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Mónica Álvarez
M.angels Claramount
Laura g. Carrascosa
Cristina Silvente
INTRODUCCION
Si las perdidas gestacionales no son tratadas, en general, como requieren los padres en duelo, lo son
aún menos las de primera mitad de embarazo, donde se agudiza la incomprensión y la falta de
validación y respeto.
Las voces olvidadas son las de estos bebes que vivieron solo en el vientre materno, la voz de sus
madres que acallaron el duelo porque estaban de demasiado poco, sus bebes no daban la talla para ser
llorados. Y la voz de sus padres que, aun hoy, nadie repara en ellos. El titulo se refiere también al
olvido social, médico y cultural en el que caen estas pérdidas tan tempranas.
En época de poner conciencia: cuando tantas parejas deben decidir sobre la vida de sus bebes porque
los avances médicos detectan tantas anomalías fetales antes invisibles; cuando se habla desde la
medicina, y la cabeza y el corazón no se ponen de acuerdo.
Las pérdidas tempranas son pérdidas reales, las familias en duelo necesitan que se reconozca su dolor:
lo pequeñito que es el hijo perdido y el gran vacío que deja.
Es importante que, a nivel social, cambie la mentalidad sobre el manejo del aborto. Durante años se
han suministrado analgésicos en el parto porque supuestamente las mujeres “no querían enterarse de
nada”. Actualmente, cada vez más queremos saber sobre nuestra fisiología para tener partos
conscientes. Debería ser así también en el caso de una perdida: aprender del cuerpo, dejar que siga sus
ritmos, sus tiempos para cumplir su misión. Este es el verdadero ritual, el más potente.
¿Nos produce asco y espanto ver la imagen de un feto muerto? ¿O amor y ternura?... Es nuestro hijo.
Hablamos de rituales de despedida y de su poder de sanación y transformación para las familias, los
ciclos menstruales y su potencial transformador. Las menstruaciones se repiten cuando se busca un
embarazo suponen la vivencia de una perdida todos los meses. Lo destructivo de los comentarios de
los de alrededor…
El inicio del embarazo es el inicio de las ilusiones, un proyecto que se corta cuando justo se ha sentido
la emoción de la maternidad; el shock de la noticia positiva versus el shock de la noticia negativa en
un corto periodo de tiempo. La pérdida de la inocencia y el robo para siempre de un embarazo feliz.
Las fases de duelo y las reglas de oro para transitarlo. Lo simbólico, lo espiritual, lo místico. La
conexión de la vida y la muerte en el útero materno. Los siguientes embarazos, las pérdidas de
repetición y los problemas de fertilidad.
El miedo, ese compañero inseparable después de pérdida que acecha para siempre desde la
fecundación hasta después del parto. La angustia de que ese miedo sea malo para la vida del nuevo
bebe en camino, hermano del que se sufre.
La soledad, el aislamiento y la desinformación que vive la mujer y su pareja ante la vivencia de la
perdida porque no existe lugar de expresión ni escucha para una muerte no contemplada socialmente.
Las voces olvidadas pretende tratar a fondo un tema que la humanidad tiene pendiente desde hace
siglos: que el olvido deje paso a un interés verdadero; este es nuestro objetivo y la labor que nos
mueve.
CAPITULO 1
Es especial por el tiempo que le dedicaste
Es mejor encender una luz que maldecir la oscuridad (proverbio árabe).
Cuando una pareja decide que es el momento de ser padres y empiezan “a buscar” es como si el ser
que un día será su hijo comenzara ya a habitar sus vidas. La pareja se proyecta en el futuro.
Comienza a gestarse ese hijo a un nivel mental y emocional aunque sea imperceptible para quienes
están fuera de la esfera de la pareja. Existen pruebas caseras que confirman el embarazo incluso antes
de que llegue la fecha de la falta con sorprendente efectividad. Así que la pareja “sabe” que está
embarazada casi desde el inicio. La euforia que puede rodeará estos momentos puede ser increíble.
… la futura mama tiene nauseas, vómitos o cualquier otro síntoma se sentirá indispuesta pero
embarazada, y eso le hará feliz por encima de cualquier desarreglo corporal que tenga que soportar.
Suele ser habitual avisar a la familia, anunciar la buena noticia, que se entere todo el mundo de lo feliz
y contenta que se está con el nuevo estado. Aunque es pronto para sentir las pataditas ni nada por el
estilo, la nueva mama “siente” que ese nuevo ser esta en su interior y se lleva las manos al vientre en
un gesto protector hacia ese pequeño embrión que está en ese momento recorriendo el camino de
crecer y tomar la forma de un bebe humano. La felicidad colma el hogar de los futuros padres, que ven
asombrados como un ser aun tan pequeño puede ocupar ya un espacio mental y emocional tan grande
en sus vidas.
Una vivencia devastadora azota la vida de la pareja. Algo tan doloroso y duro que provoca una crisis
existencial profunda y real de la que no se sale igual que se entró.
Se podrán reunir las piezas, pero quedaran huecos, surcos, que dejaran constancia del trabajo realizado
y de lo que ya no está.
Parece que si hay algo físico que “demuestre” que, efectivamente, hubo un embarazo, un ser latiendo
en el vientre materno, se puede decir que “aquí no ha pasado nada”.
Vivimos bajo un paradigma en el que impera la física mecanicista de Newton: la persona es un cuerpo
físico cuyos engranajes responden a una serie de leyes físicas que se pueden anticipar, que no da lugar
a determinadas sorpresas. En el interior del cuerpo hay una serie de “tubos” de diferentes tipos que
hacen que líquidos y fluidos lo recorran cumpliendo sus funciones correspondientes. Más allá de lo
puramente físico no existe nada. Si no se puede medir, contar, pesar, tocar, ver, oler… no existe.
Si el pequeño ser que vivió en el vientre de su madre es importante por el tiempo que le dedico
mientras latía en su interior, por ese tiempo que paso pensando en el, imaginando como crecería su
panza, el parto, el bebe soñado.
Para parte de la sociedad no es más que un puñado de células muertas por las que no merece la pena
gastar ni un segundo más. En cambio, para la madre, el padre, es especial, siempre estará en su
corazón, y merece que se detenga su vida unos instantes para recordarlo, llorarlo, sentir lo feliz que se
fue mientras estuvo vivo en el seno, despedirse de el y dejarlo ir.
No dar la talla
Bebe imaginario/bebe real
El problema que tiene una madre que pierde un bebe de pocas semanas de gestación no es solo que la
sociedad no los considera a ella como madre y al bebe como hijo, sino que ella misma tenga
dificultades para imaginarse como bebe lo que popularmente se ha denominado “aborto”.
Hablar de ello y con otras madres y ser acompañada en su proceso ayuda a encaminar estas posibles
reacciones y que puedan vivir sin un desasosiego extremo el hecho de tener a su bebe muerto en el
seno por un tiempo; a poder, al final, hablar de su hijo deseado y perdido.
Es muy doloroso imaginar cómo sería aquello que nunca llegara a ser, que se queda en proyecto, en
una desilusión y un susto.
Para sanar el dolor es necesario ir al centro, al lugar donde más duele y dejar que sean las lágrimas las
que desinfecten y curen la herida.
Muchas mujeres no pueden soportar ver otros bebes cuando han perdido el suyo. Pero el problema no
está en esos bebes que una mama encuentra en todas partes, sino que no haya sido procesada/sanada la
imagen que ella misma tenia del suyo y del que nunca tendrán una imagen, un rostro, una sonrisa.
Una parte muy importante del puerperio consiste en adecuar al bebe real que la mama tiene en brazos
al que había imaginado durante los 9 meses de embarazo.
Es un tiempo de reajustes, de encontrar poco a poco el punto medio entre las necesidades de la madre
y del bebe.
Pero, ¿Cómo llevara a cabo su puerperio una mujer que no ha podido coger a su pequeño en brazos
que ni lo ha visto porque no tenía siquiera forma humana? Ella se imagina un “bebe perfecto”. Pero,
¿Cómo se hará para contrastar con la realidad esa imagen si ni siquiera se concede ya el permiso de
mirar a otros bebes? ¿Cómo hará la transición del bebe imaginario al bebe real?
Para una madre que pierde su bebe en la última etapa de la gestación, puede ser terrible que no le
permitan verlo. Despedirse de él cómo de cualquier ser querido. Si tiene la posibilidad de verlo,
conocer su rostro, sacarle alguna foto, comprobar a quien se parece, tendrá un buen comienzo de
duelo. Al menos le quedara el conocimiento de que su bebe tenia aspecto humano, que era igual que
los demás. Pero para una madre que pierde su embarazo en las primera semanas, ni social ni
personalmente se le permite imaginar a su hijo con forma humana porque lo que ha expulsado “no era
más que un feto, algo horrible, deforme que es mejor ni ver, un monstruo”.
Se conocen las bondades terapéuticas que supone poder ver al hijo muerto en el parto en sus
inmediaciones, comprobar a quien se parecería, ponerle un rostro real a alguien que durante 9 meses
ha sido una ilusión. No se ha hablado de lo que pasa cuando el embarazo se para en fases tempranas.
Es un tabú, pues, además del miedo a la muerte, a ver un ser muerto, está latente el miedo a ver lo que
creemos que será un “monstruo”
¿Por qué ver una foto del embrión vivo es aceptable pero no lo es ver el resto embrionario del que es y
será para siempre tu propio hijo?
Nos puede parecer una locura, pero también hace no muchos años lo era pretender ver al bebe que
muere en etapa perinatal y ahora es algo que ya mucha gente no se cuestiona; todo lo contrario:
quienes nos dedicamos a acompañar a las familias en este trance lo vemos como algo normal y
necesario, que la madre pueda desearlo y que además sea beneficioso para despedirse de él y para que
el duelo que tendrá que gestionar. Nuestras mentes están avanzando de manera geométrica y dentro de
poco ver el resto mortal del ser que es tu hijo será lo natural, lo lógico, tenga el tamaño que tenga.
Polonia es un país cuyas leyes permiten a los padres enterrar los restos de sus hijos fallecidos en
cualquier momento de la gestación. Se les puede inscribir en el Registro Civil y en el Libro de Familia.
Se facilita también tener un ritual comunitario de despedida que lo reconoce como hijo en la sociedad.
También se puede acceder a una baja maternal que legitima a la madre como madre y le permite
tomarse unos días para descansar y que su cuerpo se recupere del desajuste hormonal que supone estar
embarazada y de repente no estarlo, organizar su universo mental y emocional, tomarse un tiempo
para establecer un antes y un después en su vida… Esto, en nuestro país (España), es impensable, pero
también porque nuestro ritmo de vida nos lleva a olvidar que tenemos un cuerpo que necesita unos
cuidados y respetar unos tiempos para su correcto funcionamiento. Se podrá operar un cambio y lograr
las figuras judiciales necesarias para que socialmente se acepte a los hijos muertos durante la gestación
cuando realmente los valoremos a ellos, los lloremos y reconozcamos en nosotras mismas que
necesitamos un tiempo para que nuestro cuerpo, nuestra psique y nuestro espíritu se reajusten
muscular, química y hormonalmente.
El puerperio sin bebe
Es la ruptura total y repentina con tu propia identidad, con aquello que hasta el momento de parir te
había definido: tus proyectos, tus ambiciones, tu trabajo, tus amigos, tu cuerpo y todo aquello que
llamabas tuyo. Tu tiempo. Tu vida.
¿Cómo se vive un puerperio cuando no hay bebe? Habrá quien lea esto y se pregunte que es el
puerperio. El puerperio es lo que antes se llama “la cuarentena”: los cuarenta días posteriores al parto
en los que la mujer no salía de casa y era atendida por otras mujeres mientras se dedicaba
exclusivamente a recuperarse y a establecer el vínculo con su bebe.
Es un periodo especial porque durante el embarazo se han producido una serie de cambios hormonales
que han alterado considerablemente el cuerpo. Estos cambios eran necesarios para la normal evolución
del bebe dentro del seno materno, pero tras el parto, las hormonas deben volver a sus niveles iniciales
de antes del embarazo.
Esta vuelta al origen no ocurre de manera rápida, sino que se requiere de un periodo intermedio en el
que ciertas hormonas permanecen aún a niveles diferentes de cómo estaban antes y durante el
embarazo. ¿Por qué? El bebe necesita adaptarse a un entorno muy diferente del útero materno; es muy
vulnerable y necesita de una protección y cuidados maternos. La mama necesita conocer a su bebe,
aprender a leer en sus gestos sus necesidades; ser uno con él, fusionarse de nuevo con él.
Ambos necesitan reconocerse y reencontrarse, en toda la amplitud que supone el término. Y para ello,
ambos deben tener sus cerebros y sus cuerpos programados y preparados para dicho encuentro, para
no prestar atención a nada o casi nada más que no sea ellos con el único propósito de reconstruir esa
diada madre-bebe que garantizara su supervivencia. Un bebe cambia la vida en todos los sentidos: el
estado emocional en el que se encuentra la madre es una bonita locura que se apodera de su vida como
si no existiera nada más.
La madre debe vincularse con el bebe de manera especial, y permanecer en este estado de alerta,
ensimismamiento y entrega absoluta durante un tiempo, al menos el suficiente hasta que el bebe vaya
ganando autonomía y ya no precise de una dedicación tan exclusiva.
Todo esto se logra gracias a un estado hormonal especial que aparecerá de forma ineludible tras el
parto. El estado hormonal del puerperio crea un estado emocional único y preparado para impregnarse
de todos los detalles del bebe con el fin de lograr un vínculo único. Todos los acontecimientos que
ocurren en las horas y días e inclusos meses después del parto se grabaran en la mente de la madre de
forma especial. La exacerbada sensibilidad materna le hará, también, ser especialmente vulnerable a
cualquier estimulo externo que le perturbe. Muchos son acontecimientos normales que forman parte
del reajuste necesario madre-bebe, y dado que pueden generar una cierta tristeza o angustia, mucha
gente lo “maldenomina” depresión posparto, generalizando este estado, como si todas las mujeres
sufrieran depresión de forma fisiológica tras el parto. Pero la depresión posparto e incluso el estrés
post-traumático que tiene lugar en muchos pospartos es otra cosa: no es fisiológico, sino la
consecuencia de sufrir algún tipo de evento traumático en este periodo tan delicado a consecuencia del
balance hormonal puerperal. De ahí, que cuando la madre ha vivido el parto de forma traumática o su
bebe sufra algún problema o simplemente como hemos comentado, la imagen de su bebe imaginario
no se ajuste con la que tiene delante, o se encuentre con dificultades por falta de apoyo, ayuda,
empatía… todos ellos afectaran de manera única a la madre.
Dentro de la constelación hormonal, otro fin requiere de una entrega y sensibilidad concreta: la
instauración y el mantenimiento de la lactancia. Este proceso también ocurre como consecuencia de un
estado hormonal especial que mantiene elevados los niveles de prolactina y de forma ineludible tras el
parto, incluso aunque este suceda en un periodo de gestación muy precoz. Este aumento de prolactina
se encargara también de reducir el deseo sexual de la madre, de impedir la concepción y de garantizar
la plena dedicación de la madre a su pequeño.
Po todo ello, el puerperio es un periodo especial que necesita ser tenido en cuenta. Hoy en día está
ampliamente probado el hecho de que el puerperio no queda adscrito a esos cuarenta primeros días,
sino que se extiende a los primeros años de vida del bebe, tiempo en el que la mujer ha de adaptarse a
su nuevo estatus de madre, no solo socialmente, sino también a nivel neurofisiológico y hormonal.
Antes se decía que “hasta que las hormonas no volvían a su ser”, la mujer vivía en una especie de
montaña rusa emocional de alegría, llanto, emociones varias…
Un viejo dicho sentencia: “Hace falta una tribu para criar a un niño?
Muchas mujeres que se ven solas a los pocos días se parir, con un bebe que llora y que no responde a
ningún manual, sienten que se han vuelto locas, con su universo patas arriba. Su estado mental se
trastoca y pasa de ser una mujer con horarios y una organización a vivir inmersa en un mundo de leche
y pañales sin fin. La sociedad no valida nada estos cambios en la mujer, con lo que la soledad es
doble, pues solo otra mujer que ha pasado por ello entiende lo que le está ocurriendo. Actualmente,
algunos psicólogos están estudiando las necesidades de una madre reciente, y la conclusión a la que
llegan es que muchas de ellas buscan respuestas en sus propias madres.
¿Qué tiene esto que ver con las perdidas gestacionales? Mucho porque, unido al dolor de la pérdida, la
mujer descubre asombrada que no solo ha perdido el hijo que llevaba en el seno sino que también
atraviesa este periodo puerperal en el que siente que se vuelve loca, y no solo de dolor.
Si el puerperio como etapa en el ciclo psicosexual y emocional de la mujer está en general
desvalorizado, si no hay bebe, ni siquiera se tiene en cuenta.
El coctel hormonal que se crea en el embarazo hace que afloren los instintos más irracionales.
No hay que preocuparse porque no apetezca coger ni mirar a otros bebes: es que solo se quiere mirar
al propio, agarrarlo, acariciarlo, olerlo, besarlo… Que no haya un bebe en el puerperio no quita para
que todos estos deseos estén ahí, para que el instinto primario más profundo surja y aleje
instintivamente de otros cachorros de la especie humana. Así se debería hacer siempre: no interferir en
la relación entre madre y bebe con olores diferentes a los suyos. Apoyar a la madre puérpera es
sostenerla a ella, no al bebe.
El puerperio es una época especial en la vida de una madre, tanto si tiene a su bebe en brazos como si
no. No está loca; es una mujer llena de amor hacia su bebe. Si una mujer recibió tras su parto un bebe
sano, puede parecer hasta desequilibrada a ojos de quien no entiende cómo se vive este periodo. ¿Qué
parecer la que, además de la necesidad de abrazar a su bebe, tiene que elaborar el duelo por su
perdida?
CAPITULO 2
Duelo: que el camino siga contigo
Negación: la descarga hormonal que genera el estado de shock provoca un estado de cansancio
inmenso en el cuerpo. Cuando esta fase va cediendo y los niveles de cortisol van volviendo a su ser, la
madre (y el padre) comienzan a despertar de un mal sueño. En la mayoría de los casos, se enfrentan a
un vientre vacío en el que ya no anida la vida. Sin tiempo de procesar toda la información que les llego
en este momento, es como si ciertas partes de la persona no se acabaran de creer que “allí ya no hay un
bebe”. No queremos creer lo que ocurre. Se tiene la sensación de que la realidad es un sueño y de que
lo irreal es verdadero. Algunos pensamientos habituales son: “no es posible que me esté ocurriendo a
mí”, “no puede ser”… o peor aún: podemos llegar a negar que en ese vientre haya habido vida hasta
hace poco.
En esta fase pueden permanecer todas esas personas que nos dicen: “ya tendrás otro”, “hay que
vivir”… Es su manera de no revolver su propio pasado y sus propias creencias. Quién sabe si estas
personas no pasaron por experiencias similares y, en lugar de crecer, negaron y se negaron sus
sentimientos de pérdida. Se han convertido en “ciegos” que no ven el dolor ajeno porque un día
decidieron no ver el suyo propio. Pero lo peor no es lo que los demás te dicen, sino lo que uno se dice
a sí mismo. En ocasiones, lo más sencillo es huir del dolor, y la negación es un mecanismo de defensa
que contribuye perfectamente a ello. Quien niega lo que le ha sucedido no lo hace por maldad ni por
ignorancia, sino por incapacidad: la de enfrentarse a la verdad. Hace falta mucha fuerza personal para
emprender este camino y continuar. Habrá quien tarde más o menos en recorrerlo; habrá quien decida
permanecer un tiempo en alguna etapa del camino, mientras toma fuerzas y continúa a la siguiente. Lo
que es verdad es que, en este momento, la madre y el padre son incapaces de enfrentarse al dolor, de
manera que van a necesitar otro alto en el camino, necesario para alcanzar la madurez que les lleve a
poder mirar el dolor cara a cara.
Ira: Hablamos de la ira sana, la que lleva a defender/se, a buscar responsabilidades que no nos
corresponde. Y recuperar la dignidad. Solo cuando esta etapa este vivida se podrá pasar a la siguiente.
El problema es que a veces se confunde el árbol con el bosque y está bien buscar respuesta a las
preguntas, pero no hay que olvidar que en esta vida hay preguntas que no tienen respuesta, lo que no
puede impedir que sigamos caminando hacia la siguiente meta. Se puede uno meter en un proceso
judicial que dure años, animado en principio por esta necesidad de bronca propia de esta fase. El
proceso puede demorarse, y nosotros podemos pasar a las siguientes fases y vivirlo más de lo racional,
siendo fríos en las respuestas y a veces, gracias a esa frialdad, más certeros.
En esta etapa, la persona estará con los nervios a flor de piel y la discusión surgirá en muchos
momentos. Hay que tener en cuenta (la pareja y otros familiares) que no hay que tomarse estas
discrepancias de modo personal, sino que es una forma que tiene la madre, o el padre, de sacar fuera la
rabia y el dolor que empiezan a removerse en la psique. Esta etapa suele ser muy fácil de ver en los
hombres, no tanto en las mujeres que por cultura muchas no han aprendido a expresar su enojo y su
rabia. Habría que estar atentos a que esa rabia no se vaya hacia adentro y se convierta en actos
violentos contra si misma a través de la comida, del alcohol… Externamente, la mujer aparenta estar
bien, pero internamente bulle un mar de emociones que pueden saltar en el momento menos esperado.
Aunque se está comenzando a superar este tabú, lo cierto es que tenemos muchas dificultades para
expresar nuestro enfado después de generaciones de adoctrinamiento en las que se nos ha dicho que
“tenemos que ser buenas chicas”. Como dice Klarissa Pinkola Estés, “somos lobas domésticas, pero
debajo de la falda y las puntillas, asoma una hermosa cola de Mujer Salvaje”
Hay otra característica de la ira en esta etapa que se da en casi todas las muertes de seres queridos y
que es fuente de una profunda culpa: es estar enfadado con el muerto. Una madre puede enfadarse con
su hijo por dejarla, por no haberse quedado y hacer realidad ese proyecto de vida hermoso que tenían.
El que se queda, queda desconsolado y con mil preguntas sin respuesta. La ira contra la persona que se
ha ido, en este caso contra el bebe, es perfectamente sana. Sacarla fuera y verbalizarla no le hará
ningún mal al pequeño, y para los padres será un pasaporte seguro hacia la salud mental y emocional.
Se puede dar también otras modalidades emocionales, como la ambivalencia, que es “querer y no
querer algo” dos emociones opuestas que se viven a la vez; parece el colmo de la locura, pero sucede
ineluctablemente: esa vecina que se acerca y te pregunta por tu pérdida y por cómo estas y te fastidia
enormemente porque puede tener tan poco tacto esa persona de preguntarte, sabiendo por lo que estás
pasando… Otra vecina que se acerca y no te dice nada y piensas “como puede tener esta mujer tan
poco tacto y no preguntarme como estoy, si sabe por lo que estoy pasando…”. Puede ser que una
mujer que a la vez esta de duelo por su pequeño, está embarazada de otro, y siente alegría y pena… Y
se siente culpable de sentir alegría por el que viene no estando el otro; y se siente culpable por no
sentir más amor por el que llega, por no darse permiso para vincularse con él, no sea que se vaya a ir
también.
El amor va de la mano de la locura y es posible que todos estos sentimientos se manifiesten
simultáneamente.
A estas alturas del duelo, lo peligroso seria no sentir nada.
Puede ocurrir que al duelo del hijo perdido se una el duelo por aquellas personas que no han sido
capaces de conectar con los dolientes, inmersos en su propia incapacidad de vivir el dolor y en la
negación del mismo. Se pueden producir situaciones que despiertan rabia por la incomprensión, por
las palabras bienintencionadas que hieren en lo mas hondo, por el vacío y el silencio que se produce
como si no hubiera ocurrido nada. Se suele recomendar no frecuentar personas que no aportan nada
positivo, lo que puede resultar difícil cuando se trata de la propia familia. El momento de la fase de la
ira no es el más adecuado para pedir cuentas, ni para “intentar hacerlos entrar en razón”. Puede ser
interesante evitar estas reuniones familiares y evitar entrar en peleas didácticas que no llevan a ningún
sitio, pues todos tienen, a su manera, la razón. Dejar pasar el tiempo, no por negar como hacen ellos,
sino para estar en otra perspectiva uno mismo suele ser interesante. Con el tiempo, los padres dolientes
aprenden a no dejarse herir, aunque hay heridas del alma que perduran por siempre. A veces, además
de a un hijo se pierde a un padre.
En definitiva, hablamos de un tiempo en el que, sobre todo la mujer, la ira queda hacia adentro,
solapada muchas veces por la tristeza (más socialmente aceptada, aunque no demasiado). Pero el que
no vayamos por ahí soltando tacos y puñetazos, no significa que toda esa violencia no este. Nos la
comemos. La dirigimos hacia nosotras. Es una etapa marcada por el autocastigo (en mayor o menor
grado) propiciado por la culpa (creencia irracional). Hasta que no se pase de la culpa a la
responsabilidad por uno mismo, no se ascenderá a las etapas siguientes: ira sana, tristeza serena,
aceptación…
Negación: empezamos a creernos lo que está ocurriendo y comienza una negociación a contra reloj
con Dios, con el Universo, con… Si dejo de fumar, si hago reposo, si me porto bien… ¿recuperare?
Algunas veces da resultado, y nos dicen que no todo está perdido, que con mucho reposo o esta
medicina o lo que sea, nos recuperaremos y tendremos al bebe. La mas de las veces, la Vida no está en
nuestras manos. En esta historia hay un tercero (el ser de luz que tu bebe es) que también elige si se va
o si se queda.
Esta negociación puede ocurrir en un tiempo previo a la pérdida o tras la misma si se busca otro
embarazo, o si ya se está embarazada… La doctora Kubler-Ross aplico esta fase al tiempo en el que la
persona que ha sido diagnosticada con una enfermedad grave intenta negociar una posible curación;
una negociación en la se “perdería” algo a cambio de ganar otra cosa. Descubrió que gran parte de sus
pacientes hacían esta negociación con Dios, ese alguien el que cada uno creía a pesar de que
previamente a la enfermedad muchos se habían considerado ateos o agnósticos. También resulto que
muchos de los creyentes se enfadaban con ese dios que permitía que “esto” sucediera. En cualquier
caso, comprobó que la resolución de esta fase se realizaba de forma más certera si la persona enferma
era capaz de aceptar que había un ser por encima suyo con poder para hacer y deshacer; es decir, si era
capaz de despertar la parte espiritual dormida en su interior posiblemente durante muchos años. En el
contacto diario con madres dolientes observamos que si existe una creencia religiosa es mucho más
llevadero el duelo, aunque no por ello menos doloroso. La espiritualidad no es una tapadera debajo de
la cual guardar el dolor ni un anestésico, sino más bien una manera de enfrentar la vida y todo aquello
que esta trae: lo bueno y lo malo.
Tristeza: igual que en un banquete, los demás platos son una especie de preparación para el plato
principal. Los primeros posteriores a la pérdida, nuestra psique no está preparada para afrontar todo el
dolor que sentiremos. Necesita una especie de preparación, una carrera de fondo hasta llegar al punto
de madurez en el que, por fin podemos aceptar el dolor de los que no ha pasado. La tristeza serena.
Cuando uno ha expulsado toda la rabia y, por fin, puede llorar, llorar por quien se ha ido y ya no estará
más; llorar por esa parte de uno mismo que también perdemos irremediablemente; llorar por la
situación que muere por da paso a otra tal vez no tan agradable; llorar por una misma, por el dolor que
desgarra… El llanto calma, y las lágrimas saladas desinfectan y ayudan a sanar la herida; llorar por el
dolor de nuestros semejantes, que se asemejan a nosotros más que nunca. Llorar por el dolor con
mayúsculas.
En esta fase tenemos una pequeña ventaja las mujeres frente a los hombres, y es que socialmente esta
mejor visto el llanto de la mujer (aunque no siempre) que el de un hombre. Los varones tendrán que
armarse también de valor para atravesar esta fase sin falsear, entrando a tumba abierta por la puerta
grande del dolor.
Se sabe que las fases del duelo no las van a recorrer a la vez los miembros de la pareja. La mujer entra
de lleno en el duelo al saber que llevaba un hijo en el vientre y que ya no está. A veces, el hombre no
está consciente de que va a ser padre hasta que no ve la barriga de su mujer hincharse. Él no vive las
molestias del embarazo desde el primer día, con lo que una perdida temprana puede ser que le pille sin
haber asumido completamente su paternidad. En cualquier caso, en un primer momento al padre le va
a preocupar más la vida de su mujer que la del bebe. Es más práctico en ese sentido. Y alguien va a
tener que cuidar de la madre que físicamente lleva también su proceso. Por ello, el duelo y sus fases
serán vividos de manera distinta por el padre y por la madre. Y si a esto le sumamos la dificultad que
pueden tener algunos varones de entrar en esta fase del dolor, ya tenemos un problema formulado.
Cuando el hombre llegue a esta etapa, tal vez la mujer tenga ya asumido su propio duelo, haya
cumplido sus trabajos y esté en condiciones de ser ella la que cuide del hombre, como una manera de
cerrar el círculo.
Aceptación: cuando hemos llorado y sanado, llega la aceptación. Esta supone haber aprendido a soltar
cada día la mochila que sin querer nos cargamos, mochila que lleva el peso de quienes no están y de
quienes estando, no lloran a los que no están. Es un peso que nos impide seguir adelante. No podemos
llorar nosotros por lo que le toca a los demás. Cada uno debe llevar su propia mochila y soltarla en el
momento adecuado.
Soltar, aflojar, sanar, caminar sin peso, con la cabeza bien alta y el sol y la brisa acariciándonos las
mejillas…
Hemos explicado el duelo como si fuera exclusivamente un evento psicológico, pero no es así.
Muchas personas que sabían la “teoría”, cuando les tocó vivir la pérdida en sus propias carnes
descubrieron que no solo les dolía el alma, también el cuerpo, en el que aparecieron múltiples
síntomas. Es cierto que cuando la persona no habla, habla el cuerpo, y muchas veces pueden surgir
somatizaciones de un duelo por resolver que aparecen incluso muchos años después. Otras son
manifestaciones habituales. El problema suele ser que si bien casi nadie consulta con un psicólogo que
le ayude a transitar el duelo, si acuden al médico de cabecera cuando empiezan a tener determinados
síntomas físicos, y si este no tiene en cuenta que puede tratarse de una manifestación del propio
proceso de duelo, medicara y cargara de pastillas inútiles que no harán más que enmascarar unos
síntomas que, más adelante, provocaran otros más.
Según los orientales, tenemos un cuerpo físico, otro mental, otro emocional, otro energético y otros
cuerpos sutiles. Todos ellos interactúan, y cuando hay movimientos en uno (o bloqueos), su
manifestación puede aparecer en otro.
En su libro “El camino de las lágrimas”, Jorge Bucay habla de “el duelo del cuerpo” y observa el
siguiente listado de síntomas: nauseas, palpitaciones, pérdida de apetito, insomnio, fatiga, sensación de
falta de aire, punzadas en el pecho, pérdida de fuerza, dolor de espalda, temblores, hipersensibilidad al
ruido, dificultad para tragar, oleadas de calor, visión borrosa, llorar, suspirar, buscar y llamar al ser
querido que no está, querer estar solo, evitar a la gente, dormir poco o en exceso, distracciones,
olvidos, falta de concentración, soñar o tener pesadillas, falta de interés por el sexo, no parar de hacer
cosas o apatía.
Todos estos síntomas son normales en un duelo normal, y es posible también que se reactiven en los
aniversarios, tal vez por años incluso. Cuando pase mucho tiempo y hasta quizás se nos olvide que
“hace tantos años hoy ocurrió…” un dolor de cabeza o una opresión en la garganta nos lo recordaran.
Porque si nosotros no hablamos, el cuerpo lo hará por nosotros.
Entrar en espiral
Para llegar a una aceptación total de lo ocurrido (hablamos de perdidas emocionales intensas) pueden
pasar años. El comienzo se vive como a cámara lenta. Las primeras semanas son días repletos de
aniversarios: la primera semana tras “su” pérdida; si esta sucedió un jueves, por ejemplo, todos los
jueves serán especialmente intensos, aunque los primeros días, todos lo son. La primera hora o los
primeros quince días todavía están teñidos tal vez de heridas físicas que hacen mantener presente y
real lo que ha sucedido. La tercera semana llega contra todo pronóstico (uno no deja de asombrarse a
cada momento de que el planeta completo siga girando y de que cada persona que lo habite continúe
con su vida como si nada hubiera sucedido) y la fecha del primer mes sorprende con la certeza de que
aunque uno no quiera, el tiempo pasa marcando una distancia terriblemente dolorosa con el ser
querido que ya no está. El día de la semana y el día del mes en que ocurrió son fechas que quedan
grabadas a fuego en el calendario personal de la madre que ya no tiene un bebe en el vientre del que
cuidarse (y por el que cuidarse) y esperar sentir crecer. Tal vez había ya una agenda de días marcados
con visitas médicas, la “eco” de la semana doce, la se la semana veinte… Son días claves en el
calendario que, sin darse una cuenta, van llegando y se van yendo marcando irremediablemente una
distancia física con el día en el que el mundo se paró diluyendo un dolor al que no se quiere renunciar,
como si ahondar en la herida para que siga doliendo hiciera más real un embarazo y un ser que poca
gente recuerda ya como alguien que existió en el mundo. Cuando se acerca la fecha probable de parto
puede ocurrir un fenómeno curioso: que los padres tengan necesidad de parirse a si mismo como
nuevas personas, en un intento de dar salida a la necesidad energética de parir que puede sentir la
madre, como si se preparara para un parto real, para otro momento culmen en su vida. Son días tristes,
pero que pueden llenarse de significado si se sabe aprovechar para realizar el trabajo terapéutico
correspondiente. Tal vez sea el momento de otro ritual y despedirse de nuevo del bebe que no llenara
sus brazos. Suele darse a continuación una pequeña tregua hasta que vuelva a acercarse la fecha en que
la madre quedo embarazada, las vivencias que tuvo, los momentos de felicidad, la noticia terrible… y
vuelta a empezar.
Sin embargo, muchas personas cuentan que el segundo año “es más sencillo”. Esto puede ser porque
se vuelven a revivir momentos por los que ya se pasó, aunque con el bagaje que aporta la experiencia
ya vivida. Así, el primer aniversario puede ser muy duro, pero se vive desde la distancia del tiempo
transcurrido. Pueden volver a reactivarse alguna de las fases pero desde otro prisma: el de la
experiencia y el aprendizaje que da lo vivido y el haberlo integrado un poco más todo. Lo mismo
ocurrirá en los años sucesivos. El tiempo no lo cura todo, pero da la perspectiva suficiente como para
verlo todo desde la distancia. De repente un día te da por llorar, sacas tu caja de recuerdos y te
deshaces en lágrimas por lo que pudo ser y no fue. Y es que tal vez en ese primer año no te diste el
permiso para llorar porque bastante tenías con sobrevivir y simplemente inhalar aire, una bocanada
tras otra. Descubres que el transcurso del tiempo ha sido necesario para descubrir lo que reconforta el
llanto.
Hablaríamos del duelo como una espiral que crece en el tiempo hacia arriba, como un camino que
vamos recorriendo a través del cual volvemos por encima de la casilla de salida, de los diferentes
momentos que fueron importantes hace un año, dos o los que sean, pero que se viven desde la
distancia que marca el tiempo y el ser otra persona.
Esto ocurre, al menos, la mayor parte del año, porque también es verdad que los días cercanos a las
fechas de aniversario son muy duros, al ponerse de nuevo en marcha mecanismos psicoemocionales y
físicos que uno creía superados. Pero forma parte del lote, se espera que pasado un año, dos o más la
persona ya haya superado su dolor.
Estos aniversarios se viven mucho desde la soledad, pues generalmente el resto de la familia ya paso
página hace tiempo. Son dolorosos de por sí, y más porque se reviven de nuevo los sentimientos de
soledad y aislamiento que rodearon a la pérdida del bebe por el poco apoyo social y familiar que
muchos padres padecen.
Es un camino que necesariamente hay que transitar. Algunos estudios demuestran que la medicación
que en ocasiones se da para atenuar los síntomas solo aplaza lo que inevitablemente hay que vivir. Y
no solo eso, sino que evita que el cerebro cree las conexiones necesarias para poder transitar el duelo y
crecer a través de él.
Es interesante contar con la mano de alguien que nos acompañe en el camino, guiándonos,
recordándonos que al final del túnel de nuevo veremos la luz.
Un profesional no hará que el duelo desaparezca, pero si nos ayudará a transitarlo de manera más
consciente. También los grupos terapéuticos, presenciales u online, son un gran soporte emocional
para estos padres. Ver como otros ya transitaron el camino por delante y comprobar que “no murieron
en el intento” supone un punto de esperanza.
Una perdida siempre es una prueba que nos pone la vida para aprender algo. No es la manera más
agradable de aprender, ojala se pudiera adquirir de otra manera, pero ya que no queda más remedio, es
interesante sacarle el máximo provecho posible.
Nuestra sociedad no ayuda a que el duelo sea correctamente transitado. La introspección no está bien
vista.
La generación anterior vivió las perdidas gestacionales desde la negación (aquí no ha pasado nada,
vamos a hacer que nada ha ocurrido, sufriremos menos). Quienes queremos vivir nuestras pérdidas
desde la conciencia chocamos terriblemente con nuestras madres, amigas, con gran parte de la
sociedad que se quedó anclada en esta fase del duelo. Para quien quiere saber, ver, informarse, tocar,
oler… pueden ser terriblemente ofensivos los mensajes de quienes deberían ser un apoyo en su camino
de descubrimiento personal, en su camino iniciático. Pero ¿cómo van a acompañarnos en nuestro
tránsito, en nuestro camino terapéutico si ellas antes no lo realizaron ni siquiera saben lo que es?
El duelo es un camino de aprendizaje, de iniciación, una oportunidad que nos da la vida para
desperezarnos y recuperar nuestra naturaleza, salvaje, nuestra fuerza.
La última fase del duelo será “Recomenzar la rueda siempre que haga falta”
El gemelo perdido
A veces, en un embarazo gemelar uno de los bebes muere. Ante esta perdida, los padres se verán en la
necesidad de elaborar el duelo. Sera especialmente complicado porque a la alegría de recibir al bebe
vivo ira unida la tristeza de haber perdido también un hijo. El superviviente, aunque colme de alegría a
sus padres y familiares, será toda su vida el recuerdo permanente del hermano que murió.
En muchas de estas pérdidas los padres a los que anuncian en la primera ecografía que se ven dos
sacos gestacionales anidados, en la segunda descubren consternados que uno de sus gemelos “no está”.
¿Qué ha pasado? Parece que es algo muy habitual: uno de los bebes no progresa y es reabsorbido por
el cuerpo de la madre o por la placenta. A este fenómeno se le conoce con el nombre de “gemelo
evanescente” o “gemelo fantasma. Excepcionalmente, podría fusionarse con el cuerpo del propio
hermano. Quedaría integrado en el de manera que su cuerpo fuera, en realidad, una mezcla de ambos;
poseería entonces dos tipos de células diferentes, cada una con distinta constitución genética, como si
fueran dos personas en una sola.
Otras veces, lo que ocurre es que el gemelo se integra en el cuerpo del hermano pero como una entidad
separada, en forma de agrupamiento de células y tejidos embrionarios (teratoma) situados en un lugar
concreto y cuyo crecimiento puede ocasionar daños o incluso comprometer la supervivencia del
gemelo que lo alberga dependiendo de donde esté situado y de cuanto se desarrolle en su interior.
Cuando la perdida se produce después de las primeras 8-10 semanas, el bebe no desaparece, sino que
permanece en el útero materno con el tamaño que tenía cuando falleció mientras va sufriendo un
proceso paulatino de “comprensión” de sus tejidos por la pérdida de líquido de su cuerpo que le da un
aspecto momificado.
La pérdida espontanea temprana de un gemelo es relativamente frecuente, pues son muchos los casos
de gemelos que no superan el primer trimestre de gestación.
Se estima que uno cada 80 embarazos son múltiples en su inicio, pero que solo prosperan como
gemelares 6 de cada 10. Este hecho está abriendo todo un campo de investigación sobre las posibles
secuelas psicológicas derivadas de estas pérdidas en el gemelo superviviente. Son muchos los casos de
estos gemelos “únicos” que se enteraron siendo adultos de la existencia de otro hermano con el que
compartieron útero, su primera morada, aunque fuera por un corto lapso de tiempo, y el relato de
ciertas características de su psique evidencian similitudes.
Por otro lado, la perdida en sí parece afectar al modo en el que los padres tratan y se relacionan con el
hijo superviviente, pues su gestación suele ir acompañada de numerosos miedos ante el riesgo de
perderlo de igual modo que su hermano y porque estos bebes tienen más riesgo de sufrir problemas en
su desarrollo.
Aunque no es un fenómeno nuevo, el aumento de las técnicas de reproducción asistida ha hecho crecer
la incidencia de este tipo de pérdidas. Por un lado, están contribuyendo a aumentar el grado de
embarazos múltiples, y por otro, al estar más monitorizados desde su inicio y saberse con certeza el
número de embriones implantados, hay más casos de mujeres que son conscientes de la pérdida de su
bebe que en otras circunstancias podrían pasar desapercibidas.
Con ello se están generando cada vez más situaciones en las que estas pérdidas suponen un duelo que,
antes de la existencia y auge de estas técnicas, no tenía lugar.
El problema de la pérdida de un gemelo es que se trata de otro duelo minimizado, pues la negación
que surge ante la pérdida provocara que la frase típica sea: pero si tenes otro, ¿Por qué estas triste?
Es un duelo complicado porque en el conviven la pena por el hijo que murió y la alegría por el que
permanece. Los mismos padres tienen la sensación de no tener derecho a estar tristes porque ya tienen
un premio: el gemelo superviviente. Es muy probable que surja la culpa por la lealtad que puedan
sentir hacia el que murió, como si lo olvidasen por estar alegres por el que vive. Igualmente, pueden
sentirse culpables por estar tristes, por no estar dándole un recibimiento y una crianza feliz al bebe
vivo. Y, a la par, pueden estar sintiéndose desbordados por la magnitud de las emociones ligadas a esta
situación ambivalente que están experimentando.
Desde el momento en el que los padres conocen la notician que portan dos pequeños, su vida se
planificara en torno a la existencia de ambos hijos. Si uno fallece, no solo pierden uno de los bebes, se
une al duelo la perdida de la “pareja” que formaban ambos niños. Los gemelos tienen una identidad
propia diferente a los bebes que se gestan de manera individual. La ropa, el cochecito… todo está
adaptado para una pareja de bebes. En la mente de los padres ya está esa pareja formada aunque solo
midan unos pocos centímetros en el útero. Si uno muere, muere también la ilusión, las expectativas, la
vida que se habían imaginado criando a un par de bebes a la vez.
En algunos casos, la existencia de un gemelo se conoce a posteriori: tras el parto o mucho mas allá, en
la edad adulta, cuando, por ejemplo, se extirpa y analiza un quiste. Y hay un duelo. A veces, es la
confirmación de una información sentida de algún modo por el hermano que nació con vida.
Sera interesante chequear el duelo del gemelo que llega a nacer, pues su vida estará marcada
seguramente por la historia de un hermano al que no llego a conocer. Sera un duelo a vivir en
pequeñas etapas a lo largo de la vida, pues siempre quedara la sensación de que le falta “su otra mitad”
justo a la que recorrer el camino. Es importante que el niño sepa que tuvo un gemelo, que se despida
de el e incluso crear algún ritual que los vincule.
Es un duelo a trabajar igual que los demás. No por el hecho de tener un hijo sano es menos dolorosa la
pérdida del que muere.
Es muy importante para cada persona conocer su verdadera identidad, saber quién es y de donde
procede.
Psicologización de la pérdida
Las personas buscamos la causa de la perdida, necesitamos entender por qué paso.
Y en este proceso de preguntas y respuestas, las causas psicológicas también aparecen.
Hoy por hoy es imposible establecer una relación causa-efecto directa. Es evidente que los factores
psicológicos afectan a la salud, pero de ahí a afirmar que un deseo inconsciente ha hecho que el
embarazo no siga su curso va un buen trecho.
En el proceso de duelo es normal que la culpabilidad salga a flote. Son intentos de la mente de
encontrar una respuesta. Las madres ya se sienten culpables.
El problema de la culpabilidad es que la persona se queda con ella y sin herramientas para afrontarla.
Es más fácil aceptar que la causa es externa a nosotros, pero si unimos esta culpabilidad a otras que
podamos arrastrar en nuestra vida, puede hacerse insostenible.
Tampoco ayuda decir: “no te sientas culpable” porque encima le estamos metiendo en una paradoja:
¡hacerle sentir culpable por sentirse culpable! Y no poder dejar de hacerlo. Las madres tienen derecho
a sentir lo que sienten, que las escuchemos y, si es necesario, confrontar sus pensamientos: ¿Crees que
todas las mujeres que tienen estrés pierden a sus bebes? ¿Es posible que haya otras causas que hoy en
día se desconocen?
En los procesos de duelo suele darse otra pérdida añadida: la falta de control.
Algunas personas pueden tener la sensación de no tener control sobre sus emociones, y si encima estas
causan el fin de un embarazo, dicha falta de control aparece aun con mayor fuerza. Precisamente
tenemos que trabajar para que las personas vayan adquiriendo mayor control en su proceso.
En algunos casos hemos visto que algunas madres, año atrás, incluso en la adolescencia, habían
interrumpido un embarazo. La culpabilidad y las dudas de si hicieron bien a veces las incomodan hasta
el punto de llegar a pensar incluso que la pérdida actual se la merecen. En estos casos, aludir a causas
psicológicas las puede hundir en un pozo con difícil salid; por ello, es imprescindible cuidar lo que
decimos, pues no sabemos la historia que lleva detrás cada mujer.
Pero, ¿Qué hacemos con la culpa?
La culpa no es un estado de bienestar, sino todo lo contrario. Es parte del estado emocional y cognitivo
que se vive alrededor de un duelo. El duelo hay que transitarlo y superarlo, no hay tiempo límite, pero
hay que hacerlo.
Sin embargo, todos conocemos personas que llevan años y años sumidas en la culpa sin ser capaces de
salir de ahí.
La culpa es otro mecanismo de defensa que la psique tiene para evitar enfrentarse al crudo dolor
cuando aún no se está preparado para afrontarlo. Pero no es bueno dejar a la persona sumida en la
culpa mucho tiempo, porque se olvidara de transitar su camino y acabara sintiendo que es mejor la
culpa que seguir trabajando sus conflictos para continuar.
A nadie le gusta sufrir por sentirse culpable, por supuesto. Los psicólogos hablan de “beneficio
secundario” cuando alguien elige una situación no beneficiosa para el mismo antes que evolucionar y
asumir el trabajo que esto implica.
Se puede repasar la situación que nos hace sentir culpables y ver hasta qué punto fuimos realmente
responsables de lo que sucedió. Si tenemos un 20% de responsabilidad habrá que asumirla y trabajar
en la reparación y pedir disculpas. Si se comprueba que, efectivamente hay un 0% de responsabilidad,
esto tendría que ser suficiente para disolver la culpa, y si no lo es, habrá que ver otros aspectos
psíquicos están influyendo para que la persona elija sentirse culpable (y estar mal) antes que crecer y
evolucionar.
Otra manera de racionalizar la culpa es enfrentar a la persona al siguiente razonamiento: uno es
responsable de un acto si tuvo poder para cambiar algo.
CAPITULO 3
Las personas necesitamos rituales
Rituales de degradación
Son aquellos que tienen como objetivo restablecer el estatus perdido de una persona degradando a
quien “ascendió” de estatus para ponerse por encima de ella. Pueden ser actos de denuncia o
simplemente actos destinados a reposicionar a un individuo u otro dentro de la jerarquía social.
Las prácticas clínicas y, más concretamente, ciertos profesionales que utilizan su estatus para violentar
a quienes en realidad son sus iguales.
Los protocolos clínicos que deberían ser garantía del buen trato a la usuaria son utilizados como
instrumentos de poder que acaban contribuyendo a que la madre sea desposeída de su estatus de
“mujer con capacidad para parir un hijo sano”. Al inculcar una visión de la fertilidad en la que es
necesaria la tecnología y el conjunto de prácticas y técnicas tanto para concebir como parir un hijo, ya
sea que esté vivo o muerto se generan sentimientos de incapacidad en la mujer que la hacen sentirse
degradad, inferior. La conclusión a la que llega la mujer, en diferentes niveles de conciencia, es que
ella sola “no puede” y que, de alguna forma, es imperfecta.
Tal y como se entiende la vida fértil de la mujer hoy en día, una mujer que pierde a su bebe en el
vientre no siente su estatus de madre si no es a través del legrado que le hicieron y del papel del alta
médica que lo corrobora.
Necesitamos en nuestra sociedad otro tipo de rituales que sustituyan en unos casos, y completamente
en otros, las prácticas clínicas, que sean quienes otorguen su estatus de madre a estas mujeres y
quienes ayuden también a sanar las heridas derivadas de la pérdida o del trato recibido en el hospital.
Las personas necesitamos rituales a través de los cuales identificarnos como miembros de una tribu.
Concretamente en el ámbito del duelo gestacional encontramos una serie de rituales sociales que,
aunque medicamente en principio colaboran en el proceso de la expulsión de los restos, ni
culturalmente aportan nada ni ayudan tampoco a transitar el duelo que necesariamente ha de elaborar
una madre y un padre en estas circunstancias.
El ingreso hospitalario, la medicina para inducir el parto, la analgesia para borrar el dolor (y las
sensaciones físicas), el proceso quirúrgico que “limpia” el útero con la connotación de que estaba
“sucio”… son rutinas que verdaderamente impiden la segregación del coctel químico-hormonal del
que el cuerpo dispone para impedir el estado depresivo posterior, el alta y la salida del hospital “como
si no hubiera pasado nada”. La mujer que no pasa por un legrado porque su perdida fue en un estadio
gestacional tan temprano que los médicos consideraron que no era necesario, tiene que pelear duro
para que los demás crean que lo que tuvo fue realmente un embarazo, y no una alucinación más propia
de una mujer anormalmente hormonada. El positivo en el test de embarazo o el informe de alta tras el
legrado son las pruebas fehacientes de que efectivamente ha estado embarazada, que pertenece al
grupo de las mujeres fértiles.
Así, en estos tiempos en los que en los hospitales comienzan a darse cuenta de que en caso de pérdida
gestacional lo mejor es intervenir lo menos posible, las mujeres, en lugar de ser ingresadas para legrar,
son reenviadas a sus casas para sangrar y llevar un seguimiento ambulatorio. Esto, que sería lo
adecuado, al no ser contextualizado y explicado correctamente, hace que muchas embarazadas se
sienten desatendidas y abandonadas a su suerte. Habría que ayudarlas a comprender que no necesitan
una intervención quirúrgica para sentir su embarazo y su perdida validados por la sociedad.
Necesitarían el contacto con otras mujeres que, habiendo pasado por lo mismo, les ayuden a conectar
con su mujer sabia interior.
Suele ser más traumático el trato recibido en el hospital que la perdida en sí.
Recibir frialdad cuando se espera humanidad puede suponer un gran trauma, más si la persona se
encuentra en un estado de profunda vulnerabilidad, como es el caso de una mujer de parto. El término
“violencia obstétrica” comienza a escucharse cada vez más en nuestra sociedad y, aunque aún no está
reconocido en nuestro país como tal, cada vez más mujeres han decidido salir de su pasividad y han
denunciado el mal trato cuando más vulnerables eran. Estas actitudes también se consideran ritos de
degradación, pues degradan a quienes se subieron a un pedestal que no les correspondía procediendo
como si fueran dioses sobre la tierra.
Una de las maneras más sutiles de ejercer violencia se refiere a la violencia verbal: algunas palabras
duelen más que un puñetazo, y cuando hablamos de perdidas gestacionales, el tipo de vocabulario que
utiliza (de la jerga medica pero sin una adaptación real a las personas que no pertenecen a esta
profesión) es las más de las veces frio, aséptico, cuando no directamente provocador y terriblemente
doloroso para los padres. Tal vez haya que reinventar un vocabulario a través del cual poder hablar de
los hijos perdidos sin rebajarlos al estatus de “despojos quirúrgicos”.
En el libro “La cuna vacía” creíamos que “un aborto” no es algo concreto físico, eso en lo que se
convierte nuestro hijo del alma cuando muere en nuestro seno y de lo que hay deshacerse enseguida.
Un aborto es un proceso, algo que comienza en un momento dado (cuando se da una muerte intrautero
o cuando, por la razón que sea, la madre se pone de parto ultraprematuro que dará lugar a la muerte del
embrión o feto fuera del útero), el cuerpo continua con el inevitable parto, el acontecimiento que se
conoce como nacimiento y el regreso del útero a sus ciclos y a su rutina.
Un aborto natural es un conjunto de procesos incluidos dentro del ciclo psico-sexual, emocional y
espiritual femenino que se da naturalmente en el cuerpo-mente-espiritual de una mujer gestante que
tiene como resultado el nacimiento del bebe en su desarrollo siendo su muerte la causa o la
consecuencia del mismo. Este proceso se dará con independencia de que exista o no intervención
médica de por medio.
Uno no se despide de alguien querido que se va para siempre y ya está. Es un proceso en el tiempo: el
amigo se prepara para irse, nos avisa, ponemos una fecha para hacer una cena de despedida,
preparamos la ropa que nos pondremos, los sitios a los que acudiremos, los regalos que
intercambiaremos, se hace la cena, llega el día de su marcha, lo acompañamos a la estación, nos
despedimos por última vez, se va, y nos quedamos con los recuerdos, las fotos en común, el regalo que
recibimos y el camino de duelo que nos toca transitar mientras nuestro corazón, nuestra mente y
nuestro espíritu se van haciendo a la idea de que es así: se ha ido y no hay vuelta atrás, no volveremos
a verlo.
Lo que hemos hecho para despedir a nuestro amigo es un ritual de despedida. Si fue abruptamente y
no hubo tiempo de despedidas, el ritual lo tendremos que hacer después, tal vez a solas, con su
recuerdo y sus fotos, pero habrá que hacerlo tarde o temprano.
CAPITULO 4
El entorno
Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas (Proverbio árabe).
Muchas parejas se encuentran con comentarios desafortunados que contribuyen a un mayor malestar.
El padre
La mujer embarazada es la que físicamente experimenta la perdida, pero el padre afronta dos
situaciones: la pérdida del bebe y la preocupación por la persona amada. Incluso puede ser que surja el
miedo de perderla a ella también, a la que fue, y también a una pérdida real. Este miedo puede no estar
fomentado por motivos objetivos, porque no haya habido riesgos para la vida de la madre, pero la
pareja puede vivirlo de modo muy real.
Antes, el duelo era diferente en los hombres; actualmente el padre puede sentir más el vínculo con su
hijo en formación que sus antepasados gracias a las nuevas tecnologías de imagen durante el embarazo
y la gran cantidad de información existente sobre las primeras e importantes semanas de desarrollo
embrionario.
En los estudios y artículos publicados sobre perdida gestacional se trata sobre el malestar de las
madres, pero poco sobre el impacto en los padres, y muchos menos sobre los casos en que la pareja es
otra mujer. En los foros de ayuda donde se expresan las vivencias del duelo con mucho detalle, la
presencia de los hombres es anecdótica, y su sentir es una “interpretación” de las mujeres, no su voz
en primera persona. Quizás el duelo de la pareja es silenciado desde fuera, por la sociedad, y desde
dentro, por el individuo mismo, por razones culturales, educativas, sociales…
Los padres están en duelo tras una pérdida perinatal: sufren shock, ira, vacío, desamparo y soledad, a
pesar de que la culpa no aparece como primera respuesta. Parece ser que la respuesta es menos intensa
que en las mujeres. Comentan que esto pueda ser debido al rol de cuidador que socialmente se les
otorga.
Ante una perdida, cada persona reacciona de manera única; depende del vínculo con el bebe, y
también somos conscientes de que hombres y mujeres, por fisiología o por educación, afrontamos el
dolor de distinta forma. En general, si la mamá tiende a la introspección, el padre tiende a la acción.
Por ejemplo, pueden forzarse por salir de casa, recuperar la vida de antes pronto…; en esta
circunstancia, la mujer suele sentirse abrumada, y tiende a interpretar una falta de duelo por parte del
hombre que es su pareja, lo que a su vez puede convertirse en una fuente de conflicto en la pareja. Nos
encontraríamos ante dos formas de duelo: una más tendente a salir, distraerse, hacer, y otra a estar
recogida, centrarse en una, sentir. La comunicación, la capacidad que cada uno tiene de llegar al otro/a
y dedicarle tiempo redundaran muchas veces en beneficio de la unión, y la pareja saldrá reforzada. Si
no se consigue, puede ser una brecha importante de cara al futuro de la unión. Cuando ambos
consiguen “encontrarse”, logran comprender lo importante que es no aislarse el uno del otro, viviendo
cada uno su duelo separados.
Parece ser que a mayor disparidad de las reacciones de duelo en la pareja, mayores efectos negativos.
La mujer a veces sufre por el bebe, por ejemplo, en caso de interrupción del embarazo. El padre sufre
por el bebe y por la madre. Cuando todo pasa, puede que el hombre se sienta aliviado por tener todavía
a la mujer que quiere. Y este alivio puede ser malentendido por la mujer, reprochándole que siente
menos la pérdida de su bebe.
Las parejas en duelo recurren a las siguientes estrategias:
- Aceptación de las diferencias: algunas parejas ven la parte positiva de hacer el duelo diferente:
“el me empuja a salir, ella me ayuda a centrarme en lo que nos está pasando”.
- Estar tiempo juntos. A raíz de una perdida, muchas parejas pasan más tiempo juntos, algunos
comparten sus sentimientos y pensamientos.
- Permitirse un tiempo para estar separados. Mientras que algunas mujeres prefieren compartir con
grupos de apoyo o acudir a un terapeuta, algunos hombres recurren al deporte como herramienta de
asimilación.
- Encontrar el punto en común de sus duelos.
- Cuidar el uno del otro, creando memorias positivas.
- Curar requiere tiempo
En la gran mayoría de las ocasiones, la pérdida del bebe de pocas semanas se da en una pareja
heterosexual, pero conviene no olvidar que pueden existir otros casos, como el de las mujeres que han
decidido ser madres solas. Su duelo será vivido con algunas ligeras diferencias, pues a no ser que
tenga una familia o “tribu” con fuertes lazos, no tendrá las ventajas de ir alternando de estados de
duelo ni las desventajas del reproche.
También tenemos en cuenta el caso cada vez más visible de parejas de mujeres que eligen ser madres:
esta situación conlleva unas connotaciones muy distintas respecto de la heterosexual porque, por
norma natural, ambas puedan procrear. Este hecho otorga la perdida unas condiciones muy especiales
que necesitarían un estudio en profundidad: ambas pueden quedarse embarazadas y ambas pueden
amamantar a su bebe.
La pérdida del embarazo puede tener, por tanto, unas repercusiones muy peculiares. Una de las
mayores dificultades cuando una mujer pierde un bebe es la de ver a otras embarazadas y otros bebes.
Pero, ¿qué pasa cuando en el proceso de duelo por el bebe perdido la que está embarazada es la propia
compañera?¿cómo es el duelo en estas parejas?
La pareja
Una perdida no deja de ser una crisis vital importante y, como tal, afecta directamente a la pareja.
Algunas explican que la perdida les ha unido más, especialmente cuando han podido hacer un trabajo
psicoterapéutico conjunto; otras se han distanciado, hasta el punto de separarse.
Cuando se está en duelo, las relaciones sexuales se ven directamente afectadas. Además, físicamente
puede haber cierto impedimento a la penetración, especialmente en el proceso de perdida de los restos
o tras un legrado. Las relaciones sexuales están íntimamente ligadas al hecho en sí de la reproducción,
que podían haber estado afectadas incluso antes de la pérdida, pues se acostumbra a controlarlas con el
fin exclusivo de utilizar los días fértiles.
Nuestra experiencia está focalizada sobre todo en el sentir de las mujeres, que son quienes más
recurren a foros y profesionales; en este aspecto, los hombres son aun unos grandes desconocidos por
su menor expresión emocional.
Las perdidas gestacionales van unidas en ocasiones a la dificultad para quedarse de nuevo
embarazada. Pueden pasar meses, un año entero, a veces incluso más antes que de positivo el test de
embarazo. En estos casos se añaden al duelo todas las pérdidas mensuales que supone el hecho de
volver a recibir el periodo menstrual un mes tras otro. Lo que es un acto placentero se convierte casi
en una obligación. Se pasa la mitad del mes esperando a que lleguen los días fértiles, y la otra mitad en
la angustiosa espera para ver si ese mes es el definitivo. La aparición de la odiada regla culmina un
ciclo de ansiedad y angustia continuadas.
Para acabar de arreglar el cuadro, siempre hay alguien bienintencionado que le recuerde a la aspirante
a embarazada que toda esta ansiedad no es precisamente lo más adecuado para embarazarse y que, en
cualquier caso, obsesionarse con ello no es bueno. Tenemos un caldo de cultivo en el que la
culpabilidad está asegurada.
Tal vez sería necesario para esta pareja abrumada “por la obligación” de lograr el embarazo abrir un
proceso terapéutico para ayudarla a reducir de manera efectiva la ansiedad: poner en su lugar las
emociones por el bebe perdido y las que genera la situación actual. Las terapias neurobiológicas están
dando muy buen resultado en el procesamiento de la información cognitiva y emocional.
Habría que ver razones físicas podrían estar dificultando ese embarazo. A veces un cambio en la dieta
obra milagros. También es interesante valorar si los miembros de la pareja saben cuáles son los días
fértiles de la mujer. Cada cuerpo y cada ciclo es un mundo, y no todas las mujeres ovulan en el día
catorce del suyo. Existen métodos naturales y test de orina para saber cuáles serían los días adecuados
para intentar la fecundación.
La espera por el positivo puede resultar muy estresante; además, una pareja vive inmersa en un
entramado social cuyas personas dan por hecho que “ya es hora de que tengan un bebe”, y no dudan en
decírselo por activa y por pasiva en cuanto se presenta la ocasión, sin ningún tipo de tacto ni de
respeto: “¿para cuándo el bebe?”,”¿Qué esperas?”, “yo a tu edad ya tenía 4 hijos”…
La técnica terapéutica de la desfocalización puede ser muy efectiva en estos casos: cuando tenemos un
problema, solemos tirarnos de cabeza a buscar soluciones, dejamos de lado todos lo demás y nos
metemos en una carrera contrarreloj por hallar una respuesta.
La desfocalización consiste en intentar, en la medida de lo posible, tener otras metas que también
llenen la vida, historias diferentes a las de los test de embarazos negativos. Permitirse la risa, “hacer el
humor”, recordando que la verdadera esencia de las relaciones sexuales es la de compartir placer.
Rescatar la pasión por la vida en su sentido más amplio…
Los ciclos
Hay algo en lo que la medicina sigue encasillada desde hace mucho: en considerar el cuerpo de la
mujer como algo imperfecto y, por tanto, enfermo; y, como tal, hay que curarlo y ayudarlo en sus
procesos irregulares e impuros para que se asemeje lo más posible al cuerpo del hombre, que sigue
considerándose el modelo de salud de referencia. La historia ha querido olvidar los miles de años en
los que las mujeres eran dueñas de sus vidas y de sus ciclos; seres, al igual que los hombres, completos
y perfectos en sí mismos.
Cuando una niña nace, lleva ya en el interior de sus ovarios los óvulos que maduraran en su vida
adulta. Con la menarquia comienza su época fértil, que estará marcada por los ciclos menstruales: cada
28 o cada 30 o cada 40 días en sus interior madurara un ovulo, que culminara y morirá si no es
fertilizado, saliendo del cuerpo a través del sangrado menstrual. Esto se repetirá todos los meses,
siempre y cuando no quede embarazada. Si queda embarazada, estos ciclos se detendrán dando paso a
otro tiempo marcado por otros misterios: el embarazo, parto, crianza…
Llegará un momento en que la mujer alcanzara el climaterio, también conocido como menopausia,
cesaran los ciclos y entrara en otro periodo.
La sabiduría está presente en todas las etapas de la vida de la mujer. Es esta sabiduría lo que tenemos
que recuperar. Nuestros cuerpos saben en todo momento lo que han de hacer: saben ovular, gestar,
parir hijos vivos y muertos, amamantar…
Cada arquetipo femenino nos enseña algo. Cada fase de la luna refleja una parte del prisma inmenso y
rico que es la mujer. Solo descubriendo y sanando cada una de nuestras mujeres internas heridas
podremos recuperar y disfrutar de los dones y regalos que nos ofrece nuestro cuerpo en cada momento
de nuestras vidas.
Posparto
En ciertas ocasiones, las madres ni siquiera se toman un tiempo de baja laboral para recuperarse del
embarazo, el parto y/o la interrupción debido, quizás, a una necesidad de negación y de recuperar la
normalidad lo antes posible. El acompañamiento y apoyo psicológico profesional puede favorecer el
bienestar emocional tanto para la madre como para el padre, un bienestar que su vez implicara una
mejor recuperación física de la mujer.
CAPITULO 7
Interrupción voluntaria del Embarazo (IVE)
De tanto en tanto, tratando y acompañando las perdidas gestacionales no buscadas, surge la cuestión
de la perdida voluntaria. La información al respecto es muy controvertida, pues detrás de conclusiones
extremas están posturas extremas, tanto a favor como en contra. Existen muy pocos estudios objetivos,
sin contaminación ideológica, al respecto.
Un gran número de mujeres están preocupadas porque, aunque la ley (en España) permite abortar,
terminan haciéndolo solas, sin un acompañamiento adecuado e incluso pagándolo de su bolsillo en
clínicas privadas. Relatan experiencias desoladoras, atenciones rápidas, frías, en soledad y sin
información. A veces, la actitud profesional y la intervención pueden ser más traumáticas que la
decisión en sí misma, de lo que deducimos la necesidad de más información y estudios rigurosos sobre
la IVE.
Tomar la decisión de continuar o no con una vida en curso en el seno es trascendental. Tanto si se opta
por continuar como por interrumpir, la decisión va a trascender: un hijo es para toda la vida, dicen, y,
añadimos: un aborto, también.
El adjetivo “voluntario” ha sido repetidamente entrecomillado porque en una sociedad donde no existe
la igualdad de género, no se ha erradicado el maltrato y la maternidad esta tan desprotegida, causa
mucha desazón. Hay una urgencia temporal en la toma de la decisión, a veces acompañada de
coacción del entorno. La fertilidad femenina es abordada, así, de manera puntual, sincrónica. Sin un
acercamiento holístico, se focaliza y soluciona este embarazo concreto, pero no se estudia
diacrónicamente la historia posterior, y no nos referimos únicamente a la psicología, sino a la historia
de la fertilidad y maternidad de cada mujer que ha optado por una IVE.
El duelo
Una mujer que decide voluntariamente detener la gestación del hijo sano que lleva en su seno tiene
unas motivaciones concretas que nadie tiene derecho a juzgar. Nadie toma alegremente esta decisión si
no es después de haberlo meditado mucho y haber reflexionado sobre sus pros y los contras.
El problema es que la legalización del aborto voluntario ha supuesto tal minimización de la pérdida
que muchas madres se encuentras desangeladas frente al duelo que necesariamente tendrán que
elaborar. En general, y para evitar el impacto emocional, suelen decirse palabras del estilo “lo que
tienes dentro solo son células en este momento”.
Si un embarazo deseado y después perdido es un tabú que se minimiza y se obvia como algo que “no
ocurrió”, un aborto planificado lo es aún más, pues la mujer no encuentra lugar para expresar su dolor
y su duelo por un hijo que tal vez deseaba pero que no se ha podido permitir tener. Uno de los
mensajes que podría recibir es, por ejemplo, algo así como: “deberías estar contentas de las leyes de
este país, que te permiten ser dueña de tu cuerpo y abortar si te quedas embarazada y no quieres
tenerlo”. Socialmente se niega el duelo, y la mujer también lo hace, pues parece que es la salida más
fácil ante una situación de tal envergadura emocional, pero la negación no es lo más adecuado. Sería
ideal que los padres elaboraran el duelo por su hijo/a y pudieran tener acceso a la asistencia
psicológica como parte del proceso de la interrupción voluntaria.
Supuestamente, el aborto voluntario no tendría que provocar ningún sentimiento de culpabilidad en la
mujer y/o su pareja, sino permitirse sentir sus emociones, realizar el tránsito, despedirse del alma del
bebe y permitirle partir. Una mujer que elige despedirse de un hijo abortándolo realiza un gran
sacrificio, y estos nunca son gratuitos. Aunque en ese momento no sea consciente de ello, convendría
alcanzar tal conocimiento para poder vivir en paz consigo misma el resto de sus días.
CAPITULO 8
El manejo de la perdida
Debería haber una transparencia absoluta en la información médica que la madre recibe en el
momento de decidir cómo parir a su bebe muerto. Esta, debería basarse, además, en la evidencia
científica, buscando y proponiendo el método menos invasivo y que suponga un mayor beneficio para
la madre.
Cuando una mujer se enfrenta al duro momento de asumir la pérdida de un embarazo deseado,
normalmente no sabe que es lo que debe hacer, cual es la forma correcta de abordarlo. Necesitará
mucho apoyo para poder elegir adecuadamente, y será también muy vulnerable y manipulable.
En la mente de la madre gestante que se enfrenta a la pérdida de su bebe se suelen mezclar todo un
conjunto de sentimientos que complican la toma de decisiones.
La incapacidad para comprender lo sucedido y el dolor de la pérdida se mezclan con la engañosa
necesidad de pasar página urgentemente para mitigar ese mismo dolor. A veces se encuentra incluso
confundida con sentimientos de culpa que no consigue gestionar embargada por el desconcierto de ver
como su cuerpo inicia el camino sin retorno hacia la pérdida de su bebe sin que pueda hacer nada para
evitarlo; incapaz de poder controlarlo. Su mente y su cuerpo irradian frustración y rabia.
Muchas mujeres sienten un profundo miedo y sentimientos encontrados ante la idea de tener dentro de
su cuerpo a su bebe muerto. El profundo dolor del que sienten que necesitan salir se ve enfrentado por
una cierta resistencia ante la llegada del inevitable momento en el que experimentar esa fatal
despedida. A esto se añade que el desconocimiento colectivo en cuanto al manejo del aborto, además
de ignorar y minusvalorar esta vorágine de sentimientos, ha impreso en el subconsciente la idea de que
es muy peligroso para la madre “tener a su bebe dentro” y que es preciso sacarlo cuanto antes.
Nuevamente se impone la prisa. Para la madre, la idea de que el bebe fruto de sus deseos y anhelos
pueda ser también un perjuicio para su salud puede ser traumático. Sus miedos se verán aún más
acentuados, lo que puede precipitar una toma de decisiones inapropiadas como fruto de ellos.
El hecho de que el bebe ya muerto a la hora de parirlo tiende a despersonalizar el proceso y a no
valorar el impacto de las intervenciones que se ejercen sobre la madre, porque el bebe ya no puede
sufrirlas. El bebe pasa a menudo a ser considerado un objeto sobre lo que se puede y debe actuar sin
demasiados sentimentalismos.
Tal y como se recoge, por ejemplo, en la definición de muerte fetal de la OMS, el bebe es un producto
que el médico debe extraer (lo que se denomina manejo activo). La tendencia a recurrir al manejo
activo para extraerlo es tan frecuente que este tipo de actuación está implícito y recogido incluso
dentro de la misma definición: “la muerte previa a la expulsión o extracción completa de su madre de
un producto de la concepción, independientemente de la duración del embarazo”.
La pérdida gestacional es un auténtico shock para los padres. La forma es que interactúen los padres y
los profesionales y la manera en que se lleve a cabo el aborto van a ser clave para la vivencia posterior
que tengan estos, no solo desde el punto de vista emocional, sino también físico.
Durante la perdida gestacional se siguen produciendo las mismas carencias que han sido demostradas
en la atención al parto, con la salvedad de que a diferencia del parto, en el caso de las perdidas hay un
gran vacío en la elaboración de estrategias consensuadas que impulsen la implantación de buenas
prácticas.
Uno de los aspectos claves a promover es el empoderamiento. La madre necesita recibir información
precisa, completa e imparcial. La mujer necesita saber a qué se enfrenta, que opciones hay, no solo la
que el medico sugiere, y debe conocer el balance riesgo versus beneficio de cada una de ellas.
Necesita saber por qué el medico cree que esa opción que le sugiere es la mejor, y por encima de todo,
si esa opción es la que realmente más se ajusta a sus necesidades. También si es el método que
resultara menos invasivo para su salud física y emocional.
Además, en esta toma de decisiones debe existir una cierta empatía por parte del profesional para
comprender los sentimientos y necesidades de la madre en un momento tan delicado, y con ello,
adecuar la elección final y los tiempos necesarios.
Un médico puede ayudar a iniciar un buen duelo y anticiparse a situaciones que puedan resultar
estresantes.
La mujer necesita que se validen sus sentimientos, ya que el silencio social que se genera en torno a la
perdida le hace sentir que nadie es capaz de ver lo mal que se siente internamente.
Los profesionales ejercen, por tanto, un papel crucial en la manera en que se define la experiencia de
la perdida. Tienen un gran poder para reducir el impacto de esta y el trauma asociado, y con ello, las
posibles secuelas psicológicas de la misma.
Las mujeres no pueden ser tratadas (ni sentirse) como un mero útero o contenedor de bebes. Son seres
individuales que requieren un trato y un tipo de actuación también individualizada y personal; y
debemos exigir que así sea.
El dolor psicológico de la perdida puede resultar excesivo sabiendo que el bebe muerto esta aun con
ella.
Conocer las dos caras de la moneda, las ventajas y los riesgos de estas dos opciones de manejo,
ayudara a empoderar a la mujer, dotándola de mayores recursos internos podrá decidir la opción que
más se ajuste a sus necesidades físicas y emocionales y que redunden en un mayor beneficio para su
salud.
Manejo activo
El manejo activo consiste en recurrir a algún tipo de intervención médica, ya sea mediante
administración de fármacos o mediante técnica quirúrgica, para inducir a la madre a expulsar el bebe.
Es un proceso artificial que requiere de supervisión y actuación médica especializada, pues implica la
manipulación y alteración de la fisiología natural del cuerpo y puede generar complicaciones que
deben estar muy controladas. De menos grado de intervencionismo a más, los métodos se pueden
clasificar en:
- Aborto farmacológico.
- Aborto quirúrgico: mediante legrado por aspiración o con cureta. También incluiría el aborto por
cesárea, aunque este caso solo está indicado en gestaciones avanzadas con presentaciones fetales y/o
situaciones incompatibles con el parto vaginal.
La elección de uno u otro depende no solo de los deseos maternos sino también de otros factores,
como la edad gestacional, si se ha iniciado ya el aborto pero ha transcurrido solo parcialmente (aborto
incompleto) y el proceso no progresa por si solo; o si aparecen signos de infección o excesiva
hemorragia. En función de ellos, unas metodologías prevalecerán sobre las otras por ser las que menos
complicaciones comprendan y mayores beneficios impliquen en la salud materna en su circunstancia
particular. Pero cuando no concurran circunstancias que evidencien, basándose en estudios científicos,
una necesidad preferente de una técnica sobre otra, la madre deberá optar elegir el método que mejor
se adecue a sus necesidades, bagaje cultural y deseos propios. Y los médicos deberían poner al mismo
nivel las diferentes opciones que resulten seguras para su circunstancia individual sin imponer sus
preferencias personales por encima de ello.
Que pasa cuando la fisiología se altera: en un embarazo normal, para que este progrese normalmente,
es necesario mantener un nivel concreto de hormonas, principalmente, estrógenos y progesterona. Los
estrógenos son responsables de que el útero crezca, mientras que la progesterona se encarga de que el
útero no se contraiga durante este crecimiento y que el cérvix se mantenga cerrado. Cuando la
concentración de progesterona desciende (como ocurre al final del embarazo) se activa la producción
natural de prostaglandinas, que a su vez activan la contractibilidad del útero aumentando la producción
endógena de oxitocina, favoreciendo la dilatación del cérvix y la posterior salida del bebe. El aborto
farmacológico puede conseguirse, por tanto, en el momento en que se alteran de forma artificial estos
mecanismos naturales y se activan las rutas que estimulan el parto. Puede administrarse (i) fármacos
análogos a las prostaglandinas naturales u (ii) oxitocina que active las contracciones uterinas (aunque
es relativamente ineficaz si el embarazo no es a término o si no se ha iniciado espontáneamente el
trabajo de parto, requiriéndose que antes se haya administrado algún tipo de prostaglandinas) o bien
(iii) antiprogestágenos que bloqueen los receptores de las progesterona y disminuyan su acción
inhibitoria de la contracción uterina, activando la consecuente síntesis de las prostaglandinas naturales.
Otra manera de inducir el parto farmacológicamente consiste en inyectar soluciones salinas
hipertónicas que inducen un cambio osmótico que da lugar a la necrosis del amnios, el corion y la
superficie fetal de la placenta provocando la liberación de prostaglandinas y originando la aparición de
contracciones uterinas pocas horas después de la inyección. En la actualidad, esta opción no suele
elegirse de forma aislada sino como complementaria a otras; se emplea, sobre todo, en interrupciones
voluntarias del embarazo que tienen lugar por encima de las 14 semanas de gestación con el fin de
asegurar la muerte del bebe antes de proceder al aborto en si, ya que este ingiere la solución y muere
poco después del envenenamiento. Asimismo, pueden introducirse en el orificio cervical dilatadores
hidrófilos, son varillas, generalmente de polímero, que absorben el líquido cervical expandiéndose y
estimulando la producción de prostaglandinas. El mismo efecto se puede conseguir introduciendo
dilatadores mecánicos de diferentes tamaños, como los tallos de Hegar, que son cilindros metálicos en
orden creciente de diámetro y que van abriendo de forma gradual el orificio cervical. Es un
procedimiento agresivo, particularmente en el caso de los dilatadores mecánicos que puede ocasionar
desgarros en el cérvix y que puede evitarse si esta previamente ablandado o dilatado. Esto puede
hacerse fácilmente recurriendo al uso de prostaglandinas horas previas al procedimiento.
El tratamiento quirúrgico del aborto se basa en las técnicas de legrado por aspiración (vacuo-
aspiración) o legrado con cureta (legrado simple). Ambas son técnicas invasivas que deben realizarse
en quirófano y bajo algún tipo de anestesia. Hace años se empleaban como primera opción en las
perdidas gestacionales del primer trimestre por la sensación de que no implicaban riesgos importantes,
pero se sabe que el manejo quirúrgico parece implicar un mayor riesgo de infección y efectos adversos
de cara a la fertilidad futura, además de un mayor coste por termino general. Por ello, hoy en día,
especialmente en gestaciones tempranas, se considera también seguro emplear como primera opción
fármacos que induzcan el parto. Cada vez más se dejan este tipo de técnicas solo para los casos en los
que no se consiga la expulsión completa de los restos, o en cualquier caso, en función de los deseos
maternos y siempre que no concurran otras circunstancias que indiquen que la opción quirúrgica sea
más adecuada. Si la madre desea garantizarse que el aborto discurra rápidamente y con elevada
probabilidad de que sea completo en el mismo acto, entonces el método de elección será el quirúrgico.
El legrado por aspiración consiste en la extracción del embrión o feto mediante una cánula conectada a
una bomba de vacío (aspiración eléctrica) o a una jeringa a través de la cual se realiza la succión
(aspiración manual), siendo ambas técnicas igual de seguras. La cánula se introduce por el orificio
cervical, y a continuación se realiza un aspirado mediante movimiento de rotación a través de la
misma para su evacuación. Dependiendo de la semana gestacional se puede requerir un mayor o
menor grado de dilatación del cérvix previo a la aspiración. Por debajo de las nueve semanas de
gestación, se emplea como máximo una cánula de 8mm, y muchas mujeres no requiere siquiera
dilatación. En caso de necesitarse, se emplean dilatadores hidrófilos o mecánicos. Debido a ello, en
gestaciones incipientes este método se denomina solo aspiración, y en gestaciones algo más avanzadas
que requieran dilatación previa, se denomina dilatación y evacuación. Según el grado de dilatación
necesarios y los deseos de la madre, puede requerirse menor o mayor grado de analgesia. La
evacuación completa del bebe y la placenta deben ser comprobadas mediante examen de contenido
extraído. Esto es fundamental para asegurarse de que no quedan restos, de que estos corresponden a un
bebe de la edad gestacional esperada (para descartar el embarazo molar) y de que no hay un embarazo
ectópico, en cuyo caso el útero estará vacío, y el aborto deberá realizarse de otra forma. Idealmente,
estos casos deberían estar previamente diagnosticados por ecografía.
El legrado simple con cureta, también denominado en el caso de gestaciones avanzadas, dilatación y
curetaje, es una metodología que implica más riesgos que la vacuo-aspiración. Comparado con este,
tiene menor tasa de abortos completos y tasas más altas de complicaciones como más pérdida de
sangre, estancia hospitalaria más largo, mayor riesgo de infección, perforación uterina o aparición de
adherencias uterinas, además de una mayor necesidad de administrar anestésicos. De media, se estima
que el legrado con curetaje implica un riesgo 2, 3 veces superior de presentar complicaciones de algún
tipo en comparación con el aspirado.
De modo que, existiendo la opción de elegir métodos alternativos, el legrado con cureta debería
relegarse al olvido.
Riesgos específicos asociados del legrado con cureta:
Por las molestias que conlleva, debe realizarse en quirófano y suele implicar mayor grado de anestesia
que la vacuo-aspiración. Por lo general se realiza bajo anestesia total o sedación (en algunos casos
puede llevarse a cabo con anestesia regional). La metodología supone la separación de las paredes
vaginales con una valva y el posterior pinzamiento del cuello uterino traccionando para evitar la
perforación. Si el cuello está cerrado, se procede a su dilatación instrumental usando dilatadores
hidrófilos o mecánicos. Esta dilatación se facilita considerablemente si se ablanda previamente el
cerviz por medio de prostaglandinas, o bien si el parto se ha iniciado de forma natural, en cuyo caso ya
estaría parcialmente dilatado. Una vez dilatado el cuello, se introduce la legra, que es como una
cuchilla afilada que permitirá ir raspando las paredes del útero para desprender la placenta y el bebe de
las mismas. Se elige siempre la legra de mayor tamaño que quepa por el orificio cervical y se
introduce hasta el fondo uterino. Después, mediante movimiento de retorno hacia el cuello, se
exploran las cuatro paredes hasta evacuar la totalidad de la cavidad uterina. El punto crítico del
legrado con cureta, y que lo hace potencialmente peligroso, es que aunque el proceso puede hacerse
con seguimiento ecográfico, muchos profesionales no lo hacen siguiendo este método y raspan a
ciegas. Otra dificultad es saber cuándo hay que dejar de raspar, porque un raspado excesivo puede
conllevar eliminar capas uterinas internas dejando el útero fuertemente dañado. El traumatismo
intrauterino que produce el legrado con cureta es un agente etiológico común en el desarrollo de
adherencias intrauterinas que pueden dar lugar a sinequias locales. Por tanto, el origen de las sinequias
como consecuencias del legrado con cureta no es otra cosa que una “ablación traumática” del
endometrio; de debe a que durante el procedimiento, si este es demasiado enérgico, ocasiona que la
capa basal del endometrio se exponga al miometrio. Se promueve la actividad de fibroblastos y
formación de colágeno antes de que se lleve a cabo el proceso de regeneración endometrial normal,
que queda entonces dificultado; con esto se favorece que se adhieran paredes adyacentes de la cavidad
uterina. Las diferentes regiones del útero quedan fusionadas por “cables” de tejido conectivo creando
incluso, en ocasiones, autenticas “telas de araña” dentro del útero, que pueden generar no solo
numerosos malestares y problemas ginecológicos sino que pueden ser causa de infertilidad secundaria.
Los síntomas varían según la extensión de la lesión: alteraciones menstruales, dolor pélvico crónico,
abortos recurrentes, alteraciones de la inserción placentaria e infertilidad; y en casos extremos puede
provocar un síndrome de Asherman y relacionarse con la aparición de endometriosis (tejido
endometrial que crece fuera del útero invadiendo otros órganos y estructuras adyacentes).
Se ha encontrado que en torno al 60% de las sinequias o adherencias uterinas vinculadas al síndrome
de Asherman son consecuencia del legrado con cureta. Las sinequias también pueden generar la
“sabana amniótica”, que puede confundirse con la casuística de la “brida amniótica”. El término
“sabana amniótica” se empleó para describir la imagen ecográfica particular en que una sinequia en
corte transversal se observa englobada por el amnios y corin, similar a la relación del peritoneo y
mesenterio con el intestino. La “brida amniótica”, que causa multitud de malformaciones fetales tiene
un origen no vinculado con la sinequia. Ambos sucesos no deben ser confundidos, aunque por
desgracia su similitud puede dar lugar a que la presencia de una sinequia conlleve a un diagnóstico
prenatal erróneo de “brida amniótica”. Por termino general, las sinequias no suponen complicación
alguna durante la gestación, aunque existe evidencia que sugiere que las grandes sinequias uterinas
pueden ser la causa de distocias de presentación y recién nacidos de bajo peso. Por el contrario, las
bandas amnióticas pueden generar malformaciones fetales, en muchas ocasiones incompatibles con la
vida y pueden conllevar la interrupción voluntaria del embarazo. La clave está en recurrir a la
ecografía-doppler a color para diferenciarlo, con la que se puede apreciar circulación sanguínea a nivel
de la sinequia, lo cual no se ve en las bandas amnióticas. Las sinequias pueden, además, ser
confundidas durante una gestación sana con la presencia de otros problemas como una hemorragia
sucoriónica, dando la impresión de la placenta, imagen que puede simular este tipo de hemorragia.
Se han propuesto procedimientos post-legrado que contribuyan a disminuir la probabilidad de
formación de sinequias, como la implantación dentro del útero de un dispositivo en la cavidad
endometrial (DIU), de manera que logre separar las paredes uterinas en la mayor extensión posible
durante la regeneración del endometrio. La terapia cíclica con estrógenos conjugados y progesterona a
dosis elevadas es otro recurso que estimula activamente la proliferación endometrial reduciendo la
incidencia de sinequias intrauterinas. Pero lo cierto es que, existiendo todo un método alternativo,
como es la vacuo-aspiración, que carece de estos riesgos y es, en término general, mucho más seguro,
debería ser motivo suficiente para invitar a los profesionales a abstenerse de utilizar esta técnica.
Finalmente, también cabe mencionar un mayor riesgo de perforación uterina con el legrado con cureta;
aunque su incidencia es baja y esta se reduce cuando el profesional tiene una alta experiencia, no deja
de ser un riesgo importante. El tratamiento ante una perforación varía en función de la sintomatología.
Ante la sospecha de perforación, el legrado debe interrumpirse, manteniendo una actitud conservadora
salvo que se constate la aparición de irritación peritoneal por lesión visceral, hemorragia intensa o
hematoma extenso en cuyo caso deberá recurrirse a realizar cirugía abdominal urgente. Debido a todos
los riesgos, partimos de la base que el legrado con cureta debería ser excepcional. Por ello,
denominamos este método ilegrado (legrado innecesario), ya que encontramos muchos casos en que se
emplea esta técnica sin ser necesaria ni adecuada pudiendo haberse manejado el aborto de una forma
mucho menos invasiva (farmacológica o vacuo-aspirado) o de forma expectante.
El quid de la opción a escoger es elegir el manejo adecuado según la edad gestacional y haciendo
balance también con los efectos secundarios de los mismos para cada caso y, por supuesto, teniendo en
cuenta los deseos maternos. También es preciso tener en cuenta si el aborto ha sido espontaneo o es
fruto de una IVE, bien porque se hayan constatado problemas que impidan la normal evolución del
bebe o por otros motivos. Estos factores pueden inclinar la balanza hacia uno u otro método porque
pueden requerir procedimientos adicionales durante el proceso abortivo. No obstante, nos centraremos
principalmente en los métodos mayormente empleados en el primer caso, en el que el aborto ha sido
espontaneo, aunque en realidad, la mayoría de aspectos relativos a los procedimientos son válidos para
cualquier tipo de aborto.
Manejo farmacológico vs Manejo quirúrgico: hasta la semana 9 de gestación, el manejo farmacológico
es un método muy eficaz en la mayoría de los abortos, aunque se recurre igualmente al manejo
quirúrgico, sobre todo cuando se busca acortar el proceso y garantizar el éxito del aborto a corto plazo.
En este caso, lo más frecuente es que, de hecho, se combinen ambas opciones empleando fármacos
(las prostaglandinas) para ablandar el cérvix y facilitar el aspirado posterior. La dilatación previa del
cuello del útero reduce, además, la incidencia de otras complicaciones como daños en el útero y/o
cérvix, hemorragias y retención de restos. La evidencia científica apunta a que ambos métodos son
igual de seguros si no coexisten otros indicios de problemas que sugieran que un tipo de actuación
debe prevalecer sobre la otra. Ambas opciones presentan el mismo grado de actuación debe prevalecer
sobre la otra. Ambas opciones presentan el mismo grado de complicaciones y generan tasas similares
de abortos completos (aunque ligeramente superiores en el caso de la vacuo-aspiración).
Este método de actuar nos invita, no obstante, a preguntarnos hasta qué punto el fin en sí mismo de
usar el método quirúrgico por su mayor rapidez justifica que sea la primera opción, ya que no deja de
ser un método muy invasivo. Si se plantea utilizar prostaglandinas con el fin de ablandar el cuello del
útero antes de la intervención, la mujer va a medicarse igual que si se elige únicamente la opción
farmacológica, pero no se le va a ofrecer la alternativa de esperar a ver si expulsa el bebe por sí
misma, en cuyo caso se ahorraría el procedimiento quirúrgico. Con ello, la mujer va a sufrir el efecto
de la suma de las dos opciones a cambio de una mayor rapidez. Y ello, a pesar de que esta rapidez no
siempre es lo idóneo en todos los casos y depende mucho del estado emocional y los deseos maternos.
Siempre que no haya indicios de complicaciones y salvo deseo expreso de la madre, una vez que a la
mujer se le administren los fármacos se debería poder dejar pasar el tiempo y comprobar su
efectividad, de modo que se solo se someta a la intervención quirúrgica si fuera estrictamente
necesario.
Es importante tener en cuenta que no todas las opciones farmacológicas funcionan igual ni tienen los
mismos riesgos. Por ej, las prostaglandinas solas (misoprostol) no son suficientemente efectivas (entre
el 3 y 7% de las mujeres experimentan abortos incompletos y necesitaran legrado). Además, se
requieren varias dosis sucesivas, y el sangrado puede durar muchos días. Si la hemorragia es muy
profusa, puede ser necesario un legrado de urgencia con fines homeostáticos. Algo similar ocurre con
los antiprogestágenos (mifepristona), que tienen una efectividad aún más baja (entre el 60 y 70%).
Sin embargo, el proceso de expulsión de los restos es más eficaz si se combinan ambos fármacos; en
tal caso, suele conducir al aborto de manera más rápida, con menos efectos secundarios y con una tasa
más elevadas de abortos completos evitando tener que recurrir al manejo quirúrgico. Una opción
interesante es el uso combinado de mifepristona y misoprostol por la ventaja de que el misoprostol
puede administrarse por vía oral en lugar de vaginal (que para algunas mujeres resulta incómodo o les
genera rechazo). Varios estudios han demostrado en gestaciones del primer y segundo trimestre que la
administración de misoprostol 24-48hs después de la mifepristona permite el aborto completo en un
elevado porcentaje de casos, y si se les administra una dosis adicional de misoprostol a las horas
después de la primera dosis la tasa de éxito puede ser aún mayor. Este método podría ser incluso
compatible con el manejo del aborto en casa en lugar del hospital.
A partir de la semana 14 de gestación y hasta el final del embarazo, debido al tamaño del bebe, se
complica el empleo de la vacuo-aspiración como primer método, ya que es necesario dilatar bien el
cuello del útero y fragmentar al bebe antes de extraerlo. Esto puede ser especialmente traumático para
los padres, particularmente cuando el bebe es deseado, y puede suponer un impedimento en la
internalización y la elaboración del duelo, pues resultaría muy violenta la visión del bebe tras un
procedimiento como este; no podrán despedirse del bebe por este motivo. Debido a ello, y a las
razones anteriormente que mencionábamos en las pérdidas del primer trimestre, la opción
farmacológica es más idónea. En general, el útero en este edad gestacional es más sensible a la
estimulación farmacológica, y con el tratamiento adecuado resulta eficaz y relativamente sencillo que
el trabajo de parto y la expulsión del bebe se puedan llevar a cabo por este medio. De entre las
diferentes opciones farmacológicas, la mifepristona, administrada 24-48hs antes de inducir el aborto
con prostaglandinas tiende también a convertirse en el método idóneo. La combinación de ambos
fármacos reduce el tiempo de fase activa de parto de 14-36h de las prostaglandinas aisladas
(dependiendo de la prostaglandina y el método de aplicación) a tan solo 4,5 – 8,5h. Además, reduce la
dosis de prostaglandinas necesarias por lo que también disminuyen el dolor, los malestares digestivos
que ocasionan las prostaglandinas solas y las tasas de desgarros cervicales. Por otro lado, en
comparación tiene una mayor tasa de abortos completos (66% vs. 50%). Alternativamente a las
prostaglandinas pueden utilizarse dilatadores hidrófilos, y la oxitocina puede aplicarse a modo de
refuerzo para garantizar una mayor tasa de éxito del trabajo de parto. Si la dilatación es buena y el
trabajo de parto se inicia normalmente, la madre tendrá un parto normal, y solo habría que verificar
mediante ecografía e inspección visual que no quedasen restos que hicieran necesario un posterior
legrado por vacuo-aspiración.
El problema con la elección del manejo farmacológico aparece, sin embargo, en pérdidas entre las
semanas 9 y 14 de gestación. Prevalece la creencia de que la inducción farmacológica, aun siendo una
buena opción, no generaría abortos completos en un porcentaje tan alto como cuando se realiza en el
primer trimestre hasta la semana 9 o en el segundo a partir de la semana 14 (aunque en estos casos se
requiere una dosis mayor y repetida de fármacos). Esto podría deberse a que pueden surgir más
dificultades para conseguir la dilatación necesaria del cérvix, y algunos restos, por el mayor tamaño
del bebe, podrían quedar retenidos. La vacuo-aspiración, por el contrario ofrecería una tasa de abortos
completos superior. En base a ello, la mayoría de obstetras consideran mejor optar por la vacuo-
aspiración, sometiendo así a este proceso a mujeres que podrían haber expulsado por si mismas el feto
sin necesidad de este procedimiento.
Aunque es cierto que no disponemos de demasiados estudios que analicen ese aspecto a esa edad
gestacional, este cambio de criterio no está, sin embargo, respaldado por las ultimas evidencias
científicas. Por ejemplo, en 2006 se llevó a cabo un amplio estudio aleatorizado en gestaciones hasta
las 13 semanas donde se muestra que la inducción farmacológica es segura, sin presentar mayores
desventajas frente al manejo quirúrgico. Una revisión del año 2007 de Cochran también pone en
evidencia que la inducción farmacológica en gestaciones de hasta 24 semanas es segura. Por tanto, nos
cuestionamos este criterio ambivalente según el cual el manejo farmacológico es solo adecuado hasta
la semana 9 y después de la semana 14, pero no en las edades gestacionales intermedias. Por alguna
extraña razón, que desde luego no se basa en evidencias científicas, parece como si el trabajo que el
cuerpo de la madre hace afuera más defectuoso e incapaz justo en ese intervalo que en los otros. Este
razonamiento parece poco plausible. El criterio del tamaño del bebe tampoco parece estar
suficientemente fundamentado, pues a partir de la semana 14, que el bebe es mayor, el manejo
farmacológico sigue funcionando (aunque en diferentes dosis).
Quizás la diferencia de criterio se deba precisamente a esto: a que no está suficientemente estudiada la
dosis exacta en estos casos y se mas difícil encontrar la dosis adecuada para ser efectiva sin añadir
efectos secundarios de mas, ya que es difícil encontrar un consenso, y hay una gran disparidad de
regímenes y dosis de administración. En general, lo que sí parece demostrado es el uso de misoprostol
por vía vaginal seria la opción más efectiva, más que la vía oral. Por tanto, es una opción posible y
recomendable, aunque no obstante, sería necesario disponer de estudios más amplios que analicen este
periodo intermedio de gestación entre el primer y el segundo trimestre donde se investigue la
idoneidad del fármaco a emplear y la dosis más adecuada del manejo farmacológico respecto del
quirúrgico, y con ello favorecer el cambio del actual paradigma que tiene a los obstetras tan anclados
en el manejo quirúrgico durante este periodo gestacional. El aspirado en esta edad gestacional es
cómodo y fácil de realizar, ya que no requiere una dilatación excesiva y no se precisa fragmentar al
bebe, que es una de las causas para evitarlo tan frecuentemente a partir de la semana 14.
El hecho de que a partir de la semana 14 de gestación se recurra al manejo farmacológico como
primera opción ha venido impulsado por el tamaño del bebe, que lo hace más trabajoso. La inercia de
aspirar entre las semanas 9 y 14 parece, por tanto, vincularse a que es una elección cómoda más que
porque el manejo farmacológico no funcione.
Para poder escoger entre los diferentes métodos es preciso ser consiente de los riesgos asociados.
Tanto los fármacos inductivos del parto como el vacuo-aspirado presentan efectos secundarios
importantes, por lo que no debería realizarse nunca este tratamiento sin una fuerte supervisión médico,
al tiempo que la madre debería recibir una explicación clara y eficaz antes de tomar la decisión
conscientemente. Muchos análogos de prostaglandinas pueden provocar fuertes malestar digestivos,
como diarreas y/o vómitos.
También pueden causar desgarros cervicales en el 1% de los casos, aunque ese porcentaje desciende al
0,1% si se combinan con anti-protégenos.
La oxitocina no debería emplearse en gestaciones tempranas por su relativa inefectividad. Puede ser
necesaria en gestaciones más allá del 3er trimestre como medio para reforzar e incrementar las
contracciones del útero siempre que se hayan administrado previamente medicamentos para ablandar
el cérvix y activar la contractibilidad del útero. Tiene el efecto adverso de ser un importante anti-
diurético, por que podría provocar una sobrecarga hídrica si no se reconocen bien los síntomas o no se
administra adecuadamente, habiéndose constatado casos de daños cerebrales o incluso la muerte por
esta causa. En dosis elevadas, la oxitocina puede provocar hipertonía uterina y rotura de útero, por lo
que hay que poner especial cuidado en su uso, sobre todo en mujeres con cesárea previa. Este mismo
cuidado debe tenerse en cuenta con las prostaglandinas, que igualmente pueden ser un agente de riesgo
de rotura uterina en pacientes con cesárea previa. A parte de todo ello, la administración de cualquiera
de estos fármacos suele ir acompañada de fuerte dolor y abundante pérdida de sangre. Es crucial
vigilar el nivel de sangrado, la presencia de fiebre como indicio de infección y realizar ecografías
frecuentes para verificar la expulsión completa del bebe y la placenta.
Cuando se opta por el vacuo-aspirado, a estos efectos de los fármacos empleados para dilatar el cérvix
hay que sumarles los asociados específicamente al aspirado, que son principalmente los derivados de
la anestesia. Esta típicamente incluye antiinflamatorios no esteroideos y bloqueos paracervical con 10
– 20cc de lidocaína al 1%. Para prolongar el efecto anestésico, se puede incluir en el coctel anestésico
agentes como ropivacaina y fentanilo, o suministrar sedación por vía oral o intravenosa o bien emplear
ansiolíticos, aunque estos no han demostrado un efecto significativo en la reducción del dolor.
Después del proceso, se suele administrar un agente uterotonico como la metilergonovina para
favorecer la contracción del útero y reducir el sangrado vaginal. Si además la madre es Rh negativa, se
le debe administrar la vacuna Gammaglobulina Hiperinmune Anti-D.
Finalmente, hay un riesgo bajo, pero existente, de perforación uterina que no puede despreciarse,
aunque el uso de métodos ecográficos durante el proceso puede reducir este riesgo de forma
considerable.
Manejo expectante
Pocas mujeres saben que el proceso de aborto, cualquiera sea la edad gestacional, puede llevarse a
cabo de manera diferente. Lo que se conocer como “manejo expectante” supone permitir al cuerpo
hacer por si mismo, dejar que el mismo reconozca la muerte del bebe y lo dé a luz; su seguridad está
respaldada científicamente. El único requisito es darle al cuerpo el tiempo necesario para ello, pues
puede demorarse desde varios días a varias semanas.
Muchos médicos desactualizados en sus protocolos consideran esta opción poco menos que una
temeridad, o únicamente la recomiendan en gestaciones muy tempranas o en las que se constata un
aborto inminente, pero lo desaconsejan para embarazos de edad gestacional superior a las 9-12
semanas. Así, muchos de estos profesionales omiten esta opción dentro de las alternativas disponibles,
lo que obliga a la mujer a elegir forzosamente el manejo activo, ya sea farmacológico, por vacuo-
aspirado o legrado.
A veces, aunque la mujer lo solicite, es frecuente que se le atemorice con un sinfín de riesgos que
surgirían en caso de elegir la opción contraria al manejo activo, condicionando su decisión final. No
hay que olvidar que, para un profesional, estar pendiente de una embarazada durante semanas,
haciendo ecografías y dándoles su tiempo y dedicación tiene un coste asistencial y personal que no
todos están dispuestos a asumir. Frente a esto, el manejo activo permite al profesional resolver el
problema de forma más rápida. Ocurre algo similar a lo que ha pasado con el parto medicalizado, que
paso de ser una opción excepcional o poco frecuente en sus comienzos, a ser la opción. Todos los
partos, incluidos los de bajo riesgo, han pasado a tratarse de forma activa, relegando el parto natural de
baja/nula intervención, que debería de ser la casuística mayoritaria, a una verdadera excepción, sin que
este cambio asistencial este respaldado por la evidencia científica ni redunde en mayores beneficios
para la salud materno-fetal.
Basta con echar un vistazo a los artículos científicos sobre el manejo de la perdida gestacional para
constatar el indiscutible cambio que ha habido hacia la medicalización del aborto en la misma medida
en que se empezó a medicalizar el parto. Igual que en el parto normal, este cambio no está
convenientemente avalado por la evidencia científica, y responde a otros motivos, como una mayor
comodidad desde el punto de vista asistencial y a la sobrevaloración de la intervención médica,
convirtiéndose en un tipo de actuación rutinaria e insuficientemente cuestionada. Así pues, no está de
más preguntarnos: ¿es de verdad el manejo expectante peligroso, y el manejo activo, más seguro?
¿Hasta qué punto son reales esas complicaciones que siempre mencionan los obstetras y hasta qué
punto son incompatibles con la posibilidad de un manejo expectante? ¿Estamos hablando de seguridad
para la mujer o de comodidad para el ginecólogo?
Los principales problemas al manejo E son: la aparición de cogulopatias y de infecciones como
consecuencia de un aborto incompleto. Con respecto a las coagulopatias, son frecuentes cuando se
sobrepasan las cuatro semanas desde la muerte fetal. Se estima que tienen lugar en un 25% de las
gestaciones con manejo E por encima de las 4 semanas, pero a pesar de ello, por lo general no
implican secuelas graves. No obstante, para prevenir esta potencial complicación puede ser útil
realizar analíticas cada cierto tiempo (niveles de fibrinógeno en sangre por debajo de 100mg/dl. suelen
ser indicativos de coagulopatias).
Respecto de la infección y la presencia de abortos incompletos, bastaría con vigilar la aparición de
fiebre, dolor y/o sangrado excesivo y realizar ecografías frecuentes para evaluar que no quedan restos
detenidos, en cuyo caso se recurriría al manejo quirúrgico. Sin embargo, tampoco conviene exacerbar
el proceso de vigilancia con ecografías, pues puede generar impaciencia y conllevar que finalmente se
intervenga por ello, en lugar de esperar un poco más.
En este punto es importante, no confundir el manejo expectante con abandonar a la mujer a su suerte,
o no hacer nada. Siempre hay que vigilar. Desde que se diagnostica el caso hay que valorar cada
situación, sopesar riesgos y si se puede y la madre así lo decide, esperar con vigilancia. Es necesario
destacar también que las ecografías vaginales tienen un valor muy alto en el seguimiento del aborto
con manejo expectante, ya que tiene capacidad para diagnosticar la presencia de tejido fetal adherido
que no se haya expulsado con mucha precisión, por lo que el manejo activo podría dejarse para el caso
que fuera estrictamente necesario. Con estas precauciones, el manejo E es una opción segura.
La pérdida expectante
La pérdida comienza con sangrado. Hoy en día podemos saber que el corazón del bebe se paró
semanas antes de que la sangre comenzara a fluir. Estas semanas de espera (que pueden llegar a ser
hasta 8) son muy duras para la mujer, impaciente por terminar con esta etapa tan dolorosa
emocionalmente; hace falta mucho apoyo alrededor y mucha sabiduría para emprender este camino de
espera hasta que se desencadene el miniparto.
Como en un embarazo a término, no se sabe ni el día ni la hora en que comenzara, pero la mujer que
tenga cierto conocimiento de su cuerpo ira notando ciertas señales que le indicaran que se acerca el
momento. Tal vez un día empiece a notar que sus pechos no están tan sensibles. Los síntomas del
embarazo comienzan a desaparecer, como si fuera involucionando, aunque no siempre es así, y puede
que se mantengan tras la detención del latido. El dolor de lumbares puede ser otro indicativo de que
algo sucede. La necesidad de crear un nido, de estar en casa, de limpiar, de ordenar los armarios, igual
que en los días que preceden al parto, puede ser otro indicativo. Algunas mujeres relatan haber sentido
pinchazos en el vientre.
Igual que cada mujer vive la menstruación de una manera diferente, así la despedida fisiológica del
parto puede tener tantos relatos como mujeres habitan en el planeta. Habrá parecidos, pero nunca,
iguales; cada una tendrá que recorrer su propio camino.
Un día comienza a mancharse rosa. Puede haber expulsión de lo que sería el tapón mucoso, aunque se
esté de poquitas semanas. El manchado ira en aumento, de rosa a rojo, sangre fresca, a veces pasando
por el marrón. Las contracciones irán en aumento en intensidad, tiempo y fuerza. Y cuanta más
intensidad de contracciones, mas restos en forma de coágulos saldrán junto con la sangre: fragmentos
de distintos tamaños que, se parecen por textura y color al hígado.
Nos referimos a embarazos desde la primera hasta la vigésima semana. Cuanto más al inicio de la
gestación ocurra el sangrado, más se asemejara a una regla, con abundante material endometrial,
coágulos, el embrión, líquido amniótico y sangre, sangre en abundancia la mayoría de las veces. Si se
quiere recuperar el embrión, habrá que estar atenta y disponer de una bacinilla para recogerlo de entre
los coágulos.
Hacia el final de las primeras 20 semanas, la pérdida será más parecida a un parto a término: con un
pequeño bebe, una placenta y una bolsa llena de líquido amniótico. Sería interesante que las mujeres
pudieran pasar esta vivencia acompañadas de personas experimentadas de su confianza: comadronas,
doulas… A veces será suficiente con un compañero atento que no se asuste ante la sangre y capaz de
acompañar en el dolor, sin intervenir, meter prisa ni dar instrucciones; la labor es, nada más y nada
menos que acompañar, validando, empoderando y sin juzgar a la mujer. Es importante no hacer tactos
para evitar infecciones o molestias añadidas a las que ya tiene la parturienta. Como en un parto, habrá
una fase de dilatación y un expulsivo. Tal vez le apetezca estar a oscuras o en penumbras o salir a
pasear al sol. No hay más reglas que las que la mujer establezca. Es su cuerpo, su parto y su hijo.
En ocasiones el proceso dura varios días. Probablemente por la noche el cuerpo se ponga en marcha
con más contracciones, dolor fuerte, sangrado más abundante… todo esto durante horas, dejando el
resto del día como un dolor sordo que permite a la mujer descansar y recuperarse del trabajo
fisiológico. Se recomienda pasar estos días en la tranquilidad del hogar y pasear para favorecer la
eliminación pero sin hacer grandes esfuerzos.
Lo que alivia el dolor en una vivencia fisiológica de la perdida se asemeja a lo que lo hace en un parto
a término: agua caliente, masajes, pelota de dilatación…
Si lo que había era un embrión pequeñito, puede que se desprenda antes de entrar en la fase de
contracciones fuertes, una etapa que llegara igualmente después, aunque el embrión ya no este. Y
puede sentirse el reflejo de la eyección: la fuerza del útero que expulsa lo que tiene en su interior, sea
un bebe vivo o sean los restos de una gestación detenida.
¿Es importante ver a un bebe muerto de pocas semanas de gestación? Generalmente se trata de un
embrioncito con forma humana desde mucho antes de lo que imaginamos. La respuesta dependerá de
la curiosidad de la persona, de lo que vive en el día a día, de si ya pasado o no por más abortos. No se
puede afirmar categóricamente que resulta más o menos traumático verlo… o no verlo. Haría falta una
preparación acerca de que esperan encontrar y como será, más que decir si será o no traumático. Sería
adecuado preparar a la pareja sobre lo que va a ver o puede que vea, por eso creemos que es
importante que el manejo expectante se viva con el acompañamiento correcto. La sangre, los
coágulos… pueden ser percibidos de forma muy distinta teniendo información, sabiendo lo que puede
ocurrir a continuación. Conocer testimonios del manejo expectante ayuda a la mujer que elige este
camino a sentirse más segura en el proceso: que cabe esperar, que sensaciones corporales… Luego,
será su propia vivencia la que valga.
Tras la expulsión de los restos, suele continuar el sangrado como en una cuarentena. A veces ocurre
que mientras todavía se sangra, la mujer tiene las sensaciones propias de la siguiente ovulación. Los
ciclos se detienen. Durante milenios ha sido así, y gracias a ello se han mantenido las distintas
especies animales sobre la tierra. Es una magia que quienes pasan por esta experiencia constatan de
primera mano.
¿Cuándo regresa la regla? Aproximadamente, entre 30 y 40 días después. A veces esta primera regla
acaba de arrastrar cualquier pequeño resto que hubiera permanecido en el útero para prepararlo para
una próxima fecundación.
Algunas mujeres han relatado que en una sola tarde expulsaron todo, y que al realizarles la ecografía
se vio que ya estaba el trabajo hecho. Otras necesitaron varios días (con sus noches). Otras expulsaron
el embrión y necesitaron algo más de tiempo para expulsar los tejidos endometriales. Otras, al revés,
expulsaron mucho contenido endometrial, pero tardo en desprenderse el embrión. Para unas fue casi
indoloro. Para otras fue dolorosísimo, mucho más que un parto (teniendo conocimiento de causa). Un
tanto por ciento bajo consiguieron expulsar el embrión pero necesitaron ayuda quirúrgica para los
restos endometriales.
Lo que todas cuentan de manera unánime es una sensación de poder, de fuerza durante todo el proceso
una vez que comienzan los dolores de parto y, sobre todo, al final. La palabra que suelen utilizar para
expresar como se han sentido es poderosa y hablan de euforia. La oxitocina natural que recorre el
cuerpo de una mujer de parto invade también a la madre doliente. Es un antidepresivo potente que los
médicos desestiman a favor del tratamiento quirúrgico.
Es complicado expresarlo con palabras. La mujer se enfrenta a la pérdida de su bebe, pero desde el
conocimiento y la sabiduría que su cuerpo le ha brindado. No es únicamente una mujer que ha perdido
a su bebe; es una mujer sabia que ha superado un gran escollo en el mar de la vida, saliendo vencedora
y dueña de su ser. Una mujer que ha recuperado su poder. Eso no tiene precio.
No conocemos estudios que corroboren como es realmente la fisiología del parto en las primeras
semanas de la gestación. Nuestro relato esta extraído de la vivencia propia y de los muchos
testimonios recogidos en la comunidad virtual Superando un aborto, donde tantas madres han relatado
y compartido su experiencia.
Es impresionante escuchar o leer a una mujer que ha vivido su perdida desde el manejo expectante de
los restos. De sus relatos se desprende una serenidad, una fuerza y una seguridad en su cuerpo, que
sabe hacer bien su trabajo, que no expresan quienes pasaron por un legrado. Normalmente, la
detención de un embarazo se vive como un fracaso profundo y personal en lo más hondo del ser
femenino. La mujer diseñada para engendrar vida jamás espera que el resultado de su vientre fecundo
sea precisamente la muerte. Este fracaso puede vivirse desde el “estoy mal hecha”, “no valgo para
nada” e, incluso “mi propio cuerpo me ha traicionado”. Desde la esfera emocional es sumamente
importante que la mujer que siente semejante grado de enfado y rechazo por su cuerpo que le ha
fallado en lo más importante se reconcilie con aquello más preciado que tiene y que le acompañara
hasta su último aliento: su cuerpo.
La pérdida respetada
Es hora de exigir pérdidas respetadas en todas las edades gestacionales, no solo en las tardías. En los
tiempos en que el parto respetado es una reivindicación y una lucha que suma esfuerzos de manera
exponencial a todos los niveles, la perdida respetada no puede ser una excepción. Una perdida
respetada supone exigir y hacer cumplir los siguientes derechos:
a) Ser informada sobre las distintas intervenciones médicas que pudieran requerirse en caso de ser
necesario, de manera que pueda optar libremente cuando existieren diferentes alternativas de acuerdo
con la evidencia científica.
b) Ser tratada con respeto, y de modo individual y personalizado, que garantice la intimidad durante
todo el proceso asistencial, teniendo en consideración sus pautas culturales y el lugar donde se atiende
a la mujer.
c) Ser considerada como una persona sana, y al proceso de perdida como fisiológico siempre que no
se encuentren alteraciones significativas que indiquen que sea determinado intervenir en el proceso de
algún modo, de forma que se facilite su participación como protagonista del proceso de perdida y en la
toma de decisiones.
d) Parir a su bebe muerto respetando los tiempos biológicos y psicológicos, evitando practicas
invasivas y suministro de medicación que no estén justificados por el estado de salud de la madre o
que respondan al deseo materno expreso de hacerlo de otra forma más medicalizada.
e) Ser informada sobre la evolución del proceso de pérdida y, en general, que se le haga participe de
las diferentes actuaciones de los profesionales.
f) Estar acompañada por una persona de su confianza y elección durante el proceso de perdida, ser
tratada de forma empática, así como reconocer sus necesidades de recibir apoyo durante todo el
proceso.
g) Tener respuestas (o al menos que se busquen) a la perdida. Las mujeres necesitan conocer las
causas de sus pérdidas porque rebaja la angustia, desculpabiliza y se sienten mejor; si lo saben, no
elaboran explicaciones alternativas o morales en el sentido de merecer o no a ese hijo.
h) Tratar los restos humanos del aborto como lo que son: los restos de un ser humano en formación,
no como despojos quirúrgicos irrecuperables. Ni tienen la misma consideración que un brazo o una
pierna, que puedan tener certificado de disfunción y puede ser enterrado.
Sin estos derechos básicos, la mujer no podrá tomar decisiones informadas que afectan de lleno a su
salud. Hablamos de responsabilizarnos de nuestras decisiones y elegir libremente; pero para ello se
requiere de una correcta información previa. Si la información de quien tiene conocimientos sobre el
tema por estudios, titulo y/o profesión es sesgada o directamente esta información no es dada a la
paciente, ¿puede ella ser responsable de su elección? A la paciente no se le ha dado una respuesta a
varias posibilidades, sino que se le ha dado una sola posibilidad, y ha aceptado sin conocer que había
otras. Por tanto, más que una elección sería una imposición. La responsabilidad de una mujer hacia su
propia salud sexual en caso de pérdida gestacional se ve muchas veces gravemente afectada por una
falta de información sobre los distintos manejos con los que se puede abordar.
La relación entre el/la profesional de la salud y la paciente no es horizontal en nuestro país a día de
hoy salvo casos minoritarios y aislados. Exponer todas las posibilidades de actuación con información
actualizada debería ser un requisito sine qua non, así como reconocer los límites de cada profesional
para, en caso necesario, derivar a la paciente. Hay que dejar tiempo y espacio para aclarar dudas, para
la toma de decisiones; para que sean dirigidas y consensuadas. Esta cuestión es especialmente
importante en situaciones de muerte gestacional porque, a nivel neurológico, los padres están siendo
informados en condiciones fuera de lo normal, en shock, en un estado de desesperación, tristeza,
desasosiego… que variara de una pareja a otra y de una mujer a otra, pero que en todos los casos hay
que tener en cuenta. Todo profesional de la medicina debería conocer las estrategias básicas sobre
cómo comunicar las malas noticias. Y los profesionales de la obstetricia (médicos, comadronas,
enfermeras…) deberían estar al tanto sobre el abordaje de las perdidas porque van a convivir con
muchas a lo largo de su vida laboral. No va a ser, ni de lejos, algo excepcional.
Se ha tenido muy poco en cuenta la futura vida fértil de la mujer; nadie sabe de antemano a cuantos
abortos se va a tener que enfrentar. ¿Van a ser abordadas nueve perdidas con nueve legrados en una
misma mujer? Así ha sido hasta ahora en pérdidas múltiples en muchas ocasiones.
Es realmente sorprendente que, después de toda la vida de existir perdidas gestacionales, los
sentimientos y vivencias de las madres hayan sido tan poco escuchadas. Demasiadas veces pasan
automáticamente a la categoría de ¿invisibles? ¿silenciadas? ¿incapacitadas para pensar y decidir?
Las voces olvidadas de las mujeres que sufren pérdidas claman por ser oídas.
CAPITULO 9
El nuevo embarazo
La espera agridulce
La nueva gestación tras la pérdida está llena de miedos, dudas e inseguridades. Es una situación
que va a suponer un desgaste físico y emocional muy importante especialmente para la mama,
pero también para el padre y familia cercana.
Es duro, el miedo es paralizante. Sentir que puede volver a suceder es aterrador. Es una prueba de
resistencia. Un embarazo después de una o más pérdidas es una maratón psíquica. Se ha perdido
la inocencia de la espera para siempre. Pero tenemos una buena noticia: no todo el tiempo se vive
en esta angustia. Hay treguas. Hay ratos de paz, de sosiego, de ilusión y de esperanza renovada.
Como en una montaña rusa, la angustia vuelve. ¡Cuántas veces la mama piensa que se habrá
vuelto loca: por las supersticiones, la hipervigilancia extrema…!
Un embarazo tras pérdida es así: saberlo y aceptarlo es mucho mejor, porque la angustia de
pensar que este estado afecta negativamente al nuevo bebe asalta a menudo y acrecienta el
padecimiento. Sufrir por la incertidumbre de si este bebe se va a quedar no es causa de muerte
gestacional; es bueno decirlo bien claro. Repetirlo las veces que haga falta. Vivir de igual modo
alguna cosa de lo que se hizo en el anterior embarazo malogrado tampoco mata al bebe en
camino: hacer la ecografía en la misma semana, en el mismo lugar, el mismo día de la semana,
llevar la misma ropa… no son cuestiones determinantes ni desencadenantes de la desgracia.
Aunque estas coincidencias aterrorizan a muchas mujeres, no son motivo de perdida. Y lo
remarcamos porque todas han sentido de un modo u otro esta sensación de falta de control. Se
requiere pasar por ello, por un nuevo embarazo, para intentar acabar con un bebe vivo en brazos.
Es así de duro.
¿Se lo imaginan los profesionales que acompañan embarazos tras una o más pérdidas?
Estos embarazos son distintos, y deben ser tratados y acompañados de manera distinta. Los
profesionales deberían conocer las posibles respuestas emocionales de la mujer y proporcionar
cuidados y apoyo específicos durante el embarazo, parto y puerperio en función de las
necesidades individuales de cada familia.
La susceptibilidad y el miedo están a flor de piel. Una mujer con un embarazo después de dos
perdidas, por ejemplo, no puede pasar la tortura de que el/la ecografista vaya realizando su labor
poniendo caras raras, sin decir nada o comentando: “a ver dónde está el latido, que no lo
encuentro…”. Es demasiado insoportable.
Una mujer embarazada después de varias pérdidas gasta una gran cantidad de energía extra en
esta nueva gestación; seguir con su día a día la deja exhausta, no son raros los ataques de
ansiedad, el desespero ante un pequeño síntoma, un mínimo manchado… Nada va a librar a la
mama en este nuevo embarazo de vivir esta vía crucis. Y con total seguridad podemos afirmar
que tendrá también momentos de alegría por albergar de nuevo vida en su seno: cuando note que
va todo bien, cuando se lo digan… Ambas emociones se van turnando durante todo el embarazo.
Es una espera agridulce.
La mayoría de mujeres esperan ansiosas pasar la fecha temida, y una vez pasada la alegría
momentánea, vuelve la incertidumbre y descubren que esto será así hasta que lo tengan en brazos.
La inocencia se pierde para siempre y en todos los embarazos posteriores. Algunas mamas
consiguen encontrar estrategias que las ayuden, y hacen que la segunda mitad del embarazo, la
que no vivieron en la anterior gestación, sea más llevadera, un poco más parecidas a las
maternidades inocentes. Hay mujeres que luchan por estar bien en este nuevo embarazo, para no
vivirlo en esta angustia emocional constante, pero pocas lo consiguen. Está bien saberlo y
disfrutar al máximo de los buenos momentos, que los hay, en todos los embarazos después de
pérdida.
Muchas mamas se torturan por cómo va a afectar a su bebe en camino esta montaña rusa de
sentimientos en que se encuentran inmersas: como un pez que se muerde la cola piensan que esta
angustia va a afectar al nuevo bebe en gestación, y la angustia crece, y crece el miedo que afecte,
y aparecen las crisis de ansiedad. Es importante remarcar que si los pensamientos fueran tan
poderosos, ninguno de nuestros bebes se hubiera muerto porque los deseábamos con toda nuestra
voluntad y amor; por tanto, se pierden o nacen por otros motivos, demasiado desconocidos aun.
Cada vez más estudios tratan la incidencia del estrés materno en los hijos: los índices altos de
ansiedad provocan cambios biológicos en el receptor encargado de las hormonas del estrés en el
bebe, al ser un individuo más susceptible a la ansiedad. Estas investigaciones vienen a añadir más
desasosiego a estas mamas, que no pueden librarse de la ansiedad en muchos momentos del
embarazo, como característica intrínseca de la importancia de la salud física y mental de la madre
durante el embarazo se está teniendo cada vez más en cuenta por el impacto que distintos estudios
recogen pueda tener. Según explica el dr. Elbert, es como si el feto recibiera señales de su madre
que le indicara que va a nacer en un mundo peligroso. Los adolescentes de estas madres eran más
impulsivos; también mostraron un umbral más bajo antes el estrés y parecen ser más susceptibles
a este.
La crianza sensible triunfa sobre el estrés prenatal. El amor de una madre puede proporcionar una
protección poderosa contra los riesgos a los que hace frente su bebe durante la gestación. La
investigación muestra que los bebes expuestos durante la gestación a niveles elevados de
hormonas del estrés, que suponen un riesgo, pueden escapar de este riesgo si sus madres les
proporcionan un cuidado amoroso y sensible durante sus primeros años de vida.
La duda de vincularse o no con el nuevo bebe por miedo a una nueva perdida es una disyuntiva
muy recorrida en estos embarazos. La respuesta es clara, pero llevarla a la práctica es complejo.
Mejor vincularse, o intentarlo. Si el bebe vive, será fantástico que haya habido este intento de
vinculación, y si se pierde y no ha habido vinculación, la mama se va a sentir culpable por no
haberla tenido. Una mujer explicaba que fue de compras y se enamoró de algo para su bebe, el
miedo la asalto y lo volvió a dejar en su lugar en la tienda. También perdió a este bebe, pero
lamentaba no haber comprado ese objeto, porque sería lo único que tendría de su bebe, algo
tangible que se lo recordase de manera dulce, en un momento de ilusión de ese embarazo.
Puede haber otros bebes igual de deseados que los nuestros, pero no más; por tanto, no temamos
por los ratos que tenemos miedo de perderlo, porque mental y permanentemente estamos
pendiente de retenerlo, de rogar a el y a todas las fuerzas y a todas las creencias ¡que se quede
esta vez!
Durante el nuevo embarazo, la mujer se sentirá mucho mejor si cuenta con protección,
introspección y buen acompañamiento.
La sensación de falta de control invade a la madre junto con la petición desesperada de que esta
vez el bebe se coja fuerte y se desarrolle sano, porque si acontece otra perdida siente no lo va a
poder soportar. Evidentemente si se soporta. Por desgracia, a veces una mujer vive más de una
perdida. La mama evidencia que no puede hacer nada. Ni encerrarse en una campana de cristal es
garantía de que todo vaya a ir bien. Ningún médico puede predecir con exactitud que un
embarazo terminara con un bebe sano en los brazos de mama.
Si se encuentra bien, porque está demasiado bien sin síntomas de embarazo, y sufre por la vida
del bebe. Si se encuentra mal, porque está mal y a lo mejor es una señal de que algo no está yendo
bien. La mujer siente que sus pensamientos son irracionales, que se está desmarchando, perdiendo
el equilibrio, pero no puede hacer nada al respecto.
Algunas explican que les ha servido aceptar estas reacciones, fluir con el miedo, admitir que no
pueden hacer nada para que vaya bien y que la incertidumbre va a estar presente a lo largo de
todo el embarazo. Les sirve intentar ver estos pensamientos irracionales como lo que son,
identificarlos y observarlos, acompañándolos de comprensión. Es imposible huir del miedo
porque no pueden obviar lo vivido. Muchas madres aseguran que es mejor sacar todos estos
pensamientos fuera: elaborarlos, analizarlos y aceptarlos, antes que intentar enterrarlo y
acallarlos.
Una característica común de estos embarazos es la imposibilidad de pensar en el futuro o no
querer hablar de el. El tiempo de gestación se ve como una carrera larguísima de obstáculos, una
prueba de resistencia donde no se ve el final, o donde no se ve nada claro el final feliz. Alguien
bien intencionado puede preguntar a la mama para cuando espera al bebe, y a su cabeza le viene
la idea de quien piensa en la fecha del parto si está pendiente de la próxima prueba y sus
resultados. También la buena intención y los buenos deseos pueden hacer que se le diga a la
madre: “tranquila, esta vez va a ir bien”. Pero no es más que un deseo y no sustenta en nada que a
la mama pueda tranquilizar.
Cabe destacar que las fechas de visita médica, de ecografías… suelen ir precedidas de algunos
días de angustia creciente, pesadilla y ansiedad. Si la cita médica ha ido bien, la calma y la tregua
duran un tiempo limitado, y vuelta a empezar… Si se siente que la fecha de la siguiente visita
queda muy lejos, la angustia empieza ya por este motivo.
Una mujer gestante tras pérdida es incapaz de hacer planes, con un calendario en el horizonte de
pruebas y resultados, y en la cabeza la idea de que en cualquier momento algo puede salir mal. El
miedo surge en casi todos los casos, incluso antes del embarazo, cuando la pareja se empieza a
plantear volver a intentarlo o cuando el medico anuncia la esperada luz verde.
¿Qué podemos hacer para controlar el miedo y que no nos arrastre?: lo primero sería entender que
es el miedo y como se origina esta emoción en nuestro cerebro y que mecanismos emplea. Solo
desde ahí se podrá empezar a trabajar. El miedo forma parte de nosotros como seres humanos, es
una emoción que nos sirve de arma para la supervivencia y, al igual que la rabia, y aunque tenga
mala prensa, son muy necesarias. El miedo nos ayuda a tener precauciones, a estar atentos para
no caer en el peligro, nos ayuda a detectarlo. La rabia nos ayuda en la lucha.
Pero a veces el miedo puede ser como un niño pequeño, que chilla tanto que nos invade y no nos
permite escucharle ni a el ni al resto de emociones, y, por tanto, nos paraliza. ¿Qué podemos
hacer entonces?: observarlo, conocerlo para detectar sus necesidades y atenderlas, saber que nos
quiere decir exactamente. A menudo vemos el miedo como un enemigo, y el desconocimiento lo
hace mayor, pero en realidad es nuestro aliado: podemos utilizar el miedo para crecer y superar
nuestras limitaciones. Para ello, es clave entender cómo se origina el miedo. Por ej, si nos
encontramos tranquilamente en nuestra casa y de repente escuchamos un ruido extraño, el cuerpo
reaccionara de una manera lineal: el estímulo del ruido, que a priori no está asociado a ninguna
emoción, se instala en nuestro cerebro, y llega hasta nuestro sistema límbico, donde es cotejado
con nuestra experiencia, con la información que podemos utilizar para entenderlo y darle un
sentido; si ese ruido no consigue ser identificado, la respuesta del cuerpo será de alerta. Nuestros
sentidos se agudizan ante la idea de que pueda representar una amenaza. No es solo eso, sino que
todo el cuerpo se pone en alerta y reacciona decidiendo entre dos modos de actuación posibles:
lucha o huida. El corazón golpeará fuertemente el pecho, respiraremos más deprisa y más
profundamente. El cuerpo y el cerebro experimentan un sinfín de cambios de tipo motor,
sensorial, endocrinos y metabólicos, entre otros, con un único fin, el de dirigir toda nuestra
capacidad y energía a que el cuerpo sea eficiente al máximo a la hora de enfrentarse o salir
huyendo si este ruido que no conseguimos identificar es en realidad una amenaza. Es una
reacción refleja que no podemos controlar.
Una reacción similar puede darse en otras situaciones que no representen una amenaza física
como tal. Si, por poner un caso, una persona está esperando a alguien que es muy importante para
ella, probablemente al ver que se retrasa comience a ponerse nerviosa, intranquila porque teme
que le pase desapercibida, buscara su cara entre la gente y notara como todos sus sentidos se
agudizan. También le palpitara el corazón cuando crea reconocerla y, sin darse cuenta, respirara
muy deprisa. Se sucederán cambios parecidos aunque el estímulo sea muy diferente.
Lo que ocurre es que nuestro cerebro tiene un mecanismo para responder ante estímulos que de
manera única nos alertan y nos preparan o defienden ante situaciones que tienen que ver con
nuestra supervivencia o con asuntos que nos importan de manera especial. Esta reacción ocurre
de esta forma inconsciente, pero como ya hemos visto, otras situaciones también desencadenan
esta respuesta ante una ausencia de amenaza, aunque si en presencia de inquietud o preocupación.
Nuestro cerebro tiene que hacer un trabajo constante para discernir qué cosas son amenazas y
cuáles no, intentar poner el peso y la fuerza en lo que de verdad; en caso contrario, pasaríamos
gran parte de nuestra vida en un estado de nerviosismo exagerado.
Para tales situaciones, el cerebro cuenta con un plan B. El estímulo que ha creado esta reacción
instintiva pasa también a otra zona del cerebro donde se procesa a nivel más consiente: el
neocórtex o corteza cerebral. Ahí nuestro cerebro coteja de nuevo el evento que desencadeno la
secuencia. Sopesa todo y le da un valor, modifica y modela la respuesta. Por ej, si volvemos al
caso del ruido que nos puso en alerta, aunque no tengamos claro que tipo de ruido es, podemos
buscar otros elementos que nos ayuden a llegar a la conclusión de que no es una amenaza. En
seguida realizaremos a nivel consiente el trabajo de analizarlo y, de repente, nos daremos cuenta
de que en realidad es solo un ruido que proviene de la casa de al lado y que por tanto no es nada.
Mandaremos esa información a la región del cerebro que se encarga de provocar la reacción
instintiva y esta, al saber que no existe tal peligro, hará que el cuerpo retorne a la calma. Nuestra
mente está permanentemente dialogando con las distintas partes que la componen, reajustando la
información y dando a cada cosa su valor especifico.
¿Qué ocurre con las perdidas gestacionales? Una serie de estímulos aparentemente inocuos como
ver un nuevo positivo en el test de embarazo, revivir una ecografía u otros aspectos habituales de
un embarazo, pasan a convertirse en estímulos que desencadenan una reacción de miedo y alerta
porque, tras la pérdida, esos eventos se instalaron en nuestro sistema límbico del cerebro como
eventos traumáticos asociados a la pérdida del bebe. Cuando nuestro cerebro recibe el estímulo
relacionado con el embarazo y este llega al sistema límbico, nuestro cerebro lo identifica como
peligroso, como algo que nos hace daño. Y genera la respuesta de miedo y angustia, de alerta, de
desasosiego. Por tanto, hay que llevar la información al siguiente nivel. Hay que deshacer ese
vínculo que hace que todo lo relacionado con el embarazo genere miedo y cambiarlo por lo que
debería ser: una sensación agradable vinculada al nuevo bebe que se está gestando. Una manera
de conseguirlo es haciendo que esa parte racional del cerebro le de argumentos al resto de partes
del mismo para que se crea que es una situación diferente y que no hay motivo alguno para tener
miedo. Podemos soltarnos todo un discurso para auto-convencernos. En ocasiones funcionara,
pero en otras, no. ¿Qué hacemos entonces? Si no conseguimos des-angustiarnos hablando con
nosotros mismos, debemos saber que no todo está perdido. ¡Hay más opciones!
Salvo que nuestro miedo y nuestra angustia sean muy fuertes, en cuyo caso lo más adecuado sería
buscar ayuda profesional para trabajar el trauma, una opción que podemos llevar a cabo es la de
introducir en ese contexto contra-estímulos que favorezcan la tranquilidad del cerebro y que
solapen el estímulo anterior que nos está angustiando.
Es normal que el estímulo de algo vínculo con el embarazo dispare la reacción de miedo y
angustia, porque hemos vivido una experiencia muy fuerte y traumática que nos marcara de por
vida. No es algo que podamos controlar, pero si podemos evitar que nos arrastre, obligando a
nuestro cerebro a cambiar el chip y focalizarse en otra cosa.
Si el temor por la pérdida gestacional nos asalta de repente, podemos hacer cosas para parar ese
pensamiento y las emociones que arrastra: coger el teléfono y hablar con alguien que nos ponga
de buen humor o alguien que nos hable de mil banalidades y entretenga nuestro cerebro en la
conversación…; entrar en una tienda y preguntarle algo a un vendedor; hacer ejercicio adecuado
para el embarazo; hacer alguna manualidad, algo creativo… Se ha descrito que solo el hecho de
bebe agua ayuda, porque si el cuerpo tiene tiempo de pararse a beber agua, eso ya le está diciendo
que no hay una amenaza tan grande. Además, a veces llegamos al límite de la deshidratación y
muchos estados nerviosos están causados simplemente por falta de agua en el cuerpo; beber agua
y rehidratarnos puede ser muy terapéutico. Podemos llenar nuestro día a día de cosas que nos
ayuden a no pensar en la pérdida, a distraer nuestra mente y a llevar el embarazo de forma más
feliz.
Es importante aprender a desfocalizar, a tomar distancia de las situaciones y llenar las horas con
otras actividades y pensamientos diferentes. Hubo quien venció el miedo cambiando de casa,
llenando sus días con la ilusión de mudarse a una casa más grande… ya no sintió miedo de
perderlo, porque su tiempo estaba ocupado con los trámites, planes y nuevas perspectivas de
futuro.
Y si nuestra mente necesita pensar y pensar, otra estrategia que también puede ayudar es la
siguiente: la mente humana tiene la particularidad de vivir con la misma intensidad algo que es
real y algo que imaginamos. Por eso el miedo es tan potente generando esas emociones, porque
vivimos una situación que aún no ha pasado (no sabemos si pasara) como si ya estuviera
ocurriendo. Pero podemos utilizar este mismo mecanismo para llevar al cuerpo y a nuestra mente
a vivir la situación opuesta. Podemos transformar el pensamiento de “y si esta vez también pasa
esto…”, por “Y si esta vez ocurre lo contrario”, y automáticamente agarrarnos a la imagen del
bebe que ahora mismo, hoy por hoy, está vivo, creciendo y al que le llegan estas buenas
vibraciones. El pensamiento arrollador que dispara la imagen nítida del nuevo bebe es un contra-
estimulo muy poderoso para cambiar nuestro estado de alerta por el estado de calma.
Se vive por y para el embarazo, pasaremos 9 meses de obsesión-compulsión que impiden
disfrutar de esta etapa tan bella. Muchas veces, la madre deja de realizar actividad que hacía por
si pone en peligro el embarazo. Hay que distinguir las actividades que si son peligrosas o acarrean
riesgo de las que no, y volcarse en estas últimas. Puede ser difícil encontrar distracciones que
acaparen la atención de los padres en un momento así, pero si se da con ello ayuda a descentrar la
atención en la angustia, ponerla en otro sitio y disfrutar de ambas cosas. Semejante grado de
obsesión con respecto al embarazo es un estado habitual, pero no por ello debemos aceptarlo sin
remedio. La psicoterapia puede ayudar mucho a rebajar los estados de ansiedad, recuperar la
calma y disfrutar del momento, habiendo procesado y elaborado la perdida anterior. Siempre
habrá algo de miedo, es inherente a la vida, pero el miedo paralizante no es algo propio del estado
normal del ser humano.
Tenemos que tener en cuenta, por otro lado, que el miedo se ha ido elaborando a lo largo de
nuestra vida, al igual que las estrategias para hacerle frente y la regulación de la actividad
fisiológica que conlleva cada emoción. Los últimos estudios en neurociencia demuestran que las
estructuras cerebrales implicadas se construyen gracias al apego establecido con la madre o el
cuidador principal. Además de en el embarazo, la manera que tenemos de afrontar y resolver
nuestros miedos también influirá en muchos otros factores de la vida de la mujer, quien no llega
al embarazo y a su perdida como un lienzo en blanco; la mujer lleva una mochila con ella que no
se puede obviar, y que va a influir de una manera u otra en sus miedos y en la gestión de ellos.
Gary Vogel, psicoterapeuta y padre de una niña que murió antes de su nacimiento, comenta que
para reducir el impacto de la perdida y reducir este miedo es importante no lanzarse a buscar otro
embarazo hasta que se hayan superado antes otras etapas posteriores a la perdida. Es importante
que la pareja haya tenido la suficiente distancia emocional de su pérdida para poder hacer frente a
otro embarazo y que busque a otro bebe como algo más en sus vidas, y no algo para ayudar a
buscarle un sentido a sus vidas. También para no intentar reemplazar al bebe muerto, sino que
quieran otro niño/a y se aprovisionen de un sistema de apoyo que les pueda dar ayuda adicional
en el siguiente embarazo. Asimismo, sería adecuado que comprendieran los riesgos que implica
estar embarazada de nuevo y las emociones que pueden re-surgir.
A menudo este trabajo no se hace antes del nuevo embarazo, y lo que esté pendiente por resolver
emocionalmente, saldrá a la luz de todas formas. No es algo que pueda saltarse. De hecho, cuando
esto sucede, la mama con frecuencia se encuentra en pleno embarazo y siguiendo las etapas del
duelo que no cesan de sucederse tras el nuevo positivo.
El duelo, la angustia, el miedo… siempre estarán ahí, pero la madre tiene en este nuevo embarazo
la oportunidad de fijarse en todos los momentos que el bebe le brinda.
Sentir como el nuevo bebe se va formando y va haciendo crecer su barriga y como esos instantes
incrementaran la conexión con el/ella, proporcionando espacios de mucha alegría. Sentir que
puede crear vida, que tiene posibilidades y que quiere disfrutar de este bebe. Este momento
presente donde el bebe está vivo en su interior.
Nadie conocer el futuro y lo que nos depara.
Acompañamiento profesional: muchas parejas que han sufrido pérdidas gestacionales se procuran
un aparato para escuchar el latido de su bebe cuando sienten angustia o tienen dudas de que el
embarazo vaya bien para tranquilizarse y no acudir a urgencias a cada momento que salta la
alarma por el motivo que sea. Otras lo compran y lo utilizan por distintas razones: porque algún
problema con el presente embarazo o por el simple capricho de escuchar el latido cuando
apetezca.
Existe actualmente cierta controversia sobre el posible perjuicio o no para la criatura. No hay
unanimidad sobre su total inocuidad. Se sabe que a altas intensidades, los ultrasonidos causan
efectos inmediatos después de su exposición, que podrían ser de tipo térmico y mecánico; dentro
de estos últimos, encontramos la generación de sonidos audibles, inducción de movimientos de
células en medios líquidos, cambios eléctricos en membranas, movimientos de compresión y
expansión de burbujas dentro de un medio liquido (cavitación) y cambios de presión. Los
profesionales deben concienciarse del posible daño que estas radiaciones pueden causar, por lo
que deberían intentar reducir la exposición al mínimo imprescindible para extraer la información
médica necesaria. En lugar de recurrir a la escucha casi continua del latido fetal para reducir la
angustia, un adecuado acompañamiento a la pareja podría facilitar la gestión del medio y la
ansiedad y la recuperación de la confianza.
En tales casos, el acompañamiento profesional consistiría básicamente en escuchar, validar y
responder a las necesidades de la pareja en estado de buena esperanza tras una perdida gestacional
anterior; acompañar desde el respeto de sus sentimientos encontrados; tener en cuenta el historial
obstétrico de la mujer en cada consulta; empoderar a la mujer verificando que todo va bien y
confiando en su capacidad; cuidar al máximo la realización de las ecografías y favoreciendo la
formulación de preguntas y respuestas claras; formarse en duelo gestacional/perinatal a través de
lecturas y/o seminarios, o participando en algún foro de ayuda en caso de pérdida de este tipo,
donde se conocen pronto las necesidades de las mismas.
Rituales para la vida
Puede ocurrir que los padres sientan que deben volver a despedirse del bebe que murió; en tal
caso, se puede elaborar un ritual de despedida. Presentamos ahora una serie de propuestas para
aquellas madres y familiares que se enfrentan con el reto de sobrevivir emocionalmente a un
nuevo embarazo; rituales de bienvenida al nuevo bebe que está en el vientre.
El principal problema al que se enfrenta una embarazada tras haber vivido una perdida anterior es
el de vincularse con el nuevo bebe. En muchas ocasiones, los rituales estarán dirigidos a
fortalecer este vínculo, no solo entre la madre y el bebe, sino también entre el bebe y los
hermanos u otros familiares.
Se tiende a silenciar el nuevo embarazo: no se compra nada hasta los meses previos al parto, o si
se compra no se saca… serán necesarios pequeños gestos que comiencen a tejer una cadeneta
entre madre e hijo.
La caja de recuerdos: si tiene, el mismo nombre que la caja que se elaboró para el bebe que
partió. Si el miedo a no comprar nada se fundamenta en “por si acaso lo pierdo”, ¿Por qué no ir
creando ya una caja de recuerdos? Puede ser una caja, una carpeta.. En ella se irán guardando
todas las cosas que constituyan recuerdos. Cuando falleció el otro bebe te diste cuenta de que
tenías pocas cosas suyas; esta vez puedes estar más pendiente de ir recopilando sus cositas: la
prueba del embarazo, la cartilla de embarazada con las visitas, las ecografías, las recetas… Si tu
madre tiene tan buena mano tejiendo, es el momento de tejerle una mantita. Muchas parejas
recuerdan con emoción aquella vez que vieron un peluche blandito que les encanto pero no lo
compraron porque era demasiado pronto, y luego el bebe se fue y ya no tenía sentido hacerlo.
Aprovecha esta oportunidad: entra en la tienda y compra un peluchito o dos. Son para tu bebe,
para tu hijo. O un trajecito. Todo esto puede costar meses hacerlo. Ir guardando cositas en tu caja
cada mes que pasa es un triunfo. Es una caja de recuerdos para la vida. Tal vez comenzamos a
morir el día en que somos engendrados. ¿Por qué no crear desde ya una caja de recuerdos de ese
bebe y ese embarazo? No todo tiene por qué ser comprado; puedes hacer cositas con tus manos, o
si hay más niños en casa, que hagan algún dibujo. Todos deberían vincularse con ese nuevo bebe.
Tal vez el abuelo tiene dotes de carpintero y le haga una caja bonita para guardar todos estos
tesoros…
Símbolos: crearemos este ritual con todos aquellos detalles que ayuden a vinculare con el nuevo
bebe: ponerle un nombre, o al menos tener en cuenta una lista de posibles; sacarse fotos de la
panza mes a mes (mejor fotos de lado, donde solo se vea la panza; al final con todas las fotos una
encima de la otra quedara una imagen de progresión muy bella; escribirles cartas al bebe en
papel; abrir un correo electrónico a su nombre y mandarle mensajes; crear un blog en el que ir
haciendo una crónica del embarazo, en la que podrán colaborar amigos y conocidos en sus
comentarios; tejer mantitas o sweaters, bordar baberos con el nombre; celebrar con la pareja y/o
familia una comida y sacarse una foto; crear un álbum con fotos y/o videos del embarazo; seguir
un diario en el que escribir y pegar fotos, permitiendo que los otros niños, si los hay, participen…
Suele vivirse con ansiedad en el nuevo embarazo la fecha gestacional en la que se detuvo el
anterior; en tal caso puede marcarse esta fecha con un ritual si es que parece apropiado. Para ello,
puede crearse un diploma para el bebe y la madre que certifique que superó con éxito total la
fecha temida.
La creencia de fondo por la que una embarazada no puede conectarse a su bebe en el seno es por
si acaso lo pierdo, entonces si lo quiero, sufriré más. Precisamente estos rituales que presentamos
son de doble filo: si finalmente ocurre que efectivamente este bebe también muere, quedaran
muchos recuerdos que harán que el duelo sea más llevadero. Paradójicamente, lo que parece que
a la larga será más dañino (vincularse) es, en el fondo, más beneficioso. Y lo que parece que es
más sencillo (no vincularse con el bebe) es lo que, en caso de morir, convertirá el duelo en algo
dificultoso y árido.
Pocas cosas hay más tristes para una mujer que acuna a su bebe en brazos que el ser consciente de
que no guarda ningún recuerdo físico de su embarazo, una época de languidez y alegría que solo
se supo vivir desde el miedo y la angustia. Rompamos ya con ello. Es verdad que el miedo es
inherente al ser humano, pero eso no significa que el permitamos tomar las riendas de nuestra
vida.
Mama: recupera lo que es tuyo y disfruta de una de las épocas más bellas y tiernas de tu vida: la
gestación de tu bebe.
CAPITULO 10
Parto después de perdida
El miedo
Es una emoción humana que nos ayuda a protegernos, a estar alerta. Tener miedo es sano. Es
lógico tener miedo en ciertas situaciones.
Perder a un bebe que esperábamos nos mantiene en alerta; es lógico no querer volver a pasar por
lo mismo. Necesitamos verificar más que todo va bien, que el embarazo sigue su curso.
Después de un primer bebe cuyo corazón dejo de latir, en los siguientes embarazos se
experimenta un estado de alerta que, aunque se reduce pasadas las fechas en que ocurrió la
perdida anterior, no desaparece hasta el día que llega el bebe sano. También se presenta una
mayor dificultad a la hora de vincularse con el bebe que está creciendo en el vientre, por si ocurre
lo mismo. Así, tantos los siguientes embarazos a la perdida como los partos se verán afectados.
Aparte de este miedo, se suman todos los otros miedos relacionados con el parto. Los factores que
influyen en el miedo y el dolor en el parto: la cultura hace que tengamos registrado un modelo de
parto doloroso, del cual la mujer no tiene escapatoria posible. A pesar de haber casos recogidos a
lo largo de la historia obstétrica de partos placenteros, el mito del dolor parece imborrable. Las
expectativas tienen un efecto claro. El mido influye en la segregación de oxitocina, incidiendo a
su vez en los movimientos musculares del útero, y, en consecuencia, provocando contracciones
dolorosas. El desconocimiento de la fisiología del parto por parte de la población en general y de
los mismos sanitarios en particular hace que el acompañamiento del mismo (observación,
monitorización, utilización de técnicas invasivas) sea un ambiente propicio para la segregación de
adrenalina, bloqueando así el efecto del resto de neurohormonas responsables del parto
(oxitocina, dopamina, etc).
Los estudios y la experiencia de diversos profesionales demuestran que una preparación al parto
centrada en disminuir el miedo y propiciar un estado de relajación mental, disminuye el dolor.
Sería importante tener en cuenta dichos factores para la preparación al parto después de una o
varias perdidas.
PdP
El parto después de una o más perdidas puede verse afectado de muchas maneras.
El nacimiento de un nuevo bebe puede ser el recordatorio del que se fue, por lo que la mujer se
enfrentara tanto con los sentimientos de fidelidad hacia el bebe nacido sin vida, como con el
miedo a una nueva perdida, incrementando sus niveles de alerta. Este miedo puede hacer más
dolorosas las contracciones. El dolor del trauma en el cuerpo, si no ha sido liberado
anteriormente, puede provocar más dolor en el parto. Las contracciones mismas pueden ser un
recordatorio de las contracciones del cuerpo cuando se perdió el bebe.
La próxima llegada de un bebe vivo les puede dar mucha fuerza y vivir un parto muy
satisfactorio.
Sabemos que la incertidumbre y el miedo bloquean el efecto de la oxitocina, una de las hormonas
responsables del parto y la lactancia. Algunos estudios han observado, por ej, una relación entre
trauma y dolor en el parto.
Por ej en un grupo de mujeres con antecedentes de abuso sexual en la infancia, casi todas
reportaron dolor en el parto. La incertidumbre y el miedo pueden incidir en el funcionamiento de
la misma musculatura del útero, en el riego sanguíneo de este, lo que puede provocar no solo más
dolor sino un parto más lento y duro. Todo ello, si no se maneja con cuidado, puede conllevar a
mas intervenciones innecesarias: oxitocina para acelerar el parto, sufrimiento fetal, utilización de
instrumental, cesárea, separación madre-bebe…
El énfasis debería ponerse en disminuir al máximo las fuentes de miedo, generar confianza en la
madre, empoderarla y utilizar también los mismos recursos que hemos comentado para el
embarazo, para rebajar el miedo: desfocalizar, ayudando a la madre a no pensar que su salud o la
de su bebe pueden estar amenazadas de algún modo. Esto será tanto más fácil cuanto más se haya
trabajado desde esta óptica durante la gestación.
Sería muy beneficioso que el personal médico tuviera una actitud empática y no amenazarla con
oxitocina o una cesárea por la lenta progresión del trabajo de parto, pues la mujer se sentiría más
frustrada y desconfiada de su capacidad para conseguirlo.
Aunque el pánico o miedo en alto grado al parto suele ser más frecuente en pérdidas al final de la
gestación o cuando aquellas estuvieron relacionadas con el parto, el miedo a perder nuevamente
al bebe o que le pase algo puede estar anclado de todas formas. Quizás no esté el miedo
procesado a nivel consiente, pero estará instalado en nuestro cerebro, en nuestro sistema límbico,
de modo que todos los estímulos y circunstancias del parto pueden sacarlo a la luz y disparar la
reacción de miedo y con el surgirán la tensión, la resistencia al avance del parto, a que las
contracciones se sucedan…
Nuestro útero tendrá que luchar contra esta resistencia. El cuello del útero permanecerá contraído,
y cada contracción tendrá que ser cada vez más fuerte, más intensa y más frecuente ablandarlo y
abrirlo. Esto es lo que genera el dolor del parto. Si no conseguimos romper ese círculo vicioso en
algún momento, el dolor puede crecer como una espiral y hacerse insoportable; y no solo puede
provocar más dolor, sino retrasar, bloquear y dificultar el trabajo de parto. Algunas madres
utilizan este dolor insoportable para, desde el abatimiento, rendirse al parto, abandonarse. En
estos casos, el Plan B que el cuerpo despliega ante un dolor extremo puede resultar de gran
ayuda: el organismo va a generar una cascada de endorfinas que llevan a la mujer a un estado
alterado de conciencia gracias al cual deja de focalizarse en el dolor y el parto vuelve a fluir. Pero
para que esto ocurra, el parto debe desarrollarse en el ambiente adecuado: empatía, respeto, buen
acompañamiento, temperatura cálida, seguridad… Si esto no es el posible de ninguna forma. La
epidural puede ser la llave para que la mujer consiga una tregua y se relaje. Aunque es posible
que la epidural facilite la relajación y la dilatación en algunas mujeres, tampoco es conveniente
recurrir a ella sin tener en cuenta las desventajas que supone. En este caso, lo más importante para
la tranquilidad de la mujer y el progreso adecuado del parto es la atención de los profesionales
sanitarios.
Si el miedo al parto es muy intenso al final del embarazo, algunas mujeres, para evitar la
inquietud, creerán que lo más seguro es una cesárea y optaran por una cesárea programada.
Aunque la mujer siempre debe tener la decisión final del parto, lejos de representar la cesárea una
opción más segura, sucede al revés. La cesárea es una opción de parto que implica mayores
riesgos tanto para la madre como para el bebe. La decisión de pedir una cesárea como una vía
más segura tiene más que ver con nuestra visión de supremacía de la tecnología y la
medicalización sobre la fisiología natural, fuertemente arraigadas en nuestra cultura, pero tal y
como demuestra la evidencia científica, esta creencia es un error que no encierra verdad alguna.
Sería conveniente que las mujeres que se planteen una cesárea programada recibieran la atención
e información adecuadas de cada intervención, y obtuvieran un buen consentimiento informado
de los riesgos de las intervenciones.
En general, las mujeres que han podido vivir un manejo expectante son capaces de afrontar con
más herramientas internas el parto de un bebe vivo, al conocer más las reacciones de su cuerpo y
recuperar la confianza en el; después del parto, se sienten cargadas de endorfinas, triunfantes y
fuertes. Saben que parir a un bebe vivo es un premio que no obtuvieron con la perdida, aunque el
tamaño cambie. El manejo expectante de la perdida es una buena preparación psicológica para los
partos futuros. Estas mujeres precisan de un acompañamiento más cuidadoso, que no paternalista,
con más paciencia y respeto por los tiempos, sin presión, aunque realmente este sería la atención
adecuada para cualquier mujer de parto, se trate de un bebe vivo o muerto, pese 2 o 4kg.
En un parto después de una o más pérdidas confluyen varios factores: la actitud de la madre y su
pareja, la actitud de los profesionales y su entorno, y las consecuencias fisiológicas de la pérdida
en sí. Conviene no olvidar que un parto después de perdida no es un parto de riesgo, pero si
especial, aunque todos los partos deberían ser especiales. Ante posibles reacciones extremas de la
mujer de parto, bajo ninguna circunstancia deberían considerarse mujeres histéricas, neuróticas o
exageradas. Tienen razones por sentirse así.
¿Está relacionada una perdida gestacional temprana con complicaciones obstétricas en los
siguientes embarazos y partos? En un estudio realizado en Reino Unido se llegó a la conclusión
de que sí. Comparando a mujeres que habían tenido previamente varios abortos (de 9 semanas de
media) con mujeres que habían tenido embarazos con éxito, las primeras tuvieron un riesgo más
alto de complicaciones obstétricas que incluían: preeclampsia, amenaza de aborto, parto
prematuro, bajo peso al nacer, mala presentación, hemorragia posparto, parto inducido, parto
instrumentalizado y extraído manual de la placenta. Sin embargo, se vio que estos riesgos no eran
mayores que en mujeres primíparas, por lo que se concluyó que las mujeres con pérdidas
gestacionales o perinatales se comportaban como primíparas en sus siguientes embarazos. En este
estudio se trataba la dificultad de encontrar varias investigaciones sobre un solo aborto anterior;
los resultados no determinan el origen de los riesgos, pero si apuntan que, por ejemplo, un parto
prematuro podría ser debido a las intervenciones realizadas en los abortos anteriores.
Es posible que, durante el parto, sea el padre a quien se le reactive el dolor por la pérdida anterior.
El (o ella en caso de otra mujer) pueden necesitar también atención. La pareja va a necesitar
apoyo y atención.
Una vez que ha nacido el bebe, no existe prácticamente ningún motivo que justifique la
separación entre la mama y el bebe. Para cualquier madre es primordial saber que su bebe está
bien, pero cuando ha habido perdidas anteriores, mas. El establecimiento inmediato de la
lactancia es un factor muy beneficioso para ambos. A veces, las dificultades de vinculación con el
nuevo bebe, si las ha habido, pueden compensarse con un contacto piel con piel permanente con
lactancia materna a demanda.
CAPITULO 11
¿Qué te enseño tu bebe?
A pesar del dolor por la perdida, las mujeres son capaces de sacar algo bueno de esta vivencia.
Pasado un tiempo de elaboración de duelo, incluso a veces en estadios bastantes recientes de la
perdida, hablan de lo que el bebe que se fue les ha dejado como un regalo. Existen términos
técnicos para designar esta reacción como resiliencia, o en caso de trauma, crecimiento
postraumático.
Aunque pasar por esta experiencia de vida sea tan duro para las mamas y ninguna la escogería a
conciencia, hay un punto en común muy importante en todos los testimonios: ninguna cambiaría el
tiempo que pasaron con sus bebes en el seno, ninguna borraría esta vivencia. Agradecen a la vida
haberles mandado a este bebe. Las que no lo eran aun, las ha hecho madres; las que ya tenían
hijos, han aprendido aspectos fundamentales sobre ellas mismas, sobre la vida. Dicen sentirse más
profundas, más sabias, mejores personas. Aprenden a quererse, a cuidarse a tenerse más en cuenta
a ellas mismas. Es un regalo de larga duración, y las enseñanzas que han supuesto se manifiestan
no solo al inicio de la pérdida, sino a lo largo del duelo y durante toda la vida.
¿Qué les enseño su bebe? No solo les dejo tristeza. También les dejo mucho amor, un amor
creciente hacia el bebe perdido, hacia su pareja, hacia las personas nuevas que conocieron y las
acompañaron… Valoran el descubrimiento de un amor mas profundo, atemporal, perenne, que vas
más allá de una presencia física. Amor en estado puro, lo llaman algunas.
Aprendieron a reconocer lo verdadero e importante de sus vidas: la verdad de muchas de sus
relaciones sociales, familiares, laborales… que ya eran así pero que por muchas razones lo
pasaban por alto.
Aprendieron que los bebe también mueren: sin avisar, sin ningún síntoma, sin ni siquiera
sospecharlo, y aunque suceda tan pronto, en tiempo de gestación, su recuerdo perdurara para
siempre.
Todos coinciden en que el bebe les ha enseñado a valorar más el presente, la importancia del aquí
y el ahora. El pasado puede ser amargo, y el futuro lo desconocen. Han aprendido a valorar las
pequeñas cosas de la vida que son importante para cada una. La pérdida las ha fortalecido: se han
dado cuenta de lo valientes y luchadoras que son, mucho más de lo que nunca pensaron; se pueden
caer una y otra vez y levantarse y seguir adelante. Ver reflejada esta valentía en otras mujeres que
han pasado por lo mismo (y verlo una misma) da mucha fuerza para conseguir transitar el duelo
satisfactoriamente, asi como para aplicar estas nuevas fortalezas a distintas facetas de su vida.
Aprendieron a aceptar que la vida no está bajo nuestro control, ni la propia ni la de los demás.
Consideran banalidades, aspectos superfluos, cuestiones que pueden ser importantes para otras
madres inocentes, como el sexo del bebe o tener a punto las cosas materiales para su llegada o el
miedo al dolor físico del parto.
Aprendieron a valorar y conocer lo que les ayuda: el acompañamiento silencioso y empático en
lugar de palabras vanas.
Aprenden a perdonarse, ya todas se sintieron culpables de un modo u otro por lo sucedido, y a
valorar el tiempo vivido juntos, la alegría inmensa con la que recibieron el saberse embarazadas y
la emoción de estarlo por algún tiempo, sensaciones maravillosas que sienten que llegaron al bebe.
Todas las mamas afirman que no han vuelto a ser las mismas; por tanto, fueron sus bebes las que
las hicieron diferentes. Este cambio no significa nada para ellas tanto una transformación en otra
persona, sino más bien el cambio de alguien que ha crecido, que ha ampliado sus límites. Estas
criaturas de vida fugaz en nuestro seno no pasaron porque sí. Forma parte del camino averiguar los
regalos que nos trajeron.
CAPITULO 12
Pedagogía de la muerte
Cuando nos fijamos en la formación del individuo, en el currículo educativo, vemos que la muerte
no tiene un lugar. No se habla de ella, no tiene un espacio. Se oculta en los libros de texto, en las
aulas, en nuestro entorno y en los hospitales.
En los temas de sexualidad y reproducción no se habla de muerte gestacional. En cambio si se
habla en la actualidad de reproducción asistida, es decir, de problemas que se pueden dar en la
fecundación y posibles soluciones médico-científicas, cuando precisamente es un foco importante
de perdidas gestacionales, de embarazos que no progresan, de la perdida de alguno de los gemelos,
de embriones que se desestiman porque ya se implantaron los deseados… Recordemos que el
tanto por ciento de éxito de estas técnicas dista mucho del 100% .
Se enfoca la educación sexual y la vida fértil de la pareja hacia los anticonceptivos y la posibilidad
de que la mujer pueda quedarse embarazada a cada vuelta de la esquina, pero no se prepara a las
personas, para la dificultad de concebir cuando por fin lo desean.
Cuando los niños y niñas crecen y se reproducen, no encuentran ni en los libros dedicados a
acompañar la maternidad ni en las clases de preparación al parto nada que trate a este tipo de
muertes. Es como un mal augurio del que se protege a la pareja embarazada. Pero también les deja
analfabetos y desamparados ante la pérdida. Uno de cada 3 embarazos se pierde, no es algo tan
excepcional, y nadie ha sido preparado para ello. Hablar de muerte gestacional en la preparación al
parto, en los libros de embarazo… no mata a los bebes intrautero. Hablar o tratar el tema estando
embarazada, tampoco. Es importante escribirlo bien claro porque es un prejuicio que existe en
ámbitos de acompañamiento al embarazo.
Es importante preparar a todas las personas susceptibles de tener hijos para esta posibilidad.
Nuestra sociedad tiene, cada vez con más intensidad y premura, la necesidad de formarse a nivel
emocional, campo muy descuidado en nuestra cultura. Es esta educación emocional cabria el tema
de la muerte y también específicamente la muerte gestacional: que es un proceso de duelo, sus
fases, los sentimientos que pueden surgir y las maneras de afrontarlo. Enfocado desde la
resiliencia, la creatividad, el humor, la introspección… enriquecer los vínculos afectivos, dar y
recibir afecto, la empatía, el altruismo, la autoestima… todo ello con coherencia y con un sentido
de la vida. Aprenderíamos a afrontar perdidas gestacionales futuras y también cualquier otra
situación traumática.
Sería de gran ayuda, por tanto, no solo para los padres y las madres que pasaran por ello
inevitablemente, sino también para los que tengan la suerte de no tener que vivirlo, para así saber
entender, acompañar y ayudar mucho mejor a sus amigos, hermanos o familiares que
experimentaran una perdida. ¿Quién no conoce a alguien que lo haya vivido? ¿Quién no ha
perdido un hermano, un sobrino, un primo, un vecino… en gestación?
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