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Paul Lokken *
GÉNESIS DE UNA COMUNIDAD AFRO - INDÍGENA
EN G UATEMALA :
LA VILLA DE S AN D IEGO DE LA G OMERA
EN EL SIGLO XVII
Resumen
Este artículo examina el origen e historia temprana de La Gomera, pueblo ubicado
en el actual departamento de Escuintla, en la costa del Pacífico de Guatemala. El pueblo
fue fundado a principios del siglo XVII, posiblemente por los cimarrones o, lo que es más
probable, por la población libre de ascendencia africana que vivía ilegalmente en comuni-
dades nativas a lo largo de la costa sur. El autor se basa en informaciones matrimoniales y
otros documentos archivísticos para plantear que la evolución del pueblo ejemplifica un
proceso histórico más amplio, mediante el cual las comunidades mulatas terminaron por
reemplazar a las indígenas de la costa del Pacífico. Sostiene asimismo que los “mulatos” de
La Gomera y sus alrededores, cuya mayoría descendía de esclavos africanos y mujeres
indígenas, lograron defender con éxito sus intereses al aprovechar (1) su aislamiento rela-
tivo de la sociedad colonial en general; (2) la debilidad militar de la élite colonial; y (3)
quizá lo más importante de todo, la lógica de una jerarquía social que, en Guatemala,
asociaba el concepto de inferioridad más estrechamente con los pueblos nativos que paga-
ban tributos.
communities were replaced along the Pacific coast by mulatto ones. It proceeds to argue
that the “mulattos” of La Gomera and environs, who were mostly the descendants of
enslaved African men and indigenous women, pursued their interests with considerable
success by exploiting (1) their relative isolation from colonial society as a whole; (2) the
military weakness of the colonial elite; and (3) perhaps most importantly of all, the logic
of a social hierarchy that, in Guatemala, associated inferiority most closely with tribute-
paying native peoples.
1
Richard N. Adams, Encuesta sobre la cultura de los ladinos en Guatemala, traducción
de Joaquín Noval (Guatemala: Editorial del Ministerio de Educación Pública, 1956), págs.
264–265.
2
J. Daniel Contreras R., Breve historia de Guatemala, Biblioteca de Cultura Popular
15 (Guatemala: Editorial del Ministerio de Educación Pública, 1951), pág. 59.
3
Las historias que escribieron Francisco de Paula García Peláez y José Milla en el
siglo XIX examinan el papel de los africanos en la Guatemala colonial con mayor seriedad
que muchos otros estudios posteriores. Véanse Francisco de Paula García Peláez, Memorias
para la historia del antiguo Reino de Guatemala, 3 tomos, 3ª edición, Biblioteca “Goathemala”
21–23 (Guatemala: Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, 1968–1973); y José
Milla, Historia de la América Central, 2 tomos, 5ª edición, Colección “Juan Chapín”, Obras
completas de Salomé Jil (José Milla) 11–12 (Guatemala: Tipografía Nacional, 1976). Afor-
tunadamente, en los últimos años varios estudiosos han abordado con detenimiento el tema
de los africanos y sus descendientes en la Guatemala colonial. Véanse Christopher H. Lutz,
Historia sociodemográfica de Santiago de Guatemala 1543–1773, traducción de Jeannie
Colburn, Serie Monográfica 2 (Guatemala: CIRMA, 1982); Christopher H. Lutz, Santiago
de Guatemala, 1541–1773: City, Caste, and the Colonial Experience (Norman: University of
Oklahoma Press, 1994) y su versión en español Santiago de Guatemala: historia social y eco-
MAPA 1
La costa del Pacífico, siglo XVII
4
Alonso Crespo, “Relación geográfica del partido de Escuintla, 1740”, en Boletín
del Archivo General del Gobierno 1: 1 (1935), págs. 10–11.
5
Crespo, “Relación geográfica del partido de Escuintla, 1740”, pág. 11, énfasis agre-
gado. Las citas utilizadas en este artículo reproducen fielmente la ortografía utilizada en los
documentos originales o, como en este caso, las transcripciones publicadas.
6
Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Recordación florida: discurso historial y
demostración natural, material, militar y política del reyno de Guatemala, 3 tomos, Biblioteca
“Goathemala” 6–8 (Guatemala: Sociedad de Geografía e Historia, 1932–1933), II, pág. 79.
Véase más abajo para un análisis sobre la posibilidad de que Fuentes y Guzmán se refería en
realidad a La Gomera. No obstante, San Pedro Chipilapa, de origen pipil, debe haber expe-
rimentado una transformación considerable durante el siglo XVII, según la descripción del
cronista, pues para 1740 la mayoría de su población era mulata. En cuanto a la historia de
los pipiles de habla nahuat en esta región, véase William R. Fowler, Jr., The Cultural Evolution
of Ancient Nahua Civilizations: The Pipil-Nicarao of Central America (Norman: University of
Oklahoma Press, 1989), págs. 51–56.
7
Miles L. Wortman, Government and Society in Central America, 1680–1840 (New
York: Columbia University Press, 1982), pág. 76.
MAPA 2
Costa del Mar del Sur, de la Provincia de Goathemala
Mapa dibujado por el capitán Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán. Chipilapa y Villa de
la Gomera no aparecen en este mapa, pero su localización aproximada estaría en el área de la
esquina superior derecha.
Fuente: Fuentes y Guzmán, Recordación florida, II, pág. 75.
población estaba constituida por habitantes que tenían raíces africanas e indíge-
nas y a quienes por lo general se les identificaba como mulatos en vez de zam-
bos, según era la norma en la Guatemala colonial.8 El enfoque de este artículo
es la génesis e historia temprana de la población afro-indígena de La Gomera y
sus alrededores. Se dedica particular atención a los esfuerzos de los descendien-
tes locales de esclavos africanos e “indios tributarios” por evitar que se les asocia-
ra con un origen “inferior”, al mismo tiempo que defendían la forma de vida
8
Como me recordaba Christopher H. Lutz, los “mulatos” de la costa se encontraban
con frecuencia más alejados de la sociedad y cultura españolas que sus contrapartes de las
zonas urbanas, tanto por parentesco como geográficamente.
9
Antonio Vásquez de Espinosa, Compendio y descripción de las Indias Occidentales,
Charles Upson Clark, editor, Smithsonian Miscellaneous Collections 108 (Washington:
Smithsonian Institution, 1948), págs. 208–209. Sobre la vida de Vásquez de Espinosa, véa-
se Clark, “Prólogo”, en Vásquez de Espinosa, Compendio, págs. iii–xii.
10
Conde de la Gomera a la Corona, Archivo General de Indias (en adelante AGI),
Guatemala 13, R. 3, N. 33, 14 de noviembre de 1611 (formato digitalizado); Conde de la
Gomera a Juan Ruiz de Avilés, en “Autos del servizio que hizo el cappitan Juan rruis davilles
a su costa y minsion de la conquista y pacificaçion de los negros alçados questaban en la
barra i montañas de tulat” (1626), AGI, Guatemala 67, 27 de marzo de 1612. El primero de
estos documentos está disponible en línea a través de Portal de Archivos Españoles (PARES)
en http://pares.mcu.es/ (al igual que todos los documentos digitalizados que se citan en este
artículo). Desafortunadamente el segundo todavía no está digitalizado, aunque la mayor
parte está incluida, salvo la carta citada en este documento, en una apelación posterior de
Ruiz de Avilés. Véase “Testimonio de la ynformacion [ ... ] fecha en la rreal audia de la
çiudad de guatemala conforme a la rreal çedula de Su magestad en rrazon de los meritos y
servicios del capitan Joan rruyz de aviles vzno de la dicha çiudad = y de los açendientes de
doña ysabel velazquez de monzon Su ligitima muger” (1628), AGI, Patronato 89, N. 4, R.
1, Imágenes 8–191. Véase también Milla, Historia de la América Central, II, pág. 319.
11
Jordana Dym, “‘Our Pueblos, Fractions with No Central Unity’: Municipal Sover-
eignty in Central America, 1808–1821”, en Hispanic American Historical Review 86: 3 (2006),
págs. 436–440.
12
Jorge Luján Muñoz, “La fundación de la Villa de La Gomera en la gobernación de
Guatemala y el presidente D. Antonio Peraza de Ayala”, en Anales de la Academia de Geogra-
fía e Historia de Guatemala, LXXVI (2001), págs. 71–79.
13
Testamento de Nicolás del Valle, Archivo General de Centro América (en adelante
AGCA), signatura A1.20, legajo 814, folios 30–31v, 18 de noviembre de 1626; Obligación
de Juan Antonio, AGCA, A1.20, leg. 759, ff. 356–358, 11 de julio de 1638; Petición de
Matheo Hernández, AGCA, A1.24, leg. 1559, expediente 10203, ff. 458–458v, 16 de di-
ciembre de 1642. Sobre el tributo de laborío, véanse Libro VII, título quinto, ley primera,
“Que los Negros, y Negras, Mulatos, y Mulatas libres paguen tributo al Rey” (1574) y Libro
VII, título quinto, ley tercera, “Que los Mulatos, y negros libres vivan con amos conocidos,
para que se puedan cobrar sus tributos” (1577), en Recopilación de leyes de los Reynos de las
Indias, 4 tomos (Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1973), II, págs. 285–285v; Audien-
cia de Guatemala a Tomás de Espinosa, AGCA, A1.24, leg. 2245, exp. 16190, ff. 182v–183,
16 de mayo de 1585; García Peláez, Memorias, II, pág. 30; Lutz, Historia sociodemógrafica,
Apéndice VIII, págs. 449–451; Christopher H. Lutz, “Evolución Demográfica de la Pobla-
ción No Indígena”, en Ernesto Chinchilla Aguilar, editor, Dominación española, desde la
Conquista hasta 1700, tomo 2, en Jorge Luján Muñoz, editor, Historia General de Guatemala
(Guatemala: Asociación de Amigos del País, 1994), pág. 255; y Magnus Mörner, La corona
española y los foráneos en los pueblos de indios de América (Estocolmo: Almqvist & Wiksell,
1970), pág. 96.
14
El planteamiento de Luján Muñoz de que no hubo distinción formal entre Chipilapa
y La Gomera durante el siglo XVII se basa en la descripción que hace Fuentes y Guzmán de
los “zambos” de Chipilapa. El cronista se refería sin duda a San Diego de la Gomera, ya que
a veces se le denomina “San Diego Chipilapa” en informaciones matrimoniales de fines del
siglo XVII. El nombre del santo distingue con claridad a este pueblo de su vecino, San Pedro
Chipilapa. Véanse las informaciones matrimoniales citadas posteriormente en este artículo.
15
El término “cimarrones” se aplicó originalmente al ganado salvaje que recorría la
isla de Española y luego a los esclavos escapados.
16
Herrera, Natives, Europeans, and Africans, págs. 112–119; y Antonio de Remesal,
Historia general de las Indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatema-
la, 2 tomos (México: Editorial Porrúa, 1988), I, págs. 45–46. Véanse también James Lockhart,
Spanish Peru, 1532–1560: A Social History, 2ª edición (Madison: University of Wisconsin
Press, 1994), págs. 193–194; y Matthew Restall, Seven Myths of the Spanish Conquest (Oxford:
Oxford University Press, 2003), págs. 52–63.
17
El asiento era un contrato monopólico con la Corona para suministrar esclavos a
Hispanoamérica. Para los efectos de la expansión del comercio de esclavos después de 1595,
véanse Lutz, Historia sociodemográfica, págs. 219–222 y Apéndice VII, pág. 445; Enriqueta
Vila Vilar, Hispanoamérica y el comercio de esclavos: los asientos portugueses (Sevilla: Escuela de
Estudios Hispano-Americanos, 1977), págs. 197–211; y David Eltis, “The Volume and
Structure of the Transatlantic Slave Trade: A Reassessment”, en William and Mary Quarterly,
3ª serie, 58: 1 (2001), págs. 24, 33 y 44–45, Cuadros II y III. Eltis dirige actualmente un
proyecto para actualizar las cifras relativas al comercio de esclavos por medio de nuevas
investigaciones. Véase http://news.emory.edu/Releases/SlaveVoyagesData1150901442.html
(consultado el 11 de enero de 2007).
18
“Negros de la hacienda”, AGCA, A1.20, leg. 536, ff. 296v–302 (1630); Vásquez de
Espinosa, Compendio, pág. 206; y David Jickling, “The Vecinos of Santiago de Guatemala
in 1604”, en Duncan Kinkead, editor, Estudios del reino de Guatemala: homenaje al profesor
S. D. Markman (Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1985), pág. 92. Con
respecto a Santiago, según las estadísticas matrimoniales recopiladas por Christopher H.
Lutz, la cantidad de matrimonios en los que una de las partes era un negro esclavo represen-
ta más de 24% del total de matrimonios celebrados entre 1600 y 1609, y 22% entre 1610 y
1619. Estos matrimonios no llegaron a representar más del 14% del total en ninguna otra
década entre 1580 y 1769. Véase Lutz, Santiago de Guatemala, Apéndice 1, págs. 176–180.
19
Conde de la Gomera a la Corona, AGI, Guatemala 13, R. 3, N. 33, Bloque 1, Im.
5, 14 de noviembre de 1611.
20
Véanse reales cédulas, AGCA, A1.22, leg. 1513, f. 557, 25 de noviembre de 1578;
AGCA, A1.22, leg. 1513, f. 579, 23 de septiembre de 1580; AGCA, A1.23, leg. 4575, exp.
39528, f. 433v, 3 de febrero de 1587; AGCA, A1.23, leg. 1514, ff. 77–77v, 22 de diciembre
de 1605. Véanse también Mörner, La corona española y los foráneos, págs. 94–99; y Magnus
Mörner, “La política de segregación y el mestizaje en la Audiencia de Guatemala”, en Revista
de Indias 24: 95–96 (1964), pág. 139.
21
Conde de la Gomera a la Corona, AGI, Guatemala 13, R. 3, N. 33, B. 1, Im. 4, 14
de noviembre de 1611.
22
Conde de la Gomera a la Corona, “Autos del servizio”, AGI, Guatemala 67, f. 25,
17 de noviembre de 1611.
23
“Autos del servizio”, AGI, Guatemala 67, ff. 70v–71.
24
“Autos del servizio”, AGI, Guatemala 67, passim. Para una relato publicado con
mayor detalle sobre el asentamiento, véase Paul Lokken, “A Maroon Moment: Rebel Slaves
in Early Seventeenth-Century Guatemala”, en Slavery and Abolition 25: 3 (2004), págs. 44–58.
25
Vásquez de Espinosa, Compendio, pág. 209.
26
Richard Price, editor, Maroon Societies: Rebel Slave Communities in the Americas, 3ª
edición (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1996), pág. 22. Un ejemplo famo-
so de la Hispanoamérica colonial es la comunidad de cimarrones de Yanga/San Lorenzo de
los Negros en Veracruz. Véanse Adriana Naveda Chávez-Hita, “De San Lorenzo de los Ne-
gros a los morenos de Amapa: cimarrones veracruzanos, 1609–1735”, en Cáceres,
compiladora, Rutas de la esclavitud, págs. 159 y 172; y Jane G. Landers, “Cimarrón and
Citizen: African Ethnicity, Corporate Identity, and the Evolution of Free Black Towns in the
Spanish Circum-Caribbean”, en Jane G. Landers y Barry M. Robinson, editores, Slaves,
Subjects, and Subversives: Blacks in Colonial Latin America (Albuquerque: University of New
Mexico Press, 2006), págs. 121–135.
27
“Testimonio de la ynformacion”, AGI, Patronato 89, N. 4, R. 1, Ims. 198–281,
esp. Ims. 216–237, 240, 243, 248–249, 254, 258 y 277. El material que versa sobre la
segunda escapatoria de Juan Gómez no aparece en la primera apelación de Ruiz de Avilés.
camarada.28 De ahí que la fundación de San Diego de la Gomera fuera más bien
resultado de negociaciones entre la Audiencia y la población libre de ascenden-
cia africana que vivía ilegalmente en las aldeas nativas de la costa sur. En efecto,
es probable que Ruiz de Avilés haya estado involucrado en las negociaciones
cuando Juan Gómez se escapó por segunda vez. Unos meses antes, el conde de
la Gomera le había ordenado: “vos partais y bais a la costa de guaçacapan
izquintepeque y suchitepeque y xicalapa y hagais lista de todos los mulatos
negros negras y mulatas libres que de presente ay en las dichas partes”.29 Varios
entre la población libre de origen africano habían participado en la conquista
de los cimarrones de Tulate y es posible que hayan recibido permiso para orga-
nizar el nuevo asentamiento como recompensa por sus servicios. Entre esas
personas se encontraban los mulatos libres Pedro Moreno, Miguel Sánchez y
Mateo Hernández Cerrato, este último vecino de Chipilapa y quizá el residente
de mayor edad de San Diego de la Gomera que haya apelado para obtener
dispensa del pago de tributos en 1642.30
Cimarrones o no, es obvio que los fundadores de San Diego de la Gomera
intentaban establecer su nueva comunidad en los mejores términos posibles.
Un estudio de población solicitado por la Corona ofrece otras pruebas. Se trata
de un informe escrito por el corregidor de Escuintepeque en 1683 para la “Ra-
zón de las ciudades, villas y lugares, vecindarios y tributarios de que se compo-
nen las Provincias del Distrito de este Audiencia”. El corregidor, don Antonio
de Agüero, señala que los residentes de la Villa de la Gomera gozaban de ciertos
privilegios, como el control de las salinas en las barras de Coyolate y Sipacate,
“que se les consedieron a los de la villa quando fue fundada”31 (véase Mapa 1).
28
“Testimonio de la ynformacion”, AGI, Patronato 89, N. 4, R. 1, Ims. 249, 256,
270–271 y 278. Es intrigante el nombre del “mulato escribano” de San Diego en 1626, Juan
de Anís. Es probable que haya nacido en el Ingenio de Anís, y quizá haya sido cimarrón en
algún momento.
29
Conde de la Gomera a Juan Ruiz de Avilés, “Autos del servizio”, AGI, Guatemala
67, 27 de marzo de 1612. Luján Muñoz argumenta que el pueblo mencionado por Vásquez
de Espinosa debe de haber existido antes de su visita a Guatemala en 1612, aunque quizá el
fraile simplemente haya oído que se hablaba de su establecimiento pendiente o no se haya
enterado de su existencia sino hasta su regreso en 1621. Véase Luján Muñoz, “La fundación
de la Villa de La Gomera”, pág. 78.
30
“Autos del servizio”, AGI, Guatemala 6, ff. 15v, 19v, 33v, 42, 48v y 50; y Petición
de Matheo Hernández, AGCA, A1.24, leg. 1559, exp. 10203, ff. 458–458v.
31
“Razón de las ciudades, villas y lugares, vecindarios y tributarios de que se compo-
nen las Provincias del Distrito de este Audiencia” (1682), AGI, Contaduría 815, f. 6v. Agüe-
ro identifica en f. 6 la “villa” a la que se refiere como “La Villa de san Diego de la Gomera”.
Por supuesto que la Audiencia no había otorgado esa concesión sin pedir algo a
cambio. En 1700, los alcaldes de la Villa declararon que se había hecho entrega
de las salinas a sus antepasados “Para la manutençion de los Veçinos y morado-
res y Para asistir a sus obligaciones Paga de los lauorios y sustento del Padre que
nos administra y Otras Cargas y obligaciones”.32 Evidentemente, el conde de la
Gomera había hecho todo lo posible por asegurarse de que los organizadores de
esta inusual congregación cumplieran con las obligaciones tributarias a las que
estaba sujeta la población libre de origen africano, cuya aplicación era de noto-
ria dificultad en vista de que esas personas no solían mantener un lugar fijo y
legal de residencia.
32
“Testimonio de los Autos Proveydos Por El Señor Licenciado Don Francisco Gómez
de la Madriz en favor de los Mulatos de la Villa de San Diego de la Gomera, 1700”, AGI,
Guatemala 285.
Al final, las negociaciones sobre los privilegios que obtendrían y las res-
ponsabilidades que debían cumplir los habitantes de este “pueblo de negros y
mulatos libres” se sumaron a la lucha por el grado de autonomía que gozarían
los residentes. De ésta y otras maneras, el nuevo pueblo era el sucesor directo
del asentamiento de forajidos de Tulate, aunque en su establecimiento no hu-
biera participado ningún cimarrón. Cada grupo era una solitaria comunidad de
origen africano ubicada en un entorno de mayoría indígena, que buscaba obte-
ner independencia de las autoridades españolas. Sin embargo, a medida que
transcurría el siglo XVII, el entorno original en el que las dos comunidades se
habían establecido fue cambiando considerablemente, con importantes impli-
caciones para la que había sobrevivido. Por un lado, los africanos y sus descen-
dientes, tanto esclavos como libres, continuaron emigrando a la costa para tra-
bajar en ingenios y trapiches, obrajes de añil y estancias de ganado mayor. Por
otro, la disminución demográfica —legado de los trastornos de la conquista y la
introducción de enfermedades foráneas— continuó afectando a la población
nativa local.33 Cien años después, los descendientes mulatos de los primeros
inmigrantes africanos dominaban toda la costa de Escuintepeque. Para 1740,
como lo señala la “Relación geográfica” de Alonso Crespo, la Villa de la Gomera
era tan sólo una de las muchas comunidades de mulatos, aunque con una histo-
ria única. En la siguiente sección se explora el desarrollo de una sociedad “mu-
lata” en la Villa y sus alrededores, cuyas raíces nacen fundamentalmente de las
relaciones entre africanos y habitantes nativos locales, más que entre africanos y
españoles, ya que estos últimos eran pocos y se encontraban alejados entre sí en
esta región.
33
Para una visión general de la disminución demográfica de la población indígena,
que por lo general fue más pronunciada y duradera en las tierras bajas, véase W. George
Lovell y Christopher H. Lutz, Demografía e imperio: guía para la historia de la población de la
América Central Española, 1500–1821, traducción de Guisela Asensio Lueg (Guatemala:
Editorial Universitaria, 2000), págs. 3–16.
laboral, sobre todo en las grandes fincas rurales.34 Sin embargo, las relaciones
eran más complejas, como lo revela la experiencia de la comunidad cimarrona
de Tulate. Por un lado, los alegatos de que los cimarrones de Tulate aterroriza-
ban a las comunidades nativas de los alrededores no pueden descartarse como
simple propaganda. No cabe duda de que la violencia de este tipo ocurría en
otras partes del continente americano durante este período, en particular en la
región de Esmeraldas en lo que es hoy Ecuador, donde los ataques lanzados por
los cimarrones contra las comunidades nativas a principios del siglo XVII deja-
ron muchos muertos.35 Una violencia similar, aunque en menor escala, quizá
pudiera explicar la participación del gobernador nativo de la comunidad pipil
de Xicalapa,36 (Mapa 1) un tal don Luis, en la expedición conducida por Ruiz
de Avilés (aun cuando le habría resultado difícil rechazar una solicitud de asis-
tencia de agentes armados de la Corona). No obstante, también es evidente que
había nexos de mutuo beneficio entre los cimarrones y algunos miembros de la
población indígena. Se dice que los cimarrones comerciaban ampliamente con
varias comunidades nativas. Enviaban pescado e iguanas a Mazatenango y quizá
hasta Quetzaltenango, en el altiplano occidental, a cambio de ropa, hachas,
machetes, flechas y tabaco. Dos hombres mayas, identificados unas veces como
nativos de Mazatenango, otras como originarios de Quetzaltenango o, lo que es
menos probable, de Huehuetenango, tenían fama de haber trabajado como
espías para los cimarrones en el territorio ubicado entre su reducto costero y
Santiago. Asimismo, aunque con mayor ambigüedad, se identifica a una de las
mujeres capturadas durante el asalto a la comunidad cimarrona como “una yndia”
de San Salvador “que abia llebado hurtada... juan gomez”. No está muy clara la
naturaleza de la relación que se presume existía entre estas dos personas, aunque
34
Para una extensa discusión sobre esta relación, véase Christopher H. Lutz y Matthew
Restall, “Wolves and Sheep? Black-Maya Relations in Colonial Guatemala and Yucatán”, en
Matthew Restall, editor, Beyond Black and Red: African-Native Relations in Colonial Latin
America (Albuquerque: University of New Mexico Press, 2005), esp. págs. 196–204.
35
Charles Beatty Medina, “Caught between Rivals: The Spanish-African Maroon
Competition for Captive Indian Labor in the Region of Esmeraldas during the Late Sixteenth
and Early Seventeenth Centuries”, en The Americas 63: 1 (2006), págs. 126–127.
36
Xicalapa, que dejó de existir desde el siglo XVIII, estaba ubicada entre los ríos
Nahualate y Tulate (Mapa 1). Para fines del siglo XVI tenía unos 200 habitantes. Véase Sandra
Orellana, Ethnohistory of the Pacific Coast (Lancaster, California: Labyrinthos, 1995), págs.
121–122. Xicalapa aparece en un mapa de Zapotitlán de 1579 que está disponible en el sitio
en la Red de Perry-Castañeda Library, University of Texas, consultado el 11 de enero de
2007, en http://www.lib.utexas.edu/benson/rg/rg_images6.html. El mismo mapa fue re-
producido en Adriaan C. Van Oss, Catholic Colonialism: A Parish History of Guatemala,
1524–1821 (Cambridge: Cambridge University Press, 1986), pág. 41.
quizá fuera menos voluntaria en lo que correspondía a la parte nativa que en los
otros casos mencionados.37
Cabe notar la ausencia de otras mujeres nativas en el asentamiento de
Tulate, en vista del probable desequilibrio que había en la proporción de sexo
entre la población cercana de esclavos en esta época. En la medida que aumen-
taba el número de miembros de origen africano de esa población a principios
del siglo XVII y se ampliaba el comercio transatlántico, la presencia despropor-
cionada de hombres y niños en las “cargas” transportadas a través del océano
afectó directamente la proporción de sexo tanto entre la población esclava de
Guatemala como de otras partes. Por ejemplo, cuando el barco Nuestra Señora
de Nazarén llegó de Angola al puerto caribeño de Santo Tomás de Castilla en
1613, se declaró que transportaba a 97 hombres y niños, y tan sólo a 39 mujeres
y niñas.38 Era muy poco probable que las esclavas terminaran en el campo dada
la demanda de hombres para que trabajaran en labores agrícolas y pecuarias,
además de la tendencia de los dueños de esclavos a enviar “bozales” (africanos
recién llegados) a sus propiedades rurales.39 Una de estas propiedades, ubicada
en el corregimiento de Escuintepeque, ilustra esta realidad con particular clari-
dad. En 1612, un trapiche de azúcar llamado Santa Cruz, que el acaudalado
comerciante Francisco de Mesa estaba por vender a su hija y yerno, empleaba a
28 esclavos, entre los cuales se había identificado a no menos de 20 como pro-
cedentes de África, en tanto que sólo tres eran mujeres.40
37
“Autos del servizio”, AGI, Guatemala 67, ff. 6v–10, 27–30v, 38–39 y 58.
38
Visita de la Nuestra Señora de Nazarén, AGCA, A3.5, leg. 67, exp. 1291, ff. 15v–17v,
12 de febrero de 1613. Véanse también Leslie B. Rout, Jr., The African Experience in Spanish
America: 1502 to the Present Day (Cambridge: Cambridge University Press, 1976), págs.
71–72; y Herman L. Bennett, Africans in Colonial Mexico: Absolutism, Christianity, and Afro-
Creole Consciousness, 1570–1640 (Bloomington: Indiana University Press, 2003), págs. 26–27.
39
Lutz, Historia sociodemográfica, pág. 222. En comparación, muchos angolanos y
otras personas de origen africano vivían en la Ciudad de México. Véase Bennett, Africans in
Colonial Mexico, págs. 79–110.
40
“Escritura de venta y censo”, AGCA, A1.15, leg. 4103, exp. 32523, ff. 4–5, 28 de
abril de 1612. Esta propiedad pronto fue convertida en un ingenio de azúcar por el yerno de
Mesa, don Juan de Ayala, quien eventualmente demandó a su suegro por el valor de la
propiedad. Por definición, un trapiche era impulsado por tracción animal, mientras que un
ingenio, de mayor tamaño y complejidad tecnológica, era impulsado por agua. No obstante,
en la práctica no siempre había una clara distinción entre uno y otro. Véase Alejandro de la
Fuente, “Sugar and Slavery in Early Colonial Cuba”, en Stuart B. Schwartz, editor, Tropical
Babylons: Sugar and the Making of the Atlantic World, 1450–1680 (Chapel Hill: University
of North Carolina Press, 2004), págs. 134–138.
41
“Autos del servizio”, AGI, Guatemala 67, ff. 7, 26v, 46 y 54.
42
Cabe notar que uno de los cimarrones capturados en 1611 era un esclavo de Fran-
cisco de Mesa, de nombre Pedro, que probablemente había escapado del trapiche. “Pedro
Mazanbique” y “Pedro Feor Congo” aparecen en la lista de 1612, al igual que “Pedro mulato
que llaman loco criollo”, quien es menos probable que haya sido Pedro el cimarrón, porque
Juan Gómez era el único hombre del asentamiento de Tulate identificado como mulato.
Véanse “Escritura”, AGCA, A1.15, leg. 4103, exp. 32523, ff. 4–5; y “Autos del servizio”,
AGI, Guatemala 67, f. 38.
43
Para un estudio de la ley española de esclavitud en el contexto centroamericano,
véase Beatriz Palomo de Lewin, “La esclavitud negra en Guatemala durante los siglos XVI y
XVII”, en Chinchilla Aguilar, editor, Historia General, II, págs. 281–282. Véase también Paul
Lokken, “El matrimonio como factor en la emancipación de los esclavos del área rural de
Guatemala en el siglo XVII”, traducción de Daniel Barczay, revisión de Jorge Luján Muñoz,
en Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala 76 (2001), págs. 81–113.
44
“Escritura”, en AGCA, A1.15, leg. 4103, exp. 32523, ff. 4–5. En un inventario pos-
terior de los esclavos del ingenio, levantado en 1620, se menciona tan sólo a dos de estas cinco
mujeres libres, ambas indígenas. Véase AGCA, A1.15, leg. 4103, exp. 32523, ff. 31v–33, 3 de
enero de 1620.
45
Archivo Histórico Arquidiocesano “Francisco de Paula García Peláez” (en lo suce-
sivo AHA), A4.16, T4 1.12 (caja 157), exps. 122, 140, 143 y 184; y A4.16, T4 1.11 (caja
197), exps. 237 y 271. Las seis informaciones matrimoniales aquí citadas pertenecen a una
muestra de 675 pertenecientes a toda la Provincia de Guatemala (sin incluir Santiago y sus
alrededores inmediatos) en los años 1671, 1681, 1691, 1701 y 1711. Algunos registros
traspapelados, que representan alrededor de siete por ciento del total disponible en el archi-
vo, faltan en la muestra más amplia basada en José Fernando Mazariegos Anleu, Índice
General de Informaciones Matrimoniales en Guatemala, 1614–1900, Libro 1, Tomo 1 (Gua-
temala: AHA, 1999). A pesar de que representaban a la gran mayoría de la población, los
únicos “indios tributarios” que aparecen en estos registros eran los que tenían previsto to-
mar una esposa de otro curato o fuera de las filas de “indios tributarios”. De ahí que los
registros se centren sobre todo en la minoría no indígena de la población.
46
Las 28 diligencias son AHA, A4. 16, T4 105 (caja 2), exps. 275, 294, 320, 380 y
390 (1681); A4.16, T5 106 (caja 200), exps. 26, 39, 66, 112, 133, 140 y 165 (1691);
A4.16, T5 107 (caja 205), exps. 215, 246, 249, 261 y 322 (1691); A4.16, T6 105 (caja 77),
exps. 2382 y 2384 (1701); A4.16, T7 104 (caja 110), exps. 3930, 3949, 3958, 3971, 4012,
4058 y dos expedientes sin número (1711); y A4.16, T7 103 (caja 124), exp. 4085 (1711).
47
La Corona a la Audiencia de Guatemala, AGCA, A1.23, leg. 2199, exp. 15755, f.
50, 19 de mayo de 1670; Lutz, Historia sociodemográfica, pág. 222; y Frederick P. Bowser,
“Africans in Spanish American Colonial Society”, en Leslie Bethell, editor, Cambridge History
of Latin America, tomo 2 (Cambridge: Cambridge University Press, 1984), pág. 362.
CUADRO 1
Contrayentes en diligencias matrimoniales en Escuintepeque: hombres
NE ME ML I IL IT MS ND Total
1671 2 1 2 1 6
1681 1 3 1 5
1691 1 7 1 1 2 12
1701 1 1 2
1711 8 1 9
Total 3 2 21 1 1 1 4 1 34
Fuente: AHA, A4.16, Informaciones Matrimoniales.
NE=negro esclavo; ME=mulato esclavo; ML=mulato libre; I=indio (sin ninguna otra desig-
nación); IL=indio laborío; IT=indio tributario; MS=mestizo; ND=no definido
CUADRO 2
Contrayentes en diligencias matrimoniales en Escuintepeque: mujeres
ML I IL IT MS ND Total
1671 3 2 1 6
1681 2 1 1 1 5
1691 8 2 1 1 12
1701 2 2
1711 6 1 2 9
Total 21 2 3 1 4 3 34
CUADRO 3
Matrimonios en Escuintepeque, 1671, 1681, 1691, 1701 y 1711
Mujeres
NE ME NL ML I IL IT MS ES ND
Hombres
NE 1 1 1
ME 1 1
NL
ML 16 1 3 2
I 1
IL 1
IT 1
MS 2 1
ES
ND 1
48
“Autos fechos sobre la visita de ingenios, y trapiches en que trauajan indios, año de
1679”, en “La Aud.a de Guat.a Ynforma a V.M. con testimonios Sobre los obrages y Yngenios
q[ue] ay en esta Jurisdiçion” (1681), AGI, Guatemala 27, R. 9, N. 29, B. 5, Ims. 189–196.
La visita a las propiedades en Escuintepeque se llevó a cabo en enero de 1680. Deseo expre-
sar mi agradecimiento a Christopher H. Lutz por hacer de mi conocimiento este documen-
to hace varios años, al proporcionarme generosamente su transcripción. Para facilidad de
acceso, cito la versión digitalizada en este documento. Véanse también Julio C. Pinto Soria,
El valle central de Guatemala (1524–1821): un análisis acerca del origen histórico-económico
del regionalismo en Centroamérica, Colección Estudios Universitarios 31 (Guatemala: Edito-
rial Universitaria, 1988), págs. 25–28; y Jorge Luján Muñoz, Agricultura, mercado y sociedad
en el Corregimiento del Valle de Guatemala (Guatemala: Universidad de San Carlos, 1988),
págs. 75–82.
la población de mulatos libres al casarse o tener hijos con mujeres libres. Por lo
menos cuatro de los cinco esclavos que aparecen en la muestra citada más arriba
contrajeron matrimonio con mujeres libres (véase Cuadro 3) y otros tres casos
similares de la región se encuentran en una colección aleatoria de informacio-
nes matrimoniales de otros años.49 No cabe duda, entonces, de que la desapari-
ción gradual de esclavos en los registros no se debe solamente a una disminu-
ción de las importaciones sino también a un desequilibrio en la proporción de
sexos y a los patrones de relaciones maritales (y probablemente más importante
aún, a los extramaritales) de los esclavos. Con toda certeza, la manumisión tam-
bién desempeñó un papel importante, aunque rara vez se menciona en los do-
cumentos citados en este estudio.
Esta evidencia indica que, para fines del siglo XVII, una población libre de
ascendencia africana e indígena, definida por lo general como “mulata”, reem-
plazaba con rapidez a los indígenas pipiles de las zonas costeras de Escuintepeque.
El informe escrito para la Corona en 1683 por el corregidor don Antonio de
Agüero indica que si bien los pipiles y otros pueblos indígenas seguían constitu-
yendo la vasta mayoría de la población en las comunidades de las tierras más
altas como Escuintla, cabecera del corregimiento, la composición de la pobla-
ción reflejaba un cambio brusco a lo largo de la costa. Justo al sur de Escuintla,
“seis mulattos y negros Casados Con mulattas” vivían entre “Sientto y Veintte
Yndios e Yndias de ttodas hedades” en San Juan Mixtán. En Masagua, a corta
distancia de la costa, vivían tan sólo unos 25 “indígenas” y una cantidad similar
de mulatos50 y, para cuando se llegaba a los alrededores del antiguo asentamien-
to pipil de San Pedro Chipilapa, era obvio que entre sus residentes prevalecía
una población de origen mixto y en parte africano. Aunque la sección de la
Razón que se refiere específicamente a Chipilapa está muy dañada, las informa-
ciones matrimoniales de la zona mencionan como contrayentes o testigos a
varios mulatos libres que residían en el pueblo, entre los que se encontraban
Luis Francisco, María de la Encarnación, Nicolás Hernández y Nicolás de Santa
María. Tanto Francisco como Hernández habían llegado de otros lugares —el
Ingenio de Anís y Masagua, respectivamente— al igual que Diego Felipe, que
había sido alcalde del pueblo en 1681 y de quien se decía que era un ¡“indio” de
49
Véanse AHA, A4.16, T5 1.21 (caja 192), exp. 63 (1655); T4 1.11, exp. 342 (1673);
y T4 105, exp. 226 (1680). No se menciona a ninguna esclava, salvo posiblemente la contra-
yente cuya identidad es ilegible. Véase Cuadro 2.
50
“Razón”, AGI, Contaduría 815, f. 8. Las cifras para el pueblo de Escuintla (tam-
bién Escuintepeque, al igual que el corregimiento) son: 2,500 “Yndios e Yndias”, seis “espa-
ñoles casados”, diez “mulattos casados”, quince “mulattos çoltteros”, diez “Viudas mulattas”
y seis “Mesttisas Soltteras Con ottras Viudas mesttisas Viejas”.
51
AHA, A4.16, T4 105, exp. 235 (1680); y T4 105, exp. 275 (1681). Un segundo
“indio de Mita” que residía en Chipilapa, Joseph Melgarejo, aparece en otra información en
1681. Véase AHA, A4.16, T4 105, exp. 380. Nicolás de Santa María (aparentemente el
mismo) también se menciona como residente de La Gomera (véase más abajo).
52
Agüero describió a los trabajadores libres de las propiedades rurales de los alrede-
dores como una mezcla de españoles, mestizos y mulatos, aunque identifica como mulatos/as
libres a casi todos los trabajadores de esas propiedades que aparecen como contrayentes o
testigos en informaciones matrimoniales. Véase “Razón”, AGI, Contaduría 815, ff. 6v–8v.
Para una evaluación de la población no indígena de Guatemala a fines del siglo XVII basada
en varios informes que aparecen en la Razón, véase Lutz, “Evolución demográfica”, págs.
255–257.
53
“Razón”, AGI, Contaduría 815, ff. 5v–6 (énfasis agregado). En las informaciones
matrimoniales se menciona a no menos de 12 residentes de San Diego de La Gomera:
Lorenzo Cayetano, Bartolomé Básquez, Nicolás de Santa María, Antonio Hernández,
Pasquala de la Trinidad, Francisco de Ribera, Miguel Básquez (alcalde de la villa en 1681),
Juliana de los Santos, Pedro Quiñones, Gerónimo de los Santos, Francisco Nicolás (hijo de
Pasquala de la Trinidad) y Pasquala Muñoz. A todos se les identifica como mulatos/as libres,
aunque a Antonio Hernández, que aparece tres veces como testigo entre 1680 y 1681 y cuya
edad oscila entre 80 y 90 años, se le menciona una vez como “indio”. Su avanzada edad,
aunada al detallado análisis que hace en una ocasión de la genealogía de una futura contra-
yente, Pasquala de la Trinidad, indican que quizá era hijo de Mateo Hernández y haya esta-
do presente cuando se fundó la comunidad. Véanse AHA, A4.16, T5 1.21, exp. 88 (1653?);
T4 105, exp. 235 (1680); T4 105, exp. 275 (1681); T4 105, exp. 380 (1681); T5 106, exp.
140 (1691); y T6 105, exp. 2431 (1705).
54
Los lazos informales eran otro asunto. Una información de 1691 menciona a Gabriel
Alexo, mulato libre de Masagua, como el “hijo natural” de Pedro de Melgar, “mulato”, y de
María de Alvarado, “yndia”. Véase AHA, A4.16, T5 106, exp. 26. Sobre las tasas de ilegiti-
midad en el siglo XVII, véanse Lutz, Santiago de Guatemala, Apéndice 3; y Thomas Calvo,
“The Warmth of the Hearth: Seventeenth-Century Guadalajara Families”, en Asunción
Lavrin, editor, Sexuality and Marriage in Colonial Latin America (Lincoln: University of
Nebraska Press, 1989), págs. 293–295. Sobre la relación entre las necesidades de mano de
obra, la demografía y las jerarquías “raciales”, véanse Marvin Harris, Patterns of Race in the
Americas (New York: Walker and Company, 1964); y Peter Wade, Blackness and Race Mixture:
The Dynamics of Racial Identity in Colombia (Baltimore: The Johns Hopkins University
Press, 1993), págs. 54–65.
55
Fuentes y Guzmán, Recordación florida, II, pág. 104.
56
“Autos fechos sobre la visita de ingenios, y trapiches”, AGI, Guatemala 27, R. 9, N.
29, B. 5, Im. 193.
57
Mario Humberto Ruz, coordinador, Memoria eclesial guatemalteca: visitas pastorales,
2 tomos (México: Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2002), I, pág.
248.
58
Don Alonso González de Anleo a la Audiencia, 25 de septiembre de 1677, AGCA,
A1.24, leg. 1565, exp. 10209, ff. 190–192v.
59
Ruz, coordinador, Memoria eclesial guatemalteca, págs. 250–251. La misma visita
revela la existencia autorizada de una cofradía de San Benito que funcionaba en la cercana
hacienda del Maestre de Campo Joseph Agustín de Estrada. Otros documentos indican que
Estrada también tenía muchos trabajadores de ascendencia africana. Véanse AHA, A4.16,
T4 105, exp. 234 (1680); T5 106, exp. 66 (1691); “Razón”, AGI, Contaduría 815, f. 7v.
Sobre la historia de San Benito de Palermo y su culto en el continente americano, véanse
Vittorio Morabito, “San Benedetto il Moro, da Palermo, protettore degli africani di Siviglia,
della penisola iberica latina”, en Berta Ares Queija y Alessandro Stella, editores, Negros,
mulatos, zambaigos: derreteros africanos en los mundos ibéricos (Sevilla: Escuela de Estudios
Hispano-Americanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000), págs. 223–273,
esp. págs. 223–224, 244 y 263–273; Estela Roselló Soberón, “La Cofradía de San Benito de
Palermo y la integración de los negros y mulatos en la ciudad de la Nueva Veracruz en el
siglo XVII”, en María Alba Pastor y Alicia Mayer, coordinadoras, Formaciones religiosas en la
America colonial (México: Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2000), págs. 229–242.
60
García Peláez, Memorias, II, pág. 35; y María del Carmen León Cázares, Un levan-
tamiento en nombre del Rey Nuestro Señor: testimonios indígenas relacionados con el visitador
Francisco Gómez de Lamadriz (México: UNAM, 1988), págs. 16–34 y 68–69.
61
“Testimonio de los Autos”, AGI, Guatemala 285; Audiencia de Guatemala a Lic.
don Francisco Gómez de la Madriz, AGCA, A1.24, leg. 1571, exp. 10215, ff. 546–548, 31
de marzo de 1700; y Francisco Ximénez, Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y
Guatemala de la Orden de Predicadores, escrita por el Reverendo Padre Predicador General Fray
Francisco Ximénez de la misma Provincia, 5 tomos, 3ª edición (Tuxtla Gutiérrez: Consejo
Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, 1999), Tomo 4, Libro 6, págs. 175–176. Para
mayores pruebas de que la población de ascendencia africana había ejercido el control de las
salinas por décadas, véase el testamento de la “morena libre”, Magdalena Carlos, en AGCA,
A1.20, leg. 761, f. 361, 10 de mayo de 1641. Carlos enumeró entre sus bienes “unas salinas
y vna pesqueria en las salinas de çipacapa”.
62
“Razón”, AGI, Contaduría 815, f. 6v.
dentes locales aparentemente se habían coludido con el joven don Juan en una
aventura amorosa que implicó “secuestrar” a Isabel de la Cruz, hija de Francisco
de Montesdoca, oficial de la Santa Cruzada en Santiago. Algunos esclavos de
Gálvez habían “raptado” a la joven mujer de su hogar en la capital y llevado a la
remota costa. La “doncella”, una vez allí, no expresó deseo alguno de regresar a
su hogar a pesar de los desesperados esfuerzos de su padre por recuperar su
honor. Ella parecía gozar del exótico entorno de la costa. Un testigo la descu-
brió en Chipilapa de camino a “una sarabanda y baile que usan y en su compania
una negra que no conosio”.63
Era natural que los intereses de un terrateniente español como Gálvez se
diferenciaran de los de los miembros de las jerarquías administrativa y eclesiás-
tica de Santiago, quienes más o menos se contentaban con ignorar a los habi-
tantes afro-indígenas de la costa del Pacífico. Por otro lado, Gálvez sólo deseaba
acomodarse a un cierto grado de autonomía de parte de los residentes de La
Gomera en tanto ésta no chocara demasiado directamente con sus propios inte-
reses locales. Aunque al surgir el conflicto esperaba salirse con la suya por ser
miembro de la élite española, no sucedería de esta manera en 1700, cuando los
residentes de La Gomera se enfrentaron con éxito a él y a sus aliados en la
Audiencia al explotar las divisiones entre la élite. Un aspecto crucial de su rebe-
lión fue la movilización de la milicia local. La historia más amplia de esa milicia
marca un cambio vital en la posición de los mulatos libres tanto ante la pobla-
ción indígena como española.
La Audiencia de Guatemala empezó a organizar a la población libre de
origen africano en milicias formales en la década de 1640, cuando las amenazas
crecientes de invasores extranjeros —sobre todo a lo largo del litoral Caribe de
la Audiencia— crearon preocupación de que la dependencia tradicional de la
población española como única defensa de la región fuera insuficiente. No se
sabe con claridad la fecha precisa en que fue establecido el primer regimiento de
milicianos en La Gomera, aunque ya en 1644 el presidente de la Audiencia
informaba que había empezado a armar a la población de la costa del Pacífico.
En todo caso, es casi seguro que un regimiento local participó en la defensa de
63
Véase el testimonio de Tomás de Mesa, mulato libre, en AGCA, A2.2, leg. 137,
exp. 2476 (1672). En este documento, las breves referencias a las costumbres culturales del
lugar, quizá de inspiración africana, despiertan curiosidad. Sin duda alguna, el aislamiento
de la costa favoreció la “africanización” de la cultura local, con la influencia dominante de
Angola y el Congo. Sobre estas influencias en el mundo del Atlántico en general, véanse
John Thornton, Africa and Africans in the Making of the Atlantic World, 1400–1800, 2ª
edición (Cambridge: Cambridge University Press, 1998); y James H. Sweet, Recreating Afri-
ca: Culture, Kinship, and Religion in the African-Portuguese World, 1441–1770 (Chapel Hill:
University of North Carolina Press, 2003).
64
Diego de Avendaño, Presidente de la Audiencia de Guatemala, a la Corona, AGI,
Guatemala 16, R. 3, N. 19, 7 de julio de 1642; Avendaño a la Corona, AGI, Guatemala 16,
R. 4, N. 27, 1 de octubre de 1643; Avendaño a la Corona, AGI, Guatemala 16, R. 5, N. 37,
6 de agosto de 1644; Fuentes y Guzmán, Recordación florida, I, pág. 409; Lutz, Santiago de
Guatemala, pág. 43; y Stephen Webre, “Las compañías de milicia y la defensa del istmo
centroamericano en el siglo XVII: el alistamiento general de 1673”, en Mesoamérica 14 (di-
ciembre de 1987), págs. 516–518 y 525–529. Véase también Paul Lokken, “Useful Enemies:
Seventeenth-Century Piracy and the Rise of Pardo Militias in Spanish Central America”, en
Journal of Colonialism and Colonial History 5: 2 (Fall 2004), en línea en http://muse.jhu.edu/
journals/journal_of_colonialism_and_colonial_history/toc/cch5.2.html (consultado el 11
de enero de 2007).
65
Petición de Matheo Hernández, AGCA, A1.24, leg. 1559, exp. 10203, ff. 458–458v.
El que Miguel “Básquez” fuera alcalde de la Villa en 1681 sugiere el poder que debe de haber
tenido la familia Vásquez en la comunidad.
en Costa Rica y Nicaragua en la década de 1650 y, para fines del siglo XVII, había
milicias de color de toda Centroamérica que solicitaban ser liberadas del tribu-
to.66 Por ejemplo, algunas contrapartes de la compañía La Gomera en Chiqui-
mula, motivadas por la envidia, denunciaron que ésta había obtenido una exen-
ción de cuatro años en 1695.67 Aun antes de que llegara Gómez de Lamadriz,
los residentes de la Villa ya habían iniciado negociaciones para mejorar su posi-
ción basados en su utilidad militar. Esa actitud de rebeldía había continuado
aun después de su rebelión en 1700–1701, a juzgar por las denuncias de con-
flictos con las autoridades en 1722, sólo que ahora contaban con muchos alia-
dos potenciales en la costa del Pacífico. En 1740, por ejemplo, Alonso Crespo,
el justicia mayor que realizó un estudio demográfico de la región ese mismo
año, tuvo que enfrentar una revuelta de alrededor de 40 milicianos mulatos
encolerizados en Guazacapán porque había arrestado a un oficial insubordina-
do.68
66
“Relevacion por tiempo de tres años a los cavos y soldados de la compañia de gente
parda de la jurisdiccion de la Villa de Sonsonate del tributo de laborio...”, AGCA, A1.24,
leg. 1573, exp. 10217, ff. 138–143, 14 de febrero de 1703; La Corona a la Audiencia de
Guatemala, AGCA, A1.24, leg. 1525, exp. 10080, ff. 36–36v, 28 de enero de 1709; Com-
pañía de la gente parda del Valle de la Sacualpa de la Jurisdicción de la Provincia de San
Miguel a la Audiencia de Guatemala, AGCA, A1.24, leg. 1579, exp. 10223, ff. 49–51v, 12
de febrero de 1712; “Relevacion de la paga del tributto de lavorio a Phelipe Santiago y Blas
de herrera capitanes y al Ynfanteria de Jente Parda de la Villa y Puerto de Sonsonate”, AGCA,
A1.24, leg. 1580, exp. 10224, ff. 266–268, 22 de agosto de 1713; La compañía de a caballo
de gente parda de Chiquimula a la Audiencia de Guatemala, AGCA, A2.5-1, leg. 295, exp.
6538, 23 de julio de 1717; La compañía del Puerto de Amapala a la Audiencia de Guatema-
la, AGCA, A2.5-1, leg. 295, exp. 6537, 24 de enero de 1722; Rina Cáceres, Negros, mulatos,
esclavos y libertos en la Costa Rica del siglo XVII, Instituto Panamericano de Geografía e Histo-
ria, Pub. No. 518 (México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 2000), pág.
100; y Danilo Palma Ramos, “El negro en las relaciones étnicas de la segunda mitad del siglo
XVIII y principios del siglo XIX en Guatemala” (Tesis de licenciatura, Universidad de San
Carlos, 1974), pág. 64.
67
Véanse las peticiones del 17 de diciembre de 1697 y 27 de febrero de 1698 en “La
compañía... de Chiquimula a la Audiencia”, AGCA, A2.5-1, leg. 295, exp. 6538, ff. 14v–18.
68
Alonso Crespo a la Audiencia de Guatemala, AGCA, A2.2, leg. 296, exp. 6590, 22
de febrero de 1740; y A. C. Beatriz Palomo de Lewin, “Esclavos negros en Guatemala
(1723–1773)” (Tesis de licenciatura, Universidad del Valle, 1992), pág. 80.
CONCLUSIÓN
Al empezar el siglo XVIII, era evidente que los mulatos libres, en su mayoría
de origen nativo y africano, habían logrado forjar una existencia semiautónoma
a lo largo de la costa del Pacífico de Guatemala, a diferencia de los cimarrones
de Tulate. El éxito de los habitantes mulatos de La Gomera y otras comunida-
des costeras se debió en parte a su aislamiento del resto de la sociedad guatemalteca
y a las necesidades defensivas de la Audiencia. Sin embargo, también fue pro-
ducto de los procesos y políticas de mestizaje en un lugar donde en la práctica
no se había relegado al esclavo africano sino al “indio tributario” a la posición
social más baja. Finalmente, la Audiencia estuvo dispuesta a armar a los mulatos
libres de La Gomera precisamente porque no pertenecían a la mayoría indígena,
a la cual más que a nadie era necesario mantener “en su lugar” para que sobrevi-
viera el orden social prevaleciente. Al mismo tiempo, los patrones matrimonia-
les de los mulatos libres indican que ellos mismos deseaban evitar lazos formales
con la mayoría indígena, independientemente de su ascendencia en común. Al
obtener exención del pago del tributo, se distanciaron aún más de la baja posi-
ción social con que se asociaba a la población nativa. Sin embargo, los mismos
mulatos libres quedaron muy lejos de alcanzar la igualdad social con los miem-
bros de la élite colonial, como don Juan de Gálvez. Aunque el mestizaje haya
fusionado diversas poblaciones en la Villa de San Diego de la Gomera y otras
comunidades a lo largo de la costa del Pacífico, no eliminó las divisiones socia-
les producidas por la política colonial de descendencia.