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Me ha derrotado.

Tenía en mi interior, oculta bajo sangre seca y ceniza de alma rota,


una gota de vida esperando la dulce agua de la melancolía.
Hundió con sus manos entre la tierra hasta tocar el fondo de mi ser,
queriendo o sin querer provocó en mí el hambre de saber,
el hambre de saber que fue de ella, y cómo llegó a ser, diosa.
Querría saber cuáles fueron las pruebas,
las trabas que la llevaron al Olimpo y que hoy
la hacen dueña de mi ser.
Preguntaría que era de ella antes de llevar su manto rojo,
preguntaría cada detalle pequeño y grande,
quiero saber cuáles fueron los ojos que la vieron,
lo que pensaron y lo que sintió ella cuando la miraron.
Preguntaría por el agua nueva, y por qué tan fresca.
Estaba muerto, enterrado entre dolor y lágrimas y no quedaba ya una gota de luz,
creé monstruos que me protegían de las espinas del mundo,
monstruos que me defendían y que me mataban en su camino.
Hoy mi sufrimiento es otro.
Siento el deseo oscuro de robarte del cielo en el que te has coronado,
quiero arrastrarte conmigo al barro húmedo entre mis brazos apretados,
me haces sentir culpable, culpable de mis celos.
Sé, que no te merezco y siento, pena de mí.
Te culpo, te culpo del abrazo desafortunado.
Diste agua al sediento que ahora me consume, ávido.
Imagino tu piel y su calor en mis manos y mis labios,
y no existe más vida, ni existen más ojos que no sean los tuyos y no otros.
Te culpo, porque sé que no te puedo tener.
¿Sonríes, sin saber que puede doler?, o lo sabes y juegas a morder?
Parecía agua y era tu veneno.
Estabas oculta entre mantos rojos.
Loco el que te busca, y el que te encuentra, loco, si te toca.
Preferiría seguir viendo el manto rojo,
preferiría no ver la diosa,
preferiría seguir muerto y enterrado.
Buscaría un abrazo más, pero sé que no me bastaría,
y acabado el silencio, empeoraría.
Mis sentimientos me traicionan y sumo otra causa a tu culpa.
Sé que debo soportar esta ancla, sujetar con todas mis fuerzas, y sé
que pronto volveré al fondo, a mi hogar hundido y sin vida.
Sabiendo o sin saber, ¿qué me has hecho, mujer?
Baja ancla, húndete y llévame contigo.
Vuelve oscuridad, vuelve monstruo de mi soledad.

LA MUJER DEL MANTO ROJO – DATACIÓN DE ESCRITURA 02/01/2023

FABRICE T. GARCIA PERAL


Llegó danzando y con su manto,
llegó bohemia y sonrojando,
llegó mujer y pecadora,
y salió diosa y vencedora.
Pasan los días y sigo loco,
duermo poco y me despierto, loco.
Clavado en el mismo pensamiento hora tras hora y día tras día,
ella en mis brazos desnudos, y mis labios pegados a su piel.
Que puedo hacer si estoy roto.
Recuerdo el día y el momento exacto,
en el que tomó en sus manos mi corazón exhausto,
y yo tonto, sonreí silenciado, cuando en realidad estaba ya sentenciado.
Rojo, delicado, hasta la sonrisa más efímera es una garra clavada.
Recurrente, me absorbe, no existe nadie más. Golpea sin parar,
se mueve furtiva en mi mente, y la encuentro en cada rincón de mi pensamiento.
Me ha contaminado, y hoy no sé lo que daría por una sonrisa,
y si fuese un beso, moriría.
Qué caminos, qué errores, qué locuras la llevaron a alimentarse de corazones
enamorados. Mi camino era recto, y media vida llevo sin cambiar un metro,
ella llegó y no la vi, no me afectó,
y después de ochocientas cuarenta y dos lunas encontré su puñal clavado en mí.
No me atrevo a mirarla, no me atrevo a buscarla,
ni a pensar siquiera lo que verá en mí.
Si seguirá viendo al dragón, o si verá la ceniza.
Altanero, o derrotado.
Baja, ancla, veloz, más rápido que la luz en tu oscuro fondo,
baja, ahógame y rodéame con tu frío líquido.
Vi un cabo, y resultaron ser rocas.
Existe mi demonio, y es por tu culpa.
Maldita diosa lujuriosa. Maldita mi vida, y maldito mi ser obnubilado.
Una diosa encerrada en su propia jaula. ¿Como puede ser?
¿Real o inventado?
Quién sabrá lo que esconde su corazón, si existe, su corazón.
Entre adoración y sacrilegio me has hecho, niño.
Todavía no llego, todavía estoy ebrio.
Me estoy delatando poco a poco con el miedo, en el alma,
sabiendo con seguridad que mis sentimientos arderán si me descubre.
¿Por qué ahora? Después de tanto, oculta en su manto y hoy está volando.
¿Qué sería de mi si me descubre? Cábalas de lo que diría, si descubre la verdad.
¿Silencio? ¿Risa? ¿Indiferencia? Con seguridad vuela hoy mucho más allá de mí.
¿Porqué? ¡Si era yo la roca inerte! Y ahora el tonto que vuelve al fondo.
Quizás si yo supiese más, quizás si el tiempo me hace miga, entonces quizás
vuelva a ser la roca.

LA MUJER DEL MANTO ROJO – DATACIÓN DE ESCRITURA 02/01/2023

FABRICE T. GARCIA PERAL


Culpable, eres tú y no yo, tan seguro estoy como lo estoy
de que no dejarás caer ni el más efímero pensamiento.
Mi cascarón también se tuerce,
siento mi sangre correr y saltar sin control, y pienso que quizás
aún podría acabar con todo.
Y si todo acaba no quedará ni ley ni diosa.
Me derrite, y si su mano me toca, entonces seguro que me descubre.
Si ella pudiese sentir, y yo pudiese hablar, le diría que no quiero el sacrilegio impuro,
quiero el conocimiento oscuro.
Lo que necesito sentir es alto y no bajo.
El primer abrazo no fue suficiente porque otros ojos me miraban,
y con el segundo me destruiste.
Si de veras supieses leer en mi mente, mis escamas se romperían.
Si en algún momento consigo hundirme, no vuelvas a tocarme
ni a rodearme con tu abrazo.
Si despierto en la noche y me quema la pena entonces
vida no puede ser, es un monólogo de dolor.
Invento porque no sé qué habrá sido, ni qué será,
invento porque sueño qué podría ser, aunque sé que me mata.
Ola tras ola y sigo, hundido, y me siento, perdido.
Qué habrá sido de otros ojos, que habrán hecho ellos,
qué habrán visto bajo tu manto, ¿diosa o llanto?
Sé que llegará mi ancla a la oscuridad,
y espero que no vuelva mi junco a la orilla nunca más.
Cuando llegue te odiaré, no volveré a dejarte tocarme con tu manto,
evitaré tu fuego y me esconderé de nuevo.
Que habrá sido de otros ojos, que habrán visto, ellos,
¿Seguirán mirando, Ocultos? O acaso habrán huido del llanto.
¿Qué juego habrás jugado?
¿Porque repite mi mente, las canciones adolescentes?
Porque repite mi mente las hazañas de tu manto,
si cuando las escucharon no sufrieron ni se inmutaron.
Yo era roca y hoy soy, ceniza.
¿Acaso has movido tu ficha?
¿Acaso de veras era un juego inmundo?
¿Acaso era más larga mi partida, y hoy he sido derrotado?

Pasaste de remolino, a cálido sol de invierno.


De pavesas sonrojantes a madre amante.
¿Acaso después de tanto, pensaste que ayudabas?
¿Como si de veras hubiese un corazón debajo de tu manto?
Loco por pensar que hay un corazón,
loco porque me has tocado y la roca se ha desmoronado.
Pasan ya más de siete y esta ancla no se hunde.
Pesan y las llevo conmigo a donde vaya,

LA MUJER DEL MANTO ROJO – DATACIÓN DE ESCRITURA 02/01/2023

FABRICE T. GARCIA PERAL


pesan y no las puedo soltar.
Mis palabras prohibidas se asoman y me traicionan.
Y pensar que otras veces te vi llorar,
y pensar que te he visto blasfemar.
Y pensar que vi el humo al que rehuio,
y pensar que he visto el cuadro contaminado.
El baile del manto que no vi,
que pasaba a mi lado sin ser notado,
y sin embargo se ha quedado grabado.
Resuena su eco maldito para hacerme sentir herido.
Manto de risa ajena, sonrojante y sin condena, hoy
cuchillo de mi alma en pena.
Manto cuyo juego atraía las miradas, de otros y no mías,
y hoy soy yo quien las recuerda como una aguja bailarina.
Si nunca me diste de beber,
como es posible que hayas calmado sin quererlo mi sed.
Como puedes tocar sin ser tocada.
¿Cómo estás en tu jaula de agua nueva?
¿Acaso la creaste tú con tu juego?
O, ¿Acaso hubo un manto ajeno que se llevó a mi diosa?
¿Acaso eres tú, esclava de otro manto?,
¿Acaso eres tú feliz en tu jaula y en tu nido?
Me duele pensar en tu felicidad,
lo oscuro que hay en mí, y que no me deja ser feliz,
quiere verte a ti, sufrir.
¿Acaso alimentaste al monstruo que hay en mí?

Por fin algo de oscuridad,


pude ver mi reflejo en una sombra fugaz y una realidad dura me golpeó.
Hoy es odio lo que ayer era locura, odio para mí y veneno para mi alma.
Tristeza al fin, bienvenida de nuevo a mí.
Adiós melancolía, Adiós inspiración. Adiós locura, Adiós orilla confusa.
Y ahora que estoy aquí, en la parte más profunda,
vuelvo al dolor de mi soledad, negro, intenso,
sin pasión ni deseo más allá del oscuro fin.
Ciego, no existe más que la blanca oscuridad del ojo que no quiere ver.
Soy roca, soy dragón, y mi único pensamiento, es la ley.

LA MUJER DEL MANTO ROJO – DATACIÓN DE ESCRITURA 02/01/2023

FABRICE T. GARCIA PERAL

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