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11 de julio de 2022 23:25h
Actualizado el 12/07/2022 05:30h
https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/dogma-inviolabilidad-
rey_129_9161406.html
Si los señ ores letrados del Congreso quieren seguir anclados en los dogmas, por lo
menos que acudan a los clá sicos. San Pablo, en su Carta a los Romanos, nos enseñ a
que: no hay autoridad que no venga de Dios“. El renombrado Obispo Bossuet (1627-
1704) en La política inspirada en la Sagrada Escritura mantiene que los Reyes
reciben su poder directamente de Dios y su misió n es la ejecució n de la voluntad
divina. Cualquier otra forma de gobierno es imperfecta. La autoridad real se
considerada sagrada. Si volvemos al presente y nos situamos en el terreno laico y
democrá tico; segú n el diccionario de la Real Academia Españ ola, un dogma: ”es
una proposició n que se asienta por firme y cierta como principio innegable“. Se
tiene por verdad y no puede ponerse en duda. Para María Moliner, dogma es una
afirmació n tenida por indudable, en la que deben creer obligatoriamente los
adeptos a la doctrina de que forma parte.
Por enésima vez, los letrados del Congreso de los Diputados y sus corifeos, acuden
al “raciocinio dogmático” para predicar, urbi et orbi, que la inviolabilidad del Rey es
absoluta porque así lo dice la Constitució n. Acaban de denegar la tramitació n de
una proposició n de Ley del Partido Nacionalista Vasco que pretendía modificar la
Ley Orgá nica del Poder Judicial para que el Tribunal Supremo conociese de las
acciones civiles y penales contra el Rey o la Reina por actos que no tengan relació n
con las funciones institucionales del Jefe del Estado. Leo y releo la Constitució n y
no encuentro ningú n pasaje en el que se diga expresamente que la inviolabilidad es
absoluta y que abarca tanto los actos pú blicos como los privados. Tampoco
encuentro antecedentes en las actas que recogen los debates previos a la redacció n
del texto constitucional.
Cuando esta estrambó tica e incongruente posició n se intenta sostener por los
representantes del Gobierno de Españ a, en una demanda civil, presentada en
Inglaterra, contra el anterior jefe del Estado don Juan Carlos de Borbó n y Borbó n, a
nadie puede extrañ ar que un juez inglés, sin ningú n á nimo de confrontació n y con
el solo uso de la razó n y del sentido comú n, no entienda que la inviolabilidad
alcance también a un posible robo en una joyería. Cosas, como diría Franco, de la
pérfida Albió n.
Si un ciudadanos o ciudadana, que no sú bditos, es víctima de un delito cometido
por la persona del Rey, su derecho constitucional a obtener la tutela efectiva de los
jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos se ve
quebrantado, relegá ndolos a la má s absoluta indefensió n. La cuestió n adquiere
unas caracteres pintorescos y difícilmente asimilables por el comú n de los
mortales, cuando se les dice que, si tienen alguna reclamació n civil, por deudas o
por cualquier otra circunstancia privada, deben olvidarse de acudir a los jueces y
tribunales porque se lo impide la sagrada inviolabilidad de la persona del Rey.
Pienso que, ante el conflicto, el actual Jefe del Estado y sus asesores, hayan tenido
la oportunidad de reflexionar sobre las consecuencias de esta anomalía, insó lita en
cualquier sistema democrá tico. No creo necesaria una ley de la Corona, basta con
desempolvar el dictamen del Consejo de Estado, cuando fue requerido para
pronunciarse sobre la necesidad de modificar la Constitució n ante la renuncia a la
inviolabilidad absoluta que suponía la firma por Españ a del Estatuto de la Corte
Penal. Se estimó , con buen criterio, que no era necesario. Es suficiente con
interpretar el alcance de la inviolabilidad, en el sentido de los Tratados
Internacionales que delimitan las inmunidades y privilegios del Jefes de Estado a
los actos propios del ejercicio de sus funciones. Así lo impone la
Constitució n. Permanecer al margen o por encima de ella, no es bueno para la
Corona ni para la democracia.
Tribuna Abierta