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 Año II, Número 4, Abril 2005. ISSN 1811-847X
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MARXISMO Y CONDUCTISMO EN PSICOLOGÍA: UN DEBATE


INTERMINABLE
1
William Montgomery Urday

RESUMEN: Para algunos este tema de marxismo versus conductismo puede


parecer "trasnochado", o "superado" por la marcha de los acontecimientos
mundiales, que es de todos conocida. Para mí está simplemente "adormecido".
Subyace soterradamente, sobre todo en el espíritu de cierta juventud
universitaria radical (encuentro siempre un porcentaje de ella en mis cursos de
análisis conductual aplicado), y en las no pocas alusiones implícitas o explícitas
que profesionales de diversa índole hacen al asunto. Yo mismo me ocupe
otrora de eso en publicaciones estudiantiles, pero, de hecho, no lo traería de
nuevo a mi interés momentáneo de no haber leído al colega Calviño (2003) en
una de las páginas de psicología-online, tratando sobre algo que a él, como
buen psicólogo cubano y marxista, le subleva: Skinner, erigido a través de una
conocida encuesta de la APA como el psicólogo más importante del siglo XX. Y
además, ni Wallon ni Merani (conspicuos representantes de la "psicología
dialéctica"), entre otros "favoritos", fueron nominados en la extensa mención.

PALABRAS CLAVE: Psicología teórica, epistemología, teoría de la conducta.

Para algunos este tema de marxismo versus conductismo 


conductismo  puede parecer
“trasnochado”, o “superado” por la marcha de los acontecimientos mundiales,
que es de todos conocida. Para mí está simplemente “adormecido”. Subyace
soterradamente, sobre todo en el espíritu de cierta juventud universitaria radical
(encuentro siempre un porcentaje de ella en mis cursos de análisis conductual
aplicado), y en las no pocas alusiones implícitas o explícitas que profesionales
aplicado),
de diversa índole hacen al asunto. Yo mismo me ocupe otrora de eso en
publicaciones estudiantiles, pero, de hecho, no lo traería de nuevo a mi interés
momentáneo de no haber leído al colega Calviño (2003) en una de las páginas
de psicología-online,
psicología-online, tratando sobre algo que a él, como buen psicólogo
cubano y marxista, le subleva: Skinner, erigido a través de una conocida
encuesta de la APA como el psicólogo más importante del siglo XX. Y además,
ni Wallon ni Merani (conspicuos representantes de la “psicología dialéctica”),
entre otros “favoritos”, fueron
f ueron nominados en la extensa mención.

Dejando aparte dicha lista, con la cual tampoco concuerdo en líneas generales,
quiero concentrarme en una frase del Dr. Calviño que me evoca el recuerdo de
viejas épocas de obtusa polémica emprendida por psicólogos marxistas contra
el conductismo. Pues bien, siguiendo su tradición, el colega refiere en su ácido

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discurso a los estudiantes que gracias a Skinner la psicología del continente se


llenó de ratas y palomas. A esta mención reciente de antiguas formas de
pensar puedo añadirle algunas otras (Merani, 1968, Chomsky, 1984; Segarte,
1986; Torre, 1988 y González Rey, 1997), que coinciden en sostener
maniqueos argumentos políticos y académicos como los siguientes sobre el
conductismo radical:

a) Ignora la consciencia, la personalidad, el Yo y los sentimientos. No da


lugar a la libertad, a la voluntad ni a la intencionalidad.

b) Rechaza o no puede explicar los procesos cognoscitivos, la intuición,


la información y el proceso creativo.

c) Es mecanicista: concibe lo psicológico como un conjunto de


respuestas ante estímulos, viendo al sujeto como receptor pasivo. Desdeña la
dotación innata y el sistema nervioso.

d) Trabaja con animales, asimilando su comportamiento al humano. Sus


aplicaciones son envilecedoras y hasta brutales.

e) Es una ideología estadounidense importada, al servicio del poder, que


concibe la psicología como ciencia natural, no preocupada por los fenómenos
sociales.

No es mi propósito aquí responder puntualmente cada uno de los grupos de


críticas —que, salvo el item [e], son las usuales entre “humanistas”,
“constructivistas”, “psicodinámicos” y, en general, “postmodernos”)—,
generalmente producto del prejuicio y de la desinformación sobre el quehacer
científico. Sólo las menciono para ejemplificar el fuerte antagonismo dogmático
que muchos colegas marxistas sienten contra el conductismo, lo que suele
invalidar cualquier intento de comunicación racional con ellos. Pese a esto,
como reacción a los ataques y en el afán de esclarecer las cosas, algunos
psicólogos conductistas abordaron el tema de las relaciones entre marxismo y
conductismo, a veces de manera frontal (Holland, 1973; Ardila, 1980; Ribes,
1985, Freixa i Baqué, 1985), y a veces tangencialmente (Ribes, 1976; Mercado,
1978; Dorna y Mendez, 1979). Más recientemente, Ulman (1991) hizo lo propio
al identificar puntos de cercanía entre el segundo Skinner (“seleccionista” por
oposición al “mecanicista”) y Marx; lo que, por supuesto, de nada sirvió.

No busco tampoco revisar tales debates tal como fueron planteados entonces,
sino actualizar el tema a la luz del desarrollo reciente de la teoría de la
conducta, en confrontación directa con lo que dicen los clásicos del marxismo.

¿Qué entiendo aquí por   teoría de la conducta? Al respecto debo decir que
yerran, en mi opinión, quienes identifican al “conductismo” exclusivamente con
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cualquiera de los modelos metodológicos que hayan surgido a su sombra,


porque no cabe un análisis separado de ellos sino para recalcar sus niveles de
alternatividad, complementariedad y/o insuficiencia en relación a los modelos
conductuales más avanzados. Así como “la anatomía del hombre es la clave
para entender la anatomía del mono” (lo que significa que las etapas superiores
del desarrollo de una formulación dan la pauta para comprender sus estadios
inferiores), también la evolución actual  del conductismo es la clave para
entender las primeras labores de esclarecimiento científico que vienen desde
Watson y Mead, pasando por los neobehaviorismos de diverso cuño (Hull,
Tolman, Skinner), hasta los hoy vigentes (Ribes, Hayes, Staats, etc.). En
definitiva, eso implica sustituir la mecánica tendencia a juzgar cada modelo
separadamente —tal como se configuró en condiciones distintas—, por una
concepción dialéctica  del desarrollo histórico del paradigma conductual desde
etapas difusas (primeras generaciones) hasta las maduras. En otras palabras,
un proceso no acabado en el intento de constituir una psicología del
comportamiento (Montgomery, 2000). Sería imposible mencionar las
numerosas obras relevantes a los lineamientos conductistas actuales, pero
dispongo de tres vertientes  que suponen una evolución  a partir de las tesis
primigenias (no en el sentido de “rectificación” sino de avance): el
interconductismo  (Ribes y López, 1985), el contextualismo  (Gifford & Hayes,
1999) y el conductismo psicológico  (Staats, 2004). Un vistazo rápido permite
percatarse de algunos avances logrados en su conceptualización de los
fenómenos psicológicos:

a) Se ha pasado del énfasis en las relaciones causales, a la


consideración de un abanico amplio de variables contextuales y relaciones
estocásticas.

b) Se ha incorporado a la descripción de la conducta en términos de


simple crecimiento cuantitativo, también la descripción cualitativa con niveles
evolutivos y jerárquicos de desarrollo.

c) Se ha pasado de la concepción de procesos lineales en las


contingencias, a la concepción de interdependencias funcionales entre las
variables que las componen.

La filosofía que ampara tales cambios puede decirse que ancla en una
forma de postpositivismo, que Staats (1989) llama “positivismo unificado”. En
resumen, según sus proposiciones:

a) La observación de los fenómenos está en interacción continua con la


teoría que los sustenta, de modo que no hay observación “pura”.

b) La construcción teórica es progresiva, con multinivel y multimétodo, sin


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c) Las condiciones sociales influyen en el desarrollo de la ciencia.

Dicho esto, paso a discutir tres cuestiones relativas al tema que me parece que
se prestan a encontrar gran similitud entre el pensamiento marxista y el
conductista, por encima de sus diferentes focos de atención: 1) el uso de la
dialéctica como herramienta conceptual, 2) la delimitación del objeto de estudio
de la psicología, y 3) el papel del lenguaje y del trabajo en la estructuración y
cambio del entorno social.

DIAL ÉCTICA Y CONDUCTISMO

La lógica de Marx no es tan explícita, por ello muchas veces hay que advertir
sus principios entre líneas. Eso remite el problema de si su interpretación ha de
ser: a) formalista, o b) a manera de canon: un método estructuralista cuya
función es crítica y heurística. Tras el fracaso de las fórmulas simples y
rotundas que caracterizaron la alternativa formal en la versión “oficial “ del
socialismo, parece evidente la pertinencia de la segunda opción. Sin embargo
la tarea no es fácil, porque los clásicos no carecieron de irresoluciones. Como
señala el sociólogo Gurvitch, en los textos marxistas es poco clara la diferencia
entre dialéctica y explicación, al punto que ambas se funden en una sola
filosofía “escatológica”, perdiendo credibilidad. Las simplificaciones debidas al
uso indiscriminado de la dialéctica —entre las cuales se halla el ejemplo del
“grano de cebada que germina”, según lo nota Manuel Sacristán—, ilustran el
abuso del lenguaje de tipo cosmológico (enunciativo de verdades
supraempíricas), aplicado a condiciones que pertenecen más bien a un nivel
reductivo de la ciencia positiva. Dicho abuso crea metáforas y falsas antinomias
en la órbita gnoseológica de cualquier disciplina. Una consecuencia de esto en
psicología es la inadecuada oposición que hacen los colegas marxistas entre
“esencia” y “fenómeno” como símil para conceptuar el objeto de estudio
(psiquismo como esencia y conducta como fenómeno).

El “fetichismo de la antinomia” resulta exagerado en tal formulación, al reducir


todos los procesos y procedimientos a la polarización entre los contrarios. De
esto proviene el uso consagrado por el diamat al confundir “oposición real” (a
nivel físico) con “oposición dialéctica” (a nivel conceptual). En una obra juvenil,
Marx (1841/1987, p. 400) describe la primera en términos que no dejan lugar a
dudas sobre sus características: entre dos extremos reales no hay mediación
posible, no se postulan entre sí ni se complementan el uno al otro. La diferencia
entre ellos es de existencia (por ejemplo “polo” y “no polo”: [A] y [B]), donde
cada uno presupone al contradictorio y es indesligable de él ([A] también
puede expresarse, en este sentido, como “No-No-A”). Ribes (1985),
comentando al filósofo marxista Coletti, juzga desde esta perspectiva que:
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... en la oposición real, los antagonismos, la anulación, la repulsión recíproca, se


dan sin contradicción... Ni en Engels, ni en Plejanov, ni en Lucaks, ni en Mao, se
ha hecho la distinción... Por ello, se descubre como oposiciones dialécticas lo que
en realidad constituyen oposiciones reales: la acción y reacción mecánicas, la
diferencial e integral matemáticas, la carga eléctrica positiva y negativa, etc. (pp.
272-273)

Por encima de esas dificultades, puntualizadas para mostrar cómo no se debe


manejar la dialéctica, una lectura de Marx es aconsejable sin mediaciones, al
estilo althusseriano, para descubrir in situ los elementos que integran su canon.
Tres textos son, en especial, valiosos: el prólogo a la primera y el postfacio a la
segunda ediciones de El Capital, y El Método de la Economía Política. En ellos
se señala la necesidad de partir de unidades analíticas moleculares para el
estudio de los procesos (que Lenin, 1915/1974; también relieva en su escrito
Sobre la Dialéctica):

... la forma mercancía del producto del trabajo o la forma valor  de la mercancía son
formas económicas celulares... Se trata... de minucias, pero de minucias como las
que son objeto de la anatomía microscópica. (Marx, 1867/1970b, p. 70)

Esto se completa explicando las partes a la luz de la totalidad estructural que


las define mediante reflexiones conexas que elaboren conceptualmente lo
concreto abstrayendo su contenido en el concebir (“la anatomía del hombre es
la clave de la del mono: Marx, 1867/1970c, p. 94). Son estas mismas
reflexiones las que, a decir de Engels (1876/1989), a partir de la acción
recíproca o interacción general, permiten separar los fenómenos
considerándolos aisladamente, descubriendo así las relaciones de causa-
efecto.

¿Qué tiene que ver esto con el conductismo? Creo que el nexo es claro,
porque ilustra las ventajas de una concepción materialista científica frente a los
enfoques idealistas. El plano de que parten aquellos—centrado en la
formalización de operaciones mentales  más que en los esquemas de acción
que supuestamente los originan—, hace imposible convertir lo sintético en
analítico de buenas a primeras (Piaget, por ejemplo, niega que hayan unidades
de análisis en psicología). Se limitan, así, a enunciar generalidades poco
prácticas, por más que, como en el caso del inefable Edgar Morin, su retórica
contenga muchas alusiones a la “complejidad”.

Por el contrario, la teoría de la conducta sí puede partir de las “células” que


reclamaba Marx: los eventos discretos (funciones estímulo-respuesta) son al
comportamiento lo que la mercancía es para la Economía Política, y esa
discretización no agota el continuo, pues así como Marx tomaba la mercancía
en referencia a un circuito de intercambio dentro del sistema económico
(complejizándolo a través del desarrollo de sus contradicciones), el
conductismo asigna un papel a las funciones E-R dentro del concepto de
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