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Entre los promotores de la vida monástica y eremita encontramos a san Antonio Abad quien

a los 20 años entregó todos sus bienes a los pobres para retirarse al desierto de Tebaida.
Durante su estancia en el desierto sufrió todo tipo de tentaciones de las que salió indemne.
Posteriormente se dedicó a fundar numerosos conventos que dirigió como rector. Cuando
alcanzó la vejez se retiró de nuevo al desierto para meditar.
Antonio Abad, Santo
Biografía, 17 enero del 356
 

Enero 17

Etimológicamente significa “florido, inestimable”. Viene


de la lengua griega.

He aquí la vida de un joven que se plantea su futuro con


decisión. Cosa nada fácil para un chico rico en el Alto
Egipto. La salvación de su alma primaba en su vida más
que los bienes materiales que poseía.

Se descubrió a sí mismo mediante la lectura y meditación


de los Hechos de los Apóstoles.

Se quedó prendado de la forma de vida que llevaban las


Antonio Abad, Santo primeras comunidades cristianas.

Movido por la comunidad de bienes, entró en la Iglesia. Fue entonces cuando se dio cuenta
de la riqueza y su valor cuando un joven rico como él rechazó lo que Cristo le ofrecía en su
reino.

Se aplicó este texto a él mismo. Lo dejó todo a los pobres y se marchó lejos, al desierto, a
una fortaleza militar derruida en Nitria.

Estuvo nada menos que veinte años, en donde sufrió tentaciones terribles contra la castidad.

Poco a poco se le fueron uniendo otros chicos con afán de perfección. Entonces se convirtió
en el padre de todos. Vivían ratos en comunidad y otro mucho tiempo solos en las ermitas
que se fabricaban.

Por esta razón lo llamaron y llaman el “padre de los monjes”. No obstante, a pesar de su
existencia alejada del mundanal ruido, iba de vez en cuando a Alejandría para evangelizarla.
Sus más feroces enemigos eran los paganos y los arrianos.

Les enseñaba a sus discípulos esta máxima:" Esforcémonos en no poseer nada que no nos
podamos llevar a la tumba, es decir, la caridad, la dulzura y la justicia. Toda prueba nos es
favorable. Si no hay tentaciones no se salva nadie".

Su gran amor a los hombres, lo extendió también a los animales. Por eso en este día, mucha
gente lleva a los templos los animales para que los bendigan. Murió en el año 356.

Fue canonizado en el año 491.

¡Felicidades a quienes lleven este nombre!

“La vida de los muertos está en la memoria de los vivos” (Cicerón).


17 de Enero San Antonio Abad

Un Santo Muy Venerado


        En España es un Santo muy venerado sobre todo en Madrid donde la comunidad religiosa le dedica
una de sus procesiones mas llamativas, lo llaman San Antón para distinguirlo de San Antonio de Padua. Le
cantan coplas y le consideran patrono de los animales domésticos en muchos pueblos de nuestro Estado
de Zacatecas también se le venera y el día 17 de enero los animales domésticos son engalanados, para
llevarlos a bendecir los pájaros son llevados en sus jaulas muy adornadas con flores y listones, los perros y
gatos son llevados con sus mejores galas, los cotorros en sus jaulas y hasta las vacas, las cabras y los
burros con sus coronas de flores en el cuello. Después de la misa el Sacerdote sale al atrio de la Iglesia a
bendecir a los animalitos. Muy bonita Tradición que como muchas otras ya están quedando en el olvido.
         ¡ Felicidades a quién aún las lleve a cabo.¡ San Antonio Abad fue uno de los primeros fundadores de
los monasterios nació en Egipto en el año 251 abrazó la vida religiosa muy joven a los veinte años a la
muerte de sus padres repartió su fortuna entre los pobres llevó una disciplina austera, y sus biógrafos
cuentan que tenia por costumbre bendecir a los animales y a las plantas, su imagen es representada con
un báculo en forma de cruz, y un cochinito con una campanita atada al cuello. Su biografía las tentaciones
de San Antonio Abad son bastante interesantes.
17 de enero

  San Antonio
 Abad
Conocemos la vida del abad Antonio, cuyo nombre significa
"floreciente"  y al que la tradición llama el Grande, principalmente a
través de la biografía redactada por su discípulo y admirador, san
Atanasio, a fines del siglo IV.
Este escrito, fiel a los estilos literarios de la época y ateniéndose a
las concepciones entonces vigentes acerca de la espiritualidad,
subraya en la vida de Antonio -más allá de los datos maravillosos-
la permanente entrega a Dios en un género de consagración del
cual él no es históricamente el primero, pero sí el prototipo, y esto
no sólo por la inmensa influencia de la obrita de Atanasio.
En su juventud, Antonio, que era egipcio e hijo de acaudalados
campesinos, se sintió conmovido por las palabras de Jesús, que le
llegaron en el marco de una celebración eucarística: "Si quieres ser
perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres...".
Así lo hizo el rico heredero, reservando sólo parte para una
hermana, a la que entregó, parece, al cuidado de unas vírgenes
consagradas.
Llevó inicialmente vida apartada en su propia aldea, pero pronto se
marchó al desierto, adiestrándose en las prácticas eremíticas  junto
a un cierto Pablo, anciano experto en la vida solitaria.
En su busca de soledad y persiguiendo el desarrollo de su  experiencia, llegó a fijar su residencia entre
unas antiguas tumbas. ¿Por qué esta elección?. Era un gesto profético, liberador. Los hombres de su
tiempo -como los de nuestros días - temían desmesuradamente a los cementerios, que creían poblados
de demonios. La presencia de Antonio entre los abandonados sepulcros era un claro mentís a tales
supersticiones y proclamaba, a su manera, el triunfo de la resurrección. Todo -aún los lugares que más
espantan a la naturaleza humana - es de Dios, que en Cristo lo ha redimido todo; la fe descubre siempre
nuevas fronteras donde extender la salvación.
Pronto la fama de su ascetismo se propagó y se le unieron muchos fervorosos imitadores, a los que
organizó en comunidades de oración y trabajo. Dejando sin embargo esta exitosa obra, se retiró  a una
soledad más estricta en pos de una caravana de beduinos que se internaba en el desierto.
No sin nuevos esfuerzos y desprendimientos personales, alcanzó la cumbre de sus dones carismáticos,
logrando conciliar el ideal de la vida solitaria con la dirección de un monasterio cercano, e incluso viajando
a Alejandría para terciar en las interminables controversias arriano-católicas que signaron su siglo.
Sobre todo, Antonio, fue padre de monjes, demostrando en sí mismo la fecundidad del Espíritu. Una
multisecular colección de anécdotas, conocidas como "apotegmas" o breves ocurrencias que nos ha
legado la tradición, lo revela poseedor de una espiritualidad incisiva, casi intuitiva, pero siempre genial,
desnuda como el desierto que es su marco y sobre todo implacablemente fiel a la sustancia de la
revelación evangélica. Se conservan algunas de sus cartas, cuyas ideas principales confirman las que
Atanasio le atribuye en su "Vida".
Antonio murió muy anciano, hace el año 356, en las laderas del monte Colzim, próximo al mar Rojo; al
ignorarse la fecha de su nacimiento, se le ha adjudicado una improbable longevidad, aunque ciertamente
alcanzó una edad muy avanzada.
La figura del abad delineó casi definitivamente el ideal monástico que perseguirían muchos fieles de los
primeros siglos.
No siendo hombre de estudios, no obstante, demostró con su vida lo esencial de la vida monástica, que
intenta ser precisamente una esencialización de la práctica cristiana: una vida bautismal despojada de
cualquier aditamento.
Para nosotros, Antonio encierra un mensaje aún válido y actualísimo: el monacato del desierto continúa
siendo un desafío: el del seguimiento extremo de Cristo, el de la confianza irrestricta en el poder del
Espíritu de Dios.
Antonio Abad, San

(Llamado el Ermitaño; Qeman, actual Egipto, 251-Monte Golzim, 356) Ermitaño y fundador
de varias órdenes monásticas cristianas. Labrador hacendado de Beni-Suef, siendo muy
joven decidió donar todas sus posesiones a los menesterosos y retirarse al desierto de la
Tebaida, donde fundó, en Pispir y Arsínoe, los primeros monasterios conocidos, y llevó a
cabo una vasta labor de evangelización. Muchos cristianos se unieron a él en el desierto, y
tras dedicarse durante años al gobierno de sus monasterios, volvió a la vida contemplativa.
Durante los primeros quince años de su estancia en el desierto se vio asediado por visiones y
tentaciones que pasarían a la tradición cristiana medieval y se convertirían en un tema
iconográfico muy frecuente. Su fama e influencia en vida fueron notables; en el año 354 se
trasladó a Alejandría para combatir a los arrianos, y allí entabló amistad con san Atanasio,
quien escribiría más adelante su biografía. Se le atribuyen siete Cartas y una Regla y
sermones.
ANTONIO

Es un nombre romano, que aparece aislado, sin familia léxica, ni en latín ni en


griego; por lo que hay que deducir que no se generó en la lengua latina, sino que
es un préstamo exterior, quizá del etrusco y que por tanto su auténtico significado
nos estaría casi vedado para siempre. Pero éste es justamente un nombre al que
dan suficiente significado los grandes Antonios que en la historia han sido. Este
nombre tiene variantes, tales como Tonio, Toño, Tonete, Antón.

San Antonio Abad (251-356), llamado también el Ermitaño es el más insigne de


los fundadores de la vida monástica en Egipto. En su juventud fue un rico
hacendado labrador; pero, a los veinte años distribuyó sus bienes entre los pobres
y se retiró a los desiertos de la Tebaida. Son famosas las tentaciones de todas
clases con que Satanás quiso apartarle de la vida eremítica. La lucha fue muy dura,
pero salió vencedor. Fue tal su fama de santidad, que incesantemente acudían a él
hombres de toda condición atraídos por la vida eremítica, que construían sus celdas
alrededor de la de Antonio el Ermitaño. Esto le obligó a edificar ya auténticos
monasterios ( / monastérion es palabra griega derivada de  /
mónos, que significa "solo") en los que construyó las celdas individuales en torno a
un claustro, más la iglesia y otras dependencias comunes. Fueron muchos los
monasterios que tuvo que fundar. Escribió asimismo las Reglas por las que habían
de regirse las "comunidades" de monjes (obsérvese que sintetizó en una misma
institución la soledad y la comunidad) y puso al frente de cada comunidad un
"abad", palabra tomada del Evangelio y que significa "padre", porque entendía que
el que gobernase el monasterio tenía que ser un padre para todos los que en él
habitaban. Él fue el primer "Abad". En el siglo IV san Atanasio redactó su biografía.
Celebramos su fiesta el 17 de enero.
San Antonio Abad (251-356), llamado también el Ermitaño es el más insigne de los
fundadores de la vida monástica en Egipto. En su juventud fue un rico hacendado
labrador; pero, a los veinte años distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró a los
desiertos de la Tebaida. Son famosas las tentaciones de todas clases con que Satanás
quiso apartarle de la vida eremítica. La lucha fue muy dura, pero salió vencedor. Fue tal su
fama de santidad, que incesantemente acudían a él hombres de toda condición atraídos
por la vida eremítica, que construían sus celdas alrededor de la de Antonio el Ermitaño.
Esto le obligó a edificar ya auténticos monasterios (monasthrion / monastérion es palabra
griega derivada de monoV / mónos, que significa "solo") en los que construyó las celdas
individuales en torno a un claustro, más la iglesia y otras dependencias comunes. Fueron
muchos los monasterios que tuvo que fundar. Escribió asimismo las Reglas por las que
habían de regirse las "comunidades" de monjes (obsérvese que sintetizó en una misma
institución la soledad y la comunidad) y puso al frente de cada comunidad un "abad",
palabra tomada del Evangelio y que significa "padre", porque entendía que el que
gobernase el monasterio tenía que ser un padre para todos los que en él habitaban. Él fue
el primer "Abad". En el siglo IV san Atanasio redactó su biografía. Celebramos su fiesta el
17 de enero.
17 de Enero San Antonio Abad.
El nombre de Antonio puede significar: "Fluoresciente" (de "Antos", flor) o "Invencible" (de "Anteos",
el que se enfrenta victorioso a los enemigos). La vida de este santo la escribió San Atanasio, su
gran amigo.

San Antonio Abad murió el 17 de enero del año 356. Había nacido en Egipto en el 251.

Se le llama "Abad" que significaba "padre", porque él fue el padre o fundador de los monasterios de
monjes.

De pequeño no le enseñaron a leer ni escribir, pero sí lo supieron educar cristianamente.

A los veinte años quedó huérfano de padre y madre, y al entrar a una iglesia oyó leer aquellas
palabras de Jesús: "Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes, y dalo a los pobres". Se fue
entonces y vendió las 300 fanegadas de buenas tierras que sus padres le habían dejado en
herencia, y repartió el dinero a los necesitados. Lo mismo hizo con sus casas y mobiliarios. Sólo
dejó una pequeña cantidad para vivir él y su hermana.

Pero luego oyó leer en un templo aquella frase de Cristo: "No os preocupéis por el día de mañana",
y vendió el resto de los bienes que le quedaban, y asegurando en un convento de monjas la
educación y el futuro de su hermana, repartió todo lo demás entre la gente más pobre, y él se quedó
en absoluta pobreza, confiado sólo en Dios. Se retiró a las afueras de la ciudad a vivir en soledad y
oración. Vivía cerca de algunos monjes que habitaban por allí, y de ellos fue aprendiendo a orar y a
meditar. Le enseñaron a leer y su memoria era tal que lo que leía lo aprendía de memoria. Esto le
va a servir mucho para el futuro, cuando no tendrá libros para leer, pero sí recordará
maravillosamente lo leído anteriormente.

Recordando la frase de San Pablo: "El que no trabaja que no coma" (2 Tes, 3,10) aprendió a tejer
canastos, y con el trabajo de sus manos conseguía su sustento y aún le quedaba para ayudar a los
pobres.

Su fervor era tan grande que de pronto oía hablar de algún monje o ermitaño muy santo, y se iba
hacia donde él a escucharle sus consejos y tratar de aprender cómo se llega a la santidad. Y así
pronto fue también él un ermitaño admirablemente santo.

Pero el demonio empezó a traerle temibles tentaciones. Le presentaba en la mente todo el gran bien
que él podría haber hecho si en vez de repartir sus riquezas a los pobres las hubiera conservado
para extender la religión. Y le mostraba lo antipática y fea que sería su futura vida de monje
ermitaño. Trataba de que se sintiera descontento de la vocación a la cual Dios lo había llamado.
Como no lograba desanimarlo, entonces el demonio le trajo las más desesperantes tentaciones
contra la pureza. Le presentaba en la imaginación toda clase de imágenes impuras. Pero él
recordando aquella frase de Jesús: "Vigilad y orad para no caer en la tentación", "Ciertos malos
espíritus no se alejan sino con ayuno y oración", se puso a vigilar sus sentidos: ojos, oídos, etc.,
para que ninguna mala imagen o atracción lo sedujeran. Y luego empezó a orar mucho y a ayunar
fuertemente.

Pasaba muchas horas del día y de la noche orando. No comía ni bebía nada jamás antes de que se
ocultara el sol. Y su alimento era un poco de pan o de dátiles, un poco de sal, y agua de una
cisterna.

Un día el demonio enfurecido porque no lograba vencerlo le dio un golpe tan violento que el santo
quedó como muerto. Vino un amigo y creyéndolo ya cadáver se lo llevó a enterrar, pero cuando ya
estaban disponiendo los funerales, él recobró el sentido y se volvió a su choza a orar y meditar. Allí
le dijo a Nuestro Señor: ¿Adónde te habías ido mi buen Dios cuando el enemigo me atacaba tan
duramente? Y una voz del cielo le respondió: "Yo estaba presenciando tus combates y
concediéndote fuerzas para resistir. Yo te protegeré siempre y en todas partes".
A los 35 años de edad siente una voz interior que lo invita a dedicarse a la soledad absoluta. Hasta
entonces había vivido en una celda, no muy lejos de la ciudad y cerca de otros ascetas. La palabra
"asceta" significa "el que lucha por dominarse a sí mismo". La gente llamaba ascetas a los cristianos
fervorosos que se dedicaban con la oración, el sacrificio y la meditación a conseguir la santidad.
Cerca de un grupo de ellos había vivido ya varios años Antonio y había aprendido cuanto ellos
podían enseñarle para ser santo. Ahora se sentía capaz de alejarse a tratar de entenderse a solas
con Dios.

Se fue lejos al otro lado del río Nilo. Encontró un cementerio abandonado y allí se quedó a vivir. Las
gentes antiguas creían que las almas en penas venían a espantar en los cementerios. Para
convencerse de que tal creencia era cuento y mentiras, se quedó a vivir en aquel cementerio y
ningún alma de difunto vino a espantarlo. Aquel terreno estaba infestado de serpientes venenosas.
Les dio una bendición y ellas se alejaron. Solamente un amigo suyo venía muy de vez en cuando a
traerle un poco de pan. Levantó un muro para hacer el sacrificio de no ver a nadie, y hasta el que le
traía el pan tenía que lanzárselo por encima del muro. Muchas gentes venían a consultarlo y les
hablaba a través del muro.

Pero la fama de que sus consejos hacían mucho bien se extendió tanto que al fin los peregrinos no
pudieron contenerse y derribaron aquella pared. Allí estaba Antonio que desde hacía 20 años no
veía rostro humano alguno, y no comía carne, y sólo se alimentaba de un poco de pan y un poco de
agua cada día. Pero en su rostro no se notaba ningún mal efecto de estos sacrificios, sino que
aparecía amable y lleno de alegría.

A los 55 años, para satisfacer la petición de muchos hombres que le pedían les ayudara a vivir vida
de ermitaños como él, organizó una serie de chozas individuales, donde se practicaba una pobreza
heroica. En cada una de estas chozas vivía un ermitaño dedicado a orar, a trabajar y a hacer
sacrificios. Constantemente se oían cantar por allí las alabanzas de Dios.

Antonio los fue formando en la santidad con sus sabios consejos. San Atanasio narra que les
aconsejaba lo siguiente: "No vivir tan preocupados por el cuerpo sino por la salvación del alma.
Cada mañana pensar que éste puede ser el último día de nuestra vida, y vivir tan santamente como
si en verdad lo fuera. Ejecutar cada acción como si fuera la última de la vida. Recordar que los
enemigos del alma son vencidos con la oración, la mortificación, la humildad y las buenas obras y se
alejan cuando hacemos bien la señal de la cruz. Les contaba que muchas veces había hecho salir
huyendo al demonio con sólo pronunciar con toda fe el santo nombre de Jesús. Les decía que para
combatir la impureza hay que pensar frecuentemente en lo que nos espera al final de la vida:
Muerte, Juicio, Infierno o Gloria. Les insistía que se esforzaran por llegar a ser mansos y amables;
que no buscaran ser alabados o muy estimados; que lo que obtuvieran con el trabajo de sus manos
(se dedicaban a tejer esteras y canastos) lo dedicaran a los pobres y que su preocupación fuera
siempre ir apreciando y amando cada día más a Jesucristo. Así con San Antonio nació en la Iglesia
la primera comunidad de religiosos.

Cuando estalló la persecución contra los cristianos, el santo se fue con algunos de sus monjes a la
ciudad de Alejandría a animar a los cristianos para que prefirieran perder todos sus bienes y hasta la
misma vida con tal de no renegar de Cristo y de su santa religión. Los paganos no se atrevieron a
hacerle daño porque la gente lo veneraba como un hombre de Dios. "Ahí va el santo", exclamaban
hasta los paganos al verlo pasar.

Luego se fue a vivir más lejos todavía y duró 18 años sin ver a nadie, sólo meditando, haciendo
penitencias y hablando con Dios. En los terribilísimos calores del desierto (44 grados) hizo el
sacrificio de no bañarse ni una vez, ni cambiarse de ropa. Era un sacrificio tremendo para esos
calores sofocantes. No bebía ni una gota de agua antes de que se ocultara el sol.

Pero apareció luego una terrible herejía que decía que Cristo no era Dios. La propagaba un tal Arrio.
San Antonio contempló en una visión que el mundo se llenaba de serpientes venenosas, y oyó una
voz que decía: "Son los que niegan que Jesucristo es Dios". Inmediatamente hizo expulsar de sus
monasterios a todos los arrianos que negaban la Divinidad de Jesucristo y se fue otra vez a
Alejandría a apoyar a San Atanasio que era el gran orador que atacaba a los arrianos. Allá San
Antonio hizo milagros portentosos para probar que Cristo sí es Dios.

Al famoso sabio Dídimo el ciego le dijo que no entristeciera por ser ciego, sino que se alegrara
porque con la fe podía ver a Dios en su alma.

Los últimos años de su vida era muy visitado por peregrinos que iban a pedirle consejos. El hacía
que sus monjes más santos y más sabios los aconsejaran y luego reuniendo al atardecer a todos los
peregrinos les hacía algún pequeño sermón.

Murió de más de cien años pero conservaba buena la vista y el cerebro. Y aparecía siempre tan
alegre y amable, que cuando llegaba un peregrino y preguntaba por él, le decían: "Busque entre los
monjes, y el más alegre de todos, ese es Antonio". Y aunque el peregrino jamás lo había visto antes
en su vida, pasaba por entre los monjes y al ver a uno más amable y risueño y alegre que los
demás, preguntaba: ¿Es este Antonio? Y le respondían que sí era él.

Antes de morir hizo jurar a sus discípulos que no contarían dónde estaba enterrado, para que las
gentes no tuvieran el peligro de dedicarse a rendirle cultos desproporcionados.

Los antiguos le tenían mucha fe para que alejara de sus campos las pestes que atacan a los
animales. Por ese lo pintan con un cerdo, un perro y un gallo. Había también la costumbre de que
varios campesinos engordaban entre todos cada año un cerdo y el día de San Antonio, el 17 de
enero, lo mataban y lo repartían entre los pobres.

Oración: Dios Padre Misericordioso: Tú que le concediste a San Antonio Abad la gracia de saber
dominarse tan perfectamente a sí mismo y dedicar su vida a la oración y a hacer el bien a los
demás, haz que también nosotros, con tu ayuda y protección no busquemos darle gusto a nuestro
egoísmo sino que dediquemos nuestra vida a amar a nuestro Dios y a servir a nuestros prójimos.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.
Nació San Antonio Abad, el padre de los monjes, en Coma, hacia el año 250. Al fallecer sus padres, distribuyó todos sus bienes
entre los pobres, y se retiró a un lugar solitario para emprender una vida de anacoreta hasta su muerte, la cual se fija según la
tradición litúrgico el 17 de enero, fecha ésta en la que se celebra su festividad. Según la leyenda, su tumba fue descubierta el ata
565 y su cuerpo llevado a Alejandría y luego a Constantinopla (635).

El gran obispo San Atanasio, su primer biógrafa, nos presenta a Antonio en la biografía que le consagró, escrita alrededor del ato
360, como una persona extremadamente sencilla, pero, al mismo tiempo, agudo y perspicaz adversario en las controversias con
los herejes, y como un labrador egipcio de origen modesto y prácticamente iletrado; con ello, el monacato va a reafirmar, como
hará más tarde el franciscanismo en el siglo XIII, esa primacía de las almas sencillas que constituye uno de los aspectos
esenciales del mensaje evangélico, frente al orgullo de los Intelectuales, recientemente convertidos, que trasladaban al interior
del cristianismo la tradición aristocrática de sus maestros paganos.

Es Antonio el iniciador de un amplio movimiento espiritual que se extendió rápidamente por todo Egipto, y después de su muerte
por todo el mundo cristiana, Se le consideró el abad, es decir, el padre de los ermitaños; y su doctrina se puede resumir en estas
palabras: «Aquel que permanezca en la soledad y el sosiego, se verá librado de tres batallas: la de oír, la de hablar, y la de ver, y
únicamente en una lucha se encontrará envuelto: la del corazón». Las normas que estableció Antonio para sus monasterios
ofrecen múltiples analogías con la regla de la orden benedictina, sobre la cual ejercieron una gran influencia.

El culto popular a San Antonio Abad es hoy día uno de los más difundidos y su festividad ha dado en algunos pueblos, como es
el caso de Cuevas del Almanzora, a una manifestación muy peculiar y pintoresca, comenzando los festejos el día 16 de enero. El
pruebo enjalbegado, bajo el tibio sol de enero, reluce sobre la aridez de sus tierras yermas, para acoger con júbilo, la alegría y el
entusiasmo de los agricultores, anfitriones de esta gran fiesta de San Antón, bajo cuya protección se hallan.
San Antonio Abad
Patrón de los animales

Este es uno de los simpáticos santos del santoral de la Iglesia: nuestro amigo Antonio Abad, en
Catalunya también le llaman "Sant Antoni del Porquet " (San Antonio del Cerdito), porque siempre
se le representa al lado de un cerdo. San Antonio Abad es el gran protector de los animales
domésticos y de granja y también, como veréis, el primer fundador de la vida monacal. 

Los primeros años. Para empezar a hablar de San Antonio Abad, nos tenemos que trasladar a
Egipto, cerca del Nilo y en el sur de la ciudad de Menfis, en un pequeño poblado llamado Queman,
la actual Quaeman-el-Arous, allá por la segunda mitad del siglo III. A los 18 años
aproximadamente, sus padres mueren y le dejan una gran herencia y la tutela de una hermana
mucho más pequeña que él. Seis meses después de quedarse huérfano, Antonio entró en la
iglesia de su pueblo y escuchó del sacerdote aquellas palabras del Evangelio que recitó Jesús:
"Ve, vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme". Estas palabras conmocionaron a Antonio
que dejó parte de sus tierras y posesiones a los más pobres, y la otra parte a una familia para que
cuidaran de su hermana. A imitación de los ascetas, nuestro personaje se unió a un grupo de
personas que estaban a unos kilómetros de Queman. Recuerda amigo/a cibernauta que los
ascetas son aquellas personas que se imponen una vida austera y solitaria para conseguir la
perfección y que renuncian a los placeres de la vida exterior.

En busca de la soledad. Pronto empezó la fama de San Antonio Abad por su interés en conocer las
enseñanzas de aquel grupo de ascetas que estaban en las afueras de Quemán. Durante este
primer tiempo, Antonio ya sufrió las tentaciones del mal que combatió con el ayuno y la oración.
Come una vez al día, se pasa muchas horas de la noche rezando y siente la más profunda llamada
a la soledad. Pero... dicha soledad era imposible, ya que con él convivían otras personas, por lo
que al cabo de unos años decidió trasladarse al desierto. Allí encontró una cueva para residir en la
más perfecta intimidad y soledad. Solamente mantuvo contacto en su primeros tiempos con un
hombre que le traía comida cuando era estrictamente necesaria. Su forma de vida indujo a que
muchas personas le fueran a ver, por lo que nuevamente nuestro amigo se encontró que la
soledad que él buscaba le era imposible. De nuevo emigró a otro sitio más solitario, esta vez en
Pispir, cerca de la actual ciudad de Luxor (antigua Tebas). Se instaló en un edificio arruinado,
restos de una antigua fortaleza, decidiendo construir un muro para aislarse completamente del
mundo exterior. Cuenta la historia, que en los primeros años tampoco habló con la persona que le
arrojaba el pan por encima de dicho muro!. Nuestro amigo tenía en aquella época 35 años y corría
el año 285 aproximadamente.

Consejero espiritual. En Pispir San Antonio Abad pasó 20 años sin interrupción. Aunque su idea
era estar libre del mundo exterior, él mismo se dio cuenta que esto le sería imposible, ya que
constantemente, y gracias a la fama que había adquirido, muchas personas subían a la montaña
para explicarle sus dudas y problemas. Antonio decidió finalmente escucharlos y decidió con la
ayuda de sus "fans" derribar el muro que él mismo había construido, convirtiéndose en un
consejero espiritual. Durante 20 años Antonio dio alientos y esperanzas a todos los egipcios que
se acercaban y muy pronto aquel monte se llenó de jóvenes ascetas que querían vivir como él.
Nacía una primera comunidad de personas que querían vivir en común las enseñanzas de San
Antonio Abad basadas en el Evangelio, lo que hoy conocemos como una comunidad religiosa o
monástica. De esta etapa nacieron las tradiciones basadas en curaciones de enfermos y muchos
otros milagros atribuidos a nuestro santo. Uno de sus discípulos fue San Atanasio, que en forma
de discurso escribió: "Antonio enseñaba que la meditación fortalece el alma contra las pasiones y
el mal, contra la impureza. Si viviésemos como si hubiésemos de morir cada día, no fallaríamos
nunca. Para luchar contra el mal son infalibles la fe, la oración, el ayuno de los ascteas, sus
vigilias y oraciones, la paz interior, el desprecio de las riquezas y de las glorias vanas del mundo,
la humildad, el amor a los pobres, las limosnas, la suavidad de costumbres y, sobre todo, el
ardiente amor a Cristo".

En el monasterio de Deir-el-Arab. En el año 311, cuando el emperador Maximino entró en


Alejandría para perseguir a los cristianos, Antonio se presentó en la ciudad para estar al lado del
pueblo y compartir con ellos aquellos difíciles momentos. Nuestro santo volvió a Pispir totalmente
conmovido y aumentó su ascetismo, multiplicando los ayunos, durmiendo en el suelo... Pronto
decidió trasladarse a otra parte para fundar otro monasterio. Invitó a un grupo de sus monjes a
acompañarle y ordenó al otro grupo restante que se quedaran en Pispir para continuar la
evangelización. Se trasladaron al monte Qolzoum, cerca del Mar Rojo. Allí encontraron un pequeño
oasis y tierra para el labriego. Antonio decidió fundar en este lugar el monasterio de Deir-el-Arab.
Los monjes siguieron llevando una vida ascética, pero al mismo tiempo orientaban a los
peregrinos que se acercaban y los alimentaban con los productos de la tierra que ellos mismos
trabajaban. La fama de San Antonio Abad, a pesar de que en aquellos momentos no existía ni
televisión por satélite ni tampoco internet, llegó a todo el mundo oriental. Nuestro santo, aunque
vivía en Deir-el-Arab, se retiró muchas veces al desierto durante varios días para estar más de
cerca la soledad y en diferentes ocasiones visitó a su comunidad de Pispir para seguir enseñando
a sus monjes.

Contra el Arrianismo. El monasterio de Deir-el-Arab sirvió también para acoger a muchos filósofos
y pensadores cristianos que se acercaban para escuchar las enseñanzas de San Antonio. Nuestro
santo fue un gran luchador contra los pensamientos de Alejandro Ario, que en aquellos momentos
estaban de "moda". Recuerda que el Arrianismo era una corriente teológica que sostenía que
Jesucristo no tenía parte divina, sino solamente humana. Según Alejandro Ario, Jesús era un
semi-dios, pero no Dios. Dicha teoría fue rechazada en el Concilio de Nicea celebrado en el 325
que declaró que Jesús "es el Hijo de Dios y de la misma naturaleza que el Padre".
En el 355 San Antonio Abad decidió trasladarse a Alejandría para visitar a su discípulo Atanasio y
luchar juntos contra el Arrianismo. Los dos impartieron conferencias en diferentes puntos de la
ciudad y pueblos cercanos. Pero sólo lo pudieron hacer durante un año justo, ya que nuestro
amigo Antonio fallecería el 17 de enero del 356.

Patronazgos y protecciones. San Antonio es por excelencia el patrón de los animales, tema que
abordo en el próximo apartado, pero no olvidemos que lo es también de los cesteros y cepilleros,
y que lo fue de los leprosos y que se le puede pedir auxilio contra las enfermedades cutáneas.
Dice la tradición, que San Antonio, en sus pocas horas de tiempo libre se dedicaba a hacer cestas
con cañas de juncos, por eso le invocan los cesteros. También se cuenta que durante la vida
ascética, se cepillaba la ropa con unos cepillos que él mismo había elaborado a partir de cañas.
Por esta razón lo invocan los cepilleros. Aunque nunca se cortó el pelo ni la barba, un poco
presumidito si que lo fue, ya que siempre hacía uso de los cepillos para arreglarse el pelo.

Protector de los animales. En las estampas siempre se representa a Antonio Abad acompañado de
animales domésticos, tal y como puedes ver en la foto que hay al principio de esta página:
gallinas, burros, ovejas ... Y en las iglesias que veneran a este santo, encontramos su imagen al
lado de un cerdito. Y es que ... Antonio fue un gran admirador de los animales, luchó por su
protección en todo momento y sintió una gran pasión por ellos. Tal y como has leído, él se pasó
toda su vida solitaria en el desierto donde tuvo que convivir con todo tipo de reptiles e insectos.
Cuenta la tradición que le fue fácil familiarizarse con ellos y que no tuvo ningún tipo de problema.
Cuando veía que un animal estaba herido lo curaba y se cuenta que llegó incluso a sacarle a un
león la espina que tenía en una de sus garras.

Gracias al aprecio que sintió el santo, en muchas iglesias el domingo antes o después del 17 de
enero (onomástica de San Antonio Abad) se bendicen a los animales. Dicha bendición se realiza
fuera del templo con la presencia de periquitos, perros, gatos, hamsters, tortugas, caballos,
ovejas, vacas y otros animales que han sido llevados por sus dueños. Esta tradición sigue viva en
muchos sitios, pero últimamente hay sacerdotes que lo han dejado de hacer, posiblemente por su
poca sensibilidad por los animales, o porque creen que dicha costumbre pertenece al pasado y
que es una tradición anticuada y poco progresista. A todos ellos va esta pregunta: ¿Que hubiera
sido del niño Jesús si en el establo no hubiera tenido a su lado al buey y a la mula que le dieron
calor? Por el contrario, también cabe decir que muchas veces se hacen grandes desfiles de
caballos por los pueblos durante dicha festividad y luego se dirigen a la iglesia para la bendición,
cuando lo único que buscan algunas de estas personas es sacar a relucir su caballo para
presumir. Y es que ... de todo hay en la viña del Señor! Te recuerdo amigo/a cibernauta que en El
Ángel de la Web hay un apartado especial dedicado a la protección de los animales y la naturaleza.
Pulsa aquí para visitarlo. Por cierto, hay muchas personas que creen que es San Francisco de Asís
el protector de los animales, aunque también se le puede pedir auxilio, cabe mencionar que San
Francisco de Asís es el patrón de la naturaleza y de la ecología.

Oración a San Antonio Abad para la protección de los animales.


Señor, te ruego que por intercesión de San Antonio Abad, tengas piedad de los hombres, que por
ignorancia maltratan a los animales. Enséñales a que los amen como criaturas tuyas. Señor, ten
piedad de los animales domésticos, que muy a menudo son entregados sin defensa alguna a la
indiferencia y a la crueldad humana. No los dejes solos con sus penas. Señor Dios, ten piedad de
los animales como el león, el tigre, el mono, el elefante y de otras especies que son capturados para
ser llevados en circos o en zoos. Dales a todos ellos un refugio seguro en su hábitat. Señor, ten
piedad de los animales de granja que crecen dentro de inhóspitos habitáculos, así como de aquellos
animales que en los mataderos son sacrificados sin anestesia. Acógelos con su dolor. Señor, ten
piedad de los animales de experimentación. Haz que cesen estas prácticas y sálvalos de su
sufrimiento. Señor, tu que infundiste en San Antonio Abad un gran amor a la pobreza y al respeto de
los animales, ten piedad de todos los animales que sufren y haz una sociedad más justa basada en
el amor y la paz de todos los hombres. Amén.

Oración al Señor por mi perro (también es válida con cualquier otro


animal doméstico)
Oh Señor, que suscitaste en San Antonio Abad la estima hacia los animales, haz que imite su
ejemplo con mi perro y lo considere como uno más de la familia y que nunca lo abandone.
Concédeme el don de la alegría espiritual y haz que el amor que cada deposita mi perro hacia mi, me
sirva también para ser más honesto con el y con las demás personas de mi sociedad para hacer un
mundo más justo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

El ejemplo de Antonio Abad. Nuestro santo nos puede servir muy bien de ejemplo. No se trata
amigo/a que dejes tu casa, tus amigos y amigas, tu novio/a (pobrecito/a!) y te vayas al desierto a
ayunar y a rezar. No!, tranquilo/a. Que ya se que te gusta mucho navegar por internet, tumbarte en
el sofá y estar bien cómodo. No se trata de esto, porque de San Antonio Abad sólo ha habido uno,
e imitarle de la forma que lo hizo es muy complicado. Imagínate estar en una cueva en pleno mes
de enero!, con el frío que hace! Tenemos que buscar nuestro desierto en nosotros mismos, o sea
rechazar totalmente aquello que nos estorba. Ponte a pensar ahora mismo en lo siguiente: el 17 de
enero es la fiesta de San Antonio, fíjate casi una semana después de las fiestas navideñas. Párate
a pensar en lo siguiente: cuántas cosas has comprado por Navidad que ahora no te sirven para
nada, cuántas cosas has regalado que no han usado ... Estamos marcados por una sociedad de
consumo cada vez más alarmante. Se da la curiosidad que muchos jóvenes y no tan jóvenes, los
sábados por la tarde, en vez de pasear por su ciudad o de hacer una excursión por la montaña,
quedan para pasear en un Centro Comercial!, que pasada!. Nuestro desierto está en rechazar
aquello que no nos sirve para nada: ¿cuantas horas pasas delante del televisor viendo programas
sin interés?, ¿sabes que este mismo tiempo lo puedes utilizar para leer un buen libro, para estar
con tus familiares, con los que te rodean, para ver un acto cultural ...? Rechaza también tu mal
carácter (si es que tienes!) y reconcíliate con aquellas personas que por culpa de una discusión ya
no te hablan. Te recomiendo que te hagas una lista de aquello que no te sirve y que te quedes con
lo más útil. Verás que en tu desierto vivirás mejor! También y siguiendo el respeto a los animales
que infundió San Antonio, sería bueno que dejarás de comprar productos que experimentan con
animales y lo más importante, no comprar nunca abrigos de piel.
San Antonio Abad el Ermitaño (Qeman, 251-en el monte Golzim, 356) Fue uno de
los fundadores de la vida monástica. Labrador hacendado de Beni-Suef, en Egipto,
hacia los veinte años distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró al desierto de
la Tebaida, seguido por otros muchos. Fundó monasterios, cuyo gobierno ejerció.
Durante los primeros 15 años de su vida eremítica, fue asediado por visiones y por
tentaciones. Se le atribuyen siete Cartas, una Regla y Sermones. Su biografía fue
escrita en el s. IV por Atanasio.
San Antonio Abad nació en Egipto en el año 251, y murió el 17 de enero del año 356, día en
que celebramos su memoria litúrgica actualmente. Fue el iniciador de un amplio movimiento
espiritual. Se le consideró el Abad, es decir, el padre de los ermitaños, que a partir de
mediados del siglo III abandonan las ciudades, en número cada vez mayor, para retirarse al
desierto, en Egipto o en cualquier otro lugar, buscando un estilo de vida que les permitiera vivir
más radicalmente las exigencias del Evangelio.

Su primera biografía fue escrita por el obispo San Atanasio. En ella, nos cuenta que San
Antonio quedó huérfano de padre y madre a los veinte años, heredando una gran fortuna. Poco
después, al entrar a una iglesia, oyó leer aquellas palabras de Jesús: "Si quieres ser perfecto,
vende lo que tienes, y dáselo a los pobres y luego ven y sígueme". Salió de allí y vendió las
300 fanegadas de buenas tierras que sus padres le habían dejado en herencia, y repartió el
dinero a los necesitados. Lo mismo hizo con sus casas y mobiliarios. Sólo dejó una pequeña
cantidad para vivir él y su hermana.

Pero luego oyó leer en un templo aquella frase del Señor: "No se preocupen por el día de
mañana", y vendió el resto de los bienes que le quedaban. Aseguró en un convento de monjas
la educación y el futuro de su hermana y repartió todo lo demás entre la gente más pobre,
quedando en la más absoluta pobreza, confiado sólo en Dios. Se fue al desierto, donde vivía de
su propio trabajo en completa soledad. Pero su fama de santidad fue creciendo y atrajo a
muchos jóvenes a quienes orientó en este estilo de vida que se constituyó en una especie de
protesta contra una sociedad opulenta que iba perdiendo los valores del Evangelio en medio de
una cultura de la abundancia.

Así como San Antonio, muchos cristianos y cristianas a lo largo de la historia han respondido
con mucha generosidad a las palabras que Jesús le dirigió a este hombre que nos presenta
hoy el evangelio. Tal vez esta es una de las páginas más radicales de la Escritura. Las frases
que Jesús dirige a sus discípulos después de que este hombre "se fue triste, porque era muy
rico", son de una contundencia implacable: "¡Qué difícil va a ser para los ricos entrar en el reino
de Dios! (...) Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una guja, que para un rico entrar
en el reino de Dios". Frases tan exigentes hicieron que los discípulos, asombrados se
preguntaran: "¿Y quién podrá salvarse?" A lo que Jesús respondió "Para los hombres es
imposible, pero no para Dios, porque para él no hay nada imposible".

Este Encuentro con la Palabra nos pude dejar una sensación de frustración. No sé cuántos, al
oír el domingo estas palabras de Jesús, salgan de la Iglesia y vayan a vender todo lo que
tienen para dárselo a los pobres. Supongo que no muchos. Pero no podemos perder de vista
que para Dios no hay nada imposible. Así como San Antonio recibió la fuerza de Dios para dar
este salto que cambió la historia del mundo antiguo, Dios puede mover nuestros corazones
para descubrir la respuesta que podemos darle al Señor en una sociedad como la nuestra.
Dejemos que él tome la iniciativa.
Sí, hijos, los demonios no dejan de manifestar su envidia hacia nosotros: designios malos,
persecuciones solapadas, sutilezas malévolas, acciones depravadas; nos sugieren
pensamientos de blasfemia; siembran infidelidades cotidianas en nuestros corazones;
compartimos la ceguera de su propio corazón, sus ansiedades; hay además los desánimos
cotidianos del nuestro, irritabilidad por todo, maldiciéndonos unos a otros, justificando
nuestras propias acciones y condenando las de los demás.
Son ellos quienes siembran estos pensamientos en nuestro corazón. Ellos quienes, cuando
estamos solos nos inclinan a juzgar al prójimo, incluso si está lejos. Ellos quienes
introducen en nuestro corazón el desprecio, hijo del orgullo. Ellos quienes nos
comunican esa dureza de corazón, ese desprecio mutuo, ese desabrimiento
recíproco, la frialdad en la palabra, las quejas perpetuas, la constante inclinación
a acusar a los demás y nunca a sí mismo.
Decimos: es el prójimo la causa de nuestras penas; y, bajo apariencias sencillas, lo
denigramos cuando sólo en nosotros, en nuestra casa, es donde se encuentra el ladrón.
De ahí las disputas y divisiones entre nosotros, las riñas sin más objeto que hacer
prevalecer nuestra opinión y darnos públicamente la razón. Son también ellos quienes nos
hacen solícitos para llevar a cabo un esfuerzo que nos supera y, antes de tiempo, nos
quitan las ganas de lo que nos convendría y nos sería muy provechoso.
Así nos hacen reír a la hora de llorar, y llorar en el momento de reír...

.............

Si alguien se entrega a Dios de todo corazón, Dios tiene piedad de él y le concede el


Espíritu de conversión. Este Espíritu da testimonio ante él de cada uno de sus pecados
para que ya no vuelva a caer en ellos. A continuación le revela los adversarios que se
levantan ante él y le impiden librarse de ellos, luchando vigorosamente con él para que no
persevere en su conversión. Si a pesar de todo conserva el ánimo y obedece al Espíritu,
que le exhorta a convertirse, el Creador se apresura a tener piedad del trabajo de su
conversión. Y viendo las aflicciones que impone a su cuerpo -oración incesante, ayunos,
súplicas, estudio de la Palabra de Dios, alejamiento del mal, huida del mundo y de sus
obras, humildad y pobreza de corazón, lágrimas y perseverancia en la vida monástica-
viendo, digo, su trabajo y su paciencia, el Dios de misericordia tendrá piedad de él y lo
salvará.

San Antonio Abad


Cartas
El comienzo del monaquismo
a espiritualidad del monaquismo está basada en el contemptus saeculi. Las primeras noticias
que tenemos de esta forma de vida nos las proporcionan San Atanasio y San Jerónimo en
sus escritos sobre los monjes de los desiertos de Egipto. El monacato cristiano nació en la
segunda mitad del siglo III en Egipto como anacoretismo (anacwrein = subir: del poblado
valle del Nilo al desierto). Llevadas por el deseo de observar de modo radical el evangelio,
algunas personas se desprendían de todos sus bienes e incluso abandonaban la comunidad
social a fin de vivir en adelante sólo para Cristo (monacov = el que vive solo [para Cristo]).

En la primera mitad del siglo IV aparece San Antonio Abad (251-356), en los desiertos
de Nitria y Scete (Bajo Egipto). Lleva una vida anacorética de soledad y silencio. En el Alto
Egipto vivía San Pablo de Tebas por aquella misma época.

Después de veinte años de soledad, San Antonio reúne a sus discípulos y se forma la
primera comunidad de anacoretas sin regla. Así aparece la primera forma de vida común.

En el Alto Egipto (Tebaida), San Pacomio (286-346) inaugura la vida cenobítica que es
también una forma de vida común, pero con obediencia a un superior religioso mediante una
"Regla". Los monjes viven en un claustro (casa con celdas para muchos monjes rodeada de
un muro). Al frente del monasterio o cenobio está un abad. A la muerte de San Pacomio
había ya nueve cenobios en la Tebaida con millares de monjes. Había también dos cenobios
de mujeres. La abadesa era María, una hermana de San Pacomio.
San Antonio Abad

17 de Enero

Nació en una población del alto Egipto, al sur de Menfis, el año 251. Antonio se retiró
a la soledad siguiendo el ejemplo de un anciano ermitaño de los alrededores. El
trabajo manual, la oración y la lectura constituyeron en adelante su principal
ocupación. A los 54 años de edad, hacia el año 305, abandonó su celda en la
montaña y fundó un monasterio en Fayo.El monasterio consistía originalmente en
una serie de celdas aisladas, pero no podemos afirmar con certeza que todas las
colonias de ascetas fundadas por san Antonio estaban concebidas de igual manera.
Más tarde, fundó otro monasterio llamado Pispir, cerca del Nilo.

San Antonio exhortaba a sus hermanos a preocuparse lo menos posible por su cuerpo, pero se
guardaba bien de confundir la perfección, que consiste en el amor de Dios, con la mortificación.
Aconsejaba a sus monjes que pensaran cada mañana que tal vez no vivirían hasta el fin del
día, y que ejecutaran cada acción, como si fuera la última de su vida. "El demonio-decía- teme
al ayuno, la oración, la humildad y las buenas obras, y queda reducido a la impotencia ante la
señal de la cruz".

Hacia el año 355, hizo un viaje a Alejandría a petición de los obispos para refutar a los arrianos.
Ahí predicó la consustancialidad del Hijo con el Padre, acusando a los arrianos a confundirse
con los paganos "que adoran y sirven a la creatura más bien que al Creador", ya que hacían
del Hijo de Dios una creatura.

Murió en el año 356, a la edad de 105 años. Parece que en 561, sus restos fueron descubiertos
y trasladados a Alejandría, después a Constantinopla, y finalmente a Vienne de Francia. Las
imagenes representan generalmente a San Antonio con una cruz en forma de T, una
campanita, un cerdo, y a veces un libro. La liturgia bizantina invoca el nombre de San Antonio
en la preparación eucarística, y el rito copto.

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