mayoritariamente está en zonas rurales fuera del referen-
te urbano y además, los distintos tipos de pesca están fuera de la uniformidad industrial dominante que impuso
el discurso de la modernización.

A diferencia de los primeros informes sociales -en los que la población marítima recibió atención por parte
de autores de la talla Le Play o de regeneracionistas españoles como Joaquín Costa7, Díaz de Rábago ([1885] 1989),
Díez Montoya ([1908] 1992) o Alfredo Saralegui (1929)8- los redactados a finales de los años setenta y principios
de los ochenta se escribieron bajo la lógica “científica” dominante para la cual lo industrial/urbano era lo moderno
frente al estancamiento de lo agrario/rural. Teóricamente, la industrialización supondría: por un lado, la extinción
de un modo de vida atrasado y, por otro, la homogeneización en una serie de patrones urbanos.

A partir de entonces la investigación mayoritaria sobre agricultura y pesca trató sobre la ineficiencia de las
pequeñas explotaciones y la necesidad de introducir criterios de racionalización, que no eran otros que los de su
eliminación en pos de la gran industria capitalista9. Se pensaba que los campesinos y pescadores tradicionales
dejarían paso a un nuevo tipo de trabajadores, asalariados del campo y la mar10, con unas relaciones laborales
similares a las que presentaban los obreros industriales. Por tanto, a partir de este planteamiento, la pesca y la
agricultura fueron consideradas por la academia como oficios “tradicionales”, propios del pasado y tendentes a
desaparecer; características que limitaron el interés analítico por estas actividades.

Sin embargo, y a pesar de compartir este lugar marginal, la agricultura -probablemente por su mayor impor-
tancia económica, demográfica y social-, ha sido objeto de estudio11 tanto por parte de la sociología rural, como de
la agraria, mientras la pesca no lo ha sido de ninguna de las especialidades de la sociología bajo las cuales podría
ser susceptible de análisis.

Para explicar esta situación se recurre a motivos de tipo práctico y empírico. Se argumenta sobre las pe-
culiaridades de esta población, escasa en volumen y dispersa a lo largo de la costa y el difícil acceso a los centros
de trabajo en la mar. Además, la investigación social pesquera se torna quimera a partir de fuentes secundarias.
Cuando se caracteriza el sector primario, la pesca siempre desaparece, quedando la agricultura como sector pre-
dominante (González Laxe, 1977). Los datos sobre esta actividad se diluyen bajo el epígrafe de “agricultura y
pesca”.

Obviamente estas razones contribuyen a su invisibilidad; sin embargo ¿pueden existir razones tanto ob-
jetivas, como subjetivas que expliquen la falta de atención que la pesca ha recibido por parte de especialidades
sociológicas tales como la industrial, la del trabajo o la sociología rural?

7 En su ensayo Colectivismo agrario en España ([1898] 1983) se refiere a la pesca como una agricultura marítima equivalente a la terres-
tre.
8 El más significativo de los reformadores de la precaria situación de la población pesquera fue Alfredo Saralegui, cuya labor práctica se
concretó en la creación de la Caja Central de Crédito Marítimo, fundada en 1919, de la que fueron verdaderos artífices los Pósitos de Pes-
cadores que él defendía.
9 A pesar del optimismo, el nacimiento de la flota de altura supuso nuevos problemas sociales y familiares. El alejamiento de los hombres
durante cuatro y cinco meses de la comunidad y su aislamiento familiar empezaron a preocupar a la Comisión Episcopal, por lo que encargó
la elaboración del Estudio Sociológico Hombres del Mar, en 1972, al Apostolado del Mar, siendo ésta prácticamente la única investigación
sociológica de esos años.
10 Destacan en este sentido una serie de trabajos empíricos (Informes GAUR,1971; CEPSA,1976; IRESCO,1977) que cuestionaban las posi-
bilidades de pervivencia de la flota artesanal en un momento de desarrollo industrial.
11 Incluso desde la antropología -donde la investigación ha sido más abundante- autores como Barandiarán (1982: 12) llaman la atención
sobre el extraordinario contraste entre la abundancia de estudios existentes acerca de comunidades rurales y la escasez de trabajos sobre
la población pesquera.

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2.1. La Pesca de altura ¿es posible su abordaje desde la sociología industrial?

Desde la división en sectores de actividad que estableciera Colin Clark (1967) en la que se incluye a la pesca
dentro del sector primario -por producir alimentos comestibles que pueden sustituir a la carne y porque hay pes-
cadores que distribuyen su tiempo de trabajo entre el mar y el campo de modo que sería difícil trazar entre ambos
una frontera- esta adscripción se ha asumido sin cuestionar. Sin embargo, varias son las cuestiones a matizar. En
primer lugar, la actividad pesquera no es homogénea12. El sociólogo Montero Llerandi (1985) establece una clara
distinción entre un tipo de pesca pre-industrial y otra industrial13. En segundo lugar, el proceso productivo pes-
quero –como lo denomina González Laxe (1983)– consta de cuatro actividades: desplazamiento hasta el caladero,
extracción o captura de los peces, transformación y venta.

Por otra parte, si en lugar de los criterios de clasificación que utiliza Clark se emplearan los medios de
producción y la forma en que son empleados, como lo hicieran los redactores del Informe GAUR (1971:176), se
concluiría que, para un correcto análisis de los problemas del sector “hay que utilizar un criterio que considere a
la pesca como una rama industrial de desarrollo tecnológico medio” (IRESCO, 1977: 11). Por tanto, pensada así la
pesca, al menos la altura y gran altura -el sector pesquero industrial de la misma, no debería haber sido ajena a la
sociología industrial, y sin embargo, lo ha sido.

Estando así las cosas, deberíamos pensar entonces sobre las razones de esta ausencia. Para empezar se
podría decir que, si bien es cierto que atendiendo a los diferentes tipos de pesca, la pesca industrial encajaría en
el ámbito analítico de la sociología industrial, habría que recordar que la pesca de altura es reducida en España y
que lo que prima es la pesca de bajura y el marisqueo14. Por otra parte, el componente de transformación es muy
secundario en el proceso productivo pesquero. El aspecto extractivo es aquí el realmente relevante y en eso sí
existe cierta similitud de la pesca con la agricultura.

Además, en este sector se produce un continuo trasvase de pescadores entre los distintos tipos de pescas. Si
el desarrollo industrial llevó a los hijos de los pescadores tradicionales a caladeros lejanos, el reparto de capturas
y cuotas y la crisis que padece este sector desde finales de los ochenta ha devuelto a estos profesionales de la

12 Varias han sido las tipologías diseñadas en el Estado español. El Equipo GAUR (1971) diferenció entre la pesca artesanal y la industrial a
partir del grado y volumen de desarrollo técnico, complejidad organizativa y relación entre la técnica y la organización de las unidades pro-
ductivas. Un paso más lo dio González Laxe (1988) exagerando los componentes de funcionamiento para hacerse eco de dos modos de pro-
ducción: pre-capitalista el uno y capitalista el otro. Sobre estas ideas Montero Llerandi establece la existencia de dos tipos de pesca. Varela
Lafuente (1985) -destacando todo aquello que tiene que ver con la fuerza de trabajo- menciona la existencia de cuatro tipos de pesca – no
capitalista, de bajura, de altura y de gran altura- en el modo productivo pesquero. Las últimas aportaciones provienen de la antropología.
Es desde esta disciplina desde la cual García-Allut (2000) distingue en Galicia la pesca artesanal, la semi-industrial y la industrial.
13 La pesca pre-industrial se define como el tipo de pesca caracterizada por ser un tipo de empresa familiar, barcos de escasa potencia y
donde el armador es también tripulante en la embarcación. El pescador debe tener conocimiento de las costumbres de los peces para su
captura. Se faena en lugares próximos a la costa y el tiempo de estancia en la mar es diario o menor de seis días. Su productividad es baja
y se establece un sistema de retribución salarial “a la parte”.
Por otro lado, en la pesca industrial la propiedad de la embarcación le corresponde a una sociedad de propietarios en la que los armadores
gestionan la empresa, pero no trabajan a bordo. Las embarcaciones tienen una gran potencia en los motores y un elevado desarrollo en
equipamientos para localizar las capturas que consiguen en caladeros muy alejados al puerto base. El tiempo de estancia en alta mar es
superior a los quince días y priman las relaciones laborales y jerárquicas entre la tripulación y no los lazos de parentesco.
14 Ante la imposibilidad de cuantificar con exactitud el volumen de la población dedicada a cada uno de los tipos de pesca se puede indicar
que según los datos de afiliados al Régimen Especial del Mar, del Instituto Social de la Marina, a 30 de noviembre de 2012, de los 61.038
afiliados en alta como empresas, el 50,2% pertenecen al Grupo segundo y tercero de cotización, es decir, a propietarios de embarcacio-
nes de menos de 150 TRB y a trabajadores de la pesca artesanal o marisqueo –lo que se conoce como pesca de bajura-, mientras que el
resto cotizarían dentro del Grupo primero, donde no sólo hay pesca, sino marina mercante, tráfico interior de puertos y embarcaciones
deportivas, de recreo y practicaje, estiba de puertos, personal de tierra al servicio de las cofradías de pescadores y sus federaciones y de
las cooperativas del mar y personal administrativo, técnico y subalterno de las empresas dedicadas a las actividades mencionadas. Es decir,
que el volumen del personal afiliado en el sector de la pesca dentro del grupo primero es muy reducido. Sirva como ejemplo ilustrativo el
hecho de que el 12,8% de la afiliación de este Grupo se ubica en Madrid.

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altura y la gran altura a los barcos del día. Abordar el estudio de los tipos de pesca por separado dificulta observar
los síntomas de los cambios económicos y sociales que en este mundo acontecen y que están en estrecha relación
con lo sucedido en el contexto socio-económico general.

Así, aunque los informes mencionados anteriormente se refieran a la pesca de altura como una rama indus-
trial y a la vista de la evolución del sector y de la componente artesanal del mismo es lógico que el estudio de la
pesca no se haya realizado desde la sociología industrial, una sociología que, por otra parte, por la estrechez de su
objeto, dio paso a la sociología del trabajo; especialidad bajo la cual también la pesca podría haber sido estudiada.

2.2. La pesca ¿Un trabajo más para analizar desde la sociología del trabajo?

En el primer Tratado de Sociología del Trabajo (1963) que conocemos, George Friedmann y Pierre Naville
explican que:

“La sociología del trabajo debe ser considerada, en su extensión más amplia, como el estudio, en sus diversos aspectos, de to-
das las colectividades humanas que se constituyen con motivo del trabajo. (…). Toda colectividad de trabajo con ciertos ras-
gos mínimos de estabilidad puede ser objeto de estudio para la sociología del trabajo: una empresa industrial lo mismo que un
trasatlántico o una lancha de pesca, una gran explotación de agricultura intensiva o la finca del pequeño agricultor donde traba-
jan algunos empleados con la familia del agricultor, una gran tienda de departamentos o un pequeño comercio que sólo em-
plea a algunos vendedores, un taller de artesanos y la oficina de una delegación de policía” (Friedmann y Naville,1963: 28).

Como se puede comprobar la pesca se explicita literalmente como potencial objeto de la sociología del
trabajo, sin embargo, ésta ha limitado su objeto de estudio al empleo industrial y de servicios. De este modo ni el
empleo agrario, ni el trabajo no asalariado que realizan los pescadores artesanales, ni el trabajo doméstico y extra
doméstico que desempeña el resto de la familia del pescador ha entrado bajo su órbita de estudio.

Tampoco los métodos de aproximación diseñados para analizar las condiciones de trabajo son adecuados
para evaluar el esfuerzo de las familias pesqueras15. Por tanto -y a pesar de que en los últimos años se empiece a
reconocer un concepto de trabajo que excede las relaciones laborales de empleo16-, encontraríamos en la limitada
concepción del término trabajo una de las posibles explicaciones de esta carencia. Y esto a pesar de que dentro de
la escasez de investigación, las condiciones de trabajo son la temática más trabajada desde la sociología. Dentro
de esta disciplina existen un puñado de investigaciones empíricas prácticamente reducidas a estudiar las condi-
ciones de trabajo.

Las condiciones de trabajo fueron el tema estrella de la década de los ochenta. Las investigaciones tuvieron
un marcado carácter regional. Varias de ellas se refieren a los trabajadores de la Comunidad Andaluza (Montero
Llerandi, 1985; Gutiérrez y Onieva, 1990) y de la Canaria (Blanco Roca, 1984), aunque también se hicieron estudios
de ámbito nacional (Lobeto y Carbajosa, 1989). Las investigaciones sobre las mismas se diseñaron a través del
método subjetivo y en ellas se trataba de conocer la opinión de los trabajadores sobre sus condiciones de trabajo.
Para ello, lejos de diseñar una metodología específica –cómo se hizo en la antropología- se emplearon los indi-

15 Hasta 2007 que la VI Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo, a partir del estudio comparativo con otras encuestas internaciona-
les, optara por desarrollar las entrevistas en el domicilio de la persona trabajadoras en lugar de en el centro de trabajo no se incluyó en la
misma ni la agricultura, ni la pesca, ni la minería.
16 La publicación del libro de Juan José Castillo et. al (2013) ¿Qué hacemos para que las diversas formas de trabajar sean coherentes con
nuestras necesidades y no sea el mercado quien decide qué y cómo es el trabajo? es un síntoma de la popularización y progresiva incorpo-
ración de este debate feminista a la academia.

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cadores sociales de la OCDE: jornada laboral media; tiempo de desplazamiento; vacaciones anuales retribuidas;
horarios atípicos; distribución del salario; accidentes de trabajo mortales y peligrosidad en el lugar del trabajo.

Con lo que se puede concluir que, si los marinos no han recibido atención por parte de la sociología del
trabajo, pero la escasa investigación realizada se ha hecho precisamente sobre este aspecto, quizá tampoco haya
sido necesario que la sociología del trabajo se hiciera cargo de este sector habiendo una sociología general que ha
servido de marco de análisis de la misma.

2.3. ¿Y qué decir sobre la sociología rural?

Si se conceptualiza lo rural, mayoritariamente, como una dimensión analítica geográfica (Sevilla Guzmán,
1983) la población pesquera debería haber sido estudiada por la sociología rural; sin embargo no ha sido así.
Como se puede comprobar y a diferencia de lo que ha sucedido con la sociología industrial y la del trabajo, existe
un número mayor de argumentos para que la sociología rural se hubiera hecho cargo de lo pesquero, sin embargo,
ésta tampoco lo ha tenido en cuenta al centrar únicamente en lo agrario su objeto de estudio. En la sociología rural
se ha producido una metonimia -un proceso de sustitución de la parte por el todo- y en lugar de ocuparse de toda
la población que habita en estas zonas geográficas se ha referido principalmente a la agraria17.

Ya en la obra de Sorokin y Zimmerman (1929) se asimiló “lo rural” con el estudio de la “sociedad agraria”,
aunque entre el conjunto de rasgos permanentes que establecieron para poder distinguir a las sociedades ru-
rales de las urbanas se encuentran determinadas características como: el índole particular de la ocupación de
los habitantes rurales, su especificidad ambiental y su relación directa con la naturaleza, también propias de las
comunidades pesqueras. Sin embargo, desde el principio, tanto la sociología rural institucional (Newby, 1983),
como la extra-académica (Sevilla Guzmán, 1983), tuvieron como objetivo el estudio de los “rasgos especiales de la
explotación campesina”, asimilando “lo rural” con “lo agrario”.

Galeski (1977:41) describía la sociología rural como “una perspectiva especializada que puede reunir todos
los rasgos especiales de la explotación campesina -lugar de trabajo, especialidad de la profesión del agricultor, la
familia campesina, la aldea como comunidad local, la clase campesina, etc.- y elucidar hasta qué punto se hallan
interconectados”. Siguiendo los avances de la sociología rural, Camarero Rioja (1997:11) concluye que “implícita o
explícitamente lo rural estaba compuesto por lo agrario y sólo lo agrario componía lo rural”.

Lo relevante entonces sería determinar si las comunidades pesqueras podrían entenderse como una parte
de la sociedad agraria o por el contrario presentan una serie de características específicas18.

En principio, en ambos casos se trata de dos oficios para los cuales se requiere el manejo de ciertas ha-
bilidades y conocimientos del medio y del ecosistema. Entendemos que los pescadores, por la naturaleza de su
actividad, la antigüedad de la profesión y su ubicación geográfica están más próximos a la población agraria que a
otras. Habría que recordar que en determinados momentos – sobre todo en aquellos económicamente difíciles –

17 Probablemente condicionada por su nacimiento, puesto que “existe un acuerdo generalizado de que la sociología rural surgió como
disciplina a raíz de la ‘crisis agraria’ de los Estados Unidos, crisis que atrajo una mayor atención pública a finales del siglo XIX” (Newby,
1983:23).
18 Una reflexión que se realizó en antropología por José Pascual Fernández (1997) en “Campesinos y pescadores. Un problema de defini-
ción”.

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Pedro Natalio Rodríguez, colección “Entre el desierto y el Mar”, Cabo de Gata, 2013.

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las mismas personas han desempeñado tareas agrarias y pesqueras, complementariedad de la que determinadas
bibliografías se han hecho eco (González Vidal, 1980; Le Play, 1990; Ansola Fernández, 1992) y que en el caso de
las mujeres mariscadoras (Marugán, 2004) esta complementariedad todavía permanece en algunos casos.

Por otro lado, incluso en aquellas situaciones donde ambas profesiones estaban perfectamente diferencia-
das, pescadores y agricultores aparecen sociológicamente conceptualizados como esa parte de la población tradi-
cional que comparte la categoría empírica geográfica de “lo rural”. Ambos participan del mismo espacio de modo
que algunos de los aspectos que explican la situación de la población agraria, sin ser idénticos, podrían hacerse
extensivos a la pesquera. De hecho algunos historiadores, como Casado (1996:33) argumentan que “la contrapo-
sición entre el mundo rural y el marítimo no ha sido más que otra consecuencia del sesgo historiográfico, pues
nunca fueron dos entidades separadas, sino dos caras o aspectos de la misma realidad”. Pescadores y agricultores
se han visto sometidos a los mismos acontecimientos socio-económicos y políticos. De hecho, el proceso de de-
sarrollo capitalista que interpretó Alfonso Ortí (1992) en la agricultura19 se ajusta perfectamente a lo acontecido
en la pesca20. Además, las actuales características que se dan en la pesca (agotamiento de los recursos, conflictos
por la ocupación de nuevos espacios marinos, reducción de la población activa y reconversión de la misma hacia
otros sectores, ocupación de trabajadores de terceros países, sujeción a las normas administrativas de carácter
supranacional, etc.) permiten constatar que en este sector se ha producido un proceso similar al agrario; caracte-
rizado por pasar de ser uno de los principales motores en la constitución del sistema económico a mero espacio
paisajístico y de ocio21.

A raíz de estas similitudes se entendería que la población pesquera fuera objeto de análisis de la sociología
rural, pero en esta otra especialidad sociológica la pesca ha estado ausente. No sólo no hubo ninguna comunica-
ción sobre la misma en el Congreso de la Federación Española de Sociología del año 2013, sino que tampoco la
hubo dentro del grupo de Sociología Rural en julio de 2010, en el X Congreso Español de Sociología (ver programa),
ni en el que se realizara tres años antes en Barcelona, bajo el lema “Poder, cultura y civilización”. Y esto a pesar de
que en este último se presentaron seis ponencias y cuarenta comunicaciones (ver programa) sobre los cambios
socioculturales en el medio rural, el mercado de trabajo y las dinámicas socio-laborales o las políticas públicas,
aspectos todos ellos donde la gente de la mar no debería haber sido marginada.

El olvido se reproduce más allá de nuestras fronteras. En el XIII Congreso Mundial de Sociología Rural, ce-
lebrado el año 2012, en Lisboa, no encontramos ninguna etiqueta identificativa relativa a la pesca en el conjunto
de las cuarenta y seis etiquetas de los temas tratados. Y este tópico tampoco aparece en la Nueva edición (2013)
de la International Journal of Sociology of Agriculture and Food, de la International Rural Sociology Association
(IRSA), aunque es grato encontrar la realización de un grupo de trabajo dedicado a la “Resiliencia y adaptación

19 Esta reconstrucción tiene la ventaja de interrelacionar los elementos económicos (formas de desarrollo de la producción), con los so-
ciales (evolución de la población activa, dinámica de las clases sociales y cambios en el medio rural) y los políticos.
20 Las transformaciones se inician con la primera modernización que se extendería desde 1748 a 1959. En ella acontecen los cambios
políticos, económicos y tecnológicos que modificarían el anterior sistema gremial y colocaron tanto a la pesca, como a la agricultura en un
lugar periférico dentro de los circuitos mercantiles. Si en la segunda modernización se dio una despatrimonialización y empresarialización
incompleta, y una desagrarización económica y de la población activa agraria, la Ley de Renovación y Modernización de la Flota Pesquera de
1961, marcaría la línea desarrollista que potenció la creación de una flota industrial y sumiría a la pesca artesanal en una crisis permanente
de subsistencia ecológica, económica y social. La preparación para la incorporación de España a la C.E vendría a fijar el inicio de la tercera
modernización en un marco cada vez más internacionalizado tanto en lo jurídico-económico, como en la penetración de los mercados.
21 Para conocer este fenómenos en el ámbito agrario ver Gómez Benito, C y González Rodríguez, J.J (Ed). (1997), Agricultura y sociedad en
la España contemporánea, Madrid, CIS. En cuanto al ámbito pesquero se han iniciado experiencias que tienen que ver con la pesca turismo
como la de Mar de Lira, la organización de guías turísticas para mostrar la actividad marisquera como GUIMATUR, organizar un día de pesca
a bordo de un barco de la mano del patrón, etc.

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Sociología rural vs Sociología pesquera

de las comunidades pesqueras de Europa” entre los cuarenta y dos grupos constituidos en el XXV Congreso de la
European Society for Rural Sociology (ESRS), celebrado en Florencia, en 2013 (ver programa).

Una vez vista la falta de atención recibida por la pesca por parte de la sociología rural la cuestión a solventar
sería si este desinterés es una limitación de la sociología rural o simplemente lo pesquero debería ser objeto de
estudio de una sociología particular, tal como sucede en la antropología.

3. Las características específicas de lo pesquero como elementos para delimitar la ubi-


cación epistemológica de esta actividad
Mediante la utilización de criterios ligados a la actividad y la forma de trabajo es donde se visualizan las
mayores divergencias entre la agricultura y la pesca, pues si esta comparación se realiza a partir de la organización
y las relaciones sociales las similitudes son mayores. De hecho, Raymond W. Firth ([1946] 1966:2-5) no diferenció
estrictamente a la población pesquera de la agraria al observar que dentro de las familias se entremezclaban am-
bas actividades. Ahora bien, respecto a las formas de trabajo existen no pocas diferencias como la posibilidad de
manipulación y modificación de las características del propio producto. El aspecto cotidiano y más continuado de
la producción pesquera, la mayor inseguridad, la economía de intercambio, la exigencia de una rápida transfor-
mación del pescado, y su específica división y distribución del salario, son algunos de los aspectos sociales propios
de la producción pesquera.

Por otra parte, el paso del tiempo ha tenido efectos significativos y, mientras en la agricultura la dominación
y domesticación del medio supuso el paso de la organización social primitiva a una sociedad agraria y de la caza
y la recolección se cambió a la producción agropecuaria, en la pesca el dominio del medio parece difícil por el
momento.

En el caso de la acuicultura y la piscicultura podría interpretarse que se ha dado este salto, ya que tienen
por objeto el cultivo y en ambos casos sí se ha operado una “domesticación” y una industrialización, sin embargo
estas actividades no se contemplan en este artículo al entenderlas como ocupaciones diferenciadas de la pesca ya
que salvo el cultivo de atún en jaulas -técnica ecológicamente denunciada-, el resto no se hace en el mar, ni por las
mismas personas que se dedican a la pesca – son afiliados a la Seguridad Social del Régimen General y no del Ré-
gimen Especial del Mar. Por otra parte, tienen una gestión empresarial y unos circuitos de mercado diferenciados.

En este sentido las características diferenciales entre la agricultura y la pesca residen en la similitud de ésta
última con la caza. La falta de dominación del medio y de las especies marinas es una de las características especí-
ficas de esta profesión. “La pesca es una actividad de caza sobre especies móviles que han de ser localizadas en un
medio extraño para el hombre como es el mar, para después intentar su captura” (Pascual Fernández, 1991: 149).

La pesca es una actividad económica que consiste en cazar recursos que son renovables y móviles, por
lo que tiene una importante vertiente ecológica. En la cadena fitoplancton-zooplancton-peces, el fitoplancton
representa la producción primaria y no se puede cosechar o recoger más que una fracción muy pequeña que es
accesible al control humano. La imposibilidad de regenerar el mar mediante métodos artificiales y por tanto, la
posibilidad de agotar las reservas marinas se presenta como uno de los elementos esenciales de la pesca.

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Si bien la producción agraria se ve sujeta a las condiciones medio ambientales, los recursos pesqueros ade-
más tienen dos características propias y diferentes a los agrícolas: su carácter renovable y una mayor sujeción a las
limitaciones bio-ecológicas. Los peces no respetan las fronteras nacionales o internacionales y sus comportamien-
tos se ven más influidos por todo tipo de acciones ajenas al control de las comunidades pesqueras. La temperatura
y otros condicionantes naturales, la contaminación y la pesca efectuada por otros agentes (Bailey, 1996: 9) afectan
a los peces de un modo que aún hoy se desconoce.

Pero en los recursos no se agota la dimensión ecológica. El medio marino es de difícil reparto y apropiación
(Varela Lafuente, 1985). El mito de la utilización colectiva del mar y la obtención de sus productos permiten la
apropiación colectiva a diferencia de la agricultura donde la propiedad del suelo es mayoritariamente privada. La
pesca es una actividad económica que genera miles de ingresos a partir de un producto que no hay que cultivar
porque es un regalo de la naturaleza (el VAB de la pesca marítima fue de 901.520.000 € según la Encuesta Econó-
mica de la Pesca Marítima de 2012 -Estadística Pesquera, abril de 2013). En un intento de regular esta situación
se ha recurrido a procedimientos como la asignación de derechos de acceso al espacio marítimo y/o la limitación
de la extracción de recursos mediante cuotas, licencias, vedas, etc., pero el respeto por la sostenibilidad ecológica
de un medio común y de sus recursos naturales se ve influido por las necesidades del mercado. Esta actividad
extractiva está dirigida por el mercado y los armadores se encuentran con una demanda de especies marinas a la
que no es fácil dar respuesta. En contraste con la agricultura, donde se puede plantar y cultivar, los recursos ma-
rinos no son productos de posible fabricación y cultivo. Además, la tecnología que, en un primer momento, sirvió
para aumentar el volumen de capturas, a medio y largo plazo, está contribuyendo a mermar las posibilidades de
regeneración de la vida en los océanos.

A las dimensiones ecológica y económica de la pesca hay que añadir la social. El trabajo se realiza fuera de
la tierra, medio natural de trabajo de otros habitantes de lo rural. A diferencia de otras profesiones ésta tiene un
carácter de extraterritorialidad que configura un tipo específico de organización socio-familiar donde las mujeres
pertenecientes a las familias de la pesca de altura y gran altura dan la continuidad a la cultura y la vida pesquera.

La mar es un espacio de aislamiento en la que para poder pescar se precisa de ciertas herramientas. Los bar-
cos, plataformas móviles de equilibrio inestable, se convierten en centros de confinamiento en los que el tiempo
de trabajo y de ocio se suceden de forma desordenada. En esta separación entre el mar y la tierra y en todas las
consecuencias que ello tiene -como la tendencia de la gente de la mar a vivir al día movida por la permanente sen-
sación de incertidumbre económica y riesgo físico- reside el carácter socio-diferencial de la población pesquera de
todas las demás, lo que nos hace dudar de la pertinencia del estudio de la misma por parte de la sociología rural.

El contraste entre la pesca y la agricultura nos llevan a concluir la especificidad de la pesca y a reflexionar
sobre la necesidad de estudio de la misma por parte de una “sociología pesquera” específica. La singularidad de
“lo pesquero” requiere de un ámbito de análisis que sea capaz de interrelacionar los aspectos ecológicos, econó-
micos y sociales en cada momento político concreto, un tratamiento específico que una sociología rural agraria
está lejos de poder otorgar. Y sin embargo, a la vista de lo expuesto se comprueba que el problema no es tanto
esta “incapacidad” por parte de la sociología rural como la ausencia de indagación de lo pesquero por parte de la
sociología. Salvo Montero Llerandi, por su origen marino, prácticamente ningún otro sociólogo o socióloga se ha
dedicado a esta temática. La creación de la revista NORAY de Estudios Sociales, bajo la dirección de este sociólogo
en el Instituto Social de la Marina, fue un buen intento de integrar este objeto, pero fue abortado tras su primer
número. La dispersión y escasez han sido los rasgos distintivos de los estudios sociológicos sobre la pesca.

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4. Conclusiones
El recorrido que en estas líneas se describe da cuenta de un proceso de reflexión personal partiendo de la
idea de la limitación de la sociología rural al reducir su objeto de análisis a lo agrario, para pasar a pensar lo pes-
quero y llegar a la conclusión de que esta población ha quedado fuera de la sociología rural porque éste no era su
ámbito de análisis - o al menos no lo era dentro de esa concepción cerrada de lo rural que rechazan González y
Camarero (1999), como tampoco lo era la sociología industrial. Quizá la sociología del trabajo, por las particulares
condiciones laborales que se dan en los distintos tipos de pescas, no debería dejar de atender esta realidad, pero
como se ha expuesto, si la escasa investigación realizada se ha hecho precisamente sobre este aspecto, quizá tam-
poco haya sido necesario que la sociología del trabajo se hiciera cargo de este sector.

Además, tampoco se puede apostar por la sociología del trabajo, pues desde aquí únicamente se daría
cuenta de una de las dimensiones posibles desde la cual analizar lo pesquero, la limitada a las condiciones de
empleo y de trabajo. Por tanto, si de conseguir una mirada holística de la pesca y sus gentes se trata parecería
conveniente la existencia de una sociología pesquera. Pero, una vez formulada la propuesta nos asalta la duda:
¿es preciso seguir creando especialidades sociológicas o reivindicar cómo Wakeley (1967) el desarrollo de una
sociología general, como sea o dónde se practique? ¿No va siendo hora de acabar con las cercas académicas y
corporativas y finalizar así con el eterno lamento sobre la interdisciplinariedad perdida?22.

Vista la fragmentación disciplinar y la especialización constante que se produce en la sociología -y cómo


ésta no solo responde al intereses científicos de conseguir un mayor conocimiento sobre el objeto analizado, sino
también a una redistribución de parcelas de poder académico y científico- apostamos por la visibilización de lo
pesquero dentro de una sociología general. Más que una nueva especialidad sociológica sería interesante referir-
nos a la pesca como un campo de estudio más de la sociología. Ahora bien, para que esta alternativa fuera viable
habría que aprender del pasado y comprender que si la sociología quiere ofrecer conocimientos sobre este ámbito
no puede seguir colocando a las gentes de la mar en el espacio marginal simbólico del pasado, como ha hecho
hasta ahora, de modo que cada vez han cobrado más importancia los estudio desde la antropología. Además, los
escasos estudios sociológicos se han caracterizado por un marcado carácter empirista y una escasez de plantea-
mientos y debates teóricos sobre los que habría que avanzar.

Tras este “triple salto”, ajena ya a cualquier tipo de intento justificativo de creación de un nuevo subtítulo
dentro de la sociología como sería una sociología pesquera, desde estas páginas se anima el diseño de posibles
bases teóricas desde la sociología general, aprehendiendo y dialogando con el resto de disciplinas sociales, sobre
las que edificar futuros estudios pesqueros.

Una vez que, mediante este proceso de reflexión, hemos llegado a la conclusión de la necesidad de estudiar
la pesca a partir de una sociología general que proporcione marcos teóricos de referencia donde situar las distintas
cuestiones que pueden ser relevantes de las sociedades pesqueras, la siguiente cuestión sería ¿cómo hacerlo? Ahí
va el próximo reto y para el mismo, paradójicamente, no se descarta aprender a las teorías fundamentadas en el
campesinado entre otra, pero esa es otra historia.

22 Para lo cual Juan José Castillo (1998 y 2009) propone volver a los clásicos y al terreno.

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Agricultura,
pueblo
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sociedad
y desarraigo
rural:
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condenados
yenmigraciones
la ruralidad
a encontrarse
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la Europa del Sur

¿Por qué se van? Mujeres de pueblo y desarraigo en la ruralidad


valenciana1*
Why do they migrate? Women from village and uprooting in the Valencian rurality

Josep PÉREZ SORIANO


Universitat de València
josep.perez@uv.es

BIBLID [ISSN 2174-6753, nº6: 101-116]


Artículo ubicado en: www.encrucijadas.org
Fecha de recepción: septiembre de 2013 || Fecha de aceptación: diciembre de 2013

RESUMEN: La ausencia relativa de mujeres jóvenes es una ABSTRACT: The relative absence of young women is a
amenaza para la sostenibilidad social de los municipios ru- threat to the social sustainability of rural municipalities.
rales. Las ciencias sociales han atribuido la sobre-emigra- The social sciences have attributed this female migration
ción femenina a factores como el mercado de trabajo o la to causes such as labor market or education among other
educación, entre otros. La feminización de las migraciones factors. The feminization of rural migration is a consequen-
rurales es una consecuencia de la desigualdad social, te- ce of social, regional and gender, inequalities. Along tho-
rritorial y de género. Junto a aquellas variables causales se causal variables also must be considered the symbolic
se deben considerar además, las estructuras simbólicas structures of domination, as urban supremacy. This paper
de dominación, la supremacía urbana. En este texto se ex- refers to the reasons of rural female uprooting, having ob-
ponen las razones que subyacen al desarraigo femenino, served the social representations of rurality in the Valen-
tras haber observado las representaciones sociales de la cian Country, using a qualitative approach. Village women
ruralidad en el País Valenciano, mediante una aproxima- today are mobile people: urban, modern, and they express
ción cualitativa. Las mujeres de pueblo hoy son móviles, an increasing resistance to the rural subordination.
urbanas y expresan una creciente resistencia a la subordi-
nación rural.

Palabras clave: Migración interna, género, sociología ru- Keywords: Internal migration, gender, rural sociology, to-
ral, topophilia, País Valenciano pophilia, Valencian Country

*1 Este artículo se basa en el trabajo de investigación de la tesis doctoral “El ball de les fadrines. Raons i discursos del desarrelament
femení en la ruralitat valenciana”, Universitat de València (2013). El autor agradece la labor crítica de las personas que han evaluado
y mejorado con sus aportaciones este artículo.

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1. Del desarraigo rural


El objeto de estudio, las mujeres de pueblo, refiere a dos construcciones sociales: el género y la rurali-
dad. El espacio rural se construye en un proceso dialéctico con relación a la ciudad. Igual que el género, con
la atribución social de significados diferenciados, si no opuestos, masculinos y femeninos, que cambian con
el tiempo y en el espacio.

Las teorías de la modernización han caracterizado lo rural como “estático y decadente”; lugar de “ig-
norantes y supersticiosos; de catetos” (Caro Baroja, 1991: 12); “del palurdo, del patán, del paleto, del rústico,
que por su ignorancia e inadaptación al mundo urbano se convierte en protagonista predilecto de los chistes”
(Bourdieu, 2004: 256).

Hoy mismo , de las palabras ciudad y urbe , extraemos las nociones de urbanidad, ciudadanía,
etcétera, que implican un alto nivel de tratos y contratos humanos; mientras que rusticidad y rús-
tico aluden a otro muy bajo de conocimientos y comportamientos (Caro Baroja, 1991:11).

La estigmatización de lo rural aún perdura, a pesar de que la intensidad de la movilidad de personas,


mercancías y mensajes, ha modificado el marco sobre el cual se construye lo rural (Ibáñez, 1991). ¿Por qué
se van hoy las mujeres de los pueblos? ¿Cuáles son los procesos sociales que subyacen al desarraigo rural fe-
menino? Los motivos podrían clasificarse en dos grandes categorías: en primer lugar, las causas objetivas, ya
sean de expulsión rural (desigualdades territoriales y de género) o factores push en la literatura anglosajona;
sean de atracción urbana, o factores pull, tales como el mercado de trabajo asalariado y los estudios, califi-
cados desde la teoría de género como causantes de la “huida” (Whatmore, 1991) o de la “huida ilustrada”,
respectivamente. Y en segundo lugar, las causas subjetivas que favorecen una predisposición a abandonar el
lugar de origen por la ciudad, sentida como único destino.

El éxodo rural se ha mostrado como una consecuencia inevitable e indiscutible del proceso de indus-
trialización, tanto es así que el modelo de sociedad urbana se ha impuesto como ideal de modernidad de
forma acrítica, “paradigma supremo de civilización” (Entrena, 1998: 127), de manera que se asume con cierta
naturalidad que el destino de la juventud rural deba ser la emigración urbana. El proceso migratorio se inicia
con una decisión particular; racional y espontánea, en apariencia, aunque se inserta en un proceso social
que conviene situar en un conflicto exterior y anterior (Pérez Díaz, 1971. Para Pascual (2011) se trata de un
epifenómeno, donde se deben considerar las estructuras sociales de dominio y de subordinación, desde una
perspectiva crítica, dinámica y reflexiva; una reflexibilidad empirico-analítica que, de acuerdo con Beck (1996:
208-209), “tiene lugar cuando nadie quiero verlo y cuando (acaso) todos lo desmienten”.

De acuerdo con Entrena (2008), las relaciones de desigualdad entre campo y ciudad, el contraste rural-
urbano, es el resultado de una serie de procesos socioeconómicos y/o político-institucionales (contexto obje-
tivo) que son legitimados (es decir, explicados y/o justificados) por los sujetos en ellos insertos o implicados,
mediante un conjunto de procesos simbólico-culturales (el contexto subjetivo). Así es, la disposición a mudar
de hábitat –y de habitus–, se asocia con la posición ocupada en la jerarquía social, dado que la presión estruc-
tural “se reparte desigualmente sobre la población, afectando con mayor o menor intensidad a unos y otros,
según sus diversos atributos de posición en el sistema social (Pérez Díaz, 1971). De manera que los “otros
rurales” (others en Clout, 1997; otherness en Little, 1999) como son las mujeres, los inmigrantes, pobres,

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gais y lesbianas “se sitúan en los límites de la comunidad rural” (Paniagua, 2007:193) y muestran una mayor
desafección, una predisposición a migrar.

El desarraigo tiene, también, dos significados: uno objetivo, físico (desplazar, arrancar) y otro más sub-
jetivo (psíquico: apartar, alejarse de una opinión, vicio o pasión). De manera que podría haber mujeres des-
plazadas y aún arraigadas a sus orígenes; y otras, también desarraigadas del lugar de origen, pero fascinadas
por el modo de vida urbana; una fascinación que “sólo puede ejercerse sobre mentes previamente conver-
tidas a sus atractivos” (Bourdieu, 2000: 226). Esta dimensión del desarraigo rural, la “conversión colectiva”
al atractivo urbano de vida, sería una muestra del “poder hipnótico” (Bourdieu, 2004: 58), de la supremacía
urbana. En definitiva, la atracción urbana o su anverso, el “fatalismo” rural (Bourdieu, 2004: 122), serían con-
secuencias de la internalización de los valores socialmente legitimados, una forma de dominación simbólica.
Wirth ya advertía, en Urbanism as way of life, del “embrujo que la ciudad ejerce, dado el poder de sus insti-
tuciones, a través de los significados que circulan por los medios de comunicación y de transporte” (Wirth,
1938: 5). La cuestión central de estudio se refiere a un conflicto sutil y secular, a una dimensión del desarraigo
que es el producto “acumulado de innumerables conversiones individuales” que favorecen “etapas de aleja-
miento psíquico de la tierra y de la casa familiar”; a una forma de “colonización económica” y de “adhesión
dóxica” (Bourdieu: 2004: 226 y 49).

Sin embargo, con el paso del tiempo, contexto y significados cambian. Vicente-Mazariegos observaría
esta paradoja cuando sostenía que “el campo y la ciudad pierden sus significados previos, que se trastocan
definitivamente. Y se van quedando sin sentido las viejas identidades” (Camarero, 1993:3). Cruz ha observado
las representaciones sociales de las mujeres rurales en una comarca palentina, suponiendo que “la intro-
ducción de valores postmodernos vinculados a las nuevas funciones del medio rural, podrían posibilitar un
proceso de ruptura con los significados tradicionales” de la ruralidad (Cruz, 2006: 125).

Las observaciones realizadas por Cruz muestran que para las amas de casa de la montaña castellana,
lo rural significa pobre, viejo, escaso, aburrido y lento; mientras que lo urbano sería joven, inteligente, rico,
divertido, abundante, rápido y agradable. Sin embargo, en las jóvenes estudiantes lo rural es sinónimo de
educado, bonito, bueno, hábil, alegre, trabajador y agradable; también, viejo, frio, escaso, lento; menos rico y
activo que lo urbano (Cruz, 2006: 143). Lo rural mudaría de significados: de pobre, viejo y aburrido, a bueno,
bonito y agradable.

El renovado atractivo del campo y de la naturaleza en las sociedades postindustriales, estarían en la


base de los nuevos usos del espacio rural y del creciente número de personas que dejan la ciudad. Los neo-
rurales cuestionan el estilo de vida urbana, son una expresión de (post)modernismo crítico o Rurality as way
of life (Halfacree, 1997). Rivera (2009) ha estudiado los significados de la neo-ruralidad en Navarra, aportando
tres categorías: Distopía pragmática (cambian de residencia pero mantienen el estilo de vida urbana); Utopía
de refugio (cuestionan la utopía de la modernidad, pero mantienen las prácticas y relaciones urbanas); y fi-
nalmente, la utopía de arraigo: son quienes renunciando al estilo de vida urbana, tratan de adaptarse a la vida
rural (una misión difícil cuando no imposible).

Ello no obstante, los neo-rurales expresan un cambio “en las relaciones entre la ciudad y el campo”
(Rivera, 2009: 416); y conforman un paisaje social emergente en el medio rural (Oliva y Camarero, 2002).

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El campo se convierte así en un espacio residencial de interés, con predominio del consumo sobre la pro-
ducción; es la función post-productiva del espacio rural (Halfacree, 1997). Morén-Alegret ha estudiado la
preferencia de los inmigrantes por las ciudades pequeñas en la península Ibérica, utilizando la topophilia, un
concepto aportado por Tuan (1974), de interés para analizar la percepción rural-urbana. Sampedro (2009) ha
explorado los discursos de mujeres de pueblo en Castilla, aportando una taxonomía de mujeres de pueblo
en Castilla, según el grado de arraigo (afirmativo o instrumental) o de desarraigo (resignado o indiferente),
concluyendo que el sentimiento de arraigo-desarraigo se desarrolla actualmente desde un proceso de rede-
finición de lo rural. Proceso en el que las jóvenes participan para poder ser “modernas y de pueblo a la vez”
(Díaz Méndez, 2005: 80).

Resumiendo, los significados de lo rural y de lo urbano cambian y se fragmentan (Camarero, 1993): en


interacción o por influencia de la supremacía urbana, unos podrían ser de inercia, otros de resistencia a la
subordinación. Conocer los procesos que subyacen al desarraigo femenino –y su efecto, en la masculinización
rural– “exige, por tanto, ahora una mirada hacia los valores y las representaciones con que las propias muje-
res sostienen sus trayectorias laborales y sus proyectos vitales” (Camarero y Sampedro, 2008: 102).

2. Objeto de estudio y metodología


Las migraciones explican las relaciones de conflicto y de subordinación del campo a la ciudad. Quien
migra interioriza “y despliega, a su vez, este conflicto en el campo de las actitudes y en el de las conductas
objetivas [...] en términos de arraigo y desarraigo…” (Pérez Díaz, 1971: 36). La internalización de los valores
dominantes, la disposición a migrar o la resistencia son variables, categorías mentales de percepción. Las
estructuras de significado, sean estas concebidas como discurso, representación social o habitus, no refieren
a un fenómeno micro, sino a un fenómeno social observable mediante técnicas cualitativas de captación de
significados. Conocer los motivos de la acción, comprender las razones del desarraigo, conlleva observar las
representaciones sociales, subjetivas; de manera que la vía de observación ha sido, fundamentalmente, cua-
litativa. Ello no obstante, la preferencia por esta metodología no es incompatible con el uso puntual de otras
técnicas de contraste o de “integración desde la diferencia”, en palabras de Bericat (1998: 106). La estrategia
no es incompatible con “la complementariedad de métodos, en los que uno de ellos se utiliza para mejorar
los resultados del otro en un uso más secuencial” (Bericat, 1998: 114).

La dualidad de significados del desarraigo (objetivo, físico; subjetivo, desafección) aconseja, además,
recurrir a técnicas diversas, dado que el arraigo, o “apego objetivo” (Bourdieu, 2002: 219), se manifiesta en
los vínculos familiares y sociales que se mantienen; en los comportamientos, cuya intensidad y frecuencia
pueden observar-se empíricamente, son cuantificables. Sin embargo, el desarraigo emocional, el desapego
subjetivo, es más intangible puesto que es “el resultado tangible de la fuerza de atracción urbana, que los di-
ferentes agentes contraponen a la inercia del habitus en los campos sociales de interacción y que conforman
las categorías de percepción y de identidad social” (Bourdieu, 2002: 219). En este caso, serían la inercia o la
resistencia a la dominación simbólica, dos categorías cualitativas. Estas dos dimensiones, arraigo y desarraigo,
aconsejan el uso de técnicas complementarias, según se expondrá con detalle seguidamente. Antes se debe-
rán mencionar las unidades de análisis.

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La población objeto de esta investigación han sido mujeres valencianas desarraigadas de municipios ru-
rales, que migraron a la ciudad. Es decir, son mujeres que ya no residen en su localidad de origen y que están
en una edad clave, en los estratos centrales, puesto que es en este periodo cuando se consideran críticas en
la reproducción, al ser su ausencia determinante en el proceso de despoblamiento (Camarero et al., 2009).

Las mujeres de la muestra seleccionada tenían entre 25 y 50 años en el año 2010 y una edad media de
35. Son 16 mujeres jóvenes (de 25 a 35 años) y 16 entre 36 y 50 años de edad. La cantidad de mujeres de cada
perfil teórico se determinó según el principio de saturación discursiva, a partir de una representación óptima
de las variables edad, estado civil, tamaño del hábitat y otras. Aunque en el criterio de decisión muestral se
optaría por la diversidad antes que por la cantidad. La selección final se delegó en terceras personas, a partir
de los contactos personales en 12 comarcas. Entre Noviembre de 2010 y Febrero de 2011, se entrevistó a 40
mujeres (en su lengua materna, catalán o castellano) y se analizaron 32 casos.

El límite funcional de la población rural considerada se ha situado en municipios menores de 5000h1,


periféricos, alejados más de 50 Km. de Valencia2, de comarcas interiores del País Valenciano. Así, 10 de los
32 casos proceden de municipios menores de 500; 12 de municipios de 500 a 1500 y otras 10 de municipios
mayores de 1500. En el Anexo nº 1 se puede observar un mayor detalle de la muestra.

En la fase de organización, análisis e interpretación de contenidos (discursos) se realizaría un mapa de


códigos-categorías para clasificar las 1650 citas de interés seleccionadas de las transcripciones3. Además, para
determinar el grado de arraigo/desarraigo se utilizaron, complementariamente, dos cuestionarios estandari-
zados. Uno para analizar comportamientos (vínculos) y otro para obtener el grado de topophilia (actitudes).
En este último caso se utilizaría un cuestionario Likert, donde cada entrevistada respondía en qué medida
estaba de acuerdo o en desacuerdo con afirmaciones positivas o negativas del pueblo o de la ciudad.

El cuestionario de medición objetiva (numérica) de las actitudes consta de 18 ítems, con 5 opciones de
respuesta, entre el acuerdo y el desacuerdo máximo. La lista de cuestiones trata de expresiones categóricas,
tópicos clásicos en la literatura del idilio o del tedio rural (agobio) y otros de la “nueva ruralidad” (Díaz Mén-
dez, 2005). Este cuestionario contiene preguntas de consistencia y de contraste. De los 32 casos se consideró
no válido el E22, dado que todas las respuestas eran positivas, tanto cuando se afirmaba una cuestión como la
contraria. En el próximo punto se expondrán los resultados de este cuestionario, aunque antes se presentarán
algunos rasgos distintivos de esta muestra estructural de valencianas de pueblo.

Los datos aportados por el cuestionario socio-demográfico y de comportamientos, permiten disponer


de una visión más precisa del conjunto de las entrevistadas: son 16 mujeres nacidas entre 1960-1972 (de 38
a 50 años de edad); y otras 16, entre 25 a 33 años (1977- 1986). Viven en la ciudad más de 10 años de media,
aunque 11 continúan empadronadas en su municipio, sobre todo las más jóvenes. Las que se dieron de alta
en el padrón de la ciudad, lo hicieron al comprar el piso en muchos casos. Hay algunas cuya pareja está em-
padronada en el pueblo; y aquellas que aún mantienen el vínculo legal con su municipio, expresan un grado

1 En el 2010 había en el País Valenciano 384 municipios con menos de 5.000 habitantes, donde residían unas 500.000 personas, un
10% de la población total. Los municipios <1500h eran 269 y 138 los <500h.
2 10 casos de la muestra residían en la ciudad de Castelló de la Plana (objeto de comparación).
3 El sistema de códigos-categorías refieren a las representaciones del pueblo (agobios, ausencias) y de la ciudad (dificultades, adap-
tación, relaciones); a motivos del arraigo-desarraigo; a los vínculos locales y a la identidad personal (autopercepción y comparación
rural urbana).

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de arraigo notable, alegando dos motivos: “participar en las elecciones locales” (E05) o “contribuir a que el
pueblo no pierda población y no baje de los 1000” (E20)

Por lo que refiere a las razones explícitas de salida hacia la ciudad se alega, sobretodo, el motivo es-
tudios y menos al trabajo, la pareja o “por el trabajo de la pareja”. Actualmente, una oferta de trabajo en el
pueblo o en la comarca, sólo sería tentadora para alguna joven, dado que la mayoría ahora ya no lo aceptaría.
Prefieren vivir en la ciudad.

La movilidad es una cuestión capital en las zonas rurales (“Si no tienes coche o moto en el pueblo estás
muerta”, E11). Por ello, no extraña que todas disponen del carnet de conducir, desde muy jóvenes; con alguna
excepción: la E22 lo consiguió con 46 años, tras divorciarse de su marido, dado que este se oponía enérgica-
mente a que accediera al permiso de circulación. Este caso migró de su pueblo muy joven, con 18 años, vía
matrimonial con un joven urbano, en 1982.

A principios de los 80 acabábamos de salir de una dictadura en la que las mujeres tuvieron consideración de seres dependientes
de los hombres, legal y económicamente, y una misión prioritaria de crianza y trabajo en el hogar familiar. Las mujeres necesita-
ban permiso del marido para contratar, vender, abrir una cuenta en el banco o sacarse el carné de conducir (Bustelo et al., 2012).

En las páginas siguientes se expondrán los resultados. En primer lugar, algunos datos del alcance del
desarraigo femenino en la ruralidad valenciana. A continuación los resultados de la medición del grado de
desarraigo en las mujeres de la muestra, con los perfiles o tipologías de mujeres de pueblo. Y, en tercer lugar,
el análisis de los discursos de forma somera y esquemática.

3. Resultados

3.1. El desarraigo en la ruralidad valenciana

La despoblación es grave en las zonas rurales, y no lo es menos en las comarcas valencianas del interior,
semejante a las vecinas de Aragón o de Castilla la Mancha: según el Instituto Valenciano de Estadística (IVE,
2007) entre 1986 y 2006 estas comarcas periféricas han perdido población, en todos los años sin excepción.
En la franja interior del territorio valenciano, más alejado de la costa, se ubican los municipios socialmente
insostenibles, a excepción de Requena, Utiel y Morella, que estando en zona regresiva, crecen en número de
habitantes. Pero, en general, cuando más periféricos son los municipios, cuanto más alejados están de las
grandes ciudades y de la costa, menores son las oportunidades y mayor es el contraste con la ciudad; a menor
masa crítica, menos colegios, centros sanitarios y servicios; menos trabajo, más desarraigo y mayor regresión
demográfica.

El envejecimiento y la masculinización son endémicos en los municipios rurales más pequeños y se


concentra en las edades críticas. En los pueblos valencianos menores de 5.000 habitantes y según el padrón
municipal del Instituto Nacional de Estadística (INE, 2010) el desequilibrio genésico se relaciona con el tama-
ño del municipio. Cuanto más pequeño es, menor es la presencia femenina. La masculinización es mayor en
los municipios menores de 500 habitantes y en las cohortes de 25 a 49 años. El punto más crítico se registra
en los 35 y 39 años, y en municipios pequeños: en los menores de 500h., a cada 100 hombres corresponden

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76 mujeres; un déficit promedio del 24%. Este valor podría empeorar, aún más, con el grado de lejanía del
pueblo con relación al área metropolitana: cuanto más remotos, mayores ausencias, mayor presión objetiva
por migrar y, al contrario, a más cercanía, mayor es la probabilidad de arraigo (van, trabajan y vuelven cada
día al pueblo) del commuting rural.

La edad es la otra variable de interés. Conviene advertir que los datos del padrón no registran la movi-
lidad tal como se produce, sino en la medida en que se formaliza su registro, ya que se basan en la población
de derecho, no en la de hecho. La gran mayoría de habitantes censados en los pueblos, trabajan y viven en
la ciudad entre semana. Muchas personas no se empadronan con el alquiler del piso en la ciudad, sino cuan-
do es preciso; tramitar el alta en la ciudad –que comporta la baja en el pueblo- se va aplazando más allá de
una década de residencia urbana. Muchas continúan arraigadas a su pueblo, también a efectos legales, en el
padrón, donde han figurado desde siempre; porque quieren y porque su residencia urbana es instrumental,
circunstancial. En otras, más desarraigadas, sin embargo, huir del pueblo será la culminación de un sueño,
una “esperanza de emancipación” (Bourdieu, 2004: 120).

La edad media de formalizar la baja en el registro es de 32,9 años en las entrevistadas, tras una década
de residencia urbana; coincidiendo con la instalación familiar o monoparental o la compra del piso. Adaptarse
a la ciudad no conlleva desarraigarse del pueblo. Entre las jóvenes, la voluntad de alargar la experiencia es-
tudiantil se revelará como clave para entender la disociación entre ser (pueblo) y estar (urbe). Entre las más
desarraigadas, se aprecia, no obstante, una mayor integración e identificación urbana. Aunque, en general,
el comportamiento de las entrevistadas indica una doble presencia: urbana e independiente entre semana
y una vinculación con el pueblo variable; unas son muy activas socialmente, en festivos y días no laborales;
otras tienen una frecuencia menor de vistas (“sólo por fiestas patronales”) y pocos vínculos sociales y afec-
tivos. Estos casos expresan un gran desarraigo: en este perfil, vivir en la ciudad seria culminar un proceso
iniciado desde mucho antes de pensar en la huida.

3.2. La medición del desarraigo rural

En la Tabla 1 se muestran los resultados agregados del cuestionario de actitudes, cuyos valores, en
general, son cercanos a 3 (ni acuerdo ni descuerdo). Destacan dos cuestiones: la 03 “En el pueblo todo es
más familiar, saludable y auténtico”, con una respuesta de casi 2 (de acuerdo). Y la cuestión 12 (“En el pueblo
son más salvajes, pobres e ignorantes”) que genera un notable desacuerdo (4,39). Estas serían las cuestiones
límite en el campo de análisis.

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Tabla 1. Cuestionario de Actitudes


Media Desviación
Típica
01 El pueblo es un buen lugar para vivir, hay más calidad de vida que en la ciudad 2,45 1,028
02 En el pueblo hay más naturaleza, tranquilidad... y ahora tienes de todo 2,35 1,112
03 En el pueblo todo es más familiar, saludable y auténtico 1,97 1,016
04 En el pueblo las mujeres tienen más apoyo y ayuda que en la ciudad 3,13 1,056
05 En el pueblo la gente es más amable, en la ciudad son más egoístas 2,84 1,157
06 La ciudad está bien para ir, pero la vida es más cómoda en el pueblo 3,19 1,138
07 En el pueblo la gente es más civilizada que en la ciudad 3,16 1,003
08 Las mujeres viven mejor en el pueblo que en la ciudad 3,61 0,615
09 La ciudad es cara, sucia y fea; ves más miseria 3,10 1,106
10 En la ciudad las mujeres espabilan, son más libres 2,74 1,182
11 En el pueblo las mujeres tienen más control, más presión social 2,23 1,055
12 En el pueblo son más salvajes, pobres e ignorantes 4,39 0,558
13 El pueblo está bien para ir, pero la vida es más cómoda en la ciudad 2,74 1,125
14 En la ciudad la gente es más civilizada y moderna 3,65 0,915
15 En el pueblo a las mujeres se las valora poco 3,58 0,992
16 La ciudad es mejor para vivir, hay más calidad de vida 2,61 0,989
17 En los pueblos están muy anticuados, hay más machismo 3,16 1,003
18 Las mujeres viven mejor en la ciudad que en el pueblo 2,84 0,898

* Los valores opcionales van del 1 al 5; 1 representa el máximo acuerdo y 5 el máximo desacuerdo
Fuente: Elaboración propia.

La polaridad de discursos, de la resistencia o de la desbandada moderna (Bourdieu, 2004), se compen-


san mutuamente y neutralizan. Aún representando perfiles contradictorios, si no antagónicos, las respuestas
agregadas expresan unos valores cercanos a 3 ¿Cuáles son las diferencias? ¿Cómo identificar patrones comu-
nes en las respuestas de las entrevistadas? En la Tabla 2 se describen los resultados del análisis de conglo-
merados (3 clusters4) realizado a partir del análisis de componentes (valores centrales iniciales y finales, con
rotación).

4 Prueba ANOVA. El grado de significación es superior al 95%, con 2 grados de libertad y una media de error insignificante. El valor
de la determinante de la matriz de correlaciones obtenida finalmente es un valor próximo a 0 o bastante bajo (3,58 E-005). Indicador
de idoneidad: El Contraste de Esfericidad de Bartlett es satisfactorio (3902,10), con un nivel de significación muy alto (0,000); el coefi-
ciente de Kaiser-Meyer-Olkin se aproxima a 0,9, las variables comparten mucha información para ser incluidas en factores comunes.

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Tabla 2. Grado de Topophilia. Cuestionario de actitudes, análisis de conglomerados


CONGLOMERADOS TOPOPHILIA
C1 C2 C3

AFIRMACIONES POSITIVAS DEL PUEBLO


01 El pueblo es un buen lugar para vivir, hay más calidad de 1,58 2,94 4,00
vida que en la ciudad
02 En el pueblo hay más naturaleza, tranquilidad...y ahora 1,92 2,61 3,00
tienes de todo
03 En el pueblo todo es más familiar, saludable y auténtico 1,67 2,17 2,00
04 En el pueblo las mujeres tienen más apoyo y ayuda que en 2,75 3,44 2,00
la ciudad
AFIRMACIONES NEGATIVAS DE LA CIUDAD
05 En el pueblo, la gente es más amable, en la ciudad son más 2,25 3,22 3,00
egoístas
06 La ciudad está bien para ir, pero la vida es más cómoda en el 2,50 3,56 5,00
pueblo
07 En el pueblo la gente es más civilizada que en la ciudad 2,67 3,39 5,00
09 La ciudad es cara, sucia y fea; ves más miseria 2,67 3,33 4,00
AFIRMACIONES NEGATIVAS DEL PUEBLO
11 En el pueblo las mujeres tienen más control, más presión 2,25 2,28 1,00
social
12 En el pueblo son más salvajes, pobres e ignorantes 4,75 4,22 3,00
15 En el pueblo a las mujeres se las valora poco 4,25 3,11 4,00
17 En los pueblos están muy anticuados, hay más machismo 3,42 3,11 1,00
AFIRMACIONES POSITIVAS DE LA CIUDAD
10 En la ciudad las mujeres espabilan, son más libres 3,17 2,56 1,00
13 El pueblo está bien para ir, pero la vida es más cómoda en la 3,75 2,17 1,00
ciudad
14 En la ciudad la gente es más civilizada y moderna 4,08 3,44 2,00
16 La ciudad es mejor para vivir, hay más calidad de vida 3,67 2,00 1,00
Fuente: Elaboración propia.

Las cuestiones categóricas se han agrupado según la dimensión de topophilia (territorio y afectos) en
cuatro franjas: positivas (filia) o negativas (fobia), con el pueblo o con la ciudad. Los perfiles y la congruencia
con el análisis de discursos de las entrevistas, que se tratará en la página siguiente, aportan 3 perfiles de ca-
sos5: el conglomerado o columna C1 son el perfil de las resistentes (o postmodernismo crítico); el C2, las mo-
dernas, y el C3, las más urbanas. Los valores de cada cluster explican su perfil actitudinal. Así, se observa una
alta ruralophilia en el C1, al expresar valores de gran acuerdo con las afirmaciones positivas sobre el pueblo.

Ejemplo de perfil del “postmodernismo crítico”, el grupo C1 también se caracteriza por los valores más
altos en expresiones de urbophobia: “09: La ciudad es cara, sucia y fea, se ve más miseria”; o la “07: En el
pueblo son más civilizados que en la ciudad”. Es un ejemplo de lo que Sampedro (2009) calificará de “arraigo
afirmativo”: el pueblo un buen lugar para vivir; la ciudad, una estación de paso. Es también una forma de
“arraigo utópico” (Rivera, 2009): su espacio vital está en el pueblo, aunque trabajan y residen, inexorable-
mente, en la ciudad.

5 En el cluster C1 (resistentes) se sitúan 12 mujeres. En el C2, 13 (modernas) y en el C3 sólo 6 (urbanas).

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En el otro extremo se sitúa el C3 (urbanizadas), que se caracteriza por valores altos en fobia rural: “17.
En los pueblos están muy anticuados, hay más machismo”. Y los valores más altos en filia urbana (“10. En la
ciudad las mujeres espabilan, son más libres”). La referencia de este tipo sería “estudiante: huida del hogar
familiar y del medio rural”; o “ama de casa: el matrimonio como puente hacia la ciudad” (Díaz Méndez, 1998:
113). Finalmente, el grupo intermedio, C2, son “modernas” que expresan filia rural y urbana, satisfechas de
vivir a caballo entre el pueblo y la ciudad, sin renunciar a nada. Es un ejemplo de “desarraigo instrumental”:
la ciudad, un medio para el estilo moderno de vida, urbana. “Buscan su autonomía personal y reconocimiento
a través del empleo” (Díaz Méndez, 1998: 128).

3.3. Los discursos rurales

En las representaciones observadas de la ruralidad destacan dos grandes categorías positivas (tran-
quilidad, naturaleza) y otras dos negativas: aislamiento (carencias) y presión social. La tranquilidad contiene
atributos tales como confianza, seguridad y libertad. Es una visión idealizada de la comunidad, que podría
tener significados contrarios en otras: E09: “El pueblo, uf... demasiada tranquilidad”. Esta tranquilidad exce-
siva, junto a la percepción de las carencias y del control social, son motivo de “agobio”, de aburrimiento (la
fobia rural).

Idilio y tedio rural son los grandes marcos interpretativos, que varían según la edad. Tal como se verá en
el mapa conceptual de las representaciones sociales, esta dualidad es más expresiva cuando ofrece imágenes
contrapuestas: de día o de noche. Es la asociación pueblo-tiempo-espacio de ocio, versus la reclusión, aburri-
miento, invierno. Son imágenes dicotómicas: días o largas noches; luz-oscuridad; libertad-opresión (arraigo/
desarraigo).

La asociación rural-naturaleza es más unívoca y tiene subcategorías: alimentos, salud y ocio. El pueblo
es el espacio, el tiempo libre y el disfrute del paisaje, coincidiendo con el uso de turismo rural: contacto con
la naturaleza; tiempo de familia, amigos o pareja. Y tiempo-lugar de desconexión y descanso, una muestra de
la nueva ruralidad (de consumo urbano).

-Ruralophilia. La consideración positiva de la ruralidad y la mejora en las condiciones de vida, refuerzan


la concepción del pueblo como espacio vital, donde se destaca la seguridad y, paradójicamente, la libertad
entre las jóvenes. “El pueblo está bien por la libertad que tienes” (E10). “Es sentirse protegida, en casa” (E01).
“Es balsámico” (E20). A las filorurales les agobia la vida urbana: congestión, ruido, estrés. La gente hace mala
cara, dicen; “son egoístas y insolidarios” (E34), una percepción devaluada de la vida urbana, donde “ganarse la
vida es más difícil; con un gasto permanente, de dinero y de tiempo” (E19); insostenible, cuando no disponen
de trabajos estables, de ingresos regulares y suficientes. En esta perspectiva crítica de la ciudad, las relaciones
urbanas son impersonales, centradas en el trabajo y de reclusión doméstica. Del trabajo a casa y al revés (E04).
Es aislamiento. Y otra paradoja: la sensación de soledad conviviendo entre mucha gente, anónima. “Sola, muy
sola, de verdad” (E38). Solas, aburridas y inseguras. “La soledad que sientes aquí no la sientes en el pueblo” (E07).
Las relaciones sociales son superficiales (“Aquí puedes vivir perfectamente, sin conocer a nadie” (E17). Y sin
saludar a nadie: “Aquí dices buenos días y se extrañan” (E09). Un atributo positivo de la identidad comparati-
va: la costumbre de saludar, otro factor distintivo.

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-Ruralophobia. En el polo opuesto al anterior están quienes asocian pueblo y aburrimiento, y ciudad
con el anonimato, la diversidad (estar rodeada de gente a todas horas), la movilidad y la autonomía perso-
nal. Si para las filo-urbanas, en la ciudad hay oportunidades y más libertad, quedarse en el pueblo sería un
fracaso; lo rural es pasado y, en invierno, “patético” (E31), un ejemplo de permeabilidad al estereotipo rural.
“Antes, quienes se quedaban eran los que fracasaban; los triunfadores eran los que se iban” (E17). En las más
jóvenes la sensación de fracaso hoy sería “quedarse sin trabajo, romper con la pareja y tener que volver a
casa: eso sería un fracaso” (E38). Proyecto de vida frustrado. Si en este perfil lo rural es aburrimiento (caren-
cias) la sensación de agobio por un exceso de control social es más visible entre las separadas que entre las
jóvenes: “Antes sí... siempre las mujeres; sí, todo era pecado” (E01). Era. Las jóvenes rurales ahora son menos
sensibles y menos vulnerables a la presión social, y según cuentan, pueden “entrar y salir con una mayor liber-
tad” (E16). De acuerdo con Díaz Méndez (2010:58): “Las jóvenes rurales hoy son más independientes, dado
que familia y vecindario, se manifiestan más abiertas a nuevos comportamientos, con unas pautas de relación
semejantes a las urbanas”. Y ¿más libertad? Para unas, en la ciudad; para otras en el pueblo. Igual pasa con la
inseguridad: “En el pueblo, puedes volver a las 7 de la madrugada y no tienes miedo de nada” (E10). Pero en
la ciudad sería distinto “[…] de noche y sola […]” (E33).

-Identidades. Entre las representaciones sociales y los proyectos de vida interceden las identidades,
que se construyen con la evaluación social relativa del endogrupo y del exogrupo, de manera que las identida-
des resultantes pueden ser de legitimación o de resistencia (Castells, 2000). Un ejemplo de refuerzo positivo
del endogrupo se observa con la asociación pueblo-naturaleza y la apreciación relativa del conocimiento de la
diversidad alimentaria, que aludiría a la actividad agraria característica de las comunidades rurales hasta hace
bien poco. Si bien esta vertiente de la ruralidad -como soporte de actividades agrarias- ha sido causa de la
“huida”, ahora emerge como rasgo distintivo de la identidad comparativa, motivo de orgullo del endogrupo.
En particular, los conocimientos ambientales, prácticos; la socialización y una experiencia más próxima al me-
dio natural, se consideran una ventaja comparativa con el exogrupo. “Sabes de donde vienen los alimentos”
(E11). “En el pueblo los niños espabilan más” (E10). “Y aprenden pronto a ser responsables y autónomos”
(E11).

-Trayectorias. Los perfiles de mayor filia-urbana muestran una mayor predisposición a la integración en
el nuevo hábitat. De hecho, los casos donde el proyecto de vida urbana se anhelaba desde la adolescencia,
conseguir una pareja urbana formaba parte de su estrategia de movilidad geográfica (cultural, profesional
y social). En esos casos (mujeres de mayor edad), prevalece el deseo de integración en el exogrupo (alter-
centrismo). “Puede ser que ya fuera una chica de capital sin darme cuenta. No sé, que no me atraían... (E23)
“Nunca he salido con ningún chico de mi pueblo” (E20). Ruralophobia. Adhesión dóxica. Es rechazo al endo-
grupo. “Porque son unas formas más rústicas... No me gustaban...” (E21). “No, del pueblo, jamás” (E36).

¿Por qué los rurales han de situar su proyecto de vida fuera de su localidad? Es una forma de violen-
cia simbólica, legitimada socialmente y naturalizada. Para Bourdieu (2004:241), la colonización cultural ha
comportado también una manipulación simbólica del porvenir (self-fulfilling-profecy). Un tipo de convención
sutil, tan real que llevaría a apostar el patrimonio familiar en el desarraigo de sus hijos: Los ahorros de la viña
y las almendras eran destinados, como fondo de inversión, a la hipoteca de un piso en Valencia (Avda. del

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Puerto y Avda. Baleares)6. Para cuando la niña fuera a estudiar a la ciudad. Así, la familia atrapa o empuja a
marchar (Díaz Méndez, 2005). Y en las jóvenes, también influye la pareja, que las engancha al pueblo o a la
ciudad; depende de las identidades, los proyectos y las estrategias personales. Hoy, estudio y trabajo son vías
instrumentales eficaces, parte de un proceso de independencia personal y familiar, que rompe la exclusividad
de la vía tradicional, el matrimonio.

El objetivo personal de las jóvenes hoy es la inserción social en la sociedad salarial, “y no depender de
nadie”: E07), que se consigue de manera estable mediante una profesión. Las solteras que estudian, los vier-
nes vuelven al pueblo, si pueden. Y cuando acaban los estudios, o cuando se quedan sin trabajo ¿por qué no
vuelven? ¿Cuáles son las razones que las retienen en la ciudad? Esta es una cuestión clave. Las solteras que
estudian-trabajan temporalmente, avanzan la emancipación familiar, de hecho y parcialmente, en la ciudad.
Las solteras que no estudian ni trabajan fuera del pueblo, sólo disponen de la vía tradicional (matrimonio)
para independizarse. Y la residencia urbana, por estudios-trabajo, es otra forma alternativa, legitimada so-
cialmente, que cuando la experimentan se resisten a abandonarla, a dejar el piso alquilado. “Yo estudio otra
carrera. Y mi madre me dice: no seas tonta y quédate un año más” (E34). El novio y la boda pueden esperar.
No quieren adelantar la domesticidad. “En el pueblo se casan y tienen hijos muy pronto” (E16). “Y no salen
de casa” (E19)

Son de pueblo, donde están los fines de semana y festivos. Aunque volver al pueblo, es volver a casa de
los padres, “donde no tengo tanto margen de libertad” (E15). Una contradicción aparente. Si el arraigo rural
percibe una mayor libertad en el pueblo, puede ser lo contrario cuando volver al pueblo significa convivir en
la casa familiar. “Yo quiero mucho a mi madre, pero con cinco minutos…” (E39).

La ciudad es aún esperanza de emancipación, de independencia; una vía para la realización personal y
profesional. Pero el desarraigo temporal no significa desafección. A veces la experiencia urbana favorece la
identidad rural, la conciencia de ser de pueblo, ya que es en la ciudad donde se encuentran con otros símiles
y donde interactúan con los “otros”: “se nota que eres de pueblo, cuando llegas a la ciudad” (E10).

“Se nota en la negatividad” (E09) que perciben de los urbanos: “tienen ese aire de superioridad” (E09).
En la convivencia urbana se relacionan más con los similares (gente de pueblo). Su adaptación al medio es
desigual, varía según el grado de arraigo o desarraigo rural, según sus identidades, de legitimación o de resis-
tencia. Integración o adaptación. Las arraigadas al pueblo (con más vínculos sociales, familiares y afectivos en
el lugar de origen) expresan una alta frecuencia de visitas a su localidad; no se han ido mentalmente; aunque
no están entre semana. Este tipo de mujeres expresan una menor integración urbana, pero a más años de
residencia, mayores serán los vínculos sociales y mayor será su adaptación al medio. Aunque su espacio vital
continúe centrado en el pueblo. La identidad y el arraigo rural condiciona la integración en el entorno urbano,
es una forma de resistencia que disminuye con el tiempo (relación laboral, escolar, familiar) y consolida la
adaptación al medio, sin renunciar a sus raíces. “No al 50%, pero ya me considero de Valencia” (E05).

Otras expresan ruralidad y urbanidad, con orgullo: “Estoy tan orgullosa de ser de mi pueblo como de
estar en la ciudad” (E16). Ser y estar. Son de pueblo (identidad) aunque están en la ciudad (circunstancia).
6 En Castelló de la Plana la inmigración del interior de la provincia se radicaba en los barrios situados “damunt la via” (del tren).
Actualmente, un poco más arriba, en la cercanía de la Universitat Jaume I.

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“Tengo la suerte de tener los privilegios de tener un pueblo y de estar en una ciudad” (E20). Es una doble
presencia y una doble pertenencia (Pascual, 2011).

La evidencia empírica extraída de esta muestra de mujeres físicamente desarraigadas induce a pensar
que las relaciones rural-urbanas han cambiado. De acuerdo con Díaz Méndez “… se ha pasado de una subor-
dinación fuerte, donde el rural se definía por aquello de lo que carecía frente al urbano, a una relación más
simbiótica. Aunque sigue manteniéndose la dominación material (la ciudad sigue siendo la proveedora de
recursos de ocio, de empleo, de relación y consumo) se ha roto la subordinación simbólica” (2011: 32)

4. Conclusiones
La distribución irregular de las oportunidades entre el centro y periferia, junto a la desigualdad social,
favorece la emigración rural, dado que la presión por salir será mayor cuanto más periféricas sean las pobla-
ciones y las personas en la estructura social. Es una elección individual condicionada por la interiorización de
esa dialéctica y por su efecto en las representaciones sociales, identidades y proyectos de vida. Además del
entorno objetivo conviene considerar los factores subjetivos. El desarraigo puede ser físico y también afec-
tivo. Los entornos sociales inhóspitos favorecen la huida. Pero migrar no siempre significa huir, no comporta
desarraigar, la desafección rural. Alquilar un piso y residir en la ciudad los días laborables, no significa aban-
donar el pueblo. No están pero son. Hay quien trabaja en la ciudad y vuelve cada día al pueblo. Otras, viven
donde trabajan y vuelven el fin de semana.

El proceso de salida del entorno familiar rural puede iniciarse por los estudios o por el trabajo urbano.
En la muestra de esta investigación, la edad media de salida está en 22,3 años, que coincide con la edad de
emancipación juvenil en España. Las jóvenes rurales se van solteras; las que tienen pareja quizás tengan más
motivos para quedarse y radicar su proyecto de vida en el pueblo. Algunas se fueron para ser amas de casa
urbanas. Otras, porque quieren ser autónomas, singles. Hay quien se emancipa vía matrimonial, otras por la
vía profesional.

Las mujeres convencidas por los valores dominantes son congruentes con un destino y un proyecto
soñado (Urbanism as way of life). Urbanizadas desde antes de salir del pueblo, se mimetizan e integran. Otras
buscan su autonomía y el estilo de vida moderna a través de un oficio, para ser independientes. Es desarraigo
instrumental, resignado, circunstancial; también las hay que huirían de la ciudad, donde están de paso, dicen;
es una muestra de arraigo rural utópico y de resistencia: defienden la superioridad del estilo de vida rural
(Rurality as way of life). Hoy no se avergüenzan de ser de pueblo. Al contrario, se muestran muy orgullosas
de lo que son. La ruralidad muda de significados. La dominación simbólica en las relaciones campo-ciudad se
fractura.

Son mujeres de pueblo que están en la ciudad. Hay quienes tratan de disimularlo y son asimiladas.
Otras, simplemente, se adaptan, viviendo a caballo entre las dos realidades. Y hay otras que aún tienen su
espacio vital en el pueblo; resistentes a su condición urbana. Es como si todavía no hubieran llegado a la ciu-
dad. Urbanas, modernas o resistentes, son móviles. Para poder ser, van y vuelven. Es como un baile, entre el
pueblo y la ciudad, entre la comunidad y la sociedad. Entre lo global y lo local cada mujer busca su punto de
equilibrio.

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6. Anexo

Tabla 3. Composición de la muestra, por grupos de edad, procedencia, estado civil, formación y ocupación
16 mujeres nacidas entre el
1960 y el 1975 (de 35 a 50
años en 2010)
NºE Edad Hábitat Comarca Provincia Estado Civil Formación
E37 1960 2.527h. Els Ports Castellón Emparejada D. Magisterio
E32 1963 811h. El Comtat Alicante Emparejada L. Medicina
E22 1964 4.758h. La Costera Valencia Separada Primarios
E09 1965 161h. L’Alcalatén Castellón Soltera Primarios
E17 1965 811h. El Comtat Alicante Casada L. Geografía
E30 1966 1.234h. Els Serrans Valencia Casada Primarios
E21 1966 774h. Utiel-Requena Valencia Casada Primarios
E36 1966 2.527h. Els Ports Castellón Separada Primarios
E06 1966 1.234h. Els Serrans Valencia Casada E.T. Agrícola
E26 1968 423h. Alt Palància Castellón Emparejada D. Enfermería
E02 1969 3.738h. L’Alcoià Alicante Separada Secundarios
E25 1969 1.203h. Utiel-Requena Valencia Casada Secundarios
E20 1969 1.203h. Utiel-Requena Valencia Soltera D. Magisterio
E03 1971 1.817h. L’Alcoià Alicante Casada L. Bellas Artes
E05 1971 1.433h. La Marina Alta Alicante Soltera L. Derecho
E18 1972 2.479h. La Vall d’Albaida Valencia Soltera L. Bellas Artes

16 mujeres nacidas entre el


1975 y el 1980 (de 25 a 35
años en 2010)
NºE Edad Hábitat Comarca Provincia E.Civil Formación
E19 1977 490h. La Vall d’Albaida Valencia Emparejada Aparejadora
E29 1977 424h. El Comtat Alicante Soltera D. Empresariales
E07 1978 855h. El Maestrat Castellón Casada Lic. en ADE
E11 1978 454h. La Marina Alta Alicante Emparejada I.Agrónoma
E04 1979 855h. El Maestrat Castellón Casada Fisioterapeuta
E12 1980 1817h. L’Alcoià Alicante Soltera ET. Agrícola
E01 1980 1367h. L’Alcalatén Castellón Soltera Primarios
E15 1981 2479h. La Vall d’Albaida Valencia Soltera Secundarios
E10 1981 529h. Els Ports Castellón Emparejada Secundarios
E14 1982 560h. El Maestrat Castellón Separada Superiores
E23 1982 442h. Els Serrans Valencia Soltera Secundarios
E39 1983 424h. El Comtat Alicante Soltera Superiores
E34 1985 734h. La Canal Valencia Soltera L.C. Trabajo
Navarrés
E16 1985 2749h. La Canal Valencia Soltera Secundarios
Navarrés
E33 1986 2798h. La Canal Valencia Soltera D. Trabajo Social
Navarrés
E38 1986 494h. Els Ports Castellón Soltera D.R. Laborales

Fuente: Elaboración propia.

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José Manuel del BARRIO ALISTE
De los problemas a los retos de la población rural de Castilla y León

De los problemas a los retos de la población rural de Castilla y León


From the problems to the challenges of the rural population in Castile-Leon

José Manuel del BARRIO ALISTE


Universidad de Salamanca
josema@usal.es

BIBLID [ISSN 2174-6753, nº6: 117-128]


Artículo ubicado en: www.encrucijadas.org
Fecha de recepción: septiembre de 2013 || Fecha de aceptación: diciembre de 2013

RESUMEN: Uno de los temas que más preocupan en la ac- ABSTRACT: One of the issues that most concern in Castile-
tualidad en Castilla y León es el relacionado con los proble- Leon are related to the problems and challenges of the popu-
mas y desafíos de la población en las zonas rurales. Con el lation in rural areas. In order to contribute to the debate on
fin de contribuir al debate sobre esta cuestión, este texto this question, this text seeks to provide some thoughts about
pretende ofrecer algunas reflexiones sobre este importante this important and controversial issue. First, some reflections
y controvertido tema. En primer lugar, se reflexiona sobre la about the importance of population issues in the collective
importancia de las cuestiones de población en el imaginario imagination of the region, in the status of autonomy and in
colectivo de la región, en el estado de la autonomía y en la the “Agenda for the Population of Castile-Leon”. Secondly,
“Agenda para la Población de Castilla y León”. En segundo there is some basic population data, highlighting the dispari-
lugar, se aportan algunos datos poblacionales básicos, po- ties, demographic differences and contrasts that exist in the
niendo de relieve las disparidades, las diferencias demográ- region. Finally, thirdly, some proposals for action are provi-
ficas y los contrastes que existen en la región. Por último, en ded, focusing in particular on the implications of the new con-
tercer lugar, proporcionar algunas propuestas para la acción, text in the rural areas.
centrándose en particular en las implicaciones de los nuevos
escenarios de la ruralidad. Keywords: Territorial cohesion, new rurality, human resour-
ces, training, participation
Palabras clave: cohesión territorial, nueva ruralidad, recursos
humanos, formación, participación

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1. Introducción
En 1982, el sociólogo Amando de Miguel escribía en Diez errores sobre la población española que sobre
la población de España no sólo existía falta de información, sino una persistente deformación de la realidad. ¿Se
puede aplicar esa afirmación al supuesto “problema” de la población de Castilla y León? Creo que sí. ¿Y sería po-
sible una reflexión científica coherente, racional y serena sobre los problemas y, de modo muy especial, sobre los
retos de la población rural de Castilla y León? Entiendo que también. Por ello, mi intención es compartir algunas
reflexiones muy generales sobre estos asuntos, tomando como referencia los resultados de las últimas investiga-
ciones que he realizado sobre la población de Castilla y León en los inicios del siglo XXI1.

El texto, de marcado carácter descriptivo y reflexivo, se estructura en tres grandes apartados. En primer
lugar, arrancaré con algunos comentarios sobre la importancia de los asuntos demográficos en el imaginario co-
lectivo de la región, en el Estatuto de Autonomía y en la Agenda para la población de Castilla y León (2010). A
continuación mostraré algunos datos básicos de la población, resaltando las disparidades, las diferencias y los
contrastes demográficos que existen en el interior de la región, e interpretaré algunos fenómenos demográficos,
como la masculinización y el envejecimiento. Posteriormente expondré algunas ideas o propuestas para la acción,
centrándome en lo que implican los nuevos escenarios de la ruralidad y en los nuevos retos de los territorios rura-
les, cuya viabilidad depende, entre otros factores, de la cohesión territorial, de la cooperación entre instituciones,
de las sinergias entre sus distintos grupos sociales y económicos y de la formación de los recursos humanos. Y por
último expondré algunas reflexiones centradas sobre todo en la relevancia de estas cuestiones sobre el diseño y la
planificación de programas de desarrollo rural.

2. Los “problemas” de la población de Castilla y León


La importancia de la población en el imaginario colectivo no es de ahora. Ya en 1984 Amando de Miguel
y Félix Moral mantenían en La población castellana que las monografías sobre la población castellana son más
bien un lamento, no ya sobre lo que podríamos llamar «demografía estacionaria», sino sobre sus aspectos más
llamativos: la despoblación. Los autores razonaban que, en muchos de esos estudios (citaban sobre todo los casos
de El Bierzo y Soria), da la impresión de que no es la población lo que verdaderamente preocupa, sino el paisaje,
insistiendo en dos cuestiones fundamentales: por un lado, que no se relata lo que de nuevas oportunidades bio-
gráficas significa para muchos el camino de la emigración, y, por otro, que el estudioso se recrea más bien con la
melancolía que producen los pueblos que se vacían, los pueblos como casonas, bardas y cortinas.

Como si quisiera replicar a los autores, Abel Hernández, en sus libros Historias de la Alcarama (2008) y El
caballo de cartón (2009), recrea la crónica de un tiempo y unos lugares en los que todos, de una u otra forma,
podemos ver algo de nosotros: el mundo de la civilización rural, contado a partir de la historia de Sarnago, pueblo
natal del autor, hoy abandonado, y de la comarca de la Alcarama, en las Tierras Altas de Soria. El autor nos relata
la extinción de ese mundo, de su pueblo, uno más de entre los numerosos pueblos abandonados que existen hoy
en España.
1 Estas reflexiones se han completado con algunos de los comentarios que han realizado los evaluadores externos que han revisado este
texto, a quienes agradezco sus valiosas aportaciones y sugerencias. De manera especial deben destacarse las referidas a la masculinización
del medio rural y sus impactos sobre la estructura de edades, los debates sobre el problema o más bien los retos personales y colectivos del
envejecimiento, los nuevos escenarios de la ruralidad y el papel que deben jugar las Diputaciones en el contexto de una nueva estructura
organizativa del territorio.

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También la directora Mercedes Álvarez, en su primer documental El cielo gira (2004), cuenta la historia de
Aldealseñor, un pueblo de Soria donde Mercedes fue la última en nacer. Álvarez establece un paralelismo entre
la situación del pueblo, cuya esencia se diluye y desaparece, con la realidad del pintor pamplonés Pello Azketa, a
quien una enfermedad ha ido dejando sin vista poco a poco.

Estas reflexiones tienen su lógica y su sentido. El éxodo rural que se produjo principalmente en los años
cincuenta y sesenta del siglo XX ha dejado su impronta2. No podemos olvidar que la población de Castilla y León
(y el “de” es muy importante) supera con mucho a los residentes que tienen fijada su residencia en los límites
geográficos de la comunidad. La magnitud de la diáspora regional ha sido tan intensa (sólo Extremadura y Castilla-
La Mancha la superan) que fuera de los límites geográficos de Castilla y León en 2009 residían aproximadamente
1.140.000 castellanos y leoneses, esto es, tantos como la suma total de empadronados en seis provincias: Ávila,
Burgos, Palencia, Segovia, Soria y Zamora.

En 2002, en mi libro Voces desde el oeste. Una radiografía provocadora de Zamora y sus gentes escribía
que, si hubiera que seleccionar los principales problemas que ocupan y preocupan a los zamoranos, la pérdida de
población, la emigración, la caída de la natalidad y el envejecimiento serían los asuntos que más han calado du-
rante las últimas décadas en Zamora. Pero lo curioso es que el caso de Zamora no es único. El seguimiento sobre
estas cuestiones en otros medios de comunicación de Castilla y León confirma que el “problema” de la población
ha calado en el imaginario colectivo de los castellanos y leoneses. Incluso la red contribuye a recoger y reforzar
estas percepciones. Así, si en YouTube se introduce “la población de Castilla y León”, la consulta devolverá al
menos veinte vídeos3. Algunos títulos hablan por sí solos: “Los sociólogos opinan sobre la población de Castilla y
León”, “La población de Castilla y León disminuirá casi un 2% en los próximos diez años”, “La población de Castilla
y León es la que menos crece”, “Castilla y León, tercera CC.AA que más población pierde”, “Sólo uno de cada cinco
pueblos crece en población”, etc.

2.2. La población en el Estatuto de Autonomía de Castilla y León

Estos asuntos se han introducido también en el Estatuto de Autonomía de Castilla y León. En el artículo 16,
que recoge los principios rectores de las políticas públicas, se dice que los poderes públicos de Castilla y León, en el
ejercicio de sus competencias, deben promover y adoptar las medidas necesarias para garantizar la plena eficacia
de, entre otros, los siguientes objetivos:

-“El ejercicio efectivo del derecho de los ciudadanos de Castilla y León a vivir y trabajar en su propia tierra,
creando las condiciones que favorezcan el retorno de quienes viven en el exterior y su reagrupación familiar” (art.
16.8).

-“La lucha contra la despoblación, articulando las medidas de carácter institucional, económico, industrial y
social que sean necesarias para fijar, integrar, incrementar y atraer población” (art. 16.9).

-“La modernización y el desarrollo integral de las zonas rurales de Castilla y León, dotándolas de infraestruc-
turas y servicios públicos suficientes” (art. 16.10).
2 Amando de Miguel y Félix Moral reflejan en La población castellana (1984) que en los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX el
saldo migratorio de Castilla y León fue negativo, con 1.003.783 salidas más que entradas.
3 Las búsquedas que se comentan las ha realizado el autor en septiembre de 2013.

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También en el artículo 43, referido a la organización territorial, se dice que “la Comunidad y las entidades
locales de Castilla y León promoverán la cohesión y el equilibrio de todos sus territorios, con especial atención a
las zonas periféricas y a las más despobladas y desfavorecidas” (art. 43.3).

2.3. La Agenda para la Población de Castilla y León

¿Y qué decir de la Agenda para la Población de Castilla y León, presentada en las Cortes de Castilla y León
por el Presidente de la Junta el 16 de febrero de 2010? En mi opinión, el documento es innovador en dos cues-
tiones: cuando se reconoce que las políticas demográficas deben coordinarse con las políticas territoriales, eco-
nómicas y sociales, y cuando se mencionan algunos tópicos sobre la población: la despoblación generalizada, el
envejecimiento y la fuga de jóvenes. Ahora bien, en el documento se echan en falta al menos tres cuestiones:

a) un balance de las políticas demográficas de la comunidad y, de manera especial, de la Estrategia de la


Población, aprobada en 2005, y que tantos debates académicos, políticos y mediáticos ha ocasionado en la región
por, entre otras razones, el nulo impacto de la medidas que en ella se contemplaban;

b) que no se constate con suficiente claridad que las diferencias, los contrastes y las desigualdades demo-
gráficas y territoriales son una de las señas de identidad de Castilla y León; y

c) que entre las medidas que se proponen no se mencione la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo
de gestionar el territorio con criterios supramunicipales, debido, entre otras razones, a que en Castilla y León hay
2.248 municipios y algo más de 6.000 entidades singulares o núcleos de población, y que, en 2009, 551 municipios
y 4.045 localidades no superaban los 100 habitantes. Una estructura insostenible en términos administrativos,
demográficos, económicos y, sobre todo, de capital social.

3. La población de Castilla y León en los inicios del siglo XXI


Para justificar adecuadamente las propuestas de intervención que se proponen más adelante, veamos an-
tes un resumen muy básico de la evolución de la población en la región en los inicios del siglo XXI y algunas re-
flexiones sobre dos procesos demográficos específicos: la masculinización y el envejecimiento de la población4.

3.1. La evolución de la población en Castilla y León

Durante 2000-2009, Castilla y León ha incrementado sus efectivos en 88.403 habitantes, es decir, la po-
blación ha crecido un 3,4% debido principalmente a que el saldo migratorio ha sido positivo (las entradas han
superado a las salidas en 151.843 residentes), frente al comportamiento negativo que ha registrado el crecimiento
vegetativo (67.440 fallecimientos más que nacimientos). Por tanto, la supuesta despoblación generalizada de la
región de la que muchos hablan no es tal. Ahora bien, como en la vida casi todo es relativo, no podemos olvidar
que, desde los inicios del siglo XXI, la trayectoria demográfica de la comunidad se aleja de la media del conjunto

4 Los datos que se ofrecen en este apartado se han obtenido del estudio La población de Castilla y León en los inicios del siglo XXI, que
realicé en 2009 y que fue publicado por la Fundación Perspectivas de Castilla y León. Las fuentes estadísticas de información que se utiliza-
ron están recogidas en el citado estudio.

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de España y se parece a la de las comunidades españolas que han experimentado un menor crecimiento de sus
efectivos: Asturias, Galicia, Extremadura y el País Vasco.

Además, el incremento de la población que se ha producido en Castilla y León durante estos años ha teni-
do contrastes provinciales muy significativos: León, Palencia y Zamora han reducido sus efectivos demográficos,
mientras que las otras seis provincias los han ampliado. Estas disparidades se observan también cuando compara-
mos la evolución de la población según el tamaño de los municipios. El decrecimiento se concentra básicamente
en los municipios de menos de 1.000 habitantes. Incluso entre los 23 municipios que en el año 2000 tenían más
de 10.000 habitantes, la evolución de sus efectivos demográficos ha sido extremadamente desigual. Así, mientras
que la población se ha incrementado en 15 municipios (principalmente en Santa Marta de Tormes, Laguna de
Duero y San Andrés del Rabanedo), ocho municipios han reducido sus efectivos, entre ellos, Valladolid, Salamanca,
León y, sobre todo, Villablino (-24,8%).

La distancia (en kilómetros) de los municipios a las capitales de provincia es una variable básica que explica
el mayor o menor dinamismo demográfico de la región. Mientras que los 70 municipios periurbanos han incre-
mentado sus habitantes en un 66,5% durante 2000-2009, a partir de los 25 kilómetros de distancia los efectivos
demográficos han menguado considerablemente.

Ahora bien, entre los municipios periurbanos los contrastes en esta materia son también muy significativos.
El crecimiento de la población en los cinco municipios periurbanos de Ávila o el registrado por los once de Zamora
es muy inferior que el crecimiento de los municipios periurbanos de Segovia (6), Burgos (11), Salamanca (14) y
Valladolid (7).

3.2. El balance demográfico de Castilla y León

El balance de la población de Castilla y León durante 2000-2009 es el siguiente: en 1.773 municipios (78,9%)
menguaron los residentes, sólo 457 (20,3%) aumentaron sus efectivos demográficos y los 18 restantes mantuvie-
ron la población. Lógicamente este resultado se explica por el impacto que en cada municipio han tenido el creci-
miento vegetativo y el saldo migratorio. Así, solamente en 138 municipios (6,1%) los nacimientos han superado a
las defunciones y en apenas 803 (35,7%) los inmigrantes han sido más cuantiosos que los emigrantes. La mayoría,
por tanto, han sufrido las consecuencias del retroceso vegetativo y/o del saldo migratorio negativo.

El futuro demográfico más sombrío de la región se produce en los municipios de menos de 2.000 habitan-
tes, aunque especialmente en aquellos que no registran nacimientos desde el año 2000. Así, aproximadamente
la mitad de los municipios no han tenido nacimientos en alguno de los años que van del 2000 al 2008. Este fenó-
meno se observa en los 245 municipios que no han registrado nacimientos en ningún año, se concentra en los
municipios con menos de 501 habitantes y afecta básicamente a municipios de Burgos (69), Soria (53) y Ávila (31).

3.3. La masculinización de la población

La masculinización de la población vuelve a reflejar las fuertes disparidades demográficas que trato de re-
marcar. La masculinización, principalmente en las edades jóvenes y adultas, es un fenómeno más rural que urba-

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no, con unos índices que sobrepasan la media regional. Y la situación es más visible a medida que los municipios
son más pequeños. Así, por ejemplo, en las localidades con menos de 101 habitantes se alcanzan hasta 200 varo-
nes por 100 mujeres en el intervalo de entre 45-49 años. Son ellas, por tanto, las que deciden abandonar, antes y
en mayor proporción que los hombres, el medio rural. Y este proceso, con profundas consecuencias para la super-
vivencia de los territorios rurales, no se invierte sólo con más y mejores infraestructuras y recursos económicos a
disposición de las mujeres (guarderías, servicios de proximidad, etc.), ya que, como han demostrado numerosos
estudiosos, la invisibilidad del trabajo doméstico o las creencias y los condicionamientos ideológicos y culturales
siguen pesando como una losa (Alario, 2004; Camarero et al., 2009; Franco Rebollar y Guilló Girard, 2012; Gálvez
Muñoz y Matus López, 2012; Sampedro, 1996).

3.4. El envejecimiento de la población

El mapa del envejecimiento en Castilla y León tampoco es uniforme. Tanto si comparamos los municipios,
las comarcas o las provincias, las diferencias intrarregionales son incuestionables. Las tasas de vejez más elevadas,
esto es, el porcentaje de porcentaje de personas de 65 y más años con respecto al total de la población, se concen-
tran en Zamora (28,3%) y Soria (25%), en los municipios más pequeños (por encima del 30%) y en las localidades
que se sitúan a 25 o más kilómetros de distancia de las capitales (algo más de uno de cada cuatro residentes tiene
65 y más años).

No obstante, hay que reconocer que durante 2000-2009 el envejecimiento en Castilla y León se ha esta-
bilizado (en torno al 22,4%) y que en el conjunto de España las tasas de vejez han decrecido varias décimas. Lo
interesante, sin embargo, es comprobar que la evolución del envejecimiento en Castilla y León ha seguido una
tendencia discontinua y heterogénea desde el inicio del siglo XXI hasta la actualidad. Se ve con mucha claridad
cuando comparamos las tasas de vejez de 2000 y 2009 en las provincias y en función del tamaño de los municipios,
la distancia a las capitales o las comarcas agrarias.

En todo caso, no debe pasarse por alto un dato muy significativo: en Castilla y León encontramos 226 muni-
cipios en los que más del 50% de la población tiene 65 y más años. Estos municipios se concentran principalmente
en las provincias de Soria, Ávila y Zamora. Conviene tener muy en cuenta esta información debido a los retos
personales y colectivos que este sector de la población presenta en estas provincias y, de modo muy especial, en
estos municipios.

Llegados a este punto, ¿cómo podemos valorar el envejecimiento? En mi opinión, el envejecimiento de


la población no es un problema. Es, como mucho, un reto personal y, sobre todo, colectivo. El hecho de que en
Castilla y León tengamos casi 575.000 residentes con 65 y más años, algo más del 22%, no significa que tenga que
ser nuestro principal problema. Es verdad que el aumento de la esperanza de vida ha provocado una creciente
necesidad social de atención socio-sanitaria a las personas mayores. Pero para ello, es indispensable que el Estado
recupere su capacidad recaudatoria, elaborando políticas de fiscalidad progresiva que permitan a España elevar
su inversión en protección social hasta situarse en los niveles medios de la Unión Europea. Además, en muchos
pueblos, los mayores son en la actualidad uno de los yacimientos de empleo más solventes y seguros. Ahí tene-
mos, por ejemplo, el impacto de las residencias de mayores, los centros de día o los comedores sociales, una salida
laboral para muchos profesionales y sectores de la población, principalmente mujeres, que encuentran un soporte

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para seguir residiendo en sus localidades de origen.

En todo caso, lo relevante es que no se aprovechen con mucha más intensidad las posibilidades económi-
cas, sociales y personales de los mayores. Por ahí deberían ir las reflexiones, las críticas y las propuestas. Y hay una
que no debería caer en saco roto: si entre los residentes de 65 y más años de Castilla y León hay 13.000 analfabe-
tos y algo más de 142.000 sin estudios, ¿por qué razones no se ponen en marcha planes de formación específicos
para los mayores? Estoy convencido de que la mayoría de esas personas asistirían a cursos de escritura, lectura
o cálculo. Tenemos experiencias de educación de adultos en el medio rural que, gracias al impulso de numero-
sos ayuntamientos, funcionan muy bien. No hablo del exitoso y multitudinario Programa Interuniversitario de la
Universidad de la Experiencia, destinado principalmente a las personas mayores que residen en las capitales de
provincia o en otros núcleos de población con efectivos demográficos relativamente numerosos. Si este tipo de
programas se pudieran generalizar a toda la región, ¿cuántos puestos de trabajo se crearían? ¿Y los beneficios
personales, sociales y colectivos que se conseguirían? Algunos dirán que cuesta dinero y que los recursos públicos
son escasos y que deben gestionarse con eficacia y eficiencia. Perfecto. Ahora bien, si la enseñanza hasta los 16
años es universal y gratuita, ¿por qué no puede serlo también la formación de las personas mayores analfabetas
o sin estudios?

4. Los retos de la población rural de Castilla y León


He tratado de remarcar las disparidades demográficas que existen en Castilla y León, resaltando que los
problemas demográficos se concentran especialmente en los municipios de menos de 2.000 habitantes. Desde
el año 2000, estos municipios han perdido el 4% de sus efectivos, la caída más aguda -tras Galicia y Asturias- de
los municipios rurales de España. Y si el límite se rebaja a los 500 habitantes, el decrecimiento ha sido del 8,6%,
el porcentaje más alto de España. He recordado también que en Castilla y León tenemos 2.248 municipios y más
de 6.000 núcleos de población y que 551 municipios y 4.045 localidades no superan los 100 habitantes. Por eso
sería conveniente rebajar el umbral de los 10.000 habitantes que aparece en la Agenda de la Población y focalizar
las medidas de actuación en los municipios rurales, con un tratamiento específico también para los municipios
intermedios. Por tanto, si hablamos de medidas, ¿qué medidas deberían de tenerse en cuenta en estas materias?
A esta cuestión dedicaré los siguientes apartados.

4.1. La complejidad del medio rural: un aspecto clave que no podemos pasar por alto

Si tratamos de intervenir, directa o indirectamente en el medio rural, no podemos olvidar que la sociedad
rural ya no es lo que era, que ha cambiado su fisonomía y que hoy es casi irreconocible en muchos aspectos. En
las sociedades tecnológicamente avanzadas está experimentando mutaciones y cambios muy profundos, que
se explican, entre otros motivos, por el impacto de dos fenómenos de gran trascendencia: por un lado, los cam-
bios en la lógica de localización de las actividades productivas y, por otro, la inversión del sentido clásico de las
migraciones. Aunque es verdad que estos procesos económicos y demográficos son más visibles en unas zonas
rurales que en otras, sin embargo, no se puede negar que globalmente están conformando el escenario de una
nueva ruralidad, esto es, el nacimiento de un nuevo paisaje social, donde nuevas y viejas políticas, nuevos y viejos
actores, nuevas y viejas formas de relación social, nuevos movimientos sociales y grupos de interés compiten en

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la defensa y construcción de lo rural, como muy bien han documentado, entre otros, Barrio Aliste (1996a, 1996b,
2000a y 2000b), Camarero (1993), García de León (1996), García Sanz (1994), Gómez Benito y González Rodríguez
(1997), Martín Patino (1998), Maya Frades (2008), Molinero Hernando et al. (2004), Moyano Estrada (2000), Pérez
Yruela (1990) o Ramos Real (1999). Es verdad que los nuevos procesos sociales y económicos afectan de forma
diferente a cada localidad, configurando en cada una de ellas una problemática específica y una estructura social
propia (Aguilar Criado, 2010; Arias, 2010). Por tanto, aunque no podemos generalizar, es cierto que el proceso de
cambio está en marcha y que, al mismo tiempo, los estereotipos sobre la nueva ruralidad son también abundantes
(Gorraliza, 2010). En cualquier caso, lo relevante es constatar que estas transformaciones espaciales, funcionales y
socioeconómicas han afectado a la propia delimitación del ámbito rural y llevan consigo implicaciones operativas
en relación a la aplicación de los programas de desarrollo (Sancho Comís y Reinoso Moreno, 2012).

4.2. Hacia la cohesión territorial

Uno de los retos que tenemos encima de la mesa en Castilla y León es el de la cohesión territorial. Pero lo te-
nemos en esta región, en España y en Europa. Y todo ello está muy relacionado con un nuevo e interesante debate
sobre lo que debería ser una política rural, autónoma y desprendida de las dependencias políticas y financieras de
la Política Agraria Común (PAC), tal y como se sugiere en el Libro Verde de la Cohesión Territorial de la UE (2008).

Todo ello constituye un cambio significativo a la hora de abordar el desarrollo de los territorios rurales, ya
que hoy es mucho más importante la definición del mapa de centros escolares o de atención sanitaria, las infraes-
tructuras viarias o el diseño de la red de telecomunicaciones, que no la concesión de un programa de desarrollo
rural de las características de la antigua iniciativa LEADER (acrónimo en francés de “Liaisons entre activités de
Developement de L’Economie Rural”) o incluso del actual reglamento FEADER (Fondo Europeo Agrícola de Desa-
rrollo Rural). Esto hay que tenerlo en cuenta si no queremos perder la perspectiva de por dónde van las fuerzas
que, desde una dinámica global, inciden en los territorios rurales. Por eso, sería muy conveniente incorporar el
concepto de “nodo de desarrollo”, por cuanto encierra el interés de integrar en torno a un territorio determinado
todas las fuerzas o actores económicos, sociales y políticos que intervienen o pueden intervenir en su desarrollo.

El Libro Verde de la Cohesión Territorial viene a decirnos que no hay futuro para las áreas rurales sin un
tejido social bien cohesionado, sin adecuadas infraestructuras y equipamientos, sin un sistema político legitimado
por su eficiencia y transparencia y sin una economía dinámica y diversificada. Y que no hay futuro para las áreas
urbanas sin un territorio rural vivo y abierto a los intercambios económicos y sociales, que no sea capaz de actuar
de soporte de muchas actividades productivas, pero sí capaz de promover sinergias en el uso y disfrute de los
recursos naturales que encierra o en la mera contemplación estética del paisaje que ha contribuido a conformar.

No hay áreas rurales y áreas urbanas separadas entre sí, sino territorios cuya viabilidad depende de la coo-
peración entre instituciones y de la sinergia entre sus distintos grupos sociales y económicos. Sólo así se podrá
garantizar la cohesión necesaria para evitar el riesgo de exclusión en unos contextos globales cada vez más exi-
gentes y competitivos.

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4.3. Cambios en las escalas de actuación, cooperación y coordinación intermunicipal

La cohesión territorial exige abordar los problemas a una escala geográfica adecuada. Mi propuesta, que
no es nueva y que vengo defendiendo desde hace más de veinte años, se resume en conseguir un pacto político
para gestionar el territorio desde criterios supramunicipales utilizando las figuras de las comarcas, las mancomu-
nidades o los grupos de acción local.

Este planteamiento obligaría a los actores locales a asumir nuevas funciones y responsabilidades. Pero, al
mismo tiempo, permitiría que los alcaldes y los técnicos de los servicios sociales, la salud, la docencia, los agentes
de desarrollo local y otras organizaciones de una misma zona cooperen entre sí. Y serviría para poner orden donde
hoy reinan el desorden y la descoordinación. Por ejemplo, ¿es coherente y razonable que las distintas entidades
y administraciones que actúan en el mismo territorio encarguen estudios sobre los mismos asuntos o que repitan
programas, proyectos o cursos de formación pagados con fondos públicos? Yo creo que no. Por tanto, si los facto-
res políticos e institucionales deben tenerse muy en cuenta a la hora de explicar el desarrollo y el progreso econó-
mico, y si el minifundismo municipal, la débil cooperación y la descoordinación influyen también en el desarrollo
y bienestar de la población, ¿cuándo cogeremos el toro por los cuernos?

4.4. El debate sobre el sentido o, más bien, el sinsentido de las Diputaciones

En este marco no podemos aparcar el debate sobre la utilidad de las Diputaciones en el marco de la España
autonómica. Es difícilmente comprensible que en Castilla y León, con poco más de dos millones y medio de resi-
dentes, se precise de una arquitectura administrativa e institucional integrada por unas Cortes Regionales, nueve
Diputaciones provinciales y 2.248 municipios para gestionar los asuntos de los ciudadanos, mientras que, por
ejemplo, en la comunidad de Madrid, con más de seis millones de habitantes (casi cuatro millones más), sólo exis-
ten 179 municipios y la Asamblea de Madrid. Y lo mismo puede decirse del resto de comunidades uniprovinciales:
Asturias, Cantabria, Navarra, La Rioja y Murcia, donde las Diputaciones dejaron de existir y con un Parlamento
regional se bastan y se sobran.

El argumento anterior tal vez no sea suficiente para convencer a quienes aún hoy defienden la utilidad de
las Diputaciones. Sus defensores vienen a decir, más o menos, que las Diputaciones son una administración cer-
cana, eficiente y rápida. Pero lamentablemente no siempre es así. La educación, la sanidad, el desarrollo rural, las
políticas activas de empleo, el patrimonio o el medio ambiente, entre otros, son asuntos básicos que afectan a
los ciudadanos y que, sin embargo, son competencia de la Junta de Castilla y León. Por consiguiente, si las Dipu-
taciones fueran tan “útiles”, lo primero que debería reclamarse es que esos y otros contenidos fueran asumidos
inmediatamente por ellas, ya que, al fin y al cabo, los beneficiados íbamos a ser todos los ciudadanos.

Aunque no se quiera reconocer, dos fuerzas empujarán a las Diputaciones al baúl de los recuerdos: por un
lado, las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información y comunicación para la gestión de los
asuntos locales y, por otro, las nuevas formas de colaboración entre los municipios y las administraciones central,
autonómicas y europea. Los Grupos de Acción Local, las Mancomunidades y las Agrupaciones Europeas de Coo-
peración Territorial son solo tres ejemplos.

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Sin embargo, aunque en distintos foros, encuentros o cursos de verano estos asuntos salen una y otra vez,
somos incapaces de tratar la complejidad y el alcance de la desorganización territorial y el papel de las Diputacio-
nes tomando como referencia otras perspectivas innovadoras que no se centren únicamente en el supuesto apoyo
que prestan a los pequeños municipios en zonas con una alta dispersión geográfica y poblacional alta, como es el
caso de Castilla y León.

4.5. La formación al servicio del desarrollo territorial

Innovar mediante la formación debería de ser también un objetivo irrenunciable. Es posible que algunos
piensen: “¿Y qué relación tendrán los asuntos demográficos con la formación?”. En mi libro Desarrollo y desigual-
dad territorial en Zamora en los inicios del siglo XXI (2009) he tratado de demostrar que los diferentes umbrales
de desarrollo de los municipios zamoranos están muy condicionados por el nivel de estudios de la población. No
hablo de la necesidad de construir nuevas autovías ni de que llegue cuanto antes el Tren de Alta Velocidad a unas
y otras provincias, cuestiones que habitualmente se reclaman por unos y otros. Los dardos deben dirigirse hacia
otra diana cuyo nombre es “formación de los recursos humanos”.

Otros expertos han llegado a conclusiones similares. En el estudio Distribución geográfica del capital hu-
mano de los emprendedores, realizado en 2009 por un equipo del Instituto Valenciano de Investigaciones Econó-
micas, se confirma que las dotaciones de capital humano de un territorio influyen decisivamente en su capacidad
de progreso. Un capital, en el caso de los emprendedores, que está distribuido de forma desigual, con las implica-
ciones que esto tiene en la localización de la actividad económica, en las posibilidades que presentan las distintas
zonas de alcanzar mayores niveles de productividad y cotas más altas de renta per cápita y bienestar. Los datos
son concluyentes:

-los empresarios con más capital humano se encuentran en Madrid y en el nordeste peninsular, mientras
que tienen menos formación los empresarios de las provincias situadas alrededor de Madrid, como el oeste de
Castilla y León, Extremadura y Castilla-La Mancha;

-Madrid y Álava son las provincias con un mayor porcentaje de emprendedores con educación superior;

-los directivos más formados se localizan en el País Vasco, la Comunidad de Madrid y La Rioja;

-los autoempleados vascos y navarros tienen las mayores dotaciones de capital humano mientras que los
autónomos manchegos, gallegos y castellanos y leoneses ocupan las últimas posiciones.

5. Algunas reflexiones
El estudio de los problemas y los retos de la población rural de Castilla y León en los inicios del siglo XXI debe
enmarcarse en una perspectiva temporal y espacial mucho más amplia. Que la población aumente o disminuya
en un territorio sólo es relevante si se compara con la evolución demográfica de otros territorios a lo largo de una
secuencia temporal más dilatada. Aunque es verdad que la población de Castilla y León se ha incrementado un
3,4% desde el año 2000, debido sobre todo al impacto positivo del saldo migratorio, no obstante, hay que insistir

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en dos aspectos clave: por un lado, la trayectoria demográfica de la comunidad se aleja de la media del conjunto
de España y se parece a la de las comunidades españolas que han experimentado un menor crecimiento de sus
efectivos, y, por otro, que los contrastes demográficos, tanto en el crecimiento final de la población como en la
evolución de sus distintos componentes, siguen siendo una de las señas de identidad de Castilla y León.

Asimismo, es muy importante subrayar que los supuestos problemas demográficos que se han mencionado
en el texto (entre otros, dispersión de la población, masculinización, envejecimiento, etc.) se concentran en los
municipios de menos de 2.000 habitantes. Ahora bien, conviene insistir en que los retos de los territorios rurales
de la región no son únicamente de carácter demográfico sino que, como se ha visto, son de diversa naturaleza,
estando condicionados también por el intenso proceso de cambio que se ha producido en la sociedad rural du-
rante las últimas décadas. Como era previsible, estas cuestiones deben tenerse muy en cuenta en el diseño de los
programas de desarrollo rural y en la planificación de políticas públicas relacionadas, sobre todo, con las infraes-
tructuras, las comunicaciones, los servicios sociales, educativos, sanitarios, postales, etc., recursos que, como se
sabe, son fundamentales para la mejora del bienestar personal y colectivo de los ciudadanos.

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La agricultura urbana y el cultivo de sí. Los huertos de ocio a la luz de las dinámicas neorurrales

La agricultura urbana y el cultivo de sí


Los huertos de ocio a la luz de las dinámicas neorrurales
Urban agriculture and the growing of the self. Leisure gardening in light of new-rural
dynamics

Fernando RICHTER
Universidad de Deusto
f.richter@deusto.es

BIBLID [ISSN 2174-6753, nº6: 129-145]


Artículo ubicado en: www.encrucijadas.org
Fecha de recepción: octubre de 2013 || Fecha de aceptación: diciembre de 2013

RESUMEN: La agricultura urbana vive en la actualidad un auge ABSTRACT: Urban agriculture is currently experiencing a
verdaderamente significativo. Los huertos colonizan azoteas, truly significant boom. Gardens colonize rooftops, terraces
terrazas y balcones en las viviendas particulares, gestionados and balconies in private homes. Managed by neighborhood
por asociaciones vecinales o promovidos por la administra- associations or promoted by the public administration, they
ción pública, se instalan en solares abandonados y en los in- are installed in abandoned plots and between the interstices
tersticios entre edificios. Incluso aparecen súbitamente en los of buildings. They appear suddenly in the most unexpected
lugares más insospechados como producto de nuevas formas places as result of new forms of non-violent bio-guerrilla.
de bio-guerrilla, lúdica y no-violenta. Sin embargo, la significa- However, the current significance of the phenomenon shows
ción que demuestra el fenómeno actualmente contrasta con contrasts with its historic character. While its main function
su carácter histórico. Mientras que su función principal a lo throughout history has been the production of food, now this
largo de la historia ha sido la producción de alimentos, en la has been relegated to the background for the benefit of its
actualidad este estímulo ha sido relegado a un segundo pla- practice as a recreational activity, and its experience as a lei-
no para beneficio de su práctica como actividad lúdica, y de sure experience that underlies an extensive list of meanings.
su vivencia como una experiencia de ocio que subyace a una Some symbolic dynamics, associated with new-ruralism, con-
amplia relación de significados. Sin embargo, convergen en sumption and a nostalgic searching for authenticity happen to
este fenómeno determinadas dinámicas simbólicas relaciona- meet in this phenomenon. Leisure Studies appear as a parti-
das con la neorruralidad, el consumo y la búsqueda nostálgica cularly interesting lens through which to show the complexity
de una autenticidad difuminada. Los estudios de ocio se ma- of the phenomenon, and to offer some of keys that can help
nifiestan como un prisma especialmente interesante desde understanding it.
el que mostrar la complejidad que el fenómeno despliega y
ofrecer algunas de las claves que puedan contribuir a su com- Keywords: urban agriculture, urban gardening, new-ruralism,
prensión. leisure experience.

Palabras clave: agricultura urbana, huertos urbanos, neorru-


ralidad, experiencia de ocio.

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1. Introducción
A pesar del dulce momento que vive hoy la agricultura urbana, no se trata de un fenómeno reciente. Los
huertos urbanos han formado parte del proceso de constitución de las ciudades y su desarrollo se ha visto estre-
chamente relacionado con depresiones económicas, crisis energéticas, guerras, hambrunas etc.; siempre bajo
una perspectiva funcional dirigida hacia la productividad de alimentos y la subsistencia. Sin embargo, la significa-
ción que demuestra este fenómeno en la actualidad contrasta con su carácter histórico.

Hoy en día es posible descubrir múltiples iniciativas de agricultura urbana cuyo objetivo principal se aleja
de la mera producción de alimentos. La educación medioambiental, el desarrollo comunitario, la participación
ciudadana, el ocio o el ejercicio físico son tan sólo algunos de los nuevos sentidos que adquieren estos espacios
y que re-significan la propia práctica. Algunas de estas significaciones, incluso, retan la lógica de determinadas
instituciones contemporáneas, estableciendo interesantes dinámicas simbólicas.

Por otro lado, podemos comenzar a distinguir la manera en que florecen injertos sociales genuinamente
modernos en estructuras fragmentadas, líquidas y aparentemente intransitables, más propias de una lógica pos-
moderna. Atendiendo a las entrelíneas de un creciente número de actividades, es posible intuir ciertas voluntades
colectivas que recuperan prácticas y maneras pretéritas casi extinguidas, así como la reconstrucción de identida-
des y sentidos a través de su experiencia. Y es precisamente en el ocio, como espacio vital de libertad, desarrollo
y disfrute, donde esta tendencia (una más dentro de la heterogeneidad posmoderna) se muestra más visible. En
este sentido, el carácter inédito que despliegan actualmente los huertos urbanos representa lo que podría inter-
pretarse como el ejemplo de una corriente que apunta en esta dirección. Dicho carácter, además, juega entre dos
universos de sentido, la urbanidad y la ruralidad, que hallan precisamente en el ocio un nuevo punto de encuentro.

Es sin duda esta simultánea convergencia interdisciplinar y la ebullición del fenómeno en la actualidad lo
que motiva su investigación. Sin embargo, y como se veremos a lo largo del artículo, la agricultura urbana no
atraviesa una mera expansión geográfica, sino que despliega paralelamente un desarrollo tanto en forma como
en significado.

Tanto la reflexión como los datos que se expondrán a lo largo del presente artículo nacen del marco teórico
de una tesis doctoral en curso. El objetivo de dicha investigación es profundizar en la significación de la agricultura
urbana en cuanto a experiencia emergente de ocio y fenómeno social en expansión. Al tratarse de un proyecto
aún abierto, el alcance de la investigación es, hasta la fecha, exploratorio; sin embargo, se presentarán a conti-
nuación algunos de los resultados obtenidos en el proceso de análisis documental y en una serie de entrevistas
preliminares semiestructuradas realizadas a determinados agentes expertos. Para estas entrevistas exploratorias
hemos contactado con tres personas vinculadas profesionalmente con la agricultura urbana. Dos de ellas son los
técnicos responsables de los huertos urbanos municipales de Vitoria y Santander. El tercero de los casos es el fun-
dador y gerente de una empresa de alquiler de huertos de ocio en Bilbao que cuenta actualmente con más de 200
usuarios o practicantes. Dichos encuentros han constituido uno de los pilares fundamentales en la obtención de
las primeras impresiones acerca del fenómeno, por lo que a continuación podremos encontrar también algunas
citas literales extraídas de estas conversaciones. Podemos decir, en consecuencia, que el alcance de los resultados
expuestos es exploratorio.

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La metodología utilizada para su obtención, reflejada a lo largo del trabajo, incluye principalmente una
revisión bibliográfica sistematizada, un análisis documental del rastreo en internet y una serie de entrevistas en
profundidad semiestructuradas. En este sentido, el objetivo del trabajo que sigue y de la investigación en su con-
junto, no persigue tanto explicar una serie de variables como comprender las condiciones de posibilidad desde
la que los sujetos construyen un universo de sentido en torno a esta práctica. Debido a la naturaleza exploratoria
del estudio en estos momentos, quizás no sea riguroso asegurar que lo que aquí se presenta describe una parcela
de la realidad; a ello contribuirá, sin duda, la elaboración que se está llevando a cabo de un exhaustivo mapa de
experiencias de agricultura urbana en el País Vasco. Así, desde este artículo intentaremos sobre todo dar cuenta
de un fenómeno emergente, mostrar parte de la complejidad que éste despliega y señalar algunas de las claves
que ayudarán en el futuro a comprenderlo.

De este modo, el texto que sigue se compone de un primer bloque en el que reconstruiremos someramente
la deriva histórica de la agricultura urbana hasta finales del siglo XX. En segundo lugar expondremos algunas de
las características más significativas de esta práctica en la actualidad, mostrando así su carácter inédito y la com-
plejidad del fenómeno. A continuación, mediante un necesario proceso de problematización, transformaremos en
objeto de estudio lo que hasta el momento tan sólo habría constituido un ámbito de la realidad. En esta ocasión,
y pese a que la investigación global se sirve también de otros constructos teóricos a la hora de crear el objeto de
análisis, prestaremos especial atención a algunas de las interesantes dinámicas rururbanas que comprende el
fenómeno. Finalmente agruparemos las ideas principales en un apartado de conclusiones que recogerá al mismo
tiempo los límites y las posibilidades del proyecto.

2. Orígenes de la agricultura urbana


La agricultura y el desarrollo urbano constituyen dos realidades estrechamente relacionadas. De hecho, los
primeros asentamientos humanos fueron posibles gracias al perfeccionamiento de una tecnología agrícola. Desa-
rrollados los principios básicos del cultivo de la tierra, la estabilidad territorial se hizo posible, quedando desplaza-
do el nomadismo como forma de vida mayoritaria y posibilitando así un aumento demográfico y la constitución las
primeras ciudades referenciadas del mundo antiguo. Es por esto que se sitúa en el Neolítico la primera revolución
urbana. Sin embargo, no es hasta los primeros pasos de la industrialización europea, ya en el siglo XVIII, cuando se
puede hablar de la existencia de unos huertos urbanos semejantes a los que conocemos en la actualidad.

2.1. La agricultura urbana en el siglo XIX. Poor Gardens

En los orígenes de las primeras ciudades industriales de Europa los huertos urbanos desplegaban un marca-
do carácter productivo y asistencial. El crecimiento morfológico y demográfico de las ciudades industriales elevó
los índices de pobreza urbana, lo que motivó numerosas acciones que vieron en la actividad agrícola una eficiente
medida paliativa desde el punto de vista asistencial, y un complemento salarial perfecto bajo un prisma industrial
(Rivière, 1905). De este modo, esta clase de huertos fue conocida también como Poor Gardens (King, 2007).

A excepción de determinadas experiencias localizadas en algunas ciudades alemanas, en ningún caso el


ocio formó parte de los objetivos esenciales de estos huertos urbanos. Se trataba de espacios de carácter pro-

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ductivo ya que cumplían principalmente funciones de autoabastecimiento para una población que, venida en su
mayoría del mundo rural, paliaba las dificultades económicas mediante esta clase de cultivos. En su mayoría, el
reparto y la gestión de este tipo de huertos se llevaban a cabo desde organismos públicos municipales o desde
parroquias locales. Sin embargo, en determinados países como Reino Unido o Francia, las grandes fábricas se vie-
ron obligadas por ley a ceder una serie de terrenos para su cultivo por parte de los trabajadores, quedando dicha
gestión en manos privadas.

Dentro de los objetivos que cumplían estas iniciativas existían también estrategias sociopolíticas y cultu-
rales de mayor calado, cuyos intereses, además de los asistenciales, se relacionaban con la expansión de una
ética ligada al paladeo de las satisfacciones derivadas de la tenencia de una propiedad privada, del trabajo y de la
productividad, así como a una moral concreta, alejada de prácticas o placeres considerados vulgares y groseros
(Rivière, 1905).

De este modo, a lo largo del siglo XIX, los huertos urbanos eran contemplados como un complemento sa-
larial obrero o como una medida asistencial ofrecida a familias pobres y personas necesitadas, pero siempre bajo
un mismo carácter netamente productivo.

2.2. La agricultura urbana en la primera mitad del siglo XX. War Gardens

Durante la primera mitad del siglo XX, la agricultura urbana continuó expandiéndose por las ciudades euro-
peas. Sin cambios significativos en la concepción de su naturaleza, el carácter de los huertos urbanos vino definido
principalmente por su relación con ambas guerras mundiales. El contexto bélico en un país supone para la pobla-
ción una mayor dificultad en la obtención de productos básicos como los alimentos, y a su vez obliga a priorizar de-
terminados recursos, como el transporte, para hacer llegar a las tropas destinadas armamento, munición y bienes
de primera necesidad. De este modo, las economías de guerra idearon nuevas formas de abastecimiento donde
la agricultura urbana desempeñó un importante papel. Tanto en Europa como en Estados Unidos se definieron
programas para fomentar el cultivo de alimentos en los centros y en las periferias de las ciudades. Se proyectaron
planes a tal efecto que encontraban en el sentimiento patriótico uno de sus principales recursos motivacionales.
Esta clase de huertos urbanos se conoció como War Gardens (Morán, 2011a).

Durante la I Guerra Mundial, fue en el Reino Unido donde se iniciaron proyectos agrarios de estas caracte-
rísticas. Así, se pasó de la existencia de 600.000 huertos urbanos repartidos en distintas ciudades en el año 1916,
a un volumen total cercano a 1,5 millones de parcelas en 1919 (King, 2007). Medidas similares fueron tomadas en
otros países como Alemania y Estados Unidos. Sin embargo, finalizada la guerra, la mayoría de estos terrenos vol-
vieron a ser destinados a sus usos originales como zonas deportivas, lúdicas o recreativas en los centros urbanos.

Los resultados de las prácticas de cultivo urbano fueron valorados muy positivamente por los diferentes
gobiernos implicados en la primera Guerra Mundial. Así, ante el estallido de la segunda Guerra se iniciaron planes
y programas que pusieran de nuevo en marcha iniciativas de agricultura urbana de emergencia. Se transmitía a la
población una idea por la cual, cultivando sus propios alimentos colaboraban de manera indirecta con la economía
del país y, por extensión, con las tropas destinadas en el frente. Ejemplos de estas campañas ideológicas fueron
“Dig for victory” en el Reino Unido y “Victory Gardens” en los Estados Unidos (respectivamente “Cavad por la vic-

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toria” y “Huertos de la victoria”) (Morán, 2011a). Se realizaron incluso boletines educativos, programas de radio y
películas formativas en los que se ilustraba a la población sobre el cultivo de alimentos y el cuidado de animales
de granja, llevando así las prácticas agrarias al centro de las ciudades y a todos los estratos de la población

Se puede afirmar, por tanto, que del mismo modo que la mayoría de los huertos urbanos en el siglo XIX,
en los denominados War Gardens se identifican la subsistencia y la producción de alimentos como las funciones
principales de la agricultura urbana. Asimismo podemos encontrar numerosos retornos adicionales u objetivos
complementarios, como el uso eficiente de los sistemas de transporte, el fomento del carácter comunitario y del
sentido de lo público, el sentimiento identitario colectivo, la creciente participación de las mujeres etc. Sin embar-
go, como decíamos, la naturaleza productiva de esta clase de prácticas constituye también la significación esencial
de los War Gardens.

2.3. La agricultura urbana en la segunda mitad del siglo XX. Community Gardens

Finalizada la II Guerra Mundial, el número total de terrenos cultivados por particulares, en cesión o arrien-
do, descendió a unas cotas poco superiores a las cifras previas a ambas guerras. Durante las primeras décadas de
la segunda mitad del siglo XX, los huertos urbanos recobraron un sentido de auxilio asistencial dirigido a las fami-
lias y personas más necesitadas. Sin embargo, nuevamente un periodo de dificultades hizo florecer la agricultura
urbana.

En los años setenta, la crisis energética, la desindustrialización y la recesión económica derivaron también
en el desalojo de numerosos espacios urbanos y periurbanos en los Estados Unidos y Europa. Este abandono se
hizo visible, sobre todo, en barrios deprimidos o con menos recursos, por lo que nacieron en ellos determinadas
iniciativas ciudadanas y municipales relacionadas con los huertos urbanos, concibiendo éstos como espacios ópti-
mos para la producción de alimentos y la regeneración urbana y comunitaria.

Una de las iniciativas ciudadanas de mayor repercusión fue la conocida como Green Guerrilla, asociación
fundada en nueva York en los años setenta (Guerrilla, 2003). Se trataba de un grupo formado por personas con
sensibilidades medioambiental, ecológica, social, y en muchas ocasiones, artística. Uno de sus objetivos era llamar
la atención sobre esta serie de espacios desalojados y abandonados para promover en y a través de ellos una re-
generación urbana que tuviese como eje transversal la sostenibilidad, el respeto medioambiental y el refuerzo de
los lazos sociales comunitarios. Para ello, entre otras acciones, bombardeaban literalmente solares y azoteas en
barrios deprimidos con bolas de arcilla en las que introducían semillas.

Estas iniciativas se reprodujeron en ciudades estadounidenses como Berkeley, Utah, Detroit, Chicago o Los
Ángeles, y muchas de ellas pueden visitarse hoy. Asimismo, experiencias similares se dieron en Europa al mismo
tiempo, como las denominadas City Farms and Community Gardens, cuyo ámbito de acción sobrepasaba el huerto
para iniciarse, incluso, en la cría de animales de granja en los terrenos periurbanos (Garden, 2004).

Así las cosas, tras la II Guerra Mundial, los huertos urbanos comenzaron a recobrar en las ciudades el prota-
gonismo que habían perdido. Sin embargo, y aunque poseían aún un inherente carácter productivo, su naturaleza
había sufrido, por primera vez de manera generalizada, una ramificación en su sentido. La agricultura urbana
comenzó a contemplarse entonces como un espacio de posibilidades para el desarrollo comunitario, la cohesión

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social y la educación medioambiental, alcanzando así a nuevos sectores demográficos y a nuevos lugares físicos,
como las azoteas de algunos edificios. Este sentido comunitario hizo que aquellas primeras iniciativas se conocie-
sen como Community Gardens (McKelvey, 2009).

Como puede verse, los orígenes modernos de los huertos urbanos demuestran en su práctica un exclusivo
sentido productivo asociado a la subsistencia. Si bien se relacionan con beneficios y retornos adicionales, éstos
son considerados más como un golpe de efecto que como fines en sí mismos. Sin embargo, a partir de la década
de 1970, la agricultura urbana comienza a abrirse tímidamente hacia nuevos significados, nuevas formas y nuevos
modelos de organización, cambiando en esencia la naturaleza de esta clase de prácticas, alineándose junto a otros
movimientos sociales del momento como la defensa medioambiental, y suponiendo la eclosión de un fenómeno
que en la actualidad continúa desarrollándose.

3. Los huertos urbanos en la actualidad


Mediante una definición que abordaremos de manera crítica a lo largo del apartado, la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), describe como “Agricultura Urbana” aquella actividad
agrícola llevada a cabo en pequeñas superficies (por ejemplo solares, huertos, terrazas, márgenes, recipientes o
azoteas) situadas dentro de los límites de una ciudad y destinada a la producción de cultivos y la cría de ganado
menor o vacas lecheras para el consumo propio o para su venta en mercados de la vecindad (FAO, 1999).

En la actualidad asistimos a un verdadero auge del fenómeno que suponen los huertos urbanos. Son mu-
chas las ciudades en las que las propias administraciones públicas los promueven activamente, con resultados
crecientes de participación e implicación (Time, 2013). Asimismo, se han creado numerosas asociaciones por todo
el mundo cuyos objetivos giran en torno a la práctica de la agricultura urbana como actividad central, sea ésta
una meta o una herramienta para lograr otros fines (Garden, 2004). Ahora bien, no se trata tan sólo de la mera
expansión geográfica de un mismo fenómeno, sino del desarrollo multidimensional de éste.

Es posible advertir en la naturaleza de este repunte características hasta ahora inéditas, así como significa-
ciones diferentes a las que el fenómeno mostraba en periodos anteriores. La agricultura urbana constituye una
actividad que, por propia naturaleza, se asocia con factores motivacionales como la productividad alimentaria o la
conciencia medioambiental, sobre todo si, como ocurre en la actualidad, confluyen circunstancias de crisis econó-
mica, energética y de medio ambiente. Así, una parte de la realidad actual de este fenómeno viene explicada por
los sedimentos de significación que sus distintos usos históricos han ido posando sobre la actividad. Podemos ver
cómo los huertos urbanos cumplen todavía hoy funciones productivas, educativas, medioambientales, energéti-
cas, sociales, comunitarias etc. Algunas iniciativas concretas, como la Green Guerrilla o los Community Gardens,
cuyos orígenes están situados en la década de 1970, continúan hoy con sus actividades, y suman nuevas dimen-
siones a su labor principal, como la educación ambiental en centros escolares o la inserción social de personas en
riesgo de exclusión. Vemos, por lo tanto, cómo el fenómeno ha crecido y se ha abierto a nuevas posibilidades y
demandas, originando así nuevas significaciones. Se ha diversificado, ocupando nuevos espacios y estableciendo
nuevos sentidos en la relación que une a la actividad con sus practicantes, así como a la actividad con el entorno
urbano. Los huertos colonizan azoteas, terrazas y balcones en las viviendas particulares. Gestionados por asocia-
ciones vecinales o promovidos por la administración, se instalan en solares abandonados y en los intersticios entre

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edificios. Incluso aparecen súbitamente en los lugares más insospechados como producto de nuevas formas de
bio-guerrilla1, lúdica y no-violenta.

De este modo, como señalábamos, además de un incremento realmente significativo en la práctica de la


agricultura urbana, podemos apreciar una resignificación del propio fenómeno, que se abre a nuevas formas de
actividad, a nuevos espacios, a nuevos colectivos y a nuevos estímulos; desarrollando así, y cambiando en esencia,
su carácter.

3.1. La expansión del fenómeno

En el año 2000 se estimaba que unos 800 millones de ciudadanos de todo el mundo (FAO, 1999) participa-
ban en actividades relacionadas con la agricultura urbana o periurbana (AUP), situación que se mostraba en pro-
gresivo crecimiento y según la cual, hasta dos tercios de los hogares urbanos y periurbanos participan en esta clase
de agricultura (FAO, 1999). Otros estudios indican que el 7,5% de todos los alimentos consumidos en el mundo son
producidos por agricultores urbanos (ETCGROUP, 2009). Este crecimiento se considera estructuralmente posible
gracias a la adaptabilidad y a la flexibilidad que ofrece esta clase de actividad agrícola frente a la rural. En muchas
ocasiones el cultivo se lleva a cabo en espacios de difícil acceso, en los corredores de salida de las ciudades, en los
márgenes de las vías de tren y, por supuesto, en balcones, azoteas y solares abandonados.

La propagación de esta clase de agricultura durante las dos últimas décadas es una realidad con múltiples
indicadores. A falta de estudios exhaustivos que aborden esta realidad, no es posible cifrar con facilidad el nivel
de imbricación de la agricultura urbana en nuestras ciudades. Sin embargo existen múltiples señales que indican
una creciente expansión de esta clase de prácticas. Además, la distinta naturaleza de estos testimonios pone de
manifiesto tanto la difusión como el grado de penetración que el fenómeno ha adquirido en estos años.

Así, cualquiera que sea su modelo organizativo, es posible descubrir huertos urbanos a lo largo de ciudades
de todo el planeta (Farming, 2012), incluyendo algunas de las principales y más pobladas. Existen iniciativas desde
New York, Chicago y Ciudad de México, hasta Buenos Aires o Caracas. También las capitales de muchos países
europeos cuentan con acciones, públicas o privadas, destinadas a este tipo de prácticas, como por ejemplo Lon-
dres, París, Berlín, Ámsterdam, Roma o Bruselas. Además, este fenómeno no constituye una realidad netamente
occidental, ya que ciudades como Tokio, Pekín, El Cairo, Mumbai o Bangkok revelan una creciente participación
en esta clase de cultivos.

En España, pueden descubrirse iniciativas similares en ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla, Santan-
der, Valencia, Málaga, Vitoria y San Sebastián entre muchas otras (Germinando, 2013). Sin embargo, una de las
cuestiones más reseñables de este hecho reside no sólo en su difusión, sino en el breve lapso en el que se ha
llevado a cabo esta proliferación.

Otro indicador de la expansión del fenómeno podemos encontrarlo en el incremento de la producción cien-
tífica dedicada al estudio de este ámbito. Si bien resulta complicado encontrar documentación de esta naturaleza
1 Dentro de las denominadas Bio-Guerrillas quedan comprendidas aquellas organizaciones que llevan a cabo formas de acción directa
no-violenta relacionadas con la lucha por los derechos al uso del suelo, el desarrollo sostenible y la participación ciudadana. Algunas de
estas iniciativas, como las realizadas por la Guerrilla Gardening o la Green Guerrilla, consisten en ocupar y cultivar espacios de terreno
baldío, o bombardear con terruños de arcilla y semillas distintos espacios urbanos como azoteas y solares. El objetivo de estas acciones es
visibilizar sus demandas y llamar al activismo ciudadano.

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anterior a la década de 1990, a partir de esta fecha, y sobre todo, a raíz del año 2000, la producción científica se
dispara en una multitud de ámbitos, ya que la agricultura urbana constituye un área de interés para distintas dis-
ciplinas, entre las que destacan el Urbanismo (Morán, 2011b; Capel, 2002), los Estudios Medioambientales (Smit
y Nasr, 1992; Monfort, 2011), la Sociología (Ballesteros, 1988; Zaar, 2011). A pesar de ello, las Ciencias Sociales
carecen aún de estudios exhaustivos y en profundidad, asunto señalado como de necesidad por organizaciones
internacionales como la FAO (1999).

Del mismo modo, pueden identificarse otras señales que ponen de manifiesto la creciente difusión del fe-
nómeno, como el incremento de las notas de prensa relacionadas con la agricultura urbana, el elevado número de
programas electorales que contemplan los huertos urbanos como un proyecto a desarrollar, el brote de diferentes
empresas de servicios relacionados con las nuevas necesidades de esta práctica o, por supuesto, el significativo
aumento de espacios virtuales de internet dedicados, desde diferentes perspectivas, a la difusión de la agricultura
urbana

Podemos identificar, por lo tanto, numerosos indicadores que ponen de relieve la actualidad, la importancia
y la imbricación de los huertos urbanos como fenómeno asentado y en expansión en numerosos países de todo
el mundo, incluido España. Así, pueden identificarse múltiples señales, entre las que cabe destacar el creciente
número de ciudades donde el fenómeno está presente, el incremento de los distintos modelos de gestión y el
desarrollo de una marcada heterogeneidad entre los perfiles de los practicantes, el aumento de la producción
científica que aborda su estudio, la presencia de estas experiencias en la prensa y, en forma de proyectos, dentro
de los programas electorales de numerosos partidos políticos, el incremento de cursos de formación especializada
en agricultura urbana, la emergencia de numerosas empresas de servicios orientados a las nuevas necesidades de
esta actividad, y la dedicación de un creciente número de espacios web a las distintas dimensiones de esta clase
de huertos. Incluso es posible encontrar programas informáticos para telefonía celular (aplicaciones móviles) aso-
ciados a la mejora de la eficiencia en este tipo de prácticas, lo que resulta muy significativo para comprender el
nivel de imbricación de esta actividad.

3.2. La evolución del fenómeno

Como podemos ver, los huertos urbanos constituyen una realidad ampliamente expandida en la actualidad,
y son muchos los indicadores que así lo atestiguan. Sin embargo, el fenómeno atraviesa por un contexto en el que
no sólo se propaga, sino que además se desarrolla. En este sentido, es posible identificar dos principales vías de
evolución: las distintas formas que su práctica adopta, y los sentidos que ésta adquiere.

3.2.1. La evolución en sus formas


La agricultura urbana constituye el ejemplo de un fenómeno en desarrollo, en una evolución adaptativa que
se ramifica hacia distintas dimensiones que éste genera a medida que avanza. En este sentido, hemos podido ad-
vertir en la deriva de su historia el modo por el cual ha ido adquiriendo diferentes significados, sobre todo a partir
de 1970. Del mismo modo, las formas que ha adoptado su práctica se han ido desarrollando y han evolucionado
en sus distintas dimensiones, como los modelos de gestión, los agentes implicados, los perfiles de sus practicantes

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o los espacios donde la actividad se lleva a cabo.

Así, además del significativo incremento en el número de huertos urbanos, cabe destacar el desarrollo que
éstos han sufrido en cuanto a sus modelos de gestión. Hoy en día pueden encontrarse huertos urbanos pertene-
cientes a particulares, a entidades públicas municipales como ayuntamientos, patronatos o institutos, a empresas
privadas, a asociaciones vecinales, a grupos autogestionados de personas con distintas finalidades como el impul-
so de un idioma, la educación ambiental o la mera producción agrícola, a centros educativos, sanitarios e incluso
penitenciarios etc. De este modo, la gran multitud de agentes y orientaciones confluye en una extensa lista de
posibles modelos de gestión.

“Incluso se dan casos como los de Zamudio, donde un propietario cede la gestión del proyec-
to a un intermediario, y éste dinamiza los cultivos mediante terceros usuarios.” (Experto nº3)

Por otro lado, si bien hasta la década de 1970 los perfiles de usuarios eran cultural y socioeconómicamen-
te homogéneos, esta tendencia varía a partir de aquella fecha. Como hemos visto, los huertos urbanos son una
realidad en muchos rincones del planeta, lo que facilita que, en la actualidad, la realidad de los practicantes de la
agricultura urbana sea muy heterogénea. Si bien no se ha encontrado ningún estudio previo que analice exhaus-
tivamente esta perspectiva, la documentación revisada y las entrevistas preliminares mantenidas con expertos en
esta área apuntan a que se trata de una actividad que incluye a personas de muy distintas edades, grupos sociales,
nivel cultural o económico, sexo, religión, sensibilidad política etc.

“De todo. Aquí viene preguntando toda clase de personas, jóvenes y mayores, chicos y chi-
cas, blancos y negros. Tenemos unos chinos que son la envidia de todos.” (Experto nº1)

Cabe destacar, no obstante, que parece existir una brecha generacional si atendemos a la variable edad.
Los perfiles de practicantes parecen estar divididos mayoritariamente entre personas jóvenes y personas en edad
de jubilación, o cercanas a ella. Por lo tanto, existe un notable menor número de usuarios cuyas edades se ven
comprendidas aproximadamente, entre los 35 y los 55 años de edad.

“Ocurre que, quizás por cuestiones de trabajo, no hay tantos usuarios de mediana edad. Te-
nemos muchos jubilados y jóvenes, pero de 35 a 55 años no hay tantos.” (Experto nº1)

Por otro lado, también se intuye entre las personas jóvenes un determinado perfil más numeroso que
otros. Se trata en este caso de una persona joven, urbanita, sin conocimientos previos sobre cultivo, y cuyas mo-
tivaciones principales son la práctica de ocio, una alimentación saludable y la defensa de un modelo de desarrollo
sostenible. En este sentido, ante la pregunta por un determinado perfil mayoritario entre los practicantes, uno de
los expertos consultados describe:

“Menor de 30, chicos y chicas parecido, jamás ha cogido una azada, sin la más mínima idea
de cultivar, pero preocupado por el comer sano y por el medioambiente.” (Experto nº1)

Quizás sea en los espacios de práctica donde más visible se haga la evolución adaptativa del fenómeno.
Mientras que los huertos urbanos han estado tradicionalmente asociados a terrenos de cultivo a pie de calle o
escondidos en solares, detrás de alguna tapia, los usuarios actuales rastrean el espacio urbano, público o privado,
re-significando lugares y ambientes para hacer posible el cultivo. Así, es posible encontrar una gran diversidad de
micro-espacios dedicados a este fin, como balcones, azoteas, alféizares, patios interiores, solares abandonados,
edificios semiderruidos, plazas públicas, glorietas, márgenes viales etc. Este desarrollo, de hecho, se considera

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estructuralmente posible gracias a la adaptabilidad y a la flexibilidad que ofrece esta clase de prácticas agrícolas
frente a aquellas de tipo rural, así como a las férreas voluntades y estímulos que se encuentran entre sus practi-
cantes. Así, esta realidad heterogénea que constituyen las distintas formas, espacios y modelos de gestión que
adoptan los huertos urbanos en la actualidad, es conocida como hortodiversidad (Morán y Fernández, 2012), y es
precisamente la creciente heterogeneidad que manifiesta, uno de los principales indicadores de esta evolución
formal.

3.2.2. La evolución en sus sentidos

Por otro lado, la práctica del cultivo agrícola urbano puede resultar una actividad idónea mediante la que
realizar un ejercicio físico suave y muy saludable, razón que anima, sobre todo, a numerosos usuarios de avanzada
edad. Asimismo, existen grandes sectores de población aficionados al disfrute en y de la naturaleza, y por medio
de los huertos urbanos, es posible re-encontrar emociones propias del disfrute de experiencias de ocio llevadas a
cabo en un medioambiente natural.

“Además es un ejercicio físico suave perfecto para muchas personas mayores. De no ser por esto, es-
tarían en el bar tomando vino y jugando a las cartas, o viendo la tele en casa. Desde que vienen aquí
les ha cambiado la vida. Se relacionan con jóvenes, les enseñan trucos, se mueven….” (Experto nº3)

Son muchos los huertos urbanos gestionados, no por individuos particulares, sino por asociaciones de veci-
nos, grupos de consumo o de amigos, clubes etc. En ocasiones, estas asociaciones contemplan en su actividad ob-
jetivos de tipo comunitario orientados hacia el desarrollo urbanístico o social de un barrio, o hacia la aproximación
entre sus vecinos. De esta manera, el desarrollo comunitario se muestra como otra de las posibles dimensiones de
sentido que adquieren los huertos urbanos.

Por otro lado, es posible encontrar empresas privadas que ponen a disposición de sus clientes parcelas de
tierra preparadas para su cultivo, así como todas aquellas infraestructuras o herramientas necesarias para realizar
este trabajo. Se evidencia así que los beneficios empresariales pueden convertirse también en un sentido, una sig-
nificación particular, o una dimensión economicista de la realidad de muchas experiencias de agricultura urbana.

La educación medioambiental, por su parte, también da origen a numerosos huertos urbanos en la actuali-
dad. Gran parte de ellos se pueden localizar en centros escolares, ya que constituyen una actividad educativa para
niños y niñas en periodo de escolarización.

“Para nosotros el huerto es una actividad de ocio y una excusa. Lo que hacemos es ofrecer esta actividad para que
los chavales hablen en euskera mientras se divierten y aprenden de dónde salen las zanahorias.” (Usuario nº1)

Asimismo, no debemos obviar la finalidad, el objetivo o el sentido más antiguo de todos los que este fenó-
meno demuestra en la actualidad. Se trata de la productividad alimentaria como dimensión principal del cultivo
de un huerto urbano. Si bien todas las categorías ya identificadas contemplan el cultivo de alimentos como un
aliciente, como un beneficio o como una consecuencia deseable de su práctica, no todas reconocen en la produc-
ción de dichos alimentos el objetivo satisfecho de su práctica. Sin embargo, no por ello debemos ignorar aquellas
experiencias hortícolas urbanas cuya significación demuestra un carácter principalmente productivo.

“No, la motivación no es esa (producir alimentos), pero si además de disfru-


tar te llevas unas lechugas y unos pimientos a casa, mejor que mejor.” (Experto nº2)

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En este sentido, resulta poco verosímil la posibilidad de descubrir una significación concreta que unifique
todas las dimensiones desde las que se experimenta el cultivo de un huerto urbano como práctica contemporá-
nea. Como se ha visto, una misma iniciativa puede significar la defensa del medioambiente desde los parámetros
de la sostenibilidad, la canalización de reivindicaciones políticas o culturales, una forma de participación ciuda-
dana, la búsqueda de una alimentación más limpia o del contacto con la naturaleza, una estrategia de desarrollo
comunitario, una excusa para realizar ejercicio físico, una actividad comercial, una experiencia educativa, una
práctica meramente productiva o una opción de ocio. Debe comprenderse además, que no se trata de comparti-
mentos estancos o cerrados. Estas dimensiones, significados o sentidos, no constituyen espacios cognitivos exclu-
yentes sino complementarios. Así, resulta posible experimentar esta práctica desde una, dos o más dimensiones
al mismo tiempo, a pesar de que una de ellas responda de manera más idónea al sentido último de dicha práctica.

De este modo, la heterogeneidad interna que demuestra el sentido de los huertos urbanos mediante la
coexistencia de sus múltiples dimensiones, obliga, al menos, a un replanteamiento en la definición misma de
agricultura urbana y periurbana.

Bajo la perspectiva que señalamos, el modo en el que la FAO comprende la AUP puede resultar reduccionis-
ta en la actualidad, ya que, como señala Ballesteros (2011), se trata de una definición que tan sólo hace referencia
a la ubicación de los huertos, a la actividad que se desarrolla en ellos y al destino de su producción, ignorando
las múltiples dimensiones con las que este fenómenos se relaciona, incluyendo, entre otras, las que acabamos de
presentar.

4. De la Agricultura Urbana como objeto de estudio


Para poder obtener un objeto de análisis de lo que hasta ahora es tan sólo un ámbito de estudio debemos
definir, dentro de unos límites conceptuales, la problematización de un aspecto concreto de esta realidad o área.

En este sentido, el proceso de problematización de nuestra investigación se centra principalmente en dos


constructos teóricos que convergen y habitan en la compleja realidad que constituye la agricultura urbana en la
actualidad. Estos constructos son: las dinámicas urbano-rurales que confluyen en prácticas concretas como la
agricultura urbana y la neorruralidad, y el paradigma de la experiencia en la recuperación y la resignificación de
determinadas actividades aparentemente pretéritas a través del ocio. Sin embargo, debido a la temática del pre-
sente monográfico, lo que aquí se presentan son algunas de las claves teóricas que ofrece la agricultura urbana
bajo la perspectiva de estas dinámicas neorrurales y rururbanas.

Como decíamos, en investigación, problematizar se identifica con un proceso por medio del cual se llega a
plantear el objeto exacto a investigar. En palabras de Juan Luis Hidalgo, esta acción consiste en “preguntarse sobre
la complejidad de lo real que hace insuficiente la explicación” (Hidalgo, 1997: 52). Así, algunas de las principales
cuestiones en las que cabría profundizar pueden ser las siguientes: ¿Cuáles son los márgenes que acotan una
agricultura propiamente urbana? ¿Cómo construyen los usuarios un universo de sentido que posibilite la lógica
de una agricultura urbana? ¿Cómo se resuelven las dinámicas urbano-rurales en una práctica como la agricultura
urbana, donde confluyen dos universos en aparente conflicto? ¿Qué papel juega el sistema de objetos y símbolos

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en la vivencia de esta práctica como una experiencia rural? ¿Podemos hablar de una práctica netamente rural o
netamente urbana? ¿Es posible elaborar una tipología exhaustiva que abarque a todos los agricultores urbanos?

4.1. Los huertos de ocio entre la urbanidad y la ruralidad

Para comprender la complejidad que despliega este fenómeno en la actualidad se hace necesario concep-
tualizar los términos urbano y rural. Para ello resulta especialmente ilustrativa la perspectiva que el antropólogo
Manuel Delgado esgrime en torno a las nociones de urbanidad y ruralidad. En su obra, Delgado comienza desgra-
nando algunas ideas de Georg Simmel, Louis Wirth o Herbert Gans entre otros, quienes ya emancipaban concep-
tualmente lo urbano de la ciudad, así como lo rural del campo (Delgado, 1999). Bajo su punto de vista, el campo y
la ciudad son meras composiciones espaciales que no deben ser interpretadas como equivalencias de la ruralidad
o la urbanidad respectivamente. Así, mientras “ciudad” y “campo” son los significantes que señalan espacios físi-
cos de una realidad sensible, “urbanidad” y “ruralidad” identifican el conjunto de relaciones, estímulos, vínculos,
hábitos, condiciones y representaciones sociales cualesquiera que a una sociedad y en un espacio se refieran.

De este modo lo urbano quedaría definido “por la proliferación de urdimbres relacionales deslocalizadas
y precarias” (Delgado, 1999: 23). Los nexos que establece lo urbano son flexibles y no vinculantes, son líquidos,
volátiles, temporales, disponibles e interpretables. Así, lo urbano se convierte en un espacio conceptual donde
campa la incertidumbre y fluye la información. Se trata de un mundo en el que los individuos se enfrentan con-
tinuamente a nuevas otredades, provocando, en opinión de algunos autores, síntomas de multifrenia (Gergen,
2006), y donde se vive a menudo el vacío que suponen aquellos espacios carentes de identidad, relaciones e
historia, acuñados como no-lugares (Augé, 2005). En definitiva, podemos identificar lo urbano como el producto
cognitivo de aquellas relaciones sociales que generaliza, no la constitución de las ciudades en general, sino la mo-
dernidad en particular y cuyo icono, podríamos decir, es la evolución hasta la actualidad de la ciudad industrial. De
esto se deriva que, como dice el autor:

Lo opuesto a lo urbano no es lo rural –como podría parecer-, sino una forma de vida en la que se registra una estricta con-
junción entre la morfología espacial y la estructuración de las funciones sociales, y que puede asociarse a su vez al con-
junto de fórmulas de vida social basadas en obligaciones rutinarias, una distribución clara de roles y acontecimien-
tos previsibles, fórmulas que suelen agruparse bajo el epígrafe de tradicionales o premodernas. (Delgado, 1999: 24).

Así las cosas, la urbanidad o la ruralidad no quedan sujetas a los espacios sensibles que tradicionalmente
se les han asociado, evidenciando así su naturaleza hasta cierto punto independiente de las configuraciones físi-
cas del espacio. En este sentido, cualquier análisis de lo urbano o de lo rural debería ser consciente de la posible
emancipación entre su objeto de estudio y el espacio físico en el que se desarrolle. Preguntarse por la urbanidad
de un determinado fenómeno social (por ejemplo, los huertos urbanos) no consiste tanto en constatar la locali-
zación de su anclaje físico como en describir la cualidad de las relaciones interpersonales que produce. De este
modo, uniendo el cuerpo teórico de esta corriente antropológica a nuestro objeto de estudio, obtenemos una
serie de cuestiones de partida interesantes.

En primer lugar podemos identificar la agricultura urbana dentro de los términos que ahora manejamos
acerca de la significación de urbanidad y ruralidad. En este sentido, cabría suponer que, del mismo modo que
encontramos en el seno de la ciudad ciertos “productores de urbanidad”, los huertos urbanos serían otros tantos

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“productores de ruralidad”. En contextos de intensiva urbanización los huertos de ocio constituyen islas de na-
turaleza en las que no pocos ciudadanos buscan refugio frente a los ritmos y las tensiones de su modo de vida.
No se trataría sólo de buscar un aire menos polucionado o un menor nivel de ruido, sino de buscar alivio frente
al desgaste psíquico que implican las relaciones anónimas y fugaces de la urbanidad. Si no se habla tanto de
configuración física del espacio como de la cualidad de las relaciones interpersonales, es lógico suponer que esta
búsqueda de refugio confluye en la construcción de formas de comunidad alternativas. Ahora bien, estas formas
de comunidad no son tampoco las que Delgado considera propias de la ruralidad. En cuanto comunidades urbanas
(y en muchos casos, de ocio), las relaciones que se cultivan en los huertos urbanos son sólo “hasta nuevo aviso”
y mientas se mantenga la satisfacción personal que se sigue de la experiencia. Al no verse forzadas en su mayoría
por la necesidad productiva, cuando la satisfacción desaparece, la práctica lo hace también, y con ella la comuni-
dad:

Es que ahora es diferente, esto se vive desde el ocio. Es como tener un jardincito, pero que encima te ali-
menta. […] Y esto es que es para el ocio, si quitas ese componente de ocio no tiene sentido. (Experto nº3)

Así pues, independientemente de la naturaleza jurídica del suelo que habiten, los huertos urbanos consti-
tuyen una suerte de espacio público urbano en tanto suponen un espacio cognitivo de relaciones maleables, de
construcciones sociales interpretables, de vínculos flexibles y de comunidades disponibles o temporales. A pesar
de que estos espacios y las comunidades que generan simulan las condiciones de ruralidad que lo identificarían
como un fenómeno rural dentro de la ciudad, se trata de una producción netamente urbana.

Se trata sin duda de un fenómeno urbano. Nada tiene que ver con las huertas en el campo, no hay que confundir-
las. Estas tienen unas cosas que aquellas no. […] Lo notas hasta en los hábitos de la ropa que traen. (Experto nº2)

Pero entiéndase que estos huertos no son urbanos por estar enmarcados en una ciudad, sino porque en
ellos se reproducen dinámicas simbólicas de urbanidad; por ejemplo, en lo que atañe a la vivencia y gestión de los
tiempos de sus usuarios:

Urbano, urbanita total. Esto uno de campo ni si quiera lo entiende. […] Don-
de más se nota, por ejemplo, es en los tiempos que manejan los que vienen aquí,
traen los tiempos de la ciudad, no saben que el campo tiene otros. (Experto nº3)

Asimismo, dada la mentada emancipación entre las relaciones urbanas y los espacios físicos, pueden iden-
tificarse determinados espacios dentro de las ciudades, como aquellos lugares que favorecen especialmente la
producción de relaciones de índole urbana. En este sentido, por ejemplo, debe interpretarse el análisis que hace
Benjamin (2005) de los pasajes parisinos en el marco de su arqueología de la metrópoli moderna. Las galerías
comerciales del siglo XIX producen al flâneur, que no es sino la figura tipo de habitante (o, mejor, transeúnte) de
la ciudad capitalista. Las estaciones de transporte público o los centros comerciales siguen produciendo hoy esas
relaciones, esas “urdimbres relacionales deslocalizadas y precarias” de las que habla Delgado y, en ese sentido,
son dispositivos productores de urbanidad.

Del mismo modo, cabe preguntarse por la naturaleza de estas comunidades, simulacros de ruralidad que
nacen en ambientes urbanos. En este sentido podríamos contemplarlas bajo la perspectiva fugaz y disponible (ur-
bana) de las comunidades guardarropa, como ese juego que describe Bauman (2004) entre las condiciones de se-
guridad que ofrece la comunidad a costa de la cesión de libertades individuales. Incluso es interesante su revisión

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bajo la perspectiva tribal de las “aldeas en la ciudad” de Michel Maffesoli (2004), donde el calor de la comunidad
abriga y protege al sujeto del frío y la hostilidad urbanas.

Bajo la perspectiva de los estudios realizados en torno a la neorruralidad, por ejemplo, los huertos urbanos
suponen un nuevo desafío para lo que podría interpretarse como una deslocalización del propio movimiento. Si
bien, guiadas en su mayoría por el proceso de contraurbanización, las investigaciones que han profundizado en el
fenómeno neorrural han fijado su trabajo de campo en las áreas rurales y en experiencias de éxodo urbano (Berry,
1976; Champion, 1991; Halfacree, 1994; Ferrás, 2007), la agricultura urbana podría constituir un nuevo paradig-
ma dentro del fenómeno de la neorruralidad, anclando su actividad, ya no en ámbitos rurales sino en espacios
urbanos.

En los primeros años del fenómeno la neorruralidad constituía un ejemplo de protesta social y política aso-
ciada al movimiento cultural de la contraurbanización (Berry, 1976). Las personas integrantes de este movimiento
identificaron la ciudad como el icono de un modelo de desarrollo capitalista y moderno. Mientras tanto, los es-
pacios rurales se asociaban más bien con ámbitos aún vírgenes, alejados del sistema establecido, puros en ética
y estética. Debido a ello, la búsqueda de espacios rurales ha sido una constante en la vida de este fenómeno. Sin
embargo, a medida que el movimiento ha evolucionado, las heterogeneidades internas han crecido y sus mani-
festaciones se han desarrollado dando lugar a nuevas interpretaciones y maneras de comprender o vivir la cultura
neorrural. Como señalan De Pablos y Morillo,

“se pone en evidencia que algunas de las clasificaciones más convencionales (antiguos hippies, commuters, neoagricultores,
padres preocupados por sus hijos, jóvenes jubilados) no son suficientes para dar cuenta de la complejidad
del fenómeno. Bajo las prácticas y creencias que diferencian a esos distintos tipos de neorrurales, subyacen
elementos menos visibles pero que igualmente configuran una base común, un conjunto de rasgos que van más
allá del mero hecho de vivir en un determinado contexto o de llevar un estilo de vida similar” (de Pablos y Morillo, 2013: 3)

En opinión de estos autores, y pese a la compleja heterogeneidad interna que despliega el fenómeno de
la neorruralidad, existen determinados rasgos que subyacen a las distintas manifestaciones de éste. Entre ellos
destaca, por un lado, la voluntad de sacar adelante un proyecto de vida vinculado al imaginario rural que supon-
ga cierta ruptura vital, y por otro lado, la búsqueda de la autenticidad mediante una compleja conjugación de
objetos, éticas asociadas y representaciones sociales. En su análisis, De Pablos y Morillo concluyen que, si bien a
medida que se profundiza en las posiciones discursivas del movimiento se advierten mayores diferencias (aunque
sin llegar a constituir verdaderas tipologías), cabe la posibilidad de establecer dos grandes posiciones diferencia-
das tomando como variables la intensidad y la forma con las que los sujetos expresan el rechazo a la sociedad de
consumo. Esta división se concreta en la clasificación de sujetos utópicos y pragmáticos.

Otra posible perspectiva es la que realiza Rivera (2008) en su estudio sobre la neorruralidad y sus signifi-
cados en el caso de Navarra. En este caso la autora, de manera muy interesante, evita caer en los efectos inde-
seados de la excesiva purificación conceptual y permite que sean los propios entrevistados quienes se definan a
sí mismos, o no, como neorrurales. De este modo, a través de una serie de entrevistas semiestructuradas fueron
las propias personas entrevistadas quienes ilustraron la manera en la que ellos mismos construyen el universo
de significados que constituye la neorruralidad, tanto desde los espacios y los objetos, como desde lo simbólico.
Como resultado, no sólo se hacía posible una primera clasificación tipológica de los nuevos residentes rurales,
(distópicos pragmáticos, utópicos de refugio y utópicos de arraigo) sino que además el imaginario simbólico de lo
neorrural era construido y definido por sus propios actores.

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Bajo nuestro punto de vista, la agricultura urbana constituye también la expresión manifiesta de una vo-
luntad colectiva que se esfuerza por vincular un proyecto de vida personal al imaginario rural, práctica en la cual
se conjuga tanto la ruptura vital con la cotidianidad moderna, como la búsqueda de una autenticidad ligada a
la ruralidad entendida en términos relacionales. Así, mientras que la neorruralidad como fenómeno se ha visto
tradicionalmente asociada a espacios rurales, la evolución de las nuevas dimensiones que adopta la agricultura
urbana permite ampliar esta área de acción a nuevos territorios, urbanos en este caso, así como a nuevos agentes,
formas de expresión y significados.

Por otro lado, resultan interesantes y esclarecedoras algunas de las paradojas de la neorruralidad como fe-
nómeno. Tal y como recogen De Pablos y Morillo (2013), en la ética neorrural resulta casi una constante el hecho
de que se inviertan algunos de los valores propios de la sociedad de origen respecto al trabajo o al consumo, mien-
tras que en lo referente al ámbito del ocio, los viajes o la industria cultural no se da ese cambio de perspectiva.

Asimismo, cabe preguntarse por las razones que alimentan, desde la urbanidad, la búsqueda (quizá impo-
sible de antemano) de redes propias de la ruralidad. Al igual que por la significación de algunas de sus paradojas.
Por un lado se muestra revelador el hecho de que sean precisamente comunidades urbanas quienes produzcan
redes de apariencia rural. Por otro lado, cabe preguntarse por qué precisamente en un espacio de libertad como
es el ocio, determinadas iniciativas deciden institucionalizar redes comunitarias de tipo rural, caracterizadas preci-
samente por fórmulas de vida basadas en obligaciones rutinarias, heredadas y sancionadas por la tradición.

5. Conclusiones
La agricultura urbana vive en la actualidad un auge verdaderamente significativo. Los huertos colonizan azo-
teas, terrazas y balcones en las viviendas particulares; gestionados por asociaciones vecinales o promovidos por la
administración pública, se instalan en solares abandonados y en los intersticios entre edificios. Incluso aparecen
súbitamente en los lugares más insospechados como producto de nuevas formas de bio-guerrilla, lúdica y no-vio-
lenta. Sin embargo, la significación que demuestra el fenómeno actualmente contrasta con su carácter histórico.
Mientras que su función principal a lo largo de la historia ha sido la producción de alimentos, en la actualidad este
estímulo ha sido relegado a un segundo plano para beneficio de su práctica como actividad lúdica, y de su vivencia
como una experiencia de ocio que subyace a la amplia relación de significados manifiesta.

Llegados a este punto, el proceso de problematización de la investigación se centra principalmente en dos


constructos teóricos que convergen, habitan y atraviesan la compleja realidad que constituye el universo simbó-
lico de la agricultura urbana, produciendo así un marco teórico donde se encuadra el objeto de estudio. Estos
constructos sobre los que se edifica el objeto son a grandes rasgos: las dinámicas urbano-rurales que confluyen en
prácticas concretas como la agricultura urbana y la neorruralidad, y el paradigma de la experiencia en la recupera-
ción y la resignificación de determinadas actividades aparentemente pretéritas por medio del ocio.

Desde la óptica de las relaciones urbano-rurales, esta clase de agricultura constituye un reto para el estudio
de las dinámicas clasificadas bajo el paraguas de la neorruralidad. Si bien los estudios realizados hasta la fecha aso-
cian de manera casi determinante estas dinámicas con las áreas rurales, es posible ver por medio de los huertos
urbanos cómo emergen fenómenos de naturaleza neorrural en contextos netamente urbanos. De este modo, el

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La agricultura urbana y el cultivo de sí. Los huertos de ocio a la luz de las dinámicas neorurrales

objeto de análisis de los estudios neorrurales puede verse deslocalizado y ampliado, alcanzando nuevos espacios
(ahora también urbanos), y nuevas dimensiones asociadas a las prácticas del universo simbólico neorrural.

Bajo la perspectiva de los estudios de ocio resulta interesante la naturaleza propia de la agricultura urbana
como actividad que, asociada siempre a un fenómeno productivo, y nacida en el marco de la economía informal (e
incluso marginal), es en el seno de las prácticas de ocio donde alcanza un potencial transformador de las prácticas
y discursos sociales. La diversidad de usos y dimensiones que está implícita en el fenómeno de los huertos urbanos
es muy amplia y motiva un interés transdisciplinar: experiencia lúdica, construcción identitaria, protesta política…
Sin duda, es la puesta en marcha simultánea, de todo este conjunto de prácticas y discursos en transformación
(otrora distribuidos en diversas esferas sociales, estancas entre sí) la que advierte de la novedad del fenómeno y
obliga a su estudio.

Desde el punto de vista de las actuales dinámicas identitarias, es posible intuir en la agricultura urbana el
ejemplo de una corriente mayor de actividades paralelas y de tiempo libre que tratan de lograr experiencias que,
alentadas quizás por cierta nostalgia, terminan materializándose en actividades y maneras (qués y cómos) propias
de una dinámica que camina entre lo moderno y lo posmoderno. Estas actividades, de ocio en algunos casos, re-
tan la lógica de la urbanidad tardo-moderna, líquida y de consumo, en favor de la puesta en valor de otros usos y
vivencias del espacio público: urbanos, desde luego, en su forma, pero caracterizados también por una apariencia
de ruralidad, en la que cabe intuir la búsqueda de la solidez de un asidero identitario.

Como la sociología del consumo ha analizado hasta la saciedad, en las últimas décadas ha sido la solitaria
relación del sujeto con las ofertas consumistas la que ha mediatizado mayoritariamente la experiencia de ocio,
promoviendo estrategias de privatización del espacio urbano que han tenido trágicas consecuencias para la cohe-
sión social (Bauman, 2007). El fenómeno de los huertos urbanos permite intuir indicios de una reacción tímida a
esta fase de mediatización consumista del ocio, aún contrapuesta al mainstream pero prometedora, que augura
relaciones inéditas con el espacio público, en las que la experiencia libre y gratificante del ocio sea factor y no im-
pedimento de nuevas comunidades. Puede verse aquí el potencial político implícito en la profunda búsqueda de
vivencias que según Schulze (2005) constituye el rasgo más característico de la sociedad tardo-moderna; búsque-
da esta que hasta ahora se ha tratado de satisfacer en las dinámicas privatizadoras de un consumo exacerbado y
que quizá ahora pueda emprender caminos menos peligrosos para los fundamentos de la convivencia.

6. Bibliografía
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Luis CAMARERO (coord.), Fátima CRUZ,


Manuel GONZÁLEZ, Julio A. DEL PINO,
Jesús OLIVA, Rosario SAMPEDRO

La población rural de España. De los


desequilibrios a la sostenibilidad social

(2009. Barcelona: Fundación La Caixa, 190 pp.)

Como si de una representación teatral se tratara, los autores de este libro escenifican la situación de
la ruralidad en España a inicios del siglo XXI. Déjenme proseguir con esta licencia escénica para comenzar, en
primer lugar, con la catalogación de género de esta obra. El drama de la crisis perenne de lo rural, la tragedia
de la atención a la dependencia, la inevitable etiqueta de la vejez, la acción constante de las dinámicas rural-
urbano, la road-movie de la movilidad o la dualidad distópica-utópica sobre el futuro; todos ellos son géneros
en los que se enmarca la situación de la población rural de España. Para no confundir al lector, digamos sim-
plemente que este estudio aborda el tema de la ruralidad y las relaciones entre sus elementos.

Sin importar su género, el libro de Camarero et al. presenta de un modo integral la situación de la rura-
lidad en España en los inicios del siglo XXI. El punto de vista adoptado es constructivo y optimista: los antiguos
desequilibrios de las sociedades rurales deben dejar paso a la cimentación de una sostenibilidad social arti-
culada bajo el abrigo de las generaciones del baby boom. La conclusión es clara. Esta situación socialmente
sostenible se debe sustentar en tres patas: la disminución de las desigualdades, el aumento de la calidad de
vida y el cumplimiento de las expectativas de sus habitantes.

La obra bien podría haberse titulado “A hombros de la generación soporte”, parafraseando la cita atri-
buida a de Chartres y a Newton. Esta generación soporte, formada por los hijos del baby-boom, se presenta
ahora como la protagonista de una ruralidad global. Es decir, una ruralidad que se mueve en el contexto
de una sociedad global que se caracteriza por relaciones bidireccionales en los ámbitos rural y urbano. Los
autores crean una cautivadora trama en la que se interrogan por las condiciones de sostenibilidad social de
la ruralidad y su compatibilidad con las transformaciones en su desarrollo y en las relaciones intrínsecas y
extrínsecas con el ámbito urbano. Se articula así una obra en la que varios capítulos paralelos desembocan en
un final abierto, lleno de interrogantes y que deja resquicios para rodar nuevas temporadas.

Tres son los ingredientes básicos de la trama presente de la ruralidad española: los desequilibrios de-
mográficos, las poblaciones dependientes y las diferenciales oportunidades de movilidad. La interrelación de

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estos elementos configura una ruralidad sobreenvejecida y masculinizada. Por su parte, una minoría de mujeres
soportan el peso de la atención a la dependencia y se encuentran en desigualdad en el acceso a la movilidad, lo
que restringe sus opciones de progreso laboral o familiar.

Esta combinación conduce a un final evidente y cuanto menos predecible: lo rural está en crisis, pero…
¿cuándo lo rural no ha estado en crisis? (Camarero, 2009). A pesar de conocer el desenlace de antemano, el in-
terés del libro de Camarero et al. reside en el análisis de cómo una crisis bien definida en la literatura, inherente
además a su condición rural y aparentemente estructural puede ser socialmente sostenible en el tiempo. El mérito
descansa sobre los hombros de esa generación soporte, las personas nacidas entre 1958 y 1977 que asumen la
responsabilidad de sostener los desequilibrios demográficos, familiares y laborales característicos de la sociedad
rural española.

La lectura de esta obra me suscita tres reflexiones que trascienden la problemática clásica de la ruralidad, y
me conducen además a repensarla en un marco de relaciones más dinámicas y heterogéneas.

La primera reflexión obliga a pensar que la dimensión apocalíptica del envejecimiento de la sociedad rural
en la realidad no es tal… al menos aún. En la actualidad, la generación soporte tolera la presión sobre la atención
a sus mayores, en general, y a los dependientes, en particular. Ahora bien, las primeras cohortes de esta numero-
sa generación mudarán en una vejez cada vez más prolongada en las próximas décadas –o en una juventud más
larga, en términos más optimistas-, pero las previsiones demográficas (Instituto Nacional de Estadística - INE,
2013) no vislumbran una red humana e institucional que pueda cubrir sus futuras necesidades de atención en la
sociedad rural.

Frente a esta distopía, se puede adoptar una visión utópica1 –y probablemente más cercana a la realidad–
que tenga en el futuro próximo unas generaciones que vivan una vejez más saludable. De este modo, se podría
complementar la falta de ayudas públicas para el cuidado de los nietos… y también para el de sus mayores, que
habrán alcanzado para entonces edades muy avanzadas. Por lo tanto, la crisis demográfica podría diferirse y,
paradójicamente, sería, primero, sufrida por las numerosas generaciones del baby boom que en la actualidad la
atenúan, y segundo, soportada por las menos abundantes generaciones del baby bust. Cabe preguntarse entonces
si las poblaciones rurales están abocadas al invierno demográfico que pronosticaba Gérard François Dumont. No
parece que sea el caso, más si integramos la evolución de la población rural en el marco de la teoría de la revolu-
ción reproductiva (Macinnes y Pérez Díaz, 2009a; 2009b) y la eficiencia poblacional de un sistema retroalimentati-
vo de relaciones sociales entre las diferentes cohortes. El envejecimiento de la población y la democratización de
la longevidad deben verse entonces como un éxito de la humanidad y no como un fracaso social en las sociedades
rurales: tiene consecuencias positivas para la economía, abre nuevos nichos de consumo y hay generaciones que
podrían permitir una conciliación familiar y laboral más saludable.

La segunda reflexión conduce a pensar en la desigualdad de género, magnificada en las sociedades rurales
y que se articula en torno a cuatro ámbitos interrelacionados: (i) atención a la dependencia, (ii) desarrollo y conci-
liación laboral, (iii) desarrollo y conciliación familiar, y (iv) acceso a la movilidad. La complejidad de las relaciones

1 No se puede dejar de mencionar el ensayo de Domingo (2009) que recoge las distopías y las utopías poblacionales aparecidas en la
literatura universal a lo largo de la historia.

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entre estos cuatro elementos se manifiesta en el hecho de que la mujer rural es la que soporta en su mayoría
la atención de los dependientes infantiles y mayores. Esto condiciona sus posibilidades de movilidad externa
y, por ende, sus oportunidades de progreso laboral y las estrategias de emancipación en un mercado rural
muy segmentado y que es insensatamente extralocal para las mujeres. Los autores subrayan la importancia
del factor movilidad como principal elemento de diferenciación social entre géneros, rasgo propio de las so-
ciedades rurales que atenta directamente contra su sostenibilidad social.

La tercera y última reflexión se enmarca en el nuevo estatus de atracción migratoria de la población


española. La llegada de inmigrantes ha frenado parcialmente la pérdida de población rural (Collantes et al.,
2010). Desde finales de los noventa, las poblaciones rurales se han alimentado de una población extranjera
en edad activa que, por un lado, ha complementado los esfuerzos de la generación soporte y, por otro, ha
acentuado la desigualdad por género. Ahora bien, la actual crisis económica está sin embargo contribuyendo
a la despoblación rural: los stocks de inmigrantes en zonas rurales se reducen, ya sea porque estén migrando
a zonas urbanas, o porque estén migrando a sus países de origen (INE, 2013). Cabe interrogarse entonces,
primero, sobre las cifras reales de esta pérdida de población y, segundo, acerca de los efectos que tiene esta
reciente desertización demográfica de los inmigrantes sobre la sostenibilidad social de las sociedades rurales.

El libro de Camarero et al. no tiene, ni mucho menos, un final cerrado. Cada capítulo puede servir como
base para nuevos estudios donde profundizar en las múltiples líneas de investigación abordadas. Sería inte-
resante en este sentido analizar diferencias tanto por zonas geográficas como por tamaño de municipio (se
puede tomar como referencia el estudio de Atance et al., 2011), así como considerar los efectos de la reciente
crisis económica. En efecto, estos temas deben insertarse en las condiciones socioeconómicas que presentan
las sociedades rurales tras la vivencia de la crisis económica que empezó a sacudir con fuerza en 2009, año
en el que se trabaja este estudio. En definitiva, los autores culminan una investigación comprometida con el
desarrollo de la sociedad rural española y que marca un objetivo manifiesto: la sostenibilidad social. Ahora sí
que es posible catalogar esta obra en géneros definidos: el realismo y el optimismo.

Juan Manuel García González (Universidad Internacional de la Rioja)

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Maximiliano E. KORSTANJE
Que se vayan todos que no quede ni uno solo. Interpretación de las tragedias de Buenos Aires y La Plata, 2013

Que se vayan todos que no quede ni uno solo


Interpretación de las tragedias de Buenos Aires y La Plata, 2013

Everybody out. Interpretation of the tragedies of Buenos Aires and La Plata, 2013

Maximiliano E. KORSTANJE
Universidad de Palermo
mkorst@palermo.edu

BIBLID [ISSN 2174-6753, nº6, 150-169]


Artículo ubicado en: www.encrucijadas.org
Fecha de recepción: abril de 2013 || Fecha de aceptación: noviembre de 2013

RESUMEN: Los contextos de desastre o emergencia posi- ABSTRACT: The contexts of disaster and emergency facilitate
bilitan formas de expresión que hasta el momento estaban forms of expression already covered in the community. Far
contenidas. Lejos de representar un cambio genuino, estos way from representing a genuine shift, these stages evidences
contextos posibilitan una gran dependencia por parte de
a great dependence from citizenry respecting to their insti-
la ciudadanía respecto a sus instituciones. No obstante, los
tutions. Nonetheless, disasters exhibit the political climate of
desastres también expresan el clima político de la sociedad
hasta el momento. Los primeros días de abril de 2013 fue- the society. The first days of April of 2013 witnessed of two
ron testigos de dos grandes eventos climáticos que tiñeron de major climatic disasters affected the cities of Buenos Aires
luto a las ciudades de Buenos Aires, capital administrativa de and La Plata. The present investigation is based on the discur-
la Republica Argentina y a La Plata, capital de la Provincia de sive analysis of blogs where some cybernauts express their
Buenos Aires. El presente trabajo se encuentra orientado a un beliefs, reaction and ideas. Therefore, this method signals to
análisis discursivo de las opiniones vertidas en blogs masivos
the needs to re-create a political atmosphere. Therefore, we
donde personas anónimas crean un clima político específico,
explore not only the expression of resentment of victims and
cuyo mensaje es decodificado acorde al análisis de contenido.
Por ese motivo, se exploran no sólo las reacciones, fundadas other citizens but the connection between capital, risk and
o no, de ciudadanos comunes respecto a la obligación del es- disaster. Our thesis is that society recycles the material condi-
tado para con los damnificados, sino que además se recons- tions that created the state of emergency, appealing to capital
truyen las formas de ayuda otorgadas por el poder político a as a mediator. In doing so, the natural process of resiliency is
través del crédito financiero. Nuestra tesis es que la sociedad subordinated to the economic interests.
recicla las condiciones que posibilitaron el desastre, apelando
al capital como factor mediador y generador de confianza. El Keywords: floods, risk, climate change, disaster, financial as-
proceso natural de resiliencia no aprendizaje se agota, pero sistance
se subordina a la lógica económica preponderante en la so-
ciedad.

Palabras Claves: inundaciones, riesgo, cambio climático, de-


sastre, crédito financiero.

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Que se vayan todos que no quede ni uno solo. Interpretación de las tragedias de Buenos Aires y La Plata, 2013

1. Introducción
Entre los primeros días de Abril, para ser más exactos el 2 y 3, se sucedieron dos desastres climáticos en
la ciudad autónoma de Buenos Aires y La Plata cuando tormentas con lluvias abundantes provocaron el des-
borde de varios lechos generando un sinnúmero de destrozos materiales y víctimas fatales. Mientras en Bue-
nos Aires la cantidad de muertos llegó a 5, La Plata era testigo de un panorama desolador. Las inundaciones
provocadas por la crecida de los ríos aledaños dejaron 52 muertos, y miles de evacuados además de los dam-
nificados y/ o ciudadanos que perdieron sus propiedades y sus efectos personales1. Este evento, desconocido
por estas latitudes, demostró dos cuestiones significativas en la estructura política argentina. Por un lado, la
falta de apoyo técnico por parte del Estado para hacer frente a este tipo de condiciones extremas y la capaci-
tación en la coordinación de los voluntarios y rescatistas. Por el otro, la naturaleza política de todo desastre.
Si bien la cantidad de víctimas fatales fue considerablemente menor a otros desastres similares sucedidos en
otras partes del mundo, el impacto psicológico estuvo determinado por la falta de familiaridad y conocimien-
tos técnicos del estado nacional argentino. Ni Buenos Aires, mucho menos La Plata estaban preparadas para
lo que vendría, y ese en ese aspecto que las inundaciones han sido rememoradas como verdaderos desastres.

Siguiendo a E. Quarantelli (1989), entendemos como desastre a cualquier evento disruptivo o estado
de emergencia para el cual la sociedad no tiene una respuesta acorde de contención, planificación y asisten-
cia. En este sentido, no se puede hablar de un desastre natural, ya que todos ellos, sujetos a la percepción
colectiva de cada comunidad, son producto de la intervención humana en el territorio. Se habla de desastre,
en términos de Perry y Quarantelli, en tanto que proyección social la cual revela las propias cuestiones ocultas
de la comunidad, sus secretos, e incluso su propia ideología. Los eventos naturales se suceden creando un
efecto sobre el ethos social; efecto que es construido y negociado acorde a formas específicas de interacción
(Perry y Quarantelli, 2005). Los vínculos entre ciudadanía, gobernantes e instituciones pueden fortalecerse
o debilitarse en contextos de incertidumbre o emergencia. Por lo tanto, cada sociedad reacciona a diversos
eventos de forma diferente, atendiendo a diversas realidades y necesidades. Comprender como funcionan
dichas reacciones es una forma de estudiar fielmente como funcionan esas sociedades fuera del estado de
emergencia.

En el caso de estudio analizado, se puede inferir que una de las principales cuestiones que más ha
angustiado a la ciudadanía ha sido el corte abrupto de luz por medio del cual se aceleraron la interrupción
de todos los sistemas masivos de comunicación necesaria para el rescate de sobrevivientes. Aun cuando el
sistema de alertas del Servicio Meteorológico Nacional emitió un estado de alerta, ni los medios de comuni-
cación ni las autoridades políticas, la mayoría de ellos fuera de las ciudades, tomaron cartas en el asunto o
establecieron un plan de contención. La incomunicación de los damnificados con sus familiares y amigos fue
el mayor problema que debieron enfrentar los rescatistas.

Empero, el punto central en la discusión versa en el lazo político entre la ciudadanía y sus represen-
tantes. Los desastres de Buenos Aires y La Plata despertaron ciertas actitudes y lecturas políticas que habían
quedado dormidas desde el 2001, la cual se ha inmortalizado bajo la frase “que se vayan todos, que no quede
ni uno sólo!”. Esta especie de slogan cuestionaba seriamente las bases políticas del estado, apelando a ciertos

1 Los números fueron objeto de una fuerte polémica acorde a una supuesta manipulación política. Hasta el 12 de Abril se contabi-
lizaron oficialmente 52 personas fallecidas por las inundaciones, aunque continuaban decenas en calidad de desaparecidas.

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Que se vayan todos que no quede ni uno solo. Interpretación de las tragedias de Buenos Aires y La Plata, 2013

discursos de inestabilidad constitucional. A grandes rasgos, la idea representa no sólo el descontento, sino el es-
cepticismo de la gente respecto al rol del estado como protector de los intereses colectivos. Casi inmediatamente,
los gobiernos nacional y provincial emitieron una serie de subsidios, prestamos a tasa reducida, y coordinaron la
ayuda asistencial a los diversos centros de evacuados. En este contexto, la presidente Cristina Fernández de Kir-
chner informaba en cadena nacional sobre una serie de créditos y excepciones impositivas para los damnificados.

La situación de emergencia revelaba algunos aspectos de la vida política argentina, hasta ese momento
solapados. Dos preguntas fueron de capital importancia para comenzar la presente investigación: ¿pueden los
eventos climáticos sobre la ciudad de Buenos Aires y La Plata expresar el sentimiento de una comunidad, el cual
se pensaba adormecido?, ¿cuál es el rol del estado en este tipo de eventos? Los objetivos centrales del trabajo
son los siguientes:

1- Describir el sentir general de la opinión pública respecto a las consecuencias y responsabilidades del
Estado frente a un hecho provocado por la naturaleza.

2- Explorar las relaciones existentes entre el capital, el sistema de préstamos bancarios y las inundaciones
de la Plata.

3- Explicar la ruptura de representación entre parte de la ciudadanía y su clase dirigente en un contexto


generalizado de emergencia e incertidumbre.

Para lograr dichas metas, el presente trabajo explora no sólo las reacciones de ciudadanos comunes en
blogs de Internet, sino la reacción del estado mismo, otorgando ayuda, subsidios y créditos que hacen una gran
división entre los económicamente activos y los pasivos. Siendo un trabajo de naturaleza cualitativa, no es nece-
sario la inferencia de un gran número de entrevistados, o declaraciones como así tampoco la precisión de criterios
muéstrales demográficos, geográficos o socio-económicos. La naturaleza de la técnica cualitativa es interpretar
las narraciones y sus respectivos elementos simbólicos acorde al problema estudiado. La técnica empleada se co-
rresponde con el análisis de contenido. Como limitación sus resultados no son estadísticamente representativos y
sólo no pueden ser aplicados fuera del presente caso de estudio. Las hipótesis a demostrar parten de dos axiomas
principales,

a) Los estados de emergencia reflejan la tensión política de cada sociedad.

b) Luego de un desastre, el capital sienta las condiciones para la reconstrucción.

Se han elegido los blogs Clarín y Diario Registrado porque ambos demuestran tendencias ideológicas alter-
nantes y contrastantes. Si bien el primero, tiene una llegada masiva al público, el segundo va por el camino de los
estudios culturales. La ideología política de los cibernautas juega un rol importante a la hora de emitir una opi-
nión. Por desgracia no hay blogs en los periódicos antagónicos a Clarín como Tiempo Argentino2 que pudiéramos
consultar. Por último, los blog de Clarín, al no contar con un identificador, se encuentran abiertos a todo tipo de
opiniones anónimas, ya sea a favor o en contra del tema publicado.

2 Los periódicos Tiempo Argentino y el Argentino son dos de los medios de orientación oficialista al Gobierno Argentino. Los críticos a
esta postura consideran a su contenido propaganda oficial. No obstante, muchos ciudadanos cuyas ideas son afines al gobierno leen estos
periódicos. Desafortunadamente, ambos medios no poseen blogs de comentaristas, blogueros o ciber usuarios.

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2. Marco teórico

2.1. Desastres, recuperación y resiliencia

La resiliencia psicológica fue originalmente empleada por el psiquiatra Víctor Frankl (1985), luego de
sus traumáticas experiencias en el campo de concentración en la Segunda Guerra Mundial. Combinando
teorías psicoanalíticas con posturas existencialistas, Frankl propone un nuevo método para comprender la
adversidad, tomando partido de las fortalezas individuales. Definida como la capacidad de aprendizaje luego
de haber tolerado un sentimiento profundo de sufrimiento o trauma, la resiliencia trascendió las fronteras
del psicoanálisis para ser empleada en otros contextos tales como los desastres naturales. Diversos trabajos
han enfatizado en la resiliencia como un proceso, donde el self y el ambiente convergen (Werner y Smith,
2001; Boyden y Mann, 2005; Castro y Murray, 2010; Zautra, Hall y Murray, 2010; Korstanje, 2010). Según este
argumento, Haigh y Amaratunga (2010) insisten en la importancia de la resiliencia en los procesos de recons-
trucción, con el fin de recobrar los niveles anteriores de funcionamiento de la comunidad afectada. El proceso
de resiliencia ayuda a la comunidad estableciendo guías prácticas de contención con fines a evitar un nuevo
desastre de similar envergadura.

Importantes estudios comparativos explican cómo cada cultura se reserva diversas reacciones en mo-
mentos de incertidumbre (Scanlon y MacMahon, 2011). A la vez que el peligro se remite a diversos mecanis-
mos de selección e identificación, la importancia que éste reviste depende de cada comunidad. Los efectos
psicológicos fluctúan en gran medida acorde al carácter de las victimas, pero por sobre todo, respecto de su
importancia para el sistema social. La volátil naturaleza de las epidemias adquiere una dinámica diferente a
los terremotos o inundaciones. El grado de control que el hombre ejerce sobre el medio toma mayor o menor
peso acorde a la cantidad de daño.

El modelo hobbesiano puede ser de utilidad para comprender lo expuesto anteriormente. La ley y el
temor son dos fuerzas antagónicas, de gran relevancia para el comportamiento humano (Williams, 2009).
La figura del estado, en contextos de desastre, es necesaria para conferirle seguridad a los damnificados. Si
partimos de la base que el temor a morir toma una dinámica conservadora, debemos aceptar que el orgullo
y el sentimiento nacionalista nivelan la situación. El razonamiento psicológico de los sobrevivientes combina
orgullo con pena. Ellos, los sobrevivientes, observan que a pesar de toda la destrucción, ellos mismos han
sobrevivido. El destino, después de todo, no ha sido tan nefasto con los sobrevivientes como lo ha sido con las
víctimas fatales. Por un lado, el orgullo que despierta el desastre lleva a una fase de exacerbación nacionalista
donde la comunidad busca atravesar el momento evitando la disgregación. A grandes rasgos, el “nosotros” se
fortalece aludiendo a la propia pericia para poder enfrentar la reconstrucción. Sin embargo, una vez iniciado
el proceso las verdaderas causas del desastre no son abordadas o solucionadas en forma objetiva, sino mu-
chas veces solapadas o ignoradas. Ello provoca que cada desastre se encuentre sujeto a repetirse en el caso
que los gobernantes no tomen cursos de acción efectivos para comprender sus causas. Las políticas demagó-
gicas, los créditos financieros, y las donaciones de empresas cuestionadas coadyuvan en una falta de crítica
por parte de los estados en este tipo de situaciones (Korstanje, 2011).

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Por este motivo, Achour-Nebile y Price (2010) han advertido que el proceso de resiliencia es algo más que
la simple reconstrucción. Su sentido radica en una evaluación profunda de la situación, sus causas y consecuen-
cias. En ocasiones, se dan algunas fallas en los procesos de reconstrucción, producto de un diagnostico errado de
la situación previa. A la destrucción material y de infraestructura que debe ser reconstruida, se le deben añadir
otros intangibles como el grado de educación, el know-how y el capital humano entre otros (Grosskopf, 2010).
La vigilancia y la predicción dan sustento ideológico al estado. Aquí, el lector llega a preguntarse, ¿es el riesgo un
aspecto inherente al desastre?

Foucault argumenta que todo riesgo puede ser comparado a la acción de un virus. La vacuna representa un
mal mitigado con el fin de mejorar los anticuerpos del organismo. De igual forma, el riesgo funciona como un me-
diador simbólico entre el desastre y el self. La legitimidad del estado de bienestar dependerá de su habilidad para
domesticar el peligro del medio exterior, transformándolo en riesgo. Para ser más precisos, el contorno del estado
nacional ejerce presión disciplinaria a fin de regular económicamente los peligros del ambiente. Ante un evento
que puede destruir el orden económico, el sistema emplea un discurso donde la seguridad y la soberanía juegan
un rol significativo. El objetivo de la seguridad sería ampliar el grado de consenso dentro de los grupos humanos
que conforman la comunidad, con el fin de aceptar un grado de peligrosidad moderado. La “normalización” dis-
ciplinaria jerarquiza las relaciones creando una imagen con la cual sus miembros se identifican. Cualquier evento
que evoque una crisis profunda, permite que las personas se apeguen a sus leyes, y legislaciones con mayor
fuerza. El sentido disciplinario (propio del estado) es posible sólo si existe una idea acabada de pueblo y territorio
(Foucault, [1970] 2001 y [1978] 2006).

Por último pero no por eso menos importante, en su libro Economy of Fear, Lars Svendsen (2007) considera
que el temor es un sentimiento que no sólo atenta contra la vida democrática sino que es improbable en su propia
esencia. Por regla general, tememos al aquellos hechos de los cuales “nunca hemos sido victima”. La paradoja
radica en que a mayor nivel de beneficios materiales que ayudan a la seguridad del hombre, mayor es la insegu-
ridad percibida. La razón nace de una utopía narcisista por medio de la cual nos “creemos” el centro del destino.
De todas las catástrofes que pueden azotar al mundo, nosotros los seres humanos, atribuimos a nuestro existir la
causa de todas ellas, y también vivimos ilusionados en que nuestra tecnología podrá domesticar el mundo circun-
dante a imagen y semejanza. La confianza debe ser la única herramienta los hombres adoptan para poder revertir
los efectos disgregantes del miedo. Empero, ¿cual es la relación del hombre político con la tragedia?, ¿puede una
sociedad estudiarse por sus reacciones?

2.2. El Orden capitalista

Los desastres expresan no sólo las miserias de las naciones que los padecen, sino sus tensiones políticas. S.
Zizek admite que la modernidad ha trastocado los valores éticos de la sociedad. Lo que antes era bueno, ahora no
lo es. Uno de los aspectos más representativos de cómo funciona el consumismo en una época plagada de pobreza
y hecatombes, es la solidaridad.

En primera instancia, Zizek establece tres axiomas importantes para poder responder las preguntas ante-
riormente planteadas. La razón instrumental se torna funcional a la construcción deificada de hegemonía. Segun-
do, las acciones o políticas públicas puestos en determinada dirección generan resultados contrarios (el espectro

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ideológico y su antagónico). Tercero, la solución propuesta por los estados versa en el “populismo-organicis-
mo”, el cual consiste en la imposición de discursos ideológicos para mantener las condiciones originales que
llevaron al desastre. Cuando una población es arrasada por la inclemencia del clima, o presa de una limpieza
étnica, se ponen en funcionamiento ciertos discursos ideológicos con el fin de comprender la situación. Las
empresas comienzan a acumular donaciones solidarias, pero sin corregir sus prácticas habituales. Prácticas,
que de alguna u otra forma, han sido consustancialmente funcionales al desastre. Se forja, de esta manera,
una especia de falsa consciencia, la cual nutrida de un sentido constante de emergencia, acelera la repro-
ducción del capital (Zizek, 2009). Por su parte, Bauman ha insistido convincentemente que la modernidad
ha subvertido el clásico orden marxista de bienes, circulación y producción. Si las sociedades producían para
acumular capital en lugar de bienes, preocupación central en Marx, en la modernidad tardía es el consumidor
mismo el bien a consumir. El hombre ya no sólo es protagonista de su destino, sino un simple plasma que es
explotado hasta que ya no puede consumir más (Bauman, 2007; 2008 y 2009).

En términos de Kurnitzky (2002), la política se ha economizado, optimizado a sus resultados, hecho por
el cual se asume que sólo es apelable según los efectos y no las causas de tales efectos. Donde antes interesa-
ba el bien común, hoy subsiste la cultura de la imagen. En la actualidad, la política se ha transformado en un
teatro de operaciones mediáticas asociadas a la publicidad de los candidatos que a la verdadera razón de ser
del estado. En situaciones indirectas, los políticos apelan a ciertas demandas con el fin de no poder su imagen
positiva, pero son incapaces de movilizar los recursos necesarios para evitar los problemas.

La psicología humana se debate sobre dos grandes tendencias, la satisfacción de los deseos y el apego a
la ley. El primero libera los instintos en tal o cual dirección, mientras el segundo restringe la volición llevando
al hombre a la sublimación transformadora. Ahora bien, las sociedades no se sustentan por el intercambio
como han sugerido algunos padres de la antropología moderna, sino del culto al sacrificio. Todo sacrificio
implica un balance entre deseo y represión, de lo cual resulta el mantenimiento de la sociedad. El grupo se
mantiene unido gracias a que los deberes se distribuyen acordes a los derechos. En tanto “forma sustitutiva”,
el sacrificio exige un cuerpo (ofrenda) que es entregado a los dioses buscando un beneficio. La ofrenda re-
sulta de la necesidad de rememorar el intercambio (moneda). Siguiendo este razonamiento, el intercambio,
aspecto importante pero no necesario del sacrificio, denota ambas cosas. Por un lado, el sacrificio toma for-
ma como objeto-sacrificado, y por el otro, el estímulo de la satisfacción es reemplazado por la ventaja. Por
ese motivo, el principio de “engaño” nace del intercambio ya quien participa, en este ritual, busca obtener
un beneficio solapado de la otra parte. Cualquier sociedad que se funde en el intercambio, lo hace en el en-
gaño. La circulación de dinero evita que el sujeto tome lo que desea por decisión propia y se vea sometido a
su arbitrio para lidiar con otros quienes como él también desean lo suyo. En este contexto, la circulación de
monedas subvierte la relación entre los seres humanos (Kurnitzky, 2002).

Por lo expuesto, se deduce que las sociedades aluden al temor como forma primaria de relación con
el fin de legitimar ordenes económicos precedentes; sin los desastres mediáticos y el clima de incertidumbre
que ellos generan, ciertas políticas neo-conservadoras serían ampliamente rechazadas. Naomi Klein en su
trabajo La Doctrina del Shock, nos habla de una nueva forma de comprender la modernidad donde el desas-
tre se ha transformado en el principal valor de cambio. Centrada en la idea de que la modernidad capitalista
opera por medio de una “destrucción creativa”, es decir recicla espacios y paisajes acorde a valores simbólicos

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constantemente en construcción, Klein sugiere los mercados no sólo aprovechan los desastres como formas direc-
tas de inversión, sino que además deslindan sus responsabilidades respecto a los factores que han provocado el
evento traumático (Klein, 2011). No obstante, eso nos lleva a preguntarnos, ¿es el capitalismo mismo una forma
económica productiva que necesita del desastre para persistir?

Desde una perspectiva filosófica, todo evento es fundado en un orden vacío, inexistente. Taussig (1995) cap-
ta brillantemente la tendencia postmoderna impuesta por el capitalismo por medio del cual se lleva al consumidor
a aceptar una situación de violencia y opresión como normal. El terror funcionaría como el mecanismo necesario
para que ese sentido de normalidad persista.

Las noticias sobre tragedias y desastres son transmitidas una y otra vez a todas partes del mundo por medio
de los medios de comunicación. Lejos de lograr una ruptura epistémica, estos rituales alimentan un sentimiento
de espectacularidad que enfatiza en las consecuencias, pero olvida las causas de los eventos. En forma ideológi-
ca, la audiencia es sometida a una nueva forma de pensar, donde lo subjetivo queda unido a la inmediatez de la
virtualidad. Llegado a una esfera de aceleración, los eventos se transmiten en los medios antes de que ocurran
(Baudrillard, 2002; Grimshaw, 2006). Como afirma Quarantelli, uno de los primeros problemas en la forma en que
los supuestos desastres son cubiertos por los medios lleva a no poder establecer planes de evacuación eficientes.
Los desastres se han transformado en formas de espectáculo que entretienen a una audiencia global 24 horas
al día (Quarantelli, 2006). La pregunta que suscita esta discusión es ¿hasta que punto puede el estado moderno
hacer frente al avance del mercado?

2.3. El riesgo

El sistema económico mundial se consolida en dos figuras claves, el interés que permite la circulación del
capital, y el riesgo. Precisamente, se torna importante prestar atención sobre éste último, debido a que los me-
dios fabrican estados de emergencia que todavía no tienen lugar en el presente; ellos funcionan siempre en un
futuro cercano, ameritan formas disciplinarias de control, pero aún no han sucedido. Baudrillard (2002) parece
no equivocarse cuando compara al capitalismo con el film Minority Report. La película revela el poder de los pre-
cogs (videntes potenciados con tecnología futurista), quienes pueden visualizar un crimen antes que éste ocurra.
Controlados por la Policía, sus visiones son puestas a planes de contingencia para evitar y reducir los crímenes.
Desafiando una de los aspectos constitutivos del derecho romano, la pena recae sobre el criminal antes que el
crimen se haga real. Misma relación puede hacerse con el riesgo. En tanto, amenaza que no sucede aún, el riesgo
permite no sólo movilizar recursos sino generar políticas específicas de control.

Los estados modernos, según Hardt y Negri (2000 y 2004), son una fiel expresión capitalista que lejos de
buscar el bien común, intentan el monopolio simbólico de las fuerzas productivas. Su función principal es prote-
ger el orden económico vigente de las sociedades. A diferencia de la postura hobbesiana que veía en el estado la
salida posible para evitar la lucha de todos contra todos (Hobbes, [1651] 1998), Hardt y Negri (2004) emplean la
concepción francesa positiva. Las instituciones corrompen a las personas y a sus respectivas expectativas, en vistas
de un bien superior que los envuelve a todos. No obstante, el estado lejos de ser la solución se transforma en una
estructura que aliena al ciudadano.

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El riesgo abre la democracia a tres principios fundamentales, la vigilancia, la precaución y la necesidad


de información. La primera figura descansa sobre el poder que ciertos grupos tienen de relevar una situación,
generar información, o presentar un reporte. Por el contrario, el principio de precaución toma, en base a la
información generada, una posición co-activa de intervención sobre un escenario que no necesariamente es
real. Por último, la posibilidad de debate, la cual sólo se hace posible por medio de la transparencia de los
organismos que monopolizan los dispositivos de mitigación para esos riesgos (inventados). A la vez que la
información científica disponible permite controlar ciertos peligros, abre la puerta que separa el secreto de lo
público. En ocasiones un peligro debe ser solapado para evitar un mal mayor, mientras que en otras el riesgo
se crea por no haber discutido las alternativas en forma deliberativa (Hermitte, 2007; Gaubet, 2007)

En este sentido, M. A. Hermitte (2007) llama a la víctima sujeto despolitizado, pues al aceptar el sub-
sidio del estado queda en posición vulnerable respecto a la dominación del estado. Si bien el estado regula
los riesgos a través de la ciencia, es el poder político quien monopoliza los recursos en la toma de decisiones
respecto a cuestiones estratégicas. Quienes sufren los costes de esas decisiones, generalmente, no han to-
mado parte alguna en el proceso. En el ámbito de la regulación deliberativa democrática, el estado es res-
ponsable por lo que le sucede a sus ciudadanos (principio de responsabilidad administrativa). En este debate,
es importante saber hasta que punto el estado representa en materia de riesgos los intereses de todos los
involucrados. El derecho romano por lo general no reconoce el derecho de la víctima, sino es por medio de la
indemnización por daño. Pero, si el sujeto acepta el pago por el daño queda en situación de dominado. Para
romper esta subordinación pasiva, las víctimas buscan asociaciones con otras que como ellos han sufrido lo
mismo con el objetivo de co-gobernar. Si al principio, estos grupos luchan contra el estado para lograr el re-
sarcimiento económico, en una segunda se asocian a él para hacer de su desgracia una forma de co-gobierno.

2.4. Estado, gobernanza y desastre

Partimos del axioma original que luego de la crisis económica de 2001 y del efecto Cromañón, diversos
especialistas han afirmado que el descreimiento de la ciudadanía sobre la política ha tomado ribetes nihilis-
tas, haciendo una fuerte crítica en todas las instituciones políticas sin distinción de partido (Korstanje, 2012;
Estrada, 2010, Murillo, 2008). Existe una gran indiferencia por parte de la ciudadanía de las oportunidades
que puede brindar la militancia o participación política. Para explicar este fenómeno, Murillo (2008) emplea
la idea de un “consenso por apatía” por medio del cual el terror a la desaparición forzosa del cuerpo, durante
las últimas dictaduras, generó una idea de “comunidad restaurada” a base de coacción y fuerza. Ante la co-
rrupción del mundo político, tanto la unión tripartita como el Consenso de Washington estipularon narrativas
tendientes a deslegitimar la acción y la presencia del estado en diversas áreas del espacio público.  Asociada
a la corrupción y a la ineficacia estatal, los organismos de crédito internacional adoctrinaron nuevas formas
de consciencia nacional redirigiendo las voluntades individuales hacia el mercado. Toda voluntad exige una
necesidad que es absorbida, procesada y satisfecha por el poder privado. La antigua metáfora de la sociedad
como un grupo humano creado en post del pacto social, se refiere a un estado fuerte con poder de política
y de control sobre un territorio y una ciudadanía específica. Empero, las cosas han cambiado. A través de la
globalización, las empresas modernas operaron en un clima de flexibilidad e incertidumbre absoluta. Ante el
elevado grado de incertidumbre que despertaba la falta de perspectiva normativa, la ciudadanía recurre a la

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figura de los militares como custodios del orden nacional (perdido). Desde este argumento, Murillo explica porque
el ciudadano desarrolla un apego ambiguo respecto de su respectivo estado, por un lado pone reclamos los cuales
no pueden ser satisfechos (sobre todo en temas de seguridad) a la vez que reivindica un pasado inventado con
el fin de crearse su propio sentido de seguridad anhelada. Ello sugiere indagar sobre la conexión de la razón de
estado como garante de la seguridad individual y grupal.

Entendemos por Estado a una forma o estructura de organización política cuya función radica en la nor-
mativización de la vida colectiva a través de una lógica de dominación instrumental. A diferencia del gobierno
que representa una facción o grupo que detenta una autoridad temporal, la acción del estado versa dentro de
determinados límites desde opera el sentido de soberanía y la ley (Weber, [1910] 1979). Históricamente, tanto la
razón de Estado como el temor y el adoctrinamiento político derivado de éste, han trasnochado a pensadores y
filósofos. El antropólogo post-marxista Geoffrey Skoll ha desarrollado una nueva teoría para comprender como el
temor condiciona los sistemas de producción.

En forma brillante, Skoll (2010) argumenta que el orden capitalista estadounidense es una mutación del
anterior orden Nazi, con sus valores estéticos y culturales más representativos, sobre todo la idea de superhombre
e intervención. En la Teoría social del temor, Skoll defiende la tesis que supone el final del capitalismo. Empujado
en una dicotomía insalvable, el capitalismo moderno, como el Imperio romano, está entre extenderse hegemó-
nicamente y desaparecer o implosionar. Desde esta perspectiva, Skoll escribe “la catástrofe ocurre cuando los
reguladores institucionales no pueden absorber el grado latente de conflicto. Dicho estado siempre abre una
potencial bifurcación para el sistema. Y dicha bifurcación ocurre cuando el sistema entra en un estadio de caos”
(Skoll, 2010: 28). Lo paradójico, es que los intereses de los grupos privilegiados en momentos de crisis no parecen
ser claros e incluso atentan contra sus propios intereses. Desde el momento en que las aristocracias no se encuen-
tran interesadas en salvar a la sociedad sino en proteger sus intereses, las ciudadanías pujan con el fin de quitarles
legitimidad a sus respectivos gobernantes. Para evitar que la sociedad colapse, la elite política y financiera pone en
funcionamiento toda una serie de mecanismos ideológicos de control, que van desde la disuasión hasta la repre-
sión. El temor opera en toda la sociedad como un instrumento que congela la “praxis revolucionaria” de las capas
menos favorecidas, preservando de esta manera el orden imperante. En comparación con el Imperio romano o la
desintegración del Orden Feudal, el capitalismo posmoderno ha entrado en convulsión. La expansión militar o la
búsqueda de nuevos mercados sólo pueden darle unos minutos más de vida. Si la fuerza establece nuevas fronte-
ras y rutas para el capital, el temor mantiene la disuasión interna introduciendo la idea de que el mundo exterior
es un lugar hostil y peligroso.

Skoll (2010) recuerda que el préstamo financiero (como el temor) genera una gran dependencia entre el
centro y la periferia. Aprovechando el marco conceptual de libertad que promueve la democracia, los estados, en
este punto de debate, son funcionales al capitalismo porque homogenizan grupos étnicos (controlándolos) que de
otra forma estarían dispersos. Cuando no existe motivos para pedir un préstamo, el imperio encuentra uno muy
convincente: el desastre.

En la década de los 90, Estados Unidos había recurrido a emitir préstamo a los países en vías de desarrollo
con el fin de crear un sistema conectado de dependencia y poder liberarse de la inflación que implicaba la emisión
sistemática de capital. Organismos de fama internacional como Fondo Monetario o el Banco Mundial, comen-
zaron a subordinar la política interna de ciertos países a la voluntad de EUA. No obstante, esta dependencia ha

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planteado la creación de un sentimiento generalizado más vinculado al resentimiento por parte de ciertas
poblaciones locales que al agradecimiento. El capital globalizado crea un estado liberal supuestamente demo-
crático, el cual se diferencia de las autocracias clásicas por ser calculado, racional y focalizado en el consumo
cultural. No obstante, en este sentido, los estados periféricos también han aplicado la misma lógica para di-
suadir a sus diversas ciudadanías. El crédito se ha transformado tanto en un instrumento de adoctrinamiento
interno como una forma política de relación orientada a proteger el consumo (Harvey, [1990] 2004).

Beck (1998 y 2006), confirma, que en un mundo donde la indiferencia y la desconfianza remiten a un
proceso creciente de descomposición social, el riesgo se transforma en el único mediador posible entre las
personas. El riesgo no parece ser producto de una decisión en particular, sino de la fiabilidad ante la falta de
información. Una de las contribuciones, sin lugar a dudas de Giddens, ha sido la presentación de las empresas
de seguros como mecanismos para mitigar el riesgo. Las sociedades tradicionales proporcionan cierta pro-
tección psicológica ya que mantiene unido el pasado, presente y futuro enlazando la confianza en todas las
prácticas sociales. Empero, las sociedades modernas tienen un umbral de violencia menor pero su grado de
tranquilidad se ve amenazado debido a que tiempo y espacio se disocian significativamente generando mayor
desconfianza. Los riesgos se hacen potencialmente más generalizables en la vida social cuando el sujeto o
su grupo de pertenencia se orientan hacia el futuro –destino-. Tanto tecnología como ciencia parecen haber
desplazado el grado marginal “de superstición” de las sociedades tradicionales por la probabilidad numérica
cuyas implicancias son manejadas por sistemas “abstractos” o “expertos”, es decir, los profesionales. Los sis-
temas de gestión del riesgo se mercantilizan por medio de las compañías de seguros. Cuando se contrata un
seguro, el peligro no desaparece por completo sino que es traspasado por el propietario a un asegurador a
cambio de una suma de dinero. Desde esta perspectiva el capitalismo es inviable sin la construcción del riesgo
(Giddens, 1999).

Cada evento traumático no se define por sus causas, por lo menos ellas no son televisadas, sino por la
gravedad de sus consecuencias. Los medios de comunicación se detienen en la idea de que lo peor está por
venir, pero además sugieren que un evento de iguales proporciones se encuentra próximo a suceder. En la
mentalidad posmoderna, lo peor de un desastre no son sus consecuencias, sino la posibilidad de que vuelvan
a repetirse. Esto es lo que subyace en la lógica moderna del terror (Howie, 2011). El riesgo confiere un “efecto
inducido que queda latente”, la cual denota una situación posible en el tiempo presente cuyas consecuencias
hay que impedir (Bouton, 2011). De esta forma, el riesgo parece estar siempre unido al futuro. Las sociedades
tradicionales pueden percibir peligros pero son incapaces de crear riesgos. Cada hecho negativo evoca a la
necesidad de “estar protegido”, precisamente el lugar exacto donde entra la contratación de seguros. En este
sentido, comprender las normas y formas de contratación de protecciones rentadas, es una forma de abordar
un estudio científico sobre nuestra propia sociedad. La ley es tan importante para comprender el riesgo como
las regulaciones económicas que fundamentan el principio de escasez.

L. Barrios (2007) documenta el caso de intoxicación por plomo en la Teja, Uruguay advirtiendo serias
deficiencias jurídico-normativas y estructurales para prevenir los efectos del riesgo, y para regular los inte-
reses de los grupos económicamente concentrados. En cualquier caso, existen una serie de “inconclusiones
prácticas” respecto a como la sociedad es gobernada por el riesgo. Cuando el evento golpea en forma in-
esperada a la comunidad, el aparato burocrático estatal, ante su inadecuación de facto para dar una rápida

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respuesta institucional, apela a la minimización del problema. Si bien estos mecanismos tienen como objetivo
regular el sentimiento de pánico, no resuelven nada. De esta forma, el estado moderno corre tras los efectos de
riesgo, trasladando la responsabilidad a formas culturales de vida por parte de los individuos afectados, culpando
a las víctimas por el estado de situación que según los expertos consideran es producto de un apego cultura, de
un estilo de vida, de una historia común o característica racial.

Por su parte, el jurisperito argentino J. Mosset-Iturraspe (2007) considera que el riesgo debe definirse como
una construcción que a veces escapa del derecho penal (delito) consignándose como una cuestión puramente
civil. Las consecuencias del riesgo se regulan resarciendo a la víctima con dinero o alegando a su participación
involuntaria en el efecto. El estado, los créditos, los seguros y fondos de garantían ejercen un rol protagónico en
la normalización de las condiciones de riesgo, de las cuales la víctima no puede escapar. Ello denota, macro-es-
tructuralmente, que “en la modernidad reflexiva” el aparto productivo ha reemplazado la norma jurídica creando
estados de catástrofes continúas donde la idea de riesgo inducido se encuentra presente. Al apartar al riesgo del
derecho penal, se crea una nueva figura alrededor de la “responsabilidad” del involucrado. La víctima puede ser
cómplice de la situación y adaptarse, o reclamar una solución a su estado. La absolución del “culpable” sucede
porque en el derecho romano no queda tipificado de forma clara; todo riesgo adquiere fuerza como una catego-
ría (moderna) intermedia entre la causalidad y la culpa. En consecuencia, la figura de riesgo creado alude a una
construcción comúnmente empleada por los juristas. ¿Puede subsistir este riesgo fabricado fuera de la sociedad
mediatizada o es producto de una mayor disposición informativa?

En Global Paradox, J. Naisbitt explica que la gran contradicción de la tecnología móvil radica en los efectos
adversos que genera. A la vez que la sociedad de la información construye carreteras de datos que permiten am-
pliar las fronteras de la comunicación, se dan movimientos localistas o tribalistas con mayor fuerza. Cuando un
sistema se expande hasta hegemonizar todo el plano, sus componentes individuales adquieren mayor peso en su
poder de negociación. La caída del bloque soviético permitió la expansión de Estados Unidos y la consolidación
de la democracia de “libre mercado”, pero se han multiplicado las naciones que pujan por la auto-regulación. Esta
idea sugiere no sólo que el estado nacional ha muerto, sino que su ideología está cada vez más cuestionada. La
ciudadano moderno recibe a diario mucha más información que el medieval. Toda esta información permite op-
timizar sus canales y procesos decisorios. Su individualidad queda reforzada frente a la pasividad del estado. Eso
no significa que el estado nacional se encuentra en declive, sino todo lo contrario. La democracia representativa
que a través del voto popular daba legitimidad al sistema político, se ha transformado en una democracia donde
manda el mercado. La crisis de la política consiste, entre otras cosas, en la falta de representatividad del ciudadano
medio. Tan eficiente y convincente ha sido la democracia para expandirse a todo el mundo, en la idea del estado,
que ha generado un clivaje interno que amenaza su propia legitimidad. La importancia del liderazgo político es
directamente proporcional a la eficiencia en materia económica. Admite Naisbitt, sólo la mitad del electorado
concurre a elecciones en países como Japón y Estados Unidos. En términos crudos, uno debe admitir que el pro-
fesionalismo ha reemplazado a la vieja militancia política.

3. Presentación de propuesta
Lo expuesto hasta el momento, lleva a cuestionarnos, ¿hasta que punto el capitalismo moderno permite
un proceso de aprendizaje, respecto de las causas que originan los estados de emergencia? Para responder a

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esta cuestión, es importante plantearse dos hipótesis. La primera, apunta a considerar que todo estado de
desastre expresa una tensión política, históricamente determinada por el sistema social. La segunda, es que
el proceso de resiliencia se encuentra herido de muerte, pues el capitalismo (junto a los estados nacionales)
no permiten comprender las razones de los eventos, sino es a través del consumo y el crédito.

La originalidad de nuestra propuesta radica en observar una paradoja nacida en el seno del orden eco-
nómico. El estado no puede introducir el capital como forma de mediación de las asimetrías mismas del siste-
ma, a no ser que por medio de la ruptura que el desastre genera. Para poder comprobar estas especulaciones,
nos servimos del análisis de contenido de dos blogs masivos cuya pertenencia ideológica es totalmente dife-
rente, uno es el Clarín y el otro es Diario Registrado. En perspectiva, no vamos a proyectar en los contenidos
ideológicos y políticos de cada argumento, sino en la construcción paciente de un discurso único que expresa,
objetivamente, las reacciones sociales frente a un evento climático que altera las fronteras del orden político.

3.1. Hipótesis 1: los estados de emergencia reflejan la tensión política de cada sociedad

Ciertamente en los Estados Unidos, luego de un desastre surge la cuestión racial o étnica entre la co-
munidad afro y el mundo anglosajón. Este aspecto representa un punto histórico de fricción y tensión entre
ambos grupos humanos. Se puede afirmar, sin lugar a dudas, que los desastres reflejan no sólo el clima polí-
tico del contexto, sino que recrudecen aquellas cuestiones en tensión. Este argumento nos lleva a pensar que
en Argentina, a diferencia de Estados Unidos, el problema étnico no toma relevancia política luego de una
emergencia, como si lo es el proceso de des-politización acaecido luego de 2001 y la lucha mediática entre el
Gobierno Nacional, a cargo de Cristina F. de Kirchner y el grupo Clarín.

El dilema se encuentra inscripto en sí la clase política encuentra la legitimidad necesaria en la ciuda-


danía. Centrado en el lema: que se vayan todos, en el año 2001, una gran cantidad de ciudadanos pidieron y
exigieron la renuncia del entonces presidente Fernando de La Rua. Los diversos presidentes, no tuvieron la
legitimidad necesaria para mejorar la imagen de las instituciones políticas argentinas respecto a los ciudada-
nos. La mayoría de ellas eran concebidas como “corruptas, entregadoras a las potencias internacionales, y
responsables de la seria crisis financiera que vivía el país”. El lema central de la protesta era simple a grandes
rasgos, “que se vayan todos, que no quede ni uno sólo”. La re-construcción de las instituciones políticas, en
manos del gobierno Kirchnerista, retornó a un mensaje de lucha vindicado por ciertos grupos en la década
del 70, asociado a la “militancia política”, mensaje que no fue aceptado por toda la sociedad. La tensión entre
el grupo Clarín que apela constantemente a los actos de corrupción de los funcionarios nacionales, o a su-
puestas maniobras anti-democráticas se contrapone con la propaganda oficialista que apunta a Clarín como
un medio monopólico vinculado históricamente a la dictadura de 1976/1983 (Proceso de reorganización Na-
cional).

Si bien este trabajo no va a examinar en profundidad las causas de la tragedia (la mayoría de ellas
vinculadas con el efecto invernadero y con la falta de obra pública en la Ciudad de Buenos Aires y La Plata),
es necesario relevar bajo la dicotomía de la politización del desastre, las reacciones de las personas en las
primeras 48 horas del evento (cuando la exposición mediática no era tan intensa como los días sucesivos).
Para poder hacer el relevamiento nos hemos servido del foro de cibernautas de blogs masivos. Cada noticia

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se encuentra ligada a un blog de personas que comentan, según sus experiencias y expectativas, con un mínimo
de censura. El único requisito para registrar un comentario es dejar una identidad definida, ya que no se permiten
registros anónimos3.

Uno de los aspectos más criticados por la prensa respecto a la clase política, fue su inacción, agravada por el
hecho que algunos funcionarios se encontraban de licencia o fuera del país, aprovechando los feriados turísticos
otorgados por la presidenta a raíz de Semana Santa y la conmemoración de la “gesta de Malvinas”.

Juan Grilli, comentarista destacado de la Universidad del Litoral, comenta:

¿Cómo? ¿no aparecieron los ciberK a echarle la culpa de la inunda-


ción al Intendente Bruera? Respuesta a no con Bruera no, es del palo!

Este comentario se refiere a la cobertura mediática de grupos televisivos afines al gobierno que culpaban a
Mauricio Macri, intendente de la ciudad de Buenos Aires y principal opositor político, por las inundaciones y los
cinco muertos que dejo el temporal. A horas del debate sobre las responsabilidades de Macri por la inatención
de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, La Plata, ciudad gobernada por Daniel Scioli, experimentaba una
de las peores tormentas en su historia con 150.000 personas evacuadas, más de 50 muertos, una decena de des-
aparecidos y miles de preguntas.

En esa misma editorial, Martín González le responde en diálogo a Juan (se respeta el estilo de la escritura
en temas de gramática pero se corrige la acentuación para una mejor lectura):

Claro, en capital sí la culpa es de Macri, en la plata el intendente no tiene nada que ver, esto es así ami-
go, el problema es que capital, la plata, provincia y nación, buscale la culpa a quien quieras, pero la reali-
dad es que nada ni nadie de todos los políticos que tenemos en este país va a hacer algo por el pue-
blo, solo pan y circo, sino mirá la tele y lo vas a ver “futbol para todos, automovilismo para todos,
moreno card, ley de medios.....blabla bla...” y todas esas pelot… no cambia nada la vida de la gen-
te, los problemas reales que tenemos siguen y aumentan y si reclamas algo sos golpista, así estamos.

El texto revela una supuesta tergiversación con intereses políticos del gobierno para culpar a la oposición
política, pero además muestra un cinismo mayor que trasciende las afiliaciones partidarias. Al culpar a toda la
clase política en general, el mensaje admite que lo mediático ha reemplazado a la responsabilidad real por las
necesidades de la comunidad. Entonces, si prestamos atención, el internauta reclama axiomáticamente que en
vez de invertir dinero en propaganda, deporte u programas mediáticos, se destine el dinero a otros fines con una
mayor apertura a quienes piensan diferente.

Similares conclusiones pueden verse en otros comentarios tales como:

Los políticos (todos) se tiran las responsabilidades por la cabeza. Bas-


ta! No son el ombligo del mundo. Ir a votar, por qué? Si son todos una M…

Miguel replica:

No dejes de ir a votar, hacelo por el menos M… y menos corrupto! Si no votas, estas votan-
do igual, porque tu No voto favorece en los porcentajes al que no queres! Si todos hiciera-
mos lo mismo, ganarían con muy pocos votos, el que no querríamos jamás que este al frente.

3 Blog. Clarín (3 de Abril de 2013): “Crítica Situación en la Plata, ya son 39 los muertos por la inundación”. Disponible aquí

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En este diálogo se cruzan dos posturas similares respecto al “cinismo político”, es decir la idea de una
queja repetible pero que no se canaliza desde los partidos tradicionales. A diferencia de Miguel, Norma con-
sidera que el boicot al voto es la solución al problema de la política, mientras Miguel considera que todavía el
hecho de votar representa un derecho al cual el ciudadano no debe renunciar.

Paola Roldán escribe sobre la misma discusión, volviendo a la idea original, que se vayan todos:

Lo único “positivo” de todo esto es que se le caen las caretas a todos los políticos. La Presidenta administra
mal y le echa la culpa a terceros, Macri administra mal y la culpa la tiene el clima y Scioli administra mal, se le
cae la provincia a pedazos y tarda siglos en moverse para intentar solucionar algo. La única pena es que la opo-
sición tampoco brinda opciones o sea que estamos donde quedamos hace unos años: “que se vayan todos”.

La tragedia abre una brecha entre dos bandos que hasta el momento estaban del mismo lado. Con el
advenimiento del matrimonio Kirchner, la disociación entre ciudadanía y política comenzó a transformarse en
una continúa crispación entre agentes políticos. Este punto de tensión ha subsumido las lealtades hacia los
respectivos bandos, apoyando implícitamente el binomio interés/desinterés por la política. Ello quiere decir
que progresivamente la ciudadanía empezó a identificarse con un representante y a demostrar hostilidad
contra el partido contrario, pero que en el fondo, subyace un gran escepticismo.

En términos prácticos, los partidarios de Cristina Kirchner atacaban a los de Mauricio Macri y viceversa.
La tragedia vuelva a abrir la brecha entre los ciudadanos y sus gobernantes, cuando se notan comentarios que
vuelven a hacer foco en la idea de no dividirse, por cuestiones políticas. La hostilidad frente a la política no
se ha diseminado, como algunos suponen, sino que ha mutado hacia una pseudo lucha que pugna por crear
una narrativa poderosa pero irreal de la política argentina. A pesar de los esfuerzos kirchneristas por aban-
derarse de cambios que nunca han sucedido, los grupos concentrados de poder, es decir el sistema bancario,
en Argentina continúan marcando la agenda para cualquier partido político, incluso en contextos de desastre.

Sergio Spinelli de Hurlingham, Provincia de Buenos Aires, opina que habría que impugnar todos los
votos, mientras que otros apoyan la idea de no confrontar entre la ciudadanía para dejar claro que la respon-
sabilidad por lo sucedido es de los políticos. Marcelo Ortolan escribe:

A los Cipayos kirchneristas: su participación en este diario es lamentable, propio de ruines, par-
cial y con acusaciones improvisadas y casi sin sustento alguno. Mientras tanto la c…. del calafa-
te todavía no hablo...como siempre huyo al Calafate. Su lugar en el mundo donde entierra la ca-
beza hasta que pasa la tormenta. O acaso falto a la verdad?...Eso es este desgobierno nacional”.

Mercedes Raquel Gorbach escribe:

Larreta en Europa, Macri en Trancoso Brasil y Vidal en Pta. del Este. Esta esta-
ba cerca y cruzó rápido. Macri estaba con el bronceado fresquísimo y mucha humectan-
te en el cutis”, a lo cual Gabriel responde “que se vayan todos, que no quede ni uno solo!

Quedan en el tapete de la discusión tres variables fundamentales que son discutidas por los cibernau-
tas. La primera y más importante, es la probabilidad de haber podido evitar los efectos de la inundación con la
obra e infraestructuras públicas suficientes. Para el razonamiento de esta forma de pensar, el problema lleva
al cuestionamiento de la clase política por la falta de políticas de evacuación concretas. Por último, la tensión

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entre la ciudadanía y su clase política no sólo se agrava, sino que supone que ésta última emprenda una reacción
frente a la vulnerabilidad de aquellos que han “perdido sus bienes”.

Las críticas continúan de uno u otro lado, Gabriel Hernández de la Serra dice:

Someterse tardíamente y por simple especulación política al desastre que por desidia y corrupción ad-
ministrativa no se previno, es propio de los gobiernos que suelen transmutar la insensibilidad en demago-
gia, el saqueo en obras virtuales que se agotan en el mero discurso, la mentira de gestos de circunstancia.

El reclamo, en esta fase, muestra cierta ambigüedad. Primero llama a la solidaridad, pero una solidaridad
que no debe ser política, porque la política corrompe los buenos gestos. Cuando la agrupación juvenil kirchnerista
La Campora entra en escena, también es blanco de una fuerte arremetida. Veamos los dichos del cibernauta Aní-
bal Vallejos en contra de la presidente cuando ella se dirige hacia su ciudad natal, La Plata4:

Y que carajos esta haciendo? ladeada por el impresentable de Larroque y el super p… de berni, que pen-
sas que hacen? demagogia pura!!! a ver si la viste con un baldecito sacando agua o en un camión de bom-
beros, o en un bote, naaaaaa eso no es digno de la señora, ella pasa en helicóptero a ver si se le arruinan
los zapatos... esta yegua no tiene cara, fue para evitar comentarios, pero ya es tarde paloma, cuando ten-
drías que haber estado no estuviste y ahora apareces? a las 3 de la tarde? no tenes vergüenza lasti-
ma que no se le inundo la casa a tu mama, ah! claro, vive en un barrio high class seguramente la señora.

La demanda se encuentra expresada dentro de una gran contradicción. Por un lado, aluden a la necesidad
de que los damnificados reciban la ayuda de los políticos, pero esa ayuda no debe llevar el sello del partido mis-
mo. La figura del anonimato es presentada como sinónimo de pulcritud, de virtud cívica frente a la propaganda
política. La solidaridad (según el discurso de los blogueros) no debe estar contaminada por la “militancia política”.
Esta ruptura lleva a validar la idea de que existe un fuerte quiebre de representación entre algunos sectores de la
ciudadanía y el gobierno nacional. Esa brecha lleva a proponer cuestiones ambiguas, tales como la participación
del estado fuera de la política. En segundo lugar, si la ayuda se inscribe en el anonimato de los donantes, entonces
no existe partido que pueda reivindicar el crédito político por la asistencia. Cuando esa ayuda llega de manos de
los diferentes partidos, se da una nueva visión en conflicto, aceptar la ayuda del político o rechazarla. Si la política
es sucia, lo lógico sería rechazar la ayuda. Pero al hacerlo, uno reniega de su derecho como ciudadano, a ser pro-
tegido por el Estado.

El tema se agrava cuando figuras mediáticas como el futbolista Juan S. Verón, en entrevista abierta, admite
que “la clase política deja mucho que desear”. Solange se pregunta:

Esta señora no piensa hacer nada????? o sólo saben echar culpas a los demás??? Hágase cargo de
las cosas que suceden en su país o déjele el lugar a alguien que sepa gobernar para todo el pue-
blo, no para unos pocos!! Deje de robar y va a ver como aparecen los $$$ para las obras públicas.

A la vez que Sebastian es un poco más crítico:

dan pena los políticos de este país, de un sector u otro, TODOS dan pena. Se pasan la pelo-
ta unos a otros, no se ponen de acuerdo mientras cientos de personas pierden sus pertenen-
cias, y lo más doloroso, sus vidas. Déjense de joder, ayuden a la gente, aparezcan, den la cara.

Gabriel dice:

Esta democracia representativa es una mentira, los que gobiernan gobiernan para unos pocos y para si mismos,
4 Blog. Clarín (3 de Abril de 2013). “Cristina recorre Tolosa, el barrio más afectado por las inundaciones en la Plata”. Disponible aquí.

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tienen la libertad de mentirnos en campaña y después hacer lo que se les canta, QUE SE VAYAN TODOS!
Barajar y dar de nuevo! Asamblea constituyente, organizar democracia desde abajo, en Asambleas, Multi-
sectoriales, etc. Basta de parásitos de la política, punteros y ñoquis. Democracia directa. Esa es la verdade-
ra democracia. Si hay que reformar la constitución es para cambiar la parte que dice “el pueblo no delibera
ni gobierna sino a través de sus representantes” Es hora de hacer algo más que meter un papelito en una
cajita cada dos años. Esos HDP nos siguen robando, se mueren de viejos en libertad y llenos de plata ca-
gandose de risa de nosotros. A las calles y a reclamar lo que es nuestro. Volvamos Que se vayan todos!.

El 4 de Marzo de 2013, se anuncia la ayuda financiera para aquellos quienes hayan perdido bienes
materiales5. Sin embargo, una gran cantidad de esa asistencia, en lugar de corresponderse con subsidios es-
tatales, se acopla a una serie de créditos otorgados por diversas entidades bancarias. El solicitante, lejos de
conseguir inversión del estado para que su situación mejore, debe someterse al empréstito con una entidad
privada. Parte del capital conferido no soluciona el problema de fondo de inversión en infraestructura públi-
ca, sino que genera un lazo de dependencia del afectado y la organización crediticia.

Para una mejor lectura del problema cabe destacar que los subsidios se dan por medio de ANSES a
quienes perciben seguros por desempleo, asignación por hijo o se encuentra en situación grave de pobreza.
Por el contrario, quienes mantienen un trabajo en blanco y estable, luego de la comprobación de las perdidas
materiales por parte de un trabajador social, deben acceder a créditos que luego deberían de saldar en los
próximos años. Lo que sugiere que una persona, ante un estado de emergencia, se encuentra condicionada
para decidir si quiere o no endeudarse con una entidad privada. Ante el desastre, el estado replica las causas
que lo originaron. Si las consecuencias de la inundación se dan por la falta de inversión, las causas se corrigen
generando una dependencia de la víctima respecto a las organizaciones bancarias.

3.2. Hipótesis 2: luego de un desastre, el capital sienta las condiciones para la reconstrucción, replicando
las causas del evento.

Los subsidios y los créditos son dirigidos por ANSES, entidad estatal y por una serie de bancos. Según
los datos de ANSES se obtienen tres niveles de ayuda al damnificado6. Se destinan casi unos 400/600 millo-
nes de pesos a jubilados, pensionados y personas sin empleo con una tasa fija de 9,9% anual, a la vez que
se otorgan diversas facilidades en tasas, impuestos federales y obligaciones tributarias. Los afectados deben
completar un formulario y presentarlo en las diversas oficinas de la entidad entre 9 a 16 horas. Según el pro-
cedimiento, dentro de las 72 horas, el daminifado recibe un llamado con el nombre de la persona de ANSES
que concurrirá al domicilio para hacer el chequeo pertinente. Luego de la verificación, el afectado recibirá un
llamado dentro de los cinco días hábiles con detalles de cómo y cuando se realizará la prestación.

Se otorgan haberes adicionales de $ 4330, a pagar en dos cuotas, para jubilados, pensionados, a la vez
que se confieren aumentos en las asignaciones por hijo, embarazo, prestación por desempleo y asignaciones
familiares, entre otros. El programa ARGENTA y PRO.CRE.AR, a su vez, brindará créditos a tasa fija de 9.9 sobre
un capital de $ 15.000, hasta $ 50.000 respectivamente, para poder reconstruir las viviendas y solventar las
perdidas.

5 Blog. Clarín (4 de marzo de 2013): “La Plata no se logra reponer del dolor”. Disponible aquí
6 Noticia publicada en Anses el 8 de abril de 2013: “Bossio detalló medidas para los damnificados por las inundaciones de CABA y
GBA”.

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El foro de Diario Registrado (afin al gobierno nacional) muestra reacciones similares, observadas en los
blogs de Clarín7. La idea general es que el votante pone involuntariamente a representantes que no están en
condiciones de ejercer su cargo en forma eficiente y honesta. Si la ciudadanía porteña se siente indefensa por la
catástrofe, es un resultado de no saber elegir cívicamente a sus gobernantes. El hecho de “no saber votar”, apela
a una idea aristocrática de voto calificado.

En este sentido, Jorge escribe:

Estoy de acuerdo con la propuesta de la doctora Elisa Carrió de calificar el voto, El aspirante al sufra-
gio deberá acreditar una cierta cantidad de puntos, que podrá obtenerlos de la siguiente manera: pa-
sar por un riguroso examen físico y mental y, lógicamente, aprobarlo; contar con un empleo en blan-
co; a mayor nivel de instrucción mayor puntaje; el certificado de buena conducta le otorgará también una
importante cantidad de puntos, pero si no puede obtenerlo será causal de pérdida de puntos. Los can-
didatos electorales y sus plataformas deberán someterse a la decisión de Suprema Corte de Justicia.

En este comentario, se toma el préstamo económico dado por el Estado como una cuestión de la misma
ignorancia de quien lo recibe. El damnificado, ahora, pasa de transformarse en víctima, en victimario por no haber
podido colocar el voto correcto. El voto correcto, es la elección del propio partido.

José replica:

Diario registrado, gracias por su imparcialidad, si no fuera por la propaganda del An-
ses que garpa (paga) a este diario les creería, pero son una mentira paga, tienen el po-
der y lo van a perder, y peor que eso van a tener que devolver todo lo que el gobierno les da”.

Adriana sale en apoyo del gobierno nacional increpando a José:

Gracias José por tu imparcialidad. Si no fuera por los grandes grupos económicos monopólicos y oligopóli-
cos nacionales y foráneos, favorecidos desde antes y especialmente desde el Menemato, que licuaron sus deu-
das en la crisis del 2001, y licuaron al pueblo también, qué haríamos nosotros sin ellos! Pues estamos enfren-
tándolos, y su reacción es viral, no soportan a un gobierno nacional y popular que les impide generar otro 2001.

A esta cuestión, José responde que tomar fondos del ANSES del sistema previsional de los trabajadores para
darle dinero y endeudar a otros trabajadores es una política demagógica, la cual afecta a los pobres y favorece a
los grupos protegidos por el Gobierno. La lectura de Adriana es contraria, el gobierno estaría enfrentando a los
grandes grupos monopólicos y capitalistas más concentrados en forma exitosa, y la crítica sobre éste sería una
opinión fundamentada en la tergiversación mediática.

Según Adriana, la crisis institucional no es una posibilidad ya que el kirchnerismo ha construido un frente
consensuado que representa los intereses del pueblo (cuando se auto-proclama “gobierno nacional y popular”).
Sobre el voto calificado Jorge vuelve cuando afirma:

Este diario y el gobierno son una mentira. Nos mienten diciendo que se recuperaron para el para la AN-
SES los fondos previsionales en manos privadas; nos mienten con el aumento de las jubilaciones dos veces
al año; nos mienten con la Asignación Universal; nos mienten con la recuperación de las empresas públicas
que se malvendieron o regalaron. ¡Qué barbaridad! Es inexplicable que este gobierno siga ganando elec-
ciones, cada vez con mayor porcentaje de votos, mientras que grandes dirigentes de la oposición, como Eli-
sa Carrió, Patricia Bullrich; Pino Solanas, Etc. Son víctimas inocentes de los ignorantes y vagos que votan.

La figura del préstamo, lejos de abrir las aguas, es la última herramienta del estado para cerrar la brecha
7 Diario Registrado (7de Abril de 2013): Bossio confirmó $ 2400 millones en créditos” Disponible aquí.

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de legitimidad abierta por el desastre. Al prestar, somete a una serie de personas a la voluntad de recibir un
capital necesario para solventar las consecuencias del desastre. La economía moderna hoy prioriza la deuda
como un activo para poder dar legitimidad al sistema social. Si por un lado, el riesgo recanaliza la necesidad
de consumo preventorio, tentando a la contratación de seguros, el crédito hace lo propio expandiendo la
presencia del interés en el sistema de producción (Giddens, 1991). Lejos de anular esta lógica, el desastre de
Buenos Aires y La Plata, la potencia.

La víctima acude al estado, a la vez que su necesidad es reciclada por el sector financiero privado. El
daminifado repone sus pérdidas materiales, en un mundo avalado por el consumo materialista, comprome-
tiendo a futuro parte de su capital o ganancia. Una gran parte de lo recaudado por el trabajador desde el
momento que concreta el crédito, ya es propiedad del banco. La fuerza de su trabajo queda sujeta a su dis-
posición de pago. Por ese motivo, el gobierno nacional, como representante último del estado, ha otorgado
subsidios a quienes se encuentran excluidos del sistema productivo laboral (como por ejemplo el caso del
jubilado, retirado o pensionado), mientras se reserva la mayor cantidad de capital a préstamos orientados a
trabajadores (exclusivamente con posibilidad de reponer el capital que recibe). Cada préstamo se emite pre-
via presentación de recibo de sueldo por parte del trabajador. En ningún momento, la maquinaria capitalista
se detiene, el capital se replica constantemente.

4. Conclusiones
Por un lado, en términos de Zizek, Klein y Korstanje, queda en evidencia como funciona el capitalismo
del desastre en estos casos de estudio. Cuando el estado interviene en materia de procesos de reconstruc-
ción, el sector financiero acompaña dicho proceso. Por otro lado es importante recalcar, que el estado de
desastre refleja el contexto político de la comunidad. Si la pugna política (discutida en la Hipótesis 1) genera
división entre la ciudadanía misma, y para con sus propios gobernantes, el capital se transforma en el media-
dor necesario para evitar el cambio social abrupto. El desastre alude a un sentimiento generalizado de des-
contento social en lo interno, el cual queda sujeto al monopolio del capital. La elite de la comunidad afectada
coordina el préstamo con el fin de desdibujar las razones del desastre, pero también para generar una mayor
dependencia de las víctimas respecto a la autoridad vigente. La falta de inversión deja de estar en discusión, y
quienes sentaron las bases para crear la situación, se presentan como “los únicos que pueden” solucionarla.

Como resultado final, el proceso de resiliencia, eso quiere decir, la posibilidad de una sociedad de
aprender de las adversidades no sólo se resiente, pues queda desdibujada la causa de la consecuencia, sino
que sienta las bases para la concreción de un nuevo desastre. Según nuestro desarrollo, tanto hipótesis pri-
mera como la segunda se validarían acorde a la discusión conceptual, aun cuando las técnicas cualitativas
empleadas no permiten inferencias mayores o proyecciones en otros contextos. Una de las mayores limitacio-
nes de la técnica empleada ha sido la falta de una firma real por parte de los cibernautas, quienes en ciertas
condiciones pueden ser honestos, pero cuyos diálogos pueden a tal efecto haber quedado condicionados.
Pero ese motivo, se necesita mayor información y estudios que puedan validar las hipótesis planteadas.

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IN MEMORIAM - Salvador Santiuste Cué

Salvador Santiuste Cué


IN MEMORIAM

Ilustración: Diego Rambova.

El pasado 1 de septiembre de 2013 falleció en Madrid el sociólogo Salvador Santiuste Cué. Quienes hemos te-
nido el privilegio de disfrutarle como profesor, colega o compañero no podemos sino lamentar la enorme pérdida que
supone su deceso para la Universidad de Salamanca. Irremediablemente, en su ausencia, se hace necesario pensar y
analizar la influencia que ejerció en su quehacer dentro de la institución: una huella en el modo de entender y en el
modo de hacer ciencias sociales. Nos deja un profesional humilde que ejerció con cuidado y detalle la tarea científica
y docente, siendo una figura esencial en nuestra formación.

Salvador, natural de Santoña (Cantabria), se licenció en Sociología en la Universidad de Salamanca en 1996.


Prosiguió su carrera investigadora en FLACSO México (1997-2000), donde se doctoró en Ciencias Sociales con una
tesis sobre la evolución del Sandinismo posrevolucionario en la década de los noventa. En 2004, también defendió
su trabajo doctoral en el área de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca dirigido por Manuel Alcántara. En
esta misma Universidad, alternando estancias de investigación en instituciones como Georgetown o la Universidad de
Nueva York, desarrolló una destacable labor en el estudio de la organización de los partidos, las preferencias políticas
o la opinión pública. Su visión crítica y su compromiso con la organización universitaria condujo a Salva, de la mano de
su compañero Jesús Rivera, a presentar una ambiciosa candidatura para la dirección del Departamento de Sociología
y Comunicación. Desde mayo de 2012, como subdirector de dicho departamento, luchó por intentar implementar los
cambios necesarios para ir construyendo una Universidad más transparente y meritocrática.

Decía Max Weber en La ciencia como vocación que todo joven que se crea llamado a la profesión académica
debe tener conciencia clara de que la tarea que le aguarda tiene una doble vertiente: No le bastará con estar cualifica-
do como sabio, sino que ha de estarlo también como profesor. Esas dos cualidades no se implican recíprocamente: Una
persona puede ser un sabio excepcional y al mismo tiempo un profesor desastroso. Salvador era un profesor excepcio-
nal y lo que sabía, que no era poco, lo comunicaba magistralmente. Si por algo podemos recordar a Salvador los que

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fuimos alumnos suyos es por su enorme vocación docente. Docente en un sentido amplio, abarcando todas y cada una
de las dimensiones del proceso formativo en la Universidad.

Representó para muchos de nosotros la figura del maestro. Pese a desarrollarse en un contexto de fuerte pre-
sión por el productivismo académico, Salva nunca olvidó la didáctica, volcado con pulcritud y detalle en la docencia
de sus asignaturas. Como profesor de materias como Sociología Política, Estadística Aplicada a las Ciencias Sociales o
Estructura y Cambio Social, en sus clases supo transmitir admiración por la Sociología, entusiasmo por la investigación.
Su muletilla “¿se entiende?” refleja a la perfección cómo en todo momento intentaba que todo quedara claro y nadie
saliera del aula con dudas. Pero también, muy especialmente, la necesidad de una aproximación metódica y rigurosa
a la realidad social, ese trabajo minucioso: esa preparación detallista y ese interés por ligar teoría y datos. Esos mi-
cromecanismos a los que él aludía en su intento de que llegáramos a un trabajo empírico serio. Cuando pensamos
en la consideración hacia los sociólogos egresados en Salamanca, marcada por la especial atención y cuidado por la
metodología, no se puede olvidar la perspectiva que con su labor constante supo ofrecer a sus alumnos desde 2002.

Aunque en principio aparecía como una persona distante en sus clases, usando la tarima al estilo Unamuno, no
era sino su forma de entender el rol de profesor. Todos sabemos que no era más que una pared ficticia que se caía en
el trato cercano y sin una tarima o una mesa de por medio. En realidad, su despacho siempre aparecía abierto, se im-
plicaba mucho en las trayectorias personales y constantemente estaba dispuesto a dar consejo a sus alumnos –nuevos
y antiguos– sobre el presente y el futuro.

Hoy día en la Universidad española la valoración de la carrera académica de un profesor lo que prima son ele-
mentos básicamente cuantitativos dictados por pasajeras agencias que evalúan y acreditan. Que evalúan el número de
asignaturas, que evalúan el número de investigaciones, que evalúan el número de publicaciones, etc. y que finalmente
acreditan que sí, que es un buen profesor. Pero Salva, más allá de todos esos criterios cuantitativos con los que se le
pueda valorar, lo que nos deja es una huella mucho más intangible y difícilmente cuantificable.

Los firmantes de este texto tuvimos diferentes grados de relación con él (ha sido profesor, mentor, consejero,
compañero, etc.) pero nos gustaría recalcar, además de lo académico, la parte más humana de Salva. Desde esta
publicación no podemos dejar de recordar el momento en que le presentamos en su despacho nuestro proyecto de
hacer una revista académica enfocada a jóvenes investigadores. Enseguida nos dio su apoyo y sus consejos, y desde su
nacimiento fue asesor de Encrucijadas, donde siempre nos guió por hacer una publicación con rigor científico y meto-
dológico. Nos dimos cuenta, y tiempo más tarde él mismo se lo confesó a uno de nosotros, que Salva sospechaba que
haríamos una revista estudiantil más, por lo que fue especial recibir sus felicitaciones tras la edición de los primeros nú-
meros. Desde Encrucijadas hemos querido homenajearle humildemente publicando a continuación uno de sus últimos
trabajos hasta ahora inédito: “Desconocimiento político a nivel subnacional: el paradigmático caso de Castilla y León”.

Salva nos deja prematuramente, con la discreción que lo caracterizó, pero con la seguridad y convicción de haber
marcado a toda una generación de jóvenes sociólogos.

Equipo Editorial y Consejo de Redacción de Encrucijadas

Salamanca, 6 de noviembre de 2013.

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Salvador SANTIUSTE CUÉ
Desconocimiento político a nivel subnacional

Desconocimiento político a nivel subnacional:


el paradigmático caso de Castilla y León

Lack of awareness on politics: the paradigmatic case of Castile-Leon

Salvador SANTIUSTE CUÉ1*


Universidad de Salamanca

BIBLID [ISSN 2174-6753, nº6, 172-189]


Artículo ubicado en: www.encrucijadas.org

RESUMEN: Para que una democracia funcione correctamente los ABSTRACT: To make democracy works properly, citizens should
ciudadanos deben saber quiénes son y qué hacen sus políticos. know who are their politicians and what they do.  Otherwise, it
De no ser así, es difícil que éstos controlen adecuadamente a sus is difficult for them to adequately control their representatives
representantes, y que éstos, a su vez, rindan cuentas de manera
and that these, in turn, accountability appropriately. Political
apropiada. El conocimiento político es por tanto un factor clave
knowledge is, thus, a key factor for an effective democracy. The
para que una democracia sea eficaz. De ello depende, nada me-
nos, que la “nueva” máxima de la democracia actual: la renom- “new” maxim in the current democracies, the renowned “accoun-
brada accountability. Son muchos los estudios que han puesto de tability”, depends precisely on that. Many studies have pointed
manifestó cómo y por qué varia el conocimiento político y cómo out how and why political knowledge varies and how it affects the
éste incide en el desempeño democrático. El presente artículo democratic performance. This article aims to contribute to this
pretende contribuir a este ámbito de estudio pero analizando el literature by studying political knowledge at the subnational level.
saber político en el ámbito subnacional, en este caso, a nivel au-
More specifically, it is focused at the regional level, given that the
tonómico, pues el referente empírico elegido viene dado por la
empirical reference chosen arises from the Autonomous Commu-
Comunidad Autónoma de Castilla y León. Así, y a través de dife-
rentes datos estadísticos, se mostrará el ahondamiento del desco- nity of Castile and León. Then, relying in different statistical data,
nocimiento político que se produce en Comunidades, que como it is shown the deepening of political ignorance in those commu-
Castilla y León, presentan una endeble identidad regional.   nities that, such as Castile-Leon, has a weak regional identity.

Palabras clave:  Conocimiento político, ignorancia, información, Keywords: Political knowledge, ignorance, information, subnatio-
subnacional, Castilla y León. nal, Castile-Leon.

* Este trabajo fue enviado por Salvador Santiuste al XI Congreso Español de Sociología (Grupo de Trabajo 8: Sociología Política); previa-
mente fue presentado en el Seminario de Investigación del Área de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca el 12 de marzo de 2013.
Esta versión póstuma ha sido revisada y adaptada por María Ramos (UNED).

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1. Introducción

La información se ha convertido en el recurso quizás más privilegiado de nuestras sociedades. Su creación,


distribución y manipulación parecen determinar de hecho el porvenir de las mismas. El paso de una sociedad
industrial a una sociedad postindustrial, analizado en profundidad por los sociólogos (Touraine, 1969; Bell, 1973),
explica y contextualiza en gran medida esta transformación, que otros autores han ligado, más específicamente,
a la emergencia de la denominada “sociedad de la información” (Masuda, 1984) o “sociedad del conocimiento”
(Drucker, 1993): esto es, al desarrollo de un tipo de sociedad en donde la información y, como consecuencia, el
conocimiento (asimilación de información) constituyen las nuevas materias primas de la economía y la sociedad.

Nos encontramos, en definitiva, frente a lo que Castells (1997) ha descrito como la “era de la información”.
Una época marcada por la expansión de las nuevas tecnologías de la información —las denominadas TIC—, que
ha modificado la transmisión de los contenidos simbólicos adquiridos (el conocimiento) y la obtención de habili-
dades y competencias. De tal suerte que la adquisición y procesamiento crítico y selectivo de la información por
parte de los ciudadanos se ha convertido en un asunto particularmente crucial. Y no sólo desde un punto de vista
económico, en la medida en que la información y el conocimiento han pasado a ser elementos básicos de la pro-
ductividad; sino también desde un punto de vista político, por cuanto el acceso y manejo de las nuevas fuentes del
saber ha determinado y determina el ejercicio del poder y el posible control de unos pocos (“los expertos”) sobre
los demás. En juego está nada más y nada menos que la propia democracia, o si se prefiere, la posibilidad de que
ésta se desempeñe (o no) como si fuera una mera “aristocracia electiva” (Miller, 2011: 66).

Y es que en una democracia “el conocimiento es poder” (Jerit et al., 2006: 266), y la ignorancia, en contra
de lo que señala el tradicional proverbio anglosajón —Ignorance is bliss— no es una bendición. La democracia
necesita para su correcto desempeño de una ciudadanía básicamente informada. Como destaca de manera ati-
nada Pasquino (1999: 93), “la democracia es el más exigente de los regímenes políticos”; no es un mero conjunto
de técnicas y mecanismos, precisa un público que exija y que actúe, en consecuencia, castigando y premiando.
Pero claro, esto sólo es posible si los ciudadanos poseen información fáctica y verídica sobre lo que ha sucedido,
sucede y puede llegar a suceder en un futuro. De no ser así, sus juicios pueden ser erróneos e ir incluso en contra
de su propio interés.

Ante tal situación, se entiende perfectamente que desde el análisis empírico de la política se haya intentado
medir cuánto sabe la gente de política. ¿Conoce la población cuáles son las reglas de la democracia? ¿Cómo éstas
funcionan? ¿Cuáles son los políticos y partidos que la representan? ¿Qué programas de acción defienden? ¿Qué
políticas llevan a cabo? Alrededor de este tipo de preguntas, o muy similares, ha girado la investigación. Pues bien,
aunque la evidencia empírica no es tan abundante como la que se puede encontrar en otras áreas de la Ciencia
Política1, existe un amplio consenso entre los estudiosos a la hora llevar a cabo un diagnóstico: los ciudadanos, en
verdad, saben poco de política. Lo normal es que desconozcan el funcionamiento interno de la democracia, las
normas básicas que reglan sus instituciones; que más allá de dos o tres líderes nacionales no atinen a identificar
quiénes les gobiernan y representan; que les cueste indicar las diferencias que existen entre los programas de
los diferentes partidos; y que no sepan a ciencia cierta qué tipo de políticas públicas implementa cada nivel de la
administración estatal.

1 A excepción hecha de los Estados Unidos, en donde la cantidad de trabajos sobre esta materia es significativa, no existe un corpus de
trabajos científicos que dé cuenta de esta problemática de una manera extensa y sistemática.

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Los escasos estudios realizados en España corroboran el dictamen general realizado. Los españoles, al igual
que ocurre en otros países de su entorno, presentan un nivel medio-bajo de conocimiento político (Fraile, 2006).
Pero esta hipótesis sólo está corroborada atendiendo a la dimensión nacional de la política, es decir, lo que se ha
evaluado es el nivel de competencia del ciudadano en relación a temas y cuestiones de ámbito nacional. ¿Ocurre
exactamente lo mismo a nivel subnacional, autonómico y local, o la proximidad cambia el grado de conocimiento
político? ¿Existen diferencias según las autonomías o la localidad que se estudie? Si es así, ¿a qué se deben? ¿Qué
características individuales y del entorno aparecen como diferenciadoras?

El presente artículo intenta dar una primera respuesta a este tipo de interrogantes, pero prestando atención
exclusivamente al ámbito autonómico. Ahora bien, dada la carestía, casi total, de encuestas y estudios de opinión
que incorporen preguntas sobre conocimiento político a nivel regional o autonómico, el trabajo se plantea, y así
debe ser entendido, como una investigación descriptiva y exploratoria, que lo que pretende es generar algunas
modestas hipótesis. Para ello, se presentarán, en primer lugar, datos parciales procedentes de diferentes sondeos
o encuestas que nos permitirán comparar; por un lado, el nivel de conocimiento a escala nacional y autonómico, y
por otro lado, la existencia de diferencias significativas de conocimiento entre las 17 autonomías en que se divide
España. Finalmente, y como complemento al análisis, se hará un estudio de caso centrado en la Comunidad Autó-
noma de Castilla y León. La hipótesis básica es que los españoles saben menos de política regional que nacional,
pero que existen diferencias significativas entre las autonomías según sean éstas comunidades surgidas al amparo
del artículo 151 de la Constitución (Cataluña, País Vasco, Galicia y Andalucía) o comunidades nacidas por el proce-
dimiento señalado por el artículo 143 de la Constitución (el resto salvo Navarra)2.

2. El papel del conocimiento político


En la literatura académica sobre democracia y conocimiento político, existe un acuerdo prácticamente
unánime con respecto a que la democracia, para su correcto funcionamiento, requiere ciudadanos que conozcan,
aunque sea mínimamente, sus reglas y procedimientos. El analfabetismo político se entiende por ello como algo
esencialmente indeseable. Pero las coincidencias llegan sólo hasta aquí, pues no hay acuerdo en relación a cuánto
conocimiento se ha de tener. En otras palabras, ¿se necesita una población altamente instruida y formada polí-
ticamente? ¿O no se ha de exigir demasiado, por utilizar la terminología de Pasquino (1999), y con sólo algunas
referencias básicas es posible el juego democrático? Respuestas diferentes a estas preguntas implican, como es
obvio, diferentes visiones sobre la democracia (participativa versus elitista), pero también diferentes grados de
pesimismo con respecto a las implicaciones negativas que se derivarían de un bajo nivel de conocimiento político

Sin ánimo de ser exhaustivo, aquellos que aspiran a que los votantes y los ciudadanos en general tengan ma-
yor conocimiento político anclan su respuesta en dos grandes argumentos. En primer lugar, ponen de manifiesto
el grave problema que conlleva que los ciudadanos estén desinformados para el control de los políticos. En efec-
to, si los votantes no están informados sobre lo que ocurre en política, resulta difícil que éstos lleven a cabo una
evaluación racional sobre la actividad de los políticos. Un votante que se acerca a su colegio electoral sin estar al
tanto de la oferta política (candidatos y programas), es muy posible que lleve a cabo una mala elección, o sea, que

2 Navarra constituye una excepción puesto que siguió un camino particular de acuerdo a su régimen foral.

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elija en contra de sus preferencias (“selección adversa”)3. De igual manera, se vuelve complicado que un votante
actúe conforme a sus intereses si ignora cuál ha sido el desempeño del gobierno, pues como mínimo tendrá serias
dificultades para determinar si existe una conexión real entre las políticas públicas realizadas y las condiciones
sociales que observa en la realidad. La ignorancia del votante envuelve, además, un efecto “perverso”: favorece
la manipulación por parte de los políticos. Cuando las elites políticas saben cosas que los ciudadanos desconocen,
no cabe esperar otra cosa que la manipulación en su beneficio de la información a la que tienen acceso privile-
giado (Maravall, 2003: 20). La ausencia de un público crítico e informado posibilita, por consiguiente, estrategias
de ocultación y camuflaje de las políticas impopulares, lo que pone de nuevo en solfa el necesario control de la
política por parte de la ciudadanía.

Este primer argumento, como se observa, no remite a un asunto baladí. Si los ciudadanos, como consecuen-
cia de su falta conocimiento político, no sancionan o recompensan adecuadamente a sus políticos, cabe esperar
que éstos, los políticos, pierdan el miedo a recibir castigos electorales en función de una mala actuación, y que por
esa misma razón tengan claros incentivos a incumplir sus promesas y apartarse del interés general. El problema
aquí es que tal situación pone en cuestión la propia esencia de la democracia, ya que no se estaría respetando de
manera manifiesta la voluntad del pueblo.

El segundo argumento sobre el que se apoyan aquellos que reclaman una ciudadanía más informada se
relaciona con la participación política. La tesis, expresada de manera muy sucinta, consiste en establecer una
relación de asociación positiva entre conocimiento político y participación política. A mayor conocimiento mayor
participación. Como sugieren Delli Carpini y Keeter (1996), en su muy citado trabajo, What Americans know about
politics and why it matters, el conocimiento político ayuda a los ciudadanos a tener opiniones estables y consisten-
tes, lo que les permite trasladar sus intereses en formas significativas de participación política. Y esto, claro está, es
muy positivo, ya que se juzga que a mayor participación, más democracia y, por ende, mejor y más autogobierno
(Barber, 1984). El conocimiento político se convierte así en una variable clave para el desarrollo de una cultura
política democrática o cívica (Almond y Verba, 1970), esto es, un cultura en donde los individuos, además de ser
conscientes de su sistema político, participen vivamente en él al estar interesados en la forma en cómo opera y
trabaja.

Frente a esta visión del papel del conocimiento político, que entronca, como es obvio, con el ideal de ciuda-
dano informado que defiende la “teoría participativa de la democracia” (Pateman, 1970), se sitúa la denominada
“escuela elitista de la democracia”. Según ésta, la democracia no necesita una ciudadanía con un alto nivel de co-
nocimiento político, dado que se no requieren ciudadanos muy activos o participativos y, por ende, conocedores
en detalle del proceso político para que ésta, la democracia, sobreviva y se desempeñe adecuadamente.

La teoría elitista, que arranca con Schumpeter (1942), y que tiene acreditados continuadores en Dahl (1971
y 1989) y Sartori (1987), defiende una democracia en donde los ciudadanos no participen directamente del poder
político. La función principal de la población se debe limitar, según estos autores, a elegir a sus representantes y
para eso no es necesario que el conocimiento político sea extenso y detallado. Además, no es realmente proble-
mático que existan votantes faltos de información. Como estableció hace ya bastantes décadas Anthony Downs
3 Algunos estudios han señalado como ejemplo de selección adversa producto de la ignorancia o desinformación, el voto de las pobla-
ciones más desfavorecidas económicamente por partidos ideológicamente de derechas, cuando deberían ser un electorado natural de
los partidos de izquierdas, en la medida en que éstos son justamente los defensores de los beneficios sociales que estas capas más bajas
reciben del Estado (véase: Arnold, 2012).

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(1957), los votantes, ante los inconvenientes que trae consigo informase, buscan “atajos informativos”, es decir,
pistas e indicios que les ayuden a tomar una posición política sin sufrir un coste excesivo. Con el fin de clarificar
qué deben hacer, sin malgastar tiempo y recursos, recurren entonces a la ideología como el mejor pronosticador
de lo que les conviene, de modo que apuestan por un partido, no porque conozcan sus políticas concretas, sino
porque sospechan que su ideología general es similar a la suya4. Este tipo de comportamiento que se entiende,
como cabe imaginar, como perfectamente racional (la llamada “ignorancia racional”), se ha visto posteriormente
secundado por algunos otros estudios (Popkin, 1991; Sniderman et al., 1991; Lupia, 1994; Lupia y McCubbins,
1998). Así se ha mostrado cómo, efectivamente, los profanos de la política deciden su voto en función de la po-
sición que tomen individuos o grupos bien informados (amigos, familia, líderes políticos y de opinión, grupos de
presión, etc.), trasvasando de esta manera a otros los costes que conlleva estar al tanto de la actualidad política.

Esta idea sobre los atajos informativos minimiza el impacto del conocimiento político, que deja de ser, como
habíamos visto previamente, una amenaza para la política democrática. Los votantes pueden realizar elecciones
razonables que reflejen sus preferencias sin estar bien informados. Por otro lado, se piensa también que si la
ignorancia es imparcial en relación a su distribución global dentro del electorado, la misma carece entonces de
importancia (Wittman, 1989). Es decir, si los errores producto de la ignorancia están simétricamente repartidos en
la sociedad, neutralizándose unos con otros, el resultado final no tiene que ser variable ni inestable y, por ende,
carece de un efecto significativo (Sánchez Cuenca, 2010: 29-30).

Llegados a este punto, cabe preguntarse cuál es el verdadero papel que tiene el conocimiento político. Si
atendemos a lo expuesto hasta aquí, parece evidente que cierto conocimiento es necesario, aunque tan sólo sea
para elegir los atajos informativos. ¿Pero hace falta más? En este trabajo se asume que sí; sin que ello implique
fijar un umbral específico: cuánto más se sepa, en principio, mejor. Como recientes trabajos han demostrado (Kuk-
blinski et al., 2000; Lau y Redlawsk, 2001; Crampton, 2009) las conclusiones a las que han llegado los defensores
de la denominada “ignorancia racional” son, en el mejor de los casos, muy discutibles. Primero, porque es dudoso
que individuos con diferentes niveles de conocimiento usen igualmente bien los atajos o pistas informativas que
tengan a su disposición: es de esperar que comentan errores lógicos. Y segundo, porque la ignorancia política no
es imparcial, determina las preferencias de los votantes una vez se controla la influencia que ejercen las variables
sociodemográficas. El conocimiento político persiste por lo tanto como un problema a cotejar y analizar.

3. Las causas de la ignorancia política


En el análisis empírico de la ignorancia política5 se han distinguido dos grandes conjuntos de variables expli-
cativas: variables individuales y variables ambientales o contextuales. De esta manera, se ha puesto el acento, por
una parte, en detectar qué características personales correlacionan con un menor o mayor conocimiento político.
La literatura a este respecto es voluminosa, existiendo un gran número de estudios centrados en medir y ajustar el
peso específico que diferentes atributos y cualidades individuales tienen sobre el saber político. Por otra parte, sin
embargo, el interés ha recaído en un análisis de las oportunidades que desde el entorno del individuo favorecen
la adquisición de información y conocimiento por parte de éste. Pero aquí, al contrario de lo que sucede con el
4 Algunos autores han puesto en cuestión que la ideología siga actuando de manera eficiente como atajo informativo como consecuencia
de la desideologización creciente de los partidos políticos mayoritarios (Crouch, 2004).
5 En este epígrafe sólo se persigue dar cuenta de las variables que han sido estudiadas empíricamente en relación con la ignorancia
política. No se reseñan, por consiguiente, las teorías sociológicas y politológicas que han intentado explicar, con más o menos acierto, el
conocimiento político. A este respecto se remite al lector al trabajo de Cassel y Lo (1997).

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análisis individual, la literatura es bastante menor, no existiendo un panorama claro de las variables qué desde el
contexto se asocian positivamente con el conocimiento político. Dicho esto, se reseñarán seguidamente algunas
de ellas, las más significativas.

Pero empecemos por el primer tipo de variables: las variables individuales. Aquí el foco de atención ha
recaído sobre los factores demográficos y socioeconómicos que definen al individuo, aquellos que Delli Carpini y
Keeter (1996: 179) denominaron “sospechosos habituales”. ¿Y quiénes son estos sospechosos habituales? Pues
básicamente el sexo, la raza, la edad, la educación y la clase social (medida a través de la ocupación y los ingre-
sos). Y como cabía esperar, lo que se observa es que existe una desigual distribución del conocimiento político,
de suerte que aquellos que presentan un estatus socioeconómico alto son los que más conocimientos políticos
poseen. Las desigualdades sociales se reproducen así, tal cual, en el ámbito de lo político (Converse, 1990). Si se
presta atención, muy brevemente, a cada uno de estos factores, se llega a las siguientes conclusiones: que las
mujeres tienen un grado de conocimiento político más bajo que los hombres; que atendiendo al origen étnico
(en EEUU) los afroamericanos presentan bajos niveles de competencia política; que los más jóvenes constituyen
el grupo de edad más ignorante en términos políticos; que los ciudadanos con menores niveles educativos son
los más desinformados; y que pertenecer a la clase social más baja correlaciona con un elevado desconocimiento
político. Partiendo de aquí, obviamente, lo que surgen son todo tipo de matices —nacionales y al interior de cada
grupo— y muy diversas explicaciones.

Junto a estas variables sociodemográficas, se han incluido también variables actitudinales relacionadas con
aspectos propios de la cultura y la participación políticas. Variables tales como el interés por la política, confianza
en la democracia y sus instituciones, autoubicación ideológica, participación en manifestaciones, voto, pertenen-
cia a organizaciones civiles, etc., han sido empleadas con el fin de cotejar una cuestión ya esgrimida en páginas
anteriores: la relación entre participación política y conocimiento político6. El resultado: que los ciudadanos más
activos y participativos muestran niveles de entendimiento y comprensión política bastante más altos que aque-
llos que presentan actitudes apáticas y bajos niveles de participación.

Finalmente, a este grupo variables se han incorporado variables sobre el consumo de información política a
través de los medios de comunicación de masas. Dos han sido, en este sentido, los aspectos analizados: el tiempo
que los individuos dicen dedicar a informarse sobre política y el medio a través del cual lo hacen (prensa, radio,
TV e Internet). En relación al tiempo destinado a informarse políticamente, se ha observado que existe un efecto
positivo: conceder más tiempo a la información política aparecida en los medios implica alcanzar un mayor cono-
cimiento político (Norris, 2000). En relación al medio utilizado, lo que se aprecia es que aquellos que se informan a
través de la prensa escrita, y parece que también digital (Dimitrova et al., 2011), exhiben una mayor competencia
sobre los asuntos políticos; siendo también ésta mayor entre los que se informan en la radio con respecto a los
que acuden a la televisión.

Pasando ahora al análisis contextual, son varios los “entornos informativos” que posibilitan la obtención
de información política y que han sido considerados como relevantes. Por un lado, y entroncando directamente
con el proceso de socialización que viven los individuos, se ha destacado la influencia de la familia, la escuela (en
sus diferentes etapas) y los mass media. La familia como entorno primario y privilegiado de socialización ha sido

6 No está del todo claro qué determina qué, o sea, cuál es la dirección de causalidad entre conocimiento político y participación (Fraile,
2006: 21).

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estudiada, sobre todo desde autores clásicos (Easton y Bennis, 1967; Dowse y Hughes, 1971), como el ámbito en
el que se forman las actitudes políticas básicas y, como consecuencia, la inquietud por saber y adquirir informa-
ción política. La escuela, tanto en primaria, secundaria como universitaria, se ha vinculado al desarrollo dentro
de la población de una educación cívica, cuyo impacto en las competencias políticas del individuo se ha estimado
como muy alto (McAlliter, 1998; Galston, 2001). Finalmente, y en relación a los medios de comunicación, se ha
subrayado cómo éstos en función de la cobertura que den a los asuntos políticos pueden reducir de manera signi-
ficativa las diferencias de conocimiento que se producen entre diferentes grupos sociales —educados frente a no
educados, pobres frente a ricos... (Jerit et al., 2006).

Por último, debe subrayarse la ausencia de estudios sobre el impacto del entramado político e institucio-
nal en la incorporación de conocimiento político. Si en algo sobresale con éxito la Ciencia Política es en el estu-
dio de las estructuras, incentivos y resultados que se derivan de aquello que Sartori (1994) llamó la “Ingeniería
constitucional comparada”: el sistema electoral (mayoritarios versus proporcionales), el tipo de régimen político
(presidencialismo versus presidencialismo) y el tipo de Estado (unitario versus federal). Sin embargo, no abundan
estudios sistemáticos y contrastados que pongan en relación las reglas de juego de la política con la comprensión
y entendimiento de la misma. Si algo se especifica por parte de algunos autores, véase Somin (2004 y 2006), es
que cuánto más simple sea el diseño institucional más pequeña será la brecha de conocimiento. De este modo, y
sin en entrar en detalle7, se considera, por ejemplo, que el tamaño de los gobiernos importa y que el federalismo,
dado que limita el abanico de actividades de sus diferentes gobiernos, favorece un mejor conocimiento de la po-
lítica8. Igualmente, se piensa que los sistema electorales mayoritarios facilitan el aprendizaje político al favorecer
sistemas de partidos bipartidistas, al contrario que los sistemas proporcionales en donde el número de partidos
con representación tiende a ser mayor (Arnold, 2007). Una idea, ésta última, que encaja también con la supuesta
ventaja informativa que tendría el presidencialismo cuando éste desemboca en una competición entre dos candi-
datos (por ejemplo, en una segunda vuelta).

4. Datos y variables
La pretensión de este artículo, como ya quedó señalado, es medir el conocimiento político a nivel autonó-
mico. Pero ésta no es una tarea fácil. Todo lo contrario. Si medir el conocimiento político a nivel nacional es com-
plicado, dada la ausencia de encuestas que incluyan preguntas sobre este tema, a nivel autonómico la situación
se convierte en un pequeño drama. No existe, para el caso español, una encuesta para el conjunto del país que
incluya una batería de preguntas específicas sobre la dimensión regional del conocimiento político. Y eso, a pesar
de que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha realizado encuestas y/o barómetros interrogando a la
población sobre cuestiones políticas específicas de su comunidad. En verdad, la única pregunta con la que uno se
tropieza, y lo de tropezar es tal cual, es la siguiente: ¿conoce (o sabría nombrarme) al presidente de su Comunidad
Autónoma? Se trata de un interrogante que, como se advierte, a veces se formula indicándole al entrevistado el
nombre del presidente, con lo que la respuesta es un “sí” o un “no”, y otras ocultándole el nombre del mismo, lo
que introduce un grado de dificultad mayor.

7 Introducirse en este debate sobrepasa los objetivos de este trabajo.


8 Esta relación entre federalismo y conocimiento político es cuestionada en algunos estudios en donde se detecta una relación positiva
entre unicameralismo y competencia política (Gordon y Segura, 1997).

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Resulta evidente que al hablar de conocimiento político hacemos referencia a una dimensión mucho más
compleja de la que recoge la pregunta señalada. En términos muy generales sabemos que el conocimiento remite
a la información que la gente tiene sobre la política. Pero si queremos delimitar bien el terreno, se pueden distin-
guir tres grandes ámbitos (Althaus, 2003; Delli Carpini y Keeter, 1996). Por una parte, estaría el conocimiento de
los actores relevantes de la política: líderes políticos, partidos, sindicatos, etc. Por otra parte, tendríamos el cono-
cimiento de las reglas de juego: número de escaños de su distrito, número de cámaras de representación, tipo de
elecciones, competencias del gobierno y de las diferentes administraciones, etc. Y finalmente, el conocimiento de
la dinámica política, o sea, de lo que está pasando: información sobre las acciones y políticas del gobierno, sobre
los eventos políticos relevantes, sobre los temas y problemas de actualidad, etc. Algunos autores que podríamos
ubicar en la visión elitista de la democracia, sostienen que de estos tres ámbitos el menos importante es el del co-
nocimiento de las reglas, puesto que no se puede pedir a los ciudadanos, que no se encargan de la política diaria,
que sepan de manera pormenorizada cómo ésta funciona (Lupia, 2002).

En cualquier caso, y dados los datos de los que disponemos, en este trabajo nos centraremos únicamente
en el primer ámbito: el conocimiento de los actores; y más específicamente, en el conocimiento de aquel que
ocupa en la Comunidad Autónoma correspondiente la máxima responsabilidad de gobierno. Para ello comparare-
mos los datos de tres encuestas, todas ellas llevadas a cabo por el CIS. La primera, por orden cronológico, es una
encuesta del año 2002 titulada “Ciudadanía, participación y democracia” (Estudio No. 2.450), y recoge la siguiente
pregunta: ¿en qué medida algunos personajes públicos son conocidos por usted? Obteniéndose información so-
bre cuatros líderes políticos: el presidente del Gobierno, el presidente de su Comunidad Autónoma, el secretario
general del sindicato UGT, y el presidente de la Comisión Europea. La segunda y tercera encuestas se correspon-
den con los dos barómetros autonómicos realizados hasta ahora por el CIS: el Barómetro Autonómico de 2005
(Estudio No. 2.610) y el Barómetro Autonómico de 2010 (Estudio No. 2.829). La pregunta que se lleva a cabo en
ambos casos es la siguiente: ¿podría decirme el nombre del presidente de su Comunidad Autónoma?

En las tres encuestas se realiza la misma pregunta. Se trata de saber cuál es el presidente de la Comunidad
Autónoma (sin señalar su nombre), aunque la primera tiene la virtud de proporciónanos un elemento de compa-
ración que puede resultar significativo. Además, las tres encuestas se sitúan en un momento temporal que no las
hace coincidir con ningún tipo de elección autonómica. Y esto es importante, puesto que como se ha corroborado
en diferentes estudios, medir el conocimiento político en periodo electoral, a través de encuestas preelectorales o
poselectorales, produce un sesgo importante de sobreestimación del grado de conocimiento político (Fraile, 2006:
11). A la luz de estas tres encuestas se tratará por tanto de proporcionar evidencia descriptiva, aunque sólo sea de
forma tentativa, sobre el conocimiento político autonómico. En este sentido, y mediante la realización de varios
análisis de regresión logística, se controlará el peso específico que tienen diferentes variables individuales y, muy
particularmente, la pertenencia o no a una comunidad o nacionalidad histórica.

Una vez finalizado el análisis comparado del conocimiento político por autonomías, se lleva a cabo un estu-
dio muy exploratorio sobre una C. A. específica: Castilla y León. Su elección es producto de dos circunstancias. En
primer lugar, es fruto del acceso a datos específicos sobre esta comunidad; algo que no ocurre con el resto. Y en
segundo lugar, porque acercarse al caso castellanoleonés permite estudiar, como se observará, la autonomía con
menor conocimiento político (si atendemos a la identificación de su presidente) del conjunto de autonomías del
Estado Español.

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El análisis de la autonomía castellanoleonesa se realiza a partir de dos encuestas. La primera lleva por título
“Barómetro de Castilla y León. BAROCYL 2006”. Se trata de una encuesta realizada por el Grupo de Análisis Político
y Electoral de Castilla y León, grupo compuesto por profesores de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca,
y financiada por la Fundación Caja Duero. Tiene una muestra de 2.868 casos, lo que para una encuesta autonómi-
ca en el ámbito español supone un número bastante considerable. La misma, como el resto de encuestas mencio-
nadas hasta ahora, recoge sin embargo una única pregunta sobre conocimiento político. Y de nuevo tiene que ver
con el conocimiento de líderes políticos, en este caso, procedentes todos ellos del ámbito regional. Dicho lo cual, y
dada su especificidad —no existe otra encuesta de este tamaño y que incluya al menos esta pregunta— se utilizará
para cotejar el conocimiento político que existe en Castilla y León sobre sus líderes.

La segunda encuesta, realizada en diciembre de 2009, tiene al contrario que la anterior una muestra muy
pequeña (n=302), lo que aumenta el error muestral hasta un 5,6% si se asume un nivel de confianza del 95%. Esto,
sin duda, supone un hándicap, con lo que hay que ser muy prudentes con sus resultados. Lo que ocurre es que
esta encuesta tiene la ventaja de incluir hasta 6 preguntas sobre conocimiento político autonómico para Castilla y
León. La misma fue realizada por el Centro de Análisis Sociales de la Universidad de Salamanca (CASUS), adscrito
al Departamento de Sociología y Comunicación de esta misma universidad, y se empleará, al igual que la anterior,
para medir mediante nuevas variables el grado de conocimiento político de los castellanoleoneses.

5. Conocimiento político autonómico: ¿Conocemos a quién nos gobierna?


Si nos fijamos en los datos de la Tabla 1, sí parece que sabemos quién nos gobierna. La práctica totalidad de
los españoles en el año 2002 sabía que su presidente del gobierno era José María Aznar. De igual forma, un 83,5%
acertaba a señalar a su presidente autonómico. Como cabía seguramente esperar, conocemos mejor a quién nos
gobierna a nivel nacional que a nivel autonómico: la diferencia es de casi 15 puntos. Dicho esto, no es menos
cierto que estos altos porcentajes contrastan sobremanera si los comparamos con los otros dos cargos públicos
que también aparecen en la tabla. Sólo el 13,9% sabía que Romano Prodi (elegido en septiembre de 1999) era el
presidente de la Comisión Europea; y lo que llama más la atención: poco más de un cuarto de los entrevistados
señalaron a Cándido Méndez como secretario general de la UGT, uno de los dos principales sindicatos españoles,
aunque éste en ese momento ya llevaba en el cargo desde abril de 1994.

Tabla 1. Niveles de conocimiento de diferentes cargos políticos. Año 2002


Respuesta correcta (%)
Recuerda el nombre del presidente del Gobierno de España 98,3
Recuerda el nombre del presidente de su C.A. 83,5
Recuerda el nombre del secretario general del sindicato UGT 26,8
Recuerda el nombre del presidente de la Comisión Europea 13,9
Fuente: CIS, “Ciudadanía, participación democracia” (Estudio No. 2.450).

Ahora bien, si se atiende ahora a los datos de la Tabla 2, se observará cómo el grado de conocimiento de los
presidentes autonómicos varía de manera significativa entre autonomías. Entre el valor más bajo que se corres-
ponde con Castilla y León (41,5%) y el más alto de Cataluña (98%) se da una diferencia de nada menos que de un
56,5%. Pero con independencia de situaciones concretas, lo que realmente llama la atención es la diferencia entre
los dos grupos de comunidades autónomas que hemos distinguido; esto es, entre las comunidades nacidas al am-

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paro del artículo 151 de la Constitución y las comunidades surgidas por medio del artículo 143 (más la inclusión de
Navarra). Las primeras, como es conocido, se distinguen fundamentalmente de las segundas por tener un techo
competencial más alto y un calendario electoral propio, además de por otras cuestiones, históricas y culturales9.

Tabla 2. Nivel de conocimiento del presidente del Gobierno de España y del Presidente de la Comunidad Autónoma.
Año 2002
Presidente del Gobierno de España. Presidente de Comunidad Autónoma.
Respuestas Correctas (%) Respuestas Correctas (%)
Autonomías (art. 151)
Andalucía 98,1 87,3
Cataluña 98,9 98,0
Galicia 97,8 97,2
País Vasco 99,1 93,6
Total 98,4 93,3
Autonomías (art. 143 + Navarra)
Aragón 100 73,1
Asturias 100 87,7
Baleares 93,6 53,2
Canarias 97,9 60,8
Cantabria 100 71,9
Castilla La Mancha 91,6 89,7
Castilla y León 99,4 41,5
Extremadura 100 95,5
La Rioja 88,2 64,7
Madrid 99,6 85,4
Murcia 98,5 69,7
Navarra 97,1 64,7
Valencia 98,0 83,7
Total 98,1 75,2
Fuente: CIS, “Ciudadanía, participación, democracia” (Estudio No. 2450).

La diferencia entre los dos grupos de autonomías es mínima y desdeñable con respecto al conocimiento
del presidente del Gobierno de España, pero se eleva a una diferencia del 18,1% en relación al Presidente de Co-
munidad Autónoma. La siguiente tabla, la número 3, que recoge los datos de un análisis de Tabla de Contingencia
sobre la base de esa misma evidencia empírica, nos muestra como en efecto existe una asociación significativa e
importante entre ambas variables.

9 Se debe subrayar que las sucesivas revisiones y reformas estatutarias que se han ido llevando a cabo en todas las CC. AA. han traído
consigo una igualación en el marco competencial de las diferentes regiones.

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Tabla 3. Conocimiento del presidente autonómico según tipo de C. A. . Año 2002


Tipo de Comunidad Autónoma
Conocimiento del presidente autonómico Autonomías (Art. 151) Autonomías (Art. Total
143)
Conoce 93, 3% (1816) 75,2% (2304) 83,5% (3569)
[15,8] [-15,8]
No conoce 6,7% (131) 24,8% (571) 16,5% (702)
Total 100% (1947) 100% (2304) 4271
() Número de Casos. [] Residuos ajustados. Chi-cuadrado: 249,5 (significativo al 1%). V de Crammer: 0,242.
Fuente: CIS, “Ciudadana, participación, democracia (Estudio No. 2450).

La situación descrita se repite en 2005, con datos del Barómetro Autonómico I, pero desaparece en el Baró-
metro Autonómico II de 2010 (véase Tabla 4).

Tabla 4. Conocimiento del presidente autonómico según tipo de C. A. Año 2005 y 2010
Barómeto 2005. Barómetro 2010.
Respuestas Correctas (%) Respuestas Correctas (%)
Autonomías (art. 151)
Andalucía 98,2 44,2
Cataluña 90,9 77,9
Galicia 83,8 91,7
País Vasco 96,2 96,2
Total 89,8 68,7
Autonomías (art. 143 + Navarra)
Aragón 73,4 80,2
Asturias 88,9 93,5
Baleares 76,8 76,7
Canarias 74,7 78,9
Cantabria 93,8 96,6
Castilla La Mancha 71,3 83,9
Castilla y León 56,7 66,0
Extremadura 97,1 81,9
La Rioja 77,0 89,5
Madrid 80,8 95,0
Murcia 78,7 86,8
Navarra 89,3 93,6
Valencia 75,7 86,2
Total 77,0 85,5
Fuente: CIS, “Barómetro Autonómico I” (Estudio No. 2610) y “Barómetro Autonómico II” (Estudio No. 2829).

Que no se repita en el Barómetro de 2010 es producto del bajísimo porcentaje de andaluces que aciertan a
señalar a su presidente de gobierno autonómico. Lo cual tiene una sencilla explicación, pues este presidente, José
Antonio Griñán, hacia menos de un año que había asumido el cargo en sustitución de Manuel Chaves, quién había
dimitido para incorporarse al gobierno central. Este acontecimiento provoca un enorme sesgo en la muestra de
autonomías vinculadas al artículo 151 (recordemos que son sólo 4). Por eso, aunque aquí se muestran los datos,
no se trabajará con ellos.

Con todo, los resultados de 2005 atestiguan una reducción de la distancia en el conocimiento del presidente
autonómico entre ambos grupos de comunidades, pasándose de una diferencia de 18,1 puntos porcentuales en

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2002 a una distancia de 12,8 puntos en 2005. Por ello no es de extrañar que, como se aprecia en la Tabla 5, se
reduzca el grado de relación entre las variables analizadas. De una V de Crammer de 0,242 en 2002 se pasa ahora
a un valor ciertamente menor, 0,168.

Tabla 5. Conocimiento del presidente autonómico según tipo de C. A. . Año 2005


Tipo de Comunidad Autónoma
Conocimiento del presidente autonómico Autonomías (Art. 151) Autonomías (Art. Total
143)
Conoce 89,8% (4675) 77,0% (4388) 82,8% (8586)
[17,1] [-17,1]
No conoce 10,2% (477) 23,0% (1308) 17,2% (1785)
[-17,1] [17,1]
Total 100% (4675) 100% (5696) 10371
() Número de Casos. [] Residuos ajustados. Chi-cuadrado: 293,4 (significativo al 1%). V de Crammer: 0,168.
Fuente: CIS, “Barómetro Autonómico I” (Estudio No. 2610).

Las dos regresiones logísticas que se presentan a continuación atestiguan, no obstante, que tanto para el
año 2002 como para el año 2005 la variable con mayor peso es justamente “tipo de comunidad autónoma”. En
ambas regresiones se controla el impacto de nuestra variable independiente principal con la inclusión de varia-
bles actitudinales (de cultura política) y variables sociodemográficas. En la regresión de 2002 se incluyen también
dos variables que miden la frecuencia con la que los entrevistados se informan de política a través de diferentes
medios de comunicación (prensa, radio y TV). Como se ve, no se evalúan exactamente las mismas variables en
cada regresión al tener cada encuesta un contenido diferente. A pesar de ello, es patente el peso de las variables
sociodemográficas, especialmente del nivel educativo, el sexo y el estatus socioeconómico, aunque ninguna supe-
ra el efecto por tipo de comunidad autónoma. Menos evidente resulta, sin embargo, la influencia de las variables
actitudinales, sobre todo en la regresión de 2002. Pero una vez dicho esto, los datos muestran cómo las variables
ligadas a la identidad o apego autonómico son las que tienen una mayor influencia en relación al conocimiento po-
lítico. A ellas habría que unir, por cierto, la participación mediante el voto en elecciones, y no, como quizás cabría
esperar, la asistencia a manifestaciones, tal y como se observa en la regresión de 2002.

Tabla 6. Regresión logística binomial asumiendo como variable dependiente conocimiento de presidente autonómico.
Año 2002
Coeficientes Error típico
Importancia de la política en su vida -0,066* 0,029
Grado de interés por la política a

Bastante 0,554 0,425


Poco 0,088 0,454
Nada 0,011 0,483
Grado de interés por la política autonómica a

Bastante 0,173 0,355


Poco 0,168 0,368
Nada -0,087 0,391
Discute de política (frecuencia) b

Algunas veces 0,041 0,341


Raramente -0,290 0,353
Nunca -0,638 0,365
Grado de apego a su C. A. 0,413** 0,143

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Sentimiendo de pertenencia c
Me siento más español que (C.A.) 0,192 0,241
Me siento tan español como (C.A.) -0,050 0,172
Me siento más de mi (C.A.) que español -0,374 0,224
Me siento únicamente de mi (C.A.) 0,024 0,338
Participación (en horas) en asociaciones y grupos de ayuda d

Menos de una hora -0,139 0,296


De 1 a 4 horas 0,055 0,207
De 5 a 10 horas 0,014 0,228
De 11 a 20 horas 0,010 0,303
Más de 20 horas -0,374 0,186
Frecuencia lectura noticias políticas en prensa e

3-4 días por semana 0,033 0,345


1-2 días por semana 0,129 0,305
Con menor frecuencia -0,427 0,274
Nunca -0,601 0,268
Frecuencia de información política en radio y TV e
3-4 días por semana -0,352 0,183
1-2 días por semana -0,350 0,229
Con menor frecuencia -0,755** 0,277
Nunca -0,142 0,359
Asistencia a manifestación último año
No asistió -0,099 0,232
Autoubicación ideológica -0,063 0,034
Voto en últimas elecciones
No votó -0,382* 0,186
Sexo
Mujeres -0,403** 0,136
Edad 0,018** 0,005
Nivel de estudios f

Secundaria 0,551** 0,187


FP 0,943** 0,257
Universitarios 1,721** 0,316
Tipo de C.A.
C.A. (art.143) -1,989** 0,178
Constante 2,971 0,674
Nº de casos 2660
Pseudo R2 0,276
* Significativo al 95 por 100
** Significativo al 99 por 100
a Categoría de referencia: “Mucho”
b Categoría de referencia: “A menudo”
c Categoría de referencia: “Me siento únicamente español”
d Categoría de referencia: “Nada”
e Categoría de referencia: “Todos los días”
f Categoría de referencia: “Hasta primaria”
Fuente: CIS, “Ciudadanía, participación democracia” (Estudio No. 2.450).

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Tabla 7. Regresión logística binomial asumiendo como variable dependiente conocimiento de presidente autonómico.
Año 2005
Coeficientes Error Típico
Valoración situación política autonómica a

Regular -0,374** 0,101


Mala -0,277* 0,119
Importancia de las decisiones del gobierno
autonómico b
Bastante -0,127 0,103
Poco -0,295* 0,127
Nada -0,866** 0,181
Su C.A. es una región o una nación
Nación -0,465** 0,143
Sentimiento de pertenencia c

Me siento más español que (C.A.) 0,531** 0,160


Me siento tan español como (C.A.) 0,631** 0,117
Me siento más de mi (C.A.) que español 0,981** 0,173
Me siento únicamente de mi (C.A.) 1,158** 0,275
Autoubicación ideológica -0,041 0,025
Voto en últimas elecciones
Sí votó 0,749** 0,105
Sexo
Mujeres -0,841** 0,089
Edad 0,023** 0,003
Estatus socioeconómico d

Nuevas clases medias -0,334* 0,156


Viejas clases medias -0,488** 0,181
Obreros cualificados -0,530** 0,155
Obreros no cualificados -0,705** 0,171
Nivel de estudios e

Secundaria 0,861** 0,146


FP 0,392** 0,124
Universitarios 0,981** 0,153
Tipo de C.A.
C.A. (art. 143) -1,362** 0,108
Constante 1,907** 0,305
Nº de casos 5837
Pseudo R2 0,184
** Significativo al 99 por 100
a Categoría de referencia: “Buena”
b Categoría de referencia: “Mucha”
c Categoría de referencia: “Me siento únicamente español”
d Categoría de referencia: “Clase alta/media alta”
e Categoría de referencia: “Hasta primaria”
Fuente: CIS, “Barómetro Autonómico I” (Estudio No. 2.610).

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Desconocimiento político a nivel subnacional

6. Conocimiento político en Castilla y León


Como ha quedado corroborado, Castilla y León es la Comunidad Autónoma en donde más gente desconoce
a su presidente autonómico. En el año 2002, su presidente, Juan Vicente Herrera, es nombrado por tan sólo un
41,5% de los castellanoleoneses (ver Tabla 2). Un porcentaje tan bajo que se explica, al menos en parte, por su
aún temprana llegada al poder (marzo de 2001). Ahora bien, aunque la cifra mejora en 2005, 56,7%, y aún más
en 2010, 66%, es siempre el presidente más desconocido de toda España. El segundo más desconocido en 2010,
el presidente de las Islas Baleares, consigue un porcentaje de respuestas correctas del 76,7%, lo que lo sitúa nada
menos que 10 puntos por delante del de Castilla y León.

Si se observan ahora los datos de las Tablas 8 y 9, que miden el conocimiento político exclusivamente en
Castilla y León para los años 2006 y 2009, se detectará que el porcentaje de personas que señala conocer a Juan
Vicente Herrera alcanza su valor más alto en 2006, con un 72,2%. Esto puede llamar la atención si tenemos en
cuenta que sólo un año antes el CIS había fijado su conocimiento en el 66%. La razón de esta diferencia se encuen-
tra en la forma de preguntar del BAROCYL, que no solicita decir el nombre del presidente, sino que se indique si
se le conoce una vez nombrado. De hecho, el resultado de la encuesta de CASUS en 2009, en donde sí se pide al
entrevistado que nombre al presidente de la comunidad, vuelve a revelar una cifra mucho menor (el 52,8%).

Las Tablas 8 y 9 recogen más información que la mera identificación del presidente autonómico. En concre-
to, la Tabla 8 incluye los porcentajes de castellanoleoneses que dicen conocer a diferentes líderes políticos de la
región, una vez se les señala, al igual que anteriormente con el presidente, su nombre y apellidos. Los datos ponen
de relieve un grado de información política bastante bajo. Así, nos encontramos con que de media los entrevista-
dos atinan a identificar a 3 políticos de los nueve considerados (siendo la mediana 2 y la desviación típica de 2,65).
Un 22,1% no conoce, por otro lado, a ninguno de los políticos nombrados; un 15% sólo conoce a uno; un 15,4%
conoce a dos; un 11,2% a tres; un 8,6% a cuatro...habiendo un 4,2% que indica conocer a todos.

Tabla 8. Nivel de conocimiento político en Castilla y León. Año 2006.

Líderes políticos Cargo en 2006 Señala conocerlo


Juan Vicente Herrera Presidente de la C.A. 72,2%
Ángel Villalba Secretario general del PSOE 53,5%
José Luis Conde Valdés Coordinador general de IU 11,2%
Alfonso Fernández Mañueco Secretario Regional del PP 32,6%
Tomás Villanueva Rodríguez Vicepresidente de la C.A. 29,3%
José Valín Alonso Consejero de Agricultura 34,3%
Silvia Clemente Consejera de Cultura 29,0%
José Manuel Fernández Santiago Presidente de las Cortes 18,9%
Joaquín Otero Secretario General de UPL 17,7%
Siglas: PSOE = Partido Socialista Obrero Español; IU= Izquierda Unida; PP=Partido Popular; UPL= Unión del Pueblo Leonés.
Fuente: Barómetro de Castilla y León (BAROCYL).

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Tabla 9. Nivel de conocimiento político en Castilla y León. Año 2009

Preguntas Porcentaje de respuestas correctas


¿Recuerda el nombre del actual Presidente de la Junta de Castilla y León? 51,8%
¿Recuerda el nombre del actual Secretario General del PSOE de Castilla y 7,8%
León?
¿Recuerda el nombre del actual Presidente de las Cortes (o Parlamento) de 5,0%
Castilla y León?
¿Podría indicarme qué partidos tienen representación en las actuales Cortes 17,1%
(o Parlamento) de Castilla y León?
¿Sabe qué es el Procurador del Común? 22,3%
¿Recuerda cuándo se reformó por última vez el Estatut de Autonomía de 6,7%
Castilla y León?

Fuente: Encuesta del Centro de Análisis Sociales de la Universidad de Salamanca (CASUS).

Los datos de la encuesta de CASUS (Tabla 9), muestran un grado todavía mayor de ignorancia política, obte-
niéndose un dato particularmente llamativo: sólo el 7,8% de los consultados acierta a nombrar correctamente al
jefe de la oposición y Secretario General del PSOE de Castilla y León, Oscar López10. Al igual que antes, la media de
respuestas acertadas es muy pequeña, ligeramente superior a 1, en concreto 1,10 (siendo la mediana 1 y la desvia-
ción típica de 1,19). El 38,6% no responde, de hecho, a ninguna de las preguntas formuladas de manera correcta;
un 33,5% acierta una; un 12,7% atina dos; un 9,5% se sitúa en cuatro aciertos; tan sólo uno de los entrevistados
contesta bien 4 de las preguntas; y no hay nadie que dé en el clavo en las seis.

7. Observaciones finales
Llegados a este punto, lo primero que cabe decir es que nos encontramos con un trabajo por el momento
exploratorio, dados los análisis realizados. Pero del que caben extraerse dos hipótesis principales. La primera es
que el conocimiento de la política autonómica (y más en concreto de sus líderes) es menor que el conocimiento
que se tiene de la política (y sus líderes) a nivel nacional, lo que no es óbice para especular que este conocimiento
es bastante superior al que se da en otras esferas (la internacional, por ejemplo). Mientras que la segunda hipó-
tesis pone en relación el conocimiento autonómico con el tipo de Comunidad Autónoma, corroborándose la exis-
tencia de una mayor competencia política entre la ciudadanía que reside en las comunidades nacidas al amparo
del artículo 151 de la Constitución (Andalucía, Cataluña, Galicia y País Vasco). El caso de Castilla y León, analizado
al final del trabajo, no sería más que el caso más extremo de aquellas autonomías que, a diferencia de las mencio-
nadas, iniciaron su recorrido autonómico a través del artículo 143 de la Constitución. Sólo queda, pues, reflexionar
sobre las causas que se esconden tras esta diferencia o separación. Será en el siguiente borrador. Salud.

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10 Óscar López es designado Secretario General del PSOE de Castilla y León en septiembre de 2008.

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