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Capítulo 6

Del obrero-masa a la multitud: metamorfosis


del sujeto clasista en el operaísmo
y post-operaísmo italiano
Massimo Modonesi y Matari Pierre Manigat

Introducción

En este capítulo daremos cuenta de las aportaciones del operaísmo (obrerismo)


y post-operaísmo italiano al debate sobre el concepto de clase social. Privilegia-
mos el tratamiento de la problemática en la obra de Mario Tronti y Antonio
Negri, en particular este último ya que se trata de un autor cuya producción
se extiende y se amplifica hasta el presente.
Las principales aportaciones de esta corriente de pensamiento derivan del
estudio de las formas que reviste el trabajo social en el capitalismo contempo-
ráneo: obrero-masa, obrero social y multitud son tres categorías que delimitan
los contornos de las composiciones y recomposiciones del sujeto clasista. En la
senda clásica del marxismo, los operaístas y post operaístas conducen sus aná-
lisis en dos planos simultáneos: socioeconómico y sociopolítico. Mientras que
en el primero consideran las implicaciones, para la sociedad, de la generaliza-
ción de determinadas formas de producción (de la fábrica tayloriano-fordista
al postfordismo), en el segundo examinan las formas políticas orgánicas a las
primeras. En ese sentido, el tránsito del Estado-plan al Imperio constituye el
correlato del tránsito del obrero-masa a la multitud.
La secuencia conceptual obrero-masa, obrero social, multitud no sólo
pone en relieve tres estados históricos de la clase de los productores, sino

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que refleja permanencias y rupturas en el interior de la tradición operaísta.


De ahí el orden del desarrollo expositivo del presente trabajo. Tras examinar
la genealogía del concepto de obrero-masa (I), mostramos cómo la noción de
obrero social anuncia, a partir de finales de la década de los 1970, inquietudes
metodológicas y cambios teóricos para responder al desafío de definir el sujeto
clasista que emerge con la globalización (II). Finalizamos con la reflexión que
desemboca en la elaboración del concepto de multitud, genitor y correlato
antagónico del Imperio (III).

I. El obrero-masa y la composición de clase

El operaísmo fue el movimiento político e intelectual más original de la oleada


de luchas que caracterizó la historia social de Italia entre principios de los
años 60 hasta finales de los 1970.1 Se singularizó por el enfoque propuesto
por Raniero Panzieri –traductor del libro II de El Capital y fundador de Qua-
derni Rossi, la primera revista obrerista en 1961. Panzieri concebía al marxis-
mo como “unidad de la sociología, de la economía y de la política”.2 De ahí
una disección de la obra de Marx que Panzieri cataloga entre un “marxismo
muerto” y un “marxismo vivo”. Mientras el primero prescinde de la interven-
ción de la subjetividad de los productores, el segundo considera la dinámica
del capitalismo a partir del entrelazamiento entre lucha de clases y fuerzas
productivas. Los análisis de Marx sobre el carácter de la gran fábrica y de su
dinámica -la dialéctica entre luchas obreras e introducción/perfeccionamiento
de la maquinaria- constituye el ejemplo del marxismo vivo por excelencia.3
Esta interpretación de las relaciones entre tecnología y lucha social abrió un
campo de “investigaciones sobre la clase obrera” –su condición, su poder y
el rol en el proceso de acumulación de capital- que diversos obreristas4 que
1
  Respecto de la historia del marxismo italiano y del lugar que ocupa esta corriente en
un reciente, y pionero, intento de síntesis, Cristina Corradi, Storia del marxismo in Italia,
Manifestolibri, Roma, 2005.
2
  Ver la antología de la obra de Raniero Panzieri, La ripresa del marxismo-leninismo
in Italia, Nuove edizioni operaie, Roma, 1977 y Pino Ferraris, “Raniero Panzieri: per un
socialismo della democrazia diretta” in Pier Paolo Poggio, L’altro novecento. Comunismo
eretico e pensiero critico, Vol. II, Jaca Book, Milán, 2011.
3
  El prólogo de Marx a la Contribución a la crítica de la economía política de 1859
constituye, para Panzieri, el origen y la quintaesencia de ese “marxismo muerto”, Jean-
Pierre Potier, Lectures italiennes de Marx (1883-1983), Presses Universitaires de Lyon,
1986, pp. 407-408.
4
  El calificativo de “operaísmo” fue lanzado originalmente por los adversarios de Panzieri
para denunciar su manera de concebir la trabazón entre lo económico y lo político. Ver

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llevaron a cabo a partir de la década de los 60. Para Mario Tronti, uno de los
iconos intelectuales del obrerismo:
“Después de Marx, de la clase obrera nadie ha sabido nada. Sigue sien-
do este continente desconocido. Se sabe, ciertamente, que existe, por-
que quién no ha oído hablar de él y todo el mundo puede leer sobre él
mismo narraciones fabulosas. Sin embargo, nadie puede decir: he visto
y he comprendido”.5

El concepto de obrero social surge de estas investigaciones sobre la clase obre-


ra presididas por las indicaciones metodológicas de Panzieri sobre la juntura
entre lo socioeconómico y lo sociopolítico, a saber entre la infraestructura y
la superestructura.
Dos conceptos balizan los análisis de la infraestructura y de la superes-
tructura en esta primera etapa del operaísmo, periodo marcado por el apogeo
del fordismo y del keynesiano: la sociedad-fábrica y el Estado-plan. La socie-
dad-fábrica designa la realidad derivada del surgimiento de las company towns,
del entrelazamiento entre fábricas, ciudades y barrios obreros durante la indus-
trialización, en el norte de Italia, territorio privilegiado de los estudios y de las
acciones de los grupos militantes obreristas.6 Esta extensión de la lógica de la
fábrica a la sociedad está mediada por la existencia de una forma estatal especí-
fica que Negri definió como Estado-plan; una suerte de “capitalista colectivo”
que, bajo la apariencia de una mediación entre capital y trabajo, organiza la
explotación a escala social y garantiza la disciplina del trabajo fordista.
El surgimiento y la reproducción del obrero-masa resultan de la consolida-
ción de la sociedad-fábrica así como de la acción del Estado-plan. El obrero-masa
remite, objetiva y subjetivamente, a la mutación de lo que los obreristas llaman
la composición de la clase. Inspirada en el concepto de composición orgánica
del capital de Marx, la noción de composición de clase fue introducida para
no petrificar la noción de clase y captar su configuración cambiante. La com-
posición técnica de la clase obrera remite a las condiciones tecnológicas de la
producción así como a la división y a las formas de organización del trabajo;
mientras que la composición política atañe a la subjetividad de la clase, es
decir a la exteriorización del conjunto de elementos que integran la historia de
las luchas políticas y de las organizaciones de la clase, a partir de los compor-

Potier, Lectures italiennes de Marx, op. cit pp. 401-404 y Sergio Bologna, “L’operaismo
italiano” en Poggio, L’altronovecento. Comunismo eretico e pensiero critico, Vol. II, Jaca
Book, Milán, 2011.
5
  Mario Tronti, Obreros y capital, Akal, Madrid, 2001, p. 23.
6
  Mario Tronti, “La fabbrica e la societá” en Quaderni rossi, Roma, núm. 2, 1962.

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tamientos, necesidades, deseos y culturas de los obreros. De tal modo que el


obrero-masa traduce simultáneamente las características del productor directo
considerado en las condiciones industriales de la posguerra y su carácter de
sujeto tendencialmente insubordinado.
El estudio de la composición de clase conforma el programa de los autores
y militantes obreristas durante los años 60 y 70. Objetivamente, detectan el
pasaje de la centralidad del obrero profesional -un trabajador que mantenía
ciertos márgenes de injerencia en el proceso productivo en la medida en que
manejaba ciertos conocimientos técnicos y ciertas habilidades- a la emergencia
del obrero-masa, el trabajador no calificado, simple engranaje de la cadena de
montaje fordista.
Este diagnóstico era confirmado con las características de las luchas obreras
que empezaban a surgir a principios de los años 60 y que se generalizaron pos-
teriormente; luchas radicales y espontáneas protagonizadas por trabajadores
jóvenes, en su mayoría emigrantes de la Italia meridional, recientemente con-
tratados, débilmente integrados en los sindicatos y ubicados en los escalafones
más bajos de la jerarquía obrera. Integrantes de una generación cuyos estudios
y expectativas los distanciaban de los padres pero que terminaban de obreros o
empleados como ellos, madurando frustraciones y rechazos hacia las pautas
vigentes de integración social. Estas luchas se oponían a la actitud conciliadora
de los sindicatos y planteaban un rechazo radical al despotismo en la fábrica en
el que los obreristas entreveían un potencial anticapitalista. De ahí las preocu-
paciones que catalizaron los esfuerzos de los obreristas por conocer en detalle
la nueva condición obrera en la cual se gestaba este nuevo sujeto clasista; cuyo
carácter subversivo y antagonista llamaba la atención y refrescaba las hipótesis
revolucionarias. Este esfuerzo se plasmó en la propuesta metodológica llamada
conricerca –un modelo y una práctica de investigación participativa elaborados
y aplicados en particular por Romano Alquati. Implicaba una relación y es-
trecha colaboración entre los investigadores y los obreros que permitiera un
conocimiento cabal de la experiencia de clase y fomentara, al mismo tiempo,
la toma de conciencia de estos últimos.7
Pero la mayor aportación y provocación teórica del operaísmo –su revolu-
ción copernicana como se la llamó- radicó en la inversión metodológica de la
relación tradicionalmente aceptada entre acumulación de capital y lucha de
clases que formuló Tronti en los años 60:

7
  Ver el dossier “Uso socialista de la encuesta obrera” en Quaderni rossi, núm. 5, Roma,
abril 1965, pp. 67-269.

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Hemos visto también nosotros antes el desarrollo del capitalismo y


después las luchas obreras. Es un error. Hay que invertir el problema,
cambiar su sesgo, volver a partir del principio: y el principio es la lucha
de la clase obrera.8

El capital aparecía, en esta lógica, como la variable dependiente y el desarrollo


del capitalismo se presentaba como un proceso de ajuste permanente dirigido
a contener el impulso indomable del trabajo vivo. En definitiva, los ciclos de
acumulación de capital conforman respuestas a las luchas obreras. A través de éstos, el
capital busca descomponer a la clase como sujeto y genera un nuevo ciclo de
recomposición de clase. Esta inversión consistente en entender al capital a par-
tir de la lucha de clases, más exactamente desde la construcción y la iniciativa
de la clase antagonista (la clase obrera) abría perspectivas teóricas y políticas
novedosas.
Si los movimientos de la clase obrera anteceden histórica y lógicamente al
capital, entonces las leyes de desarrollo del capital son en el fondo “leyes de
desarrollo capitalista de la clase obrera”. Aunque Tronti sostenga una “correc-
ción leninista de Marx” anteponiendo la teoría de la revolución a la crítica de
la economía política, considera que Marx descubrió a la clase dentro y contra
el capital ya que la clase obrera se entiende solo en función de su forma de
lucha.9
Esta premisa analítica era solidaria, en el terreno programático, de una ra-
dicalización que se materializaba en una nueva articulación entre lucha social
y lucha política. Por ejemplo, el tema clásico de las reivindicaciones salaria-
les dejaba de ser concebido como un terreno de negociación sino de antago-
nismo irreductible. Ello implicaba pelear por aumentos salariales desligados
de los aumentos de la productividad para romper la lógica del capital; de la
misma manera las luchas debían conducir a la implementación de un salario
garantizado y a un igualitarismo salarial que rompiera con las jerarquías y las
divisiones al interior de la fábrica y en la sociedad en general. Pero, más pro-
fundamente, la lucha obrera debía trascender los tópicos del salario y de las
condiciones de trabajo para extenderse a la reapropiación de la riqueza social
en términos de valor de uso: vivienda, transporte, bienes, etc. En última ins-
tancia, la condición obrera implicaba una ruptura ulterior en relación con el
trabajo, el llamado rechazo al trabajo, el rechazo a ser mercancía, un distan-
ciamiento absoluto del obrero con respecto a los medios de producción que

8
  Mario Tronti, “Lenin in Inghilterra”, editorial de Classe Operaia, núm. 1, Roma,
febrero de 1964, p. 1.
9
  Mario Tronti, Obreros y capital, op. cit., p. 209.

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desemboca en el sabotaje, el ausentismo y otras formas de lucha que buscaban


dar a la alienación una salida política ya que la inteligencia obrera no debía
dedicarse a la producción sino volcarse en la militancia.

II. El obrero social y la recomposición de la clase

En esa tesitura de cuestiones teóricas y políticas, en los años 70, de la pluma de


Negri, surge la noción de obrero social que complementa, antes de desplazar
y finalmente substituir, la de obrero-masa en cuanto sujeto por excelencia que
brota de la recomposición de clase y se coloca tendencialmente en el corazón
de la lucha contra el capital. Este pasaje marcará un salto en términos de con-
tinuidad y ruptura entre el obrerismo tradicional y el autonomismo obrero
y abrirá la puerta hacia el post-obrerismo y el surgimiento del concepto de
multitud que veremos más adelante.
La noción de obrero social señala, antes que nada, la gestación de una
nueva composición de la clase haciendo hincapié en las transformaciones sub-
jetivas que acompañaban la crisis del fordismo-keynesianismo y que analiza el
desarrollo del sector de los servicios (o terciarización) como una extensión del
trabajo asalariado. En 1975 Negri desarrolla las ideas la autovalorización, in-
dependencia proletaria, contrapoder y rechazo al trabajo resaltando el carácter
antagonista de una clase obrera ampliada, el obrero social, que destaca por su
perfil subversivo e insubordinado. Negri razonaba partiendo del principio de
extensión de la fábrica a la sociedad, asumiendo que si todo trabajo productivo
es asalariado, la sociedad es una fábrica difusa y la habita una forma difusa de
obrero, que puede llamarse social. La clase obrera se volvía así proletariado
en sentido amplio: una clase que no sólo se reconocía en la producción y la
circulación capitalista sino también en su reproducción como fuerza de trabajo
a partir de sus necesidades, consumos, culturas; ámbitos de relativa indepen-
dencia y autonomía que hacían las veces de retaguardia y permitían, por ende,
acumular fuerza que podía exteriorizarse en forma de lucha.10
Pero más allá de la reafirmación del principio básico del obrerismo –según
el cual el capital se adapta a la lucha de clases y no al revés- y más allá del
abanico de las formas de lucha –especialmente la aparición de la cooperación
como pilar de la autovaloración en lugar del rechazo al trabajo-, el uso de la
  Estas ideas fueron desarrolladas en particular en Proletarios y Estado y Dominio y
10

sabotaje, pero atraviesan todos los escritos de Negri de los 70, reagrupados en español en
Los libros de la autonomía obrera (2004) pero también en Marx más allá de Marx. Nueve
Lecciones sobre los Grundrisse (2001) y La fábrica de la estrategia. 33 lecciones sobre Lenin
(2004).

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noción de obrero social era sintomática de la urgencia de integrar tendencias


que, desde finales de los 70, señalaban el declive de la centralidad del obrero
industrial en cuanto sujeto a cargo del trabajo social. De ahí un replantea-
miento de raíz de toda la problemática.
Ya en 1982,11 Negri plantea la necesidad de rebasar las “viejas categorías” y
define formalmente al sujeto antagonista como “complejidad colectiva múlti-
ple”.12 Abre así el concepto de clase basándolo en “la complejidad, las diferen-
cias, y la multiplicidad de las luchas y de los comportamientos antagonistas
que realmente verificamos.”13 Para Negri la “escena de las transformaciones
sociales” acusó, desde los años 1970, la proliferación de “nuevas subjetividades
colectivas” que reflejaron “modificaciones de la organización social del trabajo”
así como “transformaciones de su cualificación social”. Para Negri “los antago-
nismos que tales subjetividades portan en su seno no son ya recuperables en
el horizonte tradicional de lo político.”14
Esta contraposición entre unidad y multiplicidad empieza a tensar el con-
cepto de clase; tensión que abre la vía para una apropiación de los conceptos
de biopolítica y de rizoma de Michel Foucault y Félix Guattari respectiva-
mente.15 Dos incorporaciones que invitan a reformular la complexión de las
relaciones sociales en general y, sobre todo, que desdibujan las distinciones
entre lo económico, lo político, lo social y lo cultural. Esta integración tendrá
dos implicaciones importantes en la definición negriana del sujeto a cargo del
trabajo social en el capitalismo de hoy: en primer lugar, una radicalización de
la dimensión subjetiva de la noción de composición de clase; en segundo lu-
gar, una nueva perspectiva en “la producción de formas de subjetividades” para
superar lo que Negri llama, retomando el vocabulario de Jean-Paul Sartre, la
“serialidad” del capitalismo.16

11
 “Máquina tiempo, Rompecabezas, liberación, constitución” en Antonio Negri, Fábricas
del sujeto/Ontologías de la subversión, AKAL, Madrid, 2006, pp. 13-174.
12
  Ibid, 118.
13
  Ibid, 21.
14
  Ver Negri, “La revolución ha comenzado en 1968” en Félix Guattari y Antonio Negri,
Las verdades nómadas & General Intellect, poder constituyente, comunismo, AKAL, Madrid,
1999, pp. 33-35.
15
  Asimismo una influencia de Spinoza Ver Antonio Negri, L’anomalia selvaggia : saggio
su potere e potenza in Baruch Spinoza, Feltrinelli, Milano, 1981.
16
  Ver Negri, “Llamamos comunismo” en Félix Guattari y Antonio Negri, Las verdades
nómadas & General Intellect, poder constituyente, comunismo, AKAL, Madrid, 1999, pp.
22-24.

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Este replanteamiento de la problemática desemboca en un cambio del sentido


de la apertura del concepto de clase: los conceptos de obrero social y de clase
obrera desaparecen primero de la mano de la categoría vacía de sujeto y pos-
teriormente de multitud.

III. La multitud o la cooperación social a escala mundial

Sin embargo, para llegar al concepto de multitud, Negri tenía que reformular
su análisis de la infraestructura y de la superestructura capitalistas prevale-
cientes desde los años 80. De la misma manera que del estudio del fordismo
y del Estado-plan había surgido el concepto de obrero-masa, el análisis de la
producción en la era de la globalización así como de su forma política predo-
minante balizan la elaboración del concepto de multitud. Pero a diferencia del
operaísmo, el post-operaísmo revoluciona el método de articulación de las ins-
tancias económicas y políticas. El concepto de Capitalismo Mundial Integrado
(CMI) constituye el ancestro de lo que, más tarde, Negri y Hardt designaran
como Imperio. Los procesos de “desterritorialización” de la autoridad y, su
correlato, la imposibilidad de localizar anuncian la emergencia de una “forma
política y jurídica posnacional”,17 esto es el Imperio.
Existen dos vías para reconstruir el concepto de Imperio. Desde un punto
de vista general y abstracto, se puede seguir la reflexión de Negri y Hardt sobre
el Estado, el Derecho y la Soberanía.18 De la perspectiva de este ensayo, convie-
ne plantear el problema a partir de lo que es el hilo rojo de la interpretación
operaísta: el capital se adapta a las luchas sociales. Negri y Hardt siguen este
principio y plantean que la génesis del Imperio corre paralela con la formación
de lo que llaman sociedad mundial19 y, posteriormente, multitud. Bajo ese re-
specto, el Imperio aparece como resultado del despliegue de las subjetividades
de las fuerzas colectivas de trabajo en el siglo XX. Ese proceso tuvo dos gran-
des momentos en el siglo XX: el New Deal y la descolonización. Mientras el
primero “produjo la forma más elevada del gobierno disciplinario”, la segunda
abrió la vía para la caducidad del Estado-nación.

17
  Ver Negri, “La reacción de los años setenta: no future” en Félix Guattari y Antonio
Negri, Las verdades nómadas & General Intellect, poder constituyente, comunismo, AKAL,
Madrid, 1999: 37 y p. 41.
18
  Reflexion que se puede rastrear desde El poder constituyente publicado en 1992. Ver
Antonio Negri, Il potere costituente, Manifestolibri, Roma, 2002.
19
  Ver Negri, “La reacción….” op. cit.: 43.

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El ocaso del Estado-nación, en cuanto forma política, remite, más profunda-


mente, a dos procesos estructurantes de la economía mundial contemporánea:
la universalización del trabajo asalariado en cuanto forma de existencia social
de la mano de obra así como a la plena realización del mercado mundial. Es
precisamente la necesidad de organizar el mercado mundial que fundamenta la
emergencia de una forma política posnacional:
Al llegar a ese punto, los regímenes capitalistas se ven obligados a em-
prender un proceso de reforma y reestructuración para conservar su
capacidad de organizar el mercado mundial. Esta tendencia se advierte
claramente sólo en la década de 1980 (y queda definitivamente esta-
blecida después del derrumbe del modelo soviético de modernización),
pero sus rasgos ya aparecen netamente definidos sus primeras manifes-
taciones. Un mecanismo nuevo de control general del proceso global
y, por lo tanto, de un mecanismo que pueda coordinar políticamente
la nueva dinámica de la esfera global de acción del capital y las dimen-
siones subjetivas de los actores; tiene que poder articular la dimensión
imperial de mando y la movilidad transversal de los sujetos” destinada
en cuanto forma de control y regulación de los flujos económicos; toda
vez que se generaliza la circulación de mercancías del capital y de la
mano de obra.20

Pero la multitud no sólo se caracteriza por su relación contradictoria –adies-


tramiento/insubordinación- a la disciplina que exige el Imperio. La reflexión
de Negri descansa en una redefinición del concepto de producción y, por ende,
del trabajo social.
Por proceso de producción, Negri entiende a la “producción de bienes úti-
les, de comunicación y de solidaridad social, de universos estéticos [y] de
libertad”. La definición indica que “el centro de gravedad de estos procesos
productivos se ha dislocado” pasando de la centralidad obrera a “las tramas
moleculares de la marginalidad y las minorías.”21 En esto radicaría la gran
transformación del trabajo social a finales del siglo XX. De ahora en adelante,
la productividad de trabajo ya no incumbe exclusivamente a los trabajadores
de la industria, sino al conjunto de los participantes a la cooperación social.
De tal suerte que el sujeto clasista adquiere en el capitalismo actual el rostro
de una vorágine que contiene asalariados y no asalariados; trabajadores cuyo
único carácter común es cooperar en la producción social. Negri y Hardt de-
finen formalmente a la multitud como “la totalidad de los que trabajan bajo

  Negri y Hardt, Imperio, op. cit.: 277.


20

  Antonio Negri, “La nueva alianza” en Guattari, Félix y Negri, Antonio, Las verdades
21

nómadas & General Intellect, poder constituyente, comunismo, AKAL, Madrid, 1999: 69.

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el dictado del capital y forman, en potencia, la clase de los que no aceptan el


dictado del capital”.22 He aquí la diferencia objetiva entre la multitud y la clase
obrera tal como surgió de la Revolución industrial.23
Tanto la re-definición del proceso de producción como la puesta en relieve
de la diferencia de contenido entre clase obrera y multitud remiten, en última
instancia, al contenido del trabajo social en el capitalismo actual. El concepto
de trabajo inmaterial que aparece en la obra de Negri a inicios de los años
199024 permite superar la mera constatación del ocaso de la centralidad indus-
trial, para proponer una definición positiva del nuevo contenido del trabajo
social. El trabajo inmaterial destaca la centralidad del trabajador dedicado a
tareas de “control, de gestión de información, de capacidades de decisión que
pide la investidura de la subjetividad”.25 Esta centralidad va aparejada con el
desarrollo de nuevas fuerzas productivas y de cooperación que subsume el con-
cepto marxiano de General Intellect; interpretado como doble transformación
del trabajo en trabajo inmaterial y de la fuerza de trabajo en “intelectualidad
de masa”.26 Y bajo la ley de la propiedad privada de los medios de producción
estas fuerzas productivas devienen la base de una sociedad donde impera la
“explotación de la producción y de la expresión del saber [knowledge]”.27
Ese trabajo inmaterial subsume la creación de bienes como el conocimien-
to, la información, la comunicación, o una respuesta emocional. Es un tra-
bajo biopolítico; noción que los autores utilizan para no reducir el trabajo al
trabajo asalariado y abarcar “las capacidades creadoras humanas en toda su
generalidad.” La consecuencia inmediata de esta definición del trabajo inma-
terial o biopolítico es que, la experiencia de la explotación deja de ser el único
terreno de creación de la subjetividad de los trabajadores. Empero, lejos de
desaparecer, la explotación se traduce en las dimensiones de la comunicación
y la cooperación como “expropiación de la cooperación y la nulificación de los
sentidos de la producción lingüística”. La explotación del trabajo inmaterial y
de los procesos de producción que acciona especifica la fase actual del capita-
lismo, el capitalismo cognitivo.

22
  Negri y Hardt, Multitud, Debate, 2004, p. 134.
23
  Ibid, p. 134.
24
  Maurizio Lazzarato y Antonio Negri, Trabajo inmaterial. Formas de vida y producción
de subjetividad, DP&A editora, Buenos Aires, 2001 (publicado en italiano en 1991, citas
de la edición de Ombre Corte, Milano, 1997).
25
  Ibid: 23.
26
  Maurizio Lazzarato y Antonio Negri, Trabajo inmaterial. Formas de vida y producción
de subjetividad, op. cit., P. 25.
27
  Hardt y Negri, Déclaration, Éditions Raison d’Agir, Paris, 2013, p. 80.

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La multitud designa el sujeto clasista que emerge con la globalización a la


hora de la centralidad del trabajo inmaterial.28 La definición bidimensional del
concepto de multitud -socioeconómica y biopolítica- permite a Negri y Hardt
superar lo que consideran como un vicio de las definiciones tradicionales del
concepto de clase. En oposición a la tradición liberal que multiplica las catego-
rías sociales a partir de diferencias de ingreso, de raza, de etnia, etc., el marxis-
mo pone en relieve la simplificación de las clases de la sociedad capitalista en
asalariados y burgueses. Mientras la primera tiende a multiplicar las categorías
sociales, la segunda las reduce. Si bien “ambas perspectivas son verdaderas”
son, empero, unilaterales.29
Esta multitud -o fuerza de trabajo social a escala mundial- adopta la com-
plexión de un rizoma y se expresa como un “conjunto de constelaciones produc-
tivas de subjetividad.”30 Para Negri y Hardt, las singularidades que conforman a la
multitud no pueden, en sus luchas, fundirse sino articularse en torno a “lo co-
mún” (Common wealth): formar un movimiento de movimientos no identita-
rio sino fundado en la cooperación y la lucha. De tal suerte que, políticamente,
la multitud desarrolla múltiples formas de resistencia frente al Imperio.31 Es
bajo ese prisma que Hardt y Negri analizan los diversos movimientos sociales
que –del Cairo a Nueva York pasando por Atenas y Madrid- abrieron un ciclo
de luchas desde inicios del año 2011. Estos movimientos compartieron dos
grandes características, aun cuando ostentaron profundas diferencias: idearon
diversas formas de organización horizontal que desarrollaron modalidades ge-
nuinas de participación y de decisiones democráticas; consistieron en luchas
por “lo común” en cuanto fueron sublevaciones motivadas por los estragos del
neoliberalismo y opuestos a “la ley de la propiedad privada”.32
Ahora bien, por su complexión misma, la multitud abre una bifurcación de
posibles. En efecto, cuando “la carne de la multitud se compone de una serie
de condiciones que son ambivalentes: pueden conducir a la liberación o quedar
atrapadas en régimen de explotación y control”.33 Esta disyuntiva plantea como
condición necesaria la existencia de un proyecto político de la multitud, de su

28
  Hardt y Negri, Multitud, op. cit., pp. 91-96 y 127.
29
  Ibid., pp. 131-134.
30
  Negri, Kairós…, op. cit.: 403.
31
  Ver el libro de Judith Revel, Vocabulario de Foucault, Atuel, Buenos Aires, 2008,
pp. 24-27. Michael Hardt y Antonio Negri, Multitud. Guerra y democracia en la era del
Imperio, op. cit., pp. 91-96.
32
  Hardt y Negri, Déclaration, op. cit., pp. 10-13 y passim.
33
  Hardt y Antonio Negri, Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio, op. cit.,
p. 249.

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movilización en torno y a favor de “lo común”. En este sentido, Negri termina


reconociendo dos niveles de formación: la multitud ontológica y la multitud
política, la primera presente y la segunda latente. En el segundo plano vislum-
bra la posibilidad histórica de ciclos intensivos de lucha (a diferencia de los
extensivos, temáticos, espaciales, globales).
En definitiva, el concepto de multitud es una tentativa por definir la doble
dimensión -objetivo y subjetiva- de lo que Marx llamaba “trabajador colecti-
vo” en las condiciones concretas -sociales, tecnológicas, políticas y culturales-
del presente.

Conclusión

La secuencia conceptual obrero-masa, obrero social y multitud designa la me-


tamorfosis del sujeto clasista de la posguerra a hoy, de la generalización del
régimen fordista a la globalización actual. Utilizando el lenguaje obrerista,
diríamos que conforma el hilo conductor de la historia de la composición
de clase. Amén de las diferencias y los deslizamientos señalados en las pági-
nas anteriores, existe una unidad metodológica entre la reflexión operaísta y
post-operaísta. Los tres conceptos representan tendencias históricas deter-
minadas, abstracciones reales, formas determinadas del antagonismo social y
modos de constitución de subjetividades; cuatro elementos que conforman los
puntos cardinales del método marxista para Negri y Hardt.34
La gran ambición de la trilogía de esos autores consiste en criticar las viejas
herramientas de la crítica y dotar de nuevas armas críticas el sujeto clasista que
emerge con la globalización. Los autores no dudan en presentar su obra como
el equivalente de lo que el Manifiesto del Partido comunista fue en el siglo XIX
para el proletariado. La definición de la multitud está a la medida de este
desafío: elaborar una categoría que subsume dos tendencias de la realidad so-
cial: la universalización de la condición asalariada -tal como la anticipaba Marx- y
la proliferación de una multiplicidad de diferenciaciones irreductibles a toda
homogeneización. Esto es lo que significa la definición de la multitud como
“singularidades que actúan en común.” En ese sentido, la multitud es el sujeto
clasista que determina y se enfrenta a esa forma política y jurídica cosmopolita
que es el Imperio.
Pero el transito del obrero-masa a la multitud no solo describe la me-
tamorfosis del sujeto clasista. Marca rupturas en el interior de la tradición
operaísta y con el marxismo en general, lo cual coloca al post-operaísmo en
  Ibid: 173.
34

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Massimo Modonesi y Matari Pierre Manigat

la galaxia indeterminada del post-marxismo. No obstante, con toda su origi-


nalidad y carga polémica, las teorizaciones del operaísmo y del post-operaísmo
merecen ser consideradas como contribuciones relevantes al debate marxista
sobre la clase social desde los años 60 a la fecha.

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