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La valoración de la actividad física en la práctica clínica. Métodos e


instrumentos

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Silamani J. Adolf Guirao-Goris


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La valoración de la actividad física en la práctica clínica.
Métodos e instrumentos

Autor: Josep Adolf Guirao Goris


Doctor en Enfermería, profesor de Salud Pública de la Escuela de Enfermería “La
Fe”, Valencia.
E-mail: josep.guirao@uv.es

Resumen
La inactividad física se ha convertido en un tema de extrema importancia en la
salud pública, de modo que comienza a ser considerado una pandemia. Uno de
los primeros interrogantes que surge es cómo pueden identificar los profesionales
de la salud si sus pacientes realizan suficiente actividad física para promover la
buena salud y reducir los riesgos asociados a la inactividad. En este artículo se
describen diferentes métodos de valoración de la actividad física aplicables en la
práctica clínica, tanto métodos directos como métodos indirectos.
Palabras clave: buena salud; ejercicio físico; inactividad física; riesgos asociados;
trastornos de la salud;

The assessment of physical activity in clinical practice. Methods and tools

Physical inactivity has become a topic of extreme importance in public health, to


such an extent that it begins to be considered a pandemic. One of the first
questions that arises is how health professionals can identify if their patients get
enough physical activity to promote health and reduce the risks associated with
inactivity. This article describes different methods of assessing physical activity
applicable in clinical practice, both direct and indirect methods.
Key words: exercise; good health; health disorders; physical inactivity; risks.

INTRODUCCIÓN

Teóricamente, el establecimiento de prioridades para la acción en salud pública


se realiza en gran medida por tres factores: la prevalencia y tendencia de un
trastorno de la salud; la magnitud de los riesgos asociados con la exposición a
una condición y las evidencias disponibles para la prevención y control eficaces
de dicha condición. Existen hábitos o conductas que están claramente
relacionadas con un trastorno de salud, si este hábito es frecuente, es constante o
aumenta su prevalencia, entonces debería ser un objetivo primordial dentro de las
políticas de salud pública para la prevención de enfermedades y la promoción de
la salud. Con demasiada frecuencia, sin embargo, la inercia de la tradición, la
presión de los grupos de interés especiales, atención de los medios y otras fuerzas
externas hacen superar este enfoque (1).

La inactividad física se ha convertido en un tema de extrema importancia en la


salud pública (2). Los últimos datos disponibles indican que un 31% de la
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población mundial no alcanza la recomendación mínima de actividad física con
proporciones que van desde 17,0% en el sureste de Asia hasta alrededor del 43%
en el continente Americano y el Mediterráneo oriental (3). La prevalencia del
sedentarismo es alta en la Unión Europea (4). En Latinoamérica (5) más de dos
terceras partes de la población no sigue las recomendaciones de los niveles de
actividad física para obtener beneficios para la salud y en España tienen un hábito
sedentario alrededor del 40,66%, siendo la proporción de personas inactivas un
12,08 de la población española mayor de 16 años (INE, 2009). La proporción de
españoles que presenta una mala actitud de cambio hacia la actividad física es
superior a la del resto de la Unión Europea (4). Estos patrones de actividad física
no se distribuyen de forma homogénea en la población sino que se asocian a la
clase social, los estudios realizados o los ingresos económicos (6).

La actividad física se define como cualquier movimiento corporal producido por


la musculatura corporal y que supone un gasto energético (7). La actividad física
comprende todo tipo de actividad muscular que incrementa el gasto energético
de forma substancial (8). Esto incluye actividades rutinarias diarias que implican
el movimiento corporal como caminar, ir en bicicleta, subir escaleras, hacer las
tareas del hogar y comprar.

El ejercicio es un esfuerzo planificado e intencionado, al menos en parte, para


mejorar la forma física y la salud. Puede incluir actividades como andar a paso
ligero, la bicicleta, el aeróbic y quizás algunas aficiones activas como la
jardinería y los deportes competitivos (EUFIC, 2003). El concepto de deporte
difiere entre norteamérica y algunos países europeos. En Estados Unidos, el
deporte implica necesariamente una actividad que conlleva competición,
mientras que en Europa incluye además actividades de ocio como pasear o ir en
bicicleta (9).

La actividad física tiene varias dimensiones: volumen (cantidad), duración (cuánto


tiempo), frecuencia (cómo de a menudo), intensidad (cómo de vigorosa) y modo
(qué tipo) (10). Desde un punto de vista cuantitativo la actividad física ha sido
definida como “al menos 150 minutos de actividad física moderada por semana”
(11). El sedentarismo se ha definido como la realización de actividad física como
caminar a paso vigoroso, realizar tareas en el jardín o realizar tareas domésticas
pesadas menos de tres veces a la semana (12). El sedentarismo ha sido incluido
como diagnóstico de enfermería por NANDA-Internacional (13). Este diagnóstico
se define como un hábito de vida que se caracteriza por una actividad física baja
(menos de 90 minutos de actividad física moderada semanal) y que puede
conllevar un riesgo para la salud (14).

Recomendaciones de actividad física


En 1993, en un intento de afrontar el problema del sedentarismo en EE.UU, el
Centre for Disease Control and Prevention (CDC) revisó las evidencias disponibles
para desarrollar un mensaje claro y conciso respecto a la actividad física. Se puso
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de manifiesto que existía una idea popular errónea respecto a la actividad física y
es que los beneficios para la salud solo se producen cuando se trata de un
ejercicio vigoroso (15).

Es esta reunión se renovaron las recomendaciones de salud pública respecto a la


actividad física. Hasta entonces, los criterios de prescripción de actividad física
estaban diseñados para los atletas. Esto suponía que los beneficios de la actividad
física estaban ligados a la actividad física vigorosa que se realiza en gimnasios,
con equipamiento deportivo y en la que se suda. Este tipo de prescripción de
actividad física requería disponer de largos períodos de tiempo, además de tener
un coste económico que no todas las personas se pueden permitir.

Con las nuevas recomendaciones de actividad física fue más fácil incorporarlas a
la rutina diaria independientemente de los ingresos u otros factores individuales.
El principal objetivo de estas recomendaciones fue alentar a las personas
sedentarias de todas las edades y orígenes étnicos para aumentar sus niveles de
actividad moderada, como caminar durante 20-30 minutos a lo largo del día casi
todos los días de la semana (15).

Según las últimas recomendaciones US Department of Health and Human


Services (16) todos los adultos deben evitar la inactividad. Cualquier actividad
física es mejor que nada y cualquier adulto que realiza algún tipo de actividad
física se beneficia en su salud. La recomendación general es que los adultos y
ancianos deben hacer por lo menos 150 minutos (2 horas y 30 minutos) por
semana de actividad física moderada o 75 minutos (1 hora y 15 minutos) de
actividad física aeróbica intensa. Esta recomendación se puede convertir en
equivalentes metabólicos MET por semana traduciéndose, en 500 MET-
minutos/semana. En caso de ser actividad aeróbica debe llevarse a cabo en
períodos de al menos 10 minutos y preferentemente durante toda la semana. Si se
desea obtener mayores beneficios para la salud se debería incrementar la
actividad física aeróbica a 300 minutos (5 horas) por semana de intensidad
moderada; o 150 minutos a la semana de una actividad física vigorosa aeróbica o
una combinación equivalente de actividad moderada e intensa. Esta
recomendación supondría 1.000 equivalentes metabólicos MET-minutos/semana.
Los adultos también deben hacer actividades de fortalecimiento muscular de
intensidad moderada o vigorosa y que supongan ejercitar los principales grupos
musculares dos o más días a la semana, ya que estas actividades proporcionan
beneficios adicionales de salud.

Las recomendaciones principales para los adultos también se aplican a los adultos
mayores. Además, las recomendaciones siguientes son solo para los adultos
mayores:
• Cuando los adultos mayores no puedan hacer 150 minutos semanales de
actividad aeróbica de intensidad moderada, a causa de enfermedades

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crónicas, deben ser físicamente tan activos como sus capacidades y sus
condiciones lo permitan.
• Los adultos mayores deben hacer ejercicios que mantengan o mejoren el
equilibrio, si se tiene riesgo de caídas.
• Los adultos mayores con enfermedades crónicas han de tener en cuenta
sus condiciones de salud y ajustar su nivel de actividad física a las mismas
para que ésta sea segura.

¿Cómo valorar la actividad física en la práctica asistencial?


Uno de los primeros interrogantes que surge es cómo pueden identificar los
profesionales de la salud si sus pacientes realizan suficiente actividad física para
promover la buena salud y reducir los riesgos asociados a la inactividad.

El primer paso es identificar el patrón actividad física del ciudadano y para ello
existen métodos directos e indirectos.

• Métodos de estimación directa


Los patrones de actividad se pueden determinar por diferentes vías de estimación
directa o compleja: la calorimetría directa, el agua doblemente marcada, sensores
de movimiento, acelerómetros, registradores del ritmo cardiaco, medidores de
consumo de oxígeno, observación directa por observadores entrenados o
valoraciones de la ingesta de alimentos (17). De todos esto métodos, el de agua
doblemente marcada (Double Labely Water, DLW) se considera como un buen
estimador del gasto energético (18). Sin embargo, estos métodos son considerados
complejos y costosos.
De todos ellos, son los acelerómetros y los podómetros los que están adquiriendo
mayor popularidad. Los acelerómetros son sensores de movimiento que utilizan
un transductor piezoeléctrico para detectar la aceleración en uno o en los tres
planos del espacio. Proporcionan una medida objetiva de la actividad física y han
demostrado alcanzar un elevado grado de precisión a través de un amplio rango
de niveles de actividad (19). En general, los acelerómetros son instrumentos caros
y complejos de usar en la práctica clínica, por lo que el método más extendido en
la actualidad de estimación directa es el podómetro.
Los podómetros son pequeños dispositivos usados en la cintura y se activan
durante la marcha. El podómetro se puede utilizar para contar los pasos sin tener
en cuenta la distancia cubierta, aunque también se puede realizar una estimación
de la distancia recorrida si mediante la calibración del podómetro se establece la
longitud de la zancada del usuario (20). Tudor-Locke y Bassett (21) identificaron
como se muestra en la Tabla 1 el número de pasos que establece los niveles de
actividad.

Tabla 1. Correspondencia entre nivel de actividad y pasos diarios


Nivel de actividad física Pasos por día
Sedentario < 5.000
Baja actividad 5.000-7.499

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Moderada actividad 7.500-9.999
Activo 10.000-12.499
Muy activo > 12.500

Los podómetros se han mostrado como medios eficaces de motivación para


aumentar los niveles de actividad física. En una revisión de ocho ensayos
controlados aleatorios y 18 estudios observacionales con una duración promedio
de 18 semanas, Bravata et ál (22) señalaron que los podómetros son eficaces en el
aumento de los niveles de actividad física sobre una línea base de 2.200-2.500
pasos al día. Los pasos adicionales estaban relacionados con cambios favorables
en el índice de masa corporal y presión arterial.

• Métodos de estimación indirecta


Los métodos indirectos se utilizan con mayor frecuencia para evaluar la actividad
física en el ámbito clínico. Su objetivo es identificar los patrones pasados de
actividad de un paciente y evaluar de forma detallada información sobre los tipos
de actividades realizadas.

Para ello se pueden utilizar los registros de actividad y cuestionarios.

Registros y diarios de actividad


Los registros de actividad física y los diarios dan cuenta detallada de los tipos y el
patrón de actividad en un formato de registro o diario. En los registros se puede
identificar el tipo de actividad (p. ej.: la jardinería, caminar, levantar cajas), el
propósito (p. ej.: mantenimiento del hogar, transporte), la duración (p. ej.: cinco
minutos), la percepción de la intensidad (leve, moderada, fuerte) y la posición del
cuerpo (recostado, sentado, de pie, caminando) en un período de observación
definido (por lo general varios días a la semana) (23).

El detalle registrado consiste en escribir cada actividad y su duración. Para


identificar la intensidad de la actividad, se consulta un compendio de actividades
físicas (24) que asigna un coste de energía metabólica (nivel MET) para cada
actividad, de modo que para cada una se puede estimar mediante el gasto
calórico calculándolo a través de la siguiente ecuación:

Kilocalorías = MET  horas de actividad x peso corporal en kilogramos

Sin embargo, este tipo de registro el nivel de carga suele ser muy alto tanto para
el paciente como para el entrevistador. Solo se recomienda utilizar este método
cuando es necesario identificar un patrón detallado del tipo de actividades
realizadas.

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Cuestionarios
El segundo método para estimar la actividad física son los cuestionarios. Existe un
tipo de cuestionarios que se podría denominar de detección de la actividad física
que identifican la actividad física realizada y cuyo resultado suele ser una
clasificación global de sujetos (activo-inactivo). Otro tipo de cuestionarios son los
que cuantifican la actividad física identificando la intensidad, frecuencia,
duración y cantidad total de actividad física desarrollada (24) y cuyo resultado
suele ser un índice (unidades de ejercicio) o una variable continua MET/min (9).
Un MET (equivalente metabólico) se define como la tasa de gasto energético
necesaria para mantenerse sentado en reposo. Los MET equivalen a 1 kcal por
kilo de peso corporal y hora o a 3,5 ml de oxígeno por kilo de peso corporal y
minuto (24).

Existen revisiones exhaustivas que analizan las propiedades psicométricas y la


aplicabilidad de dichos cuestionarios (25). Los instrumentos que se encuentran
adaptados al castellano en población española son: el Minnesota Leisure Time
Physical Activity Questionnaire (MLTPAQ) y el Modified Baecke Questionnaire
que fueron desarrollados para realizar estudios epidemiológicos. Estos
cuestionarios son administrados mediante entrevista y requieren en el caso del
MLTPAQ una entrevista en profundidad (17) y en el caso del Modified Baecke
Questionnaire un tiempo de quince minutos (26).

De todos los instrumentos analizados por Guirao et ál (25) es el cuestionario


RAPA (27) el que tiene un tiempo de administración aceptable para el uso en
entornos clínicos (dos a cinco minutos), muestra validez de criterio y de
constructo y permite identificar si los sujetos alcanzan las recomendaciones
estándar establecidas de actividad física (16). De dicho cuestionario se ha
elaborado una versión RAPA-e, que se ha mostrado fiable, válida y de
aplicabilidad rápida (28) que puede ser útil para la práctica clínica.

El cuestionario RAPA-e
El cuestionario RAPA-e está basado en el cuestionario RAPA. El cuestionario
RAPA es rápido y autoaplicado que puede utilizarse en un entorno clínico para
evaluar y monitorear los niveles de actividad física de adultos mayores (mayores
de 50 años) (27).

Los ítems del cuestionario RAPA original se desarrollaron basándose en las


recomendaciones del centro para el control y la prevención de enfermedades
(CDC) de realizar 30 minutos o más de actividad física moderada todos o casi
todos los días de la semana e incluyó también preguntas adicionales para valorar
la fuerza y flexibilidad debido a la asociación de estas actividades con la
prevención de caídas.

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El cuestionario RAPA-e contiene nueve ítems con las opciones de respuesta de sí
o no a preguntas que cubren la gama de niveles de actividad física desde
sedentario a activo, así como el entrenamiento de fuerza y flexibilidad.

Las instrucciones para completar el cuestionario disponen de una breve


descripción de los tres niveles de actividad física (ligera, moderada y vigorosa)
con representaciones gráficas y un texto que describe los tipos de actividades que
comprenden cada categoría. Cada ítem tiene asignado un valor entre 1 y 7
puntos. Para obtener la calificación y obtener el nivel de actividad física se elige
la puntuación mayor del ítem al que el encuestado respondió afirmativamente.
Con esta puntuación, los encuestados se clasifican en uno de los cuatro niveles
de actividad física:

1 = sedentario, 2 = poco activo, 3 = moderadamente activo, 4 = activo

Las respuestas a entrenamiento de fuerza y flexibilidad se califican por separado


siendo 1 = actividades de entrenamiento de fuerza; 2 = la flexibilidad; y 3=
ambos.

El desarrollo de la versión RAPA-e por entrevista se fundamenta en uno de los


hallazgos más llamativos encontrados en el proceso de validación: las personas
que intentaron contestar el cuestionario autoaplicado o no llevaban lentes
correctoras para la presbicia y no podían leer el cuestionario o no sabían leer o
escribir o bien aun pudiendo leer el cuestionario, no comprendían su contenido.
La versión RAPA-e tiene una ligera variación en la ordenación de los ítems
respecto al original y muestra ejemplos diferentes de actividad física más
adaptados al patrón de actividad de la población mayor en el entorno enfermero.
El cuestionario RAPA-e es de libre difusión y se puede solicitar por correo
electrónico al autor.

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