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SOLEMNE CANONIZACIÓN DEL BEATO BENILDO

HOMILÍA DE PABLO VI

Solemnidad de Cristo Rey

domingo, 29 de octubre de 1967

LA ALEGRÍA DE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

¡Venerables Hermanos y amados Hijos!

Un santo, un nuevo santo que ahora hemos declarado pertenecer a la Iglesia celestial y tener que
pensarlo y honrarlo allí asociado a la gloria de Cristo. Un sentimiento de alegría invade con razón
nuestras almas, como por una victoria alcanzada, la victoria de la salvación, como por una luz de
Cristo reflejada en nosotros, como por un parentesco adquirido bueno y poderoso. Es alegría
auténtica, es alegría legítima; haremos bien en disfrutarlo y en consolar con él el sentido, tantas
veces debilitado en nosotros, de la comunión de los santos, es decir, somos, como dice san Pablo,
"conciudadanos de los santos y miembros de la familia de los santos". Dios" (Efesios 2, 19). Para
que la alegría de esta canonización se transforme en nuestro espíritu en el asombro ante todo de
nuestro destino escatológico, llamados como nosotros también "a tener parte en la herencia de
los santos en la luz" (Col. 1, 12); Nuestro gozo se transformará entonces en asombro, en
admiración precisamente por el "fenómeno", por el prodigio del hermano Benildo, que no sólo
logró alcanzar ese "legado de los Santos" (Hechos 26, 18), legado ofrecido a todos cristiano fiel,
pero supo alcanzarlo con tal grado de esplendor y ejemplaridad que fue proclamado Santo por la
Iglesia de Dios.

Sí, Hermanos e Hijos, que ahora ven al Hermano Benildo como una figura muy singular; y sabiendo
que su vida mortal de humildad, silencio, sencillez y casi empequeñecida por el marco social en
que se encontraba estuvo circundada, os preguntáis todos con nosotros cuáles son los valores que
dieron protagonismo a su existencia oculta, que es la título a la grandeza en su pequeñez, como el
secreto de su exaltación; y la respuesta es fácil y lista: la santidad. Pero una pregunta nueva y más
urgente presiona nuestra curiosidad: ¿y qué es la santidad?
¡Oh, qué tema tan atractivo y abstruso, la salud! Ahora parece tener que ocupar nuestro espíritu
ávido de satisfacer una curiosidad urgente y recurrente: ahora por fin vemos lo que significa ser
santo. Pero no repetiremos ahora la sutil búsqueda, intentada por los sabios (cf. Sócrates, en
Platón, Euthifrone), de su significado oculto y aparentemente evidente; investigación que llevaría a
converger en un solo fin absoluto, Dios, "justo y justificante" (Rom. 3, 26), algunos conceptos
fundamentales de la vida humana considerada en su grado más alto y verdadero, el moral, como
el concepto de pureza y firmeza (cf. S. Th. II-II æ, 81, 81), la de ejemplaridad e imitabilidad, es decir
de tipicidad (cf. S. Ambrosio), esa abstracta que resume todo de la perfección, y esa concreta y
existencial de caridad

UNA VIDA TODA REFERIDA A DIOS

Una mirada, por rápida y superficial que sea, a la figura del Santo que tenemos ante nosotros, nos
permitirá vislumbrar que la santidad es una forma de vida toda referida a Dios; Santo Tomás
coincide básicamente con religión y santidad (ib.): Nuestra primera y eficaz santidad, la gracia, nos
viene de Dios; de él la norma que nos hace justos y buenos, es decir, su voluntad; de él, en Cristo
Jesús, el ejemplo a contemplar ya seguir; de él toda ayuda para conservar y desarrollar el don de la
vida nueva; de él la invitación a la conversación espiritual, que en la oración alimenta la vida
interior; de él el amor que nos permite amar y esforzarnos por la unión con él, unión que puede
ser perfeccionada en esta vida, consumida en plenitud, si quiere, en la vida futura. Y esta forma de
vida, totalmente volcada hacia Dios, totalmente suspendida en la respuesta a su vocación,
totalmente absorta en la oración y en la observancia de los actos propios de la religión, totalmente
comprometida en la transfusión de las verdades religiosas en las almas inocentes de los pequeños
pupilos, totalmente impregnados de una conversación sencilla y espontánea con Dios, con Cristo
presentado en la Eucaristía, con la Virgen, con San José, con los Santos, ¿no era acaso la forma de
vida propia de nuestro nuevo Santo, nuestro Benildo? Su biografía está en vuestras manos,
venerables hermanos y amados hijos; si queréis hojear las páginas veréis cómo esta referencia a
Dios marca el punto focal de su psicología y también de su actividad. Un testimonio, tantas veces
repetido, nos dice: “Siempre rezaba, su mano nunca dejaba su rosario; fue llamado el hombre del
rosario” (Hno. Niomède). si queréis hojear las páginas veréis cómo esta referencia a Dios marca el
punto focal de su psicología y también de su actividad. Un testimonio, tantas veces repetido, nos
dice: “Siempre rezaba, su mano nunca dejaba su rosario; fue llamado el hombre del rosario” (Hno.
Niomède). si queréis hojear las páginas veréis cómo esta referencia a Dios marca el punto focal de
su psicología y también de su actividad. Un testimonio, muchas veces repetido, nos dice: "Siempre
rezaba, su mano nunca dejaba su rosari

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