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"Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su
ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia
de Dios estaba sobre él" (Lc 2,39-40).
Así como Dios es creador, la familia comparte con Él esa obra, al procrear y educar
a los hijos. ¡Qué gran dignidad tiene la familia que se asemeja a Dios en su obra
creadora!.
La familia cristiana, como Jesús, que cuando vino al mundo se dedicó a llevar la
palabra de su Padre a todos los hombres, así, la familia tiene la misión de seguir
sus pasos, de evangelizar; primero que nada, a sus propios hijos y a todos cuantos
le rodean. La familia cristiana también es misionera, pues querrá que otras
personas también conozcan a Dios, y serán testimonio del amor de Dios por todos.
También, la familia cristiana esta llamada a la oración. A orar juntos a Dios, quien
ha creado a la familia. Así, una familia que reza unida, permanecerá unida, pues
juntos, los miembros de la familia se ayudarán mutuamente a vivir como auténticos
cristianos.
Con la oración diaria, es decir, platicando con Dios en todo momento, contándole
todo lo que pasa entre la familia para así estar más cerca de Él, es como se va a
fortalecer la unión y el amor que existe entre los miembros familiares. Y, si una
familia está unida con Dios por medio de la oración común, el respeto a todas las
personas (que somos imagen y semejanza de Dios) se vivirá continuamente, como
Dios lo ha planeado.
Es muy bueno el que todos los días, en familia se lea la Palabra de Dios. Si Dios
está presente en las conversaciones, el comportamiento de los miembros de la
familia será reflejo del amor de Dios. Si únicamente se habla de fútbol, chismes,
envidias,..., el comportamiento de la familia será de la misma manera.
La familia cristiana es privilegiada entre las que no son cristianas, ya que es
llamada por Dios nuestro Padre a ser en donde se dé la educación en los valores
cristianos como el amor, la ayuda mutua, el servicio a los demás y sobre todo, a
seguir a Cristo como lo hicieron sus apóstoles.
¡Qué hermoso es encontrar familias que viven ese amor por los demás! ¡Qué
felicidad se ve en los rostros de aquéllos que aman a Dios!
Cuando Dios habita en una familia, la felicidad abunda en todos sus miembros.
Es la acción que desarrolla la Iglesia, como pueblo de Dios – comunidad, para ayudar a las
familias a cumplir su misión en la sociedad y en la Iglesia a partir de la propia experiencia
de comunión familiar.
b) Una finalidad salvífica: es decir, en cada momento del año litúrgico se nos
otorga la gracia especifica de ese misterio que vivimos: la gracia de la
esperanza cristiana y la conversión del corazón para el Adviento; la gracia del
gozo íntimo de la salvación en la Navidad; la gracia de la penitencia y la
conversión en la Cuaresma; el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte en
la Pascua; el coraje y la valentía el día de Pentecostés para salir a evangelizar,
la gracia de la esperanza serena, de la honestidad en la vida de cada día y la
donación al prójimo en el Tiempo Ordinario, etc. Nos apropiamos los frutos
que nos trae aquí y ahora Cristo para nuestra salvación y progreso en la
santidad y nos prepara para su venida gloriosa o Parusía.
Podemos decir en verdad que cada día, cada semana, cada mes vienen
santificados con las celebraciones del Año Litúrgico. De esta manera los días
y meses de un cristiano no pueden ser tristes, monótonos, anodinos, como si
no pasara nada. Al contrario, cada día pasa la corriente de agua viva que mana
del costado abierto del Salvador. Quien se acerca y bebe, recibe la salvación y
la vida divina, y la alegría y el júbilo de la verdadera liberación interior.
Nuestra madre la Iglesia ha querido que nosotros sus hijos nos nutramos de la
palabra de Dios, de modo que no nos falte el sustento necesario para nuestra
vida. Muchos han leído la Biblia por su propia cuenta, y eso es muy bueno y
provechoso, pero recordemos que el lugar privilegiado para escuchar la
palabra de Dios son los sacramentos, en especial la Eucaristía. Recordemos
que la palabra de Dios al igual que la Eucaristía es alimento; por eso en la
liturgia conocemos que en la celebración de la santa Misa se asiste a dos
mesas, la mesa de la Palabra y la mesa de la eucaristía.
Cada ciclo empieza con el inicio de cada año litúrgico, es decir con el primer
domingo de Adviento.
LA CORONA DE ADVIENTO
La Corona de Adviento tiene su origen en una tradición pagana
europea que consistía en prender velas durante el invierno para
representar al fuego del dios sol, para que regresara con su luz y
calor durante el invierno. Los primeros misioneros aprovecharon
esta tradición para evangelizar a las personas. Partían de sus
costumbres para enseñarles la fe católica. La corona está
formada por una gran variedad de símbolos:
La forma circular
El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que
es eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a
Dios y al prójimo que nunca debe de terminar.