Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Mariana Di Ció
l pie de imprenta de INRI, que Raúl Zurita publica en 2003, indica Ardens sed
E
virens: “arde sin consumirse”. La expresión latina aparece en el libro del Éxodo, en
el célebre episodio conocido como “de la zarza ardiente” (Ex 3, 2-4), donde se
relata cómo la voz de Dios surge desde la llama del fuego para renovar su alianza
con los hombres. Aunque de manera radicalmente diferente –la voz que Zurita
adopta en ese libro materializa la palabra de dos jóvenes desaparecidos por la
dictadura militar– también parece abrirse camino a través de un fuego en el que
las palabras arden sin consumirse. Porque a pesar de ser abismalmente profanos,
todos los textos de Zurita están entretejidos con referencias dislocadas al ima-
ginario religioso, al punto que su obra entera puede leerse como una suerte de
catábasis o descenso a las tinieblas del ser humano, pobladas de desiertos y de
humo, de referencias ardientes, de inmensos témpanos y volcanes furiosos que
van desmigajándose. Más que al lugar de la alianza, entonces, las múltiples alusio-
nes al infierno que van poblando la obra de Zurita remiten al lugar simbólico de
miseria y de condena desde donde se enuncia, pero también reenvían, por exten-
sión, al terreno movedizo donde quedan expuestos los tormentos de la escritura,
ese enfer de la composition que Borges asociaba a la escritura de Flaubert.
En ese sentido, cabe recordar que, como atestigua el Gran Diccionario Univer-
sal del siglo XIX de Pierre Larousse, el infierno es también el “lugar cerrado de
una biblioteca donde se guardan los libros cuya lectura se considera peligrosa”.
Es decir, un lugar conocido por todos pero inaccesible para los ojos del público
1. Una primera versión de este trabajo fue leída en el congreso “Text as Process: Genetic and
Textual Criticism in the Digital Age”, organizado por Daniel Balderston (Universidad de Pittsburgh, 4
al 6 de abril de 2016).
140 Lecturas inéditas
general, en el que se aloja una reserva secreta de la que desconocemos los deta-
lles, el “ángulo muerto” de la biblioteca, como lo define Bruno Racine, director de
la Biblioteca nacional de Francia.2 Lo que me propongo es, entonces, analizar una
parte del material “condenado” de los archivos de Zurita, para intentar deslindar
el modo en que, de manera análoga a la superficie oculta del iceberg que evocaba
Hemingway, lo que permanece en las sombras incide estratégicamente – y sopor-
ta– toda la construcción de su obra visible. Me concentraré, en particular, en El
Paraíso está vacío, un texto que, en sí mismo, también parece haber pasado una
larga temporada en el infierno antes de “resucitar” a una nueva vida. Después de
una breve descripción del dossier genético, me detendré rápidamente en algunos
aspectos materiales (soportes, instrumentos de escritura, técnicas de inscripción
de la palabra), para concentrarme luego en algunos mecanismos de composición
y montaje de la escritura zuritiana, antes de terminar con una reflexión más am-
plia sobre el rol de la reescritura y de las variantes en una obra profundamente
orgánica como lo es la de Raúl Zurita, y la presencia tanto en los manuscritos
como en la obra publicada de “la mano que escribe”.
2. B. Racine, “Preface”, en: L’Enfer de la bibliothèque. Éros au secret, París, Bibliothèque nationale de
France, 2007, p. 15.
3. “Por cierto, hubo esa primera edición o prueba, más bien, pues solo hicimos unos pocos ejem-
plares (quizás dos encuadernados a mano, que luego descartamos para hacerlos en hojas sueltas
encarpetadas, junto con subir el tiraje de 50 a 75 ejemplares. Ediciones Esporádicas fue uno de los
nombres que usé para estos intentos editoriales” (Mario Fonseca, en correo electrónico a Benoît San-
tini, 1 de abril de 2016). Esta versión de 1984 será luego recopilada en las antologías Qué es el Paraíso.
Antología de Raúl Zurita de R. Rubio (antol.), Santiago de Chile, Ediciones Tácitas, 2012 y Tu vida
rompiéndose (antología personal), Barcelona/Santiago de Chile, Lumen, 2015.
Mariana Di Ció 141
por una hoja en papel diamante escrita en Braille y 13 páginas sueltas que se
insertan en una caja negra, se imprimen dos muestras identificadas como A y B4
y 75 ejemplares artesanales, también numerados y firmados por el autor: los 37
ejemplares pares van al autor, y los 38 impares al editor. Zurita regala o pierde
todos los ejemplares que le correspondían, y no vuelve a reencontrarse con el
texto, literalmente, hasta principios de los años 2000.
El texto resulta, entonces, virtualmente enterrado5 hasta 2011, cuando la Uni-
versidad Diego Portales publica el monumental Zurita, de casi 700 páginas. Es
recién en ese momento que la mayoría de los lectores puede acceder a él, aunque
al mismo tiempo ha perdido ya su título y su estatuto autónomo, y se ha metamor-
foseado sustancialmente, para incorporarse al tramo final del “roto amanecer” del
día 11 de septiembre de 1973, con que se cierra el extenso poemario.
Pensado originalmente como prólogo a La Vida Nueva, el mismo Zurita subra-
ya, en uno de los manuscritos, el carácter provisorio de El Paraíso está vacío, al que
presenta abiertamente como “obra en desarrollo” (traducción casi literal de “work
in progress”) antes de decantarse por la fórmula “obra actualmente en proceso”.
6. Según Louis Hay, este tipo de escritura se opondría a una escritura con estructuración redac-
cional. Ver L. Hay, “Nouvelles notes de critique génétique: la troisième dimension de la littérature”,
Texte. Revue de critique et de théorie littéraire, n° 5/6, 1986, pp. 313-328.
7. En la sesión del 5 de mayo de 1944 en el Collège de France, Valéry menciona dos posibilidades
en las que se puede encontrar aquel que hace una obra: “Uno responde a un plan determinado, el otro
puebla un rectángulo imaginario” (citado por Agathe Rouart-Valéry en su “Introduction biographique”
(Œuvres, París, Gallimard, 1957). El destacado es de Barthes, que copia la cita en una nota que integra
La preparación de la novela: notas de cursos y seminarios en el Collège de France: 1978-1979 y 1979-1980,
México, Siglo XXI Editores, 2005, p. 333.
8. Ibid., p. 335.
9. “Des rectangles aux bords parallèles, des volumes emboîtés, la page, la table, la chambre, la
maison, donnent un cadre aux signes. La forme de la “stance”, stanza, stantia, chambre de repos pour
l’écrit, les apparente”, J.-C. Mathieu, Écrire, inscrire. Images d’inscriptions, mirages d’écriture, París, José
Corti, 2010, p. 221. La traducción es mía.
Mariana Di Ció 143
10. R. Zurita, El Paraíso está vacío, Santiago de Chile, Editores Asociados, 1986, p. 8.
144 Lecturas inéditas
manera, la grafía misma se vuelve una forma de estilo:11 “La letra que el poeta
aplicaba para estos efectos era clara, pequeña y redondeada, buscando aproximar-
la lo más posible a su equivalencia tipográfica, lo que me llevó a escoger la familia
Goudy para la versión impresa”, dirá Mario Fonseca, el editor de las dos primeras
versiones de este texto, pero también de Purgatorio y de Anteparaíso.12
El uso del lápiz negro subraya el carácter precario o transitorio de estos “bo-
rradores” que no terminan aún de fijarse, al tiempo que insinúa la naturaleza
arquitectónica del poemario en plena gestación y recomposición, que parece así
volverse casi un dibujo o croquis. Desde un punto de vista práctico, el lápiz deja
escasas huellas de borrado y por lo tanto encubre, por así decirlo, los meandros y
las vacilaciones de la escritura, según una lógica que podríamos asociar a las “ta-
chaduras de sustitución” que Pierre-Marc de Biasi llamará “tachaduras blancas”
o invisibles;13 es decir, aquellas correcciones en las que, en lugar de tachar a la
manera tradicional, el autor vuelve a copiar el texto en una nueva hoja en blanco,
borrando, de alguna manera, lo que ha quedado anulado. A este trabajo de puesta
en página que se hace de manera manuscrita se agrega, en un segundo momento,
el pasado en limpio gracias al uso de la máquina de escribir, al que le sigue un
trabajo de recorte y de montaje para adaptarlo a las hojas blancas del formato ele-
gido para el libro: 1/16 de entonces (27,5 x 18,75cm sin limpiar), como atestiguan
las huellas de cinta adhesiva en los bordes y algunos fragmentos que todavía se
conservan “a medio montar”.
Si una misma página puede presentar hasta cinco o seis versiones del mismo
“bloque” pasado a máquina, las diferencias entre las variantes residen, sobre todo,
en la modulación de la palabra sobre la página en blanco, un ajuste que, según el
11. Jean Claude Mathieu insinúa una correspondencia entre grafía y estilo de creación: “Il en est
de la graphie comme du style, sans qu’il y ait de correspondance univoque des gribouillages de l’une
aux labyrinthes de l’autre”, (Écrire, inscrire. Images d’inscriptions, mirages d’écriture, op. cit., p. 225).
12. M. Fonseca, “Raúl Zurita – relación editorial 1980-1986”, incluido en este volumen.
13. P.-M. de Biasi, Génétique des textes, Paris, CNRS Éditions (“Biblis”, 10), 2011, p. 125: “Enfin,
certains écrivains, allergiques aux biffures, préfèrent pratiquer la substitution (ou tout autre type de
rature) en remaniant le segment sur une nouvelle page : on parlera alors de rature blanche”.
Mariana Di Ció 145
Aunque de manera negativa, el uso del Braille, que Zurita retomará en INRI,
insiste en el aspecto visual, al tiempo que establece un diálogo –diría casi una
interacción sensorial– mucho más directo con el lector; un diálogo que supone, y
también exige, una nueva forma de lectura, como ya había ocurrido con los poe-
mas escritos con humo en el cielo de Nueva York, y como ocurrirá luego con los
versos incrustados en el desierto de Atacama. En plena negación de los sentidos,
la voz poética parece surgir desde las profundidades del infierno que describe, de
ese infierno que no es sino el reverso del Paraíso, o un Paraíso vacío, como leemos
en un texto escrito durante la dictadura en donde Zurita se pregunta, “¿Qué es el
Paraíso?”, y se responde, justamente: “Ese es el camino de mi vida, como uno más
14. R. Zurita, El Paraíso está vacío, 1986, op. cit., s/p (antes del colofón). Esta versión está fechada
en febrero de 1983. Se trata, probablemente, del fragmento más reescrito del poemario –o en todo
caso el fragmento que presenta la mayor cantidad de variantes significativas. También lo reconocemos,
aunque muy metamorfoseado, en la sección “El descenso”, de INRI (R. Zurita, INRI, Buenos Aires,
Mansalva, 2013 (2003), p. 73).
Mariana Di Ció 147
15. R. Zurita, “¿Qué es el Paraíso?”, Revista CAL, n° 3, Santiago de Chile, 1979, p. 20.
16. R. Zurita, El Paraíso está vacío. op. cit., p. 3 y p.4, respectivamente.
17. Se trata, en realidad, de una transcripción fónica deformada, a partir del recuerdo de canciones
bolivianas que Zurita pedía a sus amigos que le cantaran (conversación personal con Zurita, Harvard
Square, 16 de abril de 2016). Este texto reaparece, con variantes, en Las ciudades de agua, México,
Ediciones Era, 2007, p. 107.
18. Ibid., p. 11.
148 Lecturas inéditas
El primer sentido de ese “NO PRINT NO PRINT” es, por supuesto, bastante
transparente; pero si además tenemos en cuenta que, en lenguaje computacio-
nal,19 se trata de un “macro” (es decir, de una “macro-instrucción” que permite la
ejecución mecánica y repetitiva de una serie de acciones) y que, en este caso, es
un macro que “instruye” al texto, para impedir la impresión de lo inmediatamente
posterior, la cosa empieza a tomar otro color. Porque la presencia de este NO
PRINT NO PRINT hace mucho más que interrumpir la continuidad discursiva,
ya que pone al descubierto los filtros y trabas a la expresión, en lo que parece ser
una clara referencia a la censura (¿a la auto-censura?); un gesto que, en una obra
como la de Zurita, que en gran medida fue escrita contra, o a pesar de, la dictadu-
ra militar de Pinochet,20 dista mucho de ser anodino.
19. Recordemos que uno de los trabajos efímeros de Zurita fue como vendedor de computado-
ras, algo que también aparece en uno de los fragmentos descartados de lo que décadas más tarde se
publicará bajo el título de Nueva Nueva, donde se describe una escena futurista que evoca a la vez la
desaparición del lenguaje oral y la destrucción del mundo tal como lo conocemos: “Hablaron con los
la- / bios, como lo hacían los antiguos humanos. Ese registro ya / no existe, computó Apple, pero en
los otros mundos borrados / sí los entendieron, es decir, el hermano de la vieja Los Án- / geles, los
hermanos operarios, los indios puelches” (para la versión publicada, cf. R. Zurita, Nueva Nueva, Buenos
Aires, n ediciones, 2015, p. 12). Consultado al respecto, Zurita declaró: “En el año 1984, un profesor
de ingeniería de la Universidad Católica me invitó a que hiciéramos poemas en las computadoras
que habían llegado; eran los primeros Macintosh y eran la novedad absoluta, sólo en la Universidad
Católica tenía algunos y Alfonso Gómez, es el nombre de mi amigo, era el responsable de esa área.
Fue una gran experiencia y de allí me surgió Apple como personaje en lo que sería Nueva Nueva que
tenía y creo que aún tiene un fuerte componente de ciencia ficción. En un momento los Apples se
transformaban en manzanas roídas como el padre de NN que fue roído por los castores. En las ver-
siones posteriores Apple desaparece porque no logro integrarlo y lo siento como un ente extraño” (Cf.
“Testimonios del autor”, en este volumen).
20. Además de su participación en el Colectivo de Acciones de Arte (CADA), Zurita destaca en
numerosas ocasiones el impulso catalizador de la cuestión política para el desarrollo de su obra (“Si
antes me importaba [escribir], después [del golpe] se transformó en una cuestión desesperada. […]
la única forma que tenía de sobrevivir era imaginándome cosas”, R. Zurita, “El amor es urgente”,
reportaje de Marco Zanger, Leli Busquet, Ángeles Villa y Lucas Brockenshire, 22 de noviembre de
Mariana Di Ció 149
510 END
510 END
510 END
340
350
355
360
370
380 corte / corte
26. “Al trabajar en el guión de Persona, tenía una idea bastante vaga de hacer un poema, no con pa-
labras sino con imágenes, un poema sobre la situación que dio origen a ese film”; “Era poco corriente
escribir un poema de esta manera. Creo que antes lo contaba, era verdaderamente muy excitante es-
cribir un poema con imágenes”, I. Bergman, 8° entrevista [“Persona. Máscaras y rostros. Imágenes y co-
municación. Función del arte”, Filmstaden, 12 de enero de 1969], en: S. Björkman, T. Manns, J. Sima,
Conversaciones con Ingmar Bergman, Barcelona, Anagrama, 1975, p. 200 y p. 201, respectivamente.
27. R. Zurita, El Paraíso está vacío, 1986, op. cit., p. 7. El sintagma “cámara fotográfica” aparece
tachado en una de las versiones preliminares.
28. La trama pone en escena a una conocida actriz de teatro (Liv Ullmann), que se queda sin ha-
bla durante una representación de Electra y es ingresada a un hospital. Para sacarla de su mutismo, se
traslada junto con su enfermera (Bibi Andersson) a una casa de campo, donde se establece entre ellas
primero una intimidad, y luego una extraña simbiosis, catalizadas por las confidencias de la enfermera
a la actriz muda, y por el extraño diálogo unilateral en donde nadie responde.
152 Lecturas inéditas
29. Se trata, seguramente, de una traducción del “fade out” (o “fade to black”), habitualmente lla-
mado “fundido en negro”, que se emplea en cine para indicar la desaparición gradual de la imagen,
hasta que la pantalla queda totalmente en negro, en oposición al “cut” (“corte”), donde no existe tal
transición.
30. R. Zurita, El Paraíso está vacío, 1984, op. cit., pp. 4 y 7 (que en la versión de 1986, será solo
“Fin”, para volver al “Negro y corte” en Zurita) y p. 2, respectivamente.
Mariana Di Ció 153
31. Ibid., p. 2.
32. Ibid., p. 4 y p. 5, respectivamente.
33. Ibid., p. 5.
34. Ibid., p. 6.
35. Ibid., pp. 6, 7, 9 y10 y manuscritos inéditos (s/p), respectivamente.
36. “El amor es urgente”, reportaje a Raúl Zurita, por Marco Zanger, Leli Busquet, Ángeles Villa
y Lucas Brockenshire, op. cit.
37. R. Zurita, El Paraíso está vacío, op. cit., p. 2.
154 Lecturas inéditas
La vida nueva
“Yo no lo sabía, pero todo lo que había escrito antes [de 1975] eran borradores”,
dirá Raúl Zurita en una entrevista, en referencia al momento en que quema su
mejilla, como para inscribir el dolor también en su cuerpo:
Cuando salí de eso, sin saber por qué lo hacía tampoco, fue que imaginé algo.
Me imaginé que eso era una secuencia, que ahí había comenzado algo. Pero me
lo imaginé después. Y ahí me imaginé una secuencia de libro: tres libros que
habían comenzado en lo más desesperado de mi existencia, y en la existencia
de un país, probablemente, o de un sector de un país. Tenía que terminar con
el vislumbre de la felicidad, y ahí sí empecé a escribir.39
38. Ibid., p. 5.
39. “El amor es urgente”, reportaje a Raúl Zurita, por Marco Zanger, Leli Busquet, Ángeles Villa
y Lucas Brockenshire, op. cit.
Mariana Di Ció 155
40. “Purgatorio es un libro, pero también la marca de mi mejilla, un tránsito literario, pero también
un tiempo concreto de vida… es mi tránsito por la experiencia de lo precario y doloroso…”, dirá en
conversación con María Eugenia Brito a fines de 1980 (“Conversación con Raúl Zurita”, APSI, n° 88,
16 al 29 de diciembre de 1980, p. 24).
41. R. Zurita, El Paraíso está vacío, 1986, op. cit., s/p. En la “Nota introductoria” a la edición bilin-
güe de Anteparaíso, Zurita afirma su intención de recorrer el camino inverso a Dante, que en la última
página de La Vita Nuova promete (y anuncia) la Divina Comedia; mientras él busca pasar de la Comedia
a La Vida Nueva: “Dante, on the last page of La Vita Nuova, promises to write a poem in which he
hopes to write about his beloved what has never been written about any other woman. […] Well,
from all those open spaces to the south of the Río Bravo, I have tried to imagine the trip in reverse, to
pass not from the promise to the work, not from the New Life to the Comedy, but from the Comedy
to life – opening from within ourselves like a flower, from the work to the promise, from the Old to
the New World: to the shores of this land that loves us» (R. Zurita, Anteparadise, edición bilingüe, J.
Schmitt (trad.), University of California Press, 1986, s/n).
42. G. Fabry, “Las visiones de Raúl Zurita y el prejuicio de lo sublime”, Caravelle. Cahiers du Monde
Hispanique et Luso-Brésilen, n° 99, Toulouse, 2012, p. 240.
43 Cuando hay varios bloques en una misma página, la diagramación impone una lectura de
izquierda a derecha y de arriba hacia abajo que recrea, en cierto modo, el descenso dantesco.
156 Lecturas inéditas
palabras, si bien hay –y los manuscritos dan cuenta de ello– momentos en los que
el texto adquiere cierta movilidad, momentos en que los bloques van cambian-
do de lugar y de forma, como vimos con la cuidadosa diagramación tipográfica,
que adapta el tamaño de la caja o desplaza los bloques hacia los márgenes para
favorecer el diálogo entre fragmentos, lo cierto es que una vez que el texto que-
da fijado en esos bloques, y los bloques en cada página, el conjunto forma una
secuencia que incluye también una voz como en off que expone el montaje de una
obra que forma una unidad en sí misma y que describe, oh sí, ese infierno tan
temido: un infierno formado por visiones alucinadas que, justamente, contrastan
con el formato gráfico que las enmarca y las domestica pero las vuelve, también,
mucho más reales que las calderas infernales o los suplicios medievales con lo que
tradicionalmente se ha buscado representar al averno.
Sin necesidad, entonces, de alterar demasiado el orden de los factores, la
vida nueva de este texto resulta de un doble juego: por un lado, la repetición de
visiones tortuosas escritas veinte años antes y, por otro lado, la “purgación” de
ciertos elementos demasiado autobiográficos (por ejemplo, una mención alusiva
a Diamela Eltit, que ha dejado de ser su compañera) o demasiado locales,44 para
permitir una lectura renovada y a la vez más universal, lo que explica también la
inserción de nuevos subtítulos y epígrafes que permiten “abrir” ese infierno a
otras llagas, a otras heridas, a otras cicatrices.45
En el bloque final, por ejemplo, leemos:
Dice Mutter, no, dice Muerte. Todo se va al negro. La multitud grita pero no
se ve. Sobre ellos se alza el hongo de una inmensa explosión atómica, no, es el
44. Desaparece, por ejemplo, la referencia puntual a Chile –“Chile está lejano / y es mentira, la
oscuridad de su destrucción y / de la muerte es más negra que nuestras sombras. / Sin embargo,
escribí estas líneas, así comencé La Vida Nueva, en medio de la barbarie y del dolor” (manuscrito
inédito)–, que en la versión publicada será “mi país”: “Solo la oscuridad / responde pero la barbarie
y el asesinato / en mi país son más oscuros que nuestras / sombras” (R. Zurita, El Paraíso está vacío,
1986, op. cit., s/n). Desaparece, también, un fragmento en el que se leía: “[…] La manada de vacas
corre zigzagueando entre / las rocas. La primera tambalea y cae; en pleno vuelo, por un / instante, el
polvo de la caída dibuja el rostro emocionado / de Salvador Allende ante la multitud que lo aclama”
(R. Zurita, El Paraíso está vacío, op. cit., p. 10).
45. Así lo sugiere también Patricio Pron, que en su reseña de Zurita asocia la repetición con el pai-
saje interno de la obra zuritiana: “La recurrencia de algunos temas y de ciertos títulos («cielo abajo»,
«in memoriam», «verás», que, con variaciones, titulan decenas de poemas diferentes a lo largo del li-
bro) permite pensar, sin embargo, que la repetición es inevitable y que la noche en la que comienza el
horror sigue teniendo lugar una y otra vez, produciendo «pequeños tipos rotos en un / pequeño país
roto» (37), como las evoluciones de la marea en las costas sobre las que el escritor chileno imprime
sus poemas en una de las secciones del libro», P. Pron, “Un país llamado Zurita”, El Boomeran(g), 17
de julio de 2012; disponible en: <http://www.elboomeran.com/blog-post/539/12442/patricio-pron/
un-pais-llamado-zurita/#> [consultado el 1/04/2016].
Mariana Di Ció 157
retrato de una hermosa mujer. Las manos del niño se acercan y palpan a tientas
el muro:
madre madre.
46. Contrariamente a lo que suele pensarse en parte a raíz del célebre concierto que el grupo dio
en 1990, junto al muro recién caído, el álbum no se refiere al muro histórico (o no solamente), sino,
sobre todo, a la construcción – y demolición – de otros muros, interiores.
47. R. Zurita, El Paraíso está vacío, op. cit., p. 4.
158 Lecturas inéditas
48. Cf. M. C. Escher, “Drawing Hands” (litografía), 1948, 332 mm x 282 mm.
Mariana Di Ció 159