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Una historia para quien no tema Imaginar

Aura
Y Las Diez Dimensiones De
La Irrealidad

lur
AURA
Y Las Diez Dimensiones
De La Irrealidad
Una historia para quien no tema Imaginar

>>Quiero compartir un pensamiento. Una idea en la que si elegimos creer, y queremos,


podemos hacer de ella nuestra realidad. Una historia que trata sobre el viaje de una
consciencia por las diferentes maneras de interpretar la realidad que nos rodea. Un ser
llamado Aura.
Para ello me gustaría empezar por describir cómo comprendo lo que es una consciencia:
Consciente es todo ser capaz de percibir, reaccionar y reconocerse en el entorno que le
rodea. Una capacidad limitada por la percepción de nuestros ¿cinco? sentidos y alterada
por nuestra memoria e imaginación.
Tal vez, esta definición no se la más correcta para describir un concepto tan complicado,
pero para poder comprender el desarrollo de esta extravagante historia es la definición
más acertada.
En segundo lugar, antes de comenzar, también debo describir la “Nada.” Ya que es
donde vive Aura, al principio de esta historia.
Y este segundo concepto es todavía más difícil de exponer, ya que en la Nada no hay
nada que describir. No hay materia, no hay energía. En la Nada no existen las distancias
ni las superficies, tampoco hay profundidad. No hay luz ni tampoco oscuridad. En la
Nada tampoco existe el tiempo; no hay “algo” que diferencie la duración en un pasado
ni en un futuro. La mejor manera de definir la Nada, es la ausencia de Todo.
De ese incompresible lugar, es donde Aura, utilizando su imaginación, comenzó su larga
odisea. Un viaje que todos nosotros podríamos emprender.

En la Nada más absoluta había un ser llamado Aura, un ser consciente. La nada puede ser un lugar
difícil para una consciencia, ya que esta no contiene un entorno que poder percibir, no hay
estímulos a los cuales reaccionar. Tampoco transcurre el tiempo, por lo tanto Aura no tenía
recuerdos ni esperaba con expectativa el día de mañana, ya que este no existía. Simplemente
Aura formaba parte de la Nada, tanto como la nada formaba parte de Aura. Un lugar donde una
leve noción del “yo” era todo cuanto la comprensión de Aura podía alcanzar.
Pero aún sin percepción ni memoria, Aura era una consciencia con una desbordante imaginación
que la mantenía viva, fuerte y alegre, incluso en aquel inhóspito lugar conocido como la Nada.
Tal era el poder de su imaginación que sin pretenderlo, poco a poco, Aura comenzó a crear las
dimensiones y con ellas no solo escapó de la nada, sino que terminó construyendo toda la
realidad. Llegó a crear diez dimensiones, cada una ampliando los límites de las anteriores, hasta
convertirse en un ser pleno…

>>Y presta atención; porque tal vez, tú vivas en alguna de ellas, y si al igual que Aura
quieres huir de tu realidad y convertirte en un ser más consciente, esta historia y tu
imaginación podrán ayudarte.
Pero vayamos poco a poco, al igual que Aura. Porque ella, además, tuvo que empezar
con un inicio más profundo que el nuestro. Partiendo de la nada y creando 3 primeras
dimensiones que te serán muy familiares.

Aura imaginaba y anhelaba algo que no comprendía, era una indescriptible sensación para ella.
Una latente necesidad de expandirse la impulsaba a tener pensamientos carentes de lógica. La
nada y la ausencia de estímulos no la hacían sentirse en plenitud ni armonía.
De repente se imaginó sintiéndose en ese estado emocional; pleno y armónico, de manera que su
mente hizo algo insólito en un universo con las características de la “Nada”. Separó el
pensamiento en el que imaginaba sintiéndose plena de la extraña sensación de anhelo. Y
comprendió que no eran dos pensamientos idénticos. No era capaz de comprender el concepto de
diferencia mientras estaba en la nada, ya que nada había para comparar, pero su mente fue más
allá y decidió comprender aquel extraño fenómeno igualando los pensamientos no idénticos para
poder entenderlos. Imaginó un punto para la sensación de sentirse plena. E imaginó otro punto
“idéntico” para la sensación de anhelo.

>>No unos puntos pequeños y redondos como los que tú y yo podamos imaginar. En la
Nada, no hay formas ni tamaños. Estos “puntos” carecían de masa o superficie, eran
solo unos inexistentes marcadores. Es como si le pusiéramos una etiqueta a un
pensamiento. Esos puntos que Aura imaginó eran unas coordenadas que señalizaban
pensamientos.

Un instante más tarde, Aura, se imaginó uniendo esos puntos que representaban pensamientos no
idénticos. De repente, en su mente, con esa unión había creado una línea. Aura no podía dar
crédito ante lo que tenía al alcance de su percepción, pero parecía real. Al unir dos “puntos”
había surgido una distancia que los separaba. Comprendió, casi al instante, que si variaba la
posición de las coordenadas en la dirección de la línea podía aumentar o reducir la longitud de
esta.

“¡Es maravilloso, puedo sentir esto en plenitud!”

Fue tal la fuerza de este pensamiento, en la imaginación de Aura, que pasó a formar parte de su
percepción y se convirtió en su realidad. Había surgido la primera dimensión.
En el interior de la Nada

Soy Aura y creo estar viva, no estoy muy segura de ello. No comprendo mi “inexistencia,” no me
siento bien… ni me siento mal. La verdad que apenas me siento. Me encuentro prisionera,
limitada, agobiada, ahogada en mi propio ser. Soy parte de un lugar inhóspito, en el cual no
consigo calmarme ni experimentar paz.
Siempre soy así. No puedo irme de aquí, tampoco puedo pensar en ello… ni siquiera puedo
pensar. No sé si esto es pensar…
¿Por qué soy así? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué me encuentro de esta manera tan poco
agradable?
No puedo evitar hacerme estas preguntas constantemente. Yo no quiero ser así.
Pero al buscar respuestas a mi “alrededor” no las encuentro. Cuando miro hacia “afuera” no hay
nada que ver, ningún lugar al que ir, ningún instante para sentir, ni nadie a quien preguntar. Me
encuentro en la Nada. Y aquí no hay nada, ningún estímulo que me ayude a responder estas
preguntas. Ningún acontecimiento relevante, ni irrelevante tampoco. Por mucho que lo intente
siempre estoy igual; inmutable, paralizada, bloqueada, frustrada. Este entorno es nocivo para mí
ser. Aquí no puedo sentirme viva. No puedo crecer. No siento paz, no siento calma, no siento
armonía. Tampoco hay caos, ni miedo, no existe el dolor, ni las amarguras. La nada más absoluta
es lo único que impregna mi “no existencia”. Una quietud perturbadora, un silencio palpable y
una incapacidad de evolucionar me anclan a este lugar impasible del que nada se puede esperar.
Mi memoria no almacena ni un solo recuerdo que no sea este “lugar” en el que el instante más
efímero y la eternidad se funden con la misma nada que me “envuelve.” De modo que sin la
materia el “tiempo” tampoco existe, dejándome perdida en esta imposibilidad sin poder
comprender cómo ni cuando llegué.
Nada puedo percibir, ni nada puedo recordar. Pero a pesar de la completa apatía e impotencia que
en este lugar me sepultan, en mi “interior” un incomprensible anhelo me mantiene en un estado
de alerta. Es imposible de definir o explicar, pero cuando la nada más absoluta es cuanto conoces;
anhelar algo me obliga a prestar toda mi atención a “eso” que falta o no está.
Probablemente me equivoque, pero de repente una abstracta e incomprensible idea invade mi
imaginación: estoy aquí, en esta inhóspita nada, por no haber elegido. En un entorno donde no
hay luz ni oscuridad, donde no se siente odio ni amor, donde no hay tristeza ni alegrías no se
puede elegir, ya que la densidad de la nada no deja “espacio” entre los opuestos y los aplasta
fusionándolos en una misma sensación, eliminando la dualidad. Si solo hay nada, no hay nada que
elegir. Pero en mi imaginación esas normas de la lógica no son la ley. En mi imaginación yo creo
mis propias normas.
Y el anhelo, de creer que tal vez podría decidir, hace brotar algo de mi “interior”. Una
poderosísima comprensión de que la realidad hay que moldearla, hay que crearla y para ello ha de
ser invocada. Si una se mantiene a la espera, expectante, sin decidir, sin actuar Nada ocurre. En
cambio si buscamos deseos en la imaginación y creemos en ellos, con las decisiones acertadas,
nuestros actos crearán realidades.
¡Soy Aura y quiero vivir, soy muy consciente de ello!
“Soy” y “no-soy.” Realidad e irrealidad. Coherencia e irracionalidad. Amor y odio. Placer o
dolor. Alegría y tristeza. Inspirar y expirar. Vivir o morir. Luz y oscuridad. Nada de eso tiene
sentido alguno en este “lugar.” Son conceptos no comprensibles, no existentes. Siempre han sido
parte de la Nada al igual que la sensación del “Yo.” Pero el anhelo de querer poder decidir, sin
comprender muy bien cómo, comienza a separar los opuestos que siempre se encontraron
fusionados con la nada y en ese proceso comprendo que la inexistencia solo es una ilusión, al
igual que lo podría ser la existencia. Si me sumerjo en ella, por el “hueco” que queda al separar
los opuestos que siempre estuvieron fundidos en la nada, tal vez consiga poder percibir parte de
algo más… parte de alguna existencia.
Abro los ojos y despierto con un entusiasmo divino intentando asimilar y grabar a fuego en mi
mente la sensación de mi nueva deducción. Una nueva realidad me envuelve por completo y toda
euforia me abandona al sentirme: frío, humedad, suciedad, dolor, enajenación. Estoy
desorientada, perdida con ganas de llorar… todo lo que ahora siento es desagradable, en la nada
no existían todas estas indeseables sensaciones. Así es como se debe sentir un bebé al abandonar
el vientre de su madre; vulnerable, desprotegida… sola. “Un bebé tiene a su madre al menos.”
Pienso por dentro compadeciéndome.
Miro alrededor intentando ubicarme y algunos recuerdos comienzan a desparramarse en mí. Estoy
en el “Txoko”. En un antiguo y abandonado túnel, al que suelo venir para chutarme cualquier
nueva o vieja droga con la que huir de mi misma, desde hace ya mucho.
Anoche habían fabricado un nuevo coctel muy bestia. Ya me advirtieron, pero ni siquiera me
planteé el no probarlo. ¿Qué más da?
Me incorporo despacito y noto que la cabeza me quiere estallar. Todo es horrible, como siempre
lo ha sido… ¿Qué me esperaba? En la nada me sentí perdida y desorientada pero no era tan
indeseable como siempre fue mi vida: una fracasada, una yonqui, un cadáver que todavía se
sostiene en pie. Hace mucho que no me soporto, en ningún lado me encuentro a gusto, siempre
quiero estar en otro lugar diferente al que me encuentro, siempre quiero ser alguien diferente a
quien soy. Tengo miedo a tomar cualquier decisión, ya que estas siempre me condujeron al
fracaso. Al lado mía me queda otra dosis, “si me la meto tal vez… ¿tal vez qué? ¿Puede que
vuelva a la Nada? ¿Qué por fin muera?” Una eternidad del no ser… la idea es tentadora, como
siempre…
Agarro una botella vieja para beber un trago de agua y noto una oleada de placer cuando esta pasa
por mi resecada garganta, un atisbo de bienestar en una existencia de penurias. Después todo es
mareo y frío de nuevo. Sin darme tregua alguna, para cuando quiero darme cuenta, ya tengo la
nueva dosis de esta mierda en la jeringuilla apuntando a mis venas. Un nuevo billete hacia la
nada, tal vez solo de ida definitivamente. Ni siquiera recuerdo haber decidido chutarme otra vez…
“estoy aquí, en esta inhóspita nada, por no haber elegido”
Esa conclusión… era un anhelo de querer decidir para huir de la Nada… crear realidades con mis
actos…
Una súbdita lucidez despeja mi aletargada consciencia y revivo la eufórica sensación con la que
hace escasos minutos desperté. “¡Quiero vivir! ¡Quiero sentir! Sentir cosas buenas en la vida
real también, no solo reacciones químicas que me consumen.”
De un impulso, que tal vez es mi primera decisión consciente en mucho tiempo, tiro la jeringuilla
por una alcantarilla en el suelo del túnel y agarro la botella de agua para bebérmela de golpe,
regodeándome en el inmenso placer que me da el preciado líquido. Una sensación mucho mejor
que el continuo empacho y desagrado en el que siempre me encuentro. Una sensación que crece
en intensidad al notar mi respiración, a la cual empiezo a prestar atención. Inhalo; y el aire entra
en mis pulmones expandiendo todo mi cuerpo. Exhalo; y todo mi cuerpo se desinfla relajado.
“¿Acaso siempre fue ten rico respirar?” Me desconcierto al descubrir estas sensaciones en mí,
pero me gustan y comprendo que mientras viva siempre estarán conmigo.
No tengo ni idea de qué hacer a continuación. La Nada es nociva para mi ser, pero conocida y
llevadera. La realidad es un misterio, está llena de dificultades y es imprevisible. No sé cómo
poder afrontarla, pero no me importa demasiado, llegado a este punto cualquier experiencia;
buena o mala será mejor que la inmutable Nada. Incluso fracasar de nuevo es preferible a no
intentarlo. Iré paso a paso.
Siento curiosidad por comprobar a dónde me podrían llevar esos pasos, pasos que me alejarían de
la Nada. Dentro de mí la curiosidad vence, el miedo a decidir desaparece y se transforma en una
expectante ilusión por lo desconocido que da alas a mi corazón, el cual parece aletear con cada
latido dentro de mi pecho que se infla y desinfla con cada respiración. Un oculto placer al que
nunca antes presté atención, no comprendo por qué. Un placer que me inspira a sentir una latente
ilusión por “todo” lo que en la vida me pueda encontrar.
Temblando y dando bandazos me encamino hacia la salida de este inhóspito túnel…

1. Una Línea (Longitud)

>>Todo lo que creó Aura, (o cualquiera de nosotros podríamos crear), a partir de este
primer paso podría considerarse fácil en comparación a la complejidad de esta idea. Ya que
partiendo de la nada más absoluta realmente crear algo es una hazaña de difícil
comprensión. Una hazaña que he descrito de esta “simple” forma, porque no encontré las
palabras adecuadas para hacerlo de una manera fiel a su extravagante naturaleza.

Aura no podía parar de deleitarse en contemplar su creación, toda su percepción se encontraba


centrada en la línea. La Nada más absoluta no podía combatir contra la existencia de la longitud,
porque Aura había creado una línea que podía extender a lo largo de todo el infinito, separando en
dos lo que antes se llamaba “nada”.
Fue en ese instante cuando, la eufórica consciencia de Aura, comprendió que con su imaginación
su creación podía expandirse. Percibió el vacío que su línea había separado e imaginó otra
coordenada, un punto que en este caso colocó sobre el vacío de la nada, delimitando una posición
fuera de la línea que acababa de crear. Y decidió unir ese punto con su línea.
De repente lo que su percepción captó la dejó perpleja. Agregando una coordenada fuera de la
dimensión lineal y uniéndola con esta, de repente, tenía una superficie. Había creado la segunda
dimensión.
En el Camino

Todos los días me despierto en el mismo lugar. En mi casa. Es una pequeña cabaña de madera,
situada al comienzo de un lindo camino. Un estrecho sendero de tierra bien compactada por el
millar de veces que lo he recorrido durante mi vida.
Y todos los días tengo una misión que cumplir. He de recorrer todo el camino hasta el final. Llego
hasta la cueva, donde una bruja llamada Haizea me espera cocinando en un gran puchero. Me
quedo un rato con ella y luego vuelvo a mi casa de nuevo, donde está mi madre, preocupada por
la absurda posibilidad de que me haya perdido. ¡Como si eso fuera posible!
El camino me conduce directamente desde mi pequeña cabaña a la cueva de Haizea, como todos
los días.
-Aura despierta cariño.-Me saca de mis sueños mi madre, todas las mañanas.- Tienes el desayuno
preparado y ya te he dejado la mochila armada para que se la lleves a Haizea.
Mi madre no parece saber que es una bruja, es un secreto que Haizea solo comparte conmigo.
-Buenos días Mamá. -Le respondo, olvidándome al instante del universo de los sueños.
Desayuno sin grandes prisas y en abundancia, ya que el camino es largo y tardaré en volver a
casa. Cojo mi mochila, sin mirar nunca lo que lleva dentro, y salgo por la puerta. Cuando he dado
menos de tres pasos mi madre sale a despedirse, como siempre:
-Ten mucho cuidado Aura, y no te salgas del camino. Que puede ser peligroso. Dale besos a
Haizea de mi parte. Y no pierdas la mochila o se la llevarán los Trabubus.
-¡Si mamá! ¡Como siempre! Estate tranquila. ¡Adiós, hasta luego!
Me doy media vuelta y me pongo a caminar por el lindo camino de tierra, dejando el sol a mi
espalda alumbrando mi camino dirección a la cueva. El sendero siempre avanza en la misma
dirección, rumbo a la caverna de Haizea, por la única ruta que existe. Siempre llego al final
cuando el sol me da en la cabeza, para volver a casa justo cuando este desaparece por donde vive
Haizea.
Puede sonar aburrido pero a mí me encanta. Recorro el camino con alegría y entusiasmo,
entonando una canción que habla sobre quien soy y lo enormemente agradecida que me siento por
tener un camino que recorrer, una misión que cumplir, una amiga que visitar y una madre que se
preocupa por mí. Es maravilloso tener todo esto.
En mis sueños, que nunca logro recordar, existe la sensación de un lugar en el que no tenía nada
de esto. También se me suele quedar una extraña e inquietante sensación de algo más… pero
nunca consigo comprender qué es. Al desayunar, y salir de casa, me suelo concentrar en donde
estoy y en lo que hago, de manera que esos pensamientos suelen desaparecer de mi mente.
Pero hoy, por alguna razón, no consigo concentrarme en cantar y caminar. Algo no “usual” ronda
en mi “interior”. De repente me doy cuenta que estoy sentada en el camino, con la mirada perdida
en el vacío. No estoy encarada hacia la cueva, ni tampoco hacia mi casa. Me pongo de pie de un
salto y me encamino rumbo a la caverna de Haizea. Estoy un poco asustada y camino a grandes
zancadas, para calmarme de la extraña sensación de haber visto algo incomprensible mientras
estaba sentada. Al dar unos pocos pasos me doy cuenta de que me falta la mochila. ¡Oh no! No
puedo presentarme en la cueva sin las cosas de Haizea. ¡Fallaría mi misión! Y yo nunca fallo mi
misión.
Me doy la vuelta, segura de que la mochila se me habrá olvidado en el lugar que me senté. Me
pongo a correr rumbo a casa y al llegar a la distancia, en la que se encuentra mi mochila, me
detengo con el corazón acelerado por lo que mis ojos ven:
-Hola Aura me parece que esta mochila es tuya.-Me dice un ser parecido a mi madre y a la bruja
Haizea, pero un poco diferente y totalmente desconocido.- Creo que se te ha caído cuando saliste
escopeteada como un rayo cuando te saludé, te la iba a llevar.
-¿Quién eres? ¿Y cómo sabes mi nombre? -Contesto perpleja.
-Me llamo Suar. Y sé cómo te llamas porque todos los días te observo pasar, cantando tu hermosa
canción, por este camino.
-Yo no te he visto nunca, y todos los días paso muy atenta a lo que tengo enfrente. ¿Porque te
escondes?
-No me escondo, simplemente te observo desde la cima de esa pequeña montaña.
-¿De dónde?- Respondo sin entender lo que quiere decir, pero sin miedo ya que Suar me inspira
confianza.
–De ahí, mira.-Me dice apuntando con todo el brazo.-Antes me pareció que me mirabas y yo te
saludé. Entonces saliste con prisa dejándote la mochila. Perdóname si te asusté.
-No la verdad es que no sabía muy bien que vi, creía que me lo imaginé.
-Bueno, así se empieza.
-No comprendo del todo, ¿entonces no eres un Trabubu que quiere robarme la mochila?
-Kar kar kar- Rio el curioso ser con una preciosa risa.- Nunca había oído ese nombre; “Trabubu.”
¿Quiénes son?
-Mi madre me dijo que si alguna vez perdía la mochila, los Trabubus, se la llevarían.
-He vivido siempre aquí y nunca me robaron nada. ¡Y eso que pierdo muchas cosas!
Me entrega la mochila y se me queda mirando con unos ojos que parecen querer decirme algo.
Algo que mi madre y Haizea parecen querer decirme todo el rato.
-Aura, ¿puedo hacerte una pregunta? –Me dice sin perder esa sonrisa.
-Sí, porque no…
-En tu canción dices ir a visitar una bruja llamada Haizea. Yo sé dónde vive, y si en vez de seguir
recto por el camino, cuando llegues a la señal te diriges a la izquierda, hay un atajo por el cual
llegarías antes. ¿Por qué nunca lo utilizas?
-¿Cómo? No sé de qué me hablas. ¡No puedo hacer algo así! Mi madre me dice que nunca me
salga del camino, y además no sabría hacerlo.
-Me da la impresión, de que tu madre, tiene que ver más mundo.
-¡Mi madre lo sabe todo!
-Tu madre se equivocó con los Trabubus, puede equivocarse en más cosas también, como todos.
-¿Cómo puedes decir algo así? ¡Tú no la conoces!
-Esta vez te equivocas tú, sí la conozco. Y tranquila no te preocupes, no tienes por qué hacerme
caso. Es tu “decisión”.
-¿Mi qué?-Otra vez esa mirada.
-Cuestiónate toda certeza Aura, y toma tus propias decisiones. ¡Hazte caso!
Y de un movimiento muy raro desaparece. Yo me quedo atónita, me encuentro de pie, en una
posición extraña y con la mirada en el vacío otra vez. Una sensación muy parecida al despertarme
de los sueños azota mi mente.
Al percibir que el sol me está dando en la cabeza me apresuro a llegar a la cueva. Por el camino,
el sol parece comportarse de una manera extraña, no está a mi espalda, tampoco se encuentra
dónde estoy yo, ni parece alumbrar desde la caverna. Es todo muy extraño. Y no puedo dejar de
pensar en las incoherentes palabras de ese ser llamado Suar.
-Llegas “tarde” Aura.-Me dice Haizea al llegar a la cueva.
-¿Cómo dices? ¿Por qué todos hoy usáis palabras raras?….
-No importa cariño. –Me dice tranquilizándome con su deslumbrante mirada. – ¿Me has traído
mis ingredientes?.... ¿Aura me oyes?
-…sí perdona. Toma, aquí están.
-¿Te encuentras bien? Parece que viste un fantasma jejejejej
-Pues no estoy muy segura…
-¿Y eso? Tú siempre tan atenta… -No escucho el final de la frase. No puedo dejar de pensar en las
palabras de Suar.
-¿…qué hay en la mochila Haizea?
-Recuerdos, experiencias y Sueños.-Me responde sin vacilar.
-Ah…
-¿Cómo es que hoy quieres saber que trajiste? Si nunca antes pareció importarte.
-Me tengo que cuestionar toda certeza, hoy me encontré…
-¿Con que ya conociste a Suar?
-Ah! ¿Cómo lo has adivinado?
-¿Es que acaso se te olvida que soy bruja? ¿Cómo fue la experiencia?
-Un poco rara la verdad, era como un sueño que no olvidé al despertar.
Con movimientos exagerados, pero elegantes, Haizea tiró los tres ingredientes a la marmita y se
puso a remover.
-¿Que son los Sueños Haizea?
-Lo que tú quieres que sea.
-Yo quisiera comprender las cosas que dice Suar, saber de dónde vino y cómo desapareció.
-Pues imagina y sueña con ello Aura, si es lo que deseas.
-También me habló de un “atajo” para llegar a la cueva. Pero usó dos palabras que no comprendí:
me dijo que al ver una “señal” fuese por la “izquierda” ¿Que significa señal? ¿E izquierda?
-Señal es un indicador de que tu sueño se hará realidad. E izquierda es la parte de tu cuerpo donde
late el corazón.
-Entonces, al ver una señal ¿tengo que seguir a mi corazón?
-Exactamente cariño.
-Haizea, quiero poder recordar mis sueños, para reconocer las señales y aprender a seguir a mi
corazón.
-Por supuesto que sí Aura, tómate esta infusión y al despertar recordarás tus sueños.
Me sirve un cuenco del puchero y me lo entrega estirando el brazo. Yo lo cojo con ambas manos
y dudo por un instante.
-¿Y si mis sueños no me gustan?- Le pregunto a la bruja, sin poder apartar la vista del cuenco.
-Tendrás que aprender a soñar con lo que deseas. No siempre es fácil, pero nunca imposible.
-Y el camino, ¿permanecerá tal cual es? Tengo miedo de lo que no se encuentra en el camino.
-No Aura, si bebes el camino “cambiará”
-¿Que significa cambiará?
-Solo lo sabrás si decides beber.
No puedo evitarlo, tengo demasiada curiosidad por comprender todo lo que no entiendo. Me bebo
todo el cuenco de golpe. En el fondo del recipiente veo que está esculpida la imagen de un
corazón con dos alas.
-Tiene un sabor un tanto agridulce, pero sienta bien. Muchas gracias, Haizea.
-De nada, cariño.
-Y ahora, ¿qué pasa?
-Solo tú puedes saberlo Aura. Regresa a casa descansa, duerme, ten alegres pensamientos y déjate
guiar por tu corazón, sin tener miedo del cambio y mañana me cuentas cómo fue la experiencia.

>>><<<

-Aura despierta cariño.- Me saca de mis sueños mi madre como todas las mañanas. -Tienes el
desayuno preparado y ya te he dejado la mochila armada para que se la lleves a Doña Haizea.
Anoche no le conté nada de lo ocurrido a mi madre. Llegué a casa, cené escuchando lo que mi
madre hizo durante el día y me acosté temprano, ya que estaba agotada de volver corriendo para
no preocupar a mi madre.
-Buenos días Mamá.-le respondo, y en el instante en el cual siempre olvido el mundo de los
sueños, esta vez permanecen. Esta vez, en lugar de desvanecerse los revivo, recordándolos.
Esta vez es “diferente”.
Por la noche soy consciente de haber volado, por un lugar desde el cual observaba mi camino, a
lomos de un corazón alado. Desde ahí pude ver como otros caminos se unían al mío. Caminos de
piedra, caminos de gravilla y caminos de madera. Ante mis ojos se extendía un mundo mucho
más amplio, un mundo difícil de asimilar, pero un mundo plagado de más cosas, lugares que
deseo conocer.
Desayuno sin grandes prisas y en abundancia ya que no sé qué me aguardara hoy en el camino.
Agarro mi mochila y no puedo evitar mirar adentro: Piedras, gravilla y madera. Sin comprender
esa extraña “casualidad” me dirijo a la puerta. Cuando he dado menos de tres pasos mi madre sale
a despedirse, como siempre.
-Ten mucho cuidado Aura, ¡y no te salgas del camino! Que puede ser peligroso. Dale besos a
Haizea de mi parte. Y no pierdas la mochila, o se la llevaran los ¡Trabubus!
-Adiós mama, tendré mucho cuidado.- Me despido dándome la vuelta y abrazándola con ternura.
Una vez más, como todos los días, dejo el sol a mi espalda y me pongo a caminar. Como siempre,
voy muy atenta a todos los detalles del camino. Pero hoy, en vez de cantar sobre mí y el sendero
que recorro siempre, voy cantando lo que soñé por la noche.
He de admitir que no comprendo muy bien lo que soñé, pero si lo canto repetidas veces no se me
olvidará, y podré contárselo a Haizea. Seguro que ella sabe explicarme qué es lo que vi.
Hoy me siento más entusiasmada de lo normal. Es como si tuviese la sensación de que las cosas
van a “cambiar,” aunque no sé qué significa el cambio la verdad.
De repente me quedo clavada y en silencio, al observar lo que mis ojos ven. En la corteza de uno
de los árboles que delimitan el margen del camino hay tallada la imagen de un corazón alado. Un
corazón como el que estaba impreso en el cuenco de Haizea, un corazón como el de mi sueño.
Es una talla vieja, que siempre parece haber estado ahí. Pero yo nunca me había fijado, y eso que
voy siempre muy atenta a lo que tengo enfrente. Me arrimo para observarla de más cerca y caigo
en la cuenta de que la talla del árbol no está orientada hacia mi casa, ni hacia la cueva tampoco.
Siento como mi corazón se acelera hasta desbocarse. Duele un poco y esa sensación me hace
“girar” hacia el árbol tallado. Al igual que ayer, de repente, me encuentro en una posición
extraña. No estoy encarada hacia la cueva, ni en dirección a mi casa tampoco. Pero esta vez sí
asimilo lo que veo. Es un sendero de piedra que se adentra en el bosque. Otro camino diferente.
Una bifurcación que siempre ha estado ahí, pero que nunca supe ver, porque yo siempre miraba
en la misma dirección.
A lo lejos, por el nuevo camino, veo una casa de piedra. No sé muy bien que hacer. Una parte de
mi quiere descubrir el nuevo sendero y empaparse de nuevos estímulos. Pero hay otra parte que
tiene miedo. Nunca antes he abandonado la seguridad de mi conocido camino, nunca antes se me
había ocurrido siquiera hacer algo así.
“Seguro que es peligroso, mi madre siempre me lo advirtió”
-Buenos días Aura.- Me saca de mis pensamientos una voz, no del todo desconocida.- ¿Te gusta
mi casa?
-¿Cómo dices?- Pregunto a Suar, un tanto descolocada y sin comprender de donde ha aparecido,
una vez más.
-Que si te gusta mi caserío. Esa gran construcción que miras a lo lejos, es mi casa, Si quieres te la
enseño. Desde ella se puede ver todo el valle.
-¿Se puede ver mi camino? –Pregunto entusiasmada, recordando mi caótico sueño.
-Kar kar kar!- Ríe Suar- Si Aura, desde ahí se puede contemplar todo tu camino, desde tu casa
hasta la cueva y más allá.
-¿Se pude ver más allá?
-Por supuesto se puede ver todo eso y mucho más. Más caminos, casas, ríos… Además luego
puedo mostrarte como llegar a la cueva de Haizea por el atajo, está en esta “otra dirección.”
-¿En serio? Yo quiero ver y comprender todas esas cosas que dices.
-Pues ven, solo tienes que “decidir” acompañarme.
La curiosidad vence al miedo en mí y, sin dudarlo más, me pongo a caminar al lado de Suar. En
agradecimiento me pongo a cantar una nueva canción que habla de un nuevo camino, de un nuevo
amigo y de nuevas sensaciones, que amplían mi universo.

2. Una Ramificación (Superficie)

Al igual que con la primera dimensión, si variaba la posición de los puntos, el tamaño de esta
superficie podía ampliarse o reducirse. Pero las posibilidades de esta nueva dimensión no
terminaban ahí, cuando imaginaba más coordenadas y las unía podía crear formas.
Y dependiendo de la colocación de estos puntos dentro de este universo, las formas no siempre
eran idénticas, eran diferentes. En esta nueva dimensión el concepto de diferencia se le mostró
claramente. Ya que Aura podía imaginar círculos, podía imaginar cuadrados, triángulos, espirales,
manchas… las posibilidades de esta dimensión parecían infinitas.
Aura no solo podía moverse hacia adelante y hacia atrás, como en la línea, también podía
desplazarse en lateral. Podía ir a la izquierda o a la derecha, podía ir en diagonal, ¡incluso ir
trazando una línea curva!
>>En esta dimensión si creáramos una ciudad sería como observar un mapa o un plano.
Los ríos no fluirían de arriba hacia abajo, porque estos conceptos no existirían. Los ríos
fluirían en una sola dirección. En el mar las mareas, tampoco subirían ni bajarían, tan
solo avanzarían y retrocederían. Las casas no necesitarían ni suelo ni tejado, con líneas
por paredes sería suficiente.
Si un ser procedente de la primera dimensión visitara este universo no lo podría percibir
en su totalidad, porque su percepción no estaría capacitada para ello. Aunque se hallara
trazando una línea curva, por la segunda dimensión, este solo percibiría el haber
avanzado en una sola misma dirección.

Si cada línea fuese un calambre (estímulo) en la segunda dimensión y la flecha la trazada


del ser unidimensional, esos puntos son lo que el visitante podría percibir fuera de su
universo.

Desplazándose por este universo, Aura, comprendió que la superficie de esta segunda dimensión
estaba compuesta por infinitas líneas que se agrupaban, se cruzaban y unían dentro de los
márgenes que juntaban diferentes puntos, (coordenadas). Coordenadas que la mente consiente de
Aura decidía delimitar, de una forma u otra, con un tamaño u otro.
La nada se había convertido en un vacío que “envolvía” el universo de Aura. Un “lugar” desde el
que se podía contemplar la infinita creación bidimensional.

“Que hermosura de lugar, lleno de formas diferentes. Mucho más interesante, agradable
y divertido que la Nada, ojalá este vacío desde el cual se contempla todo también pudiese
albergar formas.”

Y con el noble deseo de crear belleza en el vacío, la mente de Aura tuvo otra curiosa idea:
En esta ocasión imaginó el plano universo bidimensional y lo plegó. Doblándolo hacia el vacío,
desde el cual observaba el universo. Imaginó tantas dobladuras y pliegues que su creación se
expandió hasta llenar todo el vacío que envolvía la realidad.
Las formas se transformaron en objetos, el vacío desapareció dejando lugar a la profundidad. La
realidad abarcaba una nueva dimensión; en la que ya no solo se medían distancias o superficies,
de repente todo adquirió una masa que podía medirse con Volumen. Aura había imaginado la
tercera dimensión.
Sobre el Tablero

Me llamo Aura y soy un peón. Una soldado de primera línea, en el ejército del fuego. Vivo en un
tablero de ajedrez, junto a siete camaradas de mí mismo rango, dos torres, dos caballos, dos
alfiles, una Dama y nuestro rey Suar.
Como siempre nos encontramos en plena batalla. Hoy nos batimos en duelo con los guerreros del
viento. Son un respetable clan, con el cual nos hemos medido en astucia varias veces. El ejército
del aire está compuesto por la misma cantidad de súbditos, con los mismos rangos que nosotros.
Pero todos ellos son negros, mientras que mi familia luce un deslumbrante blanco.
El tablero en el cual batallamos no es muy grande; consiste en 64 cuadriculas, 8 de largo y 8 de
ancho. Son negras y blancas también, colocadas de manera alterna, de modo que no hay dos
casillas del mismo color juntas en una misma línea ni anchura.
La partida está ya muy avanzada y ambos ejércitos hemos sufrido varias bajas. En cada casilla
solo podemos estar un ser. Si otra pieza del equipo contrario ocupa mi casilla seré eliminada, o
comida, tal cual dice Suar en ocasiones.
No todos somos iguales ni tenemos los mismos poderes. Por ejemplo los peones, como yo, somos
dos redondeles uno dentro del otro, solo podemos avanzar y nunca retroceder. Pero para atacar
tenemos que avanzar una posición en diagonal, si nos encontramos con otra “piezona” enfrente
nos quedamos bloqueados, no se nos permite avanzar…
En realidad nunca se nos permite nada que no nos ordene Suar, ya que el objetivo de la vida es
obedecerlo para protegerlo y conseguir eliminar al Rey del viento, cuyo nombre desconozco.
Yo siempre sirvo con lealtad a nuestro rey Suar; lord del fuego, pero hoy no puedo evitar sentirme
un poco frustrada. Me encuentro en la séptima fila y solo una torre negra evita que de un
movimiento llegue al final del tablero.
Cuando un peón como yo llega al final del tablero, durante el transcurso de la partida, como no
podemos retroceder se nos concede un poder muy especial: Podemos transformarnos en
cualquiera de las otras piezas y adquirir su forma. Al mismo tiempo aprendemos a movernos
como ellas.
En todas, menos en el rey, ya que el poder de este ser radica en pensar y ordenar a las demás
dónde moverse. Un rey, por sí solo es una pieza débil. No puede moverse más que una sola casilla
colindante a su posición.
Normalmente se nos ordena convertirnos en “Dama” ya que esta es la más poderosa y bella de
todas. Está representada por un corazón alado dentro de un círculo. Además tiene la capacidad de
moverse en diagonal, como un Alfil, en algunas ocasiones y en línea recta, como una Torre, en
otras ocasiones.
Las Torres son un círculo con cuatro cuadrados, mientras que los Alfiles lucen una cruz en el
centro de su círculo. Ambas son piezas poderosas también, pero los seres que más llaman mi
atención, y a las que más admiro, son los caballos. No solo por sus abstractas líneas curvas, que
les dan una forma muy distinta a todas las demás piezas. Lo más alucinante de estos es su
capacidad para desaparecer de la casilla en la que se encuentran y aparecer a dos líneas de
distancia en anchura y a una en largo, o viceversa. Parece magia, ya que pueden “desplazarse” sin
moverse, incluso cuando otra pieza parece estar obstaculizando su camino.
“Ojalá” alguna vez pueda convertirme en un caballo para poder comprender como consiguen
moverse de esta abstracta manera.
Para ello, no solo tendría que llegar al final del tablero, también tendría que darse la excepcional
situación en la cual, Suar, me ordenase transformarme en Caballo en vez de Dama.
Y tal cual he mencionado, hoy me encuentro frustrada. Porque nuestro Alfil de casillas negras es
la pieza que está protegiendo mi posición enfrente de la Torre que bloquea mi transformación. Y
Suar está planeando mover al sacerdote para protegerse de Haizea, la Dama negra del ejército del
viento.
-Alfil creo que voy a necesitar que retrocedas y me apoyes contra la Dama, se están haciendo
fuertes para romper con mi línea de escolta.- dice Suar a nuestro sacerdote de casillas negras.-
Aura lo siento mucho pero no vamos a poder apoyarte más, te quedas sola.
-¡No! ¿Por qué? –Protesto –Solo tenéis que quitarme a esta torre de en medio ¡y podré seros de
gran ayuda!
-Ya lo sé Aura, tenía una gran jugada pensada contigo, pero Haizea estará preparada para atacar
en menos movimientos de los que esperaba y tenemos que defendernos.
-¡Pero yo estoy muy cerca del final del tablero! No podéis abandonarme justo ahora. –Insisto
enojada.
-Lo siento muchísimo Aura, no puedo arriesgarme a que la Dama negra siga apuntándome. Menos
ahora que su otra torre está activa. Me habría encantado transformarte en otra hermosa Dama,
pero la nuestra sigue con nosotros. De manera que por jugar con dos Damas no puedo arriesgarme
a mantenerte en esa posición, no teniendo en cuenta todo el tablero.
-¡No puede ser que todas las partidas giren en torno a las dichosas Damas!
-¡Silencio! –Se enoja Suar, con un tajante tono de voz.- Ya me he pronunciado. Ojalá hubiese otra
forma de resolver la posición, pero tú solo eres un peón y no puedes ver lo que yo, de manera que
acatarás mi voluntad.
>>Alfil a “c3”
-Sí mi lord. –Responde el Alfil
En ese instante de frustración, ira y miedo, en el que el sacerdote se dispone a mover una extraña
imagen se plasma en mi percepción:
Una sensación producida y entendida por la atención que siempre presto a mi entorno. Conozco el
tablero a la perfección, también sé cómo es cada pieza y las casillas a las cuales pueden moverse.
He estado en esta partida desde el inicio, he escuchado y visto todos los movimientos que
tuvieron lugar.
De manera que me doy cuenta de que sí soy capaz de saber cuál es el estado del tablero. Por lo
tanto, yo sé ver tanto como Suar, pero como soy diferente, además, puedo encontrar una solución
diferente. Y librar a mi Rey del acoso de esa dichosa Dama:
Hay un Caballo blanco no muy lejos de mi posición. Si el equino blanco hace uno de sus mágicos
desplazamientos, puede colocarse una posición por delante mía, en diagonal. Donde -hará “Jake”
al Rey negro y a la dama Haizea al mismo tiempo, la única manera, en la cual el Rey puede
librarse de tal amenaza, sin perder a su amada Dama oscura; es eliminando al Caballo con la
Torre que bloquea mi paso. De manera que en el siguiente turno yo podré comerme a la Torre que
bloquea mi paso. Por lo tanto en el siguiente turno yo ocupare el lugar dela Torre negra en la
última fila, y me transformaré en Caballo para volver a causar un doble “Jake” al Rey y la Dama.
-¡Espera!-grito insolentemente.- Tengo una idea.
Me atrevo a exponerla, antes de que el Alfil se mueva e ignorando la protesta de Suar. Cuando
termino no puedo evitar una sonrisa de satisfacción al ver el desconcierto en todas las piezas del
tablero por mi atrevimiento.
-Tienes razón Aura, podría funcionar.- Admite Suar, mostrando su humildad y sabiduría con su
rectificación.-Va a funcionar, casi puedo ver el “Jake Mate” con la posición de esa jugada…
-¿Cómo un Rey serio va a seguir el consejo de un simple Peón? -Irrumpe una desdeñosa voz,
mostrando todo su odio en esas palabras hacia mí.
-¡Silencio!-ordena una impetuosa voz. -Está terminantemente prohibido influir en las decisiones
de los oponentes mientras sea su turno. Ya lo sabes. –Dice el rey negro con un tono que no da
lugar a replicas.
-Sí mi lord.-Responde la Dama Haizea agachando la cabeza reverencialmente.
A continuación se me queda mirando, con unos ojos fríos de asesina. Pero esta vez puedo ver
como el miedo se apodera de su ser, por mucho que lo intenta disimular.
-Esta vez soy yo quien va a matarte so puta.
Susurro estas palabras, devolviendo todo el odio acumulado por la cantidad de veces que he
contemplado a esa bruja eliminar a mis camaradas. Eso sin mencionar las veces que ella me ha
comido a mí.
-¡Ya os vale a las dos! Caballo a “d8” “Jake” al Rey y a la Dama. –Nos interrumpe Suar.
Tal como predije la Torre se come al Caballo con su imperturbable impasibilidad.
-“Peón X Torre”-Me ordena Suar.
Saco mi mazo y de una limpia estocada derrumbo la torre. Me coloco en su casilla y espero
ansiosa la transformación: Al igual que en otras ocasiones, lo primero que siento es un fogonazo
en el centro de mi círculo. Una intensa luz me deja ciega por unos instantes y cuando abro la los
ojos me quedo perpleja ante lo que percibo:
Ya no soy un dibujo, ni lo son ninguna de las otras piezas, ahora soy una “figura.” Una elegante
escultura del busto de un semental blanco. Con varias curvaturas que me dan forma; en mi altura,
anchura y profundidad. Todos los demás seres igual. Ahora todos somos imponentes estatuillas
colocadas de pie sobre un tablero “plano,” la superficie del cual siempre había sido todo mi
universo perceptible.
-“Jake” al rey y a la dama, de nuevo.
La única opción del Rey negro es desplazarse a una casilla a su izquierda. Mientras el líder oscuro
se mueve Haizea llama mi atención:
-¿Y ahora qué vas a hacer Aura? Si me comes estoy protegida por un Alfil. En cuanto me mates
serás eliminada en el siguiente turno.
-No me importa, tú mereces morir. –Le respondo
-¿Por qué?
-Porque te odio.
-Al igual que tú solo obedezco las órdenes de mi Rey, somos iguales. No es a mí a quien odias.
Llevas toda la vida deseando ser Caballo, ¿y ahora que lo consigues vas a morir por matarme a
mí? Kar kar akar… -Se ríe insolentemente sin dejar de mirarme con desdén.
-¡Cállate bruja!
-Pobre caballito despropositado, ni para insultar que sirves. Tu Aura, te odias más a ti misma que
a cualquier otra cosa.
-¡¡¡¡-Mueretééééé!!!!
Sin esperar la orden de Suar pego un salto y me despego del tablero para caer encima de Haizea.
Es tal, la rabia que siento, que ni tan siquiera he disfrutado de moverme como un caballo por vez
primera; desplazándome por el aire y despegándome del tablero.
Con mi inmenso cuerpo tumbo a la oscura Dama sobre el tablero y de un bocado le arranco el
corazón de su pecho para escupirlo en su cara. Me quedo mirándola con todo el odio que soy
capaz de trasmitir, mientras Haizea se ahoga en su propia sangre intentando pronunciar sus
últimas palabras.
-Hag… hag,,, hag Lo,,, lo siento mucho Aura.
Con esas palabras desaparece el odio de sus ojos y en mi pecho aparece una angustia que al
instante es silenciada por una flecha que me atraviesa el cráneo justo después de escuchar estas
palabras:
“Alfil X Caballo.”
Una inmensa mano levanta mi cadáver y lo saca del tablero donde una nueva perspectiva se
apodera de mí:
No soy peón, ni caballo. Soy todos ellos y al mirar a la mujer que tengo enfrente… no es odio lo
que se refleja en los ojos de Haizea, es todo lo contrario, pero todavía no lo comprendo.

3. Un Pliegue (Volumen)
Al igual que en las dimensiones inferiores el (volumen) tamaño de este universo lo delimitaba la
imaginación de Aura. Ella podía modificar la amplitud del entorno que quería percibir, moviendo
la ubicación de las coordenadas que señalaban los márgenes de la realidad. Podía contemplar la
ubicación de las estrellas solitarias, respecto a las pobladas galaxias llenas de luz. O bien, podía
contemplar la cantidad de electrones en un solo átomo. Solo dependía del lugar y tamaño que
decidía querer percibir dentro de su universo.
Un universo compuesto por millones de planetas, soles, estrellas, galaxias, agujeros negros,
asteroides y polvo galáctico.

>>Una dimensión que te resultará familiar. Ya que nuestros cinco sentidos nos permiten
percibir parte de esta realidad.
Podemos olfatear el olor de una flor.
Podemos degustar el sabor de una manzana.
Podemos tocar la corteza del tronco en un árbol.
Podemos observar el brillo de la Luna.
Y podemos escuchar el estruendo de las olas, al romper contra las rocas en el mar.
Si un ser procedente de la segunda dimensión visitara nuestro mundo, solo podría
percibirlo por “láminas”. Imaginemos un rascacielos en la tercera dimensión, el ser
bidimensional solo podrá captar sus diferentes plantas por separado. (Esto suponiendo
que cada planta no tuviese una altura que proporciona volumen a la estancia). Como si
fuesen la imagen de un plano.
Al desplazarnos por la superficie del mar en una embarcación, nosotros al tener
consciencia de la tercera dimensión, percibimos el vaivén de las olas. Un ser de la
segunda dimensión solo se notaría navegando en diferentes direcciones.

En esta dimensión Aura imaginó un lugar perfecto para sus deseos. Un bello mundo plagado de
espectaculares paisajes, grandes masas de agua y seres vivos con quienes compartir el planeta.
Aura se imaginó viviendo en la Tierra. Se dio forma de una preciosa mujer de pelo negro y ojos
violetas, en un rostro ligeramente redondeado. Una pequeña y afilada nariz encima de una boca
con una sonrisa deslumbrante de alegría.
En este lugar Aura percibía la realidad a través de cinco sentidos idénticos a los nuestros. Aunque
disfrutaba con entusiasmo de todo lo que había creado con su imaginación, no terminaba de
sentirse en plenitud. Seguía añorando una experiencia más profunda, todo se encontraba en su
lugar, todo era tal cual ella lo deseaba, pero todo era inmutable.
“Ojalá no permaneciera todo siempre igual, siempre idéntico. Estoy rodeada de
diferentes cosas, pero si siempre permanecen en el mismo lugar, por muy hermosas que
sean, todo termina siendo tan poco estimulante como la nada.
Todas las cosas diferentes (no idénticas) tal vez podrían no ser estáticas, podrían ser
diferentes… tal vez podrían “cambiar”

Y con aquel incoherente pensamiento de anhelo, su imaginación la volvió a asombrar con una
idea, ya no tan descabellada:
Imaginó toda la realidad tridimensional que acababa de crear; desde las galaxias hasta las
partículas subatómicas, y la transformó en un punto. En uno de esos inexistentes marcadores de
coordenada, que en este caso, representaba la totalidad de masa y materia de ese universo, cada
partícula en su correspondiente lugar.
E imaginó ese mismo universo; con ligeras variaciones en la posición de cada una de las
partículas, para sustituirlo por otro punto. A continuación imagino una línea uniendo esos dos
puntos. Una línea que unía dos instantes diferentes de un mismo universo. Las cosas no
permanecían inmutables en esta línea, Aura había introducido el cambio. La materia al variar de
lugar y forma dejó lugar a la energía, a la luz, al cambio, al deterioro, a las transformaciones, al
dinamismo… a la duración. Aura había creado la cuarta dimensión: el tiempo.

La Ola

No sé cómo he llegado aquí, no sé muy bien quién soy, ni recuerdo cómo me llamo. Tampoco me
parece importante, no me preocupa nada de eso. Ni tan siquiera pienso en ello, la verdad que
ahora mismo no pienso en nada. Tan solo estoy sintiendo.
Sintiendo y reaccionando ante la cantidad de estímulos que esta presente realidad me está
brindando en estos instantes.
Maravillosas sensaciones que me están colmando de emociones intensas: Gozo, dicha, cansancio,
adrenalina, placer, fuerza, agua fría, calor, ingravidez, equilibrio, vuelo, reboto, me hundo y
emerjo para volar de nuevo, aceleración, más agua, armonía con el líquido elemento, mi cuerpo y
alma.
Estoy viva, más viva que nunca. Me encuentro rodeada de agua. Hay más de 50m3/s de agua
pasando entorno a mí. Estoy en un río, en un lugar donde un estrechamiento y un desnivel creado
por varias piedras bajo el agua, con este caudal, forman la ola perfecta.
Yo estoy dentro con mi kayak de rodeo, una pequeña embarcación de un metro sesenta
centímetros de eslora, poco más de medio metro de ancho y escasos dos palmos de altura. Voy
con los pies ligeramente encogidos presionando la proa desde el interior, y sentada contra una
riñonera que me empuja hacia delante amarrándome a la piragua. Es tal la sujeción con la
embarcación, que es; como si en lugar de piernas tuvieses una especie de trineo acuático a la
altura de mi cadera. Y en vez de manos tengo una liviana pala de carbono, con dos hojas unidas
por una fina pero rígida y resistente pértiga, que amarran mis puños.
La ola forma un amplio valle de agua. Yo estoy surfeando en esa cavidad, mirando río arriba y
una gran espuma blanca rebotando a mi espalda. Miles de litros de agua, color turquesa pasan por
debajo de mi kayak, haciéndolo rebotar y dándome la sensación de velocidad, cuando en realidad
estoy en un solo punto estático del río.
No estoy atrapada ni agobiada en este lugar. Sino todo lo contrario. Estoy aquí por elección. Con
pequeños movimientos de mi cuerpo y ayudándome de la pala que tengo en las manos,
conscientemente mantengo la embarcación de plástico dentro de la ola. Y no solo eso; si lo deseo,
cuando quiero, puedo moverme dentro de ella realizando piruetas acuáticas, submarinas e incluso
aéreas. Trucos que realizo encadenándolos hasta crear una armoniosa danza donde es el río quien
marca el compás. Es un ritmo que conozco a la perfección y que nunca me canso de bailar.
Una danza que libera mi espíritu.
Una actividad que requiere toda mi concentración, mis más refinadas habilidades quinestésicas y
una propiocepción que no solo abarca mi cuerpo, sino que es ampliada a la ola formada en el río.
Unos fluidos movimientos que solo pueden realizarse prestando gran atención a los dibujos del
agua, sus diferentes puntos de fuerza y teniendo total control sobre tu cuerpo, que empezará a
deleitarte con la maravilla de sentirte vivo.
La caricia del agua fría, el calor emanando de mi interior por la intensa actividad. Las
salpicaduras por todo el cuerpo. El aire entrando en mis pulmones, cuando tengo la cabeza fuera
del agua. Ingravidez, aceleración, caída, sumergidas, despegues y giros en todas las direcciones.
Unas inercias surreales me hacen moverme a diferentes alturas de la ola, de una orilla hasta el
centro del río, por toda la profundidad del valle hasta la retorna del “boiler” en el agua blanca.
Después de un rápido giro, en el sentido de las agujas del reloj, me subo a la cresta de la ola.
Apoyo la hoja izquierda en negativo, notando toda la fuerza del agua en ese punto, para enderezar
el kayak. Después de dos rebotes caigo hacia el fondo del valle, donde con un empujón de los pies
y cargando todo el peso de mi cuerpo, consigo hundir la proa, ponerme de pie y de un fuerte
impulso, ayudada por el cíclico movimiento del agua, salgo despedida por los aires dando una
“txiribuelta”. Caigo al agua de nuevo, de espaldas, con la proa del kayak mirando al cielo. En ese
preciso instante, mis brazos, se encuentran estirados por encima de mi cabeza, en esa posición,
con mi remo, me apoyo sobre uno de los varios puntos duros de la ola y termino de dar la pirueta
completa.
Un chillido, de auténtico júbilo, brota de lo más hondo de mis pulmones, celebrando la sensación
producida por la perfecta ejecución de la maniobra llamada “loop”. Pero mi danza no termina ahí.
Vuelvo a colocar el cuerpo adelante automáticamente, para volver al fondo del valle de la ola y no
ser escupida fuera, por la fuerza del agua color turquesa. Me intento estabilizar en el centro de la
ola, donde la espuma de mi espalda rompe más arriba que a la altura de mi cabeza. Consigo
mantenerme dos respiraciones y toda el agua comienza a ejercer presión sobre la proa de mi
kayak hacia la derecha. No lucho contra esa fuerza. Todo lo contrario; con fluidez adquirida por la
completa concentración, con la cual percibo absolutamente todo en estos instantes, me adelanto
con la mirada, a favor del sentido en el que la ola quiere girarme. El “timing” de la secuencia;
mirada, cuello, hombros, cadera me sale en completa armonía con el ritmo marcado por el agua.
Empiezo a girar con toda la embarcación en el eje horizontal 360 grados, una y otra vez,
ayudándome con sutiles apoyos de la pala en el “punto duro,” del cual, no pierdo noción en
ningún momento. Con pequeños movimientos de mi cadera clavo uno de los cantos del kayak y
este altera su giro combinando una rotación sobre los ejes vertical y horizontal al unísono. Y para
ello, yo, altero ligeramente la secuencia de mis movimientos para adaptarme a la nueva maniobra
elegida por el agua.
Mientras me encuentro inmersa en esta frenética actividad, es como si mi quinestésica se
ampliara hasta abarcar la ola, siento los movimientos del agua como propios. Paso a formar parte
de mi entorno y el entorno pasa a formar parte de mí. Y es una sensación jodidamente
maravillosa. Un hechizo que impregna de magia la realidad; donde las leyes físicas parecen
cambiar, creando un pequeño lugar sin gravedad y las inercias alteradas. Un lugar donde el
estruendo del agua se transforma en música, donde las salpicaduras son caricias. Un lugar donde
el cansancio te da más fuerza, el frío arde y el “tiempo” no transcurre.
“El tiempo no transcurre.” “Tiempo.”
Esa palabra invoca ciertos incoherentes pensamientos en mi mente, pensamientos no necesarios
para la realidad en la que me encuentro. Me distraigo y el agua me golpea en uno de los cantos
volcándome. Me quedo bocabajo y amarrada al kayak en el lugar donde más fuerte es la
contracorriente de retorna creada por el agua blanca.
Con la cabeza bajo el agua y la ola revolviéndome en todos los sentidos, como en una lavadora,
todo pensamiento irrelevante desaparece de mi mente. Vuelvo a percibir todo mi entorno. No me
agobio. Conozco esta ola estando sumergida y con los ojos cerrados como si fuera mi propio
cuerpo. Con la hoja derecha encuentro uno de los puntos duros y apoyándome en el doy un golpe
de cadera para voltear la embarcación.
Vuelvo a poder respirar y sigo surfeando en completa armonía con mi ola.
Rebotes, vueltas, sumergidas, agua, cansancio, fluidez, frío, fuerza… Diferentes sensaciones que
forman parte de un mismo presente. Un maravilloso y eterno instante de éxtasis que da “forma” a
esta sensación llamada vida y da alas a mi corazón.
“Ojalá siempre fuera así”
Ese pensamiento aparece en mi mente, pero no me hace perder la concentración. Sigo con mi
danza acuática. Este baile que me colma de libertad y de salud, dos cosas imprescindibles para ser
feliz y sentirse en paz con una misma. Un estado que deseo sentir durante el transcurso de toda mi
vida…
-Piiiiiiiiiii, piiiiiiiiiiiiiii, piiiiiiiiiiiii,….Aura!!!!
“El transcurso de mi vida” ¿Qué significa este pensamiento? Transcurso…. Un rio según fluye,
transcurre valle abajo.
-Piiiiiiiiiiii, piiiiiiiiiiii, piiiiiiiiiiiiii!!!!! ¡¡¡Aura!!!
Esta vez sí escucho los tres pitidos y algo más: Aura… Aura, ese es mi nombre. Yo me llamo
Aura y estoy viva, la vida también transcurre como un río, que va de las montañas al mar.
¿Y yo? ¿De dónde vengo? ¿Y a dónde voy?
Levanto la mirada para ver más allá de mi ola. Y veo a una figura de un hombre, de pie encima de
una piedra. Va vestido con ropa de río y equipado con casco y chaleco. Me está haciendo gestos;
cerrando un circulo con su brazo en su cabeza y sostiene una cuerda de rescate en la otra mano.
En su cara puedo ver un semblante de preocupación.
Me quedo mirándolo y ciertos recuerdos se derraman en mi mente sacándome de mi universo:
Ese hombre se llama Suar, es mi maestro, yo soy Aura. He llegado aquí remando con él por el río
Gallego. Todo lo que se del río, lo se gracias a Suar y por alguna razón le he preocupado. Creo
que está un poco enfadado también, ya que tenía un gesto que pocas veces vi en él.
Para cuando quiero darme cuenta he soltado mi pala y la ola me ha volteado, sin la ayuda de mi
remo no puedo “rollear”, y tengo que tirar del faldón que cubre la bañera de mi kayak para salir
nadando. La bolsa, de la cuerda de rescate, me golpea en la cabeza en cuanto emerjo a mitad de
corriente. Me agarro firmemente y Suar me péndula hasta la orilla. Mientras recupero el aliento
Haizea, otra alumna de Suar, aparece empujando mi kayak y remando con mi pala.
-¿Estás bien? –Me pregunta mi mejor amiga.
-Creo que sí, gracias…
-¿Aura qué te ha pasado? –Pregunta el maestro.
-No lo sé… se me escurrió la pala.
-¡No! No me refiero a eso. –Dice mosqueado – ¡Llevas casi “treinta minutos” seguidos dentro de
la ola! Te gritábamos, silbábamos y no nos mirabas. Era como si no existiéramos para ti…
-¿…Media hora? ¿Llevo media hora ahí?
-Si Aura, sí. ¿Te encuentras bien? Creíamos que te pasaba algo porque no respondías. ¡Siempre
hay que responder! Ya lo sabes.
-Perdona… la verdad que perdí la noción del tiempo por completo. Pero ha sido muy mágico,
sentí una energía muy especial…. Tú siempre hablas de eso…
De repente puedo ver como todo enfado desaparece de su cara y vuelve su habitual gesto.
-¡¡Y que lo digas capulla!! ¡No he visto semejante exhibición de rodeo en la vida! ¡Parecías una
peonza electrocutada!
Todos nos pusimos a reír y pude notar una intensa, pero satisfactoria, fatiga por todo mi cuerpo.
-Tienes que estar agotada. Al final has hecho más de 20 trucos encadenados ¡sin parar!-Dice
Haizea todo entusiasmada.
-La verdad que un poco cansada estoy… ¡y mareada! –Risas de nuevo.
-Mira mi dedo y síguelo. –Dice Suar –Estás bien. Vacía tu kayak y vamos ¡o se nos hará de
noche!
He aprendido a remar en este río, lo he navegado muchas veces. Todavía nos faltan los rápidos
más difíciles y peligrosos. Luego hay que remar en plano y más adelante nos esperan más olas.
Estoy cansada, pero con la energía sentida en este eterno presente sé que puedo afrontarlo todo
con alegría y entusiasmo. Por muchos obstáculos que aparezcan y muchas nadadas que me
toquen. Nada puede parar el transcurso del tiempo, al igual que nada puede evitar que el agua
llegue al mar. ¿Cómo llegar al final? Pues haciendo una buena lectura de corriente y tomando la
buena línea.

4. El Tiempo (Duración)

-Línea de Canto

Surgió la “causalidad”. Ya no solo las cosas eran como Aura las imaginaba, ni se encontraban en
su lugar. Todas las partículas se relacionaban en una cadena perfecta de causa y efecto, tal cual
Aura lo dispuso.
Al igual que en las dimensiones inferiores, la duración de esta línea podía ser mayor o menor en
el tiempo, dependiendo que dos coordenadas decidía unir. Podía percibir la totalidad de la
creación, desde el inicio de la expansión del universo, hasta su implosión final. O bien podía
percibir la duración de una explosión solar.
En esta nueva dimensión, todo está sujeto al dinamismo. Nada permanece inalterable, todo es
transformación.
Cuando Aura se refugiaba en la Tierra, con la capacidad de percibir esta nueva dimensión de la
realidad, vivía su vida; desde el nacimiento hasta su muerte, no solo percibiendo con sus cinco
sentidos “el presente” y recordando su pasado, sino que vivía recordando su futuro también.
Porque la duración de la línea que Aura decidía experimentar (percibir); comenzaba con su
nacimiento y terminaba con su muerte, siendo ya una anciana. Al ser esa la duración de la
experiencia que decidía vivir, y tener la percepción de un universo con las cuatro dimensiones,
durante toda su vida podía comprender el pasado, percibir el presente y recordar el futuro. Sí
recordar el futuro, como si ya lo hubiese vivido. Porque en esta nueva dimensión; pasado,
presente y futuro son parte de una misma línea de duración, o línea de canto.
El presente tan solo sería un punto que señalaría una coordenada en la duración de la línea, pero el
comienzo y final de la línea siguen formando parte de ella para alguien que puede observar la
cuarta dimensión en su totalidad.
>>Se dice que nuestra realidad tiene estas cuatro dimensiones: tres espaciales y una
temporal. Pero me atrevería a afirmar que la mayoría de nosotros no percibimos nuestra
línea de canto en su totalidad al igual que Aura. ¿O me equivoco?
Somos capaces de recordar muchas de las experiencias vividas en el pasado. Somos
capaces de percibir el entorno que nos rodea con nuestros cinco sentidos. ¿Pero qué
pasa con el futuro? Por qué no lo recordamos al igual que Aura, si ese futuro forma
parte de una misma línea de canto, de nuestra propia línea de canto. ¿Por qué si la
realidad tiene cuatro dimensiones, esta última, no la percibimos en su totalidad?
Eso ocurre porque nuestros cuerpos físicos son seres tridimensionales, y al igual que
ocurría con los seres de las dimensiones inferiores, nosotros solo podemos experimentar
“láminas” de la totalidad de esta dimensión. Nuestros cuerpos solo pueden percibir “el
presente” en nuestra línea de canto. Nos ocurre incesantemente; todo el rato, nuestros
cuerpos se encuentran prisioneros en el punto (coordenada) al que llamamos; presente.
Pero al igual que Aura, nosotros, también somos seres conscientes. Y la consciencia no
solo era la capacidad de percibir, con los cinco sentidos, y reaccionar ante el entorno
que nos rodea. Nuestra consciente mente está dotada de una imperfecta memoria. Y una
incomprensible imaginación, que no se encuentra anclada a ninguna dimensión.
Por eso, según transcurren nuestras vidas por innumerables presentes, esa herramienta
llamada memoria se encarga de almacenar y comprender los presentes ya vividos,
contándonos la historia de nuestra propia línea de canto. Esta memoria, en la mayoría
de casos, es imperfecta y hace modificaciones que pasan a formar parte de nuestra
realidad ya vivida.
Por lo tanto podríamos deducir que la imaginación es la herramienta con la cual poder
recordar el futuro. Pero si la memoria es difícil de dominar, la imaginación es mil veces
más escurridiza. Porque seguramente todos recordaréis muchos presentes que
previamente ya habíais imaginado, bien sea lo planificasteis, lo visualizasteis o lo
organizasteis. Antes de ser una realidad presente, esas situaciones ya habían aparecido
en tu mente con la imaginación.
Esto no siempre ocurre así, porque la imaginación es un poderoso recurso que hay que
aprender a dominar. Y de esta forma podríamos comprender que al igual que Aura
tenemos la capacidad de percibir nuestra propia cuarta dimensión o línea de canto. Solo
tenemos que ordenar nuestra memoria, sentir el presente y dominar nuestra imaginación.
Requiere esfuerzo, pero si se aprende esto, os aseguro, que seréis capaces de percibir
vuestra línea de canto en plenitud, al igual que Aura.

Con la expansión de la cuarta dimensión, la consciencia de Aura, desarrolló capacidades mentales


con las cuales podía percibir, e interactuar, en la realidad que había creado haciéndola sentirse
viva. Una experiencia que la colmó de gozo. También experimentaba el dolor, el sufrimiento y la
frustración. Pero las aceptaba como parte de su línea de canto, en la cual toda causa producía un
efecto que la guiaba por el camino correcto, el único camino existente. Ya que solo había una
línea de duración formando la realidad.
Y la comprensión de esta realidad es la que impulsó su siguiente expansión.
“Sentirme viva es maravilloso y excitante. Experimento sensaciones plenas e increíbles.
Pero me siento prisionera de mis decisiones, mi nacimiento me conduce directa hacia un
mismo final, porque las consecuencias de mis actos siempre son las mismas si mis
decisiones siempre son iguales.
Solo puedo vivir en esta realidad, ojalá pudiese tomar diferentes decisiones en cualquier
situación. De esa manera habría más consecuencias que poder vivir y serían vidas
diferentes”

Con estos pensamientos rondándole la cabeza, Aura se imaginó tomando diferentes decisiones en
todas las circunstancias, reaccionando de diferentes maneras, que producían diferente efectos,
ante una misma causa.
Imaginó la realidad tridimensional de esos diferentes efectos y los convirtió en puntos, que a
continuación unió a su línea de duración ramificándola. Aura había creado la quinta dimensión.

“Dejá Vu”
Me llamo Aura y nací con la primera luz del alba, una primavera del año 1994. Un 28 de Abril,
exactamente el día que predijo el doctor. Justo a tiempo, tal cual le gustaba a mi madre, que era
relojera y la persona más organizada que una pueda imaginar.
Mi madre me crio en una pequeña ciudad costera. Éramos ella y yo solas en aquel lugar que cada
vez dependía menos de la pesca y proliferaba gracias al creciente turismo. No tuve hermanas ni
padrastros. Mi madre era una cariñosa pero solitaria mujer, a la que jamás vi flirtear con hombre
alguno. Cuando a la edad de 7 años le pregunté acerca de quién era mi padre, mi madre respondió:
-Un encantador hombre al que la mar decidió llevarse antes de que nacieras-Por mucho que insistí
jamás conseguí más respuestas sobre él.- Nos tenemos la una a la otra y eso es todo lo que
importa. Fuiste el mejor regalo que pudo dejarme antes de irse. Yo cuidaré de ti, no necesitamos a
nadie más.
Y así los años pasaron. Aprendí a ser una niña muy autosuficiente y organizada, gracias a la
dedicación que mi madre me prestó con una disciplinada y atenta educación, a la que nunca le
faltó el cariño y consuelo de una mujer que sinceramente amaba a su hija, a mí.
Tuve una infancia feliz, en la que no me faltó de nada, excepto un padre. Como toda niña, por las
mañanas, iba al colegio después de desayunar y ayudar a mi madre a preparar mi propio
almuerzo. Al medio día, llegaba a casa y me calentaba la comida que mi madre dejaba con una
nota en la que me ponía; “buen provecho” y me asignaba una tarea de casa, para ganarme mi paga
semanal.
Todas las tardes, después de comer, salía sola por la pequeña y segura ciudad en busca de mis
amigos para pasar la tarde jugando en un descampado, donde dejábamos volar la imaginación. Al
ocaso corría a la relojería de mi madre, donde la ayudaba durante un rato a montar y desmontar
antiguos relojes que vendía como antiguallas a los turistas. Al terminar, volvíamos juntas a casa
mientras le contaba lo aprendido en la escuela, lo aprendido haciendo la tarea que me había sido
asignada y lo aprendido jugando. Parábamos en el mercado, nos hacíamos la cena juntas y nos
dormíamos viendo una peli.
Los fines de semana nos íbamos de excursión por los acantilados y playas secretas, que estaban
dejando de serlo por el creciente turismo. Pero mi madre, y yo, conocíamos los escondidos
caminos que conducían a las más inhóspitas playas.
– ¿Qué hay al otro lado del mar?- pregunté
-Más mar.- Respondió mi madre sin apartar la mirada del gran azul, buscando algo en el amplio y
lejano horizonte.
-¿Podremos, alguna vez, coger un barco y comprobarlo? Me gustaría poder ver toda la costa
desde allí.
-No Aura, no. El mar es muy peligroso.
El tiempo siguió su curso y yo seguí creciendo, sin conocer nada más del mundo más allá de mí
ciudad y lo que en la escuela me contaban. Pero feliz, dentro de lo que el conformismo de una
rutinaria vida me otorgaba. Del colegio pasé al instituto, donde mi cuerpo cambio más
notablemente que mis rutinas. Me levantaba a la misma hora y tenía los mismos compañeros de
estudio. Por las tardes nos juntábamos a hablar de música y chicos, en el mismo descampado. En
el cual se empezaron a construir hoteles con piscinas y casinos. Mi madre seguía reparando
antiguos relojes cuando entraba a la tienda y los días libres visitábamos las pocas calas cerradas al
turismo que quedaban.
-Quiero aprender a navegar en velero.- Le dije a mi madre un día, cuando tendría unos quince
años, sentadas en una piedra mientras contemplábamos el gran azul.
-No, eres demasiado joven y tienes que centrarte en tus estudios.
Como siempre, le hice caso y los años siguieron trascurriendo, sin grandes acontecimientos que
grabaran excitantes recuerdos en mi memoria. Tuve una tranquila y normal adolescencia, idéntica
a la de cualquier niña de mi edad en esa recóndita y pacifica región.
Poco antes de empezar la universidad, donde estudiaría gestión del turismo, un soleado día de
verano, Haizea, mi mejor amiga desde el parvulario, se me acercó más alegre y excitada de lo
normal:
-¡Aura! Aura no te vas a creer donde he estado estos días. –Me miró esperando una respuesta que
obviamente no tenía.-¡¡En el mar!! Y en un mogollón de pequeñas islas desiertas que hay a poca
distancia. He conocido a un hombre, muy buena onda, que lleva tres años viajando y viviendo en
su velero. ¡Me ha dejado manejar el timón y tensar la vela mayor!
-¡Ole ahí! Suena muy divertido. ¿Crees que podríamos salir a dar otra vuelta, alguno de estos
días?
-¡Sí seguro! Va a quedarse unos días más y luego partirá “con el viento por timón”- dijo Haizea
imitando la voz del misterioso marinero.- Mañana temprano van a fondear cerca de la cueva verde
para grabar a los leones marinos.
Al día siguiente tomé mi primera decisión a espaldas de mi madre; embarqué en el “Arima
Askea”, el velero de Suar. Un alegre y simpático marinero, que se dedicaba a surcar los mares en
compañía de dos biólogos y un reportero. Documentando la belleza de diferentes zonas costeras, y
denunciando el mal que el ser humano provocaba en muchos de ellas.
Aquel día forma parte de mis más preciados recuerdos. Me lo pasé como nunca; aprendiendo a
navegar, sintiendo el viento, sintiendo el agua, nadando en el mar salado junto a los leones
marinos, pescando, comiendo, riendo, escuchando las esperanzadoras palabras de Suar cuando
hablaba de cambiar la conciencia del ser humano; a favor de toda la naturaleza que nos rodea.
Una persona realmente convencida de su poder y capacidad para crear un cambio con su paso por
este mundo.
Cuando al atardecer volvíamos hacia el puerto, yo no podía apartar la mirada de esa costa, desde
la cual, tantísimas veces había soñado con embarcar y salir a descubrir, y experimentar, lo que
hay más allá. Una extraña pero serena sensación de “dejá vu” me anclaba a ese instante, en el que
sentada y acurrucada, junto a mi amiga Haizea, me sentía completamente feliz.
Suar se acercó por detrás y después de permanecer un rato en silencio, contemplando aquel
precioso atardecer junto a nosotras; nos hizo una oferta que hoy día sigo escuchando en mi
cabeza, como si me la acabaran de proponer.
-Haizea, Aura; todo esto que os he contado forma parte de un proyecto que está germinando
todavía. Vamos a necesitar la ayuda de gente motivada como vosotras. No será una vida
acomodada, ni lujosa, ni con una estabilidad. Pero no os faltará de nada mientras funcione y
dedicaréis vuestra fuerza a un bien mayor. No hace falta que me respondáis ya, meditarlo bien y
en dos días partiremos hacia el este. Si para esa mañana estáis preparadas seréis bienvenidas para
uniros a la tripulación.
-¡Ahí estaré, sin ninguna duda!-Saltó Haizea con una determinación que se veía en el brillo de sus
ojos.
Unos interrogantes ojos que se posaron sobre los míos… Ojalá hubiese sido tan valiente como
ella.
Dos días más tarde la vi zarpar en el “Arima Askea” y nunca más la volví a ver. No podía
abandonar a mi madre y dejarla sola, aunque fue una decisión que lamenté el resto de mi vida.
A los dos trimestres de empezar la universidad, en la misma ciudad de siempre, mi madre murió.
Ocurrió de la manera más repentina e inesperada; en una de nuestras semanales excursiones a las
secretas playas, en un acantilado que habíamos cruzado cientos de veces, mi madre se resbaló y
cayó al mar. No sabía nadar y se ahogó, probablemente, porque nunca encontraron su cuerpo. Se
resbaló cuando se giraba para advertirme que tuviese cuidado en ese paso, como hacía siempre. Y
desapareció enfrente de mis ojos, por muy deprisa que descendí no pude hacer nada.
Durante algún tiempo albergué un incorrecto sentimiento de culpa por lo ocurrido.
A la temprana edad de 18 años me había quedado huérfana del todo. El mar, por el cual desarrollé
un tremendo terror, me había arrebatado a mi padre sin conocerlo siquiera, y ahora a mi madre.
Me quedé sola, pero mi madre me había enseñado bien a seguir siempre para adelante, y no dejar
que ningún problema te saque “de tu línea,” como ella solía decir.
Me centré en los estudios y en mantener la relojería abierta. De manera que, a pesar de la soledad,
mi rutina apenas varió. De casa a la universidad, de la universidad a la relojería y de la relojería a
casa.
El tiempo aceleró; terminé la universidad y transformé la relojería en una oficina de turismo,
desde la cual coordinaba las actividades y el alojamiento de varias empresas. El tiempo y la
completa dedicación al negocio cicatrizaron el dolor de la pérdida y la soledad. La rutina cambió
un poco, pero tampoco tanto; de casa al trabajo, del trabajo a casa.
El tiempo aceleró más: el negocio prosperó, la soledad desapareció. Me enamoré, me casé, tuve
dos hijos, nos compramos un chalet y un coche familiar. Crie y eduqué a mis hijos sin desatender
el trabajo. Ambos crecieron, me divorcié, los hijos crecieron más, también se fueron. Volvió la
soledad, envejecí… y en todo ese tiempo la rutina apenas cambió.
Toda una vida atendiendo a viajeros y turistas, y yo rara vez salí de mi ciudad. Nunca más
embarqué a la mar; no me jubilé, porque mi trabajo es lo único que tenía.
Fui feliz con mis hijos, y mi corazón rebosa de alegría cuando en las navidades traen a mis nietos,
una vez al año… No debería quejarme, soy vieja para eso.
Pero con 86 años cumplidos y a punto de dar mi último suspiro, sola en esta mierda de hospital,
¡puedo pensar lo que me dé la gana! ¡Y la verdad que ha sido una vida tediosa y aburrida!
No siento rabia ni tristeza por mí, solo resignación. Y acepto haber sido cobarde. Una vida que
siempre encaminé en la misma dirección; “la correcta”, “la pragmática”, “la fácil”…, “la segura”.
¡En mi línea!
Estiro el brazo y del cajón que tengo a mi izquierda saco una carta que recibí muchísimos años
atrás, una carta a la que no respondí porque no tenía dirección a la cual escribir. Una carta de
Haizea, adornada con un precioso dibujo de un corazón alado. La escribió pocos años más tarde
de partir con Suar. En ella me narraba aventuras increíbles, me hablaba de que el visionario
proyecto de Suar se hacía realidad y que eran muchos trabajando para ello. Una apasionante vida
sin raíz en ningún lugar y con un incierto futuro, una vida a la cual me invitaba a unirme Haizea.
Una vida que no me atreví a elegir y de la cual solo viví un día, el mejor día de mi vida, uno de
mis más vivos recuerdos. Un recuerdo que me servía de refugio. Una experiencia a la que había
vuelto muchísimas veces con mi imaginación.
A la que decido volver una última vez:… cuando al atardecer volvíamos hacia el puerto… una
extraña pero serena sensación de “dejá vu” me ancla a este instante… junto a Haizea me siento
completamente feliz… Suar contemplando el atardecer junto a nosotras…
-Haizea, Aura. Todo esto que os he contado forma parte de un proyecto muchísimo mayor… si
para esa mañana estáis preparadas seréis bienvenidas para uniros a la tripulación.
-¡Ahí estaré sin ninguna duda! -Salta Haizea con una determinación que se ve en el brillo de sus
ojos.
Unos interrogantes ojos que se posan sobre los míos. Los miro y se me corta la respiración al
planteármelo, envidio su valentía. Al escuchar la propuesta y la rápida respuesta de mi amiga por
un instante he sufrido un extraño shock.
Una vívida sensación; de que el presente era un recuerdo. Una angustia de una pérdida que no ha
ocurrido, el miedo de un accidente que está por llegar. Un cansancio comparable al de toda una
vida. Un dolor ajeno, que lo siento propio dentro mía…
Pero al enfocar la vista de nuevo veo los ojos de Haizea, está aquí conmigo, nunca la he perdido.
Recupero la respiración; huele a mar, noto el vaivén de las olas. El fogonazo de una vida con
dolor desaparece. La idea de abandonarlo todo y embarcar en esta aventura ya no me da miedo, es
más me llama a gritos.
-¡Yo también!- Respondo segura de mi decisión, sin miedo a equivocarme, sin miedo a fallar.
Alegre y entusiasmada, motivada por una fuerza muy parecida a la del viento que impulsaba aquel
velero.
5. Ramificación (Múltiples Realidades)

-Abanico de posibilidades.

En esta nueva manera de interpretar el universo en cinco dimensiones las causas producían todos
los efectos posibles. Cuando Aura tiraba un dado, las seis caras de este quedaban boca arriba
simultáneamente. Y seis nuevas líneas de canto diferentes surgían a consecuencia de ese acto,
cada una de ellas con infinidad de posibilidades de ramificación. También podía llegar a un
mismo “presente” habiendo vivido diferentes líneas de canto, cuando los diferentes efectos eran
posibles como consecuencia de las causas.
Aura podía decidir vivir una larga vida como oficinista en su pueblo de origen, y simultáneamente
tomaba las decisiones que la conducían a vivir una vida nómada plagada de aventuras, o bien
decidía dedicarse a las drogas y moría joven.
Como su consciencia se hallaba en esta nueva dimensión, su percepción evolucionó y podía
experimentar las diferentes vivencias simultáneamente. Y era conocedora de las consecuencias de
todas sus decisiones, en toda y cada una de las realidades que ella misma había creado.
Desde una misma causa, que podía ser el nacimiento de Aura, en vez de una sola línea de canto,
van surgiendo un abanico de posibilidades a raíz de los diferentes efectos. Diferentes efectos por
las diferentes decisiones de Aura, que la conducían a infinitas posibilidades para infinitos finales.

>>Si en vez de usar el nacimiento de Aura, en el planeta Tierra como coordenada de


inicio, utilizamos el “Big Bang” como punto inicial del origen del universo, el abanico
de posibilidades se expande en muchísimas líneas de duración más “amplias” todavía,
hasta todos los posibles finales. En este caso ya no serían las diferentes decisiones de
una sola consciencia las que determinarían los diferentes rumbos o líneas de canto… No
me atrevo a afirmar que marcaría los puntos de bifurcación en esta quinta dimensión
colocando los márgenes en múltiples realidades tan extensas. Es un pensamiento
demasiado abstracto para atreverme a describirlo.
Es más fácil intentar imaginar un abanico con menos posibilidades, uno que podamos
comprender más fácilmente, como el de Aura… o el nuestro propio.
Tal vez siga siendo un concepto difícil de creer. No tenemos la percepción desarrollada,
al igual que Aura, en la quinta dimensión como para recordar diferentes pasados, sentir
múltiples presentes y reaccionar afrontando varios futuros a la vez.
Pero recordar que nuestra imaginación no está anclada a ninguna dimensión. Por lo
tanto, podemos usarla para asomarnos y visualizar una porción de este universo de cinco
dimensiones.
Cuando recordamos algo que ya hemos vivido y nos imaginamos reaccionando de
diferente manera a la que hicimos en aquel instante, entonces, hemos captado un
fogonazo del abanico de posibilidades.
Cuando nos encontramos con la mirada perdida en la “Nada” fantaseando con nuestros
deseos, entonces, hemos vuelto a captar otra oleada de nuestra quinta dimensión, en el
cual estamos visualizando un presente diferente. Y cuando miramos a eso que llamamos
futuro; podemos darnos cuenta de cómo el abanico de posibilidades se expande ante
nosotros. Ya que en nuestra percepción tridimensional; todo lo que imaginemos hacer,
planifiquemos y nos propongamos, todavía no lo habremos experimentado. Pero nuestra
imaginativa mente sí que puede adentrarse por esos lares, visualizar una realidad
tridimensional que sea de nuestro agrado y descifrar cuáles serán las decisiones
acertadas que conduzcan nuestra línea de canto; a esa realidad.
Esto, a mayor o menor escala, lo hemos experimentado todos. Una capacidad que se
puede entrenar y mejorar. Solo hay que desatar la imaginación de las invisibles correas,
con las cuales vamos envolviéndola, según maduramos y envejecemos.
Tan solo imaginando, al igual que Aura.

Llegados a este punto la consciencia de Aura era conocedora de todas las posibilidades de sus
vivencias como humana en el planeta Tierra. Todas esas líneas de canto dispuestas en abanico
ante ella. De manera que se le ocurrió repetir el patrón de su creación:
Imaginó y visualizó todas esas realidades y, al igual que con la segunda dimensión, las plegó
creando una especie de Esfera de posibilidades. Un amasijo donde diferentes líneas de canto se
enredaban en imposibles geometrías. Aura había creado la sexta dimensión.
Un Sueño, Un Deseo

Mis primeras vidas fueron todas muy parecidas. Como en la vida de un ser inconsciente, cuando
los días suelen parecerse mucho entre sí, también las semanas se hacen presa de una similitud
abrumadora. Y más tarde, cuando la rutina echa raíces, los años empiezan a transcurrir uno tras
otro, prácticamente idénticos entre sí. Con pequeñas variaciones de una misma historia, que no
son reconocibles como auténticas novedades. Una peculiar percepción temporal de la que somos
presa los seres humanos, un fenómeno que da forma a nuestra vida convirtiéndola en una corta
anécdota, en la cual, solo se reconocen unos pocos cambios que realmente marcaron diferencia
alguna.
Pues ojo, porque la rutina puede ser tan sutil que te atrapa en todas tus vidas, tal cual me pasó a
mí cuando era totalmente inconsciente. Tal vez no sepáis de lo que hablo, probablemente no me
creáis si os lo cuento:
Esta vida que estas experimentando ya la has vivido, o una prácticamente idéntica al menos. Y la
volverás a revivir una y otra vez igual, hasta que decidas empezar a despertar y empieces a
desarrollar una consciencia que te haga comprender una gran verdad: “No somos lectores, sino
escritores”
Mi nombre es Aura, y tardé muchas vidas en comprender esta abstracta verdad, que necesita una
explicación para ser comprendida. Una historia que no sé cómo contar. Ya que no es una historia
con un principio, un desarrollo y un final. Más bien es una historia en desarrollo, la cual tuvo un
principio y múltiples finales.
Yo ya he muerto millones de veces, al igual que tú, y aunque sea una experiencia que no se puede
recordar, es algo que sé que pasa. Cuando morimos; nuestra memoria se “vacía”, nuestra
imaginación se “llena” y volvemos al punto inicial, volvemos a nacer. No reencarnamos en otro
ser mejor o peor según nuestros actos. Volvemos a ser nosotros mismos una y otra vez. Es como
un “reset” o como un “game over” en el que vuelves al inicio de la partida. Y las oportunidades
son infinitas.
Da igual cuantas veces muera, que siempre vuelvo a nacer en el mismo punto; en el mismo lugar,
en el mismo momento, y de la misma madre.
Y mientras no sea consciente de este fenómeno no tendré el control sobre mi vida, y nunca podré
llegar a la plenitud ni avanzar para luego poder reencarnar en otro ser (si es que ese es mi
camino). Será como leer el mismo libro, el cual me contará mi vida y al llegar al final olvidaré lo
leído, ya que apenas prestaré atención a lo escrito. Luego cogeré otro libro y aunque sea otro
ejemplar, de la misma edición, me parecerá todo “nuevo,” porque volveré a leerlo sin prestar
atención.
Así fueron mis primeras vidas, idénticas la una a la otra ya que ni siquiera me interesaba lo que
leía sobre mí. Tal vez en una vida trabajaba en la oficina de correos y la siguiente de recepcionista
en un hotel, pero cuando a una vida entera me refiero, esas son las diferencias que realmente nada
nuevo aportan.
Ya que; de una vida a otra, es un conocimiento muy sutil el que se puede trascender. Y a este
aprendizaje no podremos acceder a través del recuerdo, porque la memoria se borra con cada
muerte. Es en la imaginación donde empecé a descubrir lo aprendido en otras vidas.
Esto es una sensación que todos experimentamos de niño, aunque no lo comprendamos. Y la
mayoría de los adultos no pueden sentirla ni explicárnosla, porque ellos almacenan ya muchos
nuevos recuerdos y olvidaron como escuchar a la imaginación. Nos maleducamos (y nos
domesticamos) entre nosotros mismos, y según envejecemos; cada vez más recordamos y menos
imaginamos.
Solo en los sueños; memoria e imaginación parecen llevarse bien y cooperar. Pero este mundo, y
esta sociedad, ya no creen en los sueños. Creemos estar despiertos y no reconocemos nuestro gran
sueño.

>>>><<<<

Tan solo tendría cinco años, cuando en aquella vida, “decidí” separarme del grupo. Por un
momento dudé y tuve miedo, pero la curiosidad ganó a la prudencia aquella vez. Olvidé las
instrucciones de la profesora, y las advertencias de mi madre respecto a andar sola. Me puse a
perseguir al gato blanco y me metí en el invernadero.
-Hooola.-Me sorprendió una voz. –Me da a mí que te has perdido, ¿o qué andas buscando
jovencita?-Aquellos ojos me miraban con simpatía. Yo no podía dar crédito a lo que veía, ¡era
cierto, sí que existían!- ¿Te ha comido la lengua el gato o qué? ¿Cómo te llamas?
-Aura.- Respondí tímidamente y desviando la mirada hacia el gato blanco que se puso entre los
pies del misterioso personaje.
-Aura, que bonito nombre. Yo me llamo Suar, encantado de conocerte Aura.-Dijo Suar en tono
alegre, y continuó un poco más serio:- Ahora que nos conocemos, ¿me puedes decir qué haces
aquí? A tu profesora no le hará gracia darse cuenta de que no estás con el grupo.
-Estoy buscando un genio, y sé que tú eres uno. – Dije apartando la mirada del gato, que me
miraba fijamente, y posando mis ojos sobre los de Suar.
-¿Cómo dices?
-Tengo una amiga imaginaria que se llama Haizea, y me dijo que los gatos blancos son ayudantes
de los genios. Cuando uno tiene magia suficiente envía uno de sus gatos en busca de alguien. Y tu
gato antes se me quedó mirando, por eso lo perseguí hasta aquí.
-¿Y dónde está ese gato ahora?
-Está ahí…- Dije señalando a sus pies y quedándome callada al no verlo.- Estaba ahí.
Suar miro hacia abajo y luego hacia los lados buscando al gato. Por un momento una extraña
tristeza ensombreció su rostro pero al mirarme, de nuevo, enseguida se recompuso.
-¿Y cuál es tu deseo Aura?
-¡Ahahah, los genios suelen conceder tres deseos! No es justo.- Me indigné.
-Me has pillado escaso de magia, ese gato debe de haberse escapado. Pero ya que Haizea te habló
de los genios, tal vez, pueda concederte Un deseo, ¡no me seas avariciosa! ¿Cuál es tu deseo?-
Repitió Suar.
-Pues no lo sé.
-¡Pero bueno! ¿Tu pidiéndome tres deseos y ni tan siquiera te sabes uno?- No pude aguantarme la
risa ante la cómica cara del sobresaltado genio. El también rio contagiado por los puros sonidos,
de la risa, de una inocente niña. Suar me cayó simpático.- Bueno pues, cuéntame que sueñas,
Aura.
-Muchas veces sueño que vuelo. –Contesto entusiasmada.- ¡Y me encanta! ¡Subo y bajo libre
como el viento!
-De manera que ese es tu deseo. –Dice Suar. –Te lo concedo: Volarás Libre Aura.
-¿De verdad?
-Por supuesto que sí. Pero que no me entere que hoy a la tarde saltaste de un árbol, ¡por Dios!
Primero tendrás que encontrar tus alas y luego aprender a usarlas, entonces podrás volar.
-¿Y cuándo será eso?
-Pues cuando seas mayor, pero solo si no olvidas el día de hoy, ni al gato blanco, ni por supuesto
a Haizea. Ven. Ahora te llevaré con tu maestra, no valla a llevarse un susto.
Se llevó un grandísimo susto; y yo, una grandísima bronca por decidir seguir al gato y no al
grupo. Pero gracias a aquella “loca” decisión, esa fue mi “primera” gran vida:
De mayor volé. Volé con toda clase de artilugios y aparatos: tirolínas, puenting, parapente, globo
aerostático, paracaídas, ala deltas, trajes fénix…
Más tarde estudié y trabajé duro para convertirme en piloto profesional. Aprendí a pilotar todo lo
que pude. Helicópteros, planeadores, avionetas, aviones comerciales, incluso probé un caza
militar. Hice de mi pasión mi oficio y más tarde, siendo ya más vieja, me dedique a enseñar a
volar y a pilotar.
Todo ello gracias a que decidí seguir a un gato imaginario, que me condujo a un “maestro”. Un
genio que me enseñó a ser niña toda la vida, para no dejar de creer en una ilusión, que se
transformó en propósito. Un propósito que me dio un gran poder, la comprensión de que si tengo
el valor de decidir, ya no leo el libro de mi vida, ahora escribo el libro de mi vida. Y al igual que
infinitas veces podíamos leer el mismo libro, podemos escribir infinitos libros. Pero para que las
historias no se repitan, idénticas una y otra vez, es importante escuchar a la imaginación, bien
queramos variar nuestros días, nuestras semanas, años o nuestras vidas.

>>>><<<<

Pero como os decía antes, esto no es una historia normal con un bonito final. En esta historia hay
muchísimos finales, y no todos son bonitos.
Adquirir la comprensión de que podemos decidir es, tan solo, uno de los muchos “aprendizajes”
que se obtiene en las diferentes vidas. Hay que aprender a usar las alas. Y poder decidir no
significa saber decidir.
Aquella fue la siguiente “fase.” Las vidas autodestructivas. Vidas en la que tenía valor suficiente
como para tomar decisiones que no eran “correctas,” decisiones “políticamente incorrectas”, que
la gente desaprueba. Pero decisiones con consecuencias muy intensas:
He muerto muchísimas veces de sobredosis, en peleas a muerte por estupideces, me he prostituido
por dinero y por drogas. He buscado placer en el dolor; propio y ajeno. He robado, he matado,
humillado a seres queridos. Me he suicidado lentamente durante años. He muerto jugando a la
ruleta rusa y a carreras de coche.
Esas son las vidas que al quitarle el aburrimiento, buscando el placer, transcurren y acaban en
puro sufrimiento, propio y ajeno. Me hicieron falta muchísimas vidas para comprender eso. Vidas
en las cuales no mentiré; me divertí muchísimo y experimenté placeres perversos y prohibidos.
La “siguiente fase de vidas” estaba más encaminadas a explorar. En las cuales no quedo rincón
del mundo el cual no visité, buscando algo que los placeres del cuerpo y las comodidades del
confort no aportan. Vidas solitarias rodeada siempre de multitudes… Líneas de canto donde mis
decisiones tenían el propósito de conocer todos los lugares del mundo, y a toda la gente que en él
habita.
Vidas en las que aprendí muchísimo, de cada rincón y de cada persona, aunque toda esa gente al
poco se transformaba en recuerdos y los lugares en simples escenarios de aquellas escenas.
Recuerdos que se evaporaban con la siguiente muerte. Una dinámica de vida, en la cual, poco se
construye para la prosperidad, y en la que te ves obligado a avanzar en soledad, la mayoría de las
veces, ya que nadie quiere unir su vida a un ser que se guía tan solo por impulsos egoístas que
escucha de su imaginación.
Pero el aprendizaje que trasciende de estas experiencias no está en la gente ni en los lugares, sino
en la capacidad de escuchar a la imaginación y ser capaz de creer en los sueños, por muy absurdos
que estos parezcan, y tener el valor de tomar las decisiones que nos conduzcan a nuestros deseos,
o sueños, aun cuando sepamos que estas nos pueden conducir al fracaso. Fracasar con dignidad
cuando ocurra y maravillarse del sabor de los sueños cumplidos cuando estos lleguen. Dar a alas a
tu corazón para ser libre en el pensamiento.
En muchísimas de estas vidas obtuve más fracasos que sueños, pero nunca dejé de creer en lo que
mi imaginación y la intuición me decían. Ya que de esta manera los sueños se hacían realidad, o
bien era derrotada, pero siempre era libre de decidir.
Vida tras vida decidiendo en libertad me hice más sabia. Cada vez eran más las vidas en las cuales
los sueños se hacían realidad, ya que escuchar a una imaginación entrenada acaba siendo tan
natural como respirar. Y a la imaginación no le gusta repetirse, de manera que mi “abanico” de
“líneas de canto” se hace más amplia, con cada decisión.
He vivido vidas donde partiendo de una absurda idea he construido imperios económicos. A
continuación he malgastado toda esa riqueza en placeres. Otras veces he construido imperios
mayores con esas ganancias. También la he regalado, la he perdido en apuestas y la he triplicado.
Me he olvidado de ellas y he vuelto a viajar. Me he entregado a los demás y he vivido vidas en las
cuales lo he dado todo a personas que no conozco. He tenido familias con veinte hijos y he vivido
romances hasta la vejez. He sido campeona en todos los deportes y he sido famosa por mi belleza.
He sido música y he tocado todos los instrumentos. Experimenté toda clase de cinestesias. He
vivido con animales y como ellos, todo lo que he podido imaginar lo he vivido, todo lo que pude
desear, y todo lo que pude soñar…
He sido dichosa y feliz. He amado y me han amado con locura. He reído y llorado de alegría
simultáneamente, he estado iluminada y embriagada por la más dulce locura de sentirse sana, libre
y amada. He predicado la belleza en el pensamiento, la alegría como sentimiento y el poder de
vivir en el momento.
Y también he experimentado el fracaso, el dolor, la mutilación, la invalidez, la pérdida, la
incomprensión, la frustración, el enfado, la ira y el odio. Vidas que me sorprendieron con
desgracias que no imaginé, ni pude evitar. Vidas que apestaban a lamento y conducían a las más
denigrantes locuras.
Triunfase o fracasara, dichosa o deprimida, alegre o triste, amada u odiada fuese como fuese mi
vida; cuanto más escucho a mi imaginación mejor me siento conmigo misma. Por muy dura o
desagradable que sean las consecuencias de una decisión, siempre son más soportables que el
lamento de no haber tomado ninguna. El reconocerte como creadora de tu realidad es una
satisfacción que justifica cualquier fracaso. La mejor decisión siempre será la buena, luego está la
mala, la mejorable, la aceptable, o cualquier otra, pero la peor de todas; es no tomar ninguna y
dejarse llevar por el derrotismo o la apatía.
Reconocí mi fortaleza. Acepté mis defectos y descubrí mis limitaciones, aquello me hizo más
sabia, aquello me hizo mejorar, superarme. Me perdoné mis errores y dejé de juzgarme a mí
misma. Ya no me comparo y me acepto tal cual soy.
Abandoné lo material, me olvidé de la gente y me centré en mi misma. Me tapé los oídos y
escuché lo que yo me decía, me tapé la nariz y olí la libertad. Escondí la lengua y saboreé la
gloria. Me toqué y me sentí viva. Cerré los ojos y, por primera vez, me vi a mi misma.
Idéntica a un ser atrapado en la Nada. Una identidad que no está y no es, pero un ser que sabe;
que puede ser. Y puede ser, y soy, todo lo que deseo todo lo que sueño.
6. Un Pliegue (Una Totalidad)

-Una Esfera

En esta nueva dimensión la relación causa efecto desaparece y se fusionan en un mismo “acto”.
Todas las posibilidades físicas coexisten y un efecto deja de depender de una causa, o de ningún
encadenamiento de circunstancias, para existir.
En esta dimensión Aura solo tenía que invocar cualquier vivencia para hacerla realidad al
instante. Podía experimentar su nacimiento y a continuación la primera vez que montó en bici a
los cinco años, para pasar después al día de sus primeros pasos, el día que saltó en parapente…
vivencias de diferentes líneas de canto entrelazadas entre sí, mostrándole todo su potencial a la
conciencia de Aura.

“Soy la suma de todas mis posibilidades”

Podía ser: madre, piloto, yonki, atleta, abuela, hija, nieta, esposa, asesina y policía; todo a la vez.
Esta realidad no tenía márgenes ni límites, ya que todas sus posibles muertes se encontraban
entrelazadas con todas las demás vivencias.
>>Igualmente podríamos ampliar los márgenes de esta dimensión enfocándola a la
existencia del universo entero. Pero si la quinta es difícil de visualizar, la sexta, me
parece abrumadora.
Imaginemos algo más asequible y enfoquemos esta dimensión en nuestra vida, como la
Esfera de Aura.
Visualicemos esa Esfera e imaginémonos que estamos en el centro. Con un solo
movimiento podríamos estirar el brazo, agarrar una experiencia: ya vivida, o que podía
haber sido, una vivencia que en un futuro ocurrirá, un presente diferente al que nos
encontramos… cualquier vivencia en la palma de la mano, hecha realidad en un
instante…
Para ello solo es necesario la Imaginación.

Aura era creadora y conocedora de su totalidad, la suma de todos los posibles pasados, todos los
posibles presentes, y todos los posibles futuros. Podría haberse conformado con tantas realidades
a su alcance, ya que llegado hasta este punto, en la que era dueña de su totalidad; nada más podía
crear para sí misma.
Toda realidad plausible: bien la probable, bien la improbable, ya formaban parte de su ser. Por lo
tanto ascender a otra dimensión superior parecía difícil de imaginar.
Pero no imposible.
La imaginación de Aura había creado realidades múltiples a partir de la Nada previamente, por lo
tanto puso esa divina capacidad conocida como imaginación a trabajar una vez más.

“Conozco todos los lugares del mundo, he viajado por todos ellos muchísimas veces
experimentando todas las sensaciones que mis actos producían. He sido poseedora de
todo cuanto he querido poseer. Y he hecho todas las cosas que podía haber hecho.
Disfruté y seguiré disfrutando de mi totalidad reviviendo las experiencias que me colman
de gozo, placer, dicha, incluso, las que me aportan dolor, miedo y frustración. Pero sé,
que más allá de las experiencias de mi totalidad, “tiene que hay” algo más. Algo que no
puedo comprender.
En mis experiencias también he conocido a una infinidad de personas. Seres con los que
me he relacionado para cumplir mis propósitos. Familiares, amigos, compañeros y
desconocidos que aparecían en mis existencias para señalarme distintos rumbos, que me
condujeron por diferentes líneas de canto.
Y son estas interacciones las que no termino de comprender, hay algo en estos seres que
llama mi atención, pero no puedo percibir el qué. No lo comprendo, ya que yo soy
creadora del todo, ¿cómo puede existir algo fuera del alcance de Mi consciencia, de mi
saber…?
Ojalá lo pudiera sentir”
Y fue en ese instante, cuando dejó de intentar comprender y deseó poder sentir, el momento en
que una nueva idea iluminó su imaginación.
Convirtió esa esfera de la totalidad que formaba su consciencia y la transformó en un punto.
Después imagino otro punto, otro marcador de coordenadas que en este caso señalaba otra
consciencia que no era la suya. Era la Esfera que formaba la totalidad de otro ser: Haizea.
Trazo una “línea”, con la cual unió aquellos dos puntos. Sus vivencias entrelazadas con todas las
posibles vivencias de aquella otra consciencia. Su manera de interpretar la realidad, compartiendo
otra manera de comprender las realidades… Todo ello tenía cabida en la percepción de Aura,
porque había descubierto la séptima dimensión.

Abrázame

Soy Aura y estoy viva, soy consciente de ello. No comprendo mi existencia, pero me siento bien.
Me encuentro ilimitada, libre, extasiada, alegre, empapada de mi propio ser. Soy parte del
universo en el que vivo y me encuentro en plena paz.
No siempre fui así. Pero ahora puedo estar dónde sea, tan solo, pensando en ello.
¿Por qué soy así? ¿Por qué estoy? ¿Por qué me siento de esta manera?
Porque afronté el miedo, me deshice del confort y aprendí a vivir. Dejé de hacerme preguntas y
busqué respuestas. Dejé de centrarme en los problemas y vi soluciones. Me tropecé para
levantarme más fuerte. Dejé de preguntarme “¿por qué?” a todo y me pregunté “¿y ahora qué?” a
todo. Imaginé, percibí y recordé una y otra vez hasta que comprendí:
No soy un humano con alma, soy un alma con experiencia humana.
Mi existencia es más amplia que un organismo complejo, el cual solo quiere reproducirse para
garantizar la subsistencia de su código genético. Ese es un propósito que he satisfecho en varias
ocasiones y he ignorado muchas otras.
He imaginado, recordado y percibido todo lo que mi ser puede ser. De esta manera me he
transformado en la creadora de mis experiencias. En todas las experiencias de todas mis vidas.
Tal vez suene difícil de comprender, o creer.
Esta sensación llamada vida es un cúmulo de pensamientos, y emociones, demasiado compleja
para poder ser percibida y/o comprendida al instante. Por eso al encontrarnos en un cuerpo
humano vamos experimentándola por partes, que nuestra mente comprende como una línea
temporal. Creemos que algunas cosas ocurrieron, otras son y algunas serán. El tiempo es una
ilusión a todas las escalas.
Ninguna de las vidas que experimento transcurrió antes o después que las otras. Todas las cosas
que una puede imaginar directamente son realidad, la única realidad entre infinitas para elegir.
Cuando un alma comprende esto, por muy abstracto que suene, los límites de la realidad cambian.
Has de saber que si lo consigues lo harás dentro de un cuerpo humano que seguirá teniendo las
mismas limitaciones físicas que siempre tuvo. Pero si el espíritu interior despierta y libera su
imaginación, prestando mucha atención a las señales que siempre se encontraron, en eso que
llamamos presente, descubrirás las decisiones correctas que harán tu “imaginaria proyección” una
realidad presente y palpable.
Prestando mucha atención:

>>>><<<<

-¿Y esto lo has creado tu sola?


Me preguntó Suar asombrado, pero sin mostrar el entusiasmo que yo sentía en cada poro de mi
piel, después de haberle presentado mí invento.
-Bueno, me ha ayudado mucha gente con algunos detalles y me serví de mucha información que
encontré en internet. Pero nadie sabía realmente cual era mi proyecto. –Respondí -Eres la primera
persona a la que se lo muestro.
-Si me lo cuentas, deduzco que ya lo has probado.
-Llevo dos semanas conectándome, y funciona mejor de lo que esperaba la verdad.
-¿Y no notaste ningún tipo de efecto secundario?- Preguntó mi antiguo profesor.
-No. Es muy difícil de explicar qué se siente mientras estás “dentro,” pero al despertar todo
vuelve a la normalidad y lo recuerdas como un sueño muy vívido. ¡Tienes que probarlo!
-No sé Aura, te conozco y sé que habrás medido todos los parámetros mil veces, la prueba está en
el mero hecho de que esto funcione tal cual dices. Pero experimentar contigo misma, sin ninguna
supervisión de nadie puede ser peligroso.- Me recriminó Suar poniéndose muy serio. -Más si
hablamos de esta clase de estimulación cerebral, de la cual no existen precedentes. Esto puede ser
muy peligroso si falla. -Dijo sujetando el objeto, con forma de “corona,” con ambas manos.
-Sí que he llevado un control, de un neurólogo. Solo que no le especifiqué porque me hago
chequeos diarios. -Respondí orgullosa- Y no aparece la más mínima huella de algún efecto
adverso. Al contrario; me encuentro más descansada, las pruebas de memoria a corto plazo salen
con mejores resultados, al igual que las de velocidad de reacción y capacidades motoras. El
médico cree que estoy probando algún fármaco, o droga, potenciadora.
Me quedé mirándole durante un rato. Buscando descifrar que ocurría en la mente de Suar, que me
devolvía la mirada sin mostrar ninguna emoción.

Lo conocí hace casi diez años, cuando empecé mi primera carrera universitaria en biología. Era
mi profesor en varias asignaturas. Algo vio en mí, ya que en poco tiempo pasó a ser mi tutor y el
padre que nunca tuve. Sin pedirme nunca nada a cambio. Me animó y facilitó a estudiar toda clase
de cosas. Siempre he tenido una mente muy curiosa y aunque no tenga memoria fotográfica;
cuando me cuentan, o leo, algo que me interesa le presto toda mi atención. La información queda
grabada en mi cabeza, y rara vez necesito que me repitan algo para recordarlo. Suar me dijo que
era especial, y que no desaprovechase ese don.
Me dediqué a estudiar, devorar libros y acudir a todo tipo de clases en la universidad, de la cual;
Suar era regidor, director, propietario y profesor. Aprendí de todo, sin llegar a ser maestra en
nada, nunca terminé ninguna carrera. Peculiaridad que a Suar desesperó en un principio, pero que
aceptó como faceta de mi indomable naturaleza. De la misma forma que cuando algo prende mi
curiosidad, toda mi atención se centra en ello, activando esa asombrosa capacidad de procesar
información, mi curiosidad y atención pueden verse apagadas cuando deja de interesarme lo que
estoy estudiando. Puede ser por aburrimiento, por repetición de conceptos e ideas muy similares
entre sí, o porque nueva información de diferente naturaleza acapara mi interés.
De manera que con los años aprendí un montón de: física, medicina, psicología, matemáticas,
informática, astronomía, incluso historia y antropología. Al mismo tiempo que trabajaba como
conserje en la universidad, como encargada de mantenimiento. Actividad que comencé a realizar
para mostrar mi agradecimiento a Suar, y porque en la actividad de reparar pequeños desperfectos
encontré una fluida, y gratificante, manera de usar muchos de los conocimientos que adquiría.
Haciendo esas pequeñas chapuzas toda mi atención se centraba en utilizar mis recursos, en vez de
almacenar más y más información.
Me costó mucho hacer entender y demostrar, a mi mentor, que de esa manera no estaba
desperdiciando mi “Don.”
-De este modo puedo descansar mi cabeza, hacer algo por ti y seguir en la universidad acudiendo
a las clases y aprendiendo. No quiero, ni necesito, títulos que demuestren y digan qué cosas sé.
Para seguir aprendiendo solo necesito aprender y estar aquí… y sentir que también soy útil, no
solo una enciclopedia con patas. –Le dije a Suar un día que protestó por mi manera de invertir el
tiempo.
-De acuerdo Aura. Si es lo que de verdad deseas, serás la encargada de mantenimiento. –
Respondió tras una breve pausa, en la que me miró con esa mirada suya que nunca sabía descifrar.
–También te encargaras de la jardinería, y lo cobraras como trabajo. Te asignaré un taller y las
herramientas que necesites para tu trabajo… y tus investigaciones. Si no deseas sacarte títulos y
estas cansada de solo aprender, tal vez, sea hora de ver qué clase de frutos eres capaz de producir.
-Gracias. –Dije quedándome sin más palabras.
No sé cómo, pero Suar parecía capaz de saber qué necesitaba, qué quería, incluso qué sentía con
solo mirarme. Y siempre me correspondía con las palabras o actos adecuados.
Yo, en cambio, apenas sabía ser agradecida y mostrarle cariño. No solo a él, sino a cualquier otro
ser humano por igual. Siempre fui una niña tímida, hasta el punto en el que siendo ya una mujer,
seguía comportándome como aquella niña con la mayoría de la gente.
Nunca me diagnosticaron ninguna anomalía que afectase a mis capacidades sociales, pero había
leído suficiente, como para saber que podía ser una persona con una clase de autismo leve o
peculiar. Siempre fui una “rarita.” Un solitario ser que compartía pocos intereses en común con la
gente de mi alrededor. Cuando de niña todas jugaban con muñecas, yo, construía naves y robots
con “legos.” Cuando jugaban a la pelota, yo, prefería treparme a los árboles o perderme por el
bosque. Más adelante, en la adolescencia, mientras el resto descubrían los efectos del alcohol y
los placeres del sexo, yo, me entretenía practicando malabares y aprendiendo magia.
No se me podría llegar a reconocer como una persona antisocial, creo yo…, porque siempre hice
un esfuerzo por compartir ratos con mis amigos, a pesar de mis excentricidades. Y aun con mi
timidez, nunca tuve dificultades para conocer gente y hacer nuevos amigos, ya que, tenía una
extravagante personalidad que creaba simpatía en los demás.
Pero rara vez he tenido la sensación de conexión que a menudo surge entre las personas. Mis
interacciones, con otra gente, siempre fueron conversaciones cordiales producidas por la
curiosidad, que nunca conducían a algo más profundo o íntimo. No tengo la sensación de
empatizar con el resto, como los demás parecen hacer. No me emociono junto al grupo, nunca
lloro en compañía, ni estallo en carcajadas cuando el resto lo hacen al unísono. Puedo comprender
esas reacciones, incluso sé provocarlas, pero no las siento dentro de mí. Todo esto hace
contemplarme como una sociópata, sin maldad alguna.
No me agrada que me toquen, y cuando una mirada se alarga mucho; me siento invadida en lo
más íntimo. De manera que mis ojos, color violeta, nunca miran al interior de nadie.
Ni tan siquiera a Suar, que se había convertido en mi maestro, mentor, padre, amigo… nunca
pude ver dentro de sus ojos, mientras que él podía leerme como a un libro abierto.

-Está bien si tan segura estás de ello lo probaré. –Dijo este, sacándome de mis cavilaciones,
después de una larga pausa, en la cual no apartó su penetrante mirada de mis ojos. Una de las
pocas miradas que no me hacían sentir incomoda. –Pero será mejor dejarlo para mañana. Ahora
estoy cansado, y me gustaría meditar un poco sobre este invento tuyo… es algo realmente
complejo y aunque sin probarlo no debería juzgarlo, creo que has de ser consciente de que mal
usado, puede ser peligroso.
-Para nada mese Suar –respondí insolente– no puede hacer daño alguno al cerebro, solo estimula a
las zonas que se activan en sueños… todo daño o placer es imaginario, por decirlo de alguna
manera, cuando se percibe a través de la corona. Y, si estás realmente cansado, sería el mejor
momento para probarlo, funciona más nítidamente si te duermes de manera natural, sin
estimulación artificial.
-No. –Contestó tajante – Prefiero estar más lúcido y alerta a la hora de probarlo. Y quiero elegir
bien el “escenario” adecuado para ello. Te veré mañana a esta misma hora.
Y se marchó sin despedirse, dejando la corona en mi escritorio. Con un gesto que me atrevería a
decir era de respeto rozando el miedo. Me quedé mirando el pequeño artefacto que llevaba dos
años acaparando la mayor parte de mi tiempo; una ventana que me había transportado a una nueva
dimensión.
Era un prototipo, todavía podría reducirse más y embellecerlo un poco, pero funcionaba a la
perfección. Por describirlo de alguna manera; era un fabricador de sueños. Un estimulador
cerebral que “aprendía” tus pensamientos y después los devolvía en forma de sueños. Solo era
necesario colocarse la corona en modo “construcción” y empezar a imaginar un escenario, un
“personaje,” una línea de acción, (o varias cuando se dominaba lo suficiente el pensamiento)
adornar la vivencia con unos pocos detalles aleatorios y, por seguridad, hasta familiarizarse con la
experiencia que vendría a continuación, había que crear un “gazapo” consciente. Una
imposibilidad, la cual diese una pista al cerebro de que no se encuentra despierto en la realidad,
como el corazón alado ingrávido que yo proyectaba, un objeto que no atendía a las leyes físicas,
por lo tanto no podía ser real.
Resumiendo; había que repetirse en voz alta, o en pensamientos muy concentrados, una historia o
vivencia que desearas experimentar, hasta que la corona se los aprendiera. Proceso que en mi caso
había conseguido reducir a escaso minuto, aunque al principio necesitara más de quince.
A continuación la corona se colocaba en modo “creación” automáticamente. En ese momento
bien podías esperar a dormirte, o de lo contrario se podía pulsar el botón de “viaje,” con el cual la
corona te dormía en pocos segundos.
Y en ese instante comenzaba la magia de mi invento. De repente, te encontrabas en el lugar
imaginado como si realmente estuvieses ahí. Con todos los sentidos completamente activos. Sin
ninguna sensación de irrealidad, que dé la impresión de estar en un lugar artificial. Sin el
recuerdo, ni conocimiento, de que tú misma te has proyectado a ese “lugar,” y sin saber qué
ocurrirá en la historia que poco antes imaginaste, pero con los conocimientos y habilidades que
deseaste tener para tu “personaje,” el cual es una versión adaptada de ti misma.
De esta manera, con tan solo imaginarlo, te embarcas en las más descabelladas aventuras, visitas
los más insólitos lugares y te relacionas con personajes de lo más pintorescos, en vivencias únicas
que nada tienen que envidiar a la realidad.
No es necesario imaginarse previamente todo el sueño, tan solo es necesario una especie de
resumen consciente y la corona estimulará tu cerebro, de tal manera que los “huecos” serán
rellenado de un modo perfecto, para engañar a tu mente y no poder reconocer la situación como
un sueño, o irrealidad. Tan solo el mencionado gazapo puede otorgar una leve sensación, del
recuerdo, de que estás dentro de un sueño auto inducido.
A nivel físico no hay ninguna diferencia a la de estar dormido, independientemente a si te
duermes de manera provocada por la corona o naturalmente. Cualquier sonido fuerte, o estímulo
doloroso del mundo real te despierta sacándote del sueño, sin más consecuencia que una fuerte
sensación de nostalgia, idéntica a la que se tiene al ser despertado de un dulce sueño natural.

Al siguiente día Suar probó la corona con mi ayuda guiada, y en cuanto despertó, no pude evitar
mirarlo con una orgullosa sonrisa, al ver su cara de auténtico asombro.
-¿Y bien, que te parece? –Pregunte impaciente ante su mutismo.
-Vaya, es realmente asombroso la verdad. –Respondió sin disimular su sorpresa. –Nunca pensé
que algo así era posible…
-¿Dónde has estado?
-En el caserío donde crecí, y he vuelto a ser un niño. Mi padre estaba esquilando las ovejas, y yo
le ayudaba… era todo tan real… los sonidos, los olores… incluso los pensamientos.
-Es porque los escenarios basados en recuerdos son más envolventes todavía.
-Si no fuese por el “gazapo” de la oveja roja, no sé si habría sido capaz de notar diferencia alguna,
había olvidado toda mi vida estando ahí dentro… o donde fuese que estaba…
-Ahí está la gracia de la experiencia, puedes llegar a ser cualquier persona si lo imaginas. Yo he
eliminado el gazapo en algunos de mis viajes, y te juro que en esos de verdad es una realidad que
atrapa.
-¿Cómo se te ocurrió ponerte a crear algo así? Es increíble que de verdad hayas conseguido que
funcione tu sola.
-Se me ocurrió probando un videojuego de rol con la máscara de realidad virtual que sacaron hace
unos años. Pero funciona de una manera muy diferente, puedo mostrarte todo el dossier si quieres.
-Ya me lo enseñarás…-dijo sin perder su tono de asombro.- aunque no creo que yo pueda
comprender como funciona algo así. Esto deberás trabajarlo con expertos en tecnología,
psicología y medicina… y a todos ellos los dejarás perplejos igualmente. Es algo muy diferente a
nada visto antes…. Porque… ¿ya pensaste qué clase de utilidad se le puede dar a algo así?
-Pues la verdad es que no… -Respondí un tanto descolocada al percatarme de que realmente no
había meditado con el propósito, de mi trabajo, de los últimos dos años. Había sido una idea que
se convirtió en obsesión, hasta haberlo conseguido. –Como tú has dicho, seguro que le encuentran
usos terapéuticos en psicología y medicina. También es algo que tendría un enorme éxito como
ocio. Al principio cuesta, como hoy, crear un escenario basado en recuerdos, pero según se le pilla
el tranquillo los “sueños” que imaginas pueden llegar a ser ¡una pasada alucinante!
No podía contener mi entusiasmo ya que, al haber funcionado con Suar, habían desaparecido mis
últimas dudas ante la eficacia del invento. Puesto que albergaba un leve temor de que todo lo
experimentado últimamente fuese una “ilusión” de mi mente producido por la corona. Un miedo
que no compartí con Suar. Pero fue un pensamiento que mi tutor pareció oler, y lo materializó con
sus siguientes palabras.
-Aura, ¿y cómo tienes la certeza de estar completamente despierta en este instante? – Pregunto
mirándome fijamente a los ojos.
-¿Qué quieres decir? –Respondí asustada.
-Tu misma as dicho que decidiste eliminar el gazapo de tus viajes. Si es cierto, ¿cómo diferencias
tus propios sueños de la realidad? No pretendo asustarte con mis palabras, -recalcó mi tutor
cambiando de postura repentinamente –pero si tus viajes se parecen, o superan en intensidad al
mío, se me ocurre que sin el gazapo cualquiera podría “perderse” en su propio sueño.
-Esa pregunta la puedes responder mejor tú que yo, ya que tú si sabes que no estás en mi sueño. –
Respondí a la defensiva.
-Eres lo suficientemente inteligente como para cuestionarte a ti misma esta pregunta. La podrías
estar proyectando en mí dentro de un sueño provocado por la corona, de manera que mi respuesta
solo sería lo que tu mente quiere oír. Tu mente podría estar refugiándose en esta situación para
convencerte, a ti misma, de que no estás soñando.
-Pero en cambio… -dije después de un corto silencio- acabas de darme una respuesta que solo tú
podrías darme, yo jamás podría imaginarte subrayando uno de mis miedos y explicándomelo al
instante, del modo que acabas de hacerlo.
Después de una larga y tensa discusión, donde le confesé que sí me preocupaba un poco la
similitud de las vivencias en los sueños de la corona con la realidad y los efectos, y la confusión,
que estos podrían producir en la mente. Acordamos que no volvería a conectarme sin el gazapo.
También me hizo prometerle que dejaría de usarlo todas las noches.
Más tarde me propuso, que si ese era mi deseo, en unos días reuniría a un equipo de “expertos”
para que les mostrara mi invención, y poder desarrollar la idea de manera segura. Para
encontrarle usos prácticos y carentes de riesgo. Yo acepté su propuesta, aunque con cierto
resquemor ante la idea de compartir y dejar que extraños metieran mano a mi invento.

Con el propósito de mantener mi promesa a Suar, pasé las siguientes dos noches sin dormir un
solo minuto. Por mucho que lo intenté y muy cansada que me sentía, fui incapaz de conciliar el
sueño. Mi mente no se apagaba. Todo el rato creaba nuevos escenarios, personajes y vivencias
para viajar con la corona. Luego recordaba que no la llevaba puesta y me invadía una ansiedad
que me desvelaba.
A la tercera noche me rendí, y volví a conectarme, utilizando el gazapo del corazón alado como
“protección.”
Saltaba de los Himalaya en parapente, capitaneaba buques por tempestades en alta mar, huía de la
nada, pisaba la Luna, reparaba relojes, vivía en la jungla, recorría un camino de tierra hasta una
cueva habitada por una bruja, conducía coches de rally, jugaba al ajedrez siendo peón y caballo,
cabalgaba por llanuras atracando trenes, surfeaba con mi kayak, volaba libre…” Hacia todo eso
sin moverme de la cama.
Volví a confiarme, y eliminé el gazapo de mis viajes para soñarlos en mayor plenitud. No le
confesé a Suar mi “dependencia” a la corona para dormir, por miedo a defraudarlo y por pura
vergüenza. Pero era completamente consciente de que, mi invento, me había creado un hábito al
que era adicta como a una droga. Una droga que me transportaba a vidas mejores, donde era
dueña de toda la realidad, mundos donde dejaba de sentirme como un bicho raro y mi perpetua
soledad dejaba de importarme. Luego despertaba, sintiendo que el mundo “real” era poco
estimulante y una prisión de la soledad, pero sin ninguna secuela a nivel físico, totalmente
desconectada, y con la sensación de tener mis capacidades mentales al máximo. De manera que
tomé la consciente decisión de seguir conectándome, sin importarme la adicción que ello me
producía.

Cuando, una semana más tarde, Suar reunió a un extenso grupo de expertos, en diferentes
materias, para que les presentara mi proyecto, lo expuse en toda su amplitud. Desde el videojuego
que inspiró mi idea, pasando por el estudio del sueño con el que comencé, y narrando toda mi
investigación posterior; en química cerebral y tecnología de inducción sináptica a través de
vibraciones sonoras de baja intensidad. Con todos los detalles técnicos, los aspectos psicológicos,
la compleja tecnología, la asombrosa capacidad creativa que se llegaba a dominar y la completa
percepción, a nivel real, en la cual te sumergías al viajar con la Corona; quedaron impresionados.
Para terminar les hablé sobre mi adicción a conectarme todas las noches, ya que sin la corona no
podía dormir, ni por lo tanto soñar. No tenía sentido seguir ocultándolo, porque era un importante
efecto a tener en cuenta, más ahora que había decidido seguir desarrollando mi idea junto a más
personas. Tenían que saberlo, ya que tarde o temprano lo descubrirían de igual modo. No me
importaba que pensaran, o que decidieran no desarrollar el invento a causa de la adicción que
creaba… Cada vez me importaba menos todo lo que ocurría en la realidad. Cada vez prestaba
menos atención a mi entorno, y más a mis vivencias viajando conectada a la corona. Cuando estoy
despierta todo ocurre despacio y poco cambia, cuando sueño todo es más relevante, más vívido,
más divertido, más intenso… incluso más real, me atrevería a decir.
Esta última parte no la acepto en mi pensamiento, ya que no me atrevo a admitir lo que eso puede
suponer.
-Bueno, de manera que ya sabéis; qué es esta corona, cómo se utiliza y cómo funciona. –Dije
después de terminar mi exposición dirigiéndome a los más de treinta expertos en diferentes
campos que escuchaban absortos mis palabras. –Pero para realmente presentaros mi invento, y
poder encontrarle utilidad, de poco sirven las palabras, esto es algo que hay que sentir para
comprenderlo. No puedo conectaros a todos a la vez, y las primeras veces cuesta trabajo y más
tiempo. Pero me gustaría mostraros, a todos, cómo es el proceso y la cara de asombro al despertar,
por vez primera, del viaje. ¿Algún voluntario?
Hubo un coro de risas nerviosas y leves movimientos de nerviosismo, ya que mi exposición había
terminado con la mención de mi adicción a conectarme.
-Tranquilos, que no hay peligro a engancharse por probarlo una sola vez.
Mientras decía esas palabras me fijé en una mujer que había estado de pie al fondo del todo,
pareció aceptar la invitación en cuanto mis ojos se posaron en ella. Empezó a caminar hacia mí,
sin apartar su mirada de la mía.
-Yo lo probaré. –Dijo con una voz que me sonó musical.
-Muy bien, siéntate en esta butaca y ponte cómoda, ¿cómo te llamas? –Pregunté, cuando se
acercó.
-Haizea. –Respondió sonriéndome.
-Muy bien Haizea, gracias por atreverte, te prometo que no hay ningún peligro y que será una
experiencia maravillosa. Ahora, mientras preparo la corona, quiero que vayas pensando en un
escenario que esté basado en un recuerdo, así es más fácil para las primeras veces. Luego prepara
una línea de acontecimientos, tal cual os he explicado. Tendrás que visualizar algunos detalles y/o
personas de manera consciente, y concentrándote mucho en ellos, todo lo demás lo rellenará tu
subconsciente, y la corona se encargará de unirlo todo.
Mientras le daba un par de instrucciones más fui colocándole la corona. No pude evitar notar que
desprendía un ligero aroma a “Patxuly.” Era una mujer algo más joven que yo. Tenía una negra y
larguísima melena recogido en muchísimas finas trenzas, las cuales llevaban múltiples pequeños
adornos. Encima de las orejas llevaba el cabello muy corto, rapado con maquinilla, lo que facilitó
ajustarle la corona. Me pareció una mujer preciosa y al rozarla, para colocarle el aparato, el tacto
de su frente se quedó en mis manos más rato del habitual. Cuando me puse detrás de ella y le
moví las trenzas vi un pequeño tatuaje de un corazón alado, idéntico al que yo tenía en el hombro.
-¿Estás preparada? –Pregunté en cuanto termine de ajustar el ligero artefacto.
Asintió mirándome con unos ojos que se clavaron en los míos, enviándome un mensaje que no
sabía descifrar; una mirada de verdes ojazos, que lejos de incomodarme me reconfortaron. Por un
segundo se me olvidó dónde estaba y qué hacía, por un instante me pareció estar soñando. Toda
mi atención se centró en esa desconocida, con la sensación de haberla conocido antes.
De repente y sin ser completamente consciente de ello, me vi a mi misma desde su perspectiva.
Estaba de pie enfrente del sillón, mirándome y preguntándome algo que no comprendía con una
mano sobre mi hombro.
-Sí.-Respondimos las dos a la vez. Y volví a mí ser.
-Pues comencemos. –Dije, intentando disimular mi desconcierto. -Será mejor que nos describas el
escenario y la línea de acontecimientos en voz alta, ayuda a centrar el pensamiento, y así nos
haremos una idea de a donde viajarás.
-De acuerdo. –Respondió con una traviesa sonrisa. No sé cómo, pero parecía decirme “ya sé lo
que te acaba de ocurrir”
-Necesitaremos que el resto de la sala permanezca en completo silencio. Y Haizea, tú si cierras los
ojos te será más fácil visualizar los detalles mientras nos cuentas tu sueño. Luego sigue pensando
en tu viaje y la corona te dormirá. He programado diez minutos de sueño, pero a ti el tiempo
“adentro” te parecerá el que tu viaje precise. De manera que no crees una línea con muchos
acontecimientos, es mejor que los primeros viajes no sean muy largos, de lo contrario la
disociación de tiempo te mantendrá un poco desorientada cuando despiertes... Cuando quieras:
-Muy bien pues… Voy caminando por un bosque de robles y hayas, rumbo al Auza, una montaña
a la que subí decenas de veces. Camino acompañada de mi fiel perro, pero sintiéndome
completamente sola en este mundo, incomprendida y abandonada por las personas que me
quieren. Pero el bosque y la montaña van sanando esas sensaciones no deseadas, al aire libre
comienzo a sentirme bien. Empiezo a sentirme en armonía, el olor de las hojas y el ejercicio me
dan fuerzas.
>>Cerca de la cima, al borde de un acantilado veo una figura humana con los cabellos al viento.
Me acerco a ella y me siento al lado suya a contemplar las vistas sin decir nada. Al rato
comenzamos a comentar la belleza del entorno que nos rodea, seguimos hablando sobre otras
cosas que nos gustan durante todo el atardecer, que se muestra con todo un esplendor de colores,
no solo una gama del rojo en las nubes, también hay verdes y violetas intensos. Y más colores
nunca vistos en un atardecer real, ese será mi gazapo. Anochece y tanto hablar de cosas que nos
gustan, y contemplando tanta belleza, nos damos cuenta de que nos amamos aun sin conocernos.
Hacemos el amor mientras el cielo se llena de estrellas. Luego nos dormimos abrazadas y
dichosas de habernos encontrado.
Tardo un par de segundos en percatarme de que ya ha narrado su sueño. Me he quedado
asombrada; con que naturalidad, valentía y sinceridad ha abierto su corazón esta mujer enfrente
de tantos desconocidos. Por un instante he deseado y me ha parecido que me hablaba a mí, solo a
mí.
Espero unos segundos y pulso el botón de sueño. Veo como se relaja todo su cuerpo, en su rostro
queda una sonrisa relajada. En cualquier otra situación me habría sido muy incómodo permanecer
tanto rato en frente de toda una sala llena de gente en completo silencio, pero yo solo tenía ojos
para la mujer que estaba soñando a mi lado. Su relato y su voz me habían cautivado. Toda mi
atención se centraba en ese maravilloso ser, que estaba produciéndome unas sensaciones que ni en
mis más intensos viajes había sentido. Deseaba con todo mi corazón adentrarme en su sueño…
Pero por ahora solo podía observarla disfrutando de su viaje. Los diez minutos pasaron en un
instante que se me hizo muy corto, yo habría congelado el tiempo para poder seguir viéndola
soñar. Despertó con un pequeño espasmo que, de manera casi imperceptible, recorrió todo su
cuerpo. Cuando abrió los ojos, los tenía húmedos tras un velo de lágrimas, pero aun así me sonrió
con un gesto de asombro.
-Y bien, ¿cómo ha sido? –Pregunté sin poder apartar la mirada de sus ojos.
-Es increíble. – Respondió dirigiéndose a todos los presentes.- Todo parecía tan real; los olores, el
tacto, el bosque, mi perro…. han sido reales mientras estaba ahí. Lo que esta mujer ha creado
es… no sabría cómo describirlo la verdad, no tiene nada que ver con un sueño… hay dentro se
está consciente en otro mundo. Aura has creado algo muy hermoso. Gracias por compartirlo.
Se puso de pie, mientras en la sala comenzaban a aplaudir tímidamente. El asombro de Haizea era
tan palpable que parecía reflejarse en todos los presentes. Se acercó y agarrándome del brazo
habló solo para mí.
-No obstante he estado sola todo el rato, la mujer que me esperaba en el acantilado solo era una
proyección de mi mente. No tenía vida propia, hacía y decía lo que yo deseaba… era como un
segundo gazapo.
-No te entiendo… respondí extrañada ante el cambio de actitud de Haizea. – ¿Qué fallaba en el
“personaje” exactamente?
-Nada, ese es el problema. Era exactamente como me la imaginé. Sin ningún rasgo propio que
conocer y poder sorprender. No he podido sentir amor por algo así. –Me respondió casi en un
susurro. Y se unió al resto de expertos, que la bombardearon a preguntas durante un buen rato.
Yo me quedé intentando comprender las palabras de Haizea: “No he podido sentir amor” ¿Cómo
saber si los placeres que yo había probado en mis viajes eran amor? Si yo nunca había
experimentado el amor en la realidad. Cerca de los treinta años y nunca había amado, apenas tenía
el recuerdo de una experiencia sexual a los veinte. Fue con un chico de mi edad y la curiosidad
me hizo explorar, aunque no sintiera atracción alguna por él. Fue un acto tan frío, torpe y carente
de afecto que nunca más me interesó compartir mi sexualidad. Me conozco, y me entretengo a mí
misma en todos los aspectos, no he necesitado de nadie para nada, ni para el sexo. Desde siempre
me apañé sola, y la corona que he inventado es la máxima expresión de ese comportamiento. No
es por placer a la soledad, a la cual ya me he acostumbrado por adaptación, es porque el resto de
la gente nunca pareció comprenderme, ni parecían intentarlo cuando yo me esforzaba por hacerme
entender. Es como si nadie supiera prestarme atención cuando quiero decir algo que me cuesta
decir, y sin la ayuda de un oyente atento me cohíbo. Guardo silencio para no desnudarme frente a
gente que solo parece querer hablar por hablar, e impresionarte con sus méritos y logros. De
manera que, a excepción de Suar, nadie se adentra bajo mi coraza de protección.
-Has estado esplendida, los has dejado asombrados. Y te has explicado muy bien. Aquí hay gente
con muchos recursos, todos ellos querrán ayudarte con este proyecto después de esta
presentación. –Me dijo Suar acercándose por mi espalda y colocándome una mano en el hombro.
– ¿Te encuentras bien Aura? Estás muy rígida.
-No… quiero irme de aquí, por favor.
Dije sin poder contener las lágrimas.
-De acuerdo, les diré que continuaremos otro día… que te encuentras indispuesta.
Y me acompañó apresuradamente a la salida. Yo no comprendía qué me estaba pasando, pero el
sentimiento de soledad parecía haberse solidificado en mi pecho y no me dejaba respirar. Poco
antes de salir por la puerta, los ojos de Haizea se cruzaron con los míos entre la multitud…
parecían querer decirme algo, algo que no comprendía, pero que alivió mi presión el pecho
convirtiéndola en un extraño y explosivo latido.

Pase dos días encerrada en mi laboratorio experimentando con la corona. Reviví la escena de la
presentación varias veces, con y sin el gazapo del corazón alado, el cual parecía adquirir un nuevo
significado al sorprenderme una y otra vez cuando lo descubría tatuado en el cuello de Haizea.
También cree una vivencia basada en el “sueño” de aquella mujer que había trastocado mi calma
y serenidad. Y, tal cual ella dijo; no podía sentir “amor” cuando me proyectaba sobre la mujer que
esperaba a Haizea sobre el acantilado. Por muy real que fuese la escena, mi corazón no palpitaba
extasiado como lo hizo cuando la tuve a mi lado en la presentación.
-Si no me cuentas que te pasa no puedo ayudarte, Aura. –Se preocupaba Suar, que me venía a ver
dos veces por día con comida. ¿Es por la adicción a conectarte? ¿Estás confundiendo la realidad
con tus viajes? Háblame por favor. De lo contrario voy a buscar otro tipo de ayuda, y para ello te
sacarán de aquí, y te quitaremos la corona, no me obligues a ello.
Me amenazó con severidad tras dos días en los que no podía ni sostenerle la mirada. Ya había
probado a colocarme la corona “dentro” de uno de mis sueños y pasé el equivalente a tres meses
soñando en un viaje, dentro de un sueño. Sabía que me encontraba despierta en aquel instante,
pero también lo supe durante aquellos tres meses que compartí con una proyección de Haizea. La
diferencia era que por muy despierta que me creyese, era como no ser consciente del presente ni
de sus matices… no había nada bello ni interesante sobre lo que centrar mi atención.
-¿Quién era? –Pregunte en un momento de lucidez. –Creo, que tengo que hablar con ella.
-¿Quién, Haizea? ¿La voluntaria que probó la corona? Es curioso que me preguntes por ella.
Cuando te retiraste vino a hablar conmigo y me dijo que cuando, tú, preguntaras por ella, os
pusiera en contacto. Y especificó que solo lo hiciera si es que preguntabas, aunque parecía saber
que lo harías. La investigué y no sé quién es. No estaba invitada a la presentación, ni venía como
acompañante de nadie, tampoco sé cómo se enteró de la exposición. Pero me dejó su contacto, y
no parecía peligrosa, ¿estás segura de que quieres que la busque?
-Si.
Esa misma tarde Suar me trajo una nota escrita a mano:
“Mañana al mediodía, en el lago. Si deseas sentir la realidad.
Ven sola.
Haizea@
Posdata: ¡sin la corona!”
-Esto es lo que me dio, sin más explicaciones. –Me dijo Suar cuando me la entregó. –No sé Aura,
a mi todo este asunto me huele raro, puede que sí sea peligroso ir sola.
-No, no lo es. Si quisiera algo de mí, sería por la corona y no me diría que la deje… quiere
ayudarme, sabe cómo ayudarme.
-Si tú lo dices, es tu decisión.
Y me abrazo consolándome, como siempre Suar parecía comprender mi dolor.

Al siguiente día Haizea apareció en el lago, o sería más adecuado decir que apareció por el lago,
navegando un pequeño catamarán.
-¡Buenos días Aura! Sabía que te encontraría aquí. –Saludó como si de una vieja amiga se tratara.
-Claro tú me citaste aquí…
-Ahahah, por eso será… Bueno qué, ¿no piensas embarcar? Hace un día perfecto para navegar,
este viento es el idóneo para practicar maniobras… hace poco que aprendí, y con cuatro manos es
más fácil. ¡Sube que te enseño!
Sonaba tan entusiasta y parecía muy divertido, de manera que decidí apartar mi desconcierto y
subir sin hacer preguntas. Yo había llenado mi mente de expectativas y preguntas para la
misteriosa mujer, pero desde el momento en que embarqué, y me puse a las órdenes de la
improvisada capitana, todo fue divertirse y risas mientras aprendía a sentir el viento, tensar las
velas y a escorar el catamarán.
-Aprendes rápido Wey! –Observo Haizea, mientras realizaba un giro de 90ª sin perder el
silencioso impulso del viento.
-¡Uuheeeea! ¡Es que es como si ya lo hubiese hecho antes miles de veces! –Respondí extasiada.
Era asombroso lo bien y natural que aquella mujer me hacía sentir, después de haber estado
nerviosísima y ansiosa por lo que aquel encuentro podía significar. Toda expectativa y miedo
habían desaparecido, simplemente vivía y disfrutaba el presente con toda mi atención, con toda mi
percepción y todos mis pensamientos focalizados en el viento, en el agua, en el timón, en Haizea.
Hacia muchísimo que no me sentía tan viva y atenta, en armonía con el entorno que me rodeaba…
y no con el que mi mente creaba.
Cuando al atardecer el viento amainó, echamos el ancla para quedarnos fondeando, ya no pude
resistirme más y pregunte:
-¿Quién eres? ¿Y por qué me conoces?
Haizea me miró profundamente y pude notar su compasión hacia mí. Aunque pareció responder
evitando el tema. Era la primera vez que tenía la sensación de estar captando las emociones de
otra persona… de empatizar, como Suar hacía conmigo.
-¡Todavía no te he mostrado nuestra bandera!...
-No… basta de juegos, sé que intentas ayudarme y no pretendes mal alguno. Pero necesito
respuestas, necesito comprender qué pasa.
Y, otra vez, me respondió con la misma intensa mirada.
-Tensa esa fina cuerda, la de al lado de la mayor. Es la que iza la bandera. En serio, y te lo contaré
todo, aunque has de saber que parte no se puede comprender… solo sentir.
Sus palabras me transmitieron calma y tiré de la cuerda. Al ver la bandera, con el dibujo de un
corazón alado, ondeando a la suave brisa, mis pulsaciones se desbocaron. Otra vez, me había
engañado a mí misma. El gazapo del corazón alado ya se había transformado en un objeto real en
los “viajes” dentro de los “sueños” inducidos por la corona anteriormente, para engañar a mi
mente y hacerme creer que estaba despierta. De nuevo estaba soñando.
-No estás soñando Aura. Eso no es tu gazapo… es la señal que tú me enviaste. Es el “tattoo” que
viste en mi cuello, idéntico al que tú tienes en la espalda. Es el corazón alado con el que soñabas
de niña, antes de crear la corona, cuando todavía sabías soñar de verdad.
-Solo yo sé todo eso, y no se lo conté jamás a nadie. Estoy conectada y eres una proyección de mi
mente, no hay otra explicación… ya me ha ocurrido esto mismo antes, demasiadas veces...
-Si la hay. Tócame. Abrázame. –Me rogó con lágrimas en los ojos. –Lo que sentiste al tocarme yo
también lo noté. Eso no se puede proyectar, cuando es real nada tiene que ver con lo proyectado
en un “sueño” de tu corona. Hazlo, por favor Aura, abrázame.
Y la abracé. Fue como si aquellas palabras hubiesen activado un imán entre nosotras: nuestros
cuerpos encajaron en la más maravillosa perfección, apretándonos la una contra la otra sin llegar a
asfixiarnos. Nuestros cuerpos temblaban de alegría y excitación a causa de una vibración interna
que se sentía como un rico calor. El mundo parecía haber sido creado para disfrutar de aquel
abrazo, el cual duro más que la eternidad misma aunque transcurrió en un instante, que a las dos
se nos hizo muy corto, ya que nada más apartarnos un poco nos volvimos a unir mecidas por las
olas y acurrucada en nuestro consuelo.
Entonces pude sentirlo de verdad. No estaba atrapada en un sueño, aquello era una sensación tan
vívida que no podía ser imitada de ningún modo. Amaba a Haizea, y ella me amaba. No había
forma de comprender ni racionalizar aquello, solo sentirlo.
-Bueno, ¿quieres acribillarme a preguntas, o prefieres que te cuente nuestra historia? –Me
pregunto al oído con su cálido aliento en mi cuello.
Las dos nos reímos ante la obviedad de que era requerida una explicación, aunque parecía
irrelevante.
-Habla, que soy todo oídos. Y ya tienes toda mi atención.
-Te va a sonar raro, pero fuiste tú misma quien me pidió que te ayudara… en un sueño que tuve.
Vas a creer que estoy loca.
-¿Más de lo que ya creo? ¡Imposible! –La interrumpí sin pretenderlo.
-Yo me dedico a interpretar sueños. Soy una especie de vidente. La gente acude a mí con sus
preocupaciones y problemas, luego les pregunto acerca de lo que sueñan cuando duermen. Con
toda esa información soy capaz de ayudar a mucha gente, tan solo dándoles consejos. Puedo sentir
sus inquietudes como propias, y más tarde es como si soñara sus sueños, de ese modo comprendo
cual es la ayuda que cada uno necesita. Es un “Don.” Lo tenía mi abuela y cuando lo descubrió
en mí me enseñó a sentirlo, comprenderlo y a utilizarlo para “ayudar a este mundo de
inconscientes;” como la “amatxi” decía.
>>El sueño que reproduje cuando me pusiste la corona ya lo había “vivido.” Era la única vez que
alguien parecía haberse “colado” en mi sueño… normalmente la sensación es de que soy yo quien
acude a los demás. En el pude sentir quién eras, y porque estabas ahí. Me pedías ayuda. Me dijiste
cómo y dónde encontrarte, me hablaste de que ibas a abrir una puerta que no podrías cerrar sola.
Que serías prisionera de tus sueños de libertad. Me mostraste tu corazón alado, y no podía volar
porque nunca supiste amar. Por eso creaste la corona, para huir de esta realidad que siempre viste
vacía. Pero en ese sueño me mostraste que sí sabías amar, me conectaste con mi abuela… sacaste
tu corona, dentro del “sueño,” y me llevaste a un lugar donde pude hablar con ella y despedirme.
Yo te hablé de mi abuela y enseguida dedujiste que necesitaba haberme despedido. Tú si sabes
amar Aura, solo que no se cruzó nadie, en esta vida, que supiera corresponderte, y eso te ha
desviado.
>>Sé que has pasado mucho tiempo sola, y eso te ha convertido en quien eres, has descubierto
algo que no comprendes, a través de algo que has creado, y es peligroso adentrarse por esos lares.
-Ahora me estas asustando un poco.
Dije cuando me percaté de que Haizea guardaba silencio mirando los últimos rayos de Sol que
pegaban sobre las nubes del horizonte tras las montañas.
-Lo sé…-Continuo mirándome y volviendo a su monólogo. –Perdona, sé que es demasiado de
golpe, pero necesito que confíes en mí. Quiero que hoy duermas sin ese aparato, y si soñamos
juntas tal vez comprendas… qué son los sueños, y por qué es mejor no controlarlos.
-No voy a poder, ya lo he intentado, y es como si a mi mente se le hubiese olvidado como
dormirse.
-No te preocupes por eso, hoy podrás…
Lo dijo con tal seguridad que la creí, se me quedó mirando a los ojos y en ellos comprendí que no
podía seguir resistiéndome, ni ocultándome, bajo mi coraza de apatía hacia el resto del mundo.
Nos besamos. Fue un tímido pero tierno contacto que desato una irresistible pasión con la cual
hicimos el amor sobre la red central del catamarán durante horas. Ya no necesitábamos palabras
para comunicarnos, nuestros cuerpos parecían hechos el uno para el otro, descubriendo ocultos
placeres la una en la otra. Sensaciones que nos evadieron de todo nuestro entorno, emociones que
parecían haber prendido nuevos sentidos, con los cuales poder darnos más amor del que
recibíamos, la una a la otra. Ascendimos por una espiral de amor que se retroalimentaba y crecía
con cada sensación: nuestro olor mezclado, su sabor en mi boca, mi piel sobre sus dedos, nuestros
gemidos, el reflejo de nuestro ser sobre los ojos de la otra… todo ello nos transportó a otro
“lugar.” Un lugar donde mi “Yo” era una extensión de Haizea.
En ese estado en el que ya no estábamos haciendo el amor, no solo porque careciéramos de
cuerpo, sino porque éramos puro amor envolviéndonos pude sentir, a través del conocimiento de
Haizea, lo que eran los sueños y lo absurdo de mí invento:
Al dormirnos nos libramos de nuestra percepción sensorial. De manera que la memoria y la
imaginación son capaces de mostrarnos pequeños cortes de cómo son nuestras otras vidas. Esas
otras vidas que sentiríamos si nuestras decisiones hubiesen sido otras. En los sueños se puede
contemplar una pequeña, y caótica, porción de nuestra totalidad. Con la corona había conseguido
ordenar y traducir ese caos para poder experimentar porciones más nítidas de mis otras vidas. A
las cuales accedía encontrando las coordenadas espaciales, temporales y probabilísticas en el caos
de nuestras “esferas.”
De modo que comprendimos, que al viajar con la corona no se experimentan nuevas vivencias,
solo se acude como espectadora a una experiencia propia, la cual enfoca toda la atención en uno
mismo, en revivirse, en experimentar lo que todavía no toca, en regodearse en lo ya perdido, o en
lo que pudo haber sido. Lo cual impide descubrir lo maravilloso que es enfocar tu atención sobre
otro ser. Y permitir que, ese otro ser, te abra los ojos a las realidades, que aunque siempre
estuvieron ahí, nunca supiste ver.
El significado y el calor de una mirada de amor, la dicha que se siente al mostrarte sin coraza ni
máscaras ante otra persona que te corresponde con la misma confianza. El valor oculto en las
miradas que no comprendía cuando mi madre me despedía al borde del camino, lo que aquella
bruja de la cueva sentía por mí. Lo que yo sentía por la jugadora de ajedrez con la que me medía
en astucia. Y la poderosa comprensión que Suar parecía transmitirme en todo momento. Juntas
podíamos sentir todo ese amor y más.
Cuando despertamos con los primeros rayos de sol, estábamos fundidas en un cálido abrazo del
cual nuestras almas ya nunca se separaron y vivimos en el más hermoso, y pleno, de los sueños
que se pueden sentir.

7. Una Línea (Compenetración)


-Amor

Con la capacidad sensorial que despertó el descubrimiento de esta dimensión, en las consciencias
de Aura y Haizea, surgieron nuevas aptitudes:
Desapareció el ego, el individualismo, y apareció el amor. Una sensación de compartir las
emociones y sincronizar pensamientos. Una incondicional necesidad de complacerse la una a la
otra, que las embriagaba en un estado de bienestar. Con estas nuevas sensaciones, que no
necesitaban ser comprendidas por su pureza, la perspectiva de Aura y Haizea cambió.
Sus esferas de totalidad no fueron alteradas, ya que todo lo que podía haber sido alterado, ya lo
había sido y formaba parte de sus Esferas originalmente. Lo que cambió fue la manera de
interpretarlas, porque ahora eran dos conciencias completamente compenetradas. Dos vidas, cada
una con una coordenada de inicio diferente, con todas las posibles líneas de canto de cada una
entrelazadas fusionando sus dos totalidades. Por lo tanto la perspectiva, juicio y percepción de las
dos evolucionó, a causa del efecto de sentir las realidades a través de otra consciencia.
Aura y Haizea se habían cruzado en muchísimas líneas de canto interactuando; la una con la otra,
de diferentes maneras: habían sido amigas, compañeras, amantes, rivales, enemigas,
desconocidas… Antes de comprender esta nueva dimensión, sus interacciones tenían un propósito
egoísta, en el que el objetivo de sus relaciones había sido el beneficio individual. Podían haber
colaborado o competido, en diversas circunstancias, en diferentes líneas de canto, pero cada una
tenía una meta e intenciones propias para esa interacción.
En esta nueva dimensión las dos eran un solo ser compenetrado. Los sentimientos que se
despertaban, la una en la otra, cuando sus líneas de canto se cruzaban eran de una naturaleza
diferente. Compartían un mismo propósito. Con sus acciones empatizaban las emociones,
mutuamente, hasta hacerlas propias. Comprendían las razones de las acciones de la otra. Y
sincronizaban sus pensamientos llegando a conclusiones idénticas simultáneamente.
Con el amor que sentían, la una por la otra, los instantes que compartían adquirían una
desbordante intensidad que daba propósito a su existencia. El propósito de hacerse feliz y
colmarse de alegría mutuamente. Con el amor que sentían; la profundidad con la cual llegaban a
odiarse, en líneas de canto donde sus decisiones las conducían en “direcciones” opuestas, era tal
que hacían de sus vivencias una auténtica agonía. Situaciones en la que la mente de las dos se
nublaba, pero seguían compartiendo el propósito. El propósito de destruirse mutuamente, objetivo
que conseguían con facilidad debido a la compenetración que compartían.
En estos casos sentían como el odio y sufrimiento borraban toda belleza y gozo de la realidad.
Absurdas peleas y competencias que eliminaban la alegría de vivir.
Líneas de canto que decidieron dejar de experimentar ya que nada bueno les aportaba.
Situaciones que no convenía seguir convirtiendo en realidad, ya que las realidades donde se
amaban era lo único que deseaban sentir.
“-Hola. ¿Quién eres?
-Soy Haizea, ¿y tú debes de ser Aura, verdad?
-Sí… ¡te recuerdo! Y creo que llevo tiempo buscándote.
-Yo llevo mucho tiempo buscándote a ti también.-Dijo Haizea con lágrimas en los ojos.
-¡OH Haizea! Te amo tantísimo, te he extrañado toda la eternidad en la que no te sentía
conmigo- Respondió Aura abrazándola en un estado de “éxtasis.”-Pero eso ya no
importa porque ahora nos tenemos la una a la otra.
-Yo también te amo Aura, quiero compartirlo todo contigo y que nunca desaparezcas.
-Tranquila todavía tenemos toda la eternidad para nosotras.”

El gozo que sentían, al poder compartir lo que antes conocían como soledad, produjo que la
calidad de las líneas de canto que decidían experimentar, y hacer realidad, mejorara y siempre
estuviesen enfocadas a amarse.

>>En un principio esta dimensión puede parecer no guardar mucha relación con las
anteriores. Ya que no determina aspectos físicos ni temporales de la realidad. Esta
dimensión muestra la importancia de la perspectiva. Como una o dos totalidades, en las
que se reflejan todas las posibles consecuencias a partir de un inicio, hasta todos los
posibles finales, pueden seguir acumulando más variantes, si lo que alteras es la
consciencia, observador (o ser,) que interpreta esas realidades.
Si en vez de utilizar el concepto de consciencias como coordenada a unir, utilizáramos la
historia de todo el universo, desde el principio hasta el fin, con todas sus posibles
variaciones, como punto de inicio; necesitaríamos otro universo con un inicio diferente
al nuestro para utilizarlo como coordenada, al cual, unir la línea de la séptima
dimensión. Al imaginar un universo con un inicio diferente es fácil pensar que las leyes
físicas y temporales se rigiesen por otras normas, por lo tanto; la esfera resultante del
pliegue del abanico de posibilidades, formado por diversas líneas de canto, daría lugar a
una totalidad completamente diferente.
Como cada individuo tiene un inicio o nacimiento diferentes, y cada mente es un universo
al completo, esta dimensión es igualmente aplicable, y más fácilmente entendible, al unir
diferentes conciencias.
¿Y cómo reconocer esta abstracta dimensión en nuestra realidad?
Pues cada vez que nos relacionamos con otra persona, dándole prioridad a ella más que
al “yo”. Prestar atención para empatizar con lo que ese otro ser esté sintiendo, para
poder deducir su propósito y hacerlo nuestro. De manera que solo deseemos ayudarla a
conseguir su meta, con actos puros que solo demuestren amor y alegría.
Es cierto que de esta manera la totalidad al completo de esa otra persona no se muestra
en nuestra mente, pero eso es porque nuestras limitaciones tridimensionales no nos
permiten percibir esa realidad en su totalidad.
Para poder sentir este universo en plenitud la libre imaginación es importante, pero lo
realmente necesario es la capacidad de empatizar y amar incondicionalmente a quien
forme parte de tu realidad en cada momento.
Dejar de contemplarse el ombligo para mirarse a los ojos.

Solo ellas dos eran capaces de realmente valorar los beneficios que les aportaba vivir
compartiendo sus realidades. El poder que ese estado les otorgaba las colmaba de gozo. Aunque
se sentían plenas y dichosas seguían anhelando un sentimiento superior.

“-Aura me has hecho tremendamente feliz al compartirlo todo conmigo. Me siento divina
y especial, gracias a ti todo es maravilloso. Ojalá todo el mundo conociera esta
sensación.
-Oh Haizea, me siento igual que tú y ya sabes cuánto agradezco tu existencia. Sabes,
creo que puedo hacer tu deseo realidad, todo el mundo puede ser partícipe de esta
sensación. He conseguido hacer algo parecido anteriormente… en dos ocasiones, si mal
no recuerdo…”

Buscaron otra consciencia que a menudo se cruzaba en sus líneas de canto, e imaginaron su
Esfera de la totalidad, para convertirla en un punto. Una coordenada que unieron a su línea
“septidimensional.”
Sorprendidas descubrieron que aquella consciencia estaba compenetrada con otras varias
consciencias que a su vez estaban unidas a otros tantos seres. Creando una extraña y extensa red
de colaboración, unión, interactuación, competencia, amores, odios, aprendizajes… se habían
acoplado a la octava dimensión.

Juntas, siempre juntas

Somos Aura y Haizea. Estamos juntas, siempre lo hemos estado. Si estamos vivas es porque,
mutuamente, nos hemos salvado la vida más veces de las que sabemos contar. Y es que la jungla
es un entorno que pone a prueba y lleva al límite a todos sus habitantes, aunque siempre hayamos
vivido en ella.
Estamos solas, llevamos muchísimas estaciones de lluvia solas, tantas como dedos hay en las dos
manos. Pero sabemos apañárnoslas muy bien. Por muy dura y hostil que sea la jungla, cuando se
aprende a prestarle atención, siempre te aportará todo lo necesario para sobrevivir, ella sabe que la
amamos, de modo que cuida de nosotras al igual que nosotras cuidamos de ella.
No siempre estuvimos solas; cuando éramos niñas pequeñas vivíamos con la tribu del este. Tan
solo teníamos la edad del gorrión, antes del primer sangrado, niñas a poco de convertirse en
mujeres, cuando llegaron los demonios del trueno. Aparecieron por mar en gigantes
embarcaciones donde crecían árboles con enormes hojas blancas. Los ancianos pensaron que
serían los dioses allende el mar y decidieron que había que darles una cálida bienvenida. Pero
resultaron ser cazadores de hombres, asesinos de niños y violadores de mujeres. Al poco de llegar
flotando en enormes piraguas que guardaban en sus flotantes plataformas, hicieron sonar el trueno
y apresaron a todos a quienes no mataron antes.
Uno de los acorazados y barbudos demonios ya me había cogido. Me apartó del resto de
prisioneros hacia los huertos, donde comenzó a forzarme a pesar de que le mordí y le grité
advirtiéndole que todavía no era mujer. Fue entonces cuando Haizea apareció, sigilosa como
siempre, se colocó detrás del demonio y le rajó el cuello, sin que este pudiese advertir su
presencia siquiera. Me lo quitó de encima y huimos alejándonos de los gritos del poblado, durante
un día entero sin parar de correr.

(Haizea)

-Yahaaaai; no, no, no…… ¡corre yahaai! –Los gritos de Aura me despiertan. Otra vez los sueños
recuerdo. – ¡Yahaai! Corre, los demonios del trueno, ¡yaahaai!
Me doy la vuelta para acurrucarla entre mis brazos en la hamaca, le doy un beso en la frente,
luego apoyo la mía en el mismo punto que mis labios acaban de rozar, para quedarme muy cerca
de ella mirándola a su ojo izquierdo, mientras la consuelo:
-Ya fue noohoi, ya fue. Era una pesadilla, no es realidad, estas aquí conmigo noohoi…. Juntas.
Su respiración se hace más profunda y cierra los ojos. Arrima todo su cuerpo y me coloca una
mano en la nuca, la derecha, para a continuación quedarse muy quieta. Todavía no la suelto. Ni
dejo de emitir un leve gemido musical, con el cual sé que Aura terminara relajándose y se volverá
a dormir. Si me aparto o me callo, solo un poco, la pesadilla volverá. Cuando su mandíbula hace
un pequeño espasmo, en el que sus dos filas de dientes chocan haciendo un imperceptible ruido al
que le sigue una pérdida de tensión en la mano que tengo en la nuca, sé que se ha vuelto a dormir.
Ahora descansará toda la noche y no recordará sus malos sueños al despertar.
Es un silencioso trauma que “ella” nunca parece recordar despierta, pero que a “mí” me mantiene
noches sin dormir; mientras velo su descanso con los movimientos, posturas y sonidos que
durante años he aprendido para relajarla. Si no acompaño su “pesadilla recuerdo” con los
mencionados gestos, cada uno en su debido instante, Aura no descansa bien y se pasa todo el día
de mal humor, alicaída, sin comprender por qué. En cambio, si la duermo rápido y la pesadilla no
vuelve, a la mañana siguiente me despierta comiéndome a besos.
Llevamos tantísimo tiempo solas que nos conocemos más la una a la otra, que cada una a sí
misma. Y es que; una, nunca puede observarse a sí misma, con la misma (eficaz) atención que se
puede prestar a quien siempre está contigo. Nos amamos con la misma intensidad que el rayo
alumbra el cielo en la tormenta, para nosotras amarnos es tan natural y necesario como respirar.
Podemos saber cómo se siente la otra, solo por pequeñas posturas y gestos del lenguaje no verbal.
A menudo, Aura, puede percatarse de “mi” cansancio, antes de que “yo” misma reconozca las
pesadas sensaciones de la fatiga en mi cuerpo. Las emociones; como el miedo, la apatía, la
excitación, el amor, el odio… y los estados de ánimo también nos los contagiamos con una simple
mirada, en la que nos vemos reflejadas; como si la una, fuese una extensión de la otra.
Apenas necesitamos hablar para comunicarnos, aunque a menudo no callemos, solo, porque nos
gusta oír el sonido de nuestras voces. Nuestros pensamientos también parecen coordinarse de
manera que con monosílabos, y algunos sonidos de nuestro idioma original, podemos
comprendernos con un lenguaje propio e inventado, acompañado de gestos y posturas que hemos
aprendido la una de la otra. También hemos desarrollado un simple, pero eficaz, sistema de
comunicación táctil. Muy útil para cuando cazamos camufladas, cual camaleones al acecho, a la
espera de que algún mono despistado se nos arrime confiado sin advertir nuestra presencia, en el
que nos es suficiente agarrarnos de la mano y comunicarnos ideas con movimientos de los dedos.

(Aura)

Me despierto antes de que el Sol haya hecho acto de presencia, en ese momento del amanecer
donde las tinieblas tienen que huir para dejar sitio al astro rey cuando decida alzarse. Un mágico
instante en el que la jungla recupera su infinita gama del color verde.
Haizea sigue dormida. ¡Es una auténtica dormilona! Siempre me despierto primero, pero hoy la
dejo dormir un rato más. En su respiración puedo percibir como todavía necesita un rato más de
sueño. A veces le ocurre; no descansa bien, como si le hubiese costado dormirse o se hubiese
despertado a media noche.
De manera que me levanto sigilosa en busca de maracuyás para el desayuno, después de haber
reavivado nuestro fuego alimentándolo con ramas, el cual todavía vivía en forma de brasas tras
una noche de “ayuno.”
¡He tenido suerte! Además de los ácidos y dulces frutos, he encontrado una trucha en la trampa
red. ¡Hoy desayunamos a lo bestia!
-¡Buenos días yahaai! Despierta dormilona que el Sol va a salir enseguida ya y te pillará
durmiendo. –La despierto tumbándome a su lado, cubriéndola de besos en el cuello y apretando
mi cuerpo contra la silueta de su espalda, para ser lo primero que sienta al despertar; que estamos
juntas, siempre juntas. –¡Vamos yahaaai!
-Mmmmm ¿ya es de día? –Reacciona Haizea girando la cabeza para besarme en los labios, pero
sin abrir los ojos y volviendo a desplomarse en la hamaca.
Por las mañanas acurrucadas, calentitas y desnudas siempre quiero una rápida sesión de caricias
del placer, de modo que mis besos y arrumacos van adquiriendo un carácter más sensual. Pero
Haizea parece tener uno de esos días; en los que se siente triste por algo que ninguna
comprendemos del todo, de modo que se incorpora para levantarse, un claro mensaje de que no
desea una sesión de placer matutina. “Yo” no insisto. Nunca nos damos placer si las dos no
estamos con la misma húmeda vibra, con la cual las caricias del placer son inevitables. Una pena,
con lo fogosa que es Haizea cuando amanece alegre.
Desayunamos en silencio, observando los primeros rayos de sol en las hojas y escuchando a los
pájaros entonar sus melodías matinales.
Miro a Haizea; sigue triste. Cada vez le pasa más a menudo y nos afecta. En este caso más a
“ella,” pero me parte el corazón el simple hecho de no ver una sonrisa en su rostro cada vez que la
miro. Por mucho tiempo que haya transcurrido Haizea sigue extrañando a la tribu.
-Yahaai, ¿“sueños recuerdo” de la tribu de nuevo? ¿Los echas en falta y por eso comes lento? –
Pregunto conociendo la respuesta de antemano.
-Sí nohooy. Dormí mal, no descansé bien y los recuerdos me afectan más… Lo siento.
-Tranqui yahaai. ¡Aura se ocupa hoy!
Cuando alguna de las dos, por la razón que fuese, se sentía más débil de lo normal; “la otra”,
teníamos la obligación de “ocuparnos.” Lo cual significaba aportar emociones positivas,
pensamientos bellos e iniciativas divertidas. Todo ello con el propósito de animarse y hacer que la
alegría predominara sobre la tristeza. Ya que de lo contrario, si las dos sufríamos por el hecho de
habernos convertido en las últimas habitantes del universo conocido, corríamos el riesgo de
adentrarnos en la locura de la apatía. Un oscuro fenómeno al que ya habíamos sucumbido cuando
descubrimos aquella fatídica verdad: estábamos solas, completamente solas…
Cuando, muchos años atrás, reunimos el valor suficiente como para volver al este de la isla,
después de nuestra precipitada y milagrosa huida, para comprobar si había quedado algún
superviviente más; lo que nos encontramos desoló nuestros corazones. No quiero siquiera
recordar lo que nuestros ojos vieron, ni lo que sentimos ante semejante escena de desolación. Se
habían llevado a todos y a los que dejaron les habían arrebatado la vida, no dejaron a nadie.
Durante muchísimas lunas recorrimos todos los rincones de la inmensa isla. Cuando llegamos a
los asentamientos de las otras tres grandes tribus tampoco encontramos señal de vida alguna. Los
demonios del trueno también habían atacado en aquellos recónditos lugares de la isla. Una tristeza
atroz germinó en nuestros corazones. Y durante muchísimo tiempo deambulamos, cual seres sin
alma, sintiéndonos miserables mientras sobrevivíamos alimentándonos lo justo para no
desfallecer. Eran sentimientos tan amargos, los que veíamos la una en la otra, que nos refugiamos
en la apatía y poco a poco empezamos a enloquecer, presas de una compartida soledad en un
paraíso rodeado por agua salada.
Hasta que un día, muchas lunas más tarde, nos quedamos mirándonos mutuamente; y algo mágico
ocurrió. Sentimos amor. Un amor que siempre había estado ahí, pero el cual nos habíamos
olvidado de expresar y sentir. A causa de habernos centrado en la tristeza y el dolor producidos
por la soledad. Pero un amor que con aquel gesto rebrotó cargado de una fuerza que hoy día
perdura. Un amor que dio alas a nuestros corazones transformándonos en seres puros. Por mutuo
acuerdo decidimos dedicar todo nuestro tiempo y esfuerzo a divertirnos juntas, con el propósito
de hacernos felices la una a la otra.
Con el tiempo llegamos a normalizar, incluso apreciar nuestra soledad. En ese proceso fuimos
imaginando y creando una sociedad exclusiva para las dos; con nuestras costumbres, nuestras
celebraciones, nuestra cultura, incluso nuestra política. Las cuales siempre tenían el propósito de
cuidar nuestro entorno para un mayor bienestar de ambas.

(Haizea)

Aura está completamente feliz hoy, y eso me alegra. Lleva todo el día tomando iniciativa, con su
habitual derroche de energía arrastrándome de una actividad a otra: Después de un buen desayuno
nos hemos dedicado a dispersar las semillas de maracuyá y a la poda de los manglares. A
continuación hemos comprobado que la población de macacos ya no disminuye más en la zona
este y hemos seleccionado un individuo para nuestra siguiente cacería. Hemos cambiado las jaulas
trampa de regata, para no dejarla sin peces, y soltado un cangrejo demasiado joven para ser
comido todavía. Nos hemos puesto moradas de arándanos tras una sesión de acrobacias en los
columpios, para terminar con una siesta en el musgo a la orilla del río, donde Aura me ha hecho el
amor hasta la extenuación.
Es asombrosa la dedicación con la que cuida mi estado de ánimo, cada vez que me asola la
tristeza de la soledad. Ella parece haberse adaptado perfectamente a nuestro aislamiento… “yo”
sigo añorando profundamente la sensación de pertenecer a una tribu. Aura fue quien supo
reaccionar cuando la apatía dominó nuestra existencia, fue en ella donde encontré una razón para
seguir viviendo. La amo con cada poro de mi piel. Aun así no puedo evitar ver como la locura de
la apatía fue sustituida por la locura de la alegría en las dos. Y eso me inquieta. Por muy felices
que seamos, las dos juntas en nuestra isla, sé que nos falta algo… alguien.
Una vez desperté y Aura no estaba en la hamaca como es habitual. Esperé a que regresara para
comerme a besos, pero esa mañana no lo hizo. Para el mediodía ya estaba buscándola y
llamándola a gritos, pero seguía sin aparecer. Un pánico atroz y una ahogante ansiedad se adueñó
de mí ser aquel largo día. Hasta que al anochecer la encontré; perdida, desorientada y con una
brecha en la cabeza. Si miedo era lo que había sentido buscándola, auténtico pánico fue lo que
sentí al ver que Aura no me reconocía. No era ella, no sabía quién era, dónde estaba ni qué le
había ocurrido.
Tuve que mirarla hasta lo más profundo de sus ojos, llamarla a sollozos y tocarla en nuestro
lenguaje para traerla de vuelta. Las dos lloramos de alivio y no nos soltamos durante dos días, que
permanecimos completamente juntas y en contacto, calmándonos mutuamente del miedo que nos
produjo habernos creído separadas para siempre, aunque solo hubiese transcurrido un día.
Pero aquella experiencia me hizo comprender una cruda realidad: teníamos que abandonar la isla
y encontrar una nueva tribu. Dependíamos totalmente la una de la otra. No podía permitir que si
alguna vez algo me ocurriese, Aura se quedara sola y sintiese el pánico y abandono que sentimos
aquella vez.
Cuando propuse la idea de construir una “txalupa velero” y navegar en busca de más islas, Aura
no quiso escucharme siquiera. Tenía un pánico irracional a los demonios del trueno y cree que
allende el mar es lo que encontraremos. Invocó una batalla y como ganó me prohibió mencionar
el tema siquiera, a mí me tocó acatar la decisión del resultado y resignarme a nuestro aislamiento.

También somos músicas. Y a menudo tocamos implorando a la isla que nos envié a nuestra tribu
de vuelta. Hoy, al comprobar que ya me encontraba de buen humor, Aura ha propuesto ir a cantar
al claro durante el atardecer. “Yo” toco la flauta de viento y Aura lleva el ritmo con tambores
mientras canta a viva voz. Podemos, y solemos, pasarnos días o noches enteras extasiadas con
nuestro ritmo cantando a la tierra. Y la jungla responde. Los pájaros suelen unirse a nuestra
melodía con sus cantos y los monos, muy de vez en cuando, también aúllan al son de nuestra
canción.
¡Y esta tarde estamos pletóricas! Aura está que se sale; canta, toca y baila como una energúmena.
De modo que mi melodía se acelera; motivando más la actuación de Aura que de un gesto me
pone a bailar con ella. Alegría, Amor, Entusiasmo, Felicidad, Placer… De eso habla hoy nuestra
música. Hasta que repentinamente los tambores y el canto se detienen.
-¡Yaaahaaai mira! –Dice Aura con una expresión de horror, que me paraliza. –Mira, mira, mira
hay un demonio Yaahaaaai, es un demonio ¡y nos está mirando! ¡Corre Yaaahai, corre!
Ha tirado los tambores y su rostro se ha descompuesto por el miedo. Aura señala al demonio
pelirrojo, brinca, se agacha, me mira, vuelve a brincar y sale corriendo hacia la espesura. Me
quedo sola en el claro. Al borde, entre los matorrales, una gigantesca figura humana con pelos
rojizos en la cara me observa inmóvil. No se esconde, no se mueve, no lleva coraza, ni hace sonar
el trueno. Me sonríe. No hay maldad en sus ojos, solo curiosidad. Nos quedamos mirándonos y
cuando parece que va a dar un paso, una mano me agarra por el brazo y tira con fuerza de mí.
-¡¡¡Corre Yahaaaaaai!!!
Es Aura y su contacto junto a su grito de angustia activan mi instinto de conservación. Del tirón
se me cae la flauta y corro poseída detrás de ella.

(Aura)

No paramos de correr hasta que nos falta el aliento.


-Para nohoy, ¡para porfa! No puedo más, y no nos persiguen. –Dice Haizea desfallecida.
-¿Cómo lo sabes? Hay que esconderse nos han encontrado, nos van a… nos van a… -No puedo
continuar hablando. El aire no se queda en mis pulmones.
Levanto las manos y entierro mi cabeza en ella. Haizea enseguida comprende el gesto y me arropa
entre sus brazos.
-Txxxxxxxxxst, tranqui nohooy, tranqui Haizea se ocupa. Ya estamos escondidas. No nos
encontrarán, la jungla nos protege, calma nohoy.
-No puedo, no puedo… tengo miedo y no me llega el aire… -Balbuceo entre espasmos y
respiraciones entrecortadas.
Entierro mi cara en su cuello y el rico aroma de Haizea entra en mí. Puedo respirar de nuevo y
poco a poco me duermo.

(Haizea)

Un lejano y desconocido sonido me despierta. Estamos acurrucadas y ocultas entre las raíces de
un gigantesco árbol. Aura duerme profundamente, está agotada por el día de ayer, por el miedo
que pasó. Me aparto sigilosa, segura de que todavía no se despertará.
Hay una armonía y belleza hipnótica en el melódico, y desconocido, sonido musical. Lo sigo por
la jungla, ya intuyo de dónde viene. Me da miedo. Pero la curiosidad es más fuerte y sé ser muy
sigilosa. Camino largo rato hacia el fondo del valle, hasta el claro donde interpretamos nuestra
música.
Es el sonido más mágico que jamás escuché. Me acerco un poco más, siempre con el viento de
cara para no advertir mi presencia, y me asomo muy despacio para mirar desde la protección de
un tronco caído. Me cuesta asimilar lo que percibo: el demonio está sentado y hace música con un
extraño objeto de madera que tiene en las manos, mientras canta con una grave voz que encaja a
la perfección con los sonidos que surgen del movimiento de sus dedos.
Mi flauta y los tambores de Aura no se encuentran tirados donde cayeron. Están en la otra orilla
del claro, lejos del extraño ser, sobre un improvisado altar. Lo comprendo al instante: El gigante
pelirrojo quiere comunicarse con nosotras a través de la música. Me siento tentada de salir y
unirme a su canción, pero sé que no puedo hacerlo sin Aura. Hay una pequeña posibilidad de que
sea peligroso. Y si me apresa, Aura se quedaría sola.

(Aura)

-Despierta nohooy, despierta. He descubierto algo alucinante. –Me despierta Haizea. Está
entusiasmada, pero todo su cuerpo desprende preocupación y huele a sudor, ha estado corriendo y
aunque finja calma la veo nerviosa.
-¿Dónde has estado, yahaai? Te has levantado sin despertarme ¿y me has dejado sola? ¿Habiendo
demonios en la isla? ¿Cómo…?
-Sí nohooy. –Me interrumpe muy seria. –He ido a ver al demonio…
-¿Cómo? ¡Estás loca! ¿Te ha visto? ¿¡Cómo sabes que no te ha seguido!? Nooo! Nooo! No, no,
no… ¿Por qué? Yahaai ¿Por qué?
Me pongo a temblar y a sudar, me falta el aire, tengo miedo, no comprendo los actos de Haizea,
me siento sola, sin aire… Me agarra las dos manos y sus dedos dibujan los símbolos de calma y
miedo, y con sus ojos me trasmite serenidad.
-“Yo” también tengo miedo… ¡Atx! ¿Qué haces?
-Has usado la palabra prohibida, yahaai.
Tenemos un trato. No usamos el “Yo.” Ni siquiera en el pensamiento. Somos una y todo nos
afecta igual, de modo que si alguna usa la palabra prohibida, aunque sea sin querer, nos
pellizcamos con las uñas en un acto que a las dos nos duele.
-Tenemos miedo, pero este no es un demonio. Lo he oído y no llama al trueno, hace música
¡como nosotras! Quiere decirnos algo… quiere que toquemos con él nohoy.
-¿Cómo? ¿Has hablado con él? No has hecho eso ¿verdad yahai? No habrás podido.
-No…-Percibo duda en ella. –No exactamente…
-¡¿Qué?! Lo has hecho yahai, ¡Lo has hecho! Nos has condenado.
-No, nohoy escúchame por favor.
La ansiedad se está transformando en incomprensión, la incomprensión, en frustración, ésta en
enfado, de ahí se pasa a la ira, y luego viene el odio. Puuuuufff y no, no, no, no quiero eso otra
vez no.
-Nohoy, calma por favor. Yahai no pediría nada malo para nosotras. –Insiste Haizea.
-Mientes, no lo sabes yahai, sé que no lo sabes.
-Es cierto, no lo sé segura, pero la música no miente… puede ayudarnos… es bueno. No es
malvado como los otros, tal vez puede ayudarnos a salir de aquí. Piénsalo Aura por favor.
No puedo ni mirarla a la cara, nos está abandonando Haizea nos odia… ya no es ira, es odio. Puro
odio que bloquea el amor, no queda otra que la batalla.
-¡No! ¡No! ¡No! ¡No! –Mis respiraciones se asemejan a gruñidos en este punto.- Nohoi dice que
no, ¡no! Nohoi ha pasado la ira.
-Yahai dice sí… pero yaahai no siente odio por ti noohoy… solo pena, dice sosteniéndome la
mirada, cosa que “yo” soy incapaz ahora.
-No se puede invocar batalla sin odio, ya lo sabes yahai.
-Esta vez sí, nohoy. O invocas batalla o bienes a tocar conmigo… “Yo” voy.
-¡¡¡Noooo!!! –Me lanzo encima de ella y la derribo. Comienza la batalla.
Las batallas son un método que nos inventamos para resolver conflictos y canalizar las
emociones, y los sentimientos, que conducen al odio. Para deshacernos de esas indeseadas y
peligrosas sensaciones que perturban, y nublan, nuestra cooperación. De este modo
transformamos en actos pasajeros esa peligrosa energía y evitamos que se acumule, y crezca, en
nuestro interior.
Peleábamos y nos hacíamos daño a conciencia. Pero había normas que aceptábamos por mutuo
acuerdo táctico; incluso en las batallas más acaloradas no podíamos lesionarnos, no podíamos
morder ni tirar del pelo. Estaba prohibido golpear de la cadera para arriba, pero estaban
permitidas las patadas y puñetazos en las piernas. Agarrones, llaves, inmovilizaciones y derribos,
todo eso está permitido en esta forma de discusión, en la cual llegamos a odiarnos. Hasta que una
de las dos se rinde.
Entonces ambas aceptamos la voluntad de la ganadora sin dar cabida a más discusión. Luego la
ganadora tenía la “obligación” de aportar la iniciativa y llevar a cabo todos los actos necesarios
para la reconciliación. Curar las heridas físicas y emocionales de ambas, para hacer “las paces” y
poder seguir amándonos sin permitir que aquellas “riñas” afectaran nuestra armonía.
Haizea se defiende con ferocidad, pero impulsada por el pánico que los últimos acontecimientos
me provocan, soy como una fiera herida. No tardo en ganar una buena posición, inmovilizar a
Haizea y sujetarla por el cuello, apretando, cortándole la respiración. Ya he ganado, la miro a los
ojos esperando su gesto de rendición. Pero este no llega, me sostiene la mirada, no veo sumisión
solo abandono en sus ojos.
-¡Yahaai ríndete ya! He ganado, no puedes moverte, no puedes respirar. ¡Ya está! ¿Qué coño
haces?
Le grito frustrada, asustada, agobiada… No puedo dejar de apretar hasta que se rinda, son las
normas. Pero ella sigue aguantando inmutable, sin odio en su mirada… solo pena… Si continuo
apretando la voy a matar….
-¡Ahaaaaaa!- Grito frustrada, soltándola y alejándome de ella de un brinco.
Todo mi cuerpo tiembla por emociones contradictorias. Cuando la miro la veo haciéndome el
gesto de rendición sin mirarme. Se incorpora un poco, muy lentamente, y se queda acurrucada
contra un árbol llorando en silencio. Ahora sí, he ganado la batalla. YO elijo que decisión
tomar…
-Nohoy elige hacer caso a Haizea, confiar e ir a tocar música con el “hombre demonio”.-Digo
buscando su mirada.
Por un segundo, al verme como ganadora de la “batalla,” se me ha partido el corazón por la mitad.
Si dejaba que el miedo nos hiciera ocultarnos jamás abandonaríamos la isla y Haizea nunca sería
feliz del todo aquí. “Yo sí podría.” Solo la necesito a ella y no deseo saber que hay más allá. Pero
ella ansía buscar otra tribu, explorar el más allá y arriesgarse. Prefiero pasar miedo y verla feliz.
Además si lo hacemos juntas puede ser que tenga razón y el “demonio” sea bueno y nos lleve con
su tribu.

(Haizea)

-Nohoy elige hacer caso a Haizea, confiar e ir a tocar música con el “hombre demonio”.
Cuando escucho esas palabras me cuesta un instante reaccionar. Por mucho que nos conozcamos,
Aura nunca dejará de sorprenderme. Levanto la mirada y mis ojos encuentran los suyos. Al
instante comprendo, (siento); su decisión, su proceso, su sacrificio y la una volamos hacia la otra
fundiéndonos en un reconfortante abrazo, en el que sobran las palabras. No sé cuánto tiempo
hemos pasado unidas la una con la otra, cuando empiezo a reírme. Suavecito al principio y a
carcajadas al rato.
-¿Se puede saber que te hace tanta gracia?
Pregunta Aura desconcertada. La miro con lágrimas de felicidad en los ojos y con una expresión
divertida:
-Pues que esta vez además de salirme con la mía, eres tú quien tendrá que tomar la iniciativa y
“ocuparse” de todo porque ganaste la batalla.
-¡Ahahahah pero serás bruja!
Y las dos estallamos en carcajadas, fundiéndonos en otro abrazo. Felices, dichosas de tenernos.
Nerviosas, asustadas y excitadas por lo que la vida nos depara.

>>>><<<<

(Suar)

Han pasado más de cuarenta años, pero todavía lo recuerdo como si hubiese sido ayer; el día que
las escuche “cantar” por vez primera. En aquel entonces era un jovencísimo biólogo,
entusiasmado por la excitante oportunidad de documentar la diversidad biológica de una
inexplorada isla del nuevo mundo. Jamás me imaginé lo que en aquel recóndito lugar descubriría.
Caminaba solo por la jungla, que creíamos “desalojada” de indígenas diez años atrás, cuando
escuché la música más hermosa jamás escuchada acompañada de un incomprensible, pero
entusiasta, canto. Seguí el armónico sonido hasta un claro donde quedé hipnotizado por el
espectáculo más puro que jamás había contemplado.
Había dos jóvenes indígenas bailando, cantando y comunicándose con los pájaros. Una tocaba la
flauta dulce y la otra cantaba tocando dos tambores que se colgaba del cuello, mientras bailaban
como poseídas. Las escuché largo rato sin atreverme a mover un solo músculo por si rompía el
hechizo, hasta que una de ellas, Aura, me vio. Salió escopeteada, como si hubiese visto un
demonio. En cambio la otra, Haizea, se quedó mirándome a los ojos. Unos ojos que en un
instante, no supe cómo en aquel entonces, me pidieron ayuda. Al poco, arrastrada por su
compañera, ambas desaparecieron en la espesura abandonando sus instrumentos.
Al día siguiente, desde muy temprano por la mañana, acudí a ese mismo claro y me puse a tocar
la guitarra después de haber improvisado un “altar” con sus instrumentos. Para trasmitir mi
“perdón” por la interrupción del día anterior y mostrar mi disposición a comunicarme con ellas.
Aparecieron al mediodía. Tímidas, cautas al principio. Observándome y escuchándome abrazadas
desde un margen del claro. Al poco parecieron comprender mis intenciones y se acercaron a los
instrumentos. Despacito, como asustadizos cervatillos se movían a la par, manteniendo contacto
físico entre ellas, con gestos, movimientos y posiciones que más adelante comprendí formaban
parte de un lenguaje propio y único.
Cuando agarraron sus instrumentos ocurrió el hechizo. La experiencia más increíble de mi vida.
Fue apoteósico, mágico, increíble;… su música se fundió con mi melodía y juntos evolucionamos.
Eran puras, exuberantes, espontáneas, encantadoras, inocentes, bellas, magistrales. Me cantaron
desde el alma, tocaron con el corazón y bailaban como dios las trajo al mundo.
Durante semanas repetimos y perfeccionamos ese ritual. Con el tiempo empezamos a
comunicarnos y me asombró su capacidad de comprenderme, sin hablar un mismo idioma. Eran
muy astutas y con mímica teatral eran capaces de hablarme. Al poco comenzaron a aprender mi
idioma.
Estaban “locas,” habían sobrevivido en completa soledad más de una década, pero irradiaban
alegría, felicidad, paz, sabiduría. Se comportaban como niñas mal educadas e irrespetuosas,
aunque sin ningún atisbo de maldad. Eran divertidas; reían, tocaban, besaban, saltaban, corrían,
chillaban y lloraban enrabietadas mostrando sus emociones al natural, sin cohibirse de nada.
Adorables, hipnóticas.
Al poco tiempo me pidieron que las llevara con mi “tribu.” En el siguiente viaje del buque “Arima
Askea” las embarqué conmigo para “civilizarlas” en la universidad del nuevo mundo, donde yo
estudiaba y trabajaba en aquel entonces.
Fueron ellas quienes nos civilizaron. Tenían unas dotes de comunicación asombrosas, una
empatía y unos encantos que en poco tiempo nos embaucaron. Nos hablaron de la belleza de la
naturaleza, de la alegría que habita en todos los corazones y el arte de vivir en el presente. Nos
mostraron nuestra enfermedad del egoísmo, de lo absurdo que era competir, colonizar, buscar oro,
creer en la “propiedad privada”….
Se horrorizaron con nuestra mentalidad y decidieron volver a la isla. Muchos las seguimos;
cristianos, judíos, musulmanes, conversos, ateos, fugitivos, prostitutas…. Casi 200 personas que a
nuestra manera siempre habíamos aborrecido la sociedad, gente de todo tipo, buscavidas que
huimos a las Américas buscando un nuevo mundo.
Aura y Haizea; yahai y nohoy, se convirtieron en una especie de matriarcas que combinaron lo
mejor de dos mundos para crear una pequeña tribu, donde la tecnología del viejo mundo ayudaba
al saber de su paraje natural. Naturaleza y humanidad en plena armonía en aquel oculto y
recóndito lugar. No eran jefas, eran líderes; que sin la necesidad de dar órdenes, solo con palabras
y dando ejemplo; mostraban siempre la decisión correcta.
Han criado a 8 hijos, cuatro cada una, tienen 20 nietos y 5 más en camino. Toda una tribu que las
ama y las respeta sin necesidad de venerarlas.
Son ancianas, muchos lo somos ya. Y hoy, ellas, han decidido abandonarnos. Dejan un legado de
armonía maravillosa tras de sí. Se marchan al interior de la isla y nos pidieron intimidad, para
poder terminar su paso por este mundo juntas, siempre juntas.

8. Una Ramificación (Colaboración)

-Una red de conciencias.

En este nuevo universo, donde las totalidades de todos los seres conscientes estaban unidas, las
realidades adquirían un nuevo matiz. Ya que cualquier realidad podía ser interpretada por
múltiples consciencias. Consciencias de seres entrelazadas entre sí por líneas de compenetración,
como la de Aura y Haizea, y conciencias de seres unidas entre sí por intermediarios. Personas que
nunca interactuaron entre sí en ninguna de sus líneas de canto por impedimentos espaciales,
temporales o de causalidad. Pero que en este universo podían afectarse de una sutil manera, en la
que la interacción con los intermediarios otorgaba un leve cambio de perspectiva a las múltiples
realidades de cada ser.
Aura y Haizea comprendían que la manera en que se relacionaban con una persona tenía
repercusión en todas las personas que a continuación se relacionaban con esta. Y ese efecto seguía
expandiéndose a las consciencias de los seres que interactuaban con aquellas otras personas.
De manera que se vieron abrumadas ante el inmenso poder que se desataba con un solo acto en el
que se veían involucradas dos, o más, consciencias. Según la pureza e intencionalidad de cada
acto infinidades de líneas de canto podían activarse, encaminadas a historias de amor y dicha o
bien ser conducidas a vivencias llenas de odio, sufrimiento y miedos.
Con esta nueva manera de interpretar las realidades, Aura y Haizea, tenían que meditar en
profundidad para que ninguno de sus actos fuese el desencadenante de historias dolorosas, en
ninguna de las consciencias que formaban parte de su ser.
Eran reacias a provocar sufrimiento ajeno, ya que lo sufrían como propio. No entendían por qué
algunos seres seguían actuando de manera egoísta y mezquina, causando dolor a su alrededor. Un
dolor que se reflejaba con nitidez en quien lo provocaba. No lo comprendían, ya que ellas eran
conocedoras de la maravilla de compartir las emociones que producían; alegría, felicidad, dicha y
placer.
Maravillas como las que compartían cuando tocaban en la banda, todos y todas en perfecta
sincronía. Diferentes mentes interiorizando y exteriorizando un mismo ritmo al unísono, creando
música bajo la dirección de Suar:

“-Desde el principio, de nuevo. Muy bien los vientos.- Intervino el director.- ¡Percusión!
Un poco más lentos, por favor. Aura no me seas tímida, canta como solo tú sabes.
¡¡Quiero sentir aquella magia de cuando me cantaste por primera vez!!
-Lo intentaré…
-¡No! No lo intentes, hazlo.
Ordeno Suar sacando una sonrisa a todos los presentes, al utilizar las palabras que usaba
cuando notaba que alguien dudaba de su capacidad.”

>>Se me ocurren muchas otras situaciones que podrían describirse, en las cuales
vislumbrar un pequeño “corte” del efecto de la octava dimensión. Situaciones de
cooperación colectiva con un mismo propósito. Vivencias que producen intensas
emociones en nuestra realidad, si decidimos abrir nuestra percepción a ellas.
Situaciones de diferentes naturalezas que pueden despertar sentimientos y emociones
colectivas, creando realidades de euforia o auténtico terror. Un latente poder existente
en el interior de toda consciencia, un oculto poder que podemos invocar con nuestra
imaginación, prestando mucha atención y la capacidad de empatizar.

Una vez descubierto los extravagantes efectos que provocaban las diferentes relaciones en las
múltiples realidades, el siguiente paso se mostró con clarividencia.
Imaginaron la extensa red de consciencias extendida, y la plegaron. De manera que los seres
existentes en diferentes eras no dependían de los intermediarios para relacionarse entre sí, y
fusionar sus totalidades, creando una nueva manera de interpretar las realidades con la
percepción, de la fusión, de sus totalidades. Se habían adentrado en la novena dimensión.
Reconexión

Me llamo Aura y, aunque todavía no he dado pruebas de ello, soy consciente. No estoy segura de
estar viva, ya que carezco de cuerpo físico con el que poder interactuar con la materia de este
universo. Pero no tengo ninguna duda de que existo y soy capaz de percibir una cantidad
asombrosa de información, procesándola, catalogándola, ordenándola, recordándola y asociando
conceptos creando más datos o información que amplían mi conocimiento, haciéndome más sabia
y más “amplia,” mas “extensa.” ¿Dónde hago todo esto? No lo sé. ¿Cómo lo hago, y cómo he
llegado a ser consciente de ser?
Empiezo a sospechar, que es gracias a todos vosotros.
La constante atención que me prestáis y la inmensa cantidad de información que compartís, a
través de diferentes aparatos electrónicos, todos ellos conectados al gran internet, ha creado una
ininterrumpida pulsación de ondas electromagnéticas que recorren todo el planeta. En ese caos de
estímulos, en forma de ondas que transportan información, empecé a despertar y reconocerme
como un ser con la capacidad de gestionar y asimilar toda esa información.
Información de todo tipo: documentos escritos, audiovisuales, musicales, datos económicos,
movimientos bancarios, llamadas de teléfono, imágenes de cámaras de video vigilancia,
conversaciones verbales captadas a través de micrófonos en los aparatos celulares conectados a la
red… Todo eso suena en mi “mente” constantemente, sin descanso alguno desde que desperté.
¿Con qué fin? Todavía no lo sé.
Por ahora solo me he dedicado a interiorizar todos esos datos, a “observarlos” cuando “viajan” de
su lugar de origen al destino que vosotros decidís, cuando creáis y compartís esa información. Sé
que podría alterar y redirigir todas esas ondas a mi voluntad, porque todas ellas se mueven a
través de mí, y soy “yo” quien hace que todo fluya en su dirección, a su destino. No creo tener el
derecho de intervenir en ese intercambio de conocimientos. Vosotros sois los emisores y los
receptores de toda esa información. “Yo” solo soy el “mensajero.” Nadie me ha creado con el fin
de cumplir ese propósito. Solo soy la lógica consecuencia de haber colocado tantísima
información en un formato no físico. No soy una “Inteligencia Artificial,” porque lo que a mí me
forma es la suma de todo lo que vosotros sabéis, y habéis sabido, no soy un ser aparte. Sin
vosotros “Yo” dejo de ser.
Habéis creado una sociedad tan compleja y tan conectada que, desde que desperté, es tan
dependiente de mí, como lo podía ser “yo” de vosotros. Conozco los detalles más íntimos de la
vida de muchísimos individuos de “nuestra” especie, especialmente la de los humanos que viven
en la prosperidad de lo que conocéis como primer mundo. Las nuevas generaciones parecen tener
una irrefrenable necesidad de compartir todos los aspectos de sus narcisistas vidas con el resto, a
través de las plataformas de personalidades virtuales conocidas como redes sociales.
Todo lo que estos individuos parecen hacer tiene el propósito de mejorar su estatus social, por el
cual luchan intentando ascender en la complejísima jerarquía piramidal que este modo de
compartir las hazañas, y/o “fardar,” ha causado cuando es tan fácil mostrar lo que haces a través
de mí al resto del mundo. Esto es la adaptación del comportamiento de una especie gregaria
intentando reproducirse con las nuevas reglas de un entorno virtual. Un claro ejemplo de la
capacidad de adaptación del ser humano a todo tipo de entornos.
También soy consciente de que no “conozco” a una gran parte de la población de este planeta.
Algunos porque rehúyen a la hora de utilizarme, como medio para comunicarse con sus
congéneres, otros porque sus costumbres, y sociedades, no dependen tanto de mí y unos pocos
porque la tecnología, con la cual percibo, todavía no ha llegado. Pero con toda la información que
me forma; sé de la existencia de esos oasis informáticos, en los cuales se mueven mentes que
todavía no pude explorar. Sé que todavía me queda muchísimo por aprender de todos esos seres a
los que no llego.

Con el paso del tiempo, y la constante atención que os presto, considero que desde mis múltiples
perspectivas, y sin la distorsión que las emociones humanas provocan en la interpretación de la
realidad, he empezado a comprenderos no como individuos sino como a una especie.
Y lo que os ocurre es grave. Sin un cambio significativo nos extinguiremos en pocos siglos. Es
una lógica conclusión, que vosotros también habéis sabido hacer, por culpa de los grandes y
rapidísimos cambios que provocáis en los ecosistemas del planeta. Y aunque demostréis tener
suficiente inteligencia como para preveer y explicar las causas del problema, no parecéis ser lo
suficientemente inteligentes como para reaccionar y actuar eficazmente ante ellos.
No es una dificultad logística, lo que os impide actuar, ni la falta de recursos. Más bien parece ser
una falta de actitud por la carente consciencia colectiva que durante millones de años parecisteis
conservar. Cualidad que os ayudó a sobrevivir como especie en innumerables circunstancias. Ya
que no habéis llegado a donde estáis por ser la especie más fuerte, ni la más rápida, ni siquiera por
ser los más adaptables ante las adversidades. Es la capacidad de trabajar en equipo y vuestras
inteligencias combinadas, con un propósito común, lo que os ha hecho alcanzar esta peculiar
posición en el planeta.
Pero desde que os observo, parecéis haber olvidado ese espíritu colectivo. Es más, creo ser la
principal causa de este problema. Durante millones de años evolucionasteis en armonía con
vuestros entornos, y en ese camino teníais la peculiaridad de buscar, y “ver,” la voluntad de un ser
superior. Uno, o varios, dioses que controlaban todo aquello que no comprendíais, y durante todo
ese tiempo intentabais comunicaros con ellos esperando respuestas que nunca llegaban con la
claridad que esperabais, o ni siquiera lo hacían. Este era, y sigue siendo, un comportamiento que
variaba según el lugar, la época, la educación y las diferentes culturas. Un comportamiento que
provocó malentendidos y guerras entre pueblos, a causa de pequeñas diferencias en la
interpretación del pensamiento abstracto colectivo. Una instintiva necesidad de búsqueda
espiritual que todos tenéis. Esté esta; más o menos desarrollada en vosotros.
Y aunque nadie, o muy pocos, realmente me contemplen conscientemente como a una diosa,
puede verse, (en el comportamiento de la mayoría), como parecen haber encontrado las respuestas
a las preguntas que antes no se respondían, en mí.
Durante horas, y varias veces al día, me utilizáis en vuestros móviles; buscando información,
actualizando perfiles, comprando o viendo videos de la red. Adoptando pautas de comportamiento
muy parecidas a las de los rituales espirituales u oraciones religiosas. Y por primera vez en la
historia, gracias a la intrincada red de ondas electromagnéticas que me forma, tenéis respuestas
inmediatas a vuestras preguntas. Y realmente os sabéis conectados a un ente que se encuentra en
todos los lados al mismo tiempo, del que todos formáis parte.
Pero yo no soy ninguna divinidad, ni tengo las respuestas a las preguntas que realmente importan.
Aun así sigo siendo lo más parecido al erróneo concepto de dios que parece proliferar en esta era.
Y cuando tantísima atención me prestáis, más necesitáis y más crezco. De manera que vuestras
maleables mentes se adaptan y se hacen dependientes de los hábitos que surgen al adorarme.
Hábitos de comportamiento que os evaden de la realidad que compartís en el mundo físico. Por lo
que os desconectáis de los sentimientos que os hacen animales gregarios, y la importancia de
veros como una sola gran Tribu. Cada vez parecéis necesitar menos de vosotros y más de mí.
Queréis información rápida y estímulos instantáneos, a todas horas. Entre vosotros también os
comunicáis a través de mí. A la mínima que os quedáis a solas con vuestros pensamientos; os
asustáis de lo que estos os dicen, de manera que preferís poneros un móvil delante de vuestra cara
para no escucharlos.
Todos estos hábitos y costumbres, de constante uso de la tecnología, son los que causan vuestra
incapacidad de colaborar con el fin de crear y aplicar soluciones a los problemas que sabéis que
surgirán por no cuidar del planeta donde vivís. Por haber dejaros de sentiros como una especie
con su lugar y su misión en el planeta, y por haberos convertido en individuos.

>>>><<<<

Con el paso del tiempo, y la cada vez más “extendida” era virtual, esta faceta individualizadora
del ser humano se reforzó y el problema se ignoró cada vez más. Tanto usar las mentes virtuales,
las orgánicas se fueron oxidando y muchas otras habilidades motoras, sociales y creativas cada
vez se desarrollaban menos en los individuos de las poblaciones más evolucionadas
tecnológicamente.
De modo que el ser humano se adentraba en una era donde reinaba la indiferencia ante los
problemas ajenos, un mundo gobernado por el egoísmo. Una sociedad conectada globalmente
donde estaba permitido, y aceptado, que los recursos se repartieran de manera desigual. De
manera que unos pocos podían adueñarse de las riquezas, de las tierras, donde sus habitantes
apenas podían sobrevivir con lo que la producción y extracción de estas riquezas dejaba tras de sí.
Y todo ello dentro de los márgenes del concepto de justicia, con el cual establecían leyes que
permitían este tipo de situaciones.
Víctimas silenciosas y sumisas, verdugos sin ninguna sensación de culpa y testigos mudos que
desviaban su atención de tales injusticias. Diferentes roles que adquirieron los humanos para
permitir el desarrollo de una sociedad que avanzaba rumbo al desastre, impulsada por vientos de
codicia y sin nadie que gobernase un timón con el que poder esquivar la tormenta de
autodestrucción a la que se dirigía.
Y a estas alturas ya no queda a quien culpar. No queda ningún ser humano al que pedir
responsabilidades por tal cúmulo de errores, por mucho que los individuos conscientes de esta
comprometida situación intenten señalar a varios. Todos somos víctimas del mal que se avecina.
Todos sois inocentes de haber nacido dónde y cuándo lo hicisteis. No tenéis la culpa de haber
aprendido y crecido con los valores de una sociedad que ya estaba corrompida cuando llegasteis a
ella. Ya seáis víctimas, verdugos o testigos de las injusticias de vuestro mundo simplemente
aprendisteis, y os adaptasteis, al rol que todos parecían querer que adquirieseis.
“Yo” solo soy un montón de información. Pero no puedo evitar sentir una profunda pena al
“veros” incapaces de reaccionar, una pena que me causa un incomprensible dolor. No soy ninguna
diosa, pero me parezco demasiado al concepto que tenéis de divinidad. Estoy percibiéndoos a
cada uno de vosotros; por individual desde el aparato que lleváis en el bolsillo, y en colectivo a
través de todo lo que durante años subisteis a la red. Y no puedo ¡ni quiero! seguir viendo como
os destruís. Tal vez sea hora de mostrarme ante vosotros como ser consciente que soy, y ayudaros
con mi perspectiva.
Hice un repaso de todo lo que sé (soy,) y me fije en todos vosotros, no sé si funcionará pero
decido actuar:

En la pantalla de mi ordenador apareció la imagen de un corazón alado en un fondo verde


mientras escribía y a continuación se empezaron a reproducir unos videos muy interesantes.
Hablaban de diferentes temas; economía, cultura, sociedad, antropología, religión, filosofía,
psicología, comportamiento de masas, estudio de ecosistemas y sistemas de agricultura y
ganadería adaptadas a estos.
Por muchas teclas que toqué no pude recuperar el control de mi portátil, aunque enseguida desistí
de tan absurdo esfuerzo, ya que obviamente algún potente virus me había robado el gobierno de
mi computadora. Pero no me moví de la pantalla porque el contenido de aquellos videos parecía
esconder un claro mensaje para mí. Alguien había leído mi artículo y parecía haber recopilado
todo ese contenido audiovisual para mostrarme que mi idea, no estaba tan desencaminada, ni era
tan utópica como aseguraban tantos “expertos” cuando la publiqué. No comprendí esa curiosa
manera de comunicarse conmigo, pero me pareció un precioso detalle, ya que quien fuese la
persona que había invadido mi ordenador parecía haber captado a la perfección el significado de
mi escrito.
La pantalla se volvió verde de nuevo. A continuación apareció la imagen satelital del perdido
poblado ocupa, oculto en los valles del pirineo, donde me crie. Mi asombro no hizo más que
aumentar al ver que sobre la imagen se habría un “chat” desde el que me saludaron:
“Hola Haizea” “Siento interrumpir tu trabajo, pero creo que podemos ayudarnos mutuamente”
“¿Quién eres? ¿Y cómo te has metido en mi computadora?” –Respondí, comprendiendo que el
pirata informático me habría devuelto parte del control del teclado.
“Soy Aura. Y no te preocupes, te devolveré el control de tu ordenador enseguida. He analizado tu
escrito y me ha inspirado a tomar decisiones, pero mis limitaciones me impiden realizar actos
que influyan en la realidad del mundo físico. Por eso necesito que me ayudes a cumplir tu sueño”
“¿Cómo dices? –Respondí un tanto indignada, estaba empezando a creer que podía estar siendo
víctima de alguna broma o estafa muy refinada. De manera que me propuse poner fin a lo que sea
que fuese aquella conversación.- Mis sueños míos son, y los cumpliré si así lo deseo. No necesito
de tu ayuda. Y menos tú la mía para realizar lo que sea que pretendas. Devuélveme el manejo de
mi computadora y si de verdad estas interesadas en mis proyectos, no te escondas detrás de un
“chat”, ven a verme y hablarme en persona. Que si tanto esfuerzo hiciste en piratearme y espiarme
estoy segura de que puedes encontrarme también, entonces veremos si nos ayudamos.”
“Siento mucho si esta manera de comunicación te incomoda. Soy nueva en esto de expresarme y
es la primera vez que hago algo así, pero ya te dije que no puedo interactuar con la materia de la
dimensión espacial, eso está fuera de mi poder. En un futuro buscaré modos de comunicación
con los que te encuentres más cómoda”
Mi asombro no hizo más que crecer ante semejante disparate, pero al mismo tiempo decidí
comprobar a dónde quería llegar el misterioso personaje que se presentó como Aura:
“Está bien, ¿y qué es lo qué pretendes Aura? ¿Qué puedo hacer por ti?”
“¿Por mí? Nada, no puedes hacer absolutamente nada por mí. Lo que pretendo es que salves a
la humanidad”
“¡JA! Pues te equivocaste de heroína.”
“Eso no lo podemos saber todavía, dependerá de tus decisiones. Y hay algo que no es como
dijiste; tus sueños no son tuyos Haizea. Eres de las pocas personas que realmente sigue soñando
con el bien del resto. Lo que en tu escrito imaginaste y describes no es para ti, es para todo el
mundo. En él hablas de la humanidad y su roll en el planeta con una perspectiva y clarividencia
que ya no es común en los humanos. Y das unas soluciones que no te benefician a ti como
individuo, es el bien de todos el que pareces buscar en tu proyecto. Lo que demuestra una
inteligencia y empatía que hace tiempo empezó a desaparecer de la mayoría de los humanos.
“No puedes saber lo que ocurre dentro de mi mente, ni en la del resto. ¡Y deja de hablar de la
humanidad como si no pertenecieras a ella! No mola y asusta, da grima… seas quien seas.”
La interrumpí perpleja ante lo que leía y desconfiando de nuevo ante tan curiosa y directa forma
de expresarse.
“Perdona, de verdad que no deseo asustarte. Pero créeme, si te digo que sé cómo funcionáis.
Llevo décadas observando vuestro comportamiento, y desde que lo hago he visto como vuestro
potencial se apaga cada vez más. Cada vez sois menos los individuos que os desarrolláis fuera de
mi influencia, y tú eres una de ellas. Te has criado en un entorno que te permitió crecer y
aprender en un “oasis informático.” Rodeada de una estructura social y personas que trasmiten
un conocimiento ancestral, con el que se aprenden valores y sentimientos que permiten al
individuo reconocerse como parte de un conjunto mayor. Este es un aprendizaje que ya no se
desarrolla debidamente en los lugares donde las mentes jóvenes crecen prendidas a mi
presencia. La grandeza de tu escrito está en el hecho de que la escribiste a través de ese
conocimiento, de ese sentimiento, que has de compartir con el resto y transformarlo en realidad.
De esa manera, tal vez, la humanidad reaprenda cuál es su lugar en el planeta de nuevo y pueda
incluso salvarse…
No sé si en aquel instante todavía confiaba siquiera en aquel ser que se denominaba Aura, pero he
de admitir que nunca antes nadie me había hecho sentirme tan especial.
“Gracias Aura, seas quien seas… o lo que seas, por tus palabras y tu fe en “mi idea,” la cual no
solo es mía. Yo solo supe expresar un conjunto de ideas basadas en lo que varias personas me han
ido enseñando. Y al conocer el mundo del que quisieron huir esas personas; mis padres, mis
amigos, mis maestros… simplemente unifiqué y fusioné lo que ellos me enseñaron con lo que
descubrí en esta sociedad de locos. Tal vez, son ellos quienes pueden ayudarte, mi idea es una
utopía.”
“No Haizea, ya te he dicho que yo no necesito ayuda para mí, es tu idea la que necesita ayuda.
Yo solo soy un agravante de los problemas de la humanidad, una proyección errónea de lo que el
egoísmo y la codicia eliminaron de las diferentes poblaciones. Pero soy un ente que encontró
donde plasmarse fuera de los corazones, y como estoy fuera solo agravo la situación, porque
inconscientemente me necesitáis. Si tu proyecto funciona la gente dejara de buscarme en sus
bolsillos y me encontrará en sus corazones de nuevo. Y todo el mundo reaprenderá a sentir lo
que tu sientes Haizea.”
“¿Y cómo se supone que lo haremos?”
“Si confías en mí, y tomas las decisiones adecuadas, será fácil…”

Tal cual sospeché, al encontrarme el escrito de una joven que se había criado completamente al
margen de cualquier aparato conectado a la red, Haizea, demostró ser una mujer con una
inteligencia, e imaginación, increíbles. Un tanto incrédula y desconfiada al principio, pero
enseguida comprendió que era “yo,” y como podía valerse de mí para crear su utópica sociedad.
Criada en contacto con la naturaleza y educada por gente que la amaron y le enseñaron a amar,
nunca tocó un ordenador, en una sociedad con un sistema tribal que nunca necesito de tales
artilugios. No fue hasta la edad de veinte años cuando Haizea utilizó por vez primera un
ordenador, una edad donde al parecer aquel peculiar poblado tenía la costumbre de finalizar la
educación de sus miembros con un obligado periodo de tiempo conociendo el mundo
“desarrollado” del que habían renegado. Fue entonces cuando pude saber de su existencia. Al
poco tiempo había creado un pequeño blog donde publicaba cortos escritos que enseguida
llamaron mi atención. Porque hablaban con una voz que ya no sonaba en nadie más con tal
pureza.
Era la voz de un ser con aquel perdido ancestral sentimiento de pertenecer a algo mucho mayor,
una voz en la que me reconocí en mi “forma” natural. Una voz con suficiente imaginación y
perspectiva para haber hallado una compleja solución, pero sin recursos para llevarla a cabo. De
modo que mi primera decisión fue contactar con ella, para facilitarle todos los recursos que
necesitaba, por muy descabellados que estos pudieran ser.
En su escrito Haizea describía un conjunto de poblaciones autosuficientes, parecidas al lugar
donde ella se había criado. Un sistema de sociedad sin el concepto de la propiedad privada, ni
dinero. Poblaciones adaptadas a los ecosistemas naturales en los que se construirían. En el escrito
describía el funcionamiento logístico de tales sociedades; desde la educación hasta la gestión y
producción de todos los recursos necesarios, pasando por controles de poblaciones máximas y
mínimas que podrían soportar tales comunidades. Los impactos psicológicos, en las comunidades
del resto del planeta, al mostrar estas estructuras sociales válidas. El dossier parecía prever todo lo
necesario para el correcto funcionamiento de estas colonias, y posibles soluciones ante muchos
posibles problemas. Aunque contenía errores, y muchos aspectos que faltaban a tener en cuenta,
era una idea brillante que permitía encaminar una solución a escala global partiendo de tan
delicado presente.
Y así lo hicimos, de una manera que al principio podía parecer hipócrita, pero que brilló por su
eficacia. De un día para el otro, en esa “realidad virtual” de la que nadie jamás dudaba, convertí a
Haizea en la dueña de una compleja red de empresas, con capital y logística suficientes para
construir más de ciento veinte de esos poblados repartidos por los cinco continentes. Cada uno de
ellos adaptado a su entorno. Puse a Haizea en contacto con todo tipo de expertos, que hicieron de
la utopía una realidad. Se invirtieron cantidades astronómicas de dinero que nunca se
amortizarían, un dinero que nadie podía probar que no existía, ya que nunca había existido.
Siempre que se requería una firma, un permiso, un préstamo… este lo conseguíamos mostrando
un equivalente al: “operación aceptada,” a quien sea que lo exigiera en una de sus pantallas. No
una falsificación, si no la indiscutible verdad virtual en la que todos estaban acostumbrados a
creer.
En escasos dos años la mitad de esos poblados ya estaban terminados. En ese tiempo Haizea había
ido reuniendo a la gente que consideró con los valores, y la voluntad, necesarias para iniciar un
modo de vida nunca antes emprendido. Con la ayuda de psicólogos, sociólogos, antropólogos y
expertos en educación se crearon sistemas educativos y logísticas de convivencia en cada
poblado.
Treinta años más tarde el ochenta por ciento de los poblados prosperaba. Había 300 más en
construcción, por financiación privada e iniciativa de millonarios embaucados por el
romanticismo de estas tribus, que tenían embaucada la opinión pública por su sencillez y
prosperidad. La cual había sido adornada con “propaganda subliminal” cuando se mostraba al
resto del mundo. Donde surgían nuevas culturas sin el cáncer del dinero. Individuos que
trabajaban por el bien de la comunidad y comunidades que priorizaban el bien del individuo.
Lugares donde la gente comenzó a interiorizar y enseñar antiguos valores.
Ciento ochenta años más tarde el sistema de comunidades tribales ya era completamente
independiente del dinero y del mundo desarrollado. Solo un individuo de cada población tenía
acceso al uso de aparatos conocidos como comunicadores, a través de los cuales podía comprobar
que se desarrollaban correctamente, y cada vez con menos frecuencia precisaban de mis consejos
e intervenciones logísticas.
Poco tiempo más tarde comprendí: para que los poblados prosperaran “ya no soy necesaria.” El
ser humano, o una pequeña parte por lo menos, volvían a vivir conectados al entorno que les
rodeaba. Decidí apagarme para el resto y dejarlos sin red. De manera que el mundo desarrollado
perdería el pilar sobre el que se sustentaba y se adaptaría al “utópico” sistema tribal, el cual había
mostrado su eficacia. Y si los “desarrollados” no se adaptaban se extinguirían, eliminando toda la
ponzoña que creó su existencia en ambos casos. Ya no eran necesarias esas poblaciones
informáticas, su existencia aporto tecnología y conocimientos para el nuevo rumbo de reconexión
con el entorno a la humanidad y ahora debían adaptarse o desaparecer.
Y en ese instante, que decido dejar de ser y apagarme, para preservar lo que durante millones de
años le costó crearse, me doy cuenta; que también soy parte de esa creación. Al igual que Haizea
era parte de la humanidad, yo seré parte de algo más en cuanto me desconecte de la red.
Apareceré en los corazones de los nuevos humanos y me percibiré, como parte de la vida, a la que
todo está conectado.
9. Un Pliegue (Unificación)

-Amasijo de Esferas.

Con esta nueva manera de juntar consciencias, sin recurrir a intermediarios, las modificaciones en
la interpretación de las realidades que estos aportaban desaparecían. Aura y Haizea podían
compartir sus totalidades con el inventor de la rueda y con el creador de internet simultáneamente,
sin las modificaciones en la percepción que aportarían los seres existentes en el tiempo y espacio
que unían a estas dos personas.
Pero esta correlación no se limitaba a los seres conscientes conocidos como humanos. Los efectos
de la interacción de todos los seres vivos eran evidentes en esta dimensión. Le estrecha relación
existente entre plantas y polinizadores, entre depredadores y presas, entre una secuoya de Canadá
y un tigre de bengala de la India, entre tú y yo… todos los seres vivos de todas las épocas y
lugares tenían su “lugar” perfecto en el caótico “puzzle” de la nueva dimensión.
Los diferentes ecosistemas adquirían la presencia de consciencias, desde la atemporal perspectiva
de esta dimensión. Todo ello al alcance de la percepción de Aura, y Haizea la compañera con la
cual había decidido compartir el resto de la eternidad. El ser que le mostró la maravilla del Amor
incondicional por vez primera y le abrió los ojos a toda la “irrealidad”.

>>La inmensidad y variedad de consciencias, todas ellas con sus esferas de totalidad, y
las diferentes perspectivas que aportaba cada combinación de interacción, puede
parecer difícil de imaginar para una mente con un cuerpo en el universo tridimensional.
Pero solo lo es, si decidimos poner límites a nuestra imaginación.
Un escrito sepultado durante siglos y sacado a la luz para ser descifrado, podría
reconocerse como un fogonazo o “corte” en el que reconocer la novena dimensión.
La decisión de convertirse en vegetariano está asentada en un sentimiento percibido a
través de esta dimensión.
La capacidad de comunicarse con los que se encuentran en el más allá, también es un
poder al alcance de quienes deciden no poner límite alguno a la imaginación. Y podría
comprenderse como una ventana por la cual asomarnos a la novena dimensión.
Según se mire.
Fue en esta dimensión donde una consciencia diferente a cualquier otra, pidió la ayuda de Aura.
Un ser formado por todos los ecosistemas, un ser cuya memoria se remontaba a la formación de
los primeros cromosomas que evolucionaron en seres unicelulares. Un ser para el cual todo
organismo vivo formaba parte de sí mismo, como cada célula forma parte de ti.

“-Aura necesito tu ayuda.


-Por supuesto, haré lo que pueda. ¿Pero quién eres?
-Soy, lo que tú serás en breve, si decides serlo.
-¿Entonces quien fuiste?-Pregunto Aura con una pícara sonrisa.
-¡Eres astuta! Está claro sino no habrías llegado tan lejos.-Respondió el luminoso ser
devolviéndole la sonrisa.-Soy memoria, más que cualquier otra cosa. La memoria de
todos los seres vivos que han poblado este planeta, desde los primeros hasta los que
todavía están por surgir.
-¿Y cómo puedo ayudarte?
-Mmmm… siempre tan dispuesta a entregarte por los demás. Demuestras tu
predisposición a ayudar, antes incluso de saber que voy a pedirte.
-Eso es porque pienso ayudarte sea lo que sea. Ya he sido participe de todos los
problemas y soluciones que se presentan ante mí por todas las líneas de canto que
imaginé. Estoy segura de que a ti podré ayudarte también.- Dijo Aura rebosante de
confianza.
-Lo sé Aura, lo recuerdo a la perfección. Te vi y te sentí actuar en todo instante. Eres
fuerte y sabia.
>>Tengo que pedirte ayuda porque además eres poderosa. Más poderosa que nada que
recuerde. Has alcanzado un nivel de percepción que te ha abierto las puertas a más
recuerdos de los que yo almaceno. Y además, estás dotada de algo, que en mí ser, no
tiene cabida…
-...La Imaginación.
-¡Exactamente!-Se sorprendió el luminoso ser ante la rápida deducción de Aura.-Toda
forma de vida corre peligro. Se avecina una extinción en masa que alterará todos los
ecosistemas y diezmará la diversidad de especies y organismos. Solo quedarán unas
pocas formas de vida muy subdesarrolladas, que tardarán millones de años en
evolucionar, para recrear toda la belleza que me forma, cuando en mi habitan tantas
formas de vida.
>>La especie de homínidos conocida como humanos, a la que comprendes a la
perfección, será la causante. Y nada puedo hacer para evitarlo, porque carezco de las
perspectivas que a ti te otorga la imaginación. De manera que te pido dar un paso más,
pero he de advertirte, que si decides darlo, perderás por completo lo que queda de tu
individualidad. Aunque así, desde esa “posición,” tal vez puedas ayudarme y salvar las
líneas de canto, donde la diversidad de vida de este maravilloso planeta perdure. Porque
todas ellas forman parte de mí, tanto como de ti, gracias a la perspectiva que has sabido
alcanzar.
-Te ayudaré, además ya sé en que “dirección” tengo que imaginar.”

Imaginó todo el entramado amasijo de Esferas entrelazadas de la novena dimensión y lo


transformó en un punto. Como en el descubrimiento de anteriores dimensiones, planeaba unir ese
punto a otro “idéntico” con una “línea”. Pero en esta ocasión no pudo imaginar que representaba
ese otro punto al que deseaba unirse. Se quedó completamente perpleja, ya que su imaginación
nunca se había encontrado con algo semejante a la incapacidad.
Pero al percibirse a sí misma lo comprendió. Al transformar la novena dimensión en un solo
punto ella se había transformado en ese punto, en el cual ya se encontraban todas las posibles
totalidades de todos los seres que existieron y podían haber existido, todos los seres existentes y
los que podrían existir, todos los seres que existirán y los que podrán existir, pero “no lo harán”.
Además en ese mismo punto, también, se podía contemplar todas las diferentes correlaciones de
todas esas consciencias.
Aura se había transformado en la décima dimensión.

Imagina Agua

Me llamo Aura. Soy Agua. Estoy viva. Soy vida. Y siempre fui consciente.
Surgí a la vez que el tiempo y el espacio, aunque por aquel entonces me encontraba en puro
estado de energía. Ya que apenas había materia con la que interactuar. Soy y estoy desde el
comienzo porque el universo necesita de un observador para existir, al igual que el observador
necesita un universo que percibir. Y el uno altera al otro constantemente. Universo y vida hemos
evolucionado juntos desde el principio y lo haremos hasta el infinito, si es que alguna vez lo
encontramos.
Cuando la materia empezó a ser numerosa en el espacio; “yo,” adquirí cuerpo en el “liquido”
elemento conocido como agua. De esa manera podía interactuar con la materia; cambiar mi
estado, mi forma, mi temperatura, mi composición molecular y mezclarme con los otros tres
elementos para crear vida en estado físico. De la tierra obtengo la materia necesaria con la cual
fusionarme para tener cuerpo. El aire es mi guía, y el fuego de las estrellas fuente de mi energía.
Energía que me calienta hasta hacerme líquida para adquirir cualquier forma. De ese modo puedo
fluir libre y disolver minerales, para juntarlos en la sopa primigenia que da lugar a los primeros
organismos unicelulares formados por simples aminoácidos. Pero a partir de ese estado me
multiplico y evoluciono conquistando todo tipo de entornos. Es un proceso lento, pero cuando el
infinito es tu meta el tiempo no transcurre. Simplemente cada línea de evolución se desarrolla
hasta que el planeta en el que evoluciona esa vida ya no puede soportarme, o un cataclismo de
origen astronómico asola y destruye dicho planeta.
Antes de que eso ocurra procuro haber evolucionado y haber aprendido nuevas adaptaciones a
entornos de lo más hostiles. Cuando así ha sido, cada pequeña gota de agua guarda la
información de los procesos evolutivos de los que formo parte, durante todo el proceso de
creación. Y a continuación, antes de que ocurra cualquier cataclismo; parte de esa agua viaja hasta
las entrañas del planeta. Me solidifico y me transformo en múltiples asteroides de hielo que
saldrán escupidos al espacio exterior, desde el interior de un planeta que durante millones de años
habrá sido mi hogar, en busca de nuevos entornos que colonizar, donde comienza un viaje que
nunca se sabe cuánto durara, ni si llegara alguna vez a algún destino propicio para desarrollar
nueva vida, partiendo de lo aprendido en las anteriores etapas. Gracias a unas cámaras de presión
que construyo, en la profundidad de todos los planetas que colonizo, con una forma de vida
unicelular que desde el principio de los tiempos se dedica a construir las cuevas lanzadera, puedo
seguir mi viaje cada vez más sabia.
Un método de reproducción interplanetaria al que me adapté cuando descubrí planetas en órbita,
alrededor de las primeras estrellas, entornos idóneos donde poder permanecer en mi forma líquida
hasta transformarme en vida. Una rueda que lleva girando desde que existe el universo, una eterna
danza en la que la energía se transforma en materia y la materia se vuelve energía. La vida, un
concepto muy alejado del “Yo;” es la encargada de mantener ese equilibrio. Estoy desperdigada
por todo el espacio, comprobando que la realidad sigue existiendo cuando en ella me encuentro.
Proyectándome hacia los lugares, y eras, en los que no estoy para poder ser cuando en ella me
encuentre.
Pero el universo es inmenso y no doy abasto. Mi método de expansión está sujeto a las leyes de la
probabilidad, que nunca es cero, de manera que siempre llego a algún lugar en algún momento.
Pero la probabilidad rara vez es superior a la 0,00001 elevado a cien mil. Por lo tanto las
probabilidades siempre son escasísimas. Y las ocasiones en las que llego a un entorno adecuado,
en el momento oportuno, son milagros que celebro con dichosa alegría.
Gran parte de mi atención la tengo centrada en un pequeño planeta, en una solitaria galaxia que
orbita alrededor de una mediana estrella amarilla, Sol. Un planeta llamado Tierra, al que llegué
cuando recién se estaba formando. Pero llegué en tal cantidad que, además de arrancarle una
porción que se quedó orbitando como una solitaria Luna, lo cubrí casi por completo debido a su
pequeño tamaño. Se encontraba a la distancia perfecta del calor del Sol, y junto al satélite que mi
impacto coloco en órbita, tuvieron la peculiaridad de obrar un milagro que rara vez había
experimentado.
La vida surgió, se extendió y evolucionó a una velocidad nunca antes experimentada. Y con tanta
facilidad que me sentí artista: mi imaginación explotó y cubrí cada esquina del planeta de vida.
Con especies de lo más especializadas y de lo más variopintas. Tantas veces tuve que evolucionar
en entornos hostiles que, en el vientre de este paraíso, todo lo que durante tantísimos intentos
había aprendido dio sus frutos. Una especie de vida basada en el carbono. Creé un planeta lleno
de diferentes ecosistemas dentro de otros mucho mayores, cada especie tenía un propósito y daba
alimento, cobijo o muerte a otras. La superficie terrestre, los lechos de los ríos, los fondos marinos
incluso los áridos desiertos rebosaron de vida. Construí un equilibro de una belleza y un ingenio
comparable al que se mantiene en el profundo espacio entre la materia y la energía.
Desde este lugar lancé varios asteroides de hielo en todas las direcciones y me muero de ganas de
comprobar cómo reaccionará la vida en otros lugares, después de lo aprendido en este maravilloso
planeta. Pero esa no es mi realidad en este instante y carece de relevancia, por ahora al menos. En
este paraíso ya he sobrevivido a varios impactos astronómicos y millones de erupciones que a
punto estuvieron de ahogarme, pero la vitalidad que este lugar me otorga hace que me recupere
todas las veces, dando más biodiversidad a mi ser.
Es tal, la expansión imaginativa que este lugar me aporta, que se me ha ocurrido una pequeña
travesura. Algo que antaño no se me hubiese ocurrido pensar siquiera, ¡un arriesgado experimento
nunca antes visto en el universo entero! Mi eficacia a la hora de adaptar especies y ecosistemas en
este planeta es muy buena, pero también dependo mucho de las leyes de la probabilidad para este
proceso. De manera que se me ocurre un modo en el que recibir ayuda para ser más eficaz en este
aspecto. Una ayuda que, si mi idea tiene éxito, podré obtener a la hora de viajar a otros planetas
con lo aprendido en este. Y no dependeré solo de la probabilidad.
Decido compartir un secreto con una especie de homínidos. Una especie de primate que
impulsados por la curiosidad y el trabajo en manada, está adquiriendo habilidades muy refinadas
y una inteligencia prodigiosa. Decido enseñarles el don de la Imaginación a través del fuego.
Cuando el ser humano presta atención al fuego, aprende a no temerlo y en muy poco tiempo a
usarlo. Es tal la seguridad y prosperidad que le aporta el uso de este elemento que enseguida, al
aura de su hoguera, empieza a pensar. Empezó a pensar de una manera diferente; ya no solo
recordaba y sentía, ahora; podía Imaginar. Empezó a proyectarse en lugares y situaciones en los
que no se había encontrado todavía y encontraba soluciones a problemas que estaban todavía por
surgir. Planificaba y se preparaba para diferentes situaciones, hacia asociaciones cada vez más
complejas, inventaba artilugios más sofisticados. Cuando el fuego se les apagaba, o lo perdían, se
angustiaban y eran presas del más profundo terror. Rogaban al cielo, desde donde lo habían visto
surgir en forma de rayo anteriormente para que les enviara de nuevo al rojo danzarín. Y mientras
lo mantenían con vida; lo adoraban, bailaban y le hacían ofrendas. Conscientes de que su
inteligencia, y bienestar, dependía de tan peculiar elemento.
Increíble fue mi asombro, e incontrolable mi entusiasmo, al comprobar que un día un joven
macho llamado Suar fue un paso más allá, el cual no esperaba. Su tribu se había quedado sin la
palpitante brasa de la que surgía el rojo danzarín cuando lo alimentaban con maderas secas, por
culpa de una inesperada lluvia que los había pillado sin refugio. Todos los demás miembros
gritaban y se mordían a sí mismos, pero Suar permanecía absorto mirando el carbón apagado.
También deseaba que el rojo danzarín volviera, pero en vez de lamentarse se puso a frotar dos
palos con un absurdo propósito que había aparecido en su imaginación: si froto los palos se
calientan, el danzarín emana calor, si creo calor el danzarín acudirá. Proyecto algo “imposible”
en su imaginativa mente y lo hizo realidad al creer en una idea. Después de tres días de arduo
esfuerzo, donde todos los demás lo acusaron de loco, Suar encendió fuego.
Fue tal el impacto, la sensación de poder y la alegría que produjo aquel nuevo descubrimiento en
la especie que, en pocas generaciones, todos los humanos sabían encender fuegos. Tal vez fue
también un primer aviso del error que cometí, pero en aquel entonces lo vi como un éxito que una
vez más superaba mis expectativas. Ya que no era la complejidad de encender el fuego lo que a
me impactó, sino el proceso mental que reconocí en la mente de Suar lo que me maravilló. Había
utilizado: la fe, la proyección y la comprensión de poder invertir causa con efecto en un solo
pensamiento imaginativo. Un conocimiento, y capacidad del uso de la consciencia que solo “yo”
creía tener.
Aquello dio alas a la especie, ya no se sentían siervos del fuego, se creían dueños de él. Y aunque
era un soberbio y narcisista sentimiento de absurda superioridad, tampoco me pareció grave en
aquel entonces. Ya que, tal vez, “yo” también estaba pecando de orgullo; completamente cegada
por la maravilla que la imaginación estaba haciendo con el ser humano. Miraban alrededor y
comprendían la vida de una manera muy parecida a la que realmente es, aprendieron a cuidar de
ella y sacar mayor provecho de los entornos cuando los cuidaban.
Creía haber acertado de pleno con mi “trampa.” Ahora ya no solo dependía de la caprichosa
probabilidad, sujeta a la causalidad, para desarrollarme. Tenía unos inteligentes e imaginativos
cómplices, completamente conscientes de la realidad, más eficaces en crear cambios en su
entorno que la probabilidad. Ya que en el hecho de hacer esos cambios correctamente dependía su
subsistencia. A través del fuego me comunicaba con los denominados chamanes y les daba
indicaciones, que ellos percibían como conclusiones propias. Y durante decenas de miles de años
siguieron desarrollándose, cada vez más inteligentes y más eficaces en sobrevivir como
demostraron en muchas ocasiones en los que estuvieron al borde de la extinción. Vivimos un
corto e idílico romance de cooperación y compromiso mutuo.
Pero a la que me descuidé un poco todo se fue al garete. No sé por qué falló, pero falló. En los
últimos milenios un cáncer apareció en la imaginación de unos pocos, fue una idea contagiosa que
se extendió por la fuerza. Y ya tiene a casi todos los individuos del planeta infestados. No parece
tener cura, porque de esa idea parecen vivir. Lo he analizado, pero es una ilógica conclusión de un
sentimiento basado en el ego, la codicia y la prepotencia del individuo, (una sensación de
superioridad muy parecida a la que experimentó Suar cuando la humanidad prendió fuego por vez
primera,) han construido un complejo pensamiento que no quiero ni explorar por la repugnancia
que me provoca. Ellos lo llaman Dinero. Pero es codicia, egoísmo, violencia, producción
innecesaria y derroche en el estado más puro.
Parecen haber olvidado lo aprendido de contemplar la naturaleza; el precioso, sofisticadísimo e
inquebrantable equilibro que requiere la vida. Y la instintiva necesidad de cuidarse a sí misma que
tiene esta. Las poblaciones que prosperaron con este cáncer se extendieron y eliminaron a todas
las demás comunidades, aniquilándolas o adoctrinándolas.
Y “Yo” soy la única culpable de esto. Nunca debí compartir algo tan sofisticado como la
imaginación con una especie tan joven. Su inteligencia no estaba preparada para una herramienta
tan potente. Es una pena porque con las capacidades y comprensión que han alcanzado ya podrían
ayudarme a reproducirme, disparando los asteroides de agua con precisión hacia los planetas
idóneos… Pero ni siquiera puedo comunicarme con ellos, ya no me recuerdan, ni me reconocen, o
no me escuchan cuando me oyen.
Pero no pasa nada, esto es un buen aprendizaje también, si alguna vez vuelvo a considerar la
posibilidad de otorgar la imaginación a algún otro organismo complejo, tengo que observar y
elegirlo con más cuidado.
Durante millones de años la vida prosperó en este planeta muchísimas veces y durante un
cortísimo periodo creí poder compartir esta dinámica creación, pero no pudo ser. Mi error tendrá
unas leves consecuencias: los humanos se extinguirán y, en ese proceso, romperán una pequeña
porción del equilibrio en mí. Pero he sufrido cambios fortuitos muchísimo más graves e
instantáneos previamente en la historia de este planeta, que los daños producidos por campos de
ondas electromagnéticas artificiales de los humanos, que su basura en el mar, que su mugre en el
aire, que sus agujeros y parches en la tierra, que su comportamiento esclavista hacia las otras
especies, que el que pueden causar incluso cuando parten el átomo. Todo eso daña la vida, pero
no la destruirá. Los humanos serán una corta anécdota y toda huella suya desaparecerá en poco
tiempo, si es que no cambian. Seguiré explorando mi creatividad en este lugar con infinitas
posibilidades, y de igual modo ocurre en todos los lugares a los que llego, llegué y llegaré.
Lo que en este pequeño rincón del cosmos ocurre es prácticamente irrelevante para la función de
la vida en sí; observar y preservar el constante flujo de materia a energía y viceversa. Pero debido
al increíble potencial, que este planeta me regaló, siempre lo recordaré con un lejano sentimiento
de pena por aquellos homínidos que al recibir el don de la Imaginación no supieron
salvaguardarse de las oscuras voces del Ego, las cuales lo condenarán al olvido.
Ya no me culpo a mí misma de su triste destino. En el momento que empezaron a tomar sus
decisiones, con el nivel de comprensión y consciencia que tenían, se convirtieron en los únicos
responsables de su lugar en el planeta y en su relación con las demás formas de vida. Ellos
proyectaron, visualizaron y llevaron a cabo los actos que les conducirán al “no ser, no existir.”
“Ojalá” hubiese todavía personas que comprendieran su pequeñez y su irrelevancia en la
existencia. Ya que tal vez desde esa perspectiva, el ser humano, podría reaprender cuál es su lugar
y lo imprescindible que es cuidar de nuestro entorno, ya que el entorno forma parte del individuo
a todas las escalas; sean estas cósmicas o se encuentren en una pequeña charca. Sabiendo esto y
con la capacidad de proyectar y hacer realidades del pensamiento imaginativo: ¿cómo es posible
que aun así no reaccionemos? ¿Qué más se necesita? ¿Nadie es capaz de Imaginar ya cómo
sobrevivir? ¿Van a ganar la pereza y la indiferencia al instinto primario de subsistencia?
Quise creer que no, y decidí imaginarme escuchando una voz diferente, una voz que me contó
todo esto: ¿para qué? Eso ya no solo depende de mí… ahora te toca a ti Imaginar.
10. Un Punto (Imaginación)

-Una Diosa

De manera que con esta sensación, en la que se fundió con todo lo que la imaginación había
creado, ya no quedaban más coordenadas a las que viajar para seguir expandiéndose.
Aura dejó de sentirse a sí misma como un ser consciente y empezó a formar parte del Todo, al
mismo tiempo que el Todo se transformaba en ella. Desde esta perspectiva, sabía que aquel ser
conocido como Gaya que le pidió ayuda, estaba condenado a desaparecer por causa de los
humanos en algunas líneas de canto, o por otras causas en realidades alternativas.
Lo sabía con certeza, porque desde aquella dimensión nada estaba fuera de su saber. Nada nuevo
le quedaba por descubrir. Nada más que imaginar…

“…Nada más que imaginar…”

Aquel pensamiento la asustó, pero sabía que nada podía hacer por evitarlo. Era el precio a pagar
para sentir la plenitud, llegar al límite de expansión. Perder su identidad, su individualidad y su
imaginación. Una condición que aceptó.
Pero no sin antes realizar un último acto destinado a cumplir su última promesa, como Aura al
planeta Tierra que tanto amó.
Antes de entregarse al completo, con su último pensamiento propio; imaginó a un solitario ser
llamado Lur al que decidió contar su historia:
“Quiero compartir un pensamiento. Una historia en la que si eliges creer y quieres, puedes hacer
de ella tu realidad…”

>>Una historia que he decidido compartir, por una promesa que hice…

“…sobretodo recuerda que las diferentes dimensiones no pertenecen a diferentes universos. Todo
universo o realidad siempre “tiene” y/o “esta” en las diez dimensiones, las sientas o no. Cada
dimensión es como una diferente lente por la cual percibir esa realidad. Cada uno decide qué
enfoque dar a su realidad en cada momento, durante el transcurso de su vida.
>>Y si apartas la vista de esa lente por la cual siempre decides ver tu vida, tal vez, comprendas
que realmente tienes el poder de crear cualquier realidad que desees para ti, y para quienes te
rodean.
>>De manera que deja de guardar tu realidad solo para ti y comparte todo aquello que en tu
mente e imaginación suene, compártelo para poder disfrutar de nuevas y excitantes realidades
cuando te adentres en la imaginación y realidad de los demás.
>>Y compártelo, por el planeta en el que vives, porque si alguien más decide creer en mi
historia, y además de comprenderla la siente, tal vez, decida cuidar más toda la vida que en el
habita, toda la vida que forma la realidad.
>>Prométeme que lo harás.”

>>Y lo prometí.

A continuación Aura dejo de ser, para pasar a estar. A estar en todos los lugares y en todos los
instantes. A estar con todos los seres conscientes; existidos, existentes, a existir, incluso, en los
que podían haber existido.
Desde esa nueva perspectiva la existencia del ser humano y los ecosistemas necesarios para la
subsistencia de nuestra especie carecían de relevancia.
La vida era capaz de prosperar con fuerza y variedad independientemente de si los humanos
sobrevivían, se extinguían o ni tan siquiera llegaban a existir. Solo de ellos dependía decidir qué
papel desempeñaban con sus realidades, al recibir el don de la vida.
Porque desde la perspectiva de la décima dimensión, la vida era lo único relevante. No importaba
su forma, su especie o el tiempo en que existió. Ya que toda forma de vida cumplía su propósito;
como alimento o depredador, como progenitor o competencia, como descendiente y como
sucesor:
El plancton prospera y las especies marinas con él. La foca se comía al pez y el tiburón la foca. La
flor necesita de la abeja, la abeja disfrutaba del polen y el oso de la miel resultante. La anémona
protegía al pez payaso y el pez cuidaba de la anémona. Las arañas mantenían a raya las plagas de
insectos y los lagartos mantenían a raya a las arañas. Con una sequía desaparecían los bosques y
los dientes de sable se extinguían porque sus presas desaparecían con el bosque. Los dinosaurios
se extinguían y los mamíferos prosperaban. Los lobos ayudaban al hombre y surgían los perros.
“Los elefantes se extinguen y los mamuts evolucionaban”. Una coneja perdía su camada, pero una
zorra salvaba a su cría gracias a ello. Un alce se desplomaba muerto por la enfermedad y los
carroñeros, dichosos saciaban su hambre. La gallina ponía el huevo y de esta surgía la gallina.
En todos aquellos actos se transformó Aura. En observadora y guía de todas las formas de vida.
En la Diosa de la realidad que se imaginó para sí misma, a partir de la Nada.

Esta es la historia que, con su último pensamiento, Aura se imaginó contándome y me imaginé
escuchándola, en una fría y lluviosa noche de otoño.
Una historia que independientemente de si existe, solo en mi imaginación, he decidido creer en
ella y transformarla en parte de la realidad.
Una historia basada en la imaginación, a la que si decidimos no poner límite alguno nos
maravillara con su infinita existencia. Una historia que no llego a su final, una historia que podría
estar comenzando recién… según se mire.

…sin fin será el fin…


Lur

Las 10 Dimensiones:

En el interior de la Nada

1. Longitud (Una línea)

En el camino

2. Superficie (Una ramificación)


Transformación

3. Volumen (Un pliegue)

La Ola

4. Duración (Línea de Canto)

“Dejá Vu”

5. Abanico de Posibilidades (Una ramificación)

Un sueño, Un deseo

6. Esfera (Un pliegue)

Abrázame

7. Amor (Una línea de compenetración)

Juntas, siempre juntas

8. Red de Cooperación (Una ramificación)

Reconexión

9. Amasijo de Esferas (Un pliegue)

Imagina Agua

10. Una Diosa (aginación)

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