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En el capítulo 7 la autora nos habla sobre como el sermón es inspirador.

Introduce el

capítulo haciéndonos entender que cuando el texto habla sobre aliento no tan solo tiene la

connotación de espíritu, sino que también de aliento. Es ese mismo espíritu que nos da el ánimo

para pregonar su palabra y a su vez es capaz de inspirar a otros a conocer el amor y la gracia de

Dios de la misma forma que el predicador fue alcanzado por dicha experiencia. Por tanto, el

sermón es una vía de expresar respuesta a un mundo caído a través de un mensaje que nos indica

que somos a través de la óptica de su gracia y que nuestra respuesta es vivir una vida bajo su

evangelio con un corazón agradecido y lleno por su amor. Otro punto muy importante dentro del

capítulo es que no solo el sermón es uno que inspira, sino que a su vez es profético. La autora

deja en claro que el sermón profético no tan solo es un mensaje difícil de procesar por la

congregación, sino que a su vez es difícil de ser pregonado por el predicador. Esto es debido a

como bien dice la autora, “hay resistencia a la verdad del Evangelio”. Algo que entiendo

meritorio que comprendamos nosotros y nosotras como ministros es lo que plantea la autora al

decir que presentar la verdad del Evangelio “creamos un espacio donde la comunidad (de fe)

puede repensar, revisitar prioridades o recibir”. ¿Cómo creamos comunidades de fe saludables y

comprometidas a pregonar y vivir el Evangelio del Reino de Dios? Es a través del compromiso

de pregonar un sermón que inspire, pero a su vez uno que nos corrija y nos ayude a conectar con

el mundo que vivimos y veamos como el Reino de Dios puede transfórmalo con el mensaje de

amor, gracia y misericordia del Evangelio.

El capítulo 8, la autora nos invita a que vivamos al máximo la vida de un predicador o

predicadora. Primero nos lleva a que podamos evaluar nuestro proceso de preparación y

creatividad. Nos señala si somos predicadores de sermones hechos de microondas o si realmente

tomamos el tiempo y la seriedad que necesita completar un sermón. En un momento comenta


que en ocasiones en medio del ejercicio de escritura es cuando encontramos lo que realmente

queremos decir en el sermón y eso es tan cierto en mi caso personalmente y algo que se comentó

en clase es que cada cual tiene su estilo y forma particular en la que establece su proceso de crear

su sermón. Las fases de crear un sermón propuestas por la autora es una gran guía para nosotros

y nosotras (invención, arreglo, estilo, memorización y entrega o “delivery”). La autora presenta

dicho proceso desarrollado en 6 días, pero siendo honesto, yo personalmente (Jonathan) me es

difícil en cumplirlo, pero, me parece que la propuesta es favorable. La autora menciona algunas

cosas que deben estar a la mano en el escritorio de un predicador (calendario litúrgico, calendario

de la Iglesia local, un calendario de los eventos y actividades de la comunidad y un calendario

cívico) y me pareció importante el calendario de actividades de la comunidad porque es algo que

en mi experiencia no se ve mucho dentro de la Iglesia. Esto como bien indica la autora es una

forma de poder estar inmersos en la vida de nuestra comunidad y ver como la Iglesia puede

entrar y ser parte de esta. Además, el tener literatura sobre predicaciones, revistas teológicas y

artículos sobre predicaciones es un “plus” que debemos tener para añadir a nuestros sermones.

También, la autora menciona sobre tener un equipo a la mano en caso de que estemos predicando

a fuera y es muy cierto lo que indica. En mi caso cuando voy a predicar me gusta llegar temprano

para preguntar por el micrófono, me gusta observar la congregación y cómo se comporta durante

el servicio de adoración y si viajo siempre tengo algunos libros digitales y anotaciones de

sermones viejos por si en algún momento fuese llamado a predicar. Por último, la autora nos

habla sobre la imaginación. Se nos hace unas sugerencias que como predicadores y predicadoras

podamos leer otros libros que no sean de teología para abrir nuestra imaginación, escuchar

música para ayudarnos con el ritmo de la predicación, visitar museos, ver obras con el fin de

alimentar nuestra imaginación a la hora de crear nuestros sermones.

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