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Frente a otro día

Has aprendido que los días se presentan y pasan, y que nada puede impedir su
paso y, también has observado que nada puede evitarlo. Cada día trae sus
propias cargas, sus obligaciones y privilegios. Y con todo ello, aunque no lo
deseemos, tenemos que afrontarlos y vivirlos.

Al estar frente a otro día, que como todos los demás, viene acompañado de dolor,
angustias, alegrías, sus afanes, sus decepciones y esperanzas. Tenemos que
luchar para salir adelante y lograr lo que deseamos.

Al estar frente a otro día, estamos ante un gran conglomerado y no siempre bien
delineado de responsabilidades y privilegios.

¿Cómo los afrontaremos? ¿Con qué clase de pensamientos y de actos llenaremos


los minutos y las horas de este día? Cuando termine - porque va a terminar -, y
nos miremos en el espejo de nuestra conciencia, ¿Qué clase de imagen veremos
en él? ¿Estaremos contemplando a una persona que con honestidad ha hecho
cuanto ha estado de su parte por obrar sana y cristianamente? Al meditar en las
horas que acaban de pasar, ¿veremos un camino recto? ¿De qué lado se inclinará
al fin del día la balanza de nuestra conducta? No olvidemos que somos lo que
hacemos y hacemos lo que pensamos. ¿Estaremos al fin del día en el “debe” o en
el “haber”?

¿Viviremos hoy confiando sanamente en aquel que todo lo puede y todo quiere
darnos?

Te recuerdo, que nuestro más grande problema reside en que nos olvidamos de
Dios y tratamos de vivir a nuestras fuerzas y de acuerdo con nuestros propios
impulsos, y eso no es correcto.

Por ello, es necesario que entendamos que nuestra esperanza para ser felices
cada día de nuestra existencia, y para asegurarnos la felicidad eterna, consiste en
que sepamos encontrar el camino que conduce al salvador, y en que tengamos el
valor de seguirlo a pesar de cuanto trate de evitarlo.

Solo hay un solo nombre dado a los hombres en el cual podemos confiar para ser
triunfadores este día “Jesús de Nazaret” (Hechos 4:12).

La conquista del éxito. - Dr. Braulio Pérez Marcio.


El tener una relación correcta con Dios, significa que no debemos de temer a toda
clase de tempestades, pues nada nos hará vacilar y nada alterará nuestra
serenidad. Si Honramos a Dios cada día respetando sus mandamientos y
cumpliendo cada uno de sus preceptos, gozaremos de la más profunda paz y
cumplida seguridad.

Al poseer la paz que da Dios, estaremos capacitados para ser a nuestra vez
pacificadores.

Todos los seres humanos necesitamos de la ayuda de los demás, pues es


necesario la ayuda de todos, y más en estos días llenos de problemas y
dificultades.

La realidad en el ser humano es que el sufrimiento está en todo hogar, en todo


individuo. Unas veces es la enfermedad, otras la falta de trabajo, o la carencia de
cosas elementales y necesarias, o la ingratitud de los demás, o la ausencia, a
veces definitiva de un ser querido.

Todos nosotros sufrimos. A veces ese sufrimiento, puede conducirnos a la


angustia y a la desesperación: pero detrás de todo se esconde una realidad hecha
de lágrimas y amargura. Por ello, aquel que tiene paz en su corazón, puede
llevarla a los demás, puede hablarles del que es la paz, del que es la eterna
serenidad, del único nombre en el cual podemos tener seguridad y esperanza.
“Jesús de Nazaret”. Hagamos el bien movidos por la simpatía y el amor hacia los
otros, siempre.

Cuando encuentres a alguien en el camino de la vida, piensa que debe


quedar mas feliz que como estaba.

Nunca quemes puentes; te sorprenderás al saber cuantas veces tendrás que


cruzarlos.

La conquista del éxito. - Dr. Braulio Pérez Marcio.

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