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SAN JOAQUIN

Y SANTA ANA,
PADRES DE LA
VIRGEN MARIA
Charla del Sacerdote
Grado Octavo
Julio 22 de 2020
SAN JOAQUIN Y SANTA ANA
Datos históricos
La tradición cristiana sabe algo de
los padres de la Virgen María y
abuelos de Jesús, basada en los
testimonios de 4 libros apócrifos
(llamados así porque aunque
trataban temas relacionados con
Jesús, sin embargo quedaron por
fuera de la lista de libros oficiales
del Nuevo Testamento), que son:

 «Proto-Evangelio de Santiago»
(año 150 d.C.)
 «Evangelio de la Natividad de la
Santísima Virgen»
 «Evangelio de Pseudo-Mateo ó
Libro de la natividad de la Santa
Virgen» María
 «La infancia del Salvador"
Historia de los padres de la Madre de Dios
En Nazaret de Galilea vivía una rica y piadosa pareja, Joaquín (nombre que
significa “Dios prepara”) y Ana (nombre que significa “Gracia”). No tenían niños.
Cuando en un día de fiesta Joaquín se presentó a ofrecer sacrificio en el templo
de Jerusalén, fue rechazado por cierto Rubén, bajo el pretexto de que un
hombre sin descendencia era indigno de ser admitido. Tras esto Joaquín,
inclinándose con dolor, no volvió a su hogar, sino que se fue a las montañas 40
días a hacer su ruego a Dios en soledad. También Ana, al saber la razón de la
prolongada ausencia de su marido, clamó al Señor que la liberara de la
maldición de la esterilidad, prometiendo dedicar su niño al servicio de Dios. Sus
oraciones fueron escuchadas; un ángel se le presentó a Ana y dijo: “Ana, el
Señor ha visto tus lágrimas; tu concebirás y darás a luz y el fruto de tu vientre
será bendecido por todo el mundo”. El ángel hizo la misma promesa a Joaquín,
quien volvió con su mujer, quedando ella en embarazo. Se trasladaron a
Jerusalén y allá Ana dio a luz una hija a la que llamó María.
La tradición también señala que tres años después del nacimiento
de la Virgen María, San Joaquín y Santa Ana llevaron a la niña al
templo para consagrarla a Dios; que en dicha ciudad la Virgen fue
criada, y que allí también murieron y fueron enterrados sus padres.
SAN JOAQUIN Y SANTA ANA
Seguimiento de sus restos
La tradición cuenta que en el siglo IV, Santa
Helena mandó construir un templo en el
mismo lugar en el que vivieron San Joaquín y
Santa Ana, y donde nació la Virgen María, el cual
tuvo varios nombres: Santa María "ubi nata est",
Santa María in Probatica, Santa Probatica, y
Santa Ana. Allí sus tumbas fueron honradas
hasta el S. IX, cuando los musulmanes
invadieron Tierra Santa, y la convirtieron en una
escuela.
Respecto a los restos de Santa Ana, la devoción hacia ella era tan grande en la
Iglesia Católica Oriental, que sus restos fueron trasladados de Tierra Santa a la
sede principal de ésta, la Catedral de Santa Sofia en Constantinopla, llegando allí
el 25 de Julio del año 710 d.C. Ya, en el siglo XIII, cruzados y peregrinos de
Oriente separaron sus reliquias y las llevaron a un gran número de iglesias,
siendo las más famosas las de Apt y Douai en Francia, y las de Mainz y Düren
en Alemania, siendo este última el lugar a donde se peregrina para su
venerarlos desde el año 1506, por disposición del papa Julio II.
Sus fiestas litúrgicas
Santa Ana, en la Iglesia Católica Oriental (Ortodoxa, que está compuesta por
Griegos, Sirios, Coptos y Árabes), tuvo su fiesta y oraciones propias desde el
siglo IV. Su fiesta desde que sus restos llegaron a Constantinopla se fijó para el
25 de Julio; más ahora se celebra de manera conjunta con la de San Joaquín el
día 9 de Septiembre; más en la Iglesia Católica Occidental (Latina o Romana), su
veneración se desarrolló mucho más tarde, especialmente gracias al escrito del
siglo XIII de Jacobus de Voragine denominado “Leyenda Dorada” donde
describía la tradición en oriente de la veneración a los padres de la Virgen María.
Desde esto, su fiesta fue introducida en Inglaterra por el papa Urbano VI en
1378, y luego extendida a nivel universal en 1584.
San Joaquín también fue honrado desde antiguo por la Iglesia Oriental, la cual
celebra su fiesta en el día siguiente a la del nacimiento de la Santa Virgen María,
es decir el 9 de Septiembre. La Iglesia Occidental la celebró primero el 16 de
septiembre. luego el 9 de diciembre; posteriormente el papa Julio II la pasó para
el 20 de marzo (1510), el papa Clemente XII la fijó para el domingo después de
la Asunción (1738), y el papa Pío X para el 16 de Agosto (1910). Con la última
renovación litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II (1965), sus fiestas -
que se celebraban por separado,- se unieron y se estableció para el 26 de Julio.
¿De quiénes son Patronos?

Santa Ana es patrona de las mujeres


solteras, amas de casa, las mujeres en
trabajo de parto o que quieren estar
embarazadas, abuelas, educadores y
maestros. También es patrona de los
jinetes a caballo, de ebanistas, de
marineros (como protectora en las
tormentas) y de los mineros. Esto último
se debe a que en la época medieval
surgió la comparación entre María y
Cristo como entre la plata y el oro,
siendo el vientre de Ana la fuente de la
que se extraen estos metales preciosos.
San Joaquín es el santo patrón de los
padres, los abuelos, los casados, los
ebanistas y los fabricantes de lino.
“Los santos Joaquín y Ana forman parte de esa larga cadena que ha transmitido
la fe y el amor de Dios, en el calor de la familia, hasta María que acogió en su
seno al Hijo de Dios y lo dio al mundo, nos los ha dado a nosotros. ¡Qué
precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!”.
(Papa Francisco, en Brasil, en la JMJ 2013)

Ellos fueron dentro de su tiempo y de sus


circunstancias históricas concretas, un «eslabón»
precioso del proyecto de salvación de la
humanidad iniciado por Dios en el Antiguo
Testamento. A través de ellos nos ha llegado la
bendición que un día prometió Dios a Abraham y
a su descendencia, pues a través de su Hija
recibimos al Salvador. San Juan Damasceno dice
que los conocemos por sus frutos: la Virgen María
es el gran fruto que dieron a la humanidad. Ana la
concibió purísima e inmaculada en su seno.
Su importancia para nosotros
San Juan Pablo II enseñaba que San Joaquín y Santa Ana son “una fuente
constante de inspiración en la vida cotidiana, en la vida familiar y social”.
Exhortaba: “Trasmitíos mutuamente, de generación en generación, junto con
la oración, todo el patrimonio de la vida cristiana”.

En el hogar que ellos formaron, la Virgen María


recibió el tesoro de las tradiciones de la Casa de
David que pasaban de una generación a otra. Allí
aprendió Nuestra Señora a dirigirse a nuestro Padre
Dios con inmensa piedad; en este hogar conoció las
profecías referentes a la llegada del Mesías; de ellos
María oyó con inmensa piedad las oraciones que los
hebreos enseñan a sus hijos cuando comienzan a
pronunciar las primeras palabras. ¡Que buenos
maestros serían para la Virgen! De ellos seguramente
aprendió formas de hablar, dichos populares llenos de
sabiduría, que años más tarde ella enseñaría a Jesús, y
que Él a su vez empleó en su predicación.
En la práctica, imitémoslos:
Todos nosotros también, como la Virgen María, gracias a muchos ascendientes,
hemos recibido el incomparable don de la fe y de las buenas costumbres
cristianas, que conservaron con amor y nos trasmitieron como un tesoro.
A la vez, nosotros tenemos el deber de conservar y
defender este patrimonio de la fe en Dios (que lleva más
de 4500 años) y enriquecerlo con el ejercicio de las
virtudes humanas para llevarlo a los de esta generación y
generaciones venideras. Hemos de hacer presente a Dios
en el hogar con esas costumbres cristianas de siempre: la
bendición de la mesa, enseñar las oraciones a los más
pequeños, realizar juntos las oraciones de la noche, orar
en familia el evangelio del día, el rosario y encomendar a
Dios a nuestros difuntos y demás intenciones de la familia,
ir a la Eucaristía. Sería poco natural que no se realizara
en un hogar ninguna práctica de fe en el que todos, o casi
todos, se profesan creyentes. Pidamos hoy a San Joaquín y
a Santa Ana que los hogares cristianos sean lugares donde
fácilmente se encuentre a Dios.
Oremos que intercedan por nosotros

“La misericordia de Jesús es tan grande que no dejará por nada de favorecer
la casa de su gloriosa abuela” (Santa Teresa de Jesús, quien solía poner los
monasterios que fundaba bajo la protección de San José y de Santa Ana)

A los padres de Nuestra, Señora, que son nuestros


Patronos, podemos encomendar nuestras necesidades,
especialmente aquellas que se refieren a la santidad de
nuestros hogares: «Señor Dios de nuestros padres, por
intercesión de San Joaquín y de Santa Ana, ayuda a los
padres a velar especialmente por sus hijos, a quienes has
puesto a su cuidado; y a los hijos a valorar el esfuerzo de
sus padres y abuelos. Enséñanos a crear a nuestro
alrededor un clima humano y sobrenatural en el que sea
más fácil encontrarte a Ti, nuestro fin último y nuestro
tesoro. Enséñanos a amarnos como familia, a protegernos,
porque allí lo tenemos todo y te tenemos a Tí». Amén

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