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Alvear
Alvear era una figura muy diferente Yrigoyen. Su modo de vida distaba de ser austero. Alvear encarnaba
el concepto de comportamiento antipersonalista. Tenía un estilo poco dado a las interferencias y permitía que
sus ministros actuarán según su propio criterio. Así, los ministros de su gabinete estaban con frecuencia en
pugna; resultaba difícil discutir la política de la administración porque parecía haber más de una. No es
evidente en modo alguno cuánto quería gobernar realmente Alvear.
El Presidente prefería valerse de la burocracia. En muchos aspectos, no podía apelar al personalismo. Su
base de apoyo existía porque él estaba dispuesto a compartir el poder y porque no era Yrigoyen. Como ambos
y sus seguidores eran miembros de la UCR, no debe sorprendernos demasiado que compartieran ideas y
modos de expresarse.
Los alvearistas también intentaron usar el obrerismo. En algunas áreas, la administración de Alvear fue
mucho más allá que la de Yrigoyen en el intento de establecer una relación regular con el movimiento obrero, y
en especial con los ferroviarios. Las contradicciones internas de la administración, empero, socavaron los
esfuerzos hechos en otros ámbitos, como el puerto de Buenos Aires. De todos modos, es un hecho que el
gobierno procuró apelar a los sindicatos en busca de apoyo.
Como su predecesor, Alvear hizo gestos para demostrar que se preocupaba por las clases populares.
También mantenía reuniones regulares con delegaciones sindicales, aunque probablemente con menos
frecuencia que Yrigoyen, porque en muchos casos dejaba la tarea en manos de sus ministros. Alvear también
decretó que el 1° de mayo, Día del Trabajador, sería feriado para los empleados del Estado. A diferencia de los
personalistas, sin embargo, los antipersonalistas carecían de aptitud para lo simbólico.
Las ideas obreristas de la administración de Alvear fueron saboteadas al menos en parte por sus
integrantes. Muchos de los que rodeaban al Presidente eran miembros conspicuos de la Liga Patriótica, un
grupo militante derechista y antiobrero. Alvear llegó incluso a designar a Manuel Carlés, líder de la
organización, como interventor en la provincia de San Juan. Muchos integrantes del movimiento sindical
consideraban inquietantes estos lazos, e incluso los denunciaban de vez en cuando. Las afiliaciones
complicaban las relaciones de la administración con los dirigentes obreros.
Alvear nunca intentó generar una popularidad personal. Aunque hubo esfuerzos por conquistar apoyo
político en las clases populares, su resultado no fue especialmente auspicioso. Pese a mejoras reales en las
condiciones de trabajo en algunas industrias y un buen desempeño general de la economía, Yrigoyen y sus
aliados aplastaron a los antipersonalistas en las elecciones de 1928. Un factor que contribuyó a la victoria de
los personalistas fue la incapacidad de sus adversarios para captar la importancia de lo simbólico.
Rechazo de la oposición
Un elemento crucial de la cultura política de todos los integrantes de la UCR era su renuencia a aceptar
que las fuerzas opositoras eran verdaderamente legítimas. Esta actitud favoreció el golpe militar de septiembre
de 1930, porque la negativa a aceptar a los opositores creció a medida que el radicalismo se acercaba a
controlar todos los poderes del Estado. Aun cuando actuaban dentro de un sistema democrático, los radicales
consideraban antipatriótica a toda la oposición. Sólo ellos entendían la nación y luchaban por su progreso.
Habían construido una visión del sistema político que los mostraba como los verdaderos representantes del
pueblo; las fuerzas opositoras eran el otro.
Durante la campaña presidencial de 1928, el diario yrigoyenista La Época se refería a los principales
opositores (los antipersonalistas) como “traidores”. En la misma campaña, el senador personalista de Santa Fe
propuso que las cabezas de los antipersonalistas se clavaran en picas. Los antipersonalistas se referían a los
personalistas como “esclavos” de Yrigoyen. Es evidente que estamos en un mundo donde el concepto de
oposición leal no existe. Solo nosotros (dice cualquier grupo radical) representamos a la nación.
Conclusión
Yrigoyen y su facción del radicalismo conquistaron un enorme apoyo popular en torno de la figura del
propio presidente. Para muchos este se convirtió en una figura casi santa a la que la Argentina debía la plena
democracia y la dignidad. Yrigoyen protegía a los trabajadores y se preocupaba por todos los argentinos. A
pesar de su estilo poco convencional, tenía carisma.
El puerto
El primer gran intento de construir un puente hacia la clase obrera se dio en el puerto de Buenos Aires.
El proceso de formación de sindicatos en el puerto de Buenos Aires se había iniciado con el cambio de
siglo. En 1910 se fundó el que sería el sindicato portuario más fuerte, la Federación Obrera Marítima (FOM). La
FOM se convirtió en una verdadera federación en la que cada especialidad se organizaba por separado.
El gobierno radical se interesó de manera muy especial en la FOM. ¿Por qué? Además de que su base
estaba en un barrio políticamente importante como La Boca, la FOM podía interrumpir el comercio exterior. El
gobierno podía ver con buenos ojos la FOM porque la controlaba el sindicalismo revolucionario. Por otra parte,
un sector clave del distrito portuario estaba inmediatamente detrás de la Casa Rosada y cerca de los
ministerios, por lo cual resultaba difícil ignorar una agitación a gran escala.
Apenas unos días después de que Yrigoyen asumiera la presidencia, la FOM ya había elaborado una serie
detallada de demandas, con la esperanza de revertir el deterioro de las condiciones de trabajo y los salarios.
Aunque el sindicato aceptó un ofrecimiento de mediación hacho por el DNT, los empleadores lo rechazaron. El
30 de noviembre los trabajadores se lanzaron a la huelga.
Los despachos del poder estaban abiertos para la FOM. La prontitud para reunirse con los dirigentes
sindicales no tenía precedentes, y la respuesta de la administración a la negativa de la patronal a aceptar la
mediación fue asegurar su neutralidad.
Las compañías navieras solicitaron la mediación del presidente, y la FOM se apresuró a acompañar el
pedido. La aceptación de un mayor papel para el gobierno, representaba un paso importante para los
sindicalistas revolucionarios. El fallo del arbitraje concedió a los trabajadores entre un 75 y un 95% de lo que
habían pedido. ¿Por qué? La huelga era muy visible e involucraba a unos 6000 trabajadores; el gobierno, por su
parte, vivía sus primeros días.
Las victorias de la FOM tuvieron inmensa repercusión. El sindicato no sólo había ganado, sino que
parecía contar con el respaldo del Estado. La disposición de la FOM a ayudar a otros sindicatos la convirtió en la
organización gremial más importante del país, con una influencia sobre la naturaleza del movimiento obrero
que posiblemente no tenía paralelos en la historia de los sindicatos argentinos.
Los ferrocarriles
La relación entre los ferroviarios y el gobierno contribuye a la comprensión de las negociaciones de la
administración con el puerto. En conjunto, nos permiten formarnos una buena imagen de lo que el régimen
aspiraba a lograr. Como los trabajadores marítimos, los ferroviarios podían estrangular la economía del país. La
desorganización del tráfico ferroviario podía interrumpir no solo el vital comercio de importación y exportación
sino también la mayor parte del comercio interno.
Las motivaciones de Yrigoyen pueden verse mejor en este caso que en el de los puertos: se quería
consolidar el apoyo político a través de lazos personales. Pero también podemos ver los límites de la tolerancia.
Cuando en 1918 y 1919 los sindicatos ferroviarios se vieron en la imposibilidad de detener la avalancha de
huelgas, Yrigoyen perdió la paciencia. Los maquinistas estaban organizados desde 1887 bajo La Fraternidad.
Pedían la mejora de los salarios y las condiciones laborales, la disciplina y el control centralizado, y esta
perspectiva moldeó en última instancia todo el movimiento sindical ferroviario, aunque en un comienzo, este
hecho no fue evidente.
La Fraternidad era vulnerable y esto se percibió en una huelga convocada en enero de 1912. La
Fraternidad no logró interrumpir la red ferroviaria. Uno de sus objetivos pasó a ser, entonces, la organización
de los demás ferroviarios.
La Federación de Obreros Ferroviarios (FOF) se fundó poco antes de la huelga de 1912, pero no se
amoldó bien a La Fraternidad. Dominada por sindicalistas revolucionarios, la FOF tenía una estructura
descentralizada que dejaba mucho poder en manos de las seccionales. La descentralización tendía a suscitar
constantes huelgas regionales, porque los dirigentes nacionales carecían de herramientas para poner límites a
las seccionales.
Tras la elección de Yrigoyen los dos sindicatos comenzaron a posicionarse. La FOF firmó un pacto de
solidaridad con La Fraternidad. La administración enviaba señales claras de su disposición a cooperar. Los
radicales intentaban conquistar el apoyo de los trabajadores.
En septiembre de 1917, los sindicatos comenzaron una huelga que interrumpió el tráfico ferroviario en
todo el país. Las huelgas solidarias, incluida una de los trabajadores portuarios, y la amenaza de una huelga
general comenzaron a paralizar toda la economía. Las elites agrarias y empresariales presionaban al gobierno.
La violencia se extendía y fue menester el despliegue de tropas, que no vacilaron en tratar de proteger la
propiedad. La FOF se mostraba renuente a negociar con el gobierno. La alianza sindical comenzó a astillarse. La
FOF rechazó la ayuda del gobierno en las negociaciones; La Fraternidad la aceptó y como resultado obtuvo
atractivas concesiones. El gobierno forzó finalmente un acuerdo con la FOF, que instó entonces de mala gana a
volver al trabajo. La mayoría de los ferroviarios consiguieron poco.
La alianza entre La Fraternidad y la FOF se había roto definitivamente. La FOF siguió haciendo paros y
dando su reconocimiento a las iniciativas obreras. El gobierno le ofrecería escaso auxilio, ganaría muy poco si
seguía apoyando esta revuelta constante.
Reacciones negativas
No todos los sindicatos disfrutaron de la benevolencia del régimen radical. Un buen ejemplo fue el
intento de los trabajadores municipales de Buenos Aires de mejorar sus condiciones. Era importante el hecho
de que los socialistas estuvieran a la cabeza del sindicato, cuando los radicales querían tener las manos más
libres para incorporar a la administración municipal a quienes eran fieles al partido.
La UOM, fundada en 1916, tenía estrechos lazos con el Partido Socialista. Ese mismo año se produjo una
serie de huelgas que arrancó grandes concesiones a la municipalidad, todavía en manos de los conservadores.
La motivación de los conservadores era el deseo de usar a los socialistas para bloquear la creciente influencia
de los radicales.
La cooperación se terminó con la llegada de Yrigoyen; los radicales culpaban de ese final a los socialistas,
y la UOM culpaba al nuevo gobierno. Es muy probable que la culpa fuera del radicalismo, movido por dos
deseos fundamentales: reemplazar con su clientela a los trabajadores existentes y debilitar al socialismo.
Lo importante aquí es la selectividad del gobierno, que no tenía un criterio coherente para decidir qué
huelgas apoyar. La intervención gubernamental positiva se daba solo en industrias estratégicas.
La Semana Trágica
En enero de 1919 estalló una crisis que muestra la debilidad del primer modelo radical de relaciones
laborales, pero pese a ello el gobierno no modificó sus políticas.
El 2 de diciembre de 1918 comenzó una huelga encabezada por los anarquistas contra la empresa
metalúrgica Vasena Esta trató de aplastar el movimiento por medio de rompehuelgas armados y lo que era en
esencia una policía privada.
El 7 de enero la policía intervino en un tiroteo entre huelguistas y matones de la empresa; al abrir fuego,
las fuerzas policiales mataron a cuatro hombres e hirieron a cuarenta. Al parecer, la lluvia de balas de la policía
era una represalia por el asesinato de un oficial durante un episodio anterior de violencia huelguista. Los
trabajadores declararon una huelga general que pronto alcanzó el interior del país. El gobierno apeló a la
negociación para poner fin a la huelga. Sin embargo, bandas compuestas de hombres de clase media y alta
atacaron a las comunidades catalana y judía e instituciones de la izquierda y los sindicatos. El gobierno toleró o
auspició la violencia. Los muertos de la Semana Trágica se contaron por centenares.
¿Por qué la UCR respondió de esa manera? Las tensiones sociales habían crecido rápidamente,
espoleadas por los problemas económicos y las influencias de la revolución bolchevique, en combinación con la
ola de huelgas que recorría el país. Por otra parte, en esas medidas de fuerza disminuyó el porcentaje de
derrotas obreras. Enfrentado a un espasmo de violencia, el gobierno permitió que el ejército, la policía e
integrantes de la elite y las clases medias acometieran contra las personas percibidas como una amenaza. Una
vez reinstaurado el orden, el gobierno volvió a su vieja estrategia con el movimiento obrero, pero en un paisaje
político más complejo.
Compromisos
Yrigoyen adoptó una política de ayuda a los ferroviarios que actuaran dentro de una estructura sindical
centralizada. La adopción de esa estrategia se debía a que la FOF causaba problemas y La Fraternidad proponía
un modelo alternativo, procurando mantener a sus afiliados bajo su control. Utilizaba las huelgas con
parsimonia y tendía a no meterse en los asuntos de otros sindicatos.
En septiembre de 1919 se había elaborado un acuerdo para reorganizar los sindicatos ferroviarios, y en
junio de 1920 los trabajadores de los ferrocarriles crearon La Confraternidad, que respondía al modelo de La
Fraternidad.
La reorganización probó de inmediato ser exitosa y el número de afiliados creció con rapidez. La
Confraternidad impulsó la firma de convenios con las compañías. El primer convenio se firmó en 1920 y
abarcaba a los trabajadores potencialmente pertenecientes a La Fraternidad. Establecía categorías laborales,
escalas salariales basadas en la antigüedad y comisiones de reclamos, e incluso proveía beneficios para las
familias de los trabajadores.
Durante los meses siguientes se redactaron siete convenios que abarcaban diferentes ocupaciones, lo
cual representaba un importante primer paso hacia el establecimiento de condiciones de trabajo y salarios
uniformes en la industria. De todos modos, algunos grandes sectores todavía carecían de contratos. Además,
fueron necesarios varios años de grandes esfuerzos antes de que los convenios se llevaran a la práctica.
Paralelamente al desarrollo de la relación de los sindicatos ferroviarios con la administración nacional, se
desenvolvía la de la UOM con el gobierno municipal. Como secuela de su derrota en 1917 el sindicato
prácticamente había desaparecido. La UOM se convirtió en un integrante aceptado de la estructura municipal.
El ejecutivo municipal comenzó a recibir cordialmente a delegaciones sindicales y en ocasiones accedió a sus
deseos. La razón de este cambio tenía que ver con las presiones ejercidas por el Concejo Deliberante, creado
recientemente, combinadas con las crecientes tensiones resultantes de la Semana Trágica. Además, en 1919
una cantidad considerable de trabajadores municipales eran clientes radicales y las concesiones mejoraban su
situación.
1921
En 1921 Yrigoyen enfrentó una serie de desafíos que lo llevaron a modificar su política de respaldo a las
huelgas. La constante agitación laboral afectaba su popularidad y una economía ya frágil. También tuvo su
papel la percepción de que dentro del partido gobernante se le planteaba un reto político. En el radicalismo
siempre existió un conflicto en torno de la extensión del control ejercido por Yrigoyen.
Las presiones no solo venían del sistema político. Las brigadas de la Liga Patriótica realizaban con
frecuencia manifestaciones armadas y procuraban romper los sindicatos. Estas actitudes desembocaban en la
violencia, porque era habitual que los participantes en actividades sindicales y políticas estuvieran armados con
revólveres. Aun los sindicatos inclinados a la legalidad se sentían amenazados y se preparaban para
defenderse. La Liga incitaba a la violencia y parecía ser un serio contendiente en la disputa por el poder
político.
Se sumaban a estas tensiones las constantes revueltas laborales, que habían comenzado a representar
un pesado costo económico y psicológico. Numerosas huelgas marcaron la primera mitad de 1921. Durante ese
tiempo, fuera de la capital los trabajadores se habían declarado en huelga al menos 103 veces.
Lo que finalmente llevó al gobierno a dejar de lado su apoyo a las huelgas fue el conflicto constante en
los muelles de Buenos Aires. ¿Hasta cuándo podría el gobierno permitirse dar muestras de haber perdido el
control del puerto? Los paros eran constantes y amenazaban el comercio y las relaciones con otros países.
La patronal marítima quería reducir el control ejercido por los trabajadores, pero para eso necesitaba un
cambio en la actitud del gobierno. Ese cambio se produjo gracias a una disputa jurisdiccional entre sindicatos.
Cuatro gremios de estibadores constituyeron la Sociedad de Resistencia Obreros del Puerto de la Capital. En
abril de 1921, los estibadores comenzaron un boicot contra los carreros que no pertenecieran a la Sociedad. La
AT y las organizaciones patronales del puerto elevaron una protesta al gobierno.
El gobierno quería resolver la crisis portuaria en términos favorables a los trabajadores. La República, un
diario yrigoyenista, hacía hincapié en el deseo de justicia social. La disputa jurisdiccional tornaba difícil
cumplirlo. Enfrentado a esta situación y a las tensiones generales, el gobierno se inclinó por la posición de la
patronal.
Cuando las actividades se reanudaron, el gobierno no permitió que los sindicalistas controlaran la
situación. Estalló la violencia cuando trabajadores no sindicalizados de la AT intentaron trabajar en los muelles.
Ambos bandos intercambiaron disparos, lo que resultó en dos muertos y numerosos heridos.
La situación en el puerto empeoraba para los sindicatos. Fuerzas de seguridad fuertemente armadas
custodiaban las instalaciones. Aun así, los estibadores sindicalizados siguieron trabajando, aunque se retiraban
si se topaban con trabajadores no sindicalizados, dejando el muelle a sus rivales.
Más que a causa de la represión, la huelga parecía haber fracasado por la mala elección del momento y
la renuencia de sindicatos claves a romper con Yrigoyen. Luego de cuatro años de agitación constante los
trabajadores estaban cansados, y la depresión económica de 1920-1921 hacía que muchos estuvieran
temerosos. El gobierno, que enfrentaba las elecciones de 1922 y tiempos duros en materia económica, quería
asegurarse de que la agitación laboral no perturbara las exportaciones.
Después de 1921
Las relaciones laborales cambiaron rápidamente luego del fracaso de la huelga general.
En el período previo a las elecciones de abril de 1922, el gobierno hizo una serie de gestos a los
ferroviarios con la esperanza de conquistar su apoyo.
A pesar de la masacre en la Patagonia, la Semana Trágica y el fracaso de la huelga general en 1921,
Yrigoyen había ganado una popularidad extraordinaria en ciertos sectores de las masas. El voto de la clase
obrera por la UCR se incrementó durante el mandato presidencial.
Conclusión
A despecho de la violencia y el fracaso final de la oleada huelguística, de 1917 a 1921 Yrigoyen forjó una
fuerte relación con un grupo de dirigentes sindicales. Aún más importante: su apoyo a las huelgas y los
sindicatos contribuyó a sellar un vínculo especial entre muchos integrantes de los sectores populares y él
mismo. De manera pública y abierta, y como nunca había sucedido antes, el presidente los había apoyado
contra las elites. Este reconocimiento público de la importancia de esos sectores no era algo que muchos
pudieran olvidar con facilidad, pese a las muchas inconsistencias de las políticas de Yrigoyen.