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UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA

DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA 2022


ASIGNATURA: SOCIOLOGÍA SISTEMÁTICA
PROFESORA ADJUNTA: CAROLINA TAVANO

Desarrollo capitalista y
medioambiente en la
modernidad reflexiva

CELINA COLOMBO
36152
43.511.140
Hace tres décadas los científicos advertían el agotamiento de la capa de ozono debido al uso
exacerbado de productos químicos sintéticos, y se creaba así el Protocolo de Montreal1 . Ahora,
35 años después, el Planeta Tierra enfrenta múltiples crisis, como lo son la creciente
desertificación, la sequía, el deterioro causado por el fuerte cambio climático, y la
contaminación, que afecta tanto el aire que respiramos, como las aguas en las que desarrollan su
vida miles de especies. Estos solo son algunos de los miles de riesgos que están en la boca de los
expertos (y no expertos) hace años, pero que muy poco reflejan los medios masivos de
comunicación; el fin del mundo tal como lo conocemos dejo de ser una utopía, para convertirse
en un temor real, que inunda (directa o indirectamente) la vida cotidiana de quienes forman parte
de esta “sociedad del riesgo”2; de esta “modernidad reflexiva”, así denominada por sociólogos
como Ulrich Beck y Anthony Giddens. El gran desarrollo capitalista que en la primera etapa la
modernidad significo nada más que ventajas y avances, viene ahora a explotarnos en la cara; así
lo plantearon los mencionados intelectuales, mediante ideas que expondré a continuación.

Tanto Beck como Giddens contribuyeron a las discusiones sobre la modernidad, tan elementales
para la sociología clásica, y lo hicieron exponiendo sus ideas respecto a este nuevo orden en el
que estamos inmersos hace aproximadamente 34 años3, el cual denominan más bien como una
contra modernidad; una nueva etapa en la que ciertas estructuras antiguas se mantienen, pero el
rol que cumplen, así como el significado que detentan, ya no es el mismo. La propia sociedad
industrial es la que engendro la sociedad de riesgo, como consecuencia del proceso de
modernización (Beck, U. 1996); antes, las personas temían por lo que el poder de la naturaleza
pudiera llegar a hacerles, pero ahora, la preocupación yace alrededor de cuanto más será el
tiempo que la naturaleza podrá soportar el ritmo de vida del ser humano. Esto es denominado por
Beck como el fin de los riesgos extremos, el fin de la naturaleza, que significó la delimitación de
la dinámica cultural y política de la sociedad de riesgo (2016), es decir, el fin de los riesgos
derivados del destino, para dar lugar a riesgos ilocalizables, que no son más que efecto de las
decisiones tomadas por políticos, científicos y empresarios; los que representaban pilares
fundamentales de apoyo de la vieja modernidad, del Estado de bienestar, ahora se constituyen
1
Acuerdo medioambiental ratificado universalmente para enfrentar el agotamiento de la capa de ozono. La
protección de la capa de ozono se formalizó en el Convenio de Viena, adoptado y firmado por 28 países en 1985.

2
Término acuñado por Ulrich Beck en 1996, en su obra “Teoría de la sociedad del riesgo”, mediante la cual realizo
su aporte a los debates sobre la modernidad.
3
Beck identifica aquel año como el que marca un antes y después en el orden mundial.
como los principales focos de construcción de riesgos. Esto puede observarse claramente en el
agotamiento de los recursos naturales, extensamente utilizados durante el inicio de la
modernidad por las sociedades industriales. Entre los recursos más escasos del mundo, y que
continúan disminuyendo año tras año, se encuentran el agua, la tierra, los combustibles fósiles y
el carbón, elementos sin los cuales la vida humana simplemente no sería posible. Sin embargo, la
búsqueda o la adopción de medidas para fomentar su preservación no parece ser parte de la
agenda de los principales medios de comunicación, que según Giddens y Beck, cumplen, junto a
la informática, un rol principal en esta modernidad tardía, siendo ellos los que ponen de relieve
los éxitos y las precariedades, las justicias e injusticias, las ventajas y desventajas que este orden
refleja a escala global (Alfie Cohen, M. y Méndez, L., 2000). Tampoco parece ser parte de la
agenda de políticos y científicos, que siguen haciendo uso incesante de aquellos recursos bajo el
discurso de generar alianzas, incrementar ganancias y fomentar el empleo, a costa del deterioro
ambiental, la contaminación y la precariedad en la salud, entre otros. Así es el caso de China, que
busca convertirse en un “referente del sector porcino” (Diario La Vanguardia, 2022), mediante la
construcción de rascacielos porcinos, granjas alternativas que les permitirán sacrificar 1,2
millones de cerdos al año, "Esta es la granja de cerdos más alta y más grande del mundo, donde
la brisa es fresca en verano y el aire cálido en invierno" afirmaba felizmente el vicepresidente de
la compañía emprendedora del proyecto, LinJin, haciendo caso omiso a los riesgos que aquel
proyecto significa, tales como la encefalitis japonesa, la hepatitis E, la encefalomiocarditis, y
otras enfermedades porcinas que pueden ser transmitidas a los humanos, así como las
implicancias ambientales, como lo son la excesiva producción de soja, necesaria para alimentar
una cantidad tal de ganado porcino, la contaminación del agua por exceso de nitratos, y la masiva
producción de desechos, ya que “los cerdos producen cuatro veces más desechos que los seres
humanos” (Prado Mira, A., 2017, p. 4). Para Beck, este el peligro fundamental que yace en el
avance de la sociedad industrial, el riesgo ambiental. Y distingue así tres tipos de ellos; en primer
lugar, están los conflictos causados por ineficiencias generadas por éxitos, es decir, los daños
ecológicos desencadenados del incremento de la riqueza y de los peligros técnico industriales. En
segundo lugar, se encuentran los conflictos generados por la pobreza y los peligros técnico
industriales, y, por último, menciona a aquellos que son efecto de una disputa por recursos
vitales. El caso de los rascacielos porcinos puede sin duda incluirse dentro del primer grupo. Sin
embargo, frente a estos inminentes riesgos, pocos son los que se anuncian en contra; “Las
decisiones personales son arriesgadas, porque no pueden seguir con los modelos establecidos, las
diferentes acciones sociales vividas en roles tradicionales se convierten en riesgos, mientras que
los peligros sociales (flexibilización del trabajo, relaciones laborales), técnicos (alimentos
modificados, ingeniería genética) y globales (deforestación, agujero de ozono) son soportados y
distribuidos como condición existencial con todas sus contradicciones indisolubles” (Alfie
Cohen, M. y Méndez, L., 2000, p. 176). En pos de ese aguante y distribución de los peligros
sociales, es que los medios masivos de comunicación entran en escena, esparciendo un discurso
de miedo, al acercar la posibilidad de la muerte. Giddens, retomando a Rainwater, plantea que,
cuando se condiciona a las personas para que piensen en la muerte, dos actitudes se expresan
como resultado; por un lado, el miedo a morir, por otro, la negación de la muerte, al presentarse
esta misma como una materia incognoscible y evitable (1995). Esto, asimismo se ve exacerbado
por dos cuestiones, una es aquella que menciona Giddens acerca de la culpa y la vergüenza que
sentimos al romper con el orden social, aquella culpa que “es angustia provocada por el miedo a
la transgresión, cuando los pensamientos o actividades de las personas no están a la altura de las
expectativas de carácter normativo” (Giddens, A. 1995, p. 87), y que provoca esa parálisis, esa
falta de acción que caracteriza a la mayor parte de la población, que, aun sabiendo que no es
posible ya confiar plenamente en esa red de expertos que encabeza la sociedad, se limita a asentir
y acatar sus indicaciones. El sociólogo plantea que lo opuesto a la culpa es la reparación y que se
expresa como acciones u omisiones, lo cual define la trayectoria de vida de aquellas personas
que se constituyen como activistas del medio ambiente. Por otro lado, ambos sociólogos
coinciden, en que se encuentra presente en esta modernidad reflexiva un factor elemental, que es
la deslocalización, la separación espacio-tiempo; esto significa que las identidades ya dejan de
estar situadas espacialmente, para pasar a trascender tanto los límites de lo local como de lo
nacional, lo local, convierte en global. Y así es que las crisis que afectan a territorios que se
encuentran a miles y miles de kilómetros se sienten como si estuvieran sucediendo en suelo
propio, como sucede con la actual situación de guerra en Ucrania, que amenaza desde un primer
momento con expandir sus efectos hacia el resto del mundo, “universalización significa que
nadie puede desentenderse de las transformaciones generadas por la modernidad en cuanto a las
consecuencias de, al menos, algunos de los mecanismos de desenclave: así ocurre, por ejemplo,
con los riesgos mundiales de una guerra nuclear o de una catástrofe ecológica” (Giddens, A.
1995, p. 35). Las sensaciones de temor, de riesgo, de incertidumbre, de angustia, que siempre es
la que acompaña al peligro, son parte de la realidad actual, componente básico de esta sociedad
de riesgo. Además, la ruptura con la tradición, también característica de esta sociedad, de esta era
posmoderna conlleva un enfrentamiento a una realidad más arbitraria, con menos lineamientos,
que nos conduce a encontrar en el mundo, en la sociedad, aquellos elementos con los que
construiremos nuestra identidad, que no se encuentran ya en la religión ni en instituciones
teleológicas, “en contextos postradicionales, no tenemos otra opción que elegir cómo actuar y
cómo ser. No hay nada dado, nada natural, ningún orden permanente. El estilo de vida se
convierte en la conformación a elección de nuestra identidad. Nos definimos y construimos
cotidianamente. Y así como las identidades locales construidas por el nexo entre ritual y verdad
incuestionable perecen o quedan latentes hasta nuevo aviso, los guardianes de la tradición son
sustituidos por el conocimiento experto desarraigador, que no está vinculado a verdades
incuestionables, sino a la duda permanente del conocimiento, el escepticismo metódico” (Alfie
Cohen, M. y Méndez, L., 2000, p. 180). En aquellas palabras, Cohen y Méndez dan cuenta del
proceso de individualización desencadenado en la modernidad reflexiva, que encuentra su raíz en
el hecho de que los expertos ya no sean capaces de decidir cuál es la manera de comportase
frente a este nuevo mundo, sino que es responsabilidad de cada individuo elegir qué camino
tomar; quienes eligen creer en las definiciones de riesgo que les son impuestas, actuaran en pos
de evitarlas, “los peligros en los cuales se cree son reales, hacen que las relaciones se muevan,
como saliendo al baile” (Beck, U, 1996); aquellos que deciden ir más allá se encuentran,
asimismo, con múltiples oportunidades de acción, siendo esta una de las grandes ventajas de la
modernidad tardía. Así ocurre con aquellas personas que emprenden investigaciones por cuenta
propia, y encuentran, a menudo, un espacio catalizador en las organizaciones no

gubernamentales defensoras de la preservación de la Tierra, como lo son la World Wildlife

Found (WWF), la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el Clean


Ocean Project y Greenpeace, entre algunas de las organizaciones ambientales internacionales
más influyentes.

Giddens considera que es posible construir un nuevo orden, fundamentado en la confianza, que
encuentra su constitución tanto en los lazos íntimos como en el sistema de expertos, y que se
apoye sobre la promesa de nuevas y grandes recompensas, “un orden social descentralizado en lo
que se refiere a las autoridades, pero recentralizado en cuanto a oportunidades y dilemas (Cohen,
M. y Méndez, L, 2000, p. 181). Estos señalan la forma en que Giddens sigue apoyando la chance
de renovación del compromiso político, de una democracia constituida en el día a día, desde lo
cotidiano hasta lo formal. En esto mismo creen algunas personas como lo es Greta Thunberg,
una joven y reconocida activista ambiental de origen sueco, que centra sus reclamos en los
riesgos generados por los factores humanos que ocasionan el calentamiento global, entre algunas
de las acciones que ha encabezado se encuentran sus famosos y contundentes discursos, sus
convocaciones de actos y las extendidas huelgas estudiantiles, mediante las cuales comenzó
como forma de demandarle al gobierno de Suecia que redujera las emisiones de C02, y que
finalmente encontraron repercusión alrededor de todo el mundo, consiguiendo que se cree el
movimiento “Fridays for future”. Greta fue diagnosticada con Síndrome de Asperger, TOC y
mutismo selectivo a los 11 años, lo cual se presenta para muchos como una limitación, pero, en
su caso, podría decirse que le permite ir mas allá de los discursos de miedo propagados por los
medios de comunicación masivos, con la influencia de poderes gubernamentales. Esta joven
logro abrirse paso en la sociedad, aprovechando los múltiples cursos de acción que pueden
elegirse para constituir una biografía personal. Pero, ¿Por qué tan pocos son los que se atreven a
arriesgar su vida, su integridad, en pos del bien mundial? La respuesta nuevamente puede
encontrarse en los planteos de Beck y Giddens, y es que tomar la decisión de arriesgarse en la
vida personal, siendo que los riesgos inundan ya todos los demás aspectos de la vida y de la
sociedad, se presenta como un salto al vacío poco llamativo para la mayoría de las personas. Sin
embargo, tanto en el caso de Greta Thungber, como en el de múltiples activistas medio
ambientales, o incluso personas que no se autodenominan activistas, puede ocurrir algo que
Giddens menciona, acerca de las practicas adoptadas cuando se adquiere una actitud de
hostilidad o escepticismo hacia algunos sistemas, sustituyendo a esta por una confianza en los
otros que se da por supuesta: “una persona puede llegar muy lejos, por ejemplo, en su propósito
de no consumir alimentos con aditivos pero, si no cultiva lo que come, deberá confiar
necesariamente en los proveedores de <alimentos naturales> en lo referente al suministro de
productos de calidad” (Giddens, A, 1995, p. 36). Así, aunque la conciencia acerca de los límites
y la fragilidad de los sistemas abstractos no se limita a los expertos, sino que todos desconfían en
alguna medida de ellos, y “consciente o inconscientemente elegimos entre las diversas
posibilidades de acción que ofrecen esos sistemas (o el desentendimiento de ellos)” (Giddens, A,
1995, p. 36), nuestras acciones se ven muchas veces perturbadas por aquella misma ausencia de
certezas, en la que se encuentran inmersos, en distinto grado, todos los ámbitos de la sociedad.

En la modernidad reflexiva, la construcción de una identidad activista, consciente de los efectos


del desarrollo capitalista sobre el medio ambiente, se ve atravesada por la influencia del internet,
la informática y los principales medios de comunicación, que juegan un rol definitorio en lo que
respecta a la constitución subjetiva (Alfie Cohen, M. y Méndez, L., 2000), los autores plantean
que esta individualización no se reduce a lo privado, sino que se extiende también a la política.
Hoy en día, los individuos viven bajo la influencia de una compleja interacción discursiva que
proviene de las estructuras.

Con una mirada más esperanzadora, Beck, al respecto, plantea que “la subjetividad de la política
genera un individuo consciente, activo, relacionado en redes; grupos ciudadanos reunidos
mediante compulsiones con posibilidades de fabricar compromisos y obligaciones sociales. Un
individuo que une lo local con lo global. Formas de acción, de protesta y de compromiso político
diferentes que, producto de la incertidumbre en que se vive, desafían las antiguas categorías
políticas” (Alfie Cohen, M. y Méndez, L., 2000, p. 186), el sociólogo creía en la posibilidad de
una importante transformación llevada a cabo por el incremento de la subpolítica, que permitiría
reconfigurar el poder y transformar a la sociedad desde abajo, otorgándole poder a aquellos
grupos que hasta el momento no estaban incluidos en el proceso de tecnificación e
industrialización, frente a la pérdida de confianza en el poder central. “Así, se asumen los riesgos
individuales de las decisiones tomadas, abriéndose un sinfín de posibilidades que pueden
conducir a procesos en los que el individuo consciente, activo y comprometido con esta realidad
permeada de incertidumbre e inseguridades globales, genere nuevas formas de organización,
participación y respuesta social, en redes de acción que pueden conectar lo local y lo global, lo
individual y lo colectivo” (Alfie Cohen, M. y Méndez, L., 2000, p. 187).

Por último, considero fundamental plantear lo siguiente: si la vida cotidiana es hoy en día para
nosotros como una especie de cárcel, plagada de riesgos y amenazas que escapan de nuestro
control, una búsqueda constante de alargar la inminente muerte a la que los riesgos nos van
exponiendo día a día, ¿tomar el riesgo de la transgresión no sería abrirle las puertas a una nueva
vida?
Bibliografía y enlaces

 Alfie Cohen, M., & Méndez B., L. (2000) La sociedad del riesgo: amenaza y promesa.
Sociológica, 15 (43), 173-201.
 Beck Ulrich (2016) Teoría de la sociedad del riesgo reformulada. Polis, N° 97, paginas
171-196.
 Giddens, Anthony (1995) Modernidad e identidad del yo. Barcelona: Ediciones
Península.
 https://multimediosagreste.org/category/generales/?
gclid=Cj0KCQiA1sucBhDgARIsAFoytUuwknDF2T7uOQZwHcrU4QR7611F_6zK9Q9
7lif1D0ZDBj70bFwDA9IaAlFOEALw_wcB
 https://www.dw.com/es/los-recursos-m%C3%A1s-escasos-del-mundo/g-49815391
 https://www.lavanguardia.com/natural/20221203/8632546/frio-lluvias-inicio-puente-
invierno-sera-mas-calido-normal.html
 https://www.ecologiaverde.com/quien-es-greta-thunberg-2278.html
 https://www.clm21.es/adjuntos/5821/
Riesgos_para_la_Salud_Publica_relacionados_con_la_instalacion_de_macrogranjas_por
cinas,_Dra._Angela_Prado_Mira.pdf

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