Está en la página 1de 33

L O S N O V E N T A

L O S N O V E N T A
CULTURA CRÍTICA DE NUESTRO TIEMPO

La teoría social ha sufrido gran-


des cambios en los últimos quince
años, cuyo resultado ha sido la pro-
liferación de distintos enfoques teó-
a teoría
ricos. Tradiciones de pensamiento
anteriormente ignoradas o mal cono-
cidas, como la fenomenología, la
social,
hermenéutica y la teoría crítica, han
adquirido mayor importancia. Ade-
más, se han revitalizado y examina-
hoy
do con renovado interés tradiciones
anteriores, como el interaccionismo
simbólico, el estructuralismo, el
Anthony Ciddens,
post-estructuralismo y el marxismo. Jonathan Turner
A éstas hay que añadir tendencias
más recientes, entre las que se cuen- y otros~ - - .......
tan la etnometodología, la teoría de
la estructuración y la "teoría de la
praxis" . Y, a pesar de la existencia
de esta diversidad de tradiciones y es-
cuelas de pensamiento en la teoría
social, sigue habiendo algo parecido
a una "corriente principal", aunque
no sea muy pujante: el funcionalis-
mo estructural parsoniano.
Con el fin de presentar la varie-
dad de puntos de vista existentes,
Anthony Giddens y J onathan Tur-
ner han reunido un distinguido gru-

-I
po de autores para ofrecer un exa-
men sistemático de los cambios que
se han producido en las dos últimas
décadas, así como una completa pa-
norámica de las tendencias de teoría
social más destacadas en la ac-
tualidad.

01

Ü
Consejo Nacional
para la
Cultura y las Ar tes
AlianzA
EDllORIAL

9
INDICE

LA T EO RÍA SO C IAL, HO Y

Ti1u lo origi nal en in glés: Social Thcory Today

Pr im era edi ció n : 1987

Prim era ed ic ió n en id ioma es pa ño l: 1990 ,


Ali a nza ed i1 or ia l, S.A., iV!adri d
Introdu cción, po r An thony Giddens y Jonathan H . Turner. 9
© 1987, P o lit y Press
La centralidad de los clásicos, por Jeffrey C. Alexander .... 22
© Ed. cast: I 990, A li a nza Edit o ri a l, S .A. , Madri d
El co nductism o y despu és del conductismo, por George C.
D.R . © 199 1, Edit o ri a l Patri a, S .A . el e C. V.
bajo e l sell o de A li an za Edi toria l Homans ..... ... ........... .. ... .. .. ...... ........ .. .. ..... ... .... ....... ....... . 81
Sa n Lo renzo \ 60 , lztapala pa
México , D. F., C P 09860 Interaccioni sm o sim bó lico, por Hans Joas ............... .... .. .... . 112
Pr imera edi ció n en la co lecció n Lo s No ve nta T eoría parsoniana actual : en busca de una nueva síntesis,
C oedició n : Di recc ió n Ge neral de Pub licaciones del
por Richard Münch .... ...... ........ ............. .. .. .. .... .. .. .... .... .. 155
Co nsejo Nacio na l para la C ult ura Y las Art es /
Edi to ria l Pat ria , S.A . de C.V . Teo rizar analítico, por Jonathan H . Turner .. .... .. ........ ...... . . 205
La pr esent ac ió n y di sposición e1_1 con junto El estructuralismo, el post-estructuralismo y la producción
y de cada págin a de LA T EOR IA SOC IAL , H OY ,
so n propi eda d del ed it or. Qu eda estn ctam ent e
de la cultura, por Anthony G iddens .............. .. ........... .. 254
pro hi bid a la re produ cció n pa rcia l o tota l
de esta o b ra por cualqu ier sist ema o método Etno metodología, p or John C. Heritage ........ .... .. ............ .. . 290
electró nico, inc luso el fotocop iado,
sin a ut o ri zació n esc rit a del editor. T eo ría de la estructuración y Praxis social, p o r Ira J. Cohen 351
ISBN 968-39-04 50- 5
Análi~is de los sistemas mundiales, por Immanuel Wallers-
l ~!PR ESO EN \ I ÉX ICO
te1n .... ..... .... .... ... .. .. ... ... ... ..... .. .... ... _..... .... .. ... ..... .. ...... .. ... . 398

7
8 La teoría social, hoy

Análisis de clases, por Ralph Miliband .................... ..... ... ... 418 INTRODUCCION
Teoría crítica, por J\xel Honneth ...................... .... ....... ...... . 445 Anthony Giddens y Jonathan H. Turner

La sociología y el método matemático, por Thomas P. Wil-


son.......... ................ ...... ....... ...... .... .. .. ...... .... ..... ... ..... ..... 489

Indice analítico . ... ... .. .. .. .. .. .. .. ... ... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . ... . ... .. .. .. ... 515

,.

Este libro ofrece una guía sistematlca de las tradiciones y ten-


dencias más importantes en historia social. No consideramos que la
teoría social sea propiedad de una disciplina concreta, pues las cues-
tiones relativas a la vida social y a los productos culturales de la
acción social se extienden a todas las disciplinas científicas y huma-
nísticas. Entre otros problemas, los teóricos de la sociedad abordan
los siguientes temas: el status de las ciencias sociales, especialmente
en relación a la lógica de las ciencias naturales; la naturaleza de las
leyes y generalizaciones que pueden establecerse; la interpretación
de la agencia humana y el modo de distinguirla de los objetos y
acontecimientos naturales; y el carácter o forma de las instituciones
humanas. Naturalmente, un bosquejo tan escueto encubre multitud
de problemas y temas más específicos; toda definición de la teoría
social está abocada a suscitar controversias. Por tanto, el lector que
busque un consenso acerca de las metas de la teoría social se sentirá
decepcionado. Pues esta falta de consenso, como implican muchas
de las contribuciones a este libro, puede ser inherente a la naturaleza
de la ciencia social. En último extremo, la cuestión de si puede habe/
un marco unificado para la teoría social, o siquiera un acuerdo sobre
sus intereses básicos, está ella misma sujeta a discusión . ,
Uno de los motivos que nos han llevado a publicar este volumen
es que cada vez somos más conscientes de los importantes cambios
que se han venido produciendo en la teoría social en años recientes .

9
La centralidad de los clásicos 23

LA CENTRALIDAD DE LOS CLASICOS afirma (p. ej., Skinner: 1969), han de considerarse enteramente desde
un punto de vista histórico. Esta posición historicista respecto a los)
Jeffrey C. Alexander clásicos converge con la empirista en la medida en que ambas se
oponen a que los problemas de la ciencia social contemporánea se
mezclen con la discusión de los textos históricos.
Por tanto, para responder a las preguntas que conciernen a la
relación entre la ciencia social y los clásicos debemos considerar cuál
es exactamente la naturaleza de la ciencia social empírica y qué re'-
lación guarda con las ciencias naturales. Debemos considerar así mis-
mo qué significa analizar los clásicos, y qué relación puede tener esta
actividad, supuestamente histórica, con los intereses del conocimien-
to científico contemporáneo.
Pero antes de continuar con estas cuestiones quiero proponer
una definición clara de lo que es un clásico. Los clásicos so4 pro-
ductos de la investigación a los que se les concede un rango privi-
legiado frente a las investigaciones contemporáneas del mismo cam-
po. El concepto de rango privilegiado significa que los científicos
contemporáneos dedicados a esa disciplina creen que entendiendo
dichas obras anteriores pueden aprender de su campo de investiga-
ción tanto como puedan aprender de la obra de sus propios con-
temporáneos. La atribución de semejante rango privilegiado implica,
La relación entre la ciencia social y los clásicos es una cuestión además, que en el trabajo cotidiano del científico medio esta distin-
que plantea los problemas más profundos, no solo en la teoría social, ción se concede sin demostración previa; se da oor supuesto q.uJ!, gi
sino en los estudios culturales en general. En el ensay? q~e sig~e calidad de clásica, tal obra establece criterios fu ndamentales en ese ¡
sostengo que los clásicos ocupan un lugar central en la ciencia social campo particular. És por razón de esta posición privilegiada por lo ¿
contemporánea. Esta posición es discutida desde lo que, a primera que la exégesis y reinterpretación de los clásicos -dentro o fuera de
vista, parecen dos campos enteramente diferentes. Entre los cientí- un contexto histórico-- llega a constituir corrientes destacadas en
ficos sociales, por supuesto, siempre ha existido escepticismo hacia varias disciplinas, pues lQ.que se considera el «verdadero significado»
«los clásicos». En efecto, para los partidarios del positivismo la cues- de una obra clásica tiene una amplia influen~ia. Los teólogos occi-
tión misma de la relación entre la ciencia social y los clásicos lleva dentales han tomado la Biblia como texto clásico, como lo han he-
de inmediato a otra, a saber, la de si debe existir alguna relación en cho quienes ejercen las disciplinas religiosas judeo-cristianas. Para
absoluto. ¿Por qué habrían de recurrir a textos de auto res muertos los estudiosos de la literatura inglesa, Shakespeare es indudablemente
hace t~empo di~ciplinas que ~f,irman estar _or~entadas _h~cia el mundo el autor cuya obra encarna los cánones de su campo. Durante qui-
empírico y hacia la acumulac10n de conocimiento ob¡euvo acerca ese nientos años, a Platón y Aristóteles se les otorgó el rango de clásicos
mundo empírico? Según los cánones del empirismo, cualquier aspec- de la teoría política.
to científicamente relevante de dichos textos debería estar verificado
e incorporado a la teoría contemporánea o fals ado y arrojado al cubo
de basura de la historia. La crítica empirista a la centralidad de los clásicos
Sin embargo, no son solo los positivis_ys «duros» quienes argu-
mentan en contra de la interrelación entre la interpretación de los I.,as razo n.es por las que la ciencia social rechaza la centralidad
clásicos y la ciencia social contemporánea; también se ~ ooen a ella de los clásicos ~ n evidentes. T al como he definido el término, en
los humanistas. Recientemente se ha planteado un po eroso argu- las ciencias naturales no existen en la actualidad «clásicos» . White-
mento en contra de la introducción de problemas contemporáneos head (1974 , p. 115), sin duda uno de los más sutiles filósofos de la
en la consideración de los textos clásicos. Los textos clásicos, se ciencia de este siglo, escribió que «una ciencia que vacila en olvidar

22
24 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 25

a sus fundadores está perdida». Esta afirmación parece innegable- sica -todo poema, drama, novela, ensayo u obra histórica- suele
mente cierta, al menos en la medida en que ciencia se toma en su seguir formando parte de la experiencia de generaciones subsiguien-
sentido anglo-americano, como equivalente de Naturwissenschaft. Un tes» (p. 28) .
historiador de la ciencia observó que «cualquier estudiante univer- Aunque ~ reconoce que los sociólogos «están en una si-
sitario de primer año sabe más física que Galileo, a quien corres- tuación intermedia entre los físicos y biólogos y los humanistas»,
ponde en mayor grado el honor de haber fundado la ciencia moder- recomjenga con toda claridad un mayor acercamiento a las cjencjas
na, y más también de la que sabía Newton, la mente más poderosa fl.íU.l.l.Ctles. Invoca la confiada afirmación de Weber de qué «en la
de todas cuantas se han aplicado al estudio de la naturaleza» (Gi- ciencia, todos nosotros sabemos que nuestros logros quedarán anti-
llispie: 1960, p. 8). cuados en diez, veinte, cincuenta años », y su insistencia en que «toda
El hecho es innegable. El problema es: ¿qué significa este hecho? [contribución) científica invita a que se la "supere" y deje anticuada »
Para los artidarios de la tendencia ositivista, significa que, a largo (Merton: 1967a, pp. 28-9). Que cincuenta años después de la muerte
z , tamb', ciencia social e erá prescindir de los clásicos; a de Weber ni sus teorías sociológicas ni sus afirmaciones sobre la
corto plazo, tendrá que limitar muy estrictamente la atención que se ciencia hayan sido en realidad superadas es una ironía que Merton
les preste. Solo habrá de recurrirse a ellos en busca de información parece pasar por alto; al contrario, insiste en que si bien es posible
empírica. La exégesis y el comentario -que son características dis- que la sociología ocupe de hecho una situación intermedia entre las
tintivas de este status privilegiado-- no tienen lugar en las ciencias ciencias y las humanidades, esta situación no debe considerarse nor-
sociales. E.,stas conclusiones se basan en dos supuestos. El primero mativa. «Los intentos de mantener una posición intermedia entre
es que la ausencia de textos clásicos en la ciencia natural indica el orientaciones humanistas y científicas suelen tener como resultado
status puramente empírico de estas; el segundo es que la ciencia la fusión de la sistemática de la teoría sociológica con su historia»,
natural y la ciencia social son básicamente idénticas. Más adelante una mezcla que, para Merton, equivale a has,.er imposible la acumu-
sostendré que ninguno de estos supuestos es cierto. Pero antes de lacion de conocimiento empírico. Desde el punto de visJa de Mer-
hacerlo examinaré de forma más sistemática el argumento empirista ton, el problema es que los sociólogos están sometidos a presiones
- ·nspirado. en ellos. opuestas, una posición estructural que suele producir una desviación
En 40 influyente ensayo que se publicó por vez primera hace de las líneas de conducta legítimas. La mayoría de los sociólogos
cuarenta años, Merton (1947, reimpreso en 1967, pp. 1-38) criticaba sucumben a estas presiones y desarrollan líneas de conducta desvia-
lo que llamaba la mezcla de historia y sistemática de la teoría socio- das . «Oscilan» entre la ciencia social y las humanidades; solo unos
lógica. Su modelo de teoría sistemática eran las ciencias naturales, y pocos pueden «adaptarse a estas presiones desarrollando una líne
co1'.sistía, según parece, en co.dificar el conocimiento empírico y cons- de conducta enteramente científica» EMerton: 1967a, p. 29).
trmr leyes de subsunción. La teoría científica es sistemática porque Es esta desviación (el término es mío, no de Merton) de la línea
contrasta leyes de subsunción mediante procedimientos experimen- de conducta científica lo que produce lo que Merton denomina «t~ -
tales, acumulando continuamente de esta forma conocimiento ver- dencias intelectualmente degenerativas », tendencias que mezclan la
dadero. En la medida en que se dé esta acumulación no hay necesi- vertiente sistemática con a 1stórica. El intento de elaborar lo que
dad de textos clásicos. «La prueba más convincente del conocimien- podría llamarse «sistemática histórica» es degenerativo porque pri-
to verdaderamente acumulativo», afirma Merton, «es que inteligen- vilegia -precisamente en el sentido que he definido un «clásico»-
cias del montón pueden resolver hoy problemas que, tiempo atrás, las obras anteriores. Encontramos «reverencia» por «ilustres antece-
grandes inteligencias no podían siquiera comenzar a resolver». En sores» y un énfasis en la «exégesis » (1967a, p. 30). Pero lo peor es
una verdadera ciencia, por tanto, «la conmemoración de los que en que se da preferencia a la «erudición frente a la originalidad », ya que
el pas~do ~icieron g~a'?-d~s aportaciones está esencialmente reservada aquella es importante para comprender el significado de obras ante-
a la historia de la d1sc1plma» (Merton: 1967a, pp. 27-8). La investi- riores, con frecuencia difíciles. Merton no q racteriza como inter-
gación sobre figuras anteriores es una actividad que nada tiene que P.retación la investi ación erudi acteTos t~ tos clásicos. Hacerlo su-
ver con el trabajo científico. Tal investigación es tarea de historia- pondría, pienso, que ta investigación contiene un elemento teórico
dores, no de científicos sociales. Merton contrasta vívidamente esta «creativo» (en oposición a «degenerativo ») en el sentido científico
distinción radical entre ciencia e historia con la situación que reina contemporáneo. La «generatividad» contradiría esa actitud servil ha-
en las humanidades, donde «en contraste manifiesto, toda obra clá- cia obras anteriores que Merton cree inherente a la investigación
26 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 27

histórica de los textos clásicos, pues piensa que en estas actitudes se la posición social de sus partidari~s, la cambiante organi_zación social
d_a, una «rev~r~ncia acr~tica,~ y no simrle reverencia 1 • La interpreta- de la sociología, las transformactones que sufren las ideas con su
cton y. c~eattv1dad que implica contradirían también la epistemología difusión, y sus relaciones con la estructura social y culn~ral. del en-
mecamc1sta en que se basan sus argumentos. Para Merton, lo único torno» (p . 35). Es el entorn? de_las ideas y _no l_as pr?p1as ideas lo
que _hace la sistemática h\stórica es ofrecer a los contemporáneos que debe estudiar un buen h1stonador de la c1enc1a social. Se supon
espeJos en los que se refle1an los textos anteriores. Estos son «resú- que los objetivos del h!storiador_son tan plenamente empíricos ~om
men~s críticos», «_mero_ co~e.ntario», «exégesis totalmente ·estériles», 1 los del sociólogo, qmen estudia los mismos textos con el fm d
«con Junto[ s] de smops1s crmcas de doctrinas cronológicamente or- obtener conocimiento acumulativo. Por consiguiente, el hecho d
denada[ s]» (19?7a, pp. 2, 4, 30, 35; cfr. p. 9). que Merton rechace la fusión de ciencia e historia no se debe úni -
1
Merton ms1ste en que los textos anteriores no deberían ser con- camente a su exigencia de una sociología empírica, sino también a
siderad<?s de esta forma tan «deplorablemente inútil». Ofrece dos su exigencia de una historia científica. ,.

<alter!1attvas, un~ de~de la perspectiva sistemática, otra desde el punto


de y1sta de la h1stona. ~firma que, desde la perspectiva de la ciencia
social, los textos antenores no deben tratarse como clásicos sino
atendiendo a su utilidad. Es cierto que la situación actual no' es la
He mencionado antes dos supuestos de )os que depende lll!!!!.ca
empirista a la centralidad _de lps clásicos. El w imero es que la au-
sencia de clásicos en la c1enc1a natural se denva de su naturaleza
empírica y acumulativa; el segundo es que las ciencias naturales y
ideal: no se ha dado el tipo de acumulación empírica que cabía es- las ciencias sociales son básicamente idénticas a estos efectos. En el
p_erar .e,n la ciencia social. Sin embargo, en vez de estancarse en esta ensayo en que Merton (1967a) se manifiest~ ~n contra ?e 1~ fusión
s1tuac10n, lo que hay que hacer es convertir los nuevos textos clási- de historia y sistemática, la concepción empmsta de la c1enc1a natu-
C?S en simples fuentes de datos y/o teorías no constrastadas, es de- ral es un supuesto innato que se ac~pta tácitamente. ~u idea de la
cir, hacer de ellos vehículos de ulterior acumulación. Debemos tra- ciencia natural es puramente progresiva. En vez de aplicar un trata-
tarlos com_o fuentes de «información todavía no recuperada» que miento relativista e histórico a los textos científicos anteriores (tra-
puede ser «provechosamente empleada como nuevo punto de parti- tamiento que, de acuerdo con el e~píritu de la sens~bilidad post~ku~-
da». De _est~ ~odo se pu~de lograr que los clásicos apunten hacia el niana, subrayaría el poder formativo de los p~rad1gmas suprac1ent1-
futuro c1en_ttf1co y 1?'º h,a~1a el pasad<? humanístico; es así como pue- ficos culturales e intelectuales), Merton considera esas obras como
de convertirse en c1enttf1co el estud10 de los textos anteriores. «Si- una serie de «anticipaciones», «prefiguraciones» y «predescubrimien-
g~iendo y desarrollando m?d~los teóricos», _este estudio puede de- tos» de los conocimientos actuales (1967a, pp. 8-7). Sabemos ade-
dicarse a «recuperar conoc1m1ento acumulativo relevante ... y a in- más, gracias a sus protocolos sistemáticos para la sociología de la
corporarlo a subsiguientes formulaciones» (1967a, pp. 30, 35 ). . ciencia, que esta impresión no es errónea. Para Merton, los compro-
Desde el punto de vista de la historia, la alternativa a la mezcla misos disciplinarios y metodológicos son los únicos factores no em-
no. es, de hecho, muy dif~rente. En lugar de utilizar los textos an- píricos que afectan al trabajo. científico, y no ~re_e que ?in ~no de
tenores ~orno fuentes de mformación no recuperada, estos pueden 9
estos pueda influir de forma directa en el conoC1m1ento c1enttf1co del
ser estudiados como documentos históricos en sí mismos. Una vez mundo objetivo
más, la cuestión es evitar la exégesis textual. «Una genuina historia El otro supuesto fundamental sobre el que ?escansa_el a'.gumento
?e la te?;ía sociológica»,' escribe ~erton, «tiene que ocuparse de la de Merton es que la ciencia natural se aseme¡a a la c1enc1a natural
mteraccton entre la teona y cuesttones como los orígenes sociales y en su referente fundamentalm ~ empírico. Sin embargo, Merton
tiene mayores dificultades para establece~ este punto. Sabem~s por
1 su ensayo sobre la teoría de alcance medio (Merton: 19676), mme-
Debe distinguirse tajamemente este tipo de actitud hacia los autores clásicos,
tan ser_vil y _degra.~ante -la cita completa reza así: «una reverencia acrítica hacia casi diatamente posterior -y no por casualidad- a su artículo acerca de
cualquier afirm~c_ion_ de antecesores ilustres» (Merton: 1967, p . 30)- de la deferencia la fusión de la historia y la sistemática en su colección. de ensayos
Y del_ statm. pnv1le~1ado que corresponde a los clásicos según la definición que he
ofrecido arnba. Mas adelante sostendré que, si bien la deferencia define la actitud
Social Theory and Social Structure, que Merton no con~1dera que la
formal , _la crítica_ c_ominua y la reconstrucción constituyen la auténtica esencia de la ciencia social dependa de paradigmas tal como los entiende Kuhn.
«s1stemat1ca h1stonca» . El _extrermsmo de Merton a este respecto es típico de quienes Debido a que se orienta en función de problemas y no en función
niegan la relevancia de la mvest1gac1ón de los_ clásicos en la ciencia social, pues pre- de paradigmas, la ciencia social se o~g~niza por especialida~es. em-
senta estas mvest1gac10nes a una luz ant1c1ent1fica, acrítica.
píricas más que por escuelas o trad1c10nes. Pero, ¿por que s1 los
La centralidad de los clásicos 29
28 La teoría social, hoy
unto de vista humanista, tendencia que examinaré más adel~nte. En
sociólogos no son empiristas ocupan una posición intermedia_ ent~e
la ciencia y las humanidades? ¿Por qué, además, mezclan la h1stona ksección inmediata, sin embargo, discutiré las crítica~ ~mpinstas del
y la sistemática si no pretenden formar y mantez:ier escuelas? Co1?o carácter central de los clásicos y los dos supuestos bas1Cos sobre los
he sugerido anteriormente, aunque Merton admite estos hechos m- que descansa .
negables, insiste en que son anomalías, no tendencias inherentes,
subrayando que la «sociología adopta la orientación y la praxis de
las ciencias físicas», y afirma que la «investigación [ de la ciencia La visión post-positivista de la ciencia
social] avanza a partir de las fronteras alcanzadas por el trabajo acu-
mulativo de generaciones anteriores» (Merton, 1967a, pp. 29-31 ). La tesis contraria a la centralidad de los dásic.os da por supuesto]
En efecto; a pesar de la tendencia degenerativa a incurrir en lo que una ciencia es ac~mulativa en, tan;~ que es empír_ica, y que en
que he llamado sistemática histórica, ¡Merton cree que nuestro co- tanto que es acumulativa no crea_ra _cl~s1cos. SQstep9re. por el con-
nocimiento acerca de cómo estudiar la historia del pensamiento cien- trario, qy_e _e~ hech? d e 3 ue una d1sc1 plma p ~ea clas1cos u,s dep~n ~e
tífico es él mismo científico y acumulativo! Merton emplea la ter- de su empmsmo sm? el consens,o_que exista dentro de esa d1sc1 -
minología de la ciencia progresiva -esbozo, predescubrimiento, an- plina acerca ~e cuesu_o.D;,es nQ_empmcas.
ticipación- para defender el tipo adecuado de historia científica pro- fu Theoncal Logic m Socwlagy (Alex~nde:: 1982_a, pp. 5- 15) su-
gresiva. Criticando las historias progresivas que se basan únicamente gería que la corriente ositivi l . 1al~s se basa en
en las descripciones del trabajo científico ya publicadas, Merton su- cuatro ost . n am.enta es. El pnmero es que existe una rup-
giere (pp. 4-6) que tales visiones se fundamentan en una concepción tura epistemológica radical entre la?<:i bservacio1;1~s empíricas, q~e se
de la historia que está «extraordinariamente retrasada con respecto consideran específicas y concretas, y las propos1c1ones no empmcas,
a realidad es admitidas hace tiempo» . Bacon fue el primero en «ob- ue se consideran generales y abstractas. fil segundo postulado pue-
servar» que el proceso del descubrimiento objetivo es más creativo de sostenerse solo porque se da por sentad~ qu~ ~x1ste esta r~ptura:
e intuitivo de lo que sugiere la lógica formal de la contrastación las cuestiones más generales y abstractas -f1losof1cas ? metaf1S1cas:--
científica. Según Merton, el que se haya llegado a este descubrimien- no tienen una importancia fundamental para la práctica de _u na dis-
to por caminos independientes tiene que confirmarlo: «mentes re- ciplina de orientación empírica. En tercer lugar, las cuestiones de
ceptivas han llegado repetidas veces y, al parecer, independientemen- índole general, abstra_cta y teor!~ica solo p_ue~en ser e~aluadas en
te, al mismo tipo de observación ». La teoría científica que subsume relación con observac10nes empmcas. Esto md1ca que, s1eri:ipre que
o explica estas observaciones empíricas se ha desarrollado a su de- sea posible, la teoría h~ de ser, f?rmulada ~e forma pr,opos1c10nal y
bido tiempo: pensadores posteriores «han generalizado esta obser- que, además, los conflicto? teoncos se. decide~ a traves de contras-
vación». Como esta lógica empírica ha mostrado su validez, Merton taciones empíricas y expenmentos c:uc1ales. E!,_nalmente, como estos
confía en que la historia de la ciencia ha de progresar de forma tres primeros postulados no consu~uyen una base para e~ de~~te
inevitable, pues «el fracaso de la sociología para distinguir entre la científico estructurado, el cuarto senala que el desarrollo C1enuf1co
historia y la sistemática de la teoría será finalmente corregido» (Mer- es «progresivo», es decir, lineal y acu~ula~iyo. Se supone, por tanto,
ton: 1967a, pp. 4-6 ). Estos son los supuestos básicos del argumento que la diferenciación de un campo _c1en_uf1c,o_ es el producto de la
(¡ahora clásico!) de Merton en contra de la centralidad de los clási - especialización en diferentes domm10s C1enuf1cos y no el res~ltado
cos. No obstante, parece q ue existe un tercer supuesto auxiliar, un de un debate no empírico generalizado acerca de cómo explicar el
supuesto que no tiene entidad propia pero que viene implicado por mismo dominio empírico. . .
los dos supuestos centrales: la idea de q ue el significado de los textos Si bien estos cuatro postulados todavía refle¡an ~on exacutu~ la
anterior~s relevantes es obvio. He mostrado cómo al condenar la opinión común de la mayoría de los cientí~icos SOC!ales ~esrec1a!-
«sistemática histórica » Merton afirmaba que sus únicos resultados mente en Norteamérica-, la nueva tendencia de la filosof1a, h1stona
eran la producción de sinopsis meramente recapitulativas. He de- y sociología post-positivista de la c_i~ncia nat_ural surgida a lo largo
mostrado también que la historia sociológica que Merton defiende de las dos últimas décadas los ha cnucado abiertamente (A!exander:
se centraría ' el entorno de las teorías científicas más que en la 1982a, pp. 18-33 ). Mientras que los postulados de la co~nente P1 º
naturale· · Lle las propias ideas. Esta es también, dicho sea de paso, sitivi~t~ reducen. \a teoría a los hec?~s, los de la comente post-
la tencl .,,cia de las críticas a la centralidad de los clásicos desde el posit1v1sta rehabilitan los aspectos teoncos.
30 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 31

1) Los datos empíricos de la ciencia están inspirados por la teo- clusión puede sorprender. Una vez establecida la dimensión no em-
ría. La distinción teoría/hechos oo es epw:eroalági ca ~ - pírica de la ciencia natural, podría parecer _q~e e~ status de las obras
lógigi, es decir, no es una distinción entre naturaleza y pen- clásicas quedaría a salvo. Hemos de adm1t1r, sm embargo, que la
samiento. Es una distinción analítica. Como escribió Lakatos ciencia natural no recurre a los clásicos. Se trata ahora de explicar
(por ejemplo, 1969, p. 156 ), describir ciertas proposicion~s este hecho desde una perspectiva no empirista.
como observaciones es una forma de hablar, no una referencia
ontológica. La distinción analítica se refiere a qbservaciones
inspiradas por aquellas teorías que consideramos que poseen Por qué no hay clásicos en la ciencia natural: una visión
mayor certeza. post-positivista
2) Los compromisos científicos no se basan únicamente eQ la
evidencia empírica. Como demuestra de forma convincente La epistemología de la cien~ia no determina los temas particula-
Polanyi (p. ej., 1958, p. 92), el rechazar por principio la evi- res a los que se aplica la actividad científica de una disciplina cien-
dencia es el fundamento en el que descansa la continuidad de tífica dada 2 • Sin embargo, es precisamente la aplicación de esta ac-
la ciencia. tividad lo que determina la relativa «sensibilidad» empírica de cual-
3) La elaboración general, teórica, es normalmente horizontal y quier disciplina. Asj, !ncluso antie~pir\stas declarados han r~con_o-
dogmática y no escéptica y progresiva. Cuanto más general es cido que lo que d1stmgue a las c1enc1as naturales de las c1enc1as
la proposición menos se cumple el teorema de la falsación humanas es que aquellas centran explícitamente su atención en pro-
popperiano. La formulación teóri~a no sigue, como preten~e blemas empíricos. Por ejemplo, a pesar de que Holton ha demos-
Popper, la ley de la «más encarnizada lucha por la supervi- trado concienzudamente que la física moderna está constituida por
vencia» (1959, p. 42). Al contrario: cuando una posición teó- «tesis» supraempíricas, arbitrarias, él mismo insiste en que nunca ha
rica general se confr_o nta con pruebas empíricas contr:a~ict~- sido su intención defender la introducción de «discusiones temáti-
rias que no pueden ignorarse, procede a desarrollar h1potes1s cas ... en la praxis misma de la ciencia». Manifiesta, en efecto, que
ad hoc y categorías residuales (Lakatos: 1969, pp. 168-7~). De «la ciencia comenzó a crecer con rapidez solo cuando se excluyeron
esta manera, es posible «explicar» nuevos fenómenos sm re- de los laboratorios tales cuestiones» (Holton: 1973, pp. 330-1, el
nunciar a las formulaciones generales. subrayado es nuestro). Incluso un filósofo tan claramente idealista
4) Sólo se dan m ios fundamentales en las creenci · ntífic s como Collingwood, quien destaca que la práctica científica descansa
cuan o los cambios empícicos van acomp, -
nibilidad de alrero ati:v:aSJ.e.óticas....coruUnc.entes. Como estos
cambios teóricos con frecuencia son cambios de fondo, no son 2
Mi distinción entre ciencia natural y ciencia social solo puede tener, obviamente,
tan visibles para quienes están inmersos en el trabajo científi- un carácter típico-ideal. Mi propósito es articular condiciones generales, no explicar
co. Esto explica por qué parece que los datos empíricos se situaciones disciplinarias particulares. En general, no cabe duda de que es acertado
obtienen por inducción, en vez de ser construidos analítica- afirmar que las condiciones en pro y :n contra_ de la existen:ci~ de los clásicos e~ una
disciplina se corresponden en un senttdo ampl10 con la d1v1s10n entre las c1enc1as de
mente. Pero como observa Holton, el enfrentamiento entre la naturalez a y las ciencias que se ocupan de las acciones de los seres humanos. El
compromisos teóricos generales «es uno de los más pod_erosos análisis específico de cualquier disciplina particular requeriría que se especificaran las
catalizadores de la investigación empírica», y debe considerar- condiciones generales de cada caso. Así, la ciencia natural se encuentra caracterísu-
se que este es uno de los «component_es esenciales de las trans- camente desdoblada en ciencias físicas y ciencias biológicas. Las últimas están menos
sujetas a matematización, menos consensuadas, y es más frecuente que sean sometidas
formaciones fundamentales de las c1enc1as naturales» (1973, a debate extraempírico explícito. En ciertos casos esto puede llegar al p~nto de que
pp. 26, 190). el debate sobre los clásicos desempeñe un papel permanente en la c1enc1a, como en
el debate sobre Darwin de la biología evolutiva. Así mismo, en los estudios sobre el
El primer supuesto de Merton (el relativo al carácter de la ciencia hombre las disciplinas no manifiestan en el mismo grado las condiciones que expon-
dré en este artículo. En los Estados Unidos, por ejemplo, la economía se encuentra
natural) es insostenible si las consideraciones no empíricas generales menos vinculada a los clásicos que la sociología y la antropología, y la relación de la
desempeñan un papel tan decisivo. Tampoco creo que se sos_ten&a historia con los clásicos parece fluctuar continuamente. La variación en estos casos
el segundo, pues en ciertos aspectos cruciales la praxis de la c1enc1a empíricos puede explicarse en función de las condiciones teóricas que expongo más
natural y la de la ciencia social no se parecen gran cosa. Esta con - adelante .
32 La teoría social, hoy

La centralidad de los clásicos 33


en supuestos metafísicos, admite que «el asu_nto del científico no es
proponerlos, sino solo presupo~erlos» (Collmg:wood: 1940,_ p. 33). se refiere a ejemplos concretos de trabajo empírico exitoso: ejemplos
La actividad científica se apli ca a lo que qmenes se dedican a la de la capacidad para resolver probl_emas que _define los campos p~-
ciencia consideran científicamente problemático. Como en la moder- radigmáticos. Si bien los modelos e¡emplares incorporan compromi-
nidad suele existir un acuerdo entre los científicos naturales sobre sos metafísicos y no empíricos de varios tipos, son en sí mismos una
los problemas generales propios de s_u gremio,_ su aten~i_ón explícita pauta para la explicación específica del un~verso. lnc!uyen n~cesaria-
se ha centrado normalmente en cuestiones de ttpo empm co. Es to es , mente definiciones y conceptos, pero onentan hacia cuesuones de
por supuesto, lo que le permite a la «ciencia normal », en palabras operacionalización y técnica a quienes los estudian. Sin embargo, a
de Kuhn (1970), dedicarse a la res~l~ción de r~mp~cabezas y a so- pesar de su especificidad, los mismos r:iodelos ejemplares funcionan
lucionar problemas específicos ._ Ut!ltzando la c1enc1a norm~l, como apriorísticamente. Se aprenden en los libros de textos y en los labo-
referencia para caracterizar la c1enc1a natural como tal, ta_mb1en _Ha- ratorios antes de que los neófitos sean capaces de examinar por sí
bermas ha señalado que el consenso es aquello que d1ferenc1a la mismos si son o no realmente verdaderos. En otras palabras, son
actividad «científica» de la «no científica». interiorizados por razón de su posición de privilegio en el proceso
de socialización más que en virtud de su validez científica. Los pro-
Denominamos científica a una informac ió n si y solo si puede obtenerse un
cesos de a rendiza·e so · , · la ciencia social; la diferencia
co nsenso espo ntáneo y permanente _respecto a su validez ... El verdadero
logro de la ciencia moderna no co n~1ste, fundamenta lmente,_ en la produc- estriba en ue s cient'f "nterionzan c ásicos además de
ción de verdad, es decir, de propos1c10nes correctas y _co nvincentes acerca modelos e'em lares.
de lo que llamamos realidad._ La ciencia moder~a se d1stmgue de las cate-
gorías tradicionales de co no c1m1ento por un metodo para lleg~r a un con-
senso espontáneo y permanente acerca de nuestros puntos de vista. (Haber- La defensa post-positivista de los clásicos
as: 1972, p. 91).
La proporción entre modelos y clásicos es tan diferente en la
Sólo si existe desacuerdo acerca de los supuestos de fondo de ciencia social porque la aplicación de la ciencia a la sociedad engen-
una ciencia se discutirán de f?~ma explícit~ estas cue~tiones no em- dra un desacuerdo mucho mayor. A causa de la existencia de un
píricas. Kuhn llama a esto cns1s del parad1,gma, y afirma que es en desacuerdo persistente y extendido, los su uestos de fondo ~
[ tales crisis cuando se «recurre a la fi losofia y al debate de fund a- nerale.s e u · lí i · es 1 a
mentos» (Kuhn: 1970). . umu:al entran activamen te eo juego en la ciencia soFia1_3 _ ~as con-
Eo la ciencia natural no hay clásicos porque la atenc¡ón, _n ml- diciones en que, de acuerdo con Kuhn, se produce la cns1s de pa
mente se centra en sus dimensiones em ír. s. Las d1mens10nes no radigmas en las cie~c~as naturales soi: habituales _en_ las cienc!as_ so
empíricas están enmascara as, y p~rece que las h\pótes is especulati- ciales. No estoy sugmendo que no exista el conoc1m1ento «ob1et1Yo » 1(-
vas pueden decidirs e por referencia a datos se1:s_1~les rel~ttva~ente en las ciencias soci:iles, ni que no haya posibilidad de formular con
accesibles o por referencia a ~eorías cuya espec1f1c1dad ev1denc1a de
modo inmediato su relevancia con respecto a tales datos. Pero la
3
existencia de clásicos implica que teorías anteriores ~isfrutan de una Mannheim expresa bien esta distinción: •nadie niega la posibilidad de la inves-
posición privilegiada . _En tal caso se considera que , tienen rang? ex- tigación empírica, ni nadie mantiene que los hechos no existan ... nosotros también
nos remitimos a los • hechos• para nuestra demostración, pero la cuestión de la na-
plicativo teorías antenores, no solo las contemporaneas; ademas, es turaleza de los hechos es en sí misma un problema considerable. Estos siempre existen
frecuente creer que los textos clásicos también pueden ofrecer datos para la mente en un contexto intelectual y social. El hecho de que puedan ser enten-
relevantes. Lo que yo sostengo es que )a ciencia natu r~l ~a _es meoQs didos y formulados implica ya la existencia de un aparato conceptual. Y si este apa-
apriorístjca q_ue la ciencia_social. Una p_ostura ~º- apnonsttca, _pur~- rato conceptual es el mismo para todos los miembros de un grupo, las presuposicio-
nes (es decir, los posibles valores sociales e intelectuales) que subyacen a los conceptos
mente empínca, no exp lica la «ausencia de clas1cos» en la c1e1:c1a individuales nunca se hacen perceptibles .... Sin embargo, una vez que se rompe la
natural. La explicación hay que buscarla en la forma que adquiere unanimidad, las categorías establecidas que se usaban para dar a la experiencia su
la fusión de conocimiento apriorístico y contm ge_nte. fiabilidad y coherencia sufren una inevitable desintegración. Surgen entonces modelos
Así en vez de clásicos., la ciencia natural ttene lo u de pensamiento divergentes y en conflicto que (sin que lo sepa el sujeto pens~nte)
ordenan los mismos hechos de la experiencia en sistemas de pensamiento diferentes
llamili~ modelos ejemplares . Con este término, Kuhn (1970, p. 182) y hacen que tales hechos sean percibidos a través de categorías lógicas· éliferentes•
(Mannheim: 1936, pp. 102-3).
La centralidad de los clásicos 35
34 La teoría social, hoy

vos frente a los supuestos cognoscitivos, no cabe duda de que


éxito predicciones o leyes de subsunció!l. Según creo, es posible
planteó este punto con acierto. Toda_ definición, escribió, «d~-
obtener auténtico conocimiento acumulativo acerca del mundo des-
pende necesariamente de la pe~spectiva de cada ~no, es decir,
de el interior de puntos de vista diferentes }'. ~vales, e inclu_so s?s-
contiene en sí misma todo el sistema de pensamiento que re-
tener leyes de subsunción relativ~f!lente predictivas desde el_ mterior
presenta la posición del pensador en cuestión y, esp_ecialmen-
de orientaciones generales que d1f1eren en aspecto~ ~ustanc1ales .. !¿>
te, las valoraciones políticas que subyacen a s~ sistema de
· · o, sin embargo, es que las cond1c1o~es de la c1en-
~ ~ ::!.:::;+;.:=..,..,..__.;- nte im robabl 1 a uer tente ca pensamiento» . Su conclusión a este respect~ parece exact~:
«La misma forma en que un concepto es defm1do y el matiz
de la naturaleza ono , y, con mayor motivo, el
con que se emplea ya prejuzgan ha_sta cierto ~unto el resu!ta-
acuer o sobre leyes subsuntivas explicativas. ~n l_a ciencia soc~ 1! J;WJ" do de la cadena de ideas construida sobre el» (Mannhe1m:
consiguiente, lo~ debate~ _sobre la verdad c1eo~1Iica no se ~ fierep 1936, pp. 196-7).
únicamente al nivel emp1ru:o . Estos debates estan ~resentes en toda
3. No hace falta decir que cuanto más difícil sea, por razones
la gama de compromisos no empíricos que mantienen puntos de
cognoscitivas y valorativas, obtener un consenso acerca de los
Yista rivales. meros referentes empíricos de la ciencia social, tanto m~s di-

r
E::cisten..l:ªzones cognoscitivas y ya)orarjv~s que ~xplic_a!J l~s gr_;yi- fícil será alcanzar ese consenso respecto a las abstracciones
des d1ferenc1as en el do de consenso. Aqu1 mencionare umcamen-
que se basan en tales referentes empíricos y que constituyen
te las más undamentales.
la esencia de la teoría social. Hagstrom sugiere (1965, pp.
256-8) que las posibilidades de que exista consenso científico
1. En la medida en que los objetos de una ciencia se encuentran
dependen en gr~d? significati~o ?e~ nive_l de_ ~uantificación que
situados en un mundo físico externo a la mente humana, sus
admitan los obJetivos de la d1sc1plma c1entif1ca. En tant~ que
referentes empíricos pueden, en prin_cipi_~, s~r verificados con
los referentes. empíricos no estén claros y las abstracciones
mayor facilidad mediante la co~umcac1on mterpersonal. En
estén sometidas a debate continuo, los esfuerzos por materna-
la ciencia social, donde los obJetos son estados mentales ?
tizar la ciencia social solo podrán ser esfuerzos por encubrir
condiciones en las que se incluyen estados mentales, la P?S1-
o defender puntos de vista concretos. .
bilidad de confundir los estados mentales del observador cien-
4. Mientras que no se produzca un acuer~o m sobre los referen-
tífico con los estados mentales de los sujetos observados es
tes empíricos_ ni sobre _las leyes subsunt!~as, tod?~ los el~men-
endémica. •
2.1Las dificultades p~r~ alcanza~, un simple acuerdo respecto a
tos no empíricos añad~dos a l_a p~rcepc!on empmca ser~~ ob-
jeto de debate. Ademas, la c1enc1a social se encontrara mva-
los referentes empmcos tam~1en . se de~en a ~a naturaleza '!,ª- riablemente dividida en tradiciones (Shils: 1970) y escuelas
l<;>rat~~ª. característica ~e!~
c1enc1a soc_1~l. Existe una r~la~10n (Tiryakian: 1979) a causa de este desacuer~o endém~co., ~ara
s1mb1otica entre descripc1on y valorac1on. ~os d_esc~brim1~n- la mayoría de los miembros de la comumdad de c1e~tif1_cos
tos de la ciencia social a menudo conllevan 1mphcac1ones 1_m- sociales es evidente que tales fenómenos culturales e mst1tu-
portantes respecto al tipo de organizaci~n y reorg_aniz-:ac1ón cionales «extra-científicos» no son meras manifestaciones de
deseables de la vida social. Por el contrario, en la c1enc1a na- desacuerdo, sino las bases desde las que se promueven y sos-
tural los «cambios en el contenido de la ciencia generalmente tienen los desacuerdos científicos. La comprensión de este he-.
no implican cambios en las estructuras sociales» (Hagstrom: cho, además, sensibiliza a los científicos sociales respecto a las
1965, p. 285). Las implicacione_s i~eológicas de la ci~ncia s?cial dimensiones no empíricas de su campo.
redundan en las mismas descripciones de los propios obJetos
de investigación. La misma caracterización de es_tados menta- Por todas estas razones, el discurso -r. o la mera ex licación-
les o instituciones -por ejemplo, el que la soc1e~ad sea lla- e convierte en una característica esencial de la ciencia socia . Por
mada «capitalista» o «industrial», el que haya habido «prole- discurso entiendo ormas e e ate que son mas especu ativas y
tarización» «individualización» o «atomización»- refleja una están más consistentemente generalizadas que las discusiones cientí-
estimación'de las consecuencias que la explicación de un f~- ficas ordinarias. Estas últimas se centran, más disciplinadamente, en
nómeno que aún no ha ocurrido tiene para los valores polít!- evidencias empíricas específicas, en la lógica inductiva y deductiva,
cos. Aunque Mannheim sobreestimara los supuestos valorati-
La centralidad de los clásicos 37
36 La teoría social, hoy
en el culto generalizado a figuras como las de Marx, Weber [y]
en la explicación mediante leyes subsuntivas y en los métodos que Durkheim», Turner defiende la idea de «trabajar en la teoría en tanto
permiten verificar o falsar estas leyes. El discur,,s.o, por el contrarjo, que actividad opuesta al... ofrecer un análisis metateórico más de los
e:¿ argumentativo. Se centra en el proceso de razonamiento más que maestros teóricos anteriores» 4 (Turner: 1986, p. 974 ). Y Stinchcom-
en los resultados de la experiencia inmediata, y se hace relevante be describe a Marx, Durkheim y Weber como «aquellos grandes
cuando no existe una verdad manifiesta y evidente. El discurso trata analistas empíricos ... que no trabajaron principalmente en lo que hoy
de ersuadir mediaote...acgumentos y no mediante ¡;iredicc¡on,es. La denominamos teoría ». Stinchcombe insiste en que estos «elaboraron
capacidad de persuasión del discurso se basa en cualidades tales como explicaciones del crecimiento del capitalismo, o del conflicto de cla-
su coherencia lógica, amplitud de visión, perspicacia interpretativa, ses, o de la religión primitiva.» En vez de ocuparse de la teoría
relevancia valorativa, fuerza retórica, belleza y consistencia argumen- discursiva, cree que «emplearon una gran variedad de métodos teó-
tativa. ricos» (Stinchcombe: 1968, p. 3, el subrayado es nuestro).
f.g,ucault (1973) defin e las praxis intelectuales, cientifu;as x..,12olí- Estas distinciones, sin embargo, parecen tentativas «utópicas» de
~ s e.orno «discursos» a fin de ne ar su status meramente em frico, escapar de la ciencia social más que verdaderos intentos de enten-
inductivo. De este modo, insiste en que as activi a es prácticas se derla. El discurso general es esencial y la teoría es inherentemente
han constituido históricamente y están configuradas por ideas me- polivalente. En efecto, el carácter central del dicurso y las condicio-
tafísicas que pueden definir una época entera. La sociología también nes que lo producen contribuyen a la subdeterminación por los he-
es un ámbito djscursiyo. Si n emhar:go, no se encuentra en ella chos. Dado que no hay ninguna referencia clara e indiscutible para
horno enei Q oucault atribu e a tales á os; en la cien a los elementos que constituyen la ciencia social, tampoco hay una
sQ.ci cur os, no un único discurso. Estos discursos tampoco traducibilidad definida entre los distintos niveles de generalidad. Las
están estrechamente liga os a a egitimación del poder, como Fou- formulaciones de un nivel no se ramifican en vías claramente mar-
cault defendía cada vez más claramente en sus últimas obras . L,os cadas para los otros niveles del trabajo científico. Por ejemplo, aun-
discursos de la ciencia soci3,l tienen como objetivo la yerdad, y siem- que en ocasiones pueden establecerse medidas empíricas exactas de
pre están sujetos a estipulaciones rac10nales acerca de cómo debe dos correlaciones variables, raras veces es posible que tal correlación
llegarse a la verdad y en qué debe consistir esta. Aquí recurro a confirme o niegue una proposición referente a esta interrelación que
Habermas (p. ej. 1984), que entiende el discurso como parte del se formule en términos más generales. La razón de este hecho es que
esfuerzo que hacen los interlocutores para lograr una comunicación la existencia de un desacuerda empírico e ideológico permite que los
no distorsionada. Aunque Habermas subestima las cualidades irra- científicos sociales...,o,p.e.caciooaliceo las proposiciones de varios ¡ru;,-
cionales de la comunicación, y no digamos de la acción, no cabe dos distintos.
duda de que ofrece una forma de conceptualizar sus aspiraciones Consideremos brevemente, por ejemplo, dos de los mejores in- ,
racionales. Sus intentos sistemáticos por identificar tipos de argu- tentos recientes por construir una teoría más general partiendo de
mentos y criterios para alcanzar una justificación mediante 1~ per- los hechos. Cuando Blau intenta contrastar su teoría estructural re-
suasión muestran cómo pueden combinarse los compromisos racio- cientemente desarrollada, comienza con una proposición que deno-
nales y el reconocimiento de argumentos supraempíricos. El ámbito mina el «teorema del volumen»: la idea consiste en que una variable

<
discursivo de la ciencia social actual se encuentra en una difícil po-
sición : entre el discurso racionalizante de Habermas y el discurso
arbitrario de Foucault. • Esta caracterización peyorativa de la metateoría como culto a las grandes figuras
Este carácter central del dis urs es la causa de ue la teoría de recuerda a la acusación de «reverencia acrítica~ de Merton (1967a, p. 30) discutida
en la nota 1. El servilismo es, por supuesto, el reverso del escepticismo científico, y
las ci 1as socia es sea t polivalenie, y tan desacertados os· es- el fin último de estas acusaciones es negar el papel científico de las investigaciones
fuerzos compu sivos (por ejemplo, Wallace 1971) por seguir la lógica sobre los clásicos. Por el contrario, parece obvio <¡ue lo que antes denominé «siste-
de las ciencias naturales. Los partidarios del positivismo perciben la mática histórica» consiste en la reconstrucción crítica de las teorías clásicas. Irónica-
tensión entre esta concepción tan polivalente y su punto de vista mente, los empiristas como Turner y Merton pueden legitimar en cierto modo sus
acusaciones porque, de hecho, tales reconstrucciones muchas veces se hacen dentro
empirista. Para resolverla tratan de privilegiar a la «teoría» frente a de un marco que niega explícitamente cualquier pretensión crítica. En la sección
la «metateoría», sin duda para suprimir la teoría en favor de la «ex- siguiente trataré de examinar esta «actitud. ingenua» de algunos de quienes toman
plicación» concebida de forma restringida. Así, lamentando que «una parte en el debate sobre los clásicos.
parte excesiva de la teoría social consiste en historia de las ideas y
La centralidad de los clásicos 39
38 La teoría social, hoy

estrictamente ecológica, el volumen del grupo, determina las relacio- del capitalismo la identificación del espíritu del capitalismo con los
nes extragrupales (Blau, Blum y Schwartz: 1982, p. 46 ). Partiendo empresarios ingleses de los siglos XVII y XVIII ha sido muy discutida
de un conjunto de datos que establecen no solo el volumen de un (Weber: 1958). Si se considera que los capitalistas italianos de las
grup?, sino también su proporció':1 de endogamia, sostiene que una primitivas ciudades estado modernas manifestaban el espíritu del ca-
relac10n entre la tasa de endogamia y el volumen del grupo verifica pitalismo _(p. ej. Trevor-Roper: 1965), la correlación entre capitalis-
el teorema del volumen. ¿Por qué? P?rque los datos demuestran que tas y punt~no~ _de Weber ~stá ~asada en 1;1na muestra restringida y
«el volume~ del grupo y la pr?porc1ón de exogamia están inversa- no puede ¡ust1f1car su teona. S1 esto es cierto, los datos empíricos
mente relac10nadas» (p. 47). Sm embargo, la exogamia es un dato de Weber fueron sobre-seleccionados por su referencia teórica a la
que, de hech_~, no operacionaliza «relaciones extragrupales». Es un ética protestante.
tipo de relac10n ext~agrupal entre muchos otros, y como el mismo En Social Change in the Industrial Revolution (1959), el célebre
~lau ~econoce en c1~rto punto, es un tipo de relación en la que estudio de Smelser, puede encontrarse una distancia semejante entre
mterv1enen factores ~J,enos al volumen de_l grupo. En otras palabras, la teoría general y el indicador empírico. La teoría de Smelser sos-
el concepto de relac10n extragrupal no tiene un referente definido. tiene que los cambios en la división de papeles en la familia, y no
Por est~ razón, ~a ~orrelación entre el volumen del grupo y lo que los transtornos industriales per se, fueron la causa de las actividades
se considera su m~,1cador no Íuede verificar la proposición general de protesta radical que los trabajadores ingleses desarrollaron duran-
acerca de la relac1on entre e volumen del grupo y las relaciones te la segunda década del siglo XIX. En su exposición histórico-cro-
e?'tragrupales. Los datos empíricos de Blau, por tanto, no están ar- nol~&ica Smelse~ desc~ibe los ca~bios fundamental_es de la estructura
ticulados con su teoría a pesar de su intento por vertebrarlos de familiar como s1 hubieran ocurrido en la secuencia que sugiere. Su
modo teóricamente decisivo. presentación de los datos de archivo propiamente dicha (Smelser:
En el ambicioso estudio de Lieberson (1980) sobre los inmigran- 1?59, pp. 188-89~ parece indicar, sin embargo, que estas perturba-
te~ blancos y i:i,egros desde 1880 se plantean problemas similares. c10nes de la familia no se desarrollaron hasta una o dos décadas
L1eberson comienza con la proposición, formulada informalmente, después. La atención teórica que Smelser presta a la familia sobre-
de que «la herencia de la esclavitud» es la causa de los diferentes dete~ina la presentación de. su historia cronológica (y los datos de
niveles alcanzados por lo~ in~igrantes negros y europeos. Lieberson archivo, a su vez, subdetermman su teoría) 5 •
da dos _pasos para ope~ac10naliza~ esta proposición. En primer lugar, En el reciente intento de Skocpol (1979) por documentar su teo-
no defme esa h~renc1a en función de factores culturales sino en ría histórica y comparativa, una teoría muy distinta produce el mis-
función de la «falta d~ oportunidade_s» para los antiguos' esclavos. mo tipo de s?bre~eterminación. Skocp?l _(p. 18) propone adoptar un
En segundo lugar, defme las oportunidades en función de los datos «punto de vista impersonal y no sub¡euvo» para el estudio de las
q~e ha desarro!l,ado a~erca_ d~ las proporciones variables de educa- r~vol~ciones, segúi:i, el cual solo serían causa!mente relevantes «las
c10n y segreg~c1on_ res1denc1al. Ambas operaciones, sin embargo, son s~tuac1ones y rela~10nes entre grupos determinadas por las institu-
s1;1mamen~e discutibles. No solo es posible que otros científicos so- ~10.nes». Skocpol m~a~a _los datos empíricos de la r~volución, y el
ciales de~man la «herei:i,cia de la esclavitud» en términos muy dife- unico elemento apnonsuco que admite es su adhesión al método
rent~~• smo que ta~b1~n podemos concebir las oportunidades en compar~t.ivo (pp. 33-40). Sin emba~go, cuando Skocpol reconoce que
func1on de factores d1stmtos a la educación y residencia. Como tam- las trad1c1ones y derechos locales s1 desempeñan un papel (por ejem-
P?Cº aquí e~iste una relación necesaria entre las proporciones defi- plo, pp. 62,_ 138), y que deben explicarse (¡mnque brevemente) el
nidas por L1eberson y las difere~c~~s de oporn~nidades, no puede liderazgo e ideología políticos (pp. 161-63), la sobredeterminación
haber certeza acer~a de la propos1c10n que relac10na el nivel alcan- teórica de sus datos se hace evidente. Sus preocupaciones estructu-
zado y la «herencia de la esclavitud». Si bien las correlaciones me-
~idas son independientes y constituyen una contribución empírica
importante, no p~ed~~ probar las te_orías para las que se han ideado. s La escrupulosida~ de_ Smelser c~mo investigador histórico queda demostrada
por el hecho de que el mismo apono datos que, por así decirlo desbordaban su
Es mucho '?-ªs _f~c1l e?~ontrar e¡emplos del problema contrario, propia teoría (a este respecto, vid. Wallby: 1986). Esto no es lo q;e sucede normal-
la sobredetermmac10~ teon~a de los «hechos» empíricos. Práctica- mente, pues la sobredeterminación de los datos por la teoría suele tener como con-
mente en todo estudio amplio de corte teórico la selección de datos secuencia que los científicos sociales, y muchas veces también sus críticos sean in-
empíricos está sujeta a discusión. En La ética protestante y el espíritu capaces de percibir los datos adversos. '
40 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 41

rales la han llevado a ignorar todo el contexto intelectual y cultural cuación de los modelos, a las consecuencias de las ideologías, las
1 1
de la revolución 6 . metaimplicaciones de los modelos y las connotaciones de las defini-
La subdeterminación empírica y la sobredeterminación teórica ciones. En una palabra, en la medida en que se hagan explícitos son
van unidas. Desde las proposiciones más específicamente fácticas has- esfuerzos por racionalizar y sistematizar las complejidades del aná-
ta las generalizaciones más abstractas la ciencia social es esencialmen- lisis social y de la vida social captadas intuitivamente. Los debates
te discutible. Toda conclusión está abierta al debate por referencia a actual~s entre las metodologías interpretativas y causales, las concep-
consideraciones supraempíricas. Esta es la versión de la tematización ciones de la acción utilitaristas y normativas, los modelos de socie-
específica de la ciencia social, tematización que, como Habermas dad basados en el equilibrio y los basados en el conflicto de las
(1984) ha mostrado, subyace a todo intento de discusión racional. sociedades, las teorías radicales y conservadoras del cambio ... repre-
Toda proposición de la ciencia social está sujeta a la exigencia de sentan m¡í.s que debates empíricos. Reflejan los esfuerzos de los so-
justificación por referencia a principios generales. En otras palabras, ciolO"gos por articular criterios para evaluar la «verdad» de d:aer:eñi'es
no es necesario -y la comunidad de científicos sociales se niega a dominios no empíri&Qs.
hacerlo-- que al formular una tesis opuesta a la de Blau me limite No es sorprendente que la respuesta de la disciplina a obras im-
a demostrar empíricamente que los aspectos estructurales son solo portantes guarde tan poca semejanza con las respuestas definidas y
unos pocos de los numerosos factores que determinan la exogamia; delimitadas que proponen los partidarios de la «lógica de la ciencia».
puedo, en lugar de esto, demostrar que al manejar este tipo de cau- La obra States and Social Revolutions de Skocpol, por ejemplo, ha
sación estructural Blau se basa en supuestos acerca de la acción que sido evaluada en todos y cada uno de los niveles del continuum
tienen un carácter excesivamente racionalista. De modo similar, al sociológico. Los supuestos del libro, su ideología, modelo, método,
considerar la obra de Lieberson puedo dejar a un lado la cuestión definiciones, conceptos, e incluso sus hechos han sido sucesivamente
empírica de la relación entre la educación y las oportunidades obje- clarificados, debatidos y elogiados. Se discuten los criterios de ver-
tivas, y utilizar un argumento discursivo para indicar que, al cen- dad que Skocpol ha empleado para justificar sus posiciones en cada
trarse de modo exclusivo en la influencia de la escl~vitud, Lieberson uno de estos niveles. Muy pocas de las respuestas de la disciplina a
refleja consideraciones ideológicas y un compromiso previo con mo- su obra han c'onllevado la contrastación controlada de sus hipótesis
delos generados por la teoría del conflicto. De la misma manera, la o un nuevo análisis de sus datos. Las decisiones acerca de la validez
obra de Smelser puede criticarse desde el punto de vista de su ade- del método estructural empleado por Scokpol para abordar el estu-
cuación lógica, pero también demostrando que su modelo funciona- dio de la revolución no se tomarán, ciertamente, en virtud de estas
lista primitivo adolece de un énfasis excesivo en la socialización. Y razones 7 • ·
podemos valorar negativamente el argumento de Skocpol sin ningu-
na referencia al material empírico por considerar muy poco lausible f 7 En esta sección he ilustrado la sobredeterminación de la ciencia social por la
la limitación de las «teorías intencionales» que él defiende a modelo teoría y su subdeterminación por los hechos discutiendo algunas obras importantes.
instrumental de racionalidad intencional que irriplica su teoría. También podrían ilustrarse examinando subcampos «empíricos» específicos. En la
E_labo~~r tales argumentos -y el hecho mismo de iniciar el tipo ciencia social, incluso los subcampos empíricos más estrictamente definidos están
de d1scus1on que acabo de comenzar- es entrar en el ámbito del sujetos a un tremendo debate discursivo. La reciente discusión en un simposio na-
cional sobre el estado de la investigación de catástrofes (Simposium on Social Struc-
discurso, no en el de la explicación. Como Seidman (1986) ha su- ture and Disaster: Conception and Measurement, College of William and Mary, Wi-
brayado, el discurso ~ ·m lica el abandono de las ore.t~ns_iruu:s_de lliamsburg, Virginia, mayo de 1986), por ejemplo, revela que en este campo tan
verd¡uSi· Después de todo, las pretensiones de verdad, no tienen por concreto existe un vasto desacuerdo que afecta incluso al mero objeto de estudio. Los
qué imitarse al criterio de validez empírica contrastable (Habermas: investigadores más destacados del campo discuten y debaten la pregunta «¿Qué es
una catástrofe?». Algunos defienden un criterio definido en función de hechos obje-
1984). Todo plano del discurso supraempírico incorpora criterios tivos y calculables, pero se muestran en desacuerdo acerca de si los costes deben
distintivos de verdad. Estos criterios van más allá de la adecuación ponerse en relación con la extensión geográfica del suceso, el número de personas
empírica, y se refieren también a pretensiones relativas a la natura- afectadas o los costes· financieros de la reconstrucción. Otros defienden criterios más
leza y consecuencias de las presuposiciones, a la estipulación y acle- subjetivos, pero difieren acerca de si lo decisivo es que exista un amplio consenso en
la sociedad sobre si se ha producido o no un problema social o si lo decisivo es que
así lo consideren las propias víctimas. Dada la amplitud de un conflicto que, como
6
Sewell (1985) ha demostrado convincentemente esta laguna en los datos de Skoc- este, tiene como objeto el mero referente empírico del campo, no es de extrañar que
pol en lo que se refiere al caso de Francia. . existan enconados debates discursivos en todos y cada uno de los niveles del conti-
42 La teoría social, hoy 43
La centralidad de los clásicos

Al empezar esta sección sugería que la proporción entre autores En primer lugar, por supuesto, s!~plifica y p~r tanto fac ilita la
clásicos y contemporáneos es mucho mayor en la ciencia social que discusión teórica. Simplifica al p~rmltlr que un num_ero muy redu-
en la ciencia natural debido a que el desacuerdo endémico hace más cido de obras sustituyan -es de~ir, _r~presentei: ~ed1ante un pro~e-
explícitos los supuestos de fondo de la ciencia social. Esta caracte- so de estereotipación o estandanzac10n- la mmada Ae f~rmulac10-
ríst.ica evidente de los supuestos de fondo es la que, a su vez, hace nes matizadas que se producen en el curs~ de la v!d.a intelectual
del discurso una cualidad tan esencial del debate de la ciencia social. contingente. Cuando discutimos por referencia a los clas1cos l_a~ cues-
Tenemos ue ex licar ahora or ué esta fo u- tiones centrales que afectan a la c~~n~ia social_ estamos sacrit1cando
mentac1ón recurre tan a menu o a os «clásÍ\..Q.S». La existencia de la capacidad de abarcar esta espec1f1c1dad matizada. 1:, c~mb10 con-
~ i{esacuerdo no empírico generalizado no implica lógicamente que seguimos algo muy importante. Al _h ablar e_n los termmos de los
las obras anteriores adquieran una posición privilegiada. Las mism as clásicos podemos albergar una relat1va confianza en que n~estros
condiciones ue otor an tal relevancia al · o .no tienen por qué interlocutores sabrán al menos de qué estamos ha~land?,. ~ocluso
con erir una osición central a los clási ; esta centralidad se debe aunque no reconozcan en nuestra discusión su propia pos1c1on par-
a dos razones: a una funcio al, la otra intelectual o científica. ticular única. A esto se debe el hecho de que s1 pretendemos hacer
l desacuerdo eneralizado de la rí social rovoca un anáÍisis crítico del capitalismo es más que probable que recurra-
serios ro em prensión mutua. Sin embargo, la comuni- mos a la obra de Marx. De forma parecida, si deseamos valora~ los
cación es im osible sin una nte · 'ento mínima. Para que diversos análisis críticos del capitalismo existentes en la actualidad
sea pos1 e un esacuerdo coherente y consistente, y para que este probablemente los tipificaremos comparándolos con la obra de Ma~.
desacuerdo no interrumpa la marcha de la ciencia, es necesario que Solo así estaremos más o menos seguros de que otros pu_eden segmr
exista cierta base para una relación cultural, que solo se da si los que nuestros juicios ideológicos y cognoscitivos, y quizá consigamos per-
participan en un debate tienen una idea aproximada de qué es aque-
suadirles. ¡ l' · h
llo de lo que habla el otro. La se unda venta~a funcional consiste en que ~s e as1c9sace_o
s a uí donde intervienen en el debate los clásicos. La necesidad ~tle s~stener com romisos generales s· !:J.Ue _sea necesario exgh-
funciona e os c as1cos on ma en gr.ar....d citar los criterios de adhesipn .ª esos _coro 1 ? s. Pu_esto que es
@mpo del discurso teórico. Por integración no entiendo coopera- muy difícil formular tales criterio_s, y v1rtua mente 1mr~s1ble obtener
ción y equilibrio, sino el mantener una delimitación, que es lo que un acuerdo sobre ellos, es muy importante esta func1on de concre-
permite la existencia de sistemas (Luhmann: 1984). Es esta exigencia tización. Es esto lo que nos permi_te discutí~ s?bre Parsons, sobre 1~
funcional lo que explica que con frecuencia se fijen los límites entre «funcionalidad» relativa de sus primeras y ultimas _obras, y sobre s1
disciplinas de un modo que, considerado desde una perspectiva in- su teoría (sea lo que sea en ~oncreto) pued~ exph~a~ de ver~~d _el
telectual, muchas veces parece arbitrario. Estas disciplinas de la cien- conflicto en el mundo real, sm que sea preciso defm1~ el eqml!~rio
cia social, y las escuelas y tradiciones que las constituyen, son las y la naturaleza de los sistemas. O, ~!1 lugar _de exammar ~xphc1ta-
ue poseen clásicos. mente las ventajas de una concepc10n afectiva o normativa de la
El hecho de que las diversas partes reconozcan un clásico supone acción humana, se puede sostener que, de he~h?, esta fue la pers-
fijar un kunto de referencia común a todas ellas. Un clásico reduce pectiva que Durkheim adoptó en_ sus obras ~as 1~~o~tantes.
la comp j.idad (vid. Luhmann: 1979). Es un símbolo que condensa La tercera ventaja func10nal r~e "º cacacrer ira~ . C ? mo_ ~e
-«representa»- iversas tradiciones ener les. Creo que la conden- da po 1
l existencia de un instrumento de _comu_m caqon
sación tiene al menos cuatro ventajas foo ciaoales. «~ o», es posible no reconocer eo ab_sol~to 1~ ,exist~nqa de Y_D
discursa get:1er.al. Así, como se re~onoce sm d1scus~on la 1mportanc1a
nuum científico. Existen desacuerdos fundamentales en la cuestión de si el análisis de los clásicos, al científico social le resulta p~s1ble com~nzar_ un
debe centrarse en el nivel individual o en el nivel social, o en el problema de aspectos estudio empírico -en socio~ogía industr!al, por eie~plo- d1scut1en~
económicos o interpretativos; existen enfrentamientos ideológicos acerca de si la in- do el tratamiento del trabaJO en los primeros escritos de !"larx .. S1
vestigación de los desastres debe ser guiada por las responsabilidades con respecto a bien sería ilegítimo que dicho científico sugiriera qu~ cons1derac10-
la comunidad o por intereses profesionales más restringidos; existen numerosos de-
bates sobre definiciones, referentes, por ejemplo, a qué es una «organización~, y nes no empíricas sobre la natura~e~~ humana, y no d1gamo~ especu-
discusiones sobre el valor de cuestionar definiciones y taxonomías . Vid. en Drabek laciones utópicas sobre las pos1b1hd_ades h~manas, c~nstltuyen el
1986 y su libro de próxima aparición un buen resumen de estas discusiones. punto de referencia de la sociología mdustrial, es precisamente eso
44
La teoría social, hoy
La centralidad de los clásicos 45
1~ que reconoce de forma implícita al referirse a la obra de Marx.
F;nalmente, lu oncretización s:i ue proporcionan Io:¡ clásicas kLo.tor- ~ escribió que la «vida humana como punto de par~ida y
ga potencialida9es tan privilegiadas que el tomarles como ¡2u to de contexto duradero proporciona el primer rasgo estructural bás_1co ?e t,
re~erenc1a ad uiere I lportanc1a....por caz<mes_p.uramente estratégicas los estudios humanísticos; pues estos se basan en la expenencia,
e mstrumentales. C_ualquie~ cientí~ico so_cial ambicioso y cualquier comprensión y conocimiento de la vida» (1976, p.l ~6 ). En otras
escuela en ascenso tiene un mterés mmed1a~o en legitimarse vis-a-vis palabras, la ciencia social no puede aprenderse ~e_d1ante la mera
?e los fund~dores clásicos. Y aun en el caso de que no exista un imitación de una for~a de res_olve_r pro~lemas empmcos. Dado _que
m!erés genumo ror los ~lásicos, estos tienen que ser criticados, re- tiene por objeto la vida, la c1enc1a so~1al depende de la capac1_d ad
leidos o redescubiertos s1 se vuelven a poner en cuestión los criterios del propio científico para entender la vida; depende de las capac1da~
normativos de valoración de la disciplina: des idiosincrásicas para experimentar, comprender y conocer. En m1
. Estas son l~s r~zone~ funcionales o extrínsecas del status privile- opinión, este conocimiento individual tiene al menos tres caracterí -
giado que l_a c1enc1a social otorga a un grupo reducido y selecto de ticas distintivas:
obras antenores. o en mi o inión existen también razones intrín-
~ ' g::
· :=:".
in~a~m
t':~te~ in
=;:ite§l:::e;:;
ct;:u;:a~es. Por razones intelectuales enuen o
que a c1er~as ~, ras _se es conceae el rango de clásicas porque hacen 1. La interpretación de estados mentales
una contnbuci~:m smgular y permanente a la ciencia de la sociedad.
~arto de la tesis de q~e cuanto más general es una discusión cientí- Toda generalización sobre la estructura ~ ~a usas de un fenómen~
fICa men~s acumulativa puede ser. ¿Por qué? Porque si bien los social -una institución, un movimiento rehg10so o un suceso poh-
c?mprom1sos generales_ est~n sujetos a criterios de verdad, es impo- tico-- depende de alguna concepción ?e los m?tivos . implicados.
sible establecer estos cntenos de forma inequívoca. Las valo · w.es Pero la exacta com rensión de 1 e, sm embargo,
generale~ QQ__se basan tanto en cualidades del mundo obi_e!ivo ----:-so- unas c · tía, p.ernpicacia e interpretación muy desa-
bre el que con frecuencia es posi ble alcanzar un acuerdo mínimo-- rrol adas. A igualdad de los demás factores, las obras de científi_cos
como en gust? s y preferencias relativos de un a comunidad cyltural sociales que manifiestan tal~s capacidades e!l grad~ sumo ~e convier-
~ ta. El d1~c1;1~so general, por tanto, descansa en cualidades pro- ten en clásicos a los que tienen que refenrse qu~ene~ d1~ponen de
pia~ _de la_sens1b1hd~d per_son~l. que no son progresivas: cualidades • capacidades más m~diocres rara comprend~r la~ mdmac1~n~~ sub-
esteucas, mterpretatlvas, filosof1cas. En este sentido las varia io s jetivas de la humamdad. El ".tgor de la «soc10log1a d~ la rehg1on» de
de la ci~ncja s0 cial no reflejan una acumulación linesil -una cuestión las últimas obras de D..urkhe1m se debe en gran medida a su notable
suscepu~le de ser calculada temporalmente--, sino la distribución de capacidad para intuir el significado cultural y la importancia esico-
la capac1_dad. hum~na, esencialmente aleatoria. La producción de lógica del comportamiento ritual_ e!ltre los_ab_orígenes australianos.
«gran» ciencia soc1~l es un don que, como la capacidad de crear De modo similar, no es la herencia mteracc10msta de ~ no sus
«gran» arte (cfr. N1sbet: 1976), varía transhistóricamente entre so- métodos empíricos los que han convertido su_ teor_ía en un paradi$ma
ciedades diferentes y seres humanos diferentes 8 • para el microanálisis del comparti1!1iento social, smo s_u extraordma-
ria sensibilidad respecto a los matices del comport:im1~nto h1~mano.
8
· La razón que suele aducirse para explicar la centralidad de los clásicos en las Pocos autores contemporáneos podrán alca~zar Jamas el mvel _de
artes es, c~mo es bien sabido,. l_a idiosincrasia de 1~ capacid~d creativa. Sin embargo, perspicacia de Goffman. Sus obras so n d ásicas porque es ~ o
en su escrito sobre la for~ac10~ de obras literarias canómcas, Kermode (1985) ha recurrir a ellas para experimentar y comprender cuál es la verdadera
mostrado que esta conce~c10n atribuye demasiada importancia a la información exacta
so_bre_ una obra. y der:nas1ado poca a la opinión no i~form~da de un grupo y a los naturaleza de lamotjyación interacciona!.
criterios _v_alorat!vos «1rrac1?nales». P~r e¡emplo, la emmenc1a artística de Botticelli se
restablec10 en circulos de fmales del siglo XIX por motivos que posteriormente se han
mostrad~ _sumament; espúreos_. Sus_ defensore~ empleaban argumentos cuya vaguedad
interpretaciones son _erró~eas•, sostiene que «no obst~nte, algu_nas de ella~ _son b~~nas
Y confus10_n no pod1an haber ¡ust1[1~ado estéticamente su arte. En este sentido, Ker-
en relación con su fm úlumo• (1985: p.91). ¿Por que? «Una mterpretac1~n suf1c1en-
mode sostte~~ _que las o~ras_«c~nomcas» lo son por razones funcionales. Según este
autor, «es d1f1cil que lasu:1st1tuc!ones culturales ... puedan funcionar normalmente sin temente buena es la que estimula o posibilita deter!11ina~as f?rmas necesarias de at~?-
ción. Lo que importa ... es que esas maneras de m~uc1r dichas formas de atenc10n
el~as »_(1~85: p. 78). ;Al m_1smo tiempo, Ker~~de insjste en que sí hay alguna dimen-
s10n mtrmseca que ¡ust1f1que esa canomzac10n. As1, aunque admite que •todas las deben seguir existiendo, incluso si en último térmm? to~as el_las depen.den de . la
opinión•. La noción de «suf\cie_nt_emente buena• s;~á htstonograf1ada en m1 posterior
discusión de los debates soc1olog1cos sobre los clas1cos.
46 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 47

2. La reconstrucción del mundo em pírico labra Aun en el caso de que esta referencia ideológica fuera in-

Como el desacuerdo sobre cuestiones de fondo abre a la duda


~tseabl~ -<:osa que en mi opinión no es-, ni siquiera la ~raxis
cfentífica más escrupulosa podría librarse de sus efe,ctos. Una 1deo_-
incluso los propios referentes empíricos objetivos de la ciencia so- l,Q,gía efica,z, ad~más_ (Geertz: , 1964 ), no dep~nde sol? . de una suttl
cial, no es posible reducir en ella la complejidad del mundo objetivo sensibilidad social, smo t~mb1e_n de }1~ª capac, ~ad es~ettca para, c~m-
aplicando la matriz de controles disciplinarios consensuales. La ca- qensar v articular la «re~l~dad 1~ea la ~1c_a» mediante figuras retoncas
pacidad de cada científico para la selección y la reconstrucción ad- a ropi;d,as. Las propos1c10nes 1deol?g1cas, en ~t~as pa_labras, tam-
guiere una importancia acorde con este hecho. Una vez más encon- 2
bién pueden alcanzar el ~ango «cl~s1co». Las pagmas. fmales _de L_a
tramos el mismo tipo de capacidad creativa e idiosincrásica para la ética protestante no refle¡an el caracter de la modermdad r~c10nah-
representación normalmente asociada al arte. Como escribe Dawe re- zada y carente de alma: lo crean. Para entender la modermdad ra-
firiéndose a los clásicos, «mediante el poder creativo de su pensa- cionalizada no podemos limitarnos a observarla: t~nemos que :eleer
miento .... manifiestan la continuidad histórica y humana que hace esta obra temprana de Weber para volver a apreciarla y expenmen-
su experiencia representativa de la nuestra» (1978, p. 366). tarla. De modo similar, puede que nunca se capte con mayor f':1erza
La ca acidad de re resentación e ende no sólo de la ers icacia que en El hombre unidimensional de Marcuse el carácter opresivo y
· ta ·, nte o «c.a¡2acidad inte ec- sofocante de la modernidad.
w,al». De este modo, los contemporáneos pueden enumerar las cua- Estas consideraciones funcionales e intelectuales otorgan a los
lidades típicas-ideales de la vida urbana, pero pocos de ellos podrán clásicos -no solo al discurso general per se- una importancia cen-
comprender o representarse el anonimato y sus implicaciones con la tral para la praxis de la cie_ncia social. Estas consideracio~e~ d~ter-
riqueza o vivacidad del propio Simmel. ¿Ha conseguido algún mar- minan que a estas obras antiguas se les otorgue un status pnv1leg1ado
xista desde Marx escribir u.na historia político-económica que posea y se las venere de tal modo que el signifi~ado qu~ s~ les at~ibuy~ a
la sutileza, complejidad y aparente integración conceptual de El 18 menudo se considera equivalente al propio conoc1m1ento. c_1en~1f1co
Brumario de Luis Bonaparte? ¿Ha sido algún científico social capaz contemporáneo. El discurso so?re una de esta~ ob!~s pnv~leg1adas
de expresar la naturaleza de las «mercancías» tan bien como el mis- se convierte en una forma legítima de debate c1enttf1co rac1~mal; la
mo Marx en el primer capítulo de El Capital? ¿Cuántos análisis investigación del «nuevo sigJ?-ificado» de tal.es t~xto~ _se convierte en
contemporáneos de la sociedad feudal se acercan a la compleja y una forma legítima de reonentar el traba¡~ c1ent1f1co. Lo 9ue es
sistemática descripción de interrelaciones económicas, religiosas y tanto como decir que una vez que determmada obra adquiere el.
políticas que elabora Weber en los capítulos sobre patrimonialismo rango de clásica su interpretación se convierte ~n una clave d~I d~-
y feudalismo en Economía y sociedad? Esto no quiere decir que en bate científico. Y como los clas1cos son esenciales para la c1enc1a
aspectos importantes nuestro conocimiento de estos fenómenos no social, la interpretación ha de considerarse una de las formas de
haya superado el de Marx y Durkheim; pero sí que, en ciertos as- debate teónco mas ¡mpaaantes. . ,. . .
pectos decisivos, no lo ha conseguido. En efecto, las ideas particu- Merton tenía razón al afirmar que los c1enttf1cos sociales tienden
lares que acabo de citar fueron tan inusuales que los contemporáneos a mezclar la historia y la sistemática en la teoría social. También
de Marx y Weber no consiguieron entenderlas, y mucho menos va- estaba enteramente justificado al atribuir esta mezcla.ª los «esfuerzos
lorarlas o asimilarlas críticamente. Han sido necesarias generaciones por armonizar orientaciones científicas. y humamst~s» (Merton:
para reaprender poco a poco la estructura de sus argumentos, con 1967a, p. 29). Sin embargo, estab~ equivocado al af1~ar que es
sus implicaciones pretendidas y no pretendidas. Exactamente lo mis- patológica esa mezcla o el sola.r~m1ento causant~ _de dicha mezcla.
mo puede decirse de las obras estéticas más importantes . El propio Merton no fue lo s~fic!ente~~nte empmc~ en este aspec-

3. La fo rmulación de valoraciones morales e ideológi,w


r
to. Desde el origen del estudio s1ste1?attco de 1~ soc1ed~d _en la an-
tigua Grecia, la mezcla el solapamiento ha1_1 s1d?, endem1cas en la
praxis de la ciencia socia . ~l int_er_pre~a.r esta s1tuac1on como ª??rmal
refleja p.i:ejuicias .especuiauy~s _1~¡ust_1h_cad~ . no hechos emp1r!cos:
Cuanto más general sea una proposición de la ciencia social t,anto El primero de estos pren~1c1os m1usttf1cados es que la. ~1enc1a
más tendrá que mover a reflexión sobre el significado de Ja ;M;ida s.Q.cial constituye una empresa ¡oven e mmadura en comp~rac1on con
\ s~ . Esta es su función ideológica en el más amplio sentido de la la ciencia natural ; al madurar, se irá asimilando progresivamente a

o
La centralidad de los clásicos 49
48 La teoría social, hoy
mente de los propios científicos sociales. Dedicaré la presente sec-
las ciencias naturales. Yo sostengo, por el contrario, que hay razones ción a esta paradoja.
endémicas insoslayables para que exista una divergencia entre la cien- Aunq ue continuamente hacen de la obra de 1°s dásjcos el tema
cia natural y la ciencia social; además, la «madurez» de esta última, de su discw:s.o, los científicos sociales -en conjunto- no reconocen
según creo, se ha alcanzado hace ya bastante tiempo. Un segundo q.ue proceden así para ~laborar ar~?rnentos científicos, ni t~mpoco
pmyll:io es que la,_ ciencia social -una vez más, supuestamente idén- ue efectúen actos de mter retac1on como arte de ese d1 e so.
tica a la ciencia natural- es una disciplina puramente emp.ú;ica que Rara vez se abor a la cuestión e por a ué están iscutiendo los J
puede desprenderse de su forma discursiva y general. Mantengo, por clási<;gs. En lugar de est_o _se da por s_upuesto que la ?iscusión es_el ,t.
el contrario, que nada indica que se vaya a alcanzar jamás esta con- tipo más normal de acuv1dad profesionalmente sanc10nada. Es m-
dición prístina. Sostengo que la propia ciencia natural que se utiliza frecuente que se piense en la posibilidad de que esta actividad tenga
como paradigma de tales esperanzas está inevitablemente ligada a carácter teórico o interpretativo. Por lo que concierne a los partici~
compromisos tan generales como los de la ciencia social, aunque pantes en el debate, simplemente intentan ver a los clásicos como
tales compromisos queden disimulados en su caso. son «en realidad».
Merton lamenta que «casi todos los sociólogos se considéran cua- Esta falta de conciencia de la propia actividad no es el reflejo de)
lificados para enseñar y para escribir la 'historia' de la teoría socio- un inge_n uidad te~rica. A,l contrario, caracteriza algun~ de las ~isc~-·
lógica, pues al fin y al cabo están familiarizados con los escritos siones mterpretauvas mas elaboradas que ha producido la c1enc1a
clásicos de épocas anteriores» (1967, p. 2). En mi opinión, este hecho social.
es enteramente positivo. Si los sociólogos no se consideran cualifi- El ;,; jemElo más célebre es la presentación que hace Parsons de
cados en ese aspecto, no solo daría fin un tipo de historia de la su tesis de á convergencia ~ The Structure o{ Social Action (1937).
sociología «vulgarizada», sino la misma práctica de la sociología 9 • Esta obra, un tour de force interpretativo, sostiene que todas las
principales teorías científicas del período finisecular subrayaban el
papel de los valores social~s en la integración d_e la .s,ociedad_. Parsons
Ingenuidad fenomenológica: por qué deben deconstruirse los defiende -esta lectura mediante una conceptuahzac10n creativa y nu-
debates clásicos · merosas citas, pero ~s sorprendente que no reconozca en absoluto
que se trata de una interpretación. Insiste en que ha llevado a cabo
En las secciones precedentes he argumentado teóricamente que una investigación empírica que es «una cuestión de hecho como otra
no puede existir escisión entre hjstorja y sistemática. En la sección cualquiera» (Parsons: 1937, p. 697). En efecto, el nuevo aná~isis par-
que sigue pretendo mostrar empíricamente que no existe. Antes de soniano de las obras de los clásicos es el resultado de cambios en el
hacerlo, sin embargo , tengo que · cecnnocer q.uc, des ués de todo, mundo objetivo más que la consecuencia de nuevas cuestiones plan-
hay un lugar en el que esa escisión es IDY). real. Die o lugar es la1 teadas por el propio Parsons. Los clásicos descubrieron valores, y
este descubrimiento es el nuevo dato empírico para la obra científica
de Parsons. Su análisis, por consiguiente, «se ha seguido [en gran
9
Debo admitir también que existen importantes ambigüedades en el ensayo de parte] de sus nuevos descubrimientos empíricos» (Parsons: 1937, p.
Merton, ambigüedades que hacen posible interpretar su tesis de maneras significati- 721). La misma dis unción de intención teórica raxis ínter reta-
vamente distintas. (Lo que, según creo, podría decirse también de su trabajo sobre la m:,a p · la osición e Parso~s.
teoría de rango medio : vid. Alexander: 1982a, pp. 11-14). Por ejemplo, en la penúl-
tima página de su ensayo (1967a, p. 37) indica que los clásicos pueden tener la si- En el prefacio a Capitalism and Modern Social Theory (1972), <i!s!-
guiente «función» sistemática: «los cambios en el conocimiento sociológico actual y dens sostiene que su tesis neomarxista responde a desarrollos empí-
en los problemas y los centros de interés de la sociología nos permiten encontrar ricos tales como «los resultados recientes de la investigación» y al
nuevas ideas en una obra que ya habíamos leído ». Reconoce, además, que estos descubrimiento de nuevos textos marxistas. Roth (1978, pp. XXXIII-
cambios pueden originarse en «desarrollos recientes de nuestra propia vida intelec-
tual». Esto puede interpretarse como reconocimiento de la necesidad sistemática de XC) sostiene que su lectura antiparsonian""ácl'e Weber resulta del
que la sociología actual haga referencia a los clásicos, es decir, como reconocimiento acceso a secciones de la obra de Weber Economía y sociedad que no
de ese tipo de «sistemática histórica• en contra del cual Merton escribió la parte se habían traducido hasta hace poco, y Mitzman (1970) afirma que
principal de su ensayo. Quizá por tal razón Merton matiza inmediatamente esta su interpretación marcusiana de Weber procede del descubrimiento
afirmación con una nueva versión de su tesis empirista y acumulacionista. La causa
de que «en muchas obras anteriores se manifiesten cosas 'nuevas'» es que «cada nueva de nuevo material biográfico.
generación acumula su propio repertorio de conocimientos».
50 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 51

Por supuesto, a la luz de mi argumentación anterior está claro tar la práctica científica de aislar la «objetividad» de los mismo]
~ que -~ les «auto~nterpretacia_oes » empíricas sirven para encubrir el clásicos. f:sto supone una reducción ~o_rque trata de demostrar que,
~~l~tivis"l:º que 1mpl¡ca la m¡sma centralidad de los clásicos. Querría en cualqmer momento dado, los «clásicos» pueden ser entendidos
it?-? icar, s~n emba~go, que el papel funcional de esta autointerpreta- como proyecciones de los intereses teóricos e interpretativos de los
Q2.n con~¡~te precisamente en proporcionar ese encubrimient9. Si los actores implicados. La escisión entre la historia y la sistemática no
que part!cipan en ~ebates cl~si~~s supieran que su~ investigaciones existe porque pueden ser sometidas a esta reducción.
-:-sean «interpretativas» o «histoncas»- son en realidad debates teó- Entre otros autores que parten de Husserl, lli.a:id,¡i ha suj,er~ o
, nc~_s con otro nombre, tales debates no conseguirían reducir la com- r e to~O texto es una constr~cción intepcion~l, no el refle joe;ña
pleJl~ad. Se s~ntirían obligados a justificar sus posiciones mediante -~terminada realidad. La teona del refle10 esta fundada en la noción
un discurso directo_ y sistemá~ico. Lo mismo puede decirse, por su- resencia, en la idea de gue un texto dado puede contener -pue-
puest_o, de la~ au~ointerpretacio~es empiristas en general. Si quienes de acer presentes- en sí mismo los elementos esenciales de la rea-
pra~tic~n la ciencia fueran _c~>nscientes de hasta qué punto su trabajo lidad ~ la q~e . se refiere. en la idea de q:ue hay una reali?ad q~e es
esta guiado por presuposic10nes y por la necesidad de consolidar ella misma ulumamente presente. P,ero si se reconoce la intenc10na-
escuelas teóricas, sería más difícil dedicarse al trabajo teórico fruc- lidad, 1 · · 1 naturaleza de un t xto dad tanto
tífero a largo plazo.
En otras alabras, los cient~fi~os sociales ti_enw, rae defio icwn,
; o la presencia. Toda descripción e la realidad es selectiv~ l

~re
dejar fuera ciertos elementos, tal descri ión no solo roduce las J
.º tar res . ecto_ a sus el lo gue Husser (p. ej., 1977) «p.resencias» de la iodu>-'e, sino tam ién las ausencias e o gue
. ? m ba «actitud ingenua». Inmersos en fórmulas clásicas y dis~ e~ e. El mito d; texto presente, sugiere Derrida, se convierte en
c!plu~a_dos po~ lo que ellos consideran su herencia intelectual, los. la ideología del texto qua texto. Se considera que los textos son
CJfnuficos s? ciales no p_ueden_entender que son ellos mismos, ~ - legítimos porque puede confiarse en que son el reflejo de los hechos
ves de sus m~ereses e mrenqanes teóricos, quienes convierten )u.s o ideas que contienen. Sin embargo, si el texto se basa en ausencias
~ textos e_n clás1cos y otorgan a cada texto dásico su significado cop- n..Q. puede aceptarse por su significado literal. Los textos deben ser
tem11oraneo. Al la_me~tar q':1e el «concepto de historia de la teoría» deconstruidos porque se basan en ausencias. «El 'deconstruir' la fi-
que impregna la ciencia social «no es, de hecho, ni historia ni siste- losofía», escribe Derrida en cierto momento, no es únicamente in-
mática, sino un híbrido escasamente elaborado» Merton él mismo vestigar la historia de sus conceptos clave, sino también determinar,
empiri~tai no ha sido -una vez ~ás- lo sufici~ntement~ empírico. desde una posición «externa,. a la propia posición del autor, «qué
Este hibndo, que durante tanto tiempo le ha resultado esencial a la es lo que esta historia ha podido ocultar o prohibir, constituyéndose
ciencia s~cial, tiene por fuerza que estar escasamente elaborado. ella misma en historia a través de esta represión en la que está inte-
He afirmado que lo~ ~ientífi~os s~c!ales nec~sitan clásicos porque resada» (Derrida: 1981, pp. 6-7, traducción no literal).
estos expresan sus ambiciones sistematicas mediante esas discusiones a demostrar el carácter central de los clásicos es necesari)
históricas. Es esta «intención» científica en el estricto sentido fe- econstruir I i iones de la ciencia social so re los , · s. J_
non:ien~lógic~, la que crea la realidad de ios clásicos para la vida de Solo si se entiende la suti interacción entre ausencia y presencia
la ciencia social. Husserl mostró que la objetividad de la vida social podrá apreciarse la función teórica de los clásicos, aunque es más
-su «realidad» vis-a-7:is ~1. actor- se ~asa en _la capacidad del actor difíc_il apreciar la praxis interpretativa mediante la cual actúa est
para_sus ender, h~ce_r !nv1S1ble su prop!a ~onciencia, ~u cr~ación in- teorizar.
1
te?~iona d~ la O~Jetiv:idad. De modo similar, en la discusión de los
clasicos la mtenc¡onal¡d_ad de los ~ien~íficos sociales se haya oculta, La interpretación de los clásicos como argumento teórico:
no solo a las personas a1enas a la qenc¡a, sino, normalmente i so Talcott Parsons y su crítica del período de postguerra
ª-los mismos actc~res. Las intenciones que convierten a los' clásicos
en lo que son -intereses teóricos y praxis interpretativas- están . Es posib~e entender la teoría sociológica del período que se
tiende aproximadamente desde la Segunda Guerra Mundial hasta co-
ex-1
~ ~fenomenoló_gi_camente aisladas_. J?e aquí se sigue que investigar estos
intereses teoncos y estas praxis interpretativas supone ejercer lo que mienzos de_la década de los ochenta como una disciplina con una
Husserl llamaba «reducción fenomenológica». En vez de acceder a forma relativamente coherente (Alexander: 1986). El inicio de este
la praxis ordinaria y aislar la intención subjetiva, tenemos que adop- pf ríodo estuvo marcado por la aparición de la teoría estructural-fon-

!, 1
52 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 53

cionalista, y al menos hasta finales de los años sesenta este enfoque toridad de los textos clásicos. Parsons sostenía que los textos clásico;
tuvo una relativa predominancia en el campo científico. Sin embar- orientaban la actividad científica hacia el tipo de teoría sistemática
go, ya a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta se que él había concebido.
desarrollaron importantes críticas a la teoría funcionalista. Hacia me- Cuando Parsons comenzó su carrera teórica en los años veinte,
diados de los setenta la importancia del funcionalismo había dismi- él mismo estaba vinculado a la mixtura de pragmatismo, evolucio-
nuido, y se habían convertido en tendencias dominantes las corrien- nismo e institucionalismo que caracterizaba la tradición americana
tes que anteriormente lo criticaban. A comienzos de la década de (Wearne: 1985). Sin embargo, en la obra que marcó el inicio del
los ochenta estas orientaciones establecidas empezaron a ser revisa- ascenso de la teoría funcionalista era notoria la ausencia de los clá-
das. En la actualidad es muy posible que esté surgiendo un campo sicos relacionados con esa tradición. En The Structure o{ Social Ac-
teórico enteramente nuevo; puede sin duda afirmarse que se está t.i&JJ (1937), Parsons pretendía definir los resultados más importantes
viniendo abajo la antigua «forma coherente» de los últimos cuarenta alcanzados por la anterior generación de teóricos de la sociología.
años. Pero 'lo esta an ausentes de ella los ra matistas e institucio-
Aunque no voy a tratar de demostrar aquí (vid., p. ej., Alexander nalistas americanos, sino tam 1 rx; y hasta mue os
1987a [en preparación]) ese supuesto, todo lo que sigue se basa en años después seguirían ausentes de la teoría sociológica sistemática.
la idea de que este movimiento teórico proporciona el marco con- Las «presencias» en la reconstrucción de Parsons eran Marshall, Pa-
ceptual en el que se ha desarrollado la .ciencia social empírica «nor- reto, Durkheim y Weber. Parsons sostenía que fueron ellos -y
mal». Lo que quiero indicar es que este movimiento teórico siste- sobre todo Durkheim y Weber- qúienes formaron la tradición clá-
mático ha inspirado y ha sido a su vez inspirado por debates de gran sica de la que debía partir toda sociología futura.
alcance sobre la naturaleza y el significado de obras clásicas de la so- Esta selección de obras anteriores no fue la unicá razón por la
ciología. que la obra de Pársons del año 1937 adquirió tal importancia; tam-
Es sabido que a lo largo del periodo de la Primera Guerra Mun- bién sL.d.mió a su intergretación d..e..·los rextas elegidos. Parsons
dial la teoría europea desempeñó un papel dominante. En el periodo sostenía, sin duda con cierta ambigüedad (Alexander: 1983 ), que
de entreguerras diversas razones motivaron R,Ue el centro de la so- estos sociólogos enfatizaron los valores culturales y la inteJración
ciología comenzara a desplazarse desde Europa a las Estados Uni- ~l. La agudeza de su intuición conceptual y la densida de su
w., Antes de la Segunda Guerra Mundial, la Escuela de Chicago y argumentación textual le permitieron a Parsons defender esta inter-
las teorías institucionaiistas cuasi-marxistas eran las tendencias más pretación de forma extremadamente convincente. En otras palabras:
destacadas en los Estados Unidos. Estas teorías se centraban princi- el éxito de su tesis sobre los dásjcos se debiá a s11 praxis imecpce-
palmente en la interacción individual, en el conflicto de...gmp.os y en ~ . ~ -como el propio Parsons ha sugerido (vid. supra}- _a_
el entorno ecológico-material. y los clásicos en que se inspiraban la naturaleza empírica de su descubrimiento. Esta interpretación, a
eran pragmáticos como Cooley y Mead, institucionalistas como ü - su vez, estaba inspirada por intereses teóricos. Solo retrospectiva-
blen y europ_eos como Sim~~l. El funcionaijsmo estructural suryu'> mente ha comprendido la comunidad sociológica qué incompleta era
como reacqon a estas r{¡idícjones. Este no se basaba solo eil os la lectura de Parsons, y cómo su interpretación de esos autores clá-
escritos de Parsons, sino también en las obras de un número elevado sicos estaba concebida de forma tal que apoyara la tesis teórica sis-
de investigadores con talento cuya obra ya había comenzado a ejer- temática que Parsons pretendió justificar posteriormente mediante
cer influencia en los años treinta. Sin embargo, en las páginas que estos textos.
siguen voy a centrarme en Parsons como líder de esta tradición. En su crucial discusión de la primera gran obra de Durkheim,
Naturalmente, es cierto que razones sociales, extracientíficas, con- por ejemplo, Parsons interpretaba el capítulo quinto del libro pri-
tribuyeron a la buena recepción de la obra funcionalista. Sin embar- mero de La división social del trabajo -la discusión, ahora célebre,
go, en primer término esta obra se valoró y acogió por lo que se sobre los elementos no contractuales del contrato--- como un argu-
consideraban motivos científicos. Como sostendría la perspectiva em- mento en favor dél control normativo y cultural en la vida econó-
pirista, entre estos motivos se contaba la visión teórica y el poder mica. Pero puede defenderse, por el contario, (Alexander: 19826, pp.
explicativo de la obra de Parsons. Pero no se limitaban únicamente 124-40), que la intención de Durkheim en este capítulo era subrayar
a esto, pues Parsons no solo fundaba su aspiración a una posición la necesidad de un estado relativamente autónomo y regulador. Ade-
científica dominante en su obra sistemática, sino también en u - más, Parsons ignoró por completo el libro segundo de La división
54 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 55

social del trabajo, en el que Durkheim p,resentaba un análisis ecoló- En su larga introducción a la traducción colectiva de la obra de
gico, incluso materialista, de las causas del cambio social, Parsons Weber Theory of Social and Economic Organization, Parsons (1947)
sugería así mismo que la última obra de Durkheim, Las formas ele- consideraba que Weber había subrayado con acierto el contexto va-
mentales de la vida religiosa, representaba una desviación idealista lorativo de los mercados y el transfondo cultural de la autoridad,
del tratamiento pluridimensional de la solidaridad que había formu - pero afirmaba que su teoría de la burocracia insistía excesivamente
lado en su escrito precedente. Sin embargo, Parsons difícil~ente es- en el papel de la jerarquía porque descuidaba la socialización y las
taba en condiciones de extraer esta conclusión, dado que en realidad normas profesionales. Es sabido que ambas cuestiones constituyeron
pasó por alto partes importantes de su anterior escrito. Parece mu- el tema de The Social System (Parsons: 1951), que apareció cuatro
cho más probable que los últimos escritos de Durkheim fueran co- años después. De modo similar, Parsons investigó el tratamiento de
herentes entre sí. En caso de que sea así, ese idealismo que a Parsons la integración social en Durkheim en el seno de su propio análisis
le parecía una desviación sería una característica de la obra más ma- de la diferenciación interna de los sistemas sociales (Parsons: 1967).
dura de Durkheim. La precipitada lectura parsoniana de Durkheim Encontró que Durkheim se había ocupado de la diferenciación de
tuvo como consecuencia que su insistencia unilateral en la normati- objetivos, normas y valores mucho más de lo que él mismo había
vidad de los últimos veinte años de Durkheim quedara, en buena pensado en su interpretación de hacía treinta años. Y cuando Par-
medida, a salvo de críticas. sons emprendió el trabajo de conceptualizar una teoría evolutiva del
. La interpretación parsonia1,1a de Durkheim -no a pesar de su cambio social, demostró en una extensa investigación de la teoría de
. brillantez,. smo a causa de esta- es¡aba, pues, inspirada en las inte- la religión de Weber que este también tenía un enfoque evolutivo,
reses teóncgs 91!.e en el período posterior a la publicación de La cosa que Bellah ( 1959), uno de los discípulos más cualificados de
estructura de la acción social sirvieron para establecer las líneas maes- Weber, se había encargado de demostrar respecto a Durkheim varios
tr~s de la obra ft;1~cionalista; cosa que, con mayor motivo, cabe años antes.
ih~ar ~e su anál151s de Weber. En primer lugar, Parsons ignoró la Finalmente, tenemos el caso de un teórico cuyo status clásico
tensión 1rresuelta entre la teoría normativa e instrumental que im- Parsons solo reconoció posteriormente, y cuya anterior ausencia,
pregna incluso la misma sociología de la religión de Weber. Sin em- por tanto, trató de corregir con urgencia. En la teoría funcionalista
bargo, es todavía más significativo que ni siquiera tuviera en cuenta madura de Parsons, que se presentó por primera vez en 1951 con la
la so~iología pol~tica ~ustanti~a ,q~e Weber desarrolló en Economía publicación de The Social System, la socialización desempeña un pa-
y sociedad: las discusiones h1stoncas de la transición desde la eco- pel principal, y el fenómeno se abordaba desde un punto de vista
n?mía_ doméstica _patriar~al a lo~ sistemas feudales y patrimoniales, psiconalítico. En su prefacio a ediciones posteriores de The Structure
discus10nes que giran casi exclusivamente en torno a consideraciones of Social Action, Parsons lamentaba no haber incluido a Freud w
antinormativ~s. Parsons pudo defender una interpretación de Weber a_guella selección de autores clásicos. Ciertamente, el no hacerlo se
basada en la idea de que la sociol_o_gí~ política de dicho _autor estaba había convertido en los años cincuenta en algo peligrosamente anó-
cent~ada en el problema de la leg1t1m1dad moral y política solo por- malo . Dada la centralidad de los clásicos, el hecho de que Parsons
ue ignoró esta parte esencial de la obra weberiana. omitiera una discusión autorizada de Freud dejó expuesto su fun-

f P lo~ años qye_ ~iguieron la Setunda 9uerra Mundial ),ue- cionalismo psicoanalítico a serias críticas. Los freudianos antifuncio-
le n ac10n ar m a de os clásic ó a s r am lía- nalistas podían aducir que la teoría psicoanalítica no tenía nada que
mente acept~ .ª· Su venerac_ión hacia estos autores clásicos era per- ver con la socialización; que, al contrario, ponía de relieve la desor-
sonal y marufiesta, y contnbuyó eficazmente a que sus contempo- ganización de la personalidad y su rebelión frente a la civilización.
r~neos sintieran d;l. mis_m~ ~odo. En cada nuevo paso de su poste- A partir de 1952 Parsons (1964a; 19646; 1955) dedicó una serie de
nor _desar:?llo, t~onco ~ en gue la teoría funcionalista ~ a ensayos a demostrar que Freud veía en la introyección objetiva la
<;; ontmuac1011 logi~a del cammo que habían abierto estos antecesores. base del desarrollo de la personalidad; la introyección objetiva, por
Y, en efecto, en cada nueva fase de su actividad teórica posterior supuesto, no era más que la interiorización de los valores con otro
Parso_n~ «retornaba» a Weber y a Durkheim, y cada relectura le nombre.
permma comprender las promesas y los problemas de sus obras Cuando a finales de los años cincuenta surgió una corriente wó-1
desde la perspectiva del nuevo paradigma funcional que estaba gestan- rica JI: empírica opu esta al funcionalismo, la interpretación parsonia-
do. na de los clásicm se convirtió en uno de sus temas principales. Tam-

l 1
56 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 57

oco estas críticas constituían un intento consciente de deconstruc- Sin embargo, 1 ausencias en la ínter
ión, es decir, no se trataba de un movimiento que desvelaba los ción de Parsons, la fi ura de Karl Marx re . . , on
intereses teóricos subyacentes a la argumentación clásica en cuanto geiieralizada en ~sta nm . . Más adelante ,sugeriré que M_ar_x
tal. Más bien se trataba, sobre todo, de «poner en orden los hechos empezó a 1scut1rse por pnmera vez solo a traves del debate ong1-
históricos» . Además, se atribuían exclusivamente al propio Parsons nado en el seno de la escuela parsoniana y bajo el aspecto de la
los intereses teóricos y estrategias interpretativas, si es que llegaba a «teoría del conflicto». Solo una vez que los funcionalistas habían
admitirse su existencia: por lo que se refiere a sus propias investi- sido sucedidos por sus críticos se elevó a Marx a la categoría de
gaciones, los críticos de Parsons tenían, necesariamente, que conser- clásico de forma explícita. Cuando en 1968 Zeitlin desbarató la in-
ar intacta su actitud ingenua. terpretación de Parsons afirmando que los clásicos parsonianos eran
Da testimonio del poder de Parsons el hecho de que en las pri- conservadores cuya obra solo podía entenderse como reacción a
meras etapas de este proceso las ausencias más sorprendentes de su Marx, su tesis todavía despertó una a¡ención relativamente escasa 10 •
interpretación de los clásicos fueran las que menos atención atraje- De hecho, se co ir · ron en el centro del inci i nte moví · o
ron. Hinkle (1963; 1980) defendía la legitimidad de la teoría ameri- antifuncionalista a ~wu·.A;)...1.1.1.i.'...i.w..u&,l..,l;i.l.l...lJ!...W.:!;.S.!.~ ~ ~ ~ ~ ~ ~
cana anterior, tanto en su vertiente institucional como en su vertien- na de Du(ls\iew, ~ r y Freud. El interés teórico principal con-
te pragmática, sugiriendo que podía considerarse por derecho propio ; en la restauración de una teoría socjo!ógjca más orientada al
como un cuerpo de teoría elaborada. Sin embargo, es posible ver estudio del poder, más centrada en la economía: existía un interés
que, en realidad, su tesis defiende la construcción teórica de Parsons secundario por recuperar la importancia de la acción contingente
apuntalando su propia concepción de la historia, como indica el frente a lo que se consideraba la insistencia parsoniana en el orden
título del temprano artículo de Hinkle «Antecedents of the Action colectivo como tal. Así. a,,wediados de los años cincuenta Gou!dner
Orientation in American Sociology before 1935». En su tesis doc- editó la primera traducción inglesa de Socialism and Saint-Siman, ~
toral sobre la teoría de conflictos en la sociología americana anterior, Durkheim; a obra de su eta a media a la ue Parsons a se
Coser atacaba con mucha mayor agresividad la selección de Parsons, hafila referido. Gou ner sostenía que esta obra demostraba la exis-
criticando la orientación de sus problemas y apoyándose en la teoría- tencia de un Durkheim materialista y radical enteramente opuesto al
institucionalista. Sin embargo, solo se llegó a imprimir un breve de la doctrina funcionalista. El que la praxis interpretativa de Gould-
resumen de la tesis de Coser (Coser: 1956, pp. 15-31). ner fuera grosera y mal fundamentada en comparación con la de
Levin comparaba a Simmel y Parsons en su tesis doctoral de Parsons explica, sin duda, el éxito relativamente escaso del libro,
1957, sugiriendo que, como mínimo, existía cierto paralelismo entre pero lo que importa son los intereses teóricos que subyacen a la tesis
Parsons y un importante autor anterior que había ignorado comple- de Gouldner. Giddens (1972) sostuvo la misma idea en un~ eríodo
tamente. Sin embargo, tampoco esta tesis se publicó hasta pasados mucho más turbulento y mediante una interpretacióJL much o más
más de veinte años. Cuando finalmente salió a la luz --en una serie
impresa en offset dedicada a la edición de libros agotados o de tesis
elaborada. Su tesis de que Durkheim, lejos de divergir de Marx a
11
este respecto, coincidía con el en su interés prioritario por las cues-
doctorales no publicadas- Levine (1980) hizo más críticas y explí- tiones económicas e institucionales -llegando a afirmar que Durk-
citas las implicaciones de su introducción de Simmel. En una nueva heim jamás se ocupó del «problema del orden» parsoniano- de-
introducción recalcó la decisión de Parsons de eliminar del manus- sempeñó un importante papel en el rechazo de la teoría funcionalista
crito definitivo de The Structure of Social Action el capítulo que en aquel periodo posterior. De hecho, en el proceso de elaboración
h~bía redactado sobre Simmel. Esto demostraba, en opinión de Le- del enfoqu~ neo-ma~xista del análi,sis ~structural en el que s~ ,encon-
vme, que Parsons había efectuado su selección de los clásicos para traba traba¡ando, G1ddens rechazo ta¡antemente la concepc10n evo-
apoyar su «sesgado» interés teórico apriorístico. Parsons excluyó a lucionista parsoniana de la obra de Durkheim; invirtiendo el análisis
Si~mel porq~e incluirlo hubiera supuesto extender una influencia de Parsons, degradó Las formas elementales de la vida religiosa y
ant1func1onahsta. Aunque no cabe duda de que esa crítica de la au-
sencia está justificada, no lo está la interpretación de Levine. Su tesis
de que el mero hecho de incluir a Simmel hubiera significado pre- 'º ¿Necesito subrayar que estoy hablando únicamente de la discusión en la dis -
ciplina sociológica definida en sentido estricto? En Francia y en Alemania, por su-
sentar una visión antifuncionalista se basa en el supuesto empirista puesto, Marx siempre ha sido el centro de un amplio debate intelectual. Piénsese en
de que la obra de Simmel tiene un significado inequívoco. Sartre y en la Escuela de Frankfurt.

11
La teoría social, hoy 59
58 La centralidad de los clásicos

afirmó que La división del trabajo social constituía la obra más im- de Parsons, sino también en oposición al propio ~arsons. P~;s en
portante de Durkheim. Martjndale (1960) y Bendi,x (1971) atacaron el transcurso del período de postguerra c¡.ue marco la, ~scens10n de .1
de forma distinta la interpretación voluntarista de Parsons. Como Parsons, su propia obra se había converudo en un ~las1co co'?-tem- JI.
weberianos interesados principalmente en las cuestiones del poder, poráneo: ~asta _tal punto se había envuelto en un carisma num,mo_so
de los movimientos políticos y de la contingencia, insistieron en que que las afirmac10nes de Parsons llegaron a ser veneradas por s1 mis-
el planteamiento de Durkheim era en realidad organicista y antiin- mas a ser aceptadas no por su solidez teórica, sino porque eran
dividualista. suy~s y solo suyas. En consecuencia, _la in_terpretación de la obra de
Como es sabido, Bendix se dedicó a demostrar que el «auténti- Parsons pasó a ser una tarea secundaria (vid. Alex~n~_er: 1983), pues
co» Weber no tenía prácticamente nada en común con el retrato probar que Parsons dijo o no dijo algo se conv1rt10 en lo m1sm
normativo que puede encontrarse en la obra de Parsons. Bendix que formular una tesis teórica per se.
sostenía que el Weber de Parsons se basaba en traducciones idealistas
erróneas de términos clave, como la caracterización parsoniana de
Por consiguiente, las escuelas que se desarrollaron ~ remolque_ de
las críticas antifunciona)jstas tenían una doble tarea mterpretauva.
J
Herrschaft como «coordinación imperativa» y no como «domina- Por una Qill;te tenían que en,contrar nuevos dás jq >s; P2!:.2!!:ª, tenían ~
ción», que es lo que correspondería a una traducción más literal del que desembarazarse de ese contemporáneo recientemente elevado a
alemán. Bendix también afirmaba que la interpretación de Parsons la categoría de clásico. Podemos observar este dobl_e asp_ec~o ei:i la
suavizaba injustificadamente la sociología política de Weber y sus fundación de toda escuela teonca nueva. Era preciso d1~:1ngu1r a
escritos sobre el control patrimonial. Para Bendix, esta forma de Parsons de los clásicos más antiguos. Esta tarea se cumpho en dos
entender a Weber era simplemente la otra cara de su intento por pasos: en primer lugar, sosteniendo que los clásicos ~o eran lo que
construir una sociología histórica comparada (p. ej., Bendix: 1978). Parsons afirmaba que eran; en segundo lugar, sosteniendo 9ue Par-
Guemher Rotb, discípulo de Bendix, ha trabajado durante toda su so~s no era lo_ que se había preten_dido que era. E_sta doble mterpre-
vida en demostrar este Weber alternativo de forma más documenta- tación se mamf1esta con toda claridad en una sene de ensayos muy
da y detallada. El énfasis que pone Roth en la orientación de la obra discutidos en los que Pope (1973) y sus col~&as (~ohen, Haze!-
de Weber hacia el estudio del conflicto de grupos en su larga intro- r\gg y Pope : 1975) propugnaban la «deparsomficac10n» de los cla-
ducción a Economía y sociedad demuestra que hay una clara ambi- s1cos.
ción teórica detrás de su documentada reconstrucción de esta obra. Consideremos, P.ºr ejeme lo, la aparición de la teoría del conflic-
Aproximadamente al mismo tiempo, un d jscípn)o de Coser -Arthur to. Los textos clave de este movimiento fu eron la obra de ~ Key
Mitzman (1.2Z.O)-- sugería que, lejos de encontrarse orientada hacia P"roblems in Sociological Theory (1961 ), la de Dahrendorf Class and
los valores y la integración, había que considerar la obra de Weber Class Conftict in 1ndustrial Sociology (1959), y la_ de C oser The Fun~-
como una lucha nietzschiana en contra de la dominación de los va- tions of Social Conftict (1965). Para defender la idea_ de que la teo_na
lores racionales. Anteriormente Wrong (1961) había hecho una re- sociológica sistemática deb_ía ce!ltrarse en el conflicto, er~ _preciso _J
visión mucho más explícita del Freud parsoniano. Este autor sostuvo sostener que la teoría func1onahsta se ~entraba en 1~ estabilidad. '! 1(
que Parsons subestimaba excesivamente el énfasis en la represión de en vez de limitarse a argumentar estas ideas en el n_1".el de _la teona
la concepción freudiana del super-ego y la capacidad autónoma de sistemática o en el trabajo empírico, todos ellos lo h1c1eron mte~pre-
rebelión antisocial que Freud atribuyó al id. tando el «significado» de la obra de Parsons_. Por un lad~, _los 1'?-te-
Pero el esfuerzo de base por acabar con la hegemonía de la teoría reses teóricos que aportaron a esta tarea pusieron de mamf1~sto im-
funcionalista no consistió solo en encontrar nuevas formas de inter- portantes debilidades de la obr~ de Parsons; por otro, t~!e~ mtereses
pretar los clásicos y en proponer nuevos clásicos. También consistía teóricos se limitaron a producir un nuevo campo sem1ot1co de au-
en desarrollar nuevas escuelas teóricas c¡paces de ofrecer una aher- sencias que vino a reemplazar al de Parsons.
n-ª-,tiva sistemática a lo que se consideraban los énfasis característicos Las lecturas de Parsons desde la teoría del conflicto ignoraron,
del fu ncionalismo. De este modo surgieron la teoría de conflictos, por ejemplo, toda la serie de ensayos ''.ft~ncionaljsta_s» ~~e ~ste pu-
la teoría del intercambio, el interaccionismo simbólico, la etnome- blicó entre 1938 y 1950, y - lo que qmza sea mas ,;ignif1cat1vo-- _el
t~ ologia, y una forma específica ro eme soc joiógica de la teoría social hecho de que su teoría abordó directamente el problema del cam~!º
humanista o radica L Estas escuelas tenían que definir sus propios desde la publicación de The Social Sy_stem en 1951 .. Esta destr~,CC1on
clásicos, y lo hicieron; no solo en oposición a las interpretaciones d_e Parsons e~aba sirobá)icaroente ymcu!ada a la mterpretac1on de
61
60 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos

Weber y Marx. ~ saludó a Marx como teórico del co nflicto anti- estudios empíricos. Al mismo _tiempo, se. invirtió la _interpretación
superestructuralista; Dahrendorf presentó un Weber exclusivamente ~ Parsaos por parte de G arfmkeL Garfmkel neces~taba atacar ~¡
intere~a_do en una teor~a ,e poder co~rcitivo. La interpretación de clásico de Parsons /cara sustentar una alternativa a la teona
status
arsoniana. De todos '?º os, s_e _v10 • o 61'1gado a actuar as1,, pues su s
los clas1cos de Coser d1fena, porque afirmaba que los maestros teó-
ricos del conflicto y el cambio eran Simmel y Marx . Un año antes a· t'ntos intereses teóricos le h1c1eron contemplar a Parsons de for-
1
de la publicación del libro de Coser, Jko.d1x, el crítico de Parsons ~: diferente. Ahora Garfinkel insistía en que para Parsons los_ ac-
desde el campo weberiano, había sentado las bases de esta tesis en es eran «idiotas culturales» que se conformaban a las normas 1rre-
el mundo angloparlante: en 1955 había publicado una traducción del fl:xiva y acríticamente. Por t~nto, quienes valor~ban los elementos
tr~b~jo ~e Si~~el C~nf!ict and the Web of Group Affiliations. El creat 1·vos y rebeldes de la, acción
. humana se venan
. forzados
. a da-
t~onco s1~temat1co mas importante de la escuela del conflicto, ~ borar trabajos fenomenolog1cos de corte «anuparsomano». ,
llms (p. e¡., 1968; 1975; 1986) ha continuado criticando la elevación a a enas velada olémica de Bl er (1969) contra la teona,.de
cteParsons a la categoría de clásico y reestructurando la antigua Parsons, po émica que cont~ibuyó recu erar a Mead como « at~on »
Je1 uueraccionisroa simbólico (cfr.. trauss: 1~64 ), tuvo el mismo
..... tradición clásica de modo muy similar.
. La teoría del iñtercamb,io hizo su primera aparición con la con- et~ to. Casi al mismo tiempo, otros m~eracc1001stas_(Sto~e y Farber-
man: 1967) afirmaban que la obra tard1a de Durkh_e1m, le¡os ? e ~ons-
tnbuc1ón de ~ s (1958) al n~m~ro del A~erican ]ournal of
Socwlogy que conmemoraba el nac1m1ento de S1mmel. Después de ' t ir una legitimación del orden moral, en realidad _consutma u,n
que Homans elaborara los aspectos sistemáticos de esa teoría en :c;rcamiento a los objetivos individualistas del pensamiento pragma-
Soci~l Behavior (1961), defendió su legitimidad reinterpretando el tico. J f · ·¡ ·
clásico contemporáneo predominante en el discurso que pronunció La sociología rad ical ganó tew:oo oe_arroa muy 51IDI ar, paru-
como presidente de la Asociación Americana de Sociología tres años cularmente en los Estados Unidos. Los libros es~nc1ales de e~ta co-
después. Este discurso, «Bringing Men Back In» (Homans: 1964 ), rriente, ambos publicados_en 19?~, fueron A Socio!o o Socwlo y,
presentaba una lectura de Parsons como «acción antihumana», y de de Friedrich, y The Co : 1• de G <;rn i-
uno de lo~ mejores discípulos de Parsons, Smelser, como secreta- ner. Trabajando desde dentro del _con~exto liberal amencan~, nmgu-
mente anuparsoniano. Esta lectura se convirtió en la justificación -; de estos dos autores defendió directamente la centralidad del
polémica más importante de la teoría individualista durante los años ~eórico clásico que Parsons ha~ía ex~l~ido, ~ ~aber, Marx . En ~ugar
siguientes. Hasta pasados unos años no se llevó a cabo una funda- de esto, ambos discurjeron la Y1genc1a 1deolog1ca de Par~ons. S1 po-
m_entación teórica más positiva de la teoría del intercambio (p. ej., día demostrarse que Parsons_ ~staba de pan~ ?~l Establishment ~o-
Lmdenberg: 1983) en favor de la centralidad de la economía política lítico, con ello quedarían leg1uma~as las pos1b1li?~des de uD:a socio-
de Adam Smith. logía alternativa y radical. Así, mientras q~~ teoncos anteno;es (p.
Al priD:s;ipio, la situa~ión interpretativa de la etnometodolog~ fue · Hacker · 1961) habían señalado la tens1on entre las teonas s_u-
bastante diferente. Garfmkel (1963) intentó introducir en un primer
eJ., 1 ~ra l,es, re f orm1s-
puestamente· organicistas de Parsons y sus 1·d ea les 1·b
momento la obra de ~ entre los clásicos, al lado de la de Weber tas, Friedrich trató de inte_rpretar a Parsons co~o 1feologo del _es-
y la de Parsons, tanto porque los axiomas básicos de Garfinkel eran tado burocrático-tecnocrático, y Gouldner_ lo almeo -~on el cap!ta-
meras paráfrasis resumidas de obras fenomenológicas anteriores lismo individualista pre-burocr_á tic?· La, r_emterpr,etac10n prep~ro 71
-:-cosa que durante muchos años él mismo fue el primero en admi- camino ara diez años de rab o 1 1co em ir e hi~t -
t i r - como porque su ambición teórica todavía no estaba lo suficien- fico de i:z.wUerdas , gran parte del cua_l apareció en las páginas de la
teme~te de~arrollad~ _en es~ pri~era época. Sin embargo, cuando revista de Gouldner Theory and Society, que trataba de «re~ovar»
Garfmkel hi zo explicita su mtenc1ón de crear la escuela etnometo- la sociología partiendo de los clásicos de la teoría del coD:fhcto, la
dológica, su relación con los clásicos se hizo mucho más compleja. etnometodología y la teoría crítica d~ ?º':1ld~er .. Hasta fmal_e~ de
Ya no bastaba con hacer una lectura individualista de Schütz lectura este período, Gouldner (1980) ~o realizo ~mgun mtent? amb1c10so
que encubría la simpatía de Schütz por el énfasis de Webe~ en los de situar a Marx entre los clásicos. Constituye ~n fe~o_meno reve-
valores sociales . Las referencias a la obra de Schütz per se se hicieron lador de la íntima relación entre la historia ,Y ~a s1stemauca el ~echo
escasas y espaciadas, pues la etnometodología (Garfinkel: 1984) es -
taba en trance de presentarse como corriente surgida únicamente de
de que en la época en que comp~so es,ta_ uluma ?bra - una e oca
en la que sus intereses teóricos e 1deolog1cos hab1an tomado c ara- 1
62 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 63

ente un cariz antiestalinista- Gouldner había comenzado a inter- disputas sobre la obra de Durkheim, Lukes omitió sin más la inter-\
retar las implicaciones de la obra de Parsons con respecto a la pretación de Parsons. /
[ olítica contemporánea mostrando mayores simpatías por el libera- Sólo ahora, cuando casi se había acabado por completo con la
smo (Gouldner: 1979; 1980, pp. 355-73). he emonía s, a.pareció finalmente Marx como clásico por
Parece coherente con este proceso el hecho de que en la fase final erecho propio. Para los teóricos europeos y para los jóvenes teó-
de la demolición de la interpretación parsoniana de los clásicos se riros americanos, Marx parecía el único clásico al que tenía que
produzca un atag_ue historicista alos fu ndamentos fácticos de la obra recurrir la ciencia social. El juego de la ausencia y la presencia en
P.ublicada or Parsons en 1937. Se sostuvo que Parsons había dis- las interpretaciones de Marx llegó a tener una importancia funda-
torsionado los clásicos se uir un método « resentista», es decir, mental. Humanistas como Avineri (1969) y lukacksianos como Oll-
se le acusaba de que sus interpretaciones de textos anteriores estaban man (1971) se mostraron partidarios del joven Marx, pero acabó
«sesgadas» porque no dejaban a un lado los problemas teóricos con- adquiriendo una amplia aceptación la interpretación de A!thusser,
temporáneos en favor de una descripción verdaderamente histórica. mucho más sistemática y exigente (Althusser: 1969; A!thusser y Ba-
Jones (1977) sostenía que Parsons ignoraba el ambiente intelectual libar: 1970), en la que se defendía la centralidad de la obra posterior
de Durkheim, y sugería que la imagen que mostraba el conocimiento de Marx. Obras como los Grundrisse, el esbozo primitivo de El
de ese ambiente no era la de un teórico interesado en cuestiones capital, fueron traducidas e inmediatamente debatidas -p. ej., com-
1
teóricas generales, sino en los detalles de la vida religiosa de los párese ~icolaus (1973) ~on ~cC_lellan (19~6) 11 - a la _l~z de ~us
aborígenes. Camic (1979) y Levine (1980) apuntaron más directa- implicaciones para esta d1scus1on mterpretauva. La cuesuon de s1 la
mente al corazón teórico de La estructura de la acción social. Un preeminencia correspondía a la obra del primer Marx o a la del Marx·
11 examen del utilitarismo históricamente riguroso, afirmaban, revelaría maduro desempeñó un papel crucial para determinar el punto de
que este no podía ser la teoría individualista e irracionalista que, referencia empírico -formación de las clases o superestructuras idea-
como señalaba Parsons, atacaban con acierto las teorías valorativas cionales, procesos económicos o alienación, clases trabajadoras nue-
de 1~ sociología clásica. Dichos autores sostenían que el propio uti- vas o antiguas- de una amplia variedad de investigaciones.
litansmo había sido una teoría de orientación moral, y que por tal
razón toda la reinterpretación parsoniana de los «progresos» de la
tradición sociológica clásica era fundamentalmente errónea. Su críti-
En Inglaterra, por ejemplo, su!:igió una importante corriente de
trabajo empírico denominada «estllaios culturales» (p. ej., Bennet et
al.: 1981; Clark et al.: 1979; Hall et al. : 1980). Centrándose en el
*
ca se desataba, típicamente, bajo la bandera de la objetividad histó- estudio de los símbolos y su relacion con los conflictos de clase y
rica, y presentaban. s~s concl~s!ones como simples exposiciones ca- los conflictos sociales, este movimiento se inspiró (vid. Cohen: 1980;
rentes de presupos1c10nes teoncas. Como ya había demostrado la Hall: 1981) casi exclusivamente en autores pertenecientes a la tradi-
influyente historia del pensamiento de Hirschman (1977, pp. 108-10), ció~ marxista, des~e la versión de Willi¡ ms, ca~acterísticamente bri-
~s perfectamente posible que un observador igual de «objetivo» lea tánica, hasta la mas ortodoxa teona a thussenana de los aparatos
mcluso la obra de Adam Smith sobre los sentimientos morales como ideológicos del estado. Ni Durkheim, que en la interpretación de
recursora del individualismo racionalista del pensamiento utilitaris-
a. Igual que ocurría con los intentos más sistemáticos precedentes, 11
En 1971 MacClellan, que defendía un Marx más fenomenológico y sostenía
stas tesis historicistas dependían de los intereses teóricos que sub- que existía una continuidad entre sus primeros y sus últimos escritos, publicó una
acían a la interpretación, no de una lectura neutral de la misma traducción de aproximadamente cien de las más de ochocientas páginas de los Grun-
teratura histórica. drisse. En su introducción (1971, p. 12) manifiesta la relevancia teórica del texto
~
Hacia mediados de los años setenta las nuevas escuelas teóricas prologado: •la continuidad entre los Manuscritos [es decir, los Manuscritos económ~-
cos y filosóficos de 1844, característicos del •joven » Marx] y los Grundmse es evi-
llegaron a controlar el discurso soc10Jógico general con ayuda de su dente .. . un aspecto en particular subraya esta continuidad : los Grundrisse son tan
interpretación de los clásicos. Las reinterpretaciones de Parsons no hegelianos como los Manuscritos de París [de 1844).» Aunque la traducción de Ni-
eran ya _hegemónicas. Los dás jcos ausentes de la obra parsonjana colaus apareció dos años después, tenía la evidente virtud académica de ser una edi-
r~ap~rec1eron, y los presentes se «re-presentaron» en aspectos signi- ción anotada y completa. No obstante, es manifiesto desde la primera de las sesenta
páginas de su prefacio que este estudio es un instrumento para demostrar su oposición
ficativos. En 1972 ~ s publicó una biografía intelectual de Durk- teórica a los escritos tempranos de Marx. En la primera página anuncia ~ue el ma-
h.eim que fue acogida como la obra interpretativa más importante de nuscrito que se presenta a continuación •muestra las claves ... de la demolición de la
los últimos tiempos. En su examen aparentemente minucioso de las filosofía hegeliana por parte de Marx» (Nicolaus: 1973, p. 1).
64 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 65

Parsons era el padre de la teoría simbó~ica, ni Weber, _n! _ciertamente bio de posición, Habermas ha afirmado que «en la actualida?, no es
el propio Parsons, tenían un status e¡emplar en opm1on de _estos posible tomar en serio ninguna teoría social que, com? mín1~0, no
investigadores británicos. P~ede encont_r~r.se un contraste ale~c10°:a- clarifique su relación con Parson~» (1981, p. 29?)- M1 propia obra
dor en el movimiento americano de ana!1~1~ cultural, q_u~ _hab1_a _cns-
talizado anteriormente en torno al analis1s de la reli&10n Cl".il de
(1983; 1985) sostiene punto~ ?~
vista muy _pare:1dos, y sugiero que /
todavía es posible una trad1c1on «neofunc1onahsta» ba~ada en una ¡¿
Bellah (p. ej., Bellah y Hammond: 1980). ~?_ mo h_a?í~ sido derivado reconstrucción de Parsons y en los fundamentos clásicos de este
de Durkheim y Parsons, difería de la trad1c1on britamca en aspectos autor. Finalmente, se están explicando y criticando (Alex~nder: 19_84;
empíricos, ideológicos y teóricos fundamentales. P~Kos con~rastes Sewell: 1985) las presuposiciones del «nuevo estructura_hsmo»; cier-
ofrecen una prueba tan concluyente de la importancia determmante tos teóricos (por ejemplo, Alexander: [en preparación], 19876;
de las obras clásicas. Thompson: 1985) han comenzado a mantener que las ide~s ~e. D~rk-
No sólo se habían rechazado las interpret~ciones de Par,5<?ns, heim sobre la estructura desempeñan todavía un papel s1gmf1cat1vo,
sino que cada vez eran menos quienes le consideraban un clas1co. tesis que también comparten importantes analistas empíricos de esta
J;n Ia mjcrosociolagia, los debates sobre Homans, Blumer, ~off~an tradición (p. ej., Fenton: 1984; Hunt: [en preparación], 1987; O'Con-
y Garfinkel reemplazaron a los debates sobre Parsons; las d1scus10- nor: 1980; Traugott: 1984).
nes sobre el significa?º de la obra de e~tos_auto~e_s eran las que ahora Este examen del debate sobre los clásicos en el periodo de post-
se consideraban eqmvale°:tes a la teoria s1stemauca. En la macrosQ- guerra ha sido necesariamente parcial. Si el espacio lo pen~1.itie~a, se
ciología, Parsons había sido tan ab_rumadoramente, despl_azado por hubiera investigado, por ejemplo, la forma en que las d1scus!~nes
una amalgama de la teoría del confli~to y de la teoria critica que los
sobre los clásicos ayudaron a estructurar lo_s ~ubcampo~ e~pir!~os
nuevos métodos «estructu~ales:, pudieron negar los fundamentos n_o de la sociología 12 . Incluso dentro de los limites de m1 d1scus10n,
empíricos y clásicos (p. e¡., _L1eberson: 1980_;_Skocpol: 1979; !~e1-
tampoco he tenido la oportunida~ ~e most;a_r de~allad~ri:iente cómo
man: 1977). Se alcanzó un hito en esta negac1on_de su rango clas1co
toda discusión participa de la act1V1dad teorica_ s1~te~at1ca, l?ºr no
con la publicación en 1976 de_ New Rules of S?aologzcal Method, de hablar del trabajo empírico. A pesar de estas hm1tac1ones, sm em
Giddens, quien no solo mamfeJtaba que las 1de~s de Parsons_ ~ran
perjudiciales para una buena teoría, smo, ademas, que los , clas1cos bargo, creo que el punto central _de ri:i~ anál~si_s ha queda?? susta~-
cialmente documentado: en la d1scus10n teoric « » ¡na_s
de Parsons -Durkheim y Weber- eran los mayores obstaculos al
futuro progreso teórico. Giddens (19?9; 1981) comenzó a desarrol!ar importante deI periodo de postguerra, la iscusión «hist_órica» ~o_b re
un elenco de clásicos enteramente diferente, en el que tampoco m- d si gnificado de las obras clásic~ desempeñó una fu nción dec1S1va.
Al establecer un nuevo elenco de autores clásicos para la discusión
cluyó a Marx.
teórica de postguerra, la investigación parsoniana tení~ motivaciones
En esta fase, sin embargo, parece que el esfuerzo P?r _superar la
intelectua.les y estratégicas. Adentrándose _en ~o~ escritos ~e Durk-
interpretación de Parsons_?ebería coi:isiderarse u_n mov1m1e~to pen-
heim Pareto y Weber, Parsons obtuvo mtmc1ones genumamente
dular más que una suces10n progresiva. Los p~1,meros es~ritos q~e nuev;s de la estru s rocesos del mundo social. Al afirmar
intentaron «detener la avalancha» desde la trad1c10n parsomana -Ei-
que estos autores fueron los únicos funda ores a_uténticoJ de la. so-
senstdat (1968) sobre Weber, Smelser (1973). sobre Marx'. Bellah
ciología, además, pudo socavar las bases de teorias que el conside-
(1973) sobre Durkheim- fueron un fracaso .. Sm embargo, , 1i:itentos
raba enteramente equivocadas. Su pretensión de haber «descubierto»
más recientes de mantener no solo la centralidad de los _clas1c?s de
Parsons sino también su característico interés por ls d1mens10nes los clásicos estaba motivada por intereses teóricos; al mismo tiempo,
cultural~s de las teorías de estos autores clásicos han tenido un éx!to y dadas las necesarias condiciones generales, su praxis interpret~tiva
mayor (Alexander: 19826; Habe~mas: 1984; Schlüchter: ~981; Se1d- era lo suficientemente sólida como para convencer a la comumdad
man: 1983a; Traugott: 1985; Wh1~pster y Lash: 1986; W1\ey: _19~7). 12
La ~escripción d~ _la teoría amer~c~na como una alter?_auva mdlVl- Véase a este respecto la prometedora obra de Thompson. En _•f?.ereading the
Classics: The Case of 1Jurkheim• (1985; •cfr. Thoi_npson :_ [en p~eparac10n J. Thompson
duahsta al colect1v1smo de los clas1cos europeos tamb1en ha empe- demuestra cómo en-el desarrollo de la sociología mdustnal las interpretaciones diver-
zado a ponerse en tela de juicio (c~r. en esrecial Lewi~ y Smith gentes de • La división social del trabajo• de Durkheim han desemp~ñad<?, un ~al.'el
(1980), pero también Joas (1985)). <:ierta comente trata mcluso de esencial en debates específicamente empíricos. Estoy en deuda con la d1scus10~ teonca
restablecer el status clásico del prop10 Parsons. En un notable cam- de la centralidad de los clásicos de Thompson (1985 ), que en parte respond1a a una
versión anterior del presente ensayo.
66 La teoría social, hoy La centralidad de los clásicos 67

lde científicos sociales de que las posiciones de esos dásicos prefigu- de las contribuciones de los clásicos. Las humanidades están más
~ ban su propia posición. rei'acionadas ~on la _in~erl?~etación que _c~n la explicación; después dt;
El nexo entre la sistemática histórica y contemporánea era tán todo, esta misma distinc10n se formalizo y planteó por vez primera
fuerte que la hegemonía teórica de Parsons solo podía ponerse en desde las humanidades. Además, es en las disciplinas humanísticas
cuestión si también se atacaba su versión de la historia clásica. La -desde los estudios históricos decimonónicos sobre la religión hasta
formulación de una versión alternativa se llevó a cabo tanto releyen- la teoría literaria contemporánea- donde se ha insistido en la me-
do los clásicos de Parsons como creando nuevos clá~icos. Las razo- todo~og~a. de la interpretación y ~e la inyestigación y reinvestigación
nes intelectuales son bastante claras: las teorías poderosas admiten del sigm_ficado d~ los texto~ clásicos. Finalmente, la negación de la
un amplio margen interpretativo. Pero la aceptación de clásicos co- relevancia de la interpretación textual para las ciencias sociales no
munes también fue eficaz desde el punto de vista funcional, pues subyace solo a la condena empirista de los clásicos, sino que es uno
permitió que los teóricos post-parsonianos elaboraran sus tesis en de los supuestos comúnmente compartidos en las discusiones sobre
términos más o menos ampliamente entendidos. Irónicamente, el estos .
que la obra de Parsons fuera elevada a la categoría de clásica hizo .a
. Mi~~tras que la ~on~ena • de _M ert~~ la mezcl~ de _historia y
más fácil acabar con su teoría, pues creó un medio más o menos siste!11auca t~ata de !i~erar a la s1stemat1ca d~ s~ carga histórica, la
compartido a través del cual podían discutirse los méritos de las teona de Skinner cnuca esa mezcla con la finalidad de purificar la
ideas funcionalistas. Además, ~orno la teoría post-parsoniana se ha historia de la contaminación de la sistemática. Se trata de transfor-
construido en parte sobre Parsons, los intentos recientes de superarla mar la discusión de los textos anteriores en investigaciones libres de
han vuelto no solo a los textos clásicos anteriores, sino también a la supuestos, puramente históricas, investigaciones que, irónicamente,
obra de Parsons; y esto se debe tanto a razones intelectuales como tendrían una forma más explicativa que interpretativa. Aunque Skin-
a razones estratégicas. ner plantea el problema desde el ángulo opuesto, su tesis tendría
id~nt~c? efe~to. Si 1~ _historia puede ser_ateórica, l_a t~oría puede ser
ahistonca. Si los clasicos pueden estudiarse prescindiendo de la in-
Humanismo y clásicos: por qué es errónea la crítica historicista terpretación, entonces no hay razón para mezclar la interpretación
e_n la prax!s de_ u~a ciencia social libre de clásicos. Skinner ofrece el

~
Defender enérgicamente la centralidad de los clásicos supone upo de historia intelectual que Merton necesitaba pero no pudo

*
13
antener que existe una relación inextricable entre los intereses teó- encon~rar • lvle parece, sin embargo, que su teoría histó~ica adole,ce
cos contemporáneos y las investigaciones sobre el significado de del mismo caracter abstracto ):'. antiempír¡co que la de Merton: no
os textos históricos. En la primera parte de este ensayo he defen- P,ued~ dar cuenta del papel central del debate interp retatiw en Ic;'s
ido esta posición en la esfera de la teoría sociológica. En la sección estud10s culturales actuah;s. Y esto se debe al mismo motivo: cae en
precedente he intentado justificar esa afirmación examinando cómo un empmsmo qu~ niega que las presuposiciones tienen un papel
se desarrollan realmente las discusiones sociológicas sobre los clási- c~ l en el estud10 d e la vida social. Su teoría sostiene este punto
cos. Concluyendo, intentaré justificar esta afirmación frente las crí- de vista en nom bre de la defensa de la razón frente al relativismo.
ticas a la centralidad de los clásicos surgidas desde las propias dis-
ciplinas humanísticas. Este es el enfoque historicista de la historia 13
• Nótese bien que tanto Skinner como Merton condenan por igual la tradicional
intelectual relacionado con la obra de Quentin Skinner, al que se «_h1stona de las ideas» . Ambos, y no es extraño, critican que dicha historia es exce-
deben - a menudo en combinación con sedicentes historias kuhnia- sivamente «presentista». En la primera sección de este ensayo afirmaba que la pro-
nas de la ciencia- importantes incursiones en la discusión socioló- p~esta de Merton rara u_n enfoque al~ernativ_o de la historia intelectual era prekuh-
mana. U na vez mas, Skmner ofrecen a precisamente la alternativa a la sistemática
gica (p. ej., Jones: 1979; Peel: 1971; Stocking: 1965). histórica que ~erton no co_nsiguió desarrollar adecuadamente. Lo que uno podría
La particular importancia de esta crítica se debe al hecho de que llamar su particular «historia de las ideas » --en contraste con la •historia de las
la crítica al reduccionismo em irista contemporáneo de la ciencia ide~s»- se ajusta perfectamente al estereotipo que tienen los científicos sociales em-
socia genera mente se ha origina o en las humaniaades. Por lo que pmstas de la _in~e~tigación de los _clásicos, a la que consideran un tipo de investigación
puramente h1stonco y por lo mismo irrelevante para los intereses teóricos contem-
~ efiere a los clasicos, tal como el propio Merton formuló la di- poráneos. , Ya nos _hemos referido a un ensayo de Turner en el que se critica la
cotomía, han sido las disciplinas humanísticas quienes tradicional- «_metateona »; en dicho ensayo, Turner contrasta la «actividad teórica » con • la inves-
mente han defendido el carácter único y la importancia permanente tigación de la historia de las ideas » (1986, p . 974).
68 La centralidad de los clásicos 69
La teoría social, hoy

1En !11¡ opinión, ~in, ei_nbargo, la razón solo puede poner en su sitio ficativa de un periodo histórico, una tarea cuya imposibilidad es
U os mtereses apnonsticos reconociendo su existencia. manifiesta. El contexto socjoh jsrórjco total es una quimera. Si adop-
El historicismp detesta que se introduzcan de forma anacrónica tamos una posición más realista hemos de reconocer que las gepe-

< proble~as contemporáneos en la c<?mprensión de los textos anterio-


res. Skmner l~ment_a que_ esta «pnondad de los paradigmas» solo
puede prod~c1r «m1tolog1_as», pero no dar lugar al descubrimiento
?e los prop1~~ textos (Skmner: 1969, pp. 6-7). Es claro que seme-
ralizaciones son necesariamen te selectivas. La selección, por supues-
to siempre implica una comparación con respecto a un estándar
an'terior. En una observación anómala contenida en un escrito más
reciente, Skinner parece reconocer que la necesidad de seleccionar
¡ante af~m~ac10n se basa en el supuesto implícito de que el círculo refuta la posición contextualista que él mismo ha tratado de funda-
herme~eutico puede romperse. Lo que sostiene al historicismo es la mentar :
creencia de 9ue el mu_ndo v_erdadero, en su prístina y original gloria,
Antes de poder identificar el contexto que ayuda a esclarecer el significado
p~ede r~velarsele_ al ~n~estigador só!o con que est~ ~epa dónde y de una obra dada ya hemos de haber alcanzado una interpretación que
como _m1ra_r. El h1stonc1smo pro orc10na este conoc1m1ento median-
1
~e su enfas1s en el _c ont~~to en a in_tención. Los dos supuestos más
indique qué contextos es más útil investigar corno ulteriores puntos de apo-
yo para la interpretación. La relación entre ~n texto y su c_ontexto ad_ecuado
1mportant~s del _h1stonc1smo son a I ea e que el contexto intelec- es, dicho en pocas palabras, un caso de circulo henneneuuco. (Skmnner :
tual f la mtenc1ón del autor son inmediatamente accesibles a los 1976, p. 227).
estud10s c1;1ltur~l~s. D_e estos se sigue un tercer supuesto, que, en
~anto que 1mphc1to? bien podría ser el más importante de todos: la 2. Intención transparente versus intención opaca
idea de qu_e es pos1~le, l~er y comprender sin especiales problemas
text~s motivados e h1stoncamente situados. Recordemos que este era El historicismo,. sin embar_gp, o es una forma de determinism
prec1sa!11en_te el ~upuesto latente del ataque de Merton a los clásicos ~ ; trata de tom e. · ·, tenc1ón e a or. El
en la c1enc1a ~oe1al. pefender la «dificultad» de los textos clásicos y contexto únicamente sitúa el texto; solo las propias intenciones del
su «auto1_10~1a relativa» frente a la_intenc_ión y el contexto supone, autor pueden revelar las convenciones que trata de apoyar y superar
~o~ con~1gu!ente, defen?er la p~op~a pr~x1s ~e la interpretación . En con él. Pero esta pretensión también se basa en una creencia em i-
ultimo termm?, es prec1_so fund!r h1ston~ y sistemática precisamente
a ~ausa de la 1mportanc1a esencial de la mterpretación. Criticaré se-
rista en la trans arencia del universo social. Se considera gue as 1
es como os contextos. A Skinner no
gµ1damente los supuestos en los que se basa el. historicismo. le preocupa el problema de descubrir a mtenc10n; simplemente hay
.,
t
que observar «lo que el propio autor trataba de decir» (1969, p. 22).
•· El contraargumento de que «en realidad, es imposible recuperar los
1. Contexto singular versus contexto infinito motivos e intenciones de un autor» es, insiste Skinner, «enteramente
falso» (1972, p. 400). Para encontrar intenciones y motivos no hay
_E l historicism~ afirma q más que recurrir a «hechos comunes pero [hasta ahora] sorprenden-
P; r,1odo dado_revelan el ~niv·~e::".r::s~ ~ ~ :1:':~r ~~ !.!4!..!:u~~~.E.!~~~s~ temente elusivos de la actividad de pensar » (Skinner: 1969, p. 30).
ton ca d~termma_da. «Se sigue ?e e~to», afirma Skinner, «que la me- 5.in embaqzo, es aturaleza común del pensar lo ue se ha
to?olog1a apropiada p~ra la h1stona de las ideas debe ocuparse, en sometido a un cuestionamiento ra 1ca a o ar o or
pnm_er lugar, de de_fm1r todo lo que haya podido comunicar con- d . E psicoanálisis ha demostrado que ni siquiera los mis-
venc10nalmente lo dicho en una ocasión determinada» (Skinner: 1969 mos agentes conocen todo el alcance de sus propias intenciones; para
p. 49; cfr. Jone~:. 1986,_p. 14; Peel: 1971, p. 264; Stocking: 1965, p'. qué hablar de terceras personas que no les conocen bien. La mente
8). N o se mamf1esta nmguna resep:a con respecto a la posibjjjdad rechaza el malestar emocional elaborando mecanismos de defensa
de recuperar ese _c ontexto. Por e¡emplo, Jones afirma sin ningún que limitan drásticamente la comprensión consciente del agente
rep?ro . q¡~P- es posible lo grar «µ_na comprensión de todo contexto (Freud: 1950). Si bien las pretensiones pseudocientíficas del psicoa-
soqoh 1st 2nc9 del f ~ han sucg,<lo las te<;> rías sociológicas » (1977, p.
3?5). ~reo, sm e~ argo, q~e d.e_be cuestionarse esta capacidad de la
nálisis han sido criticadas con agudeza, su escepticismo hacia la au-
tocomprensión racional ha marcado la opinión intelectual par lo que
h 1s_tona para r~fle rnr la s_oc1edad. Si mantenemos el nommafismo de se refiere a la interpretación y al método literario. Por ejemplo, las
Skmner, tendna que registrarse y analizarse toda proposición signi- ideas psicoanalíticas inspiraron en buena medida el ataque de la «n ue-
La centralidad de los clásicos
71
70 La teoría social, hoy
estudiar el sentido de un texto en sí mismo, es decir, c_oncent~ar~e
va cnt1ca» a la interpretación contextual e intencionalista. ~ el en el texto qua texto. Subyace a este sup~est<;> ~na te~na del signi-
ori en de las obras ima i · más oderosas es rofundamente ficado pragmática, anti: semiótica. Los ~-1stonc1stas aÍ1fl!lan que el
~ uo, sostiene Empson (1930), los textos están llenos de contra- de un texto cualqmera en una ocas1on dada dete~mina }'. agota
dicciones irresueltas y los lectores se ven obligados a inventar jnrer- ~~ºsignificado. La praxis, no el si_gnificado textual, deviene ~b¡~to de
w etaciones sobre el significado y Ia jnrencjón del autor. Todo esto · estigación •, en palabras de Skinner, «el uso
1nv . , de la propos1c1on re-
apunta inevitablemente hacia ·1a autonomía del texto. pues pone de levante por un agente ~oncr~t,o en una ocas1on co~creta . y con una
manifiesto que ni siquiera el propio autor lo controla de forma cons- intención concreta (su intenc1on) para hacer_ una afi"!'laaon co~cre-
ciente. Mi obra acerca del carácter contradictorio de las grandes teo- ta» (1969, p. 50). In~irtiendo. el punto de vista de Rico~u.r,_ Skinner
rías sociales (Alexander: 19826, pp. 301-6, 330-43) sugiere que el · siste en que «sería ingenuo intentar trascender la_ espec1f1c1dad [del
«engaño inconsciente» es endémico en tales teorías; a la luz de esto, ~~xto] con respecto a _su sit1;1ación». Los textos. son instrumentos para
buscar el significado de una teoría a través de la intención consciente la acción intelectual; invest1_garlos sueone averiguar «lo que pensaron
el autor es, seguramente, un intento del todo inútil. los agentes históricos genuinos» (Skinner: 1969, P: ~9). . .
Inspirados no solo en el psicoanálisis, sino también en la teoría Pero si el contexto no es en modo alguno definido, y s1 es 11:11- ~
cultural, el estructuralismo y la semiótica han manifestado el mismo posible concretar la intención, es preciso adm~tir que los text~s tie-
punto de vista. Criticando el intencionalismo de Sartre, Lévi-Strauss nen una autonomía relativa. Deben ser es_tu~1~dos como ~eh1cu_l?s
insiste en que la lingüística estructural demuestra la existencia de una · telectuales por derecho propio. Esto no s1gmf1ca negar la int~nc10n
«entidad totalizan te» que está «fuera (o por debajo) de la conciencia del autor, pero sí afirmar que la in~ención s'?lo puede ?escub:1rse en
y de la voluntad », y que tales formaciones lingüísticas son arquetí- ¡ texto mismo. Como observa Hirsch, «existe una d1ferenc1a entr
picas para todo texto cultural (Lévi-Strauss: 1966, p. 252). Ricoeur
sostiene un punto de vista similar. EI discurso escrito solo es posi61e,
:1 significado y la conciencia del significado » (1 ~67, p . 22). Los ar-
gumentos en favor de la autonomía del texto der_1van d_e, estas creen-
dice, po rque d jsponemos de recu rsas sirobálicos que trascienden la cias sobre la naturaleza compleja y oculta de la intenc1on del autor,
especifidad situacional y la intención inmediata. Mal pueden conocer pues las intenciones ~el autor _inconsciente s_o lo pueden des".elarse
la intención inmediata de la composición del texto aquellos que se mediante un examen mdepend1ente _del pr?Pl?. texto. Para Ricoeur
enfrentan a los textos escritos ya redactados: «La trayectoria de un (1971) los textos tienen ui:i «s~peráv1t d_e s1g~if1cado»; ~reud (1913)
texto escapa al horizonte finito que vivió su autor. Lo que el texto insiste en la «sobredeterminac10n» del s1mbohsmo onmco. Foucault
dice ahora importa más que lo que el autor quiso decir» (Ricoeur: (1970) sostiene que discursos ocultos estr~cturan l'?s 1~cumentos
1971, p. 534 ). La filosofía hermenéutica defiende esta conclusión escritos de la historia. Un texto dado adquiere este s1gmf1cado «ex-
desde el punto de vista del pro pio método histórico. G adamer afir- tra» a causa de los principios organizativos inherent~s . a esa forma
ma que es irrelevante el hecho de que la intención del autor y el cultural particular. Ricoeur con_sidera que ese superav1t ~e d~}:>e al
significado textual coincidan o no, dado que es imposible que el mito y a la metáfora. Freud piensa .' lue la, ~obredeterminac1on se
historiador pueda recuperar la intención. Haciendo virtud de la ne- encuentra en recursos de la construcc10n onmca, tales como el des-
cesidad, expone una perspectiva dialógica según la cual los textos plazamiento y la condensación. Los discursos, de Foucaul~ s~ basan
solo puedan revelarse mediante la interlocución en un contexto his- en las modalidades que establece la arqueolog1a del_conoc!m1~i:ito.
tórico; «el verdadero significado de un texto cuando este le habla al Un texto es un sistema de símbolos que determina el s1gm~1ca_d_o
intérprete no def ende de la contingencia ni de quién fue su destina- de un autqr ea )a ro iswa medida en que el autor le dota de s1~mf1-
tario original. E significado del texto está parcialmente determinado ~ - Por tanto, para estudiar l~s significados d~ un texto paruc~lar
por la situación histórica del intérprete y, por tanto, por la totalidad debemos estudiar las reglas particulares de ese s!stema. E! invest1g~-
del curso objetivo de la historia» (Gadamer: 1975, p. 264). dor debe conocer las reglas que gobiernan ese upo peculiar 1e acti-
vidad imaginativa: cómo operan en lo_s sueños el d~splazam1ento y
la condensación cómo la forma narrativa apoya la log1ca estructural
!
3. Textos explícitos versus textos multivalentes (Barthes: 1977).' Estas reglas , q1;1e lo~ teóricos de la literatura deno-
minan «reglas del género » (p. eJ., Hirsch : 1967, pp . 74, 8~), forman
( La concentración exclusiva del historicismo en el contexto y en parte de la conciencia de los autores, pero rara vez son inventadas
lla intención está motivada por el supuesto de que es innecesario
72 La teoría social, hoy

lpor estos; los textos permiten la comunicación interpersonal porque BIBLIOGRAFIA


(ion reglas socialmente constituidas y transmitidas.
La finalidad del debate crítico es explicitar estas reglas y mostrar
cómo son estas presuposiciones y no otras las que producen el sig-
nificado de los textos. Si el razonamiento cultural está abocado a ser
relativo, el intentó de Skinner para defender la razón mediante su
subterfurgio empirista está condenado al fracaso desde el principio 14 •
Solo puede preservarse la razón explicitando los presupuestos y so-
metiéndolos a debate disciplinado. Los cánones valorativos se pro-
ponen, no se descubren; solo la persuasión puede llevar a los parti-
cipantes en el discurso a aceptar la validez de tales cánones. Por esta
razón, la interpretación y el debate teórico van unidos. «Admitir la
imposibilidad de demostrar un sistema de axiomas» escribió Ray-
mond Aaron en cierta ocasión, «no es un fracaso de la inteligencia,
sino un recordatorio de sus límites» (1961, p. 106 ).

1 1
14
1
Precisamente el hecho de que el empirismo esté condenado al fracaso explica
la serie de declaraciones (a las que solo cabe calificar de retractaciones) con las que
Skinner y sus partidarios responden al debate crítico sobre su obra. Skinner (1972),
por ejemplo, ha tratado de separar motivo e intención, sosteniendo que si bien no es Alexander, J. C., 1982a: Positivism, Presuppositions, and Current Contro-
posible conocer el motivo, sí es posible conocer la intención . Esto manifestaba un versies, vol. 1 de Theoretical Logic in Sociology. Berkeley y Los Angeles:
reconocimiento implícito de la autonomía de los textos, pues ahora Skinner afirmaba University of California Press.
que solo podía desvelarse la intención comprendiendo la verdadera naturaleza de la
escritura. Pero también esta observación se ha matizado de modo ambiguo. Skinner
19826: The Antinomies of Classical Thought : Marx and Durkheim. Ber-
(1972, p. 405) afirma que él «solo se ha preocupado de que ... con independencia de keley y Los Angeles: University of California Press.
qué sea lo que un escritor haga al escribir, lo que escribe ha de ser relevante para la 1983: The Modern Reconstruction of Classical Thought: Talcott Parsons,
'1
interpretación •; no se trata de que la intención del escritor tenga que ser 1~ base de vol. 4 de Theoretical Logic in Sociology. Berkeley y Los Angeles: Uni-
la interpretación per se. Skinner limita su pretensión a la idea de que «entre las tareas versity California Press.
del intérprete ha de encontrarse la recuperación de las intenciones del escritor al 1985 (ed.): Neofunctionalism. Beverly Hills y Londres: Sage Publications.
escribir lo que escribe•, pero indica que también puede prescindirse de la intención. 1986: Twenty Lectures on Sociological Theory: Talcott Parsons and his
Aunque «siempre será peligroso ... para un crítico ignorar las manifestaciones explí- Critics in the Postwar Period. Nueva York: Columbia University Press.
citas del propio autor acerca de qué es lo que estaba haciendo en una obra dada »,
reconoce que «el propio escritor pudo haberse equivocado al reconocer sus intencio-
En preparación, 1987a: «Social-Structural Analysis: Presuppositions,
nes, o haberlas formulado de forma incompetente». La obra reciente de Jones, el más Ideologies, Empirical Debates», en su «Structure and Meaning: Essays
importante seguidor de Skinner en la sociología, también está marcada por equívocos in Sociological Theory». Nueva York: Columbia University Press.
y retractaciones decisivas. Por ejemplo, este autor afirma ahora Oones: 1986, p. 17), En preparación, 19876 (ed.): «Durkheimian Sociology». Nueva York :
que «la disponibilidad (o no disponibilidad) contextual de los términos descriptivos Cambridge University Press.
o clasificativos no es el criterio que determina que nuestras afirmaciones sobre un Althusser, L., 1969 : For Marx. Londres: New Left Books.
agente histórico sean anacrónicas o no ». Y parece aceptar el inevitable presentismo Althusser, L. y Balibar, E., 1970: Reading «Capital». Londres : New Left
de la investigación textual: «La praxis de la propia ciencia social (incluida la historia) Books. (Trad. al español: Para leer «El Capital», Planeta-Agostini: 1985)
no solo se beneficia, sino que muchas veces requiere que apliquemos conceptos y
Aron, R., 1961: «Max Weber and Michael Polanyi », en M. Grene (ed.), The
categorías que les eran totalmente ajenos a los agentes cuyas creencias y conducta
deseamos entender». Aunque Jones y Skinner siguen defendiendo la posición histo- Logic of Personal Knowledge: Essays Presented to Michael Polanyi. Glen-
ricista, si estas concesiones se tomaran en cuenta se resentiría la validez de la posición coe, 111.: Free Press, pp. 99-116 .
historicista como tal. A este respecto estoy en deuda con la obra de Seidman (19836; Avineri, S., 1969: The Social and Political Thought of Karl Marx. Londres:
[en preparación]a; [en preparación]b); en general, mi deuda con este autor se extiende Cambridge University Press . (Trad. al es¡:iañol: El f!ensamiento social y
al esclarecimiento de muchos problemas considerados en este ensayo. político de Carlos Marx , Centro de Estudios Const1tuc1onales: 1983).

73
74
La teoría social, hoy
La centralidad de los clásicos 75
Barthes, R ., 1977: «Introduction to the Structural Analysis of Narratives»,
en su Image, Music and Text. Londres: Fontana, pp. 79-124. (Trad. al S d ' s en sus Selected Writings, e?Ítados por H.P. Richman .
man tu ie », . b id e Univers1ty Press.
Cambridge, Inglaterra : C~m r ~ and Disaster: Theoretical and Ap-
español: Análisis estructural del relato, Ediciones Buenos Aires: 1982).
Bellah, R., 1959: «Durkheim and History», American Sociological Review,
24: 447-61. Drabek, Thomas E., ld~86: « ax;d~ a1 congreso «Social Structure and D!-
plied Issues », estu 10 presen a College of William y Mary, W1-
- 1973: «Introduction », en Bellah (ed.), Émile Durkheim on Morality and saster: Concept and Measurement»,
Society. Chicago: University of Chicago Press, pp. ix-lv.
Bellah, R. y Hammond, P., 1980: Varieties of Civil Religion. San Francisco: lliamsburg, Y_irginia. stem Res onse to Disaster: An _Inventory of
Harper & Row. - En preparac10n: _Human Sy y rk H~idelberg y Berlín: Spnnger-Verlag.
Bendix, R., 1961: Max Weber: An Intellectual Portrait. Nueva York: Dou- Sociological Fmdmgs, 1ue:-7a o d Institution Building: Max Weber and
Eisenstadt, S.N., 1968: «C a~~ma andt (ed) Max Weber on Chansma and
bleday
1974). Anchor. (Trad. al español: Max Weber, Amorrortu Editores,
Modern Sociology», en . isens~ . ·.; of Chicago Press, pp. ix-lvi.
1971: «Two Sociological Traditions», en Bendix y G. Roth, Scholarship Institution Building, C~cago: ,f ~1vbi;Jty . Londres: Chatto and Win-
Empson
. d us . ,FW., 1930: Seven1984:
S. (ed) ypesDourkhm _ an d Modern Sociology . Londres:
etm
and Partisanship. Berkeley y Los Angeles: University of California Press, en ton, •.,
pp. 282-98.
1978 : Kings or People? Berkeley y Los Angeles: University of California Cambridge Univers1ty Press.,f Th . Londres : Tavistock Publications .
Press. Foucault, M., 1970: The Order o t1:fs~osas Planeta-Agostini: 1985).
(Trad. al español: Las PªJªt,a5 A1echanisri:s of Detence. Londres: I_nter-
Bennett, T. et al. (eds.), 1981: Culture, Ideology and Social Process. Lon-
dres: The Open University Press. Freud, S., 1913
national :. The _l~go Pan
Umversltles ress. (Tra d . al español: E yo y el ello, Alianza
Blau, P.M., Blum, T.C. y Schwartz, ].E., 1982: «Heterogeneity and Inter-
marriage», American Sociological Review, 47: 45-62. Editorial: 1983). . ,f D Londres: G. Allen. (Trad.
Freud, S., 1913: The Interpre_ta~ol o sue~~~~iianza Editorial: 1982-1983 ).
1 ~f
Blumer, H., 1969: «The Methodological Position of Symbolic lnteractio-
al español: La interpretacio e S . l~gy Nueva York : Free Press .
nism » en su Symbolic Interactionism. Englewood Cliffs, Prentice-hall,
NJ, pp. 1-60. (Trad . al español: Interaccionismo simbólico, Hora: 1982). Friedrichs, R., 19?\ f
S~loo í~g~/la s~~~loK~, Amorrortu: 1977).
(Trad. al espano . oet g d M h d Nueva York: Crossroads. (Trad.
Camic, C. , 1979: «The Utilitarians Revisited», American Journal of Socio-
logy , 85: 516-50. Gadamer, H., 1975: Truth ,ª n ~t u:~e · 1984).
Clarke, J. et al. (eds.), 1979: Working Class Culture. Londres: Hutchinson
Press.
al español: Verdad y metodo,_S1g t d Ex eriments with "Trust" as a
Garfinkel, H., 1963: «A Col~~P~\~n;cti~nns » fn O.J. Harvey (ed.), Moti-
Cohen, J., Hazelrigg, L. y Pope, W., 1975: «De-Parsonizing Weber: A Condition of Concerte . a N a Yo;k . Ronald Press, pp. 187-238.
Critique of Parsons's Interpretation of Weber's Sociology», American vation and_ Social lnteractthndolouev Camb;idge, England: Polity Press.
Sociological Review, 40: 229-41. -G 1984:C Studies « eo ogy as ao Culf~;al System », en Apter (ed.), Ideology
1964· mldEthlnomet
Cohen, S., 1980: «Symbols of Trouble: Introduction to the New Edition », eertz, ·: . York · Free Press, pp. 47-76.
en su Folk Devils and Moral Panics. Oxford: Martin Robertson, pp. 1-8. and Discontent. Nueva . .d Modern Social Theory . Cambr_idge, En-
Collingwood, C., 1940: Metaphysics. Oxford: Martin Robertson, pp. 1-8. Giddens, A., 1971_: Capita_ltsm _anp (Trad al español: El capitalismo y
land: Cambridge Umvers1ty ress. .
Collins, R., 1969: «A Comparative Approach to Political Sociology», en R.
Bendix (ed.), State and Society: A Reader in Political Sociology. Berkeley
y Los Angeles: University of California Press, pp. 42-67. 1976:
1979:
f
moderna teoría social,_Lab_o r:
New Rules
Central of SocioloSgtcf!ll
Problems m ocia
xr:l d Nueva York: Basic Books.
Th eoºry·. Berkeley y Los Angeles: Uni-
- 1975: Con/lict Sociology. Nueva York: Academic Press.
- sity
1986:Press.
We6erian Sociological Theory . Nueva York: Cambridge Univer- versity California PreCss.nttque O,f Histoncal
1981 · AofContemporary . .
Materialism, vol. 1. Ber-
Coser, L., 1956: The Functions o( Social Conf/ict. Nueva York: Free Press. kele . Los Angeles: University of California Press. .
Dahrendorf, R., 1959: Class and Class Conf/ict in Industrial Society . Stan- ·¡¡· . y~ C 1960: The Edge oj Objectivi~y: ~n Essay m the History of
G1 1sp1e, · ·• . p · Umvers1ty Press.
ford University Press. (Trad. al español: Las clases sociales y su conflicto Scientific Ideas. Pnnceton: rmcetonE Durkheim Socialism and Saint-
en la sociedad industrial, Rialp: 1979). Id A 1958 · «Introduct10n », en • . ' • ·
Dawe, A., 1978: «Theories of Social Action», en T. Bottomore y R. Nisbet Gou ner, ., . . Oh 10' . Antioch Univers1ty Press, pp. 1xx1v:
Stmon. Yellow Spnngs, . · ·l New York: Equmox.
(eds.), The History of Sociological Analysis. Nueva York: Basic Books,
pp. 362-417. _ 1970: The Co_ming Cn_Si_s
(Trad. al espanol: La crisis e s
Je
:e~~:logsí:ci:c~lfle~tal, Amorrortu: 1979).
'et 8· 299-301
Derrida, J., 1981: Positions. Chicago: University of Chingo Press. 1979: «Talcott Parsons», Theory aynd te~ ybury .. (Trad. ·al español Los
Dilthey, W., 1976: «The Construction of the Historical 'Vorld in the Hu- 1980: The Two Marxisms . !'l'ueva or . ea
dos marxismos, Alianza Ed1tonal: 1983 ).
76 La teoría social, hoy
La centralidad de los clásicos 77

Habern:ias, J., 1961 : Knowledge _and H uma_n I nterests. Cambridge, England:


Pohty Press. (Trad. al espanol: Conocimiento e interés, Taurus: 1982). Levine, D., 1980: Introducción a Simmel and Parsons: Two Approaches to
1981 : Zur Krztik der Funktwnalistischen Vernúnft, vol. 2 de Theorie des the Study of Society (pp. iii-lxix). Nueva York: Amo Press. Primera
Kom!"umkati~en Handel'!s. Frankfun am Main: Suhrkamp. (Trad . al edición en 1957.
espanol: Teona de la acaon comunicativa, Taurus: 1987). Lévi-Strauss, C., 1966: The Savage Mind. Chicago: University of Chicago
1984 : Reason_ and the Rationa!ization of Society, vol. 1 of Theory of Press.
Commumcative Ac~wn. Cambridge, England: Polity Press. Lewis, J.D . y Smith, R., 1980: American Sociology and Pragmatism: Mead,
Hacker, A., 1961: «Soc10logy and Ideology», en Max Black (ed.), The Social Chicago Sociology and Symbolic lnteractionism. Chicago: University of
Theones of Talcott Parsons. pp. 289-3:,0. Chicago Press.
Hagstrom, W., 1965 : The Scientific Community. Nueva York, Basic Books. Lieberson, S., 1980: A Piece of the Pie. Berkeley y Los Angeles: University
Hall, S., (eds.), 1981: «Cultural Studies: Two Paradigms», en Bennett et al.: of California Press.
1981, pp. 19-37. Lindenberg, S., 1983: «Utility and Morality», Icyklos, 36: 450-68.
H~ll, S., et al. (eds.), 1980: Culture, Media, language. Londres: Hutchinson. Luhmann, N ., 1979: Trust and Power. Nueva York: Wiley.
Hmk_le, R., 1963: «Antecedents of the Action Orientation in American So- - 1984: The Differentiation of Society. Nueva York: Columbia University
c10logy befor_e 1935 », American Sociological Review, 28: 705-15. Press.
- 1980: Foundmg Theory of American Sociology, 1881 -1915. Londres: Lukes, S., 1972: Émile Durkheiny: His Lije and Work. Nueva York: Harper
Routledge y Kegan Paul. & Row. (Trad. al español: Emile Durkheim: Su vida y su obra, Centro
Hirsch, _E.D., 1967: Validity in lnterpretation Bloomington: Indiana Uni- de Investigaciones Sociológicas: 1984 ).
vers1ty Press. Mannheim, K., 1936: Ideology and Utopia. Nueva York: Harcourt, Brace.
Hirschman, A., 1977: The Passions and the lnterests. Princeton: Princeton Martindale, D., 1960: The Nature and Types of Sociological Theory.
University Press. Cambridge, Mass. (Trad. al español: Teoría sociológica: naturaleza y
Holton, G., 1973: Thematic Origins of Scientific Thought: Kepler to Eins- escuelas. Aguilar: 1968).
tein. Cambridge, Mass.: Harvard University Press. McClellan, D. (ed.), 1971: «lntroduction», en McClellan (ed.), The Grun-
Homan_s, G., 1958: «Social Behavior as Exchange», American journal of drisse: Karl Marx. Nueva York: Harper & Row, pp. 1-15.
Socwlogy, 62: 597-606. Merton, R.K., 1947: 'Discussion of «The Position of Sociological Theory»',
1961: Social Behavior: lts Elementary Forms. New York: Harcourt, American Sociological Review, 13 (2): 164-8.
Brace. 1967a y b: (dos ensayos publicados en 1967) Social Theory and Social
- 1964: «Bringing Men Mack In», American Sociological Review 29: Structure. Nueva York: Free Press.
809-18. ' 1973: «The Normative Structure of Science», en su The Sociology of
Hunt, L., En preparación, 1987: «The Sacred and the French Revolution» Sc~ence, edi~i~'m de N. W. Storer. Chicago: University of Chicago Press.
en J. Alexander, En preparación, 198ib. ' Pnmera ed1c1ón en 1942. (Trad. al español: Sociología de la ciencia,
Husserl, _E., 1977: Cartesian Mediations. The Hague: Martinus Nijholf, First Alianza Editorial: 1977).
publ!shed 1931. (Trad. al español: Meditaciones cartesianas, Ediciones Mitzman, A., 1970: The /ron Cage. Nueva York. (Trad. al español: la jaula
Paulmas, 1979). de hierro. Alianza Editorial, 1976 ).
Joas, H., 1985: G.H. Mead: A Contemporary Re-Examination of His Nicholas, M., 1973: «Foreword» to Karl Marx, Grundrisse. Nueva York:
Thought. Cambridge, England: Polity Press. Random House, pp. 1-63.
Jones, R.A., 1977: «On Understanding a Sociological Class» Americanjour- Nisbet, R., 1976: Sociology as an Art Form. Londres: Oxford University
nal of Sociology, 88: 279-3 19. ' Press. (Trad. al español: la sociología como una forma de arte, Espasa
- 1986: «Second Thoughts on Privileged Access», Sociological Theory, 3 Cal pe: 1979).
(1): 16-19. ' O'Connor, J., 1980: «The Division of Labor in Society», lnsurgent Socio-
Kermode, Frank, 1985: Forms of Attention. C hicago : University of Chicago logist, 1O: 60-8.
Press. Ollman, B., 1971: Alienation. Londres: Cambridge University Press. (Trad.
Kuhn, T, 1970:. The_ Structure of Scientific Revolutions, segunda edición. al español: Alienación, Amorrortu, 1975).
Ch1cago: Umvers1ty of Ch1cago Press. (Trad. al español: la estructura Parsons, T., 1937: The Structure of Social Action. Nueva York: Free Press.
de las revoluciones científicas, F.C.E.: 1977). (Trad. al español: la estructura de la acción social, Guadarrama : 1968).
Lakatos, I., 1969: «Criticism and the Methodology of Scientific Research 1947: «lntroduction», en M. Weber, Theory of Social and Economic
Prog_ramms,:,_ Procedings of the Aristotelian Society, 69: 149-86. (Trad. ;:il Organization. Nueva York: Free Press, pp. 3-86.
espanol : Critica y la metodología de los programas de investigación Uni- 1951 : The Social System. Nueva York: Free Press. (Trad. al español: El
versidad de Valencia : 1982). ' sistema social, Alianza Editorial: 1982).
1955: «Family Structure and the Socialization of the Child », en Parsons
78 La teoría social, hoy
La centralidad de los clásicos 79
et al., Family, Socializ ation, and lnteraction Process. Nueva York: Free
Press, pp. 35-132. Skocpol, T., 1979: States and Social Revolutions. Nueva York: Cambridge
1964a: «The Superego and the Theory of Social Systems», en su Social University Press.
Structure and Personalzty. Nueva York: Free Press, pp. 17-33. Primera Smelser, N ., 1959: Social Change in the Industrial Revolution. Chicago:
edición 1952. University of Chicago Press.
1_9646 : «Th~ Fat~er Symbol: An Appraisal in the Light of Psychoanaly- 1973: «Introduction», en Smelser (ed.), Karl Marx on Society and Social
uc and Soc10log1cal Theory », en su Social Structure and Personality. Change. Chicago: University of Chicago Press, pp. vii-xxxvii.
Nueva York : Free Press, pp. 34-56. Stinchcombe, A., 1968: Constructing Social Theories . Baltimore: Johns Hop-
196?: «Durkheim's Introductio_n to the Theory of the Integration of kins University Press .
Social Systems», en su Soczological Theory and Modem Society. Nueva Stocking, G., 1965: «On the limits of "Presentism" and " Historicism" in
York: Free Press, pp. 3-34. the Historiography of the Behavioral Sciences» , joumal of the History
Peel, J.D ., 1971: Herbert Spencer. Nueva York: Basic Books. of the Behavioral Sciences, 1: 211-17.
Polanyi, M., 1958 : Personal Knowledge. Chicago: University of Chicago Stone, G. y Farberman, H., 1967: «On the Edge of Rapprochement: Was
Press. Durkheim Moving toward the Perspective of Symbolic Interaction ?»,
Pope, W ., 1973: «Classic on Classic: Parsons' Interpretation of Durkheim » Sociological Quarterly, 8: 149-64.
American Sociological Review, 38: 399-415. ' Strauss, A., 1964: «Introduction», en Strauss (ed.), George Herbert Mead
Popper, K., 1_949: The .~ogic of Scientific Discovery . Nueva York: Basic on Social Psychology . Chicago: University of Chicago Press.
Books. Pnmera ed1c1on en 1934. (Trad. al español: La lógica de la in- Thompson, K., 1985: «Rereading the Classics: The Case of Durkheim ».
vestigación científica, Laia, 1986 ). Ensayo no publicado, Department of Sociology, UCLA, Los Angeles,
Rex, J., 1961 : Key Problems in Sociological Theory . Londres: Routledge y California.
Kegan Paul. (Trad. al español: Problemas fundamentales de la teoría En preparación: Durkheim and Sociological Methods, Beverly Hills y
sociológica, Amorrortu, 1977). Londres: Sage.
Ricoeur, P., 1971: «The Model of the Text: Meaningful Action Considered Tiryakian, E., 1979: «The Significan ce of Schools in the Development of
as a Text», Social Research, 38: 529-62. Sociology», en W.E. Snizek et al. (eds.), Contemporary Issues in Theory
Roth, G ., 1978: «Intrn_duction», en M. Weber, Economy and Society, edited and Research. W estport, Conn.: Greenwood Pres s.
by Roth y C. W1tt1ch. Berkeley y Los Angeles: University of California Traugott, M., 1984: «Durkheim and Social Movements» , European joumal
Press, pp . xxvii-cviii. first published 1968. of Sociology, 25: 319-26.
Schluchter, W ., 1981: The Rise of Western Rationalism: Max Weber's De- - 1985: Armies of the Poor, Princeton: Princeton University Press.
velopmental History. Berkdey y ~os Angeles: University of California Treiman, D., 1977: Occupational Prestige in Comparative Perspective. Nue-
Press . Se1dman, S., 1983a: Liberalism and the Origins of European Social va York: Wiley.
Theory. Berkeley y Los Angeles: University of California Press. Trevor-Roper, H.R., 1965: «Religion, the Reformation and Social Change»,
19836: «Beyond. Presentism and Historicism : Understanding the His- Historical Studies, IV: 18-45. (Trad. al español: Religión, Reforma y
tory of Soc1_a} Sc1ence», ~ociological Inquiry, 53: 79-94. Cambio social, Vergara: 1985). Turner, J., 1986 : «Review: The Theory
En preparac10_n a: «Class!c~ and Contemporaries: The History and Syste- of Structuration», American joumal of Sociology, 91: 969-77.
maucs of Soc10logy Rev1s1ted», History of Sociology. Walby, Sylvia, 1986: Patriarchy at Work. Londres: Macmillan.
En _prep_arac1ón b: «Models of Scientific Development in Sociology». Wallace, Walter L., 1971 : The Logic of Science in Sociology . Chicago: Al-
Sociological Theory. · dine. (Trad. al español: La lógica de la ciencia en la sociología, Alianza
Sewell, W., 1985: «Ideologies and Social Revolutions: Reflections on the Editorial: 1980) .
. French Casel », Joti:~nal of Modem History, 57: 57- 85. Wearne, B., 1985: «The Theory and Scholarship of Talcott Parsons to 1951 :
Shds,. E., 1970 : «Tradmon, Ecology, and Institution in the History of So- A Critica) Commentary» , Disertación doctoral no publicada, Depart-
c10logy», Daedalus, 99: 789-820. ment of Sociology, la Trobe University, Melbourne, Australia.
Simmel, G., 1955: Conflict and the Web of Group Affiliations. Nueva York: Weber, M., 1958: The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism. Primera
Free Press. edición en 1904-5. (Trad. al español: La ética protestante y el espíritu
Skinner, Q ., 1969: «Meaning and Understanding in the History of Ideas» , del capitalismo en Ensayos sobre sociología de la religión, vol. 1, Tau rus:
History and Theory, 8: 3-52 . 1984 ).
1972: «Motives, Intentions and the Interpretation of Texts», New Lite- Whimpster, S. y Lash, E. (eds.), 1986: Max Weber and Rationality. Lon-
rary History, 3: 393-408 . dres: George Allen and Unwin.
1976: «Herrneneutics and the Role of History», New Literary History, Whitehead, A.N. , 1974: «The Organization of Thought», en su The Orga-
7: 209-32 . nization of Thought. Westport, Conn.: Greenwood Press, pp. 105-33.
Primera edición en 1917.
80 La teoría social, hoy

Wiley, N. (ed.), 1987: The Marx-Weber Debate. Beverly Hills y Landre . El CONDUCTISMO Y DESPUES DEL
Sage. s.
CONDUCTISMO
Wrong,_ D., 1961: «The Ove~-Socialized Conception of Man in Modern
. S_oc10logy», American Soaological Review, 26: 183-93. George C. Homans
Ze1tlm, l., 1968: Ideology and_the Development of Sociological Theory. En-
glewo_od C hffs, NJ: Prenuce-Hall. (Trad. al español: Ideología y teoría
soczolog1ca, Amorrortu: 1979).

Hubo un tiempo en el que el conductismo, tal como lo formulara


por vez primera J. B. Watson y desarrollara con mayor rigor B. F.
Skinner, fue tratado como el paria de la psicología y el resto de las
ciencias sociales. Sigue siendo un paria en la medida en que Skinner
ha continuado manifestando pretensiones exageradas sobre las posi-
bilidades que ofrece el conductismo para crear una cultura mejor
(Skinner: 1971 ). Pero la verdad de una ciencia y su aplicabilidad son
dos cosas distintas; como verdad aceptada, el conductismo ha dejado
de ser un paria: por el contrario, ahora forma parte de la corriente
central de la psicología y, por consiguiente, me referiré a él como
«psicología conductista». Por otra parte; no toda la psicología con--
ductista moderna deriva directamente de Skinner; pienso, en parti-
cular, en las importantes contribuciones de Albert Bandura (1969;
1973 ).
La intuición fundamental del conductismo fue de tipo estratégi-
co: en lugar de tratar de analizar la conciencia y los estados menta-
les, los investigadores podrían hacer mayores progresos en psicolo-
gía atendiendo a las acciones de hombres y mujeres y a los estados
observables de los individuos y su entorno que es posible relacionar
legalm ente con tales acciones; este principio no solo es aplicable a
hombres y mujeres, pues las proposiciones de la psicología conduc-

l 81

También podría gustarte