La tradición del Día de Muertos, se originó a la época prehispánica,
cuando se le rendía un tributo a la muerte, la cual tenía lugar en la última semana de octubre y hasta los primeros días de noviembre.
La muerte era concebida como el inicio del viaje hacia
el Mictlán (lugar de los muertos), en el cual el alma del difunto debía atravesar diversos obstáculos hasta llegar con Mictlantecuhtli (señor de los muertos) y Mictecacíhuatl (señora de los muertos). Al llegar con los dioses del Mictlán, se les debía hacer una ofrenda para así conseguir el descanso eterno.
En la actualidad, uno de los personajes que se han vuelto en
indispensables en la tradición mexicana para celebrar el Día de Muertos, es la Catrina, la cual es considerada como un símbolo popular de la muerte que, curiosamente no surgió como parte de esta fiesta nacional, y que, sin embargo, es uno de los infalibles estos días. En mi familia se tienen diferentes costumbres, en lo personal no era tan marcado y no recuerdo que pusiéramos ofrenda de chico o se rindiera algún culto, pero actualmente yo si pongo una ofrenda para recordar a mi madre y a mi abuela principalmente y que su recuerdo permanezca ya que fueron personas de suma importancia en mi vida y en mi formación como persona adoptando la idea que el 2 de noviembre se acerca su energía a sus familiares y si es verdad o no se honra su memoria y se le dedica un espacio y unas ofrendas en casa.
Aprovecho para disfrutar de las obras de arte que estos días se
aprecian como los concursos de catrinas en Cuernavaca, las ofrendas monumentales hasta el desfile de Yautepec.
Por parte de mi familia política de Tlayacapan son muy
tradicionalistas poniendo una ofrenda que cada año cuenta con 1 pollo entero, para cada uno de sus muertos su plato de mole, su tarro de atole, fruta, pan y demás comida.
Asisten al panteón hacer limpieza le las tumbas y algo que le llaman
quemar las ceras, que es prender unos cirios un rato, con la idea de darle luz y compartir el momento con ellos.