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"La pobreza manifiesta que Dios es la única riqueza verdadera del hombre.

 
Vivida según el ejemplo de Cristo que 'siendo rico, se hizo pobre', (2 Co 8,9)" 
S. S. J. P. II Vita Consecrata # 21

Ser Libre: estar sin ningún tipo de atadura- inclinación ya sea afectiva o efectiva Materia.
Ser pobres: no tener nada, no poseer nada.
Se sabe que la pobreza efectiva va liberando nuestro ser para llegar a la pobreza afectiva.
Pobreza efectiva: pobreza material, exterior.
Pobreza afectiva: pobreza interior.

En la vida religiosa se profesa el voto de pobreza prometiéndole al Señor darle nuestro corazón
indiviso a El.

"La religiosa guarda su corazón indiviso para el Señor; ha de tener relaciones profundas pero en su
corazón hay un lugar que le pertenece solo a Dios" Madre Adela

Nuestro fin es llegar por medio del voto de pobreza a esa libertad interior, dependencia total a la
voluntad de Dios. No podemos decir que estamos totalmente libres si siempre andamos buscando
como saciar nuestras necesidades. Ser libre es no pensar en mi y pensar solo en Dios.

El voto de pobreza nos libera de nuestros deseos de comodidad y satisfacción, nos ejercita en
sentir ausencia de las necesidades materiales y despega nuestro ser de apegos interiores como
son nuestro propio yo y deseo de amor de los demás deseos de ser amada, para llegar a desear
ser amadas y amar solo a Dios.

¿Cómo es que el voto de pobreza libera nuestro corazón de las ataduras materiales, comodidades
y deseos llevándonos al completo abandono en Dios y desear no tener nada más que a El? Santo
Tomás dice que el alma humana tiende a desear poseer. Nuestro trabajo es dirigir este deseo de
posesión, inclinar todas nuestras facultades del alma a desear poseer solo a Dios. Es un ejercicio
diario. Está bajo nuestra responsabilidad velar nuestro corazón de amores ajenos a Dios. "Nuestro
corazón es tan pequeño, que no caben en él dos amores; y habiendo sido creado sólo para el
divino, no puede tener descanso cuando se halla con otro" (Santa Margarita María). 

El ser humano no es capaz de dos amores, por que desvía su fin, que es el de amar solo a Dios.
En la vida religiosa la pobreza interior es uno de los puntos más cruciales de la pobreza, ya que la
pobreza externa es mas fácil o por último no la podemos evitar por las reglas y estilo de vida. Pero
cuan ricas somos internamente en nuestros pensamientos y deseos de quedar bien ante los
demás. Deseamos que todos nos amen y nos olvidamos que nuestro fin es seguir las huellas de
Cristo, quien no tuvo a nadie más que a la Virgen Santísima y a San Juan al pie de la Cruz y ni si
quiera brindándole ayuda o aliviando su sufrimiento, porque no podían hacerlo. Jesús no buscó
nada más que padecer por nuestra salvación, su único deseo era cumplir la voluntad del Padre,
aunque esto significara dar su vida de la manera más sacrificial. Muchas veces por ese deseo de
quedar bien o de ser vistas vamos enfriando nuestro corazón del verdadero amor.

El amor a la pobreza es para amar a Cristo, es una de las virtudes que más nos asemeja a Cristo.
Es, por tanto, una de las prácticas que nos llevará a conseguir nuestro fin: ser de Cristo, como
Cristo y para Cristo. Santa Margarita María nos dice: "¿que mayor bien que no ser nada para el
mundo ni para nosotros mismos, por ser poseídos de Dios y poseerle a Él solo?" No debemos
temer a la pobreza tanto a la material como a la afectiva, al contrario debemos amarla y mas que
todo buscarla, no quedarnos solo con la que se nos impone por medio de las reglas, sino vivirla
mas plenamente ejercitándonos, como toda virtud, por medio de actos voluntarios para crecer en
ella.

Por el voto de pobreza se obtiene la libertad. El ser humano entre más tiene, más desea y más
atado esta, difícilmente logrará la libertad interior, a menos que no ponga su corazón en aquellas
cosas materiales que lo disipan, incluso, debe desprenderse de manera voluntaria de las cosas
necesarias. Debemos repetir como decía Santa Margarita María "¡Señor, mi corazón es vuestro!
No permitáis le ocupe cosa sino Vos que sois el galardón de mis victorias y el apoyo de mi
debilidad."

San Francisco de Sales, hablando del voto de pobreza nos dice: "Debemos desprendernos de todo
excepto de aquello que atenta contra nuestra salud. Pero por lo demás el religioso debe buscar él
mismo, como guardar su corazón de cosas superfluas que lo disipen y lo alejen del Señor."
Muchas veces nuestro amor se queda solo en deseos, y no nos disponemos a cumplir nuestro
propósitos.

San Francisco se refiere al Voto de Pobreza, como el voto que defiende a las congregaciones de la
disipación, comodidad, complacencia -la defiende del enfriamiento del alma- por tanto este voto
nos lleva a vivir en caridad. Nos despega de nosotros mismos. Como nos dice Santa Clara de Asís,
"En la medida en que se ama algo temporal, se pierde el fruto de la caridad." Cuándo sintamos que
nos falta el amor a los demás, debemos preguntarnos ¿que riqueza hemos metido a nuestro
corazón, que no nos permite amar con libertad? "Si piensas que no te aman los demás, pregúntate
si tú los has amado primero" (Madre Adela Galindo).

San Francisco enseña que el voto de pobreza no se queda en solo la carencia de cosas
materiales. Esta es buena, nos despega y va liberándonos de nuestros apegos interiores de la
voluntad, pero debemos buscar la pobreza afectiva. La vida religiosa debe vivirse sin buscar ningún
afecto que no sea el amor de Dios. Santa Margarita María nos da un lema: "El Amor me ha
conquistado, solo El puede poseer mi corazón. Ya que solo en el total desasimiento de vos mismo
y de todo lo que no es Dios, hallaréis la verdadera paz y la dicha perfecta, porque no teniendo
nada, lo hallaréis todo en el Sagrado Corazón de Jesús."

Muchos santos nos hablan sobre esto y es el camino para alcanzar la santidad, y la libertad
interior. Si nuestro corazón esta atado a un hilo, por muy fino que sea éste, no nos deja llegar a
nuestro fin, y si nos descuidamos, este hilo que parecía tan finito y fácil de romper, se va haciendo
grueso, si no nos mortificamos en el despego y en la pobreza.

Si maduramente nos preguntamos, ¿para qué entramos a la vida religiosa?, nuestra respuesta solo
es una, para morir por Cristo, para ser toda de Cristo, y debemos recordar que si no morimos no
podremos vivir. "La Vida Religiosa debe caracterizarse por el amor, la entrega constante y
sacrificial, el abrazar con gozo y serenidad las inconveniencias de la vida diaria, tener sencillez de
corazón, mente y sentimientos, en fin, en vivir las bienaventuranzas" (Madre Adela).

Muchas veces olvidamos nuestro propósito y nos desviamos deseando tener cosas innecesarias y
aún aquellas que creemos necesarias y que no se nos dan. Es en este momento, en que Dios nos
pide un desasimiento mayor, para encontrar todo, en su Sagrado Corazón. San Francisco de Sales
en su famoso dicho, "No pidas nada ni rehúses nada" encierra el voto de pobreza. Estar conforme
con lo que me dan, como me tratan, como me consideran los demás. Ser pobre es no tener
derecho de nada ni de nadie. El mayor gozo en la vida religiosa es el de crecer en nuestra unión
esponsal con Cristo. Sin importarme a mi lo que tenga que sufrir para alcanzarla. Si ésta está unión
no esta creciendo en nuestras vidas, no estamos viviendo nuestra vida religiosa y nos hemos
desviado de nuestro fin.

Cristo nos muestra como debe ser nuestra pobreza, en el sacramento de la Eucaristía. Jesús sigue
siendo pobre materialmente, por las especies que deseó utilizar en este sacramento donde por
amor esta encerrado hasta su segunda venida. ¿Como puedo yo buscar satisfacción superflua si
Jesús, nuestro Rey lo único que utiliza para venir a mi es un pedacito de pan y un poco de vino?

Cristo sigue siendo pobre afectivamente, el Señor esta solo en los Sagrarios de todo el mundo
dando amor sin límites y ¿que recibe a cambio?. Muchas veces mal trato y olvido de sus hijos.
¿Como puedo estar yo pensando tanto en mí?, si Cristo, mi esposo, en lo único que piensa es en
venir a la Sagrada Hostia para regalarnos su amor aun sin que sea correspondido. Y, si
profundizamos más, vemos que la pobreza de Jesús en la Eucaristía es sometida a tratos
dolorosísimos: Sufre abusos, profanaciones e indiferencia. Cristo muchas veces, por el deseo de
venir al hombre, se deja consagrar por manos que están en pecado mortal, que dolor para Jesús.
Si nosotros pensáramos mas seguido en esto, de corazón, nuestra alma desearía ardientemente
ser pobre como Jesús, silente en la Eucaristía, sin esperar nada, y sin recibir nada de los hombres
pero dándonos todo en amor. Nuestro problema es que, por nuestras riquezas, muy poco
pensamos en lo que debemos pensar y desviamos nuestra mirada del Amor de los Amores.

La pobreza libera, porque ya no me preocupo por mi necesidad, por mi comodidad, sino que busco
mi libertad en la abnegación. "La pobreza más pura es la de ir soltando esos apegos del corazón
para quedarnos solo con el Señor" (Madre Adela). Nuestra carne siempre va a tratar de hacernos
sentir que no podemos, o que no es tan malo hacer esto o lo otro, pero debemos mortificarla. San
Francisco de Sales, nos enseña a no pedir nada que no sea necesario, que me acomode o me
impida una mortificación; conformarme con lo que me dan, pues eso es lo que Dios desea para mi.
El límite lo pone la superiora, pero el alma que de verdad desea ser pobre, ella misma lo busca, no
debe esperar ser limitada sino que se ejercita ella misma haciendo actos de pobreza para entrenar
a la carne y vive pendiente de como fue Jesús para imitarle.

Cristo en la Cruz no pidió nada mas que el perdón de nuestros pecados, ¿como es que nosotros
podemos darnos el lujo de pedir tanto? "Olvidaos de vos mismo y entregaos a Él, y Él tendrá
cuenta y cuidado de vos" (Santa Margarita María).

El voto de pobreza se estudia pero hay que vivirlo y gozarlo cuando algo nos cueste, pues es señal
de que nos estamos liberando. Si me inclino a la complacencia y la comodidad, esto es signo de
que estoy atada a mi voluntad. Tampoco puedo pedir y exigir, porque debo ser como mi esposo
pobre, que murió en la cruz por mi y que aun sigue pobre de amor de los hombres. Nuestro
corazón es tan pequeño que con nada se llena y fácilmente se distrae. Le cuesta mucho
entrenarse a esta disposición del desprendimiento. Pero como dice San Claudio de la Colombiere,
"A cualquier precio que sea, es necesario que Dios esté contento."

No rehusar nada, no desear, pero tampoco rechazar lo que me dan. Es Dios quien me lo da a
través de la Comunidad. "Sed pobre de todo, y el Corazón de Jesús os enriquecerá" (Santa
Margarita María). Quien no es pobre jamás podrá ser enriquecido por el Corazón de Jesús, hay
que vaciar nuestro corazón para ser llenados del corazón de Jesús. Como va el Señor a darme
algo si cuando me lo da, no es lo que deseo. Por eso el ser pobre tiene como consecuencia el ser
libre interiormente, pues dispone nuestra alma a ser llenada y enriquecida según los deseos del
Corazón de Jesús. "La persona centrada en sí misma, se fija en lo que le afecta, en lo que le
molesta, pero no se fija en lo que ella molesta a los demás: todo lo ve al revés. Y así, le es
imposible escuchar a Dios, porque lo interpreta según ella, no según Él" (Madre Adela).

"Cada cual debe obrar como si la perfección de su congregación dependiese de su conducta


personal" (Santa Teresita de Lisieux). Esta es una responsabilidad personal que debemos llevar en
nuestro corazón, la perfección de mi comunidad recae sobre mis actos.  Al mismo tiempo esta
responsabilidad me libera de mi comodidad, pues, yo deseo que mi comunidad sea perfecta, por
tanto buscaré la perfección. No debo fijarme en como viven las demás, sino en como vivo yo, pues
de mi depende la perfección de la comunidad.

Jesús le dice a Santa María Faustina, "Has de saber, hija mía, que cuando tiendes a la perfección,
llevas a muchas almas a la santidad y si no procuras la santidad, por la misma razón muchas
almas permanecerán imperfectas. Has de saber que su perfección dependerá de tu perfección y la
mayor parte recaerá sobre ti." "La vida en Comunidad se manifiesta en el amor de las unas por las
otras. Debemos llevar siempre en nuestros corazones a las hermanas y a la Comunidad. Todo lo
que nosotras hagamos va a repercutir en nuestra Comunidad" (Madre Adela).
Nuestra pobreza debe ser un reflejo de como el Señor vive en la Eucaristía. Nuestro Dios, el Rey
de Reyes, nunca escoge la custodia donde será expuesto, ni los ornamentos que utilizarán para
que el venga a nosotros. Su deseo es venir a darse a nosotros. Así mismo el religioso debe
importarle muy poco lo que tiene o lo que no, donde lo pongan a servir, donde esté, si luce bien o
mal. No debemos pensar si nuestro hábito esta lindo, nuevo etc., lo que nos debe importar es servir
y llegar a los demás. Cuanta pobreza nos demuestra Jesús en la Eucaristía, Sacramento donde el
se da totalmente al hombre sin importarle nada más.

El Señor en la Eucaristía no se queja de como lo tratan. Pero cuanta queja hay quizás en nuestros
corazones por cosas que en realidad merecemos. Cristo es tan pobre en la Eucaristía que acepta
cualquier trato con tal de venir a nosotros y darse. Debemos profundizar mucho en la Eucaristía
para aprender como debemos vivir nuestra pobreza. Muchas veces Jesús es expuesto en
custodias bellísimas, pero por manos frías, donde nunca es adorado por los hombres, ni siquiera
visto y nosotros deseamos ser abastecidos de todo, que no nos falte nada, que incoherencia. 
Lograremos la pobreza solo con el desasimiento de nosotros mismos para pensar y ser solo de
Dios. Jesús, todo un Rey, es recibido en corazones en pecado mortal, corazones, por decirlo así,
sucios y desposeídos de la gracia. Es ultrajado, utilizado sacrílegamente y lo sufre todo en silencio,
se deja, ¡cuanto dolor! Jesús silente ante actos de desamor infinitos y nosotros esperando ser
amadas y comprendidas. Que nuestro camino sea siempre seguir las huellas de Cristo Eucarístico.
Donde por amor es capaz de tanto.

Nuestro Señor le dijo a Santa Matilde, "Sólo Yo comprendo perfectamente cómo me inmolo todos
los días sobre el altar por la salvación de los fieles, lo que no pueden comprender absolutamente ni
los querubines ni ninguna potencia celestial." Si vivimos nuestra pobreza análogamente como vive
Jesús Eucaristía, les aseguro que todos esos apegos, que no nos dejan volar, desaparecerían.

Que amor nos tiene Dios, cuan dichosos somos de haber sido llamados. Vivamos este llamado tan
sublime con un corazón pobre, un corazón que no se turbe ante las pequeñas escaseces
materiales o afectivas, en realidad todo es para nuestro beneficio, vamos poseyendo el infinito
amor de Cristo. Digamos como el Apóstol San Pablo, ¿que nos puede separar del amor de Dios?,
ni la tristeza, ni la tribulación ni la adversidad, si nuestro amor esta cimentado en Cristo. Es la
pobreza cimienta nuestro amor en Cristo.

"Una religiosa puede tener relaciones profundas fuera de la comunidad, pero nunca olvidarse que
su prioridad de relaciones es en la comunidad" (Madre Adela). Este es otro punto que es
importante en el voto de pobreza y quizás peligroso en la vida religiosa, es el de no tener familia,
no tener hijos, ya que los hijos son los que se ocupan de hacer que los padres no piensen tanto en
ellos mismos y se ocupen de sus hijos. El religioso al renunciar a formar una familia no tiene esta
preocupación y como es abastecido por lo que la comunidad le da puede tender a echarse y
encerrarse en si mismo. Para el religioso su familia es la comunidad, cada hermana o hermano.
Esto es un punto vital para que el religioso pueda vivir su voto de pobreza. Si no se reconoce y se
vive esta verdad, se gasta innecesariamente porque nos sentimos abastecidos y respaldados por
la comunidad y podemos pensar que no tenemos privación.

Los padres, para gastar algo, deben ver primero si tienen dinero para la subsistencia de sus hijos y
lo piensan mucho antes de hacer un gasto innecesario. El religioso debe de tener este sentido de
no gastar o pedir cosas innecesarias, porque primero están las necesidades básicas de la vida
comunitaria, apostolado, etc., y luego los demás gastos. "Vivir en Comunidad es vivir en común.
Tiene como propósito hacernos pensar en los demás. Pensamos en común y lo manifestamos
concretamente en una vida práctica" (Madre Adela).

Para concluir, hay tres propiedades de las palomas que son aplicadas al alma religiosa a manera
de leyes, según San Francisco de Sales: 1- La primera propiedad de las palomas es que todo lo
hacen para su palomo, y nada para ellas. El religioso solo debe estar pendiente de Dios. 2- La
segunda propiedad es que cuánto más le quitan, más hacen. Es decir, el dueño del palomar quita
los palomitos cuando están crecidos y enseguida la paloma comienza a incubar otros nuevos, no
se distrae. El religioso debe dejarse despojar por Dios de sus deseos y dejarse privar de lo que a él
le plazca, debe siempre seguir dando, y con mayor libertad. 3- La tercera propiedad de las palomas
consiste en que lloran de la misma manera que se alegran. En esto consiste la santa indiferencia.
Lo mismo una cosa que la otra pues es voluntad de Dios.

ENSAMIENTO DE AGUSTÍN DE HIPONA


1. LA BÚSQUEDA INTERIOR y EL CONOCIMIENTO DE LA VERDAD
El pensamiento que busca la verdad ha de comenzar por la evidencia de sí
mismo. En la autoconciencia se encuentra un punto de partida irrebatible:
“En estas verdades me dan de lado todos los argumentos de los académicos que
dicen: ¿Qué? ¿y si te engañas? Pues si me engaño, existo (Si enim fallar, sum),
El que no   existe no puede engañarse, y por eso si me engaño, existo, Luego si
existo, si me    engaño, ¿cómo me engaño de que existo, cuando es cierto que
existo si me engaño?  Aunque me engañe, soy yo el que me engaño, y por tanto
en cuanto conozco que  existo, no me engaño” (La ciudad de Dios, XI, 26),
Tenemos, pues, algo que es indudable: que soy una conciencia pensante. Todo
conocimiento tiene que comenzar por este proceso de interiorización que
posibilita, al pronto, una primera certeza, y que lleva al descubrimiento de Dios.
La búsqueda de la verdad no se detiene en esta primera certeza, De acuerdo con
la exigencia socrático-platónica, Agustín busca la verdad necesaria, inmutable y
eterna, la cual no puede ser facilitada por los objetos sensibles, que siempre están
cambiando, y aparecen y desaparecen, Pues bien, si lo inmutable, lo eterno, no se
halla en el mundo sensible (en lo «exterior», en las cosas) habremos de buscarlo
en el «interior», en el alma. Pero, tras este primer paso en la interiorización,
descubrimos que el alma también es contingente y mudable. Sólo Dios es la
verdad. Hay que seguir buscando en el interior del alma. Si continuamos con el
proceso de interiorización (es decir, con el intento de ver en nuestro interior),
descubrimos que, además de las sensaciones, hay reglas, según las cuales
juzgamos acerca de las sensaciones y de las cosas, p.ej., que dos y dos (sean lo
que sean) son cuatro. Otro tipo de reglas que Agustín considera eternas son las
normas morales. Todos estos tipos de reglas son eternas porque no son datos
sensibles, sino lo que nos permite estructurar y juzgar lo sensible. Ahora bien, si
estas reglas no pueden proceder del exterior, que es puro devenir, ni del alma,
que también lo es, sólo pueden proceder de algo eterno e inmutable: de Dios.
Este viaje a la interioridad nos lleva, pues, al descubrimiento de Dios.
La búsqueda va de lo exterior (las cosas) a lo interior (el alma); en ella se realiza
el descubrimiento de verdades, reglas o razones eternas que nos permiten juzgar
sobre todas las cosas sensibles, Pero no se termina ahí: como esas verdades no
pueden proceder del alma, que es mudable, sólo pueden explicarse por una
"iluminación” divina. La iluminación consiste en una acción llevada a cabo por
Dios sobre los hombres, y que permite a éstos la capta¬ción de lo inteligible en sí
mismo. Es un proceso similar al que realiza la luz con las cosas; pues sin ella,
éstas no podrían ser vistas. La iluminación es un proceso paralelo al de la
creación. Así, en tanto Dios crea el mundo le da ser a todas las cosas, y en tanto
ilumina a los hombres hace que éstos puedan ver las verdades (que es aquello en
que reside el ser de las cosas, su esencia). De este modo, la búsqueda en lo
interior culmina en un movimiento hacia lo superior: el transcendimiento del
alma hacia Dios, el cual es, al mismo tiempo, inmanente y transcendente al alma,
2. LA RAZÓN Y LA FE
En el momento en que se produce el encuentro entre filosofía y cristianismo
surge el problema de las relaciones fe-razón, puesto que la filosofía es una
búsqueda del conocimiento llevada a cabo por el hombre desde sí mismo
(siguiendo la razón), y el cristianismo parte de que sus contenidos (al menos los
fundamentales) vienen dados por la fe (que es concedida como gracia divina).
Si Dios es la Verdad y de su iluminación procede el conocimiento de toda verdad
parcial, se comprende que para Agustín no pueda establecerse una distinción muy
neta entre la razón y la fe. Por supuesto, la fe es la guía más segura: hay que creer
lo que Dios revela para llegar a comprender. Pero también la razón puede
preceder a la fe, no para demostrar las verdades reveladas, sino demostrando
que es razonable creer. Esa mutua colaboración entre la razón y la fe recibe una
formulación famosa: Intellige ut credas, crede ut intelligas
En Agustín no aparece todavía una separación clara entre fe y razón, ni esto
parece preocuparle. Cuando se refiere al papel de la fe y al de la razón lo hace
teniendo en cuenta su experiencia personal: considera que en un primer momento
la razón ayuda al hombre a encontrar la fe, pero una vez en posesión de la verdad
a que condujo la fe, la razón tiene por finalidad ayudarle a entender esta verdad;
por lo que, a partir de entonces, la razón acabará subordinada a la fe (como lo
estará, en todo el pensamiento cristiano medieval posterior, la filosofía a la
teología).
3. DIOS Y LA CREACIÓN
En Agustín no existe una demostración de la existencia de Dios propiamente
dicha (es decir, una demostración puramente racional, como las que
encontraremos en Tomás de Aquino). Eso se debe a que, como ya hemos
explicado, Agustín no establece claros límites entre razón y fe. Lo más parecido a
un intento de demostrar la existencia de Dios que encontramos en Agustín es el
proceso de interiorización.
Lo que sí hace Agustín es dedicar numerosos escritos a desentrañar qué es Dios,
es decir, cuál es su esencia, aquello que le caracteriza. La luz divina
es excesiva para el entendimiento humano; el Dios presente en el alma es
incomprensible e inefable. Lo cual no quiere decir que no podamos saber nada de
él, al menos de un modo negativo: si las criaturas son mudables, Dios debe ser
inmutable. Dios es el Ser inmutable, En algunos escritos caracteriza a Dios
valiéndose de la concepción neoplatónica de lo Uno. Así, Dios sería trascendente
al mundo, indeterminable, incomprensible, etc.
Las cosas han sido creadas por Dios de la nada (sin una materia previa eterna,
como en Platón), Pero aunque la creación es temporal  (en el sentido de que el
tiempo ha sido creado con el mundo, y no el mundo en el tiempo), la
inmutabilidad divina exige que la acción creadora no se haya desplegado a través
del tiempo. Esta creación se lleva a cabo tomando las ideas (que están en su
mente) como modelos, por lo que éstas son la causa ejemplar de las cosas. En la
mente divina están las Ideas o modelos arquetípicos de todas las cosas posibles.
Dios ha creado el mundo por su palabra, y en un solo instante, y ha depositado en
la materia los gérmenes  de todos los seres futuros, los cuales aparecerán en el
momento querido por Dios. No se trata, pues, de una «evolución» en el sentido
moderno de la palabra: las especies son inmutables (corresponden a las Ideas
divinas) y están en la materia desde la creación del mundo.
Al cambiar el concepto neoplatónico de «emanación» por el bíblico de
«creación» se afirma en Agustín, como en toda la filosofía cristiana, la
absoluta transcendencia de Dios. Dios no forma parte del mundo. Por otro lado,
también se eliminan otros elementos típicamente platónicos: no hay una materia
eterna, no hay un mundo de Ideas distinto de la mente divina, no hay un
Demiurgo distinto de Dios. No hay sino Dios y el mundo, y éste procede
íntegramente de Aquél por creación (sin que haya materia alguna preexistente).
Igualmente, el concepto de creación elimina el dualismo pesimista neoplatónico
y maniqueo. Si la materia es también creada por Dios, no puede ser mala, sino
buena. Para Plotino el mal era considerado como "privación del bien". Agustín
repite esta misma idea: todo lo que es, en la medida en que es, es bueno. El mal,
por tanto, en cuanto pura privación, no puede tener causa eficiente, sino
únicamente "causa deficiente»: no hay que buscar un "principio positivo del
mal», con lo cual el maniqueísmo queda definitivamente relegado. Agustín
distingue entre: 1) el mal moral (es decir, el pecado), que es fruto de una «mala
voluntad», de una perversión del querer, consistente en anteponer lo sensible a
Dios (es decir, en anteponer los grados inferiores de ser a los grados superiores);
y 2) el mal físico (es decir, el dolor, las enfermedades y la muerte), que es una
consecuencia del mal moral (el mal físico aparece con el pecado original). Por
otro lado, el mal natural sólo lo es si se considera la criatura concreta que lo
sufre, no desde el punto de vista de la totalidad del cosmos. En cuanto al mal
moral, es una consecuencia de la libertad del hombre, la cual es un bien en sí
misma. Esta concepción optimista del problema del mal reaparecerá
continuamente en la historia del pensamiento occidental.
4. EL HOMBRE
Agustín se muestra aquí un tanto fluctuante. Fiel a la tradición bíblica, considera
al hombre como la unidad de cuerpo y alma. Pero cuando aborda la cuestión
desde un punto de vista estrictamente filosófico adopta el dualismo platónico: el
hombre es un alma racional que se sirve de un cuerpo mortal y terreno, pero
rechaza la preexistencia del alma, la pluralidad de almas en el hombre y que la
unión con el cuerpo sea consecuencia de un pecado anterior. El alma es inmortal
y simple (inmaterial, espiritual).
Respecto al origen del alma, Agustín se confiesa incapaz de dar una solución
adecuada. Dos eran las teorías que circulaban en aquel momento (además de la
teoría platónica de la preexistencia y transmigración): el traducianismo de
Tertuliano (el alma es engendrada por los padres) o el creacionismo de San
Jerónimo, En general, se inclina por un traducianismo.
Supuesto el dualismo alma-cuerpo, Agustín concibe que el alma está presente
toda entera en todo el cuerpo, y unida a él por su propia actividad. Por tanto, el
cuerpo no es una cárcel en el que esté «encerrada». Atenta a cuanto sucede en el
cuerpo, cuando éste recibe la impresión de algún objeto exterior, el alma saca de
su propia substancia la imagen correspondiente, es decir, una «sensación». Así, el
alma no sufre nunca la acción del cuerpo, sino que ella misma es
permanentemente activa.
Pero, como consecuencia del pecado original, el alma, que está hecha para
dirigirse hacia Dios, se vuelve exclusivamente hacia la materia y se agota en la
producción de imágenes y sensaciones. Así el alma termina siendo prisionera del
cuerpo, dominada por la ignorancia y los malos deseos. Sólo podrá ser liberada
por la gracia de Cristo. Por supuesto, el hombre no ha perdido nunca el libre
albedrío, pero como consecuencia del pecado original, no puede dejar de
pecar. Por ello, la auténtica libertad, que consiste en poder hacer el bien, ya no
está en manos del hombre. Agustín distingue, además, entre libre arbitrio y
libertad. El libre arbitrio es la capacidad de elegir del hombre, capacidad que le
puede llevar a elegir el mal o el bien. Ahora bien, como el hombre es un ser
caído, que está en el mal, usa su libre arbitrio para el mal. La gracia permite al
hombre elegir el bien, y a esta capacidad de elegir que se orienta al bien le lIama
Agustín libertad.
La psicología de Agustín destaca el papel de la memoria en la vida interior.
Gracias a la memoria el hombre consigue hacerse presente su propia intimidad y
construir, a través del tiempo, su identidad personal. La memoria posibilita
la vida interior y abre el camino de la introspección y de la búsqueda interior.
Aún mayor es la importancia concedida a la voluntad y el amor. La primacía del
amor sobre el conocimiento es una de las doctrinas más características del
agustinismo. Agustín explicará que es el amor  lo que mueve definitivamente al
hombre. Como en Platón, el amor culmina el movimiento del alma iniciado en el
conocimiento.  El amor es fuerza ascendente  que lleva al alma a su «lugar». De
este modo se restablece el «orden», otro de los temas favoritos de Agustín.
Aquí se produce un cambio en la concepción de la virtud con respecto a la que
predominaba en el mundo griego y helenístico, donde la virtud aparecía siempre
vinculada de una u otra forma al conocimiento. Ahora, con Agustín, la virtud
aparece vinculada a la voluntad, pues por virtud entiende, precisamente, la
disposición de la voluntad que lleva al amor entendido como caridad.
5. LAS DOS CIUDADES
Precisamente el amor permite dividir a la Humanidad en dos «ciudades»:
“Dos amores fundaron dos ciudades. El amor propio hasta el desprecio de Dios
fundó la ciudad terrena. Y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo fundó
la ciudad celestial. La primera se gloria en sí misma, y la segunda en Dios.
Porque aquélla busca la gloria de los hombres, y ésta tiene por máxima gloria a
Dios, testigo de su conciencia"  (La ciudad de Dios,XIV, 28).
En su obra “La ciudad de Dios” explica San Agustín el sentido de la
Historia, desde la creación del mundo hasta el Juicio final. Historia lineal y no
circular (en contra de la concepción griega, especialmente de los estoicos),
dividida en seis edades, correspondientes a los seis días bíblicos de la creación
del mundo. La tesis es que desde la venida de Cristo se vive en la última edad,
pero que la duración de ésta sólo Dios la conoce. No hay por qué pensar que se
acerca el fin del mundo. El Imperio romano no es nada definitivo y último. El
marco de la Historia es mucho más amplio. Es lalucha de dos «ciudades» que
existen desde los tiempos de Caín y Abel, y que, por tanto, no coinciden con
Roma y la Iglesia: la ciudad de los justos y predestinados, y la ciudad de los
pecadores y reprobados por Dios. Ambas subsisten mezcladas, hasta que al final
se produzca la separación definitiva y el triunfo de la Ciudad de Dios.
Agustín de Hipona es el primer pensador que intenta explicar el sentido de la
historia. Para los griegos, como para la mayoría de los pueblos antiguos, el
mundo es eterno y la historia es cíclica. Con el cristianismo al mismo tiempo que
surge la idea de la creación del mundo desde la nada, surge también una
concepción lineal de la historia. Según ésta, la historia es el escenario de la
salvación y tiene un comienzo (la creación), una serie de momentos privilegiados
(el pecado de Adán, el antiguo pacto, la venida de Jesús), y un final (el juicio
final).
Para este análisis del sentido de la historia Agustín parte de un punto de vista
moral: la historia es la búsqueda de la felicidad, que se halla en Dios. A partir de
aquí la humanidad se divide en dos grupos de hombres: «Aquéllos que se aman a
sí mismos hasta el desprecio de Dios» (que constituyen lo que llama la ciudad
terrenal) y «Aquéllos que aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos», que
constituyen la ciudad de Dios. La historia es una lucha de estas dos ciudades que
acabará con el triunfo final de la ciudad de Dios, que será también, el final de la
historia.

Desear lo bueno
Todo lo que quieres y deseas es bueno. No quieres tener una bestia
mala, un siervo malo, un vestido malo, una quinta mala, una casa mala,
una mujer mala, unos hijos malos. Todo lo quieres bueno: pues sé
también bueno tú, que todo lo quieres bueno. ¿Dónde has tropezado
para que, entre todas las cosas buenas que quieres, tú sólo quieras ser
malo?

San Agustín, Sermón 297.

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 SAN AGUSTÍN DE HIPONA

ON DICIEMBRE 31, 2013 AT 9:31 AM  DEJAR UN COMENTARIO  

Vocación. Darse a los demás – San


Agustín de Hipona
“No busques que dar. Date a ti mismo”.

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ON ENERO 4, 2013 AT 11:35 AM  DEJAR UN COMENTARIO  

San Agustín, varios:


“Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza, porque nos
predispone al pecado”.

“Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta”.

“La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre”.

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ON JUNIO 21, 2012 AT 10:14 AM  DEJAR UN COMENTARIO  

San Agustín: cadenas… voluntad…


respuesta a Dios
Deseaba y ansiaba la liberación; sin embargo, seguía atado al suelo, no
por cadenas exteriores, sino por los hierros de mi propia voluntad. El
Enemigo se había posesionado de mi voluntad y la había convertido en
una cadena que me impedía todo movimiento, porque de la perversión de
la voluntad había nacido la lujuria y de la lujuria la costumbre y, la
costumbre a la que yo no había resistido, había creado en mí una especie
de necesidad cuyos eslabones, unidos unos a otros, me mantenían en
cruel esclavitud. Y ya no tenía la excusa de dilatar mi entrega a Ti
alegando que aún no había descubierto plenamente tu verdad, porque
ahora ya la conocía y, sin embargo, seguía encadenado… Nada podía
responderte cuando me decías: ‘Levántate del sueño y resucita de los
muertos y Cristo te iluminará… Nada podía responderte, repito, a pesar
de que estaba ya convencido de la verdad de la fe, sino palabras vanas y
perezosas. Así pues, te decía: ‘Lo haré pronto, poco a poco; dame más
tiempo. Pero ese ‘pronto’ no llegaba nunca, las dilaciones se prolongaban,
y el ‘poco tiempo’ se convertía en mucho tiempo…

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Amigos y enemigos
Muchas veces los amigos nos pervierten al adularnos y, en
cambio, los enemigos nos corrigen al insultarnos.

 San Agustín.

Las Confesiones, de San Agustín


Ahora: si hay alguno que llamado por ti escuchó tu voz y pudo evitar los
delitos que ahora recuerdo y confieso y que él puede leer aquí, no se burle
de mí, que estando enfermo fui curado por el mismo médico a quien él le
debe el no haberse enfermado; o por mejor decir, haberse enfermado
menos que yo. Ese debe amarte tanto como yo, o más todavía; viendo que
quien me libró a mí de tamañas dolencias de pecado es el mismo que lo ha
librado a él de padecerlas.

San Agustín. Libro II, capítulo 7.

Oración, pedir, escuchar


Nos manda algunas cosas que no podemos para
que por ahí sepamos qué cosas le tenemos que
pedir.

San Agustín.

Rezar, oración
Cuando rezamos hablamos con Dios, pero
cuando leemos es Dios quien habla con
nosotros.
San Agustín (354-439). Obispo, filósofo y Padre de la Iglesia.
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El buen camino
Es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues quien
cojea en el camino, aunque avance poco, se acerca a la meta, mientras que quien va
fuera de él, cuanto más corre, más se aleja.
San Agustín
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San Agustín: nos creaste para ti y


nuestro corazón andará siempre
inquieto mientras no descanse en ti

 
Y ahora hay aquí un hombre que te quiere alabar. Un hombre que es parte de tu creación y que,
como todos, lleva siempre consigo por todas partes su mortalidad y el testimonio de su pecado, el
testimonio de que tú siempre te resistes a la soberbia humana. así pues, no obstante su miseria,
ese hombre te quiere alabar. Y tú lo estimulas para que encuentre deleite en tu alabanza; nos
creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti.
 
San Agustín. Confesiones, Libro Primero.

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