Está en la página 1de 3

PARAPSICOLOGIA SNIESTRA

Se habla mucho de eventos de tipo paranormal que suceden y que se comenta que sienten
presencias o que siente manifestaciones de energías o espíritus,

Se dice que los fenómenos paranormales que se producen en un determinado lugar serían la


manifestación de "almas" de personas muertas que por alguna razón se habrían quedado atoradas
en "este mundo". Mediante los rezos, las plegarias o los rituales "de luz" estas almas retomarían
su camino hacia donde deberían haber estado ya hace tiempo. Y así los
fenómenos paranormales desaparecerían.

No es raro encontrar a sacerdotes en los grupos de estudios sobre estos temas. Y es que
la parapsicología, así planteada, parece contener todos los elementos clave de su visión del
mundo: "almas", "Bien" y "Mal" (presencias "benignas" y "malignas"), viaje espiritual tras la
muerte a "otros lugares", por no hablar de los efectos de "rezaaar".

Este cúmulo de certezas indemostradas contrasta con el gusto experimental y tecnológico de lo


que podríamos llamar la parte práctica de las investigaciones parapsicológicas: Medidores de
ondas magnéticas, células fotoeléctricas, cámaras infrarrojas, grabadores de frecuencias
especiales... Ninguno de estos eficaces artilugios parece ser el responsable directo de la recurrente
historieta de las almas atascadas que necesitan un empujoncito para dejar de incordiar a los
humanos e irse al cielo de una vez. Esta explicación de las cosas se alimenta íntegramente de la
teología cristiana. Llamaré por tanto a la porción de los interesados en los
fenómenos paranormales que la comparte parapsicología  cristiana. Y parapsicología  siniestra a su
alternativa.

En la parapsicología cristiana se parte tácitamente de un presupuesto enteramente religioso: Los


fenómenos extraordinarios, en condiciones normales, sólo deberían ser cosa de Dios o de sus
delegados ("milagros" de vírgenes, santos o reliquias sagradas), cualquier otra
manifestación inusual corre un alto riesgo de ser "maligna". Entre los prodigios divinos,
caracterizados por el "Bien", y los fenómenos provocados por otras entidades, sobre los que hay
que estar siempre alerta porque pueden fácilmente estar gobernados por el "Mal", sólo queda —
como inestable término medio— la citada versión de las almas atascadas. Y esto último en lo que
parece una concesión algo distorsionada a la filosofía del espiritismo. En la obra de Kardec y
otros espiritas clásicos, la personalidad que supuestamente sobrevive a la muerte física va a parar
a un mundo paralelo, donde se queda para siempre. No es el cielo ni el infierno, sólo otra
dimensión que se parece en muchos aspectos a la nuestra. En la parapsicología cristiana, para
recuperar el cielo de los teólogos, ese estadio de espíritus que todavía rondan por aquí es
puramente provisional, una anomalía que en todo caso debe ser subsanada. Como quien
desenreda de un alféizar un globo de gas para que pueda subir por fin hacia lo alto. El
buen parapsicólogo cristiano es a la vez investigador y ayudador de almas, manejador
de sofisticados medidores electrónicos y rezador al mismo tiempo, pues su objetivo final —y más
cuando trabaja como cazafantasmas a domicilio— es conseguir que los
fenómenos paranormales no divinos dejen de producirse. Está convencido de que no hay "Bien"
en las experiencias paranormales que no procedan de Dios: o son intervenciones de entidades
abiertamente perversas, dañinas ("demoníacas"), o son síntomas de desarreglos en la
trayectoria natural de las almas. Nunca desearían que San Rafael dejase de operar prodigios (en
realidad creo que les gustaría que operara alguno), pero sí consideran un deber hacer que todas
las otras manifestaciones inusuales cesen.

La parapsicología siniestra no cree en Dios, y por lo tanto no espera que él, sus santos de madera,
o los trozos de esqueletos que los curas guardan en vitrinas, vayan a intervenir en el mundo real
de ninguna forma. La vida es demasiado corta para sentarse a esperar a fantasmas. Por otro lado
no considera los llamados fenómenos paranormales como algo inusual, de algún modo anómalo,
ni mucho menos proclive a ser peligroso. La parapsicología siniestra no teme a las fuerzas que
puedan generarse en la oscuridad, pues ha reconocido la oscuridad como un magnífico poder
propio. Y como limpiadores de manifestaciones inoportunas, los parapsicólogos siniestros son
desde luego mucho más eficaces: no hay comparación, para hacer cesar un poltergeist, entre dar
vueltas con velas blancas y salmodiar para que la supuesta alma "descanse" y "se vaya hacia la
luz", y consagrar la casa enteramente a Satán. Si no lo creéis, probadlo.

Lo que se suele designar como paranormal es un cajón de sastre donde se amontonan infinidad de


hechos de la más diversa naturaleza. Algunos fácilmente comprobables, otros seguramente
míticos. Este artículo no trata de la parapsicología y de su trayectoria, por lo que no vamos a
entretenernos en averiguar cómo acabaron todos juntos ahí. Digamos que en última instancia sólo
comparten que la ciencia moderna no los admite. Pero la ciencia ni acierta siempre ni se equivoca
siempre, por lo que en el cajón de lo paranormal hay realmente de todo. Algunos de los
fenómenos así llamados forman parte de las capacidades naturales reprimidas del animal humano,
que la Magia puede hacer despertar y crecer: la telepatía, la clarividencia, la precognición,
la bilocación, la levitación... Otros parecen ser manifestaciones de entidades ajenas a la persona
que los presencia: los poltergeist, los raps, las apariciones espectrales, las psicofonías... Una
perspectiva siniestra se interesa en estos fenómenos no para demostrar que existen (ya sabe que
existen), sino para investigar cómo adueñarse de ellos, cómo utilizarlos para el beneficio propio.
Como el parapsicólogo siniestro debería estar más allá de las dicotomías morales de las religiones,
no tiene miedo de supuestos trasfondos "malignos" en estas manifestaciones. En todo caso los
demonios serán siempre sus más sinceros aliados.

El llamado Sendero de la Mano Derecha comparte muchas de las premisas de la visión religiosa de
los fenómenos paranormales. No en vano es en sí un embrión de nuevos dioses. Para los que
siguen ese camino, tampoco "deberían" producirse estas manifestaciones. Por
ejemplo Jack Parsons anota en cierto lugar de su Libro de  Babalon: "Diez de enero. Hice la
invocación dos veces. Me acosté sobre las once, y fui despertado a las doce de la noche por nueve
golpeteos rápidos y fuertes. Una lámpara de mesa que se encontraba en el otro extremo de la
habitación fue lanzada con violencia contra el suelo y se rompió. No había ventana en esa parte de
la habitación, ni había viento en ese momento.  Mágicamente  hablando, este tipo de fenómenos
representan "fisuras" en la operación, que indican técnicas imperfectas. En una operación mágica
no debería haber fenómenos de este tipo, sino sólo el resultado deseado."

En el trabajo con la Magia Negra los fenómenos paranormales aparecen bastante pronto. Son de


algún modo evidencias de que se está avanzando por el camino elegido, de que realmente están
acudiendo y congregándose los poderes oscuros. El mago negro debe considerar esta
circunstancia como un feliz logro, como una primera conquista. No hay nada ante lo que estar
alerta, nada contra lo que prepararse para luchar. Su única lucha debe ser, como en tantas
ocasiones, contra el propio miedo. Ese viejo y maloliente miedo a lo desconocido que es parte
sustancial del recelo ante la vida y sus magníficas e insospechadas posibilidades.

También podría gustarte