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ARCHICOFRADIA DE LA SANTA FAZ

Y DEFENSORES DEL SANTO NOMBRE DE DIOS.

TRADUCCION DEL
LIBRO

DEVOCION A LA SANTA FAZ


1
DEVOCIÓN A LA SANTA FAZ
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
CON

Oraciones, Novena, Vía Crucis en honor a la Santa Faz y la Misa de la Pasión de


Nuestro Señor Jesucristo.

Santa Matilde pide a Nuestro Señor que a aquellos que celebren la memoria de su
dulce Rostro no se vean jamás privados de su amable compañía, Él respondió:

̈ Ninguno de ellos serán separados de mí. ¨

(S. Matilde. De la Gracia Spirit., liv. X, cap. XIII).

--------------

QUÈBEC

J. A. LANGLAIS, LIBRERO-EDITOR
117, RUE St-Joseph, San Roque
1887

2
ÍNDICE

PREFACIO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL ........................................................................ 5


DEVOCIÓN A LA SANTA FAZ .......................................................................................... 6
ESTATUTOS Y NORMAS................................................................................................ 6
SANTA VÉRONICA ............................................................................................................. 9
DESARROLLO DEL CULTO DE LA SANTA FAZ ......................................................... 15
HECHOS MILAGROSOS RELATADOS POR EL PADRE JANVIER EN BIOGRAFÍA
DEL SR. DUPONT .............................................................................................................. 18
REVELACIONES DE LA HERMANA MARÍA DE SAN PEDRO, MONJA
CARMELITA, SOBRE LA DEVOCIÓN AL SANTO ROSTRO DE NUESTRO SEÑOR,
QUE ELLA MISMA ESCRIBIÓ A INSTANCIAS DE SUS SUPERIORAS .................... 22
NOVENA A LA SANTA FAZ DE NUESTRO SEÑOR .................................................... 25
“ACORDAOS DE LA SANTA FAZ” ............................................................................. 25
ENMIENDA HONORABLE A LA SANTA FAZ .............................................................. 31
Oración a la Santa Faz en las penas y las aflicciones ........................................................... 32
Oración a Jesús por los sufrimientos de su humanidad ........................................................ 32
Consagración a la Santa Faz ................................................................................................. 33
Acto de amor a La Santa Faz en la Eucaristía ...................................................................... 34
Alabanzas a la Santa Faz ...................................................................................................... 35
MISA DE LA PASIÓN DE JESUCRISTO ......................................................................... 36
VÍA CRUCIS ........................................................................................................................ 44
ENMIENDA HORABLE A LA SANTÍSIMA FAZ DE NUESTRO SEÑOR ................... 58
Oración o Letanías de la humildad ....................................................................................... 60
Alabanzas al santo nombre de Dios ...................................................................................... 61
Flecha de oro ........................................................................................................................ 62
ORACIONES Y EJERCICIOS PARA LA REPARACIÓN DE LA BLASFEMIA Y LA
IMPIEDAD........................................................................................................................... 63
Oración al Padre Eterno .................................................................................................... 63
ADORACIÓN DE VEINTICUATRO PARA REPARAR LA BLASFEMIA QUE SE
HACE DURANTE LAS VEINTICUATRO HORAS DEL DÍA. ....................................... 63
SALUTACIÓN A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO PARA REPARAR LA
BLASFEMIA CONTRA SU SAGRADA PERSONA ........................................................ 65
ASPIRACIONES ................................................................................................................. 65

3
OFRENDA DE LOS MÉRITOS INFINITOS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO A
DIOS PADRE PARA APLACAR SU JUSTICIA Y ATRAER SU MISERICORDIA ...... 66
ASPIRACIONES AFECTUOSAS HACIA NUESTRO SEÑOR PARA REPARAR LA
BLASFEMIA DE LOS JUDÍOS .......................................................................................... 68
ORACIÓN A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO .............................................................. 70
La bolsita o el pequeño Evangelio ........................................................................................ 70
Explicaciones sobre la medalla de San Benito ..................................................................... 71
EJERCICIO ENHONOR A NUESTRA SEÑORA DE LOS SIETE DOLORES .............. 73
Las siete Avemarías en honor de María, madre de los dolores. ........................................... 74
CORONILLA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS SIETE DOLORES .............................. 74
CÁNTICO EN HONOR DE LA SANTA FAZ ................................................................... 75

4
PREFACIO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL

Querido Lector:
La obra que el Señor pone en tus manos: DEVOCIÓN A LA SANTA FAZ DE NUESTRO
SEÑOR JESUCRISTO con Oraciones, Novena, Vía Crucis en honor a la Santa Faz y la
Misa de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, de la Archicofradía de Chimoutimi. Quebec,
Canadá 1887. Esta región fue colonizada por los franceses en 1676, se dedicaban al comercio
de pieles y posteriormente a la explotación maderera, la ciudad fue fundada en 1845, luego
fue Diócesis católica de la ciudad del mismo nombre en 1878.
En aquella época los ingleses conquistaron Quebec y por ser la población francófona, de
origen francés y católica, fue sometida a muchos vejámenes por parte de los ingleses
protestantes. El prólogo de la obra menciona al Padre Janvier, conocedor, recopilador,
escritor de la Biografía de Sor María de San Pedro. Para ese entonces habían tenido lugar los
Breves papales del Papa León XIII quien reconoció la Archicofradía como Asociación de
fieles dedicados al culto y reparación a la Santa Faz, posteriormente la erigió en
Archicofradía. Indudablemente los milagros acaecidos durante más de treinta años en la casa-
oratorio del Venerable León Papin Dupont, también fueron del conocimiento de esta
Archicofradía. Es probable que haya sido la primera Archicofradía en tierras americanas por
los lazos existentes entre Quebec y Francia.
Es un libro de dominio público y fue editado para uso de esa Archicofradía de Chicoutimi,
Canadá, la cual estaba asociada a la de Tours en Francia. La obra es sucinta y pasa
directamente del relato histórico a la parte devocional. La edición española de este libro tiene
por fin poner a disposición de los amigos, devotos y aquellas almas generosas, que deseen
conocer, profundizar y acrecentar su amor a la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo,
mediante una traducción fiel a la obra original, pero sin caer en el uso excesivo de literalidad,
conservando los giros y matices propios de la lengua española, se ha procurado hacerla un
poco más asequible al lector de esta época. También se han conservado y aumentado las
notas a pie de página respecto al original, donde se ha considerado oportuno, para una mejor
comprensión del texto.
De una manera muy particular es de resaltar los ejercicios y la coronilla en honor de Nuestra
Señora de los siete Dolores patrona de la Archicofradía, al final de esta obra; sean estos
ejercicios como la base sobre la que se asiente una devoción sólida a Nuestra Señora dentro
del contexto del misterio de la Santa Faz y por ello sea mejor conocido el papel singular que
la Providencia le asignó en este misterio de Dios. La Virgen María es la Madre de la Santa
Faz y ostenta el título de Nuestra Señora del Santo Nombre de Dios.
La Archicofradía de La Santa Faz, pone a su disposición la Traducción de esta Obra, para
mayor Gloria de Dios. León, Nicaragua, diciembre 24, 2022. Vigilia de la Natividad. (A.D.
Año del Señor.)
5
I

DEVOCIÓN A LA SANTA FAZ


La devoción a la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo no es nueva, pero ha adquirido un
prodigioso desarrollo en los últimos tiempos. Para ello, la Providencia se sirvió de una monja
carmelita, sor María de San Pedro, a quien le enseñó cuán grata le era esta devoción, y de un
laico de eminente santidad que consagró su vida y su piedad a esta obra. La devoción a la
Santa Faz de Nuestro Salvador decir que su finalidad es reparar las blasfemias que el infierno
levanta diariamente contra Dios y contra la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo; decir que
su finalidad es reparar los ultrajes que Dios recibe en la profanación del domingo y en el
ejercicio de su amor a los hombres, es decir lo relevante que es.
! Qué hermosas promesas Nuestro Señor ha hecho a la humilde monja carmelita, por y para
todos aquellos que la imitarán en su ¡Devoción! ¿Cuántos milagros, curaciones,
conversiones, conversiones, realizadas en la casa-oratorio del Sr. Dupont, Ante la Santa Faz
Nuestro Salvador!
Hace unos años hubiera sido raro encontrar la imagen del Rostro doloroso del Salvador, hoy
sería difícil encontrar una familia que no la posea. Este pequeño libro pretende responder a
esta devoción, incluso ayudarla. Sin duda, cuenta para ello. Es un libro de gran interés para
la piedad de los fieles, pero también lo que contiene es, en su mayor parte, sólo la
reproducción abreviada de los escritos del Padre abad Janvier sobre este tema.

II
Damos a continuación los estatutos y reglamentos de la Cofradía de la Santa Faz erigida
canónicamente por Su Excelencia Monseñor Dominique Racine en la capilla del Hôtel-Dieu
de Saint-Vallier de Chicoutimi y afiliada a la Archicofradía de Tours. Cualquier persona
puede pertenecer a esta hermandad.
El director de esta hermandad es el Reverendo D. O. R. Dufresne, sacerdote del Seminario
de Chicoutimi.

ESTATUTOS Y NORMAS

I. Deseoso de promover una devoción ya popular en su diócesis, Mons. Dominique Racine,


obispo de Chicoutimi, ha establecido, en virtud de un indulto del 18 de abril de 1885, en la
capilla del Hôtel-Dieu Saint-Vallier de Chicoutimi, una cofradía bajo la advocación de la
Santa Faz.
Esta cofradía estaba afiliada a la Archicofradía del mismo nombre establecida en Tours por
Su Santidad León XIII el 1 de octubre de 1885.
II. Los miembros de esta Cofradía tienen dos objetivos principales:

6
1° Ofrecer al Rostro amoroso y doloroso de Nuestro Señor Jesucristo representado en el velo
de Santa Verónica los homenajes de adoración y amor compasivo que le son debidos.
2. Animarse con la veneración de esta antigua y santa Efigie a realizar actos de fe, piedad,
celo y penitencia convenientes para impedir o expiar los ultrajes inauditos que la impiedad
moderna inflige a la majestad de Dios, a la divinidad de Nuestro Señor y a la autoridad de la
Iglesia, y para mantener y propagar el reinado de Jesucristo en todos los corazones.

III. Asumen las siguientes obligaciones:


1. Recitar diariamente por las intenciones de la hermandad, en latín o español: Pater, Ave,
Gloria, (Padre Nuestro, Avemaría y Gloria) y esta invocación: Domine, ostende Faciem
tuam, et salvi erimus: ''Señor, muestra tu Rostro, y seremos salvados''.
2° Llevar una pequeña efigie de la Santa Faz en una cruz, medalla o escapulario.
3. Unir sus intenciones a los ejercicios de piedad.
3. Unir sus intenciones a los ejercicios de piedad, que tendrán lugar el primer viernes de cada
mes en la capilla del monasterio, y que consistirán en una única salutación solemne con la
bendición del Santísimo Sacramento y una Honorable Multa.
4° Propagar según su poder la devoción a la Santa Faz del Salvador.
5. Por último, inscribirse regularmente en el Registro de la Asociación.

IV. Los fieles de todas las edades y sexos pueden, si lo solicitan, afiliarse a la Asociación.
Se les recibe inscribiéndoles en el Registro y entregándoles un ejemplar de los Estatutos y
del Reglamento (Normas) junto con un boleto de Admisión.

V. La Cofradía adopta como fiesta principal la de San Pedro, titular de la Basílica Vaticana,
donde se conserva el Velo de la Verónica, y como fiestas secundarias la de la Santa Corona
de Espinas y la de la Transfiguración.
Además, se rinde especial homenaje a la augusta Efigie el Viernes Santo, cuando la Iglesia
recuerda la memoria de los ultrajes sufridos por Nuestro Señor por nosotros, especialmente
en su Santa Faz, y el Día de Pascua, cuando es costumbre en Roma hacer la ostensión del
Velo de la Verónica en presencia del Sumo Pontífice.

VI. El director designado por el Ordinario admitirá a los asociados por sí mismo o por un
sustituto y firmará los Boletos de Admisión.

Visto y aprobado:
CHICOUTIMI,
En la fiesta de la Sábana Santa,
26 de marzo de 1886.
✠DOM.,
E.V., de Chicoutimi.

7
Precio del boleto de admisión, 25 céntimos Esta pequeña contribución les da derecho a doce
misas por año, durante diez años,
Las medallas y escapularios están disponibles en el Hôtel-Dieu Saint-Vallier en Chicoutimi.

INDULGENCIAS CONCEDIDAS POR EL PAPA LEÓN XIII

(Todo aplicable a Almas del Purgatorio)

Indulgencias PLENARIAS: 1° el día de admisión; 2° en el artículo de defunción; 3° para


cualquier peregrinación anual al oratorio de la Santa Faz 4° en la fiesta de San Pedro, o en
uno de los días de la octava; 5° en la fiesta de la Transfiguración o en uno de los días de la
octava; 6° el Domingo de Pasión.
Para estas tres últimas indulgencias, además de las condiciones ordinarias, es necesario
visitar la sede de la cofradía.
Dichas indulgencias que requieren una visita a la iglesia pueden ser ganadas por los enfermos
que han sido rescatados, a cambio de otro acto, prescrito por el confesor (Breve del 30 de
marzo de 1885).
INDULGENCIAS PARCIALES: Siete años y siete cuarentenas por asistencia a reuniones
mensuales; sesenta días: 1° por cada ejercicio piadoso en la sede de la cofradía; 2° por
cualquier otra obra de piedad o caridad de acuerdo con el fin de la asociación; 3° cada vez
que se bese devotamente la imagen de la Santa Faz, diciendo: Señor, muestra tu Rostro, y
seremos salvados; Cien días por cada oración hecha ante la imagen del Santo Rostro (Pío IX,
11 dic. 1876).
Cuarenta días a todos los que enciendan una lámpara o una vela en el santuario de la Santa
Faz (Obispo de Chicoutimi).

26 de marzo de 1886.
Lámpara, 10 céntimos al día, Una vela, 10 céntimos.

Nota: Todas las referencias bíblicas de esta obra corresponden a la Vulgata Latina.

8
SANTA VÉRONICA1
El oficio que rindió al Salvador en su Pasión: La Santa Faz de N. S. J. C. (Notas
históricas :)

La adoración y culto del Rostro doloroso de Nuestro Señor Jesucristo, según lo aprobado en
Roma y que se practica en toda la Iglesia, comenzó en el Calvario. Nos llega de esta piadosa
mujer cuyo recuerdo se registra desde tiempos inmemoriales hasta la Sexta Estación del Vía
Crucis y a quien la tradición acepta llamar Verónica.
El nombre de Verónica no aparece en ninguna parte del Evangelio; pero, con toda
probabilidad, la mujer así designada no es otra que aquella de la que habla San Lucas (cap.
VIII 43-48). De un flujo de sangre que ningún médico había podido detener: Se acercó a
Jesús por detrás, tocó el borde de su manto y "sintió al instante que quedaba curada".
Después de la pregunta del Salvador, que le dio ocasión de publicar altamente su poder,
mereció oír de su boca estas palabras: "Hija mía, tu fe te ha salvado; vete en paz. " Es probable
-observa el padre Ventura a este respecto- que la que recibió del Salvador el notable favor de
poder limpiar con sus propias manos el sudor y la sangre de su Rostro divino, sea la misma
mujer que tocó sus vestiduras con fe heroica y dio así el testimonio más hermoso de su
divinidad. Llena de gratitud, la feliz israelita tan milagrosamente sanada se dedicó al servicio
de su libertador. Ella se aferró a los pasos de Jesús y siguió sus pasos como María Magdalena
y otras santas mujeres de Judea, que acompañaron al divino Maestro y lo ayudaron con sus
posesiones, mientras que con sus Apóstoles iba de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo,
predicando el Evangelio y proclamando el reino de Dios. Ella estaba, al parecer, con el Señor
en el Día de Ramos en su entrada triunfal en Jerusalén; incluso tuvo la audacia, se cree, de
presentarse ante Pilato para testificar a su favor, con varios otros testigos, de sus milagros, lo
cual es al menos indiscutible, es que ella vino a su encuentro en el Camino del Calvario.
Un historiador moderno, el Dr. Sepp, resume la tradición en estos términos: "Una mujer,
llamada Berenice o Verónica, avanzó hacia Jesús con un aire compasivo, le limpió la cara,

1
Verónica (también llamada Berenice), según la tradición cristiana, fue la mujer que, durante el Viacrucis,
tendió a Cristo un velo, lienzo o paño: el paño de la Verónica (también llamado "Verónica" a secas) para que
enjugara el sudor y la sangre. En la tela habría quedado milagrosamente impreso el Santo Rostro.

9
con un pañuelo, su rostro goteando sudor, de modo que la huella de su adorable rostro
permaneció impresa en trazos sangrientos", Aquí está el mismo relato más detallado, según
el erudito Piazza y otros eruditos: "En el momento en que Jesús, saliendo del pretorio de
Pilato, se dirigía al Calvario, cargado con su Cruz, ensangrentado como resultado de los
golpes recibidos en la flagelación y las heridas causadas por la corona de espinas, después de
haber dado cuatrocientos cincuenta pasos, cuando se acercaba a una casa que hacía la
esquina, Verónica lo vio desde lejos, vino llena de compasión, a su encuentro, y habiéndose
quitado el velo que llevaba en la cabeza, se lo presentó para que pudiera usarlo para limpiarle
la cara bañada en sudor y sangre. Cristo, habiéndolo recibido benignamente de sus manos,
después se lo devolvió, dejando allí como recompensa misericordiosa la huella de la Santa
Faz, con una semejanza tan natural que vemos en ella incluso la marca de los dedos de quien
le dio el fuelle sacrílego 1 (el golpe dado por el sirviente con un guante de hierro en casa de
Anás), 2 alegre de poseer un tesoro tan precioso, la ilustre dama lo guardó en casa con celoso
cuidado. ̈
Observemos aquí, con Baronio3, que el velo usado por Verónica y que ella puso en el rostro
de Cristo cubierto de sudor y sangre, no debe confundirse con el santísimo "sudario" que
existe en Turín, en el que el adorable cuerpo del Salvador fue envuelto y enterrado, ni con
los otros sudarios cuyo rostro y cabeza fueron cubiertos en el Santo Sepulcro4.
La palabra "sudario" sudario, significa pañuelo para limpiar el sudor. Este es el primer
significado de esta palabra, que Bergier en su Diccionario Teológico define: "Un paño o
pañuelo de papel que se utiliza para limpiar la cara."
La acción de Verónica se explica por la costumbre en que las mujeres judías llevaban en la
cabeza o el cuello un velo de lana o lino, que se apresuraban a ofrecer a las personas
conocidas que veíamos venir con la cara cubierta de sudor o bañada en lágrimas.
En la antigüedad secular, la misma costumbre era presentar a los condenados a muerte, por
interés y compasión, un velo para enjugar sus lágrimas y cubrir sus cabezas en el momento
de la última tortura. Leemos en la vida de San Pablo, que siendo sacado de Roma para que le
cortaran la cabeza, cuando llegó a la puerta de la ciudad con un gran seguimiento en medio
de los abucheos de la gente, vio a una dama, llamada Plautille, muy triste y desolada; le pidió
un velo para vendarle los ojos (como era costumbre hacer con aquellos cuyas cabezas fueron
cortadas), con la promesa de devolverlo. Lo cual hizo muy de buena gana; Y el apóstol, la
noche siguiente, se le apareció y le dio su velo. Verónica solo lo hizo para ajustarse a una
costumbre recibida en ese momento; pero tuvo que enfrentar la furia de los soldados y los
insultos de la multitud de los divertidos. Así que ella merecía que el Salvador, conmovido

2
El golpe dado a Nuestro Señor por el sirviente de Anás con un guante de hierro, durante el interrogatorio en
casa de Anás.
3
César Baronio, Cardenal e historiador eclesiástico, nació en Sora, en el Reino de Nápoles el 30 de agosto de
1538; murió en Roma el 30 de junio de 1607; autor de "Annales Ecclesiatici.
4
El sudario es un lienzo o pañuelo que sirve para cubrirle el rostro a las personas muertas

10
por su devoción, le dejará su santa efigie como prenda de amor eterno, y la acción heroica de
esta mujer será glorificada para siempre durante años cada siglo; las almas piadosas no
cesarán de bendecirla por este servicio y honor rendido a Jesús en su triste Pasión.
Uno de nuestros antiguos autores ascéticos, lleno de admiración por este acto sublime, no
duda en ponerlo por encima de los mejores ejemplos de virtud que jamás se hayan dado al
mundo. "Mujer heroica", grita, "tú eres la incomparable; ¡No tienes igual en la tierra! En un
momento en que todo el universo está conspirando contra la vida de su Salvador; en un
momento en que Dios su Padre lo abandona en manos de pecadores; en un tiempo en que los
ángeles de la paz lloran amargamente sin poder ayudarlo; en un momento en que los apóstoles
lo dejaron, lo traicionaron y lo negaron; en un momento en que su buena madre, la Santísima
Virgen, por sus desmayos, lo que la afligió infinitamente; en un momento en que toda la
ciudad de Jerusalén está persiguiendo su muerte y crucifixión; en un momento en que es un
crimen y un sacrilegio entre los judíos reconocerlo como un buen hombre, tú lo veneras como
tu Mesías, lo adoras como tu Dios, le das refrigerio y consuelo en medio de sus mayores
enemigos. Verdaderamente, mereces una inmortalidad de gloria en el tiempo y en la
eternidad; y también el Salvador te ha hecho el regalo más rico que jamás haya dado a
cualquier criatura en el mundo: "te ha dado su retrato impreso en tu velo". Extiende este velo
ante las cuatro partes del universo; que todos los hombres vean el rostro lamentable y
desfigurado de un Dios sufriente. "Predica con su imagen la Pasión de Jesucristo, más lejos
y en más lugares que los Apóstoles, Por mí, te prometo que tendré veneración por ti toda mi
vida, por el acto heroico de tu caridad, y ya sea viviendo o muriendo, siempre tendré en mi
mente el recuerdo y en mi boca el nombre de la incomparable Verónica. "
Un autor del siglo XVII contempla a Jesús cargando su cruz y le dirige estas palabras: "¿Qué
no se me permite, amable Jesús, recoger toda la sangre que derramaste yendo al Calvario,
¿dónde el que no pueda al menos recoger en mi seno lo que la piadosa Verónica recogió en
su velo?
! ¡Oh feliz Verónica, qué bien has sido recompensada con la compasión que tienes de mi
divino Salvador! Tan pronto como enjugaste la sangre, el sudor y las lágrimas que corrían
por su rostro, dejó en tu velo todos los rasgos de ese Rostro adorable, para testificarnos que
se entregó a ti en reconocimiento de tu celo y para enseñarnos que se entrega a aquellos que,
en tu imitación, lo ayudan en la persona de los afligidos.! ¡Dichosa Verónica!
Cuyo socorro oficial no era menos agradable a Jesucristo que la de Simón5, parecía ser menos
útil para Él, porque sólo mira nuestra intención en todo lo que hacemos por Él.»
¡Qué bueno eres, oh divino Redentor, has querido ser asistido tanto por una mujer como por
un hombre, para asegurarnos que nadie está exento de participar de tu Pasión; pero también
para informarnos de que tenías en cuenta la delicadeza y la fragilidad de los más débiles, y

5
Simón de Cirene

11
que os era suficiente, para complacerte, sentirlos de nuevo en el corazón con Santa Verónica,
cuando no podían ser compartidos con Simón de Cirene, ni llevaban las marcas6 en su cuerpo
como San Pablo.
¡Fue tu amor, oh Dios mío! Quien pintó tu rostro en el velo de Verónica, para que ella pudiera
ganar su corazón; Fue tu amor el que, para al mismo tiempo recompensar y satisfacer la
ternura que ella había concebido para ti, le dio, por así decirlo, tu corazón con tu rostro, para
que supiera que tu caridad era la causa de tus sufrimientos, y que podía satisfacer su amor
mirándote incluso durante tu ausencia".
"Sí, mi Salvador, te entregaste a Verónica en su velo, para que ella pudiera escuchar de ti a
pesar de tu distanciamiento, aunque pudieras entregarte a las almas fieles por la fe, para que
por esta fe te vieran y te consideraran como una figura durante esta vida, hasta que realmente
te posean en la eternidad.
El velo milagroso, imbuido de las características del Salvador, no debía seguir siendo
propiedad privada, fue un regalo de Jesucristo su Iglesia, una reliquia destinada al centro de
la catolicidad. Así que Verónica lo trajo a Roma. Así es como los escritores eruditos relatan
este evento.

II
Verónica fue llamada en ese momento de Jerusalén a Roma con el sudario de Jesucristo, por
orden de Tiberio-César7 y por el cuidado de Volusian, valiente soldado y familiar de la corte.
El emperador fue llevado a la cama bajo el golpe de una enfermedad grave. Había sido
instruido por Pilato sobre las grandes maravillas de Jesús y había enviado embajadores a
Judea con la esperanza de obtener su curación. Estos diputados encontraron a Jesús ya
crucificado, y como los judíos trataron de seducirlos contándoles la fábula del secuestro de
su cuerpo por sus discípulos, Verónica los engañó y, mostrándoles la imagen de su Santísima
Faz, se ofreció a ir con ellos a Roma, prometiéndoles que a esta vista el emperador sería
sanado. Habiendo colocado en un cofre la preciosa huella, se embarcó con los embajadores
y llegó a Roma, donde fue presentada al emperador. Tan pronto como recibió a esta santa
mujer y tocó la imagen de Cristo, se encontró completamente sanado. Como resultado de
tal milagro, Verónica era tenida en gran estima por este príncipe".
Otro autor expone el mismo relato en su Historia de la Sagrada Familia, y designa la
enfermedad de la que el emperador fue afligido; era lepra. Este milagro también está
registrado en el Catálogo de los Santos de Italia.
Se dice que Tiberio, después de su curación, quería llenar a su libertador con un favor, pero
ella rechazó las ofertas del emperador, sin ignorar que poseía un tesoro para el cual todo lo

6
Las marcas de su pasión, sus estigmas, tal como se cree se las concedió a San Pablo Apóstol, Gal. 6,17.
7
Tiberius Iulius Caesar Augustus; Roma, 16 de noviembre de 42 a. C.-Miseno, 16 de marzo de 37 d. C

12
demás no era nada. Ella lo atesoró y, en consecuencia, se convirtió en herencia y tesoro de
la Iglesia. Todos los testimonios, de hecho, coinciden en que Verónica dio su "velo a San
Clemente, que era entonces colaborador y coadjutor de San Pedro, y que más tarde fue su
tercer sucesor. "
El Papa San Clemente de San Pedro, el tercer sucesor de San Pedro, gobernó la Iglesia del
93 al 102. La reliquia sagrada que Verónica le había dado fue transmitida por él a sus
sucesores, y ellos, durante los siglos de persecución, la mantuvieron oculta con el mayor
secreto.
Desde el tercer sucesor de San Pedro, hasta León XIII, actualmente reinante8, esta efigie
divina no ha dejado de estar bajo la protección y en manos de los soberanos pontífices; todos
la velaban con piadoso cuidado; Todos la rodearon de respeto y amor, a sus voces, el pueblo
fiel corrió desde todos los puntos de la cristiandad. En el momento del jubileo, en los días
privilegiados de exposición del Venerable Rostro, una inmensa multitud abarrotó la Basílica
de San Pedro y cantó el himno y la oración litúrgica:
! Salve, Rostro santo de nuestro Redentor, donde se refleja el Esplendor de nuestro Dios,
como en un espejo puro, impreso en un velo de blancura como la nieve; fuiste impreso a
Verónica como signo de amor.!
! Salve, ornamento de este mundo, espejo de los santos, a quien los espíritus celestiales
desean contemplar; purifícanos de toda mancha y ungidnos en compañía del
Bienaventurado.!
Durante mucho tiempo estuvo prohibido, so pena de excomunión, reproducir pintando la
Santa Imagen. Los soberanos pontífices se han apartado recientemente de su antigua
severidad.
Permitieron copias de la Santa Imagen. Estampado en tejidos de lino, algodón o seda, con
sello y acompañado de uno auténtico; Han hecho posible exhibir estas reproducciones fieles
en diferentes lugares del mundo católico, para reavivar la fe y la verdadera piedad en los
corazones. Las "exhibiciones" de la Santa Faz en la basílica vaticana son también más
frecuentes hoy que en el pasado.
Un autor que escribió a principios del siglo pasado (1713), después de haber entregado la
historia de Santa Verónica en su obra Calendario de Roma, el 4 de febrero, hace la siguiente
descripción de la Santa Faz confirmada por otros autores serios,
Muestra la cabeza del Salvador, toda atravesada de espinas, su frente ensangrentada, sus ojos
hinchados y llenos de sangre, su rostro pálido y lívido. En la mejilla derecha, la cruel huella
del fuelle aplicado por Malco con su guantelete de hierro golpea dolorosamente los ojos, así
como en la izquierda el escupir de los judíos y las huellas de sus impurezas, La nariz está un

8
Esta obra fue publicada en 1887 durante el pontificado del Papa León XIII.

13
poco aplastada y sangrando, la boca abierta y derramando sangre; Los dientes se sacuden, la
barba arrancada en algunos lugares y el cabello igual en un lado. Así desfigurada, la
Santísima Faz presenta sin embargo en su conjunto una mezcla de majestad y compasión,
amor y tristeza, lo que significa que en las solemnidades prescritas, cuando se muestra en la
Basílica vaticana a la inmensa multitud de personas atraídas por el brillo de las ceremonias,
esta Bendita Imagen, testimonio vivo de la ingratitud de los hombres, causa un santo temor
a todos los que la miran, al mismo tiempo que da a luz una confianza mezclada con tristeza
y un arrepentimiento sincero en lo profundo de los corazones de los fieles, en quienes
despierta: a través de las generosas lágrimas de la penitencia un amor ardiente por nuestro
más amable Redentor.
Esta descripción del historiador corresponde perfectamente al grabado del velo de Verónica
tal como es enviado desde Roma con el sello, el auténtico y la firma de un canónigo de la
Basílica Vaticana. Cualquiera que sea el juicio que uno haga de ella desde el punto de vista
del arte, produce en el espectador atento una impresión de la que no puede defenderse, dice
voluntariamente con el salmista:
He buscado tu Rostro con todo mi corazón, ten piedad de mí según tu promesa (Sal. CXXIII,
119, 58) – Deja que las luces de tu Rostro brillen sobre mí, y en tu misericordia sálvame (Sal.
XXX, 17)9. Como gran siervo de Dios le gustará repetir estas palabras de San Edme,
arzobispo de Canterbury; ¡Que exhale con la sed ardiente de ver el rostro deseable de Nuestro
Señor Jesucristo!
Digamos con el Padre Janvier10: Es un hecho que Nuestro Señor Jesucristo se dignó pintarse
a sí mismo y dejar a una mujer santa, llamada Verónica, la huella milagrosa de su adorable
rostro.
Es un hecho que el momento que eligió preferentemente para representarse a sí mismo en el
velo de su sierva fue cuando, llevando su cruz y siguiendo el camino hacia el Calvario, estaba
cerca de realizar la gran obra de reparación de la raza humana.
Es un hecho que quiso reproducir en el velo de Verónica los rasgos de su Santo Rostro en un
aspecto doloroso, como estaba entonces, desfigurado, abatido, magullado, ensangrentado,
cubierto de salivas y contaminación. Es un hecho que usó a Verónica misma para llevar su
velo milagroso directamente a Roma y ponerlo en manos del tercer sucesor de San Pedro.
Es un hecho que se encargó constantemente de que, en medio de persecuciones, desastres y
guerras de todo tipo, la Santa Imagen estuviera asegurada y salvada, de modo que haya
permanecido intacta, sana y suave hasta nuestros días, objeto de veneración pública y de los
tributos más solemnes.

9
La numeración es según la Vulgata.
10
Sacerdote autor de la Biografía de Sor María de San Pedro.

14
Es un hecho que todos los Sumos Pontífices de siglo en siglo han sostenido, con celoso
cuidado, tomarla bajo su protección y salvaguardia, y que definitivamente la han establecido
en un lugar de honor cerca de la tumba de los santos Apóstoles, bajo la gran cúpula de la
Basílica Vaticana, en un oratorio especial, donde en ciertos días, se muestra entre la Santa
Lanza y la verdadera Cruz.
Finalmente, es un hecho que, en los últimos tiempos, es fácil obtener el favor, una vez muy
raro, de tener copias auténticas11 destinadas a ser usadas y veneradas en las diversas partes
del mundo.
En presencia de estos hechos providenciales, tan maravillosamente encadenados, ¿es posible
no ver el plan formal de Nuestro Señor Jesucristo, de que su Rostro doloroso sea en la Iglesia
Católica objeto de un culto particular? ¿No parece mostrarnos el velo de Verónica, y todas
las copias que lo reproducen, como signo de salvación, medio de reparación, símbolo de
misericordia reservado expresamente a la generación actual para ayudar a reconciliarse con
la majestad divina, ultrajada por tantos crímenes y blasfemias?
¡Oh vosotros, que buscáis el camino más eficaz para salvaros a vosotros mismos y a vuestros
seres queridos, rodead de homenajes la copia fiel y conmovedora de la venerable imagen de
la que ella tiene el sagrado depósito! ¡Mira este Rostro Divino de tu Salvador llorando,
sufriendo, exhalando de dolor y amor por ti! Al verlo, déjate conmover y ablandar. Preséntalo
al Padre celestial de esta manera, diciendo con el acento de la fe y la humildad de un corazón
contrito: "Oh Dios, nuestro protector, mira dónde estamos; ¡Mira el rostro de tu Cristo y
sálvanos!

DESARROLLO DEL CULTO DE LA SANTA FAZ

Desde tiempos inmemoriales, como se acaba de decir, el Santo Rostro de Nuestro Señor ha
sido objeto de un culto particular, pero esta devoción ha crecido y se ha desarrollado,
especialmente desde el año 1851. Nuestro Señor se sirvió para ello de dos personas de notable
santidad: una, el Sr. León Papin Dupont12, fallecido en 1876, consagró su fe y su piedad al
servicio de esta causa; la otra, una monja carmelita de Tours, Sor María de San Pedro,
fallecida en 1848, a quien Nuestro Señor reveló cuán querida le es esta devoción y cuán
ventajosa es para los que se dedican a ella.
"En enero de 1849, durante el exilio de Pío IX a Gaeta, se celebraron oraciones públicas,
según las órdenes del Santo Padre, en todas las iglesias de Roma para implorar la misericordia

11
En 1849 se registra una transformación prodigiosa de la reliquia auténtica, la traída a Roma por Santa
Verónica, que habría recobrado milagrosamente un aspecto que permitía reconocer los rasgos originales,
durante tres horas, posterior a este hecho los pontífices autorizaron realizar copias conforme al original
acompañadas de un sello de autenticación, se les conocía como Vera Efigie.
12
Leo Papin Dupont es un firme defensor de culto católico del xix ° siglo, conocido como "el apóstol de la
Santa Faz de Jesús " y "el santo de Tours ".

15
del Todopoderoso sobre el Estado Pontificio. En esta ocasión, el madero de la cruz verdadera
y el velo de Santa Verónica se expusieron en San Pedro. Los sagrados rasgos de Nuestro
Señor Jesucristo ya no son visibles en este velo. Al tercer día de la exposición, el velo se
coloreó y la figura de Nuestro Señor se mostró viva en medio de una suave luz. Los canónigos
que estaban de guardia junto a la santa reliquia avisaron inmediatamente al clero de la
basílica; sonaron las dos campanas y la gente acudió corriendo. La impresión más
inexpresable se reflejaba en todos los rostros; muchos lloraban, y todos estaban como
impresionados por la maravilla. Se llamó a un notario apostólico y se redactó un acta para
dejar constancia del hecho; se envió una copia del acta al Santo Padre en Gaeta. Durante
varios días en Roma sólo se habló de este asombroso milagro, que duró tres horas. La noche
de este prodigio se tocaron unos velos de seda blanca, en los que está representada la Santa
Faz, con el velo milagroso. Estos velos se enviarán a Francia13.
De hecho, fue a raíz de este acontecimiento cuando se introdujo la práctica de enviar a Francia
copias auténticas del velo de Santa Verónica. Hoy en día no es raro encontrar en la mayoría
de las familias católicas una imagen de la Santa Faz de Nuestro Señor, y a menudo una
lámpara sigue ardiendo día y noche ante esta imagen.
Estas santas imágenes fueron difundidas en primer lugar por el celo de las monjas
benedictinas de Arras14, que profesaban una gran devoción al Santo Rostro. de los escritos
de Santa Gertrudis.
La Madre Priora de las Carmelitas de Tours había recibido dos de estas imágenes de las
monjas de Arras, que había regalado al Sr. Dupont. Fue a finales de la Cuaresma de 1851.
Ambos le fueron entregados el Domingo de Ramos. Al día siguiente, lunes santo, se apresuró
a entregarlas a un obrero para que las enmarcara; las recibió el miércoles por la mañana,
ofreció la más bella y mejor enmarcada a la obra de la adoración nocturna y guardó la otra.
He aquí las palabras del propio M. Dupont, relatadas por el Padre Janvier en su biografía:
"después de haber, dice, puesto en un marco esta terrible prueba de los estragos del pecado,
coloqué esta santa Faz en mi habitación, a la izquierda de mi chimenea, en el hueco, encima
de una pequeña cómoda que se adaptaba bien para recibir una lámpara. También se colocaron
allí varias imágenes piadosas. Era Miércoles Santo, y apenas la había colocado allí, me
golpeó interiormente un sentimiento repentino que surgió en mi corazón. ¿Puede esta imagen
de la Santa Faz del Salvador de los hombres -me dije- estar expuesta en la casa de un cristiano
durante esta gran semana de la Pasión, sin que se le dé algún signo externo de respeto,
adoración y amor? No, claro que no. Y así pensé inmediatamente en encender esta lámpara
ante la Santa Faz, con la única intención de dejarla arder durante el resto de la Semana Santa.

14
La Abadía de St Vaast (en francés: Abbaye de Saint-Vaast) fue un monasterio benedictino situado en Arras,
departamento de Pas-de-Calais, Francia.

16
Esta era la habitación donde estaba mi despacho. Pensé que todo el mundo me preguntaría
qué hacía allí la lámpara a mediodía. Reflexioné sobre mi respuesta y se me ocurrió una que
me satisfizo. Sí", me dije, "eso es". A cualquiera que me pregunte por qué esta luz en pleno
día, le responderé: "Es enseñar a los que vienen a mí que cuando el negocio que les trae aquí
es para hablar de Dios. Y se me ocurrió escribir estas palabras en forma de comentario en un
cuadrado de papel, que coloqué sobre mi escritorio para mostrarlo si era necesario: " Cada
uno es libre en su casa; en mi casa, después de haber tratado el asunto por el que se ha venido,
hay que marcharse o hablar de las cosas de Dios i. "Ese día y el siguiente pasaron sin que
nadie me hiciera la pregunta que había planeado.
Algunos no prestaron atención a esta lámpara; otros pensaron que tenía una idea muy piadosa.
El Viernes Santo, un viajante de comercio, tras forzar la puerta de mi casa para ofrecerme
unos vinos de Burdeos, le di mi respuesta, y se quedó tan sorprendido que tuve que repetírsela
dos veces, lo que me dio la oportunidad de hablarle de religión. Permaneció más de una hora
escuchándome; y, habiendo entrado en mi casa al menos indiferente, me dejó casi convertido,
llevándose con fe un poco de agua de La Salette. "Al día siguiente, es decir, el Sábado Santo,
Nuestro Señor comenzó a dar a conocer sus intenciones, y he aquí cómo, recibí la visita de
una persona muy piadosa, la señorita X.. a la que conocía y que tenía los ojos muy enfermos;
entró en mi habitación, quejándose en voz alta de dolores punzantes en los ojos, a
consecuencia del viento frío que soplaba y que llenaba el aire de polvo. Había acudido a mí
por negocios. Como entonces estaba ocupada escribiendo, la invité a rezar a la Santa Faz
mientras me esperaba. Aprovechó la ocasión para pedir su curación. Pronto me uní a ella,
nos arrodillamos y rezamos juntas. Al levantarme, se me ocurrió decirle: "Ponte un poco de
aceite de esta lámpara en los ojos. Mojó un dedo en el aceite, se frotó los ojos y, cogiendo
una silla para sentarse, dijo asombrada: "¡Ya no me duelen los ojos! Terminada la visita,
hubo que darle un poco de aceite, pues partía hacia Richelieu, su residencia ordinaria.
El Sr. Dupont nos cuenta entonces que el martes de Pascua, un joven del pueblo vino a hacer
un recado. Le dolía la pierna, cojeaba y caminaba con dificultad. Al siervo de Dios se le
ocurrió ungir la pierna enferma con el aceite de la lámpara, mientras rezaba a la Santa Faz.
El joven se curó inmediatamente y empezó a correr por el por el jardín con la mayor facilidad:
"Otra experiencia muy consoladora sin que se corra la voz"(rumores), observó el Sr. Dupont.
La idea de quitar la lámpara, después de Semana Santa, se le presentó: "Pero", dice, "un
sentimiento totalmente opuesto golpeó inmediatamente su mente, y siempre victorioso",
"Llegó el mes de María: encontré un nuevo motivo para no interrumpir" con la pequeña
devoción que, por otra parte, sabía que no se oponía a los puntos de vista de la Iglesia. Pronto
entramos en los meses consagrados al Sagrado Corazón y a la Preciosa Sangre, y desde
entonces abundaron los consuelos.
Más de veinte personas sintieron los efectos de enfermedades graves. Una a una, las personas
contaban las curaciones obtenidas. Entonces comenzamos a recitar, a los pies de la imagen,
las letanías de la Santa Faz compuestas por la pobre obrera de Bretaña, que se convirtió en

17
Sor María de San Pedro. Los prodigios se multiplicaron; no me comprometo a entrar en los
detalles de las curaciones efectuadas con el aceite: cánceres, úlceras internas y externas,
cataratas, anquilosis15, sordera, etc., todas en gran número.
Desde el 2 de diciembre (escribía el 3 de mayo de 1852) he repartido más de ocho mil
pequeñas ampollas (vasitos) de aceite. De un día para otro, la multitud aumenta; hay sábados
en los que llegan más de trescientas personas; los demás días de la semana, en menor número.
Pero lo que demuestra sobre todo que la gracia actúa es que todas estas personas comprenden
que las novenas de oración y unción con aceite terminan con la confesión y la comunión.

HECHOS MILAGROSOS RELATADOS POR EL PADRE JANVIER


EN BIOGRAFÍA DEL SR. DUPONT

Desde 1851, el culto a la Santa Faz ha llenado la vida del Sr. Dupont. Entre las curaciones
milagrosas que consideró, desde el primer año, como manifestaciones sorprendentes de la
voluntad de Dios, mencionaremos la siguiente que, como varias otras, causó una gran
sensación en la mente de la gente.
Una persona de Neuillé-Pont-Pierre, la mujer Geay, enferma de cáncer, vino a Tours para ser
tratada en el Pequeño Hospital. El doctor Thomas le practicó una grave y dolorosa operación
para extirparle la enfermedad, pero tiempo después, al regresar a Neuillé, no se curó. El dolor
volvió con la misma intensidad; la herida se reabrió con una supuración considerable, y su
sufrimiento le impidió trabajar. Seguimos ahora el relato textual de un respetable testigo de
Neuillé-Pont-Pierre, El Sr. de Lavalette, entonces alcalde de la comuna, que redactó
espontáneamente el informe del suceso: "Fue entonces -dice- cuando la mujer Geay me pidió
que le enseñara la casa del "gran doctor"; había oído hablar del Sr. Dupont. Le di una carta
para mi hermana, que la llevó ella misma. El hombre de Dios instó a la mujer Geay a hacer
una novena al Santo Rostro con fe junto a su marido. Nueve días después, el Sr. Geay, su
marido, jardinero a mi servicio, llamó a la puerta de mi dormitorio un domingo a las cinco
de la mañana, se acercó a mi cama y me dijo llorando: "¡Señor, qué alegría verle! ¡Mi mujer

15
Es una inmovilidad anormal de la mandíbula, desorden que lleva a una restricción de la apertura bucal con
reducción parcial de los movimientos mandibulares o una completa inmovilidad de la mandíbula.

18
está curada! María Geay, interrogada por la Sra. de Lavalette y por mí sobre cómo se había
producido su curación: "Algunos días después de haber comenzado mi novena, mis
sufrimientos eran aún más agudos; pero tenía buenas esperanzas y pensaba que el buen Dios
quería hacerme sufrir mucho antes de curarme. Poco a poco mi dolor empezó a disminuir, y
al noveno día encontré mi herida curada, sin sentir ningún dolor. Debo añadir -observó el Sr.
de Lavalette para concluir- que los Geays siempre han sido de una probidad a toda prueba.
Hace apenas un año que la Santa Faz fue honrada en casa del señor Dupont, y ya pudo escribir
a uno de sus amigos: "Me gustaría mucho, querido amigo, darte cuenta de las gracias
obtenidas ante la Santa Faz, pero sería un gran trabajo. Cada día aumenta el número. Soy
incapaz de tomar nota de ellos. No todos los que vienen lo consiguen, pero son suficientes
para aumentar la confianza ya existente.
Él mismo escribió el 24 de mayo de 1882 un relato detallado del siguiente suceso. "Acabamos
de presenciar un hecho muy consolador: la curación de un tumor canceroso en el lado
derecho, tan grande como la cabeza de un niño pequeño. Estas son las circunstancias. Un
joven de Chinon, enfermo desde hacía varios meses de esta enfermedad, estaba a punto de
morir, abandonado por el médico. Se obtuvo una ampolla de aceite y se ungió
inmediatamente sobre la zona enferma. Al día siguiente, el médico estaba asombrado y
declaró que se había producido una notable mejoría. La paciente había dormido, el tumor era
más pequeño y seguía desapareciendo... La joven, por fin, se encontró transportable; había
prometido un viaje ante la Santa Faz. Cuando entró en mi habitación, estaba pálida y
sufriendo, el tumor seguía tan grande como una nuez. Tras la unción y la recitación de las
letanías de la Santa Faz, ya no había tumor ni dolor. La joven rompe a llorar, al igual que sus
compañeros de viaje. Había recuperado las fuerzas. En seguida corrió al ferrocarril para
regresar a Chinon, después de haber hecho varios recados en la ciudad. Y añadió: "El relato
que acabo de hacerles no es muy brillante, pero es cierto. Varios enfermos más se
encontraron aquel día en una buena situación gracias a su acto de fe. ¡Qué bueno es Dios!
Estos hechos eran "consoladores" para el Sr. Dupont, porque veía en ellos una prueba de que
Dios aprobaba el culto al Santo Rostro y se dignaba aceptarlo como medio de reparación. A
menudo los acompañaban conversiones admirables. "Ahora -dice- se sabe claramente que es
necesario acercarse a los sacramentos. El número de conversiones, afortunadamente, es más
considerable que el de curaciones.

OTRO HECHO
El Dr. Royer, famoso médico parisino, padecía desde hacía algún tiempo una enfermedad
considerada incurable. Llegó a casa del Sr. Dupont con una carta de recomendación de uno
de sus amigos. El Sr. Dupont abrió la carta en su presencia y comenzó a leerla en voz alta.
Se le hizo notar que la persona que se presentaba tenía una enfermedad tan grave que no le
quedaban ni tres semanas de vida y era un médico el que escribía así. Al ver esta vacilación,
el doctor Royer le dijo: "No tengas miedo de continuar, sé lo que te está diciendo de mí...

19
¡que soy un hombre perdido! .... Es cierto", dijo el Sr. Dupont, "¿pero tienes fe?" "Sí, desde
luego que la tengo", "¡Bueno! Recemos juntos".
El doctor Royer, condenado por los demás médicos de París, sus colegas, tenía una fístesis
pulmonar muy avanzada, un pulmón menos. Con razón se declaró que la enfermedad era
incurable y que la muerte era inminente. Se pusieron a rezar. El Sr. Dupont ungió su pecho
con aceite de la Santa Faz. El paciente, lleno de confianza, quiso beber unas gotas de aceite,
e inmediatamente se curó por completo. Siguió acudiendo cada año al oratorio del Sr. Dupont
en peregrinación de acción de gracias.
El propio Sr. Dupont dejó constancia de este hecho en una carta: "El Dr. Royer, dijo, estaba
curado. Sus compañeros se habían dado cuenta de que ya no tenía pulmón y de que no podría
llegar hasta aquí. Después de dos o tres unciones infructuosas, se curó bebiendo cinco gotas
de aceite de la Santa Faz en un poco de agua.

OTRO HECHO
He aquí una historia relatada por el abate Monsabré, entonces párroco de Mer, de la que fue
testigo, así como el abate Dejours, párroco de Aunay. Este año, 1853, el Sr. Dupont había
dicho que los protestantes del país se convertirían y harían su Pascua. Un día de la cuarta
semana de Cuaresma", cuenta el abate Mansabré, "vi inesperadamente a un hombre de la
parroquia de Aunay, que me conocía bien, pero con el que nunca había hablado, venir a mi
casa e inmediatamente empezó a hablarme de una visita que acababa de hacer al señor
Dupont: Señor cura (al sacerdote)-dijo-, acabo de llegar de Tours, donde fui a pedirle al Sr.
Dupont la curación de mi esposa. Empezó diciéndome: "Amigo mío, yo no soy médico, sino
un hombre de oración y un siervo de Dios; vamos a ponernos de rodillas y a rezar juntos":
Cuando terminaron las oraciones, se levantó y me dijo: "Eso no basta, aún tienes que vivir
como cristiano, cumplir con tus deberes y confesarte. Se lo prometí todo; pero -continuó el
hombre- no le dije que era protestante. ¿Qué debo hacer? Porque estoy dispuesto a hacer lo
que sea necesario para lograr lo que el Sr. Dupont me ha recomendado.
Este hombre llamado Cosson-Marette era, en efecto, protestante. Su mujer, enferma desde
hacía dos años y medio, era también protestante e incluso sectaria contumaz; tenían dos hijas
pequeñas y un niño pequeño que, como sus s, habían sido educados en la herejía.
Impresionado por este relato, asombrado por las buenas disposiciones de este hombre, el
abate Monsabré prometió ayudarle con sus consejos y le instó a entenderse primero con su
propio párroco, el abate Dejours, párroco de Aunay.
A su regreso a casa, Cosson-Marette supo y reconoció con tanta alegría como asombro que
en el momento en que el Sr. Dupont había rezado, su esposa, que se estaba muriendo, había
notado que alguien rezaba por ella, y había experimentado una notable mejoría. Lleno de

20
confianza, se apresuró a ir a ver a su párroco, el Sr. Dejours, le contó lo sucedido y, abriéndole
su corazón como al Monsabré, le expresó su deseo de hacerse católico.
Viendo de repente una buena voluntad tan grande", dice el Sr. Dejours, "y recordando que el
Sr. Dupont había prometido la conversión de los protestantes para el tiempo de Pascua,
abordé claramente la cuestión de la abjuración. Le dije que, si el buen Dios había dado mejor
trato a su mujer, después del viaje al oratorio de la Santa Faz de Nuestro Señor, en casa del
señor Dupont, era para hacerles ver a ambos que no hay más religión verdadera que la católica
y que era necesario que él, su mujer y sus hijos se hicieran católicos. El buen hombre accedió
a todo y declaró que, como, no debía estar solo en este acto decisivo y que su intención era
implicar también en él a su mujer y a sus hijos.
Una conversión tan hermosa parecía llevarse a cabo sin dificultad; pero lo que nos sorprendió
mucho -continúa el abate Monsabré- fue que el principal obstáculo viniera del lado de la
mujer. Sus hermanos y corifeos del partido protestante nunca dejaron de obsesionarla. Se
despertó su desconfianza hacia los católicos y sus instintos sectarios. El demonio, previendo
el bien que resultaría de su conversión, hizo sentir visiblemente sus influencias malignas
sobre ella. A veces tenía extraños ataques de fiebre que le hacían dudar de si se había curado
en primer lugar, y le servían de pretexto para aplazar la abjuración que había prometido. No
le prometo -dijo el sacerdote Dejours al marido- que su mujer se cure si usted se hace católico;
espero que sí, sin embargo; pero estoy seguro de que no se curará si usted sigue siendo
protestante. Por su parte, el Sr. Dupont, consciente de sus dificultades, redobló sus oraciones
ante la Santa Faz de Nuestro Señor.
El, que no había flaqueado ni un momento en su generosa determinación desde su encuentro
con el señor Dupont, hizo su abjuración sin vacilar; la hizo públicamente con sus tres hijos,
en la iglesia, el domingo de Quasimodo, y sus dos hijas pequeñas hicieron la primera
comunión con él. El niño no tenía edad para comulgar.
El Sr. Dejours, el sacerdote, le comunicó su alegría al Sr. Dupont. Todos los buenos católicos
de mi parroquia -dijo- se alegran de esta feliz conversión y bendicen a Dios por ella. Y
nuestros pobres perdidos, los s de esta familia, que en un primer momento gritaron a la pobre
paciente con insultos y reproches, ya no dicen nada.
Abandonada a su suerte, la paciente ya no se resistió a la gracia y dejó de dudar; aceptó
retractarse de sus errores y confesarse. El párroco recibió su abjuración en su casa, y el día
de Santa María comulgó; cada vez estaba mejor. Creía que estaba en el cielo", escribió el
sacerdote, "tan alegre estaba. Poco después, volvió a escribir:
"La enferma viene entre semana casi todos los días y puede dar paseos bastante largos;
incluso asistió a Misa mayor y a rezo de Vísperas sin ningún cansancio y para gran asombro
de todos. El asiste regularmente a los oficios, las jóvenes ya no van a los bailes; la mayor
incluso es miembro de la cofradía de la Santísima Virgen; he hecho monaguillo y monaguillo
de misa al pequeño; la madre, que se ha vuelto muy piadosa, comulga todas las semanas.
21
Cuando la curación de la enferma estuvo bien establecida, y su salud completamente
fortalecida, fuimos en peregrinación de acción de gracias, y en familia, al oratorio del Santo
Rostro en casa del señor Dupont.

OTRO HECHO
El autor de la vida del Sr. Dupont relata también el siguiente hecho, de cuya autenticidad no
duda. Un inspector de ferrocarriles vio llegar a una señora que llevaba en brazos a un niño
de siete años, enfermo e incapaz de andar; preguntó por la dirección del Sr. Dupont. El
inspector, acostumbrado a este tipo de peticiones, tuvo la amabilidad de llevarla él mismo y
ayudarla a llevar a su hijo por el camino.
Llegaron, se arrodillaron ante el Santo Rostro y comenzaron a rezar. El Sr. Dupont examinó
al niño: "Preguntó por qué no tenía zapatos". Era demasiado evidente, por la deformidad e
hinchazón de sus pies. "Es porque no sabe ponérselos", respondió la madre. Ve -dijo el señor
Dupont-, ve a comprarle unos zapatos al zapatero, en tal o cual calle. La madre obedeció y
salió.
Mientras tanto, el Sr. Dupont unge al niño con el aceite que ardía ante el Santo Rostro. La
madre trajo los zapatos comprados; el niño podía ponérselos sin dificultad; estaba
perfectamente curado.
Estos hechos, tomados de un montón de otros tan asombrosos y admirables, en la vida del
Sr. Dupont por el abate Janvier, prueban una vez más la gran misericordia de Nuestro Señor
Jesucristo, y la excelencia de la devoción a su Santísima Faz.

REVELACIONES DE LA HERMANA MARÍA DE SAN PEDRO16,


MONJA CARMELITA, SOBRE LA DEVOCIÓN AL SANTO ROSTRO
DE NUESTRO SEÑOR, QUE ELLA MISMA ESCRIBIÓ A
INSTANCIAS DE SUS SUPERIORAS

16
Sor María de San Pedro fue la persona escogida por Jesucristo para hacer la revelación de los misterios de
la Santa Faz, monja carmelita en francés, Marie de Saint-Pierre; 4 de octubre de 1816-8 de julio de 1848,
Tours Francia. Es conocida por haber iniciado la devoción al Santo Rostro de Jesús, que ahora es una de las
devociones católicas aprobadas, y por la Oración de la Flecha de Oro. También introdujo el sacramental
Saquito (Pequeño Evangelio del Santo Nombre de Jesús).

22
«Nuestro Señor me dijo: a través de este Rostro obrarás milagros. Así como en un reino
puedes obtener lo que quieras con una moneda de plata que lleve la efigie del príncipe, así
también, con la preciosa moneda de mi santa humanidad, que es mi adorable Rostro,
obtendrás, en el reino de los Cielos, lo que quieras mediante la ofrenda de este Rostro divino.
(Revelación del 27 de octubre de 1845).
«Hay hombres en la tierra que tienen el arte de restaurar cuerpos, pero sólo yo puedo ser
llamado restaurador de almas a imagen de Dios. ¡Pues bien! Esta es la gracia que prometo a
todo aquel que se esfuerce en dar a mi adorable Rostro los honores y la adoración que merece,
con la intención de reparar, con estos homenajes, el oprobio que recibe de los blasfemos…
Y Nuestro Señor me mostró, en el Apóstol San Pedro, un ejemplo de la virtud de su santo
Rostro. Este apóstol, con su pecado, había borrado la imagen de Dios en su alma; pero Jesús
se dirigió a él, a este apóstol infiel, que se hizo penitente: Jesús miró a Pedro y este lloró
amargamente. Este Rostro adorable es como el sello de la Divinidad, que tiene la virtud de
reimprimir la imagen de Dios en las almas que se aplican a Él…
El 11 de noviembre de 1845, la hermana San Pedro escribió: «Nuestro Señor transportó mi
espíritu al camino del Calvario, y me representó vivamente el piadoso servicio que le prestó
Santa Verónica, que con su velo enjugó su Santísimo Rostro, cubierto entonces de saliva,
polvo, sudor y sangre, Y comprendí que todas estas blasfemias, lanzadas por los impíos
contra la Divinidad que no pueden alcanzar, caen como el escupitajo de los judíos sobre el
santo Rostro de Nuestro Señor Jesucristo, que se hizo víctima por los pecadores. Entonces
comprendí que Nuestro Señor decía que, aplicándose al ejercicio de la reparación de las
blasfemias, (por la devoción al Santo Rostro) se le prestaba el mismo servicio que le prestó
la piadosa Verónica, y que Él miraba a los que se lo prestaban con los ojos de la misma
complacencia con que miró a aquella santa mujer en el momento de su Pasión.»
El cinco de enero de 1846, la Virgen del Carmen cuenta cómo Nuestro Señor, en su calidad
de Pastor divino, la había elegido para ser pastora de cierto rebaño: Él, dice, me presentó un
rebaño, diciéndome que me hacía su pastora. Me hizo comprender que estas pobres ovejas
estaban mordidas y tenían el furor de la blasfemia; debo conducirlas a pastar en la tierra de
sus divinos misterios, para que encuentren allí su curación, y debo alojarlas en las adorables
llagas de su Sagrado Cuerpo, marcándolas a imagen de su santa Faz. Tendré que sufrir mucho
-dijo-, porque este rebaño de blasfemos está de un modo muy especial bajo la dirección del
príncipe de los demonios. Nuestro Señor me hizo saber, a este respecto, que Lucifer deja
voluntariamente a otros demonios el liderazgo de otros rebaños de pecadores, como los
borrachos, los libertinos, los avaros; pero los blasfemos son su rebaño amado. También me
hizo saber que esta obra de reparación (a través de la devoción al Santo Rostro) abarca no
sólo la reparación de la blasfemia del Santo Nombre de Dios, sino también de otras
blasfemias proferidas contra la religión y contra la Iglesia; sin embargo, se aplica
especialmente a las blasfemias del Santo Nombre de Dios.

23
Nuestro Señor dijo a la hermana en noviembre de 1846: «Hija mía, te tomo hoy como mi
ecónoma, y vuelvo a poner en tus manos mi santa Faz para que la ofrezcas sin cesar a mi
Padre…Obtendrás por medio de esta santa Faz la salvación de muchos pecadores. Con esta
ofrenda no se te negará nada. ¡Si supieras lo agradable que es para mi Padre la vista de mi
Rostro!
Previamente, el 12 de marzo de 1846. Nuestro Señor había prometido a la Hermana San
Pedro que «a todos los que defendieran su causa en esta obra de reparación de las blasfemias,
de palabra, con la oración o por escrito, que Él a su vez defendería su causa ante su Padre y
les daría su reino". En cuanto a aquellas de sus esposas que se apliquen a honrar y enjugar su
santa Faz, Nuestro Señor promete que al morir enjugará el rostro de sus almas, borrando las
manchas del pecado y devolviéndoles su belleza original.»
La hermana continúa el veintiuno de enero de 1847: «Nuestro Señor me ha hecho ver que
hay algo misterioso en el rostro de un hombre despreciado. Sí, veo que su nombre y su cara
tienen una conexión muy especial. Ver a un hombre distinguido por su nombre y sus méritos
en presencia de sus enemigos. No le imponen las manos para golpearle, sino que le maltratan,
y añaden amarga burla a su nombre, y fíjense en lo que sucede en el rostro de este hombre
maltratado. ¿No dirías que todas las palabras insultantes que salen de la boca de sus enemigos
se posan en su rostro y le hacen sufrir un verdadero tormento?
Vemos este rostro cubierto de enrojecimiento, vergüenza y confusión. El oprobio y la
ignominia que sufre son más crueles para él que los tormentos reales en otras partes de su
cuerpo. Pues bien, este es un pobre retrato del adorable Rostro de Nuestro Señor, ultrajado
por las blasfemias de los impíos. Imagina a este mismo hombre en presencia de sus amigos,
quienes, enterados de los insultos que ha recibido de sus enemigos, se apresuran a consolarlo,
lo tratan de acuerdo con su dignidad y rinden homenaje a la grandeza de su nombre,
llamándolo por todos sus títulos de honor.
¿No sientes entonces en el rostro de este hombre la dulzura de estas alabanzas? La gloria se
posa en su frente y, al brillar en todo su rostro, hace que todo resplandezca. La alegría brilla
en sus ojos, una sonrisa se dibuja en sus labios; en una palabra, sus fieles amigos han curado
el amargo dolor de este rostro ultrajado por sus enemigos. La gloria ha alejado la desgracia.
Esto es lo que hacen los amigos de Jesús mediante la obra reparadora de la devoción a su
santo Rostro. La gloria que dan a su nombre descansa en su augusta frente y regocija su
santísima Faz. (*)

(*) El Sr. Dupont y la Hermana San Pedro mantenían un estrecho contacto sobre el tema de
la devoción al Santo Rostro. En el convento de las Carmelitas, el Sr. Dupont fue informado
de los favores celestiales de la humilde monja. Le llamó profundamente la atención este
medio de reparación por las blasfemias y la impiedad señaladas por Nuestro Señor.

24
NOVENA A LA SANTA FAZ DE NUESTRO SEÑOR

Día Primero.
Oh Dios, Protector nuestro, míranos y pon tus ojos en el Rostro de tu Cristo. Salmo 83:9.
Te saludo, santa Faz de Jesús mi amado, delicia del Cielo, estandarte de la fe, prenda de
inmortalidad; te elijo para que seas todos los días de mi vida, mi guía y mi esperanza. Sé, oh
Rostro de Dios, la luz que ilumine mis pasos y la antorcha que me conduzca un día a la
eternidad bienaventurada. Que así sea.
Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, te ofrezco los sufrimientos de Jesús, su rostro
cubierto de sudor y sangre, sus sagradas llagas, su adorable sangre: ¡sus últimas palabras y
su último aliento! Te ofrezco las oraciones de esta novena en acción de gracias por las
bendiciones que me has concedido... en expiación por mis faltas, en reparación por todas las
blasfemias que se pronunciarán hoy, y para obtener la gracia que te pido.
No mires nuestros pecados, Señor, sino mira el Rostro de tu Cristo. Mira su Corazón, que
tanto nos amó, y por él ten piedad de nosotros. Que así sea.

“ACORDAOS DE LA SANTA FAZ”

Acordaos, Santa Faz de Jesús, que tus labios divinos, en los días de tu vida mortal, nos
hicieron oír esta consoladora promesa: Todo lo que pidas a mi Padre te será concedido (San
Juan, XVI, 23). Apoyado en tu sagrada palabra y animado por una confianza igual al amor
de mi corazón, acudo a ti, adorable Rostro de mi Salvador. Me refugio en tu divina presencia,
e indigno como soy de tu mirada, me atrevo a presentarme ante ti y dirigirte con confianza
mi humilde oración. No la rechaces, oh, tú, que eres la esperanza de mi felicidad eterna, si
no acéptala favorablemente y dígnate, según tu misericordia, concederla para tu gloria y el
bien de mi alma. Que así sea.
Señor, muéstranos tu Rostro, y seremos salvos. Padre nuestro, etc. Ave María, etc. Sagrado
Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros.

25
Día Segundo.
Oh Dios, Protector nuestro, míranos y pon tus ojos en el Rostro de tu Cristo. Sal. 83, 9.

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN


Vengo ante tu santa Faz, oh Salvador mío, cargado de mis pecados y de las penas que me
han traído. Lo que sufro está muy por debajo de lo que merezco; pues, aunque siento el justo
castigo de mis faltas, no dejo de cometer otras nuevas cada día. Sucumbo a tus azotes y no
me vuelvo mejor; mi corazón está amargado y mi obstinación en el mal es siempre la misma.
Mi vida transcurre en la miseria y no me corrijo.
Te hago, oh Dios, una sincera confesión de mis desórdenes. Protesto en tu presencia que, si
no tienes piedad de mí, corro peligro de perecer sin recursos. Concédeme, Salvador mío, lo
que te pido, aunque no lo merezca, ya que has tenido la bondad de ponerme en situación de
rezarte. Que así sea.
Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, te ofrezco los sufrimientos de Jesús, su rostro
cubierto de sudor y sangre, sus sagradas llagas, su adorable sangre: ¡sus últimas palabras y
su último aliento! Te ofrezco las oraciones de esta novena en acción de gracias por las
bendiciones que me has concedido... en expiación por mis faltas, en reparación por todas las
blasfemias que se pronunciarán hoy, y para obtener la gracia que te pido.
No mires nuestros pecados, Señor, sino mira el Rostro de tu Cristo. Mira su Corazón, que
tanto nos amó, y por él ten piedad de nosotros. Que así sea.
Acordaos, Santa Faz de Jesús, etc., como el primer día.
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Sagrado Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros.

Día Tercero.
Oh Dios, Protector nuestro, míranos y pon tus ojos en el Rostro de Tu Cristo, Sal. 83:9.
Te adoro y alabo, oh, mi divino Jesús, Hijo de Dios vivo, por todos los ultrajes que has
soportado por mí, que soy la más indigna y miserable de tus criaturas; te adoro en todos los
sagrados miembros de tu Cuerpo, pero especialmente en la parte más noble de ti mismo, tu
divino Rostro. Te saludo, Rostro amable, magullado por golpes y porrazos, manchado de
saliva y desfigurado por los malos tratos que te han hecho sufrir los impíos judíos. Te saludo,
oh hermosos ojos, bañados en las lágrimas que derramaste por nuestra salvación. Os saludo,
oídos sagrados, atormentados por infinidad de blasfemias, insultos y burlas sangrientas. Te
saludo y te adoro, oh boca santa, llena de gracia y dulzura para los pecadores, y regada de

26
hiel y vinagre por la monstruosa ingratitud de los que has elegido como hijos tuyos. Como
reparación por tantas ignominias, te prometo mayor fidelidad, y te ofrezco el homenaje de
todos los santos con sus sufrimientos, sus dolores, sus trabajos y su amor. Que así sea.
Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, te ofrezco los sufrimientos de Jesús, su rostro
cubierto de sudor y sangre, sus sagradas llagas, su adorable sangre: ¡sus últimas palabras y
su último aliento! Te ofrezco las oraciones de esta novena en acción de gracias por las
bendiciones que me has concedido... en expiación por mis faltas, en reparación por todas las
blasfemias que se pronunciarán hoy, y para obtener la gracia que te pido.
No mires nuestros pecados, Señor, sino mira el Rostro de tu Cristo. Mira su Corazón, que
tanto nos amó, y por él ten piedad de nosotros. Que así sea.
Acordaos, Santa Faz de Jesús, etc., como el primer día.
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Sagrado Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros.

Día Cuarto.
Oh Dios, Protector nuestro, míranos y pon tus ojos en el Rostro de tu Cristo. Salmo 83:9.
Me postro humildemente ante ti, oh Faz adorable de Jesús, y te contemplo en los sufrimientos
y humillaciones que has soportado, oh buen Jesús, que nunca más renueve tus dolores con
nuevos pecados. Quisiera mezclar mis lágrimas con las tuyas y darte toda mi sangre en
expiación por mis crímenes y todos los que se cometen cada día. Derrama en mi alma la luz
de tu rostro, para que, tocada por la unción de tu espíritu y abrasada por el fuego de tu amor,
extraiga abundantemente de tus sagradas llagas los tesoros de la gracia y de la salvación. Que
así sea.
Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, te ofrezco los sufrimientos de Jesús, su rostro
cubierto de sudor y sangre, sus sagradas llagas, su adorable sangre: ¡sus últimas palabras y
su último aliento! Te ofrezco las oraciones de esta novena en acción de gracias por las
bendiciones que me has concedido... en expiación por mis faltas, en reparación por todas las
blasfemias que se pronunciarán hoy, y para obtener la gracia que te pido.
No mires nuestros pecados, Señor, sino mira el Rostro de tu Cristo. Mira su Corazón, que
tanto nos amó, y por él ten piedad de nosotros. Que así sea.
Acordaos, Santa Faz de Jesús, etc., como el primer día.
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Sagrado Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros.

27
Día Quinto.
Oh Dios, Protector nuestro, míranos y pon tus ojos en el Rostro de tu Cristo. Sal. 83, 9.
Oh buen Jesús, te contemplo en el camino del Calvario cargando con la vergüenza y el peso
de mis pecados. Qué recompensa le diste a Verónica que, movida a compasión al ver tu
Rostro, se apresuró a traerte algún alivio. Envidio la felicidad de esta heroica mujer;
concédeme el mismo tributo de reparación. Hazme, te lo ruego, el favor de imprimir tus
divinos rasgos en mi alma, desfigurada y oscurecida por el pecado; devuélvele su primitivo
resplandor, su belleza original, Será el triunfo de tu Rostro. Lo bendeciré para siempre. Que
así sea.
Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, te ofrezco los sufrimientos de Jesús, su rostro
cubierto de sudor y sangre, sus sagradas llagas, su adorable sangre: ¡sus últimas palabras y
su último aliento! Te ofrezco las oraciones de esta novena en acción de gracias por las
bendiciones que me has concedido... en expiación por mis faltas, en reparación por todas las
blasfemias que se pronunciarán hoy, y para obtener la gracia que te pido.
No mires nuestros pecados, Señor, sino mira el Rostro de tu Cristo. Mira su Corazón, que
tanto nos amó, y por él ten piedad de nosotros. Que así sea.
Acordaos, Santa Faz de Jesús, etc., como el primer día.
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Sagrado Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros.

Día Sexto.
Oh Dios, Protector nuestro, míranos y pon tus ojos en el Rostro de tu Cristo. Salmo 83:9.
Oh Jesús, ¡cuánto dolor causó a María, tu divina madre, la visión de tu Rostro, cuando te
encontró en el camino del Calvario! ¡Cuánto dolor debe causarle todavía la visión de mi alma
cubierta de mis pecados! Oh María, yo fui y sigo siendo la causa de tu aflicción; ¡fui yo,
infeliz, quien atravesó tu corazón con una espada de dolor! Por las llagas y la sangre de tu
divino Hijo, por tu pasión y tus lágrimas, te ruego, oh María, que seas mi protectora y
abogada, ruega por mí y por todos los pecadores como yo, para que no hagamos inútil tanto
y tan precioso sufrimiento. Hazme digno de ser llamado hijo tuyo.
Hazme digno de tu protección hoy, todos los días de mi vida y especialmente en la hora de
la muerte. Que así sea.
Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, te ofrezco los sufrimientos de Jesús, su rostro
cubierto de sudor y sangre, sus sagradas llagas, su adorable sangre: ¡sus últimas palabras y
su último aliento! Te ofrezco las oraciones de esta novena en acción de gracias por las

28
bendiciones que me has concedido... en expiación por mis faltas, en reparación por todas las
blasfemias que se pronunciarán hoy, y para obtener la gracia que te pido.
No mires nuestros pecados, Señor, sino mira el Rostro de tu Cristo. Mira su Corazón, que
tanto nos amó, y por él ten piedad de nosotros. Que así sea.
Acordaos, Santa Faz de Jesús, etc., como el primer día.
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Sagrado Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros.

Día Séptimo.
Oh Dios, Protector nuestro, míranos y pon tus ojos en el Rostro de tu Cristo. Salmo 83:9.
Mira, Señor, desde tu santuario, y desde lo alto del cielo donde haces tu morada, mira el
Rostro de tu Cristo, pon tus ojos en esa santa hostia que nuestro gran Pontífice y tu querido
Hijo, Jesucristo, te ofrece por los pecados de sus hermanos; y por él perdona la multitud de
nuestros crímenes. Mira, Señor, el rostro de tu Cristo, que se hizo obediente hasta la muerte
a todas tus voluntades.
No apartes nunca los ojos de sus preciosas llagas, para que recuerdes siempre el precio que
recibiste de él por nuestros pecados. ¡Cómo quisiera, Señor, que pesases en la balanza
nuestros pecados que han merecido tu ira, por una parte, ¡y los males que tu Hijo sufrió por
nosotros, por otra! Seguramente prevalecerán y pareceremos más dignos de misericordia que
de castigo.
Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, te ofrezco los sufrimientos de Jesús, su rostro
cubierto de sudor y sangre, sus sagradas llagas, su adorable sangre: ¡sus últimas palabras y
su último aliento! Te ofrezco las oraciones de esta novena en acción de gracias por las
bendiciones que me has concedido... en expiación por mis faltas, en reparación por todas las
blasfemias que se pronunciarán hoy, y para obtener la gracia que te pido.
No mires nuestros pecados, Señor, sino mira el Rostro de tu Cristo. Mira su Corazón, que
tanto nos amó, y por él ten piedad de nosotros. Que así sea.
Acordaos, Santa Faz de Jesús, etc., como el primer día.
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Sagrado Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros.

29
Día Octavo.
Oh Dios, Protector nuestro, míranos y pon tus ojos en el Rostro de tu Cristo. Salmo 83:9.
Oh mi amoroso Salvador, ¿sólo yo seré insensible a la dulzura de tus encantos? Te veo
convertir a San Pedro después de su pecado con una sola mirada; vuelves tu Rostro hacia él
y el arrepentimiento entra en su corazón. Te oigo pedir a tu Padre misericordia para tus
verdugos: perdónalos, dices, porque no saben lo que hacen, te ruego, oh Padre de las
misericordias, que me mires en mi miseria; que me arrepienta de todas mis faltas pasadas y
que tu amor sustituya en mi corazón mi inclinación al pecado. Quiero perdonar
generosamente a mis enemigos, a los que me hacen daño, quiero perdonarlos por tu causa,
para que me perdones mis pecados que son la causa de tu muerte. Soy yo, Señor, quien te
crucificó, y quien tantas veces renuevo la ignominia de tu Pasión con mis infidelidades. Por
tanto, permíteme participar del fruto de esta divina oración que has hecho por tus asesinos;
encomiéndame a tu Padre celestial; y aunque soy indigno de la gracia que te pido, concede
al mérito de tu sangre lo que negarías a mi ingratitud y malicia.
Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, te ofrezco los sufrimientos de Jesús, su rostro
cubierto de sudor y sangre, sus sagradas llagas, su adorable sangre: ¡sus últimas palabras y
su último aliento! Te ofrezco las oraciones de esta novena en acción de gracias por las
bendiciones que me has concedido... en expiación por mis faltas, en reparación por todas las
blasfemias que se pronunciarán hoy, y para obtener la gracia que te pido.
No mires nuestros pecados, Señor, sino mira el Rostro de tu Cristo. Mira su Corazón, que
tanto nos amó, y por él ten piedad de nosotros. Que así sea.
Acordaos, Santa Faz de Jesús, etc., como el primer día.
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Sagrado Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros.

Día Noveno.
Oh Dios, Protector nuestro, míranos y pon tus ojos en el Rostro de tu Cristo. Salmo 83:9.
Oh Jesús bueno y suave, tú eres el único apoyo para la fragilidad humana; te ruego que te
apiades de mis debilidades. Quiero serte fiel y sumisa en todo. Quiero aceptar por tu amor
las pruebas y penas a las que te plazca someterme. Recordaré que el discípulo no está por
encima del maestro y que fue necesario que Cristo sufriera y entrara así en la gloria. Alzaré
mis ojos a ti, Señor, y la vista de tu Rostro reanimará mi ánimo.
Quiero gritar con el Profeta todos los días de mi vida: "Señor, derrama la luz de tu rostro
sobre tu siervo, y sálvame según tu misericordia" (Sal. 30, 17).

30
Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, te ofrezco los sufrimientos de Jesús, su rostro
cubierto de sudor y sangre, sus sagradas llagas, su adorable sangre: ¡sus últimas palabras y
su último aliento! Te ofrezco las oraciones de esta novena en acción de gracias por las
bendiciones que me has concedido... en expiación por mis faltas, en reparación por todas las
blasfemias que se pronunciarán hoy, y para obtener la gracia que te pido.
No mires nuestros pecados, Señor, sino mira el Rostro de tu Cristo. Mira su Corazón, que
tanto nos amó, y por él ten piedad de nosotros. Que así sea.
Acordaos, Santa Faz de Jesús, etc., como el primer día.
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.

ENMIENDA HONORABLE A LA SANTA FAZ17


Oh Rostro adorable de Jesús nuestro Salvador, nos postramos humildemente ante tu soberana
Majestad para reparar ante ti todos los pecados de blasfemia lanzados contra tu Divinidad.
¡Oh tú, obra maestra de las manos del Todopoderoso! ¡Oh tú, expresión fidelísima de la
Divinidad que habita en Jesús! ¿En qué estado te vemos reducido por nuestra causa? Estas
heridas que te desfiguran, estas lágrimas que escapan de tus ojos sagrados, esta sangre que
fluye en largos torrentes sobre tus mejillas magulladas y profanadas, son otros tantos
testimonios que nos hablan muy bien del amor de Dios por los hombres y de la ingratitud de
los hombres hacia este Dios de toda misericordia.
¡Ah, ya no es sólo en el Calvario de hace dieciocho siglos donde debemos buscarte hoy! Ya
no es bajo los escupitajos y los golpes de tus pérfidos verdugos que debemos intentar
reconocer en ti los rasgos sagrados y divinos de nuestro amado Salvador.
Humildemente postrados ante ti, oh Rostro adorable de Jesús, nuestro dulce Salvador, te
reparamos pública y solemnemente de todos los pecados de blasfemia que desgarran el seno
de la Iglesia, nuestra madre.
Qué podemos ofrecer al Padre eterno para aplacar su justa cólera irritada contra el mundo,
sino tú mismo, ¡oh sagrado y amado ROSTRO! tú con tus lágrimas y tu sangre! tú con tu
fatiga y tu tristeza! tú con tu dolor y tu muerte! Postrados, aniquilados ante la Majestad de
este Dios ultrajado, suspenderemos los atrasos de su Justicia, obtendremos la gracia y
gritaremos, ¡con todo el acento de nuestra fe! Oh Dios, protector nuestro, míranos y pon tus
ojos en el ROSTRO de tu Cristo. 18
Que así sea.

17
Enmienda honorable es un término que significa: Reparación en honor a La santa Faz
18
Ps, LXXXIII, 10.

31
Oración a la Santa Faz en las penas y las aflicciones

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡Oh, no me quites tu salvación y no
seas sordo a mis gritos!
¡Dios mío! ¿Te invoco durante el día y no me escuchas? ¡Te grito en medio de la noche y el
descanso no puede entrar en mi alma19 ! ¿Hasta cuándo, Señor, ¿me olvidarás? ¿Será para
siempre? ¿Hasta cuándo me darás la espalda20 (3)? Mis iniquidades se han elevado por
encima de mi cabeza, y se han convertido en una carga para mí. Estoy postrado en el suelo y
camino con dolor todo el día. Mi corazón está turbado y me fallan las fuerzas 21 (4). No me
des la espalda, Señor, te lo suplico; no me ocultes tu rostro, ni te alejes de tu siervo en tu
cólera, sino sé, por tu misericordia, mi todopoderoso ayudador; no me abandones en la
extremidad en que me encuentro y no me desprecies, oh Dios, mi Salvador. ¡Tú que has sido
tan bueno conmigo22 (5)!
Que así sea,
(1) Sal, LXXXIII, 10 (2) Sal, XXI, 1, 2 (3) Sal, XII, 1 (4) Sal, XXXVI, 4, 6, 10
(5) Sal, XXVI, 8, 9.

Oración a Jesús por los sufrimientos de su humanidad

¡Oh Jesús! mi amado Salvador, por tus sagradas llagas, cúranos; por tu divino corazón,
ámanos; por tu preciosa sangre, tennos; por tus castísimos sentidos, purifícanos; por tus
lágrimas y sudor, fortalécenos; por tu agonía y pasión, líbranos; por la herida de tu santo
hombro, sostennos; por la ignominia de tu adorable ROSTRO, ilumínanos, avívanos,
alégranos, condúcenos, transfórmanos en ti en el tiempo y en la eternidad.
Que así sea.

19
Sal, XXI, 1, 2
20
Sal, XII, 1
21
Sal, XXXVI, 4, 6, 10
22
Sal, XXVI, 8, 9.

32
Consagración a la Santa Faz

¡Oh Rostro adorable de Jesús, mi Salvador y mi Dios! Humildemente postrado en tu divina


presencia, ¡te adoro desde lo más profundo de mi corazón! Cómo quisiera tener a mi
disposición los corazones de todas las criaturas para consagrártelos como holocausto de
amor: Ay, oh Rostro amado, sólo tengo el mío, muy débil y muy culpable, indigno de tu
mirada y rebelde a las impresiones de tu gracia. Sin embargo, te doy este corazón y te lo
consagro, para que arda, desde este momento y todos los días de su vida, con el santo ardor
del amor divino. Caliéntala con los benéficos rayos de tu luz eterna, para que en adelante
pueda gritar con el Rey-Profeta: Señor, la luz de tu ROSTRO está grabada en ti, y has traído
alegría a mi corazón. 23
Por eso te hago hoy, y de buena voluntad, el sacrificio de todas las alegrías que pueda
encontrar en la tierra. ¡Acepta, oh rostro adorable! ¡Oh tú a quien amo más que a nada en el
mundo! Acepta el homenaje de mí mismo que te presento en este momento. ¡Oh, tiemblo de
alegría y de amor al hacerte esta consagración de toda mi persona! Sí, te doy y consagro mi
corazón, mi cuerpo, mi alma, mi mente y mi vida: mi corazón para amarte sólo a ti, ¡oh
Belleza siempre antigua y siempre nueva! Mi cuerpo para que sirva de instrumento de
penitencia y de las obras de tu gloria; mi alma para que refleje sin cesar la imagen de tus
gracias divinas; mi mente para que sólo piense en ti y en todo lo que pueda aumentar tu culto;
mi vida, en fin, para que se llene de obras dignas de tu nombre, a fin de que un día pueda
merecer esa vida eterna, donde, según la expresión de tu Apóstol, podré contemplarte no en
un enigma ni a través de un espejo, sino cara a cara.24
Déjame caminar todos los días de mi vida bajo la sombra de tu mirada bendita, para que
cuando me presente ante ti, me llames por mi nombre, me des un beso de tu boca y me
introduzcas en la falange inmortal de los espíritus bienaventurados, que siempre están
ocupados en amarte, adorarte, contemplarte y cambiar las maravillas de tu amor por la
eternidad.
Que así sea.

23
Sal. IV, 7.
24
(2) I Corintios, XIII, 12.

33
Acto de amor a La Santa Faz en la Eucaristía

¡Oh rostro adorable de Jesús, mi Salvador, ¡a quien adoro velado bajo este augusto misterio
de amor que te oculta a mis ojos, me postro con respeto ante tu divina presencia! Ah, si no
hubierais aniquilado el esplendor de vuestra Majestad bajo esta humilde apariencia, ¿qué
mortal se habría atrevido a acercarse a vos? Los rayos de tu gloria habrían deslumbrado
nuestros asustados sentidos y el brillo de tu majestad nos habría hecho volver a la nada. No
podréis ver mi ROSTRO ni la gloria que me rodea, porque nadie podrá verme sin morir 25 ,
como dijisteis una vez a los hijos de Israel. Menos aún podemos nosotros, hijos degenerados
de una época oscura, soportar un solo rayo de tu gloria.
¡Oh rostro amado! ¡Has herido mi corazón y languidece de amor desde aquel día, mil veces
bendito, en que te inclinaste hacia él con una mirada de misericordia, y lo apartaste del
engañoso encanto de la criatura para apegarlo a ti sin retorno! ¡Ah, no permitas que se aleje
nunca de ti para embriagarse con las locas alegrías de la tierra! Desde que, por una gracia
gratuita de tu inefable misericordia, he depositado en ti, oh Rostro amado, todas las
aspiraciones de mi corazón y todas las elevaciones de mi mente, ¡siento que la tierra ya no
tiene nada que pueda cautivar mi mente y mi corazón!
Sagrada Hostia, que ocultas a mis ojos el dulce objeto de mi ternura, ¡deja caer por un
momento este velo misterioso que me impide descubrir los rasgos adorables del Rostro
amado de mi Jesús! Deja a un lado tus sombras y permíteme que, en presencia de este
ROSTRO del más bello hijo de los hombres, me entregue a los impulsos de mi amor, ¡olvida
la tierra, olvida el mundo, olvídame a mí mismo!
Pero no; la fe me ha hablado, y sin necesidad de milagro que muestre a mis ojos el objeto de
mi amor, lo creo y lo adoro. ¡Oh rostro adorable! Es aquí, en este misterio del amor inefable
de Dios por el hombre, donde yo podría gritar, como el Padre celestial en el monte Tabor,
que es en ti donde he puesto toda mi complacencia. Sí, Rostro sagrado de mi Salvador, en ti
y sólo en ti he puesto todos mis placeres: desde ahora, en ti, por ti, para ti, quiero vivir, amar,
pensar, actuar, sufrir y morir.
¡Oh Rostro de Jesús-Hostia! ¡Qué dulces son las horas que pasan para mí en tu divina
presencia! ¡Qué deliciosos son los momentos que paso cerca de ti! Quisiera poder
aniquilarme ante ti, ¡oh Rostro sagrado de mi Jesús! Me gustaría abolirme en la adoración
perpetua.
¡Quisiera retener las horas que se escapan, ¡ay! demasiado deprisa y me alejan del objeto de
mi amor para llamarme en medio del ruido disipador del mundo! Ah, ¿cuándo declinarán
para mí estas sombras terrenas, que me mantienen cautivo lejos de ti y me impiden gozar de

25
Éxodo, XXX, 23.

34
tus abrazos inefables? ¿Cuándo veré caer los lazos que aún me atan a esta tierra, oh tan
pocos te conocen y tan pocos te aman? ¿Cuándo vendré por fin, como dijo el santo rey
David, y cuándo compareceré ante el ROSTRO de mi Dios?26 Que así sea.

Alabanzas a la Santa Faz

¡Bendito sea Jesús!


¡Bendito sea la Santa FAZ de Jesús!
¡Bendito sea la Santa FAZ en la majestad y belleza de sus rasgos celestiales!
¡Bendito sea la Santa FAZ en todas las palabras que salen de su divina boca!
¡Bendito sea la Santa FAZ en todas las miradas que escapan de sus adorables ojos!
¡Bendito sea la Santa FAZ en la transfiguración del Tabor!
¡Bendito sea la Santa FAZ en las labores de su apostolado!
¡Bendito sea la Santa FAZ en el sudor de sangre de su agonía!
¡Bendito sea la Santa FAZ en las humillaciones de la Pasión!
¡Bendito sea la Santa FAZ en los dolores de la muerte!
¡Bendito sea la Santa FAZ en el resplandor de la Resurrección!
¡Bendito sea la Santa FAZ en los esplendores de la luz eterna!

26
P.S., XLI, 3.

35
MISA DE LA PASIÓN DE JESUCRISTO27

ORACIÓN ANTES DE LA MISA


Dios mío, creo firmemente que el sacrificio de la misa, al que voy a asistir, es el mismo que
el sacrificio de la cruz; que en ambos te sacrificas por la remisión de los pecados del mundo.
Quiero asistir a esta Misa como habría asistido a tu muerte, con los mismos sentimientos de
fe, gratitud, amor, contrición y confianza en ti, que te entregaste a la muerte por mí.
Santa Virgen María, San Juan, santas mujeres que presenciasteis el sacrificio de la cruz,
alcanzadme los sentimientos de religión que llenaron vuestro corazón en aquel solemne
momento.
Te ofrezco, Señor, este sacrificio por manos del sacerdote para honrar la pasión y muerte de
Jesucristo, y para que te dignes aplicar sus méritos a todos aquellos por quienes pienso orar,
especialmente a mis parientes y amigos, a fin de que todos seamos purificados y redimidos
por el sacrificio del altar, como lo fuimos por el de la cruz. Que así sea.

EN EL CONFITEOR28
JESÚS EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS
Jesucristo. - Mi alma está triste hasta la muerte; la sangre fluye de mi cuerpo tan
abundantemente que la tierra se riega con ella. Los pecados de todos los hombres, los tuyos
en particular, pesan sobre mí y llenan mi corazón de amargura. Me vienen a la mente todos
los crímenes pasados y todos los desórdenes que, hasta la consumación de los siglos, han de
desolar e inundar el mundo entero. Un pensamiento infinitamente doloroso aumenta aún más
mi angustia: veo la sangre que voy a derramar por vosotros, y que debería haberos
santificado, pisoteada y profanada por el mayor número de vosotros; veo que estos tormentos
que voy a soportar se vuelven no sólo inútiles, sino fatales para aquellos por cuya causa voy
a sufrirlos. Con gusto me entregaré a la muerte, y estas preciosas almas, tan queridas para mi
corazón, perecerán para siempre. No hay un solo réprobo cuya salvación no haya preferido
mil veces a mi propia vida, y cuyo tormento eterno me cause un dolor inexpresable.
El alma penitente. - ¡Qué ingrato soy, oh Dios, cuando olvido el amor que Te debo y gasto
mi vida en el pecado, que Te causa tan profundo dolor! Ten piedad de mí, oh misericordia
infinita, te lo suplico por la sangre que derramaste, por el amor que ardes por mí. Y ya que la
vista de los que han de perecer aumenta tu tristeza, oh mi divino Salvador, no permitas que
muera lejos de ti. Tu dolor es lo suficientemente grande como para que lo aumente la

27
Extracto del Libro de la Misa del Padre Huguet.
28
En el Yo confieso…

36
anticipación de mi pérdida. Abre mis oídos, para que oiga tu voz; abre mis ojos, para que vea
tus ejemplos; abre mis labios, para que cante tus misericordias; ablanda mi corazón, para que
me haga sensible a tus dolores y tema todo lo que pueda renovarlos. Abre mis labios, para
que pueda cantar tus misericordias; ablanda mi corazón, para que me vuelva sensible a tus
penas y tema todo lo que pueda renovarlas. Hazme sentir, vida de mi alma, lo que tú sientes,
para que llore mis errores como tú los lloras, para que te busque como tú me buscas.
¡Qué consolador es para los desgraciados contemplarte, oh Jesús, en el misterio de tu agonía!
¡Qué dulce es para mí inclinarme hacia ti cuando te dignas abajarte hasta mí, ofrecerte mis
penas cuando las pruebas, mi sensibilidad cuando las justificas con tu ejemplo, y derramar
mis lágrimas en tu pecho cuando veo brotar las lágrimas! Un Dios sufriente y afligido, ¡ah!
éste es el que es mi Dios; éste es el que necesito en el lugar de mi destierro, éste es el que
clama mi corazón: Ecce Deus noster iste29. No es en el cielo, es en el lugar de sus debilidades
donde quiero buscarle. Hay demasiada distancia desde las colinas eternas hasta este valle de
lágrimas; tantos esplendores no están hechos para los desdichados, tanta distancia los
abruma. Necesito a mi Jesús, y a mi Jesús que conoce y sufre mis flaquezas y mis dolores,
scientem infirmitatem30.

EN LA EPÍSTOLA
JESÚS TRAICIONADO POR JUDAS
Jesucristo. Aquí estoy en manos de mis enemigos por el mismo ministerio de uno de mis
apóstoles, que tenía mi plena confianza y a quien había confiado el cuidado de mi familia.
¿Qué podría ser más capaz de hacerme parecer un impostor, un enemigo de la sociedad,
cuyos propios discípulos, habiendo reconocido el artificio, son los primeros en exigir
justicia? "Si hubiera sido mi enemigo quien me hubiera hecho este insulto, lo habría sufrido,
y si un hombre que me odiaba se hubiera declarado contra mí, tal vez lo habría desafiado,
pero tú, con quien viví en tan estrecha unión, que fuiste mi guía y mi amigo, que comiste
conmigo comidas tan dulces, caminamos juntos en la casa de Dios. Amigo mío, ¿cuál es tu
propósito? ¿Por qué traicionas al Hijo del Hombre con un beso, ese signo sagrado de la
unión de los corazones? ¿Por qué aumentas el dolor causado por tu ingratitud desesperando
de mi misericordia, que es aún mayor que tu crimen?
El alma penitente. -Miro con asombro e indignación al pérfido Judas que, después de haber
sido colmado de tus beneficios, tuvo el triste valor de traicionarte con un testimonio de
ternura y de preferir un vil interés a Ti, oh mi Salvador, en quien están encerrados todos los
tesoros de la sabiduría y del conocimiento de Dios. Pero, ¡ay! ¿Cuántas veces he ocultado
un corazón corrupto bajo bellas apariencias de piedad? ¿Cuántas veces he abusado

29
Isaias XXV, 9.
30
Isaias LIII, 3.

37
indignamente de tus beneficios para satisfacer esas malas pasiones? ¿Cuántas veces he dado
tus gracias por frívolos placeres?
Perdóname, oh misericordia infinita, tanto mis infidelidades pasadas como la poca confusión
que tengo actualmente. Señor, castígame como merezco; pero no permitas que, ya que me
arrojo en tus brazos, tenga la desgracia de perder tu amor como Judas. Recuerda, Señor, lo
que hiciste para ablandar el corazón endurecido de este apóstol infiel, y cómo te conmovió
su pérdida. Ten por mí el mismo amor que le mostraste, y hazlo sentir en mi corazón, que
está profundamente afligido por haberte ofendido. Pero, ay, no contento con mantenerme
alejado de ti, he atado tus santas manos con cadenas mucho más severas que aquellas con las
que te han cargado los judíos. Son estas manos tiesas (rígidas), oh divino Jesús, las que tienen
cautivo al demonio, las que rompen las cadenas de mis vicios, y las que están siempre abiertas
para hacerme bien. No te alejes de mí, oh manos divinas siempre llenas de misericordia; por
indigno que yo sea de tus bienes, tu liberalidad es todavía infinitamente mayor que mi
indignidad. Las cadenas que te atan no atan tu poder; que aparezca en esta alma ingrata, ya
que sólo estás obligado a procurar mi libertad.

EN EL EVANGELIO
JESÚS ANTE LOS TRIBUNALES
Jesucristo. Soberano Juez del universo, soy llevado ante los jueces inicuos que han resuelto
mi muerte. Para imponer al pueblo y dar a su sentencia cierta apariencia de justicia, se me
interroga sobre mis discípulos y mi doctrina. Un siervo indigno me golpea con rudeza,
reprochándome amargamente que hable sin respeto al sumo sacerdote; me convierto en
juguete de los tribunales y de ejércitos enteros. A mi divino silencio se le llama estupidez, y
ni siquiera se me honra con la creencia de que tengo razones suficientes para ser culpable de
los delitos de los que se me acusa. Estoy revestido con los símbolos de la locura, y en este
aparato me hacen cruzar calles que sólo recientemente han sido adornadas para mi triunfo.
El alma penitente. -Oh Salvador mío, eres sabiduría increada, tienes palabras de vida eterna,
y te llaman necio. La sabiduría del mundo es la verdadera locura; renuncio a ella, dame la
verdadera sabiduría. No permitas que tenga la desgracia, como aquel impío soldado, de
sofocar tu voz y obligarte a callar para dejar hablar a mis concupiscencias, o de condenar tu
doctrina para justificar mis pasiones: te lo pido por los méritos de tus sufrimientos.

38
EN EL CREDO
JESÚS CUBIERTO DE REPROCHES
Jesucristo. He sido entregado a mis verdugos. Una tropa insolente de siervos y soldados me
trata toda la noche de la manera más ultrajante; me arrancan los cabellos, me escupen a la
cara, me ponen un velo sobre los ojos, mientras leo el fondo del corazón de la gente; me
llaman falso profeta, a mí que inspiré a todos los profetas; hacen de mi sagrada persona un
juego y una diversión pública; la locura juega con la sabiduría, y, con horrible ingratitud,
habiendo llorado sobre Jerusalén, ven a Jerusalén reír sobre mi adorable persona. Sólo hay
un Dios, como dice el profeta, que puede saber y comprender lo que he tenido que devorar
con oprobios y ultrajes en medio de esta horrible y larga noche, más espesa aún por la
oscuridad que envolvía a los judíos que por su propia oscuridad. Y en medio de toda esta
violencia contra mí, no se me oyó quejarme, ni se escuchó mi voz, ni siquiera intenté esquivar
los golpes con el menor movimiento. Faciem meam non averti31.
El alma penitente. -Perdóname, oh Dios, por todos los males que he cometido contra Ti. Ay,
¿cuántas veces te he ocultado mi rostro para poder pecar más libremente? ¿Cuántas veces he
deseado que no me vieras, para poder seguir mis inclinaciones sin freno? Ten piedad de mi
extrema miseria, oh Dios, recuerda que tus ojos, sobre los que se había echado un velo, no se
cerraron para Pedro, que renegó de ti en esta dolorosa circunstancia: una sola mirada tuya
atravesó su corazón, y derramó una luz que le hizo conocer y llorar su pecado. Oh Dios de
mi alma, mírame con estos mismos ojos, y penetra mi corazón con los rayos que salen de tu
rostro, para que, conociendo el miserable estado en que me encuentro, deplore toda mi vida,
como tu apóstol, la desgracia de haberte ofendido.

EN EL OFERTORIO
JESÚS COMPARADO CON BARRABÁS
Jesucristo. Los judíos me prefirieron a Barrabás, jefe de una banda de sediciosos, mientras
que yo soy el príncipe de la paz; a Barrabás, que roba a sus hermanos, mientras que yo hago
el bien a mis enemigos; a Barrabás, que quita la vida a los vivos mientras se la devuelve a
los muertos. Así me han confundido con los malvados e incluso me han dado preferencia.
El alma penitente. -Más culpable que los judíos deicidas, ¡cuántas veces, oh mi divino
Salvador, he preferido a Ti las cosas más bajas del mundo sin enfado, sin prestar alguna
importancia sólo por el placer que allí encontraba! Te abandoné, oh Dios de mi alma, por
vanidad y por mentira. Estaba tan ciego que prefería probar las vanas dulzuras de las criaturas
que poseerte a ti, oh belleza eterna.

31
Isaias L,6.

39
¿Cuántas veces, Dios mío, ¿te he despreciado para buscar las cosas más despreciables?
¿Cuántas veces he sofocado tu Espíritu divino para hacer lo que me sugería el espíritu de las
tinieblas? Tú querías vivir y reinar en mi corazón, oh mi soberano bien, y yo quería que allí
reinara el pecado. Así te cambié por la muerte, oh verdadera vida de mi alma: preferí la
ignorancia y la ceguera del mundo a ti, oh sabiduría eterna; Te dejé para caminar en tinieblas,
oh luz divina; resistí al espíritu para tentar a mi carne. Que la misma misericordia que te
obligó a sufrir por mí, te haga partícipe de mis miserias. Que desde este momento empiece a
odiar lo que he amado, y que sólo te ame a ti; porque me has hecho para ti, oh Dios mío, y
nunca encontraré el verdadero descanso sino en ti.

EN EL PREFACIO
JESÚS FLAGELADO Y CORONADO DE ESPINAS
Jesucristo. Pilato se vio obligado a reconocer mi inocencia; sin embargo, para no disgustar a
los judíos, me condena a una cruel flagelación. Verdugos inhumanos me despojan de mis
ropas sin respeto; me atan fuertemente a la columna; desatan sobre mí toda su furia; se cansan
de golpearme, y en lugar de los cuarenta golpes prescritos por la ley, me dan más de cinco
mil. Toda mi carne se cae a pedazos, todo mi cuerpo es una gran herida: como un leproso de
pies a cabeza, no queda nada sano en mí. Para insultar mi condición de Rey, me echan sobre
los hombros unos viejos harapos de púrpura; y mientras que se coronan con flores a las
víctimas más toscas(groseras)32, espinas entrelazadas forman mi diadema y, penetrando en
mi cabeza, me causan un dolor intolerable.
El alma penitente. -Jesús, vida de mi alma y remedio soberano de todas mis heridas, ¿por qué
eres tan cruel contigo mismo y tan misericordioso conmigo? ¿No era yo, inocente Cordero,
quien debía ser azotado, puesto que fui yo quien pecó? Te he ofendido con todo mi cuerpo y
con todos mis sentidos; los he sometido al desorden de mi corazón, al mundo y al demonio.
Me ofrezco a ti, Jesús; permíteme estar atado a esta columna en tu lugar, o al menos compartir
contigo los golpes que recibas. Estás lleno de misericordia e indulgencia para mí, y sólo
tienes rigor y severidad para ti. Abandonas tu cuerpo a toda la crueldad de tus enemigos, que
lo despedazan sin piedad y sin medida; pero cuando, para devolverme a ti, me castigas, oh
Padre lleno de ternura, todos tus golpes están contados, tus castigos son medidos y siempre
proporcionados a mi debilidad; incluso los acompañas de tu gracia, para que los sufra con
menos pena y con más mérito. ¿Cómo, después de eso, puedo seguir consintiendo en
quejarme?
Te adoro, sangre purísima y santa, permaneceré pegado a tus pies, Señor, hasta que me hayas
lavado en esta sangre adorable. Dijiste a San Pedro: Si no te lavo, no tendrás parte conmigo.

32Nota de la traducción castellana: por oposición los verdugos de Jesús son coronados de flores mientras a Él lo coronan
de espinas.

40
Ah, Señor, esta es mi cabeza, estas son mis manos, este es mi deseo, esta es mi voluntad, este
es mi entendimiento, estas son mis obras, estos son mis pensamientos, estos son mis afectos:
lávalo todo, porque todo está contaminado; límpialo todo, porque todo está corrompido;
cúralo todo, porque todo está enfermo.
Te adoro, oh divino Jesús, te alabo, te bendigo, te doy mil gracias por el amor que me
demuestras. Que estos miserables digan y hagan lo que quieran, pero tú serás el verdadero
Rey del cielo y de la tierra, y yo usaré para adorarte las mismas palabras que ellos usan para
insultarte: Salve, oh Rey de los judíos; Salve, oh Rey del cielo y de la tierra; Salve, oh Rey
de las almas: tú eres mi Dios, mi Señor y mi Rey. El cielo y la tierra se llenan de tu gloria y
majestad, y los querubines, extasiados, no cesan de repetir con amor: Santo, santo, santo, el
Dios de los ejércitos; bendito y glorificado sea por los siglos de los siglos. Que así sea.

EN EL CANON
JESÚS CARGADO CON SU CRUZ
Jesucristo. Aquí estoy al fin, cargado con mi cruz, por la que he suspirado largo tiempo; pero,
agotado por la gran cantidad de sangre que he derramado, mis agotadas fuerzas no bastarán
para el peso que me abruma. Mis verdugos me golpean con maldiciones para reanimarme;
pero sin una pronta ayuda, no hay esperanza de que pueda llegar al lugar fatal donde los
judíos tanto desean verme. Es crueldad, no compasión, lo que piensan ayudarme; no quieren
que escape a una muerte mil veces más cruel e ignominiosa: el odio de mis perseguidores no
se vería satisfecho y colmado, si no fueran testigos de la vergüenza de mi crucifixión. Gime
por tus frecuentes recaídas en el pecado; mira las cruces con las que te cargo como favores
preciosos, y llévalas después de mí con alegría, con espíritu de penitencia.
El alma penitente. -Te abrazo, oh santa cruz consagrada por el sudor y la sangre de mi
Salvador; tú serás en el futuro mi refugio, mi luz, mi conocimiento y toda mi sabiduría. Oh
Jesús, mi Salvador y mi Rey, mi vida y mi sumo bien, dame que te siga, llevando mi cruz
todos los días de mi vida. Te ofrezco mi cuerpo y mi alma, mi corazón y mi mente. Me
entrego a ti sin reservas, y lo que te pido es compartir contigo tu cruz y tus dolores. Quiero
seguirte e imitarte; prefiero ser crucificado contigo que saborear todas las delicias del mundo
sin ti. Aunque la carne se queje, no prestes atención a sus quejas, Señor, y no la perdones:
sólo apoya mi debilidad para que pueda llevar la cruz con la que me cargará tu mano maternal
y de la que no quiero librarme jamás. Que así sea.

41
EN LA ELEVACIÓN
JESÚS EN LA CRUZ
Jesucristo. -Aquí estoy por fin en el monte del Calvario; mi túnica está de nuevo desgarrada,
pegada a mi cuerpo ensangrentado. Los verdugos me ponen en la cruz; clavan grandes clavos
en mis manos, que nunca se abrían sino para derramar bendiciones, en mis pies, que tantas
veces corrían tras las ovejas perdidas de la casa de Israel; me fijan inmóvil en aquel madero
infame. Levantan la cruz, la sacuden sin piedad, la derriban; yo permanezco suspendido entre
el cielo y la tierra. ¡Qué situación tan horrible! Si hago un esfuerzo para sostenerme, todo se
reduce a las heridas de mis pies; todo se reduce a las heridas de mis manos, si me dejo llevar
por mi propio peso. Si me apoyo en la cruz, las espinas que me coronan se hacen más
profundas; si me apoyo en los brazos, las espinas me traspasan y me desgarran de nuevo; no
puedo sostenerme ni apoyarme en ella sin sufrir mil tormentos. Y, para que nada falte a mi
dolor, mis ojos moribundos se encuentran con María, mi Madre, de pie al pie de mi cruz,
sumergida en un mar de amargura. Ah, sólo mi corazón y el suyo pueden comprender cuánto
han aumentado mis angustias con esta circunstancia.
El alma penitente. -Aquí estás, levantado en la cruz, colocado entre el cielo y la tierra,
expuesto a los ojos del mundo entero. Te adoro, oh Hijo del Dios vivo, oh Dios de mi corazón,
oh amor de mi alma. Te adoro, oh árbol de la vida, lleno de todos los frutos de la gracia y de
la gloria. Te adoro, oh manos divinas, que han creado el cielo y la tierra, que acogiste a los
pecadores, que sostuviste a todos los que se apoyaron en ti. Por estar unido a la cruz, no
pierdes tu fuerza y aumentas mi confianza. Te adoro, oh pies santos, que tantas veces te has
fatigado buscándome, y que has llevado al Salvador hasta la cruz, donde estás clavado por
mi causa. Corrige los pasos criminales que he dado hasta ahora, rectifica mis caminos,
sácame del error y devuélveme al camino de la verdad.
Ata mis pies con los tuyos, Señor, para que no corra más tras la vanidad. Ata a tus pies todos
los deseos y afectos de mi alma, para que ya no siga otros caminos que los que tú me has
marcado. Que esta sangre preciosa que mana de tus manos y de tus pies caiga sobre mí; que
me comunique su virtud, que me purifique, que me cambie y me transforme en ti. Sepárame
de la tierra, levántame contigo, mientras se levanta tu cruz. No permitas que la abandone
hasta que hayas realizado en mí todo lo que me enseñas a través de ella, para que, muerto a
mí mismo y lleno de tu amor, no tenga más voluntad que la tuya.
Oh purísima Madre de Dios, por el dolor que sintió tu corazón al oír los martillazos que
traspasaban las manos y los pies de tu único Hijo, alcánzame la gracia de ser fiel compañera
de su cruz toda mi vida, Así sea.

42
EN EL PADRE NUESTRO
JESÚS MURIENDO SOBRE LA CRUZ
Jesucristo. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Ah, te suplico, por la extrema
indigencia a la que estoy reducido, que nunca abandones a ninguno de los que serán afligidos
por tus órdenes. Recíbelos a todos, oh Dios mío, protégelos, fortalécelos y hazles comprender
que nunca un alma es más agradable a tus ojos, más cercana o más digna de ti, que cuando
parece que la has abandonado por completo. Padre, perdona a los que me crucifican, porque
no saben lo que hacen. Oh Dios mío, me devora la sed de su salvación; de su salvación; de
buena gana consentiría en sufrir de nuevo todos los tormentos de mi pasión para obtener la
conversión de uno de ellos. Y vosotros, hijos míos, conoced a María, vuestra Madre; yo os
sustituyo en todos mis derechos con ella. Si su vientre no te llevó, su corazón te está dando a
luz ahora; te ha amado más que a la vida de su único Hijo, y si algo pudiera igualar mi ternura
por ti, sería la suya. Padre, pongo mi espíritu en tus manos.
El alma penitente. - Oh buen Pastor, ésta es la hora en que, según tu palabra, das la vida por
tu rebaño. Dijiste que el mayor signo de amor era morir por los que amas; pero ¿es necesario
que mueras por esto? Vive, oh verdadero amigo de mi alma; ya me has dado demasiadas
pruebas de tu amor, y para convencerme de ello no necesito tu muerte. ¿Cómo puedo
permanecer sin ti, oh mi único consuelo? Si estás resuelto a sufrir la agonía y a sostener esta
última lucha, oh, baja de la cruz, ven a mis brazos donde morirás más suavemente. Entonces
me darás tu última bendición antes de dejarme; entonces te llevarás mi corazón contigo, o
dejarás tu espíritu conmigo; te cerraré los ojos y moriré de amor por ti, después de haberte
visto morir de amor por mí. Oh Padre misericordioso, oh amante esposo de mi alma, oh fiel
compañero de mis dolores, tú quieres morir, oh Salvador mío, y yo no puedo oponerme a lo
que tú quieres; al menos no me abandones al morir, ya que mueres por mí. Después de
haberme dado, por tu misericordia, tu augusta Madre, aún te pido, antes de que me dejes, tu
cruz para consolarme en tu ausencia, tu amor para suspirar incesantemente por ti, y una fuente
de lágrimas para llorar noche y día la desgracia de haberte ofendido.

AL FINAL DE LA MISA
JESÚS ES SEPULTADO
María. ¡Qué espada de dolor desgarró mi alma de madre cuando recibí en mis brazos el
cuerpo sin vida de mi Hijo único, cuando vi aquel rostro adorable, que es la gloria y la
felicidad de los ángeles en el cielo, todo cubierto de sangre y saliva, irreconocible para
cualquiera que no fuera el ojo de una madre, y aquellas manos divinas, que tantas veces me
habían prodigado caricias, todas desgarradas por los clavos! Mi dolor aumentó aún más
cuando me vi obligada a separarme de sus preciosos restos, mil veces más queridos que mi
vida.

43
El alma penitente. Oh tierna Madre mía, fui yo quien ensangrentó y mató a tu divino Hijo;
fui yo, infeliz, quien atravesó tu corazón con la espada del dolor. Oh, por estas llagas y por
esta sangre, por tu pasión y por tus lágrimas, te suplico, oh María, que seas mi protectora y
mi abogada; ruega por mí y por todos los pecadores que son como yo, para que no hagamos
inútil tanto y tan precioso sufrimiento. Hazme digno de ser llamado hijo tuyo, después de
haber tenido la desgracia de no merecer otro título que el de verdugo de Jesús, tu amado y
divino Hijo. Hazme digno de ser llamado hijo tuyo, después de haber tenido la desgracia de
no merecer otro título que el de verdugo de Jesús, tu Hijo amoroso y divino. Haz que mi
ingratitud se transforme en amor, y que no sepa amar nada en el mundo sino a Jesús y a
María.

DESPUÉS DE LA MISA
Recibe, Oh Santa Trinidad, el sacrificio del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo,
que he ofrecido a tu divina majestad en memoria de su pasión y muerte. Que los méritos
infinitos de Jesucristo borren mis faltas y cualquier negligencia que haya podido cometer
durante la celebración de estos santos misterios. Que este adorable sacrificio, oh Jesús,
produzca en mí efectos dignos de su excelencia y me haga semejante a ti por una vida santa.

VÍA CRUCIS
o
EJERCICIO DE GLORIFICACIÓN

A LA DIVINIDAD DE N.S.J.C.

Para honrar todos los dolores y humillaciones de su Faz adorable.

ORACIONES PREPARATORIAS
¡Oh Faz adorable de Jesús mi Salvador y mi Dios! Aquí estoy humildemente postrado en tu
divina presencia para adorarte y acompañarte en espíritu en toda la ignominia de tu dolorosa
Pasión.
¡Oh dulce Rostro de mi Salvador! déjame abrirme paso entre la multitud para seguirte, para
considerar, en la amargura de mi corazón desolado, todo lo que tu amor por nosotros te ha
hecho soportar. Hoy, cuando la ingratitud de los hombres te cubre de nuevas vergüenzas y te
asesta nuevos golpes, ¡que mi presencia te consuele de tantas amarguras! ¡Penetra mi corazón
con la unción de tu gracia para que nunca se aparte de la meditación de este misterio, y ya
que tus lágrimas, escapando de tus divinos ojos, se derraman sobre tus verdugos y sobre la
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tierra ya enrojecida con tu sangre, ¡ah! deja que una de ellas caiga sobre mi corazón para
purificarlo y renovarlo! Con la esperanza de merecer esta gracia, gritaré todos los días de mi
vida:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.


PRIMERA ESTACIÓN

v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.


R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús es condenado a muerte


¡Oh FAZ adorable de Jesús Salvador y Dios mío! Anonada en tu divina presencia y te adoro
con los Ángeles que son testigos afligidos de tus humillaciones. Tú, obra maestra de las
manos del Todopoderoso, tú en quien se refleja la expresión de la Divinidad que habita en
Jesús, ¿en qué estado te dejas reducir por nuestro amor?
Que yo siga tu ejemplo, oh rostro amado, y, para hacerme semejante a ti, abrace con alegría
todas las humillaciones y pruebas que te plazca enviarme, para que un día pueda ir al cielo a
compartir contigo tus triunfos y tu gloria. Con esta esperanza gritaré todos los días de mi
vida:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.

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SEGUNDA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús carga con su cruz


¡Oh FAZ adorable de Jesús mi Salvador y mi Dios! ¿en qué estado te veo reducido por mi
amor? Tú, a quien los ángeles no pueden mirar sin cubrirse el rostro, eres entregada en este
momento a toda la ignominia del dolor y la vergüenza. Tu mirada, velada por las lágrimas y
oscurecida por la sangre, se posa tristemente en la cruz que te presentan tus verdugos; luego
te inclinas hacia ella y tu boca sagrada le da el beso de amor y de reconciliación para la
humanidad sublevada.
En adelante, oh Rostro adorable, permaneceré tranquilo y sumiso en presencia de las pruebas,
y cuando la cruz me parezca demasiado pesada, me la llevaré a los labios con amor, la besaré
con reverencia y gritaré:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.

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TERCERA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús cae por primera vez


¡Oh FAZ adorable de Jesús mi Salvador y mi Dios! ¿Hasta qué exceso llevas tu amor por los
hombres? Caes, y en tu caída te inclinas sobre la tierra, que pareces querer fertilizar regándola
más de cerca con tus lágrimas y tu sangre.
Ah, déjame esperar que después de mis recaídas en el pecado, te inclines más cerca de mi
alma para reanimarla con la esperanza de un nuevo perdón. Lleno de confianza en tu
misericordia, clamaré todos los días de mi vida:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.


CUARTA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús se encuentra con su Santísima Madre


¡Oh FAZ adorable de Jesús mi Salvador y mi Dios! ¡cuál fue la aflicción que se extendió por
tus sagradas facciones cuando, en medio de la multitud que te seguía, tu mirada se encontró

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con la de tu madre! Ah, ¿quién nos lo dirá, oh rostro bendito, ¿quién nos dirá el misterioso
lenguaje que se intercambiaron en aquel momento la madre desolada y el hijo afligido?
Que camine con valor en la voz del sacrificio, siguiendo tu ejemplo, ¡oh rostro amado! Mi
debilidad temblará sin duda; pero entonces recordaré la mirada intercambiada en aquella hora
solemne entre el hijo y la madre, y gritaré con todo el acento de la fe:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.


QUINTA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús recibe ayuda del Cirineo


Oh FAZ adorable de Jesús, mi Salvador y mi Dios, ¡qué irreconocible te has vuelto! ¡Parece
como si la vida fuera a escaparse de tus benditos labios! Ah, cómo he estado en el Calvario
en el lugar del Cirineo... Con qué amor he ofrecido mis débiles hombros para soportar el peso
de tu cruz y permitir que tus sentidos se recuperen.
Quiero al menos, oh Rostro sagrado, en nuestro triste tiempo en que las blasfemias que se
extienden por el mundo renuevan la ignominia de tu Pasión, quiero, redoblando la fe y el
amor, sostener tu cruz, aligerar tus penas y merecer mi perdón. Para obtener esta gracia,
clamaré todos los días de mi vida:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)

48
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.


SEXTA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

El rostro de Jesús es limpiado por Santa Verónica


¡Oh FAZ adorable de Jesús mi Salvador y mi Dios! ¡Te amo y te adoro con tanto más amor
y respeto cuanto más irreconocible te has vuelto! ¡Oh Rostro de Cristo-Dios! ¿Por qué no
miras al cielo y todos los coros de ángeles acudirán a la tierra para destruir a tus verdugos y
disipar tu dolor? Pero un ángel terrenal avanza hacia ti: el amor y la adoración prevalecen en
su corazón, y allí está ella, esta noble hija de Israel, postrada en tu divina presencia y
extendiendo hacia ti su velo para limpiar tus rasgos desfigurados.
¡Oh amado ROSTRO! permite que, como Verónica, no tema ni la murmuración ni el
desprecio. ¡Ah! con tal de que te alcance, ¡oh rostro bendito! y que enjugue una sola lágrima
de tus ojos, no me importan ni el sarcasmo del mundo ni la sonrisa del infierno. Para merecer
esta gracia, clamaré todos los días de mi vida:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.

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R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.


SÉPTIMA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús cae por segunda vez


Oh FAZ adorable de Jesús mi Salvador y mi Dios, ¿qué alivio no sentiste después de la ayuda
que acababas de recibir? Pero, ¡oh, crueldad sin parangón hasta ahora! Ahora el infierno
tiembla de rabia y quiere vengar su derrota. Tus verdugos, excitados por un soplo infernal,
se lanzan sobre ti, ¡oh amado ROSTRO, golpeándote y atravesándote a golpes! Sucumbes
bajo la violencia de tanto dolor, y por segunda vez, en una caída precipitada, yaces en el
suelo.
¡Ah! cuando la debilidad humana me haga andar de falta en falta, recordaré que todas tus
caídas, oh adorable Faz, me han servido de estímulo para levantarme de nuevo, y para que el
infierno no triunfe sobre mis debilidades, gritaré con confianza:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.

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OCTAVA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús consuela a las hijas de Jerusalén


¡Oh FAZ adorable de Jesús, mi Salvador y mi Dios! ¡Se necesitó toda la plenitud de la
divinidad que habitaba en tu naturaleza humana para soportar las pruebas de todo tipo que se
multiplicaron sin cesar para ti en el doloroso camino del Calvario! ¿Quién puede hablarnos
de tus sufrimientos en esta hora en que toda obra para aumentarlos? Pues si el dolor de las
hijas de Jerusalén era un consuelo para ti, ¡verlas te recordaba el crimen de su patria deicida!
Yo, al menos, al seguirte, oh Rostro adorable, no quiero renovar tus penas recordando las
blasfemias de nuestra triste época: al contrario, quiero suavizarlas recordando tus
misericordias, y por esto, exclamaré todos los días de mi vida:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.

51

NOVENA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús cae por tercera vez


Oh FAZ adorable de Jesús mi Salvador y mi Dios, ¿a dónde vas, o mejor dicho, a dónde te
arrastra la pérfida furia de tus verdugos? ¡Los bárbaros! ¡Su odio no estará satisfecho hasta
que hayan visto escapar tu último aliento en un abrazo final de agonía! El aire resuena con
mil blasfemias como para invitar al infierno al deicidio del Gólgota. Abrumado por el dolor,
agotado por la fatiga, te inclinas, ¡oh rostro bendito! y, por tercera vez, tus sagrados rasgos
se imprimen en la tierra. ¡Oh rostro amado! la contemplación de tus dolores basta para
hacernos comprender el horror del pecado! ¡Ah! inclínate una vez más ante el mundo deicida
de nuestro siglo; ¡imprime tus rasgos divinos en su orgullosa frente y sálvalo! Con la
esperanza de presenciar algún día este triunfo de tu Divinidad, clamaré sin cesar:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.

52

DÉCIMA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús es despojado de sus vestiduras


Oh FAZ adorable de Jesús, mi Salvador y mi Dios, ¿en qué estado te contemplo en este
momento en que has llegado al lugar de tu suplicio? Tus mismos verdugos parecen temer ver
exhalar de tus labios benditos el último aliento de vida que aún vaga por tus facciones
abatidas: ¡pues verían a la más dulce de las víctimas arrasada por su odio satánico!
Impulsados por un soplo infernal, te hacen presenciar el más sacrílego de los atentados
cometidos contra la humanidad del Salvador.
¡Oh divino ROSTRO! ¿No tienes en nuestra triste época, tu mirada incesantemente herida
por las profanaciones de todo tipo que la humanidad sublevada comete en tu presencia? Para
mí, es bajo la sombra de esta mirada bendita que quiero caminar todos los días de mi vida, y,
para merecer esta gracia, exclamaré sin cesar:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.

53

UNDÉCIMA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús es clavado en la cruz


¡Oh FAZ adorable de Jesús, mi Salvador y mi Dios! ¡Todo es sufrimiento y pena para ti en
esta hora de supremo sacrificio! ¡Oh ROSTRO de Jesús! ¡Por qué no dejas aparecer un solo
rayo de tu Divinidad y tus asesinos, postrados en tu divina presencia, se convertirían en tus
adoradores y en tus discípulos! ¡El infierno giraría sobre sí mismo para hundirse en terrores
insondables!
Ay, ¿es necesario que un eco del Calvario haya resonado en nuestro triste siglo para hacerle
formular la odiosa blasfemia que ataca tu Divinidad? Ah, esta Divinidad que mora en ti, la
atestiguo con todo mi corazón, y para atestiguarla, gritaré todos los días:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.

54

DUODÉCIMA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús muere en la cruz


¡Oh FAZ adorable de Jesús mi Salvador y mi Dios! ¡Déjame elevar mi mirada a la cumbre
de la Cruz para descubrir tus sagrados rasgos y adorarlos con reverencia! ¡Ay, la muerte ya
ha extendido su lúgubre velo sobre ti, oh rostro amado, y estás pálido, frío e inmóvil! El odio
de los judíos queda así satisfecho, el deicidio consumado, ¡el amor divino satisfecho! ¡Todo
está consumado! gritas, y de tus labios benditos se escapa, con tu último aliento, ¡el último
rescate del pecado!
Oh misterio inefable del amor de Dios por sus criaturas, ¿cómo no triunfarás al fin sobre la
insensibilidad de nuestros corazones? Por mi parte, quiero esforzarme por tenerte
constantemente presente en mi mente y en mi corazón, y para obtener esta gracia, clamaré
todos los días de mi vida:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.

55

DECIMOTERCERA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

Jesús bajó de la cruz y entregó a su santa Madre


¡Oh FAZ adorable de Jesús, mi Salvador y mi Dios! ¡Hicieron falta nada menos que las
humillaciones de tu dolorosa Pasión y el misterio de tu muerte para revelar al mundo hasta
qué exceso de amor amaste a tus criaturas! ¡Oh ROSTRO del más bello de los hombres! ¡Así
te trataron aquellos a quienes viniste a salvar! ¿En qué estado te contemplo en este momento
que, sin vida e inmóvil, cubierto de heridas y magulladuras, bañado en lágrimas y sangre,
descansas en los brazos y sobre el corazón de tu divina madre?
¡Oh la más desolada de todas las Madres! déjame unirme a tus penas; déjame mezclar mis
lágrimas con tus lágrimas, mi amor con tu amor, ¡para que yo también pueda ofrecer a este
divino ROSTRO un bálsamo que lave sus heridas! Oh, no quiero dejar la contemplación de
esta escena de dolor y de amor, y para merecer participar de las gracias de este misterio,
gritaré todos los días de mi vida:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.


DECIMOCUARTA ESTACIÓN
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.

56
Jesús es depositado en el sepulcro
¡Oh FAZ adorable de Jesús mi Salvador y mi Dios! ¡Es en el silencio y el horror de un
sepulcro donde debemos buscarte en este momento! Oh tú, verdadero Sol de Justicia, cuyo
resplandor ilumina los cielos, alegra a los ángeles, ¡transforma a los santos! tú, ¡esplendor
eterno del Padre! aquí estás, ¡confiado al silencio de una tumba! Ah, quisiera ofrecerte mi
corazón como un sepulcro nuevo y más digno, para poseerte sólo a ti.
¡Oh víctima de tu amor por tus criaturas! ¡Oh rostro amado de mi Salvador! ¡entra, entra en
mi corazón tan miserable y tan pequeño! Quédate allí, no ya tres días como en el sepulcro,
sino todo el tiempo necesario para preparar a este pobre corazón el triunfo de una resurrección
gloriosa a tu gracia y a tu amor, para que al final de mis días, antes de que yo también sea
confiado al silencio de la tumba, pueda, con mis labios fríos y helados, gritar con todo el
acento de la fe, de la esperanza y del amor:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)
Padre nuestro, etc. Ave María, etc.
Gloria al Padre, etc.
v. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Ten piedad de nosotros.
v. Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
R. Que así sea.
Oh Santa Madre, imprime profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado.

DE VUELTA AL ALTAR
v. Te adoramos, oh Jesús, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz has redimido al mundo.
¡Oh FAZ adorable de Jesús, mi Salvador y mi Dios! Después de haberte acompañado en el
doloroso camino del Calvario, y de haber contado cada una de tus ignominias y dolores,
¡siento que mi corazón ya no puede desprenderse de la meditación de este misterio! Quisiera
dedicar mi vida a reparar tantos ultrajes, haciendo de cada uno de mis pensamientos, palabras
y acciones un acto de glorificación a tu Divinidad. Aunque soy la más pequeña y débil de tus
criaturas, recuerda, ¡oh dulce Rostro de mi Redentor! que tu sangre fue derramada en

57
expiación de mis pecados, que tus lágrimas fluyeron en previsión de mis infidelidades, y ten
piedad de mí, penetrado por ti de amor y gratitud al pensar en todo lo que has sufrido por mí,
me aplicaré todos los días de mi vida a caminar en tu divina presencia, y para merecer esta
gracia, exclamaré sin cesar:
Señor, derrama sobre tu siervo la luz de tu ROSTRO, y sálvame en tu misericordia (Sal. XXX,
17.)

ENMIENDA HORABLE A LA SANTÍSIMA FAZ DE NUESTRO


SEÑOR

EN REPARACIÓN POR LA BLASFEMIA, LA PROFANACIÓN DEL DOMINGO Y


OTROS DELITOS DE IMPIEDAD CONTRA DIOS Y LA IGLESIA
Santísima y adorable Faz del Salvador, humildemente postrados en tu presencia, venimos,
ante todo, en solemne acto de fe y piedad, a rendirte el homenaje de veneración, alabanza y
amor que te es debido. Entonces queremos ofrecerte honrosa reparación y pública reparación
por los pecados de blasfemia y sacrilegio de que son culpables los impíos contra la divina
Majestad y que renuevan para ti, oh Faz amada, la ignominia y el dolor de la Pasión.
Asistimos con temor y profundo dolor a estos monstruosos atentados, que sólo pueden traer
sobre nosotros la maldición y el castigo de la justicia soberana. Los impíos tienen rencor
contra todo lo que es religioso y sagrado. Pero es sobre todo a la divinidad de Cristo, Hijo de
Dios vivo, al Verbo encarnado, a Su augusto Rostro, a Su Cruz, a la imagen del Crucifijo, a
lo que atacan con mayor furia; los escupitajos y bofetadas de los judíos se renuevan por los
insultos que su odio se atreve en modo alguno a infligirte a Ti, oh Rostro lleno de
mansedumbre y amor.
¡Perdón, mil perdones por todos estos crímenes! ¡Que te compensemos por ellos con nuestras
humildes súplicas y el fervor de nuestro homenaje! Pero, culpables y pecadores como somos,
¿qué podemos ofrecer al Padre eterno para aplacar su justa ira, sino a ti, oh Faz dolorosa, que
te dignaste hacerte nuestro abogado y nuestra víctima? Suplid lo que nos falta con vuestras
satisfacciones y méritos.
Padre celestial, te rogamos, "mira el Rostro de tu Cristo. Mira las heridas que la desfiguran,
las lágrimas que escapan de sus ojos apagados, el sudor con que está inundada, la sangre que
corre en largos torrentes por sus mejillas profanadas y magulladas. Ved también su invencible
paciencia, su inalterable mansedumbre, su infinita ternura y su misericordiosa bondad para
con el pecador. Este Rostro santo se vuelve hacia ti y, antes de exhalar su último suspiro,
amorosamente inclinado sobre la cruz, te implora en nombre de quienes lo maldicen y lo
insultan, Oh Padre, escucha este grito suplicante: déjate conmover, ten piedad de nosotros y

58
perdona. Por último, que los enemigos de tu nombre huyan y desaparezcan ante este Rostro
divino, igualmente formidable y poderoso: que se conviertan y vivan.
Que el Nombre del Señor sea glorificado durante todos los siglos.
¡Que el santo Día del Señor sea santificado por todos los hombres!
¡Que el la Santa Faz de Jesús sea amada por todos los corazones!
Que la santa Iglesia, nuestra Madre, sea exaltada por todo el mundo.
¡Que nuestro Santo Padre el Papa, Vicario de Jesucristo, ¡sea venerado por todos los pueblos!
San Pedro, Príncipe de los Apóstoles, ruega por nosotros.
Señor, ¡muéstranos tu Rostro y seremos salvos!
¡Que así sea!

Oraciones del Sr. Dupont


Oh JESÚS! Salvador, la vista de tu santísimo Rostro desfigurado por el dolor, a la vista de
tu sagrado Corazón tan lleno de amor, grito con San Agustín: Señor JESÚS, imprime tus
sagradas llagas en mi corazón, para que pueda leer allí tu dolor y tu amor a la vez: tu dolor,
para que sufra todo dolor por ti; tu amor, para que desprecie todo otro amor por ti.
Señor Jesús, al presentarnos ante tu adorable Rostro para pedirte las gracias que necesitamos,
te suplicamos, ante todo, que nos pongas en la disposición interior de no negarte nunca nada
de lo que nos pides cada día, ni siquiera por tus santos mandamientos, por tus divinas
inspiraciones.
¡Que así sea!
Oh buen Jesús, que dijiste: "Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá",
concédenos esa fe que todo lo obtiene, o bien suple todo lo que nos falta de fe; concédenos,
por puro efecto de tu caridad y para tu gloria eterna, las gracias que necesitamos y que
esperamos de tu infinita misericordia
Que así sea.
Otras oraciones del Sr. Dupont
Sednos propicio, oh Dios, y no rechaces nuestras oraciones cuando, en medio de nuestras
aflicciones, invocamos tu santo Nombre y buscamos tu Rostro adorable con amor y
confianza.
Que así sea.

59
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, y te suplicamos que grabes en nuestros
corazones sentimientos de amor y gratitud, poniendo en nuestros labios himnos de acción de
gracias a tu alabanza eterna.
Que así sea.

Oración o Letanías de la humildad


(Cardenal Merry del Val.)33

Señor, ten piedad de mí;


Oh Jesús, manso y humilde de corazón, escúchame;
Oh Jesús, manso y humilde de corazón, escúchame;
Del deseo de ser estimado, líbrame, Jesús;
de ser amado, líbrame, Jesús;
de sr buscado, líbrame, Jesús;
de ser alabado, líbrame, Jesús;
de ser honrado, líbrame, Jesús;
de ser preferido, líbrame, Jesús;
de ser consultado, líbrame, Jesús;
de ser aprobado, líbrame, Jesús;
de ser exaltado, líbrame, Jesús;
del miedo a ser humillado, líbrame, Jesús;
del miedo a ser despreciado, líbrame, Jesús;
del miedo a ser rechazado, líbrame, Jesús;
del miedo a ser calumniado, líbrame, Jesús;
del miedo a ser olvidado, líbrame, Jesús;
del miedo a ser escarnecido, líbrame, Jesús;
del miedo a ser despreciado, líbrame, Jesús;
del miedo a ser injuriado, líbrame, Jesús;

33
Rafael Merry del Val y Zulueta (Londres, 10 de octubre de 1865-Roma, 26 de febrero de 1930) fue un
obispo y cardenal español, secretario de Estado de la Santa Sede con el papa Pío X.

60
Oh María, madre de los humildes, rogad por mí.
San José, protector de las almas humildes, rogad por mí.
San Miguel, el primero que abatió el orgullo, rogad por mí.
Todos los Justos santificados, especialmente por el espíritu de humildad, rueguen por mí.

ORACIÓN
Oh Jesús, cuya primera lección fue ésta: "Aprended de mí que soy manso y humilde de
corazón", enséñame a ser humilde de corazón como tú.
Que así sea.

Oración de Pío IX
Vuelve tu rostro hacia cada uno de nosotros, como hiciste con Verónica, no para que lo
veamos con los ojos del cuerpo, pues no lo merecemos, sino para que lo encontremos en
nuestro corazón, para que, recordándote, saquemos siempre de esta fuente de fortaleza la
fuerza que necesitamos para librar las batallas que tenemos que sostener.
Que así sea. Reza por mí.

Alabanzas al santo nombre de Dios

A JESUCRISTO Y MARÍA, EN REPARACIÓN DE LA BLASFEMIA


Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendita sea la incomparable Madre de Dios, la santísima Virgen María.
Bendita sea su santa e inmaculada Concepción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre. Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus
santos.
Indulgencia de un año cada vez; plenaria una vez al mes en las condiciones ordinarias.
(Rescriptos34 de Pío VII, 23 de julio de 1801, y de Pío IX, 8 de agosto de 1847).

34
Del lat. rescriptum 'respuesta por escrito del príncipe'. m. Decisión del papa, de un emperador o de
cualquier soberano para resolver una consulta o responder a una petición.

61
Flecha de oro

ACTO DE ALABANZA PARA LA REPARACIÓN DE LA BLASFEMIA


DEL SANTO NOMBRE DE DIOS, DICTADO POR N.S.J.C. A LA
HERMANA SAINT-PIERRE
Que el santísimo, sacratísimo, adorabilísimo, desconocidísimo e inefable Nombre de Dios
sea alabado, bendecido, amado, adorado y glorificado POR SIEMPRE, en el cielo, en la tierra
y en el infierno, por todas las criaturas salidas de las manos de Dios y por el sagrado Corazón
de Nuestro Señor Jesucristo en el santísimo Sacramento del altar.
Que así sea.
(Este acto de alabanza debe rezarse tres veces en honor de las tres personas de la Santísima
Trinidad).
Nota: Relato histórico. En los escritos de la hermana leemos: "Nuestro Señor me abrió su
corazón, y oí estas palabras: Mi Nombre es blasfemado en todas partes; hasta los niños
blasfeman. Luego me hizo oír cómo este horrible pecado hiere su Corazón divino más
dolorosamente que todos los demás; por la blasfemia, el pecador lo maldice en su cara, lo
ataca abiertamente, destruye la redención y pronuncia su propia condenación y juicio. La
blasfemia es como una flecha envenenada que hiere continuamente su Corazón; y me dijo
que quería darme una flecha de oro para herirle deliciosamente y curar las heridas de malicia
que le hacen los pecadores.
"Esta es la fórmula de alabanza que me dictó: a pesar de mi gran indignidad, para la
reparación de las blasfemias de su santo Nombre, y que me dio como una flecha de oro,
asegurándome que cada vez que la dijera heriría su corazón con una herida de amor.
- Y añadió: Ten cuidado con este favor, porque te pediré cuentas. En aquel momento me
pareció que, del Sagrado Corazón de Jesús, herido por esta flecha de oro, salían torrentes de
gracia para la conversión de los pecadores.
El Sr. Dupont, el santón de Tours, tenía una gran devoción por la Flecha de Oro y la
consideraba la base de las obras reparadoras.

62
ORACIONES Y EJERCICIOS PARA LA REPARACIÓN DE LA
BLASFEMIA Y LA IMPIEDAD

Oración al Padre Eterno


Oh Dios todopoderoso y eterno, por el Corazón de Jesús, tu divino Hijo, mi camino, mi
verdad y mi vida, me acerco a ti. Vengo, por este Corazón adorable, en unión con los santos
ángeles y todos los santos, a alabar, bendecir, adorar y glorificar tu santo nombre, despreciado
y blasfemado por tantos pecadores. Acompañando con mis deseos a los espíritus
bienaventurados, ministros de tu misericordia, doy la vuelta al mundo para buscar a todas las
almas redimidas por la sangre de tu Hijo único. Te los ofrezco todos por manos de la
Santísima Virgen y del Glorioso San José, bajo la protección de los ángeles y de todos los
santos, rogándote, en nombre y por los méritos de Jesús nuestro Salvador, que conviertas a
todos los blasfemos y profanadores del santo día del domingo, para que seamos una sola voz,
para que seamos una sola voz, una sola mente y un solo corazón al alabar, bendecir, amar,
adorar y glorificar tu santo Nombre, por la infinita alabanza y adoración del sagrado Corazón
de tu amado Hijo, órgano y delicia de la santísima Trinidad, que es la única que conoce y
adora perfectamente tu santo Nombre en espíritu y en verdad. Que así sea.

ADORACIÓN DE VEINTICUATRO PARA REPARAR LA


BLASFEMIA QUE SE HACE DURANTE LAS VEINTICUATRO
HORAS DEL DÍA.

(Se empieza con el Magníficat).


1. En unión con el Sagrado Corazón de Jesús: Venid, adoremos el adorable Nombre de
Dios, que está sobre todo nombre.
2. En unión con el Sagrado Corazón de María: Venid, adoremos el adorable Nombre de
Dios, que está sobre todo nombre.
3. En unión con el glorioso San José: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que
está sobre todo nombre.
4. En unión con San Juan Bautista: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que está
sobre todo nombre.
5. En unión con el coro de Serafines: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que
está sobre todo nombre.
6. En unión con el coro de Querubines: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que
está sobre todo nombre.

63
7. En unión con el coro de Tronos: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que está
sobre todo nombre.
8. En unión con el coro de Dominaciones: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios,
que está sobre todo nombre.
9. En unión con el coro de las Virtudes: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que
está sobre todo nombre.
10. En unión con el coro de las Potencias: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios,
que está sobre todo nombre.
11. En unión con el coro de los Principados: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios,
que está sobre todo nombre.
12. En unión con el coro de Arcángeles: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que
está sobre todo nombre.
13. En unión con el coro de los Ángeles: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que
está sobre todo nombre.
14. En unión con los siete Espíritus que están ante el trono de Dios y los veinticuatro
ancianos: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que está sobre todo nombre.
15. En unión con el coro de los Patriarcas: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios,
que está sobre todo nombre.
16. En unión con el coro de los Profetas: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que
está sobre todo nombre.
17. En unión con el coro de los Apóstoles y los cuatro Evangelistas: Venid, adoremos el
adorable Nombre de Dios, que está sobre todo nombre.
18. En unión con el coro de los Mártires: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que
está sobre todo nombre.
19. En unión con el coro de los Santos Pontífices: Venid, adoremos el adorable Nombre de
Dios, que está sobre todo nombre.
20. En unión con el coro de las Santas Confesoras: Venid, adoremos el adorable Nombre de
Dios, que está sobre todo nombre.
21. En unión con el coro de las Santas Vírgenes: Venid, adoremos el adorable Nombre de
Dios, que está sobre todo nombre.
22. En unión con el coro de las santas mujeres: Venid, adoremos el adorable Nombre de
Dios, que está sobre todo nombre.

64
23. En unión con toda la corte celestial: Venid, adoremos el adorable Nombre de Dios, que
está sobre todo nombre.
24. En unión con toda la Iglesia y en nombre de todos los hombres: Venid, adoremos el
admirable Nombre de Dios, que está sobre todo nombre, y postrémonos ante él. Lloremos
ante el Señor que nos hizo, porque él es el Señor, nuestro Dios; nosotros somos su pueblo y
las ovejas que él mismo conduce a sus pastos.

SALUTACIÓN A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


PARA REPARAR LA BLASFEMIA CONTRA SU SAGRADA
PERSONA

En unión con toda la Iglesia, por los corazones ardientes de amor de María y José, y en
nombre de todos los hombres, te saludo, te adoro y te amo, ¡oh Jesús de Nazaret, Rey de los
judíos, lleno de mansedumbre y humildad, ¡de gracia y de verdad! La misericordia y la
justicia están contigo; el amor es tu sustancia. Tú eres el Cristo, Hijo único de Dios vivo y
fruto bendito del vientre de la gloriosa Virgen María.
¡Oh Jesús! Buen Pastor, que diste la vida por tus ovejas, por todas tus sagradas llagas, tu
preciosa sangre, tus divinas lágrimas y tu amado sudor, por todos los suspiros, gemidos,
dolores, amor y méritos de los treinta y tres años de tu santa vida, encerrado en el santuario
inefable de tu amantísimo Corazón, ten piedad de nosotros, pobres y miserables pecadores;
Convierte a todos los blasfemos y profanadores del santo día del domingo, y comparte con
nosotros tus divinos méritos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Que así sea.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
(Este es un triple saludo a Nuestro Señor en honor de su vida divina, su vida gloriosa y su
vida mortal).

ASPIRACIONES

Padre eterno, te ofrezco el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo en expiación de


nuestros pecados y por las necesidades de la santa Iglesia.
Corazón amoroso de Jesús, mediador nuestro, apacigua a tu Padre y salva a los pecadores.
Poderoso Corazón de María, refugio de los pecadores, detén los dardos de la justicia divina.

65
San Miguel, ruega por nosotros. San Martín, ruega por nosotros. San Luis, ruega por
nosotros,
Oh Dios, protector nuestro, míranos y pon tus ojos en el Rostro de tu Cristo (Sal. LXXXIII,
9)

OFRENDA DE LOS MÉRITOS INFINITOS DE NUESTRO SEÑOR


JESUCRISTO A DIOS PADRE PARA APLACAR SU JUSTICIA Y
ATRAER SU MISERICORDIA

Padre eterno, mira el Rostro de tu Hijo que te ofrecemos. Este es tu Hijo amado en quien
depositas toda tu complacencia. Escucha, por favor, la voz de su sangre y de sus llagas que
piden misericordia. Padre eterno, mira la encarnación de Jesús, tu divino Hijo, y su estancia
en el seno de su divina Madre. Te los ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre
y por nuestra salvación.
Padre eterno, mira el nacimiento de Jesús en el establo de Belén y los misterios de su
santísima infancia. Nosotros te los ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre y
por nuestra salvación.
Padre Eterno, mira la vida pobre, escondida y laboriosa de Jesús en Nazaret. Nosotros te los
ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.
Padre Eterno, mira el bautismo de Jesús y su retiro de cuarenta días en el desierto. Nosotros
te los ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.
Padre Eterno, mira los viajes, vigilias, oraciones, milagros y predicaciones de Jesús. Nosotros
te los ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.
Padre eterno, mira la última cena que Jesús tuvo con sus discípulos, lavándoles los pies e
instituyendo el augusto sacramento de la Eucaristía. Nosotros te los ofrecemos por el honor
y la gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.
Padre Eterno, mira la agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos y el sudor de sangre que
cubre su cuerpo y corre hasta el suelo. Nosotros te los ofrecemos por el honor y la gloria de
tu santo nombre y por nuestra salvación.
Padre Eterno, mira los ultrajes que recibió Jesús ante sus jueces y su condena a muerte.
Nosotros te los ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.
Padre Eterno, mira a Jesús cargando su cruz y caminando hacia el lugar donde iba a ser
sacrificado. Nosotros te los ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre y por
nuestra salvación.

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Padre eterno, mira a Jesús crucificado entre dos ladrones, borracho de hiel y vinagre,
blasfemado por los judíos y muriendo para reparar tu gloria y salvar al mundo. Nosotros te
los ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.
Padre Eterno, mira las cinco llagas de Jesús. Nosotros te los ofrecemos por el honor y la
gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.
Padre Eterno, mira la sagrada cabeza de Jesús coronada de espinas. Nosotros te los ofrecemos
por el honor y la gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.
Padre Eterno, mira el Rostro adorable de Jesús, magullado por los golpes, cubierto de saliva,
polvo, sudor y sangre. Nosotros te los ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre
y por nuestra salvación.
Padre Eterno, mira el adorable cuerpo de Jesús desprendido de la cruz. Nosotros te los
ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.
Padre eterno, mira el corazón, el alma y la divinidad de Jesús, la única víctima que al morir
triunfó sobre el pecado. Nosotros te los ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre
y por nuestra salvación.
Mira, oh Padre eterno, todo lo que Jesucristo, tu Hijo único, hizo durante los treinta y tres
años de su vida mortal para realizar la obra de nuestra redención, mira todos los misterios de
esta vida santísima. Nosotros te los ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre y
por nuestra salvación.
Mira, oh Padre eterno, todos los deseos, pensamientos, palabras, obras, virtudes, perfecciones
y oraciones de Jesucristo, y todos sus sufrimientos y humillaciones. Nosotros te los
ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.
Mira, oh Padre Eterno, el pesebre y los pañales utilizados para el nacimiento de Jesús.
Nosotros te los ofrecemos por el honor y la gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.
Mira, oh Padre eterno, la cruz, los clavos, la corona de espinas, la caña, los látigos
ensangrentados, la columna, la lanza, el sepulcro, el santo sudario y todos los instrumentos
que sirvieron para la pasión de Jesús, tu divino Hijo. Nosotros te los ofrecemos por el honor
y la gloria de tu santo nombre y por nuestra salvación.

67
ASPIRACIONES AFECTUOSAS HACIA NUESTRO SEÑOR PARA
REPARAR LA BLASFEMIA DE LOS JUDÍOS

Oh Jesús, verdad y sabiduría eternas, que has sido llamado engañador y necio, te adoro y te
amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, en quien residen todos los tesoros del conocimiento divino, que fuiste considerado
un ignorante y el hijo de un carpintero, te adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, fuente de vida, que oíste a los judíos decir de ti: ¿No será que se matará, porque
les dijiste: ¿No podéis venir adonde yo voy, te adoro y te amo con todo mi corazón?
Oh Jesús, Verbo divino, que fuiste llamado endemoniado y samaritano, te adoro y te amo
con todo mi corazón.
Oh Jesús, Dios tres veces santo, que fuiste llamado pecador por los sumos sacerdotes, te
adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, modelo de sobriedad, que fuiste vituperado por tus enemigos por amar el vino y la
buena mesa, te adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, enemigo del pecado, pero lleno de misericordia para con los culpables, que fuiste
llamado amigo de los publicanos y de los pecadores, te adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, esplendor del Padre e imagen de su sustancia, a quien quisieron hacer pasar por
canalla y falso profeta, te adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, enemigo de la mentira, que oíste a los judíos poner en duda la verdad de tu palabra,
diciéndote irónicamente: No tienes cincuenta años, y has visto a Abraham, te adoro y te amo
con todo mi corazón.
Oh Jesús, Dios todopoderoso, que, para conformarte a nuestra naturaleza, de la que estabas
revestido, quisiste esconderte y salir del templo, para no ser apedreado por tus enemigos, te
adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, Hijo único y fiel adorador del Dios vivo, que fuiste acusado por el sumo sacerdote
de blasfemia y juzgado por él digno de muerte, te adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, Rey de gloria, que, lleno de mansedumbre y humildad, te dejaste escupir, que te
cubrieran la cabeza con un velo, que te magullaran con golpes y porrazos, te adoro y te amo
con todo mi corazón.
Oh Jesús, que escudriñas los corazones y las mentes, a quien nada se oculta, y que sufriste
sin quejarte estas insolentes palabras: ¡Cristo, adivina quién te golpeó! te adoro y te amo con
todo mi corazón.

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Oh Jesús, rey pacífico, acusado de pervertir la nación, de impedir el pago de las tribus, de
levantar al pueblo y llamarte Rey y Mesías, te adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, Rey de reyes, despreciado por Herodes y su corte, y vestido de burla con una túnica
blanca como un tonto, te adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, lleno de amor, que oíste los gritos del pueblo: "Matad a éste y devolvednos a
Barrabás... ¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
Oh Jesús, Rey del cielo y de la tierra, coronado de espinas, insolentemente golpeado y tan
cruelmente ultrajado por estas palabras: Te saludamos, oh Rey de los judíos, te adoro y te
amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, bondad infinita, principio de todo ser soberano dueño del mundo, que oíste estas
palabras de muerte: Crucifícalo, crucifícalo, elimínalo: no tenemos más rey que el César, te
adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, digno de toda alabanza, que fuiste blasfemado en la cruz por los transeúntes, por
el mal ladrón, por los sumos sacerdotes, por los ancianos del pueblo, por los escribas y por
los soldados, te adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, santa víctima de los pecadores, que esperaste a que tus enemigos te dijeran: Ha
salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo, que este Cristo, Rey de Israel, baje ahora de
la cruz, para que lo veamos y creamos en él, te adoro y te amo con todo mi corazón.
Oh Jesús, lleno de amor, confianza y respeto a tu divino Padre, que fuiste herido con el mayor
dolor cuando dijeron al verte morir: Confía en Dios; si Dios lo ama, que lo libre ahora; pues
dijo: Yo soy el Hijo de Dios, te adoro y te amo con todo mi corazón.

ORACIÓN
Me compadezco amargamente, oh mi Salvador Jesucristo, del dolor que sintió tu divino
Corazón al oír las blasfemias que vomitaban tus enemigos contra ti y contra tu Padre celestial.
Pero, oh Jesús, ¡cuán grande debió ser tu aflicción al ver que, después de haber dado tu vida
y la última gota de tu sangre por la salvación de los hombres, seguirías teniendo nuevos
enemigos a lo largo de los siglos que repetirían mil veces estas blasfemias! Acepta, dulce
Jesús, el ardiente deseo que tenemos de reparar todos los insultos y desprecios que has
recibido y recibirás cada día de herejes e impíos.
¡Oh, que podamos salvarte de la cólera de los que te odian y se alzan contra ti y contra la
santa Iglesia, tu esposa sin mancha! Repite con nosotros, oh Jesús misericordioso, aquella
conmovedora oración que dirigiste a tu divino Padre antes de tu último suspiro: "Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen.

69
Te ofrecemos, en reparación de tantas ofensas que recibirás, toda la gloria, todo el honor,
toda la alabanza y todo el contento que la Santísima Virgen y San José, los ángeles, los santos
y todos los elegidos te han dado, te dan ahora y te darán siempre, durante el tiempo y en la
eternidad.
Que así sea.

ORACIÓN A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


EL VERDADERO REMITENTE DE LOS ULTRAJES HECHOS A LA
GLORIA DE SU PADRE

Oh Jesús, a la vista de los blasfemos del sagrado Nombre de Dios, te rogamos que repitas
con nosotros la oración que dirigiste a tu divino Padre, y que San Juan, tu discípulo amado,
nos ha transmitido: Padre mío glorifica tu Nombre. Entonces, oh divino Jesús, vino una voz
del cielo que decía: Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo. Que esta voz resuene aún en
la tierra, te lo suplicamos por tus sagradas llagas y por tu adorable Rostro. En cuanto a
nosotros, olvidando en este momento nuestros propios intereses para defender la gloria del
Nombre de tu Padre, nos detendremos en las tres primeras peticiones de la oración que nos
enseñaste: "Padre nuestro que estás en los cielos", que tu Nombre sea santificado; que venga
tu reino; que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Que así sea.

La bolsita o el pequeño Evangelio35


Este objeto de devoción fue compuesto por Sor San Pedro, según una comunicación
particular de Nuestro Señor. Consiste en una hoja impresa en la que se lee el Evangelio de la
Circuncisión, que es muy breve y menciona el nombre de Jesús dado al Salvador. En la misma
hoja están grabadas, en la parte superior, la imagen del divino Niño y las iniciales de su
adorable nombre, y debajo del Evangelio, unas piadosas inoculaciones aptas para despertar
la confianza en el nombre de Jesús, con esta frase:

“Cuando Jesús fue nombrado,


Satanás fue derrotado y desarmado”.

35
Lucas II, 21: Et postquam consummati sunt dies octo, ut circumcideretur puer, vocatum est nomen ejus
Jesus, quod vocatum est ab angelo priusquam in utero conciperetur. Cumplidos los ocho días para circuncidar
al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido.

70
Nuestro Señor", dice la Hermana San Pedro, "me hizo consciente de lo glorioso que era para
él celebrar su victoria con estas palabras; hacen temblar de rabia al demonio; bendecirá a las
personas que lleven sobre sí este Evangelio; las defenderá contra los ataques de Satanás.
La hoja se dobla y se encierra en un pequeño trozo de tela en el que se ha bordado una cruz
con el Sagrado Corazón; es como una medalla que se lleva puesta. No hay otra bendición
para recibirla que la que va unida al Santo Nombre de Jesús.
Esta devoción al Santo Nombre de Jesús está relacionada con la gran obra de la Reparación
de las Blasfemias y con la devoción a la Santa Faz.
Si la devoción al Santo Nombre de Jesús es una devoción de todos los fieles, no hay que
olvidar, sin embargo, que la autoridad religiosa no se ha pronunciado todavía sobre el valor
de los beneficios o favores que pueden obtener los que llevan consigo el pequeño Evangelio.

Explicaciones sobre la medalla de San Benito

La cruz de San Benito, impresa en una medalla desde los tiempos más remotos, es algo
similar en su forma a la cruz de la Santa Orden de Jerusalén, y se recomienda especialmente
por su eficacia.
Las letras en relieve, que pueden verse en la medalla e, representan otras tantas palabras
latinas
cuyo significado es el siguiente:
Entre las cuatro ramas de la Cruz, vemos primero las iniciales C. S. Entre las cuatro ramas
de la cruz figuran las iniciales C. S. P. B., que significan CRUX SANCTI PATRIS
BENEDICTI: en español: La Cruz del Santo Padre Benito.
En la línea vertical de la Cruz se lee: C. S.S.M.L., que significa: Crux SACRA SIT MIHI
LUX; en español: Que la santa Cruz sea mi luz.
En la línea horizontal de la misma Cruz, estas letras N. D. S. M. D. significa: NON DRACO
SIT MIHI DUX; en francés: Que el demonio no sea mi jefe.
En la banda de la elipse, comenzando en la parte superior y girando a la izquierda de la Cruz,
se lee: V. R. S. N. S. M. V. S. M. Q. L. I. v. B.: VADE RETRO, SATANA; NUN SUADE
MIHI VANA. SUNT MALA QUÆ LIBAS; IPS E VENEN A BIBAS. En español: Retírate
Satanás; nunca me inspires vanidades. Las cosas que derramas son malas; bebe tus propios
venenos.

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En la parte superior de la elipse, vemos en algunas medallas una Cruz +; en otras el
monograma IHS: ambos para indicar que la virtud de esta devoción depende enteramente de
la fe en Jesucristo.
Por un Breve de Benedicto XIV, fechado el 12 de marzo de 1742, se sancionó y fomentó el
uso de la Medalla con las más ricas indulgencias; pero este favor, añadido a las gracias de las
que la Medalla es ya por sí misma instrumento, requiere, para ser aplicado, la bendición
especial de un sacerdote autorizado al efecto por la Santa Sede. Los benedictinos de la
Congregación de Mont Cassin y los de la Congregación de Francia gozan de este derecho,
con la facultad de delegarlo a los sacerdotes que lo soliciten. En el mismo Breve se describen
las medallas conocidas como la Cruz de San Benito, que tienen en una cara la imagen del
Santo Patriarca y en la otra una cruz con las letras o caracteres explicados anteriormente.
La larga experiencia ha demostrado cuán útil es esta medalla para librar los cuerpos humanos,
las casas e incluso los animales de toda influencia diabólica; para curar la peste y muchas
otras enfermedades; para preservar de todo peligro de rayo; para fortalecer en las tentaciones
y preservar la pureza de la mente y del corazón (1).
(1) El modo de usar esta santa medalla es llevarla puesta o aplicarla a personas y objetos en
los que uno esté interesado, rogando siempre a Dios por la intercesión y los méritos del
santísimo Patriarca. Los Padres de Italia recomiendan que en tales circunstancias se recen
cinco Glorias en honor de la Pasión de Nuestro Señor, tres Avemarías y tres Glorias en honor
de San Benito. Aconsejan a quienes lo deseen que recen estas oraciones todos los días, o al
menos todos los martes, porque este día está especialmente consagrado a la memoria de San
Benito en toda la orden monástica.
Proponemos añadir a esto los jaculatorios de la Medalla, a saber:
Crux sacra sit mihi lux, non Draco sit mihi dux. Vade retro, Satana; numquam suade mihi
vana; Sunt mala, quæ libas; ipse venena libas.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
(1) Véase Origine et Effets admirables de la Croix ou Médaille de Saint Benoît, de Dom
ZELLI-JACOBUZI ABBE DE SAINT-PAUL, en el camino de Ostia. Traducido del italiano
por A. d'Avrainville. 6ª edición, revisada y corregida por el Padre abate Janvier.
Pero que nadie confunda esta exhortación con las obras prescritas. Porque para ganar las
indulgencias inherentes a esta devoción, basta tener cerca la medalla de San Benito, que debe
ser enteramente de oro, plata, cobre amarillo o blanqueado, u otro metal sólido, y no de cartón
o de cualquier otro material, bajo pena de nulidad de la bendición y de la aplicación de las
indulgencias.

72
Habiendo prometido San Benito asistir en la hora de la muerte a quienes le invoquen en vida,
se puede asegurar este favor recitando cada día la siguiente oración, a la que el Papa Clemente
XIV ha unido la indulgencia plenaria.

ORACIÓN
Mi amado Padre San Benito, en consideración a esta dignidad con que el Señor se ha dignado
honrarte y beatificarte con tan glorioso fin, te ruego que estés presente en mi muerte y
cumplas todas las promesas que hiciste a la virgen Santa Gertrudis.
Que así sea.

EJERCICIO ENHONOR A NUESTRA SEÑORA DE LOS SIETE


DOLORES

Indulgencia de 300 días (Pío VII, 14 de enero de 1815).


I. Me compadezco amargamente, oh María, Madre de los dolores, de la aflicción que sufrió
tu tierno corazón al oír la profecía del anciano Simeón. Querida Madre, por tu corazón tan
afligido, alcánzanos la virtud de la humildad y el don del temor de Dios. Ave, María.
II. Me compadezco, oh María, madre de los dolores, de la angustia que sufrió tu corazón
sensible en la huida y durante tu estancia en Egipto. Madre amada, por tu corazón doliente,
alcánzanos la virtud de la generosidad y de la generosidad, especialmente para con los pobres,
y el don de la piedad. Ave, María.
III. Me compadezco, oh María, madre de los dolores, del cruel dolor que sintió tu tierno
corazón por la pérdida de tu hijo Jesús. Madre amada, por tu santo corazón tan solícito,
alcánzanos la virtud de la castidad y el don de la ciencia. Ave, María.
IV. Me compadezco, oh María, madre de los dolores, de la consternación con que tu corazón
materno se estremeció al encontrar a Jesús cargado con su cruz. Madre amada, por tu corazón
sensible, tan dolorido por la amargura, alcánzanos la virtud de la paciencia y el don de la
fortaleza. Ave, María.
V. Me compadezco, oh María, Madre de los dolores, del martirio que sufrió tu corazón
valiente al permanecer junto a Jesús moribundo. Querida Madre, por tu corazón tan
cruelmente martirizado, alcánzanos la virtud de la templanza y el don del consejo. Ave,
María.

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VI. Me compadezco, oh María, madre de los dolores, de la herida que recibió tu corazón
sensible de la lanza que abrió el costado de Jesús y atravesó su corazón amante. Querida
Madre, por tu corazón tan dolorosamente traspasado, alcánzanos la virtud de la caridad
fraterna y el don de la inteligencia. Ave, María.
VII. Me compadezco, oh María, madre de los dolores, de la profunda angustia con que se
desgarró tu corazón sensible en el entierro de Jesús. Madre amada, por tu sagrado corazón
tan dolorido, alcánzanos la virtud de la diligencia y el don de la sabiduría. Ave María.
V. Ruega por nosotros, Virgen afligida;
R. Para que seamos hallados dignos de las promesas de Jesucristo.

ORACIÓN
Señor Jesús, imploramos ahora y para la hora de nuestra muerte la intercesión de la
Bienaventurada Virgen María, tu Madre, cuya santa alma fue atravesada por una espada de
dolor durante tu Pasión; oh Tú, Salvador del mundo, que vives y reinas con el Padre y el
Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Que así sea.

Las siete Avemarías en honor de María, madre de los dolores.

Todo fiel que rece, con corazón contrito, siete Avemarías, añadiendo después de cada una de
ellas esta invocación: Madre Santa, graba las llagas de mi Salvador en el fondo de mi corazón,
recibirá indulgencia de trescientos días, una vez al día; 2º indulgencia plenaria, una vez al
mes, para los que, durante el mes, hagan todos los días este piadoso ejercicio.

CORONILLA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS SIETE DOLORES

Este rosario se divide en siete decenas, cada una de las cuales consta de un Padrenuestro y
siete Avemarías. Al final, se añaden tres Avemarías para honrar las lágrimas derramadas por
la Santísima Virgen durante la Pasión.
1. Indulgencia de doscientos días por cada Pater (Padre Nuestro) y Ave, en la fiesta de la
Compasión de la Santísima Virgen, los viernes del año y durante la Cuaresma, y de cien días
por cualquier otro día del año; 2. Indulgencia plenaria una vez al mes para quienes lo recen
todos los días, y una vez al año para quienes lo recen al menos cuatro veces al mes.

74
El rosario utilizado debe ser bendecido por un sacerdote que haya recibido el poder de
hacerlo. Para mantener la atención y alimentar la piedad, será bueno meditar los siete
misterios de los dolores de María indicados más arriba, en la página 164. Las resumimos
aquí:
PRIMER DOLOR. El anciano Simeón le predijo que una espada de dolor atravesaría su alma.
SEGUNDO DOLOR. Se ve obligada a huir a Egipto con Jesús y San José.
TERCER DOLOR. Pierde al Niño Jesús y lo busca durante tres días.
CUARTO DOLOR. Se encuentra con Jesús subiendo al Calvario.
QUINTO DOLOR. Lo ve atado y muriendo en la cruz.
SEXTO DOLOR. Ella recibe Su Cuerpo al descender de la Cruz.
SÉPTIMO DOLOR. Ella le acompaña al Sepulcro.
Al final se recitan el versículo y la oración anteriores:

ORACIÓN
Señor Jesús, imploramos ahora y para la hora de nuestra muerte la intercesión de la
Bienaventurada Virgen María, tu Madre, cuya santa alma fue atravesada por una espada de
dolor durante tu Pasión; oh Tú, Salvador del mundo, que vives y reinas con el Padre y el
Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Que así sea.

CÁNTICO EN HONOR DE LA SANTA FAZ


La melodía: A la sangre que un Dios derramará.
I.
Desde el fondo de este este santuario,
¿Qué oigo, oh mi dulce Salvador?
Di qué amarga queja
se escapa de tu corazón. -
Ay, por todas partes la blasfemia
Ha arrojado sus rasgos sobre mí;
Y de mi suprema belleza
los encantos desprecian.

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II.
Hoy todos sectarios,
Desafiando la ley más sagrada,
En su furia asesina
han conspirado contra mí;
Y mi augusta cara,
La dicha de los santos,
Ella lleva la huella del ultraje
De sus manos criminales.
III.
Oh tú, a quien mi gloria
El interés es todavía querido,
Que deseáis mi victoria
Por encima de los esfuerzos del infierno,
Vosotras mis amadas esposas,
Haced venerar mi Nombre;
Rogad por los impíos
Por su arrepentimiento y su perdón.
IV.
Una vez armándose de valor,
Verónica, antes de mi muerte,
Limpiándome la cara,
Quería suavizar mi suerte,
Busco una Verónica,
Que, adorándome noche y día,
Sobre mi sangrante frente aplique
El velo de su amor.

76
V.
A esta piadosa mujer,
A cambio de sus beneficios,
De mi preciosa Faz
He dado el verdadero retrato.
A ti también te lo dejo;
Ofrécelo en tu corazón
De vuestra justa ternura
El homenaje lleno de fervor.
VI.
En esta Faz adorable
Vemos al Dios tres veces santo;
Es un espejo inefable
Donde el Todopoderoso se pinta,
Escucha, alma cristiana,
Y considera mis rasgos:
De la soberana belleza
Sentiréis los encantos.
VII.
En la cabeza ved al Padre
Y en la boca el Hijo;
El Espíritu Santo es la luz
Cuyos ojos se embellecen.
Estos cabellos casi innumerables
Muestran la diversidad
De los atributos admirables
De la augusta Trinidad.

77
VIII.
Esta Faz radiante
De mi santa humanidad
Es la moneda preciosa
Para pagar la eternidad,
De su valor infinito
Nunca se obtiene rechazo36.
Pues esta santa efigie
Es el tesoro de los elegidos.
IX
¡Ay! ante el ultraje
De tantos blasfemos
Tendré contra su furia
¿Al menos algunos defensores?
Vengadme, almas fieles;
Amad, rezad y llorad;
Que de mis dolores tan crueles
Los males serán reparados.

36
El sentido en francés es que nunca se obtiene un rechazo, es decir nunca pierde su valor, es una moneda
que vale para todo y en todas partes.

78
X.
Yo mismo, en el fondo de vuestras almas,
Vendré y grabaré mis rasgos
Y os besaré de fuego con las llamas
Que mis dulces encantos excitan,
De mi Faz adorable
El sello siempre respetado
Asegurará por mi gracia
Vuestra dichosa eternidad.

Hermana Sor María de San Pedro.

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Ad Majorem Dei Gloriam

La Archicofradía de La Santa Faz, pone a su disposición la Traducción de esta Obra, para


mayor Gloria de Dios. León, Nicaragua, diciembre 24, 2022. Vigilia de la Natividad. (A.D.
Año del Señor.)

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