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Has aprendido que los días se presentan y pasan, y que nada puede impedir su
paso y, también has observado que nada puede evitarlo. Cada día trae sus
propias cargas, sus obligaciones y privilegios. Y con todo ello, aunque no lo
deseemos, tenemos que afrontarlos y vivirlos.
Al estar frente a otro día, que como todos los demás, viene acompañado de dolor,
angustias, alegrías, sus afanes, sus decepciones y esperanzas. Tenemos que
luchar para salir adelante y lograr lo que deseamos.
Al estar frente a otro día, estamos ante un gran conglomerado y no siempre bien
delineado de responsabilidades y privilegios.
¿Viviremos hoy confiando sanamente en aquel que todo lo puede y todo quiere
darnos?
Te recuerdo, que nuestro más grande problema reside en que nos olvidamos de
Dios y tratamos de vivir a nuestras fuerzas y de acuerdo con nuestros propios
impulsos, y eso no es correcto.
Por ello, es necesario que entendamos que nuestra esperanza para ser felices
cada día de nuestra existencia, y para asegurarnos la felicidad eterna, consiste en
que sepamos encontrar el camino que conduce al salvador, y en que tengamos el
valor de seguirlo a pesar de cuanto trate de evitarlo.
Solo hay un solo nombre dado a los hombres en el cual podemos confiar para ser
triunfadores este día “Jesús de Nazaret” (Hechos 4:12).
Al poseer la paz que da Dios, estaremos capacitados para ser a nuestra vez
pacificadores.