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GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO-INDÍGENA EN GUATEMALA 37

Paul Lokken *
GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO - INDÍGENA
EN G UATEMALA :
LA VILLA DE S AN D IEGO DE LA G OMERA
EN EL SIGLO XVII

Resumen
Este artículo examina el origen e historia temprana de La Gomera, pueblo ubicado
en el actual departamento de Escuintla, en la costa del Pacífico de Guatemala. El pueblo
fue fundado a principios del siglo XVII, posiblemente por los cimarrones o, lo que es más
probable, por la población libre de ascendencia africana que vivía ilegalmente en comuni-
dades nativas a lo largo de la costa sur. El autor se basa en informaciones matrimoniales y
otros documentos archivísticos para plantear que la evolución del pueblo ejemplifica un
proceso histórico más amplio, mediante el cual las comunidades mulatas terminaron por
reemplazar a las indígenas de la costa del Pacífico. Sostiene asimismo que los “mulatos” de
La Gomera y sus alrededores, cuya mayoría descendía de esclavos africanos y mujeres
indígenas, lograron defender con éxito sus intereses al aprovechar (1) su aislamiento rela-
tivo de la sociedad colonial en general; (2) la debilidad militar de la élite colonial; y (3)
quizá lo más importante de todo, la lógica de una jerarquía social que, en Guatemala,
asociaba el concepto de inferioridad más estrechamente con los pueblos nativos que paga-
ban tributos.

ORIGINS AND DEVELOPMENT OF AN AFRO-INDIAN COMMUNITY IN GUATEMALA:


THE VILLA OF SAN DIEGO DE LA GOMERA IN THE SEVENTEENTH CENTURY
Abstract
This article examines the origins and early history of La Gomera, a town located on
the Pacific coast of Guatemala in the present-day Department of Escuintla. The town was
established early in the seventeenth century, either by cimarrones or, more probably, by
free people of African descent living illegally in native communities along the south coast.
On the basis of marriage data and other archival documentation, the article suggests that
the evolution of the town exemplifies a larger historical process by which indigenous

* Paul Lokken (canadiense) es doctor en historia por la Universidad de Florida. Ac-


tualmente es profesor asociado de historia en la Bryant University e investiga sobre los afri-
canos en la Centroamérica colonial y en el mundo Atlántico. Versiones preliminares de este
artículo fueron presentadas en el VI Congreso Centroamericano de Historia, Panamá, en
julio de 2002 y en el New England Council on Latin American Studies, en octubre de 2002.
El autor desea expresar su agradecimiento a Franz Binder, Christopher H. Lutz y Murdo J.
MacLeod por su asesoría y ayuda en la preparación de este artículo. Su dirección de correo
electrónico es plokken@bryant.edu. Traducción de Margarita Cruz.

© MESOAMÉRICA 50 (ENERO–DICIEMBRE DE 2008), PÁGS. 37–65

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communities were replaced along the Pacific coast by mulatto ones. It proceeds to argue
that the “mulattos” of La Gomera and environs, who were mostly the descendants of
enslaved African men and indigenous women, pursued their interests with considerable
success by exploiting (1) their relative isolation from colonial society as a whole; (2) the
military weakness of the colonial elite; and (3) perhaps most importantly of all, the logic
of a social hierarchy that, in Guatemala, associated inferiority most closely with tribute-
paying native peoples.

E n su Encuesta sobre la cultura de los ladinos en Guatemala, el antropólogo


Richard N. Adams hace la siguiente observación al analizar las comunida-
des dispersas a lo largo de la costa del Pacífico: “El autor sospecha que la pobla-
ción de La Gomera tiene un componente relativamente alto de ascendencia
negra. Si es así, probablemente éste sea uno de los pocos grupos de población en
Guatemala que han conservado en algún grado tales rasgos y que los exhiben”.1
Adams no ofrece un contexto histórico ni explica más a fondo esta observación.
Es más, en ninguna otra parte de su libro alude a la posibilidad de que hubiera
guatemaltecos de origen africano, salvo los residentes de Lívingston y otras co-
munidades del litoral del Caribe. En retrospectiva, no es de extrañar que Adams
haya hecho esa observación, ya que su libro fue publicado en Guatemala en
1956, cuando el conocimiento histórico contemporáneo indicaba que la pre-
sencia africana “fue muy escasa” durante la colonia.2 La escasez de estudios
modernos en ese entonces no permitió que Adams ofreciera el contexto históri-
co del que carecía su observación.3 No obstante, tenía razón al plantear que la

1
Richard N. Adams, Encuesta sobre la cultura de los ladinos en Guatemala, traducción
de Joaquín Noval (Guatemala: Editorial del Ministerio de Educación Pública, 1956), págs.
264–265.
2
J. Daniel Contreras R., Breve historia de Guatemala, Biblioteca de Cultura Popular
15 (Guatemala: Editorial del Ministerio de Educación Pública, 1951), pág. 59.
3
Las historias que escribieron Francisco de Paula García Peláez y José Milla en el
siglo XIX examinan el papel de los africanos en la Guatemala colonial con mayor seriedad
que muchos otros estudios posteriores. Véanse Francisco de Paula García Peláez, Memorias
para la historia del antiguo Reino de Guatemala, 3 tomos, 3ª edición, Biblioteca “Goathemala”
21–23 (Guatemala: Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, 1968–1973); y José
Milla, Historia de la América Central, 2 tomos, 5ª edición, Colección “Juan Chapín”, Obras
completas de Salomé Jil (José Milla) 11–12 (Guatemala: Tipografía Nacional, 1976). Afor-
tunadamente, en los últimos años varios estudiosos han abordado con detenimiento el tema
de los africanos y sus descendientes en la Guatemala colonial. Véanse Christopher H. Lutz,
Historia sociodemográfica de Santiago de Guatemala 1543–1773, traducción de Jeannie
Colburn, Serie Monográfica 2 (Guatemala: CIRMA, 1982); Christopher H. Lutz, Santiago
de Guatemala, 1541–1773: City, Caste, and the Colonial Experience (Norman: University of
Oklahoma Press, 1994) y su versión en español Santiago de Guatemala: historia social y eco-

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migración africana hacia América había entrado en contacto directo con La


Gomera.

MAPA 1
La costa del Pacífico, siglo XVII

Dos siglos antes de la publicación del libro de Adams, Alonso Crespo,


justicia mayor del corregimiento de Escuintla y Guazacapán, observó en una
“Relación geográfica” de su distrito que los “mulatos” predominaban en la po-
blación de La Gomera y en otras comunidades de las tierras bajas, en lo que hoy
se conoce como el departamento de Escuintla. Según Crespo, en La Gomera
residían 250 “mulatos”, seis “mestizos” y dos “españoles”, mientras que un total
de 490 mulatos vivía en las aldeas de San Pedro Chipilapa, Don García (en la

nómica, 1541–1773 (Guatemala: Editorial Universitaria, 2005); Lowell Gudmundson, “Los


afroguatemaltecos a fines de la colonia: las haciendas dominicas de Amatitlán y de San Jeró-
nimo”, en Rina Cáceres, compiladora, Rutas de la esclavitud en África y América Latina (San
José: Universidad de Costa Rica, 2001), págs. 251–268; Beatriz Palomo de Lewin, “Perfil de
la población africana en el reino de Guatemala, 1723–1773”, en Cáceres, compiladora, Ru-
tas de la esclavitud, págs. 195–209; y Robinson A. Herrera, Natives, Europeans, and Africans
in Sixteenth-Century Santiago de Guatemala (Austin: University of Texas Press, 2003).

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actualidad La Democracia), Texcuaco, Santa Ana Mixtán y Masagua, junto con


45 “negros” y 11 “indios”4 (véase Mapa 1). ¿Cuál fue el origen de esta población
cuya mayoría era “mulata”? Crespo ofrece una pauta al dividir a los habitantes
de Santa Ana Mixtán en 100 “mulatos”, 30 “negros” y cinco “indios”, todos
“administrados de Religiosos de Nuestro Padre Santo Domingo, en lengua mexi-
cana su materna”.5 Alrededor de cincuenta años antes, el cronista Francisco
Antonio de Fuentes y Guzmán determinó el origen de la población costeña más
explícitamente en su descripción de un “pueblo” que identifica como Chipilapa,
aunque es más probable que se tratara de la vecina Villa de la Gomera. Era, nos
dice, un “poblado de mulatos los más de ellos de los que llaman zambos; cuya
generación es de la mezcla de indias con negros”6 (véase Mapa 2).
Las informaciones matrimoniales y otros registros del siglo XVII indican
que las uniones entre esclavos de origen africano y mujeres nativas de la locali-
dad fueron, en efecto, cruciales en un proceso que Miles Wortman ha descrito
como el reemplazo de comunidades indígenas por otras de mulatos a lo largo de
la costa del Pacífico.7 Un importante lugar donde se dio este tipo de mestizaje
fue la Villa de San Diego de la Gomera, comunidad establecida alrededor de
1612 en lo que en ese entonces era el corregimiento de Escuintepeque (véase
Mapa 2). La historia temprana de esa comunidad es en cierto modo única,
aunque también es representativa de patrones más amplios que marcaron gran
parte de la costa sur. Se distingue porque fue fundada por y para personas de
ascendencia africana a comienzos del siglo XVII. Lo que tuvo en común con
muchos otros lugares de la costa es que, un siglo después, la mayoría de su

4
Alonso Crespo, “Relación geográfica del partido de Escuintla, 1740”, en Boletín
del Archivo General del Gobierno 1: 1 (1935), págs. 10–11.
5
Crespo, “Relación geográfica del partido de Escuintla, 1740”, pág. 11, énfasis agre-
gado. Las citas utilizadas en este artículo reproducen fielmente la ortografía utilizada en los
documentos originales o, como en este caso, las transcripciones publicadas.
6
Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Recordación florida: discurso historial y
demostración natural, material, militar y política del reyno de Guatemala, 3 tomos, Biblioteca
“Goathemala” 6–8 (Guatemala: Sociedad de Geografía e Historia, 1932–1933), II, pág. 79.
Véase más abajo para un análisis sobre la posibilidad de que Fuentes y Guzmán se refería en
realidad a La Gomera. No obstante, San Pedro Chipilapa, de origen pipil, debe haber expe-
rimentado una transformación considerable durante el siglo XVII, según la descripción del
cronista, pues para 1740 la mayoría de su población era mulata. En cuanto a la historia de
los pipiles de habla nahuat en esta región, véase William R. Fowler, Jr., The Cultural Evolution
of Ancient Nahua Civilizations: The Pipil-Nicarao of Central America (Norman: University of
Oklahoma Press, 1989), págs. 51–56.
7
Miles L. Wortman, Government and Society in Central America, 1680–1840 (New
York: Columbia University Press, 1982), pág. 76.

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MAPA 2
Costa del Mar del Sur, de la Provincia de Goathemala
Mapa dibujado por el capitán Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán. Chipilapa y Villa de
la Gomera no aparecen en este mapa, pero su localización aproximada estaría en el área de la
esquina superior derecha.
Fuente: Fuentes y Guzmán, Recordación florida, II, pág. 75.

población estaba constituida por habitantes que tenían raíces africanas e indíge-
nas y a quienes por lo general se les identificaba como mulatos en vez de zam-
bos, según era la norma en la Guatemala colonial.8 El enfoque de este artículo
es la génesis e historia temprana de la población afro-indígena de La Gomera y
sus alrededores. Se dedica particular atención a los esfuerzos de los descendien-
tes locales de esclavos africanos e “indios tributarios” por evitar que se les asocia-
ra con un origen “inferior”, al mismo tiempo que defendían la forma de vida

8
Como me recordaba Christopher H. Lutz, los “mulatos” de la costa se encontraban
con frecuencia más alejados de la sociedad y cultura españolas que sus contrapartes de las
zonas urbanas, tanto por parentesco como geográficamente.

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semiautónoma que les permitía el relativo aislamiento geográfico y social de su


tierra natal en la costa.

FUNDACIÓN DE UNA COMUNIDAD NEGRA


EN LA COSTA DEL PACÍFICO
Antonio Vásquez de Espinosa, el fraile carmelita descalzo que pasó por
Guatemala en 1612 y de nuevo en 1621 durante una década en la que viajó
como catequista por el imperio español en América, ofrece la siguiente descrip-
ción del corregimiento de Escuintepeque: “Tiene 16 pueblos de Jurisdicion.
tiene [sic] Juntamente un pueblo de negros, y mulatos libres, con su Cauildo,
alcaldes y regidores de ellos mismos para su Gouierno”.9 Este “pueblo de negros,
y mulatos libres”, que llegó a conocerse como San Diego de la Gomera, parece
haber sido fundado en 1612 o poco tiempo después por órdenes de don Anto-
nio Peraza de Ayala y Rojas, conde de la Gomera, presidente y capitán general
de la Audiencia de Guatemala entre 1611 y 1627.10 Desafortunadamente, las
circunstancias precisas de su fundación y el nombre asignado a la comunidad
siguen estando poco claras, al igual que los detalles de su conversión de “pueblo”
a “villa”, una categoría que generalmente se reservaba en América para cualquier
asentamiento de españoles al que no se le otorgaba el título de “ciudad”.11 De

9
Antonio Vásquez de Espinosa, Compendio y descripción de las Indias Occidentales,
Charles Upson Clark, editor, Smithsonian Miscellaneous Collections 108 (Washington:
Smithsonian Institution, 1948), págs. 208–209. Sobre la vida de Vásquez de Espinosa, véa-
se Clark, “Prólogo”, en Vásquez de Espinosa, Compendio, págs. iii–xii.
10
Conde de la Gomera a la Corona, Archivo General de Indias (en adelante AGI),
Guatemala 13, R. 3, N. 33, 14 de noviembre de 1611 (formato digitalizado); Conde de la
Gomera a Juan Ruiz de Avilés, en “Autos del servizio que hizo el cappitan Juan rruis davilles
a su costa y minsion de la conquista y pacificaçion de los negros alçados questaban en la
barra i montañas de tulat” (1626), AGI, Guatemala 67, 27 de marzo de 1612. El primero de
estos documentos está disponible en línea a través de Portal de Archivos Españoles (PARES)
en http://pares.mcu.es/ (al igual que todos los documentos digitalizados que se citan en este
artículo). Desafortunadamente el segundo todavía no está digitalizado, aunque la mayor
parte está incluida, salvo la carta citada en este documento, en una apelación posterior de
Ruiz de Avilés. Véase “Testimonio de la ynformacion [ ... ] fecha en la rreal audia de la
çiudad de guatemala conforme a la rreal çedula de Su magestad en rrazon de los meritos y
servicios del capitan Joan rruyz de aviles vzno de la dicha çiudad = y de los açendientes de
doña ysabel velazquez de monzon Su ligitima muger” (1628), AGI, Patronato 89, N. 4, R.
1, Imágenes 8–191. Véase también Milla, Historia de la América Central, II, pág. 319.
11
Jordana Dym, “‘Our Pueblos, Fractions with No Central Unity’: Municipal Sover-
eignty in Central America, 1808–1821”, en Hispanic American Historical Review 86: 3 (2006),
págs. 436–440.

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hecho, basado en una revisión de fuentes publicadas, el historiador Jorge Luján


Muñoz plantea que la “Villa de la Gomera” no aparece en ninguno de los regis-
tros históricos del siglo XVII y es probable que no se le haya distinguido formal-
mente del pueblo cercano de San Pedro Chipilapa sino hasta más tarde.12 No
obstante, aunque aún no se haya descubierto ningún registro de la fundación
de la comunidad, otros documentos localizados en el Archivo General de Cen-
tro América establecen con claridad que ya existía como pueblo antes de 1626 y
se había convertido en villa para 1642. Un testamento hecho en Santiago de
Guatemala en 1626 menciona a “Joan de Aniz mulato escriu[ano] del pu[eblo]
de san diego” en una lista de deudores, en tanto que un documento de 1638
identifica a un tal Juan Antonio, que se obliga a proporcionar mano de obra
para el obraje de Juan de Aguirre Mondragón, como “bez[ino] del pu[eblo] de
s[an] diego en el corregimiento de yzquintepeque”. Cuatro años más tarde, la
Audiencia conoce la petición de “Matheo Hernandez mulato libre vecino de la
Villa de san diego de la gomera” de dispensarle del pago del “naborío” (el tribu-
to de laborío que debían las personas libres de ascendencia africana y los indíge-
nas conocidos como “naborías” o “laboríos”).13 A partir de entonces, se hace
frecuente mención de la Villa en los documentos.14

12
Jorge Luján Muñoz, “La fundación de la Villa de La Gomera en la gobernación de
Guatemala y el presidente D. Antonio Peraza de Ayala”, en Anales de la Academia de Geogra-
fía e Historia de Guatemala, LXXVI (2001), págs. 71–79.
13
Testamento de Nicolás del Valle, Archivo General de Centro América (en adelante
AGCA), signatura A1.20, legajo 814, folios 30–31v, 18 de noviembre de 1626; Obligación
de Juan Antonio, AGCA, A1.20, leg. 759, ff. 356–358, 11 de julio de 1638; Petición de
Matheo Hernández, AGCA, A1.24, leg. 1559, expediente 10203, ff. 458–458v, 16 de di-
ciembre de 1642. Sobre el tributo de laborío, véanse Libro VII, título quinto, ley primera,
“Que los Negros, y Negras, Mulatos, y Mulatas libres paguen tributo al Rey” (1574) y Libro
VII, título quinto, ley tercera, “Que los Mulatos, y negros libres vivan con amos conocidos,
para que se puedan cobrar sus tributos” (1577), en Recopilación de leyes de los Reynos de las
Indias, 4 tomos (Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1973), II, págs. 285–285v; Audien-
cia de Guatemala a Tomás de Espinosa, AGCA, A1.24, leg. 2245, exp. 16190, ff. 182v–183,
16 de mayo de 1585; García Peláez, Memorias, II, pág. 30; Lutz, Historia sociodemógrafica,
Apéndice VIII, págs. 449–451; Christopher H. Lutz, “Evolución Demográfica de la Pobla-
ción No Indígena”, en Ernesto Chinchilla Aguilar, editor, Dominación española, desde la
Conquista hasta 1700, tomo 2, en Jorge Luján Muñoz, editor, Historia General de Guatemala
(Guatemala: Asociación de Amigos del País, 1994), pág. 255; y Magnus Mörner, La corona
española y los foráneos en los pueblos de indios de América (Estocolmo: Almqvist & Wiksell,
1970), pág. 96.
14
El planteamiento de Luján Muñoz de que no hubo distinción formal entre Chipilapa
y La Gomera durante el siglo XVII se basa en la descripción que hace Fuentes y Guzmán de
los “zambos” de Chipilapa. El cronista se refería sin duda a San Diego de la Gomera, ya que
a veces se le denomina “San Diego Chipilapa” en informaciones matrimoniales de fines del

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Aunque sea difícil obtener documentación específica sobre la fundación


de este “pueblo de negros y mulatos libres”, no cabe duda de que éste tuvo su
origen en las circunstancias que encontró el conde de la Gomera cuando llegó
para tomar posesión de su nuevo cargo en el otoño de 1611. Entre dichas cir-
cunstancias se incluía el constante aumento de la población de esclavos africa-
nos, acompañado de una cantidad cada vez mayor de descendientes libres de
esclavos y la amenaza creciente a la autoridad colonial que representaban los
cimarrones y otros forajidos de origen africano.15 Al igual que en otras partes de
América, los españoles habían traído consigo esclavos africanos a Guatemala, ya
fuera durante su entrada inicial en 1523–1524 o poco tiempo después. Con
cada década que pasaba fueron llegando más, aunque al parecer en cantidades
relativamente pequeñas durante la mayor parte del siglo XVI.16 Sin embargo, el
suministro de esclavos aumentó drásticamente después de 1595, en la medida
en que los comerciantes portugueses poseedores del asiento transportaban can-
tidades sin precedentes de africanos, sobre todo de Angola, a través del Atlánti-
co.17 Al mismo tiempo, en Guatemala crecía la demanda de servicios de estos
trabajadores africanos y sus descendientes, no sólo en Santiago sino también en
las haciendas azucareras del Valle de las Mesas. Al menos nueve vecinos de San-
tiago se dedicaron al negocio de producción de azúcar a partir de 1604, entre
ellos Juan González Donis, dueño de una propiedad cerca de San Juan Amatitlán

siglo XVII. El nombre del santo distingue con claridad a este pueblo de su vecino, San Pedro
Chipilapa. Véanse las informaciones matrimoniales citadas posteriormente en este artículo.
15
El término “cimarrones” se aplicó originalmente al ganado salvaje que recorría la
isla de Española y luego a los esclavos escapados.
16
Herrera, Natives, Europeans, and Africans, págs. 112–119; y Antonio de Remesal,
Historia general de las Indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatema-
la, 2 tomos (México: Editorial Porrúa, 1988), I, págs. 45–46. Véanse también James Lockhart,
Spanish Peru, 1532–1560: A Social History, 2ª edición (Madison: University of Wisconsin
Press, 1994), págs. 193–194; y Matthew Restall, Seven Myths of the Spanish Conquest (Oxford:
Oxford University Press, 2003), págs. 52–63.
17
El asiento era un contrato monopólico con la Corona para suministrar esclavos a
Hispanoamérica. Para los efectos de la expansión del comercio de esclavos después de 1595,
véanse Lutz, Historia sociodemográfica, págs. 219–222 y Apéndice VII, pág. 445; Enriqueta
Vila Vilar, Hispanoamérica y el comercio de esclavos: los asientos portugueses (Sevilla: Escuela de
Estudios Hispano-Americanos, 1977), págs. 197–211; y David Eltis, “The Volume and
Structure of the Transatlantic Slave Trade: A Reassessment”, en William and Mary Quarterly,
3ª serie, 58: 1 (2001), págs. 24, 33 y 44–45, Cuadros II y III. Eltis dirige actualmente un
proyecto para actualizar las cifras relativas al comercio de esclavos por medio de nuevas
investigaciones. Véase http://news.emory.edu/Releases/SlaveVoyagesData1150901442.html
(consultado el 11 de enero de 2007).

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llamada Nuestra Señora de la Encarnación, mejor conocida como el “Ingenio


de Anís”. La fuerza laboral de este ingenio, que Vásquez de Espinosa describió
como “poderoso”, aumentó a 191 esclavos en 1630, incluyendo a unos noventa
procedentes directamente de Angola u otras partes de África.18
El control de esta creciente población de esclavos, y aún más de sus des-
cendientes libres, se convirtió de inmediato en motivo de gran preocupación
para el nuevo presidente de la Audiencia, quien en una carta del 14 de noviem-
bre de 1611 le informaba al rey que “en esta tierra ay muchos mulatos y negros
libres q[ue] no quieren viuir con amo, y estan entre los Indios haçiendoles
agrauios”. Su intención, decía, era “reducirlos a que Siruan, y viuan en pueblos
de españoles” a fin de prevenir más daños a las comunidades indígenas y evitar
los problemas que surgirían “si se juntasen con los negros simarrones”.19 Con
respecto al problema de la población de origen africano que vivía ilegalmente
en comunidades nativas, las preocupaciones expresadas por el presidente hacían
eco a las frecuentes quejas de los funcionarios reales en toda Hispanoamérica
durante la colonia. Estos funcionarios habían descrito desde hacía tiempo a los
africanos y a sus descendientes como una mala influencia moral en las comuni-
dades nativas, sin mencionar la amenaza que representaban para las reservas de
monedas y bienes que esas comunidades necesitaban a fin de cumplir sus obli-
gaciones tributarias con la Corona. La carta revela que las leyes que con fre-
cuencia se emitían para ordenar expulsiones a gran escala eran tan ineficaces en
Guatemala como en otras partes. En todo caso, la situación había empeorado.20
Entretanto, la referencia a la posibilidad de que los negros y mulatos libres
se unieran con los cimarrones indica un problema de igual importancia para las

18
“Negros de la hacienda”, AGCA, A1.20, leg. 536, ff. 296v–302 (1630); Vásquez de
Espinosa, Compendio, pág. 206; y David Jickling, “The Vecinos of Santiago de Guatemala
in 1604”, en Duncan Kinkead, editor, Estudios del reino de Guatemala: homenaje al profesor
S. D. Markman (Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1985), pág. 92. Con
respecto a Santiago, según las estadísticas matrimoniales recopiladas por Christopher H.
Lutz, la cantidad de matrimonios en los que una de las partes era un negro esclavo represen-
ta más de 24% del total de matrimonios celebrados entre 1600 y 1609, y 22% entre 1610 y
1619. Estos matrimonios no llegaron a representar más del 14% del total en ninguna otra
década entre 1580 y 1769. Véase Lutz, Santiago de Guatemala, Apéndice 1, págs. 176–180.
19
Conde de la Gomera a la Corona, AGI, Guatemala 13, R. 3, N. 33, Bloque 1, Im.
5, 14 de noviembre de 1611.
20
Véanse reales cédulas, AGCA, A1.22, leg. 1513, f. 557, 25 de noviembre de 1578;
AGCA, A1.22, leg. 1513, f. 579, 23 de septiembre de 1580; AGCA, A1.23, leg. 4575, exp.
39528, f. 433v, 3 de febrero de 1587; AGCA, A1.23, leg. 1514, ff. 77–77v, 22 de diciembre
de 1605. Véanse también Mörner, La corona española y los foráneos, págs. 94–99; y Magnus
Mörner, “La política de segregación y el mestizaje en la Audiencia de Guatemala”, en Revista
de Indias 24: 95–96 (1964), pág. 139.

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autoridades de Santiago de Guatemala en 1611. En efecto, en la misma carta


citada anteriormente, el conde de la Gomera menciona la reciente conquista de
una comunidad de cimarrones ubicada “en un monte treinta Leguas de esta
çiudad llamado el Guayaval”.21 Los sucesos que rodearon este incidente pudie-
ron haber contribuido al establecimiento de San Diego de la Gomera, tanto
como las quejas perennes acerca de los problemas creados por la población de
ascendencia africana que vivía en comunidades nativas. Antes de su fracaso, las
actividades de esta banda de forajidos habían causado tal alarma entre los veci-
nos de Santiago que, cuando el conde de la Gomera efectuó su primera ronda
de visitas a las iglesias de la capital, “los predicadores le adbirtieron y pidieron
con grande ynstancia que conquistase los negros y mulatos cimarrones del
guayaval de la costa de yzquintepeque por los daños que hazian a los yndios y
demas personas en los caminos”.22 Dos intentos anteriores de derrotar a la ban-
da habían fracasado, a pesar de la captura de ocho de sus miembros. La ubica-
ción de este asentamiento, que parece haber estado en el occidente de Escuin-
tepeque, en la alcaldía mayor de Zapotitlán, siguió siendo un misterio.23
El nuevo presidente actuó con prontitud para enfrentar la amenaza. Des-
pachó a Juan Ruiz de Avilés, anterior depositario general de Santiago y propie-
tario de un obraje de añil cerca de la costa, para reunir una fuerza de milicianos
y localizar a los cimarrones. Ruiz de Avilés procedió a enlistar a unos 35 hom-
bres en las aldeas de Chipilapa, Tescuaco, San Antonio Suchitepéquez y Xicalapa.
Luego arrestó y obtuvo información de varias personas que habían comerciado
con la banda y organizó una marcha a sus zonas de pesca en la barra del Río
Tulate, donde sus fuerzas emboscaron a la mayor parte de los integrantes de la
banda en la mañana del 9 de noviembre de 1611. Entre ellos mataron a dos,
incluyendo al “capitán Diego”, y capturaron a los demás. El resto de los cima-
rrones, en su mayoría mujeres, fueron capturados al día siguiente cerca de su
abandonado asentamiento río arriba. De inmediato, Ruiz de Avilés regresó triun-
fante a Santiago con los 17 sobrevivientes del grupo, que consistía en siete hom-
bres, ocho mujeres (dos de ellas libres) un joven y un infante.24

21
Conde de la Gomera a la Corona, AGI, Guatemala 13, R. 3, N. 33, B. 1, Im. 4, 14
de noviembre de 1611.
22
Conde de la Gomera a la Corona, “Autos del servizio”, AGI, Guatemala 67, f. 25,
17 de noviembre de 1611.
23
“Autos del servizio”, AGI, Guatemala 67, ff. 70v–71.
24
“Autos del servizio”, AGI, Guatemala 67, passim. Para una relato publicado con
mayor detalle sobre el asentamiento, véase Paul Lokken, “A Maroon Moment: Rebel Slaves
in Early Seventeenth-Century Guatemala”, en Slavery and Abolition 25: 3 (2004), págs. 44–58.

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GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO-INDÍGENA EN GUATEMALA 47

En la descripción que hace de esa comunidad, Vásquez de Espinosa plan-


tea la posibilidad de que estos sucesos tuvieran un impacto directo en la funda-
ción de San Diego de la Gomera. Dice que sus residentes “tienen obligacion
para el buen Gouierno, y quietud de la tierra, quando se huie algun negro de su
amo a los simarrones buscarlo, y lo lleuan a su amo, por paga moderada, que se
les da; por el cuidado y trauajo que tienen en buscarlo, y asegurar los esclauos”.25
Las autoridades coloniales llegaron en numerosas ocasiones a este tipo de tratos
con los cimarrones en otras partes de América como medio para hacer las paces
y ofrecer una posición de legalidad a las comunidades proscritas, a cambio de lo
cual sus miembros se volvieron cazadores de esclavos.26 Sin embargo, sigue sien-
do difícil de probar la existencia de un trato con los cimarrones en el caso de
San Diego de la Gomera. Después de su captura, los cimarrones de Tulate fue-
ron castigados y devueltos a sus dueños. El castigo consistió en darles 200 lati-
gazos e inutilizarles los pies, según los testimonios recopilados al año siguiente
después de que uno de los anteriores dirigentes de la banda, un mulato llamado
Juan Gómez, volviera a escapar, supuestamente con la intención de reconstruir
y repoblar el asentamiento ilegal de Tulate. Lejos de tener éxito, Gómez no
tardó en ser atrapado con su mujer e hijo en un escondite cerca de Siquinalá,
llevado a Chipilapa y ahorcado allí mismo por órdenes de Ruiz de Avilés el 28
de septiembre de 1612.27
Si bien es posible que después se haya llegado a un acuerdo con otros
cimarrones, se dice que los supuestos cómplices de Gómez —entre los que se
contaban esclavos pertenecientes a Juan Gonzáles Donis, Juan Martínez de
Mondragón y Sancho de Carranza— fueron encarcelados en algunos casos y en
otros regresaron por voluntad propia a sus dueños después de la ejecución de su

25
Vásquez de Espinosa, Compendio, pág. 209.
26
Richard Price, editor, Maroon Societies: Rebel Slave Communities in the Americas, 3ª
edición (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1996), pág. 22. Un ejemplo famo-
so de la Hispanoamérica colonial es la comunidad de cimarrones de Yanga/San Lorenzo de
los Negros en Veracruz. Véanse Adriana Naveda Chávez-Hita, “De San Lorenzo de los Ne-
gros a los morenos de Amapa: cimarrones veracruzanos, 1609–1735”, en Cáceres,
compiladora, Rutas de la esclavitud, págs. 159 y 172; y Jane G. Landers, “Cimarrón and
Citizen: African Ethnicity, Corporate Identity, and the Evolution of Free Black Towns in the
Spanish Circum-Caribbean”, en Jane G. Landers y Barry M. Robinson, editores, Slaves,
Subjects, and Subversives: Blacks in Colonial Latin America (Albuquerque: University of New
Mexico Press, 2006), págs. 121–135.
27
“Testimonio de la ynformacion”, AGI, Patronato 89, N. 4, R. 1, Ims. 198–281,
esp. Ims. 216–237, 240, 243, 248–249, 254, 258 y 277. El material que versa sobre la
segunda escapatoria de Juan Gómez no aparece en la primera apelación de Ruiz de Avilés.

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48 PAUL LOKKEN

camarada.28 De ahí que la fundación de San Diego de la Gomera fuera más bien
resultado de negociaciones entre la Audiencia y la población libre de ascenden-
cia africana que vivía ilegalmente en las aldeas nativas de la costa sur. En efecto,
es probable que Ruiz de Avilés haya estado involucrado en las negociaciones
cuando Juan Gómez se escapó por segunda vez. Unos meses antes, el conde de
la Gomera le había ordenado: “vos partais y bais a la costa de guaçacapan
izquintepeque y suchitepeque y xicalapa y hagais lista de todos los mulatos
negros negras y mulatas libres que de presente ay en las dichas partes”.29 Varios
entre la población libre de origen africano habían participado en la conquista
de los cimarrones de Tulate y es posible que hayan recibido permiso para orga-
nizar el nuevo asentamiento como recompensa por sus servicios. Entre esas
personas se encontraban los mulatos libres Pedro Moreno, Miguel Sánchez y
Mateo Hernández Cerrato, este último vecino de Chipilapa y quizá el residente
de mayor edad de San Diego de la Gomera que haya apelado para obtener
dispensa del pago de tributos en 1642.30
Cimarrones o no, es obvio que los fundadores de San Diego de la Gomera
intentaban establecer su nueva comunidad en los mejores términos posibles.
Un estudio de población solicitado por la Corona ofrece otras pruebas. Se trata
de un informe escrito por el corregidor de Escuintepeque en 1683 para la “Ra-
zón de las ciudades, villas y lugares, vecindarios y tributarios de que se compo-
nen las Provincias del Distrito de este Audiencia”. El corregidor, don Antonio
de Agüero, señala que los residentes de la Villa de la Gomera gozaban de ciertos
privilegios, como el control de las salinas en las barras de Coyolate y Sipacate,
“que se les consedieron a los de la villa quando fue fundada”31 (véase Mapa 1).

28
“Testimonio de la ynformacion”, AGI, Patronato 89, N. 4, R. 1, Ims. 249, 256,
270–271 y 278. Es intrigante el nombre del “mulato escribano” de San Diego en 1626, Juan
de Anís. Es probable que haya nacido en el Ingenio de Anís, y quizá haya sido cimarrón en
algún momento.
29
Conde de la Gomera a Juan Ruiz de Avilés, “Autos del servizio”, AGI, Guatemala
67, 27 de marzo de 1612. Luján Muñoz argumenta que el pueblo mencionado por Vásquez
de Espinosa debe de haber existido antes de su visita a Guatemala en 1612, aunque quizá el
fraile simplemente haya oído que se hablaba de su establecimiento pendiente o no se haya
enterado de su existencia sino hasta su regreso en 1621. Véase Luján Muñoz, “La fundación
de la Villa de La Gomera”, pág. 78.
30
“Autos del servizio”, AGI, Guatemala 6, ff. 15v, 19v, 33v, 42, 48v y 50; y Petición
de Matheo Hernández, AGCA, A1.24, leg. 1559, exp. 10203, ff. 458–458v.
31
“Razón de las ciudades, villas y lugares, vecindarios y tributarios de que se compo-
nen las Provincias del Distrito de este Audiencia” (1682), AGI, Contaduría 815, f. 6v. Agüe-
ro identifica en f. 6 la “villa” a la que se refiere como “La Villa de san Diego de la Gomera”.

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GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO-INDÍGENA EN GUATEMALA 49

Por supuesto que la Audiencia no había otorgado esa concesión sin pedir algo a
cambio. En 1700, los alcaldes de la Villa declararon que se había hecho entrega
de las salinas a sus antepasados “Para la manutençion de los Veçinos y morado-
res y Para asistir a sus obligaciones Paga de los lauorios y sustento del Padre que
nos administra y Otras Cargas y obligaciones”.32 Evidentemente, el conde de la
Gomera había hecho todo lo posible por asegurarse de que los organizadores de
esta inusual congregación cumplieran con las obligaciones tributarias a las que
estaba sujeta la población libre de origen africano, cuya aplicación era de noto-
ria dificultad en vista de que esas personas no solían mantener un lugar fijo y
legal de residencia.

Este imaginativo grabado mues-


tra a Thomas Gage en el siglo
XVII recibiendo tributo de dos
negros o mulatos y de un indíge-
na en medio de ellos. Si bien el
paisaje al fondo es evidentemente
de una región del altiplano, los
negros y mulatos tuvieron una
presencia demográfica más
notoria a lo largo de la costa del
Pacífico de Guatemala.
Fuente: Thomas Gage, Thomas Gage Neue merckwürdige reise-beschreibung nach Neu Spanien,
was ihm daselbst seltsames begegnet, und wie er durch die provintz Nicaragua wider zurück nach
der Havana gekehret... (Leipzig, verlegts Johann Herbordt Kloss, buchhändel, 1693), página
opuesta a carátula interna.

32
“Testimonio de los Autos Proveydos Por El Señor Licenciado Don Francisco Gómez
de la Madriz en favor de los Mulatos de la Villa de San Diego de la Gomera, 1700”, AGI,
Guatemala 285.

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50 PAUL LOKKEN

Al final, las negociaciones sobre los privilegios que obtendrían y las res-
ponsabilidades que debían cumplir los habitantes de este “pueblo de negros y
mulatos libres” se sumaron a la lucha por el grado de autonomía que gozarían
los residentes. De ésta y otras maneras, el nuevo pueblo era el sucesor directo
del asentamiento de forajidos de Tulate, aunque en su establecimiento no hu-
biera participado ningún cimarrón. Cada grupo era una solitaria comunidad de
origen africano ubicada en un entorno de mayoría indígena, que buscaba obte-
ner independencia de las autoridades españolas. Sin embargo, a medida que
transcurría el siglo XVII, el entorno original en el que las dos comunidades se
habían establecido fue cambiando considerablemente, con importantes impli-
caciones para la que había sobrevivido. Por un lado, los africanos y sus descen-
dientes, tanto esclavos como libres, continuaron emigrando a la costa para tra-
bajar en ingenios y trapiches, obrajes de añil y estancias de ganado mayor. Por
otro, la disminución demográfica —legado de los trastornos de la conquista y la
introducción de enfermedades foráneas— continuó afectando a la población
nativa local.33 Cien años después, los descendientes mulatos de los primeros
inmigrantes africanos dominaban toda la costa de Escuintepeque. Para 1740,
como lo señala la “Relación geográfica” de Alonso Crespo, la Villa de la Gomera
era tan sólo una de las muchas comunidades de mulatos, aunque con una histo-
ria única. En la siguiente sección se explora el desarrollo de una sociedad “mu-
lata” en la Villa y sus alrededores, cuyas raíces nacen fundamentalmente de las
relaciones entre africanos y habitantes nativos locales, más que entre africanos y
españoles, ya que estos últimos eran pocos y se encontraban alejados entre sí en
esta región.

MIGRANTES AFRICANOS, PUEBLOS NATIVOS Y MATRIMONIOS


EN LA COSTA DEL PACÍFICO
Al igual que en otras partes de América, en Guatemala los funcionarios
españoles consideraban que las relaciones entre africanos y nativos se caracteri-
zaban en su mayoría por el abuso de los pueblos indígenas tanto por parte de
esclavos como de la población libre de origen africano. No hay duda de que
estos abusos ocurrieron, aun cuando la responsabilidad corresponda, en última
instancia, a los españoles acaudalados que empleaban tanto esclavos como per-
sonas libres de ascendencia africana para hacer que se respetara la disciplina

33
Para una visión general de la disminución demográfica de la población indígena,
que por lo general fue más pronunciada y duradera en las tierras bajas, véase W. George
Lovell y Christopher H. Lutz, Demografía e imperio: guía para la historia de la población de la
América Central Española, 1500–1821, traducción de Guisela Asensio Lueg (Guatemala:
Editorial Universitaria, 2000), págs. 3–16.

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GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO-INDÍGENA EN GUATEMALA 51

laboral, sobre todo en las grandes fincas rurales.34 Sin embargo, las relaciones
eran más complejas, como lo revela la experiencia de la comunidad cimarrona
de Tulate. Por un lado, los alegatos de que los cimarrones de Tulate aterroriza-
ban a las comunidades nativas de los alrededores no pueden descartarse como
simple propaganda. No cabe duda de que la violencia de este tipo ocurría en
otras partes del continente americano durante este período, en particular en la
región de Esmeraldas en lo que es hoy Ecuador, donde los ataques lanzados por
los cimarrones contra las comunidades nativas a principios del siglo XVII deja-
ron muchos muertos.35 Una violencia similar, aunque en menor escala, quizá
pudiera explicar la participación del gobernador nativo de la comunidad pipil
de Xicalapa,36 (Mapa 1) un tal don Luis, en la expedición conducida por Ruiz
de Avilés (aun cuando le habría resultado difícil rechazar una solicitud de asis-
tencia de agentes armados de la Corona). No obstante, también es evidente que
había nexos de mutuo beneficio entre los cimarrones y algunos miembros de la
población indígena. Se dice que los cimarrones comerciaban ampliamente con
varias comunidades nativas. Enviaban pescado e iguanas a Mazatenango y quizá
hasta Quetzaltenango, en el altiplano occidental, a cambio de ropa, hachas,
machetes, flechas y tabaco. Dos hombres mayas, identificados unas veces como
nativos de Mazatenango, otras como originarios de Quetzaltenango o, lo que es
menos probable, de Huehuetenango, tenían fama de haber trabajado como
espías para los cimarrones en el territorio ubicado entre su reducto costero y
Santiago. Asimismo, aunque con mayor ambigüedad, se identifica a una de las
mujeres capturadas durante el asalto a la comunidad cimarrona como “una yndia”
de San Salvador “que abia llebado hurtada... juan gomez”. No está muy clara la
naturaleza de la relación que se presume existía entre estas dos personas, aunque

34
Para una extensa discusión sobre esta relación, véase Christopher H. Lutz y Matthew
Restall, “Wolves and Sheep? Black-Maya Relations in Colonial Guatemala and Yucatán”, en
Matthew Restall, editor, Beyond Black and Red: African-Native Relations in Colonial Latin
America (Albuquerque: University of New Mexico Press, 2005), esp. págs. 196–204.
35
Charles Beatty Medina, “Caught between Rivals: The Spanish-African Maroon
Competition for Captive Indian Labor in the Region of Esmeraldas during the Late Sixteenth
and Early Seventeenth Centuries”, en The Americas 63: 1 (2006), págs. 126–127.
36
Xicalapa, que dejó de existir desde el siglo XVIII, estaba ubicada entre los ríos
Nahualate y Tulate (Mapa 1). Para fines del siglo XVI tenía unos 200 habitantes. Véase Sandra
Orellana, Ethnohistory of the Pacific Coast (Lancaster, California: Labyrinthos, 1995), págs.
121–122. Xicalapa aparece en un mapa de Zapotitlán de 1579 que está disponible en el sitio
en la Red de Perry-Castañeda Library, University of Texas, consultado el 11 de enero de
2007, en http://www.lib.utexas.edu/benson/rg/rg_images6.html. El mismo mapa fue re-
producido en Adriaan C. Van Oss, Catholic Colonialism: A Parish History of Guatemala,
1524–1821 (Cambridge: Cambridge University Press, 1986), pág. 41.

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52 PAUL LOKKEN

quizá fuera menos voluntaria en lo que correspondía a la parte nativa que en los
otros casos mencionados.37
Cabe notar la ausencia de otras mujeres nativas en el asentamiento de
Tulate, en vista del probable desequilibrio que había en la proporción de sexo
entre la población cercana de esclavos en esta época. En la medida que aumen-
taba el número de miembros de origen africano de esa población a principios
del siglo XVII y se ampliaba el comercio transatlántico, la presencia despropor-
cionada de hombres y niños en las “cargas” transportadas a través del océano
afectó directamente la proporción de sexo tanto entre la población esclava de
Guatemala como de otras partes. Por ejemplo, cuando el barco Nuestra Señora
de Nazarén llegó de Angola al puerto caribeño de Santo Tomás de Castilla en
1613, se declaró que transportaba a 97 hombres y niños, y tan sólo a 39 mujeres
y niñas.38 Era muy poco probable que las esclavas terminaran en el campo dada
la demanda de hombres para que trabajaran en labores agrícolas y pecuarias,
además de la tendencia de los dueños de esclavos a enviar “bozales” (africanos
recién llegados) a sus propiedades rurales.39 Una de estas propiedades, ubicada
en el corregimiento de Escuintepeque, ilustra esta realidad con particular clari-
dad. En 1612, un trapiche de azúcar llamado Santa Cruz, que el acaudalado
comerciante Francisco de Mesa estaba por vender a su hija y yerno, empleaba a
28 esclavos, entre los cuales se había identificado a no menos de 20 como pro-
cedentes de África, en tanto que sólo tres eran mujeres.40

37
“Autos del servizio”, AGI, Guatemala 67, ff. 6v–10, 27–30v, 38–39 y 58.
38
Visita de la Nuestra Señora de Nazarén, AGCA, A3.5, leg. 67, exp. 1291, ff. 15v–17v,
12 de febrero de 1613. Véanse también Leslie B. Rout, Jr., The African Experience in Spanish
America: 1502 to the Present Day (Cambridge: Cambridge University Press, 1976), págs.
71–72; y Herman L. Bennett, Africans in Colonial Mexico: Absolutism, Christianity, and Afro-
Creole Consciousness, 1570–1640 (Bloomington: Indiana University Press, 2003), págs. 26–27.
39
Lutz, Historia sociodemográfica, pág. 222. En comparación, muchos angolanos y
otras personas de origen africano vivían en la Ciudad de México. Véase Bennett, Africans in
Colonial Mexico, págs. 79–110.
40
“Escritura de venta y censo”, AGCA, A1.15, leg. 4103, exp. 32523, ff. 4–5, 28 de
abril de 1612. Esta propiedad pronto fue convertida en un ingenio de azúcar por el yerno de
Mesa, don Juan de Ayala, quien eventualmente demandó a su suegro por el valor de la
propiedad. Por definición, un trapiche era impulsado por tracción animal, mientras que un
ingenio, de mayor tamaño y complejidad tecnológica, era impulsado por agua. No obstante,
en la práctica no siempre había una clara distinción entre uno y otro. Véase Alejandro de la
Fuente, “Sugar and Slavery in Early Colonial Cuba”, en Stuart B. Schwartz, editor, Tropical
Babylons: Sugar and the Making of the Atlantic World, 1450–1680 (Chapel Hill: University
of North Carolina Press, 2004), págs. 134–138.

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GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO-INDÍGENA EN GUATEMALA 53

Testimonios recabados en la víspera del asalto a los cimarrones de Tulate


revelan que los hombres habían hecho grandes esfuerzos por “robarse” a las
mujeres de origen africano de la capital.41 El que seis de las ocho mujeres perte-
necientes a la comunidad fueran identificadas como esclavas negras y una sépti-
ma como mulata libre demuestra el relativo éxito que obtuvieron. Sin embargo,
era imposible sostener la práctica de la endogamia en un lugar como Escuinte-
peque debido a la gran escasez de mujeres africanas que revela el inventario del
Trapiche Santa Cruz.42 Además, los esclavos sabían que podían lograr que sus
descendientes nacieran libres si se relacionaban con mujeres libres, entre las
cuales muy pocas eran de origen africano.43 De ahí que muchos factores se opu-
sieran a la práctica de la endogamia en Escuintepeque a principios del siglo XVII
y que las condiciones locales más bien favorecieran fuertemente el mestizaje. El
inventario del Trapiche Santa Cruz, en el que figuran cinco esclavos como espo-
sos de mujeres libres, cuatro de las cuales identifica como “indias” y apenas una
como “negra”,44 también revela el patrón general de ese mestizaje.
Desafortunadamente, hay muy pocas pruebas directas de este patrón en
Escuintepeque, hasta 1671, cuando se refleja con claridad en las informaciones
matrimoniales sometidas a la aprobación del obispo de Guatemala en Santiago.
Tres de seis informaciones sobre residentes del corregimiento indican que los
contrayentes eran esclavos de ascendencia africana. En los tres casos se identifi-
ca a la pareja como mujer libre y en dos de estos tres casos se trata de mujeres

41
“Autos del servizio”, AGI, Guatemala 67, ff. 7, 26v, 46 y 54.
42
Cabe notar que uno de los cimarrones capturados en 1611 era un esclavo de Fran-
cisco de Mesa, de nombre Pedro, que probablemente había escapado del trapiche. “Pedro
Mazanbique” y “Pedro Feor Congo” aparecen en la lista de 1612, al igual que “Pedro mulato
que llaman loco criollo”, quien es menos probable que haya sido Pedro el cimarrón, porque
Juan Gómez era el único hombre del asentamiento de Tulate identificado como mulato.
Véanse “Escritura”, AGCA, A1.15, leg. 4103, exp. 32523, ff. 4–5; y “Autos del servizio”,
AGI, Guatemala 67, f. 38.
43
Para un estudio de la ley española de esclavitud en el contexto centroamericano,
véase Beatriz Palomo de Lewin, “La esclavitud negra en Guatemala durante los siglos XVI y
XVII”, en Chinchilla Aguilar, editor, Historia General, II, págs. 281–282. Véase también Paul
Lokken, “El matrimonio como factor en la emancipación de los esclavos del área rural de
Guatemala en el siglo XVII”, traducción de Daniel Barczay, revisión de Jorge Luján Muñoz,
en Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala 76 (2001), págs. 81–113.
44
“Escritura”, en AGCA, A1.15, leg. 4103, exp. 32523, ff. 4–5. En un inventario pos-
terior de los esclavos del ingenio, levantado en 1620, se menciona tan sólo a dos de estas cinco
mujeres libres, ambas indígenas. Véase AGCA, A1.15, leg. 4103, exp. 32523, ff. 31v–33, 3 de
enero de 1620.

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54 PAUL LOKKEN

nativas, exactamente de “indias laborías”, designación aplicada a los miembros


de la población indígena que no estaban vinculados a ninguna comunidad en
particular por medio de tributos ni exigencias laborales. Las otras tres diligen-
cias se refieren a matrimonios entre personas definidas como mulatos/as libres
en dos de los casos, y la tercera como mestizo/a.45
Los registros pertenecientes a décadas posteriores revelan una disminu-
ción en la cantidad de esclavos y el predominio de matrimonios con parejas
identificadas como “mulatos/as libres”. Tan sólo dos esclavos, hombres ambos,
aparecen como contrayentes en 28 informaciones que datan de los años 1681,
1691, 1701 y 1711, mientras que en esas mismas informaciones se hace refe-
rencia a 19 mulatos libres y 18 mulatas libres, es decir, unos dos tercios de un
total de 56 contrayentes mencionados (véanse Cuadros 1 y 2).46 En parte se
puede atribuir la total ausencia de esclavos en las diligencias de 1701 y 1711 a
las que fueron muy pocos los que llegaron importados a Guatemala entre la
década de 1630 y finales del siglo XVII.47 Sin embargo, en 1680 aún quedaban
por lo menos 69 esclavos de ascendencia africana en los ingenios y trapiches de
Escuintepeque, la mayoría en el ingenio Santo Domingo (30), el trapiche del
clérigo Francisco Alvarez de Vega (25) y el de Sebastián de Aguilar y Castilla

45
Archivo Histórico Arquidiocesano “Francisco de Paula García Peláez” (en lo suce-
sivo AHA), A4.16, T4 1.12 (caja 157), exps. 122, 140, 143 y 184; y A4.16, T4 1.11 (caja
197), exps. 237 y 271. Las seis informaciones matrimoniales aquí citadas pertenecen a una
muestra de 675 pertenecientes a toda la Provincia de Guatemala (sin incluir Santiago y sus
alrededores inmediatos) en los años 1671, 1681, 1691, 1701 y 1711. Algunos registros
traspapelados, que representan alrededor de siete por ciento del total disponible en el archi-
vo, faltan en la muestra más amplia basada en José Fernando Mazariegos Anleu, Índice
General de Informaciones Matrimoniales en Guatemala, 1614–1900, Libro 1, Tomo 1 (Gua-
temala: AHA, 1999). A pesar de que representaban a la gran mayoría de la población, los
únicos “indios tributarios” que aparecen en estos registros eran los que tenían previsto to-
mar una esposa de otro curato o fuera de las filas de “indios tributarios”. De ahí que los
registros se centren sobre todo en la minoría no indígena de la población.
46
Las 28 diligencias son AHA, A4. 16, T4 105 (caja 2), exps. 275, 294, 320, 380 y
390 (1681); A4.16, T5 106 (caja 200), exps. 26, 39, 66, 112, 133, 140 y 165 (1691);
A4.16, T5 107 (caja 205), exps. 215, 246, 249, 261 y 322 (1691); A4.16, T6 105 (caja 77),
exps. 2382 y 2384 (1701); A4.16, T7 104 (caja 110), exps. 3930, 3949, 3958, 3971, 4012,
4058 y dos expedientes sin número (1711); y A4.16, T7 103 (caja 124), exp. 4085 (1711).
47
La Corona a la Audiencia de Guatemala, AGCA, A1.23, leg. 2199, exp. 15755, f.
50, 19 de mayo de 1670; Lutz, Historia sociodemográfica, pág. 222; y Frederick P. Bowser,
“Africans in Spanish American Colonial Society”, en Leslie Bethell, editor, Cambridge History
of Latin America, tomo 2 (Cambridge: Cambridge University Press, 1984), pág. 362.

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GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO-INDÍGENA EN GUATEMALA 55

CUADRO 1
Contrayentes en diligencias matrimoniales en Escuintepeque: hombres

NE ME ML I IL IT MS ND Total

1671 2 1 2 1 6
1681 1 3 1 5
1691 1 7 1 1 2 12
1701 1 1 2
1711 8 1 9

Total 3 2 21 1 1 1 4 1 34
Fuente: AHA, A4.16, Informaciones Matrimoniales.
NE=negro esclavo; ME=mulato esclavo; ML=mulato libre; I=indio (sin ninguna otra desig-
nación); IL=indio laborío; IT=indio tributario; MS=mestizo; ND=no definido

CUADRO 2
Contrayentes en diligencias matrimoniales en Escuintepeque: mujeres

ML I IL IT MS ND Total

1671 3 2 1 6
1681 2 1 1 1 5
1691 8 2 1 1 12
1701 2 2
1711 6 1 2 9

Total 21 2 3 1 4 3 34

Fuente: AHA, A4.16, Informaciones Matrimoniales.


ML=mulata libre; I=india (sin ninguna otra designación); IL=india laboría; IT=india tributaria;
MS=mestiza; ND=no definida

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56 PAUL LOKKEN

CUADRO 3
Matrimonios en Escuintepeque, 1671, 1681, 1691, 1701 y 1711

Mujeres
NE ME NL ML I IL IT MS ES ND

Hombres
NE 1 1 1
ME 1 1
NL
ML 16 1 3 2
I 1
IL 1
IT 1
MS 2 1
ES
ND 1

Fuente: AHA, A4.16, Informaciones Matrimoniales.


NE=negro/a esclavo/a; ME=mulato/a esclavo/a; NL=negro/a libre;ML=mulato/a libre; I=indio/a
(sin ninguna otra designación); IL=indio/a laborío/a; IT= indio/a tributaria; MS=mestizo/a;
ES=español/a; ND=no definido/a

(11).48 No obstante, 54 de estos 69 esclavos eran hombres o niños, lo cual ob-


viamente reducía las posibilidades de que se reprodujera la población local de
esclavos. Más bien muchos esclavos deben de haber contribuido al aumento de

48
“Autos fechos sobre la visita de ingenios, y trapiches en que trauajan indios, año de
1679”, en “La Aud.a de Guat.a Ynforma a V.M. con testimonios Sobre los obrages y Yngenios
q[ue] ay en esta Jurisdiçion” (1681), AGI, Guatemala 27, R. 9, N. 29, B. 5, Ims. 189–196.
La visita a las propiedades en Escuintepeque se llevó a cabo en enero de 1680. Deseo expre-
sar mi agradecimiento a Christopher H. Lutz por hacer de mi conocimiento este documen-
to hace varios años, al proporcionarme generosamente su transcripción. Para facilidad de
acceso, cito la versión digitalizada en este documento. Véanse también Julio C. Pinto Soria,
El valle central de Guatemala (1524–1821): un análisis acerca del origen histórico-económico
del regionalismo en Centroamérica, Colección Estudios Universitarios 31 (Guatemala: Edito-
rial Universitaria, 1988), págs. 25–28; y Jorge Luján Muñoz, Agricultura, mercado y sociedad
en el Corregimiento del Valle de Guatemala (Guatemala: Universidad de San Carlos, 1988),
págs. 75–82.

04 Lokken 50.p65 56 6/6/2008, 10:16 AM


GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO-INDÍGENA EN GUATEMALA 57

la población de mulatos libres al casarse o tener hijos con mujeres libres. Por lo
menos cuatro de los cinco esclavos que aparecen en la muestra citada más arriba
contrajeron matrimonio con mujeres libres (véase Cuadro 3) y otros tres casos
similares de la región se encuentran en una colección aleatoria de informacio-
nes matrimoniales de otros años.49 No cabe duda, entonces, de que la desapari-
ción gradual de esclavos en los registros no se debe solamente a una disminu-
ción de las importaciones sino también a un desequilibrio en la proporción de
sexos y a los patrones de relaciones maritales (y probablemente más importante
aún, a los extramaritales) de los esclavos. Con toda certeza, la manumisión tam-
bién desempeñó un papel importante, aunque rara vez se menciona en los do-
cumentos citados en este estudio.
Esta evidencia indica que, para fines del siglo XVII, una población libre de
ascendencia africana e indígena, definida por lo general como “mulata”, reem-
plazaba con rapidez a los indígenas pipiles de las zonas costeras de Escuintepeque.
El informe escrito para la Corona en 1683 por el corregidor don Antonio de
Agüero indica que si bien los pipiles y otros pueblos indígenas seguían constitu-
yendo la vasta mayoría de la población en las comunidades de las tierras más
altas como Escuintla, cabecera del corregimiento, la composición de la pobla-
ción reflejaba un cambio brusco a lo largo de la costa. Justo al sur de Escuintla,
“seis mulattos y negros Casados Con mulattas” vivían entre “Sientto y Veintte
Yndios e Yndias de ttodas hedades” en San Juan Mixtán. En Masagua, a corta
distancia de la costa, vivían tan sólo unos 25 “indígenas” y una cantidad similar
de mulatos50 y, para cuando se llegaba a los alrededores del antiguo asentamien-
to pipil de San Pedro Chipilapa, era obvio que entre sus residentes prevalecía
una población de origen mixto y en parte africano. Aunque la sección de la
Razón que se refiere específicamente a Chipilapa está muy dañada, las informa-
ciones matrimoniales de la zona mencionan como contrayentes o testigos a
varios mulatos libres que residían en el pueblo, entre los que se encontraban
Luis Francisco, María de la Encarnación, Nicolás Hernández y Nicolás de Santa
María. Tanto Francisco como Hernández habían llegado de otros lugares —el
Ingenio de Anís y Masagua, respectivamente— al igual que Diego Felipe, que
había sido alcalde del pueblo en 1681 y de quien se decía que era un ¡“indio” de

49
Véanse AHA, A4.16, T5 1.21 (caja 192), exp. 63 (1655); T4 1.11, exp. 342 (1673);
y T4 105, exp. 226 (1680). No se menciona a ninguna esclava, salvo posiblemente la contra-
yente cuya identidad es ilegible. Véase Cuadro 2.
50
“Razón”, AGI, Contaduría 815, f. 8. Las cifras para el pueblo de Escuintla (tam-
bién Escuintepeque, al igual que el corregimiento) son: 2,500 “Yndios e Yndias”, seis “espa-
ñoles casados”, diez “mulattos casados”, quince “mulattos çoltteros”, diez “Viudas mulattas”
y seis “Mesttisas Soltteras Con ottras Viudas mesttisas Viejas”.

04 Lokken 50.p65 57 6/6/2008, 10:16 AM


58 PAUL LOKKEN

Mita!51 Entre los factores clave que incidieron en la transformación demográfi-


ca de Chipilapa y sus alrededores están la demanda de mano de obra de los
esclavos y de la población libre de origen africano en las haciendas, ingenios y
obrajes circundantes, al igual que la proximidad de San Diego de la Gomera.52
La descripción que ofrece Agüero de esa comunidad revela que la población
indígena no fue la única que sufrió cambios al señalar que “La Villa de San
Diego de la Gomera ttiene de Vesindad veintte y quattro Casados dies y seis
soltteros quinse Viudas ttienen quarenta y quattro hijos de hastta siette años Los
quales son ttodos mulattos”.53
Sin embargo, este mestizaje no trajo consigo la igualdad social. Es proba-
ble que los residentes de la Villa hayan tenido una buena dosis de ascendencia
indígena, pero era evidente que se consideraban superiores y distintos de la
población indígena. Aunque hubo matrimonios entre esclavos de origen africa-
no y mujeres nativas del lugar, no hay mayores indicios de que los mulatos
libres nacidos de esas uniones hayan tomado por esposas a mujeres indígenas;
más bien, éstos se casaban casi exclusivamente entre ellos (véase Cuadro 3). En
una sociedad colonial basada principalmente en la mano de obra y, por ende, en

51
AHA, A4.16, T4 105, exp. 235 (1680); y T4 105, exp. 275 (1681). Un segundo
“indio de Mita” que residía en Chipilapa, Joseph Melgarejo, aparece en otra información en
1681. Véase AHA, A4.16, T4 105, exp. 380. Nicolás de Santa María (aparentemente el
mismo) también se menciona como residente de La Gomera (véase más abajo).
52
Agüero describió a los trabajadores libres de las propiedades rurales de los alrede-
dores como una mezcla de españoles, mestizos y mulatos, aunque identifica como mulatos/as
libres a casi todos los trabajadores de esas propiedades que aparecen como contrayentes o
testigos en informaciones matrimoniales. Véase “Razón”, AGI, Contaduría 815, ff. 6v–8v.
Para una evaluación de la población no indígena de Guatemala a fines del siglo XVII basada
en varios informes que aparecen en la Razón, véase Lutz, “Evolución demográfica”, págs.
255–257.
53
“Razón”, AGI, Contaduría 815, ff. 5v–6 (énfasis agregado). En las informaciones
matrimoniales se menciona a no menos de 12 residentes de San Diego de La Gomera:
Lorenzo Cayetano, Bartolomé Básquez, Nicolás de Santa María, Antonio Hernández,
Pasquala de la Trinidad, Francisco de Ribera, Miguel Básquez (alcalde de la villa en 1681),
Juliana de los Santos, Pedro Quiñones, Gerónimo de los Santos, Francisco Nicolás (hijo de
Pasquala de la Trinidad) y Pasquala Muñoz. A todos se les identifica como mulatos/as libres,
aunque a Antonio Hernández, que aparece tres veces como testigo entre 1680 y 1681 y cuya
edad oscila entre 80 y 90 años, se le menciona una vez como “indio”. Su avanzada edad,
aunada al detallado análisis que hace en una ocasión de la genealogía de una futura contra-
yente, Pasquala de la Trinidad, indican que quizá era hijo de Mateo Hernández y haya esta-
do presente cuando se fundó la comunidad. Véanse AHA, A4.16, T5 1.21, exp. 88 (1653?);
T4 105, exp. 235 (1680); T4 105, exp. 275 (1681); T4 105, exp. 380 (1681); T5 106, exp.
140 (1691); y T6 105, exp. 2431 (1705).

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GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO-INDÍGENA EN GUATEMALA 59

la subyugación de la población indígena, en la que incluso se colocaba a escla-


vos de origen africano al mando de diversos pueblos nativos a los que los espa-
ñoles agrupaban con el nombre genérico de “indios”, los mulatos libres hacían
grandes esfuerzos por evitar que se les asociara formalmente con sus inferiores
en la escala social y más bien intentaban mejorar su posición social y su autono-
mía.54 En vista de la sociedad jerárquica en la que se desenvolvían esos mulatos
libres —y la que los había creado físicamente y como miembros de una catego-
ría “racial” abstracta— estas metas eventualmente los llevarían a entrar en con-
flicto con aquellos que tenían un rango social superior.

EL CONTEXTO SOCIAL DE LA VILLA DE LA GOMERA


Durante el siglo XVII, los residentes de La Gomera y sus alrededores pare-
cen haber gozado de un cierto grado de independencia del control externo,
debido en gran parte a la repugnancia que sentían los españoles por el clima
local, el cual Fuentes y Guzmán describe como “muy desacomodado, y solo
apropósito para los mulatos pescadores, naturales de el propio país”.55 Ni las
autoridades reales ni las religiosas se mostraban ansiosas por pasar tiempo en la
zona. Durante la visita a los ingenios y trapiches locales que realizara en enero
de 1680, don Gerónimo Chacón Abarca y Piedra, oidor de la Audiencia en
Santiago, despachó a su escribano para que realizara una investigación sobre la
mano de obra en el trapiche de Francisco Álvarez de Vega cerca de Chipilapa. El
oidor, que se quejaba de estar “Achacoso y fatigado del mucho Calor que hace
en esta Costa”, no tenía ningún deseo de ir personalmente.56 Durante la visita
eclesiástica realizada en el mes de marzo del año anterior al mismo territorio,
don Juan de Ortega Montañez, obispo de Guatemala y las Verapaces, ordenó

54
Los lazos informales eran otro asunto. Una información de 1691 menciona a Gabriel
Alexo, mulato libre de Masagua, como el “hijo natural” de Pedro de Melgar, “mulato”, y de
María de Alvarado, “yndia”. Véase AHA, A4.16, T5 106, exp. 26. Sobre las tasas de ilegiti-
midad en el siglo XVII, véanse Lutz, Santiago de Guatemala, Apéndice 3; y Thomas Calvo,
“The Warmth of the Hearth: Seventeenth-Century Guadalajara Families”, en Asunción
Lavrin, editor, Sexuality and Marriage in Colonial Latin America (Lincoln: University of
Nebraska Press, 1989), págs. 293–295. Sobre la relación entre las necesidades de mano de
obra, la demografía y las jerarquías “raciales”, véanse Marvin Harris, Patterns of Race in the
Americas (New York: Walker and Company, 1964); y Peter Wade, Blackness and Race Mixture:
The Dynamics of Racial Identity in Colombia (Baltimore: The Johns Hopkins University
Press, 1993), págs. 54–65.
55
Fuentes y Guzmán, Recordación florida, II, pág. 104.
56
“Autos fechos sobre la visita de ingenios, y trapiches”, AGI, Guatemala 27, R. 9, N.
29, B. 5, Im. 193.

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60 PAUL LOKKEN

que le llevaran a Escuintla los registros parroquiales del curato de Chipilapa


para su inspección. Deseaba evitar el viaje “por la mucha incomodidad que en
él hay... por el mal temperamento del dicho Partido”.57
De ahí que la población local no tuviera mucho temor de las autoridades
externas, cuya falta de deferencia queda plasmada en las experiencias de don
Alonso González de Anleo, cura beneficiado de la parroquia de Chipilapa en la
década de 1670. En 1677, González de Anleo se quejó, y no por primera vez, de
que sus feligreses descuidaban sus obligaciones cristianas pues no cumplían con
el apoyo financiero que debían brindarle y evitaban ir a misa.58 Dos años más
tarde, durante la visita del obispo Ortega Montañez, el desafortunado cura se
quejó de que una cofradía dedicada a San Benito de Palermo, el patrón popular
de los esclavos y la población libre de origen africano en América, funcionaba
sin autorización en el Ingenio Santo Domingo. Sin embargo, a pesar de ingen-
tes esfuerzos, ni él ni el dominico que administraba el ingenio habían logrado
que los trabajadores de la propiedad reconocieran su existencia.59
La mejor prueba de que los habitantes de la costa estaban acostumbrados a
cierto grado de autonomía es que se alzaban en armas para defenderla cuando la
creían amenazada. En 1700, algunos milicianos mulatos de La Gomera mar-
charon hacia el oeste para unirse a la insurrección indígena que se gestaba en
Soconusco y las tierras altas de Guatemala y Chiapas, en apoyo a Francisco
Gómez de Lamadriz, el visitador real cuyas investigaciones habían provocado la

57
Mario Humberto Ruz, coordinador, Memoria eclesial guatemalteca: visitas pastorales,
2 tomos (México: Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2002), I, pág.
248.
58
Don Alonso González de Anleo a la Audiencia, 25 de septiembre de 1677, AGCA,
A1.24, leg. 1565, exp. 10209, ff. 190–192v.
59
Ruz, coordinador, Memoria eclesial guatemalteca, págs. 250–251. La misma visita
revela la existencia autorizada de una cofradía de San Benito que funcionaba en la cercana
hacienda del Maestre de Campo Joseph Agustín de Estrada. Otros documentos indican que
Estrada también tenía muchos trabajadores de ascendencia africana. Véanse AHA, A4.16,
T4 105, exp. 234 (1680); T5 106, exp. 66 (1691); “Razón”, AGI, Contaduría 815, f. 7v.
Sobre la historia de San Benito de Palermo y su culto en el continente americano, véanse
Vittorio Morabito, “San Benedetto il Moro, da Palermo, protettore degli africani di Siviglia,
della penisola iberica latina”, en Berta Ares Queija y Alessandro Stella, editores, Negros,
mulatos, zambaigos: derreteros africanos en los mundos ibéricos (Sevilla: Escuela de Estudios
Hispano-Americanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000), págs. 223–273,
esp. págs. 223–224, 244 y 263–273; Estela Roselló Soberón, “La Cofradía de San Benito de
Palermo y la integración de los negros y mulatos en la ciudad de la Nueva Veracruz en el
siglo XVII”, en María Alba Pastor y Alicia Mayer, coordinadoras, Formaciones religiosas en la
America colonial (México: Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2000), págs. 229–242.

04 Lokken 50.p65 60 6/6/2008, 10:16 AM


GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO-INDÍGENA EN GUATEMALA 61

ira del presidente de la Audiencia, Gabriel Sánchez de Berrospe, y sus aliados.


Sin embargo, fuerzas leales a la Audiencia obligaron a regresar a los rebeldes de
La Gomera en Zapotitlán y evitaron que el descontento en el occidente se con-
virtiera en una rebelión a gran escala. Impedidos de alcanzar su objetivo, los
milicianos de La Gomera regresaron a casa, pero se mantuvieron alzados y no
tardaron en rechazar a un contingente de tropas bajo el mando del oidor Pedro
de Eguaraz, enviado por la Audiencia a la costa del Pacífico para subyugarlos.
Pasó un año antes de que los residentes de la Villa aceptaran someterse de nuevo
al control de Santiago. Para entonces, Sánchez de Berrospe ya no era presidente
y había llegado un nuevo visitador.60
El agravio específico que llevó a los habitantes de La Gomera a levantarse
contra la Audiencia fue el conflicto que tuvieron con un poderoso terrateniente
local, quien había atentado directamente contra uno de los pilares fundamenta-
les de su independencia. Don Juan de Gálvez, cercano aliado del presidente de
la Audiencia, deseaba despojar a los residentes del pueblo del control de las
salinas y de los terrenos de pesca de Sipacate. En marzo de 1700, los alcaldes de
la Villa solicitaron ayuda de Gómez de Lamadriz, a quien hacían notar que
cuando ésta fue fundada la Corona había otorgado el control de las salinas a sus
antepasados. La resolución del visitador fue favorable a los habitantes del pue-
blo. De ahí que no sorprenda que se hayan apresurado a apoyarlo cuando la
Audiencia intentó expulsarlo de la región por sus ataques constantes a los inte-
reses del presidente y sus amigos.61
Lo irónico es que las relaciones entre Gálvez y los mulatos de la región no
siempre habían sido hostiles. El informe de 1683 de don Antonio de Agüero
indica que todos los trabajadores de su hacienda San Gerónimo eran de las
comunidades de La Gomera y Chipilapa.62 En un incidente anterior, los resi-

60
García Peláez, Memorias, II, pág. 35; y María del Carmen León Cázares, Un levan-
tamiento en nombre del Rey Nuestro Señor: testimonios indígenas relacionados con el visitador
Francisco Gómez de Lamadriz (México: UNAM, 1988), págs. 16–34 y 68–69.
61
“Testimonio de los Autos”, AGI, Guatemala 285; Audiencia de Guatemala a Lic.
don Francisco Gómez de la Madriz, AGCA, A1.24, leg. 1571, exp. 10215, ff. 546–548, 31
de marzo de 1700; y Francisco Ximénez, Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y
Guatemala de la Orden de Predicadores, escrita por el Reverendo Padre Predicador General Fray
Francisco Ximénez de la misma Provincia, 5 tomos, 3ª edición (Tuxtla Gutiérrez: Consejo
Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, 1999), Tomo 4, Libro 6, págs. 175–176. Para
mayores pruebas de que la población de ascendencia africana había ejercido el control de las
salinas por décadas, véase el testamento de la “morena libre”, Magdalena Carlos, en AGCA,
A1.20, leg. 761, f. 361, 10 de mayo de 1641. Carlos enumeró entre sus bienes “unas salinas
y vna pesqueria en las salinas de çipacapa”.
62
“Razón”, AGI, Contaduría 815, f. 6v.

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62 PAUL LOKKEN

dentes locales aparentemente se habían coludido con el joven don Juan en una
aventura amorosa que implicó “secuestrar” a Isabel de la Cruz, hija de Francisco
de Montesdoca, oficial de la Santa Cruzada en Santiago. Algunos esclavos de
Gálvez habían “raptado” a la joven mujer de su hogar en la capital y llevado a la
remota costa. La “doncella”, una vez allí, no expresó deseo alguno de regresar a
su hogar a pesar de los desesperados esfuerzos de su padre por recuperar su
honor. Ella parecía gozar del exótico entorno de la costa. Un testigo la descu-
brió en Chipilapa de camino a “una sarabanda y baile que usan y en su compania
una negra que no conosio”.63
Era natural que los intereses de un terrateniente español como Gálvez se
diferenciaran de los de los miembros de las jerarquías administrativa y eclesiás-
tica de Santiago, quienes más o menos se contentaban con ignorar a los habi-
tantes afro-indígenas de la costa del Pacífico. Por otro lado, Gálvez sólo deseaba
acomodarse a un cierto grado de autonomía de parte de los residentes de La
Gomera en tanto ésta no chocara demasiado directamente con sus propios inte-
reses locales. Aunque al surgir el conflicto esperaba salirse con la suya por ser
miembro de la élite española, no sucedería de esta manera en 1700, cuando los
residentes de La Gomera se enfrentaron con éxito a él y a sus aliados en la
Audiencia al explotar las divisiones entre la élite. Un aspecto crucial de su rebe-
lión fue la movilización de la milicia local. La historia más amplia de esa milicia
marca un cambio vital en la posición de los mulatos libres tanto ante la pobla-
ción indígena como española.
La Audiencia de Guatemala empezó a organizar a la población libre de
origen africano en milicias formales en la década de 1640, cuando las amenazas
crecientes de invasores extranjeros —sobre todo a lo largo del litoral Caribe de
la Audiencia— crearon preocupación de que la dependencia tradicional de la
población española como única defensa de la región fuera insuficiente. No se
sabe con claridad la fecha precisa en que fue establecido el primer regimiento de
milicianos en La Gomera, aunque ya en 1644 el presidente de la Audiencia
informaba que había empezado a armar a la población de la costa del Pacífico.
En todo caso, es casi seguro que un regimiento local participó en la defensa de

63
Véase el testimonio de Tomás de Mesa, mulato libre, en AGCA, A2.2, leg. 137,
exp. 2476 (1672). En este documento, las breves referencias a las costumbres culturales del
lugar, quizá de inspiración africana, despiertan curiosidad. Sin duda alguna, el aislamiento
de la costa favoreció la “africanización” de la cultura local, con la influencia dominante de
Angola y el Congo. Sobre estas influencias en el mundo del Atlántico en general, véanse
John Thornton, Africa and Africans in the Making of the Atlantic World, 1400–1800, 2ª
edición (Cambridge: Cambridge University Press, 1998); y James H. Sweet, Recreating Afri-
ca: Culture, Kinship, and Religion in the African-Portuguese World, 1441–1770 (Chapel Hill:
University of North Carolina Press, 2003).

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GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO-INDÍGENA EN GUATEMALA 63

la costa a más tardar en la década de 1680.64 El servicio militar significó que


unidades como éstas adquirieran poder de negociación, el cual utilizaron para
cuestionar su sujeción a un marcador clave de posición social inferior, es decir,
la obligación de pagar tributo. Aunque relacionada más estrechamente con la
población indígena, dicha obligación también recayó en negros y mulatos li-
bres a través del laborío.
A pesar de los escasos registros de pago del laborío, ni la Audiencia ni la
población obligada a pagarlo consideraban que éste era insignificante. Es más,
como se señaló anteriormente, a los residentes de La Gomera se les había conce-
dido el control de las salinas en la costa, en parte para generar los ingresos
necesarios para pagar este tributo. El caso de Matheo Hernández, residente de
la Villa que impugnó su obligación de pagar tributo en 1642, revela que la
Audiencia tomaba en serio su recaudación, por lo menos de vez en cuando.
Hernández preparó una petición en la que acusaba a Luis Vásquez, alcalde de la
Villa, de intentar extorsionarlo a cambio de perdonarle el tributo, a pesar de
tener alrededor de 70 años y, por consiguiente, mucha más edad de la que se
requería para estar exento. Sin embargo, la Audiencia rehusó aceptar el testimo-
nio escrito presentado como respaldo a la petición del anciano, quien se vio
obligado a emprender el viaje a la capital con el objeto de que sus miembros
pudieran juzgar por sí mismos si tenía suficiente edad para otorgarle la exen-
ción.65
Eventualmente, las solicitudes colectivas de exención tributaria termina-
ron por reemplazar las de carácter individual, como la de Hernández, en la
medida que la importancia militar de las milicias de mulatos de La Gomera y
otras comunidades de la Audiencia brindaba mayor poder de negociación a la
población de origen africano. Primero se obtuvo exención temporal del laborío

64
Diego de Avendaño, Presidente de la Audiencia de Guatemala, a la Corona, AGI,
Guatemala 16, R. 3, N. 19, 7 de julio de 1642; Avendaño a la Corona, AGI, Guatemala 16,
R. 4, N. 27, 1 de octubre de 1643; Avendaño a la Corona, AGI, Guatemala 16, R. 5, N. 37,
6 de agosto de 1644; Fuentes y Guzmán, Recordación florida, I, pág. 409; Lutz, Santiago de
Guatemala, pág. 43; y Stephen Webre, “Las compañías de milicia y la defensa del istmo
centroamericano en el siglo XVII: el alistamiento general de 1673”, en Mesoamérica 14 (di-
ciembre de 1987), págs. 516–518 y 525–529. Véase también Paul Lokken, “Useful Enemies:
Seventeenth-Century Piracy and the Rise of Pardo Militias in Spanish Central America”, en
Journal of Colonialism and Colonial History 5: 2 (Fall 2004), en línea en http://muse.jhu.edu/
journals/journal_of_colonialism_and_colonial_history/toc/cch5.2.html (consultado el 11
de enero de 2007).
65
Petición de Matheo Hernández, AGCA, A1.24, leg. 1559, exp. 10203, ff. 458–458v.
El que Miguel “Básquez” fuera alcalde de la Villa en 1681 sugiere el poder que debe de haber
tenido la familia Vásquez en la comunidad.

04 Lokken 50.p65 63 6/6/2008, 10:16 AM


64 PAUL LOKKEN

en Costa Rica y Nicaragua en la década de 1650 y, para fines del siglo XVII, había
milicias de color de toda Centroamérica que solicitaban ser liberadas del tribu-
to.66 Por ejemplo, algunas contrapartes de la compañía La Gomera en Chiqui-
mula, motivadas por la envidia, denunciaron que ésta había obtenido una exen-
ción de cuatro años en 1695.67 Aun antes de que llegara Gómez de Lamadriz,
los residentes de la Villa ya habían iniciado negociaciones para mejorar su posi-
ción basados en su utilidad militar. Esa actitud de rebeldía había continuado
aun después de su rebelión en 1700–1701, a juzgar por las denuncias de con-
flictos con las autoridades en 1722, sólo que ahora contaban con muchos alia-
dos potenciales en la costa del Pacífico. En 1740, por ejemplo, Alonso Crespo,
el justicia mayor que realizó un estudio demográfico de la región ese mismo
año, tuvo que enfrentar una revuelta de alrededor de 40 milicianos mulatos
encolerizados en Guazacapán porque había arrestado a un oficial insubordina-
do.68

66
“Relevacion por tiempo de tres años a los cavos y soldados de la compañia de gente
parda de la jurisdiccion de la Villa de Sonsonate del tributo de laborio...”, AGCA, A1.24,
leg. 1573, exp. 10217, ff. 138–143, 14 de febrero de 1703; La Corona a la Audiencia de
Guatemala, AGCA, A1.24, leg. 1525, exp. 10080, ff. 36–36v, 28 de enero de 1709; Com-
pañía de la gente parda del Valle de la Sacualpa de la Jurisdicción de la Provincia de San
Miguel a la Audiencia de Guatemala, AGCA, A1.24, leg. 1579, exp. 10223, ff. 49–51v, 12
de febrero de 1712; “Relevacion de la paga del tributto de lavorio a Phelipe Santiago y Blas
de herrera capitanes y al Ynfanteria de Jente Parda de la Villa y Puerto de Sonsonate”, AGCA,
A1.24, leg. 1580, exp. 10224, ff. 266–268, 22 de agosto de 1713; La compañía de a caballo
de gente parda de Chiquimula a la Audiencia de Guatemala, AGCA, A2.5-1, leg. 295, exp.
6538, 23 de julio de 1717; La compañía del Puerto de Amapala a la Audiencia de Guatema-
la, AGCA, A2.5-1, leg. 295, exp. 6537, 24 de enero de 1722; Rina Cáceres, Negros, mulatos,
esclavos y libertos en la Costa Rica del siglo XVII, Instituto Panamericano de Geografía e Histo-
ria, Pub. No. 518 (México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 2000), pág.
100; y Danilo Palma Ramos, “El negro en las relaciones étnicas de la segunda mitad del siglo
XVIII y principios del siglo XIX en Guatemala” (Tesis de licenciatura, Universidad de San
Carlos, 1974), pág. 64.
67
Véanse las peticiones del 17 de diciembre de 1697 y 27 de febrero de 1698 en “La
compañía... de Chiquimula a la Audiencia”, AGCA, A2.5-1, leg. 295, exp. 6538, ff. 14v–18.
68
Alonso Crespo a la Audiencia de Guatemala, AGCA, A2.2, leg. 296, exp. 6590, 22
de febrero de 1740; y A. C. Beatriz Palomo de Lewin, “Esclavos negros en Guatemala
(1723–1773)” (Tesis de licenciatura, Universidad del Valle, 1992), pág. 80.

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GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO-INDÍGENA EN GUATEMALA 65

CONCLUSIÓN
Al empezar el siglo XVIII, era evidente que los mulatos libres, en su mayoría
de origen nativo y africano, habían logrado forjar una existencia semiautónoma
a lo largo de la costa del Pacífico de Guatemala, a diferencia de los cimarrones
de Tulate. El éxito de los habitantes mulatos de La Gomera y otras comunida-
des costeras se debió en parte a su aislamiento del resto de la sociedad guatemalteca
y a las necesidades defensivas de la Audiencia. Sin embargo, también fue pro-
ducto de los procesos y políticas de mestizaje en un lugar donde en la práctica
no se había relegado al esclavo africano sino al “indio tributario” a la posición
social más baja. Finalmente, la Audiencia estuvo dispuesta a armar a los mulatos
libres de La Gomera precisamente porque no pertenecían a la mayoría indígena,
a la cual más que a nadie era necesario mantener “en su lugar” para que sobrevi-
viera el orden social prevaleciente. Al mismo tiempo, los patrones matrimonia-
les de los mulatos libres indican que ellos mismos deseaban evitar lazos formales
con la mayoría indígena, independientemente de su ascendencia en común. Al
obtener exención del pago del tributo, se distanciaron aún más de la baja posi-
ción social con que se asociaba a la población nativa. Sin embargo, los mismos
mulatos libres quedaron muy lejos de alcanzar la igualdad social con los miem-
bros de la élite colonial, como don Juan de Gálvez. Aunque el mestizaje haya
fusionado diversas poblaciones en la Villa de San Diego de la Gomera y otras
comunidades a lo largo de la costa del Pacífico, no eliminó las divisiones socia-
les producidas por la política colonial de descendencia.

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