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hasta que se desplomen extenuados e inconscientes.

"Entonces abren sus ijares y, como


de costumbre, les quitan sus órganos internos y los sustituyen por otros nuevos". Se les
introduce en la cabeza una serpiente y se les perfora la nariz con un objeto mágico
(kupitja) que les servirá después para cuidar a los enfermos. Tales objetos fueron hechos
en los tiempos místicos Alcheringa por ciertas serpientes poderosísimas.
Entre los Binbinga los hombres-médico parece que son consagrados por los espíritus
Mundadji y Munkaninji (padre e hijo). El mago Kurkutji cuenta cómo, al entrar un día en
una caverna, encontró al viejo Mundadji, que lo cogió por el cuello y lo mató. "Mundadji le
abrió el cuerpo a la altura del talle, le quitó los órganos internos y, depositando los suyos
propios en el cuerpo de Kurkutji, añadió a los mismos un cierto número de piedras
sagradas. Cuando todo esto acabó, Munkaninji, el espíritu más joven, se acercó a él y le
devolvió la vida; le hizo saber que era ya un hombre-médico y le enseñó cómo se
arrancan los huesos y la manera de liberar a los hombres víctimas de la mala suerte.
Después de hacerlo subir hasta el Cielo, lo trajo a la Tierra, a su campo, donde los
indígenas le lloraban creyéndolo muerto. Permaneció mucho tiempo dominado por el
sopor, pero, poco a poco, volvió en sí; entonces los indígenas comprendieron que se
había convertido en hombre-médico. Cuando efectúa una operación mágica, diríase que
el espíritu de Munkaninji está a un lado para vigilarlo, sin ser visto, naturalmente por el
vulgo. Cuando arranca un hueso –operación que se realiza, por lo común, al amparo de la
noche– Kurkutji empieza por chupar intensamente en el estómago del paciente quitándole
así una determinada cantidad de sangre. Después hace pases por encima de su cuerpo,
le pega con los puños y con un martillo y chupa hasta que el hueso sale; luego lo tira
inmediatamente, antes de que los asistentes puedan advertirlo, hacia el sitio donde
Munkaninji está sentado, vigilándolo tranquilamente. Entonces Kurkutji cuenta a los
indígenas que tiene que ir a pedir permito a Munkaninji para enseñar el hueso; y, luego de
haberlo obtenido, se dirige al lugar donde probablemente lo dejó anticipadamente, y
vuelve con él".
La técnica es casi idéntica en la tribu de los Mara. El que desea ser hombre-médico
enciende una hoguera y quema grasa; así atrae a dos espíritus, Minungarra. Éstos se
aproximan y animan al candidato, asegurándole que no lo matarán del todo. "En primer
término, lo dejan insensible y, como de costumbre, le hacen una cortadura en el cuerpo y
le quitan los órganos, que le cambian por los de uno de los espíritus. Después le
devuelven la vida, le dicen que él es ahora hombre-médico, le enseñan como se extraen
los huesos a los pacientes o cómo se libra a los hombres de los sortilegios, y luego lo
llevan al Cielo. Por último, lo hacen bajar y lo dejan en el campo, donde le encuentran los
amigos que lo lloraban... Entre los poderes que posee un hombre-médico de la tribu Mara
figura el de poder escalar, con la ayuda de una cuerda, invisible para el común de los
mortales, el Cielo, donde puede conversar con los espíritus siderales".

Paralelos entre Australia y América del Sur

Como acabamos de ver, es bastante estrecha la analogía entre las iniciaciones de los
chamanes siberianos y las de los hombres-médico de Australia. Tanto en uno como en
otro caso, el candidato sufre, de manos de unos seres semi-divinos o de los antepasados,
una operación que abarca el despedazamiento del cuerpo y la renovación de los órganos
internos y de los huesos. En ambos casos, esta operación se efectúa en un "infierno" o
lleva aparejado un descenso a los Infiernos, En lo que respecta a los trozos de cuarzo u
otros objetos mágicos que se supone que los espíritus introducen en el cuerpo del
candidato australiano, es práctica que tiene mínima importancia en Siberia. En efecto y
como hemos visto, sólo raramente se alude a pedazos de hierro y otros objetos que se
ponen a fundir en la misma caldera donde se han echado los huesos y la carne del futuro

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