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ÍNDICE
PRESENTACIÓN ....................................................................................................................... 1
El ingreso a una comunidad académica .................................................................................... 1
Leer y escribir en la universidad ............................................................................................... 2
La lectura y la escritura como prácticas sociales ...................................................................... 3
1. LOS GÉNEROS DISCURSIVOS ................................................................................................... 4
Tipos de texto y géneros discursivos (A. Alexopoulou) ............................................................ 6
2. ACERCA DEL CONTEXTO DE PRODUCCIÓN DE LOS TEXTOS ............................................................. 7
3. EL ABORDAJE INICIAL DEL TEXTO : EL PARATEXTO ........................................................................ 8
4. INTERPRETAR Y PRODUCIR TEXTOS EN EL ESPACIO ACADÉMICO ...................................................... 9
La puesta en escena discursiva ................................................................................................. 9
El enunciador y el destinatario en el contexto académico ..................................................... 11
5. SUBJETIVIDAD Y OBJETIVIDAD EN EL USO DEL LENGUAJE ............................................................ 12
PRESENTACIÓN
El ingreso a una comunidad académica
* Este material didáctico es una adaptación realizada por la docente María Sol Iparraguirre de los
cuadernillos elaborados por las docentes Laura Eisner y Fernanda Juárez.
aprendizaje en este ámbito: asistencia a clases teóricas y prácticas (sea bajo la modalidad
presencial o virtual), búsqueda de materiales bibliográficos, momento de lectura de textos y
apuntes, elaboración de trabajos individuales y en grupo, preparación de exámenes, entre
otros. Asimismo, es fundamental considerar con anticipación las opciones que ofrecen los
planes de estudio de cada disciplina. A través de la selección de materias y espacios
curriculares en cada etapa de la carrera, cada estudiante puede planificar una trayectoria
universitaria adecuada a sus posibilidades y expectativas.
Por otra parte, la incorporación a una institución de nivel superior pone a los
estudiantes ante el desafío de interactuar con los docentes y con sus pares mediante ciertos
formatos discursivos específicos. Estos posibilitan la incorporación de saberes y prácticas
disciplinares y constituyen también el acceso a una nueva comunidad discursiva.
Existen distintas culturas en torno de lo escrito y la cultura académica es una ellas. Se trata de
una cultura especialmente compleja, que suele permanecer implícita en las aulas universitarias
(Woodward-Kron, 1999). No obstante, es posible comprobar diferencias significativas entre las
tareas de lectura y escritura demandadas en el nivel universitario respecto del secundario
(Barker, 2000; Vardi, 2000). Por ejemplo, la universidad suele esperar que los alumnos
encuentren información por sí mismos […]. El nivel superior requiere que los estudiantes
analicen y apliquen el conocimiento impartido […]. En la universidad se proponen distintas
perspectivas acerca de un mismo fenómeno […]. Para la universidad, el conocimiento tiene
autores e historia; en cambio, los niveles educativos previos lo presentan de forma anónima y
atemporal. Estas diferencias en la naturaleza atribuida al saber y en los usos que se exigen de
éste configuran culturas particulares que se traslucen en métodos y prototipos de pensar y
escribir.
Carlino, P. (2002). Alfabetización académica: Un cambio necesario, algunas alternativas posibles. Tercer Encuentro
LA UNIVERSIDAD COMO OBJETO DE INVESTIGACIÓN, Departamento de Sociología, UNLP, octubre.
La lectura y la escritura son las prácticas que tienen mayor preponderancia entre las
acciones que se desarrollan en el ámbito universitario. Además, revisten una serie de
particularidades que cada estudiante deberá reconocer para poder adquirir seguridad y
confianza en el momento de dar sus primeros pasos en la carrera. Es importante resaltar que
el aprendizaje específico de los modos de leer y escribir en la universidad difiere de aquellos
que se promueven en la escuela primaria y secundaria. A esto se agrega que, muchas veces,
esos saberes previos se encuentran implícitos o no se ha contado con el espacio para la
reflexión específica sobre ellos y, por lo tanto, no es fácil reconocerlos y explicitarlos en las
prácticas de lectura y escritura. Los textos académicos presentan un grado de complejidad
distinto de aquellos utilizados en las interacciones cotidianas o en la formación escolar previa.
Entre las principales diferencias que algunos especialistas reconocen podemos mencionar: los
saberes previos que estas prácticas requieren, los soportes materiales de los textos a leer, la
presencia de la institución académica como mediadora de estas prácticas y la finalidad
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específica de la lectura y la escritura en el espacio académico (Arnoux, Di Stefano y Pereira,
2002). En relación con el último punto, estas autoras plantean que la finalidad principal de la
lectura en el ámbito universitario se relaciona esencialmente con la exigencia de dar cuenta
de lo que se ha leído, “para demostrar que se ha adquirido un saber” (2002:7). De ahí que, en
la universidad, la vinculación entre lectura y escritura se torne especialmente estrecha: “todos
los escritos universitarios tienen una apoyatura en lecturas previas” y, a su vez, “la mayor
parte de las lecturas que se encaran deben poder traducirse en respuestas de parciales,
trabajos prácticos, monografías” (2002:7).
Desde muchos campos disciplinares, y luego de que haya corrido mucha agua bajo el
puente, se considera a la lectura y a la escritura como prácticas sociales. Esto es, se ha
ampliado la concepción de lectura y escritura que se tenía, en tanto técnicas, para pensarlas
como procesos o habilidades que se despliegan en situaciones sociales con diferentes
características.
Si revisamos la historia, podremos ver que se ha ido modificando qué se lee, también
qué se escribe, quién o quiénes hacen, los lugares que permiten ciertas escrituras y/o lecturas,
etc. Cambios obligados, muchas veces, por los tipos de soporte, por las relaciones de poder,
las coyunturas políticas y los usos que se les ha dado. Es por eso que decimos que son
prácticas: obedecen a una multiplicidad de factores culturales, sociales y políticos.
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Entonces, pensar una lectura y una escritura académica particularmente nos vincula
con estas ideas de práctica en relación a sujetos y situaciones, y no solo como objetos que
están por fuera de las actividades que realizamos los seres humanos. En este sentido, no se
trata de un ejercicio de codificación y decodificación (propio de la aplicación de una técnica),
ya que, a la hora de producir y comprender un texto escrito, son múltiples los factores que
entran en juego: ¿Quién escribió el texto? ¿Cuál es su tópico, de qué trata? ¿Con qué
conocimientos y formación cuenta o contaba quien lo escribió? ¿En qué tipo de lector pensaba
–suponemos- el escritor? ¿Con qué finalidad escribió ese texto? ¿Dónde y cuándo se escribió
ese texto? ¿Cómo (en qué condiciones, con qué medios, en qué lengua)?
Pensando en esto, Bajtin, un teórico ruso de las primeras décadas del siglo XX, va a
referirse a los géneros discursivos.
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delimitar las características que tiene un examen en el ámbito universitario, puesto que en
esa esfera social ya se trazó el tipo de enunciados (con cierta estabilidad) que se asocia a ella
y que define las formas que adoptarán los intercambios verbales (sean orales o escritos) entre
quienes participan de esas instancias (principalmente, docentes y estudiantes).
De hecho, en cada ámbito profesional se generan actividades escritas con valor funcional,
etiquetadas socialmente: los médicos extienden recetas, los comerciantes extienden
facturas, los profesores elaboran programas de asignaturas, los estudiantes redactan
trabajos y exámenes, etc. Son innumerables los escritos habituales más o menos extensos,
más o menos firulísticos, más o menos elaborados, más o menos creativos. […]
Vale la pena destacar que el texto escrito ha constituido en nuestra cultura el modo de
representación del conocimiento. La reflexión y la abstracción se ha potenciado a través
de la escritura, al tiempo que esta ha permitido el desarrollo del ámbito en que se refleja
el punto más alto de la abstracción y la especialización: los lenguajes formales y la
terminología especializada. Esta capacidad de la escritura para transmitir y producir
conocimiento le ha conferido un valor epistémico y la ha asociado culturalmente al avance
del saber.
Extraído y adaptado de: Galván, C. (2018), Planificar un informe de lectura. En F. Navarro; G. Aparicio
(Coords.), Manual de lectura, escritura y oralidad académicas para ingresantes a la universidad (pp.
63-91). Universidad Nacional de Quilmes.
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Es importante señalar que no existe una lista completa y acabada de géneros
discursivos. Las esferas de la actividad humana no se pueden abarcar en su totalidad ni
clasificar de manera taxativa y además varían cultural e históricamente. Por otra parte, a la
par de los nuevos ámbitos y prácticas sociales surgen géneros discursivos inéditos, como por
ejemplo el correo electrónico o el chat, que están determinados por las nuevas tecnologías.
Los tipos de texto, concebidos como modos de organización del discurso, tienen
sus características lingüísticas y estructurales específicas que hacen que todo texto se
estructure de acuerdo con las convenciones que impone el contexto en que aparece. Las
contribuciones de las disciplinas que comparten intereses en común con la ciencia del
texto, como la pragmática, el análisis del discurso, la teoría de la enunciación, la etnografía
de la comunicación, la lingüística funcional, han configurado una nueva forma de
acercarnos al estudio del lenguaje como actividad sociocultural, reconociendo la relación
que existe entre el lenguaje y el contexto, otorgando a este último un papel central en el
estudio de la lengua en uso. Los textos, como es sabido, siempre son empleados en
determinados contextos sociales y, por lo tanto, cumplen funciones comunicativas. Son
precisamente el contexto en que son creados y la función que cumplen, los dos factores
primordiales que determinan el género discursivo al que pertenecen.
Los tipos de texto se eligen después de decidir qué género discursivo queremos
producir. Por ejemplo, el género “carta” puede materializarse a través de varias
modalidades según nuestra intención como productores: en una carta podemos narrar un
acontecimiento, argumentar para influir sobre el receptor, describir un hecho o
simplemente informar sobre un suceso. Cada una de estas intenciones dará lugar a una
carta de tipo diferente. Por otro lado, el tipo de texto “narración” se puede concretar a
través de una variedad de géneros: una novela, un cuento, una carta, una noticia, un relato
histórico, una biografía, etc. Por lo tanto, en una clasificación textual deben coexistir las
dos categorías, teniendo en cuenta que a cada género le corresponde un tipo [o varios} y
a cada tipo una multitud de géneros. […]
Los orígenes del concepto de género se remontan a la Retórica clásica que ha sido
recuperada entre otros por el teórico ruso Mijail Bajtín, quien desde la década de los 50
del siglo XX formuló la teoría de los géneros discursivos. Bajtín (1979) puso de relieve que
el género es un conjunto de enunciados relativamente estable ligado a una esfera social
determinada.
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Alexopoulou, A. (2011). El enfoque basado en los géneros textuales y la evaluación de la competencia
discursiva. En J. de S. Guervós; H. Bongaerts; J. J. Sánchez Iglesias; M. Seseña Gómez (Coords.), Del
texto a la lengua: La aplicación de los textos a la enseñanza-aprendizaje del español L2-LE, Vol. 1 (pp.
97-110). Asociación para la Enseñanza del Español como Lengua Extranjera.
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Si tomamos el caso anterior y pensamos en el lugar como elemento determinante de los
discursos producidos, vemos que puede estar marcando diferencias culturales y religiosas que
entrañan concepciones del mundo diferentes. También podemos pensar en cuestiones de
identidad de los pueblos, de su historia, como es el caso, por ejemplo, del tema de la
“pobreza” si se lo piensa desde Latinoamérica, Europa o África. Seguramente el mundo de
referencia en cada caso, sus ejemplos, sus puntos de partida, su percepción del problema,
etc., sean muy diferentes. Por todo esto, al leer un texto, observamos quién lo escribe y de
dónde es esa persona, dónde estudió o se formó y, también, dónde publica su texto o dónde
expone su discurso. Estamos pensando en el lugar geográfico, pero también es necesario
poner atención al lugar de publicación. Es decir, en qué medio se publica (diario, revista
científica) y cuáles de ellos específicamente e informarnos qué línea ideológica tiene, a qué
teorías adscribe, cuál es su público lector, en qué ámbitos circula, qué valoración tiene, etc.
En caso de tratarse de un discurso oral, observaríamos si se trata de un congreso o
conferencia, de qué, dónde ocurre, que eje temático convoca, cuál es el perfil de los
asistentes, etc.
El paratexto se define como todo lo que está "junto a" o "alrededor de" el texto
propiamente dicho. En el caso del libro, los elementos paratextuales más importantes son:
Además, se considera que son parte del paratexto los aspectos gráficos, tales como la
tipografía utilizada y el diseño de la página.
La información que brinda el paratexto facilita el abordaje integral del texto. Por
ejemplo, al aportar datos sobre la fecha y el lugar de publicación de un determinado texto,
permite ponerlo en relación con el contexto histórico-social en el que fue producido y así
vincularlo con las ideologías y discursos dominantes en ese momento y en ese ámbito (por
ejemplo, en Francia en los años 60 o en Latinoamérica a fines de los 90...).
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qué corriente de pensamiento adscribe, con quién discute, qué finalidad persigue, así como a
quién se dirige, son cuestiones esenciales para poder identificar las tradiciones, alianzas y
enfrentamientos que se dan dentro del campo científico y académico.
Cada vez que se hace uso del lenguaje, se seleccionan, en función de cada situación
comunicativa concreta, ciertas temáticas a tratar, maneras de construir los enunciados y
modos de dirigirse al interlocutor. Estas selecciones construyen a través del discurso
“imágenes” o representaciones del emisor, el receptor y el referente, o sea, de los
participantes del evento y el objeto sobre el que hablamos. Decimos que estas “imágenes” se
construyen porque, como hablantes, no nos mostramos de la misma manera si interactuamos
en una conversación cotidiana con amigos o en una entrevista laboral. Tampoco nos dirigimos
a nuestros familiares del mismo modo que a un docente en el ámbito universitario.
Situaciones similares ocurren en todos los demás universos sociales. En cada momento
particular de la interacción, construimos imágenes de nosotros mismos, de nuestros
interlocutores y del mundo según el ámbito en el que nos encontremos, y también las
modelamos según nuestra intención, es decir, en relación al sentido asignado a esa práctica
específica. Así, aunque se trate de la misma persona, no utilizaremos la misma construcción
enunciativa si nos dirigimos a un docente para hacer una presentación oral en una clase o si
hablamos con él para justificar que no hemos entregado un trabajo a tiempo.
Las imágenes del enunciador construidas en el texto integran diversas variables, como:
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- si muestra su postura ante un tema o se presenta como neutral; y
- cómo se relaciona con otros enunciadores mencionados en su discurso
(confrontación, alianza, apoyo, obediencia, etc.).
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El enunciador y el destinatario en el contexto académico
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Porque son figuras que son construidas por el texto como instancia discursiva; se trata de
representaciones, de “tipos de personas” y no de personas concretas.
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5. SUBJETIVIDAD Y OBJETIVIDAD EN EL USO DEL LENGUAJE
En este sentido, podemos plantear que, cuando en un texto se emplean ciertas frases,
términos y organización textual, se lo hace desde cierto distanciamiento (mayor o menor) de
quien escribe sobre lo que dice, que puede promover (o no, y en distinta medida) un efecto
de objetividad. Esto ocurre en forma bastante evidente, por ejemplo, con la prensa. Los
hechos pueden presentarse sin carga afectiva y con poca o ninguna carga valorativa2, o, a la
inversa, pueden presentarse mostrando explícitamente el posicionamiento de quien escribe.
Más allá de las diferencias que podemos encontrar en el uso del lenguaje en distintos
contextos (más formales, coloquiales, técnicos, etc.), el modo de organizar sintácticamente la
información al interior de un enunciado, también implica cierta mirada o posicionamiento
sobre lo que se dice:
Los tres enunciados bien podrían ser titulares de distintos diarios sobre un mismo
hecho. Ninguno de ellos manifiesta explícitamente un posicionamiento sobre el tema en
cuestión, pero el posicionamiento está presente y se manifiesta, en estos casos, en dónde se
ha puesto el foco y organizado la oración. En el primero de ellos no hay sujeto o agente que
realice la acción, logrando que se “borren” discursivamente las responsabilidades sobre lo
sucedido -disturbios. En el segundo, se introduce un sujeto de la acción, los manifestantes,
recayendo sobre ellos la responsabilidad de lo sucedido –daños sobre propiedad privada. En
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No debemos olvidar que la selección de la información ya es en sí misma resultado de un
posicionamiento del enunciador.
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el último titular, la responsabilidad recae sobre la policía en tanto sujeto de la oración, a quien
se atribuyen daños sobre otras personas, los manifestantes.
¿Cómo reconocer cuál es el relato más verdadero de la realidad cuando existen tantas formas
de contarlo? ¿Cómo no aceptar que cada uno de esos epígrafes es una forma de construir una
mirada sobre cierto hecho o fenómeno?
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Los textos subjetivos son aquellos que están cargados de la mirada individual, de sus
valores, opiniones o afectos sobre lo que se habla. El carácter subjetivo de una oración puede
observarse en la conjugación verbal en primera persona asumiendo el la mirada de quien
escribe, o en el uso de determinados adjetivos que pueden ser valorativos positivos o
negativos (lindo, bueno, agradable, verdadero, etc.) y que connotan un punto de vista desde
el cual se juzga un objeto, situación o acción. También pueden usarse expresiones afectivas
como los diminutivos (chiquita, sillita, barquito, etc.) o términos que remiten a la subjetividad
como las exclamaciones (¡Ay!, ¡Oh!, etc.) y aquellos que responden a un uso particular por
edad o familiaridad (che, loco, chabón, etc.).
El ámbito académico (como todos los ámbitos en realidad) tiene sus particulares
formas de hacer, actuar, pensar, crear, para desde esas pautas desarrollar el propio
pensamiento. La construcción discursiva se basa en el aprendizaje de otros cuerpos de
conocimiento y el reconocimiento de perspectivas diversas, que complementan o contrastan
para así avanzar en la profundización de un determinado tema.
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