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UNA CARTA
(De Lord Philipp Chandos
a Sir Francis Bacon)

Hugo von Hofmannsthal


Seguida de seis respuestas de:
Jo sé L u is P a r d o
St e f a n H e r t m a n s
C l é m e n t R o ss e t
E sp e r a n z a L ó p e z P a r a d a
H ugo M u jic a

A b r a h a m G r a g e ra

y un ensayo de
Ju a n N avarro B aldew eg

con prólogo de
C l a u d io M ag ris

traducción e introducción de
Jo sé M uñoz M illanes

PRE-TEXTOS
ÍNDICE

La reproducción total o parcial de este libro, no autorizada por los editores,


viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser
previamente solicitada.

Primera edición: mayo de 2008

Edición original en lengua alemana:


Ein Brief

Diseño cubierta: Pre-Textos (S. G. E.)

© de la traducción de “La herrumbre de los signos”: César Palma


© de la traducción de “Un infierno tautológico”: Julio Grande
© de la traducción de “Hablar por hablar”: Manuel Arranz
© de las seis respuestas: José Luis Pardo, Stefan Hertmans, Clément Rosset,
Esperanza López Parada, Hugo Mujica y Abraham Gragera
© de “La herrumbre de los signos”: Claudio Magris
© del ensayo: Juan Navarro Baldeweg
© de la introducción y de la traducción de Una carta: José Muñoz Millanes
© de la presente edición:
PRE-TEXTOS, 2008
Luis Santángel, 10
46005 Valencia
www.pre-textos.com

IMPRESO EN ESPAÑA / PRINTED IN SPAIN


ISBN: 978-84-8191-894-6
S-812-2008
D e p ó s it o l e g a l :

IMPRENTA KADMOS
PRÓLOGO

LA H E R R U M B R E DE LOS S IG N O S

C l a u d i o M agris
La h e r r u m b r e d e lo s s ig n o s .

H o f m a n n s t h a l y la C arta de Lord Chandos

Lo plástico (...) tiene sus raíces en la justicia,1 afirma


Hofmannsthal. Dar forma al fluir de la vida parece, pues,
una exigencia moral y contribuye al orden del mundo, a ese
equilibrio de las cosas que subsiste, como creían los griegos,
cuando a cada persona se le concede lo que le corresponde
y cada cual respeta la capacidad que le ha sido otorgada. Por
consiguiente, la individuación, que distingue a los sujetos
del todo indiferenciado, no sería una culpa que recae en
los propios sujetos -conform e a la antigua y célebre sen­
tencia de Anaxim andro- para, disolviéndose de nuevo en el
todo, expiar la violencia que los opone y enfrenta por el solo
hecho de existir de form a separada. En la Mujer sin som­
bra, que Hofmannsthal term ina en 1919 y que inspira a Ri­
chard Strauss la ópera del mism o título, la individuación
reinstaura la justicia en el caos de lo indiferenciado y es deber
impuesto a cada individuo pero sobre todo al poeta, cuya
tarea es simbolizar, es decir, distinguir.
Con esa advertencia Hofmannsthal ataja su inclinación
natural, la seducción que ejercen sobre él el inefable discu-
1 H. v. Hofmannsthal, Buch der Freunde, en Gesammelte Werke, hrsg. v. B.
Schoeller, I. Beyer-Ahlert en Beratung con R. Hirsch, Bd. 10: Reden und Aufsätze
I I I 1925-1929 Aufzeichnungen, Frankfurt del Meno, 1980, p. 285. (Trad. esp. de
Miguel Ángel Vega, El libro délos Amigos. Relatos, Cátedra, Madrid, 1991, p. 140.)

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rrir de la vida y el m om ento de la decadencia, cuando las toda de espera y de despedida, donde destella, justo en la
formas se descom ponen y los límites quedan eliminados. úliima orilla de su pasado, el prim er anuncio de su futuro.
En la m uy precoz poesía de Hofmannsthal -el cual nace en Todos esos presagios antitéticos, en una pugna de confir­
Viena en 1874 y comienza a escribir cuando estudiaba maciones y desmentidos, al cabo resultaron ciertos: el Im ­
en el instituto- destaca la fascinación por el fluir de la vida, ptrio, que según un lema sibilino debía perdurar hasta el fin
indivisible y continuo, que escapa a cualquier representa­ de los siglos, se disgregó poco después, pero de sus ruinas
ción definida y ;se refleja en imágenes vagas y tenues: vapo­ no surgió la Europa soñada por los proyectos democráticos,
sino una fase catastrófica de la historia europea, una muerte
res crepusculares, contornos y pensamientos-sensaciones
que se anunció y empezó con la del Imperio. Por otra parte,
dispersos, luces derram adas y soplos de viento, caídas en
la cultura que nació entonces ha perm itido comprender,
aguas tornasoladas.
quizá m ejor que cualquier otra, al m undo que surgió tras
Son imágenes que remiten a la gran discrepancia fin de
aquel crepúsculo: esa cultura era la palabra de un día veni­
siécle entre la viida y las formas. La poesía antiplástica del
dero, que aún no ha pasado del todo, es más, sigue ofre­
joven Hofm annsthal muestra predilección por las atmósfe­
ciendo respuestas a muchos interrogantes actuales.
ras fluctúan tes (vientos, vapores, mares), donde se difumi-
Aquel florecimiento fin de siécle, que sólo hoy cabe eva­
nan las distinciones y las oposiciones creadas por el lenguaje luar en su grandeza, no era celebración de la despedida, sino
que, al tiempo que se articula, articula el m undo. Por otra -en gran m edida- germen del futuro. Sin embargo, el fu­
parte, la poesía, que tam bién persigue el fluir de la vida que turo que esa vida presagiaba era el final de una civilización
sin cesar elimina sus rostros, atenúa pero no suprime las for­ entera, no sólo austríaca sino europea, era el carácter ine­
mas, para no suprim irse a sí misma. A H ofm annsthal le luctable de la despedida: de un orden de valores, de una to­
gusta el incierto m om ento de la transición: el cambio de un talidad unitaria capaz de dom inar y abarcar a la m ultipli­
color a otro, el crepúsculo del anochecer y del amanecer, la cidad de la existencia, de un sentido inmanente en los frag­
imprecisión del Vorfrühling- título de uno de sus poem as-, mentos dispersos del acontecer, de la vida auténtica. El fu­
que es una pre-primavera, un mero presagio de primavera. turo que dicha cultura anunciaba, sin caer en las ilusiones
La ambivalencia del crepúsculo, suspendido entre el pre­ de su pasado, era nuestro exilio, nuestro invierno, nuestra
ludio del día y el de la noche, caracteriza asimismo la at­ condición de hombres con la incertidumbre de contar con
mósfera del Im perio habsburgués y de su ocaso, que se vive un futuro. No es casual que el veranillo de San M artín sea
como una aurora. La Finis Austrae, una de cuyas grandes uno de los grandes temas de la literatura austríaca, de Stif­
voces fue Hofmannsthal, constituye una mezcla contradic- ter -e l idílico y trágico narrador del siglo X IX - a Doderer,
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el m onum ental y sinuoso artífice de la novela total en la se­ de darse una identidad en el límite plástico no es un indi-
gunda posguerra. id uo tradicional, que reafirma una unidad compacta y pro-
Aunque dado a poner la form a al servicio de la vida, I»in; no es un cogito, un sujeto señor y creador, al que
como dice Lukács sobre el impresionism o, lo que H of­ I lofmannsthal pretenda devolver la soberanía sobre la res
mannsthal busca es detenerse antes de esa frontera, más allá r \ tensa, sobre la extensión de la materia, en la que en cam-
de la cual la forma se disgrega completamente en la vida. La bio el sujeto individual -com o ocurre en la Carta de Lord
exigencia plástica afirma, en nom bre de la justicia, la d u ­ i Ilandos (1901-1902)- está en trance de perderse y disol­
ración en el transcurrir, el límite en el fluir y, como el pro­ verse. El yo se halla mermado en su unidad, una unidad que
pio poeta escribe a Strauss, la fidelidad en la metamorfosis; ,diora no es sino la suma provisional y escindible de ele­
aquélla quiere identificar - y captar- una esencia permanente mentos simples, de átomos inconexos y centrífugos.
en la caducidad, un sentido de la vida presente en todas sus Por las dudas e incertidumbres que tiene sobre su iden-
apariencias, pero un sentido que no se desvanezca con cada i idad, Lord Chandos teme ser devorado y absorbido por el
una de aquéllas. Este sentido, pues, cuya configuración debe informe flujo vital, no lograr distinguirse del bullir de la
crear la figura poética, es idéntico a la vida, es el centelleo vida. Con su carta, en la que describe el naufragio de su iden-
no fugaz de su fugacidad. Así, en muchas comedias de Hof­ i idad, procura dom inar por última vez, representándola, su
mannsthal la iridiscente y variada aventura erótica desem­ dispersión. Lord Chandos participa también de esa “huida
boca y se verifica en el m atrimonio, en la constancia de un Inicia la ley” que, como ha señalado Vaclav Belohrádsky,1ca­
vínculo siempre renovado, que no niega el cambio, sino que racteriza la literatura centroeuropea de finales del siglo XIX
lo plasma de un modo concreto.
y principios del XX.
Hofmannsthal, bien es cierto, no se aferra a ninguna fe
Expuestos a la agresión de una vida que “ya no reside
positiva y consoladora. Su mensaje final, el drama La torre
en la totalidad”, es decir, que no conoce conexiones capa-
(1925-1927), demuestra que las contradicciones de la vida
«es de ordenar la multiplicidad caótica en una unidad sig-
y de la historia son irresolubles y que no hay unidad supe­
nificativa, los escritores austríacos se sienten impelidos a
rior del pensamiento capaz de conciliar o curar las salvajes
elaborar mecanismos minuciosos de defensa y a recurrir a
laceraciones de lo real (Massimo Cacciari).1El yo que trata
i iluales de orden desmedidos: los uniformes militares de los

1 M. Cacciari, Intransitabili Utopie, en H. v. Hofmannsthal, La Torre, trad. it.


de S. Bortoli Cappelletto, con un ensayo de M. Cacciari, Adelphi, Milán, 1978. 1 V. Belohrádsky, “La fuga verso la legge e la crisi del sapere Impersonale.
(Trad. esp. de Roberto Bravo de la Varga, El difícil; Cada cual; La torre, Gredos, I Ina introduzione alia civiltá mitteleuropea”, en Nuova Corrente, número espe-
Madrid, 2003.) i i.il: “Austria: la fine e dopo”, n° 79-80, 1979, p. 413.
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héroes de Broch y Roth que envuelven la tambaleante uni­ ■lad psíquica. Así, experimentaba con especial intensidad el
dad del individuo, la geometría de galerías cavadas bajo tie­ desconcierto de la razón incapaz de ordenar lo real, la in-
rra del animal kafkiano para huir del enemigo desconocido, ■¡uietud de extraviarse en la extensión de lo múltiple.
la muralla china de Kraus o la ceguera voluntaria de Peter Por otra parte, el Imperio, cuya disolución el individuo
Kien en el Auto de fe de Canetti, que cierra los ojos para no padecía y reflejaba, había impreso en éste un sentimiento
ver la amenazadora realidad que lo rodea por doquier, como indeleble de la unidad, la exigencia y la nostalgia de ese eje
hace tam bién el gordo en la Descripción de una batalla de i cutral, de aquel fundam ento del que no se podía prescin­
Kafka. dí r pese a que a todas luces había desaparecido. El heredero
Todos los casos citados son mecanismos defensivos le­ lubsburgués era un huérfano de los valores, había sido des-
tales que destruyen al individuo, que los exacerba para pro­ Iteredado de toda forma clásica de vida; no obstante, le que­
tegerse, como quien muere de inanición por miedo a m orir daba como legado la pertinaz dem anda de esos valores y
envenenado. En el Imperio de los Habsburgo se dio, antes i le esa forma clásica, su tozuda y porfiada búsqueda. Era un
y después de su final, la situación más típica de esta crisis hombre de la crisis, crisis que no quería negar pero a la que
que afectaba a toda la civilización occidental, era el lugar tampoco se quería rendir, consciente de que, en época de
donde la crisis surgía con especial intensidad. Como se apre­ crisis, la única estrategia válida consiste en enfrentarse a ella
cia en la Acción Paralela de Musil, Cacania era el amasijo del aun a sabiendas de que tiene todas las de perder, como se
m undo m oderno carente de un fundamento, de una esen­ intenta vivir y sobrevivir a sabiendas de que se ha de morir.
cia o de un valor central unificador. I,a crisis, que desmoronaba todas las certezas, verdades y au­
No era sólo en el plano político -fru to de la disgregación tenticidades, incrementaba el sentido de su valor, permitía
y del creciente enfrentamiento de los distintos com ponen­ comprender mejor aquello que se estaba perdiendo.
tes del Im perio- donde se ponía de manifiesto la falta de un La decadencia del Imperio acentúa esta condición y esta
valor fundamental así como la de un vínculo unificador, sino sensibilidad. Hasta su ocaso, el Imperio no fue sólo una ga­
también en el plano de la existencia individual. Y estas ca­ rantía de seguridad, sino, para muchos, un freno y una seria
rencias, en dicho plano, se vivían como irrealidades fan­ cortapisa. Había que emanciparse de la gran figura paterna
tasmagóricas de la experiencia cotidiana y como un atentado que encarnaba y simbolizaba Francisco José, tan protectora
anarquista contra el orden de la vida misma. El individuo, y dom inadora como toda autoridad paterna. Es una espe­
que resumía y encarnaba esa totalidad social, sufría el des­ cie de super-yo que dirige y une, con represiva eficacia, las
garro en su personalidad, en el desmoronamiento de su uni- energías ocultas de lo profundo que quieren liberarse y ex­
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pandirse, ese amplio regazo histórico de los pueblos m e­ por vacíos y por fragmentos rotos que no siempre encajan,
nores sometidos y privados de historia ilustre y de función pero procura transform ar este espacio móvil en su identi­
dirigente, que los escritores austríacos han comparado m u­ c a l, nunca definida con rigidez pero tampoco diluida en lo
chas veces con la latente y emergente vitalidad de un in ­ nuüferenciado.
consciente hasta entonces asfixiado, descubriendo, por Por consiguiente, Hofmannsthal ratifica la necesidad de
ejemplo, en el ascenso de los eslavos una metáfora de la vida una relación del individuo con la alteridad, de una com-
que se rebela contra la racionalidad, contra el orden de los I'lementación del yo con los otros que no confunda a las dos
Habsburgo y contra el brazo de papel de su administración, partes sino que las enriquezca en una relación recíproca,
como decía Musil, una administración ya incapaz de aferrar sólo posible ahí donde los que integran el diálogo no se anu­
con firmeza la desbordante vitalidad de lo múltiple. len. La relación entre dos individualidades distintas, facti-
La unidad im perial guarda parecido con la figura del I>le por los límites m utuos que las diferencian, vence la
padre que Kafka se imaginaba tumbado sobre un mapa, para insuficiencia subjetiva y la enlaza con la “vida” m ediante
tapar y ahogar la variedad del m undo; no es casual que los una oscilación y una polaridad que jamás anulan los dis-
personajes que encarnan esa diversidad sean con frecuencia imíos térm inos en una síntesis, sino que los insertan en la
-e n Broch, por ejem plo- criaturas femeninas, figuras esla­ ■spiral de una transformación continua que se da entre ellos,
vas del eros y de la maternidad, de la vida cálida y oscura. ti ansformación en la que cada elemento interactúa con los
Ahora bien, cuando el Imperio se disgrega y su unidad pa­ demás sin que nunca se descarte a ninguno.
terna se disuelve, desaparece asimismo la seguridad protec­ La poesía - a veces asociada a la música, como en los li­
tora que procedía de aquélla y el individuo se siente bretos operísticos- es la que crea, según Hofmannsthal, el
extraviado, demasiado débil e inseguro para soportar el caos < .pació libre disponible para este encuentro y para esta so-
de la vida: en Los sonámbulos de Broch, cuando mamá Hen- >labilidad. La poesía se dirige al individuo, sin anularlo en
tjen se afloja el rígido corsé que ciñe su figura matriarcal, su lo universal; no volatiliza-como decía Kierkegaard- la exis­
cuerpo queda como reducido a especie de masa amorfa. tencia sensible en la esencia inmaterial del concepto, sino
Para Hofm annsthal al yo aún le resta un m argen de ■Iue salva la particularidad en la imagen; no suprime la con-
juego, se mueve entre Escila y Caribdis -en tre el freno y la II adicción, sino que mantiene vivos sus términos en su ten-
disolución- con la elegante destreza de la danza, con la li­ ion permanente, en su oscilante interacción, que los cambia
gereza de los aventureros del siglo XVIII, tan apreciados y re­ in forzarlos. El vals, ritm o circular de una alegría huidiza
creados por el autor. El individuo sabe que está conformado que siempre vuelve, pero siempre más tenue y lejana, pauta
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esta espiral de encuentro y separación, proximidad y leja­ tr ttlii,. orno un bodegón -dice Hofmannsthal en otro lugar-
nía, abandono y añoranza: perpetua fusión y repentino ale­ iiii. , sólo la perfección de sus líneas y de sus calores, sino
jamiento -com o en el vals de El caballero de la rosa (1911)— im además evoca lo que hay más allá, detrás y debajo de
de dos individualidades que se abandonan juntas al mismo ti ‘superficie del lienzo y de la arm onía de la composición:
mar, aunque siguen siendo distintas. I ) me refiero a la vida”.1
Hofmannsthal llama “alomático” ‘a este principio de re­ A tenor de lo dicho, para Hofm annsthal el estilo no es
lación con el otro, que a buen seguro no es un simple p rin­ .1.1 lodo independiente del significado ni m ucho menos
cipio estructural, una fórm ula matemática para el fun­ »i. nn a la condición de signo,2como ocurre -según observa
cionam iento de la tram oya, sino un valor existencial. La < su i iari- en muchas obras de la vanguardia m ás radical,
mujer sin sombra, que para Hofmannsthal es el “triunfo de ¡ni' i eaccionan, como se ha señalado, contra el sistema do-
lo alomático”,12 no presenta únicamente un perfecto meca­ ítit it.inte y por ende contra su cultura, es decir, contra los
nismo escénico y una geometría textual, sino que exalta va­ alores y los significados que la cultura quiere im poner a
lores que trascienden el propio texto: la inserción del sujeto, la »validad, para reproducir y reafirmar tautológicamente el
que se reconoce limitado pero insustituible, en la red total ámbito social.
de las relaciones humanas, ninguna de las cuales “puede cor­ 1’ara sustraerse a ese ámbito, la vanguardia niega el pen­
tarse” (Giampiero Cavagliá);3 la conquista de la identidad al mentó representativo y el sentido que éste pretende dar
personal a través del doble rechazo del egocentrismo y de la . f-ncontrar en el mundo, y reduce su lenguaje a signos autó­
indistinción pánica (de un lado, para salvarse el emperador nom os, signos que no buscan evocar significados de la vida
renuncia a apropiarse de la sombra, es decir, del alma de la ano declarar su autosuficiencia, su fúnción de significados
esposa del tintorero; de otro, los protagonistas aceptan la in­ im únicamente manifiestan sus reglas de juego. Consciente
dividuación y la procreación). La simetría estructural del dr que la racionalidad social falsifica lo esencial para do­
texto pone de manifiesto aquello que trasciende al propio minarlo o subsumirlo en las redes de su propio sistema, este
ai le elimina la esencia y promulga en su lenguaje sólo su ca­
1 H. v. Hofmannsthal, A d me ipsum, en Gesammelte Werke, op. d t , Bd. 10, len ¡dad de organizarse a sí mismo.
p. 603; tr. it. de G. Bemporad, “Appunti e diari”, en II libro degli amici, Adelphi,
Florenda, 1963, p. 212.
2 Idem. (Trad. esp. de María Antonia Seijo Castroviejo, La mujer sin sombra,
Icaria, Barcelona, 1980.) 1 H, v. Hofmannsthal, Briefe 1890-1901, Bd. I, Berlín, 1935, p. 89.
3 G. Cavagliá, “II presente mítico di Hofmannsthal”, en Studi Tedeschi, XXII, ( ',fr. M. Cacciari, “La Viena di Wittgenstein”, en Nuova Corrente, n° 72-73,
I, 1979. 1977, pp. 76-79.
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En cambio, en la Carta de Lord Chandos Hofmannsthal rica de lo universal y cualquier exageración de la crisis, con
persigue, pese a que conoce perfectamente la inutilidad de lo que a la vez ponen de manifiesto la tensión que hay entre
esta búsqueda, la esencia indecible, el sentido huidizo, ina­ la vida y el sentido. Lord Chandos, como el genuino poeta
sible. Hofmannsthal comprende en toda su hondura la feliz moderno que es, no puede creer en el significado y en su ca­
contradicción de la gran vanguardia finisecular, que - v i­ rácter comunicable, pues comprende que el significado uní­
viendo y expresando con coherencia el exilio de lo esencial- voco y claro es fruto de una universalidad del concepto,
enuncia su desaparición, evoca por contraste y negación el universalidad donde se pierde la irrepetible epifanía de la
sentido ausente, padece y declara, haciéndola propia, la con­ experiencia.
versión del lenguaje en mera funcionalidad. Hofmannsthal Lord Chandos desconfía de las palabras, porque las pa­
advierte que las afirmaciones de la inefabilidad de la vida o labras expresan únicamente los significados abstractos y ge­
de la autonom ía del signo, tan frecuentes en la literatura nerales. Sommer, summer o été designan claram ente el
finisecular, no son una definición rigurosa y serena de las verano, mas no su sentido secreto, su valor no racionaliza-
competencias del lenguaje, sino que manifiestan una ten­ ble (Agosti),1que se dilata y desvanece en una amplia irra­
sión entre los límites de esas competencias y la añoranza diación. La palabra verano tiene un significado preciso, pero
de trasponerlos. La poética que postula la autonom ía del no nos esclarece a qué alude, esto es, si a la transparente cla­
significado da un sentido de la vida -com o observa Becca- ridad o al asfixiante esplendor, si a una melancolía tersa y
ria a propósito de Pascoli-,1*porque al enunciar las fronte­ azul o a una dionisíaca embriaguez a mediodía.
ras del lenguaje rem ite a lo que se halla más allá de esas Y le gustaría asir el núcleo oculto en esta polisemia, que
fronteras, siempre que sea cierto que poner un límite -se ­ se disemina y refracta en una dispersión centrífuga como
ñalaba Hegel- equivalga a superarlo. Así, la lengua mortal una fuente de luz, pero sin perder jamás su unidad original,
de Leopardi expresa plenamente lo que el poeta sentía en su igual que la fuente de luz. Si el sentido es evasivo, como
interior, y lo hace enfrentándose a su carácter inefable. afirma C ontini2 sobre Petrarca, este carácter es una aureo­
Hay diferencia de tono, aunque quizá no m ucho más, la que irradia una esencia que se origina en la experiencia,
entre el estilo que es emanación y el que es puro juego de de cuyo fondo oscuro se expande “más allá de las fronteras
signos. Schönberg y Klee, conscientes de la desaparición fijadas por los significantes” (Agosti).3Lord Chandos, insa­
de los valores, eluden con rigor inflexible toda forma retó­
' S. Agosti, II testo poético. Teorie e pratiche d ’analisi, Rizzoli, Milán, 1972,
P-12.
1 G. L. Beccaria, L’autonomia del significante, Einaudi, Turin, 1975, especial­ 2 Ibidem, p. 17.
mente pp. 139-209. 3 Ibidem, p. 51.
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tisfecho de las palabras, busca la “nueva riqueza del sentido”,1 En esta breve narración epistolar Hofmannsthal se ima­
como la define Gian Luigi Beccaria, que es precisamente re­ gina que Lord Chandos, joven escritor, le escribe al gran
sultado de la aparente autonom ía del significante. Paradó­ I rands Bacon, político y filósofo, “para disculparse con él
jicamente, dicha autonom ía crea lo que en apariencia por su renuncia total a la actividad literaria”.1 El hecho de
excluye: la emanación de un sentido indecible que da am ­ que Hofm annsthal convierta al poeta finisecular en un li-
paro a las cosas e impregna a todos los elementos, también terato inglés del tránsito del siglo XVI y XVII, demuestra su
predilección por el eclecticismo y el apego al pasado -c o n ­
a los espacios en blanco, a los silencios y a los vacíos. Cuando
denado por Broch en la Viena de la Ringstrasse- de los edi-
prevalece el significante, la poesía trasciende el significado
I icios construidos a finales del XIX, por cuanto encubrían
conceptual, sólo que para acercarse a los significados de ese
el vacío de valores - y por ende de estilo- con fachadas co­
lenguaje buscado por Tórless, es decir, de aquello “que no
piadas de otras épocas, a saber, de la renacentista, la barroca
es lo que las palabras pueden decir”.12
y la clásica.
De form a análoga, Lord Chandos trata de captar una
En esta ficción anacrónica la literatura de la que habla
“lengua en la que las cosas mudas me hablan”.3La que menos
el Lord es el ars poética de la tradición clásica, anclada en
se aleja de esta lengua paradójica es la poética, cuyo fin es
la secular y suprapersonal garantía de la convención retó-
enunciar lo sensible específico y no el universal indeterm i­
i ica. Si el literato clásico, como el que es Lord Chandos,
nado del concepto. Sin embargo, la Carta de Lord Chandos
pierde esta confianza en la objetividad del lenguaje y de­
constituye una prueba categórica del fracaso de la poesía,
semboca en el silencio, con mayor razón habrá de naufra­
un relato que explica la imposibilidad de contar y declara,
gar el escritor m oderno, el contemporáneo de Hofmanns-
con una perplejidad compuesta con nobleza, la incapacidad
l bal, que sólo puede dar voz a su interioridad subjetiva y no
de fijar en palabras el bullir de la vida, que desmenuza las
está sostenido por ninguna unidad homogénea de poesía y
palabras mismas.
i ivilización.
1 G. L. Beccaria, Vautonomía del significante, op. cit., p. 11. Lord Chandos pondera a Bacon su capacidad de “pasar
2 R. Musil, Die Verwirrungen des Zöglings Törlesss, en Gesammelte Werke, hrsg. por alto” los momentos difíciles de la vida, de tratar con “li­
v. A. Frisé, Bd, 2: Prosa und Stücke Kleine Prosa Aphorismen Autobiographisches Es­
gereza” y “chanza” su “cuidado” 2 por el amigo atribulado.
says und Reden Kritik, Reinbek, 1978, p. 24. (Trad. esp. de Roberto Bixio y Feliu
Formosa, Las tribulaciones del estudiante Törless, Seix Barral, Barcelona, 1984, Así, Bacon parece poseer las virtudes de la poética y del es­
p. 24.) píritu clásicos: decoro, simulación de la pasión y de la in-
3 H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, en Gesammelte Werke, op. cit., Bd. 7:
Erzählungen, Erfundene Gespräche und Briefe Reisen, p. 474; p. 135 de la presen­ 1 H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., p. 461 [p. 121].
te traducción de la Carta de Lord Chandos. 2 Idem.
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quietud, dominio de los sentimientos y de la expresión, ama­ la i azón hum anista- por la posición horizontal y fetal y por
bilidad distante. Lord Chandos es la cara opuesta, la suya es . I abrazo disgregador del agua primordial.
una tensión confesada y exhibida sin contención y que al Casi siempre son figuras de artistas, o sea, de maestros
tiempo acusa, como él dice, geistige Starrnis, esto es, “pará­ de inteligencia, de sensibilidad y de palabra, que quieren de-
lisis espiritual”,1un opaco y pasivo sopor. Esta abulia, con­ embarazarse de sus dones: artistas son Niels Lyhne, Adrian
junción de torpeza y receptividad, no es sino la actitud de I everkühn, Lord Chandos. Se exalta la autosupresión en una
aristocrática apatía que adopta el hipersensitivo poeta fin de ,mtoafirmación paradójica, como en un fragmento que es-
siécle ante la persistente agresión de la vida m oderna, en su i l ibio Nietzsche entre la prim avera y el verano de 1888,
caótica multiplicidad. pocos meses antes de su colapso psíquico, en que el autor
El yo lábil y maleable del poeta o, m ejor dicho, del in ­ de Más allá del bien y del mal niega todo sentido al futuro
dividuo m oderno, no soporta la presión de la organización y a lo posible y está absorto como si contemplara una su­
social ni el bom bardeo de estímulos y mensajes contradic­ perficie lisa e inmóvil, que no encrespa ningún deseo ni
torios a los que se halla expuesto. Se atrinchera en una re­ proyecto.
gresión vegetativa m ortecina, que es el extremo y a la vez La negación arremete sobre todo contra las palabras, que
el revés de su sensibilidad hipertensa, y en una negación hienden esa lisa extensión del inconsciente como el estilo
de todo lo que puede constituir una amenaza: de los otros i leí escriba romano hendía la tablilla de cera. El individuo,
hom bres que lo acosan, del tiem po que lo devora, del es­ al experim entar el malestar histórico, reacciona de forma
pacio que lo limita, de su mismo cuerpo en decadencia, del negativa contra cualquier dimensión social y se camufla en
engranaje social que lo fagocita. el oscuro vórtice de la vida. Lord Chandos sueña con “es­
La literatura del siglo XX abunda en ejemplos que ilus­ pacios abiertos”1y los busca en los territorios ajenos al len­
tran esta huida negativa y esta defensa buscada en la regre­ guaje, el cual, además de mediar y de articular la monotonía
sión, desde la turbia apatía final de Niels Lyhne, el héroe informe de la vida, descompone, como a través de una re­
de la novela hom ónim a de Jacobsen, hasta el atolondra­ jilla, esa superficie inmóvil de la que hablaba Nietzsche. Así
miento en que concluye la parábola de Adrian Leverkühn, como el hipocondríaco niega su cuerpo y el psicótico el
el doctor Fausto de Thomas M ann, o la nostalgia que ex­ tiempo y el espacio, así el reaccionario niega la sociedad.
perimenta, en el poema de Benn, el Homo sapiens -h arto de Lord Chandos busca -bien es verdad que en una exposición

H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. eit., p. 461 [p. 121]. 1 H. v. Hofmannsthal, Ein Brief op. cit., p. 467 [p. 128].
PRÓLOG O / CLAUDIO MAGRIS 81
80 U N A C A R T A / H U G O V O N H O F M A t ^ j ^ j í A Í ___________

muy circunspecta, pues no hay que <olvidar fiue el autoir de Pero Lord C handf°s ha descubierto la insuficiencia de
la carta es un escritor austríaco irónii5COY aristocrático- iuna . ..le sistema de signos3- ^us elegantes composiciones clásicas
vida que no esté encadenada a form aa a^ una>es decir, a rlin l,is encuentra extram as>porque la retórica le resulta inca-
guna convención social. Reniega de 1 mediación de las Pa I,,,, de “penetrar en ell interior de las cosas”.1Así, en sus pro­
labras, reacias a toda negación indiferrenc*ada Y Que apar tai i veí los literarios, qute quedarán inconclusos, empieza a
al individuo del m urm ullo insondal:^e de la vida para iim perseguir otra individuación de la forma, esa “profunda,
ponerle una form a, un orden y una j jerarquía. verdadera, íntima forr™ fiue sólo puede presentirse más allá
Las anteriores; obras de Lord Chann^ os’ ílue menciona1en , |,-| recinto de los makaharismos retóricos, de la cual nada se
su carta, son “Nuevo Paris”, “Sueño 1 Dafne y Epitala­ Imede decir sino que ordena la m ateria penetrándola, su­
mio”: “(...) dram as pastoriles ebrios 1 palabras esplendió blimándola y g e n e ra r^ 0 poesía y verdad a un tiempo; un
rosas”,1como él las define, cuya sintaaxis era una tram a de i ontrapunto de fuerza,ls eternas, algo magnífico como la mú-
períodos latinos, cuyo esbozo mental 1Y cuya construcción ,u a y el álgebra”.2 La imúsica y el álgebra captan, pitagóri-
se comparan con los edificios de P a lla d '0 Y Sansovino siul .miente, el ritm o seó-reto del m undo, que el poeta, con-
giendo de las aguas. El clasicismo de í^ord Chandos, con su vci t icio en instrument*-0 receptivo de los caños de la vida,
melancólica y sinuosa arquitectura veerf,af presupone la v'a ,olo puede escuchar. ILa form a es asimismo Aufhebung (sie
lidez absoluta de los signos por encirP 3*de la pluralidad de hehl es auf) de la mate:ria>constituye su superación y su eli­
los tiempos y de los espacios; se basal)53’ diría Borges, en 1J minación.
creencia de que u n a vez fraguada um a imagen, ésta consib 1»oesía y retórica, vida y forma se escinden; el significante
tuye un bien público”.3A Lord Chancd°s repertorio de la la palabra- ya no lo¿8ra evocar el sentido de las cosas ni
retórica clásica le ofrecía un código s l u P r atemporal que g a ­ los fantasmas de la me;nte; la obra term inada nunca guarda
rantizaba que el m undo era inteligib’^6 Y comunicable p<01 •. .i respondencia con e sa añoranza de forma que había im ­
encima de cualquier metamorfosis de: ^as cosas>un lengua1)1 pulsado al escritor a c:omponer la obra. Al igual que para
que en apariencia se correspondía con l^a estructura universal \ \ ¡i ij-cnstein o para 1t í 1*v Ríauthner, para Lord Chandos hay
de la razón y que podía decir a todo el m undo, por siem pr1> una verdad última irreductible a la expresión: tiene, pues,
que la aurora tiene dedos de rosa. que resignarse a hablair no de la vida, sino sólo de su inca-
pat idad de enunciarla.-
1 H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. eit., p. 461 it3,
2 Ibidem, p. 461 [p. 1122],
3 J. L. Borges, “La postulación de la realidad’’’ en Disciisión, Alianza F.d1 1 11. v. Hofmannsthal, Ein °P- clt-, P- 462 [p. 122].
torial, Madrid, 1976, p. 62. 1 Ibidem, p. 462 [p. 123].
82 UNA C A R T A / H U G O V O N H O F M A N N S T H A L P R Ó L O G O t C L AUDI O MAGRI S 83

Unas décadas más tarde, en un poema sobre el tigre, Bor­ intransitivos y se conforman simplemente con ser. El len­
ges buscará en vano, más allá de las palabras, al otro tigre, guaje quiere ser transitivo, precisa de un complemento ob­
al que está en el bosque y no en el verso. Lord Chandos, pen­ jeto, tiene que representar y significar algo, algo que, según
sando en los mitos clásicos, los siente “como los jeroglífi­ Lord Chandos, sin embargo no consigue captar, que se le
cos de una secreta sabiduría inagotable cuyo aliento me escapa. Las palabras, escribe Hofmannsthal, son un mundo
parecía a veces detectar como detrás de un velo”.1Subya­ en sí mismo y no enuncian la vida.
cen a las palabras, de forma oculta, otras palabras secretas, Lord Chandos persigue la epifanía de la vida, pero sufre
que velan el sentido de las primeras; Saussure habla de ana­ el fracaso de la representación lingüística. Para él, la crisis
gramas, Starobinski de mots sous les mots.12En el anagrama, de la lengua no es una infracción liberadora, como lo será
la palabra sustituye a otras palabras, que aquélla encubre; para muchos escritores posteriores, que verán en la elimi­
los signos no evocan las cosas ni su aura, sino que remiten nación de las reglas del discurso la emancipación de la es­
a otros signos, que no dejan ver la vida. clavitud social, reproducida y organizada en la gramática y
Lord Chandos emplea palabras vagas y ambiguas: com­ en la sintaxis dominantes. A Lord Chandos el desmorona­
paraciones imprecisas, imágenes fluctuantes (detectar, miento del lenguaje le produce angustia, no complacencia.
aliento, el insistente “como”). Se diría que sólo la alusión o Lord Chandos da un giro al significado de las imágenes
la perífrasis pueden remitir a lo que se halla más allá del ho­ clásicas, que eran tenidas como patrimonio colectivo y uni­
rizonte de lo enunciable; los signos ya no son tales, en la versalmente aprovechable por una civilización. A las fan­
rigurosa acepción del término. En una carta a Edgar Karg tásticas figuras griegas -sirenas y dríadas, Narciso y Proteo,
von Bebenburg, fechada el 18 de junio de 1895, H of­ Perseo y A cteón- ya no las ve como el supremo triunfo de
mannsthal escribe que “el álgebra”,3o sea, el sistema de sig­ la forma sobre el magma de lo indiferenciado, sino como
nos, no tiene ninguna relación con el ser: en esta álgebra una seducción demoníaca de lo informe y como un sinies­
todo significa y nada es, pero se desconoce qué significan tro reclamo sensual para disolverse en el caos: “(...) como
esos signos. Los fenómenos de la vida son, se muestran, son en el agua el ciervo acosado, así anhelaba yo adentrarm e
1 H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., p. 463 [p. 123]. en aquellos desnudos cuerpos resplandecientes (...): que­
2 J. Starobinski, Le parole sotto le parole. Gli anagrammi di Ferdinand de ría desaparecer en ellos”.1Mientras para el clasicismo, señala
Sausssure, trad. it. de G. Cardona, II Melango, Génova, 1982. (Trad. esp. de Lía
1.adislao M ittner,2 la estatua griega constituía el triunfo de
Varela, Las palabras bajo las palabras. La teoría de los anagramas de Ferdinand de
Saussure, Gedisa, Barcelona, 1996.)
3 H. v. Hofmannsthal y H. E. Karg v. Bebenburg, Briefwechsel, hrsg. V. M. E. ' H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., p. 463 [p. 123].
Gilbert, Frankfurt del Meno, 1966, pp. 81-82. (Trad. esp. de Marciano Villa- 2 L. Mittner, Ambivalenze romantiche, D ’Anna, Mesina-Florencia, 1954,
llueva, Intercambio epistolar, Pre-Textos, 2008.) pp. 156-157.
84 UNA C A R T A / H U G O V O N H O F M A N N S T H A L P R Ó L O G O / CL AUDI O MAGRIS 85

la forma sobre la materia informe del insondable m ar he­ \ apremia, para transm utarse en otras figuras y en otros
lénico, Lord Chandos pretende hacer el camino inverso: a ■i n i pos. Lord Chandos quiere estimularse por medio de esta
través del cuerpo perfecto de Anadiómena quiere alcanzar lm ma clásica, para encontrar así el elemento preverbal, in ­
el demoníaco fondo indiferenciado del agua, fuente primera determinado.
del proceso de individuación y a la vez estadio que antecede Una vez que comprende la disparidad entre el lenguaje
a cualquier individuación, a cualquier forma, a cualquier \ la vida, Lord Chandos no declara con orgullo, como hace
vida. La seducción que procede de la estatua blanca es la in­ la poética de una serie de movimientos de vanguardia, la au­
vitación a dejarla atrás para borrarse en el “m uro tene­ tosuficiencia del signo; tampoco espera encontrar la esen-
broso” 1 como él escribe, en el que aquélla se recorta; la
• la perdida, a diferencia de muchos artistas de la Nerven-
adulación implícita en cada sentido es la tentación de con­
I u nst vienesa, es decir, de aquel arte sensitivo de los nervios
tradecirlo, para así desvanecerse en el fluir de lo embrional
il que se adhirió, en el cambio de siglo, el movimiento li­
y de lo potencial.
le i ario de la Joven Viena. En este relato Hofm annsthal se
Cuando la cultura del siglo XX comienza a citar los per­
encuentra ya m uy alejado de su vibrante impresionismo,
files puros de las imágenes clásicas, por norm a lo hace con
pues no cree que se pueda vencer la crisis del yo ni recom­
este oscuro deseo de trascender la forma para adentrarse en
poner la fracturada unidad del individuo y la jerarquía psi-
el caos. De los cuentos de Alberto Savinio a los interiores del
final de 2001: una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, • «»lógica que lo funda. Sin embargo, Lord Chandos vive en
la compostura silenciosa de la estilización es la puerta que la nostalgia del sentido de la vida y de una palabra que lo
introduce en el océano de lo eterno y de lo informe: para Imoda enunciar, aunque sabe que es incapaz de hallarla; qui­
el hombre del siglo XX parece insinuarse, de m anera inevi­ siera encontrar, para los fenómenos en desaparición, una
table, la silueta ambigua del maniquí; los mismos dioses, esencia no fugaz, pero no para inmovilizarla en un signo
para Lord Chandos, son estatuas sin ojos. Como recuerda 111 uerto y convencional del lenguaje general ni tampoco para

Tarot,12 Bacon, en uno de sus diálogos, define la m ateria abandonarla a lo indiferenciado.


como el dominio de Proteo, esto es, de la metamorfosis: tras A Lord Chandos lo vence no el silencio o la insignifi-
su encarnación en el m árm ol helénico la materia presiona i anda de la realidad, sino la simultánea multiplicidad de sus
vi ices, la intensa y enervante epifanía que lo asalta por todas
Ilartes. El fluir de la vida se apodera hasta tal punto de él que
1 H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., p. 463 [p. 123],
2 R. Tarot, Hugo von Hofmannsthal. Daseisnsformen und dichterische
.e extravía completamente en los objetos, en una revelación
Struktur, Niemeyer, Tubinga, 1979, pp. 368-370. del Todo que destruye la unidad de su ser en una estreme-
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cedora m udanza de emociones. Lo abrum a el descubri­ porque son igualmente insignificantes, en la Carta sobre-
miento de la identidad universal, el valor absoluto y por ende ale una num inosa e infinita presencia de realidades abso­
la equivalencia de todas las cosas: en “todo lo existente” -e n la lutas: como en el universo mágico y animista, cada objeto
belleza y en la locura, en los gestos de bondad y en los crí­ y cada instante revelan un sentido supremo, por lo cual no
menes, en la cultura y en la anim alidad- siente “una gran pueden ser ordenados o generalizados.
unidad”, siente a “la naturaleza” 1e intuye que todas las es­ Tórless, el protagonista de la novela que Musil escribió
peranzas tienen el mismo valor y que cada una de ellas lo r n 1906, también se percata de la “segunda vida de las cosas,
afecta con pareja intensidad. Ninguna apariencia es falaz, secreta y huidiza”, de “una vida que no se expresa con pa­
todo es “semejanza” y “cada criatura llave de las otras”.12 labras y que, sin embargo, es m i vida”;1los objetos tienen
Esta incesante correlación analógica precipita a Lord una existencia subyacente, una esencia indescriptible e in­
Chandos hacia una “especie de embriaguez continua”,3 de tensa que no se deja asir por la racionalidad discursiva. La
Trunkenheit. Se trata de una inversión de la Starrnis inicial: renuncia de Lord Chandos a la literatura constituye la di­
el entorpecedor letargo se convierte en exaltación dionisía- solución del sujeto como principio ordenador de la realidad
ca, tan presta como receptiva a la violenta epifanía de las y, por ende, la crisis del sujeto poético.
cosas, falta de todo raciocinio y de voluntad. En su carta, Hofmannsthal hace hincapié en la discreción aristocrá­
Lord Chandos subraya en efecto su incapacidad de m ani­ tica, en la reserva señorial de esta despedida del escritor de
festar su voluntad o, lo que es lo mismo, de querer algo con la palabra. En otro de sus relatos, la Carta del último Con­
decisión. El poeta que ha perdido el dominio de los signos taría, la som bra y el silencio se aceptan con serena cautela.
En la cultura austríaca, el modelo de la íntegra unidad in­
no está en condiciones de proponerse proyecto alguno, sino
dividual es el aristocrático, no el burgués. A diferencia de
tan sólo de esperar a que le llegue, como en una urna mís­
otras culturas de Occidente, los austríacos no juzgan la ci­
tica, una iluminación que ya no puede suscitar ni retener.
vilización burguesa como una form a avanzada y unitaria
Cada objeto adopta una dimensión mística, un valor ab­
que fue socavada por la crisis, sino como una forma que ge­
soluto; en lugar de la trivialidad indiferenciada del m undo
nera desorden y empobrecimiento, que hace más plana la
-q u e prolifera en la literatura de la crisis-, en la cual todas
vida y disgrega la totalidad. En Austria no hay una prim era
las cosas y todos los fenómenos se confunden en lo mismo
generación de los Buddenbrook, una generación burguesa
intacta y positiva. El individuo de la crisis no es el burgués
1 H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit, p. 464 [p. 124].
2 Ibidem, p. 464 [p. 125]. 1 R. Musil, Die Verwirrungen des Zöglings Törless, op. cit, p. 137 (p. 145 de la
3 Ibidem, p. 463 [p. 124]. citada traducción española.)
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en declive, sino el aristócrata, agredido por la destrucción ningún juicio y desprecia la cópula, la predicación del ser,
burguesa de los valores verticales y absolutos, por la supre­ en una enardecida acumulación de fenómenos (Kobel).1
sión burguesa de la trascendencia barroca. Es como si a la tercera persona del ser se le designara cada
Las cosas y los sucesos, despojados del sentido alegó­ vez menos, el predicado verbal'ya no afirma nada del sujeto.
rico que les traslada valores trascendentes en el plano his­ Cualquier fragmento, por m ínim o que sea, cobra un valor
tórico, se reducen a una inmediatez absoluta. La ética absoluto; entre los atributos de existencia, desaparecen todas
aristocrática se cristaliza en una forma vacía y presenta su las jerarquías y todos los fenómenos reivindican la coinci­
realidad reducida a lo esencial alrededor de un centro que dencia entre vida y esencia que antes sólo era propia de Dios.
brilla por su ausencia: la inexistente Acción Paralela de Este absoluto omnipresente se hace insostenible para la in­
Musil, el palco vacío del emperador, del que habla Broch. teligencia, que, incapaz de m ediarlo y de captarlo en sus
Cuando además la reducción esencial se desborda, el indi­ reflejos parciales -recordem os que Fausto vislumbraba la
viduo es arrollado por la marea inconexa de la vida, queda totalidad de la vida en el arcoiris-, tiene que fijarlo direc­
a merced de las cosas bajas1y de las pulsiones libres de toda
tamente. De ese modo se pierde cualquier significado pre­
jerarquía. Los objetos cotidianos se tornan espectrales y
ciso, porque quedan suprimidas todas las distinciones entre
enigmáticos, pues, como señala Lukács,12una clase social que
los fenómenos, el conjunto de los cuales es elevado a una sa­
se siente desbancada, transfiere de m anera inconsciente su
cralidad suprema, que no sabe nada de relaciones y cone­
inseguridad histórico-política al plano de la existencia in­
xiones con las otras realidades. Así, el m undo se convierte
mediata y concreta: toda la vida, entonces, es vivida como
en una vertiginosa copresencia de cimas sin valles ni pasos
un misterio por la incapacidad de comprender la propia cri­
sis histórica. que las unan, un torbellino de instantes excepcionales que
Atrapado por las cosas y dom inado por su hipersensi- no conocen pausas ni interm edios normales. Cada ele­
bilidad (H oppe),3 Lord Chandos se ve sum ido en una si­ mento, inconexo y radicalizado, se alinea al lado de todos
m ultaneidad de fenóm enos dispersivos, que no perm ite los otros en la simultaneidad del Nebeneinander, en una yux­
taposición desorganizada o en una combinación contra­
1 H. Broch, Erkennen und Handeln, en Gesammelte Werke, hrsg. v. H. dictoria, como si el m undo fuese un oxímoron inmenso y
Arendt, Bd. 7, Essays II, Zürich, 1955, p. 40. múltiple.
2 Cfr. G. Lukács, “Teoría del romanzo”, trad. it. de V. Messana, en L’anima e
No hay criterio que perm ita una selección en el ámbito
le forme. Teoría del romanzo, Sugar, Milán, 1972. (Trad. esp. de Manuel Sacristán,
El alma y las formas. Teoría de la novela, Grijalbo, Barcelona, 1985.) de lo m últiple, esa selección que exige el gran estilo, por
3 M. Hoppe, Literatentum. M agie und M ystik im Frühwerk H. v.
Hofmannsthal, de Gruyter, Berlin, 1968, p. 1972. E. Kobel, H. v. Hofmannsthal, de Gruyter, Berlín, 1970, p. 164.
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cuanto no hay nada casual o accidental que quepa elimi­ se dilata incesantemente, con lo que rompe sus coordena­
nar o subordinar a algo más importante. Por otra parte, la das espacio-temporales y fija todas sus experiencias en el
presencia de una sacralidad inefable en cada cosa impide eje de la simultaneidad, en una ininterrum pida copresencia
asimismo el nietzscheano placer de dom inar y de imponer de todas las cosas que no es capaz de encarar.
orden en la agitación de los elementos, esto es, desautoriza Así como en la identidad que Lord Chandos percibe cada
al gran estilo como fuerza y técnica constructiva. criatura es “llave de las otras”, así cada signo desaparece, por­
Tampoco la religión, fundam ento de la civilización me- que lo es en la m edida en que “reemplaza a otra cosa” (U.
tafísico-feudal, ofrece una respuesta segura a Lord Chan- 1ico),1a otra cosa concretay determinada, que excluye a todo
dos, porque ahora no le parece sino una “sublime alegoría”,1 lo demás. Lord Chandos se halla en el centro de un pro-
es decir, una metáfora continua, que no capta ninguna ver­ t eso de estímulo-respuesta; para él han dejado de existir sig­
dad sino que da a todas las palabras un sentido inadecuado nos con un valor específico convencional y sustitutivo, lo
y pasa de un térm ino a otro, hasta el infinito. Lord Chandos tínico que hay son estímulos que lo sorprenden y atorm en­
vive en esa carencia de fondo que, para Heidegger, caracte­ ta n. Un signo comunica un aspecto de la vida porque lo reem­
riza al Ser sobre todo en la época de su olvido. Su realidad plaza, por convención, de form a precisa: sabemos que la
y su persona están constituidas por categorías débiles por pa labra “perro” designa al perro y que cuando el disco de
excelencia, que impiden cualquier forma de unidad y eli­ un semáforo está en rojo no se puede cruzar la calle porque,
m inan la verdad o la disimulan tras tenues y engañosos ras­ por convención, no pueden reemplazar a otras cosas o a
tros, como en los cuentos de Kafka. otras comunicaciones: si pudieran referirse a todo, a cada
Sin embargo, Lord Chandos no vive esta ontología débil, animal y a cada conducta en la calle, no enunciarían nada,
este declive y anulación del sujeto, como una participación ya no serían signos.
liberadora en el fluir de la vida, sino como una pérdida ob­ En cambio, el estímulo sorprende, provoca una reacción
sesiva de sí mismo; no como una pietas arm oniosa, sino i (impulsiva, intensa pero inconsciente. El bombardeo de es-
como una agresión insoportable. Privado de las categorías i íinulos al que el hipersensible Lord Chandos está sometido
fuertes que lo constituyen, el sujeto no se acomoda a la vida, es tan multiform e que provoca reacciones sulfuradas y no
sino que vive en desarmonía consigo mismo. Incapaz de ol­ da lugar a respuestas unívocas. La psique de Lord Chandos
vidar cualquier experiencia habida y de dejar atrás cualquier se convierte en una especie de célula fotoeléctrica, que, sin
instante de lo que ha vivido, la conciencia de Lord Chandos
1 U. Eco, Segno, Isedi, Milán, 1973, p. 23. (Trad. esp. de Francisco Serra,
H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., p. 464 [p. 125]. Signo, Labor, Barcelona, 1980.)
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hacer ninguna selección, registra todos los estímulos lumi­ m omentáneamente corndensado no existen el m onte ni la
nosos, cuya importancia no calibra y cuyo significado tam ­ '1 nube. Tod[0 se me fraccionaba y cada parte se
poco capta. dividía a su vez en más partes.”1
La crisis del signo pasa a ser sobre todo crisis del sujeto, Se diría que este prc-,ceso c]e atom ización puede prose­
ya incapaz de situarse como centro jerárquico de la frase, s’1111' hasta el infinito. Vqv jr e] m undo con esta falta de dis­
como punto a partir del cual enfocar y organizar el mundo. u a d a , o, lo que es lo mdsmo> en ja desnuda absolutidad de
Todos los objetos se ven sin distancia y se colocan en primer dispersión sin ley, entraña quedar transido y ofuscado,
plano: quedan así rotas las relaciones y las referencias entre sucumbir a esa ofuscac.¿5 n; a esa Blendung que más tarde
las cosas, y la multiplicación de los absolutos equivale a su i anetti expondrá, con gélido delirio, en su novela sin punto
insignificancia: “Mi espíritu me obligaba a ver cuanto se pre­ de vista. La pérdida de perspectiva es tam bién pérdida del
sentaba (...) en una inquietante cercanía: tal como una vez sujeto y del orden de lq frase.
había yo visto en una lente de aum ento una zona de la piel El carácter progresivainente descomponible de los ele­
de mi m eñique semejante a una llanura con surcos y mentos, que guarda relac¡¿n con }a precaria unidad del yo,
hoyos...”.1 es un principio que Hofmannsthal tom a de Mach, cuya in­
La falta de distancia elimina la diferencia entre el m onte fluencia sobre la literatura ha sido enorm e. Como señala
y uno de sus granos de tierra, ambos; gigantescos o m íni­ ( lOtthard W unberg,2 l\fach fue im portante para todos los
mos, ambos, sobre todo, desprovistos de form a y de sus­ escritores vieneses de eíite período: no solamente para Musil,
tancia: “No conseguía captarlos ya con la m irada simpli- que le dedicó su tesis qe doctorado en 1908, sino también,
ficadora de la costum bre”.1 2 La arbitraria asunción de una por ejemplo, para H e n ^ ^ ßahr, el inform ado divulgador
perspectiva es lo único que permite, en el infinito bullir del y organizador de la vi¿a cultural de la Viena de entonces,
m undo, recortar perfiles y objetos d e las realidades ficti­ que en su Diálogo sobre ¡0 trágico, de 1904, explica en clave
ciamente unitarias: desde lo alto de la. torre, la vista que se literaria algunos de lo5 principios fundamentales conteni­
extiende hacia la lejanía agrupa las miiríadas de átomos en dos en la obra de Matfj Análisis de las sensaciones (1886).
entidades falsamente diferentes, y ve m ontañas, bosques, La teoría de los elementos de Mach comcibe la realidad
ciudades, cursos de agua, nubes con formas. Para la m i­ como una suma de sersaciones agrupadas en relaciones ob-
rada clavada en la roca, en la muralla co en el vapor de agua
1 H. v. Hofmannsthal, En Brief> p. 466 [p. 128],
1 H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. eit., p. 466 |[p. 127].
G. Wunberg, Der frühe i¡0f mannsthal, Schizofrenie als dichterische Struktur,
2 Ibidem, p. 464 [pp. 127-128].
Stuttgart-Berlín-Colonia-M ai^ 1965) especialmente pp,. 23 y ss.
94 UNA C A R T A / H U G O V O N H O F M A N N S T H A L P R ÓL O GO I C L AU DI O MAORI S 95

jetivas (las cosas) o en funciones prácticas, en relaciones psí­ 1 11tá Pasolini- en el signo de sí mismo y se envuelve en una
quicas de cualidad (el yo): como cualquier otro conjunto, el i mifusa e inm ediata sacralidad, en un halo sagrado que
yo no es sino una unidad meramente “económica” que sirve i oincide, por otra parte, con la pegajosa inmediatez, con
para las operaciones del pensamiento y se descompone en 1.1 naturaleza física y tangible del cuerpo o siquiera con una
los elementos simples que lo constituyen. Tanto el yo como parte mínima del cuerpo, con el fragmento efímero e ins­
la cosa en sí son unrettbar, insalvables. tantáneo. Lord Chandos se halla cerca de este fetichismo
El carácter descomponible - “todos se me fraccionaba y de la inmediatez vital, de este culto del detalle separado de
cada parte se dividía a su vez en más partes”- afecta a todas toda totalidad, porque su com unión mística con las cosas
las realidades: a los objetos, a las palabras, a la psique. “La produce una cancelación radical de la que es a la vez pro­
percepción de muchas cosas dim inutas y m uy huidizas”, ducto.
como decía Nietzsche, se ha afinado hasta el punto de m er­ Únicamente el estilo, con el cual Lord Chandos vive y
m ar la capacidad, también deseada por Nietzsche, de “ex­ describe esta situación, es diferente, por cuanto se vale de
lormas y ritm os esenciales, de una rigurosa m editación,
tender la mirada sobre multitudes y espacios mayores”, esto
de la distancia, precisamente para representar el triunfo de
es, la del gran estilo. Según el fenomenismo de Mach, nin­
1.1 indiferencia, de lo inmediato, de lo promiscuo. Narra, por
guna conexión empírica que ciña provisionalmente en una
decirlo así, desde la altura de su historia, que es la historia
unidad algunos elementos de la fluida inmediatez vital, tiene
de la imposibilidad de narrar la vida desde arriba, de do­
un carácter de racionalidad y de necesidad, como tampoco
minar la inmediatez.
un significado que la eleve por encima de otros elementos
Lord Chandos relata, con su lenguaje paradójicamente
o microelementos. Cada resultado de la descomposición de
nítido y definido, cómo los signos, en vez de organizar lo
la experiencia, cada m ínima unidad obtenida mediante tal
indiferenciado, se disuelven, como “hongos podridos”,1en
descomposición y cada conjunto más amplio de tales uni­
la nebulosa del elemento preverbal y precategorial, y atraen
dades poseen la misma dignidad y el mismo valor: la anar­
peligrosamente hacia este vórtice de lo informe que se abre
quía de los átomos, que identificaron Nietzsche y Musil, es
detrás de ellos: “Las palabras flotaban libres a mi alrededor:
la unidad real, fluctuante y maleable.
se coagulaban en ojos que me miraban fijamente y a los que
Cada cosa sólo hace referencia a sí misma, reposa en una
yo debo devolver la misma m irada fija: son torbellinos
inagotable e insondable plenitud de sentido. La cultura del
siglo XX experimentará muchas veces atracción por esta tau­
tología mística, que convierte cada objeto -com o más tarde H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., p. 465 [p. 126].
96 UNA C A R T A / H U G O V ON H O F M A N N S T H A L P R Ó L O G O / CLAUDI O MAGRIS 97

que me dan vértigo al contemplarlos, que giran sin cesar y afirmando lo infundado de cualquier clasificación catego-
a través de los cuales se arriba al vacío”.1 rial. Si sólo existen los objetos de la experiencia concreta, no
La palabra es la m irada petrificante de la M edusa, rí­ puede hacerse abstracción de su inmediatez y multiplicidad,
gida y fija (anstarren, en el texto alemán); Lord Chandos ex­ para agruparlos en clases bajo la denominación de un signo
perim enta angustia, bien frente a la autosuficiencia del que sea válido para todos los individuos de cada clase.
lenguaje, tecnología que encubre la nada, bien frente al b u ­ Según Mach, la extensión categorial del signo obedece
llir de la existencia, con la que el logos ya conecta. a una dudosa atribución analógica, no más lícita ni rigurosa
En un prim er m om ento parece como si el signo se es­ que las asociaciones que hacen los niños, los cuales extien­
cindiera en una imagen acústica y en un concepto disími­ den el uso de la palabra que acaban de aprender a varios ob­
les entre sí. Las “palabras abstractas”, necesarias para ex­ jetos, que encuentran vagamente parecidos a los que han
presar un juicio, son corroídas por una “herrum bre” 12 que oído que designa la palabra nueva (Wunberg).1Aquí la in­
lo devora todo: Lord Chandos ya no puede reprender a su fluencia de Mach se contrapone a la de Nietzsche, “el au­
hija por una mentira, no aguanta oír opiniones elementa­ téntico padre de la vanguardia” (Baioni),2 para quien el
les sobre la maldad, la bondad, la avaricia de las personas. sistema lingüístico y la formalización categorial son ins­
“Nada se dejaba ya sujetar en un concepto.”3Lord Chandos ya trum entos de dominación, que paralizan y fosilizan la vida.
no sabe decir Geist o Seele, no sabe si aquélla significa inte­ Ante este problema, la vanguardia del siglo XX acabará
ligencia o espíritu y si ésta es un objeto o un predicado, si dividida en dos posiciones antitéticas: por un lado están los
designa al alma o al estado de ánimo, tal como Zeno, en la que reivindican (como Kandinsky) la pura coherencia del
novela de Svevo, ignora si la suya es una conciencia que ana­ signo autosuficiente y, por otro, los que combaten esa co­
liza o un estado de conciencia que es analizado. herencia semiológica para liberar la energía vital, prim a­
Para Lord Chandos, el signo ya equivale solamente al sig­ ria, que aquélla reprime y fosiliza en las estructuras jerár­
nificante; el concepto no está al alcance de la palabra. Aquí quicas del lenguaje. Hofmannsthal no se identifica con nin­
vuelve a advertirse la lección de Mach, que había negado a guna de estas dos posiciones, pues persigue el indecible se­
la palabra la posibilidad de cubrir un Begriff, un concepto, creto de la vida y no cree que las palabras - “cárceles selladas
y subrayado la mera necesidad psicológica de la designación,

1 Ibidem, p. 466 [p. 128]. 1 Cfr. G. Wunberg, Der frühe Hofmannsthal, op. cit.
2 Ibidem, p. 465 [p. 127). 2 G. Baioni, Introduzione a G. Benn, Poesie statiche, trad. it. de G. Baioni,
3 Ibidem, p. 466 [p. 128]. Einaudi, Turin, 1972, p. IX y ss.
98 UNA CARTA / H U G O VON H O F M A N N S T H A L P R Ó L O G O / C LAUDI O MAGRIS 99

del neum a divino”,1como las llama en su diario de 1893- instante, y cobra su identidad en la generalidad del p ro ­
lo puedan apresar, pero al mismo tiempo siente un respeto nombre demostrativo.
y un amor enormes por la palabra, por su orden y por su ar­ La esencia de la singularidad sigue siendo inefable. En
monía, por el valor m oral de su estilo. efecto, ésa es para Lord Chandos la epifanía subitánea de las
Lord Chandos advierte sobre todo lo inapropiados que tosas, su presentación semántica, “el acto de presentación
son el concepto, la generalización y la universalización -o , inmediato y originario (...), la conciencia de los objetos es­
a sus ojos, la reducción- contenidos en cada categoría. pacio-tem porales identificados (...), el presentarse de las
Y es que para él el m undo es un torbellino de elementos ine­ cosas, su forma de aparecer y de distinguirse” (Morpurgo-
xorablemente individuales, como para el chamán cada árbol Tagliabue).1
posee un espíritu que no se deja subsumir en la categoría La imposible representación lingüística cede el paso a
del bosque o de las coniferas, o como para el animista cada la presentación de la vida, no lingüística sino perceptiva: las
cosa está vivificada por un alma, que no se deja encuadrar cosas significan con viveza inmediata y se presentan como
en una clase superior. un todo, intuido globalmente antes que por las partes que
Al igual que otros personajes de la literatura contem ­ lo constituyen, un todo que desconoce la dualidad del len­
poránea, Lord Chandos se rebela contra la destrucción del guaje, que remite de los signos a las cosas que aquéllos de­
m undo que causa el lenguaje, el cual, como señala Cassirer,12 signan. Paradójicamente, en su carta Lord Chandos no tiene
borra la inmediatez de la experiencia y su singularidad irre­ más remedio que hablar de estas epifanías no lingüísticas,
petible. El individuo parece inefable en la medida en que, que representar y suplir con signos verbales (“las palabras
como decía Stirner, se siente único y por ende halla su iden­ me abandonan”,2 dice) esa plenitud de significado (“in­
tidad en lo que lo diferencia de cualquier otra realidad del nom brado y al mism o tiem po difícilmente nom brable”,3
m undo. Así, el individuo no se encuentra en la generali­ como lo llama). Lord Chandos tiene la revelación del objeto
dad del lenguaje, que destruye -conform e a la ya mencio­ en la unidad y en la integridad de sus partes, en una rela­
nada observación de H egel- el “este”, esta cosa en este ción de parte a todo y no de m odelo a clase (M orpurgo-
Tagliabue).4 En la presentación semántica radican la
1 H. V. Hofmannsthal, Aufzeichnungen; en este caso - y sólo en este- la cita
está tomada de Gesammelte Werke, hrsg. v. H. Steiner, Frankfurt del Meno, 1959, 1 G. Morpurgo-Tagliabue, Semántica, apuntes de clase, Facultad de Filosofía
p. 105; trad, it de G. Bemporad, “Appunti e diari”, en II libro degli amici, op. cit., y Letras, Universidad de Trieste, curso académico 1968-1969, p. 5.
p. 102. 2 H. V. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., p. 467 [p. 129].
2 E. Cassirer, Filosofía de las formas simbólicas, trad. esp. de Armando 3 Idem.
Morones, vol. I: “El lenguaje”, FCE, México, 1971, pp. 144-146. 4 G. Morpurgo-Tagliabue, Semántica, op. cit., pp. 5-14.
100 UNA C A R T A / H U G O V O N H O F M A N N S T H A L P R Ó L O G O / C L A U D I O MA GR I S 101

plenitud y la totalidad de un sentido unitario y global; el integro dentro de sus límites trazados con claridad, arm o­
signo no se remite a la cosa o a la imagen mental, sólo hay nioso en su imagen equilibrada, lum inoso en su esencia.
coincidencia entre la cosa y su signo. I I estilo, apunta Wolfram Mauser,1abandona toda riqueza
En efecto, Lord Chandos conoce y reconoce cada uno de metafórica para concentrarse en la esencialidad de adjeti­
los objetos globalmente, sin atribuirlos a ninguna clase: veis desnudos, que enuncien sólo la cualidad del objeto. Aquí
“Una regadera, un rastrillo abandonado en el campo, un l,i epifanía, como en el Stephen hero de Joyce, es puro y ab-
perro al sol, un cementerio pobre, un tullido, una pequeña ,oluto presente, ilum inación repentina, independiente de
granja (...) una rata, un escarabajo, un m anzano atrofiado, i ualquier contexto. Lord Chandos habla de algo que se le
unas rodadas de carro que serpentean en la colina, una pie­ .inunda”, de “una oleada desbordante de vida más alta” que
dra cubierta de musgo llegan a importarme más que la más llena la vida cotidiana “como se colma una vasija”.2 Lo
bella y generosa amante en la más feliz de las noches”.1Así que se colma de sentido son las manifestaciones inmediatas
pues, las cosas importan, o significan, más allá de la palabra: c intraducibies de la vida: un feo perrillo, un gato que trepa
a Lord Chandos todo se le parece como “algo”,12 todo está Ilex ¡ble entre las macetas de flores, un fuego de pastores, el
cargado de sentido, con tal de que se sepa “pensar con el I Inrriar del últim o grillo, el agua bruna de una regadera
corazón”,3es decir, con todo el ser inmediato y no con el len­ ■i| vidada bajo un nogal y en la que un escarabajo nada como
guaje. Hofm annsthal se niega a incluir la semántica en la sí estuviese en un lago.
lingüística y a establecer una equivalencia entre significado Estas epifanías son “mudas”,3llegan del fondo del silen-
y significado lingüístico. i io, y Lord Chandos no puede hablar -porque la semiolo­
Como ha notado Ziolkowski,4Lord Chandos vive la epi­ gía verbal desarticularía la unidad de lo vivido-, como
fanía nítida y pura del objeto en el sentido joyceano: el ob­ lampoco puede “precisar los movimientos internos de mis
jeto, sin la fugacidad del tiem po, está inmóvil, y aparece visceras o las interrupciones en el curso de m i sangre”4 sin
desgarrar el sentido de su identidad. Chandos, que ha sido
y sigue siendo un escritor, esto es, un hom bre que vive por
1 H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., pp. 467,469 [pp. 129,131]. La cur­
siva es mía.
2 Ibidem, p. 469 [p. 132]. 1 W. Mauser, “Daseins, unmittelbare Sprache und Gebärdensprache”, en
3 Idem. Hugo von Hofmannsthal, hrsg. v. S. Bauer, Darmstadt, 1968, p. 30 y ss.
4 T. Ziolkowski, “James Joyce’s Epiphanie und die Überwindung der empi­ 1 H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., p. 467 [p. 129].
rischen Welt in der modernen deutschen Prosa”, en Deutsche Vierteljahressche. 1 Ibidem, p. 469 [p. 131].
f. Lit, wiss. u. Geistesgesch., 35 Jahrg., 1961, Heft 4, pp. 594-616. 4 Ibidem, p. 470 [p. 132].
102 UNA C A R T A / H U G O V O N H O F M A N N S T H A L P R Ó L O G O / C L AUDI O MAGRI S 103

y para la palabra, trata de atajar la crisis, de reaccionar con hliii se convierte en una articulación fonadora ardua y se-
tra la entropía del sentido que causa el lenguaje. Para ello se I lamente tocada, que causa pequeñas distonías neuro-ve-
refugia en la dignidad del discurso ciceroniano, en la ma grialivas: malestar, palidez, jaqueca.
jestuosa construcción de la ratio clásica: no recurre a la fan­ I Jnos años más tarde, en “Los colores”, un fragm ento
tasía sublime de Platón, demasiado afín a aquel torbellino ilc Las cartas al regreso (1907), Hofm annsthal invertirá el
que lo amenaza, sino a Séneca y a Cicerón, a la arm onía de Ia oceso de la epifanía. Al hom bre que regresa a Europa, las
conceptos definidos y ordenados de dos maestros ilustres t osas -la jofaina en la cómoda, el movimiento en la calle-
y solemnes de retórica y de razón. ir parecen desprovistas de realidad, signos de sí mismas:
Ahora bien, es imposible abordar la perfección de esos i orno si la jofaina que está en la cómoda ocupara el puesto
conceptos, por cuanto se trata de un m undo aparte y reco­ de la jofaina verdadera, supliera la esencia de la jofaina. El
gido en sí mismo, sin el m enor nexo con la vida y con las hombre vive la epifanía del objeto al descubrirlo en los cua­
cosas: “(...) veía alzarse ante mí sus combinaciones m ara­ dros de Van Gogh; vive la experiencia de la presentación se­
villosas como majestuosas fuentes que juegan con pelotas m ántica ante una obra de arte, es decir, ante una orga­
de oro. Podía darles la vuelta y ver cómo jugaban entre sí; nización de signos.
pero tenían que ver sólo las unas con las otras, y lo más pro­ A diferencia de la imagen verbal, que se desarticula en la
fundo, lo personal de mi pensamiento, quedaba excluido de sucesión cronológica, la imagen pictórica presenta simul­
su danza anular”.1 táneamente su unidad y su totalidad. Aun así, lo que Hof­
El acercamiento de Lord Chandos al estilo pulido de Sé­ mannsthal pretende en “Los colores” es ante todo denunciar
neca y Cicerón lo lleva a descubrir que la literatura no tiene el “mal (...) de naturaleza europea”,1a saber, el proceso de
nada que ver con la vida, debido a lo cual le sobreviene “un alienación y formalización que ha corrom pido a la civili­
sentimiento de temerosa soledad”, que lo empuja a buscar zación de Europa y que impide al burgués del viejo m undo
refugio en los “espacios abiertos” 2del territorio no lingüís­ gozar de forma directa y personal del objeto, que ha perdido
tico. Para él la propia linealidad del significante, la dimen­ su sentido por haber sido abandonado a un mecanismo anó­
sión tem poral de la palabra que precisam ente se articula nimo. La epifanía del objeto fruto de la contemplación de
en el tiem po, pierde su dim ensión unitaria y tiende a es­ los cuadros de Van Gogh tampoco está libre del mal euro-
cindirse en los sonidos aislados. Incluso el acto físico de ha-
1 H. V. Hofmannsthal, Die Briefe des Zurückgekehrten, en Gesammelte Werke,
1 Ibidem, p. 466 [p. 128]. op. cit., Bd. 7. p. 552. (Trad. esp. de Marciano Villanueva Salas, “Cartas al regre­
2 Idem. so”, en Instantes griegos y otros sueños, Cuatro, Valladolid, 1998, p. 127.)
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peo: m ientras en los cuadros de los m aestros de la A nti­ ■nulidades distintas y opuestas surgen alternativamente
güedad la esencia de las cosas tenía una aureola serena y apa­ en la misma mujer. En el binomio esquizofrenia-poesía, su­
cible, parece que ahora no hay otro m odo de adentrarse en bí ayado por Wunberg, la segunda es la que se adentra -p o r
ella que con la misma violencia con la cual la propia esen­ ni n ina, con enorme profundidad- en los senderos de la pri­
cia arremete contra el espectador de los cuadros de Van mera. M ientras el psicoanálisis -el de Freud, sobre to d o -
Gogh. Así, no es casual que, en “Los colores”, la única pre­ ■midea la multiplicidad psíquica para dotarla de una uni-
sentación semántica y explícita sea la experiencia del vuelo i lad nueva, la literatura acentúa la fractura y la dispersión
de las garzas (el cegador blanco y azul de sus alas y del cielo) de la identidad individual. Musil ofrece uno de los mayo-
vivida por el santón hindú, con un éxtasis tan intenso que íes ejemplos con los “casos límite” 1de Moosberg y Clarisse,
a los ojos europeos (racionalistas y colonialistas presun­ momentos extremos de la disociación del viejo individuo.
tuosos) del clérigo inglés no es sino una crisis neurótica, y Lord Chandos es un místico que sin embargo siente,
como tal la desprecia. >orno él mismo declara, que “este peculiar hechizo me aban­
Los espacios libres, situados fuera de las verjas del len­ dona”:2 percibe el m undo y su propia conciencia como un
guaje, son un territorio ácrata hacia el cual la individualidad bullir de unidades mínimas, de átomos inconexos. Muchos
se asoma con fascinación, pero donde aquélla se disgrega, Iu ictas de aquellos años interpretan en clave mística los prin-
experimentando y al tiempo poniendo en marcha el declive i ipios del empirismo, así como los de la nueva psicología,
de la función organizativa del Ego (W. Jens).1 Con el ato­ rs decir, descubren la copresencia -e n el mismo sujeto- de
mismo de Mach, la literatura psiquiátrica (especialmente las mídeos distintos y separados que tienden a hacer del indi­
aportaciones de Ribot y de Yanet, a quienes los intelectua­ viduo una pluralidad. En cambio, en otros casos la perso­
les vieneses del fin de siede leyeron con fervor) familiarizó a nalidad plural parece consecuencia de la separación de
los escritores con la noción de la pluralidad del yo. algunos elementos del núcleo central o de una marcada dis­
La lectura de The Dissociation o f a Personality (1906), cé­ persión centrífuga. Entre el empirista (que reduce lo real a
lebre obra del psiquiatra norteam ericano M orton Prince, los elementos simples que lo constituyen y que se unen o
inspira a Hofmannsthal el desarrollo del tema de la perso­ desunen en combinaciones variadas) y el místico (que ve a
nalidad múltiple en su novela inconclusa Andreas o los uni­
dos (1912-1913, con añadidos posteriores), donde dos per-
1 R. Musil, Der Mann ohne Eigenschaften, en Gesammelte Werke, hrsg, v. A.
11 isé, Bd. I, Reinbek, 1978, p. 242. (Trad. esp. de José Maria Sáenz, El hombre sin
1 Cfr. W. Jens, “Der Mensch und die Dinge”, en Hugo von Hofmannsthal, all Umtos, 2 vols., Seix Barral, Barcelona, 2002.)
op. cit. ’ II. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., p. 468 [p. 132].
106 U N A C A R T A / H U G O VON H O F M A N N S T H A L P R Ó L OG O / CL AUDI O MAGRIS 107

Dios en el mar, en el cielo o en el estiércol), no hay más que y casi podridas; su am or por las cosas se vuelve tan enig­
una diferencia de lenguaje. mático como el afecto de Craso, el antiguo orador romano,
Tanto el místico como el empirista son pasivos ante el por su obtusa m urena domesticada. Como revela el re­
m undo, reciben una revelación en la que no pueden inter­ cuerdo de esta anécdota, el repertorio de la cultura clásica
venir. Lord Chandos no tiene ningún poder para suscitar sólo le ofrece comparaciones para la tragedia subhum ana
epifanías: cuando, semanas más tarde, vuelve a pasar cerca (la destrucción de Alba Longa, el incendio de Cartago y
del nogal donde había tenido la revelación, sólo se atreve a Níobe para establecer semejanzas con la masacre de las ratas)
m irarlo de reojo y pasa de largo, para no ahuyentar la es­ o claves de un misterio sordo. Entonces en él “todo supura,
tela de lo maravilloso que aún flota a su alrededor y que a late y hierve (...) siento como si yo mismo entrase en fer­
la postre será disipada por la hybris de la voluntad, como mentación, lanzase burbujas, bulliera y centellease. Todo es
es disipada y desarticulada en el relato, en su traducción una especie de pensar febril, pero un pensar cuya materia es
en palabras. Ahora bien, a Lord Chandos esa incapacidad más inmediata, más fluida y más incandescente que las pa­
de segmentar y articular su “participación desmesurada” 1 labras”.1
en la vida le hace mella, porque le impide guardar distan­ Se trata de una fiebre que a Lord Chandos le impide dis­
cia y lo fuerza a vivir continuam ente en el límite de la tinguir entre percepción y proyección, entre interioridad y
intensidad perceptiva, en aquel “otro estado” que, por exterioridad, como se aprecia en la histérica “escritura au­
definición, como Musil sabía perfectamente, no puede tomática” (Ladislao M ittner)12 de su cuento La manzana de
durar. oro. Lord Chandos sólo sabe protegerse de esa fiebre con
En vez de experimentar “compasión” -lo que entraña­ apatía, indiferencia y silencio, retirándose y aceptando aris­
ría una relación clara y peculiar, un juicio- por las ratas que tocráticamente la muerte, a la m anera de los protagonistas
él mismo había mandado envenenar cuando las oye agoni­ de otros dos relatos suyos, El cuento de la noche 672 e His­
zar en la vaquería, lo que Lord Chandos experimenta es una toria de uno de caballería (1904).
“participación”, una identificación sensitiva y psicológica. En cambio, en Andreas Hofm annsthal procura encon­
Así, se transvasa en todos los fenómenos, siente que en él trar la palabra transparente y clara como circunlocución
palpitan y se estremecen el hedor, los chillidos, el furor y las de las cosas oscuras, como filtro puro del río de lo pro-
convulsiones de aquellas ratas, lo atraen las vigas mohosas
1 H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., p. 471 [p. 134].
2 L. Mittner, Storia della letteratura tedesca. Dal realismo alia sperimentazio-
H. v. Hofmannsthal, Ein Breif, op. e it, p. 468 [pp. 130-131], ne, Einaudi, Turin, 1971, tomo II, p. 989.
H U G O VON H O F M A N N S T H A L P R ÓL O GO / C LAUDI O MAORI S 109
1 08 UNA CARTA / H l

iscripción nítida y consciente de las ma Por otra parte, esta unidad, que no excluye lo múltiple,
fundo, como transe s de] inconsciente, es decir, como verdad, no puede predicarse ni teorizarse: el caballero de Malta,
rañas inarticuladas <fenta con la escisión para vencerla en un inuestro de perfección mística y filosófica, perece porque su
En Andreas se enfrei,¿COj sjno espiritual y religioso. El viaje i onocimiento pleno coarta la vida, que, pese a ser en sí total
plano no psicológi<ye viena a Venecia, a través de los Alpes, y simultánea, sólo puede vivirse en la gracia del instante y
que hace Andreas dcinte y transparente, en el que se conju- del límite, en la concreción de la forma individual, lo que
es un espejo, brillaneX(erna e interna y se restañan las heri- Andreas consigue en su atolondrada ligereza, mientras que
gan las realidades e )y ac}; es un círCulo mágico que aspira a el caballero de Malta se jacta de ser dueño del conocimiento
das de la personalidiicamente todas las posibilidades de lo simultáneo y total de la existencia, afirma que contempla y
representar sim bóliqensiones del tiempo. Todo, en el viaje posee el infinito.
real y todas las dim qfl Cada apariencia es portadora de un Si la vida es toda la baraja, el buen jugador juega con las
de Andreas, significa^na y trasciende: lo profundo habla en que le han tocado y con el abanico, amplio pero limitado,
sentido que la ilumi)je ]as cosas> ]a naturaleza y la vida son de sus combinaciones; no con todas las combinaciones que
la superficie clara dq \a verdad, el agua transparente de los serían matemáticamente posibles con todas las cartas de la
un libro que cuenta a es ej eros j ei protagonista, que en su baraja.
arroyos de m ontaña e entre los bosques y puede convertirse La palabra absoluta, que quiere expresar directamente la
pureza original fluye e qUe mueve los molinos de la granja totalidad y la verdad, fracasa, como le ocurre a la muy pro­
en la fuerza apaciblqr ej am or ¿g Romana, la m uchacha lu- funda y sin embargo estéril palabra del caballero de Malta.
- o sea, inclinarse porecerse en jas estancadas y ambiguas la­ En la abundante obra de Hofmannsthal, con todo, no fal­
m inosa- o ensombre tan ejemplos en los que la palabra deviene puro ornamento,
gunas de Venecia, umpida e inconclusa, ofrece una serie significante autónom o y ostentoso, decoración que suple la
La novela, interrujos potenciales, que el lector puede ela- falta de sentido. Lord Chandos renuncia a este signo vacío,
de esbozos o desarrolliezc]^ncj0jos COmo una baraja y com- para perseguir “una lengua de cuyas palabras ni siquiera una
borar a su antojo, rmo rjas posibles: la totalidad de la vida sola me es conocida; una lengua en la que las cosas mudas
me hablan y en la que quizá un día en la tum ba tendré que
poniendo varias hisqa]) nunca se detiene, continuam ente
rendir cuentas a un juez desconocido”.1El hecho de no po-
siempre es provisiona vez cJescJe e] principio. El lenguaje es
nace y se renueva otrqto cje ap Untes y de proyectos del que
esa baraja, ese conjur|a> surge y se forma sin pausa, H. v. Hofmannsthal, Ein Brief, op. cit., p. 472 [p. 135].
la novela, como la vid
110 UNA CA RT A / H U G O VON H O F M A N N S T H A L P R ÓL O GO / C LAUDI O MAGRIS 111

seer esta lengua conduce a la privación de cualquier otro mata .illa (el Senado) porque le corresponde por derecho
signo lingüístico de valor y de verdad, hace que todo sea os­ i*1 1miliario, en las sesiones se mantiene en un silencio ina­
tentación y vanidad, exhibición narcisista y alarde im pú­ pt m im te, pues para él no hay palabra que no sea “inde­
dico: la palabra se vuelve “indecente”,1 como afirma el mne y que no se base en que “nos sobrevaloramos de
protagonista de una de las mejores comedias de Hof­ itiitnei a indecente”.1A lo que más se opone es a pronunciar

m annsthal, El hombre difícil (1920), un aristócrata desen­ m it Iist tirso sobre la reconciliación de los pueblos y sobre la
gañado que en la Cámara alta no pronuncia palabra. mivivencia de las naciones, convencido de que si se hace
Este silencio guarda relación con la prevención con que hint apié en la política se incurre en falsedad e indecencia,
se tom a cualquier intento de ordenar sistemáticamente la Ih que sólo causa confusiones calamitosas.
vida. “Mi lado débil”, dice Hans Karl, el hombre difícil, “re­ I lumbre de mediana edad, no joven pero tampoco ma-
side en que casi nunca sé distinguir lo crucial”:12 perplejo . 111111, a Hans Karl -a l que la vida y el amor aún cautivan y
ante la complejidad de lo real, con sobrada inteligencia para u n gran seductor involuntario buscado y amado por las
comprender los distintos motivos de todos los contendien­ nu ijeres- le cuesta tan poco tom ar como dejar y es propenso
tes, y por eso mismo incapaz de inclinarse a favor de una u il. Ir.(andamiento y a la renuncia. Veterano de experiencias
otra de las facciones, fascinado por el instante pero reacio d guerra atroces y que nunca ha contado, guarda en su
a suspenderlo en una postura definitiva, el personaje prin­ lucro interno la sobrecogedora lección que ha aprendido,
cipal de esta comedia tardía de Hofmannsthal es un héroe mientras, apartado pero siempre afable y exquisito, sigue in-
de la indecisión y la discreción, de la cortesía y la evasiva. ti i viniendo en la educada sociedad vienesa, con sus intri-
Hans Karl, vienés que ha sobrevivido a la decadencia del . r., sus convencionalismos y sus formalidades.
Imperio habsburgués (la comedia, ambientada en el período I,a comedia se desarrolla en dos planos paralelos: por un
de entreguerras, fue term inada en 1918 -aunque el prim er i.i<lo, el de una interioridad frágil y profunda, pero púdica­
manuscrito data de varios años atrás- y estrenada en 1921), m ente contenida, y, por otro, el de una superficie amable de
vive con conciencia melancólica y disimulada la desapari­ n amas risueñas, equívocos leves y juegos tiernos y malí-
ción de su m undo y de su civilización. Miembro de la Cá- i iosos. El escenario es el viejo palacio en el que vive Hans
Karl, señorial pero no suntuoso, o el salón de la casa de la
lamilia Altenwyl, de estilo dieciochesco, donde se ofrece una
1 H. v. Hofmannsthal, Der Schwierige, en Gesammelte Werke, op. e it, Bd. 4:
Dramen Lustspiele, p. 437; trad. it. de G. Bemporad, L’uomo difficile, con una incepción. La acción, que a unos puede parecer intrincada
nota de G. Bemporad, Milán, 1979, p. 137.
2 Ibidem, p. 398. 11. v. Hofmannsthal, Der Schwierige, op. cit., p. 403.
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y a otros insustancial, se resuelve en los diálogos (con las ré I i o controlada que confluye y se integra en el edificio de la
plicas entre los personajes y los malentendidos que se crean) II adición, reforzándolo e infundiéndole savia nueva.
y en los convencionalismos de una velada mundana. I I amor, que, libre y fugaz, prende en la llama del ins-
Hans Karl, “el hom bre difícil”, acude de mala gana a la i >ute y de lo inesperado, cobra realidad y duración en el
fiesta de los Altenwyl para solucionar, con el peso de su auto i ím tilo y en la tenaz creatividad del m atrim onio, al que El
ridad m oral y el poder de su lacónica inteligencia, ciertos hombre difícil dedica un elogio intenso y delicado, conmo-
problemas sentimentales y sociales de su parientes y ami . dor y sin prejuicios. Así, la charla entre Hans Karl y He-
gos: quiere convencer a Antoinette Hechingen, una dama Irtir, que debía servir para que ésta se prometiera con Stani,
voluble y apasionada que ha sido su amante, de que se re Ir-, descubre en cambio a ambos su am or recíproco, p ro ­
concibe con su marido, consorte inepto pero amigo sólido fundo y tácito; Hans Karl, el hom bre propenso al distan-
y firme defensor de los vínculos y de los valores; quiere per í.uiliento, es quien se casa con Helene y quien encuentra la
suadir a la misteriosa Helene Altenwyl, el am or secreto y (rin ¡dad amorosa.
nunca declarado de Karl, de que se case con su sobrino Stau i, Id dram a interior y la cortesía m undana se enredan de
el cual, aconsejado por su tío, deja entonces de cortejar a un modo inextricable, en esa compleja ligereza que consti­
tuye uno de los grandes valores del arte de Hofmannsthal,
Antoinette.
mu dado a velar la profundidad bajo la superficie, m ejor
Como en muchas obras de Hofmannsthal, a la postre el
dit ho, a buscar aquélla en ésta, sabedor de que la claridad
seductor es el guardián del hogar, el hom bre capaz de re
dr la exterioridad es el auténtico rostro en el que surgen,
nunciar a la alegría por la felicidad de los otros: el aventu
■■. u 11á ndose y al tiempo manifestándose, los recovecos de la
rero es el hombre moral por excelencia. Hofmannsthal, tras
Il aque, y sobre todo sabedor de que la poesía es la que puede
empezar representando la crisis de la palabra y la vocación
-»piar c iluminar los vórtices del abismo allí donde asoman
de la poesía al silencio, esto es, su inquebrantable desapegi >
donde existen de verdad, en esa superficie de la vida clara y
a los valores sociales, se convierte luego en tutor y mentor
misteriosa que no es sino la vida misma, en toda su dem o­
de la felix Austria, extrayendo de su ocaso una gran lección de n i c i e inquietante aparición.
tolerancia, de moderación, de continuidad conservadora y I’or ello, la com postura y el respeto a las convenciones
de ligereza. La aventura, la anarquía interior del alma abierta ■m también ambiguos y herméticos. Aunque prueban fi­
a todos los atractivos de la vida, pasa a ser un elemento de delidad a la tradición, a la vez pueden manifestar el escep-
estabilidad y de conservación, una renovación impetuosa Ui r um del conservador, tan desengañado con la sociedad
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que desconfía de cualquier ideología social y por consi .miento de las decisiones que podían suponer su desapa-
guiente de cualquier protesta, y prefiere proteger su anar ■u i. iii, con la técnica de postergar el final, que, aunque me­
quismo interior tras una fachada de buenos modales y de ltable, no tenía por qué: ser inm ediato. Austria era un
leve indiferencia, que lo preserva de cualquier participación mj'lumerado de contradicciones tan superlativas como ar-
íntima en las mentiras convencionales. Esta indiferencia afa p i. típicas, dado que el coiflflicto que le tocó padecer con es-
ble y anarquista es m uy austríaca, como muy austríaco es r ' . .I intensidad tam bién se vivía en el resto de Europa
Hans Karl, tan remiso a la acción y a la decisión, a tomai ' a u tiqt te de forma más larvada): a saber, la imposibilidad de
una iniciativa “crucial”. , •■der elegir entre alternativas antitéticas que por regla ge-
Para Hans Karl, la totalidad debe perm anecer abierta, ... i al tenían, además, los m ism os efectos letales.
debe ser como el círculo del que habla Musil, no cerrarse I I austríaco había comprendido, seguramente antes que
para siempre. Los nexos significativos existen y dan sen i' i >t tos occidentales, que en aquella constelación histórica
tido a la vida, pero en todo m om ento pueden recibí i u n era, antes que nada, sobrevivir. Así pues, para sobrevi-
una nueva revelación de este sentido. El logos, para Hol ü buscaba postergar cualquier decisión definitiva, es decir,
m annsthal, ordena y com pone la existencia, pero sin res b. muerte de alguna de sus¡ posibilidades, buscaba impedir
tringirla en ningún sistema cerrado. . n.il.juicr síntesis o cualquier destrucción y superación de
La vacilación y la renuncia a la disyuntiva, o, mejor dich. >, 10, opuestos para conservarlos durante largo tiempo, para
la opción consciente por la indecisión, es lo que singul.i jni/.tr y disfrutar de ellos, para ahondar en todos los res-
riza el ocaso de la civilización habsburguesa, origen de su <|in< ios de las delicias sensuales de su vida inestable y te­
gran literatura: desde el titubeante y silencioso emperadoi il, .lie. El estilo austríaco del ocaso se define por la
de Grillparzer, pasando por la figura de Francisco José que . Ii-.i i eción pero tam bién por el placer. De ahí que no sea ca­
Werfel describe en su estática majestuosidad, hasta el hom mal que Hofm annsthal introduzca en su comedia la con-
bre sin atributos y la Catania de Musil, formada por muchas 11 a| Misición entre la contención y la seducción de Hans Karl
m itades que nunca se unen en un todo y por muchas di la i idícula prepotencia y la mistificación hiperbólica del
vergencias que no admiten solución. Precario punto de equi !a u iano barón Neuhoff, símbolo de una Alemania antité-
librio en una situación permanentemente inestable y acucr 11. a de la vieja Austria.
do m om entáneo entre contradicciones irreconciliables, el I sta antítesis se mitifica (lo hacen muchos escritores da­
Im perio de los Habsburgo había identificado su super vi nubianos, además de Hofmannsthal, que incluso la teoriza
vencía con el m antenim iento de lo provisional, con el apla u un cuadro de oposiciones esquemáticas), hasta el punto
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de convertirse en el núcleo de la civilización habsburguesa . ilanto se dice sobre el carácter inefable de la vida y sobre su
y de su posterior enaltecimiento. Un mito tan sugerente de­ misterio.
forma la realidad austríaca y crea una imagen absoluta de la Hans Karl vence con su estrategia defensiva: una vez que
vida, que omite y desecha todas las realidades de la historia; <• aparta, obtiene con delicadeza el placer y el amor. La to­
es un mito que hace de necesidad virtud o que transforma talidad de su vida, a la que él llega con su encanto perso­
el fracaso o la carencia de una función histórica en una esen­ nal, no tiene solución de continuidad, siempre está abierta
cia metafísica. Como señala Giuseppe Bevilacqua, el Im ­ y disponible a nuevas formas y figuras. El círculo de su exis­
perio habsburgués es el ex Sacro Im perio Romano de la tencia es perfecto, porque no está del todo cerrado sino que
patria alemana, al que se frenó su originaria vocación de ser
t iene un pequeño espacio vacío, en el que en cualquier m o­
una potencia con la unidad germánica y la unidad centro-
mento puede instalarse. Dentro, dice Musil, siempre falta
europea en clave alemana. M arginada - p o r Napoleón y
una mitad. Esta ausencia se parece a la nada, necesaria para
Rusia- de este proceso, Austria se encontró privada de cen­
que el ser se prepare y se forme, o al silencio, que debe ro­
tro y de función política, abocada a desempeñar una fun­
dear a la palabra para que ésta pueda resonar y apagarse, o
ción m arginal y a buscar fuera de sí m ism a las causas
también al horizonte, que se extiende para perm itir que las
históricas de su propia existencia.
El austríaco sin centro -el hombre sin atributos, el palco cosas aparezcan.
vacío del emperador, el austro-húngaro sin el húngaro, la Por la rendija, que impide al todo cerrarse hasta ser in­
carencia de un fundam ento- es consecuencia de esta crisis franqueable, resplandece el sentido de la vida, completa por­
histórica, una crisis tan radical y sufrida tan profundamente que no ha sido desposeída de sus posibilidades, de su ca­
que bien puede ser un símbolo fecundo de la irrealidad en pacidad de volverse siempre otra sin dejar de mantenerse
la que se vio sumida no sólo Austria, sino, de otra manera, fiel a sí misma: el secreto de la vida, escribe Hofmannsthal
toda Europa. Ahora bien, entender el extraordinario valor en una de sus célebres reflexiones, es la antítesis-comple-
simbólico del Imperio habsburgués equivale a no olvidar su inentariedad de fidelidad y metamorfosis, cambio y dura­
carácter simbólico, a no confundir esa apariencia con una ción; el secreto reside en captar esa antítesis como com-
verdad concreta. De lo contrario, con el m ito habsburgués plem entariedad y en vivir esa tensión como arm onía. El
no se puede más que prescindir, como ocurre a m enudo, de vacío y la ausencia de lo definitivo son lo que perm iten a la
la realidad histórica, esto es, de la temporalidad real de nues­ vida descubrir su sentido no obstante los signos herrum ­
tra vida, y mistificar la vida auténtica bajo la retórica de brosos; la crisis de la palabra y su enmudecer no ponen fin
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al gran estilo, sino que lo inauguran, creando y recreando el


silencio -violado por el ruido de la literatura- que requiere
la esencialidad de la poesía. Como escribe Hofmannsthal,
el gran estilo es, ante todo, el arte de callar. UNA CARTA
[Traducción de César Palma]
(De Lord Philipp Chandos
a Sir Francis Bacon)

H u g o v o n H o f m a n n s t h a l

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