Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
QUI'.ro
Imprenta Nacional
MCMXXIV
X._
esto no es nobleza e hidalguía, qne venga
Cristo y lo diga!
Si recordamos que
En vano más de una vez
Se sigue al crimen la lmella
Por no preguntar al juez
Quién es él la?,
y, aprovechando la lección que encierran
estos versitos de Bretón dé1os Herreros,
nos preguntamos ¿ q uiéu es élla?, pronto
daremos, a las afueras de la ciudad, con
una casita, y en ella, con una hija de Eva,
de esas del chupe, de esas a quienes pro-
voca decirlas con Esprouceda :
Tienen nu boqttitris
Tan chiquitirris,
Que me lo comeriba
Con tomatirris.
j Y hasta sin salza era de comerse ésta !
Si nos quedamas en el umbral de la ca-
sita un sábado a la hora en que, al oír el
galope del infenw1 caballo negro, se les
paran los pelos a los timoratos vecinos,
veremos penetrar al fatídico animal en el
patio de la casita y apearse el Descabe-
zado tranquilamente de su cabalgadura.
* *
A :fines de la segunda semana del ya cita-
do mes de Mayo de 1822, los quiteños, dije,
estaban inquietos, nerviosos, desasosega-
dos : las noticias de la guerra llovían a
granel y cada cual, según sús tendencias,
ya se alegraba, ya se entristecía, bullicio-
samente si era godo, bajo capa, si era
patriota, según eran las esperanzas del
triunfo de las causas del Rey o de la
Patria.
El Señor Santander era hombre que
tenía fé en los refranes. Fiado en la filo-
sofía ~tjulm, estaba convencido de que
quz(m no espera vencer está vencido y que,
si el proverbio dice, a Dz'os rogando y con
el mazo dando, es porque ambas cosas son
necesarias: rogar a Dios y golpear recio.
10
~~·
.¡; *
Era el Doctor Florencia Espinosa, crio-
llo, un ardiente patriota que siempre es-
tuvo en relación con los corifeos de la re-
volución quiteña. En 1820 fué denuncia-
do al Capitán General Aymerich un frag-
mento de carta dirigida a Don Joaquín
Sánchez de Orellana, que principiaba así:
«Señor Cotmzel Don foaquí1l S. de 0.---'-
12
'1.·
* *
Era un domingo del mes de Junio de
1768: todo el mundo en la hacienda de
San José se preparaba a oír la misa que,
en el Oratorio de la casa, iba a celebrar un
clérigo venido al efecto de Ibarra. Ya la
.infortunada Doña María, desconsolada por
una nueva ausencia de su marido y señor
se disponía a llevar a los pies del Dios que
dijo: <1 Venid a mí los que lloráis ll la
amargura en que su alma rebosaba, cuando
llegó, acompañado de algunos amigos de
la Villa, el marido infiel.
Acostumbrada en sus últimos tiempos
al agrio y displicente trato del esposo,
creyó Doña María que, al fin y al cabot
Dios había tocado el corazón del adúltero,
al notar que éste estaba lleno de atencio-
nes, fino y amable con su mujer, como si
con su amabilidad de ahora quisiera ha-
cerse perdonar sus pasados yerros. Así,
como la misa esperaba, todos pasaron al
Oratorio, y la antes abatida mujer, no lá-
---
~
i(·
* *
El pueblo de Guamote es más antiguo
que Riobamba. En 1570, era ya una im-
portante parcialidad de indios, y un cami-
no muy practicable lo unía a la incipiente
villa de los españoles.
Por la época a que vengo haciendo rela-
ción, apareció entre Guamote y Riobamba
un hombre de lo más extraño y de quien
nadie pudo nunca saber, no digo la proce-
dencia, que ni siquiera el nombre.
***
Riobamba celebraba la fiesta de sus
santos patronos: era el 29 de Junio, día
en que la Iglesia Universal conmemora el
martirio de los dos santos Apóstoles San
Pedro y San Pablo. Corría el afio de 1751.
.f.- **
Y a qué viene contarnos lo de la lluvia
de sangre ?-dirán los lectores.
Pues, sencillamente, a que, después de
consumado el horrendo sacrilegio, cada ve-
cino de Riobamba dió por cierto que aquel·
fenómeno había sido profecía muy clara
de lo que en breve debía suceder.
Informado el Rey del sacrilegio de Río-
bamba, dió a la ya para entonces villa un
escudo de armas eu que figura un cáliz
con una hostia, y debajo, una cabeza san-
grienta atravesada de espadas.
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo" j
J
EL arte de los hermanos Mont-
golfiére, Quito, en la época de
este relato, no había presen-
ciado aún ninguna muestra: y
apenas si se sabía aquí la existencia
de los globos aerostáticos por haber-
los visto pintados en algún diccionario en-
ciclopédico, o, a modo de ilustración, en
algún tratado elemental de física.
Llegó un buen día, de tierras de la
Nueva Granada, el snjeto que había de
;:-
* ·><
* **
Presentado el personal, vamos al cuento.
A todo quidam le tenía su Reverencia
el Señor Licenciado metido el resuello den-
tro del cuerpo. El Presidente estaba deste-
rrado de Quito, el Fiscal de la Audiencia
encarcelado, los Oidores andaban disper-
sos, el Obispo, para no ver la cara de
suegra que Mañozca le ponía, andaba
por esos pueblos de Dios practicando una
visita interminable, y los frailes, cuyas
rivalidades fomentaba el Visitador, se
arrancaban el cerquillo entre españoles y
criollos.
Estos últimos, los criollos, eran los que
llevaban la peor parte: no había pleito en
que tuvieran 1a razón, pnes, en criterio
del . Visitador, un mestizo nunca podía
tenerla.
Los dominicos de Quito, que a la llega-
da de Mañozca estaban gobernados pacífi-
-~ * -~
** *
Frescas brisas oreaban las colinas de
Bomboná al otro día del combate: los
soldados heroicos de Bolívar volvían ape-
nas a restituirse a su campamento después
de haber perseguido en su fuga al enemi-
go.· El Sol, levantándos.e radioso, dejaba
ver al Libertador, que en la mañana reco-
rría a caballo el can;tJO de batalla, el es-
trago causado por el combate en los culti-
vos ubérrimos: campos de desolación eran
aquellos que, dos días antes estaban vesti-
dos de todas las promesas de Ceres.
-~ **
Tímida, suave, lentamente, caballero
en trotador caballejo, descubrió de pronto
***
Y a en otra de estas leyendas,-- [! Ir por
lana))-- conté los gatuperios del viejo
verde del Doctor Vega, Oidor de la Real
Audiencia que, por Su Majestad, residía
en esta Muy Noble y Muy Leal Ciudad de
San Francisco de Quito.
Pero no dije que uno de los corchetes
que a su merced el Alcalde Don Pedro
Buendía acompañaban en la ronda que
perseguía el pecado público, a1 recibir el
portazo que ciertos bultos le dieran, al
escurrirse en una casita del barrio del
Beaterio, quedara he!'ido en un ojo. Lla·
mábase el tal corchete con el vulgarísimo
.nombre de Juan Pérez.
Cuantos remedios le aplicaran físicos,
curanderos y comadres resultaron vanos.
Médico hubo, de los poseedores de secre-
tos, que al experimentar uno en el infeliz,
le hubo de hacer recordar el viejo refrán:
Di~s me libre de físico experimentador y de
asno bramador. . . . La herida se infectó,
y Juan Pérez perdió su ojo.
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
j
Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"
j
j
A victoria alcanzada por el mejor
Teniente de Bolívar, el 24 de
Mayo de 1822, en las faldas del
Pichincha, completó espléndi-
damente la libertad de Colombia la
Grande.
Pasto la empecinada, inexpugnaole re-
ducto de la Monarquía, hasta entonces
asediada por el Libertador en persona,
hubo de rendir su guarnición de bravos
mandados por el impertérrito Coronel Don
* **
En su regreso, el Padre de la Patria 1 al
paso por los pueblos, era recibido con de-
lirantes aclamaciones de los habitantes
agradecidos hacia aquel que habia alejado
de sus hogares los horrores de la guerra.
Cada aldea se disputaba el honor de acla·
mar a Bolívar, y cada una hnbiérase sen-
tido feliz de que el Libertador se detuviera
en ella, mas el General glorioso no podía
hacerlo y viajaba, como siempre, rapidísi-
mamente, acompañado de pocos oficiales.
Pá:i11as